La sostenibilidad, uno de los temas centrales de la Río+20 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, que se celebrará en Río del 20 al 22 de junio de este año), no se produce mecánicamente. Resulta de un proceso de educación por el cual el ser humano redefine el haz de relaciones que mantiene con el universo, con la Tierra, con la naturaleza, con la sociedad y consigo mismo dentro de los criterios de equilibrio ecológico, de respeto y amor a la Tierra y a la comunidad de vida, de solidaridad hacia las generaciones futuras y de construcción de una democracia socio-ecológica sin fin.
Estoy convencido de que solamente un proceso generalizado de educación puede crear, como pedía la Carta de la Tierra, nuevas mentes y nuevos corazones capaces de hacer la revolución paradigmática exigida por el riesgo global bajo el cual vivimos. Como repetía con frecuencia Paulo Freire: « la educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo». Ahora todas las personas estamos urgidas a cambiar. No tenemos otra alternativa: o cambiamos o conoceremos la oscuridad. No voy a abordar aquí la educación en sus múltiples aspectos tan bien formulados en 1966 por la UNESCO: aprender a conocer, a hacer, a ser y a vivir juntos; yo añadiríaaprender a cuidar de la madre Tierra y de todos los seres. Pero este tipo de educación todavía es insuficiente. El cambio de la situación del mundo exige que todo sea ecologizado, es decir, que cada ser debe prestar su colaboración a fin de proteger la Tierra, salvar la vida humana y nuestro proyecto planetario. Por lo tanto, el momento ecológico debe atravesar todos los saberes. El 20 diciembre de 2002 la ONU aprobó una resolución proclamando los años que van del 2005 al 2014 como la Década de la educación para el Desarrollo Sostenible. En este documento se definen 15 perspectivas estratégicas con vistas a una educación para la sostenibilidad. Enunciamos algunas: Perspectivas socioculturales, que incluyen derechos humanos, paz y seguridad, igualdad entre los sexos, diversidad cultural y comprensión intercultural, salud, sida, gobernanza global. Perspectivas ambientales que incluyen recursos naturales (agua, energía, agricultura y biodiversidad), cambios climáticos, desarrollo rural, urbanización sostenible, prevención y mitigación de catástrofes. Perspectivas económicasque tienen como objetivo la reducción de la pobreza y de la miseria, la responsabilidad y la prestación de cuentas de las empresas. Como se deduce, el momento ecológico está presente en todas las disciplinas, de lo contrario no se alcanza una sostenibilidad generalizada. Una vez que irrumpió el paradigma ecológico, nos concientizamos del hecho de que todos somos ecodependientes. Participamos de una comunidad de intereses con los demás seres vivos que comparten con nosotros la biosfera. El interés común básico es mantener las condiciones para la continuidad de la vida y de la propia Tierra, entendida como Gaia. Es la meta última de la sostenibilidad. A partir de ahora la educación debe incluir sin demora las cuatro grandes tendencias de la ecología: la ambiental, la social, y la integral y la mental o profunda (aquella que discute en nuestro lugar en la naturaleza). Entre los educadores se impone cada vez más esta perspectiva: educar para el vivir bien, que es el arte de vivir en armonía con la naturaleza, y proponerse repartir equitativamente con los demás seres humanos los recursos de la cultura y del desarrollo sostenible. Necesitamos ser conscientes de que no se trata solamente de introducir correcciones al sistema que ha creado la actual crisis ecológica, sino de educar para su transformación. Esto implica superar la visión reduccionista y mecanicista todavía imperante y asumir la cultura de la complejidad. Ella nos permite ver las interrelaciones del mundo vivo y las ecodependencias del ser humano. Tal verificación exige tratar las cuestiones ambientales de forma global e integrada. De este tipo de educación se deriva la dimensión ética de responsabilidad y de cuidado por el futuro común de la Tierra y de la humanidad. Hace que el ser humano se descubra como cuidador de nuestra Casa Común y guardián de todos los seres. Queremos que la democracia sin fin (Boaventura de Souza Santos) asuma las características socio ecológicas pues sólo así será adecuada a la era ecozoica y responderá a las demandas del nuevo paradigma. Ser humano, Tierra y naturaleza se pertenecen mutuamente. Por eso es posible forjar un camino de convivencia pacífica. Es el desafío de la educación.
0 Comentarios
Las primeras y más antiguas cuidadoras han sido nuestras madres y abuelas que desde el principio de la humanidad han cuidado de su prole. Si no hubiera sido por ellas, ninguno de nosotros estaría aquí para hablar de cuidado.
En este contexto queremos mencionar dos figuras, verdaderos arquetipos del cuidado: el médico suizo Albert Schweitzer (1875-1965) y la enfermera inglesa Florence Nightingale (1820-1910). Albert Schweitzer era un eximio exegeta bíblico y uno de los mayores concertistas de Bach de su tiempo. A los treinta años, famoso ya en toda Europa, dejó todo, estudió medicina para, en el espíritu de las bienaventuranzas de Jesús, cuidar de los más pobres de los pobres (los leprosos) en Lambarene (Gabón). En una de sus cartas confiesa explícitamente: «lo que necesitamos no son misioneros que quieran convertir a los africanos, sino personas dispuestas a hacer lo que debe ser hecho a los pobres, si es que el Sermón de la Montaña y las palabras de Jesús tienen algún valor. Mi vida no está ni en el arte ni en la ciencia sino en ser un simple ser humano que en el espíritu de Jesús hace algo por insignificante que sea». Fue uno de los primeros en ganar el premio Nobel de la Paz. Vivió y trabajó durante cerca de cuarenta años en un hospital construido por él con el dinero de sus giras dando conciertos de Bach. En sus escasas horas libres tuvo tiempo para escribir una vasta obra centrada en la ética del cuidado y del respeto por la vida. Expresó así su lema: «la ética es la responsabilidad ilimitada por todo lo que existe y vive». En otra obra afirma: «la idea clave del bien consiste en conservar la vida, desarrollarla y elevarla a su más alto valor; el mal consiste en destruir la vida, perjudicarla e impedir que se desarrolle plenamente; este es el principio necesario, universal y absoluto de la ética». Otro arquetipo del cuidado fue la enfermera inglesa Florence Nightingale. Humanista y profundamente religiosa, decidió mejorar los modelos de enfermería de su país. En 1854 con otras 28 compañeras Florence se trasladó al campo de guerra de Crimea, en Turquía, donde se utilizaban bombas de fragmentación que causaban muchos heridos. Aplicando estrictamente en el hospital militar la práctica del cuidado redujo la mortalidad del 42% al 2% en 6 meses. Este éxito le dio notoriedad universal. De vuelta a su país y más tarde en Estados Unidos creó una red hospitalaria que aplicaba el cuidado como eje orientador de la enfermería y como su ética natural. Florence Nightingale continúa siendo una referencia inspiradora. El agente de salud es por esencia un curador. Cuida de los otros como misión y como opción de vida. Pero ¿quién cuida al cuidador?, título de un hermoso libro del médico Eugênio Paes Campos (Vozes 2005). Partimos del hecho de que el ser humano es, por su naturaleza y esencia, un ser de cuidado. Se siente predispuesto a cuidar de los otros y siente la necesidad de ser cuidado él también. Cuidar y ser cuidado son elementos existenciales (estructuras permanentes) indisociables. Es sabido que cuidar es muy exigente y puede llevar al cuidador al estrés. Especialmente si el cuidado constituye, como debe ser, no un acto esporádico sino una actitud permanente y consciente. Somos limitados, sujetos al cansancio y a la vivencia de pequeños fracasos y decepciones. Nos sentimos solos. Necesitamos ser cuidados, si no, nuestro deseo de cuidar disminuye. ¿Qué hacer entonces? Lógicamente, cada persona tiene que afrontar con sentido de resiliencia (capacidad de remontar) esta situación dolorosa. Pero este esfuerzo no sustituye el deseo de ser cuidado. Es entonces cuando la comunidad del cuidado, los demás trabajadores de la salud, los médicos y el cuerpo de enfermería tienen que entrar en acción. También el enfermero o la enfermera, el médico y la médica sienten necesidad de ser cuidados. Necesitan sentirse acogidos y revitalizados exactamente como las madres hacen con sus hijos e hijas. Otras veces sienten necesidad de cuidado como soporte, sostén y protección, cosa que el padre proporciona a sus hijos e hijas. Entonces se crea lo que el pediatra D. W. Winnicott llamaba holding, es decir, aquel conjunto de cuidados y factores de animación que refuerzan el estímulo para seguir cuidando a sus pacientes. Cuando reina este espíritu de cuidado, surgen relaciones horizontales de confianza y de mutua cooperación, y se supera el malestar, nacido de la necesidad de ser cuidado. Feliz el hospital y más felices aún los pacientes que pueden contar con un grupo de cuidadores. No tendrá «prescribidores» de recetas ni aplicadores de fórmulas sino «cuidadores» de vidas enfermas que buscan la salud. La buena energía que irradia el cuidado refuerza la curación. |
Leonardo BoffNació en Concórdia, Santa Catarina (Brasil), el 14 de diciembre de 1938. Es nieto de inmigrantes italianos venidos delVéneto a Rio Grande do Sul a finales del siglo XIX. Hizo sus estudios primarios y secundarios en Concórdia-SC, Rio Negro-PR y Agudos-SP. Estudió Filosofía en Curitiba-PR y Teología en Petrópolis-RJ. En 1970 se doctoró en Teología y Filosofía en la Universidad de Munich-Alemania. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores, franciscanos, en 1959. Archivos
Agosto 2020
Categorias |