Arregi: “Me hace mucha ilusión ser como todos los creyentes de base”.
Si durante el pontificado de Juan Pablo II mas de 140 teólogos han sido silenciados (creo que van mas de 500 a decir de José Luis Vigil), los seis o siete últimos hispano parlantes como Boff, Sobrino, Pagola, Castillo, Masía, Torres Queiruga o ahora Joseba Arregi nos producen tanto mayor desconsuelo quizás por la cercanía además de por las terribles injusticias que suponen sus causas. Tan es así que me planteo la duda razonable de si nosotras y nosotros, como laicado comprometido, debemos seguir callados, sin perder demasiadas energías ante la sinrazón episcopal, si debemos continuar firmando escritos de apoyo que la Jerarquía manda al desaparecido limbo riéndose de nosotras/os, o si por el contrario deberíamos plantarnos ya y pasar a la acción. De veras que no lo sé, y puede que como me dice mucha gente en CCP, debamos seguir pasando de ellos, y tratar de vivir nuestra fe en comunidad como intentamos hacerlo desde hace casi 40 años y eso sí, sin bajar la guardia en el compromiso con los últimos que -hoy por hoy- son los trabajadores y trabajadoras, los parados/as, los pensionistas, las personas inmigrantes y tantos marginados/as que este sistema capitalista va orillando en el camino. Porque claro, antes había hasta “Obispos rojos” como mi paisano Iniesta (no el futbolista, que también es de Albacete, sino Alberto Iniesta); por supuesto conocimos muchos curas “rojos” como García Salve o nuestro querido Comín, por citar solo a algunos, y había cantidad de teólogos y teólogas progresistas que en sintonía con la Teología de la liberación, y en una necesaria pluralidad eclesial, ayudaban a muchas y muchos creyentes a pasar de una fe trasnochada, negadora e infantil, a una fe adulta, comprometida y liberadora. Pero ahora, en este permanente invierno eclesial que parece estar muy afectado por el dichoso cambio climático, resulta que, los movimientos neoconservadores avanzan con todos los “plácets”, el Opus tiene mas curas y seminaristas que nunca, se nombra a Obispos que ganan protagonismo público diciendo disparates, (como el caso de Monseñor Munilla ante el desastre de Haití o el arzobispo de Granada comparando el aborto con el genocidio nazi), y se mandan callar a todo aquel que es sospechoso de pensar, cuestionar, adaptarse a los signos de los tiempos actuales o divulgar una hermenéutica acorde con la situación del mundo actual. Claro, que no importa que las iglesias se queden vacías, que aumente el número de apostasías, que aumente la increencia entre los jóvenes y que el número de practicantes baje a unos niveles jamás vistos en este país nacional católico de hecho, aunque la constitución española diga lo contrario. Viene todo esto a cuenta de que esta semana cuando participaba de las vacaciones comunitarias con las CCP españolas, tuve la ocasión de conocer personalmente a José Arregi, el último teólogo silenciado en España, al que probablemente, le toque dar el no querido paso de colgar los hábitos, después de que esta trasnochada jerarquía e impresentable curia le esté haciendo la vida imposible, como ya lo hiciera con tantos otros. Y menos mal que este gran hombre y profundo creyente, franciscano hasta la médula, mantiene y trasmite una Paz y tranquilidad que espero y deseo conserve. Porque desgraciadamente otros lo pasaron peor. Baste recordar las depresiones de Monseñor Iniesta cuando se tuvo que recluir al Monasterio de Poblet, o las de José María Castillo con sus comunidades de Granada, después de tantas humillaciones y persecuciones. Es curioso que en todos estos casos nunca haya una causa real, discutible, antievangélica u ortodoxa probada para castigar y condenar a los citados teólogos. En esta ocasión la escusa fueron unas declaraciones de Arregi cuando el follón montado contra el inesperado nombramiento de monseñor Munilla al frente de la diócesis de San Sebastián. Hubo un impresionante movimiento de protestas como las conocidas del Foro de curas de Madrid, o las del 77% de los párrocos de S.S. que firmaron públicamente la protesta. Y no me extraña con el currículum de esta joya de curita: Defensor de la Falange y creador de un movimiento ultra católico al margen de la iglesia vasca que criticó abiertamente a los gays con unas declaraciones sobre el sexo que nos avergüenzan al mas moderado, dijo que ante la tragedia de Haití, “peor era nuestra pobre situación espiritual”, y para colmo, se dejó olvidada en el ordenador de su parroquia anterior, una carpeta con el nombre de “Mafia” en la que según el prelado “solo había una lista de curas con los que iba a cenar…“ (Ver video mas abajo) Esta Semana, por la proximidad de sus ejercicios en “la miarrita”, Joseba Arregi tuvo la ocasión de compartir unas horas con hombres y mujeres de las comunidades cristianas populares de toda España, que durante 10 días estuvimos celebrando nuestras anuales vacaciones comunitarias CCP en pleno valle de Baztán (Oharriz). Allá nos confesaba: “Yo reivindico que en la Iglesia se pueda decir cualquier opinión con respeto y con libertad”. Seguramente por ello fue que el franciscano de Arantzazu, después de acatar el silencio impuesto durante seis meses, publica a mediados de junio el artículo “Pido la palabra” en una actitud de libre desobediencia dentro de la iglesia cuando descubre que el “leve” castigo impuesto era un burdo engaño, ya que le proponen irse a América ¿? o el silencio total, y aún le dicen que es una “medida de gracia”. Y yo me pregunto ¿Puede un eminente profesor de teología con esa cabeza, formación, inteligencia y profetismo dejar de dictar su cátedra, dejar de predicar, dejar de escribir y quedarse como portero de un monasterio, por poner un ejemplo (y que no se ofendan quienes realizan este servicio eclesial), sin mas ni mas?. Sinceramente, NO. El propio Arregi nos reconocía lo duro de la situación: “Me siento como arrancado de mi bioclima, de lo que ha sido mi ambiente franciscano casi desde niño, ”. Reconoce que su cabeza ha cambiado mucho en 30 años, y que para él “ya no es nada esencial lo de ser clérigo, laico o religioso, y que hay que transformar los sacramentos, el culto, los votos, la vida religiosa y secular, y vivir en otros parámetros”. Finalmente también nos abría su corazón reconociendo que no sabía lo que iba a hacer ahora, “no sé cómo me las arreglaré –nos confesaba- pero estoy en Paz y me hace ilusión el deshacerme de ese rol clerical, religioso, canónico del que estaba ya medio desligado aunque viviendo en él. Me hace mucha ilusión ser ahora como todos los creyentes de base”. No sé, no sé, pero a mi me da que, -pese a los rumores de que pediría su secularización, noticias sobre que colgaría los hábitos y desmentidos de que vaya a abandonar la Iglesia-, este gran teólogo, por no comprometer a sus hermanos franciscanos, tenga que resolver su particular calvario dejando la orden, que no la Iglesia. Con todo el 10 de septiembre, cuando termine la novena de la Virgen de Arantzazu, lo sabremos. ¡Animo Joseba! Que no estás solo. (Información recibida de la Red Mundial de Comunidades Eclesiales de Base)
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Hace un tiempo que corrían los rumores como vuelan las golondrinas, tan rápidas y libres, sin otra guía que el certero instinto de la vida (por cierto, ¡cómo se han multiplicado las golondrinas en Arantzazu, y aún siguen criando! Dios os bendice). Pero una vez desatados los rumores, a veces inocentes, a veces intencionados, es más difícil detenerlos que detener el vuelo de las aves. Pues bien, la noticia ha estallado en todos los sentidos y, en contra de mi intención primera, no puedo menos de confirmarla ya: voy a dejar la Orden Franciscana. De paso, pido disculpas por alguna declaración mía ambigua que algunos pudieron entender como un desmentido. No quería serlo.
Voy a dejar la Orden franciscana. Lo he meditado mirando adentro entre mis luces y sombras, mirando afuera la montaña y el cielo, y las golondrinas. Lo he compartido con las personas que más me quieren y en las que más confío. Lo he hablado con los responsables de mi provincia franciscana que son también mis amigos. Dejaré este Arantzazu del alma, donde he vivido 17 años de los 57 que tengo; dejaré la Provincia franciscana que ha sido mi familia y mi hogar desde los 10 años; dejaré la Orden franciscana que ha dado enteramente forma a mi ser. No diré que la decisión no me produzca dolor y vértigo, pero doy el paso en paz. Era previsible desde aquel 23 de diciembre en que me impusieron y yo prometí silencio para un año. Y era irreversible desde aquel 17 de junio en que rompí mi voto de silencio porque, previamente, mi obispo había derogado las condiciones que lo justificaban. Tomé la palabra, no porque tenga algún mensaje profético urgente que pregonar, sino simplemente porque ya pasaron los tiempos en que la libertad de palabra pudiera ser impedida en la Iglesia de Jesús con pretextos de dogmas y magisterios. Los dogmas y el magisterio no los puso Jesús. Muy al contrario, enseñó que no se ha de identificar la palabra de Dios con tradiciones humanas (Marcos 7,7-13), y denunció a los maestros de la ley que se apoderan de la cátedra y del magisterio (Mateo 23,2), prohibió tajantemente que nadie se llamara maestro o padre (Mateo 23,8-9), declaró solemnemente que “todo ser humano es señor del sábado” (Marcos 2,28), es decir, señor de toda ley religiosa por sagrada que fuere, y al sordomudo le dijo en arameo: Effeta, “ábrete”, “escucha y habla” (Marcos 7,34). Es más, y la Iglesia debiera reconocerlo ya sin más dilación: aunque Jesús hubiera establecido dogmas y magisterios –que ciertamente no estableció–, éstos no serían de ningún modo inamovibles, pues Jesús no tuvo otra ley ni otro criterio que el Espíritu de Dios, y el Espíritu es como el aire y el agua, y siempre se mueve. Y por si hiciera falta, lo dijo San Pablo: “Donde está el Espíritu de Jesús, hay libertad” (2 Cor 3,17). Claro que la Iglesia, como todo grupo humano, requiere estructuras y un lenguaje más o menos común, pero las estructuras habrían de ser flexible y móviles, como todo lo vivo, y los dogmas deberían poder ser comprendidos y expresados en palabras siempre nuevas, como todo misterio; y en primer lugar debiera cambiar una Iglesia autoritaria en una Iglesia democrática, como la quiso Jesús. Y la Iglesia, que se ha tomado tantas libertades para contradecir a Jesús, con mucha más razón debiera ser libre para secundar el Espíritu de Jesús. Basta conocer la historia para saber cómo han cambiado las cosas, o basta gustar del Espíritu de Dios para saber cómo han de cambiar. Quien no conoce la historia, que guste al menos del Espíritu; quien no guste del Espíritu, que conozca al menos la historia. ¡Cuán anacrónica y contraria al evangelio es esta idolatría de la doctrina que nos tiene amordazados! Simplemente por eso dije: “No callaré”. Y eso equivalía a una insumisión, y en la iglesia institucional que tenemos no hay lugar para insumisos, y yo lo sabía. Tampoco hay lugar para insumisos en la Orden franciscana que tenemos, y también esto lo sabía: los responsables franciscanos, aun en contra de su voluntad, y como única forma de evitar un grave conflicto interno, se verían obligados a exigirme sumisión a las órdenes del obispo. No he necesitado, pues, de grandes discernimientos: o acataba o me iba. Pensé que no debía acatar, para ser fiel al seguro Jesús, a mi insegura conciencia, a mi humilde misión, pero no quería ser así motivo de conflicto para los franciscanos, que son mis amigos y hermanos. La opción no era fácil, pero resultaba forzosa y simple. Dejaré la Orden, y con ello pierdo mucho, pero quién sabe si, al final, el perder no será una ganancia también esta vez. Quiero escoger la vida con todos sus riesgos, incluida la palabra. No sé qué será de mí (¿quién sabe qué será de sí?), pero allí donde vaya Dios vendrá conmigo, y si en el camino me pierdo Él me encontrará. Quiero seguir siendo discípulo de Jesús de Nazaret, el hombre bueno y libre. ¡Oh, cuán lejos me siento de él! Pero él está cerca de mí, de ti. Jesús es el prójimo y todo prójimo es Jesús. Con él, como él, quiero seguir siendo Iglesia sin esas torpes dicotomías de clérigos y laicos, religiosos y seglares, fieles y herejes, creyentes e increyentes. A mi obispo y hermano José Ignacio Munilla le deseo lo mejor, y pienso que lo mejor pasa por escuchar, respetar, secundar la voz de la inmensa mayoría de su comunidad diocesana, de la que seguiré formando parte activa. La voz de la comunidad es la voz del Espíritu, mucho más que la voz de Madrid o de Roma. Ah, y quiero seguir siendo franciscano, un simple franciscano sin hábito. ¡Paz y Bien! José Arregi Para orar Esta mañana enderezo mi espalda, abro mi rostro, respiro la aurora, escojo la vida. Esta mañana acojo mis golpes, acallo mis límites, disuelvo mis miedo, escojo la vida. Esta mañana miro a los ojos, abrazo una espalda, doy una palabra, escojo la vida. Esta mañana remanso la paz, alimento el futuro, comparto alegría, escojo la vida (Benjamín González Buelta, SJ) Querido/a amigo/a
Como muchos de vosotros y cientos, posiblemente miles, de personas en todo el mundo, he quedado impresionado por la muerte del maestro y amigo Raimon Panikkar. No por esperado menos sentida, aunque para el no fuera un paso dramático; solo el agua de la gota que va al mar, a esa realidad cosmoteándrica sobre la que reflexionó y compartió toda su vida, ayudándonos a vivir mejor la vida. Me pidieron que escribiera algo. Así lo hice, y os lo envío con el afecto y la admiración compartida. Un cordial saludo Victorino Ha muerto el maestro y amigo Raimon Panikkar. Descanse en la paz de Dios y en esa armonía con toda la realidad cosmoteándrica que siempre buscó. Nos unía una fuerte amistad, más allá de su magisterio. Así lo manifiestan las numerosas cartas suyas que recibí, escritas con su letra minúscula y su firma inconfundible hasta que pudo hacerlo: “Te recuerdo y mucho. No dejes de acercarte por Tavertet. A una cierta edad, hay que superar la tentación de hacerse el duro”, me escribía. “La amistad, que es una forma de amar, es una virtud humana, y por tanto cristiana”. Lo manifestó también en el Prólogo para mi libro Más allá de la fragmentación de la teología, el saber y la vida: Raimon Panikkar (Valencia 2008): “Me has pedido lo imposible. ¿Cómo puedo yo prologarme críticamente a mí mismo? Pero peor sería para mí no responder a un amigo, ya que considero la amistad como uno de los valores máximos de la vida humana, el único título que Cristo nos dio. Así pues, resuelvo el dilema con un compromiso: a los amigos se les puede escribir; y, en este caso, para felicitarte efusivamente por tu libro, que ha refrescado mi memoria y del que he aprendido mucho”. Del mismo modo, y más allá del valor de mi trabajo filosófico y teológico desde su pensamiento, van cargadas de amistad sus palabras en la presentación de otro de mis libros, Dios, Hombre, Mundo: La Trinidad en Raimon Panikkar, publicado por Herder. Una presentación gravada en video en su casa, por la dificultad que tenía ya Raimon de desplazarse desde Tavertet a Barcelona, cosa para la que el mismo había manifestado gran interés; un video proyectado en la presentación del libro en la Biblioteca Nacional de Catalunya, que queríamos fuera también un homenaje en su 90 cumpleaños: “Victorino me entiende a mi más que yo mismo”. En todo caso, como me decía en otra de sus cartas que guardo celosamente, el sabía de mi esfuerzo por profundizar en su rico pensamiento, para caminar adelante: “Me has leído profundamente”. En este sentido, finalizaba el Prólogo del libro anterior haciéndome una petición: “tu colaboración a la liberación de la teología de las estrecheces microdóxicas a las que demasiado a menudo se la ha querido reducir”. El nuestro fue un encuentro no sólo en la amistad, que siempre es gratuita, sino también en la conexión de intereses e ideas comunes; unas ideas que no siempre tuvieron buena acogida en otros teólogos y pensadores. Él como el maestro curtido en mil avatares intelectuales y existenciales entre Oriente y Occidente; con sus viajes, estancias tan distintos puntos del globo y sus lecturas multirreligiosas y multiculturales, realizadas en la docena de lenguas que utilizaba, con su cuádruple identidad cristiana, hinduista, buddhista y secular. Un pensamiento y una experiencia transmitidas en sus docenas de libros y cientos de artículos, conferencias, etc. Un trabajo reconocido por unos –muchos- y no tan reconocido por otros –bastantes-. Que si era o no filósofo, que si era o no teólogo, que si sabía o no escribir, que si no era “actual”, que si era un sincretista… Yo también, salvando la distancia con una persona y un intelectual muy excepcional… con mis mil avatares más modestos y más locales, con poco más de la mitad de años, con sólo mi docena de libros… Pero también, como el, aunque más modestamente, siendo valorado y querido por unos, calumniado por otros e incomprendido por bastantes. Nuestras conversaciones de filosofía y teología resultaban fascinantes; pero llegaban a fatigarme a mi antes a mi que a él -a pesar de tener yo muuuchos menos años que él-, porque sus propias palabras parecían transmitirle reactivamente una fuerza inusitada –tan débil como parece físicamente en sus últimos años-, consciente de lo que podían realizar. Esta riqueza de conversaciones quedó reflejada en algunas de nuestras conversaciones publicadas luego (Iglesia Viva 223, 2005). Pero esta fuerza pareció alcanzar su límite al cumplir los 90 años. Poco despues empezó un declive inexorable, que notaba no solo cuando estaba ante él, sino en sus palabras débiles al teléfono y en las líneas cada vez más incomprensibles de sus cartas. Raimon vivió intensamente una larga vida; por eso le costaba aceptar en los últimos tiempos vivir de una manera menos intensa. Veía como su prodigiosa memoria y su “inteligencia eléctrica” no funcionaba como en otro tiempo, aunque seguía hablando envidiablemente en distintas leguas según los distintos interlocutores. Lo de Raimon Panikkar fue siempre todo o nada; nunca fue hombre de medias tintas. Su pensamiento siempre buscó la reflexión sobre el todo, la integración de toda la realidad “cosmo-te-andrica”, recogiendo hasta los mas insignificantes elementos. Una frase que repetía en sus escritos era un versículo del Evangelio, que citaba en el latin en que lo había aprendido: “Colligite quae superaverunt fragmenta, ne pereant” (Jn 6,12); una frase del Maestro, que pone fin al relato joánico de la multiplicación de los panes y los peces. En una interpretación particular y poco habitual del texto, resumía algo fundamental en su teología y su pensamiento: la necesidad de integración del conjunto de toda la realidad en todas sus dimensiones; recoger los fragmentos esparcidos, hasta los más pequeños, para reconstruir el todo armónico del que se han escindido: “Nada se desprecia, nada se deja de lado. Todo está integrado, asumido, transfigurado… Pensar todos los fragmentos de nuestro mundo actual para reunirlos en un conjunto armónico” (La intuición cosmoteándrica). Se trata de la interconexión de todo con todo. Frente al reduccionismo, el pensamiento de Panikkar tiene como principal característica esta obsesión por el todo; por una armonía entre las diversas realidades y disciplinas particulares -filosofía, ciencia y teología- y las distintas concepciones culturales del occidente moderno y de oriente. “No se trata de ir a ninguna parte. No es cuestión de parte alguna. No es cuestión de parcialidades… Es cuestión del todo” (El silencio del Buddha.Una introducción al ateísmo religioso). Así era el “sabio de las montañas”, como lo llamaban en Barcelona. Así era este maestro que no quería discípulos miméticos, sino gente que pensara y actuara por si misma. Así era, sin pretensión de superioridad, este “icono del misterio”, como tituló uno de sus libros (Iconos del misterio. La experiencia de Dios). Así era este hombre grande -que tuvo también sus contradiciones y sus fallos, como todos los humanos- con el que muchos tuvimos la gracia de compartir vida y pensamiento, aprender de él y caminar hacia adelante, sabiendo que cada día nos trae algo nuevo si sabemos verlo. Muchas gracias, maestro, hermano, amigo Raimon. La parábola evangélica habla de “velar” y de “estar preparados”: es una llamada a despertar.
Se trata probablemente de una parábola postpascual –o, al menos, elaborada después de la pascua-, ya que hace referencia a la Parusía o “venida del Hijo de hombre”, una creencia generalizada en la primera comunidad. La “cintura ceñida” es una alusión directa a la comida del cordero pascual, previa a la liberación de la esclavitud, tal como la relata el libro del Éxodo (12,11): “Lo comeréis así: la cintura ceñida, los pies calzados, bastón en mano y a toda prisa, porque es la Pascua del Señor”. Las “lámparas encendidas” dan a entender que la gente de la casa está despierta; cuando se acostaban, todo quedaba a oscuras. Las expresiones “entrada la noche” y “de madrugada” se refieren a distintas horas nocturnas. Sabemos que los romanos dividían la noche –de 6 de la tarde a las 6 de la mañana- en cuatro vigilias, de tres horas cada una. Entre los judíos y los griegos, la división era tripartita: tres vigilias de cuatro horas cada una. Según la división que se empleara, el texto original puede indicar que los siervos estaban en vela desde las 9 de la noche a las 3 de la madrugada, o bien desde las 10 a las 6. Sea como fuere, la insistencia es clara: velar, estar despiertos. La parábola contiene una bienaventuranza: “Dichosos quienes están en vela”. Desde nuestra perspectiva, es evidente que la dicha no se debe al premio “añadido” que el siervo va a recibir. Esa lectura sólo cabe en una religión mítica, entendida en clave de méritos y recompensas. La dicha no es un “premio”, sino sencillamente expresión de que se ha adoptado la actitud adecuada. La dicha se manifiesta cuando no ponemos obstáculos a lo Real. Del mismo modo que “la alegría es la señal inequívoca de que la vida triunfa” (H. Bergson), la dicha expresa que el Ser fluye. Para el yo, la dicha es un “objeto” que se imagina en el futuro. Por eso, tiende a hacer de su vida una carrera desbocada en pos de un futuro siempre inalcanzable. Por otro lado, la “dicha” del yo siempre es inestable, porque no puede existir sin su par opuesto: la desdicha. Venimos a descubrir, entonces, un efecto paradójico: el yo, que busca la dicha desesperadamente, es el único obstáculo para que ella se manifieste. Por eso, en la medida en que nos desidentificamos del yo, el Gozo es. Eran sólo nuestras “etiquetas” e interpretaciones mentales las que lo velaban. Si permaneces en el presente, en la quietud que no juzga, emergerá la Dicha. Ser es sinónimo de Dicha…, a condición de que no queramos ser “algo”. Porque quien estaría buscando ese “algo”, sería únicamente el yo. El presente –la Presencia- es siempre Dicha, pero la identificación con el yo fractura el presente, nos saca de la Presencia y nos enreda en el laberinto interminable de una mente vagabunda, fuente de inevitable sufrimiento. Pero empecemos desde el principio… Todo arranca de la confianza: “No temas”, empieza diciendo Jesús. Desprendimiento, vigilancia, servicio… nacen de la certeza del Don; son consecuencia de percibirse y de percibir todo como expresión de la Gracia. El comportamiento ajustado, armonioso y socialmente eficaz no nace del esfuerzo voluntarista ni del perfeccionismo, sino de la comprensiónde lo que somos. Si, en la práctica, estamos identificados con el yo, no podremos dejar de vivir para él, porque será desde él desde donde veremos la realidad y a nosotros mismos. Aun sin ser conscientes de ello, la identificación con el yo se plasma entres creencias: · creencia de que mi identidad es el yo (la idea mental que tengo de mí); · creencia de que somos un yo concreto y sólido; · creencia de que este yo precisa de algo para completarse. Al ser vacío e inconsistente, el yo es siempre carente y necesitado, por lo que decir “yo” equivale a decir “yo necesito”. Desde esa necesidad, que no es sino la sensación de que uno mismo es incompleto –como el yo con el que previamente se ha identificado-, surge un doble e inevitable movimiento: de atracción hacia todo aquello que sospecha que puede completarlo, y de aversión hacia lo que, sintiéndose vulnerable, experimenta como una potencial amenaza. La identificación con el yo nos impide salir de esa dinámica. En resumen, lo que se halla en el origen del apego y de la aversión no es sino la ignorancia básica sobre quiénes somos. Y sólo podremos liberarnos de ello cuando acabemos con la idea obsesiva de creernos un “yo” separado, incompleto o inacabado. De otro modo, seguiremos generando sufrimiento a nosotros mismos y a los demás. ¿Cómo salir de esa idea o creencia? Párate. Observa todo lo que se mueve en tu campo de conciencia, toma distancia de todo ello. Cae en la cuenta de que todo aquello que puedes observar está en ti, pero no eres tú. ¿Qué queda? Atención desnuda, Espacio vacío, la pura Conciencia de ser, un “Yo soy” autoevidente que no puede ser objetivado, la Presencia ilimitada que no carece de nada. Permanecer en la Presencia modifica nuestro modo de ver y de actuar…, porque se ha modificado previamente la percepción de nuestra verdadera identidad. Salimos de la ignorancia que nos mantenía atrapados en la celda del yo (de la mente) y crecemos en consciencia: eso es despertar. Quien está “despierto”; quien se ancla, no en la mente, sino en la conciencia; quien vive en la Presencia… es dichoso. Estamos despiertos en la medida en que mantenemos una “atención plena” a lo que acontece en nuestro interior y a nuestro alrededor, sin identificarnos con ello. Como ha escrito Jon Kabat Zinn –un psiquiatra pionero en la aplicación de la “atención plena” para la prevención del estrés-, “la atención plena puede ser considerada como una conciencia continua que no enjuicia, que se cultiva prestando, en el momento presente, una atención no reactiva y lo más abierta posible” (J. KABAT-ZINN, La práctica de la atención plena, Kairós, Barcelona 2007, 610 pags.). Un aliado de primer orden para crecer en la “atención plena” es larespiración consciente. La atención a la respiración es, probablemente, la herramienta más eficaz para crecer en consciencia y venir al presente. Y es, al venir al presente, donde apercibimos que nuestra identidad no es el pequeño y necesitado yo que nuestra mente pensaba, sino esa Presencia ilimitada que, en sí misma, es Gozo. Conjugando gritos: teología de la liberación y ecologíaHace tiempo ya en América Latina, Leonardo Boff se encargaba de recordar a la Teología de la Liberación (TdL) la urgencia de la temática ecológica, planteada originalmente por teólogos norteamericanos y europeos. Su obra -Grito de la tierra, grito de los pobres hizo foco en la actualidad de la cuestión ambiental para la teología en nuestro contexto latinoamericano.
Allí mencionaba, entre otras cosas, lo que de común tienen la TdL y la ecología: ambas parten de un clamor, de un grito. La primera, del grito de los pobres por la vida digna. La segunda, del grito de la Tierra, explotada y oprimida de diversos modos por los seres humanos. Frente al estado actual de nuestro ecosistema planetario y de cara a su futuro, ¿qué papel le toca a la TdL? ¿Puede realizar algún aporte para fecundar la praxis y reflexión ecológica? Podemos considerar tres brechas para introducirnos en esta relación posible (y necesaria) entre TdL y ecología. Primero, porque la TdL acompaña el caminar de nuestros pueblos latinoamericanos profundamente marcados en su identidad por su relación con la tierra, la naturaleza. Es la brecha histórico-cultural. Segundo, porque la TdL ha precedido y excedido prácticas que han conjugado gozosa y dolorosamente preocupación ecológica y opción por los pobres. Se trata de la brecha martirial. Por último, porque la TdL, desde su método y notas particulares, puede ser una instancia crítica saludable para la ecología. Es la brecha metodológica. Ahondemos brevemente en cada una. La tradición cultural latinoamericana Desde una perspectiva histórica, observamos que la TdL ha hundido sus raíces en el caminar de los pueblos latinoamericanos al ritmo de sus procesos liberadores en búsqueda de vida abundante y felicidad plena. Pueblos que están vinculados a la tierra desde las fibras hondas de su identidad, su cultura y su historia milenaria: la Pacha Mama, Madre Tierra. Para ellos la tierra, el ambiente, es constitutivo de su identidad. Sin ella no pueden comprenderse, narrarse, proyectarse, desarrollarse o soñarse. La sabiduría de estos pueblos nos recuerda que no podemos violar a la Pacha, que generosa y gratuitamente nos da los frutos de su vientre. Estamos llamados a cuidarla, tratarla con respeto, responsabilidad y hasta veneración. La «razón instrumental» del mundo occidental nos llevó a objetivar a la Pacha, a manipularla y explotarla al punto de arrinconarla en su agonía. La riqueza de la tradición cultural de los pueblos originarios latinoamericanos nos habla de la Pacha no como algo, como una cosa, un objeto inerte; sino como alguien, con vida, que reparte su vida abundante «a mano abierta». El pueblo de Israel, del mismo modo, también percibió que Dios regalaba la vida gratuitamente y con generosidad por medio de la Tierra. Su experiencia sintoniza, al mismo tiempo, con nuestros pueblos originarios en aquella intuición religiosa primigenia que ve en la tierra una hondura y una profundidad vinculada al misterio divino. De aquí que la TdL puede seguir abriendo esta brecha histórico-cultural en su reflexión y articulación con la ecología. Dorothy Stang, mártir de los pobres y de la tierra La tradición bíblico-jesuánica en América Latina ha heredado en los tiempos recientes un icono martirial que nos habla a las claras de la relación entre preocupación ecológica y opción por los pobres: la Hna Dorothy Stang. Asesinada el 12 de febrero de 2005 en la- floresta amazónica. Recibió seis cobardes disparos que le arrancaron la vida a los 73 años. Fue el intento violento de los poderosos por callar su compromiso en defensa de la vida de los pueblos originarios que habitan la Amazonia. Fue la reacción fraticida que no soportó la denuncia a los terratenientes que explotan impúdicamente a los trabajadores rurales. En el amazónico Estado de Pará (Brasil) en los últimos 33 años, hubo 772 asesinatos de trabajadores rurales y de personas que los apoyaban. Dorothy es un testimonio actual de cómo la preocupación por la conservación y el cuidado de la floresta se conjuga con la lucha por los derechos de los pobres a la tierra y el trabajo digno para su vida abundante y ciudadanía plena. Desde esta brecha testimonial –de la Hna Dorothy y de tantos compañeros y compañeras- la TdL halla cauce para su reflexión y articulación con la ecología. Algunas reservas críticas La pregunta por la actualidad de la TdL no deja de resonar desde hace varios años. Ya sea formulada con intención constructiva o con ánimo malintencionado, sabemos que la pregunta por la actualidad de la TdL no se responde teniendo como parámetro su visibilidad editorial o actualidad académica. Lo importante no es que ella se perpetúe como teología hegemónica, sino más bien ver de qué modo a partir de su paso, toda teología pueda ser liberadora en América Latina o en el lugar que sea. En ello reside también su actualidad. En esta línea la TdL puede ser un gran aporte para la causa ecológica. En la TdL se habla también de la -liberación de la teología (Juan Luis Segundo). De este modo se nos advierte sobre los dispositivos opresores y legitimadores propios de la narrativa teológica, que tienen que ver con la ambigüedad de la palabra y la intencionalidad del discurso. La TdL tiene que ser también- liberación de la teologíay favorecer, del mismo modo, la- liberación de la ecología. No son pocos los teólogos y teólogas que hoy se suben al caballo de la ecología y se enrolan de manera acrítica en sus filas. La TdL en tanto liberación de la teología, puede ayudar a la ecología a desactivar en ella el mismo dispositivo opresor que late también en el discurso teológico: el fundamentalismo. Se trata de un peligro que también amenaza a la ecología. La ecología, ayudada por la TdL, puede estar más atenta frente a este riesgo. Nadie duda de la urgencia del cuidado de la Tierra. Los datos son alarmantes, el escenario futuro incierto, las acciones transformadoras escasas. Sin embargo, la urgencia de la causa ecológica no puede autolegitimarse por sí misma, cayendo en fundamentalismos –y autoerotismos intelectuales- que pierdan el horizonte evangélico principal: el ser humano en su condición histórica de oprimido. Presentamos tres modos concretos en que la TdL puede articularse con la ecología desde lo que denominamos «brecha metodológica». Por supuesto que hay otros; indicamos los que consideramos más relevantes. La TdL puede articularse con la ecología: a) Siendo memoria de la centralidad de los pobres: frente al peligro de un biocentrismo abstracto de algunos ecologismos que ponen al mismo nivel toda vida, desde un insecto hasta el ser humano. Aquí la TdL debe aportar todo su vigor crítico. Sería un horror metafísico y ético ponderar de modo indistinto la vida de la ballena franca austral y la vida de los pobres e injusticiados de la tierra. La TdL debe contribuir a desarrollar una ecología a la luz de la liberación de los pobres. Mientras se introduzca esta perspectiva, aporte valiosísimo de la TdL, puede haber diálogo y articulación entre ambas disciplinas. b) Proponiendo una ecología histórica y política: frente al peligro de una ecología deshistorizada, la TdL puede contribuir a la liberación de la ecología incorporando la memoria de los procesos históricos donde se conjugaron ambientes y territorios con colectivos humanos y procesos políticos. La tierra, los lugares, los espacios y ambientes de nuestra América Latina están fuertemente atravesados por las luchas políticas y sociales. Recuperar los procesos, hacer memoria de los actores, resaltar lo socio-político del drama de la salvación humana puede ser un aporte liberador para la ecología. En medio de la preocupación ecológica la TdL puede reponer la importancia de las luchas territoriales, de la tenencia de la tierra, de lo básico para la sostenibilidad de la vida, de las biografías y testimonios que nutren los ambientes. c) Introduciendo el «principio-sospecha»: Así como hay una teología que legitima lo que el mercado tiraniza y construye, también hay una ecología que puede responder a intereses extraños a la vida de los pobres. La ecología es especialmente sensible a este tipo de manipulaciones del mercado. Hay una ecología «políticamente» correcta que conecta fácilmente con la sensibilidad emocional de los sujetos, logrando un alto nivel de aceptación en el «mercado» y cuya finalidad es sostener y extender la dominación de los poderes fácticos. La sospecha activa puede ayudarnos a evitar el riesgo de canonizar automáticamente todo movimiento ecológico. La TdL, desde la exploración en el cauce de estas tres brechas, realmente puede ser un aporte fecundo para el desarrollo de una ecología latinoamericana que se inserte en los procesos sociopolíticos de nuestros pueblos. Apostamos a la potencia de esa relación y a la posibilidad de conjugar ambos gritos, que son gritos de Dios. Ezequiel SiLVA CONDENAMOS Y REPUDIAMOS LA CRUEL REPRESIÓN POLICIAL CONTRA LIDERES, DIRIGENTES, NIÑOS Y MIEMBROS DEL FRENTE NACIONAL DE RESISTENCIA EN CHOLOMA, CORTES
El Observatorio Ecuménico para los Derechos Humanos en Honduras, del Consejo Latinoamericano de Iglesias (OEDHCLAI), ante los acontecimientos de este día se pronuncia en los siguientes términos. CONSIDERANDO: Que hoy miércoles 18 de agosto, en horas de la mañana, fue brutalmente reprimida la manifestación pacífica organizada por el Frente Nacional de Resistencia Popular del municipio de Choloma, Cortes, en demanda del aumento al salario mínimo, el regreso del ex Presidente José Manuel Zelaya Rosales, la defensa del Estatuto del Docente, el pago de las obligaciones del Estado con el IMPREMA y la repatriación de más de 200 compatriotas exiliados y refugiados en terceros países desde el Golpe de Estado Militar del pasado 28 de junio del 2009. CONSIDERANDO: Que la Constitución de la República en su artículo 79 garantiza el derecho de libre manifestación pacifíca en relación a los interes individuales o colectivos sin necesidad de permiso alguno por parte de las autoridades, así como el respeto e inviolabilidad a la libertad personal y la integridad física, sicológica y moral consignados en los artículos 68 y 69 y demás normativa estblecida en las leyes secundarias, la Convención Americana de los Derechos Humanos o Pacto de san José y la Convención de los Derechos de los niños. CONSIDERANDO: Que efectivos policiales al mando del oficial CASTRO, sin justificación alguna detuvieron ilegalmente al Profesor RUY DÍAZ, quien fue víctima de torturas, tratos crueles inhumanos y degradantes, así como a Giovany Matute, quienes luego de ser agredidos, fueron liberados, debiendo ser remitidos al hospital. CONSIDERANDO: Que fueron detenidas más de 30 personas incluida la niña de 6 años GEMA VALERIA ALIA MANZANARES, el periodista Edgardo Escoto y otros comunicadores en las bartolinas municipales de Choloma, por lo que aún varios abogados de la resistencia realizan acciones legales ante los Tribunales para lograr su liberación. CONSIDERANDO: Que es deber del Estado garantizar, proteger y promover la plena vigencia y respeto de los derechos Humanos, sin discriminación de ninguna clase de conformidad con los tratados internacionales y las leyes nacionales. POR TANTO Demandamos de las autoridades policiales y del Poder Ejecutivo GOLPISTA, ordenar la inmediata libertad de los ciudadanos detenidos, suspender de sus cargos a los represores, al Ministerio Público, especialmente la Fiscalía Especial de los Derechos Humanos ordenar una investigación de estos hechos violatorios de los Derechos Humanos, procediendo contra los responsables ante los Tribunales correspondientes y a los Organismos de Derechos Humanos nacionales e internacionales darle seguimiento a estas acciones para garantizar la aplicación de la justicia y reparar el daño material y moral a las víctimas. Tegucigalpa, MDC 18 de agosto de 2010. Leonel Casco Gutiérrez Procurador de los Derechos Humanos Coordinador Observatorio Ecuménico DDHH del CLAI «Dios de las aves, Dios del gran pez, de las estrellas, Dios…» reza un himno evangélico. ¡Qué descripciones más extrañas! Dios de los seres humanos, sí, pero, ¿Dios de las aves, los peces y las estrellas?
Por demasiado tiempo nos hemos encerrado en una teología y una ética humanocéntricas, pero los grandes problemas ambientales, como el calentamiento planetario y la progresiva extinción de especies -realidades que afectan no solamente «la naturaleza», sino también el bienestar de los seres humanos- demandan un cambio de paradigma, hacia una -ética del cuidado del planeta: una ética que provoque un cambio en nuestra relación con la naturaleza. Una ética que también contemple a las aves, los peces y las estrellas. Será una nueva ética. El pionero de una «ética de la tierra», Aldo Leopold (+1949), nos recordó que «todas las éticas se apoyan sobre una sencilla premisa: el individuo es miembro de una comunidad formada por partes interdependientes… La ética de la tierra sencillamente agranda los términos de la comunidad para incluir terrenos, aguas, plantas y animales, o, colectivamente dicho: la tierra». Esta ética «modifica el papel del -homo sapiens, de conquistador de la comunidad de la tierra, a un simple ciudadano y miembro de ella», decía Leopold. La comunidad es la preocupación básica de la ética cristiana, como lo evidencia Pablo mediante el uso frecuente de la palabra griega -koinonía, que significa comunidad, comunión o simplemente unión. La ética de Pablo es una preocupación por la koinonía… por la comunidad. En otra forma, vemos esto en el primer mito de la creación de Gn 1-2.3: Dios crea el cosmos (un «arreglo» en griego), es decir, una «comunidad» cuyas partes están interrelacionadas. Los seres humanos, los animales y las estrellas existen juntos, interrelacionados. Mediante esta «comunidad» la vida se hace posible y es bendecida como «buena». Esta idea de comunidad une «cultura» y «naturaleza». Las dos son inseparables e interdependientes, y cada una afecta a la otra. El ser humano pertenece a la naturaleza y a la cultura, de la misma manera como las aves, los peces y las estrellas pertenecen tanto a la cultura como a la naturaleza. La ética trata de comunidad. Se preocupa por relaciones. Le interesa la «convivencia»: el vivir juntos/as en una sola casa, el -oikos de Dios. Las relaciones son metabólicas (Marx) y forman «el circuito natural de toda la vida» (Hinkelammert). Una ruptura en el circuito significa la muerte. Así que no se puede limitar la «comunidad» a las relaciones con nuestros y nuestras semejantes. Con-vivimos con otros seres vivos. Son partes de la comunidad -convivencia-, nos guste o no. Nuestra dependencia de ellos es enorme, tanto física como existencialmente. Entonces, la ética ha de considerar necesariamente la relación entre los humanos y los no humanos. Tal ética, como dice Leopold, significa que debemos estar «listos para admitir que los pájaros continúen ahí por un asunto de derecho biótico, pese a la ausencia de provecho económico para nosotros». Según el otro relato de la creación, el de Adán y Eva en Gn 2.4-3.1-24, está claro que el ser humano debe responsabilizarse del cuidado de la convivencia. La figura central es el campesino que cuida el huerto. Aquí la relación interdependiente entre «cultura» y «naturaleza» se percibe con claridad. Hechos de la misma sustancia que los otros animales («barro» o «polvo» de la tierra), Adán y Eva tienen una relación orgánica con la vida no humana y tienen que atender las necesidades no sólo de sí mismos, sino de todos, cuidándolos y cultivando la tierra, todo como fideicomiso de Dios. Su responsabilidad es servir. Su tarea es la de cuidar la tierra, una tarea -confiada a ellos. Es un compromiso ético. Una buena ética no se basa en reglas y normas, sino en la capacidad de discernir las respuestas o conductas adecuadas a contextos diferentes. En este sentido, la ética de la tierra o del cuidado del planeta «puede considerarse como una guía para enfrentar cualquier situación ecológica», dice Leopold. Él mismo propone como guía ética el siguiente axioma: «Algo es correcto cuando tiende a conservar la integridad, la estabilidad y la belleza de la comunidad biótica [léase convivencia]. Es incorrecto cuando tiende a todo lo contrario». Qué significa eso exactamente, se determinará según los diferentes contextos y situaciones, pero nos recuerda siempre nuestra responsabilidad moral para con la tierra. Esta ética es urgente porque el problema ambiental, que se presenta cada vez con más fuerza, significa una ruptura metabólica que lleva hacia la muerte (la «Caída»). Ésta es, como dice Leonardo Boff, «la ruptura de la religación universal», que no nos permite sentirnos parte de «una inmensa comunidad cósmica y planetaria» (como propone el Génesis). La crisis ambiental es una crisis antropológica: una pérdida del sentido de pertenencia. Esta se traduce en un comportamiento destructivo hacia la naturaleza, con secuelas nefastas para nosotros mismos. Las causas son múltiples pero tienen sus raíces en la economía política. Los sistemas de producción y comercialización son determinantes. El capitalismo, especialmente en la vertiente neoliberal que absolutiza el libre mercado, requiere la explotación voraz de los bienes de la naturaleza y del trabajo humano, sin controles ni regulaciones. El constante crecimiento o expansión económica (es decir, el mayor consumo), es la regla fundante y la exigencia necesaria para el buen funcionamiento del sistema. Así, convierte todo en mercancía, cuyo valor es el valor de venta. La naturaleza tiene valor si se la puede vender, o fabricar con ella algo para la venta. Pero si las causas últimas se encuentran en el modelo de economía política, las causas inmediatas frecuentemente se ubican en la administración del sistema, lo que se puede llamar «gobernación ambiental». Ésta tiene que ver con las políticas y regulaciones referentes a la relación con la naturaleza y al uso y la conservación de los recursos naturales. Tanto bajo gobiernos democráticos como no democráticos, la gobernación ambiental se determina en gran medida por relaciones de poder que obstaculizan la regulación y los controles ambientales o que permiten que se los ignore impunemente. En fin, el capitalismo no tiene lugar para «cuidadores/as», sino sólo para explotadores/as y consumidores/as. Por eso una- ética del cuidado del planeta es una ética -subversiva. Por esta razón, además, una ética para la convivencia es una ética radicalmente política. La configuración material de la convivencia es consecuencia de una lucha sociopolítica. La economía política fomenta intereses poderosos, jerárquicos, que se imponen en función de sus propias necesidades y deseos. Asimismo, es una ética social, pues los efectos de la destrucción ambiental afectan de diversas maneras a los diferentes sectores sociales. Son los pobres los que sienten en forma directa el deterioro ambiental; son ellos y ellas cuyos barrios se tornan basureros de los ricos; cuyas fuentes de agua están contaminadas por las grandes empresas agroindustriales y cuyas casas no disfrutan de la salubridad básica. Es importante comprender que el problema ambiental y el problema social están unidos. Eduardo Gudynas, ambientalista uruguayo, afirma que «los sistemas humanos [existen] en una continua y estrecha interrelación con los sistemas ambientales». Los dos problemas «son ante todo consecuencia de una visión de la sociedad y del entorno». Las dos luchas convergen en una sola. Luchar por cambios orientados hacia la justicia y el bienestar de las mayorías humanas y de las aves, los peces y las estrellas será conflictivo política y socialmente. No obstante, emprender la lucha es una exigencia ética. Uno de los forjadores de la filosofía de la liberación, el colombiano Luis José González Álvarez, lo pone en forma bien clara: «El valor de la vida no sólo nos obliga a respetar las relaciones de equilibrio entre los elementos de un [eco]sistema, sino que nos exige también impedir que otros las destruyan, y a reconstruirlas cuando ya han sido destruidas». El cuidado del planeta exige impedir la acción de los que lo están destruyendo. La justicia, entonces, es el fundamento de la -ética del cuidado del planeta, porque sin la justicia la convivencia no funciona como «el circuito natural de toda la vida». «La lucha por la justicia en términos concretos de relaciones humanas -dice Ivone Gebara- implica una práctica de la justicia respecto al ecosistema. No habrá vida humana sin la integridad de la vida del planeta, con sus innumerables expresiones». Nuestro bienestar está ligado al de las aves, los peces y las estrellas. Es propio de la naturaleza humana crear ambientes; modificamos la naturaleza y tenemos que hacerlo para sobrevivir. Todo depende de cómo hagamos las modificaciones. Podemos ser «conquistadores» para imponernos sobre la naturaleza, o podemos ser «ciudadanos/as» y buscar formas de colaboración con ella. Esto último exige no solamente nuevos -conocimientos, sino una nueva conciencia de nuestra pertenencia a la naturaleza. Conciencia y conocimiento: he aquí la nueva ética del cuidado del planeta. Cuando me llamó Salvador Paniker la tarde del 26 de agosto me temí lo peor. Y mis temores se confirmaron. Era para comunicarme el fallecimiento de su hermano Raimon, que me dejó sumido en un estado de conmoción del que tardé en salir. Y no era para menos. Durante los últimos treinta años tuve la suerte de disfrutar de la amistad y del discipulado de Raimon Panikkar, de quien aprendí lecciones teóricas y prácticas de gratuidad, convivencia, diálogo y equilibrio mental y emocional.
Con él coincidí en congresos, semanas y encuentros de estudio, intercambié un largo epistolario en forma de tarjetas de letra con caracteres casi indescifrables y mantuve frecuentes conversaciones telefónicas hasta que la enfermedad se lo impidió. En reiteradas ocasiones le invité a participar en los Congresos de Teología que la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII viene celebrando desde hace treinta años y en Cursos de Verano. Sólo en una ocasión declinó la invitación. Fue el año pasado cuando le llamé para dar una conferencia en el curso sobre “Judaísmo, Cristianismo e Islam, tres religiones en diálogo” celebrado en el palacio de la Magdalena de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. El estado de postración en que se encontraba le impedía desplazarse de Tavertet a Santander. Le invité también a escribir en obras colectivas y diccionarios sobre la interculturalidad y el diálogo intra- e interreligioso, dos campos en los que era uno de principales especialistas mundiales, más aún, el pionero y referente desde hace cuarenta años a partir de sus profundos y dilatados conocimientos de las diferentes tradiciones religiosas y culturales. ¿Quién era, quién es –porque sigue vivo en la mente y los sentimientos de mucha gente– Raimon Panikkar? Sirva como primera aproximación la definición que ofrece el teólogo colombiano José Luis Meza Rueda de la rica y compleja personalidad del intelectual catalán en su excelente obra La antropología de Raimon Panikkar, que acaba de aparecer: “filósofo y teólogo; místico y maestro; políglota y poeta; cristiano, hindú, buddhista y secular; ciudadano del mundo y estudioso de las culturas y las religiones… De ideas desconcertantes y fascinantes, de su pensamiento agudo, pero problematizador, de una pluma prolija e insistente, de grandes admiradores pero también de grandes detractores” (p. 23). Yo añadiría: hombre de diálogo y de interculturalidad. “Sin diálogo, el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan”. Fue en 1993 cuando escribió sentencia tan aforística en un artículo sobre “Diálogo inter- e intrarreligioso” recogido luego en Nuevo Diccionario de Teología (Trotta, Madrid, 2005, pp. 243-251). En él establece las bases del diálogo como alternativa a los fundamentalismos, dogmatismos, anatemas e intolerancias de las religiones y de las culturas hegemónicas, pero también como superación de los monolingüismos, colonialismos y guerras religiosas. Pero el diálogo no lo defiende en abstracto y en el vacío, sino entre filosofía y teología, religión y ciencia, Occidente y Oriente, Atenas y Jerusalén, culturas y religiones. A partir de su conocimiento de las culturas, filosofías y las religiones de la India (La experiencia filosófica de la India, Trotta, Madrid 1997, o 2000), fue pionero en el diálogo con el hinduismo y se adelantó al concilio Vaticano II. En 1961 defendió su tesis doctoral en teología en la Universidad Lateranense de Roma sobre El Cristo desconocido del hinduismo (Marova, Madrid, 1970), el libro más conocido, emblemático y traducido de su extensa bibliografía. Posteriormente abrió una nueva ruta de diálogo con el buddhismo con El silencio de Dios (1970), que más tarde actualizó bajo el título El silencio del Buddha. Una introducción al ateísmo religioso (Siruela, Madrid, 1996) Raimon Panikkar encarnaba en su persona ese diálogo y el peregrinaje por las diferentes tradiciones religiosas y culturas. Es proverbial su confesión de fe interreligiosa: “Marché (de Europa a la India) cristiano, me descubrí a mí mismo hindú y volví buddhista, sin haber dejado de ser cristiano”. Más tarde hablaría de la confluencia en su persona de cuatro grandes ríos: el cristiano, el hindú, el buddhista y el secular. ¡Todo un ejemplo de equilibrio entre creencias religiosas y secularidad. “Debido a que filosofamos dialogando con el otro… la filosofía se convierte en intercultural, ya que al hablar con el otro transgredo el ámbito de mi cultura individual y entro realmente en el terreno intercultural que a veces ayudo a crear”. Raimon Panikkar es reconocido como el iniciador y uno de los principales impulsores de la filosofía intercultural, que entiende como algo más que una conversación entre vecinos o un diálogo de sobremesa en torno a lo divino y lo humano, y que no confunde con el multiculturalismo, que se limita defender la coexistencia de las culturas, y la transdisciplinariedad, ya que las culturas son algo más que disciplinas. En la interculturalidad no hay absorción de una cultura por otra, pero tampoco independencia, sino correlación. El método de la interculturalidad es el diálogo. Pero ¿qué tipo de diálogo? Con la originalidad conceptual que le caracterizaba, lo definía como diálogo dialogal y duologal, que implica confianza mutua en una aventura común hacia lo desconocido y aspiración a la concordia discorde. Este tipo de diálogo lleva a descubrir al otro no como un extranjero, sino como un compañero, no como un ello anónimo y despersonalizado, sino como un tú en el yo. Raimon Panikkar se entendía con todo el mundo, con creyentes y no creyentes, amigos y adversarios, discípulos maestros, con los sistemas de creencias, culturas y cosmovisiones, por muy diferentes que fueran, incluso dentro de la discrepancia, a través del amor y de la mirada limpia. ¡Excelente método para avanzar en el camino hacia la convivencia entre los pueblos y la paz, tanto interior como exterior! Termino con un texto del Libre d’ Amic e Amat del filósofo y místico Ramón Llull (1232-1315), precursor de la interculturalidad: “El pájaro cantaba en el huerto del amado. El amante llega y dice al pájaro: si no podemos entendernos el uno al otro a través de lenguajes, entendámonos entonces uno a otro a través del amor, ya que en tu canción mi amado es evocado en mis ojos”. Comparto las reflexiones sobre la Iglesia que hacía el teólogo Ratzinger en 1969 por: Juan Cejudo9/1/2010 Todos recordamos aquel año 1968 en que se hicieron famosas las revueltas estudiantiles con manifestaciones masivas, barricadas y protestas generalizadas en la calle que pusieron en jaque mate al Estado francés especialmente, aunque aquel espíritu de reformas profundas se extendió por medio mundo. Era famoso uno de aquellos lemas: “seamos realistas, pidamos lo imposible”
Al año siguiente en 1969, el hoy Papa Benedicto XVI, entonces teólogo Ratzinger, de 42 años, hacía unas muy interesantes manifestaciones por radio. Merece la pena volver a leerlas hoy. Decía Ratzinger: “Después de las actuales crisis, la Iglesia que surgirá mañana tendrá que ser despojada de muchas cosas que ahora todavía mantiene. Será una Iglesia bien más pequeña. Y tendrá que recomenzar como lo hizo en sus principios. Ya no tendrá condiciones de llenar los edificios que han sido construidos en sus periodos de gran esplendor. Con un número bien menor de seguidores, perderá muchos de los privilegios que ha acumulado en la sociedad. Al contrario de lo que viene aconteciendo hasta el presente momento, ella surgirá mucho más como una comunidad de libre opción… Siendo entonces una Iglesia menor, va a exigir mayor participación y creatividad de cada uno de sus miembros. Ciertamente aprobará formas nuevas de ministerios; convocará al presbiterado cristianos comprobados que ejercen simultáneamente otras profesiones… Todo eso va a tornarla más pobre; será una Iglesia de gente común. Claro está que todo eso no va acontecer de un momento a otro. Va a ser un proceso lento y doloroso”. (Titulo artículo: EL JUICIO AL PAPA BENITO XVI Autores: Jeff Israely y Howard Chua-Eoan.Fuente: Time Magasin, 31 de Mayo 2010) Realmente es lo que pienso hace mucho tiempo ( y seguro que muchísimos cristianos como yo): la Iglesia hoy con sus templos mastodónticos, seminarios inmensos, conventos y casas de religiosos que han quedado medio vacíos o en ruinas, responde a una Iglesia propia de otro tiempo. El grupo de los creyentes, de los que se toman en serio el Evangelio deberá de ser necesariamente más pequeño. No harán falta esas estructuras propias de los tiempos medievales y del nacionalcatolicismo que hoy no tienen sentido. Y debe despojarse de muchas cosas que hoy no le son necesarias. Deberá perder y renunciar explícitamente a los privilegios de épocas anteriores, aunque aún le queda muchísimo que hacer en este sentido, como la renuncia a los actuales Acuerdos Iglesia - Estado que se gestaron en la época franquista aquí en España. Sus miembros, en número mucho menor, deberán ser mucho más activos y dinámicos. Por eso habrá que pasar de la categoría clérigos-laicos a la de una igualdad dentro de la comunidad cristiana, con carismas y cualidades distintas al servicio de todos. Serán necesarias por tanto, nuevas formas de ministerios a los que podrán acceder personas de profesiones muy variadas ( aunque Ratzinger no lo dice expresamente, se supone que esos profesionales estarían muchos de ellos casados y con sus familias) Y será una Iglesia más pobre, formada por gente sencilla..donde no se valorará el dinero ni el poder, tampoco una exquisita preparación intelectual. Sólo la madurez cristiana y la entrega a los demás, especialmente a los que están más marginados en la sociedad. ¿Quien no apoya estas afirmaciones de Ratzinger? En una palabra, será una Iglesia mucho más evangélica, más de acuerdo con lo que Jesús quiso para aquel movimiento de seguidores que siempre iban con él y para los que le siguieran en el futuro. Pero es triste comprobar que estas magníficas palabras de Ratzinger las haya olvidado Benedicto XVI. Sería de desear que aún ahora con 83 años tuviera el coraje de impulsar las reformas necesarias y profundas que la Iglesia necesita para responder a las necesidades del Mundo de hoy |
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