No dejes que la relación se convierta en rutina.
La primera lectura de ese domingo nos remonta al principio de la formación del pueblo de Israel. Pone el libro del Éxodo en boca de Moisés la Palabra de Dios que promete la posesión de la tierra, la sabiduría e inteligencia y sobre todo la cercanía de ese mismo Dios. Los preceptos y mandatos que se derivan de esta relación son siempre en beneficio del prójimo. El pueblo judío conservaba esta tradición pasada de unas generaciones a otras como algo sagrado, intocable. En la liturgia dominical la primera lectura y el evangelio están siempre profundamente relacionados. Los garantes de la ley, fariseos y letrados critican a los discípulos de Jesús por no llevar esta tradición a rajatabla y le cuestionan a Jesús por ello. “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Is.29, 13a, cita Jesús para mencionar una relación que se ha anquilosado con el paso del tiempo. “El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Is.29, 13b; simple rutina, añade otra traducción. Mientras el pueblo de Dios estaba en camino, a la intemperie, viviendo el día a día, sin saber muy bien a dónde se dirigían necesitaban de un Dios cercano, protector. Con el paso del tiempo y el asentamiento los intereses iban por otro lado y convenía más un Dios lejanoque no se entrometiera mucho en su día a día. Los preceptos sirven ahora para distinguir a los que están dentro de los que están fuera, los que pertenecen a los elegidos y los que no. Incluso ayudan a no seguir la propia conciencia y auto engañarse. Eso es lo que capta Jesús y denuncia claramente: “Dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a las tradiciones de los hombres”. Mc 7, 8. Cuando la religión (relación), se convierte en culto vacío, palabras que se lleva el viento, simple rutina, se acaba la vida y languidece hasta morir. Ya no hay sabiduría, (saboreo), ni inteligencia, ni cercanía de Dios. La religión no puede ni debe anular la conciencia de la persona. Sería un engaño intentar acallar con preceptos y normas lo que la voz de Dios nos sugiere en el interior. Formar esa conciencia es la tarea de todo ser humano para llegar a la plenitud de su ser. Por eso tampoco nos podemos dejar llevar por opiniones sin profunda reflexión personal. De ahí nace la sabiduría fruto del saboreo uniendo mente y corazón. En esa cercanía de Dios que habita en mí y me conecta al universo se fragua mi identidad de hij@ de Dios hermana de tod@s. Cuando conecto con esta realidad toda mi vida se equilibra y cobra sentido. He dado con la fuente. ¿Cómo alcanzo yo esa sabiduría que anhelo profundamente? “Nosotros somos la Tierra que camina, que piensa, que ama, que venera. Debemos aprender del universo, que es un sistema abierto, a estar también siempre abiertos y atentos para lo nuevo que pueda irrumpir”. Leonardo Boff
1 Comentario
Es un poco mi caballo de batalla. Veo que hay bastante religiosidad en los pueblos: devociones, procesiones, santos, ermitas, romerías, novenas, fiestas. Velas, muchas velas y cepillos, muchos cepillos y muchos donativos…
Y me siento casi incapaz de ayudar a que demos el paso desde esa esa religiosidad a una fe cristiana, de seguidores de Jesús. Veo que en la religiosidad se insiste sobre todo en pedir que Dios nos ayude, normalmente a través de un santo. El caso más llamativo es la recitación de la Salve. Las personas se sienten muy a gusto porque estamos “bajo la protección de la Santísima Virgen”. Cuando yo les explico que Dios está con nosotros, que no necesitamos que nadie nos ayude, no lo comparten. Nos cuesta mucho el ver a María como modelo y testigo del Evangelio. El caso es que cuando les anuncio que estamos llenos de Dios, que nos habita y en Él vivimos, nos movemos y existimos, cambia un poco el panorama. Es preciso anunciar que Dios ya está en nosotros, que tenemos un ADN divino y una bendición original desde nuestro comienzo de existir, llegamos a ver las cosas un tanto distintas Y es curioso que ahora que me toca predicar en diversos pueblos, las personas se alegran y sienten una visión distinta. Veo necesario el hacer un nuevo catecismo popular muy sencillo, al estilo de aquellos de Alandar, donde con lenguaje sencillo y claro demos una visión renovada del mensaje cristiano. Siento la religiosidad popular como una coraza muy difícil de atravesar para descubrir el evangelio. Porque además todos los ritos, oraciones, celebraciones que hay en torno de ellos… afianzan a las personas religiosas en su certeza. Veo que el papa Francisco va presentando una iglesia nueva, renovada de nuestras costumbres y pecados, pero me gustaría que plantease una teología sencilla renovada. Como ha pasado con el caso de la pena de muerte. Hay muchas personas acérrimas a sus convicciones. Por eso me encanta hablar con no creyentes. No para convencerles, sino para anunciar la visión positiva de la vida. Es una gozada anunciar las Buena Noticia, porque primero me supone a mí una alegría en Jesús Resucitado y me encanta animar y dar esperanza y abrir caminos de Salvación. Mi primer paso suele ser sacar un folio con una X y preguntar qué ven. Todos me contestan que un aspa. No han visto lo blanco del folio… Pues camino abierto a ver lo bueno de la vida y lo positivo. Es patente como va en aumento el nivel de insatisfacción de esta sociedad, atrapada entre ruidos y crisis de principios a todos los niveles. Son tiempos difíciles incluso para quienes tienen resueltas las necesidades básicas y no tan básicas; qué decir de los millones de personas sin medios ni dignidad humana que malviven por la codicia violenta de sus semejantes y ahora los tenemos a muchos de ellos vagando por el Mediterráneo en busca de un mundo digno. ¿Dónde está Dios en este pandemónium?
Anthony de Mello se refería a esto en forma de parábola: "Viendo a una niña marginada, aterida y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente, me encolericé y le dije a Dios: '¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?' En pleno silencio, esa noche, Él me respondió: 'Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti'". El silencio de Dios ante tanto dolor no deja de ser una llamada para que le dejemos actuar a través de nuestras manos. ¿Dónde está Dios?, pues está manifestándose en cada gesto de amor que realizamos al próximo, a quien Él quiere que le tratemos como a un hermano. Enredarnos en otras prioridades puede resultar un escándalo para tantísimas personas que buscan al Dios de la comprensión y la misericordia. Incluso quienes no creen en la existencia de Dios se preguntarán en más de una ocasión: los que dicen conocer de Dios, ¿dónde le ven?, ¿por qué creen?, ¿qué significa en sus vidas creer en Él cuando llega el fracaso?, ¿qué sienten o saben?, ¿por qué tienen ese tipo de convicciones? Y seguro que se escandalizarán con nuestras peores contradicciones. Aunque el ateísmo es un fenómeno relativamente moderno, la historia de las religiones solo demuestra la existencia del sentimiento religioso a lo largo de todas las épocas y de muy distintas maneras. La experiencia de Dios ha activado conductas revolucionarias por lo que de transformadoras tienen, pero que conviven con el lado humano más oscuro y provocador de tremendas confrontaciones entre personas religiosas cuando imponen la idea de su dios (el suyo propio) a quienes sienten de diferente manera, demostrando con sus actos no ya una experiencia de fe, sino lo peor de la condición humana. No podemos demostrar donde está Dios, pero muchas personas han dado sobradas muestras de haber tenido a Dios consigo. Los cristianos estamos ante un Dios chocante, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo auténtico. En su pedagogía no cabe el interés calculador, como corresponde a un Dios amoroso. Es un Dios "absurdo" porque no se apoya en todo su poder sino que actúa respetando el buen o mal uso de la libertad de los hombres. No es alguien abstracto, sino a quien se siente en la humildad y en la escucha. Nuestro Dios va descubriendo, poco a poco, trocitos de su divinidad en la medida que nos abrimos a la escucha, libremente, desde la experiencia en medio de claroscuros que amenazan una fe que no se pierde jamás por buscar sin miedo la verdad. Para salir de esta crisis existencial, es preciso amar más y dejarnos transformar desde los acontecimientos de la vida, aceptando el riesgo de una nueva manera de ver y obrar, de comprender y actuar. Solo quienes se mantienen en la voluntad de avanzar en esta dirección llegan a descubrir donde nos espera Dios: junto a tanta inocencia que sufre. Misterio y grandeza. Es ya frecuente oír hablar de Neuroespiritualidad. El término verbal Neuroespiritualidad quiere dar a entender que nuestro cerebro tiene la capacidad de generar experiencias a nivel de esa otra región de la psique que se llama Espíritu: todas las experiencias de sensaciones, de emociones, de percepciones, de revelaciones que son transcendentes, espirituales, transpersonales, mágicas, numinosas, místicas…, además de las que pueden llamarse divinas y de fe religiosa.
Y desde los estudios neurológicos y neuropsicológicos parece estar demostrado que estas experiencias se producen en coincidencia de causa o efecto con una hiperactivación ciertas estructuras cerebrales que pertenecen a lo que en neurología se llama sistema límbico o cerebro emocional en conexión especial con la agmídala y con el lóbulo prefrontal derecho del neocortex. Lo he expresado muy resumidamente, pero quiero añadir que, en la actualidad, como resultado de las investigaciones en Neurología, se ha confirmado que las estructuras límbicas del cerebro, cuando se activan, sea por estimulación eléctrica o por estimulación magnética transcraneal, son capaces de producir un tipo de experiencias que podemos llamar transcendentes, espirituales o místicas. Es decir, reacciones, sensaciones y experiencias que se originan, o que se registran, en lo que denominamos Nivel del Espíritu. Vamos a partir metodológicamente desde esta hipótesis de entrada: Que la materia cerebral puede generar espiritualidad, que nuestro cerebro está capacitado para producir espiritualidad. El poeta Juan Ramón Jiménez ya dijo en uno de sus aforismos: “Doctor Marañón (el Doctor Marañón era a principios del siglo pasado un famoso especialista en endocrinología): yo tengo una glándula que segrega infinito…”. Y esto que escribió Juan Ramón nos lo confirman tantos artistas, poetas, músicos, descubridores… capaces de experimentar y de generar un goce que roza lo sublime: el “placer infinito”, el éxtasis… Así son también las llamadas visiones: percepciones de realidades “inefables”, que transcienden la percepción habitual de las cosas y de las realidades materiales. A veces estas visiones, estas percepciones extraordinarias, nos las revelan ciertas personas visionarias, o personas que están estimuladas por drogas especiales. Y también nos las trasmiten los artistas a través de sus obras; o los místicos y los santos, como San Juan de la Cruz, según nos dice en una de sus Coplas: “Entreme donde no supe y quedéme no sabiendo toda ciencia trascendiendo”. Porque esta capacidad de nuestro cerebro de generar transcendencia y espiritualidad es lo que explica las posibilidades creativas del arte, así como hace comprensibles los relatos de lo que han experimentado ascetas, contemplativos y místicos, en sus encuentros “con la divinidad” o con “las divinidades”. Pero, incluso más cercanamente y habitualmente todavía, nos hace comprensible lo que tantas personas confiesan experimentar con la sexualidad, dentro ese estado de inter-estimulación neurológica completa que es la relación sexual, y que culmina en el éxtasis del orgasmo: “ha sido una experiencia mágica”, “inefable”, “divina”, “entré en éxtasis”, “no tengo palabras”, “estoy levitando”…, (Por lo menos así se expresan en las películas y en algunas canciones y novelas). Estas experiencias que son inenarrables con nuestras palabras habituales (por eso abundan en las expresiones líricas), experiencias de climax de goce y de plenitud en el amor, juntas a sentimientos de infinito de integración en el Universo, son testimonio de lo que capacidad de nuestro cerebro de generar experiencias transmateriales que nos sitúan en un ámbito distinto y especial, que es esfera de la Espiritualidad, donde transcendemos sobre nuestro ego individual y habitual y nos fundimos y nos hermanamos con el Amor, la Verdad y la Belleza. “¿Dónde gozar de la visión tan pura / que hace hermanas las almas y las flores?”, dijo Valle-Inclán en uno de sus poemas. De lo cual se infiere que los humanos tenemos una tendencia innata a la espiritualidad, desde la cual se accede a un nivel superior y supremo de autorrealización personal, y de perfeccionamiento también de la especie humana. Y que estas son también las experiencias sobre las que se construye todo el edificio de las artes creativas, y los pilares humanos sobre los que se han construido las grandes religiones. Pero quiero insistir en que Espiritualidad es un concepto más amplio que religión: no existe religión sin espiritualidad, pero sí es posible la espiritualidad sin religión, incluso en movimientos y en instituciones espirituales no religiosas, como son el budismo, el jainismo o el taoísmo. Y también en personas normales, en cualquier persona que se sienta a nuestro lado y que experimenta su estar en la vida integrando las dimensiones del espíritu en su ser, su sentir y su actuar, aunque no sean creyentes de ninguna religión. Y es por lo que concluyo y estoy de acuerdo en que tenemos una tendencia innata a la espiritualidad generada por estructuras cerebrales y una posibilidad de contemplar la vida y de interpretar el mundo con las luces de la Inteligencia Espiritual, en dimensiones a las que no alcanzan los focos de la Inteligencia Racional. Por todos estos argumentos, quizás se podría afirmar, desde el punto de vista neurocientífico, que el ámbito de lo sobrenatural no es un mundo que exista fuera de nosotros mismos, sino que es un producto, o podríamos decir un “constructo”, de nuestro cerebro… Lo resumo en el pensamiento de Paul Eluard, un poeta francés del siglo pasado, un pensamiento que se convirtió en slogan publicitario: “Hay otros mundos, pero están en este”. Vamos ahora a aterrizar en nuestra propia experiencia, en el terreno de nuestra subjetividad: Desde que se conoce y se sabe que el cerebro es productor de espiritualidad, se plantean dos posibilidades optativas, dos opciones fundamentales (se llaman “opciones fundamentales” a aquellos puntos de inflexión que ya le dan una nueva dirección existencial a la persona): - Una es la de los “creyentes” que piensan poder argumentar que Dios ha colocado en el cerebro humano estructuras que permiten la experiencia espiritual y el contacto con la divinidad. - Y la postura opuesta, la de los no-creyentes”, es la que piensa que estas experiencias metafísicas, místicas o espirituales son fruto de la evolución ontogenética y filogenética, como el resto de un organismo, el nuestro, que ha seguido el proceso de selección natural, traspasando el objetivo primario de la supervivencia, hacia el objetivo de una supervivencia en mayor plenitud posibilidades vitales… Las personas que han desarrollado esta capacidad pueden ser personas espirituales, pero no “sobre-naturales”, ni siquiera tienen que ser auténticamente religiosas. Porque todo lo que le sucede y experimenta es natural, todo es científico, todo es explicable por la neurología. Si es verdad que las estructuras cerebrales son fruto de la evolución, lo cual parece obvio, todavía queda aquí otra posibilidad para los que defienden la primera opción, para los creyentes: la posibilidad de que desde un diseño divino se hayan formado esas estructuras de nuestro cerebro utilizando los mecanismos y las leyes de la evolución darwiniana (las leyes que Darwin descubrió, pero que estaban diseñadas por designio divino) para llegar, por evolución de especies, hasta el homo sapiens, y para que éste –el hombre, el ser humano, la persona humana- pudiese seguir desarrollándose hacia otras esferas de realización, que son las esferas del Espíritu. Y es por lo que le es posible tener experiencias espirituales, y habitar con su propia mente esa región del Espíritu, donde puede comunicarse también con seres extra-materiales, es decir: espirituales. Es una opción razonada y razonable. Pero también es posible, también es razonada y razonable la opción intelectual contraria: la de pensar y creer que estas estructuras, por un proceso de evolución natural, son las que han generado las creencias en “seres espirituales y divinos” a través de funciones más especializadas de cerebro, pero sin salir de él. En este segundo caso (y repito lo que ya he dicho) la espiritualidad resultaría ser una facultad mental como cualquier otra que se ha desarrollado por evolución natural en respuesta a determinadas presiones medioambientales, con el fin de aumentar las probabilidades de supervivencia y de autorrealización más plena del organismo, igual que se ha desarrollado el lenguaje, y la inteligencia, y la capacidad para la música o para la poesía y las artes, y las capacidades descubridoras y creativas. De ahí que haya personas más espirituales que otras, dependiendo de que tengan más o menos desarrollada esta facultad, o en razón de que se lo haya facilitado el entorno, o la sociedad o el medio cultural en el que esa persona se encuentra. Y por esa razón existen, y han existido, individuos con una gran espiritualidad (los artistas, poetas, los intérpretes y los creadores musicales; también los místicos, los santos, los fundadores de religiones). Y también han existido y existen otros individuos, otras personas –homines sapientes también- en las que esa espiritualidad parece estar ausente, y para quienes la inteligencia espiritual no tiene que intervenir necesariamente en su interpretación del mundo. Solo les interesa lo que se puede explicar con los argumentos cognoscitivos de la razón. ******* Hasta aquí he querido llegar, hasta este límite, hasta esta frontera de la razón, para preguntar (que cada uno y cada una se lo pregunte en su interior, y se responda): ¿Cuándo llego aquí, a este punto, veo algo más allá? ¿Sigo viendo a Dios entre las brumas exteriores, o en los susurros secretos de mi corazón? Sabemos o pensamos que la Fe no es una demostración, no es una convicción. La Fe es una opción, una decisión libre, y por eso reitero mi pregunta; que cada persona que lee esto se la responda a sí misma: ¿Cuál es mi opción? ¿Cómo elijo configurar mi pensamiento y organizar mi estar en la vida, con la primera opción o con la segunda opción? … Voy a volver a decirlo: La Fe no es una convicción; la Fe es una opción, una decisión libre, una entrega incondicional, una sin-razón (como el enamoramiento). Eso lo decía una nivela de Julien Green: “No se puede explicar por qué se tiene Fe: se sabe, como cualquier persona sabe cuándo está enamorada”). No es algo a lo que la persona tenga que rendirse por la evidencia de la razón. Como se decía en otra película de Inmar Bergman, tan famosa el sigo pasado, El Séptimo sello: “La Fe es un gran sufrimiento; es como hablar con alguien que está afuera en las tinieblas…”. Desde la esfera de la razón, la Fe es un sufrimiento, un anhelo frustrado, un fracaso de la racionalidad. “Cuántas veces / te buscaron mis manos, tanteando por las sombras / como un ciego…”, decía un poema antiguo. Las luces de la razón no llegan a iluminar las riberas del Espíritu donde se apacienta la Fe. Para arribar a esas orillas tengo que dar un salto en el vacío de la mente. La inteligencia de la razón, la Inteligencia Racional, no opera con los mismos procesos que la Inteligencia Espiritual. Ni los argumentos de la razón justifican esos encuentros supremos con la Verdad y con la Belleza y con la Bienaventuranza, que han logrado, a veces, los grandes poetas, los creadores, los grandes descubridores, los místicos y los santos. En este nivel de la instalación en las regiones del Espíritu, cuando están iluminadas por la Fe, el término “conocimiento” es… transparencia (“La transparencia, Dios, la transparencia”, clamó Juan Ramón Jiménez en su libro Dios deseante y deseado), y el verbo “conocer” adquiere un significado de compenetración o de interpenetración con lo conocido, cuando lo conocido queda abarcado, incorporado o fundido en una experiencia de encuentro, para la que no existe otra palabra sinónima que la palabra Amor. Como escribí en otro lugar, no encuentro una ejemplificación más explícita de este de este fenómeno de auto-realización humana, que la de unos versos de San Juan de la Cruz, en los que se revela un encuentro donde, metafóricamente, la noche de la inteligencia queda iluminada por la alborada de Fe en la compenetración del amor: “Oh noche que guiaste / oh noche amable más que la alborada, / oh noche que juntaste / amado con amada, / amada en el amado transformada”. Quizás aquí quede descrita la fenomenología de la Fe y la experiencia encuentro-conocimiento-amor que en ella se contiene, en este humano y divino plano del Espíritu. Y si a quien haya optado por esta opción, la opción en la Fe, alguien la preguntara que es lo que ha descubierto, qué es lo que ahora sabe, quizás sólo podrá responderle con san Juan de la Cruz: “Entreme donde no supe y quedéme no sabiendo toda ciencia trascendiendo” Santos-santos (canonizados o "in fieri", es decir, con el proceso ya avanzado), perfectos, no hay muchos. Solo es perfecto nuestro Padre Celestial, pese a los argumentos que discurren y esgrimen no pocos teólogos "oficiales", que viven de eso, y cuyas tareas pastorales carecen de ministerio y de evangelización.
Los santos -todos los santos- fueron y son también imperfectos y "plusquan imperfectos", y además "por la gracia de Dios". La perfección absoluta tiene nombre, apellidos, cualidades y atributos de Dios. Como ellos -los santos- permiten, consienten y dan la impresión, en ocasiones demasiadamente frecuentes, de satisfacerles que sus devotos, admiradores o agradecidos, se permitan el lujo profano de que de sus "vidas y milagros" se tornen en verdaderos y pingües negocios, no solo de los referidos a los de la "salvación eterna", sino a los que se contabilizan en las entidades bancarias. Un santo "facedor" de milagros y milagrerías, con misas, recuerdos devotos, rezos, rosarios, panes benditos y dulces benditísimos, llaveros, estampas y estampitas, reliquias y relicario, hábitos, promesas, limosnas en general y con multitud de apelaciones, "Años Santos", indulgencias con IVA o sin IVA, pueden suponerles, y les suponen, substanciosos negocios a los responsables de administrar y predicar sus virtudes. Esto no obstante, el negocio-negocio, seguro, actual, rentable y con proyección de futuro relacionado con el tema, tiene registrada internacionalmente su consideración con el sobrenombre de "Turismo religioso". Es difícil que rutas, como algunas de las fervorosamente consideradas "religiosas", proporcionen rentabilidades mayores, por ejemplo, que las gastronómicas, paisajísticas, de aventura, deportivas, ecológicas, culturales, monumentales y tantas versiones amparadas en las demarcaciones del ocio. Romerías, "caminos", `peregrinaciones, "retiros espirituales", hospederías, fiestas, tiempos litúrgicos, actos masivos de confirmación en la fe, presididos por las jerarquías supremas, o sus delegados, convocan ocasional y aun establemente a multitudes de personas enfervorizadas, también proclives a la generosidad y a la creencia de que, prometidas por la participación o asistencia a actos tan diversos, subsanarán los deslices y las debilidades que inopinadamente pudieran registrarse, por aquello de que "todos somos frágiles y humanos", seamos o no, portadores de cruces, distintivos o medallas conmemorativas. En vísperas ya de las magnas celebraciones a propósito del sexto centenario de la muerte de san Vicente Ferrer, santo valenciano, por más señas perteneciente a la españolísima y ortodoxa Orden de los Padres Predicadores -dominicos- fundada por santo Domingo de Guzmán, personalmente aliento la esperanza de que toda idea de "negocio" contante y sonante estará desterrada de cuantos actos sean programados "con las debidas licencias". Apuntar a la posibilidad de que existan riesgos tales, no es baladí ni ocioso, por muchos y buenos que sean los propósitos. San Vicente Ferrer es uno de los santos más populares del "Año Cristiano", en Valencia, en España, en Europa y en la Iglesia universal. Las rutas y caminos de su actividad religiosa están docta y convenientemente estudiadas y señalizadas, desde el lugar de su nacimiento en Valencia (23 de enero de 1350,) hasta el 5 de abril de 1419, día de su fallecimiento acontecido en la ciudad francesa de Vannes, con recuerdos fehacientes y documentados y artísticamente expuestos, con literatura y prestigio netamente levantinos. Solo el dato, circunstancias y motivaciones que hicieron posible el rosario de los milagros que se les atribuyen, proporciona elementos turístico- religiosos de excepcional y atractiva valía, precio y veneración. La contemplación de los púlpitos, iglesias, templos, conventos, calles y plazas en las que enfervorizadamente impartía el pan de la palabra de Dios, y la interpretación que de ella efectuaba, constituye una oferta turístico-religiosa cultural difícilmente equiparable con otras del Santoral. De los caminos que recorrieron sus obras de caridad a favor de los enfermos, niños huérfanos, abandonados, y desamparados de todo tipo y condición, puede referirse exactamente lo mismo, al igual que de sus gestiones nacionales e internacionales, como en relación con la firma del "Compromiso de Caspe" y de sus aportaciones y consejos al tozudo papa, anti-papa, Benedicto XIII -"estar en sus trece"-,el aragonés Pedro Martinez de Luna, en pro de la terminación del llamado Cisma de Occidente. Su condición reconocida de "consejero matrimonial", como "hombre de elevada moralidad", les hicieron trazar y recorrer caminos de un turismo de calidad y cultura que en la actualidad tanto se precisa. No puedo dejar de reseñar el sumo cuidado con el que los organizadores de las celebraciones vicentinas han de invertir, al presentar su figura como "acérrimo perseguidor de los judíos" y, por tanto, de los muertos que sus prédicas ocasionaron en tal comunidad. Eran otros tiempos, que ahora el mismo santo repudiaría, y además, y sobre todo, es que los santos, - todos los santos- son imperfectos. Lo es el mismo eminentísimo cardenal valenciano actual, quien da la impresión de disfrutar de que todos, o la mayoría, de sus adoctrinamientos religiosos, acaparen los titulares de prensa que se inician con el verbo "arremeter", es decir, "atacar con ímpetu y fuerza". De diálogo y de "Compromiso", nada de nada, o solo lo estricta y ortodoxamente indispensable... Llegamos al del c. 6 del evangelio de Jn. Llega la hora del desenlace. La disyuntiva es clara: o acceder a la verdadera Vida, o permanecer enredados en la pura materialidad. Recordar lo que decíamos el primer día: no tomar ninguna decisión es mantener el camino fácil del hedonismo, en el que estamos. ¿Qué resultado tiene hoy la oferta de Jesús?
Este modo de hablar es inaceptable. ¿Quién puede hacerle caso? Son inaceptables estas propuestas, para ellos y para nosotros. Van en contra de toda lógica, pues contradicen nuestras apetencias más íntimas. Quieren llevarnos más allá de lo razonable. Todo aquel que se deje guiar por el sentido común, se “escandalizará”. Lo que nos pide Jesús es salir del egoísmo y entregarse a los demás. ¡Qué disparate! Desde el punto de vista religioso, se trata de sustituir a Dios por el hombre. ¿Cómo podemos dejar de servir a Dios para dedicarnos a los demás? ¿No es el primer deber de todo ser humano dar “gloria” a Dios? La incapacidad de comprender es consecuencia de entender desde la carne. Y ojo, que no se trata de despreciar y machacar la carne. Entendido de esa manera maniquea, tampoco tiene ninguna salida el mensaje de Jesús. Se trata de descubrir que el verdadero sentido de la vida fisiológica y terrena, para un ser humano, el verdadero sentido de la carne, está en la trascendencia; es decir desplegar las posibilidades más sublimes que el ser humano tiene de crecer y ser más que simple biología. La vida terrena no puede ser meta para el hombre. El espíritu es el que da Vida, la carne no sirve para nada. Este versículo es clave para entender todo el capítulo. Aquí, carne y espíritu no se refieren a dos realidades concretas y opuestas, sino a dos maneras de afrontar la existencia humana. Solo una actitud espiritual puede dar pleno sentido a una vida humana. Vivir desde las exigencias de la carne sola cercena la meta del ser humano. En teoría no se entiende y en la práctica, ¿quién de nosotros se cree, de verdad, que la carne no vale para nada? ¿Por qué luchamos? ¿Cuál es nuestra mayor preocupación? ¿Cuánto tiempo dedicamos al cuerpo y cuánto al Espíritu? Después de remachar por activa y por pasiva que había que comer su carne, ahora nos dice que la carne no vale para nada; que lo único que vale es el espíritu. Estas palabras nos obligan a hacer un esfuerzo sobrehumano para poder comprender lo que nos quiere decir. No es ninguna contradicción. Se trata de descubrir que el valor de la “carne” le viene de estar informada por el espíritu. Con el espíritu, la carne lo es todo. Sin el espíritu, la carne no es nada. De nuevo queda claro el profundo sentido que da Jn a la encarnación. Las propuestas que os he hecho son Espíritu y son Vida. Las palabras no tienen valor por sí mismas, debemos ir más allá de ellas y descubrir el Espíritu al que hacen referencia. Como en el discurso de Nicodemo y el de la Samaritana, la referencia al Espíritu es clave para entender a Jesús. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. “Dios es espíritu, y hay que acercarse a Él en espíritu y en verdad”. Todo el capítulo viene diciendo que él es el pan… Ahora nos dice que son sus palabras las que dan la Vida. Para el hombre, la única propuesta que le llevará a la plenitud es la que hace Jesús. Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. En este proceso de alejamiento entre Jesús y los que le siguen, se da el último paso, el abandono. Fijaos bien que, hasta ahora, los que le criticaban y murmuraban eran "los judíos"; ahora son "los discípulos" los que deciden abandonar a Jesús. Tal vez la mayoría de los oyentes ya le habían abandonado antes. Recordemos que todo el capítulo se ha planteado como un proceso de iniciación. Terminado el proceso, hay que tomar una decisión. ¿También vosotros queréis marcharos? Jesús no busca la aprobación general. Tanto los políticos como los medios lo condicionan todo a la audiencia. Lo importante es vender. Jesús acepta el reto que su doctrina provoca. Está dispuesto a quedarse completamente solo antes que ceder en la radicalidad de su mensaje. La pregunta manifiesta un deje de profunda amargura. Pero también deja muy clara la convicción que tiene en lo que está proponiendo. ¿Con quién no vamos a ir? Tus exigencias comunican Vida definitiva. Pedro, da la única respuesta adecuada: “Nosotros creemos”. La mayoría de los que escuchan a Jesús, se sienten más seguros con el cumplimiento de la Ley. En la comida eran cinco mil. Quedan doce. Más tarde demostrarían que ellos tampoco lo entendieron. Para entenderlo tuvieron que pasar por la experiencia pascual. Juan deja claro que el fundamento de la Iglesia que se empieza a organizar, son los doce, y que Pedro es la cabeza que la dirige. También en los sinópticos, Jesús empieza siendo aclamado con entusiasmo por la multitud, pero termina siendo abandonado por todos. Si hoy nos declaramos cristianos dos mil millones de personas, se debe a que no se exige la radicalidad de su mensaje y estamos en el engaño de lo que nos puede dar, no en la conciencia de lo que nos exige. Si descubriéramos que la médula del mensaje de Jesús es que tenemos que dejarnos comer, ¿Cuántos quedarían? Eso es lo que nos pide Jesús. Antes que morder debo dejarme comer. Jn intenta aclarar las condiciones de pertenencia a la comunidad de Jesús: La adhesión a Jesús y la asimilación de su propuesta de amor. Su ‘exigencia’ es una dedicación al bien del hombre a través de la entrega personal. El mesianismo triunfal queda definitivamente excluido. En contra de lo que se nos sigue diciendo, Jesús ni busca gloria humana o divina, ni la promete a los que le sigan. Seguirlo significa renunciar a toda ambición personal. Hoy seguimos ignorando la propuesta de Jesús. En nombre del evangelio seguimos ofreciendo unas seguridades derivadas del cumplimiento de unas normas. No se invita a los fieles a hacer una elección de la oferta de Jesús, porque no se les presenta dicha oferta. Hemos manipulado el evangelio para salirnos con la nuestra. No nos interesa el mensaje de Jesús, sino nuestros propios anhelos de salvación que no van más allá de la sola carne. Es decepcionante que la celebración de la eucaristía no tenga ninguna repercusión en nuestra vida real. No es casualidad que en el evangelio se hable de Vida al tratar de expresar la realidad espiritual que descubrió Jesús más allá de la vida. El paralelismo nos puede llevar a comprender que no existe una VIDA separada de la materia. Ni en el orden espiritual, ni en el biológico, la vida puede andar por ahí separada de la materia sensible. Dios es Vida, poro no está en algún lugar del universo y desde allí nos hace partícipes de ella. En el orden biológico, a la hora de definir la vida, tenemos que recurrir a su manifestación. Nunca nos encontraremos con la vida, sino con un ser vivo. En el orden espiritual sucede lo mismo. Nunca nos encontraremos con el Espíritu pero podemos encontrarnos con un ser atravesado por el Espíritu. ¿Cómo lo sabremos? Solo a través de sus relaciones con los demás seres. Si es capaz de descentrarse y descubrir en los demás seres aquello que le identifica con ellos, se trata de un ser que tiene Vida espiritual. Meditación-contemplación Jesús manifiesta en su vida, esa Vida plena y definitiva. La experiencia pascual llevó a los discípulos a hacer suya esa Vida. No fue fácil superar el apego a las seguridades de su religión. Nosotros, con una religión tan anclada en la Ley como la judía, también tenemos que arriesgarnos si no queremos caminar hacia la nada. El domingo pasado terminamos de leer el debate de Jesús sobre el pan de vida. Lo curioso, y extraño, es que el evangelista no cuenta la reacción final del auditorio. Anteriormente, en dos ocasiones, han interrumpido a Jesús mostrando su desacuerdo. Ahora no dicen nada, como si no mereciera la pena seguir discutiendo. Sin embargo, se cuenta la reacción de los discípulos de Jesús, con dos posturas muy distintas (unos lo abandonan, otros lo siguen) y el aviso de la traición de uno de ellos.
Abandono «Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.» Es un momento de crisis muy fuerte. Hasta ahora, los discípulos de Jesús no han tenido ningún problema, aunque debemos reconocer que las noticias del cuarto evangelio sobre ellos son escasas hasta este momento. Ha contado la vocación de los cinco primeros (Juan, Andrés, Pedro, Felipe, Natanael), pero no la de los otros muchos que se fueron agregando, ni siquiera la elección del grupo de los Doce. Las referencias de pasada son positivas. En las bodas de Caná se dice que «creyeron en él» (Jn 2,11). Cuando purifica el templo, se acordaron de lo que dice un salmo («El celo por tu casa me devora») y justifican su actitud violenta (Jn 2,17). No lo conocen todavía muy a fondo, porque cuando les dice: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis», lo único que se les ocurre pensar es que alguien le ha traído de comer (Jn 4,32-33). En el importante episodio de la curación del enfermo de la piscina, con el largo discurso posterior de Jesús, el evangelista ni siquiera los menciona (Jn 5). Tras este extraño silencio, en la multiplicación de los panes y los peces y el debate en la sinagoga de Cafarnaúm, los discípulos adquieren gran protagonismo. Pero divididos en dos grupos: la mayoría y los Doce. La mayoría abandona a Jesús. ¿Por qué? Ellos lo justifican diciendo que «este discurso» (o` lo,goj ou-toj) es duro, intolerable, inadmisible. No se refieren solo a la idea de comer su carne y beber su sangre; se refieren a todo lo que ha dicho Jesús sobre sí mismo: que es el enviado de Dios, que ha bajado del cielo, que resucitará el último día a quien crea en él, que él es el verdadero pan de vida. En el fondo, comer el cuerpo y beber la sangre de Jesús equivalen a «tragárselo», a aceptarlo tal como él dice que es. Y eso, la mayoría de los discípulos, no está dispuesto a admitirlo. Lo han visto hacer milagros, pero eso no les extraña. También en el Antiguo Testamento se habla de personajes milagrosos. Sin embargo, ninguno de ellos, ni siquiera Moisés, dijo haber bajado del cielo y ser capaz de resucitar a alguien. Jesús interpreta el abandono desde un punto de vista muy distinto. Empieza echando leña al fuego: si se escandalizan de lo que ha dicho, podría darles más motivos de escándalo. El problema es que enfocan todo desde un punto de vista humano, carnal; y para creer en él hay que dejarse guiar por el espíritu. Pero esto solo lo consigue aquel a quien el Padre se lo concede. Estas palabras de Jesús resultan desconcertantes: por una parte, cargan la culpa sobre los discípulos que se sitúan ante él con una mirada puramente humana; por otra, responsabiliza a Dios Padre, ya que solo él puede conceder el acceso a Jesús («nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre»). Quizá el evangelista está pensando en los cristianos que han abandonado la comunidad a causa de las persecuciones o por cualquier otro motivo. ¿Qué les ha pasado a esas personas? ¿Es solo culpa suya? ¿Hay un aspecto misterioso, en el que parte de la culpa parece recaer sobre Dios? Pensando en la gente que conocemos y cómo han evolucionado en su vida de fe, estas preguntas siguen siendo de enorme actualidad. Seguimiento El momento más dramático se cuenta con enorme concisión. Tras el abandono de muchos solo quedan los Doce. La pregunta de Jesús («¿También vosotros queréis iros»), sugiere cosas muy distintas: desilusión, esperanza, sensación de fracaso… La respuesta inmediata de Pedro, como portavoz de los Doce, recuerda a su confesión en Cesarea de Filipo, según la cuentan los Sinópticos: «Tú eres el Mesías». Pero hay unas diferencias interesantes. Pedro no comienza confesando, sino preguntándole: «Señor, ¿a quién iremos?» Abandonar a Jesús y volver a sus trabajos es algo que no se les pasa por la cabeza. Necesitan un maestro, alguien que los guíe. ¿Dónde van a encontrar uno mejor que él? ¿Uno cuya palabra te hace sentirte vivo? Lo primero que hace Pedro es reconocer que necesitan a Jesús, no pueden vivir sin él. Luego sigue la confesión de fe. Pero no dice que Jesús sea el Mesías, sino «el Santo de Dios». No queda claro que quiere decir Pedro con este título, que solo aparece una vez en el Antiguo Testamento, aplicado al sumo sacerdote Aarón, con sentido honorífico o por su estrecha relación con el culto (Sal 106,16). En el Nuevo Testamento, Mc y Lc lo ponen en boca del endemoniado de la sinagoga de Cafarnaúm, que lo aplica a Jesús (Mc 1,24 = Lc 4,34; Mt omite este pasaje). Sin duda, Pedro confiesa que Jesús está en una relación especial con Dios, sin meterse a discutir si ha bajado del cielo. Traición En el texto litúrgico, este tema solo aparece de pasada: Jesús sabía «quien lo iba a traicionar». Si no hubiesen mutilado el evangelio, quedaría mucho más claro. Porque, inmediatamente después de la intervención de Pedro, Jesús añade: «“¿No os he elegido yo a los Doce? Pero uno de vosotros es un diablo.” Lo decía por Judas Iscariote, uno de los Doce, que lo iba a entregar.» Con ello surge una nueva pregunta y un nuevo misterio: ¿por qué Judas no abandona a Jesús en este momento, cuando tantos otros lo han hecho? ¿Por qué Jesús, si lo sabe, lo mantiene en el grupo? ¿Cómo puede llegar alguien a desilusionarse de Jesús hasta el punto de traicionarlo? 1ª lectura: el compromiso de los israelitas con Dios (Josué 24,1-2.15-18) Estamos en el capítulo final del libro de Josué. Los israelitas, a las órdenes de Josué, han conquistado todo el territorio que Dios les había prometido (es preferible no recordar cómo lo consiguieron, porque lo que ocurre actualmente en la frontera de Gaza resulta un juego entretenido). En ese momento, Josué reúne a todas las tribus en Siquén, les recuerda los beneficios pasados de Dios y les ofrece la alternativa de servir o no servir a Yahvé. Es un diálogo espléndido, dramático, en el que Josué, contra lo que cabría esperar, se esfuerza por convencer al pueblo de que no sirva a Yahvé. Es un dios celoso que no los perdonará si lo traicionan. Sin embargo, los israelitas porfían en que quieren servirlo, y todo termina con la alianza entre el pueblo y Dios. Quienes han seleccionado el texto han demostrado, una vez más, que no les entusiasma la Biblia: han mutilado la intervención de Josué, el diálogo con el pueblo, y el final. De 28 versículos, solo se han salvado 6. El texto, si se hubiera leído completo, ofrecería una relación más clara con el evangelio. Tanto Josué como Jesús hablan de manera clara y dura, como queriendo desanimar a sus seguidores. La gran diferencia radica en la diversa reacción de los oyentes. El texto de Josué ofrece un final feliz, ajeno por completo a la realidad: los israelitas siguieron sirviendo a otros dioses y abandonando a Yahvé. El evangelio traza un cuadro más realista, incluso pesimista: muchos discípulos abandonan a Jesús; solo quedan doce, y uno de ellos será un traidor. 2ª lectura: ¿Sería mejor suprimirla? (Efesios 5,21-32) Este es el texto que ninguna novia quiere que se lea el día de su boda. En los tiempos que corren, decirle que «sea sumisa a su marido», que «le debe estar sujeta en todo», porque no hay igualdad entre ambos, sino que «el marido es la cabeza de la mujer», no es lo más agradable. Aunque luego le diga al marido que ame a su esposa como a su propio cuerpo. De esta segunda parte de la lectura, ni se entera. Me limito a dos aclaraciones. 1) Este texto, que tanta crítica le ha valido a Pablo de misógino y machista, no es suyo. La carta a los Efesios no la escribió él, sino un discípulo suyo. «Al Cesar lo que es del César». 2) Esta mentalidad sobre el matrimonio, que hoy día nos escandaliza, era progresista en el siglo I. Basta mirar lo que ocurre en algunos países árabes. La mujer acepta con naturalidad estar sometida al marido. Pero el marido no siempre es consciente del cariño y delicadeza con que debe tratar a su mujer. La corrupción moral, tan extendida en el siglo I, explica que el autor exija a los matrimonios cristianos un comportamiento fundado en el respeto mutuo, por fidelidad a Cristo. Ojalá en todos los matrimonios cristianos actuales hubiera ese mismo respeto. Paso a paso, domingo a domingo, con este cinco en total, nos llevas por un tiempo de prueba y criba, sintetizada en la pregunta a los Doce que resuena con un eco de tristeza: “¿También vosotros queréis marcharos?”.
Intentar comprender la contestación de Pedro (“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”), me llevó hasta al versículo 1 del capítulo 6 de Juan. Te siguen multitudes que buscan ser alimentados, pero no conocen más que el alimento del cuerpo y el anhelo de una vida mejor. Les enseñas que, con lo poco puesto en común, haces milagros. Pero no entienden: quieren soluciones rápidas y convertirte en el líder que les provea y saque de problemas. Te fuiste, pero volvieron en tu busca… “me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”. Murmuran, critican, debaten… Tus palabras descolocan, escandalizan. Y tú seguías avanzando en tu mensaje directo a tus discípulos, esos que se iban uniendo por los caminos y que se sentían atraídos por ti, justo hasta el momento en que tus palabras… “este modo de hablar es duro”… se convirtieron en incomprensibles… “El que come de mi carne y bebe de mi sangre tiene vida eterna… Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Quizás ese compromiso de unión les resultara demasiado complicado y comprometido. Dejaron de escucharte, taparon sus oídos y muchos se marcharon buscando otros “profetas” más light. No sabían que tus palabras eran, y siguen siendo hoy, espíritu y vida, preludio de la Eucaristía. Tiempo de poner a prueba. Tiempo de criba. Tiempo de preguntar a los Doce, a los cristianos de nuestro tiempo, a la Iglesia: “¿También vosotros queréis marcharos?... Tiempo de respuestas comprometidas: personales y en comunidad. Abrámonos desde el silencio interior a la escucha de tu pregunta. Sólo creerá quién se deje tocar por el Espíritu descubriendo ese sutil toque de vida eterna que emana de cada palabra que sale de tu boca. Tengo 54 años. Soy de Sabadell. Divorciada, tengo dos hijos, Ingrid (23) y Éric (20). Soy profesora titular de Psicología de la UAB. No creo en la actual democracia, el voto es demasiado manipulable. Abogo por un comité de sabios. Creo que hay algo más que nuestro limitado cerebro no alcanza a comprender.
Jenny y su mono Locuaz y cálida, sabe explicarse con sencillez, con ejemplos cotidianos, por eso ha inventado un personaje que define nuestros pensamientos incontrolados artífices de nuestras emociones y que son en definitiva los que controlan nuestra vida. Ha dotado de personalidad a ese loco parloteo, se trata de un pequeño mono que salta de rama en rama, de pensamiento en pensamiento, y que lleva con ella a todas partes, porque sabe que ni siquiera los psicólogos se libran de él, así que hay que observarlo de cerca y sobre todo creerle poco. Al convertir la mente en un monito de peluche consigue que no sea el enemigo invencible sino un aliado que hay que domesticar. Lo explica en su último libro, Mi mente sin mí (Aguilar). ¿Somos prisioneros de nuestra propia mente? Sí, entre la realidad y nosotros se interponen los pensamientos. Ellos condicionan nuestro estado de ánimo. Por muy perfecto que sea el entorno, si tú piensas que es malo, es malo. Ya. La mente es como un mono loco que va de rama en rama, de pensamiento en pensamiento, sin ton ni son, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Tenemos pensamientos absurdos. A veces el mono nos dice cosas raras, sin sentido. Puedes estar esperando el metro y que te pase por la cabeza “¿qué pasaría si me tiro?”. Pensamientos inconfesables. No es que estés deprimido, simplemente es un pensamiento que cruza tu cerebro sin más. Hay que saber que eso le pasa a todo el mundo. Es tranquilizador. Pero puedes percibir que hay una parte de ti que no es mente, el yo observador, y es lo que debemos potenciar. Hay que estar atento. Tenga, quiero regalarle esto. Una chapa con un mono. Sí, y con una frase crucial: “Obsérvame mucho y créeme poco”. No se crea al mono. Si quitamos la mente, ¿qué nos queda? Se trata de distanciarse de la mente que juzga, que critica, que nos menosprecia, que nos desconcentra. A la mente hay que utilizarla. ¿El mono miente? Estamos llenos de emociones, y el mono no es lúcido, nos hace tomar decisiones en caliente, justificar actitudes erróneas. ¿Los pensamientos son nuestro peor enemigo? Esa frase de Buda a mí no me convence, porque sí tú crees que tus pensamientos son tu peor enemigo, te sentirás culpable, te enfadarás contigo mismo. Por eso yo utilizo un monito travieso, porque si vemos la mente como algo tierno podremos educarla y guiarla con más facilidad. Con dulzura. Tampoco me gusta la expresión “controlar la mente”. La mente no es un Excel, mejor observarla, decidir creerla más o menos, alimentarla de manera positiva… generar autocompasión. ¿Usted sabe hacerlo? No hace mucho me hundí, no le encontraba sentido a nada. Un día llorando desconsolada me repetí: “Todo esto te lo estás haciendo tú”, y después de mucho insistir mi mente cambió. Lo que nos repetimos tiene mucho poder. ¿Y ya está? Mi mono no se lo cree. Mejoré, pero cuando el mono volvía a susurrarme pensamientos torturantes como “todo va a salir mal”, me tambaleaba. A la mente le encanta hacer suposiciones, y la mayoría son falsas. Debemos suavizar nuestra rigidez mental si queremos ser felices. Pero la vida está llena de trampas. Nos pone a prueba con insistencia. Tú puedes acabar de meditar, sentirte en paz, recibir un e-mail incendiario y se acabó la paz. Sí, y encima te sientes imbécil. Necesitamos apuntalarnos, y yo lo hago dándole una frase al mono que le pido que me repita sin descanso, algo que le encanta. Póngame otro ejemplo. Quedé con una amiga que me había ofendido y temí no ser capaz de mantener la paz, así que le di un mantra al mono: “Escúchala, respira y calla”. El mono me traicionó y me puse a la defensiva, pero me agarré al mantra, me centré y no caí en la trampa. Hay que mantener el centro. Entonces tenemos que luchar contra nuestra propia naturaleza. El otro día vi un chiste: caminan en fila el Homo sapiens, el neandertal, el erectus y el australopithecus. El Homo sapiens se gira y les dice a los demás: “Chicos, volvamos a empezar que nos hemos equivocado en todo”. Un chiste muy lúcido. Todos estamos locos, la cuestión es el grado de cada cual. No estamos relajados, decimos “descansa en paz” cuando la gente se muere. El estado basal debería ser estar tranquilos, y no lo estamos. Pero la palabra luchar tampoco me gusta, hay que observar mucho y saber adónde nos está llevando el mono. Estamos despistados. Si no somos la mente, ¿qué somos? Lo que quedas cuando sacas todo lo demás, la conciencia de ser. Mucha gente, y eso lo está estudiando la ciencia, cuando tiene un accidente puede verse desde fuera, dando las vueltas de campana. El cerebro siempre nos da una perspectiva, pero puede darnos otra. ¿Qué pasa con el mono cuando dormimos? Se quita el gorro de la lógica y sigue hablándonos a través de los sueños. Nuestros pensamientos son repetitivos, los de hoy y los de ayer se parecen mucho. Somos obsesivos. Sí, obsérvese y verá que tiene muy pocos pensamientos originales. En cambio, por la noche puede saltar a ideas más inconexas y crear cosas nuevas, otros puntos de vista. ¿Cómo guiar la mente en el día a día? Aprender a nadar en un maremoto es complicado. Hay que hacer silencio y simplificar, vivir sin tanto reto ni autoexigencia, sólo así puedes observar al mono y detectar los pensamientos automáticos que nos dejan huellas emocionales. Porque también llevamos un sabio dentro. Muy calladito. Solemos conectar con él cuando nos hemos salvado de una gorda, pero luego volvemos a olvidarlo y a vivir con el piloto automático, por eso digo que lo único que falta en tu vida eres tú. En su expresión ecológica tan sublime, como espectacular y religiosa, la Santísima Virgen María, con sus advocaciones piadosas, se hace popularmente presente sobre todo en el calendario festivo propio del verano.
De ahí nuestras prisas en destacar tal realidad y reconocimiento, con lo que poder contribuir de alguna manera a la conservación del planeta "mundo", en cuya destrucción egoísta se da la triste y estadística impresión de estar tantos empeñados, hasta impiadosa y sacrílegamente. Desde el pináculo de cualquier calendario mariano festivo, me asomo aquí y ahora, con el deseo de adscribirnos de alguna manera a ritos, ceremonias, tradiciones y comportamientos del pueblo- pueblo, en la relación establecida religiosamente con la Divinidad, por la mediación de la Virgen, en el rosario de sus advocaciones "naturales", tanto o más teológicas que las misteriosamente "sobrenaturales" , antes y después de dejar constancia brillante de que son tantos, tan bellos y tan reparadores los nombres y los sobrenombres, que no todos pueden caber en el resplandeciente listado de sus letanías. El Camino -Nuestra Señora del Camino- lo inicia en las tozudas y empobrecidas tierras turolenses de una de sus comarcas -quince son los pueblos que componen su Cofradía-, patroneados por la "Santísima Virgen de la Langosta", con inexcusables referencias no a los crustáceos marinos tan preciados en la gastronomía, sino "a los insectos salteadores que se alimentan de vegetales y se multiplican con tal rapidez, que forman plagas con efectos devastadores para la agricultura", con flagrante ruina de quienes pueblan y viven de sus tierras. Gracias a la protección de la Virgen, y a la fe de sus gentes, estas pudieron pervivir y superar dificultades tan graves, en unos tiempos o edades en las que el campo y sus cosechas solo estaban en manos de Dios y no en las de la química. Madrid, capital de las Españas, lo es también de advocaciones marianas tan representativas ecológicamente como la Almudena, Atocha -"atochar"- y Paloma. Los accidentes geográficos relacionados con el terreno en los que "aparecieron" sus imágenes, le confieren en multitud de versiones nombres tan sagrados como el Mar, Collado. Montaña, Navahonda, Prado, Monte, Castellar, Castillo, Valle, Sierra, Dehesa, Cabeza, Finisterre. Muela o Cerro, Peñalosa, Piélago, Puerto, Fuente -en singular o en plural-, Fuensanta, Fuencisla, Aguasantas, Fuensalida, del Río, del Arroyo, Guadalupe, Covadonga, Monserrat....Árboles y frutos les salen al paso a los peregrinos por los caminos y santuarios ecológicos marianos, que demandan protección y ayuda a favor de la salvación del mundo, con denominaciones tales como Guía, Manzano, Castañar, del Castaño, Encina, Olmos, de la Oliva, Peral, Navalazarza, de las Flores, Rosario, Poveda, Paular, Alameda, Espinar, del Espino, Huertas y Huerto, Madroño... La Estrella es referencia de seguridad, de Esperanza y de Luz. Las Nieves lo son de pureza y blanco -Blanca-, aún en pleno verano. Con sobrenombres de aves y pájaros, las advocaciones de la Virgen tachonan los cielos, y multitud de pueblos, regiones y Comunidades Autónomas, con mención reiterada, verbenera y popular, para la Paloma Palomares, el Águila y la Divina Pastora. Por su abundancia y matices en sus nombres oficiales o populares, es de difícil catalogación exacta, entre otras, la Candelaria, Begoña, Aránzazu, del Refugio, Aurora, del Pazo, Altamira, Sonsoles, Los Llanos, Trabajo, Destierro, de la Leche, del Buen Parto, del Santo Celo, Azucena, Alarilla, Butarque, -"lugar de légamos"-, Chavela -"lugar de robles"-, Buena Vista, Somosierra ,-"la Sierra por antonomasia"-, el Rocío.. Piedra Escrita,- o del Enigma-, Roncesvalles, del Yugo, del Puy, Riánsares, Piedras Albas, Fuentes Claras... No hay una necesidad que atender por esos mundos de Dios, y más si estos son hispanos y además, rurales, en cuya presurosa atención no se haga presente la Virgen en cualquiera de sus piadosas y exactas advocaciones, con ritos, preces, letanías, sermones, procesiones, cánticos e himnos, peregrinaciones, y hasta dulces o platos típicos en el listado de su rica y variada gastronomía, por supuesto, que todos ellos, con nombres muy santos, y algunos, aún indulgenciado, previas las gestiones canónicas de sus cofrades. En esta tarea intervienen con idéntica piedad, las advocaciones, cuyas identidades hayan respondido, y respondan, a las lenguas llamadas vernáculas, sin exclusión de las de procedencia latina, griega, celta, ibérica o pre-ibérica, sin faltar a la cita las provenientes de "allende los mares", y más cuando patrióticamente se alardea de que "en cuyos dominios jamás se ponía el sol..." Es posible "que no sea oro todo cuanto reluce". Pero hay mucho oro en todo, reluzca o no reluzca. La devoción popular tiene nombres y atributos de Virgen. Si la ecología, y parte de lo que todavía queda de "mundo" -limpio y reluciente- al mundo, se cuidara, por creyentes y no tanto, es de confiar en la efectividad de la protección de la Virgen, una de cuyas advocaciones más socorridas es precisamente la de la Esperanza. Todo el mundo es templo de Dios y santuario de la Virgen. También lo es de cuantas personas lo habitan y viven, aunque posiblemente, y con más activas responsabilidades, de quienes dicen profesar la fe cristiana como acto de adoración a Dios, mediante el servicio a los más necesitados. En unos tiempos de tantas y tan graves profanaciones del mundo universo, "Nuestra Señora de las Ecologías - ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio ambiente-, ¡rogad por nosotros¡", es -será- oración, y programa de vida, prevalentes. Y es que "el hombre no es ya simplemente un servidor de los dioses, sino un ser que piensa", gracias sean dadas a Dios, AMÉN. |
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