Hay dos formas principales de estar presentes en el mundo: por el trabajo y por el cuidado. Como, a diferencia de los animales, somos seres sin ningún órgano especializado, estamos obligados a trabajar para sobrevivir, es decir, tenemos que sacar de la naturaleza todo lo que necesitamos. Para ello, usamos la razón práctica, la creatividad y la tecnología. Aquí necesitamos ser objetivos y efectivos, pues en caso contrario sucumbimos a las necesidades. En la historia humana, por lo menos en Occidente, se ha instaurado la dictadura del trabajo. Este ya no es una obra sino que ha sido transformado en un medio de producción y vendido en forma de salario, lo cual implica competición y devastación atroz de la naturaleza y perversa injusticia social. Representantes principales, aunque no exclusivos, del modo de ser del trabajo son los hombres.
La segunda forma es el cuidado. Tiene en su centro la vida y las relaciones interpersonales y sociales. Todos somos hijos e hijas del cuidado, porque si nuestras madres no hubiesen tenido infinito cuidado con nosotros cuando nacimos, algunas horas después habríamos muerto y no estaríamos aquí para escribir sobre estas cosas. El cuidado tiene que ver más con sujetos que interactúan entre sí que con objetos a ser gestionados. El cuidado es un gesto amoroso para con la realidad. El cuidado no se opone al trabajo. Le da una característica propia que es la de estar hecho de tal forma que respeta las cosas y permite que se rehagan. Cuidar significa estar junto a las cosas, protegiéndolas, y no sobre ellas, dominándolas. Ellas nunca son meros medios. Representan valores y símbolos que nos evocan sentimientos de belleza, complejidad y fuerza. Obviamente se dan resistencias y perplejidades, pero son superadas por la paciencia perseverante. La mujer tiende a colocar en el lugar de la agresividad, la convivencia amorosa. En vez de la dominación, la compañía afectuosa. La cooperación sustituye a la competición. Las mujeres son portadoras privilegiadas, pero no exclusivas, del cuidado. Desde la más remota antigüedad, asistimos a un drama de consecuencias funestas: la ruptura entre el trabajo y el cuidado. Desde el neolítico se impuso el trabajo como búsqueda frenética de eficacia y de riqueza. Este modo de ser somete a la mujer, mata el cuidado, liquida la ternura y tensiona las relaciones humanas. Es el imperio del androcentrismo, del predominio del hombre sobre la naturaleza y la mujer. Ahora hemos llegado a un impasse fundamental: o imponemos límites a la voracidad productivista y rescatamos el cuidado o la Tierra no aguantará más. Sentimos la urgencia de feminizar las relaciones, es decir, de reintroducir el cuidado en todos los ámbitos, especialmente en los de las personas más masacradas (dos tercios de la humanidad), la naturaleza devastada y el mundo de la política. La puerta de entrada al universo del cuidado es la razón cordial y sensible que nos permite sentir las heridas de la naturaleza y de las personas, dejarse envolver y movilizarse para humanizar las relaciones entre todos, sin descuidar la colaboración fundamental de la razón instrumental-analítica que nos permite ser eficaces. Aquí es donde veo la importancia providencial de poder tener al frente del gobierno de Brasil a una mujer como Dilma Rousseff. Ella podrá unir las dos dimensiones: la del trabajo que busca racionalidad y eficacia (la dimensión masculina), y la del cuidado que acoge lo más pobre y sufrido y proyecta políticas de inclusión y de recuperación de la dignidad (dimensión femenina). Dilma posee el carácter de una gran y eficiente gestora (su lado de trabajo/masculino) y al mismo tiempo la capacidad de llevar adelante con ternura y compasión el proyecto de Lula de cuidar de los pobres y de los oprimidos (su lado de cuidado/femenino). Ella puede realizar el ideal de Gandhi: «la política es un gesto amoroso para con el pueblo». En este momento dramático de la historia de Brasil y del mundo es importante que una mujer ejerza el poder como cuidado y servicio. Ella, Dilma, imbuida de esta conciencia, podrá imponer límites al trabajo devastador y podrá hacer que el desarrollo ansiado se haga con la naturaleza y no contra ella, con sentido de justicia social, de solidaridad a partir de abajo, y de una fraternidad abierta que incluye a todos los pueblos y a toda la comunidad de vida.
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Brasil ya dejó de «yacer tumbado en espléndida cuna». En los últimos años, particularmente bajo la administración del Presidente Lula, ha conocido transformaciones inéditas en nuestra historia. Son la consecuencia de un proyecto político que ha decido colocar la nación por encima del mercado, que concede una posición central a lo social-popular, consiguiendo integrar a millones y millones de personas, antes condenadas a la exclusión y a morir antes de tiempo. A pesar de las obligaciones que tuvo que asumir impuestas por la macroeconomía neoliberal, no se sometió a los dictámenes provenientes del FMI, del Banco Mundial y de otras instancias que dirigen el curso de la globalización económica. Abrió un camino propio, tan sostenible que afrontó con éxito la profunda crisis económico-financiera que diezmó las economías centrales y que, debido a la escasez creciente de bienes y servicios naturales y al calentamiento global, está poniendo en jaque la propia reproducción del sistema del capital.
El gobierno Lula llevó a cabo la revolución brasilera en el sentido de Caio Prado Jr. en su clásico A Revolução Brasileira (1966): «Transformaciones capaces de reestructurar la vida de un país de manera adecuada a sus necesidades más generales y profundas, y a las aspiraciones de la gran masa de su población… algo que lleve la vida del país por un nuevo rumbo». Esas transformaciones han ocurrido, las necesidades más básicas de comer, vivir, trabajar, estudiar y tener luz y salud han sido, en gran parte, satisfechas. Se ha dado un nuevo rumbo a nuestro país, rumbo que confiere la dignidad siempre negada a las grandes mayorías. Lula nunca traicionó su promesa de erradicar el hambre y de poner el acento en lo social. Su actuación ha sido tan impactante que ha sido considerado uno de los grandes líderes mundiales. Este inestimable legado no se puede poner en peligro. A pesar de los errores y desviaciones ocurridas durante su gobierno, que hay que reconocer, corregir y sancionar, las transformaciones deben ser consolidadas y completadas. Este es el principal significado de la victoria de la candidata Dilma, que es portadora de las cualidades necesarias para «rehacer» continuadamente el nuevo Brasil. Para esto es importante derrotar al candidato de la oposición José Serra. Él representa otro proyecto de Brasil que viene del pasado, se reviste de bellas palabras y de propuestas ilusorias pero fundamentalmente es neoliberal y no-popular, y se propone privatizar y debilitar al Estado para permitir la actuación libre del capital privado nacional, articulado con el mundial. Los ideólogos del PSDB que apoyan a Serra consideran irreversible el proceso de globalización por la vía del mercado, a pesar de estar en crisis. Dicen: debemos insertarnos en él aunque sea de forma subalterna. En caso contrario, nos condenamos a la irrelevancia histórica. Esto aparece claramente cuando Serra aborda la política exterior. Explícitamente se alínea con las potencias centrales, imperialistas y militaristas que persisten en el uso de la violencia para resolver los problemas mundiales, ridiculizando el intento del Presidente Lula de fundar una nueva diplomacia basada en el diálogo y en la negociación sincera sobre la base del gana-gana. El destino de Brasil dentro de esa opción, está más pendiente de las megafuerzas que controlan el mercado mundial que de las decisiones políticas de los brasileros. La autonomía de Brasil con un proyecto propio de nación que puede ayudar a encontrar un nuevo rumbo salvador a la humanidad, atribulada por tantos peligros, está totalmente ausente de su discurso. Ese proyecto neoliberal, triunfante en los ocho años de gobierno de Fernando Henrique Cardoso, realizó hechos importantes, especialmente en la estabilización económica. Pero hizo políticas pobres para los pobres y ricas para los ricos. Las políticas sociales no pasaban de migajas. Los portadores del proyecto neoliberal son sectores ligados al agronegocio de exportación, las élites económico-financieras, modernas en el estilo de vida pero conservadoras en el pensamiento, los representantes de las multinacionales con sede en nuesto país y las fuerzas políticas de la modernización tecnológica sin transformaciones sociales. Votar a Dilma es garantizar las conquistas hechas en favor de las grandes mayorías y consolidar un Estado, cuya Presidenta sabrá cuidar del pueblo, pues es de la esencia de lo femenino cuidar y proteger la vida en todas sus formas. Dilma Rousseff, como mujer, despierta para su misión histórica, única. Su candidatura es providencial para Brasil y para el equilibrio de la Madre Tierra. Que los electores, hombres y mujeres, al elegirla presidente, se conviertan en artífices de un proceso de regeneración y de un buen destino para todos. (Traducción Susana Merino)
La reflexión antropológica de los últimos años ha demostrado que masculino-femenino son entidades autónomas, pero también principios o fuentes de energía que permanentemente construyen lo humano como hombre o mujer. Estos son resultado de las acción de esos principios anteriores y subyacentes que con densidades diferentes se realizan en cada uno de ellos Lo femenino en el hombre y en la mujer es aquel momento de integración. De profundidad abisal, de la capacidad de pensar con el propio cuerpo, de descifrar mensajes escondidos sobre señales y símbolos, de interioridad, de sentimiento de pertenencia a un todo mayor, de cooperación, de compasión, de recptividad, de poder generador y nutricio de la espiritualidad. Lo masculino en la mujer y en el hombre expresa el otro polo del ser humano, de la razón de la objetividad, del orden, del poder y hasta de la agresividad y la materialidad. Corresponden a lo masculino en el hombre y en la mujer el movimiento hacia la transformación, para el trabajo, para el uso de la fuerza, para la claridad que permite distinguir, separar y ordenar. Corresponde a lo femenino en el hombre y la mujer la capacidad de descanso, de cuidado, de conservación, de amor incondicional, de percibir el otro lado de las cosas, de cultivar el espacio del misterio que desafía siempre la curiosidad, el deseo de conocer. Observese: no se dice que el hombre realiza o todo lo que es masculina y la mujer todo lo que expresa lo femenino. Se trata de principios presentes en cada uno de ellos, estructuradores de la identidad personal del hombre y de la mujer. Continúa siendo el drama de la cultura patriarcal el hecho de que el principio masculino haya sido usurpado solo por el hombre, haciendo que él se considerase el único dueño de la racionalidad, del mando, de la construcción de la sociedad, relegando a la privacidad y a las tareas dependientes a la mujer, considerada un apéndice, un objeto de adorno y de satisfacción. Al no integrarse lo femenino en sí se enriqueció y se deshumanizó. Por otra parte impedimos que la mujer realizase su parte masculina, se fragilizó y se le impidió y le produjo un sentimiento de falta de plenitud. Ambos se pauperizaron y mutilaron la construcción de la figura del ser humano uno y diferente, recíproco e igualitario. La superación de este obstáculo cultural es la primera condición para una relación de género integrador y justo para cada una de las partes. El movimiento feminista mundial puso en jaque la proyecto patriarcal que dominó por siglos y desconstruyó las relaciones de género organizadas bajo el signo de la opresión y de la dependencia. Estrenó relaciones más simétricas y cooperativas. Esos avances permiten entrever un giro en el eje cultural de la humanidad. Se dibuja en todas partes un nuevo tipo de manifestación de lo femenino y de lo masculino en términos de asociación, de colaboración y de solidaridad en los cuales los hombres y las mujeres se aceptan con sus diferencias, en el horizonte de una profunda igualdad personal, de origen y de destino, de tareas y de compromiso en la construcción de una mayor benevolencia para con la vida y la tierra y de formaciones sociales más participativas y solidarias. Pero en el momento actual vivimos una situación singular de la humanidad. Como especie estamos en un nuevo umbral. El calentamiento global, del agotamiento de los bienes y servicios naturales, la escasez de agua potable y el estrés del sistema Vida y el sistema Tierra nos enfrenan a este dilema: o nacemos como otra especie humana, con otra conciencia y otras responsabilidades o iremos al encuentro de la oscuridad. El Brasil, dada su situación ecogeográfica privilegiada debe asumir un lugar central en la construcción del nuevo eqilibrio de la tierra o corremos el riesgo de encontrarnos en un camino sin retorno. En este momento en que se exigen como nunca antes en la historia la vivencia de los valores de lo femenino, del alma, como expresamos anteriormente: se debe poner en el centro a la vida, al cuidado, a la cooperación, a la compasión y a los valores humanos universales. Dilma Rousseff, como mujer despierta para su misión histórica. Única. Su candidatura es providencial para el Brasil y para el equilibrio de la Madre Tierra. Que los electores, hombres y mujeres, al elegirla presidente, se conviertan en artífices de un proceso de regenración y de un buen destino para todos. (*) Leonardo Boff escribió con Rose Marie Muraro, Femenino y Masculino (Record) 2002. El título de este artículo resulta una obviedad para quien entienda mínimamente la teoría de la relatividad de Einstein, que afirma que materia y energía son equivalentes. La materia es energía altamente condensada que puede ser liberada, como lo mostró lamentablemente la bomba atómica. El camino de la ciencia ha hecho más o menos el siguiente recorrido: de la materia llegó al átomo, del átomo a las partículas subatómicas, de las partículas subatómicas a los «paquetes de onda» energética, de los paquetes de onda a las supercuerdas vibratorias en once dimensiones o más, representadas como música y color. Así un electrón vibra más o menos quinientos billones de veces por segundo. La vibración produce sonido y color. El universo sería, pues, una sinfonía de sonidos y colores. De las supercuerdas se llegó, finalmente, a la energía de fondo, al vacío cuántico.
En este contexto, recuerdo siempre una frase dicha por W.Heisenberg, uno de los padres de la mecánica cuántica, en un semestre que dio en la Universidad de Munich en 1968 en el que pude participar, y que todavía suena en mis oídos: «El universo no está hecho de cosas sino de redes de energía vibratoria, emergiendo de algo todavía más profundo y sutil». Por lo tanto, la materia perdió su foco central en favor de la energía que se organiza en campos y redes. ¿Qué es ese «algo más profundo y sutil» de donde emerge todo? Los físicos cuánticos y astrofísicos lo llaman «energía de fondo» o «vacío cuántico», expresión inadecuada porque dice lo contrario de lo que la palabra vacío significa. El vacío cuántico representa la plenitud de todas las posibles energías y sus eventuales densificaciones en los seres. De ahí que hoy se prefiera la expresión pregnant void «vacío preñado» o la «fuente originaria de todo ser». No es algo que pueda ser representado en las categorías convencionales de espacio-tiempo, pues es algo anterior a todo lo que existe, anterior al espacio-tiempo y a las cuatro energías fundamentales, la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte y la débil. Algunos astrofísicos lo imaginan como una especie de vasto océano, sin márgenes, ilimitado, inefable, indescriptible y misterioso en el cual, como en un útero infinito, están hospedadas todas las posibilidades y virtualidades de ser. De allí emergió, sin que podamos saber cómo ni por qué, aquel puntito extremadamente lleno de energía, inimaginablemente caliente que después explotó (big bang) dando origen a nuestro universo. Nada impide que de aquella energía de fondo hayan surgido otros puntos, gestando también otras singularidades y otros universos paralelos o en otra dimensión. Con la aparición del universo, irrumpió simultáneamente el espacio-tiempo. El tiempo es el movimiento de la fluctuación de las energías y de la expansión de la materia. El espacio no es el vacío estático dentro del cual todo sucede, sino aquel proceso continuamente abierto que permite que las redes de energía y los seres se manifiesten. La estabilidad de la materia presupone la presencia de una poderosísima energía subyacente que la mantiene en este estado. En realidad, nosotros percibimos la materia como algo sólido porque las vibraciones de la energía son tan rápidas que no alcanzamos a percibirlas con los sentidos corporales. Pero para eso nos ayuda la física cuántica, justamente porque se ocupa de las partículas y de las redes de energía, que nos abren esta visión diferente de la realidad. La energía es y está en todo. Sin energía nada podría subsistir. Como seres conscientes y espirituales, somos una realización complejísima, sutil y extremadamente interactiva de energía. ¿Qué es esa de energía de fondo que se manifiesta bajo tantas formas? No hay ninguna teoría científica que la defina. Además necesitamos de la energía para definir la energía. No hay como escapar de esta redundancia, observada ya por Max Planck. Esta Energía tal vez sea la mejor metáfora de lo que significa Dios, cuyos nombres pueden variar, pero señalan siempre la misma Energía subyacente. Ya el Tao Te Ching (§ 4) decía lo mismo del Tao: «El Tao es vacío, imposible de colmar, y por eso, inagotable en su acción. En su profundidad reside el origen de todas las cosas y unifica el mundo». La singularidad del ser humano es poder entrar en contacto consciente con esta Energía. Él puede invocarla, acogerla y percibirla en forma de vida, de irradiación y de entusiasmo. Estoy profundamente a favor de la libertad de expresión por la cual fui castigado con “silencio obsequioso” por las autoridades del Vaticano. A riesgo de ser preso y torturado ayudé a la editorial Vozes a publicar el libro Brasil Nunca Mais, donde se denunciaban las torturas usando exclusivamente fuentes militares, lo que aceleró la caída del régimen autoritario Esta historia de vida me avala para hacer las críticas que hago ahora al enfrentamiento actual entre el Presidente Lula y los medios de comunicación que se quejan de que se menoscabe su libertad. Lo que está ocurriendo ya no es un enfrentamiento de ideas y de interpretaciones en el uso legítimo de la libertad de prensa. Se está produciendo un abuso de la libertad de prensa porque, previendo una derrota electoral, esos medios han decidido hacer una guerra tenaz contra el Presidente Lula y la candidata Dilma Rousseff. En esa guerra vale todo lo factible: la ocultación de hechos, la distorsión y la mentira directa. Es necesario dar el nombre de estos poderosos medios. Son familias que, cuando ven contrariados sus intereses comerciales e ideológicos, se comportan como «familia» mafiosa. Son dueños privados que pretenden hablar para todo Brasil y mantener bajo tutela a la llamada opinión pública. Son los dueños de O Estado de São Paulo, A Folha de São Paulo, O Globo y la revista Veja, en los cuales se instaló la razón cínica y lo que hay de más falso y mafioso en la prensa brasilera. Están al servicio de un bloque histórico asentado sobre el capital que siempre explotó al pueblo y que no acepta a un Presidente proveniente de ese pueblo. Más que informar y suministrar material para la discusión pública, pues esa es la misión de la prensa, estos medios empresariales se comportan como un feroz partido de oposición. En su furia, cual desesperados e inapelablemente derrotados, sus dueños, editorialistas y analistas no tienen el mínimo respeto debido a la más alta autoridad del país, el Presidente Lula. En él ven solamente un peón que debe ser tratado con el látigo de la palabra que humilla. Hay un hecho que ellos no consiguen digerir en su estómago elitista: aceptar que un obrero, nordestino, sobreviviente de la gran tribulación de los hijos de la pobreza, haya llegado a ser Presidente. Este lugar, la Presidencia, así piensan, les corresponde a ellos, los ilustrados, los entroncados con el gran mundo, aunque no consigan librarse del complejo de no tener personalidad propia, pues se sienten meramente menores y asociados al gran juego mundial. Para ellos, el sitio del peón es produciendo en la fábrica. Como lo mostró el gran historiador José Honório Rodrigues (Conciliação e Reforma), “la mayoría dominante, conservadora o liberal, ha sido siempre alienada, antiprogresista, antinacional y no contemporánea. El líder nunca se reconcilió con el pueblo. Nunca vio en él una criatura de Dios, nunca lo reconoció, le gustaría que fuese lo que no es. Nunca vio sus virtudes ni admiró sus servicios al país, lo llamó de todo, inútil, bueno para nada, arrasó su vida y después que lo vio crecer le negó poco a poco su aprobación, conspirando para colocarlo de nuevo en la periferia, sitio que sigue pensando le pertenece” (p. 16). Este es pues el sentido de la guerra que montan contra Lula. Es una guerra contra los pobres que se están liberando. Ellos no temen al pobre sumiso; tienen pavor del pobre que piensa, que habla, que progresa y que hace una trayectoria ascendente como Lula. Como se deduce, se trata de una cuestión de clase. Los de abajo deben quedarse abajo. Pero ocurre que alguien de abajo llegó arriba, convirtiéndose en el presidente de todos los brasileros. Esto para ellos es sencillamente intolerable. Los dueños y sus aliados ideológicos han perdido el pulso de la historia. No se han dado cuenta de que Brasil ha cambiado. Han surgido redes de movimientos organizados, de donde viene Lula y tantos otros líderes. Ya no hay lugar para coroneles y para los que se sentían caudillos del pueblo. Cuando Lula afirmo que «la opinión pública somos nosotros», frase tan distorsionada por esos medios rabiosos, quiso enfatizar que el pueblo organizado y consciente arrebató a los medios comerciales la pretensión de ser los formadores y portadores exclusivos de la opinión pública. Tienen que renunciar a la dictadura de la palabra escrita, hablada y televisada y disputar con otras fuentes de información y de opinión. El pueblo cansado de ser gobernado por las clases dominantes decidió votar por sí mismo. Votó por Lula como representante suyo. Una vez en el gobierno realizó una revolución conceptual, inaceptable para ellas. El Estado no se hizo enemigo del pueblo, sino inductor de cambios profundos que han beneficiado a más de 300 millones de personas. De miserables pasaron a ser trabajadores pobres, de trabajadores pobres pasaron a ser clase media baja y de clase media baja pasaron a clase media. Empezaron a comer, a tener luz en casa, a poder mandar los hijos a la escuela, a ganar mejor salario y, en fin, a mejorar la vida. Otro concepto innovador ha sido el desarrollo con inclusión social y distribución de la renta. Antes había solamente desarrollo/crecimiento que beneficiaba a los ya beneficiados a costa de las masas destituidas y con salarios de hambre Ahora se ha dado una visible movilización de clases, generando satisfacción de las grandes mayorías y la esperanza de que todo todavía puede ser mejor. Concedemos que en el gobierno actual hay un déficit de conciencia y de prácticas ecológicas, pero hay que reconocer que Lula fue fiel a su promesa de hacer amplias políticas públicas dirigidas a los más marginados. Lo que la gran mayoría desea es mantener la continuidad de este proceso de mejora y de cambio. Esta continuidad es peligrosa para los medios empresariales que presencian, asustados, el fortalecimiento de la soberanía popular que se vuelve crítica, ya no manipulable, y con deseo de ser actor de esa nueva historia política democrática de Brasil. Va a ser una democracia cada vez más participativa y no solamente de delegación. Ésta abría un amplio espacio a la corrupción de las elites, daba preponderancia a los intereses de las clases opulentas y a su brazo ideológico que son las empresas de la comunicación. La democracia participativa escucha a los movimientos sociales y hace del Movimiento de los Sin Tierra (MST) -odiado especialmente por Veja, que no quiere ni verlo- un protagonista de los cambios sociales, no solamente con referencia a la tierra, sino también al modelo económico y a las formas cooperativas de producción. Lo que está en juego en este enfrentamiento entre los medios comerciales y Lula/Dilma es esta pregunta: ¿Qué Brasil queremos? ¿Aquel injusto, neocolonial, neoglobalizado y, en el fondo, retrogrado y envejecido, o el Brasil nuevo con sujetos históricos nuevos, antes siempre mantenidos al margen y ahora despuntando con energías nuevas para construir un Brasil que hasta ahora nunca habíamos visto? A este Brasil se le combate en la persona del Presidente Lula y de la candidata Dilma. Pero ellos representan lo que debe ser y lo que debe ser tiene fuerza. Triunfarán a pesar de los malos deseos de este sector endurecido de los medios comerciales de comunicación. La victoria de Dilma dará solidez a este camino nuevo, ansiado y construido con sudor y sangre por tantas generaciones de brasileros. [Publicado y enviado por Servicios Koinonía]. * Teólogo, filósofo e escritor Siglos de guerras, de enfrentamientos, de luchas entre pueblos y de conflictos de clase nos están dejando una amarga lección. Este método primario y reduccionista no nos ha hecho más humanos, ni nos aproxima más unos a otros, ni mucho menos nos ha traído la tan ansiada paz. Vivimos en permanente estado de sitio y llenos de miedo. Hemos alcanzado un estadio histórico que, en palabras de la Carta de la Tierra, «nos convoca a un nuevo comienzo». Esto requiere una pedagogía, fundada en una nueva conciencia y en una visión incluyente de los problemas económicos, sociales, culturales y espirituales que nos desafían.
Esta nueva conciencia, fruto de la mundialización, de las ciencias de la Tierra y de la vida y también de la ecología nos está mostrando un camino a seguir: entender que todas las cosas son interdependientes y que ni siquiera las oposiciones están fuera de un Todo dinámico y abierto. Por esto, no cabe separar sino integrar, incluir en vez de excluir; reconocer, sí, las diferencias, pero buscar también las convergencias, y en lugar del gana-pierde, buscar el gana-gana. Tal perspectiva holística está influenciando los procesos educativos. Tenemos un maestro inolvidable, Paulo Freire, que nos enseñó la dialéctica de la inclusión y a poner «y» donde antes poníamos «o». Debemos aprender a decir «sí» a todo lo que nos hace crecer, en lo pequeño y en lo grande. Fray Clodovis Boff acumuló mucha experiencia trabajando con los pobres en Acre y en Río de Janeiro. En la línea de Paulo Freire, nos entregó un librito que se ha convertido en un clásico: C—mo trabajar con el pueblo. Y ahora, ante los desafíos de la nueva situación del mundo, ha elaborado un pequeño decálogo de lo que podría ser una pedagogía renovada. Vale la pena transcribirlo y considerarlo, pues puede ayudarnos, y mucho. «1. Sí al proceso de concientización, al despertar de la conciencia crítica y al uso de la razón analítica (cabeza). Pero sí también a la razón sensible (corazón) donde se enraízan los valores y de donde se alimentan el imaginario y todas las utopías. 2. Sí al ‘sujeto colectivo’ o social, al ‘nosotros’ creador de historia (‘nadie libera a nadie, nos liberamos juntos’). Pero sí también a la subjetividad de cada uno, al ‘yo biográfico’, al ‘sujeto individual’ con sus referencias y sueños. 3. Sí a la ‘praxis política’, transformadora de las estructuras y generadora de nuevas relaciones sociales, de un nuevo ‘sistema’. Y sí también a la ‘práctica cultural’ (simbólica, artística y religiosa), ‘transfiguradora’ del mundo y creadora de nuevos sentidos o, simplemente, de un nuevo ‘mundo vital’. 4. Sí a la acción ‘macro’ o societaria (en particular a la ‘acción revolucionaria’), la que actúa sobre las estructuras. Pero sí también a la acción ‘micro’, local y comunitaria (‘revolución molecular’) como base y punto de partida del proceso estructural. 5. Sí a la articulación de las fuerzas sociales en forma de ‘estructuras unificadoras’ y centralizadas. Pero sí también a la articulación en ‘red’, en la cual por una acción descentralizada, cada nudo se vuelve centro de creación, de iniciativas y de intervenciones. 6. Sí a la ‘crítica’ de los mecanismos de opresión, a la denuncia de las injusticias y al ‘trabajo de lo negativo’. Pero sí también a las propuestas ‘alternativas’, a las acciones positivas que instauran lo ‘nuevo’ y anuncian un futuro diferente. 7. Sí al ‘proyecto histórico’, al ‘programa político’ concreto que apunta hacia una ‘nueva sociedad’. Pero sí también a las ‘utopías’, a los sueños de la ‘fantasía creadora’, a la búsqueda de una vida diferente, en fin, de ‘un mundo nuevo’. 8. Sí a la ‘lucha’, al trabajo, al esfuerzo para progresar, sí a la seriedad del compromiso. Y sí también a la ‘gratuidad’ tal como se manifiesta en el juego, en el tiempo libre, o simplemente, en la alegría de vivir. 9. Sí al ideal de ser ‘ciudadano’, de ser ‘militante’ y ‘luchador’, sí a quien se entrega lleno de entusiasmo y coraje a la causa de la humanización del mundo. Pero también sí a la figura del ‘animador’, del ‘compañero’, del ‘amigo’, en palabras sencillas, sí a quien es rico en humanidad, en libertad y en amor. 10. Sí a una concepción ‘analítica’ y científica de la sociedad y de sus estructuras económicas y políticas. Pero sí también a la visión ‘sistémica’ y ‘holística’ de la realidad, vista como totalidad viva, integrada dialécticamente en sus varias dimensiones: personal, de género, social, ecológica, planetaria, cósmica y trascendente». |
Leonardo BoffNació en Concórdia, Santa Catarina (Brasil), el 14 de diciembre de 1938. Es nieto de inmigrantes italianos venidos delVéneto a Rio Grande do Sul a finales del siglo XIX. Hizo sus estudios primarios y secundarios en Concórdia-SC, Rio Negro-PR y Agudos-SP. Estudió Filosofía en Curitiba-PR y Teología en Petrópolis-RJ. En 1970 se doctoró en Teología y Filosofía en la Universidad de Munich-Alemania. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores, franciscanos, en 1959. Archivos
Agosto 2020
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