Estamos en el final de la vida de Jesús, en la última semana. Jesús se está enfrentando a los sacerdotes, a los jefes del pueblo y a los doctores. Va a ser rechazado. La palabra de Jesús se hace radical.
Quiere hacer ver a todos la importancia del momento que están viviendo. Están ante la luz, y van a preferir las tinieblas. Después de este texto vienen cuatro parábolas dramáticas: el mayordomo infiel, las diez vírgenes, los talentos, y el juicio final. Y todo con un mensaje apremiante: si no recibís la Palabra de Dios, os estáis perdiendo vuestra gran oportunidad. Del tema de aquel momento, Mateo se proyecta al tema más amplio: la consumación, el final de la vida del hombre y del universo, cuando todo comparezca ante Dios y quede claro lo que es válido y lo que es inválido. Es una urgente llamada a tomar la vida absolutamente en serio, porque se acaba, porque se puede echar a perder, porque llega lo definitivo. Todos estos textos insisten en un aspecto importante, uno de los ejes fundamentales de la fe: la urgencia de vivir bien, la urgencia de mirar al final. Expresamente, se habla de "La venida del Hijo del Hombre". Para nosotros, para cada uno, "Dios viene" significa "el fin de la vida es el encuentro con Dios". Aquí tenemos, por tanto, el primer significado del Adviento. Adviento es "llegada". ¿Qué llega? La muerte, es decir, el encuentro con Dios, la Vida definitiva. Eso es lo que llega, y eso es lo que condiciona toda la vida. La expresión de Pablo podríamos interpretarla así: "Daos cuenta de a dónde va la vida", y sed consecuentes, no tiréis la vida, dedicaos a lo que merece la pena. En este texto aparece la urgencia de la conversión, la importancia de la vida. La vida es pasajera, se va a terminar y no sabemos hasta cuándo tenemos tiempo: hay que aprovechar el tiempo de la vida. Y para que sepamos y podamos aprovechar la vida, salvar la vida, contamos con la luz y la fuerza de Dios, el Salvador, el que nos libera del pecado y de la muerte. Así que para nosotros cobran un significado especial algunas frases que se usan corrientemente, por ejemplo: "carpe diem" o "sólo se vive una vez". Es verdad, carpe diem, pero en el sentido de "aprovecha el tiempo", y no "tira tu vida". "Sólo se vive una vez". Es verdad, ésta es nuestra oportunidad: es de locos tirarla, desaprovecharla, desperdiciarla. ¿Cómo hay que vivir, según esto? ¿Atemorizados? ¿Temerosos de encontrarnos con Dios? Ha sido frecuente una interpretación catastrofista y atemorizadora. Si el Hijo del hombre viene como un ladrón, parece que Dios nos acecha, que está esperando a cogernos en falta... Incluso se han hecho interpretaciones de este tipo. Y se ha utilizado a Dios como una amenaza, y se ha resaltado de Él solamente la imagen de Juez... Esta imagen es verdadera, pero es insuficiente. Dios Juez significa que Él es la verdad definitiva: al final Él es la verdad. No es verdad que todo dé igual. La vida se puede tirar, se puede echar a perder. El ser humano es un proyecto que se puede realizar y se puede quedar en el camino. Todo esto es verdad, y hace de la vida algo absolutamente serio. Pero Dios no es sólo, ni principalmente, eso. En la larga trayectoria de la Biblia, Dios se presenta siempre como "el que trabaja por el hombre contra el pecado". Es la tesis del Libro del Génesis, y, aún más explícitamente, del Libro del Éxodo. En este libro Dios es el Libertador. Y no principalmente porque saca a su pueblo de Egipto sino, sobre todo, porque le da la Ley para que, al cumplirla, deje de ser esclavo del pecado. Y además, "camina en medio de su pueblo", en la Tienda del Encuentro. Este tema lo recoge Juan en el Prólogo de su evangelio: Jesús es La Palabra "que puso su tienda entre nosotros". Ésta es pues la imagen entera de Dios. Por una parte, la Ley, la norma, el sentido de la vida: apartarse de Él es equivocarse, poner en peligro nuestro proyecto de vida. Por otra parte, él es La Palabra, la Luz, el Pan, que nos ayuda para salvar la vida, para llegar a término. Esto nos proporciona la oportunidad de recordar algo importante: cómo tenemos que leer, y cómo no debemos utilizar la Biblia. Si tomamos cualquier pasaje de la Biblia y aceptamos su contenido sin más, fuera de todo contexto, conseguiremos que la Biblia diga lo que nosotros queramos. Por eso, hay que leer toda la Biblia, todo el Evangelio, y entender todo el mensaje. Cada pasaje es una parte. Dios es juez, sí, y Padre, y Médico, y Luz, y Pastor, y Agua, y Pan ... Si tomamos una sola de esas explicaciones, con exclusión de las demás, mutilamos el Mensaje. Por tanto, hemos de leer el mensaje completo: la importancia de la vida, la urgencia de volvernos a Dios, la necesidad de salvar la vida, de no tirarla. Y, para todo eso, contamos con el Señor que viene. Así, la Navidad no es "Dios viene para castigar" sino "Dios viene para iluminar". Por esto se colocan estos textos en el camino hacia la Navidad. Viene el Señor, preparaos, porque la salvación no es obra sólo de Dios: Dios nos ayuda en el trabajo de caminar bien, de no tirar nuestra vida... si nosotros lo queremos hacer. Para quien solamente quiere dormir, la luz es un estorbo. El primer mensaje del Año litúrgico es, por tanto, despertarnos. Recordarnos quiénes somos y qué es la vida. Y anunciarnos que, para caminar, contamos con la luz de Dios. El Adviento empieza con dos mensajes paralelos: por un lado, la urgencia de tomar en serio la vida, la urgencia de caminar, de no quedarse dormido, de no atender a lo que no tiene valor; por otro lado, la primera revelación de quién es Dios, el que ilumina, el que ayuda a caminar. Ése es el que va a nacer, la luz que ilumina el camino.
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Hoy, comenzamos un nuevo año litúrgico. El tiempo de adviento se caracteriza por su complicada estructura. Por una parte recordamos el largísimo tiempo de adviento que precedió a la venida del Mesías. Esta es la causa de que encontremos en el AT tantos textos bellísimos sobre el tema. Fue un tiempo de sucesivas expectativas, porque las promesas nunca terminaban de cumplirse. Esas expectativas eran claramente equivocadas, porque suponían una intervención directa, externa y puntual de Dios a favor de un pueblo. Todas las lecturas del AT van en este sentido y pueden despistarnos.
Por otra parte, tenemos la aparición histórica de Jesús. Aunque no sabemos ni el día ni el año de su nacimiento, se trata del punto de partida imprescindible para comprender nuestras expectativas como cristianos. Jesús hizo presente el Reino de Dios en su persona, a través de su trayectoria humana. La primera e imprescindible referencia para nosotros, es su vida terrena, por eso empieza el año litúrgico ocupándose de su nacimiento. La preocupación por el "Jesús histórico", que se ha despertado en nuestro tiempo con tanta fuerza, es el punto de partida para todo lo que podemos decir de Jesús teológicamente. Jesús no sólo hizo presente el Reino, sino que hizo una propuesta a todos los hombres de todas las naciones, de todas las culturas, de todas las religiones. Se trata de una oferta de salvación definitiva para el hombre. Él quiso indicar, a todos los seres humanos, el camino de la verdadera salvación. Celebrar el adviento hoy sería tomar conciencia de esta propuesta de salvación y hacerla realidad. Esa posibilidad de plenitud humana, tendría que ser nuestra verdadera preocupación. Ebeling decía: lo más real de lo real no es la realidad misma, sino sus posibilidades. Jesús, viviendo a tope una vida humana, desplegó todas las posibilidades encerradas en cada ser humano y propuso esa misma meta para todos. Hay otro aspecto del adviento que es necesario tener muy claro. Al constatar, siglo tras siglo en la historia de Israel, que las expectativas no se cumplían, se fue retrasando el momento de su ejecución, hasta que se llegó a colocarlo en el final de los tiempos. Surgió así la escatología, un genero literario que nos dice muy poco hoy día. Es sorprendente que ni siquiera la venida de Jesús se consideró definitiva para los cristianos. Por eso los cristianos sintieron la necesidad de inventar una segunda venida que sí traería la salvación que esperaron y todavía hoy todos esperamos. Es la mejor prueba de que la salvación que él propuso no nos convence. Armonizar estas perspectivas es muy complicado para nosotros hoy. El tiempo anterior a Jesús, la vida terrena de Jesús, nuestra propia realidad histórica y el hipotético futuro escatológico nos puede llevar a una dispersión que convierta el adviento en un batiburrillo que nos impida enfocar bien su celebración. Creo que lo más urgente para nosotros hoy, es centrarnos en hacer nuestro el mensaje de Jesús y vivir esa posibilidad de plenitud que él vivió y propuso. Partiendo de su vida, debemos tratar de dar sentido a la nuestra. La visión de Isaías (Is 2,1-5) está muy lejos de ser una realidad. Es la utopía que puede mantenernos firmes dentro de una realidad que sigue siendo sangrante. La realidad no debe eliminar la esperanza de un mundo más humano. Debemos aferrarnos a la utopía de que otro mundo es posible. La esperanza se funda en que Dios no nos puede abandonar ni retirar la oferta de esa plenitud que anhelamos. Esa esperanza, a la que nos invitan las lecturas, no es de futuro sino de presente. La percibimos como de futuro, porque todavía no hemos hecho nuestras todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance. Pablo nos repite (Rom 13,11-14) que ya va siendo hora de espabilarse, pero seguimos portándonos como verdaderos insensatos. Seguimos caminando en una dirección equivo¬cada. Las advertencias que hace Pablo a los romanos, son las mismas que tendríamos que hacer hoy: nada de comilonas y borracheras, lujuria y desenfre¬no, riñas y pendencias. El excesivo cuidado de nuestro cuerpo, fomentará los malos deseos. El hedonismo que pretende el placer inmediato, terminará por aniquilar nuestro verdadero ser. El evangelio nos invita a estar vigilantes. Estar despiertos es la condición mínima para desarrollar nuestra humanidad. Creo que estamos bien despiertos para todo lo terreno y material. Esa excesiva preocupación por lo material, es lo que la Escritura llama "estar dormido". Hoy empezamos el Adviento, preparación para la Navidad, pero los grandes almacenes, y todos los medios de comunicación ya hace casi un mes que han empezado su preparación. Menos de un 15 % de nuestra sociedad escuchará unos minutos cada domingo el anuncio de que Jesús nace, frente a las muchísimas horas que va a soportar la propaganda consumista. ¿Será suficiente para contrarrestar su efecto devastador? Crecer en la parte verdaderamente humana de nuestro ser, exige esfuerzo y superación. Halagar la parte instintiva es mucho más fácil que espolear el espíritu. Los emperadores romanos ofrecían pan y circo a las masas para que no exigieran otras cosas. Hoy la oferta tranquilizante es fútbol y tele. Nuestra religión, olvidando el evangelio, ha caído también en la trampa de una salvación acomodada a las apetencias de la mayoría, ofreciendo al hombre la eliminación del dolor, el pecado, la muerte. Como eso es imposible aquí y ahora, porque son inherentes a nuestra naturaleza, se ha proyectado la salvación para un más allá. Dios quiere la plenitud para todos, aquí y ahora, mientras aún somos humanos. Adviento no es solo la preparación para celebrar dignamente un acontecimiento que se produjo hace más de veinte siglos. El adviento debe ser un tiempo de reflexión profunda, que me lleve a ver más claro el sentido que debo dar a toda mi existencia. No hay tiempos más propicios que otros para afrontar un tema determinado. Soy yo el que tengo que acotar el tiempo que debo dedicar a los asuntos que más me interesan. Y lo que más me debería interesar, tal como nos lo advierte la liturgia, es mi verdadero ser, no mi falso ser. Dios está viniendo en todo instante, pero solo el que está verdaderamente despierto se dará cuenta de esa presencia. Si no descubro esa presencia, mi vida puede transcurrir sin enterarme de la mayor riqueza que está a mi alcance. Dios no tiene que venir en ningún momento ni de ninguna parte, porque es la base y fundamento de mi ser y si se separara de mí un solo instante, mi ser volvería a la nada. Lo que llamamos Dios está en mí como fundamento aunque yo no descubra su presencia. Pero como ser humano, mi más alta posibilidad de plenitud consiste precisamente en descubrir y vivir conscientemente esa realidad. Dios está en todo, pero solo el hombre puede ser consciente de esa presencia. No tengo que esperar tiempos mejores para poder realizar mi proyecto humano. Si tengo que esperar a que Dios cambie algo o cambien los demás para encontrar mi salvación, no he descubierto lo que soy ni lo que es Dios. La salvación que Jesús propuso, no está condicionada por circunstancias externas. Aún en las situaciones más adversas, está siempre a nuestro alcance. En cualquier momento puedo hacer mía esa salvación. En cualquier instante de mi vida puedo descubrir la plenitud. Si no soy capaz de descubrir mi salvación en esta situación en que hoy me encuentro, no seré capaz de descubrirla nunca. El error en el que estamos instalados, es esperar que esa salvación venga de fuera en un próximo futuro, Dios no tiene futuro y está viniendo siempre y desde dentro. Aquí puede que esté la clave para cambiar nuestra mentalidad. Pero preferimos seguir pensando en el Dios todopoderoso que actúa a capricho y desde fuera. De esa manera no hay forma de hacer nuestro el Reino de Dios que está ya dentro de nosotros. Hoy el evangelio nos advierte: si el encuentro no se produce es porque seguimos dormidos. Meditación-contemplación "Daos cuenta del momento en que vivís". Se trata de despertar, de tomar conciencia de las posibilidades. Soy un ser humano, no simple biología. Mi meta, mi plenitud está más allá de toda materialidad. ............... "Comían, bebían, se casaban..." ¿Qué hay de malo en ellos? Lo único malo es poner el objetivo de tu vida en comilonas y borracheras. Ni siquiera es preciso hacer daño a otros para impedir la plenitud. El fallo está en vivir enredado en las cosas de este mundo. .................. "¡Caminemos a la luz del Señor!" Aún desde las tinieblas, podemos vislumbrar la luz. La muerte es la noche hacia la que encamino mientras vivo. Al contrario, desde la noche nos encaminamos hacia el día. |
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