En varios momentos del año podemos detenernos y mirar a esa sencilla mujer que se convirtió en tabernáculo para el Salvador del mundo. María no era una mujer de grandes pretensiones, pero si de un corazón dispuesto a Dios. Eso se puso a prueba en muchos momentos de su vida, ya que la realidad que enfrentaba no era sencilla. Quiero subrayar que dentro de todos hay unos momentos en particular en donde su corazón se puso en pausa. Durante su embarazo mientras salió a Egipto a proteger al niño, en el nacimiento, en la revelación frente a los Magos, en la muerte y en la resurrección.
Yo me imagino a esa mujer delante de su hijo a quien ama con locura tener que enfrentarse a esas circunstancias desde muy pequeño y en cada una ella no poder hacer nada y solo confiar absolutamente en Dios. Eso definitivamente puso el corazón de María en pausa. Para el poner el corazón el pausa es ese momento en el que todo lo que tienes que detener y que sabes que no esta en tus manos nada. Ese momento en el que sientes y ves como Dios te dio signos de que solo El moverá las montanas. Ese momento en que Dios te invita a poner tu corazón en pausa es único, especial y complicado. No es lo mismo leer y decir que confío en Dios, que sentarse poner el corazón en pausa y confiar ciega y absolutamente, cuando por naturaleza el ser humano es inquieto y quiere resolver todo. Es un don que todos tenemos que vivir y experimentar para hacerlo nuestro, pero que pocos estamos dispuestos a dejarnos obrar. Si de verdad uno cree en Dios, en su misericordia y en su amor, tenemos que ejercitarnos en la caridad de su voluntad. Confiar que aun en el medio de la tormenta la mano de Dios esta tan presente que te invita a dejar que El sea quien dirija, piense y gobierne todo. Mi corazón esta en pausa, esperando pacientemente al buen Dios, que esta obrando para su voluntad.
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