Sólo un maestro divino, como es Jesucristo, podía ganar la atención a sus parábolas tan sencillas, pero tan certeras No sólo al auditorio que lo rodeaba hace 20 siglos; sino a las muchedumbres que todos los domingos, y a través de los siglos, siguen aprendiendo allí en forma de anécdotas, de comparaciones, tal como lo hacían los rabinos de su tiempo, una doctrina divina, maravillosa como es nuestra fe. Yo me alegro y siento el honor inmenso de ser el humilde repetidor de esta doctrina de Jesucristo. Y agradezco al querido auditorio, la atención que dispensa a esta predicación.
Yo les invito hermanos a elevar sus corazones, su mente, para unirse a esa multitud de fe que no sólo rodeando la lancha donde Cristo enseñaba desde el lago, sino en diversas situaciones humanas, se congrega en esta Iglesia Santa de Dios: La Iglesia de Jesucristo. Y tratemos de vivir cada domingo la intensidad de este misterio que nos congrega en torno del altar. Y al salir de nuestra reflexión, va sea aquí en la Catedral o allá en las comunidades donde esta misma palabra se escucha a través de la radio, salgamos renovados en esa fe, animados con esa esperanza y vibrando en medio del mundo actual, con la alegría, el entusiasmo que no decae, porque lo está alimentando una palabra que no es de hombre, sino de Hijo de Dios. Y además de la palabra alimentados, también, con la Eucaristía, ya que las dos cosas forman la celebración dominical. La celebración de la palabra de Dios que se hace alimento de vida en el signo del pan y del vino, para todos los que creemos en esa presencia de aquel Cristo que dijo que estaría con nosotros hasta la consumación de los siglos. En las tres preciosas lecturas de hoy, yo encuentro este título para mi homilía de esta mañana: El Espíritu de Dios entre los Hombres. Y como de costumbre, voy a dividirlo en tres pensamientos: 1º El espíritu de Dios; 2º La vocación de los hombres; y 3º La Iglesia signo del Espíritu de Dios entre los hombres. 1º. EL ESPÍRITU DE DIOS A la luz de estos pensamientos sacados de la palabra de Dios, vamos a iluminar el cuadro real de nuestra historia en esta semana. Pero ante todo levantemos hasta las alturas de Dios nuestra fe, para escuchar en la primera lectura del libro de la Sabiduría, el Espíritu de Dios. Es el Libro de la Sabiduría posiblemente el último del Viejo Testamento, es el producto de un israelita que debió reflexionar toda la Biblia y en un ambiente peligroso -de la Alejandría de los tiempos anteriores y contemporáneos de Cristo- corría el peligro de secularizarse, de perder su fuerza de Palabra de Dios y hacerse sabiduría humana. Convertirse tal vez en idolatría, en adoración de falsos dioses, y el peligro de la fe de Israel era grande; tal vez no había el fervor de los tiempos de los profetas; no había el culto de un templo de Jerusalén; estamos en un ambiente de una sabiduría humana, griega, cosmopolita, mejor dicho. Y tenemos en este hombre que escribió el Libro de la Sabiduría, el modelo de quien hace una homilía -es un libro homilético, por lo menos en su segunda parte- porque narra la historia de Israel sobre todo el Exodo, pero no como una historia del pasado, sino actualizándolo a los tiempos de Alejandría. Esto hace la Homilía, traer la Biblia a la actualidad, encamar la palabra eterna de Dios en la historia contemporánea de los hombres. En el Libro de la Sabiduría tenemos un modelo de homilía. Cómo va reflexionando en aquella potencia de Dios que saca a Israel de la esclavitud de Egipto después de las siete plagas y atravesando el desierto con señales maravillosas de Dios, llega hasta la Tierra Prometida, para aplicar a una situación en el mismo Egipto pero en otro tiempo. Ya en los tiempos cercanos de Cristo, es donde exhorta al pueblo de Israel a no perder su fe en el verdadero Dios; y una de esas reflexiones homiléticas del Dios que salvó a Israel, es esta que se ha leído hoy. Aquí encontramos al Dios de la Biblia, al que llamó a Moisés para conducir al pueblo a la libertad. Al que inspiró a los patriarcas una esperanza de redención. El mismo Dios que siglos más tarde, es adorado por los israelitas en medio de una ciudad pagana. Así podíamos decir también, el mismo Dios de hoy, 1978, aquí en El Salvador, es el Dios que no cambia, el Dios eterno. Miremos con qué rasgos más preciosos nos lo presenta la Sagrada Escritura, para que nosotros, tomándolo, no de mi pobre homilía dominical, sino de la gran homilía del Libro de la Sabiduría, aprendamos quién es nuestro Dios. En primer lugar, dice el Libro, es un Dios único. No hay otro Dios. Cómo gritaba con fuerza este grito de la unidad y unicidad de Dios, toda la Biblia. Se oye aquí como uno de los últimos ecos del Viejo Testamento, con todo el vigor de la revelación. No hay más que un Dios y todo aquel que hace dioses a otra cosa, peca, ofende, porque se hace idólatra. Ciertamente y aquí sí, la homilía de 1978 cambiará un poco al Libro de la Sabiduría, no es el peligro de un idolatría de los tiempos de Alejandría floreciente, pero si es el Dios de El Salvador que se ve amenazado ante falsas idolatrías: idolatría del dinero, idolatría del poder, idolatría de la lujuria, idolatría del placer. Cuántas idolatrías amenazan a nuestra civilización, como a los israelitas de Alejandría, arrebatarles el corazón, el Dios único. No adorarás otro Dios, no servirás otro Dios, porque tu Dios es único. Tiene, nos ha revelado hoy el Libro de la Sabiduría, una soberanía universal, un poder total. Puede hacer cuanto quiere; poderoso, soberano, todo eso hemos escuchado en los calificativos que se hacen hoy al Dios de la revelación. Otro título que aparece en la primera lectura de Dios, es un Dios providencia, un Dios que cuida de todo, un Dios que nos gobierna. Qué precioso sentirse, hermanos, gobernados por Dios, bajo la soberanía de Dios. Así se explica cuando la Sagrada Biblia también dice que no hay potestad que no venga de Dios y que hay que obedecer al poder porque viene de Dios. Pero está diciendo también, que el soberano, el que manda, no tiene que mandar fuera de lo que Dios quiere, y que si una autoridad tiene que ser respetada, es porque refleja la potestad santa de Dios. Cuando la potestad de los hombres se hace abuso contra la Ley de Dios, contra el derecho, la libertad, la dignidad de los hombres, entonces es la hora de gritar como San Pedro también en la Biblia, hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Toda potestad viene de Dios y por eso el gobernante no puede usar la potestad a su capricho, sino según la voluntad del Señor. Es la providencia de Dios que quiere gobernar los pueblos y los gobernantes son sus ministros, servidores de Dios como todas sus criaturas. Luego dice también la Biblia hoy, es un Dios justo. No juzga injustamente, su poder es principio de la justicia. Miren qué riqueza del concepto de justicia. La justicia es la manifestación del poder, un poder no es verdadero si no es justo. El mismo Dios que puede hacer lo que quiere, no abusa porque no puede abusar, porque es justo, la justicia por excelencia, y el poder de Dios está como iluminado por su justicia infinita. Juzgas con moderación; es la serenidad eterna de Dios, no se impacienta, es el Dios que tiene las riendas de todos los pueblos y de todos los hombres. Por eso su justicia es moderada, es una justicia serena y santa. Y viene otro título en la lectura de hoy: Un Dios misericordioso. Tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Nos gobiernas con gran indulgencia porque puedes hacer cuánto quieres. Parece un contraste. Precisamente porque puedes hacer cuanto quieres podrías atropellarnos, podrías pisotearnos, podrías torturarnos, podrías tratarnos cruelmente; pero no, precisamente porque puedes hacer lo que quieres, nos amas, porque tienes los recursos para ser misericordioso y esperar que los hombres vuelvan al buen camino. Qué distinta la justicia de los hombres. ¡Cuándo los hombres llegan a tener un poder, cómo atropellan! Cuántas torturas, cuántas groserías. Puedes hacer lo que quieres y por eso me estás tratando así. Cuántos lo habrán dicho en esos antros horrorosos que avergüenzan a nuestra civilización: En la Policía, en la Guardia, en todas partes donde ha habido tortura. Los poderosos, los que tienen armas, los que tienen botas para golpear, porque pueden hacer lo que quieren; pero sólo Dios puede hacer lo que quiere y ese Dios nos gobierna con bondad, precisamente porque el poder en los débiles se convierte en crueldad. Es un complejo de inferioridad llevado a la grosería. Dios no tiene complejos de inferioridad. Dios es soberano. Dios lo puede todo y por eso hasta sus reos, sus pecadores, los juzga con bondad y con misericordia, pero este Dios justo y misericordioso también sanciona, porque la misericordia no es debilidad. Dios hoy el libro, tu demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo reconocen. Esto si, cuando el hombre insolente se vuelve contra Dios, ¡pobrecito! allí sí la potencia de Dios se hará sentir ante el soberbio, ante el orgulloso, ante el desobediente de sus Leyes, la potencia omnipotente de su castigo. Dios también castiga, pero sólo cuando su paciencia se ha agotado. Dios es justo, pero antes es misericordioso infinitamente. Queridos hermanos, éste es nuestro Dios. No lo olvidemos, respetémoslo y sepamos que de allí deriva toda la alegría y la confianza de nuestra fe. Ojalá siempre que ese Dios que nos vino a revelar Jesucristo como Padre, como Providencia, como bondad, nos robe el corazón y le sirvamos no por temor, sino por amor. Ustedes saben que hay dos clases de temor; el temor servil y el temor filial. El temor servil, o sea el temor de los siervos, el temor de los que temen el castigo, el temor de los que hacen las cosas para que no les castiguen, es un temor mezquino, pobre, hipócrita a veces de apariencias; pero el temor filial, es el del hijo, filial porque teme ofender a su padre. Es un temor que nace de amor, es el temor de la hija que no quiere resentir a su mamá, es el temor de los que se quieren para no resentirse, para hacerse el bien. Este es el temor que debemos de tener a Dios. Eres un Dios de amor. Eres un Dios de bondad y de misericordia, por eso te sirvo, no por el castigo, sino porque te quiero. Como dice aquella bonita poesía: No me tienes que dar porque te quiera; porque aunque no hubiera cielo te amara; y aunque no hubiera infierno te temiera, lo mismo que te quiero te quisiera. Qué precioso el corazón del hombre cuando llega a esa independencia y sabe que ama a Dios no por temor y que lo sirve y lo obedece, no porque no sea pecado una cosa o porque otra sea pecado. El pecado quedaría como un segundo freno. El temor del infierno serían reservas que son necesarias, pero que no deben ser los primeros impulsos. Los primeros impulsos de nuestra relación con Dios tienen que ser de amor, de gratitud para el Señor. 2º LA VOCACIÓN DE LOS HOMBRES Pasemos al segundo pensamiento. Este es el designio, este es el Dios que quiere venir a vivir en medio de los hombres. Ese Dios ha creado al hombre y el segundo pensamiento es éste: Cuál es la vocación del hombre? Y yo les resumo en estas ideas. La vocación del hombre es ser imagen de Dios. Es participar de su vida y de su gloria. Es colaborar con la salvación de todos los hombres. En primer lugar les digo que la vocación del hombre es ser imagen de Dios. La vocación a la bondad, y aquí voy a valerme ya de la parábola preciosa, de la del trigo y la cizaña. Pero antes oigamos como terminó la primera lectura. Dice, esto lo has hecho para dar a tus hijos un ejemplo, así has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano y diste a tus hijos la dulce esperanza de que en el pecado das lugar al arrepentimiento. Cuando a Cristo le preguntaron los apóstoles, explícanos la parábola del trigo y la cizaña, Jesucristo dijo claramente: La buena semilla son los ciudadanos del Reino, la mala semilla son los seguidores del maligno. No es que en el mundo Dios quiera hombres buenos y hombres malos. Cuando los sembradores le preguntan al dueño de la mies: ¿Que no sembraste trigo en tu campo? ¿por qué está brotando cizaña? El señor les contesta: Sí, yo sembré trigo, pero el enemigo ha venido a sembrar esta mala hierba. Yo encontré, queridos hermanos, el más bonito comentario de este pensamiento evangélico en el Concilio Vaticano II, en la Constitución de la Iglesia en el Mundo Actual. Dice: La fe que todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre, ofrece al mundo soluciones plenamente humanas. Habla de los valores que la humanidad actual aprecia mucho. Entre nosotros por ejemplo, cómo se aprecian esos valores: El respeto, la libertad, la dignidad, la autoridad bien entendida, la fraternidad, etc.; son valores que todo hombre lleva en su corazón. Entonces, dice el Concilio, estos valores por proceder de la inteligencia que Dios ha dado al hombre, poseen una bondad extraordinaria, pero a causa de la corrupción del corazón humano, sufren con frecuencia desviaciones contrarias a su debida ordenación, por ello necesitan purificación. Este es el comentario del trigo y la cizaña. Dios ha sembrado bondad. Ningún niño ha nacido malo. Todos hemos sido llamados a la santidad. Valores que Dios ha sembrado en el corazón del hombre y que los actuales, los contemporáneos, ¡tanto estiman!, no son piedras raras, cosas que nacen continuamente. ¿Por qué entonces hay tanta maldad? Porque los ha corrompido la mala inclinación del corazón humano y necesitan purificación. La vocación del hombre pues, primigenia, original, es la bondad. Todos hemos nacido para la bondad. Nadie nació con inclinaciones a hacer secuestros; nadie nació con inclinaciones para ser un criminal; nadie nació para ser un torturador; nadie nació para ser un asesino; todos nacimos para ser buenos, para amarnos, para comprendernos. ¿Por qué entonces Señor, han brotado en tus campos tantas cizañas? El enemigo lo ha hecho, dice Cristo. El hombre dejó que creciera en su corazón la maleza, las malas compañías, las malas inclinaciones, los vicios. Queridos jóvenes, ustedes que están en el momento en que la vocación se decide, piensen que todos hemos sido llamados a la bondad, y que lo que está dejando a ustedes los jóvenes, esta edad madura -a la que yo también pertenezco y tengo que lamentar dejarles en herencia tanto egoísmo, tanta maldad. Ustedes renueven, trigo nuevo, cosechas recién sembradas, campos todavía frescos con la mano de Dios, niños jóvenes, sean ustedes un mundo mejor, obedezcamos en cambio todos, a la segunda vocación: La conversión. Miren qué nos ha dicho en la primera lectura, que Dios espera la conversión de los hombres y el la parábola del trigo y la cizaña, Cristo, Dios entre los hombres, anuncia que no hay que arrancar la cizaña, que hay que esperar a la hora de la siega. Aun el más viejo se puede convertir. El buen ladrón también ajusticiado junto a Cristo en el Calvario, se convirtió y a la última hora recibe el perdón y el cielo. Nunca es tarde para convertirse. Yo quisiera llamar aquí, con la vocación de Dios, vocación a los pecadores, para que se conviertan de su mala vida. Cuántas veces queridos hermanos, desde esta cátedra y en las circunstancias difíciles de nuestra predicación, ha sido esta la voz con que terminan las denuncias de la Iglesia. jamás hemos denunciado por resentimiento, jamás hemos sembrado el odio. Ayer, allá en la comunidad de Tutunichapa donde fui a celebrar la Misa, un niño de escuela me dijo: Me han dejado un deber y usted me puede ayudar a contestarlo. ¿De qué se trata? -le dije. Me presentó un cuaderno y me dice: ¿Es verdad que usted siembra el odio? Quién te lo ha dicho? Ese es el deber que nos han dejado, si el Obispo está sembrando el odio. Qué triste hermanos, al menos en forma de una pregunta, ¡cuánta cizaña! Pero ojalá todos tuvieran la oportunidad de decirle lo que yo le dije al niño. ¿Tú me has oído? No, me dijo. Pues quienes me han oído te podrán decir que nunca he sembrado el odio. ¿Y entonces por qué dicen eso? Porque no quieren entender el mensaje del amor. El amor de Cristo exige renuncias. El amor de Cristo exige cosas que a veces molestan y por eso mejor echarle la culpa al subversivo, al que siembra odio, cuando no está haciendo otra cosa que predicar la conversión. Siempre que terminamos una denuncia, terminamos pidiendo que los que han hecho ese mal, se conviertan. Que Dios no quiere perderlos, que Dios los está esperando. En esos antros misteriosos donde se han perdido tantos de nuestros hermanos, cuántos saben el terrible secreto, cuántos tienen las manos manchadas de sangre o de atropello y cuánta gente cizaña. Dios los está esperando, no los arranquen dice Cristo, esperen. Esperamos. Quisiera decirles a todos esos amigos y hermanos que tienen su conciencia intranquila porque han ofendido a Dios y al prójimo; que no pueden ser felices así. Que el Dios del amor los está llamando, los quiere perdonar, los quiere salvos. Esta es la parábola del trigo y la cizaña y esto nos debe llevar también queridos hermanos, a comprender el misterio de iniquidad que también se opera en la Iglesia. Que la Iglesia no es la siembra del trigo de Dios. Los obispos, los sacerdotes, las religiosas, los laicos, los matrimonios, los jóvenes, los colegios católicos, ¿no debían de ser todos ellos santos? Claro que si. ¿Lo son? Tristemente tenemos que decir no. Entonces, ¿la Iglesia es falsa? Tampoco. Si hay una Iglesia que se quiera gloriar de tener a todos sus miembros santos, no será la Iglesia verdadera, porque Cristo ha dicho que su Iglesia se parece al campo donde fructifica el trigo y la cizaña. Mientras vivimos en esta Iglesia peregrina, tenemos que estar juntos: trigo y cizaña. Pero no para perdernos todos en cizaña, sino para que la cizaña se vaya haciendo trigo y cuando llegue la hora, todos podamos ser ciudadanos del Reino de Dios y todos podamos fulgurar como soles en el Reino del Padre, Mientras no seamos buenos cristianos, no seremos más que cizaña; aunque estemos en el templo y aunque celebremos misas. Mientras no seamos lo que debemos de ser, no somos el ideal de Dios, pero Dios nos está aguantando y esperando. Esta es la voz auténtica del Evangelio. La que no trata de decir uno mejor que otros, sino llamar a todos y a uno mismo a convertirse. Porque la conversión que es justa de Dios, nos repite con el Apocalipsis, que no sólo los pecadores tienen que salir de su pecado para hacerse santos, sino que dice esta palabra exigente: "El que es santo, santifíquese más y el que es justo, justifíquese más". Quién sabe cual es el grado de santidad que Dios me va a pedir a mí y a cada uno de ustedes. Y si no lo hemos llenado, tenemos que purificamos antes de entrar en aquel Reino, donde realizará la ciudadanía de los hijos de Dios. Es tiempo hermanos, de que la vida la aprovechemos no para hacer lo que nos da la gana. Tú tienes poder para hacerlo todo, dice la Biblia hablando de Dios, pero precisamente porque tienes un poder para hacerlo todo, no eres libre para hacer el mal. Dios no puede hacer el mal, a pesar de ser libre, porque la bondad, la libertad verdadera consiste en hacer siempre el bien. No por la fuerza, Sino como Dios lo hace, libremente. El hombre, también, a quien Dios ha hecho a su imagen, le ha dado capacidad de hacer el mal, pero no para que lo haga. Si tienes manos para golpear, puedes golpear, pero no debes golpear. Tus manos deben ser para dar con amor. Si tienes pies, tiene que ser para caminar los caminos y Dios te ha dado capacidad para ir camino del mal, pero no debes usar tus pies para caminar en el camino del mal, ni para dar taconazos a un pobre torturado, sino para que tus pies caminen libremente por el camino del bien. La libertad, Dios la usa para el bien infinito, y sus hijos, las imágenes de Dios, libres también, tienen que usarlo, no para hacer el pecado, no para vivir en pecado que ofende a Dios y es abuso de libertad, sino para hacer el bien. Queridos hermanos, para ser ciudadanos del Reino, la vocación del hombre es a participar de su vida y de su gloria, y aquí me valgo de la segunda lectura de hoy. San Pablo, que ustedes se han dado cuenta, desde hace varios domingos nos viene ofreciendo la Carta a los Romanos, nos está haciendo una gran revelación, ojalá no la olvidemos. La revelación de que ya desde esta vida el hombre cristiano ha sido justificado, ha quedado perdonado cuando se ha hecho de verdad cristiano por un bautismo bien vivido. Y que esa vida cristiana que nos ha hecho hijos de Dios, criaturas nuevas, se va a revelar y nos dará también la gloria del cuerpo que esperamos. También este cuerpo que ya lleva encerrados los gérmenes del espíritu de la vida nueva, va a resucitar. Lo que ha dicho Cristo hoy, brillarán también vuestros cuerpos y vuestros espíritus como soles en el reino del Padre. Ahora hermanos, en el mismo ranchito; ayer he visto ranchos tan pobres en Tutunichapa y en tantas zonas marginales, pero gente tan santa, al lado de gente tan viciosa, ¿que puedo decir? junto al santo está el pecador. Qué diferencia más enorme a la hora del juicio, ahora no. Ahora puede ser que brille más en la apariencia el más pecador, y que en cambio parezca despreciable el más santo, pero cuando resplandezcan los verdaderos valores que valen a los ojos de Dios, entonces -dice San Pablo y nos ha dicho hoy el Espíritu dará testimonio de que sois hijos de Dios. Y ese Espíritu de Dios que se nos ha dado, en la epístola de hoy nos está ofreciendo otra función preciosísima, enseñarnos a orar. Queridos hermanos, si queremos mostrar de veras esa creación nueva que Dios ha hecho adentro de nosotros y que nos ha dado su espíritu y nos ha hecho participantes de su gusto divino, dejémonos conducir por el espíritu para ser oración. San Pablo ha dicho hoy: El Espíritu dentro de vosotros os enseña a pedir y a orar según el deseo de Dios y el Dios que escudriña los espíritus sabe lo que el Espíritu de Dios está pidiendo dentro de vuestros corazones. ¿Cómo es esto que Dios para entablar un diálogo íntimo con el hombre ha elevado al hombre para ponerlo en la misma plataforma divina y hablar su mismo lenguaje? Y para ponerlo en su plataforma divina, le ha dado su Espíritu. Orar, es platicar con Dios. Hay una comparación preciosa del Concilio Vaticano II que dice que Dios le ha dado al hombre el santuario intimo de su conciencia, para que el hombre entre a esta celda privada y allí hable a solas con Dios para decidir su propio destino. Todos tenemos una Iglesia dentro de nosotros: nuestra propia conciencia. Allí está Dios, su Espíritu. Dichoso aquel que no deja solo ese santuario y nunca reza. Dichoso aquel que entra muchas veces a hablar a solas con Dios. Hagan la prueba hermanos, y aunque se sientan pecadores y manchados, entren más que nunca, para decir: Señor corrígeme, he pecado, te he ofendido. O cuando sienten la alegría de una buena acción: Señor te doy gracias porque mi conciencia está feliz y tú me estas felicitando. O cuando estás en angustias y no encuentras quién te diga una palabra de orientación, entra a tu santuario intimo que Dios te orientará; o cuando estás triste, como tantas madres tristes que no han hallado a sus hijos desaparecidos, entra tú a solas con Dios y di: Señor tú sabes dónde está, tú sabes cómo me lo estás tratando, y platica con El. Qué hermosa es la oración hermanos, cuando de veras se hace con ese Espíritu de Dios dentro de nosotros. Participando de la vida de Dios. Hay en el Libro de la Sabiduría la preciosa oración del gobernante que le pide a Dios su sabiduría y todos nosotros la podríamos pedir: "Dios de nuestros padres, Señor de misericordia que por tu palabra lo hiciste todo, tú que por sabiduría diste al hombre el poder de dominar las criaturas salidas de tus manos para que gobernara al mundo con santidad y justicia, dame la sabiduría que comparte tu trono y no me rechaces del número de tus hijos". Y luego dice: "Envíame tu sabiduría para que trabaje conmigo y yo sepa lo que te agrada. Ella me guiará prudentemente en mis empresas y me protegerá con su poder. Mis obras te agradarán y regiré a tu pueblo con justicia". Cuando yo leí esta oración, hermanos, me he acordado mucho de la oración que dicen los alcohólicos anónimos que me parece un precioso resumen de esta oración de la Sabiduría: ¡Oh Dios!, enséñame serenidad para aceptar las cosas que puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia". Yo creo que ahora esta oración no debería de estar sólo en el recinto salvador de los centros de Alcohólicos Anónimos, sino que debería ser una oración de todos aquellos que quisieran el cambio del mundo. Dame sabiduría para tener el valor de cambiar lo que se debe cambiar; y la serenidad para soportar lo que no se puede cambiar. Cuánto bien ha hecho esto en el alcohólico. Sabe él que se puede cambiar esa vida y yo que he oído tantos testimonios, les digo la alegría que da cuando la sabiduría de Dios toma posesión de un hombre, aunque sea el más vicioso y lo convierte en el artífice de su propio cambio. Ya no es un alcohólico, ya es la alegría de su familia. Pues esto, por qué no lo puede hacer cada uno de nosotros los pecadores. El egoísta, que le parece que no puede vivir compartiendo con los otros. Todo aquel que cree que no se puede cambiar nada, que tienen que seguir así las cosas. Es necesario que haya cambios. Pero no unos cambios sin sabiduría. Dame sabiduría para conocer la diferencia. El hombre que ha sido llamado para ser participe de la vida, del pensamiento, de la inteligencia de Dios, ¿cómo no va a ser capaz de hacer un mundo mejor? Los salvadoreños que nos estamos lamentando de ir caminando como en un callejón sin salida, ¿por qué no orar? y hacer lo posible de cambiar las cosas en la medida de nuestro alcance y pedirle al Señor la valentía de cambiar lo que se puede cambiar y la serenidad también de soportar mientras no se puedan cambiar las cosas. Y digo también hermanos, que la vocación del hombre, es vocación a esa vida eterna. Brillarán como soles en el Reino del Padre. No olvidemos esta dimensión escatológico, este más allá de la muerte. La salvación del hombre no tenemos que buscarla sólo en esta tierra. Un mundo mejor tiene que ser iluminado por ese más allá que no se dará nunca en este más acá, y que aquí siempre las cosas serán imperfectas, pero que el corazón del cristiano tiene que luchar por hacerlas menos imperfectas para que sean un camino hacia la perfección infinita de lo absoluto del Dios que nos espera. Y digo también que la vocación del hombre, es una vocación a colaborar. Colaborar en la salvación de los demás; y aquí viene la parábola que se ha leído hoy también: El reino de los cielos se parece al fermento que una mujer puso en la masa para que toda ella se fermentara. Esto es el cristiano según Cristo: un fermento. Las panaderas saben lo que es aquel poquito de masa que se pone dentro de la masa para que luego sea todo masa fermentada. Y el cristiano debía de ser eso, un puñito de fermento que luego transforma su familia, transforma su barrio, su comunidad, su pueblo, el país entero, el mundo entero. Somos fermento sin fuerza, por eso no hemos logrado fermentar la masa. Esta reflexión nos debe llevar pues, a comprender esta responsabilidad de nuestra vocación cristiana para hacer también apóstoles, fermentos de nuestra sociedad. 3º LA IGLESIA, SIGNO DEL ESPÍRITU DE DIOS ENTRE LOS HOMBRES Finalmente hermanos, mi tercer pensamiento: La Iglesia signo del Espíritu de Dios en medio de los hombres. Y aquí me valgo de la tercera parábola que Cristo nos ha propuesto: El reino de los cielos se parece a una semillita de mostaza que alguien sembró y que fue creciendo hasta hacerse arbusto y los pájaros venían y se posaban en él. Es una imagen de la Iglesia, como signo en el mundo. Así como el arbolito es un signo, de protección para él pajarito que vuela buscando sombra, la Iglesia es eso: Un signo donde los hombres encontramos la plenitud de los medios traídos por Dios. Ya decía antes que no vamos a esperar de todos los que reparten la vida de Dios, la santidad que deberían de tener -que deberíamos de tener- pero sí, sepamos, como decía Manssonni el gran escritor italiano: "Cuando yo me arrodillo ante un confesor, no me importa saber si ese hombre está más necesitado que yo del perdón de Dios, lo que me importa es que en ese momento será el signo del perdón". Yo te absuelvo, aunque sea un pecador me absuelve en nombre del que perdona y quiere convertir a los hombres. Es un signo. Esta Catedral, por ejemplo, ahora con ustedes aquí adentro, es el signo de quienes buscan la palabra, la Eucaristía del Señor. Signo de toda manifestación de Iglesia. Queridos hermanos, seamos como el granito de mostaza de hacer crecer este signo y que seamos verdaderos instrumentos, señales por donde encuentra el hombre la salvación. Que todo hombre de iglesia, todo ciudadano del Reino, sea de verdad, en medio del mundo, una invitación del trigo a la cizaña para que se convierta y siendo cada día más pleno de cosecha para el Reino de los Cielos. Ahora comprendemos hermanos -perdonen que hasta el último momento lleve este relato- cómo esta la Iglesia signo, esta Iglesia fermento, esta Iglesia trigo en medio de la cizaña, esta Iglesia nos ofrece en esta semana muchas señales de su presencia, así como también muchos rechazos de la cizaña que la rodea. Con alegría hemos visto que el Papa ha señalado ya el lema de la jornada de la paz para el primero de enero próximo, y es éste: "Para lograr la paz, educar para la paz". Es una educación que no termina al terminar la escuela, que llega hasta nuestra vejez, porque siempre aprendemos a ser hombres instrumentos de paz. Nadie se sienta pues fuera de esta escuela de la paz y tratemos de educarnos para la paz. Se ha publicado también en Roma, un documento que orienta las relaciones entre los obispos y los religiosos en la Iglesia. Ya tendremos oportunidad de dar a conocer cómo estos dos grandes elementos de la Iglesia: El episcopado y la vida religiosa, tienen que conjugarse para el bien del pueblo de Dios. También hay noticias muy halagadoras de los preparativos de la reunión de Puebla. En Bogotá, obispos y expertos se están reuniendo ya para preparar el documento base de los estudios de Puebla. Pidamos mucho para que todo esto camine hacia las verdaderas esperanzas de nuestra América Latina. El presidente del CELAM, Cardenal brasileño Lorscheider, ha dicho que en esta reunión de Puebla, habrá revisiones muy profundas de la doctrina de cristología, de coisiologia, de la teología de la liberación, pero que la Iglesia tendrá que estudiar cada vez más a fondo su compromiso con los pobres y su actitud delante de posiciones gubernamentales o de otras organizaciones que en América Latina dificultan la evangelización. Ha señalado también el peligro de esta masificación de las grandes ciudades, donde se hacen más necesarias las pequeñas comunidades. Óiganlo bien para que sigamos trabajando en este campo de comunidades eclesiales de base: Donde la evangelización se torna más familiar y humana. Desde este domingo queremos adelantar nuestra felicitación a las iglesias hermanas de Santiago de María y de Santa Ana que están celebrando sus fiestas patronales del apóstol Santiago, 25 de julio y de Señora Santa Ana, el 26 de julio. Aquí en la Arquidiócesis, el periódico Orientación, publica un documento de la solidaridad de nuestros sacerdotes, con los jesuitas que fueron cateados el 8 de julio. Comparten su afrenta, ofrecen su apoyo moral, aprueban como oportuno y sincero su comunicado, en que ratifican su posición en la Iglesia y en el pueblo salvadoreño; se alegran de que hayan comprobado una vez más la falsedad de las calumnias de los que quieren mal a la Iglesia. Del 28 al 31 de julio, el Colegio María Auxiliadora de las hermanas Salesianas, estará celebrando el 75 aniversario de su fundación. Muy pronto tocará también su fiesta jubilar al colegio Don Bosco de los Salesianos. Nos alegramos y pedimos al Señor muchas bendiciones para estos seguidores de Don Bosco. El Centro Ana Guerra de Jesús para señoras del mercado, ha celebrado un encuentro sobre la vida del niño en la familia salvadoreña. Es una labor silenciosa que está haciendo mucho bien entre las personas que trabajan en los mercados. Del 24 al 28 de este mes, o sea en esta semana, la Universidad Centroamericana, celebrará un seminario de sociología de la Religión. Este día las comunidades de Zacamil, San Antonio Abad, Santiago Texacuangos y Mejicanos, han organizado una convivencia para novios, jóvenes. Por lo menos unas 25 parejas van a ir a reflexionar sobre el sentido del noviazgo según el plan de Dios. Ayer como ya les anuncié, tuve la oportunidad de visitar una colonia marginal, Tutunichapa, donde celebré la Santa Misa y pude constatar el trabajo pastoral que están haciendo allá catequistas y comunidades cristianas muy apostólicas. Yo invito a todos los cristianos a trabajar en este sentido. Esta tarde se celebra el Corpus en la Parroquia San Antonio, así como lo celebró una colonia de la Parroquia Miramonte en la semana pasada. Quiero invitar, hermanos, para esta tarde a las 6 y media a Paleca, donde ustedes saben hubo un robo sacrílego del Sagrario, y vamos a ir a celebrar una ceremonia de desagravio al Santísimo. Les pido a todos una ayuda, también para que ayudemos al Párroco a recuperar su sagrario perdido. También quiero alegrarme con el regreso del P. Guillermo Alfonso Rodríguez, uno de los sacerdotes que salieron en los momentos más difíciles, porque temía por su vida. Queremos agradecer a Migración que lo haya dejado entrar sin dificultad. Ojalá sea signo de que otros sacerdotes injustamente alejados de la Arquidiócesis, puedan volver sin temor. Quiero alegrarme, con el P. Fernando Echeverría y el Párroco de Concepción de Chalatenango, porque han celebrado en estos días sus Bodas de Plata sacerdotales, pido a todos una oración por ellos. En el apostolado de la vida religiosa, también quiero alegrarme y felicitar a las hermanas que dirigen la Escuela Catarina Di Maggio, por el triunfo que obtuvieron en oratoria, a través de su niña Ana María Chafoya Solano. Lo mismo a las Carmelitas Misioneras de la Policlínica y de la Laguna, felicitarlas por su gran labor y suplicarles que perdonen la omisión de mi domingo pasado. Quiero invitarles, también hermanos, a una ordenación sacerdotal, que voy a tener el gusto de realizar con el jesuita P. Carlos Arias Monge, en la Capilla del Externado San José, el sábado de esta semana 29 de julio, a las 5 de la tarde. Y desde ahora anunciar pues, como lo hemos estado haciendo, la fiesta del Divino Salvador, haciendo un llamamiento principalmente para las tradicionales: "Bajada", la vigilia del 5 y la misa de las 8 de la mañana que posiblemente tendremos que hacerla de campaña. Ayudar a la Catedral es un deber. Yo quiero aquí traer el testimonio de una persona que en su sobre dejó este recado: "El décimo de junio para el servicio de Nuestro Dios. Sea mi décimo". Y deja una cantidad de dinero que corresponde a la décima parte de su salario como ofrenda a Nuestro Señor. Esta es la Iglesia, hermanos, signos de la Iglesia en el mundo, pero al mismo tiempo esta Iglesia tiene que convivir con mucha cizaña y es aquí cómo la Iglesia rechaza también aquellas cosas que no son según Dios. Por ejemplo han continuado los cateos. Todos supieron por el periódico la captura de niña de 12 años y otra menor de 16 años con su mamá. Anteriormente también yo supe del cateo de una casita humilde de la señora Dolores Castillo, que siendo anciana, diabética, hipertensa, artrítica, no hubo temor de 60 agentes de seguridad, atormentarla por lo menos con el susto. Es necesario tener pues conciencia para ser más humanos como nos ha dicho la lectura de hoy. Se disolvió el sindicato de la Cigarrería Morazán y hay peligro que se disuelvan otros, y es por falta de apoyo a este derecho de los trabajadores de sindicalizarse. Se cree que un 75% de obreros, no están sindicalizados. No pueden hacer uso de su derecho de defenderse sindicalmente. Sobre todo quiero unirme al sufrimiento de la familia del Dr. Alvaro Edgar Cuéllar, perdón, Víctor Cuéllar Ortiz, por el secuestro de su hijo Alvaro Edgar. Ha habido mucha oración y desde aquí como de costumbre, hago un llamamiento para que sea devuelta la tranquilidad a ese hogar. Quiero recordar a los secuestradores, que la familia es pobre y no puede aportar cantidades como se suele exigir en estos casos. Ha habido injusticias y violaciones en los procedimientos constitucionales, por ejemplo el caso del Dr. Eduardo Espinoza Fiallos, el que gracias a Dios, después de un mes de engaño, ha sido devuelto a su familia. Y otros reos que han sido presentados con evidentes señales de torturas, como aquel que atendió una enfermera, con sus dedos pulgares casi deshechos. Quiero agradecer a la Crónica del Pueblo, por hacerse eco de estas denuncias y pedir a ustedes que apoyen también la situación difícil de este periódico que naturalmente no podrá contar con muchos apoyos, dado su ideal. Yo quiero decirles también hermanos, como esperanza, que el 18 de julio, entró en vigor la Convención de Derechos Humanos de la OEA, a la que está suscrita El Salvador. Que allá en el Perú el gobierno militar ha concedido amnistía e indulto general para todos los sentenciados o procesados por los tribunales por motivos políticos. Además suprimió un decreto que mantenía la vigencia de los destierros y detenciones sin mandato judicial. También Italia decretó una amnistía que beneficiará a unos nueve mil presos. Son ejemplos para nuestra Patria. Nos visita el Dr. Fox, representante de la Comisión Internacional de Juristas, con quien sostuvimos un amplio diálogo. Puede haber, hermanos, muchas otras noticias y vidas de nuestra vida nacional, pero sobre todo vamos a celebrar ahora, nuestra Eucaristía, llevando al altar todos estos hechos a los que se pueden unir ustedes los de su propia familia, su propia vida personal, para que se convierta en oblación al Señor, iluminados con la Palabra de Dios toda nuestra historia, ya puede ser materia del sacrificio en que Cristo Nuestro Señor hace presente su amor y su redención. Señor que todo este dolor, que todo este sufrimiento, que toda esta vergüenza, que toda esta palabra reflexionada por tus hijos, se convierta en una esperanza junto a tu altar, para que El Salvador viva días mejores. Así sea.
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El mismo evangelio que se acaba de escuchar, queridos hermanos, nos pone un marco pintoresco para nuestra homilía. Yo me imagino la muchedumbre de Catedral y los grupos reunidos en tomo de los receptores de Y.S.A.X., lo mismo que esa muchedumbre anónima, que escucha en caseríos lejanos, o tal vez a escondidas, pesquisando qué va a decir el Arzobispo. Es la muchedumbre; que seguía a Cristo. Yo quisiera sentir a Nuestro Señor, el Divino Maestro, sentado con ustedes en la muchedumbre; mientras El, en ese cuadro agreste, a la orilla de un lago. Escucharlo desde la lancha donde está predicando.
¡Qué sencillo era Jesús!, ¡Qué cuadros naturales le gustaban para su predicación!. Y qué hermoso, es oír que nuestro campo salvadoreño, también en estos días con las lluvias que han caído -¡gracias a Dios!- nos está ofreciendo los maizales y las cosechas, y el Maestro, mirando todo ese panorama, se inspira para contarnos una de sus más hermosas parábolas: La del Sembrador. Y así quisiera yo llamar a esta homilía, La Siembra de la Palabra del Reino, y presentar tres ideas: 1ª La palabra del reino es semilla; 2ª La proclamación de esa palabra, es siembra. Se llama evangelización, y 3ª La cosecha de esa siembra es la salvación integral del hombre y del mundo. Pero antes de desarrollar este pensamiento, yo quiero dedicar mis humildes palabras y la atención de ustedes, para convertirlo en un acto de cariño filial a Nuestra Señora, la Virgen del Carmen. Hoy 16 de Julio, nuestro pueblo siente que María, bajo ese título del Carmen, es la gran misionera popular. Yo también quiero sentirme hoy, acompañando a las muchedumbres peregrinas que van desde todos los cantones, con estandartes de la Virgen a celebrar el día del Carmen. Y desde este lugar, yo quiero solidarizarme con esas manifestaciones de cariño en honor de nuestra Señora. Desde ayer la Congregación de Carmelitas de San José, consagró a la Virgen dos nuevas religiosas; mientras la Superiora General me decía cómo nos está bendiciendo el Señor con tantas vocaciones. Y de veras allí, las novicias que daban ese fruto de dos profesas y las postulantes, son una esperanza para una congregación que es una siembra auténticamente salvadoreña. También este día, Las Carmelitas de Santa Teresa, están celebrando el aniversario de la consagración de su bonita Iglesia del Hospital de la Divina Providencia, donde dos religiosas Carmelitas celebran hoy también 25 años de vida consagrada. Quiero agradecer también la labor de los Padres Carmelitas, que en la Parroquia del Carmen de la Colonia Roma, nos están prestando tan valiosa colaboración. A las Carmelitas del Colegio Santa Teresa de la Gruta, a las comunidades de Carmelitas, que dedicadas directamente a obras de promoción, como es el de la Colonia Utila en Santa Tecla y Hogar Santa Teresita en Apulo. En parroquias como Guazapa, Ciudad Barrios, también con trabajos directamente pastorales, y también todas aquellas parroquias, cantones, Ermitas que hoy están dedicando sus fiestas patronales a Nuestra Señora del Carmen. Destacándose entre todas, la Parroquia de Nuestra Señora de la Merced, aquí en San Salvador, donde se venera una imagen de la Virgen del Carmen, coronada con autoridad del Papa. Es un tesoro de la devoción popular a Nuestra Señora del Carmen, lo mismo que, como una personificación de todas esas cofradías que durante nuestros siglos cristianos han ido surgiendo en tantas partes. Unamos pues nuestra reflexión a este cariño del pueblo, de la vida religiosa y sacerdotal a Nuestra Señora del Carmen. También ya que esa nave desde donde Cristo habla a la Iglesia de todos los siglos, es esta Iglesia. Los hechos de Iglesia, también tienen que ser un marco de esta homilía de hoy. En esta semana los Obispos de El Salvador hemos estado reunidos en Conferencia Episcopal, para tratar asuntos de carácter general: como es el Seminario, como es la preparación para la reunión de Puebla y también tuvimos un estudio muy a fondo sobre la realidad socio-política-económica de nuestro país. Y ante estas realidades que interesan a todos, queridos hermanos, yo quiero decirles, para ustedes que están como escandalizados de la desunión de sus Obispos, que sepan ser superiores a los pecados humanos de la Iglesia. Y que sepan amar la Iglesia, no por el buen ejemplo de, sus sacerdotes, sino por su conciencia que debe de ir madurando cada vez más y prescindir, así como Cristo decía una vez en su Evangelio, hablando de los sacerdotes de su tiempo: "Haced lo que ellos dicen, aunque no hagáis como ellos hacen". Si por desgracia les damos mal ejemplo, no es el mal ejemplo el que debe de influir como un pretexto para decir: Pues, ya todo el mundo se está haciendo protestante. La parábola de hoy les va a responder maravillosamente a esa fe inconstante. Prescindan de las deficiencias humanas. Allá Dios nos pedirá cuenta a cada uno. Pero sepamos ver en nuestra jerarquía, a pesar de sus deficiencias, los Pastores responsables de este rebaño de su Iglesia. Y oremos mucho. Y que en vez de apagarse nuestra fe, crezca en el interés de estas cosas que son Iglesia, como es el Seminario; como es la evangelización que se va a estudiar en Puebla; como es el problema de la Iglesia iluminando las realidades de nuestra tierra. Eso nos interesa. Maduremos en nuestra fe, hermanos. Yo les suplico levantarse a las alturas, donde Cristo es el verdadero Obispo de nuestras almas. Y que también nosotros Obispos y Sacerdotes, Religiosas y Fieles, mirándolo a El. nos convirtamos cada vez más a ser sus humildes seguidores y predicadores. Quiero también en este marco de Iglesia, alegrarme con la Comunidad de Tepecoyo, donde el domingo pasado bendijimos una Iglesia preciosa y admiramos la labor pastoral de las Hermanas de la Caridad. Se dieron cita allí, quizá todas las Hermanas de todas las casas de El Salvador. Fue una alegría poder aprovechar aquella homilía, para agradecer y para orientar en el espíritu de San Vicente de Paúl, este trabajo que están desarrollando allá, las hijas de la Caridad. También tuve la oportunidad de visitar la Comunidad de Cojutepeque y admirar lo adelantado que está el Templo nuevo del Calvario. Fui con el fin de conseguir una casa para una obra en aquella ciudad, y gracias a Dios, y a la generosidad de una señorita bienhechora creo que será realidad este proyecto. En nuestros periódicos apareció esta semana, el comunicado de los PP. Jesuitas, comentando el cateo al que me referí el domingo pasado. En su declaración me gusta subrayar estas frases: "Tras la búsqueda, los agentes de seguridad, pretendieron justificar su acción con esta frase: dispensan la actual situación en que vive el País". Y los jesuitas comentan: "Es precisamente esta situación del país que parece que apenó a los policías que catearon a los jesuitas, la que da todo su sentido a sucesos como éste. Una situación padecida a todos los niveles, pero de una manera especial por los campesinos y las clases oprimidas. Además de las deficientes y ominosas estructuras del país, las campañas organizadas de insultos y calumnias. Es ASQUEROSO cómo el Gobierno puede tolerar unas campanas que, más parecen cloacas, desahogos de resentimientos, y que se haga esto en un ambiente de ley de orden público. La ceguera humana de unos pocos, la violencia irracional descargada sobre los humildes y sobre todos aquellos que quieren de verdad servir al pueblo, bien sean sacerdotes o religiosas, campesinos o intelectuales, esta situación es la que está fomentando e incrementando un clima de angustia y pánico colectivo. Hoy se vive el miedo en nuestro país, en todas las esferas, etc. Si no lo han leído, les recomiendo que lean ahí una declaración muy valiente y muy justa, a la que se solidarizan ya, otros elementos de la Iglesia, por esa injusticia de haber cateado como sospechando de que tengan armas, unos sacerdotes que están al servicio de la fe y de la justicia en nuestro pueblo. LA PALABRA DEL REINO ES SEMILLA Queridos hermanos, otros hechos los voy a mencionar después, en la oportunidad de esta homilía. Yo les decía, mi primer pensamiento es considerar la palabra de Dios como esa semilla. Que no se nos haga rutinaria esa expresión que se oye todos los domingos aquí en la Misa: "Palabra de Dios". Me alegro de tener hoy, inspirado por la bella parábola de Cristo, la oportunidad de explicar un poco la teología de la "Palabra de Dios". Isaías en la primera lectura de hoy, más bien la compara como la lluvia. Anoche que estudiaba este punto, me parecía qué bello estuvo el lenguaje de Isaías cuando se siente caer una lluvia suavecita que empapa la tierra. Así es la palabra de Dios, dice el profeta, para hacer germinar. Pero el Evangelio sabe que la lluvia de nada sirve si no hay una semilla inserta en la tierra. Las dos cosas, las tres cosas son necesarias: lluvia, semilla y tierra, si no, no hay germinación, ni cosecha. Pero fijémonos en lo principal: La semilla. Cuando Pablo VI hablaba de que había que renovar la Iglesia, y que era la meta del Concilio Vaticano 11, aclaró muy bien: Renovación no quiere decir acomodarse a los modos modernos, a veces anticristianos del mundo. Renovación quiere decir, hacer que la Iglesia sea coherente con la semilla que se plantó. Un árbol por más que crezca, siempre es coherente con su semilla. Lo que interesa pues, es saber que la palabra de Dios es una semilla y que no se puede alterar. Ya quisiéramos una doctrina más acomodada a nuestros intereses. Ya quisiéramos una predicación que no molestara tanto, que no creara conflictos. Pero cuando Cristo plantó la semilla tuvo conflictos; porque esa semilla que es la palabra del justo, del santo, del que sabe lo que quiere cuando ha creado al hombre y a la naturaleza, orienta y choca contra el pecado, contra quienes no quieren dejar crecer esa semilla. Ya en el Antiguo Testamento, cuando ustedes leen el Génesis, dijo Dios "palabra", pero no una palabra mentira como son muchas de las palabras de hoy, sino una palabra poder, una palabra que identifica la alocución, la voluntad y la acción. Una palabra que cuando dice hágase la luz, se hizo. Esa es, ese es el sentido de la palabra en la Biblia. Tanto es así, que cuando en la Biblia se menciona un nombre, "le pondrás por nombre -..", no es un nombre vacío como entre nosotros: Juan, Federico o lo que sea, sino que el nombre siempre significa algo que va a ser vocación de esa persona. Cuando en el Éxodo, la palabra de Dios que ha creado al mundo es la que va orientando los pasos de Moisés, se abre otra perspectiva a esta palabra. La palabra de Dios ha hecho la creación, pero hace también la salvación. Esto es importante, hermanos, que la salvación que Cristo trajo al mundo, ya fue anunciada por Dios, y su palabra que redime, está en la misma línea de la palabra que crea. La creación y la redención son obra de la palabra de Dios. Querer una creación, querer unos campos, unos ganados, unas haciendas, prescindiendo de la redención de Cristo, es una utopía, no se puede. El Dios que ha creado el ganado, el Dios que ha creado las haciendas, las fincas, es el Dios que en Cristo exige justicia, es el Dios que redime, el Dios que quiere mas justicia entre los hombres, es el Dios que castiga al Faraón para dejar libré a los oprimidos israelitas; es la palabra de Dios que va creando y va redimiendo; va haciendo la historia y en la historia va haciendo la salvación. Qué consolador es esto, a que ese Dios al que yo rezo: "Padre Nuestro... ", no es un Dios desencarnado de mi hambre, de mi realidad, de mi creación. Que es un Dios que se preocupa de mi cuerpo, de mi alimento. Que es un Dios que me redime espiritualmente, pero es un Dios que me redime también corporalmente, socialmente. Está haciendo la historia. Que el Dios de la historia de El Salvador, es el Dios de la Iglesia; y la Iglesia hablando de la historia de El Salvador, no se está metiendo en política, sino recordando que el Dios de nuestra historia, es el Dios que habla dentro de su Iglesia y reclama a la política, a la sociología, a las cosas naturales de El Salvador, que vivan conforme a su palabra, que ha creado esos bienes, para que sean felicidad de todos y no lucha de clases ni egoísmos. Palabra de Dios sobre todo aparece, cuando los profetas salen a hablarle a los reyes o al pueblo, diciendo esto dice el Señor. Allí la palabra de Dios se hace reclamo, se hace denuncia, se hace alabanza de las virtudes. Es vocación, es transmisión de la voluntad divina. Y esa misión de los Profetas es la que Cristo encomendó a su Iglesia, la cual desde el púlpito de Catedral y desde los púlpitos, tiene que decir: "esto dice el Señor". Y el pueblo tiene que obedecer, no porque lo diga el Arzobispo, sino porque el Arzobispo es un humilde mensajero de lo que dice el Señor. Y llegamos al Nuevo Testamento, donde la palabra de Dios recobra todavía teologías más profundas. La Palabra de Dios en los labios de Cristo, llega a su profundidad más honda, es la buena nueva, el Evangelio, la noticia de salvación. El reino de Dios ha llegado y en su persona Cristo es, no sólo dice, sino que es la palabra de Dios, el verbo -quiere decir palabra- se hizo carne y habitó entre nosotros. En el Nuevo Testamento la palabra de Dios no solamente es una potencia creadora, conservadora, directora del mundo. En el Nuevo Testamento la palabra de Dios es Dios hecho hombre, Dios que enseña. Por eso les decía, qué pintoresco el marco de nuestra homilía de hoy. Aquel Jesús subido en la barca, a la orilla del lago, enseñando a la muchedumbre, es Dios que está hablando con su lenguaje arameo al alcance de aquellos arameos que le escuchaban. Y que en Pentecostés, se hizo pluriforme del lenguaje, y habla en español; a través de sus sacerdotes sigue hablando Dios en esta Iglesia. Pero si ese Cristo es la palabra de Dios, San Pablo la puede llamar con una frase muy original, la llama Cristo: Es el sí y el Amén de las promesa. Como para decirnos todo lo que Dios prometió en el Viejo Testamento, Cristo dice sí, es verdad, yo soy la persona hecha hombre. Amén, quiere decir así es. Es la consumación de lo que Dios ha dicho. Es un acto de fe, creer que todo cuanto Dios ha prometido de salvación, de fidelidad, lo ha encarnado en mí, yo soy el Amén, el sí de las promesas de Dios; yo soy la potencia salvadora del mundo, yo soy el salvador del mundo, yo soy la luz, el que me sigue no anda en tinieblas. Yo soy la verdad y no hay verdad fuera de mi, todos los que se oponen a mí o me marginan, se quedan en la mentira, yo soy la luz, yo soy la verdad, yo soy el camino, yo soy Dios en medio de vosotros, yo soy potencia salvadera, dichoso el que me abraza con la fe, me ama y me sigue. Qué hermoso es ser cristiano, de veras es abrazar la palabra de Dios encarnada, hacer suya la fuerza de salvación. Tener esperaba aun cuando todo parece perdido. Por eso mi trabajo hermanos, aquí en Catedral y en mi ministerio episcopal, y mi mayor satisfacción y alegría es cuando escucho al pueblo, lo he escuchado en esta semana en diversas manifestaciones, que dicen que les transmitimos esperanzas; despertarnos su fe y les decimos que aún cuando no haya oraciones políticas porque no se sienten llamados a esos campos, ya son trabajadores de un mundo mejor quienes abrigan en su corazón esta fe y esta esperanza en Cristo. Y si desde Cristo abrazado con esa fe cristiana se sienten con vocación política, tienen el deber de ir a trabajar políticamente, pero bajo la inspiración de este amén, de este sí, de este camino que ofrece salvación a nuestro pueblo y fuera de allí, no puede haber salvación. Este Cristo, potencia salvadora de Dios encarnado, muerto en la cruz y resucitado para no volver a morir, ha dejado una institución en este mundo que se llama la IGLESIA. Hermanos, no empañemos esta figura de la Iglesia, que está desempeñando la misión misma de Jesucristo. Toda la potencia del Dios encarnado en Cristo, se ha dejado a esta Iglesia. Id y predicad a todo el mundo, el que creyere se salvará y el que no creyere se condenará. Y los apóstoles cuando escribían, y cuando predicaban, sabían que no eran más que unos humildes seguidores inspirados por aquella revelación que habla venido a salvar al mundo. De allí que la Biblia, guarda en páginas, la palabra de Dios. Pero la Biblia sola no basta, es necesario que de la Biblia, la Iglesia la retome y vuelva hacer la palabra viva. No para repetir al pie de la letra salmos y parábolas, sino para aplicarla a la vida concreta de la hora en que se predica esa palabra de Dios. La Biblia es como la fuente donde esa revelación, esa palabra de Dios está guardada. Pero de qué sirve la fuente por más límpida que sea, si no la vamos a tomar en nuestros cántaros y llevarla a las necesidades de nuestros hogares. Una Biblia que solamente se usa para leerla, y vivir materialmente apegados a tradiciones y costumbres de los tiempos en que se escribieron esas páginas, es una Biblia muerta. Eso se llama biblismo, no se llama revelación de Dios. Por eso, nuestros hermanos protestantes cuando nos critican a nosotros de aplicar esa palabra de Dios a las circunstancias actuales de nuestro tiempo, de nuestro país, y ellos se encastillan en una predicación desencarnada, espiritualista, a veces hasta embustera y mentirosa, como las grandes campañas de sanción, entonces no es la verdadera palabra de Dios, ya se hizo palabra de hombres, palabras de charlatanes, palabras de acomodaticios porque por algo el Gobierno está amparando las campañas protestantes. Naturalmente, si no molesta esa predicación, bendito sea ese cristianismo, que no toca la llaga de nuestra sociedad. Pero una predicación que de la palabra de Dios dice: "Esto dice el Señor", la Biblia, pero para hoy. 2ª LA PROCLAMACIÓN DE ESA PALABRA ES SIEMBRA. SE LLAMA EVANGELIZACIÓN Otra cosa de la palabra de Dios, hermanos, que siendo semilla, lleva gérmenes de vida, y por eso la Iglesia cuando la asume y la aplica, vive los sacramentos. Los sacramentos son otro aspecto de la palabra de Dios. Ya fue superada aquella distinción que antes se había levantado entre evangelización y sacramentalización. Por desgracia hemos sacramentalizado sin Palabra de Dios. Hoy gracias a Dios, se exigen las explicaciones pre-sacramentales. Sean dóciles a asistir a esas charlas que preparan el bautismo; que preparan el sacramento, porque sólo cuando se llega a comprender un sacramento como palabra de Dios, explicada en la revelación de Dios, sólo entonces tiene sentido que a un niño le echen agua en su cabeza en la pila bautismal. Si no hay evangelización, ¿qué sentido tiene eso? ¿Qué sentido tiene llevar un niño para que el Obispo le haga una cruz de aceite en la frente y le dé una palmadita en la mejilla, si no se sabe lo que el Evangelio dice de ese Espíritu Santo que se da en la Confirmación. De qué sirven dos que se quieren y se casan y van a la Iglesia por un acto social, pero no comprenden el gran misterio que San Pablo explica en la Biblia, del Cristo que se casa con la Iglesia y que muere por ella, y una Iglesia que le vive fielmente a Cristo? Los sacramentos sin Evangelio, los sacramentos sin Palabra de Dios, se convierten casi en magia, en una costumbre, en una rutina, en una tradición de familia. Nos bautizamos porque todos son bautizados en la familia. Pero pocos dicen: porque lo quiero hacer cristiano. De allí hermanos, que el sacramento es también un aspecto de la palabra semilla. La gracia de Dios, en esta Eucaristía por ejemplo; no vengan solamente por escuchar un discurso. No estaría nada contento yo, si para eso hablara en la Iglesia. Si yo pronuncio la homilía, sé en conciencia mi deber pastoral, que esta homilía es para llevar un pueblo al altar donde vamos a participar en la fe de la presencia de ese Cristo, que es la palabra que yo predico, preparando esa palabra que habla, que santifica, que redime, que se hace vida del que comulga o del que adora. La Eucaristía de cada domingo, no puede separar la palabra de Dios y la Eucaristía. Después de la homilía nos vamos al altar y en el cuerpo de Cristo, adoraras esa palabra que ya se hace silencio, porque se ha metido muy hondo en el corazón de todos los que han reflexionado la Palabra de Dios y ponen en Cristo toda su esperanza y lo hacen presente en nuestra sociedad. Si la Iglesia predica y dice: "Esto es Palabra de Dios", ¿estará loca o en nombre de qué principio dice eso?. Hermanos, esto es muy interesante, que Uds. sepan que aquel Espíritu que inspiró a Cristo y que lo resucitó de entre los muertos y le está dando vida eterna, el Espíritu de Dios, es el mismo Espíritu que Cristo resucitado en la noche de la Pascua, soplando sobre su Iglesia, se lo dio para decirles: "Recibid el Espíritu Santo". Y que en Pentecostés en forma de un huracán y de lenguas de fuego, tomó posesión de esta Iglesia, que gracias a esa vida de Cristo en el Espíritu Santo, sigue predicando la palabra de Dios. Qué distinto es predicar aquí, en este momento, que hablar como amigos con cualquiera de Uds. En este instante yo sé que estoy siendo instrumento del Espíritu de Dios en su Iglesia para orientar al pueblo. Y puedo decir como Cristo: El Espíritu del Señor sobre mí, a evangelizar a los pobres me ha enviado. El mismo Espíritu que animó a Cristo y le dio fuerza a, aquel cuerpo nacido de la Virgen para que fuera víctima de salvación del mundo, es el mismo Espíritu que a mi garganta, a mi lengua, a mis débiles miembros, les da también fuerza e inspiración. Y a ustedes, pueblo de Dios, ese mismo Espíritu les da capacidad para oír cómo se debe oír la Palabra de Dios. Yo sé que muchos no me oyen con este espíritu sobrenatural, y de ellos puedo decir lo de la parábola, es la semilla que cae en el camino real, se la llevará el maligno. Pero sí sé que muchos me escuchan como la parábola de hoy, como tierra que recibe la semilla, que el Espíritu de Dios da a esa tierra que es el corazón de ustedes, la capacidad de oír sobrenaturalmente, la gracia de poder escuchar. De allí les decía, que no sólo el predicador enseña, el predicador aprende, ustedes me enseñan. La atención de ustedes es para mí también inspiración del Espíritu Santo; el rechazo de ustedes sería para mi también rechazo de Dios. Por eso les decía que el pueblo tiene un sentido de infalibilidad, que se llama sentido de fe. Se lo da el Espíritu Santo a la más humilde mujer del pueblo, a todos, para que cuando escuchen a un Obispo, a un Sacerdote, sepan discernir y por lo menos sospechar: Esa doctrina no debe de ser del Evangelio. Hermanos, pero cuando yo veo esta atención, esta fe, y sobre todo conversión, ese buscar la Iglesia, buscar a Dios, yo digo con alegría: "Digítus Dei est hic" -aquí está el dedo de Dios-. Y en ese ambiente de aplicación, es como yo también aquí traigo las denuncias que hay que hacer; las alegrías que hay que tener. Por ejemplo, aprovecho este ambiente de la Palabra de Dios, que se ha hecho nuestra palabra aquí, este 16 de julio de 1978, Dios me está hablando. Y dice el Concilio que este pueblo de Dios, iluminado por la fe, va a mirar las aspiraciones, las exigencias, los ideales del pueblo. Y con esa fe sabe discernir que quiere Dios a través de esos signos de los tiempos. Claro que no todo lo que exigen los hombres, es Palabra de Dios, pero en el fondo de las exigencias de nuestro momento, hay mucho de Dios, y aquí tenemos que discernir. Por eso, cuando yo, a la luz de esta palabra, les señalo acontecimientos de la semana, ustedes mismos descubren dónde está Dios y dónde está el diablo. Dónde está el Señor para conducir a su pueblo por caminos de bondad y dónde está el rechazo de Dios que no quiere salvación en Cristo. Por ejemplo, para que vean que la palabra que la Iglesia predica y señala las circunstancias concretas, no es sólo aquí, es de todo el continente Latinoamericano. Sesenta Cardenales, Arzobispos y Obispos en Bogotá, han reunido las inquietudes de todo el Continente manifestados en la consulta para preparar el documento de estudio que se va a llevar a Puebla en octubre. Y cuando los Obispos hacen este estudio, dicen esto, se refieren a la desproporcionado injusticia social que se refleja especialmente en la concentración de la riqueza en unas pocas manos. Dijeron que era un 10% de la población de América Latina, el que acapara todas las riquezas, mientras la inmensa masa popular, sufre toda clase de necesidades. Comunistas, van a decir. Reflexión de Iglesia, digo yo. Dicen también los Obispos, representando al Episcopado Latinoamericano. Se refieren a que la falta de empleo justo y bien remunerado ha permitido un dramático incremento de la delincuencia. Sí existe terrorismo, y hay que acabar con él, pero la manera no es la represión. Hay que arreglar las bases desordenadas, injustas, de donde brotan las violencias terroristas. Hablan también de la injusticia social! que vive el hemisferio, y que puede provocar un verdadero cataclismo por la insurrección de las masas contra los privilegiados. Hablan de las empresas transnacionales que no han traído beneficios a los países latinoamericanos y más bien son fuentes de corrupción e inmoralidad, aun en sus propias naciones. Expresa la Iglesia su preocupación por la propagación de las dictaduras militares en América Latina; pero señala que son agentes propiciadores de dichas dictaduras, la corrupción y la incapacidad de los políticos tradicionales de manifestar estable la Democracia. En los regímenes militares dijeron los Obispos en Colombia, se vulneran con frecuencia los Derechos Humanos, aunque se reconoce en el documento, que la Iglesia ha gozado de ciertas libertades. Gracias a Dios que en la Iglesia en El Salvador, todavía puede hablar, pero que no se trate de apagar esta voz; porque si habla, tiene que decir la verdad, y si no, mejor no hablar. La Iglesia expresa su preocupación por el deterioro del sindicalismo en América Latina y especialmente en los países gobernados por les militares. Y cabalmente, hermanos, tenemos hechos concretos en nuestro país que confirman esta constatación de la Jerarquía Latinoamericana: El cateo que sufrieron los jesuitas el sábado pasado, no es una cosa aislada, se están dando mucho en la ciudad y sobre todo en el campo, y contribuye a aumentar un clima de temor y de inseguridad. El 2 de julio, cerca de 500 comandos ocuparon el Cantón Río Seco y catearon las casas. El 4 de julio hubo también cateos en Jocoaitique, Torola, El Tránsito, donde golpearon y se dice que robaron también a las casas de los indefensos. También en Cantón el Cacao de Cinquera, el 6 de julio, sacaron a dos campesinos y sólo cuatro días después los consignaron a los Tribunales. El llamado angustioso de la señora de Matsumoto, no encuentra eco. Pero así también es injusto y doloroso, que el clamor de madres sometidas a huelga de hambre, tampoco se quiere escuchar. La Iglesia que fue solicitada en una colaboración, prestó también su auxilio para llevar una madre moribunda de la huelga, de la Cruz Roja a un centro de asistencia, junto con la Cruz Roja y el Consejo de Derechos Humanos. Los conflictos laborales a que se refieren los Obispos en Colombia, están siendo realidades aquí en El Salvador. Hay Conflictos que no acaban de resolverse en: INCA, en TAPAN, en INDECA, CEL, COPLASA, IRA, MINAS DE SAN SEBASTIAIN, MINAS DE SAN CRISTÓBAL, SACOS CUSCTALAN, IUSA, GUANTES, DIANA, REFINERÍA SALVADOREÑA DE AZÚCAR, CORCHO Y LATA, etc.-. Queremos apoyar también, la exposición que presentó un Partido Político a la Corte Suprema de justicia contra la forma de proceder de los magistrados de la Primera Cámara de lo Penal, que viola aun las garantías de la Ley de Orden Público. Dicen que impiden que los reos sean asistidos por sus defensores, que dilatar, los procesos y detienen ilegalmente a los reos. Que no han hecho justicia cuando los reos han denunciado ante la Cámara que han sido torturados por los Cuerpos de Seguridad y organismos para-militares. El Partido pide que se investigue exhaustivamente estos hechos, que se sancione a los responsables y que cesen estos actos violatorios. Creo que nada más justo, y se pone en la línea en que nuestra Iglesia el día de Pentecostés dijo muy claro a la corte Suprema de justicia, todas estas anormalidades que ya es tiempo de poner los ojos y corregirlas para honor de nuestra Patria. Quiero decir a los campesinos también que se han aprobado nuevos salarios. Cuatro veinticinco para trabajadores mayores de 16 años, que sean varones y tres sesenta y cinco diarios para las mujeres mayores de 16 años y para menores de 16 años de ambos sexos y trabajadores parcialmente incapacitados para trabajar. Solamente me extraña que la mujer siempre siga siendo segregada, cuando le pone un sueldo igual a los inválidos y a los niños. ¿Por qué no en iguales derechos que el hombre: 4.25?. Nuestra Iglesia mira también con complacencia la actitud de los Obispos de Panamá que criticaron defectos de la actual estructura del gobierno panameño; evocaron la necesidad de la formación de una voluntad nacional que forme un nuevo orden social más justo, donde no exista la explotación del hombre por el hombre, para lo que se necesita encontrar estructuras socio-económicas nuevas. Entre los serios defectos de la actual estructura política, los Obispos panameños señalaron la falta de una clara y decidida separación entre los tres poderes; falta de eficiencia en la administración pública; poco representativo el sistema de elección de los representantes de los corregimientos que a su vez eligen al presidente. También pareció inadmisible que ciertos cuadros marxistas, pretenden erigirse en voceros políticos, no sólo del Gobierno, sino de toda la nación. Quiero felicitar a Monseñor McGrath y a todos los queridos hermanos Obispos de Panamá, por esta actitud, que como ven, no es extraña para nosotros, y nos alegra encontrar confirmación de esta línea de Iglesia en el Continente Latinoamericano. Por eso nos alegramos también, de que nuestras Comunidades, nuestro Periódico y nuestra Radio, han estado expresándose en solidaridad con el querido Padre Hermógenes López, que justamente es un mártir. Por haber defendido el agua de su pueblo, sufre la bala de los poderosos. Y en ese recuento de cosas, hermanos, hay cosas también animadoras. Yo no quiero pasar en silencio esta mañana e invitar a la oración por el eterno descanso por don Fernando Levy. El hombre que murió por salvar la vida de unos niños, arrastrados por la corriente en el mar, el 9 de julio, en El Balsamar, departamento de La Libertad. Gracias a Dios, hay ánimo de bondad. Hasta el heroísmo. Y estos gestos son los que nos llenan de esperanza de que en El Salvador, hay buenos corazones que harán prevalecer esta semilla de Dios. Pero como ven, la palabra de Dios, siendo la misma, encuentra cosas actuales, y esto es lo que quería decir, de que no podemos dejar de iluminar con esa palabra eterna las realidades concretas en que vive nuestra gente. Por eso, el hablar de que esta palabra siembra -es el segundo pensamiento- quiero decirles que es una de las grandes preocupaciones de la Iglesia actual: La evangelización. Hay un documento en el Concilio, hubo un Sínodo, y Puebla se va a reunir bajo este título: Evangelización de América Latina en el Presente y en el Futuro. Lástima que el tiempo corre hermanos, pero yo quería aquí, presentarles la preciosa síntesis que Pablo VI hizo de la evangelización, al recoger las voces del Episcopado de todo el mundo, en el Sínodo de 1974. Y se preguntaba el Papa en este hermoso documento -que se los recomiendo mucho, sobre todo a las comunidades de base- ¿qué es la evangelización? Y decía el Papa, es una realidad muy compleja, y muy dinámica y hay que abarcar todos sus elementos si se quiere tener una idea completa de la evangelización, y proponía estos elementos: 1 Llevar la buena nueva a todo el mundo para que sea fermento de todas las culturas, para que convierta las conciencias de los hombres, individual y colectivamente, para que formen criterios, no de mundo y de justicia, sino criterios de Evangelio. Esto es evangelizar en primer lugar, llevar los criterios del Evangelio de Cristo a toda la humanidad, para renovarla en sus propios compromisos. 2 Es un testimonio de vida. Evangelizar. no es sólo decir palabras. Predicar es relativamente fácil, pero vivir lo que se predica, como le dije al Santo Padre, yo en Roma: Santo Padre, acatar las doctrinas de la Santa Sede, del Magisterio, elogiarlas, alabarlas, defenderlas teóricamente es muy fácil, pero cuando se trata de encarnar esa doctrina y hacerla vida en una diócesis, en una comunidad y señalar los hechos concretos que están contra esa doctrina, entonces surgen los conflictos. Y esta es la vida de nuestra Arquidiócesis, por eso hermanos, porque no todos están dispuestos a vivir el compromiso del testimonio, no todos sufren la persecución, y fácilmente es decir: "No hay persecución". Pero todo aquel sacerdote, religioso o fiel que quiera predicar este anuncio del Evangelio de Cristo en la verdad, tiene que sufrir persecución. Es necesario el testimonio de vida y aquí hago un llamamiento para que la vida de todos ustedes y mía hermanos, sea de verdad una predicación muda. Así se vive el Evangelio, no solamente predicar bonitos sermones y no vivirlo. Me decía el Santo Padre también, en una palabra íntima: "No nos contentemos sólo con predicar, es necesario vivir lo que predicamos". Ayúdenme hermanos con sus oraciones, para que yo también dé testimonio de lo que estoy diciendo. 3º. LA COSECHA DE ESA SIEMBRA ES LA SALVACIÓN INTEGRAL DEL HOMBRE Y DEL MUNDO Tercer elemento de la evangelización o de la siembra es el anuncio explícito. No basta dar buen ejemplo y callarse cuando hay que hablar. Hay que hablar, hay que predicar el contenido de esta revelación de Dios. Que Dios nos ama, que Dios nos quiere buenos, que Cristo murió por la verdad y por la justicia, que esta redención de Cristo lleva también a unas consecuencias liberadoras y el documento allí tiene una bella doctrina sobre la verdadera liberación que la Iglesia no puede volver de espalda. Luego una adhesión vital y una manifestación de pertenecer a una comunidad que si ya es de Cristo, es decir, no avergonzarse de la Iglesia y aceptar como signo de pertenencia a esa Iglesia, los Sacramentos de la Iglesia. Ven como el Papa rompió esa dicotomía de evangelización y sacramentalización y llegó a decir: "Los sacramentos llegan a ser como el sello de la evangelización. Cuando un hombre sólo oye el Evangelio, pero no recibe los sacramentos, no está verdaderamente evangelizado. Pero cuando en la Catedral vemos que se medita la palabra de Dios y luego se alimentan de la Eucaristía, conciencias que han llorado sus pecados, que se han puesto en gracia de Dios, que han bendecido sus amancebamientos, que están tratando de salir de sus embriagueces, que están tratando de superar el atractivo de las drogas, de la prostitución, que están tratando de hacer un pueblo que de veras esté capaz de recibir la gracia de Dios, entonces tenemos una evangelización que llega hasta la adhesión de una costumbre mía, con las Leyes del Señor. Y finalmente hermanos, un impulso nuevo de evangelizar. El que se evangeliza, debe evangelizar. La comunidad se evangeliza, para evangelizar. Una comunidad de base tiene que ser un grupo que reflexiona la palabra de Dios para aprender a vivirla, pero para transmitirla, para irradiarla. Esto tiene que ser el hogar, el matrimonio, la comunidad. Todos tenemos que ser a apóstoles, sembradores. Salió el sembrador a sembrar su semilla. De todos nosotros debía de decirse esta hermosa palabra que estamos meditando. Y finalmente hermanos -voy a terminar- mi tercer pensamiento es el más animador en las lecturas de hoy. Es la segunda lectura de San Pablo que nos habla de la cosecha. Esta semilla tiene que producir una cosecha. San Pablo nos habla de la glorificación que un día se nos dará, que es superior a todos los dolores y sufrimientos que se puedan tener en esta tierra. Yo oí en estos días esta frase de San Pablo, pero traducida al sufrimiento de un torturado que lo tuvieron amarrado tres días de los dedos y mientras sufría decía: "Son mayores las esperanzas y la gloria que espero, que este sufrimiento". Ánimo queridos perseguidos. Ánimo torturados, ánimo todos aquellos que esperan una patria mejor y no ven horizontes. Los sufrimientos, son condición de la redención que no se ganó, sino con un Cristo clavado en una cruz; pero después vino la Resurrección y en el corazón de Cristo nunca se apagó la certidumbre de que el mundo iba a ser redimido a pesar de su fracaso aparente. No fracasamos los cristianos, porque llevamos el Espíritu que resucitó a Cristo. Otro fruto de esta cosecha, es hermoso ver ahora el mundo entero, la creación que está sometida al hombre y que San Pablo con una frase trágica llega a decirnos en la lectura de hoy: "La creación expectante está guardando la plena manifestación de los hijos de Dios. Ella fue sometida a la frustración no por su voluntad, sino por uno que la sometió, pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios". Miren, esta liberación que el cristiano espera, no es sólo para los hombres. Y no es una liberación, que mañana los que ahora son oprimidos, se vayan a poner a oprimir a los otros, porque también ponen a la creación gimiendo bajo su pecado. Esto sucede muchas veces, que los movimientos liberacionistas de la tierra, sólo mientras escalan el poder, pero desde allá se hacen más groseros con aquellos que antes decían que iban a redimir. En cambio la liberación que Cristo está ofreciendo y que San Pablo ahora lleva hasta esos límites cósmicos de la creación, es cuando la creación que ahora está sometida al egoísmo, al orgullo, a la envidia, a la soberbia. La creación no es mala, el dinero no es malo, las haciendas no son malas, los terrenos son buenos. Vio Dios lo que había hecho, y era bueno -dice la Biblia-. ¿Quién lo ha sometido a la maldad? El hombre por el pecado. El hombre que quiere apropiarse de la felicidad de los demás. El hombre egoísta que todo lo quiere para sí y le sobran los otros, y luego el marginado que se hace violento y odia y también somete al pecado su propio cuerpo y su propia vida, esta es la naturaleza que gime ahora. Que bien comparada, gime con dolores de parto. Como la mujer cuando le ha llegado la hora, pero con la esperanza cierta de que va a dar un nuevo ser al mundo. La naturaleza y el hombre están gimiendo. Estamos sufriendo una hora de parto en El Salvador, ¡por eso duele tanto! Y duele hermanos, porque es el hombre contra el hombre; el campesino contra el campesino; el ciudadano hermano, contra el hermano ciudadano. Es hora en que un mundo nuevo tiene que nacer, pero la redención vendrá dice San Pablo, en la medida en que hagamos nuestra esa siembra de Evangelio. Por eso Cristo compara las diversas categorías de campos donde cae la semilla. Dicen que esta reflexión ya no fue de Jesucristo, que fue de la comunidad primitiva cristiana. Cuando los primeros cristianos ya comenzaban a sentir lo que ahora sentimos tan al vivo nosotros, que no todos reciben la Palabra de Cristo con el mismo entusiasmo. O que lo reciben con entusiasmo, pero luego ante las persecuciones, ¡cobardes! se huyen. O aquellos que quisieran recibir una palabra que creciera en su corazón, junto con su amor a las riquezas y adorar al Dios y adorar a sus riquezas. A éstos se dirige la categoría de tierras en estas palabras. Cuando una parte cae en tierra pedregosa, en el camino, en tierra entre espinas, hermanos, qué hermoso examen de conciencia para cada uno de nosotros. ¿Qué clase de corazón es el mío? ¿Qué clase de cristiano soy.? Tierra buena, o tierra inconstante, cobarde, prefiriendo mejor las ventajas de la tierra. Que crezcan los charrales, las espinas, de los placeres de este mundo, no los quiero dejar, pero sí quisiera ser cristiano. Voy a misa, pero quisiera oír que el sacerdote endulzara mis oídos y no me tocara las llagas. Ya ahora ya no se puede ir a misa porque en todas partes molestan. ¡Claro!, es el que quisiera que crecieran en su corazón la Palabra de Dios junto con los vicios, junto con sus egoísmos. ¡No puede ser!, no se puede servir a dos señores. Y la Iglesia auténtica, tiene que predicar el verdadero y único Señor. La verdadera y única Palabra. La única que salva, la que germina, la que Cristo planta, no la que el demonio y las conveniencias de los hombres quisieran plantar. Por eso hermanos, termino evocando la criatura que hizo más fecunda la Palabra de Dios. En este día de la Virgen del Carmen cómo no pensar en Ella, cuando todo nuestro pueblo la mira con esperanza, pero no precisamente para encontrar una salvación fácil. María es la primera que nos dice como a los sirvientes de Caná de Galilea: "Haced lo que El os diga". Yo no puedo salvar a nadie si no es obediente a la Palabra de Dios, yo mismo cuando una mujer en la muchedumbre felicitó a Cristo por la madre que tuvo, Cristo le dijo no es feliz solamente por ser mi madre, eso cualquier mujer lo podía hacer, es grande porque oye la Palabra de Dios y la pone en práctica. Esto es lo grande de María. Su santidad, la fecundidad de la Palabra de Dios, y cuando encontró al niño Jesús perdido en el templo, el Evangelio constata una frase bellísima que podría ser el lema de todo cristiano: Guardaba y reflexionaba todas estas cosas en su corazón. Lo mismo cuando los pastores fueron a adorar el niño en Belén y le contaban lo que habían oído, María reflexionaba la palabra de Dios en su corazón. Esta es la santidad del cristiano, que la Palabra de Dios caiga en buena tierra, queridos hermanos ojalá que yo que estoy tratando de sembrarla en esta mañana no sólo sea sembrador, sino también tierra fecunda de una palabra ayudémonos mutuamente, hagamos una comunidad Iglesia donde la Palabra del Señor produzca no sólo el treinta y el sesenta, sino el ciento por uno. Pongámonos de pié y profesemos nuestra fe: Creemos en un solo Dios... Queridos hermanos:
Todos los domingos, el pueblo cristiano se reúne para alimentarse de la Palabra de Dios y de la participación de la Eucaristía. No esperemos esos dos objetivos de nuestra misa dominical. No venimos sólo a escuchar la palabra, sino que venimos a hacer que esa palabra se haga vida, se haga celebración. Palabra que se hace Pascua, que se hace cuerpo y sangre de Cristo que nos redime. Y por eso hemos de llevar en ese torrente de la Palabra de Dios lo concreto de nuestra vida; para que así, nuestra Eucaristía dominical, no sea un acto paralelo a nuestra vida, sino que sea verdadera alma, verdadera fuerza, espíritu de nuestra propia vida, de nuestra propia historia. Por eso, siempre tengo el cuidado de darles unos cuantos ejemplos de la realidad histórica que vivimos. No es esto salirme del marco de la Palabra de Dios. Es una invitación a todos ustedes, para que así como lo hacemos aquí el domingo, iluminando las realidades de la Patria, los problemas del país; cada uno trate de iluminar también los problemas de su propia familia, sus propios problemas personales. Si somos cristianos, en esto se debe de conocer, en que nuestros criterios con que iluminamos la realidad de nuestra vida no son criterios del mundo, criterios de egoísmos, criterios materialistas, criterios de odio, de venganza; sino que son criterios de amor inspirados por Cristo. Por eso, hermanos, las realidades que aquí se señalan , luego las conducimos, iluminadas por esa palabra de Dios, al altar de la Eucaristía, donde toda esta vida de nuestra Patria, de nuestra familia, de nuestro propio ser individual, por más íntimo que sea, se hace sacrificio con la hostia y el vino, fruto de la tierra y del trabajo de toda la semana que traemos como manojos de espigas para nuestro altar. Son nuestras realidades las que queremos iluminar cada semana. Es hermoso, entonces, la misa del domingo porque vengo a traerle al Señor el fruto de mi trabajo: Mis penas, mis esperanzas, mis fracasos, mis arenas, mis tristezas. ¡Y todo es de El! Casi le respondo a la Palabra del Evangelio de hoy: El que se sienta agobiado, cansado, con penas, con preocupaciones, ¡venga! y yo lo aliviaré. Y salimos de la Misa verdaderamente saboreando que no vamos solos en la vida. Que va con nosotros un poder divino que le da sentido a nuestro sufrimiento, a nuestras esperanzas y proyectos. Así, queridos hermanos, en esta semana por ejemplo, yo he esperado, con angustia y, esperanza, una respuesta a la angustia de la señora de Matsumoto. En todos los periódicos se publico el llamamiento de parte del Arzobispado, que haciéndose eco a ese sufrimiento, está seguro de que ha de llegar a aquellos que saben el paradero del Sr. Matsumoto. ¿Dónde está? y ¿cómo esta? Es lo que ésta esposa desea saber con las manos abiertas a toda negociación posible de su encuentro con él. No es cierto que la familia haya cerrado la negociación. Ella está dispuesta a una negociación con tal de que sea posible, naturalmente, y si las condiciones de carácter político que los secuestradores ponían como precio de la libertad del Sr. Matsumoto se volvieron insuperables por parte de quienes pudieron negociarlas, es de responsabilidad de los políticos y no quisieron tratar las condiciones políticas. Pero recuerden, que por encima de los intereses políticos de partido o de grupo, siempre tienen validez los sentimientos humanitarios en nombre de los cuales ésta esposa afligida se ofrece a la posible negociación. Yo expreso también en el. llamamiento, que me duele mucho la pérdida de la libertad y, quien sabe si también, de la vida de aquellos que se han puesto como precio de la vida y de la libertad del Sr. Matsumoto. Pero por eso mismo, en nombre de una sana moral, yo repito un gran principio que se está olvidando mucho y que hay que tenerlo muy en cuenta en todos los órdenes de la moral : "Non sunt facienda mala ut eveniant bona", se anuncia en latín: "no se pueden hacer cosas malas para obtener cosas buenas". No se puede comprar ninguna libertad ni ninguna dignidad inocente conculcada. No se puede pretender llevar un consuelo a las familias de los desaparecidos, sumiendo en la misma angustia a otra familia. jamás se puede hacer un mal como medio para adquirir un bien. Cuando se dice que la Iglesia se ha hecho comunista, se olvida que este principio que poco importa al comunismo, la Iglesia lo sigue proclamando. Los fines no justifican los medios. Por más bueno que sea un fin, nunca se puede poner un medio malo para adquirirlo. Esto tiene aplicaciones muy enormes. Como digo, se han olvidado mucho en nuestro tiempo. Qué alegría me dio cuando esta semana leía, en cambio, el conmovedor relato de aquel niño que les mencioné el domingo pasado, porque el Papa lo mencionó hace 15 días en su alocución del medio día. Mauro Carassale, niño de 11 años que se ofrece por su hermanito de 15 años. Que lo llevan secuestrado y dice: "No lo lleven a él, está enfermo llévenme a mí.!" Y estuvo desaparecido. Y esta semana, por fin, ha vuelto a su hogar. Y dicen que se había hecho muy simpático a sus secuestradores, que cuando se despidió de ellos le dijeron: "Perdónanos Mauro, Perdónanos Mauro!" Ojalá ese sentimiento humano, yo evoco el final de mi llamamiento con palabras del Papa hablando de otro secuestrado, Aldo Moro, le dice a sus secuestradores: "Dejadme que yo, intérprete de tantos compatriotas vuestros., pueda alentar la esperanza de que todavía se albergan en vuestros espíritus sentimientos de humanidad que al fin triunfan. Yo espero la prueba de ello rezando y también amándoos siempre. Siempre que hemos denunciado un pecado, un crimen, no lo hemos hecho sin amor. Con amor y con oración esperamos que lo noble que queda en el sentimiento humano, por más criminal que sea un hombre, siempre triunfará lo bueno. Y le pedimos al Señor, amando de corazón a los pecadores, que vuelvan de verdad a un camino más humanitario" Ojalá que estas palabras, que a través de la radio sé que llegan a muchos rincones, lleguen también a ese misterioso silencio donde se esconde el Sr. Matsumoto y podamos volver a sentir la alegría de un hogar que vuelve a la tranquilidad. También está sin resolverse el desaparecimiento del Dr. Eduardo Antonio Espinoza Fiallos, profesor de Medicina de la Universidad. Su familia pide o la libertad, o que se le someta a un tribunal. También sufrimos con 273 familias sin trabajo en las minas de San Sebastián, donde se les ha prometido y no se les cumple. Ojalá el Ministerio de Trabajo se sienta más responsable de este conflicto laboral como de otros, y vuelva también tranquilidad a estas gentes sin trabajo y sin comida. Hemos visto también, con alegría pastoral, como resuena la voz en América Latina en el mismo sentido en que tratamos de hacer resonar la voz de la Iglesia en esta cátedra. Sesenta obispos en Bogotá han estado preparando, después de recoger la consulta de toda América Latina, el documento que servirá como base para el diálogo del Episcopado que se reunirá en Octubre, en Puebla. Y se han hecho ahí consideraciones muy enérgicas y críticas a la actual situación social, económica y política de América Latina. El Episcopado de Colombia presentó un trabajo en que hizo un serio análisis de la situación de su país. Y estas voces, sin duda, se oirán en Puebla. ¡No pueden dejar de oírse! Cuando se dice, por ejemplo, la Iglesia Colombiana responsabilizó a las clases políticas y económicas de la crisis que vive la nación, afirmando que las instituciones nacionales acusan marcado deterioro en su función, en la efectividad para cumplir las tareas que le corresponde en el sentido ético y con normas reguladores. Dijeron también que los militares no han escapado a la crisis moral que agobia al país. Confesaron una tremenda crisis moral que se apodera de todos los sectores de la vida nacional. La mentalidad capitalista absorbe los valores cristianos que se desearía orientara a la nación, de veras, como no sólo gritar peligro del comunismo es salvar a la patria. Es que le están haciendo el juego también al comunismo estas formas sociales, políticas, inspiradas en un capitalismo también, diríamos, ateo; porque adora como Dios al dinero y al poder, y se olvida de que Dios es el Padre de todos los hombres. La Radio Vaticana, también en esta semana, se refirió a una época difícil para las relaciones entre el Estado y la Iglesia, especialmente en América Latina, Africa y ciertos países comunistas. Ven una perspectiva cristiana, no solamente mira el peligro comunista; sino que mira también un peligro parecido en un anticomunismo de inspiración cristiana, sino de inspiración egoísta que ya desde los tiempos de Pío XII llamaba cómplice del comunismo; también a ese falso anticomunismo de que tanto nos preciamos en ambientes como el nuestro. "Ciertos regímenes dijo Radio Vaticana-, ciertos regímenes autoritarios de América Latina les preocupa la obra que la Iglesia católica lleva a cabo a favor de los derechos Humanos, y de las clases menos favorecidas". Esto es tan cierto, hermanos, que donde quiera que haya un Evangelio que se predica unido a la promoción cristiana del hombre, allí surgirán conflictos. Basta una mirada por todo el continente latinoamericano, donde se trata de predicar un Evangelio que reclama un Reino de Dios, más justo ya en esta tierra entre los hombres cristianos, allí surgen los conflictos. Como acaba de suceder con el sacerdote asesinado en Guatemala por querer evitar que se lleven el agua de su pueblo para ir a surtir a la capital. Donde quiera que haya un esfuerzo por defender al pobre y promover al pueblo que deje de ser masa y se convierta en conciencia crítica, allí estorba la Iglesia. Por eso el problema de El Salvador es el problema de muchos países. Donde no se predica un Evangelio que provoque este conflicto, naturalmente, no hay conflicto, todo anda bien. Como anda bien el Evangelio que predican los protestantes cuando ellos tampoco quieren predicar un Evangelio comprometedor con el pueblo. Pero eso no es el Evangelio ni aquel Cristo que se hizo hombre para sonar con los hombres la angustia; y por los hombres, subir también a un calvario. En el discurso del Señor Presidente, nos preocupa un tono dominantemente represivo y un silencio a las justas demandas de un pueblo que pide. Formalmente se ha pedido una amnistía, las derogación de la Ley del Orden Público, irás bien queda ratificada; el derecho de los campesinos a organizarse. En cambio nos llenan de esperanza muchos conceptos de una filosofía de gobierno que sí se llevan a cabo podrían ser las puertas abiertas a muchos problemas del país. Por ejemplo: la filosofía de la verdadera paz sobre bases de justicia, libertad y verdaderas leyes. La humanización de las riquezas y el sentido de función social de la propiedad privada, ¡magnífico! La participación de todos los salvadoreños en el servicio político del bien común. Respeto a la interdependencia de poderes. El hombre del campo como centro de gravedad de una política abra. Perfeccionamiento de un sistema de justicia. Educación integral. Me gustó mucho esto: Migración a países amigos. Yo creo que Dios no tiene la culpa. Dios ha hecho la tierra para todos y si en El Salvador estamos hacinándonos mientras hay países con tierra baldías, los hombres tienen que entenderse para que la población sea distribuida más justamente. Yo me alegro de este proyecto de migración a países amigos. Desarrollo pleno de la persona humana. Libre expresión del pensamiento, etc. Son ideas de las que podría decir Cristo: "Como el doctor de la ley, bien has respondido, haz eso y vivirás". No habría conflicto en el país, de veras, si esas puertas se abrieran con toda la sinceridad de quien busca el bien común. Y allí es donde la Iglesia también ofrece aquella sana colaboración que el Concilio le pide. La Iglesia no se niega al diálogo y a la cooperación, solamente espera la sinceridad de los hechos y está dispuesta a dar toda la revelación de que hoy precisamente queremos hablar basándonos en la palabra de Nuestro Señor Jesucristo. Pero antes, quiero también referirme a la vida de nuestras comunidades. Quiero destacar lo que sucedió ayer a las dos de la tarde en una comunidad de padres Jesuitas. En ocho vehículos y un camión llegaron alrededor de 50 o 60 miembros de seguridad fuertemente armados. La finalidad del operativo era la búsqueda de armas; que según ellos, habla sido denunciada esa presencia de armas. Y por eso, el operativo fue como quien va a sitiar una fortaleza militar, toda la cautela. Los padres, que estaban en sobremesa después de almorzar, dieron toda clase de facilidades para el registro, adelantándose a mostrar las habitaciones de la casa. Se registró hasta el último rincón y no encontraron absolutamente nada. Los cuerpos de seguridad han tenido la oportunidad de verificar que estos sacerdotes realmente no tienen armas. Su fuerza, como la de todos los cristianos, reside en su fe y en su amor. Pero da pena pensar que se tengan estos gestos de desconfianza. Queremos confesar con nobleza que los militares iban capitaneados por gente muy entendida en esta clase de operativos. Se portaron caballerosamente, si podemos llamar caballerosidad entrar con los fusiles como apuntando a enemigos. Sin embargo, pues, no hubo atropellos personales, pero que quede constancia de que estos no son gestos que ganan confianza a la Iglesia. Y quiero felicitar a los padres Jesuitas de esa casa, por la serenidad y la franqueza con que supieron soportar esta nueva prueba de desconfianza a su trabajo, que yo - aprovecho para ratificar la confianza plena de la Iglesia en todos sus sacerdotes, pero que con valor tiene que estar dispuestos a ser objeto de conflictos, de sospechas, mientras trabajen por la promoción auténtica del hombre como Cristo nos pide. Quiero adelantarme también a felicitar a la comunidad de Tepecoyo donde las Hermanas de la Caridad han terminado una bonita Iglesia que va a ser bendecida hoy a las dos de la tarde. Y a este propósito, yo hago una felicitación y transmito un saludo a todas las religiosas tanto de los trabajos tradicionales de colegios, hospitales, como trabajos pastorales directos de los pueblos. De parte del Prefecto la Sagrada Congregación para Religiosas, Cardenal Pironio, un obispo latinoamericano de Argentina a quien tuve el gusto de estrechar muy cariñosamente, -es un gran amigo- y me dijo: "Tres cosas son necesarias para que una comunidad religiosa sea auténticamente comunidad de esperanza de Iglesia: l) Que se preocupen mucho de amar a Jesucristo; 2) Que traten de ser fiel a los carismas de su fundación, a su espíritu de congregación; 3) -esto es muy importante- Que se preste al trabajo de la Iglesia local. Una comunidad de religiosos y religiosas que pone su empeño en amar cada día más a Cristo y en ser fiel a la mística de su congregación, pero no sólo eso, sino que sobre todo pone ese amor y esa mística al servicio del pueblo donde está trabajando, a la línea pastoral del obispo que conduce la comunidad arquidiocesana, dígales que estoy muy tranquilo de esas comunidades aunque las llamen comunistas, tercermundistas, etc. Este Cardenal, me contó también; "no te preocupes" -me trata de tú como buen argentino- y me dice, "a mi también me han llamado comunista. Me acaba de llegar un libro titulado así: "Pironio, Pirómano, incendiario, hombre comunista", le digo, me alegro de ese honor de que también allá nos llamen comunistas, a los que como Ud., hemos tratado de hacer realidad en nuestra América esa documentación que fue inspirada por el Espíritu de Dios: Medellín. Y que se está preparando para progresar en sentido divino: En Puebla. Y a este propósito también, hermanos, olvidaba decirles que vuelvo de Roma con una invitación especial para asistir a Puebla, donde tendré el gusto de participar junto con los obispos que estudiarán pues estos problemas de América Latina. Finalmente quiero decirles, ya en vísperas de nuestra fiesta patronal del Salvador del Mundo, que hagamos de estos días, días de intensa oración. Aquí la Catedral se pone pintoresca, pero más que todo se pone fervorosa en estos días, vísperas de la fiesta del 6 de agosto. Vengamos a visitar al Divino Salvador. Traigamos peregrinaciones y preparémonos, sobre todo, para celebrar el 6 de agosto con una hermosa concentración de comunidades como el año pasado, allá en el Parque, para honrar en nombre de toda la Patria al Divino Salvador del Mundo. Y como un esfuerzo práctico en su honor, yo les pido una vez más, hermanos, que el esfuerzo que estamos haciendo por hacerle una hermosa Catedral, no desmaye. Gracias a Dios sigue adelante, y las líneas elegantes de la cúpula que va a coronar este templo ya se van destacando cada día más definitivas. La ayuda de todos, sobre todo en esta temporada de la fiesta de nuestro Divino Patrono. CAMINO DEL MISTERIO DE LA SALVACIÓN Porque yo quiero presentar mi homilía como un camino del misterio de la salvación. Un camino que arranca de la iniciativa de Dios y que se explica como una redención integral en medio de los hombres pero que solamente la pueden recibir los sencillos, los humildes, no los sabios según un mundo. Estas tres ideas, pues: Primera, la iniciativa de la salvación de Dios. Segunda idea, en qué consiste esa salvación. Una salvación integral abarcando también al cuerpo, las relaciones sociales del hombre. Naturalmente lo primero su alma, su vida eterna, pero también la vida temporal. Y Tercera idea, dispongámonos porque no todos reciben esa salvación de Dios. Cristo ha dicho: "Te doy gracias Padre, porque has escondido esto a los soberbios y las has revelado a los humildes y a los sencillos". 1º. LA INICIATIVA ES DE DIOS La primera lectura es un canto bellísimo a la venida del rey. "Alégrate, hija de Sión! ¡Canta, hija de Jerusalén! porque tu rey viene a ti". Es un rey que toma la iniciativa de venir a visitar a la humanidad. Y la humanidad se alegra no porque ella haya convidado a ese rey, sino porque el rey -como dice la Sagrada Biblia- en esto conocemos que nos ha amado, en que antes que nosotros lo amáramos, el viene por nosotros. Y Cristo en el Evangelio nos habla del misterio escondido. No lo hubiéramos conocido como no se conoce lo que está pensando otro hombre mientras mantenga en el misterio de su cerebro, su idea, hasta que él por iniciativa propia dice: Voy a decirles algo, les quiero comunicar un pensamiento, del hombre. Así estaba también el Dios escondido hasta que El lo reveló: El misterio de la salvación. Y más claramente dice Cristo: "Porque al Padre no lo conoce nadie más que el Hijo. Y al Hijo no lo conoce nadie más que el Padre y aquél a quien el Padre se lo quiera revelar". Hermanos, mucho cuidado con la fe! La fe es un don gratuito. Dichoso el hombre que tiene fe, no la ha merecido él, se la ha dado Dios. Dichoso aquel que conoce a Cristo, porque nadie conoce a Cristo más que el Padre. Y el que llega a conocer a Cristo ya es participante del pensamiento del Padre. Y aquel que sabe abrir sus labios para decir con toda conciencia y amor: Padre Nuestro que estás en los cielos", dichoso por que tiene fe, porque sabe que existe un Padre que nadie conoce, si no es que el Hijo se lo ha revelado. Todos ustedes y yo que hemos venido esta mañana a la misa porque vamos a ofrecer el sacrificio del cuerpo y de la sangre de Cristo para aplacar al Padre por los pecados del mundo y atraer de Dios bendiciones para nuestra familia. Este conocimiento -nos podía decir Cristo ahora- como se lo dijo a Pedro: No te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Nadie tiene fe por propio mérito. Toda fe es un regalo de Dios. Agradezcámoselo y no lo andemos exponiendo. Mucha gente está jugando con su fe diciendo: "Yo ya no creo, yo ya no tengo fe". No lo dirías si no tuviera fe. Desde luego que dices que no tienes fe, es porque sabes que hay fe y la quieres tener. Y quererla tener, ya es tenerla. Pobrecitos aquellos que ni se les ocurre mirar al cielo siquiera por los rastros de la creación natural. Como decía Pablo hablando de los romanos, que aunque Dios no les haya revelado el misterio profundo de su personalidad divina, pueden rastrearlo por la creación y por la conservación del mundo. Son responsables, también, los hombres de vislumbrar siquiera una fe natural: existe Dios, desde luego que existe el sol, desde luego que cada año por un mismo tiempo van apareciendo las flores, las frutas, qué orden maravilloso! Existe un ser que les da el orden y el ser a las cosas. Pero si además de eso, como dice el Concilio, Dios ha querido hablar como de amigo a amigo, y les ha dicho a los hombres que es posible entrar en contacto con El y participar de su felicidad divina, y hacer renacer en el corazón del hombre la esperanza de otra vida que ya se hace presente también como Reino de Dios en esta tierra. Trabajar por esa otra vida, trabajar por ese Reino de Dios de más justicia, de más amor entre los hombres. Trabajar por fe y no sólo por reivindicaciones de liberaciones meramente humanas. Trabajar con la convicción de que todo aquel que ya lleva la fe en su corazón ya es un liberado. Esto me lo explicaban maravillosamente allá en el Secretariado de Justicia y Paz en Roma, donde nos decían que hay que sembrar esta fe en el pueblo aun cuando no Reguemos a mirar una liberación de orden social, político o económico. No es predicar un conformismo pero es decir al hombre que ya tiene fe, que ya es libre, que la Palabra de Dios no está amarrada a ninguna esclavitud cuando se lleva amor y se lleva el sentido de esperanza y de libertad en el corazón. Que nuestro pueblo salvadoreño,, a pesar de estar tan sufrido y tan oprimido cuando despierte en su corazón la fe y la esperanza, ya es un pueblo libre. Esta es la libertad que la Iglesia predica. Hermanos, en este sentido todos podemos salir libres, promovidos con la verdadera promoción, de esta Catedral o de las comunidades donde la Iglesia nos invita a reflexionar en la Palabra de Dios. La Iglesia no tiene un esquema, un sistema; no puede proponer una línea política, una organización popular. La Iglesia no le toca hacer eso. Y la organización popular que quiera decir a los cristianos que no son cristianos si no se hacen de FECCAS, de UTC, de ORDEN o de cualquier organización, están mintiendo, están abusando de la Iglesia. La Iglesia no predica ningún sistema concreto. La Iglesia no ofrece ningún método; pero la Iglesia ofrece los principios de la verdadera libertad: Creer en el Dios liberador. Y de allí surgirá para cada hombre su propia opción libre. Todo hombre es libre para optar por el camino político por el cual él quiera ayudar a la Patria, tiene derecho a organizarse con otros que piensen como él los caminos de la verdadera Liberación. Lo que Dios da pues, es una fe profunda en el corazón y hacer sentir al hombre que no hay callejón sin salida; que la Patria, por más oscura que se vuelva su historia, si llega a iluminarse en el hombre seguirán iniciativas divinas que salven a la Patria. Por eso, lo primero que yo le pido al Señor y que todos ustedes inspiran en estos días del Salvador del Mundo, es que nuestro pueblo tenga fe. La fe que es un don de Dios y que gracias al Señor se nos ha dado desde nuestra niñez, si no andamos jugando con ella. 2º. EN QUÉ CONSISTE ESA OFERTA DE DIOS En las lecturas de hoy, queridos hermanos, además de la iniciativa divina, aparece en qué consiste ese Evangelio. Entendido Evangelio en el sentido que lo mencionaba San Pablo. Evangelio: Fuerza de Dios, misterio escondido de Dios que se revela, misterio de salvación ofrecido a los hombres. ¿En qué consiste esto que yo quisiera ahora tener toda la claridad de un lenguaje para que me la comprendieran hasta el más sencillo de los que me están escuchando? En primer lugar, consiste en un conocimiento. Nadie conoce al Padre sino el Hijo y al Hijo nadie lo conoce sino el Padre y aquél a quien el Padre se lo quiera revelar. Ante todo es un conocimiento. Pero no es un conocimiento de difíciles teorías. -Naturalmente que es tan profundo que le da tema a los teólogos para que investiguen cada vez mas. Pero es tan sencillo que Cristo nos llega a decir ahora: "Lo has revelado a los sencillos, a la gente más humilde, en cambio, lo has escondido a los soberbios". Es un conocimiento, queridos hermanos, es un conocimiento que cualquiera de ustedes y yo, el más sencillo de todos ustedes, puedo tener de que existe un Cristo Hijo de Dios que me vino a revelar que Dios me ama, que existe una vida a la cual Dios me hace participante. Que existe más allá de la historia presente, la historia definitiva, donde el Padre con los brazos abiertos me está esperando, que en mis momentos de angustia no estoy solo; que a mi lado está alguien que me dice: ¡Sí estás triste, si estás cansado, ven que yo te voy a ayudar! Sentir esta compañía, conocer a ese alguien que, aunque no lo veo, va tan cerquita de mí. En esto consiste también el sentir su contacto. Sentir que Cristo no es un ser teórico, lejano; sino que es un ser tan presente que me está invitando en todas las circunstancias de mí vida con esa margarita del Evangelio que hemos leído hoy y que ojalá la guarden en toda su vida- El que se sienta cansado, oprimido, venga a mí y yo lo liberaré, yo le daré descanso! Hagan la prueba, hermanos, hagan la prueba de entrar, como dice el Concilio, en ese santuario íntimo de su propia conciencia, donde Dios te espera para dialogar contigo. Y cuéntale todas tus preocupaciones y problemas, y verás como El te ayuda respetando tu libertad, a que seas el artífice de tu propio destino. Sentir a Dios presente que me lo ha enviado al Padre, que ha enviado a su Hijo, Palabra eterna. Yo encuentro, queridos hermanos, en las páginas del Concilio, esta plenitud de la revelación del Padre, cuando habla el documento de la -Divina Revelación, y dice que: "Envió a su Hijo, la Palabra eterna que alumbra a todo hombre, para que habite entre los hombres y les cuente la intimidad de Dios. Jesucristo, Palabra hecha carne, Hombre enviado a los hombres habla las palabras de Dios y realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó. Quien vea a Jesucristo ve al Padre. El con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros; sobre todo, con su muerte y gloriosa resurrección; con el envío del espíritu de la verdad lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino. Cosa más bella saber que cada vez vengo a misa en el signo del pan y del vino donde se hace presente Cristo, me está contando la intimidad de la vida de Dios y me está invitando ya desde este mundo a ser un ciudadano de esa vida divina. Porque no hay que esperar a morirse para ser feliz con la felicidad eterna. Todo aquel que vive la santidad de la vida cristiana ya en esta tierra, es un bienaventurado, ya vive en el cielo. Por eso les decía que la verdadera liberación arranca de allí; del corazón del hombre, donde la fe le hace ya poseedor de esa vida eterna. ¿Y qué otra cosa es? En la segunda lectura de hoy, yo les suplico que mediten, qué es la redención. Allí, San Pablo llega al nervio de una gran discusión cuando encuentra el origen de las dos grandes corrientes de la humanidad: La maldad y el bien. La maldad tiene su origen en la carne y el bien en el espíritu. Hoy con toda claridad San Pablo nos ha dicho: "Vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu; ya que el espíritu de Dios habita en vosotros!". Y sigue analizando ... y es necesario meterse ahora bien hondo en la teología de San Pablo y de la Biblia para saber decir qué es en el sentido bíblico esa palabra "carne". Carne, esta blandura que nosotros llevamos forrando nuestros huesos, carne, que puede tener un sentido muy alto como cuando el Concilio nos exhorta a honrar nuestro cuerpo y dice: "No debe el hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe de tener por bueno y honrar su propio cuerpo como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día. Herido por el pecado experimenta, sin embargo, la rebelión del cuerpo". La propia dignidad humana pide, pues, que glorifique a Dios en su cuerpo y no permita que la esclavicen las inclinaciones depravadas de su corazón. En este párrafo del Concilio, encuentro yo toda la teología bíblica de la carne. La carne es criatura de Dios. Dios ha hecho nuestro cuerpo y lo ha hecho maravilloso, hasta llegar a decir el Concilio que: "El cuerpo humano es como la síntesis de todo el mundo material, y donde el mundo material encuentra la expresión libre para agradar, alabar, agradecer a Dios que ha creado la maravilla del mundo material'. Pero este cuerpo maravilloso, obra de Dios, glorificación de Dios, por el pecado se ha hecho esclavo de pasiones. Y entonces tenemos la carne en el sentido peyorativo, carne en sentido de provocación al mal, carne en el sentido de debilidad; carne en el sentido de amor a las drogas, al aguardiente, a las comilonas. Todo aquello que agrada a la carne sin tener en cuenta el espíritu: Carne, la debilidad humana que transporta al hombre al pecado. La carne sometida por el pecado es instrumento de maldad. ¡Pero que hay que redimirla! Y éste es el esfuerzo de la redención, del cuál nos habla Pablo ahora: "La carne también se redime!" Ya no hay que decir, hermanos: "La salvación de mi alma". Hay que decir, como dice el Concilio: "Es todo el hombre que hay que salvar: alma y cuerpo, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad. Es el hombre entero con sus relaciones sociales, es el hombre dueño de la naturaleza, es el hombre que tiene que administrar bajo el imperio de la Ley de Dios los bienes que Dios ha creado para todos. Es el hombre imagen de Dios, que si se ha hecho débil por el pecado en la carne, también cuenta con la redención en el Espíritu. El Espíritu que resucitó la carne de Dios, y que ha hecho de una carne humana, carne de perenne juventud en la gloria de la resurrección". Está clamando también en el cuerpo de todo hombre y de toda mujer, que quiera vivir según el Espíritu y no según la carne, las exigencias de una dignidad que no tiene nombre. Como sería útil en este momento, en que la carne se enseñorea de los hombres, sobre todo de los jóvenes, de los matrimonios, de aquellos que quieren usar sus cosas para halagar su carne; poner la carne bajo el dominio del Espíritu y hacer de los hombres verdaderos redimidos en el alma y en el cuerpo, redimidos por el Espíritu en todo su ser humano y en todas sus relaciones humanas y con la creación. Porque la creación ha sido puesta bajo el dominio del hombre y el hombre que está dominado por la carne, somete. al pecado la creación y la hace egoísta, la hace idólatra. En cambio el hombre que se deja dominar por el Espíritu, eleva consigo a la naturaleza entera y hace de la posesión del bien que Dios ha creado para la felicidad de todos, verdaderamente una armonía que ya de esta tierra hace una antesala de aquel cielo donde dicen los Padres, ya no existe mío ni tuyo, sino que existe la única voluntad de mi Padre que nos hace felices a todos los hijos de Dios. Por eso termino hermanos con este tercer pensamiento: 3. QUIÉNES RECIBEN Y QUIÉNES NO PUEDEN RECIBIR ESTA OFRENDA QUE DIOS NOS TRAE POR INICIATIVA SUYA La Palabra de Dios es hoy bien evidente. Debió ser un momento -iba a decir desilusión- cuando Cristo veía las grandes muchedumbres que lo seguían, pero entre ellos, sólo gente sencilla: Campesinos, pescadores. Y si acaso algún sabio se acercaba le vela retirarse con desdeño, como riéndose de la doctrina que aquel loco estaba predicando. Y Cristo cuando se quedó solo, levantando los ojos a su Padre expresa la ternura, la angustia, la aflicción de su corazón: "¿Por qué, Padre, ofreciéndoles una doctrina tan bella no me la quieren creer unos; y otros, precisamente los sencillos, me la aceptan? Te doy gracias Padre, porque has escondido estas cosas a los entendidos y soberbios, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así has querido. Iniciativa de Dios, no tiene la culpa Jesucristo, ni la Iglesia, ni el predicador. Y cuando se quieran reír de que sólo la gente sencilla nos sigue, aquí está en el Evangelio la explicación. Porque frente a esta Palabra de Dios hoy se presentan como dos hermosos desfiles. El desfile que la primera lectura menciona cuando Cristo va entrando sobre un borriquito a Jerusalén. Rey de burla parece, y sin embargo, es el Rey que salva. Y ante ese Rey, montado en un burrito, el profeta exclama: "Este viene a desbaratar los carros, los caballos, los arcos guerreros. El es el que va a hacer la paz de todos los pueblos". Así como el Evangelio compara también con la muchedumbre de los sencillos; los sabios, los autosuficientes, los grandes según el mundo. No es que Dios rechace una clase de hombres y prefiera otra clase de hombres, es que nosotros mismos nos seleccionamos o nos segregamos.- El hombre se selecciona si acepta la palabra de Dios, pertenece a ese resto honroso de Israel. Y el hombre se segrega cuando por su orgullo piensa que la Iglesia, Cristo está predicando tonteras y calificativos más repugnantes contra esa doctrina, como que todo se justifica porque no es digno de los sabios de este mundo. Entonces, queridos hermanos, son los sencillos, los hijos de las bienaventuranzas. Cómo quisiera yo, que todos los que conmigo están haciendo esta reflexión de la Palabra de Dios nos formáramos el propósito de no dejar en nuestro corazón que reine el orgullo, la soberbia, la autosuficiencia. De sentir con agradecimiento que la salvación viene de Dios y solamente la aceptan los que con sus brazos tendidos, como el mendigo, sienten la pobreza. En este sentido, decimos que es la Iglesia de los pobres; no la de los que no tienen fortuna pero son ambiciosos; no la de los que no tienen seres materiales pero secuestran para robar dinero; no la de los criminales que desahogan sus resentimientos en odio contra quienes los atropellan; no la del terrorismo. La pobreza, la de las escrituras de hoy: ¡Alégrate hija de Jerusalén! Quién no siente aquí el nombre de María, la hija de Sión, la encarnación de la verdadera pobreza, la virgencita humilde, la que dice que es nada a los ojos de Dios pero que al mirarla El, la ha hecho grande el poderoso, y por ella será alabada durante todas las generaciones y por ella hará cosas grandes la Iglesia. Esta es la verdadera pobreza de la Iglesia, ésta que yo les he tratado de predicar, queridos hermanos. Pobreza que hace consistir su fuerza en su propia debilidad, en su propio pecado. Pero apoyado en la misericordia de Cristo, en el poder del Señor. Esta Iglesia que no quiere hacer consistir su fortaleza en el apoyo de los poderosos o de la política, sino que se desprende con nobleza para caminar únicamente cogida de los brazos del Crucificado que es su verdadera fortaleza. Esta pobreza de la Iglesia que se predica a los que tienen y a los que no tienen, sólo. se les pide alma de pobres, alma de desprendimiento, alma de brazos tendidos para esperarlo todo de Dios y no confiar como en ídolos falsos en las cosas de la tierra. Queridos hermanos, el mensaje de hoy es precioso y vale la pena que ahora, viviendo todas las vivencias de nuestra semana; las pobrezas de nuestra vida, nuestra situación sin trabajo, no con un conformismo que adormece, sino con la fuerza de lucha que da la fe; pero con una fuerza que se apoya en Dios, nos acerquemos al altar del Señor. Y allí junto al sacrificio de Cristo, el Pobre por excelencia, el único que sufrió siendo rico, desnudo en una cruz y muere necesitado de todo. La pobreza verdadera del que encuentra en Dios su amparo. En Ti Señor, he puesto mi esperanza y no quedaré nunca confundido. Esta es la Eucaristía que vamos a celebrar. La Eucaristía de los pobres, la Eucaristía de los que todo lo confían en Dios, la Eucaristía de los que no saben odiar sino perdonar. La Eucaristía de los que saben que todos necesitamos de Dios y pedimos unos por otros, como los pobrecitos del Señor para alcanzar de Dios la riqueza que solamente da a los sencillos y humildes, y niega a los soberbios y orgullosos. Creemos en un solo Dios... |
Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez Ciudad Barrios, El Salvador; 15 de agosto de 1917 – † San Salvador, (Id.), 24 de marzo de 1980) conocido como Monseñor Romero,[1] fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980). Se volvió célebre por su predicación en defensa de los derechos humanos y murió asesinado en el ejercicio de su ministerio pastoral. Archivos
Agosto 2021
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