Seguimos con el tema del domingo pasado. “hoy se cumple esta escritura” pero no va ser como esperan los de su pueblo. En todos los evangelios se habla de los milagros de Jesús como manifestación de su divinidad, pero a la vez se critica que los que le conocieron pretendan poner en ellos la salvación ofrecida por Jesús. Una salvación material que debía consistir en librarles de sus limitaciones desde fuera y por el poder de Dios, directo o a través de un intermediario. Seguimos arrastrando la idea de Dios del paleolítico: el todopoderoso que va a poner su poder a mi servicio si cumplo unos requisitos.
Hoy se cumple esa escritura. Dios la cumple siempre sin tener que hacer nada. Que se cumpla hoy, depende de mí. Por no tener en cuenta estos dos planos, la religión nos ha metido por un callejón sin salida y nos ha hundido en la miseria. Seguimos esperando que Dios haga lo que me toca hacer a mí. Soy yo el que tengo que preguntarme: ¿cumplo yo hoy esa escritura que acabáis de oír? La misma iglesia, ya desde muy pronto, prefirió potenciar en Jesús la idea de Hijo de Dios y se olvidó de la de Mesías; aunque está claro que en los orígenes querían decir lo mismo. Así, la salvación que se pensaba como acontecimiento que debía darse en la historia, se convirtió en la salvación trascendente y ahistórica para el más allá. El mordiente que encerraba la imagen del mesías, se disolvió como un azucarillo. Jesús ya no necesita hacer presente la liberación desde la historia sino desde la estratosfera de su divinidad. Hemos leído: “todos le daban su aprobación y se admiraban...”. Pero hay una traducción alternativa: El verbo griego (martyreo) = dar testimonio, que se traduce por “dar su aprobación”, cuando está construido con dativo, significa “testimoniar en contra”. Por otra parte, (thaumazo) = Admirarse, significa también extrañarse, es decir, una admiración negativa. Entonces la traducción sería: “todos se declaraban en contra, extrañados del discurso sobre la gracia (para todos) que salía de sus labios”. Así cobra pleno sentido la respuesta de Jesús, que de otro modo, parece que inicia él la gresca provocando al personal. La importancia de suprimir la última frase del texto de Is, queda más clara con la explicación que da hoy Jesús. Tiene que rectificar el texto de Is, pero menciona a otros dos profetas que avalan esa aparente mutilación. Elías y Eliseo son ejemplos de cómo actúa Dios con relación a los no judíos. Para entenderlo hoy, podíamos decir que Elías atendió a una viuda libanesay Eliseo a un general sirio. ¡Qué poco han cambiado las cosas! La atención a la viuda de Sarepta y Naamán el sirio deja en evidencia la pretensión de salvación exclusiva que los judíos, como pueblo elegido pretendían. El evangelista quiere subrayar que este argumento contundente, no solo no les convence, sino todo lo contrario, provoca la ira de sus vecinos que se sienten agredidos porque les echa en cara su ceguera. La tradición de Mc, que copia Mt, no hace alusión ni al texto de Is ni a Elías y Eliseo. Esto indica la intención de recalcar la oposición de sus paisanos en Lc. Los primeros cristianos se esforzaron por proponer a Jesús como continuación del AT aprovechando cualquier resquicio para demostrar que en él “se cumplen las Escrituras”. Jesús sobrepasó, con mucho, todo lo que pudieron insinuar las Escrituras. ¿No es este el hijo de José? La única razón que dan los de su pueblo para rechazar las pretensiones de Jesús, es que no es más que uno del pueblo, conocido de todos. A mí me parece muy importante este planteamiento por parte del evangelista. La grandeza de Jesús está en que, siendo uno de tantos, fue capaz de descubrir lo que Dios esperaba de él. Jesús no es un extraterrestre que trae de otro mundo poderes especiales, sino un ser humano que saca de lo hondo de su ser lo que Dios ha puesto en todos los seres. Habla de lo que encontró dentro de sí mismo y nos invita a descubrir en nosotros lo mismo que él descubrió. La primera oposición que sufre Jesús en este evangelio, no viene de los sumos sacerdotes ni de los escribas o fariseos, sino del pueblo sencillo. Sus paisanos ven que no va a responder a las expectativas del judaísmo oficial, y se enfadan. Cualquier visión que vaya más allá de los intereses del gueto, (familia, pueblo, nación, etc.) será interpretada como traición a la institución. Las instituciones tienen como primer objetivo la defensa de unos intereses frente los intereses de los demás. Incluso nuestra manera de entender el ecumenismo, responde a esta dinámica completamente contraria al evangelio. Los de su pueblo no pueden aceptar un mesianismo para todos. Ellos esperaban un Mesías poderoso que les iba a librar de la opresión de los romanos y a solucionar todos los problemas materiales. Si Jesús se presenta como tal liberador, ellos tenían que ser los primeros beneficiarios de ese poder. Al darse cuenta de que no va a ser así, arremeten contra él. El odio es siempre consecuencia de un amor imposible. El evangelista echa mano del AT para demostrar que los profetas ya habían manifestado esa actitud de Dios a favor de extranjeros en apuros. Quiere decir que su mensaje no es contrario ni ajeno a la Escritura y que las pretensiones de los de su pueblo son una mala interpretación de la misma. El Dios de Jesús es Amor incondicional, total. No puede tener privilegios con nadie, porque ama a todos infinitamente. Dios no nos ama por lo que somos o por lo que hacemos. Dios nos ama por lo que Él es. Dios ama igual al pobre y al rico, al blanco y al negro, al cristiano y al musulmán, a la prostituta y a la monja de clausura, a Teresa de Calcuta y a Bin Laden... En algún momento de esta escala progresiva nos patinarán las neuronas. Es más de lo que podemos aguantar. Nos pasa lo que a los paisanos de Jesús. Mientras sigamos pensando que Dios me ama porque soy bueno, nadie nos convencerá de que debemos amar al que no lo es. Si llego a descubrir que Dios me ama sin merecerlo, y a pesar de lo que soy, tal vez podríamos entrar en la dinámica del amor que Jesús predicó. Jesús viene a anunciar una salvación de todas las opresiones. Pero esa salvación no depende de Dios ni de un intermediario de su poder sino de cada uno de nosotros. Su salvación no va contra nadie, sino a favor de todos. Ahora bien,no debemos ser ingenuos, lo que es buena noticia para los oprimidos, es mala noticia para los opresores. De ahí que, en tiempo de Jesús, y en todos los tiempos, los que gozan de privilegios, se opongan, con uñas y dientes, a esa práctica liberadora. Con el evangelio en la mano, no caben medias tientas. Si no estamos dispuestos a liberar a los oprimidos, somos opresores. Tenemos que hacer un esfuerzo por comprender que el opresor no hace mal porque daña al oprimido, sino que hace mal porque se hace daño a sí mismo. El que explota a otro le priva de unos bienes que pueden ser vitales, pero lo grave es que él mismo se está deteriorando como ser humano. El daño que hace, le afecta al otro en lo accidental. El daño que se hace a sí mismo, le afecta en lo esencial. El que muere por mi culpa puede morir repleto de humanidad; pero yo, al ser la causa de su muerte, me hundo en la más absoluta miseria. Solo una ignorancia profunda me puede llevar a hacerme tanto daño a mí mismo. ¿Hemos caído en la cuenta de que lo único que puede garantizar mi religiosidad, es el servicio a los demás? ¿Nos hemos parado a pensar que sin amor no soy nada? Ahora bien, el único amor del que podemos hablar es el amor a los demás. Sin éste, el amor que creemos tener a Dios, es una falacia. La única pregunta a la que debo contestar es esta. ¿Amo? Sin amor, todos los ritos, todas las ceremonias, todas las oraciones, todos los sacrificios, todas las normas cumplidas, no sirven de nada. Toda nuestra vida cristiana se convertirá en un absurdo si tenemos que concluir que no hemos llegado al verdadero amor. Meditación-contemplación Toda posible salvación está ya en tu mano. Todo el poder de Dios está a tu alcance. Todo lo que te impide ser tú mismo, puedes evitarlo. Todo lo que no puedes evitar no debe afectarte. .................................. Con frecuencia nos sentimos atrapados por fantasmas. Ignoramos lo que realmente somos y tenemos. Añoramos lo que no nos ayudará a ser más humanos. Toma conciencia de tus posibilidades y desplegarlas. ............................... Tú eres, como Jesús, ungido. Estás capacitado para la tarea que debes realizar. Cuando despliegues tu verdadera salvación, Estarás en condiciones de ayudar a otros a encontrarla.
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Como en una serie de televisión, el evangelio de este domingo comienza recordando lo último contado en el anterior. Jesús ha leído en la sinagoga de Nazaret un texto de Isaías que proclama una buena noticia a los pobres, ciegos, prisioneros, oprimidos. Cuando termina, afirma: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». ¿Cómo reaccionará el auditorio a estas palabras? Es lo que se cuenta en el evangelio de hoy, en el que podemos distinguir tres momentos: la reacción inicial del auditorio, un ataque desconcertante de Jesús, y la reacción final de los nazarenos.
El relato de Lucas Aparte de leer a Isaías, Jesús no ha dicho prácticamente nada. Sin embargo, Lucas indica de inmediato la triple reacción de los presentes: aprobación, admiración y desconcierto. Al parecer, les gusta lo que han oído, pero no comprenden que lo diga alguien a quien conocen desde pequeño. Si Jesús hubiera sido un político, habría aprovechado la ocasión para ganarse más aún al auditorio, solventando las posibles dudas sobre su autoridad. Sabe lo que esperan de él: no que lea textos de la Biblia sino que haga milagros. Le bastaría realizar algunos parecidos a los que ha hecho en Cafarnaúm para que todos le aplaudan y crean en él. Sin embargo, se niega a ello e incluso adopta una postura agresiva. Sin que los nazarenos hayan dado motivo, Jesús da por supuesto que lo van a rechazar. No se basa en nada concreto que hayan hecho o dicho, sino en un proverbio: “Ningún profeta es bien mirado en su tierra”. En consecuencia, tampoco él mira bien a los nazarenos y no hará allí ningún milagro. Igual que Elías fue enviado por Dios a ayudar a una viuda fenicia, y Eliseo a un leproso sirio, él también se siente enviado a los paganos. ¿Cuál sería la reacción lógica de los nazarenos? Levantarse e irse de la sinagoga, soltando probablemente bastantes maldiciones contra Jesús. Sin embargo, lo que cuenta Lucas es mucho más fuerte: se sienten tan irritados que deciden matarlo, despeñándolo. Un relato desconcertante Cuando se lee con atención el relato de Lucas surgen varias preguntas: ¿Por qué adopta Jesús una postura tan agresiva? ¿Por qué da por supuesto que lo van a rechazar? ¿Por qué compara su actitud con la de Elías y Eliseo, enviados a los paganos, cuando reconoce haber hecho milagros en Cafarnaúm, que no es una ciudad pagana sino israelita? ¿Por qué reaccionan los nazarenos de forma tan terrible, queriendo matarlo? Para responder a estas preguntas conviene recordar cómo cuenta Marcos la visita de Jesús a Nazaret. La versión de Marcos Marcos cuenta la visita de forma muy distinta. Jesús ya es bastante conocido cuando vuelve a Nazaret con sus discípulos. Y ocurre lo siguiente: “Un sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos al escucharlo comentaban asombrados: ¿De dónde saca éste todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado? Y, ¿qué hay de los grandes milagros que realiza con sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto lo sentían como un obstáculo. Jesús les decía: “A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo sanar a unos pocos enfermos a quienes impuso las manos. Y se asombraba de su incredulidad.” Las diferencias son claras. En Marcos, la reacción del auditorio no es de aprobación, admiración y desconcierto, sino de desconcierto y rechazo. Entonces es cuando Jesús recuerda que “a un profeta solo lo desprecian en su tierra”. Pero nadie intenta matarlo. Simplemente, no creen en él ni en su poder. Y Jesús se admira de su incredulidad. Nazaret como símbolo ¿Por qué ha escrito Lucas un relato tan distinto? Porque él no ha pretendido contar lo ocurrido, sino convertir la visita de Jesús a Nazaret en símbolo de la relación de Jesús con el pueblo judío y con los paganos. Para ello, lo primero que hace es comenzar la actividad de Jesús con esta visita. Mientras Mateo y Marcos dicen que Jesús comenzó predicando por los pueblos y aldeas de Galilea, sin concretar cuáles, Lucas nos sitúa en la sinagoga de Nazaret. Sabe que Jesús no fue aceptado por los nazarenos, ni tampoco por su familia, que lo consideraba medio loco. Recoge y lleva al límite ese rechazo, convirtiéndolo en símbolo de la oposición de la mayor parte del pueblo judío, que terminó provocando su muerte. En el Nuevo Testamento se indican distintos motivos por los que Jesús entró en conflicto con las autoridades judías: por no observar el sábado, por ser un peligro desde el punto de vista político… En el relato de Lucas, el motivo principal de conflicto es el nacionalismo de los que quieren un Mesías al servicio exclusivo de Israel, mientras que Jesús se ve enviado a toda la humanidad. Pero nadie debe escandalizarse de eso, mucho menos los judíos: también Elías y Eliseo fueron enviados por Dios a los paganos en unos momentos en que los israelitas estaban muy necesitados de ayuda. La primera lectura (Jeremías 1,4-5. 17-19) Ha sido elegida como demostración de que “ningún profeta es bien visto en su tierra”. Las palabras finales “Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte” coinciden muy bien con el final del evangelio, donde Jesús pasa serenamente entre quienes intentan matarlo y se aleja. Con una gran diferencia: Jeremías se verá libre gracias a la compañía de Dios; Jesús tiene en sí mismo el poder para enfrentarse al enemigo. Cuando muera será porque él lo acepta libremente. Pregunta final ¿No nos parecemos demasiado los cristianos a los nazarenos de Lucas? ¿No somos demasiado exclusivistas al hablar de la salvación de Dios? El evangelio que leemos este domingo IV del T. O. completa la narración de Lucas artificialmente interrumpida el domingo anterior. El comentario fundamental sería el mismo, salvo nuevos detalles. Sin embargo tiene sentido volver a reflexionar sobre las mismas ideas; san Ignacio, en las meditaciones de sus Ejercicios Espirituales, insiste en la repetición.
Qué sucedió Ya hemos dicho que esta narración es una reelaboración de Lucas sobre un breve texto de Marcos, en la que introduce la profecía de Isaías como mensaje programático de su misión. Añade también otros detalles descriptivos, entre los que destaca el frustrado intento de sus convecinos de arrojarlo por un barranco. Esta escapatoria de Jesús no resulta real, porque supondría realizar un prodigio -¡y en beneficio propio!- que de alguna manera satisfaría la demanda de prodigios que le hacían sus convecinos; más bien parece ser una escenificación literaria del rechazo de sus convecinos. Lo que ciertamente habría sucedido fue la sorpresa (¿admiración?) de los vecinos por la enseñanza de Jesús, y también su rechazo. Más significativo puede ser lo que Lucas suprime conscientemente del texto de Marcos. En el primer evangelio, Jesús habría reprochado a sus vecinos que “un profeta sólo es desestimado en su país, entre sus parientes y su familia”; Lucas omite (igual que Mateo) la mención de los parientes y de la familia, que en realidad tampoco estaba en el proverbio judío al que alude Jesús. Ante esta divergencia cabe preguntarse ¿quién reproduce mejor las palabras de Jesús, Marcos o Lucas y Mateo? Marcos es más espontáneo y brusco, y acentúa la incomprensión de Jesús por su propia familia; Lucas es más conciliador en lo referente a las relaciones dentro de la comunidad, como vemos a propósito de la relación entre Pedro y Pablo, y en el llamado concilio de Jerusalén. También las comunidades cristianas estarían más inclinadas a borrar las tensiones de Jesús con su familia teniendo en cuenta que Santiago, el hermano del Señor, era el representante de la comunidad de Jerusalén. Qué quiso transmitir Lucas El mensaje principal es el programa mesiánico de Jesús, que el evangelio de hoy repite en la frase inicial, pero podemos ver otro mensaje específico de Lucas en la ampliación del rechazo de sus vecinos. Ellos se quejan de que Jesús no realiza en su pueblo los prodigios que realiza en la vecina Cafarnaún, y Jesús les contesta, con insistencia provocativa, enumerando ejemplos bíblicos del rechazo de los profetas en su propia tierra. Los vecinos reaccionan con ira “y lo arrojaron fuera de la ciudad”, en una escena que parece anticipación del rechazo final al sacar a Jesús fuera de Jerusalén para crucificarlo. (Podemos interpretarlo como una prolepsis, recurso literario mediante el cual el autor prepara emocionalmente al lector para lo que más adelante va a suceder). Nazaret estaba más aferrada a lo tradicional que Cafarnaún, ciudad fronteriza y comercial, sede de un destacamento romano. Este mensaje de Lucas está apuntando también a la acogida favorable de los gentiles frente al rechazo del pueblo judío. El libro de los Hechos, segunda parte de la obra de Lucas, termina con la llegada de Pablo a Roma: “Por tanto, enteraos bien de que esta salvación de Dios se ha destinado a los paganos; ellos sí escucharán” (Hch 28,28). Qué percibe mi conciencia El tercer mensaje que amplifica Lucas, y el que más resuena hoy en mi conciencia, es que “ningún profeta es bien aceptado en su tierra”. Sea por la resistencia habitual ante un cambio, por la rivalidad que imaginamos en el compañero que destaca, o por la reacción frente a un profeta que reprocha nuestra conducta “socialmente aceptada”, lo cierto es que en el Antiguo Testamento, en tiempos de Jesús, y en la actualidad, “ningún profeta es bien aceptado en su tierra”. Un profeta, sufí o cristiano, suele ser rechazado precisamente por los miembros de su propia religión. Un mensaje como “libertad, igualdad y fraternidad” surgió de una herencia cristiana, pero resultaba inaceptable para la institución católica. Tuvo que ser proclamado y defendido por la Revolución francesa. Hoy lo firmaríamos todos los cristianos (otra cosa es que lo cumplamos). Actualmente no faltan en la Iglesia profetas que proclamen mensajes de Dios, pero suelen ser silenciados, o abiertamente rechazados. Las reformas que propone el Papa Francisco son mejor acogidas por los cristianos menos practicantes. La peculiaridad de Lucas
Cuando Lucas escribió su evangelio, tomó como punto de partida el de Marcos. Incluso lo copió a veces al pie de la letra. Pero, en bastantes ocasiones, lo cambiaba y completaba. Uno de los casos más curioso de cambio y añadido lo tenemos en el evangelio de este domingo. Marcos cuenta que Jesús, cuando metieron en la cárcel a Juan Bautista, se dirigió a Galilea y proclamaba lo siguiente: “Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios. Convertíos y creed la buena noticia”. Lucas también dice que Jesús se dirigió a Galilea y predicaba en las sinagogas, pero no dice qué predicaba. Las primeras palabras públicas las pronunciará en la sinagoga de Nazaret, y no hablan del plazo que se ha cumplido ni de la cercanía del reinado de Dios; tampoco piden la conversión y la fe. El reinado de Dios no está cerca, se ha hecho presente en Jesús Lo primero que hace Jesús es leer un texto de Isaías que pretende consolar a los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Son imágenes que no debemos interpretar al pie de la letra. No se trata de ciegos físicos ni de presos. Este texto, escrito probablemente en el siglo VI o V a.C., describe la triste situación en la que se encontraba por entonces el pueblo de Israel, sometido al imperio persa. Una situación bastante parecida a la de los judíos del tiempo de Jesús, sometidos al imperio romano. Los presentes en la sinagoga de Nazaret podían verse reflejados perfectamente en esas palabras del libro de Isaías. Pero lo importante es lo que Jesús añade: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Cuando se comparan las primeras palabras de Jesús en Marcos y Lucas se advierte una interesante diferencia. En Marcos, lo esencial es el reinado de Dios y la actitud que debemos adoptar ante su cercanía (conversión y fe). En Lucas, la fuerza recae en el personaje sobre quien Dios ha enviado su Espíritu: Jesús. No se trata de que el reinado de Dios esté cerca, se ha hecho ya presente en Jesús. ¿Qué se cumple hoy? El texto de Isaías se puede interpretar, a la ligera, como si el personaje del que habla (para nosotros, Jesús) fuese a llevar a cabo la mejora social de los pobres, la liberación de los cautivos, la curación de los ciegos, la libertad de los oprimidos. Sin embargo, el texto no pone el énfasis en la acción, sino en el anuncio. La traducción litúrgica usa tres veces el verbo “anunciar” (en griego sería una vez “evangelizar” y dos “anunciar”). Este matiz es importante, porque coincide con lo que hizo Jesús. Es cierto que curó a algún ciego, pero no liberó de los romanos ni mejoró la situación económica de los pobres. Lo que hizo fue “anunciar el año de gracia del Señor”, hablar de un Dios Padre, que nos ama incluso cuando las circunstancias de nuestra vida siguen siendo muy duras. Nazaret como símbolo Lo anterior no lo sitúa Lucas en un lugar anónimo, sino en la sinagoga de Nazaret. Los peregrinos visitan ahora esta ciudad con mucha devoción. Pero lo que cuentan los evangelios es muy distinto. En Nazaret encontró Jesús desconfianza por parte de la población y de su misma familia. Marcos cuenta que “Jesús se extrañaba de su incredulidad”. Y Juan dice que “sus hermanos no creían en él”. Esta experiencia dolorosa para Jesús la recoge Lucas y la convierte en símbolo del rechazo que experimentó por parte de la mayoría del pueblo judío. El motivo del conflicto, como veremos el domingo próximo, es el nacionalismo. Los nazarenos quieren un Mesías al servicio de Israel; Jesús ve su misión al servicio de toda la humanidad. Un optimismo desafiante La liturgia ha dividido el relato de Lucas en dos domingos. El final trágico no se lee hoy, ni siquiera la reacción primera, de sorpresa, del auditorio nazareno. La veremos el próximo domingo. Lo que hoy debe quedarnos es el profundo optimismo del mensaje de Isaías, que, al mismo tiempo, supone un desafío para nuestra fe. ¿Se ha cumplido realmente esa Escritura que anuncia la mejora y la salvación a pobres, ciegos, cautivos y oprimidos? Una rápida lectura del periódico bastaría para ponerlo en duda. Cuando Lucas escribió su evangelio, cuarenta o cincuenta años después de la muerte de Jesús, también tendría motivos para dudar de esta promesa. Sin embargo, no lo hizo. Jesús había cumplido su misión de anunciar el año de gracia del Señor, había traído esperanza y consuelo. Había motivo más que suficiente para creer que esa palabra se había cumplido y se siguen cumpliendo hoy. La 1ª lectura Se interpreta generalmente como el punto de partida histórico de la lectura pública de los textos sagrados judíos y ayuda a comprender lo ocurrido en la sinagoga de Nazaret. La escena se sitúa en la segunda mitad el siglo V a.C., en tiempos de Esdras y representa una gran novedad. Hasta entonces, quienes hablaban en público eran los profetas. Ahora se lee el libro de la Ley de Moisés (quizá alguna parte del Deuteronomio), de acuerdo con un ritual muy preciso, que se mantuvo parcialmente en las sinagogas: Esdras se sitúa en un púlpito, la gente se pone en pie, Esdras bendice al Señor y todos adoran. Según otra versión, quienes leen son los levitas, que, al mismo tiempo, explican el sentido de lo que han leído. Después de unos días de descanso y desconexión de las tareas cotidianas, pastorales unas, otras, demasiadas, burocráticas, retomo este blog, con ganas, y con ilusión. Parece mentira lo que una pequeña dedicación literaria, cultural, teológico-bíblica, te pude prender y cómo la puedes echar en falta. Así que, de vuelta a mis ocupaciones, sacaré de ellas, como siempre, materia e inspiración para mis escritos.
El evangelio de la misa de hoy, 2º Domingo de Navidad, repite el del día 25, fiesta de la Navidad. Se trata del famosísimo prólogo del Evangelio de San Juan, que les hubiera encantado conocer a Platón y Aristóteles. ¡Cómo habrían gozado con esas líneas!, unas de las más lúcidas, decisivas y bellas de toda la literatura universal. No exagero. Su mensaje central es: todo, en el Universo, -para los creyentes, en la Creación-, ¡todo!, tiene sentido, porque está inspirado, ejecutado, y sostenido, en la Palabra, en el Logos, en la Idea, en el Verbo; como lo queramos llamar. Como he afirmado más arriba, Platón, para decirlo con expresión juvenil un tanto irreverente, habría flipado con esa certeza, que él también pregonaba, aunque con una separación peligrosa, -abismal, sería la palabra exacta-, entre los dos mundos: el de lo empírico, o falsa realidad, y el de las ideas. Sin la presencia de esa Palabra, que es creadora, y vivificante, el ser humano viviría alejado de la verdadera Sabiduría. Y al extenderme, y abundar en esta idea, y de la Gracia que ellos, unos pocos y pusilánimes miembros del Pueblo de Dios en Vallecas, tienen por poder escuchar todos los domingos la Palabra, uno de los presentes me ha preguntado: Pero, ¿no existe el peligro de que los creyentes, como ahora los musulmanes, abusen del Nombre de Dios, y lo aprovechen para atacar a los que consideran sus enemigos? La intervención tenía su miga, y yo no podía menos que aprovecharla para recordar a mi asamblea eucarística, tan fiel, una de mis ideas motrices y troncales en lo referente a la idiosincrasia de la Religión. La idea central a la que me refiero es que “el Cristianismo NO es una religión”. Ésta, que para todos los efectos que nos interesan, la podemos identificar con la “religiosidad natural”, es una creación humana normalmente fruto de alguna, muchas, o todas, las inseguridades con las que el ser humano convive en su existencia. Así que podemos decir que por la religiosidad el hombre descubre la utilidad, que rápidamente se convierte en necesidad, de una “transcendencia protectora”, llamémosla así. Y la protección recae, como dice la lógica, sobre los que transcienden su finitud y limitación humanas, porque, en el fondo, ese es el objetivo de la experiencia de finitud, primero, y después, de la institucionalización, del sentimiento religioso natural. Un ejemplo: los judíos viven su relación con su Dios, en los primeros momentos de su historia, como una Religión. Por eso llaman a su Dios “Yavé sebaot”, que traducimos como “Señor de los ejércitos”. Después, en la época gloriosa de los profetas, después de haber sido purificados con la gran decepción, -el “gran pecado”, para los grandes profetas-, del Exilio, que tuvo que ser repetido, para mayor y mejor purificación, pasan a vivir su fe en Yavé como una Revelación, y apreciarán y saborearán la gratuidad de la Alianza que un Dios “clemente y misericordioso” tuvo a bien hacer con ellos. Pero si en los comienzos del Antiguo Testamento (AT) los judíos tuvieron que pasar un tiempo descubriendo su fe, para pasar de la religiosidad natural a la Revelación, este proceso no fue necesario, ni se realizó en la Iglesia, ya desde sus primeros pasos. Porque ésta estaba fundada, y se sostenía, por la Palabra, los hechos, y la muerte y Resurrección del Maestro. “De muchas maneras y de muchos modos habló Dios antiguamente, por los patriarcas y profetas, pero en los días actuales nos ha hablado por su Hijo”. He aquí no el inicio, pero si el fin de la Revelación, porque los textos que vendrán después de Él, en el Nuevo Testamento, (NT), sólo serán la trascripción e interpretación autorizadas, por la inspiración, que el Hijo proporcionó a su pequeño rebaño. Lo malo fue que este espíritu y estilo de respeto máximo a la Palabra del Maestro duró poco, exactamente hasta que la Iglesia salió de la persecución y de la vida subterránea en catacumbas, y se instaló en las cercanías del poder imperial. Ese paso significó lo que para mí ha sido el mayor trauma de la Historia de la Iglesia, porque imitó tanto a las religiones naturales, (hasta le punto de llamar sacerdotes a los ministros de la Iglesia, en contra flagrante de la enseñanza de todo el NT, en el que nunca se llama así a ningún cristiano; al contrario, se proclama repetidamente, y con toda solemnidad, que El único sacerdote, para siempre, es Jesucristo). Y tanto copió a las religiones, que ella misma comenzó a vivr su fe revelada, como uan Religión natural. Y todavía muchos, en la Iglesia, permanecen en esa experiencia frustrante. Por eso podemos afirmar que el Cristianismo que ha usado la violencia, y la imposición por la fuerza, cosa que sí ha hecho, como veremos en la siguiente entrada, lo ha hecho traicionando su esencia, y la explícita enseñanza y recomendación de su Maestro y Revelador. Pero tenemos que aceptar, con sinceridad, que durante siglos, los cristianos, conducidos y guiados por sus pastores, han apelado a la violencia, sin ver en ello un grave quebranto a la fidelidad al Evangelio. (Tendremos ocasión de comprobar esta realidad en el siguiente artículo). Con motivo de la violencia yihadista se han oído voces en ambientes católicos tachando de blasfema y profundamente irreverente la invocación de Dios en sus ataques a objetivos occidentales, sobre todo los que ellos denominan de conductas inmorales, englobando como tales casi todo el elenco y diversidad de actividades lúdicas y de ocio. Es evidente que no voy a ser yo el que defienda esas intervenciones violentas, crueles, inhumanas en su sangrienta carnicería. Estas líneas, por tanto, no implican ni un gramo de connivencia, y ni siquiera de complaciente comprensión. No. Mi enfoque y mi reflexión van por otro lado. Mucho más por el que el Maestro nos enseñó con la frase apodíctica “¿Cómo quieres quitar la mota del ojo de tu hermano si tú tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Retira primero la viga de tu ojo, y verás luego para intentar quitar la mota del ojo de tu hermano.” Con esto quiero decir que igualmente me parece reprobable la violencia y la guerra en nombre de Alá, que de Yavé, que, ¡oh blasfemia!, del Padre del Señor Jesucristo; o de éste, directamente. Y todos estos nombre se han invocado no solo durante hace siglos, en el limbo de los tiempos, sino en tiempos recientes, casi en nuestros días. Repito para que no me lleven a confusión. Las religiones naturales, o las que siendo reveladas, viven y se comportan como si fuesen fruto de la religiosidad natural, han sido sólo fuente de guerras, conflictos y violencias, sino que han constituido un de las principales fuentes de esos disturbios, si no la principal. Es decir, condenemos la violencia de todas las religiones, y no tapemos nuestras vergüenzas. A mí m sorprende, me irrita, y me escandaliza, que al pobre Santiago pescador del mar de Galilea, decidido, y lanzado, como “hijo del trueno”, le encasquetemos la denominación, y así haya sido retratado, pintado y cantado, como Santiago Matamoros. Y esta no es sino una anécdota muy próxima a la condena de los musulmanes. El problema estriba, claro, en la radicalización de muchos fieles de las religiones. Pero esta se hace presente, en el cristianismo, tanto en el mundo católico, como en el evangélico, o en el ortodoxo. Todavía recuerdo la reacción violenta de un clérigo, croata, en la violenta guerra que su pueblo riñó contra el pueblo serbio al principio de los años noventa. Muchos quedamos escandalizados de la violencia y la terrible lógica de nuestro colega, que incluía, e involucraba, elementos étnicos, religiosos, e históricos. Siempre ha sido muy grande la tentación de usar en su favor, la mayor fuerza que pueda imaginar un fiel religioso en su turbio raciocinio: Dios, que es más poderoso que la energía atómica y las furias desatadas del Averno. Y no siempre se han aprovechado las religiones de esta formidable amenaza y fuerza persuasiva contra los enemigos de otras religiones, sino que ha sido capaz de provocar divisiones, y provocar feroces guerras entre miembros de la misma religión. Lo estamos viendo ahora en la terrible pugna por el poder en el seno del mahometismo, entre las facciones chiita y suní. Pero los cristianos recodamos la guerra de los cien años, y como no fueron paganos o sarracenos los que quemaron a Juna de Arco, sino sus correligionarios ingleses. Se nos cae la cara de vergüenza al recordar la infamia de la violencia inquisitorial, en nombre de Dios, o la bendición de las armas letales antes de las guerras. O, ya entre nosotros, el orgullo de la “cruzada española”, para defender España y la Religión. En fin, Dios nos libre de los radicales, intolerantes y talibanes, que los hay en todos los credos. Lo malo es que en épocas pasadas del Cristianismo la violencia no se debía a radicales, sino que los propios pastores de la Iglesia eran más políticos y soldados que ministros de la Palabra de Jesús, que es de perdón, de misericordia, y de poner la otra mejilla. Exactamente, lo contrario de la violencia. Este ciclo (C) toca leer el evangelio de Lc, que empieza su evangelio con un paralelismo entre el Bautista y Jesús; Anuncio de Juan, anuncio de Jesús. Nacimiento de Juan, nacimiento de Jesús. Sigue con la adoración de los pastores y el Niño en el templo. A partir de aquí, Lc se olvida de todo lo dicho y comienza solemnemente su evangelio: “En el año quince del gobierno de Tiberio Cesar… vino la palabra de Dios sobre Juan… Después del bautismo y las tentaciones, vuelve otro comienzo con un resumen: Regresó a Galilea con la fuerza del Espíritu, enseñaba en las sinagogas y su fama se extendió por toda la comarca.
En el texto queda claro que no es la primera vez que entra en una sinagoga porque dice: “como era su costumbre”. Y en los versículos siguientes: “haz aquí lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm. El texto de Isaías es el punto de partida. Pero más importante aún que la cita, es la omisión voluntaria de la última parte del párrafo, que decía: “... y un día de venganza para nuestro Dios” (estaba expresamente prohibido añadir o quitar un ápice del texto). Los que escuchaban conocían de memoria el texto, y se dieron cuenta de la omisión. Que el hijo de José se atreva a rectificar la Escritura era inaceptable. Is se refiere a los tiempos mesiánicos, con metáforas, no habla de datos físicos. Jesús se niega a entrar en esa dinámica que los de su pueblo esperan. Ni la misión de Elías ni la de Eliseo fue remediar necesidades materiales. Continúa Lc con un texto en que Jesús realiza toda clase de curaciones, ahora en Cafarnaúm. Pero termina orando en descampado y diciendo a los que le buscan: Vámonos a otros pueblos a predicar, que para eso he venido. No comenta un texto de la Torá, que era lo más sagrado para el judaísmo sino un texto profético. El fundamento de la predicación de Jesús se encuentra más en los profetas que en el Pentateuco. Para los primeros cristianos, estaba claro que el mismo Espíritu que ha inspirado la Escritura, unge a Jesús a ir mucho más allá de ella. No se anula la Escritura sino el carácter absoluto que le habían dado los rabinos. Ninguna teología, ningún rito, ninguna norma pueden tener valor absoluto. El hombre debe estar siempre abierto al futuro. Al aplicarse a sí mismo el texto, está declarando su condición de “Ungido”. Seguramente es esta pretensión la que provoca la reacción de sus vecinos, que le conocían de toda la vida y sabían quién era su padre y su madre. En otras muchas partes de los evangelios se apunta a la misma idea: La mayor cercanía a la persona de Jesús se convierte en el mayor obstáculo para poder aceptar lo que verdaderamente representa. Para un judío era impensable que alguien se atreviera a cambiar la idea de Dios reflejada en la Escritura. Desde la Escritura, Jesús anuncia la raíz más profunda de su mensaje. A las promesas de unos tiempos mesiánicos por parte de Isaías, contrapone Jesús los hechos, “hoy se cumple esta Escritura”. Toda la Biblia está basada en una promesa de liberación por parte de Dios. Pero debemos tener mucho cuidado para no entender literalmente ese mensaje, y seguir esperando de Dios lo que ya nos ha dado. Dios no nos libera, Dios es la liberación. Soy yo el que debo tomar conciencia de que soy libre y puedo vivir en libertad sin que nadie me lo impida. Ni Dios ni los hombres en su nombre, pueden exigirme ningún vasallaje. La libertad es el estado natural del ser humano. La “buena noticia” de Jesús va dirigida a todos los que padecen cualquier clase de sometimiento, por eso tiene que consistir en una liberación. No debemos caer en una demagogia barata. La enumeración que hace Isaías no deja lugar a dudas. En nombre del evangelio no se puede predicar la simple liberación material. Pero tampoco podemos conformarnos con una propuesta de salvación meramente espiritual, desentendiéndonos de las esclavitudes materiales, en nombre de una salvación que nos empeñamos en proyectar para el “más allá”. Oprimir a alguien o desentenderse del oprimido, es negar radicalmente al Dios de Jesús. El Dios de Jesús no es el aliado de unos pocos que le caen en gracia. No es el Dios de los buenos, de los piadosos ni de los sabios. Es, sobre todo, el Dios de los marginados, de los excluidos, de los enfermos y tarados, de los pecadores. Solo estaremos de parte Dios, si estamos con ellos. Una religión, compatible con cualquier clase de exclusión, es idolátrica. Cuando el Bautista envía dos discípulos a preguntar a Jesús si era él el Mesías, responde Jesús: “id y contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven los cojos andan…etc”. Hoy el ser humano está fallando en la búsqueda de libertad. Buscamos con ahínco la liberación de las opresiones externas, pero descuidamos la liberación interior que es la verdadera. Jesús habla de liberarse, antes de liberar. En el evangelio de Juan, está muy claro que tan grave es oprimir como dejarse oprimir. El ser humano puede permanecer libre, a pesar de sometimientos externos, hay una parte de su ser que nadie puede doblegar. La primera obligación de un ser humano es no dejarse esclavizar y el primer derecho, verse libre de toda opresión. La peor opresión, la que se ejerce en nombre de Dios. ¿Cómo conseguir ese objetivo? El evangelio nos lo acaba de decir: Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu. Ahí está la clave. Solo el Espíritu nos puede capacitar para cumplir la misión que tenemos como seres humanos. Tanto en el AT como en el NT, ungir era capacitar a uno para una misión. Pablo nos lo dice con claridad meridiana: Si todos hemos bebido de un mismo Espíritu, seremos capaces de superar el individualismo, y entraremos en la dinámica de pertenencia a un mismo cuerpo. La idea de que todos formamos un solo cuerpo es sencillamente genial. Ninguna explicación teológica puede llevarnos más lejos que esta imagen. La idea de que somos individuos con intereses encontrados es tan demencial como pensar que cualquier parte de nuestro cuerpo pueda ir en contra de otra parte del mismo cuerpo. Cuando esto sucede le llamamos cáncer. El individualismo solo puede ser superado por la unidad a la que nos lleva el Espíritu. Pablo nos invita a aceptarnos los unos a los otros como diferentes. Esa diversidad es precisamente la base de cualquier organismo. Sin ella, el ser vivo sería inviable. Tal vez sea una de las exigencias más difíciles de nuestra condición de criaturas, aceptar la diversidad, aceptar al otro como diferente, encontrando en esa diferencia, no una amenaza sino una riqueza insustituible. Si somos sinceros, descubrimos que estamos en la dinámica opuesta: rechazar y aniquilar al que no es como nosotros. Todavía hoy sigue siendo una asignatura pendiente para nuestra religión, no ya la aceptación, sino el simple soportar al diferente. Lo único que predicó Jesús fue el amor, es decir, la unidad. Eso supone la superación de todo egoísmo y toda conciencia de individualidad. Los conocimientos adquiridos en estos dos últimos siglos vienen en nuestra ayuda. Somos parte del universo, somos parte de la vida. Si seguimos empeñándonos en encontrar el sentido de mi existencia en la individualidad terminaremos todos locos. El sentido está en la totalidad, que no es algo separado de mi individualidad, sino que es su propio constitutivo esencial. No solo para sentirme unido a toda la materia, sino para sentirme identificado con todo el Espíritu. Ya sabemos que el “Espíritu” no es más que Dios presente en lo más hondo de nuestro ser. Eso que hay de divino en nosotros es nuestro verdadero ser. Todo lo demás, no solo es accidental, transitorio y caduco, sino que terminará por desaparecer, querámoslo o no. No tiene ni pies ni cabeza que sigamos empeñados en potenciar lo que de nosotros es más endeble, aquello de lo que tenemos que despegarnos. Querer dar sentido a mi existencia potenciando lo caduco, es ir en contra de nuestra naturaleza más íntima. Meditación-contemplación Todo lo que significa Jesús, es obra del Espíritu. Él lo descubrió dentro de sí y lo vivió. Por eso le llamaron Jesús el Cristo (ungido). Todos podemos llegar a la misma experiencia. ............................... Hoy se cumple esa Escritura también en ti. El Espíritu que actuó en Jesús, está actuando en ti. Dios da el Espíritu sin medida. Sin esto, ninguna vida espiritual será posible. ........................... El Espíritu te llevará al encuentro del otro. El ego nos separa. La fuerza del Espíritu nos identifica. Conecta con esa energía divina que ya está en ti, y la espiritualidad será lo más espontáneo y natural de tu vida. Cuando nos encontramos ante alguna palabra “gastada”, parece imprescindible recurrir a otras equivalentes, que puedan acercarnos más “limpiamente” a lo que aquel término quería vehicular.
En lo que se refiere a la palabra “espiritualidad”, es probable que rescatemos su contenido original, si usamos, de entrada, estas cuatro: interioridad, profundidad, transpersonalidad y no-dualidad. Interioridad es lo opuesto a banalidad. Dirige nuestra mirada hacia ese lugar, oculto a simple vista, pero del que brota la vida. Porque, como proclama el poeta argentino Francisco Luis Bernárdez, “lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”. Profundidad es lo opuesto a superficialidad. Habla de hondura que, en la literatura espiritual, coincide con la “altura”. Nos orienta hacia ese mismo y único lugar, liberándonos de la compulsión que nos mantiene en la superficie de las cosas, y del vacío que hay en su origen. Transpersonalidad es lo opuesto a egocentración. Si el ego se caracteriza por vivir pendiente de sus deseos y de sus miedos –no es otra cosa-, en un programa caracterizado por la defensa y el ataque, la práctica espiritual consiste en la desapropiación progresiva del ego. Y ello no ocurre gracias a algún tipo de voluntarismo, sino a un proceso creciente de comprensión: la práctica espiritual es también un proceso de autoconocimiento en profundidad. Hasta el punto de que, como dijera Bo Lozoff, “del camino espiritual, ningún ego sale con vida…, gracias a Dios”. El texto completo es el siguiente: “El verdadero desarrollo espiritual no es una tarea sencilla, segura ni cómoda. Ningún ego sale con vida de este camino, gracias a Dios”. No-dualidad es lo opuesto a separación dualista. La mente es necesariamente dual, porque sólo puede operar a partir de la separación sujeto/objeto, perceptor/percibido. Sin embargo, esa lectura de la mente, que sostiene al ego en la creencia de ser una entidad separada del resto, es un engaño. La realidad se halla interconectada en un Todo único, en un Abrazo no-dual que integra las diferencias. Muy brevemente, “espiritualidad” hace referencia a la dimensión profunda de lo Real, a aquello que no se ve de todo lo que se ve. Lo que vemos es únicamente el anverso; lo que no vemos –y, sin embargo, posibilita la visión- es el reverso. Pero todo es (somos) Uno-en-la-diferencia. Y, en su sentido más profundo, “espiritualidad” es idéntico a “humanidad plena” o “plenitud de vida”. «El nombre de Dios es Misericordia» (Planeta Testimonio), el primer libro-entrevista del Papa Francisco sobre uno de los temas claves de su pontificado, fue presentado ayer en Roma con gran expectación en un auditorio próximo al Vaticano que se llenó de unos 600 periodistas. El libro está disponible desde hoy en 86 países y 21 idiomas.
Entre las autoridades más destacadas que asistieron, el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado Vaticano, el cardenal español Julián Herranz y el actor cómico y director de cine Roberto Benigni, conocido por la oscarizada «La vida es bella». El evento estuvo presentado por el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi. «No esperen revelaciones, no esperen noticias inéditas ni una entrevista sobre varios temas», dijo Parolin al señalar que el libro es algo más que esto: «Abre las puertas y concede el don gratuito de conocer la misericordia». De hecho, Lombardi coincidió y explicó que en lugar de «libro-entrevista» hay que llamarlo «libro-conversación» por el lenguaje con el que habla el Pontífice así como la sencillez, tan característica suya, de la que hace gala. «Ni siquiera se trata de una amplia entrevista sobre cuestiones de actualidad que tienen que ver con la vida de la Iglesia y del mundo, como suele ocurrir en las ruedas de prensa del avión, durante los vuelos de vuelta de los países que visita», indicó el Secretario de Estado Vaticano a los presentes. En su opinión, con este libro Francisco «quiere hacernos entrar, casi tomándonos de la mano, en el gran y reconfortante misterio de la misericordia de Dios». «Un misterio tan alejado de nuestros cálculos humanos y también tan necesario y esperado por nosotros, peregrinos perdidos en estos tiempos de desafíos y pruebas», agregó. La nota de color la puso sin duda el cómico italiano, quien no se despojó de su humor y bromeó a lo largo de su intervención provocando carcajadas en los asistentes al acto. Nada más iniciar, el cineasta aseguró sentirse emocionado por estar en el «Estado más pequeño del mundo con el hombre más grande del mundo (Francisco)» y aconsejó repetidamente leer el libro porque es breve y fácil de comprender. Sirve «para llevar en el bolsillo», dijo con una sonrisa. Benigni se preguntó: «¿Hacia dónde está yendo Francisco», y se respondió a sí mismo: «Lleva a la Iglesia toda con él, la lleva hacia el cristianismo a través de la misericordia» y esto «es un verdadero desafío social y político», apuntó. El actor subrayó que «Francisco está lleno de misericordia, es como la Virgen: una fuente, una cascada de misericordia», y aludió a que el mundo actual «está irreconocible y quiere el miedo, la condena...», mientras que el Papa «responde con misericordia». Así mismo, habló del Evangelio y dijo que «amar al enemigo es la frase más alta de la humanidad». Tanto el actor, como el autor del libro, el vaticanista Andrea Tornielli, saludaron el lunes al Pontífice y le entregaron el libro traducido en distintos idiomas. El portavoz del Vaticano contó el Papa quiso destacar que él «no ha inventado la ‘‘misericordia’’» ni su concepto cristiano, sino que «sigue la senda de sus predecesores» Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes también hablaron y escribieron abundante sobre el tema. Por su parte, Tornielli afirmó que el libro es «un gran regalo» que ha querido hacer el Papa, ya que él se ha limitado a proponer las preguntas y «encender la grabadora». El resto, confirmó, es la transcripción del magisterio de Francisco con el añadido de numerosas anécdotas y episodios de su vida y que ya ha sido calificado como la encíclica sobre la misericordia que siempre ha querido escribir y una especie de «manifiesto» del Año Jubilar que acaba de comenzar. Decía Baden-Powell, fundador de los Scouts, en su testamento espiritual: “Intentad dejar este mundo mejor de como os lo encontrasteis”.
Hay momentos en la vida en que uno se para a pensar sobre su persona, sobre el mundo en general que le rodea o sobre ciertas realidades del mismo. A veces lo hacemos de manera inconsciente, otras, en cambio, aprovechando de manera un tanto instintiva ciertos momentos que la vida misma nos depara. No cabe duda que un momento muy propicio para hacer este ejercicio acostumbra a ser por norma general el comienzo de un nuevo año. De entrada, deseamos los mejores augurios para nuestros familiares, amigos y personas cercanas a nuestras vidas, resumido todo ello en la máxima felicidad posible. Casi se puede decir que es como un rito establecido y muy arraigado en todas o en la mayor parte de las culturas, y sobre el que no tengo nada que decir en su contra, pues al fin y al cabo en nuestras relaciones humanas los ritos ocupan un lugar muy importante. “Es bueno que haya ritos”, dijo el zorro al Principito. Pues bien, a pesar de ello y teniendo en cuenta que así lo creo, no es mi intención convertir el comienzo de un nuevo año en un rito más de la vida, desprovisto del sentido profundo que, tal como pienso, debiera de tener y, si se me apura un poco, de manera quizás especial. Por ello quiero que vaya de antemano un “¡feliz año!” para todas y todos los seguidores de Eclesalia, sin que os quepa la menor duda de que es un deseo que me sale desde lo más profundo del corazón. Al utilizar el adjetivo “feliz” me ha venido una vez más a la mente algo que llevo muy clavado dentro de mí, como es el hecho que no puedo ser feliz ni puedo desear que tú también lo seas si nuestros alrededores no lo son o, lo que es peor aún, si están “preñados” de una gran infelicidad o, lo que es más grave, de un profundo sufrimiento. Pienso que no es el momento ahora de comenzar a enumerar situaciones de tragedias y de dolor que pudieran dar pie a pensar que soy un agorero de desgracias. Vaya por delante que no es ésta mi intención, ni mucho menos. Pero ello no quita que manifieste mi visión sobre la realidad, en su doble vertiente del mal y de las personas que lo provocan (o provocamos) y del bien, fruto precisamente de los hombres y de las mujeres que se esfuerzan (o nos esforzamos) para conseguir que así sea. No me resigno a aceptar que las cosas son así y que poco o nada podemos hacer para que cambien. Si son así es debido precisamente a que los seres que habitamos el planeta lo hemos ido provocando a lo largo de los siglos. Lo cual me lleva a pensar que, si un día erramos el camino, es posible que de la misma manera podamos desandarlo. Lo que referido al caso que nos atañe significa que, no solamente es posible sino necesario transformarlo en un mundo más habitable y en un planeta respecto al cual todas y todos nos veamos implicados no solo de cara a respetarlo, sino a cuidarlo para que recupere el equilibrio que tantos desmanes por nuestra parte han provocado en él hasta el momento. Quizás ahora se entienda por qué encabezaba este escrito las palabras de Baden-Powell. Es necesario, aunque para ser exactos yo diría que es urgente, que durante el nuevo 2016 el mundo, el nuestro personal, el de nuestro alrededor, el que solamente conocemos por lo que nos llega a través de los medios, etc. sea un poco, aunque puestos a pedir, ¿por qué no? un “mucho” mejor. Que toda persona tenga acceso a la cultura, que la sanidad esté al alcance de todo ser humano que se encuentra enfermo, que no existan estómagos vacíos porque no les llega el alimento que les pertenece, que ningún niño, anciano, o cualquier otro ser atribulado y triste no reciban cariño, que nadie se vea obligado a abandonar su hogar y su tierra por ningún motivo, que comience a repartirse la riqueza de una manera más equitativa y justa, que se acabe la explotación en todas sus facetas y dimensiones respecto a todo tipo de personas, que el pensamiento y la religión, entre otros, no sean factores de división y de enfrentamiento, sino razones diferentes que nos lleven a trabajar por los ideales más nobles. Que el Universo y el Cosmos no solamente sean respetados, ¡qué menos!, sino queridos como algo que forma parte inseparable de nuestra condición humana. En fin, en las manos de cada una y cada uno dejo lo que creamos que valdría la pena seguir añadiendo. Es posible que, si lo intentamos, el 2016, a medida que lo vayamos viviendo, nos resulte diferente, en el sentido de comprobar que hay personas que poco a poco van saliendo del pozo en que se encontraban hundidas y que en sus vidas comienza a renacer la esperanza. No me digas que esto no es apasionante, a la vez que, casi con toda certeza, va a hacer que seamos un poco más felices. El enfrentamiento que está delineándose entre Arabia Saudita e Irán tiene, por cierto, motivos políticos y económicos:
-la diferencia de posiciones sobre las cuestiones siria y yemenita; -la competencia en la producción petrolífera; -el dominio de la península arábiga y del Golfo. Pero dicho enfrentamiento tiene también raíces religiosas, y se vincula con una lucha que ha de definir quién debe guiar la forma del islam destinada a la hegemonía. Una crisis de décadas, la peor de siglos El islam está atravesando una crisis desde hace algunos decenios: es la más grande de los últimos dos siglos. La misma asume formas variadas, de acuerdo a la política. Un punto sobre el cual es urgente y necesaria una superación es la estrecha relación entre política y religión. En realidad, dicho problema fue afrontado desde la mitad del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX: teníamos una tendencia liberal que buscaba crear Estados que fueran neutrales en términos religiosos; islámicos, porque la mayoría de la población era musulmana, pero quien no era musulmán tenía más o menos los mismos derechos. En síntesis, había una cierta neutralidad y laicidad. Arabia exporta integrismo con dinero Ahora, en cambio, al menos en los últimos 50 años se ve una tendencia contraria a ésta. En Egipto, por ejemplo, en Minia, en el ’73, como una especie de signo, en la apertura de las escuelas femeninas, todas las jóvenes asistieron cubiertas, con el chador, y las manos cubiertas son guantes. La explicación: Arabia Saudita pagaba una “retribución mensual” a las familias egipcias que aceptasen cubrir a sus mujeres. Dicho pago era equivalente a un tercio del salario de un empleado. Y la gente aceptaba el dinero. Este hábito se ha vuelto absolutamente normal. Actualmente, si una mujer no está cubierta con el velo es criticada y mirada mal. Incluso las mujeres cristianas se pasean cubiertas por el temor a ser insultadas u ofendidas. Este deslizamiento hacia una cerrazón proviene del fundamentalismo sunnita y wahabita, de Arabia Saudita y de Qatar. Y se explica también desde el punto de vista sociológico: Egipto tenía a más de un millón de sus trabajadores en el exterior, en Arabia Saudita, que, luego de pasar algunos años allí, al regresar a su patria, se ponían a practicar los usos sauditas. Esto es aplicable también para otros países de proveniencia de los inmigrantes. La expresión corriente que podía escucharse era: “¡Dios bendiga a Arabia Saudita, maldita sea!”. Arabia era una fuente de ganancias, pero a la vez una fuente de integralismo y de cerrazón. Cosas de este tipo suceden también en Italia, donde los maridos fundamentalistas obligan a sus mujeres a seguir las costumbres sauditas o fundamentalistas. Para ellos, esta vestimenta es una categoría religiosa. Ha de decirse que otros países del Golfo tienen visiones más tolerantes, permitiendo la construcción de iglesias y llegando incluso a financiar la misma. El integrismo chií de Jomeini ya pasó Desde fines de los años ’70, con Ruhollah Jomeini, en Irán también se difundió un fundamentalismo chiita, pero los iraníes ya han tomado distancia del mismo. Hace algunos años estuve en Qom [ciudad al sur de Teherán, una especie de “Vaticano” de los chiitas iraníes, por el gran número de escuelas teológicas allí presentes-ndr], y se veía a las mujeres en el chador, todas cubiertas de negro. Pero en Shiraz, por ejemplo, las jóvenes llevaban velos de colores, que dejaban asomar algún que otro mechón impertinente de cabello rubio, o iban de la mano con su noviecito. Un ayatolá de Qom me explicó: "Usted debe entender que Qom no es Irán. Como ciudad santa hemos de tener cierto modo de vivir". El fundamentalismo iraní, mucho más abierto Existen, por lo tanto, dos fundamentalismos, pero el persa es mucho más abierto desde el punto de vista intelectual e incluso posee cierto espíritu crítico. En Qom, por ejemplo, había 40 instituciones vinculadas a la mezquita, pero no eran organizaciones religiosas: tenían una asociación para ayudar a los sordos, otra para los ciegos, para los medicamentos, una TV para los niños, un observatorio astronómico en la montaña cercana; bibliotecas de historia, de filosofía... Una vez incluso encontré un imán que me confesó que cada día leía alguna página de las Enéadas de Plotino [filósofo pagano neoplatonista del siglo III, más bien monoteísta; nota de ReL] en la versión árabe inédita, todavía manuscrita, llamada “Teología de Aristóteles”. Esto es impensable en el mundo sunnita. Además, en la tradición wahabita suní estos libros serían quemados. De la misma manera, en el wahabismo se persigue toda la corriente mística del Islam: recordemos lo ocurrido con Al Hallaj en el siglo IX, que fue crucificado por sus ideas y sus escritos, en los que describía su unión espiritual con Dios. "Los sunnitas no entienden de filosofía ni ciencia" Hace algunos años, en el 2008, en el Vaticano tuvimos el primer Foro islamo-católico. Encontré a un imán que se definió a sí mismo como “un docente de filosofía”. Con él hablamos sobre un hecho que había sucedido algunos días antes: en el sitio ‘islam.org’, una joven universitaria de París solicitó ayuda para preparar una tesis sobre Avicena (filósofo y médico persa musulmán que vivió entre 980-1037). La respuesta fue: ¡No estudie estas cosas de infieles, sino concéntrese en el estudio del Corán! El imán frente a mí, que era chiita, concluyó: "Quien dio esa respuesta era, ciertamente, un imán sunnita. Ellos no entienden nada de filosofía o de ciencia". La formación de un imán chiita incluye muchas materias que no son estrictamente religiosas, sino culturales. En cambio, los imanes sunnitas se limitan a estudiar el islam. Por eso, el diálogo con los chiitas es más fácil y amplio; el que se da con los sunnitas tiene una base mucho más restringida. La educación de los imanes sunnitas se desarrolla fundamentalmente aprendiendo de memoria los versículos del Corán, sin comprenderlo ni interpretarlo, y tampoco poniéndolo en un contexto histórico. La supremacía en el mundo islámico Sunnitas y chiitas no tienen la misma visión de la vida y de la religión, y por esto chocan entre sí. Este enfrentamiento existe desde el comienzo, pero en otro tiempo las diversidades eran más aceptadas. Con el wahabismo, el dogma sunnita se está imponiendo donde sea. En Pakistán, por ejemplo, las leyes sobre blasfemia, que han llevado a la condena a muerte de Asia Bibi y al asesinato de tantas personas, son de inspiración típicamente saudita. En todas las regiones sunnitas -menos en algunos países, como Egipto- se está difundiendo este fundamentalismo que rechaza el uso de la razón en la lectura del Corán. Sunnitas y chiitas se combaten para ganar la supremacía de influencia en el mundo islámico, y para definir quién debe dialogar con Occidente. El acuerdo nuclear iraní, al que arribaron las grandes potencias con Teherán, deja el campo libre a Irán; y Arabia Saudita -que se ha opuesto al acuerdo hasta el final- todavía hoy se opone al mismo de manera vehemente. Lo mismo hace Israel, aunque por motivos distintos. ISIS nació como una milicia anti-chií Hay que decir que, en su origen, la guerra de ISIS era una guerra anti-chiita. No es casual que en Siria y en Irak gobiernan grupos que se remiten al chiismo: la minoría alauita en Damasco y los chiitas (que son la mayoría de la población) en Bagdad. Tensiones y enfrentamientos entre las dos comunidades ya se han difundido en el Líbano, en la India, en Pakistán... donde sea que haya comunidades chiitas. Los chiitas son como mucho el 15% de los musulmanes, y, por ende, no podrán pretender ser hegemónicos en el mundo islámico. Los sunnitas, que son la gran mayoría, tienden a afirmarse de manera totalizante. A menudo, en debates televisivos en Egipto, me ha pasado escuchar a un imán sunnita que dice a sus colegas chiitas: “¡Vosotros no tenéis derecho a estar aquí! ¡Esta es una tierra sunnita!”. ¡Y esos chiitas son tan egipcios como él! Sin autocrítica alguna Además de la tentación totalizante, el mundo sunita tiene la tentación de absolverse siempre: no ejercita función de autocrítica alguna. Durante siglos, el mundo musulmán tuvo un carácter pluralista. Entre los siglos VIII y XIII, bajo los abasíes con capital en Bagdad, había sunnitas y chiitas, fundamentalistas y liberales. En el siglo IX había incluso mutazilitas, que afirmaban que “el Corán había sido creado”, mientras otros decían que era “increado”. Si el libro sagrado es “increado”, viene directamente de Dios, y no se lo puede tocar; si es “creado”, entonces es posible estudiarlo e interpretarlo. Esta posición mutazilita siguió desarrollándose por siglos, sobre todo con el califa Al-Ma’mūn (813 – 833). Su sucesor, al-Muʿtasim (833-842), partidario de la posición “increada”, expulsó a los mutazilitas. Pero dicha corriente permaneció a lo largo de los siglos: el Corán debe ser interpretado con la razón, con aquello más agudo e inteligente que existe en la realidad. Aún en nuestros días, esta posición es vista como una amenaza, y quienes la expresan corren el riesgo de ser acusados de herejía. La universidad de Al-Azhar sufre este problema: siendo particularmente sostenida por Arabia Saudita, no critica la posición “increada”, no obstante en el pasado ha sido esta corriente la que ha guiado con fuerza una reforma modernizante del islam. ¿El Corán según la recta razón? Entre 1860 y 1950, durante casi un siglo, la tendencia era interpretar el Corán con libertad y sentido común. El gran rector de la Universidad de Al-Azhar, Muhammad Abduh (1849-1905), afirmaba que el Corán debe ser interpretado según la razón. Junto a él, estaban Jamal al-Din al-Afghani (1838-1897), iraní, Abd al-Rahman al-Kawakibi (1855-1902), sirio, y tantos otros que estuvieron entre los protagonistas de la Nahda, del Renacimiento árabe e islámico. Todos ellos terminaron luego exiliados por motivos políticos, pero en París continuaron publicando una revista mensual (“El vínculo indisoluble”) muy abierta, dispuesta incluso a recibir y debatir críticas al islam de personajes como Ernest Renan. Este Renacimiento ha llevado a la construcción de Estados tolerantes con las distintas religiones. Nasser fundó la República egipcia, y su eslogan era: “La religión pertenece a Dios; la patria es de todos”. "La religión pertenece a Dios" significa que cada uno es libre de elegir y practicar la religión que quiera. Sin embargo, en los años ‘70 y bajo la influencia wahabita, todo esto comenzó a desaparecer. Pero ya en Egipto se había pasado del pensamiento liberal de Muhammad Abduh al pensamiento mediano de Muhammad Rashīd Ridā, su discípulo, a la posición de Hassan al-Banna, el fundador de los Hermanos Musulmanes. Los wahabitas son incluso más extremistas que los Hermanos Musulmanes. Dinero saudí para lograr sumisión religiosa Aquí entra en danza otra cuestión: ¿cómo hace Arabia Saudita para difundir su verbo wahhabita? Egipto recibe al menos 3.000 millones de dólares al año de Riad; Sudán recibe algún que otro paquete de mil millones... Para atraerlos hacia su visión, los sauditas están dispuestos a pagar, a apoyar a los gobiernos y a construir mezquitas. Más de 1000 mezquitas han sido construidas hasta ahora por Arabia Saudita en muchas partes del mundo (incluso en Italia y en Europa). Habitualmente estas mezquitas son majestuosas, enormes, y Riad paga también al imán y a los empleados. Ahora, quien paga, manda. Y, por eso, Arabia Saudita influencia el estilo de islam que se vive. En Egipto, a causa de la influencia saudita, durante el Ramadan está prohibido vender comidas y bebidas a quien sea. Como compensación, los sauditas han comprado una zona cercana a las pirámides, que se ha convertido en un resort exclusivo, donde los ricos árabes gozan de libertades que en su país les serían prohibidas. En el mundo, la opinión es que los musulmanes tienen a los sauditas, y que ellos son "vacíos", "infieles", "corruptos", pero se garantizan su poder, incluso religioso, a través del dinero y la riqueza. Del wahabismo a ISIS Lo que es triste es que Arabia Saudita se compra aliados “religiosos” a través de la riqueza. Es de remarcar que el estilo religioso, fundamentalista y practicante de la sharia, conduce directamente al tipo de gobierno de ISIS. Cada semana, en las plazas sauditas, hay ejecuciones -decapitaciones, latigazos, lapidaciones- que son celebradas como un rito religioso, tal como vemos en los videos difundidos por ISIS. Quisiera agregar una puntualización más: ¡Isis no es un movimiento que ha caído del cielo, Isis es la aplicación brutal de la enseñanza difundida no sólo por Arabia Saudita, sino también por muchas universidades islámicas, incluyendo ciertas enseñanzas de la Universidad de Al-Azhar, que forma a miles de imanes al año! Este fenómeno es esclarecido por estudiosos liberales en algunas emisiones televisivas actuales. ¡La fuente que inspira a los yihadistas tiene su origen en cierto tipo de enseñanza islámica tradicional, que aún sigue siendo difundido hoy en día! El Occidente sometido En su intento de dominar el mundo islámico, Arabia Saudita quiere decidir el futuro de Siria, del Líbano, de Irak, de Egipto, de numerosos países africanos y asiáticos. Tiene un rol nefasto, porque no posee una visión amplia y tolerante, e ignora totalmente el pensamiento moderno: tiene sólo la sharia, y está difundiendo este estilo fundamentalista en el mundo. Y es a través de ellos que el fundamentalismo ha llegado a Malasia, a Indonesia, a las Filipinas, etc. Desde este punto de vista, Irán, con su islam más cultivado y abierto, podría actuar como un correctivo, pero, no obstante teniendo una población más numerosa que la de Arabia, no tiene la fuerza que posee ese país. Y los chiitas se han difundido, por desgracia, en la zona del Golfo. El enfrentamiento entre Arabia Saudita e Irán es, por lo tanto, un enfrentamiento político, pero en su raíz hay una oposición religiosa, y la lucha es por la supremacía religiosa. Por último, en el mundo islámico, la religión y la política van de la mano. Occidente parece razonar como los países musulmanes que son ayudados por los sauditas: parece interesarse sólo por el comercio. Los Estados Unidos jamás criticaron el comportamiento de Riad en relación a los derechos humanos, si bien en Arabia han sido decapitadas más personas que en en todos los países del mundo. Se podría esperar que los musulmanes en Europa -son al menos 10 millones- presentasen un islam razonable y racional, abierto a todo las cosas positivas que existen en el mundo moderno. En Francia y en otras partes, hay imanes ilustrados, pero se trata de una minoría, y deben expresarse de manera discreta por cuestiones de seguridad. Por otro lado, ellos no tienen todo el poder financiero e ideológico de Arabia Saudita. Si en Arabia hubiera una visión liberal similar a la tunecina, por ejemplo, hoy tendríamos una situación islámica muy diferente, más abierta, más tolerante. Y es esto lo que la mayoría de los musulmanes desea alcanzar, sin saber a ciencia cierta cómo hacer, o sin atreverse a hacer aquello que saben que es inevitable. No se trata de imitar a Occidente en todo lo que hace -¡sería catastrófico!- ; sino que se trata de discernir en la modernidad aquello que es positivo y constructivo, para aplicarlo. En esto, pienso que los cristianos de Oriente tienen una misión de discernimiento, para ayudar a sus hermanos musulmanes a integrar lo positivo de la modernidad, rechazando aquello que es negativo. |
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