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Hoy, el Evangelio es noticia

1/27/2012

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Los medios de comunicación difunden hoy la noticia según la cual la profesión que hace más felices a los hombres es la de sacerdote. Por otra parte, se supone que los sacerdotes son auténticos discípulos de Jesús. Pues bien, esta noticia, en el marco de tal suposición, hace que el Evangelio de la misa de hoy sea parte importante de la noticia. Una parte que, según mis sospechas, mucha gente no va a tener en cuenta. Me limito a poner aquí el texto de ese Evangelio. Y a copiar el comentario que escribí, el año pasado, en mi pequeño libro de comentarios a los textos litúrgicos de cada día del año:

Lc 21, 12-19
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre; así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa; porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrán hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas”.

1. Hablar de persecución es hablar de violencia. De ahí que la lectura de este texto plantea una pregunta lógica y necesaria: ¿por qué se va a ejercer tanta violencia contra los discípulos de Jesús? Si el Evangelio es un mensaje de rectitud ética, de generosidad, de libertad y de esperanza, ¿qué hay de malo en todo eso como para perseguir a muerte a quienes transmiten tal mensaje? Es más, ¿por qué los portadores de un mensaje anti-violento van a tener que soportar la violencia, el abandono y hasta el odio de todos, incluidos los familiares y amigos más íntimos?
2. La violencia es un fenómeno complejo y, por eso mismo, difícil de explicar. Porque son muy diversos los factores que desencadenan la violencia de unos seres humanos contra otros. En el texto de este evangelio, Jesús se refiere a la violencia que procede de dos frentes: 1) el frente político (“reyes y gobernadores”); 2) y el frente de la familia y los amigos. Esto supuesto, se puede asegurar que Jesús pensaba en la violencia que proviene de quienes amenazan o alteran el “orden establecido”. Toda sociedad organizada se mantiene como tal sobre la base del “orden”. Pero el “orden” es posible solamente en la medida en que se vence el “caos”. Lo que supone que quienes tienen el poder (político o familiar), por eso mismo se sienten con el derecho y el deber de someter y castigar a quien altera el orden. Ahora bien, tal como somos los humanos, esto significa que “el proyecto del orden ha traído a los hombres un aumento sin fin de la violencia” (Wolfgang Sofsky).
3. Así las cosas, si el mensaje del Evangelio se toma en serio, se asume responsablemente y de él se extraen las debidas consecuencias, es inevitable la persecución y la violencia. Porque la “utopía” del Evangelio no encaja en el “orden” que se sustenta sobre la base del poder que, mediante el miedo, domina, castiga o excluye a todo el que no se le somete. Los insumisos al orden son los marginales, que, por ser marginales, son estigmatizados, recluidos o excluidos. La cárcel, el desprestigio y la soledad son el precio de la libertad. Un precio que, a veces, lleva a los excluidos hasta la tumba. Jesús fue así el “jefe de fila” de los creyentes (Heb 12, 2) (H. U. Von Balthasar).

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El Papa en África

1/17/2012

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Ayer, festividad de Cristo Rey, el Papa regresó de su segunda visita a África, que se ha centrado esta vez en el pequeño y pobre Estado de Benin. No pretendo informar sobre este acontecimiento del que los medios, y concretamente Religión Digital, nos han relatado lo más destacable como noticia. Lo que yo puedo aportar no es una información, sino más bien, una breve reflexión. 
Para cualquier persona de bien, es un motivo de alegría que el Papa organice un largo viaje para estar con los pobres. El Papa es una de las figuras simbólicas más importantes que hay en el mundo. Por eso, lo que hace el Papa es siempre ejemplar. Y, dada la relevancia singular que sigue teniendo el papado en el mundo, la ejemplaridad del Papa se contagia. Sólo con este viaje, el Papa nos hace mejores a todos, por más que muchos ni nos demos cuenta de esa mejoría.
Pero, más importante que el bien que el Papa nos hace con su ejemplo de acercamiento a los más indigentes, es el hecho de “obligar” a los medios a hablar de África. “Obligarnos” a todos a tener presente el dolor y la desesperanza de un inmensamente rico e inmensamente injuriado, humillado, saqueado, aplastado por todas las codicias del mundo mundial. Es esto, algo que mucha gente ignora. Y que casi nadie se imagina.
En África ha robado medio mundo. No voy a hablar, una vez más, del humillante comercio de esclavos, con las vergonzosas “justificaciones morales” que se le dieron a tan macabro negocio. Por decir algo de más actualidad, baste recordar que la riqueza en minerales, que hay en África”, es una de las más importantes del mundo en cantidad, variedad y calidad. En ella se encuentran minerales como el famoso coltan (sin el cual serían imposibles los teléfonos móviles), oro, plata, cobre, zinc, galio, germanio, cerio, lantano, estaño, níquel, diamante, cobalto, uranio, manganeso, tungsteno, etc. Por supuesto, no todo esto se encuentra en Benin. Sus yacimientos más importantes están en la región de los Grandes Lagos. Pero, lo digo de nuevo, lo importante de la visita del Papa a Benin ha sido decirnos a todos que, por muy graves que sean nuestras crisis económicas y las privaciones que nos acarrean, muchísimo más grave es la situación de “crisis” + “despojo”, que sufren millones de criatuas que se mueren literalmente de hambre y de todo tipo de carencias. Esto ha sido lo genial que ha hecho el Papa. Cosa que me llena de sano orgullo. Y que, sobre todo, me viene a decir que no todo está perdido.
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La Iglesia se organizó antes de conocer el Evangelio

1/9/2012

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¡Tranquilos! Que nadie se ponga nervioso. Porque, como decían los antiguos, “contra facta non valent argumenta”. Es decir, contra los hechos (tal como se produjeron en los primeros años de la Iglesia) no tienen peso ni valor demostrativo nuestras disquisiciones o argumentos. 
Ya he dicho que el Evangelio de Jesús llegó tarde. Porque, cuando se conocieron los evangelios (en su redacción definitiva), la Iglesia ya estaba organizada y llevaba varios años funcionando. Los datos están ahí: entre los años 50 al 56, san Pablo informa, en sus cartas, de lo que era y cómo se organizaba cada “ekklesía”. Y, poco después, ausente ya Pablo, la carta a los Efesios habla de la “ekklesía” en sentido universal. Esto supuesto, y sea cual sea el momento en que se redactó Efesios, lo que hoy no admite dudas, entre los estudiosos mejor documentados, es que la redacción que conocemos de los evangelios, se conoció y se divulgó después del año 70. Lo cual quiere decir que los criterios y las convicciones determinantes que tuvo y mantuvo Jesús, “el Nazareno”, se conocieron y se divulgaron cuando las “asambleas” o “iglesias” de los cristianos llevaban ya unos veinte años organizadas y funcionando.
Por supuesto, el centro y el eje de las “iglesias” de Pablo fue siempre Jesucristo. El Cristo resucitado y glorioso del cielo. En tanto que el centro y el eje de los evangelios es el Jesús histórico de la tierra. Esto supuesto, la cuestión capital está en que Pablo no conoció al Jesús terreno. Porque, cuando Pablo conoció a los cristianos, Jesús ya había muerto. Es más, “el alcance del conocimiento pasivo de la tradición de Jesús que poseyera Pablo es, en el fondo, irrelevante para comprender la teología paulina” (Jürgen Becker).
Así las cosas, lo decisivo es saber que Pablo organizó sus “iglesias” o “asambleas” desde el convencimiento de su autoridad. Una autoridad y un poder derivados del hecho de que Pablo era “apóstol” (1 Tes 2, 6; Gal 1, 1; 1 Cor 1, 1; 9, 1-2; Rom 1, 1; 11, 13), lo que le situaba “al nivel de las más altas autoridades de la Iglesia (1 Cor 12, 28; 15, 9-11; 2 Cor 11, 5)” (M. Y. Macdonald). Una autoridad tal, que le permitía a Pablo añadir sus propias directrices al mandato del Señor, basado en que él poseía el Espíritu de Dios (1 Cor 7, 40; cf. 1 Cor 7, 12 ss).
Sin duda, el problema del poder fue determinante en el comportamiento de Pablo al fundar y gobernar las primeras “iglesias” o “asambleas” (B. Holmberg). Por tanto, el tema del poder y la importancia apostólica fue decisivo en la Iglesia desde su mismo nacimiento. Sin embargo, por los evangelios sabemos que Jesús no toleró las disputas de sus apóstoles sobre quién de ellos era el primero, el más importante (Mc 9, 33-37 par; 10, 35-45 par). El ideal de Jesús es que fueran como niños, que buscaran ponerse siempre “los últimos” (Mc 9, 35; 10, 31; Mt 19, 30; 20, 16; Lc 13, 30), que tenían que renunciar a todo título relacionado con el poder y la importancia (Mt 23, 8-12). El contraste es evidente: para Jesús, fue decisiva la ejemplaridad de los apóstoles, mientras que, para Pablo, lo decisivo fue tener poder y autoridad para gestionar la organización de las “asambleas”, las primeras “iglesias”, que se extendían por todo el Mediterráneo, desde Antioquía hasta España.
¿Cómo se ha resuelto en la Iglesia el problema que todo esto plantea? Las estructuras de poder se han potenciado, como es sabido. El ideal de Jesús se ha predicado como ejemplo de espiritualidad. ¿Qué es más determinante en la Iglesia? Es la pregunta que los cristianos tenemos que afrontar.
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Dios y las desgracias

1/2/2012

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Como ahora se habla tanto de la crisis, todo el mundo, a todas horas y por todas partes, quiere saber quiénes son los responsables de este desastre. Unos le echan la culpa a los políticos, otros dicen que los causantes de todo esto son los banqueros, los economistas, los ricos, etc, etc. Y a todo esto se ha venido a sumar, desde hace algunos meses, un nuevo responsable. Y ese responsable es nada menos que Dios. O eso es lo que se da a entender. Porque hay quienes aseguran que la causa de la crisis está en el olvido de Dios. Porque, como hemos abandonado las creencias religiosas, de forma que ya es demasiada la gente que no se acuerda de Dios y de sus mandamientos, por eso nos hemos hecho más egoístas, más codiciosos, más comodones y nos hemos puesto a vivir por encima de nuestras posibilidades. Por eso, el olvido de Dios nos ha hundido en esta miseria de crisis, de la que vamos a salir solamente el día que Dios quiera, como se dice en algunas hojas parroquiales o publicaciones parecidas. 
Sin entrar en más profundidades, el lenguaje y las explicaciones que acabo de reproducir tienen un inconveniente que me preocupa: todo eso puede dar pie a que haya gente - quizá mucha gente - que, a partir de semejante discurso, en vez de acercarse a Dios, lo que haga sea alejarse más de Él. Es malo asociar a Dios con las desgracias, por ejemplo con los terremotos, las sequías, las enfermedades y todo lo malo que nos puede ocurrir en la vida. Hacer a Dios responsable del sufrimiento humano es una falta de respeto a Dios. Y además es una solemne mentira. Porque si Dios es el responsable de los males y las desgracias, ¿cómo nos atrevemos a decir que Dios es bueno y nos quiere? ¿Es que un padre, que quiere a sus hijos, les manda sufrimientos y desgracias para mostrarles así su cariño? Y que nadie me diga que Dios “no quiere” los males, sino que “los permite”, para que así nos santifiquemos mediante el aguante y la paciencia. ¡Por favor! Permitir tanto sufrimiento es la prueba más clara de que quien hace eso, tiene muy malas entrañas. La lógica más elemental nos dice que el que permite tanto mal, es que debe ser muy malo.
Lo de los males y las desgracias tiene su explicación en que el mundo es como es, con sus limitaciones y contadas posibilidades. Y a eso hay que añadir la inclinación al mal que todos los humanos tenemos en nuestros sentimientos y deseos más comunes.
Pero, en el caso de la crisis que estamos sufriendo, hay que decir algo más. Los que peor lo están pasando son las víctimas de los que manejan el gran capital mundial. De donde resulta que los más culpables de la crisis son los que más están ganando y mejor lo están pasando. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Ahora va a ser verdad que los pobres, por ser pobres, son los que más merecido tienen el castigo de Dios? Esto sí que no cuadra, por muchas vueltas que le demos al asunto.
La primera petición, que le hacemos a Dios en el Padrenuestro, es: “santificado sea tu nombre”. Sea cual sea el sentido más técnico y profundo que tenga esa petición, por lo menos viene a decir que el primer deseo de todo buen cristiano debe ser éste: “no utilicemos nunca el nombre de Dios para lo que no debe usarse”. El nombre de Dios se utiliza mal cuando se blasfema. Pero también cuando se invoca a Dios para explicar o justificar criterios o formas de conducta que impulsan a la gente a alejarse de Dios, a hacer daño a los demás o simplemente a causar sufrimiento a quien sea y como sea.
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    Jose M. Castillo

     

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