IGLESIA Y POLÍTICA
1.-La religión no debe ser ningún poder. La última frase de este pasaje evangélico, mil veces fue citada y mil veces utilizada en sentido partidista, tanto por los del César como por los de Dios, y por tanto de manera falsa e interesada. En primer lugar la religión no debe ser ningún poder, y menos la cristiana. Cuando la Iglesia se convierte en poder ya no es la Iglesia de Jesucristo, porque su misión es solo servir: "el mayor entre vosotros ha de ser el servidor de todos". Todas las religiones, cuando se convierten en instrumentos de poder, son muy peligrosas, porque generan odio, animadversión y fanatismos que conducen a la violencia. Lo vemos a cada paso en algunos sectores del islamismo, y lo hemos visto en la Católica en diversas etapas de su historia. En segundo lugar cuando religión y política se convierten en poder se utilizan mutuamente como instrumentos de conveniencia, creando dependencias que les hacen ser mutuamente necesarios uno para el otro y favorecerse recíprocamente. El poder político favorece al religioso con donativos, con exenciones fiscales, prebendas, etc. Y el poder religioso legitima las decisiones del poder político aunque a veces no sean ni de lejos coherentes con el mensaje evangélico. Lo hemos visto bien claro en España durante los largos años de la dictadura, y aun ahora con la inscripción masiva de muchos inmuebles que, costeados con dinero e incluso mano de obra gratuita del pueblo, los recientes gobiernos de turno permitieron a la Iglesia católica inscribirlos todos a su nombre en los Registros correspondientes. 2.-La Iglesia no puede hipotecar a ningún César, a ningún gobierno, lo que solo es de Dios. De Dios son los oprimidos, los pobres, los indefensos, los desvalidos, los marginados. Cuando la Iglesia calla la boca ante leyes injustas (reforma laboral, reformas fiscales, etc.), que favorecen más a los de arriba que a los de abajo, está traicionando a Jesucristo presente en los débiles y necesitados. La iglesia no puede consentir de ninguna manera el sacrificio de los débiles al poder político ni económico, como está pasando ahora en España. No basta acudir en ayuda de los desahuciados, los parados, los excluidos de la sanidad pública. Tenemos que denunciar al sistema que los produce, las causas y los causantes que los generan. Un sistema político, cuyos cargos públicos, políticos y sindicales, están mucho más al servicio de su propio dinero o el dinero de los bancos y las grandes empresas que al servicio del pueblo, es injusto, es contrario al Evangelio. Es incompatible con la asistencia a actos religiosos y a celebraciones cultuales cristianas. Todos los que tienen el dinero y el poder como meta de su vida, no deberían entrar nunca en un templo cristiano porque su dios no es el Dios de Jesucristo. 3.-Pagar impuestos: Es justo y necesario pagar impuestos para sostener los servicios sociales como la educación, la sanidad, las comunicaciones, la discapacidad, etc. de personas que no tienen medios para costearlas por si mismas. Pero si estos impuestos van a ser luego empleados para mordidas, para sobornos, para gastos militares injustificados (eso ya no es del César), en esos casos la objeción fiscal es una obligación, máxime si Hacienda tiene mano dura y rigurosa con los de abajo, e indulgente y permisiva con los de arriba, o si después viene la Justicia alargando sine die las sentencias contra los grandes defraudadores... Estos días Hacienda parece que está despejando la hojarasca podrida de algunos políticos, banqueros, asesores reales y sindicalistas, para llamarlos al orden. Esperemos que la justicia actúe pronto y bien. El pueblo necesita con urgencia recuperar la confianza y la ética pública y privada. 4.-Ejercer la política: Ejercer un cargo político o sindical con honradez, lealtad, honestidad, entrega personal y vocación de servicio a la Comunidad tiene un gran valor humano y por lo mismo cristiano. Estos merecen nuestro voto. Pero ejercerlo para enriquecerse, dejarse sobornar, tener influencias, llevar una vida por encima del nivel del pueblo, escalar hacia más poder y querer perpetuarse en él, esto no es servir al pueblo sino servirse del pueblo. Tomar decisiones que solo favorecen a los que más tienen, es inhumano, injusto, indecente y deleznable. A estos tales un cristiano nunca les debe dar su voto. Todos podemos saber quiénes son, pues, como dice Jesús, por sus obras los conoceremos. 5.-Dinero para la Iglesia: "El Gobierno recorta un 15% el gasto en prestaciones por desempleo para 2015, pero no disminuirá el dinero destinado a la Iglesia católica, a la que abonará mensualmente 13,2 millones de euros, que representarán al año 158,4 millones de euros, según el proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado (PGE), presentado por Cristóbal Montoro en el Congreso" (El Plural). ¿Pueden los Obispos de la Iglesia, desde esa situación privilegiada, ser críticos con las decisiones gubernamentales causantes de muchas de esas necesidades que luego ha de satisfacer Cáritas, y denunciar, por ejemplo, a los 83 directivos y consejeros de Caja Madrid que utilizaron presuntamente tarjetas opacas con las que cargaron a la entidad más de 15 millones de € para sus gastos privados? ¿Dónde están hoy los profetas?
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Dos posturas ante el tributo al César
Seguimos en la explanada del templo de Jerusalén, en medio de los enfrentamientos de diversos grupos con Jesús. Esta vez, fariseos y herodianos lo van a poner en un serio compromiso preguntándole sobre la licitud del tributo al emperador romano. Por entonces, además de los impuestos que se pagaban a través de peajes, aduanas, tasas de sucesión y de ventas, los judíos debían pagar el tributo al César, que era la señal por excelencia de sometimiento a él. Fariseos y herodianos no tenían dudas sobre este tema; ambos grupos eran partidarios de pagarlo. Los fariseos, porque no querían conflictos con los romanos mientras les permitieran observar sus prácticas religiosas. Los herodianos, porque mantenían buenas relaciones con Roma. Como a nadie le gusta pagar, los rabinos discutían si se podía eludir el tributo. Y algunos adoptaban la postura pragmática que refleja el tratado Pesajim 112b: «... no trates de eludir el tributo, no sea que te descubran y te quiten todo lo que tienes» (consejo aplicable a otras actividades económicas, que no tuvieron presente muchos jefes de Caja Madrid). Sin embargo, otros judíos adoptaban una postura de oposición radical, basada en motivos religiosos. Dado que el pago del tributo era signo de sometimiento al César, algunos lo interpretaban como un pecado de idolatría, ya que se reconocía a un señor distinto de Dios. Este era el punto de vista de los sicarios, grupo que comienza con Judas el Galileo, cuando el censo de Quirino, a comienzos del siglo I de nuestra era. Al narrar los comienzos del movimiento cuenta Flavio Josefo: «Durante su mandato [de Coponio], un hombre galileo, llamado Judas, indujo a los campesinos a rebelarse, insultándolos si consentían pagar tributo a los romanos y toleraban, junto a Dios, señores mortales» (Guerra de los Judíos II, 118). Más adelante repite afirmaciones muy parecidas: «Judas, llamado el galileo..., en tiempos de Quirino había atacado a los judíos por someterse a los romanos al mismo tiempo que a Dios» (Guerra de los Judíos II, 433). La trampa de la pregunta Con este presupuesto, se advierte que la pregunta que le hacen a Jesús sobre si es lícito pagar el tributo podía comprometerlo gravemente ante las autoridades romanas (si decía que no), o ante los sectores más progresistas y politizados del país (si decía que sí). Además, la pregunta es especialmente insidiosa, porque no se mueve a nivel de hechos, sino a nivel de principios, de licitud o ilicitud. La respuesta de Jesús Jesús, que advierte enseguida la mala intención, ataca desde el comienzo: «¿Por qué me tentáis, hipócritas?» Pide la moneda del tributo, devuelve la pregunta y saca la conclusión. Jesús, como sus contemporáneos, acepta que el ámbito de dominio de un rey es aquel en el que vale su moneda. Si en Judá se usa el denario, con la imagen del César, significa que quien manda allí es el César, y hay que darle lo que es suyo. Estas palabras de Jesús, tan breves, han sido de enorme trascendencia al elaborar la teoría de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Y se han prestado también a interpretaciones muy distintas. Las cosas de Dios Si analizamos el texto, las palabras: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», no constituyen una evasiva, como algunos piensan. Van al núcleo del problema. Los fariseos y herodianos han preguntado si es lícito pagar tributo desde un punto de vista religioso, si ofende a Dios el que se pague. La respuesta contundente de Jesús es que a Dios le interesan otras cosas más importantes, y esas no se las quieren dar. Teniendo presente el conjunto del evangelio, «las cosas de Dios», lo que le interesa, es que se escuche a Jesús, su enviado, que se acepte el mensaje del Reino, que se adopte una actitud de conversión, que se ponga término al raquitismo espiritual y religioso, que se sepa acoger a los débiles, a los menesterosos, a los marginados. Eso no interesa ni preocupa a fariseos y herodianos, pero es la cuestión principal. Si el evangelio no fuese tan escueto, podría haber parafraseado la respuesta de Jesús de esta manera: ¿Es lícito poner el sábado por encima del hombre? ¿Es lícito cargar fardos pesados sobre las espaldas de los hombres y no empujar ni con un dedo? ¿Es lícito llamar la atención de la gente para que os hagan reverencias y os llamen maestros? ¿Es lícito impedir a la gente el acceso al Reino de Dios? ¿Es lícito hacer estúpidas disquisiciones sobre los votos y juramentos? ¿Es lícito dejar morir de hambre al padre o a la madre por cumplir un voto? ¿Es lícito pagar los diezmos de la menta y del comino, y olvidar la honradez, la compasión y la sinceridad? En todo esto es donde están en juego «las cosas de Dios», no en el pago del tributo al César. Naturalmente, la comunidad cristiana pudo sacar de aquí consecuencias prácticas. Frente a la postura intransigente de los sicarios, defender que no era pecado pagar tributo al César. Y, con una perspectiva más amplia, fundamentar una teoría sobre la convivencia del cristiano en la sociedad civil, sin necesidad de buscar por todas partes enfrentamientos inútiles. Siempre, incluso en las peores circunstancias políticas, nadie podrá arrebatarles a la iglesia y al cristiano la posibilidad de dar a Dios lo que es de Dios. El emperador no siempre es enemigo (1ª lectura) En Israel, desde los primeros siglos, hubo gente fanática y enemiga de conceder el poder político a un hombre mortal. El único rey debía ser Dios, aunque no quedaba claro cómo ejercía en la práctica esa realeza. Otros grupos, sin negarle la autoridad suprema a Dios, aceptaban el gobierno de un rey humano. Pero siempre debía tratarse de un israelita, no de un extranjero. La novedad del texto de Isaías, una auténtica revolución teológica para la época, es que Dios, aunque afirma su suprema autoridad («Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios»), él mismo escoge al rey persa Ciro, lo lleva de la mano, le pone la insignia y le concede la victoria. Porque Ciro, al cabo de pocos años, será quien conquiste Babilonia y libere a los judíos, permitiéndoles volver a su tierra. Este proceso de esclavitud – liberación – vuelta a la tierra recuerda a lo ocurrido siglos antes, cuando el pueblo salió de Egipto. La gran novedad, escandalosa para muchos judíos, es que ahora el salvador humano no es un nuevo Moisés sino un emperador pagano. El texto ha sido elegido para confirmar con un ejemplo histórico que se puede respetar al emperador, pagar tributo, sin por ello ofender a Dios. Los jefes religiosos comprendieron que las tres parábolas polémicas (los dos hermanos que el padre manda a trabajar en la viña, viñadores homicidas, banquete de Boda) se referían a ellos; por eso contraatacan con tres preguntas capciosas que intentan tenderle una trampa para tener de qué acusarlo. La primera es la del tributo al César que acabamos de leer. La segunda es sobre la resurrección de los muertos. La tercera, cuál es el primer mandamiento, que leeremos el domingo que viene.
Merece atención el texto del segundo Isaías que hemos leído (Is 45,1-6). Es muy interesante, porque es la primera vez que la Biblia habla de un único Dios. Estamos a mediados del s. VI, y hasta ese momento, Israel tenía su Dios, pero no ponía en cuestión que otros pueblos tuvieran sus propios dioses. Esto no lo hemos tenido nunca claro. El creer en un Dios único es un salto cualitativo increíble en el proceso de maduración de la revelación. El evangelio de hoy no es sencillo. Con la frasecita de marras, Jesús contesta a lo que no le habían preguntado. No se mete en política, pero apunta a una actitud vital que supera la disyuntiva que le proponen. Una nefasta interpretación de la frase de Jesús la convirtió en un argumento para apoyar el maniqueísmo en nombre del evangelio. Seguimos entendiendo la frase como una oposición entre lo religioso y lo profano; hoy entre la Iglesia y el Estado. Se trata de una falta absoluta de perspectiva histórica. Moisés utilizó a Dios para agrupar a varias tribus en un solo pueblo. Fue siempre una teocracia en toda regla. Cuando se instauró la monarquía por influencia de las naciones próximas, al rey se le consideró como un representante de Dios (hijo de Dios), sin ningún poder al margen del conferido por la divinidad. Al proponer la pregunta, los fariseos no piensan en una confrontación entre el poder religioso y el poder civil, sino entre su Dios y el Cesar divinizado. Fijaos que el texto dice: ¿De quién es la imagen y la inscripción? En la moneda se decía: "Augusto Tiberio César, hijo del divino Augusto". Y en el reverso: "Sumo Pontífice". ¿Os suena? Lo que se cuestiona es, si un judío tiene que aceptar la soberanía del Cesar o seguir teniendo a Dios como único soberano. Con su respuesta, Jesús no está proponiendo una separación del mundo civil y el religioso. En tiempo de Jesús tal cosa era impensable. No hay en el evangelio base alguna para convertir la religión en una especulación de salón o de sacristía sin ninguna influencia en la vida real. Fariseos y herodianos, enemigos irreconciliables, se unen contra Jesús. Los fariseos eran contrarios a la ocupación, pero se habían acomodado. Los herodianos eran partidarios del poder de Roma. La pregunta escondía una trampa. Si decía que no había que pagar, se ponía en contra de Roma. Los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí, los fariseos podían acusarlo de contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir religioso del pueblo, que estaba convencido de que el único soberano era Dios. El verbo que emplea Jesús, "apodídômi", no significa 'dar' sino 'devolver'. El que emplean los fariseos (dídomi) sí significa 'dar'. Una pista interesante para comprender la respuesta. Estaban contra el César, pero utilizaban la moneda que era propiedad del César, y que por lo tanto tenía todo el derecho de exigirles que se la devolvieran. Si fueran verdaderos judíos, tendrían que renunciar también a utilizar el dinero de Roma. Jesús les hace ver que ya han contestado, puesto que han aceptado la soberanía de Roma. Al preguntar Jesús, está haciendo clara referencia al Génesis, donde se dice que el hombre fue creado a imagen de Dios. Si el hombre es imagen de Dios, hay que devolver a Dios lo que se le había escamoteado, el hombre. La moneda que representa al César, tiene un valor relativo, pero el hombre tiene un valor absoluto, porque representa a Dios. Jesús no pone al mismo nivel a Dios y al César, sino que toma partido por Dios. Esta idea es una de las claves de todo el mensaje de Jesús. Tampoco se puede utilizar la frase para justificar el poder. Si algo está claro en el evangelio es que todo poder es nefasto porque machaca al hombre. Se ha repetido hasta la saciedad, que todo poder viene de Dios. Pues bien, según el evangelio, ningún poder puede venir de Dios, ni el político ni el religioso. En toda organización humana, el que está más arriba está allí para servir a los demás, no para dominar. No hay que defender a Dios frente al César, sino defender al hombre de toda esclavitud. Jesús deja muy claro que el César no es Dios, pero nosotros nos hemos apresurado aconvertir a Dios en un César (he leído una homilía que decía: "el único César que existe es Dios"). Hay que tomar clara conciencia de que tampoco Dios es un César. No se trata de repartir dependencias, ni siquiera con ventaja para Dios. Dios no hace competencia a ningún poder terreno, sencillamente porque no tiene ningún poder. Esto, bien entendido, nos evitaría toda solución falsa del problema. No hay problema, porque no existe una alternativa entre César o Dios. Esta frase del evangelio se ha entendido como que había que estar más pendiente del César religioso que del César civil. Ningún ejercicio del poder es evangélico. No hay nada más contrario al mensaje de Jesús que el poder. Siempre que pretendemos defender los derechos de Dios, estamos defendiendo nuestros propios intereses. El que te diga que está defendiendo a Dios, en realidad lo está suplantando. Tampoco el estado tiene derecho alguno que defender. Los dirigentes civiles tienen que defender siempre los derechos de los ciudadanos, independientemente de credos religiosos o políticos. No estamos defendiendo el anarquismo. Todo lo contrario. Una sociedad, aunque sea de dos personas, tiene que estar ordenada y en relaciones mutuas de dependencia. En ella una tiene mayor responsabilidad, otra más dependencia; pero todas las relaciones humanas deben surgir del servicio y la entrega a los demás. No del dominio. Ningún ser humano es más que otro ni está por encima del otro. "No llaméis a nadie padre, no llaméis a nadie jefe, no llaméis a nadie señor, porque todos vosotros sois hermanos". Claro que tiene que haber un orden. Es ridículo concluir que Jesús está contra la autoridad. Pero si nos atenemos al evangelio, el primero será quien mejor sirva a los demás. El evangelio, no da pie a una "jerarquía" que significa literalmente: poder sagrado. La única autoridad que admite es el servicio. Jesús nunca mandó servir al superior. Lo que sí mandó por activa y por pasiva es que el superior sirva al inferior. No existe una parte de la realidad que sea sagrada y otra que sea profana. En la expulsión de los vendedores del templo, Jesús está apostando por la no diferencia de lo sagrado y lo profano, para Dios todo es sagrado. Es descabellado hacer creer a la gente que tiene unas obligaciones para con Dios y otras para la sociedad civil. Dios se encuentra en todo lo terreno y, a la vez, más allá de todo lo terreno. Si tenemos que ir a la iglesia para poder encontrarlo, hemos caído en la idolatría. La única manera de entender todo el alcance del mensaje de hoy es superar la idea de un Dios fuera que arrastramos desde el neolítico. La creación no es más que la manifestación de lo divino. No hay nada que sea de Dios, porque nada hay fuera de Él. El ser humano es el grado máximo conocido de la presencia de Dios en la creación. Somos imagen de Dios, pero no pintada o esculpida, sino reflejada. Para que Dios se refleje, tiene que estar ahí. No hay reflejo en un espejo si la cosa reflejada no está del otro lado. Meditación-contemplación ...y a Dios lo que es de Dios. La única imagen que tenemos de Dios es el hombre. Jesús la reflejó tan nítidamente, que pudo decir: El que me ve a mí, ve a mi Padre. .................. Ésta es la tarea fundamental del ser humano: no empañes el espejo y reflejará con nitidez su imagen. Si en mí hay algo que impida ver a Dios, será cosecha propia mía que me aleja de ese Dios. .............. A medida que vaya desprendiéndome de mi "ego", dejaré ver con más claridad lo que hay de Dios en mí. A medida que vaya superando el egoísmo, irá apareciendo el amor, que es Dios, en mí. Parece que Jesús era un maestro en desactivar preguntas capciosas..., y en poner en evidencia a quienes urdían trampas con la única finalidad de atraparlo en ellas.
Eso ocurre en este caso. También cuando le preguntan sobre la resurrección, apelando a un planteamiento absurdo (Mc 12,18-27); cuando le presentan a una mujer sorprendida en adulterio exigiendo su condena (Jn 8,1-11); o cuando le cuestionan la autoridad desde la que actúa (Mt 21,23-27)... El diálogo auténtico solo es posible cuando nace de la humildad y del respeto al otro. Se origina en una actitud de apertura y gusto por conocer y valora la aportación de los otros –aunque sea discrepante- como una riqueza. En ausencia de tales actitudes, el diálogo se hace imposible. En esos casos, Jesús –consciente de que, tras la adulación, hay una intencionalidad engañosa- opta por mostrar lo inadecuado de la actitud y de la pregunta misma. Y lo hace con salidas ingeniosas, que llevan implícita una carga de profundidad. En este caso, se trata de una cuestión particularmente sensible para un pueblo dominado por el Imperio romano y sometido a una gravosa presión impositiva. Para empezar, Jesús muestra la incoherencia de quienes le piden que se defina. Los fariseos, opuestos al ejército de ocupación y celosos pregoneros de la única autoridad divina, manejan monedas paganas y, para un judío piadoso, idolátricas. En efecto, la moneda llevaba, en el anverso, la imagen del César Tiberio adornado con la guirnalda de laurel que indicaba la dignidad divina, con esta inscripción: "Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto". Y, en el reverso, figuraba la leyenda "Pontífice Máximo" y la figura de la madre del emperador sentada en un trono de dioses. Pero Jesús no solo desenmascara la incongruencia de quienes le tienden la trampa, sino que introduce una afirmación cargada de consecuencias, que trasciende por completo la "anécdota" del debate: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". En contra de lo que frecuentemente se ha interpretado, a partir de un literalismo engañoso, no se trata de establecer una separación dualista entre dos ámbitos supuestamente enfrentados. Tal lectura distorsiona la realidad y conduce, entre otras cosas, a un espiritualismo desencarnado. No es cuestión de realidades separadas, sino de niveles de profundidad. Quizás podría decirse de este modo: "Retirad al César lo que es de Dios". Con esta expresión, se apuntaría en la dirección adecuada. Porque lo que hace la respuesta de Jesús es desactivar por completo cualquier absolutismo político, toda absolutización del poder. No se trata de reservar "lo espiritual" para Dios y dejar que de "lo material" se ocupe el César. Porque tal separación entre ambos ámbitos existe únicamente en nuestra cabeza. Se trata de reconocer que solo lo transpersonal es absoluto; lo personal (egoico), incluido el poder, es siempre relativo y su único sentido le viene de ser un servicio a las personas. Nadie ni nada puede arrogarse un poder absoluto. Solo Dios es Dios. La palabra de Jesús, por tanto, apunta nada menos que a un modo de vivirse; o, más exactamente, cuestiona acerca del desde dónde nos vivimos: ¿desde el nivel de lo relativo (el César) o desde el nivel profundo (Dios)? Lo espiritual no es lo opuesto a lo material. Porque no tiene que ver con el qué, sino con el desde dónde. No existen cosas que serían "espirituales" (rezar, sacrificarse, servir...), frente a otras que no lo serían (reír, jugar, divertirse, trabajar...). Todo es espiritual..., siempre que lo vivamos desde nuestra verdadera identidad, es decir, desde aquel "lugar" en el que nos reconocemos uno con todo lo que es. Por decirlo brevemente: si se entiende bien, podría decirse que no se trata de elegir –de un modo dualista- entre "Dios o el César", sino de vivir todo lo del "César" desde "Dios". Cada otoño el bosque vibra y entona la marcha nupcial más apasionada y guerrera de cuantas existen. Los ciervos berrean, braman, afilan su cornamenta, exhiben su fortaleza e imponen su jerarquía en sus rituales amatorios. Sonido y furia, berrea animal, que llena el bosque de amores y vida nueva.
¿Existe una berrea espiritual? Pregunta frívola, comparación perversa, pensará algún purista, pero yo creo que sí existe una berrea espiritual. Los místicos, quedan tan pocos, siguen bramando por la unión perfecta y rezan: Como el ciervo brama por la corriente de las aguas, oh Dios, el alma mía brama por la unión perfecta con mi amado. Los místicos, ciervos en celo, viven en una permanente y persistente berrea espiritual. La vida cristiana, la de los seglares y la de los funcionarios de la religión, es una berrea interrumpida y casi nunca iniciada. La berrea teológica, la de los dogmas, ideas, doctrinas, la de las imposiciones bajo pena de excomunión, pecado mortal…existe desde el Día Uno de la Iglesia. Jesús se marchó y la berrea teológica comenzó. “Cuando vino Cefas a Antioquía me enfrenté a él”, -dos ciervos marcando su territorio,- “porque su actitud era censurable”. Gálatas 2, 11 “Esto (la circuncisión) fue ocasión de una ACALORADA DISCUSIÓN de Pablo y Bernabé contra algunos judíos”. Hechos 15,1 El libro del Apocalipsis escrito por Juan, un judío no tradicional, es un libro bárbaro, una gran berrea contra el “evangelio de Pablo”. Elaine Pagels en su libro Revelations afirma que “Santiago aparentemente cree que el evangelio de Pablo era tan radical que contradecía lo que habían oído decir a los más respetados líderes, incluido el mismo Santiago y los discípulos Pedro y Juan”. Pablo se había atrevido a declarar obsoletas todas las exigencias de la Torah, lo cual produjo “el mayor robo de identidad de todos los tiempos” por parte de los gentiles. El autor del Apocalipsis lucha en dos frentes, los enemigos de fuera, Roma, y los enemigos de dentro, Pablo y los gentiles. La caza y captura de los herejes, las santas cruzadas, la gloriosa inquisición, el índice de libros prohibidos, el Santo Oficio, los teólogos silenciados…es la historia de la gran berrea teológica. La Iglesia está siempre en otoño. Dios no necesita defensores, los hombres sí. El 5 de octubre 2014 comienza en Roma el Sínodo de los Obispos. El Papa Francisco ha convocado en Roma a Cardenales, obispos y laicos para berrear sobre uno de los temas candentes de la Iglesia: “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. El Papa Francisco, encantador de serpientes y de masas, pastor que casa a los pecadores y come con ellos, quiere abrir la puerta y sentar a la mesa de la eucaristía a muchos hijos que han fracasado en su primer matrimonio. Cristina Odone escribía en The Guardian: “Excluidos y humillados, muchos de nosotros nos hemos arrodillado con tristeza esperando que la Iglesia nos abrace plenamente. Francisco puede ser el Papa que hemos estado esperando”. El Cardenal Walter Kasper, aliado del Papa, sensible a una pastoral de la misericordia ha desatado una guerra doctrinal, la gran berrea otoñal, pero la ira de los que no han renunciado ni a la capa magna ni a la inmisericordia de siempre se dirige más arriba, al Papa Francisco. Cinco Cardenales poderosos, Gerhard Muller, presidente de la Congregación de la Fe, Pell, presidente del Secretariado de Economía, Raymond Burke, Carlo Caffari y Marc Oullet, han marcado su territorio y han berreado con fuerza contra toda apertura en un libro publicado días antes del Sínodo. Remaining in the truth of Christ,- Permanecer en la verdad de Cristo- libro que estas cabezas pensantes que conocen la doctrina inmutable ofrecen deslealmente y a destiempo a los miembros del Sínodo. Han precalentado el Sínodo y han echado su órdago a los reformadores. En el prólogo a otro libro titulado El Evangelio de la Familia el Cardenal Pell escribe: “No se puede mantener la indisolubilidad del matrimonio permitiendo a los “recasados” recibir la santa comunión”. Intentar cambiar las normas de siempre es un error monumental. Yo me pregunto, ¿a los pocos que piden comulgar, la inmensa mayoría han dado la espalda a la Iglesia y nada esperan de ella, se les va a negar el chaleco salvavidas? Encerrados en sus torres de marfil, las cabezas pensantes no escuchan el clamor de los pocos que aún consideran la Iglesia su casa y creen tener derecho a las migajas que caen de la mesa de los que se creen puros y no lo son. ¿Será el Sínodo la segunda edición de la Humanae Vitae? En esta berrea otoñal no me comparéis la “unidad del Logos y de la naturaleza humana de Jesucristo” con el matrimonio que no es cosa de ángeles sino de personas de barro que se rompen y se rehacen continuamente. El pasado 29 de septiembre asistí a la Eucaristía de las doce en la parroquia de Guadalupe (en Madrid). Se dio a conocer el lema que será centro de la vida de esta parroquia en el curso que ahora comienza: “Busca a tu hermano, sal a su encuentro”. Me parece un buen lema. Son siete palabras que llevan implícito mucho movimiento.
Quien busca no permanece sentado mirando al techo o con el mando de la tele secuestrado... o ¿sí? Hoy somos millones de personas buscando permanentemente en Google, en Facebook, en Twiter… sentados, parados, anestesiados. Quien sale, está dejando su acomodada seguridad exponiéndose a lo que no conoce o le da miedo conocer… ¿o no? Hay millones de personas saliendo sin poner los pies en la calle, de garaje en garaje, de centro comercial en centro comercial; viajando en metro con los ojos fijos en el móvil; se recorren países transitando circuitos perfectamente diseñados para no ver lo que hay más allá del “parque temático” que se nos presenta. Hay muchos millones que viven con una venda en los ojos ya estén en casa o salgan a airearse. ¿Qué se busca? ¿Qué anima a salir? ¿Qué se encuentra? Si se toma en serio el lema que ha adoptado la parroquia de Guadalupe podrían cambiar muchas cosas: el interior de uno mismo, el entorno próximo, la economía, la estructura social, las iglesias, las religiones, el uso del dinero, la ecología… ya seguiremos pensando. El quid de la cuestión no está en los tres verbos sino en el sujeto pasivo que genera el acto de salir, buscar y encontrar: el hermano. Y el conflicto está en que el sujeto activo, que no aparece en el lema más que en sentido figurado, y es quien sale, busca y encuentra, no llegue a reconocer a cada miembro de la comunidad humana como su auténtico y genuino hermano y su auténtica y genuina hermana. Carne de su misma carne con el mismo toque del Espíritu que a todos habita. Recordemos que, quien salió a buscar al hijo pródigo (Lc 15, 11-32) y lo encontró en un abrazo, fue el padre. Su otro hijo no salió, no buscó y al que encontró en su casa lo rechazó como a un extraño. Era carne de su misma carne pero no lo reconoció. Para buscar al hermano y salir a su encuentro se necesita empatía, virtud poco reconocida en nuestro mundo. Si no hay empatía no habrá cercanía, si no hay cercanía seguiremos viviendo como extraños, no habrá encuentros. Si no nos encontramos no habrá compasión y, sin esta, no habrá ternura, ni se buscará la justicia. Si faltan de todos estos ingredientes seguiremos como estamos… y ya sabemos cómo estamos. Acaba de ser publicado el Informe de Cáritas 2013 indicando que más de dos millones quinientas mil personas… sí, más de 2.500.000 personas (lo pongo también con números que se ve más claro: más de) reciben ayuda de esta institución en nuestro país; 600.000 personas más que el año anterior con más recortes en la ayuda social de parte de las instituciones del Estado. Mientras, en los medios de comunicación, escuchamos que la economía se está recuperando: imagino que no están considerados los restos del naufragio ¿no? ¡Venga, de una vez por todas, vamos a buscar al hermano! ¡Salgamos a su encuentro!... Para esto no hay que pedir permiso, no hay que pagar impuestos. Está ahí mismo, a tu lado. Los 50 años perdidos
No se puede entender el alcance de la Asamblea Sinodal del próximo octubre –preparatoria del Sínodo del 2015- si no valoramos lo acontecido en estos 50 últimos años. El período de tiempo habría que anticiparlo a bastantes años antes del concilio Vaticano II (1962), pero abarca en especial los 50 últimos. Digo esto por varias razones: 1. El Papa invita a todos a ser audaces y creativos. Porque cuando el Papa Francisco en la Gaudium Evangelii dice: “Abandonemos el cómodo criterio pastoral de siempre se ha hecho así. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores en las propias comunidades” (Nº 33), está retomando la primavera interrumpida del concilio Vaticano II. 2. A la primavera conciliar, siguió la represión y la censura. Porque a la primavera, más breve de lo imaginado, siguió la represión y la censura, tratando de reasegurar todo el campo y semillas del sentir y pensar de la teología tridentina (restauración), desactivando el espíritu y programa renovador del Vaticano II. El concilio había estallado como clamor y reflejo de lo que ya operaba en la Iglesia. Habíamos permanecido, como lo describe el teólogo José Luis Segundo: “Procurando hacer del dogma un remedio contra la aceleración de la historia y sus correspondientes responsabilidades nuevas” (El dogma que libera, Santander, 1989, p. 288). 3. El centralismo absoluto del Papa y de la Curia. Cuando uno analiza lo ocurrido, no puede evitar que le vengan a la mente la experiencia y lacerantes palabras de muchos teólogos, artífices del concilio. Sería interminable, pero me limito a dos testimonios: – “ Todo me sobreviene por haber abordado problemas sin alinearme en el único artículo que quieren imponer al comportamiento de toda la cristiandad y que consiste en : no pensar, no decir nada sino que hay un Papa que lo piensa todo, que dice todo, y respecto al cual toda la cualidad del católico será obedecer… Roma jamás ha buscado ni busca sino una sola cosa: la afirmación de su autoridad” (Ives Congar, Carta a su madre, desde su exilio inglés). -“En la Iglesia actual reina un conservadurismo excesivo que no está de acuerdo con el espíritu del Concilio. Pienso que estamos viviendo el invierno de la Iglesia” (Velasco R., Cfr. Réplica a Ratzinger, DDB, 1986, p.15). Tras estos textos, se percibe el pesar de ver abandonado el espíritu del Concilio: “Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma , en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad” (Vaticano II, UR, 6). Reforma que el Papa Francisco se ha propuesto aplicar donde más falta hacía: “Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del Papado” (EG, 14 al 33). Con el Papa Francisco emerge la esperanza de realizar la reforma eclesial Fuimos testigos del excepticismo y recelo con que se recibió el nombramiento del nuevo Papa. Pero, pasado un año y medio, es unánime el sentir de que el balance del Papa Francisco es, en este sentido, positivo. El proceso renovador se había mantenido y potenciado, entre otras razones, porque la comunidad eclesial había crecido en madurez y conciencia, en asimilación de una fe más ilustrada y personal, de un pensamiento y acción más autónomos, de una responsabilidad mayor de participación y derechos democráticos. Y un buen número teólogos habían batallado hasta la extenuación por presentar el liberador el proyecto de Jesús de Nazaret: toda teología o es liberadora o no es teología. Acertadamente escribe el teólogo Marciano Vidal: “ El fenómeno del papa Francisco, sin ser previsible del todo, tiene la garantía de haber sido deseado y pre-sentido, visto como una liberación y como la realización de una promesa” (Exodo, Nº 122). Un programa innovador: no sólo ha cambiado la música sino también la letra Personalmente, y tras leer y reflexionar detenidamente el documento que puede considerarse Programa del Papa Francisco “Gaudii Evangelium (La Alegría del Evangelio), no dudo en afirmar que en él hay un cambio radical de doctrina y también de estructuras, que precisan de tiempo y espacio para irse implantando. Ahora, quien pretenda encomendar al Papa toda la responsabilidad, al estilo antiguo, permitirá que la Iglesia siga siendo autoritaria al máximo, clerical, clasista y discriminatoria. Al Papa Francisco más que entrar en la Iglesia le preocupa que la gente llegue a Jesús, lo conozca y crea en él: “Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre “nueva” (11). Es la eterna novedad del Evangelio. Con razón, asegura Marciano Vidal que : “El significado del nuevo papado únicamente se entiende si, para ello, se introduce la clave de lectura del Evangelio…Tengo para mí que la gran aportación histórica que traerá –que ya está trayendo– el papa Francisco es situar el Evangelio como el eje central del ministerio petrino. Será –es ya– un papado evangelio-céntrico…Hay, pues, serios motivos para esperar que haya en el próximo futuro una eclesiología más evangelio-céntrica, una teología pastoral más evangelio-céntrica, una teología espiritual más evangelio-céntrica, una teología moral más evangelio-céntrica” (Cinco claves de lectura del fenómeno eclesial del papa Francisco, Éxodo, nº 122). El Evangelio de la familia, tema para el Sínodo de 2015 Es, desde lo que llevamos dicho, que se puede mirar y abordar el acontecimiento elegido para el Sínodo del 2015 : “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. El documento preparatorio, si atendemos al cuestionario enviado y a las respuestas recibidas, se elabora sobre tres puntos fundamentales: – El Evangelio de la Familia hoy. – Situación familiar actual. – Sus desafíos y Propuestas. La Iglesia católica siempre se ha ocupado de la familia, dándole un puesto prioritario y eminente, por ser núcleo vital de la sociedad y de la comunidad eclesial. Es, dice el Documento, “Parte integrante de su misión”. Analizado el documento, – que será el Intrumentum Laboris del Sínodo de 2015- me propongo hacer algunas reflexiones. El Evangelio de la Familia 1.Cristo manfiesta el hombre al propio hombre. No hay duda de que, como cristianos, la revelación de Dios es para nosotros luz que nos guía en la comprensión de la relación entre el hombre y la mujer, su amor y la fecundidad de esta su relación. Pero, conviene centrar bien la fuente de esta revelación, si es la que debe inspirar y configurar la conducta de quien la sigue. El Vaticano II nos repite que: - “El misterio del hombre no se aclara de verdad, sino en e en el misterio del Verbo encarnado. Cristo manifiesta el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (GS, 229. En sintonía perfecta, el Instrumentum Laboris, asume esta verdad: “El fundamento del anuncio de la Iglesia acerca de la familia radica en la predicación y vida de Jesús”. “El amor de Dios resplandece de modo peculiar en la familia de Nazaret, punto de referencia seguro para toda familia. En ella brilla el amor verdadero, al que deben mirar todas nuestras realidades familiares, para obtener luz, fuerza y consolación” . 2. El seguimiento de Jesús, norma para todo cristiano y para todo matrimonio y familia. Si hemos seguido la trayectoria del Papa Francisco y del texto del Instrumentum Laboris y, anteriormente, del Vaticano II, encontraremos en ellos, la clave que anuncia la más grande y vieja novedad cristiana y que aparece como decisiva para entender la verdad del matrimonio y familia cristianos. Tan importante la considero que, dejando aparte el interés de otros temas, me voy a ceñir a estos dos puntos especiales: Seguimiento de Jesús y Magisterio eclesiástico. 1.La vida de toda persona cristiana tienen co mo cimiento el SEGUIMIENTO DE JESUS.2. El seguimiento de Jesús es para vivir como El y hacer propios su proyecto, valores, opciones y comportamiento. Si alguien piensa que esto resulta genérico e ineficiente, que no sueñe con imprimir a su vida – en el ámbito, estado o situación que sea: varón o mujer, célibe o casado, joven o viejo, solo o comunitario, en privado o público,- una orientación cristiana. Lo que hoy necesitamos, en este Occidente “cristiano”, para una nueva economía y política, para una convivencia más igualitaria, justa y fraterna, para unos matrimonios más estables, responsables y libres, no es un bagaje creciente de conocimientos, experimentos y recursos terapéutico-pedagógicos, –aunque también- sino un cuadro de valores que debieron sernos sagrados e intocables y que hoy se los ha atropellado o diluido en la marea ingobernable del neoliberalismo consumista. Esos valores atraen a la gente porque le resultan connaturales y le proveen de criterio para actuar en cada momento de su vida. La mejor educación de la sexualidad es la mejor educación de la persona, porque la persona es el sujeto a educar y no la sexualidad. Y la mejor educación cristiana de la persona, -sujeto del matrimonio y familia- es el Evangelio, porque el Evangelio –la vida de Jesús- es el modelo a seguir, por encima de otras instancias, esquemas o inventos doctrinales. Frente a la simplicidad y seducción del Evangelio, nos hemos entretenido en imponer normas que atemorizaban más que atraían a la gente: “La moral cristiana, recalca de nuevo el Papa Francisco, no es una moral estoica, es más que una ascesis, no es una mera filosofía, ni un catálogo de pecados y errores”, “Sin amor el edificio moral de la Iglesia puede convertirse en un castillo de naipes” (GE, cfr. 25-39). 3. Qué hacer para seguir a Jesús La lectura directa del Evangelio cuestiona muchas de nuestras formas de entender la vida cristiana. Los evangelistas no pueden ser más claros: hablan de quienes quieran seguir a Jesús y explican qué deben hacer para ello. Primero, Se trata de abrazar un proyecto que coloca en el centro de la vida los valores por los que Jesús ha luchado y vivido y que, inevitablemente, entrarán en conflicto con los valores de otros proyectos, que supondrán afrontar la incomprensión, la malquerencia, la persecución e incluso la muerte. A Él, esto le supuso la desaprobación y rechazo de los poderes establecidos de su tiempo, civiles y religiosos. Ante ellos, Jesús no fue neutral, hizo públicas sus denuncias, avergonzándoles y reclamándoles un cambio radical. Pero, ellos, impenitentes, decidieron eliminarle. Segundo, Jesús sabe que a sus seguidores les va tocar actuar en circunstancias parecidas, y se lo deja dicho: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. Llevar la cruz de Jesús no sobreviene porque Dios exija que le agrademos espiando nuestros pecados con cilicios, maceraciones y sacrificios; ni porque con eso aplaquemos su ira y acumulemos méritos; ni castiguemos y tengamos a raya nuestras pasiones. El Dios de Jesús no es un Dios que habría pedido la inmolación de su Hijo para reparar nuestros pecados y que se recrea con nuestro dolor y sufrimiento. Ese Dios no es el Dios Amor que nos revela Jesús. Se trata de otra cosa: la cruz, de Él y nuestras, vienen por seguirle, por adoptar su estilo de vida. No hay que buscarlas, vendrán como una consecuencia impuesta por otros: “Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os expulsen y os insulten y propalen mala fama de vosotros por causa de este Hombre. Alegraos ese día” (Lc 6, 22-23). Tercero, el seguimiento de Jesús tiene sentido porque anunciamos y practicamos un proyecto de convivencia distintos, con unos valores que tocan n lo más genuino del ser humano. Valores que están a la vista en las páginas del Evangelio: – Dichoso quien escucha el mensaje de Dios y lo cumple. Amad a Dios con todo el corazón y al prójimo como a vosotros mismos. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. No paséis por alto lo más insignificante y os olvidéis de la justicia y del amor. Atended a cualquier prójimo necesitado con misericordia, Tened en dicha a los pobres y no a los ricos. Amad no sólo a los que os quieren sino a vuestros enemigos. No juzguéis ni condenéis, antes de sacar la mota del ojo ajeno sacad la viga del propio. El más pequeño entre vosotros ese es el más grande. Tened limpio todo no sólo lo de fuera. Rehuid el honor y las reverencias. No abruméis a los demás con cargas que vosotros no rozáis ni con un dedo,… - Dicho de otra manera: 1. Todos vosotros sois hermanos y, si hermanos, iguales; y, si iguales, merecedores del mismo trato y amor. 2. El que aspire a ser el mayor, que sea servidor de todos. Que nadie se tenga en más que nadie;la soberanía de quien me sigue está en servir, no en mandar. 3.Los últimos son los primeros. Debéis tener como predilectos a los últimos, ellos son los preferidos de Dios y, para Él, serán los primeros. 4. Hacer un bien a los más pequeños, es como hacerlo a mí mismo. Los pobres son mis vicarios: los que me representan y hacen mis veces. 5.Y la sentencia última de la vida se hará en base a cómo os habéis portado con mis hermanos los más pequeños. Si esto es lo primero, si de ello vivimos y con ello actuamos, estoy seguro que sabremos aplicarlo en el matrimonio y en la familia y encontrar solución a los problemas y desafíos -matrimoniales y familiares- que en ella se nos vayan planteando. 4.La enseñanza y pautas del Magisterio Es éste otro punto por el que, según el Documento Preparatorio, llega la manifestación del designio de Dios acerca del matrimonio y de la familia. Y, a decir verdad, el Magisterio eclesiástico ha seguido pegado a esta realidad, acompañándolo con multitud de declaraciones. Sin embargo, en el contenido del cuestionario enviado, este Magisterio se limita con buen sentido a lo enseñado en el Concilio Vaticano II (Documentos) y a otras declaraciones, todas ellas posteriores al concilio. Seguramente en la mente de los recepcionistas del Cuestionario, ha estado presente la postura de la Iglesia que, hasta las vísperas mismas del concilio, se expresaba con ideas y planteamientos desfasados e inmóviles, reflejo no del Evangelio, sino de paradigmas culturales del pasado. Dichos planteamientos han sonado en la enseñanza de la Iglesia, han llegado a los fieles, no se los ha cumplido mucho en la práctica y serán un plato fuerte para los padres sinodales, que habrán de discernir entre la escucha de las voces del “pueblo de Dios” y el acatamiento de las normas de ese Magisterio. He tenido oportunidad de ver las respuestas que, sobre el Cuestionario, han enviado a Roma las Conferencias de Alemania, Francia, Bélgica, Suiza y Japón. En el parangón de las respuestas hay diferencias y matices. Pero, respecto a preguntas sobre el conocimiento y aceptación del Magisterio sobre diversos temas, hay una fuerte coincidencia. Me limito a reproducir las respuestas dadas por la Conferencia Episcopal Alemana, indicativa de otras muchas, ya que todas ellas, de una manera u otra, ponen el dedo en la misma llaga. Primera pregunta: ¿Cuál es el real conocimiento… de la Gaudium et Spes, de la Familiaris Consortio, y de otros documentos del Magisterio post-conciliar sobre el valor de la familia según la Iglesia católica? Los documentos eclesiales son desconocidos, o conocidos por unos pocos y por lo tanto de poca importancia para la conducta personal. La mayoría de los creyentes piensan que la Iglesia tiene, por un lado, una actitud pro familia, pero por otro lado, posee una moral sexual lejana de la vida real. Allí donde es conocida la enseñanza de la Iglesia, ésta es aceptada de modo parcial. La idea del matrimonio como sacramento, que comporta la fidelidad y exclusividad del cónyuge, así como la transmisión de la vida, es algo normalmente aceptado por los que se casan en la Iglesia… En cambio, las afirmaciones de la Iglesia sobre las relaciones sexuales prematrimoniales, la homosexualidad, los divorciados vueltos a casar, y el control de la natalidad, son temas que encuentran poquísimos consensos o son rechazados abiertamente. Segunda pregunta: ¿Es comúnmente aceptado, en cuanto tal, el concepto de ley natural en relación a la unión entre el hombre y la mujer, de parte de los bautizados en general El concepto de “ley natural” también es familiar para la mayoría de los fieles, pese a que en algunas respuestas, los creyentes rechazaron expresamente responder esta pregunta, diciendo que este concepto les resulta simplemente desconocido. Como resultado, muchos aspectos de la moral sexual de la Iglesia, en particular, las declaraciones del Magisterio respecto a los métodos de anticoncepción y sexualidad extraconyugal no se entienden o no son compartidas por la mayoría de los creyentes. En este contexto, es difícil para la Iglesia explicar su posición tanto respecto al campo de la homosexualidad activa como a los derechos de adopción para las parejas homosexuales. Tercera pregunta: ¿Es una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular la convivencia ad experimentum? ¿Es posible estimar numéricamente un porcentaje? -Convivencia prematrimonial, no es solo un tema importante, sino más bien una realidad pastoral generalizada. Casi todas las parejas que piden el matrimonio religioso, ya conviven desde hace años (se estima que va desde el 90% al 100%). Esta realidad es valorada de modo positivo por los católicos, más o menos igual que el conjunto de la población, como lo demuestra una reciente encuesta. También aumentan los matrimonios de parejas que ya tienen hijos. Pero la convivencia no se ve tanto como un “experimento”, sino como un momento normal, una etapa preliminar del matrimonio, que es vivida como la oportunidad de afianzar la relación y en segundo momento contraer matrimonio, si es que la relación es estable…Muchos piensan que el matrimonio, sin una convivencia prematrimonial denota una irresponsabilidad. -La convivencia de hecho, sin reconocimiento civil o religioso, es un fenómeno en crecimiento. En Alemania, de las parejas heterosexuales, que forman un mismo hogar, en el 2012 , el 87% eran casadas y el 13% eran parejas de hecho . Los católicos en Alemania aceptan, sin mayores problemas, la convivencia de parejas no casadas. En este sentido sólo un 3% asume un estricto rechazo al respecto -También los separados y divorciados vueltos a casar. En Alemania uno de cada tres matrimonios termina en divorcio, aunque recientemente el número total anual de divorcios va a la baja. Algunos estudios concluyen que los matrimonios de los católicos son un poco más estables que el promedio. -Los bautizados no viven su situación como una condición irregular. En este contexto, ellos sin duda rechazan los términos “regular” e “irregular”, porque son términos percibidos como marginadores y discriminadores, especialmente respecto a las familias, que de todos modos ya se enfrentan con difíciles condiciones de vida. Ellos juzgan la separación que se ha producido y la creación de una nueva relación como moralmente justificada y, por el contrario, a veces sostienen que sería un pecado permanecer en una relación insostenible. La mayoría de los católicos, incluso los que viven en un matrimonio intacto, no pueden entender la enseñanza de la Iglesia sobre este punto. Es más, exigen una pastoral basada en el respeto frente al problema de la conciencia del individuo y una actitud misericordiosa en relación al quiebre, que permita un nuevo comienzo y la readmisión a los sacramentos, en particular a la Eucaristía. Ellos, subrayan, que en general, en una nueva relación también se viven los valores cristianos, como el amor, la lealtad, la responsabilidad en la pareja y con sus hijos. La readmisión a los sacramentos es pedida, sobre todo, por los católicos que participan en la vida parroquial. Cuarta pregunta: ¿Existe en el país una ley civil de reconocimiento de las uniones de personas del mismo sexo equiparadas, de algún modo, al matrimonio? Desde el año 2000, en Alemania existe el Instituto de Uniones Civiles Registradas, abierto a las parejas del mismo sexo y que en los últimos años han sido casi equiparadas al matrimonio. El derecho de adoptar niños, actualmente está reservado solo para las parejas unidas en matrimonio. En 2012 había 32.000 uniones civiles registradas en Alemania y 17.992.000 parejas casadas. Los obispos alemanes se han expresado en repetidas ocasiones contra la igualdad jurídica del matrimonio y de las uniones registradas, señalando que el matrimonio tiene una importancia diferente, porque está orientado a la concepción de los hijos y a la formación de una familia y que esto debería estar expresado también en el status jurídico de las respectivas instituciones. En el futuro, se prevé una discusión respecto a si las dos instituciones jurídicas deberían ser transformadas en una única institución: “matrimonio”, abierto ya sea a las parejas heterosexuales como a aquellas homosexuales. Aquí también la Iglesia Católica toma una posición abiertamente negativa y amonestadora, porque ve una equiparación de cosas que “per sé” son diferentes. En general para los católicos alemanes, la tolerancia y el respeto individual hacia las personas homosexuales es muy importante. En esto, hay una fuerte sintonía con la exhortación que hace el Catecismo de la Iglesia Católica: “Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta…” (n.2358). En este contexto, existe en los católicos alemanes una clara tendencia a admitir, como un imperativo de justicia, el reconocimiento legal de las uniones homosexuales y la igualdad de trato respecto al matrimonio. En cambio, la apertura del matrimonio, en cuanto tal, a parejas homosexuales, es más bien rechazada. Sin embargo, muchos creen que es justo y positivo ofrecer un rito de bendición a las parejas homosexuales. Historicidad del Magisterio eclesiástico Para quienes conocen un poco la historia, no les resultará extraño que las respuestas mantenidas por el Magisterio resulten a muchos de los fieles desconocidas y desatendidas en la práctica, por ser idealistas y alejadas de la realidad. Será seguramente el punto que más discusión suscite en el Sínodo. Por una doble razón: porque se las ha mantenido contra viento y marea, al margen del sentir del pueblo y, en especial, al margen de las búsquedas y propuestas de numerosos teólogos moralistas y pastoralistas, que ya habían formulado antes, durante y después del concilio. La indiferencia y alejamiento de muchos planteamientos y normas del Magisterio es un hecho evidente y fue enconándose con el paso del tiempo. Obispos, profesores, párrocos, catequistas y demás enseñantes presentaban sus normas como de orden divino, que merecían acatamiento y fidelidad total, a pesar de que hacía tiempo que insignes teólogos y moralistas denunciaban la invalidez de tales normas y la necesidad de un cambio . Estaba en juego no el Evangelio sino unos paradigmas culturales que no expresaban la verdad de esos temas de acuerdo con los nuevos resultados de las ciencias. El Evangelio es universal, la vida de Jesús nos proporciona principios y valores que valen para todo tiempo, pero al darles encarnación y expresión concretas, resultan relativos y mudables, pues tras una formulación de la Patrística o de la Edad Media , se encuentran presupuestos científicos , antropológicos y filosóficos, cosmológicos, que pueden ignorar o contradecir dimensiones y propiedades del ser humano, que nunca lograremos poseer totalmente. Esta tarea no es ajena al Evangelio, pero no viene descrita por él . Y entonces resulta lógico e inevitable que el Evangelizador, al resolver problemas y situaciones concretas, lo haga con el uso y recursos que le prestan las ciencias humanas, las cuales lejos de sospechar, impedir o negar la fe , le ayudan a explorar ese ámbito de verdad, propio de la inteligencia y del saber humano. Quiere esto decir que La Iglesia deberá compartir la verdad del Evangelio de la Familia, con la verdad de las Ciencias ya que ellas tienen autonomía y método propio y no deben ser suplantadas por la teología. Es, creo, lo que en los 50 últimos años –colaboración entre las ciencias y la teología- no se ha dado, por considerarse la Iglesia poseedora y portadora de toda verdad. En medio de los cambios culturales de nuestro tiempo, sería absurdo volver al lenguaje y fórmulas del pasado, aferrándonos a una verdad monolítica, sin atender al contexto actual y a las circunstancias propias de nuestra época y de cada sujeto humano, que marcan el ritmo y grado de su crecimiento: “Más que el temor a equivorcarnos , espero que nos mueva el temor a encerranos en unas estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite: ´Dadles vosotros de comer´” (Mc 6, 37. (EG, Nº 46-49). <<…Id a los cruces de los caminos y a cuantos encontréis invitadlos a la boda…>> (Mt 22,9)
La vida es la constante fiesta a la que Dios nos está invitando. Vivir es fiesta, y esa fiesta no está tanto en lo que suceda, sino en el modo de vivir cuanto nos sucede. Cuando la vida fluye y fluimos con ella, y dejamos que el Espíritu de Dios fluya a través de nuestra vida, entonces vivir es fiesta. Dios nos invita a vivir cada momento y cada instante, de manera que nuestra existencia sea un constante salir al encuentro de los demás e invitarles a la fiesta del Reino. Al reflexionar en esto, pienso en muchos rostros hermanos con quienes he compartido y comparto (ya sea que estemos cerca o lejos) la fiesta de vivir. Rostros de gente que cada día se entrega a la vida, desviviéndose para darle vida al día… Trabajando con esfuerzo para llevar pan a casa, haciendo frente al dolor y reposando en el amor… No siempre nace sonreír y celebrar, hay momentos en los que dan ganas de llorar. Pero el dolor no es incompatible con el gozo y la fiesta. Dios nos está invitando en cada instante a la fiesta de la vida, nos invita gratuitamente. Si comprendiéramos mejor ese regalo, de vivir y ser invitados a la fiesta de su Reino, eso bastaría para sentir gratitud. Es importante cuidar la oración de gratitud cada día. Agradecer es la medicina contra la aflicción y el sufrimiento. Un espíritu que se llena de gratitud, se libera cada vez más y es cada vez más capaz de abrirse a la fiesta de vivir. La vida es ese envío que Dios nos hace de salir (no vivir ensimismados), encontrarnos con los demás y ser invitación a la boda, al banquete… A la vida… ¡Y en eso está la fiesta! Oración de acción de gracias. Gracias Padre bueno, por la vida y la fiesta. Gracias por invitarnos y enviarnos al encuentro con los demás. Gracias por regalarnos existir. Gracias por tu fiesta, que colorea nuestro presente. Gracias por cada momento en que festejamos y celebramos la vida. Gracias por cada momento que vivimos conscientemente. Gracias, porque aún en las situaciones de adversidad, aún podemos, aún tenemos la posibilidad, de celebrar la vida y vivir la fiesta que nos das. Te damos gracias, en unión con todo el pueblo sacerdotal, porque en la gratitud y la gratuidad está el secreto de la fiesta de la vida. Gracias, Padre Dios. Que en todo el planeta reine la fiesta a la que nos invitas, Que sepamos salir al encuentro de la vida con paz y alegría, Que sepamos fluir viviendo y vivir fluyendo, saliendo al encuentro. Que cada rostro se ilumine con tu sonrisa, Que cada abrazo estreche la comunión y venza el rencor, Y que sea consolado todo el que llore con aflicción. Gracias por nuestros difuntos, aquellos seres queridos que nos antecedieron en esta historia y cuyo ciclo, al terminar, nos ha dolido aunque sabemos que habitan en tu amor. Gracias por cada criatura que vendrá después de nosotros, gracias por cada signo de vida que refleja tu amor. Gracias Padre, Dios, y que nuestra oración de gratitud prevalezca aun en los momentos en los que, distraídamente, olvidemos agradecer. Así sea. Parece que Mateo ha enlazado aquí dos parábolas, la primera de las cuales parece remitir al Jesús histórico, aunque no así la segunda.
La imagen de las bodas es una de las preferidas para hablar del Reino. La celebración nupcial se prolongaba durante varios días y era considerada como la gran fiesta de la alegría y de la abundancia. Si tenemos en cuenta que se trataba de una sociedad donde la comida era escasa, apreciaremos mejor hasta qué punto se valoraba una celebración de ese estilo. La primera parábola presenta a un rey que prepara la boda de su hijo. Pero, al llamar a los comensales –a los que, según la costumbre, se había invitado previamente-, estos empiezan a excusarse, llegando incluso a maltratar y asesinar a los criados. Rechazar la invitación a una boda –invitación que seguía un protocolo sumamente cuidado- suponía una ofensa grave hacia el anfitrión. Ante el rechazo, el rey decide abrir las puertas a todos los que deseen, “buenos y malos”, hasta que la sala queda completamente llena. Hasta aquí la primera parábola. Como decía, la imagen de la boda parece remitirse al propio Jesús, aunque Mateo haya alegorizado la parábola, para leerla en clave cristológica y eclesiológica: nosotros –vendría a decir Mateo a su comunidad- somos aquellos invitados que se hallaban “en los cruces de los caminos”, que han sido llamados a las bodas del hijo de Dios (Jesús), en lugar del que había sido el “pueblo elegido”, que se negó a asistir (a reconocer a Jesús) y actuó de mala manera. Pero, a continuación, Mateo añade otra parábola, referida ahora a su comunidad que ocupa ya la “sala del banquete”. En ella se encuentra alguien que ciertamente ha sido invitado, pero que no lleva el “traje de fiesta”. Ese “traje” es un símbolo del bautismo. El reproche que se hace al invitado es que está participando del banquete sin ser coherente con el bautismo que ha recibido. La parábola se torna amenaza, con vistas a exigir un comportamiento adecuado a quienes se han integrado en la comunidad. Con toda seguridad, este añadido no es de Jesús –que no podría haber hablado del bautismo comunitario-, sino que habría surgido dentro ya de la comunidad mínimamente establecida. Aparte la primera interpretación –en claves cristológica y eclesiológica-, la imagen de las bodas alude a la unidad de todo lo real: todo es uno. Cuando lo vemos, en nuestra existencia aparece una sensación de vinculación, pertenencia, paz, plenitud, unidad… Nuestro drama, por el contrario, consiste en ignorar esa realidad compartida. No es raro que vivamos distraídos –ocupados en “las tierras y los negocios”-, absolutizando lo que solo es relativo y confundidos con aquello que hacemos. Cuando eso sucede, nos olvidamos de “las bodas” –de la realidad que es, de nuestra verdadera identidad- y nos entretenemos en aquellas cosas a las que el yo se aferra. La consecuencia es una vida egocentrada y carente de significado profundo. La palabra de Jesús, en forma de invitación, constituye una buena noticia: nos anima a mirar en profundidad, más allá de la inmediatez que entretiene al ego, hasta reconocer lo que realmente somos, Aquello que es uno y pleno, lo único estable y permanente, lo que siempre se halla a salvo. La misma situación y el mismo esquema que el domingo pasado, un cántico de Isaías, que es interpretado por el evangelista. El domingo pasado el simbolismo se tomaba de la viña, hoy la imagen es el banquete. También es un relato polémico que intenta acusar a los dirigentes judíos de haber rechazado la oferta de salvación que Dios les hace por medio de Jesús. Mateo se dirige a una comunidad que tenía que superar el trauma de la separación de la religión judía, y el peligro de repetir los mismos errores. Insiste en el tema de la universalidad, que tantos quebraderos de cabeza produjo a las primeras comunidades.
El texto de Isaías es una joya. El profeta tiene que hablar a un pueblo que atraviesa la peor crisis de su historia. Lo hace con una visión de futuro muy lúcida. Creo que hoy el texto del AT supera al evangelio, en belleza formal y en mensaje teológico. Naturalmente que es un lenguaje simbólico. La prueba está en que no solo habla de manjares enjundiosos y vinos generosos, sino de quitar el velo (luto) de todos los pueblos, de alejar el oprobio y enjugar las lágrimas de todos los rostros, de aniquilar la muerte para siempre. Se trata de una salvación total por parte de un Dios en quien confía el profeta a pesar de las circunstancias adversas. El intento de Isaías es que todo el pueblo soporte la dura prueba, confiando en un futuro que está en manos de Dios.Lo verdaderamente importante del relato de Isaías, el chispazo apuntado que tenemos que descubrir, es éste: Dios salva a todos. Y digo apuntado, porque también allí se ponen condiciones: los que no son judíos tienen que venir a “este” monte para encontrar salvación. En el AT, el banquete designa los tiempos mesiánicos. Para Jesús significa el Reino de Dios. Un banquete no significa mucho para el que puede satisfacer su hambre todos los días; pero para los que acostumbran a pasar hambre diariamente, puede ser una ocasión única para quitar las penas. En concreto, el banquete de boda era la única ocasión que tenía el pueblo sencillo de celebrar una fiesta y olvidarse de la dura realidad de una vida cuyo primer objetivo era la subsistencia. Naturalmente no se trata más que de una metáfora para indicar que Dios llama a saciar todos los anhelos del ser humano. El relato es una interpretación del texto de Isaías desde la perspectiva de la primera comunidad. También hoy, Mateo alegoriza el relato y lo completa con la segunda parte (vestido de boda) que no está en Lucas. Es el Padre el que invita a la boda de su Hijo. Los primeros invitados son los jefes religiosos judíos que se negaron a aceptar el mensaje de Jesús. El prender fuego a la ciudad hace una alusión clara a la destrucción de Jerusalén. Los nuevos invitados son todos los seres humanos, sin importar ni raza ni condición social y, lo que es más escandaloso, sin importar si son buenos o malos. Podemos pensar que en el relato, leído literalmente, existe una distorsión del mensaje de Jesús. El Dios de Jesús no es un señor que monta en cólera y manda acabar con aquellos asesinos. Esto no tiene nada que ver con la idea que Jesús tiene de Dios, pero responde muy bien al Dios del AT que a su vez refleja la manera de ser del hombre, proyectada sobre Dios. Es una pena que sigamos hoy con esa idea de Dios. Tampoco el añadido del individuo que no llevaba traje de fiesta, tiene mucho que ver con el evangelio. Si salen a los cruces de los caminos para llamar a toda la gente que encuentren, ¿qué sentido tiene que se le exija un vestido de boda? ¿Es que la gente va por los caminos vestidos de boda? Puede hacer referencia a la túnica blanca que se entregaba a los bautizados. Claro que la intención del evangelista es buena, pero se ha entendido literalmente y nos ha metido por callejones sin salida. Se trata de evitar malas interpretaciones de la pertenencia a la comunidad. Era muy fácil entrar a formar parte de la comunidad y aprovechar todas las ventajas, pero sin cambiar las actitudes ni vivir de manera acorde con el evangelio. Nada más fácil que confesarse creyente, pero nada más difícil que entrar en la dinámica del verdadero cristianismo. No basta pertenecer nominalmente a una comunidad para salvarse. Solo el que de verdad se revista de Cristo (Pablo), puede estar seguro de entrar en el Reino. Dios no toma represalias contra nadie. Se queda fuera el que se niega a entrar. El mensaje de las lecturas de hoy tiene una acuciante actualidad. Dios llama a todos, hoy como ayer. La respuesta de cada uno puede ser un sí o un no. Esa respuesta es la que marca la diferencia entre unos y otros. Si preferimos las tierras o los negocios, quiere decir que es eso lo que de verdad nos interesa. El banquete es el mismo para todos, pero unos valoran más sus fincas y sus negocios y no les interesa. Todo el evangelio es una invitación; si no respondemos que sí ya hemos dicho no. Como la parábola de los dos hermanos nos recordaba hace unos domingos, solo es válida la respuesta de las obras. Cuando el texto dice que los primeros invitados no se lo merecían, tiene razón, pero existe el peligro de creer que los llamados en segunda convocatoria sí se lo merecían. El centro del mensaje del evangelio está en que invita a todos: malos y buenos. Esto es lo que no terminamos de aceptar. Seguimos creyéndonos los elegidos, los privilegiados, los buenos con derecho a la exclusiva (fuera de la Iglesia no hay salvación). Como parábola, el punto de inflexión está en rechazar la oferta. Nadie rechaza un banquete. Ojo a los motivos de los primeros invitados para rechazar la oferta. La llamada a una vida en profundidad queda ofuscada, entonces y ahora, por el hedonismo superficial. El peligro está en tener oídos para los cantos de sirenas, y no para la invitación que viene de lo hondo de nuestro ser que nos invita a una plenitud de ser. La voluntad da su adhesión a lo que la inteligencia le presenta como bueno. La clave está en descubrir lo que realmente es bueno y separarlo de lo que es solo aparentemente bueno. No puede haber banquete, no puede haber alegría, si alguno de los invitados tiene motivos para llorar. Solamente cuando hayan desaparecido las lágrimas de todos los rostros, podremos sentarnos a celebrar la gran fiesta. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que la realidad de nuestro mundo nos muestra muchas lágrimas y sufrimiento causados por nuestro egoísmo. Seguimos empeñados en el pequeño negocio de nuestra salvación individual, sin darnos cuenta que esa salvación personal que no incorpora la salvación del otro, no tiene nada de cristiana ni de humana. Dios no es ningún rey dominador, ni ningún señor poderoso. No nos puede dar ni prometer nada, porque ya nos lo ha dado todo. Nuestra propia existencia es ya parte del don. Ese regalo está muy bien envuelto, podemos desenvolverlo o mantenerlo escondido durante toda la vida. Esta es la cuestión que tenemos que dilucidar como cristianos. El problema de los creyentes es que presentamos un regalo excelente en una envoltura que da asco. No presentamos a la juventud un cristianismo que lleve a la felicidad absoluta, más allá de las trampas en las que hoy caen precisamente la mayoría de los jóvenes. Efectivamente, es la mejor noticia: Dios me invita a su mesa. Pero el no invitar a mi propia mesa a los que pasan hambre, es la prueba de que no he aceptado su invitación. La invitación no aceptada se volverá contra mí. Sigue siendo un peligro el proyectar la fiesta, la alegría, la felicidad para el más allá. Nuestra obligación es hacer de la vida, aquí y ahora, una fiesta para todos. Si no es para todos, ¿quién puede alegrarse de verdad? Meditación-contemplación Dios nos invita a invitar. No he aceptado la invitación de Dios, cuando no invito a los demás. Mientras haya una sola persona que no come, el banquete del Reino estará incompleto. ……………… Una vez más puedo engañarme en mi religiosidad. Me dedico en alma y cuerpo a preparar mi propio banquete e incluso invito al mismo Dios a participar en él. Dios no puede aceptar un banquete donde haya excluidos. ………………… Soy yo el que tengo que pasar a participar de su banquete. y trabajar para que todos puedan disfrutar de la fiesta. Soy yo el que tengo que eliminar todas las lágrimas. Yo tengo que desvelar la verdad para que llegue a todos. |
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