El sentido fundamental de la tradición Bíblica pasa por los crisoles de las generaciones y se ve afectada por la interpretación o lo que llamamos “exégesis” del tiempo. La manera en que leo, veo y ejecuto la interpretación Bíblica, aunque la vea bajo el crisol desde donde fue escrita, la esencia de esa tradición nunca puede estar a disposición de nadie para interpretación.
Jesús en el Evangelio nos pone en relieve en más de una ocasión cuál es la esencia de esa acción de la Palabra enraizada por generaciones. El amor… Si bien es cierto que la definición y la ejecución del amor ha sido y será rescrita por cada generación para adaptarlo a sus elementos morales, culturales y de conveniencia; la realidad intrínseca del asunto es que el amor no ha cambiado desde su origen, solo la interpretación a esa tradición del amor. Nietzsche en su obra “Así hablo Zaratustra” acuñó el concepto dios-tapahuecos. Ese mismo concepto se ha utilizado a lo largo de la historia de muchas maneras para definir las veces que usamos a conveniencia nuestra a Dios. Cuando yo me siento con la autoridad de usar a Dios como tapahuecos es ahí donde sabemos que nuestra tradición se ha roto. El amor es uno y así ha sido definido por el propio Dios desde antiguo. La definición de Dios sobre el amor parte de la premisa de que Él es el amor y desde Él emana todo. Si es así; ¿A quién debo amar primero, a mí o Dios? Cuando repasamos la realidad de nuestra predicación moderna vemos que no solo está influida en las tendencias culturales, históricas, políticas y personales, sino que está influenciada también por la realidad de tendencias psicológicas, sociológicas y experimentales que tomamos como verdades evangélicas. Tomar una ciencia y sin hacer el propio escrutinio con teólogos que ayuden y contribuyan a esa reflexión, no es otra cosa que traer alegadas verdades experimentales, psicológicas o políticas como la nueva predicación del Evangelio. El Evangelio tiene un solo punto de partida, el amor. Si yo no logro ver, entender y expresar ese punto de partida del Evangelio, entonces tengo una carencia real de la verdad en mí. Desde la mirada de Platón podemos resumir que: “Algo se mueve. Luego algo ha hecho que haya movimiento.” Si Dios es amor y él es el principio y el fin de todo, la presunta lógica nos lleva a que le debo amar a El primero. Si la reacción en cadena de un movimiento inicial, no hecho por mí sino por Dios, desencadena una serie de movimientos, amor, es entonces como la lógica razonada cientos de años atrás tiene un sentido monumental para ver como Dios nos amó primero y la consecuencia de ese movimiento primero de Dios tiene como resultado que el ser humano ame primero a Dios y luego a el mismo. Aunque pueda sonar lógico, la realidad es que no necesariamente es lógico en las realidades de nuestro mundo. Durante varias décadas se ha dispersado una agresiva campaña de autoestima y de la nueva era que ha tenido como efecto rebote el que las personas se sientan tan empoderadas que entiendan que deban amarse ellos antes que a Dios. El resultado de esto es el vacío de las personas en su relación con Dios. Tenemos relaciones vacías, a medias o huecas que no tienen sentido porque yo entendí que podía relegar a Dios. El texto de Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica nos dice: “Parece que todo lo que existe en el mundo, y supuesto que Dios no existe, encuentra su razón de ser en otros principios; pues lo que es natural encuentra su principio en la naturaleza; lo que es intencionado lo encuentra en la razón de ser en otros principios; pues lo que es natural encuentra su principio en la naturaleza; lo que es intencionado lo encuentra en la razón y voluntad humana.”[1] Tomás contesta a la objeción, no alegando la necesidad de Dios para probar algo en el mundo, sino apelando a la necesidad de Dios para que este mundo sea posible, para que la causalidad natural y aquella de la libertad humana sean posibles. Dios nos enfrenta con nuestras palabras y pensamientos para que nos escuchemos. Las cosas en el mundo no están bien. Es más fácil propagar el odio y el rencor que el amor. Eso en sí mismo, es un signo claro y transparente de que algo no está bien. Cuando buscamos desde los pulpitos de cualquier Iglesia la razón de porque las palabras parecen no llegar a todo el pueblo, debemos iniciar esa reflexión con un análisis profundo y concreto de la enfermedad. Algo está roto, hablamos de amor, pero somos tímidos en abrazar ese amor que nos libera. El teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer viviendo uno de los tormentos más grandes de su vida, es inspirado para crear un debate sobre el precio de la gracia. Él hace una alocución a definir los términos la gracia “barata y la gracia “cara”. Esta mirada profética para la Iglesia de hoy, es la sencilla conclusión de porque nos hacemos la pregunta o el planteamiento de a quién debemos amar primero. Él dice: “La gracia de alto costo es el Evangelio que debe ser buscado, el don que debe pedirse; la puerta que un hombre debe golpear”. La consecuencia directa de esa afirmación es la búsqueda perpetua y constante del amor…de Dios. Aristóteles en su obra titulada Metafísica nos dice: “Si por consiguiente, Dios se halla siempre tan bien como nosotros algunas veces, es cosa admirable; y si se halla mejor, todavía más admirable. Y así es como se halla. Y tiene vida, pues el acto del entendimiento es vida, y Él es el acto. Y el acto por sí de Él es vida nobilísima y eterna. Afirmamos, por tanto, que Dios es un viviente eterno nobilísimo, de suerte que Dios tiene vida y duración continua y eterna; pues Dios es esto."[2] No bien de principios de las mejores obras filosóficas de la humanidad, hay reconocimiento intrínseco sobre lo que Dios es y su lugar perfecto y perpetuo. Pero, aunque haya citado algunos filósofos y teólogos, la realidad es que podemos ver con claridad la respuesta a nuestra pregunta en dos porciones del Evangelio. Primero vemos en Mateo 22: 36-40: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” El segundo tomado de Marcos 8: 34-37: “Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” La primera porción del Evangelio de Mateo es el propio Jesús estableciendo un orden específico y particular de vivir el mandamiento. Él no hace una invitación, sino que hace una fuerte y contúndete declaración sobre el amor a Dios primero y punto. Luego vemos nuevamente a Jesús en el Evangelio según Marcos, haciendo nuevamente una afirmación categórica, quieres seguir a Cristo, quieres vivir en Cristo, niégate a ti mismo. El abandono a la voluntad propia y a uno mismo, es la confirmación básica de que está buscando Dios. Dios quiere que le ames a el primero porque la consecuencia de amarle es activar un movimiento en el universo que como consecuencia activa tendrás amor por ti y por los demás. Creo y sostengo como una verdad absoluta y evangélica que Dios es, debe y será el principio y el fin de nuestras vidas, nuestro primer amor. [1] Suma Teológica I q 2 a 2 obj 2. [2] Metafísica XII, 7 (1072 b)
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