“Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan” (Juan 20, 22-23)
Yo deseo recibir el Espíritu Santo. Hace 11 años atrás en un noche como esta en la hermosa fiesta del Espíritu Santo, levante mis manos al cielo e invoqué su presencia, así fue que el Espíritu descendió y aceptamos el llamado para la fundación de una comunidad religiosa diferente. Pronunciamos nuestros votos delante de Dios y para Dios; juramos amarle infinitamente y no desviar nuestra mirada de El. Fue quizás una noche similar a la que vivieron los apóstoles reunidos en oración. Se que muchos de ellos no buscaban nada y sentía mucho miedo, estaban retando a todo lo establecido, estaban retando a los poderosos, a los sacerdotes, a los jefes del templo. Y eso no le importo a Dios. El retó todo y envío a su espíritu para que les acompañara a cada uno en la tarea de cambiar al mundo. Cuando recibimos el Espíritu Santo esa noche del 30 de mayo del 2004 fue algo poderoso. Cuando concluimos nuestra ultima plegaria hicimos un silencio único que jamas lo he vuelto ha escuchar. Todos los que estuvimos esa noche tuvimos un encuentro único por que vivimos la experiencia de salir al encuentro de los mas necesitados. No teníamos dinero, ni un plan, ni tan siquiera recursos, pero teníamos a Dios. Así podíamos pronunciar las palabras de la poesía de Santa Teresa de Avila: “Solo Dios basta…”. Logramos lanzarnos a la aventura del Espíritu, el nos hizo una invitación que nos marco. Renunciamos a lo que éramos, para convertirnos en lo que somos. Nos despojamos de todo para ser siervos(as) de un Dios que nos prometio la paz. Yo recibí el Espíritu Santo… Ese espíritu me ha llevado a diferentes partes proclamando la Palabra poderosa del Señor. Su poder único ha permitido que personas le escuchen cuando le hemos predicado el amor de Dios en acciones. Hemos atendido muchos niños(as), jóvenes, adultos y ancianos; todos han recibido el Espíritu. Así que cada día que atendemos la obra que Dios nos ha encomendado tenemos el milagro de un Pentecostés. No existe fuerza que supere eso. No existen tinieblas que cambien esa luz tan intensa y única del amor de Dios. Se que muchos de los que puedan estar reflexionando estas palabras, pueden estar pasando por momentos intensos en sus vidas. Pueden sentirse en una noche oscura, o un desierto sin salida. A todos aquellos que vean eso sepan que ya Cristo murió, nos salvo y resucitó. No existe una tinieblas profunda por que ya luz sondeó ese abismo y lo marco con su nombre. Estamos en Pentecostés; estamos en la fiesta de la vida y de la propagación del reino único y divino del Dios de la paz. No necesitamos grandes pretensiones, ni grandes palabras hoy, solo necesitamos nuestro corazón abierto para que pueda surgir desde el fondo de nuestro corazón un maravilloso Pentecostés. Así puedo concluir con el mismo saludo y envío que Jesus le ofreció a sus discípulos: “Paz a ustedes”.
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