“Medice, cura te ipsum” –Médico, cúrate a ti mismo- es un requerimiento clásico latino aplicado a los profesionales de la salud pública para que, previamente a la prestación de servicios a sus pacientes, hagan una introspección y se consideren a sí mismos tal como son con sus personales virtudes y defectos. Nuestro refranero así lo acredita: “Consejos vendo que para mí no los tengo” y “en casa del herrero, cuchillo de palo”. Este es el sentido que queremos otorgar a nuestro “Ecclesia cura te ipsam” y que podría hacerse extensible a toda religión institucionalizada y no únicamente a la cristiana.
En Lc 4, 23 Jesús utiliza el dicho a modo de pequeña parábola en la que recrimina a sus lugareños con la declaración bíblica de “ningún profeta es bien recibido en su propia tierra”. Manifestación provocativa la del Rabbí, que suscita la ira de los presentes en la sinagoga hasta el punto de llevarle a un desfiladero para arrojarle al vacío. Algo similar a lo que le sucedió a Jeremías perseguido por los funcionarios de Judá. Y Sócrates llegó a correr aún peor suerte en Atenas acusado de impiedad por no creer en los dioses del estado y ser condenado por sus enseñanzas como hereje. Escenas estas indefinidamente repetidas en la historia de los siglos cada vez que alguien –defensores de las grandes Verdades, siempre tildados de insensatos- ha tenido la osadía de levantar la voz contra el orden sacramentalmente establecido. Las consecuencias entonces, una vida colgada de un madero, un cepo en la cárcel o una copa de cicuta. Posteriormente, centenares de hogueras –también alimentadas con leña- como luminarias siniestras, testigos de una fe rancia, intolerante, oscura y primitiva. En nuestros días, sibilinas sentencias condenatorias que dejan psicológicamente crucificado a quien las padece. ¿Es que la única visión de estos rebeldes con causa –Jesús no fue el primero ni el último- es la de ovejas descarriadas y perdidos hijos pródigos reprobados al abismo? ¿No quedará aquí una vez más el Evangelio, como quedó Jesús y otros muchos, a los pies de los caballos? La raíz de esta dislocada posición yace en uno de los más graves errores de las Instituciones religiosas: sentirse depositarias de verdades absolutas e irrefutables. Así lo creían también los funcionarios del Templo. Las Comisiones para la Doctrina de la Fe -versión católica edulcorada de la Santa Inquisición- se erigen hoy en comisarios religiosos de la Comunidad: profanaciones del templo personal de la libre conciencia, violación del derecho natural a la libre manifestación de su pensamiento. El Islam y el Judaísmo no van en absoluto a la zaga en lo que a la defensa de las consideradas verdades intocables de su fe concierne. Las Iglesias necesitan reconocer que, como toda Institución hospitalaria, son iatrogénicas por naturaleza (iatrogenia: acto médico dañino) y pueden provocar -y provocan- septicemias espirituales en su feligresía. Es decir en sí mismas, porque ellas son lo que son sus fieles. Por eso siempre que amputan alguno de sus miembros, su propio cuerpo queda mutilado. Mutilación dolorosa que, en consecuencia, deja a todos en situación ambulatoria, ya que apartar a alguien de la fe propia es en realidad apartarse también a sí mismo. Esto lo certifica cada día la Ciencia con más fuerza. Los últimos descubrimientos de la llamada Psiconeuroinmunología está cambiando la forma en que los científicos entienden la conexión mente-cuerpo y las relaciones -particularmente las personales- entre el resto de los seres. Las investigaciones de la Dra. Candace Pert y su equipo están cambiando el paradigma de “emociones como neurociencia” a “emociones como biología y como física”. “La emociones, aclara Pert, no son simplemente química en el cerebro, son señales electromagnéticas que afectan a la química y a la electricidad de cada célula del cuerpo”. Aunque lo metafísico suele producir una cierta incomodidad a los científicos, este paradigma les lleva a pensar que nadie está aislado en el universo sino estrechamente conectados a todo lo demás. Siendo lo más sorprendente que, al ser dichas señales emitidas y recibidas a la vez por cada organismo, todos los restantes organismos son afectados por ellas. También lo que piensan, sienten y hacen las Iglesias. Ojalá llegue pronto el día en que se apague en ellas el lamento de los Espíritus, que entona el Coro en Dido y Eneas de Purcel, señalando la causa del hundimiento del reino de Cartago: “Las grandes mentes conspiran contra sí mismas y evitan la cura que más precisan”.
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En cuestión religiosa se debate entre el conformismo y las promesas incumplidas
La Constitución y los Acuerdos de 1979 con el Vaticano consagran una confesionalidad que los obispos no aflojan Altos prelados, encabezados por el arzobispo de Atenas y Primado de Grecia, Jerónimos II, tomaron juramento este sábado pasado al nuevo Gobierno de Grecia. Es en Europa el ejemplo mayor de maridaje del Estado con una religión. España ha avanzado algo en el camino hacia la laicidad, pero persisten parecidos signos de confesionalismo. Ocurrió todavía en la toma de posesión de los últimos ministros del Gobierno Zapatero, José Blanco (portavoz) y Antonio Camacho (Interior), y de los vicepresidentes Elena Salgado y Manuel Chaves, que cambiaban de rango. Lo hicieron ante un ejemplar de la Constitución, un crucifijo y una Biblia abierta por el capítulo XXX del Pentateuco, el llamado Libro de los Números. Cada campaña electoral resurge el debate de la laicidad, pero esta vez con menos entusiasmo. Es la consecuencia de promesas incumplidas en el pasado. Pese a todo, hay compromisos de reforma concretos, sobre todo por parte del PSOE, IU y Unión Progreso y Democracia (UPyD). Enfrente, los obispos se muestran convencidos de que no habrá sorpresas, una vez espantada hace un año la amenaza de una ley de Libertad de Conciencia, que Rodríguez Zapatero tenía preparada para poner orden en la confusión entre el Estado y religión católica. Los ministros juran el cargo ante la Constitución, un crucifijo y la Biblia Cada vez hay menos católicos practicantes en España. Se vacían iglesias, se cierran conventos y seminarios y la edad media de los sacerdotes se acerca a los 70 años. Según las encuestas del CIS entre 2000 y 2010, el porcentaje de españoles que se declaran católicos oscila entre el 74% y el 82%. Pero muchos son cristianos romanos de palabra, o por convención social. Por eso no hacen caso a la mayoría de los preceptos del Vaticano, incluido el más cómodo de ir a misa todo los domingos y las llamadas “fiestas de guardar”. Lo hace apenas el 13% de los que se creen creyentes. Además, pocos católicos, sobre todo entre los políticos, hacen caso de lo que predican sus jerarquías. Pero el poder eclesiástico no cede. Avanza la secularización de la sociedad (el papa Benedicto XVI cree que España es ahora el país más necesitado de una nueva evangelización), pero retrocede la laicidad. “Vivimos en un país laico y cada vez seremos más laicos”, proclamó Rodríguez Zapatero poco antes de llegar a la presidencia del Gobierno. Fue cuando anunció la promulgación de una ley de Libertad de Conciencia que garantizase la igualdad entre religiones, sin privilegios. El compromiso parecía al alcance de la mano cuando, ya en el poder, la vicepresidenta primera del Ejecutivo, María Teresa Fernández de la Vega, se comprometió incluso a rebajar los milmillonarios subsidios que el Estado aplica cada año para el sostenimiento del clero, el culto y las actividades sociales del catolicismo. “El dinero para la Iglesia tendrá que ir a menos. Los obispos tendrán que cumplir su compromiso de autofinanciarse. No hay ningún país de Europa donde la Iglesia católica esté mejor tratada que en España”, sostuvo en noviembre de 2005. Cada campaña surge el debate de la laicidad, esta vez con menos entusiasmo Se pensó entonces que, si el Gobierno del PSOE se atrevía a tocar la cartera a los obispos, el camino hacia la laicidad podía estar despejándose. Vana ilusión. Dos años más tarde, el Gobierno Zapatero cedía a los prelados un privilegio económico que los Ejecutivos anteriores, incluso los de derechas, les habían negado. Fue en enero de 2007, mediante un simple “canje de notas” entre el ministro de Asuntos Exteriores, entonces Miguel Ángel Moratinos, y el nuncio (embajador) del Estado vaticano en Madrid, el arzobispo portugués Manuel Monteiro. El nuevo sistema elevó el 34% el coeficiente del IRPF que recibe el episcopado por deseo de los fieles que ponen la equis en la casilla correspondiente (hasta el 0,7% de la cuota). Además, daba carácter “estable” al modelo. El Gobierno libraba así a la jerarquía de una de sus promesas incumplidas: la de autofinanciarse. Ese fue su compromiso cuando firmó los acuerdos de 1979, sustitutos del Concordato franquista de 1953. Dice el artículo dos del acuerdo sobre Asuntos Económicos: “La Iglesia católica declara su propósito de lograr por sí misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades”. Mientras tanto, se añade, “el Estado se compromete a colaborar con la Iglesia católica en la consecución de su adecuado sostenimiento económico, con respeto absoluto del principio de libertad religiosa”. Para ello se articuló un sistema provisional de “dotación” mientras se encontraba (plazo: tres años) una fórmula más adecuada de asignación de recursos. El proceso parecía diáfano: al final del citado artículo se proclamaba: “Ambas partes se pondrán de acuerdo para sustituir los sistemas de colaboración financiera expresada en los párrafos anteriores, por otros campos y formas de colaboración económica entre la Iglesia católica y el Estado”. “Vivimos en un país laico y cada vez seremos más laicos”, prometió Zapatero El Ejecutivo Zapatero también libró a los obispos en 2007 del bochorno de otro gran fracaso: el del llamado “impuesto religioso”, que estaba dejando al descubierto cada año la proverbial tacañería del católico español para con sus jerarcas. Muerto el dictador Franco, su gran protector, los obispos habían asumido en 1979 el final del nacionalcatolicismo de Estado, pero confiaban en que la sociedad, que creían católica en un 98%, les apoyaría económicamente. Por eso asumieron con entusiasmo la idea del impuesto religioso, primero, y la de llegar a autofinanciarse. Pronto bebieron de un cáliz amargo, cuando vieron que apenas el 34% de los declarantes a Hacienda ponían la equis en la casilla del IRPF que asigna una pequeña parte del impuesto a los obispos, y eso que ese acto no supone pagar más a Hacienda por ser católico, como ocurre en otros países. Por el contrario, es cada español, sea creyente o ateo, niño o anciano, católico o judío, protestante, musulmán o budista, quien paga a través de Hacienda ese impuesto católico. Además, esa asignación de Hacienda a la Conferencia Episcopal —249.456.822 euros el año pasado— es una mínima parte de la ingente aportación económica que diferentes administraciones del Estado hacen a esa confesión. Los expertos cifran en más de 6.000 millones los fondos recibidos por la Iglesia católica, liberada además de todos los impuestos excepto el IVA. Retrocede la laicidad pese a que la sociedad está cada día más secularizada ¿Por qué se dejó el Gobierno Zapatero torcer el brazo, cancelando sus promesas de caminar hacia la laicidad? El Ejecutivo buscaba espantar las críticas de los obispos, que le acusaban de persecución de lo religioso y de laicismo beligerante. Pero las críticas no cesaron, incluso con manifestaciones de obispos por las calles de Madrid, encabezados por el cardenal Antonio María Rouco. Benedicto XVI se unió al coro afirmando que el laicismo del Ejecutivo socialista le recordaba las turbulencias de la II República, de cuyo desenlace sangriento fue cómplice la Iglesia católica apoyando desde el principio el criminal golpe de Estado y la larga dictadura del general Franco. Pese a todo, el Gobierno prodigó todo tipo de zalamerías al Pontífice romano cuando visitó en agosto pasado Madrid con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. “El Estado laico es imposible en España. Lo impide la propia Constitución, que en el artículo 16.3 mantiene cierta confesionalidad católica y niega los principios de igualdad y neutralidad en materia religiosa. Lo dificulta todavía más el concordato de 1979 que llena de privilegios a la Iglesia católica. Responsabilidad no pequeña en esta imposibilidad le corresponde al PSOE que durante más de 20 años en el poder se ha comportado como rehén de los obispos”. Con esta contundencia se pronuncia el teólogo católico Juan José Tamayo, director de la cátedra de Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría en la Universidad Carlos III. De la misma opinión es Dionisio Llamazares, exdirector general de Asuntos Religiosos y catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad Complutense. Dice: “El ideal de laicidad, en interpretación del Constitucional, (separación, sin confusión, de sujetos, actividades y objetivos religiosos y estatales, y neutralidad religiosa e ideológica del Estado), es inalcanzable, mientras sigan vigentes los Acuerdos de 1979 con la Santa Sede. Por dos razones. Primero, porque contienen disposiciones inconstitucionales —en el nombramiento del Vicario General Castrense la última palabra corresponde al Jefe del Estado; la asignación tributaria implica dedicar dinero público a fines religiosos y erosiona el principio de igualdad tributaria; se inserta en el currículum y en el sistema educativo, ideológica y religiosamente neutral, la enseñanza confesional católica y queda así comprometida la constitucionalidad del régimen de la asignatura y de los profesores—. Y segunda razón y más difícil todavía, porque la internacionalidad de los Acuerdos entraña la pérdida de soberanía legislativa del Estado en la protección de derechos fundamentales (igualdad en la libertad de conciencia); es necesario el consentimiento de una organización confesional para su interpretación y revisión, y convierte a la Iglesia en colegisladora o, al menos, con derecho de veto”. Propuestas para avanzar “Después de décadas de democracia formal, los enormes privilegios concedidos a la Iglesia católica, que más que menguar se han acrecentado, hacen que convivamos en un Estado confesional católico, con tendencia a ser multiconfesional”. Es la impresión del exdiputado Francisco Delgado, presidente de Europa Laica. La misma opinión tiene el catedrático Alejandro Torres, de la Universidad Pública de Navarra. ¿Es posible un cambio a la vista de los programas electorales? Delgado dice que no. “Analizados los del PSOE y el PP, las cosas van a variar muy poco, y difícilmente pueden empeorar. El PSOE ni siquiera promete ya una ley de Libertad de Conciencia, como en la anterior legislatura. Partidos como IU sí apuestan por medidas trascendentales, así que habrá que contar con ellos para movilizar a la ciudadanía, altamente secularizada, de forma creciente en particular entre los más jóvenes”. El profesor Alejandro Torres hace estas propuesta concretas. 1. Supresión de la asignación tributaria y sustitución por un sistema de deducción de donaciones en un 25% en el IRPF. 2. Supresión de beneficios fiscales en el IBI en viviendas de los ministros de culto, así como en huertos y jardines. 3. Renuncia al nombramiento del obispo castrense por parte del Jefe del Estado. 4. Revisión del protocolo de Estado, para adecuarlo al principio de laicidad. 5. Reforma de la Ley Hipotecaria y del Reglamento Hipotecario, que permiten a los obispos inmatricular (acceso por primera vez al Registro de la Propiedad) inmuebles a partir de certificaciones de dominio expedidas por ellos mismos. 6. Sustituir el sistema de Acuerdos por un marco de derecho común que se aplique por igual a todas las confesiones inscritas en el Ministerio de Justicia. Francisco Delgado, en cambio, cree que no es posible caminar hacia “una laicidad razonable” sin reformar la Constitución y denunciar los Acuerdos del 1979 con la Santa Sede. Dice: “Se impone la cancelación de todos los privilegios simbólicos, jurídicos, patrimoniales y políticos. La secularización de la sociedad va muy por delante de la agenda política”. Por el contrario, el también teólogo católico Josep-Ignasi Saranyana, miembro del pontificio Comité de Ciencias Históricas en el Vaticano, no ve obstáculos en el actual sistema. Subraya: “Las relaciones Iglesia-Estado se regulan por los acuerdos entre la Santa Sede y España, de 1976 y 1979. Son acuerdos entre Estados, al más alto nivel, que nunca han sido denunciados por el Reino de España. Solo ha habido vagas e interesadas declaraciones de algunos políticos, que no afectan a la sustancia de los acuerdos”. Según Josep-Ignasi Saranyana, también profesor emérito de Teología en la Universidad de Navarra, es en ese marco de los Acuerdos y en la regulación constitucional donde “se inscribe la laicidad del Estado”. Añade: “Esto quiere decir que el Estado español se declara incompetente en materias religiosas, pero no ignorante de la existencia de esas materias, puesto que la sociedad es naturalmente religiosa. El Estado protege esos intereses religiosos, amparando el principio fundamental de libertad religiosa. Se trata de un derecho civil, reconocido también por nuestra Constitución, en su artículo 16. Solo la salvaguarda del orden público puede introducir alguna limitación a tal libertad. Por consiguiente, no afecta a la laicidad del Estado que las autoridades participen en ceremonias religiosas, cualquiera que sea esa confesión, siempre que lo juzguen oportuno, haciéndose así copartícipes de los intereses religiosos de la ciudadanía española, que los organiza”. Tampoco cree Saranyana que se necesite reforma alguna. “Los marcos jurídicos están bien establecidos y resultan funcionales. Lo que pediría a los políticos es que fuesen siempre muy respetuosos con el derecho, que es respaldo seguro de orden, paz social y tranquilidad ciudadana. En los últimos años ha habido ligereza en las declaraciones de algunos políticos, quizá por una insuficiente preparación jurídica. Sus planteamientos han estado muy contaminados ideológicamente, lejos de la demanda social. Todo político debe conocer muy bien la historia de su pueblo, para no caer en la tentación de liderazgos mesiánicos que a nada conducen”, sentencia. En cambio, el profesor Llamazares sostiene que “son posibles, tanto la revisión, como la interpretación acorde con la Constitución, ambas consensuadas”. Todo eso en teoría, porque, añade, “no es probable que la Iglesia renuncie a privilegios, de los que disfruta, a cambio de nada”. Quedaría la sentencia interpretativa del Constitucional, poco probable. Cabría incluso la interpretación unilateral del Estado al legislar, y, en última instancia, la denuncia de los Acuerdos, apoyándose en la cláusula rebus sic stantibus (cambio sustancial de las creencias de la sociedad). Llamazares concluye: “Siendo realista, no creo que Gobierno alguno afronte ese reto, cuando ninguno ha intentado erradicar las reminiscencias de confesionalidad (símbolos religiosos en espacios públicos y participación de poderes o instituciones en ceremonias religiosas) que cobija nuestro ordenamiento y que no gozan del blindaje de los Acuerdos. Estos no son una exigencia constitucional y podrían sustituirse por Acuerdos de Derecho Público Interno, unilateralmente modificables (sin comprometer la soberanía del Parlamento), que garanticen a las confesiones ser escuchadas (informe no vinculante), siempre que una iniciativa legislativa pueda afectar a sus contenidos. Es la opinión pública quien tiene que tenerlo claro”. Tenía graves problemas, estaba confundida, no sabía demasiado qué pensar. Sus fracasados matrimonios continuaban obsesionándola y su último idilio andaba a los tumbos. Toda su vida había buscado el gran amor. Pero la mala suerte se había ensañado con ella. Ahora estaba llegando a la cincuentena. Hubiera querido rehabilitarse a los ojos de su familia y de la sociedad y hacer la paz con la religión. Pero era un poco tarde. Tantos cántaros rotos, tantos pedazos a recoger.
Había cometido errores, hasta locuras, tratando de agradar a todos aquellos en los que esperaba encontrar el amor soñado. Finalmente se agotó sin haber podido gustar a nadie. Temía equivocarse a cada paso, se preguntaba si no podría hacer las cosas mejor, se cuestionaba, se sentía culpable de todo, hasta de sus mejores acciones. Sus amigos y sus maridos lo veían bien y todos se aprovechaban para abusar de ella. Era una mujer que se había perdido en el camino. Ya no existía… Un día, a la hora en que el sol pegaba más fuerte, tomó su cántaro vacío, y fue al pozo del pueblo a sacar agua. Alguien se le arrimó y le pidió agua. Situación harto arriesgada ya que ambos eran de razas enemigas y de religiones rivales. Para colmo, ella era mujer y él, varón. Era inconcebible que una mujer se personara en público con un varón que no fuera su marido o algún pariente cercano. Podía ser matada por ello. Dicho varón era el mismo Jesús. Como de costumbre no se dejó frenar por las barreras sociales y los tabúes religiosos. Él fue quien dio el primer paso. La mujer en un principio hizo un movimiento atrás, pero pronto recapacitó. Total, no sería su primer descarrío… Decidió hacer frente a la música. Entre los dos se entabló una buena discusión. Jesús no tardó en percatarse de que la sed de esa mujer no era solo de agua. Le dirigió entonces unas palabras que en el lenguaje de hoy vendría a ser algo más o menos así: “¡Mujer, détente un momento! ¿Tienes una conciencia? Escúchala. Tu conciencia es la que hace que no seas una cosa sino una persona. Si tú eres tú y no otra, y si eres libre, es gracias a tu conciencia. Nadie tiene derecho sobre tu conciencia. Nadie tiene derecho a juzgarte. Tu conciencia es lo más sagrado que tienes. Nadie te lo ha dicho, lo sé. Nunca lo has sabido y es por eso que nunca has existido de verdad. Estás desparramada, estás rota en mil pedazos, aferrada a todo el mundo y a nada. Te han hablado de deberes, de obligaciones, de leyes, de costumbres, de usos; has querido cumplir con todo eso, salvo contigo misma. Nadie te ha dicho que tú eres grande, importante, única. Que la verdad está en el fondo de ti misma y que te habla. Te dice que no es un pecado que hayas buscado un gran amor. Por el contrario, era eso lo que debías hacer. Es una lástima que no lo hayas logrado. Pues bien, yo te digo que tú estás habitada por la luz, por lo divino y por una belleza grande. Ninguna religión puede quitarte nada de esa realidad que está en lo profundo de tu ser, y que desde allí te habla. ¡Tu conciencia es la voz de esa belleza que te habita! No tengas miedo de escucharla. No es enemiga de Dios sino el don más grande que Dios le haya hecho al ser humano. Sigue a tu conciencia. No tengas miedo de pensar “Yo”, de decir “Yo” a la luz de alguien que es más grande que todo, que está en el origen de todo y que te ama por sobre todo. Tú eres su imagen. Él es “Yo soy” y es lo que tú eres también. Olvida tus fracasos. Tú debías buscar el gran amor que no has alcanzado aún. Y deberás seguir buscándolo, porque existes para eso. Esa sed te llega desde Aquel que es Amor. Desde ese Dios al que pronto no se adorará más en el Monte Garizim ni en el Templo de Jerusalén, sino en el fondo del corazón. Allí Él será adorado ‘en espíritu y en verdad’, en la claridad de la conciencia que hace que uno/una es una ‘persona’ ” La mujer bebía las palabras de Jesús como agua corriendo a borbotones a su corazón sediento. Tanto es así que, olvidándose de su cántaro vacío, salió corriendo hacia los vecinos del pueblo para anunciarles con gran alegría que acababa de realizar el mayor descubrimiento de su vida. En realidad, ella tenía la sensación de estar naciendo por primera vez y que Dios la amaba. Caían las etiquetas. Todo lo que había sido: la samaritana, hija de sangres mezcladas y de religión medio pagana, la mujer con una vida afectiva fracasada, la amante que, después de compartir su vida con seis hombres, dudaba de haber sido amada de veras alguna vez, todo aquello parecía dejar de existir. Los velos que tapaban el verdadero rostro de la mujer del cántaro vacío, se los estaba llevando el viento. Ella se volvía “persona”. Juan se lo había dicho a sus discípulos: “Él os va a transformar con Energía (con Espíritu Santo)” (Lc 3,16).
Lucas concluye la primera parte de su libro (su evangelio) anticipando el acontecimiento central de su segunda parte (los Hechos de los Apóstoles), poniendo en boca de Jesús estas palabras de despedida: “Os voy a enviar la Promesa de mi Padre, quedaos a la espera de que os revistan de Energía de lo Alto (de Espíritu Santo). (Lc 24, 49). El encargo de Jesús a su comunidad de discípulos es que formen una red transmisora de buenos conductores de energía espiritual. Que se dejen llenar y transformar por la Santa Energía, que la dejen pasar a través de sí, a través de la comunidad de redes, que se multiplican y establecen sin cesar nuevas conexiones como las neuronas cerebrales. Que dejen pasar a través de esas redes la energía que, a través de nuestros cables y a pesar de nuestra incapacidad, llega a las terminales de la red para transmitir luz y fuerza, palabras que dan sentido y esperanza, y fuerza de sanación y transformación. Eso es la iglesia como comunidad de redes. Eso son las Redes que somos iglesia! ¡El Gran Internet del Espíritu! Pero cuando no deja pasar por sus redes la conducción de energía del Espíritu, los cables se convierten en meros hilos colgados de las paredes, que no transmiten luz, ni energía. Peor aún si las burocracias eclesiásticas, las curias, los cánones, las “Notificaciones inquisitoriales,las rúbricas y todo el resto de estructuras inútiles se aderezan para parecer guirnaldas engalanadas. Todo el tendido eléctrico se convierte en serpentinas de adorno, pero no conduce electricidad, no ilumina, no da calor, ni energía, ni vida. Y en el peor de los casos, alguien corta unos cuantos cables para hacer un látigo con que azotar a la disidencia: quieren apagar a quienes habían montado un pequeño generador para seguir enviando santa energía a las redes cristianas durante el apagón por cortocircuito en la central eléctrica romana. Nos encontramos con una característica forma de expresión del cuarto evangelio. A partir de algunas palabras muy probablemente pronunciadas por Jesús, se hace un desarrollo teológico, que se coloca en el contexto del "Sermón de la Cena", y en un contexto eucarístico, para insistir en la necesidad de la unidad de la comunidad y de su permanencia en la fe en Jesús.
Es una imagen de Jesús y los discípulos, es decir, de la Iglesia, bastante parecida a la del ‘cuerpo’ que utiliza Pablo. Se insiste en Jesús como tronco, como savia, como cabeza, como fuente de la vida de la comunidad: estar insertados en la vid hace de los sarmientos partes vivas, como los miembros del cuerpo, que reciben su vitalidad del cuerpo entero. Estar separado del tronco es como si los miembros estuviesen amputados del resto del cuerpo. Y la consecuencia de las dos imágenes es la misma: es la vida interna lo que construye desde dentro la comunidad, el hecho de que en toda la comunidad circule la misma "savia", la misma "sangre", esté animada por la misma "alma", es decir, el Espíritu de Jesús. El texto tiene evidentes resonancias eucarísticas. Es en la eucaristía donde se muestra y se produce esa comunión de los sarmientos con la cepa-Jesús, por la cual se hacen todos ‘miembros del mismo ser vivo’ que es la comunidad. Participar del pan y del vino manifiesta la comunión de la comunidad y la produce; no solamente como un acto de relación de los sarmientos - los fieles - entre sí, sino por su común-unión con la fuente de su vida, de su Espíritu, que es Jesús. La imagen se completa con la acción del Labrador. Todo es obra del Padre, que planta la viña y la cuida para que dé frutos. Resuenan aquí las imágenes del Antiguo Testamento, en que Israel se presenta como viña plantada por el Señor, cuidada por él en espera de buenos frutos. Y resuena también, quizá más lejanamente, la parábola de los viñadores homicidas, rechazados precisamente porque no entregan los frutos que de ellos se esperaba. La imagen de la poda de los sarmientos no pertenece tanto a las consecuencias morales de la parábola, sino más bien a la riqueza de la misma imagen agrícola, mostrando los cuidados del labrador dirigidos siempre a conseguir los mejores frutos. NUESTRA EXPERIENCIA PASCUAL Es frecuente que nosotros, que creemos en Jesús, nos preguntemos sobre nuestra propia experiencia pascual, especialmente cuando oímos decir que seguir a Jesús es consecuencia de esa experiencia. Sentimos que nosotros no hemos tenido esa experiencia. Pero no es verdad. Lo que pasa es que identificamos "experiencia pascual" con "apariciones" o al menos con algo extraordinario y repentino que nos haya de suceder en un momento especial, que determine un cambio radical en nuestra vida... o algo semejante. De esto tiene mucha culpa la iconografía religiosa, que necesita representar las experiencias interiores en un momento estático y con signos espectaculares. Pero las experiencias religiosas no son habitualmente así. Nuestra experiencia pascual está mejor representada en la parábola de la levadura. Algo, desde dentro, en silencio, insistentemente, imparablemente, nos ha llevado de un conocimiento mediocre a una intimidad profunda, de un sentimiento de lejana atracción a una adhesión personal, de una fe mítica y sociológica a un convencimiento elemental y profundo. Nuestra experiencia pascual es un convencimiento que se va haciendo cada vez más irrenunciable, unido a un sentimiento de atracción y adhesión cada vez más vinculante. Nuestra experiencia pascual quiere decir que antes creíamos - de alguna manera - en Jesús, por lo que nos habían transmitido, porque estaba en nuestra cultura, porque nos parecía un buen sistema de pensamiento y prácticas religiosas... por muchas razones semejantes, todas ellas "de fuera a dentro”. Pero, progresivamente, lo hemos experimentado internamente, lo hemos vivenciado de tal manera que el conocimiento, la persuasión, la adhesión, se dan de dentro a fuera, como algo sentido personalmente, como se siente el amor a un ser querido, desde dentro, sin necesidad de demostración. Esa experiencia se alimenta, como todo lo que crece: se alimenta en la contemplación, se alimenta en las obras y se alimenta en la comunidad. La contemplación de Jesús multiplica la fascinación y la adhesión; las obras, como puesta en práctica de sus valores y criterios, reafirman la validez del mensaje; la comunidad, la iglesia de referencia, muy especialmente en la celebración fraternal de la eucaristía, contagia la fe, nos hace vivir en común nuestra experiencia pascual. Una vez más, necesitamos abandonar nuestras mitologías, nuestra fe en divinidades disfrazadas, nuestra afición a identificar lo religioso con lo maravilloso. Nuestra experiencia pascual es nuestra progresiva conciencia de conversión a Jesús y al Reino. Y todo eso, como toma de conciencia de que Dios/Viento, Dios/Aliento, está ahí, que nuestra peregrinación no es solo que nosotros caminamos sino que Él nos lleva. Todo esto ha de producir en nosotros una paz profunda, una confianza cada vez mayor, el sentimiento de que Él está en mi vida, de que estamos en buenas manos, a pesar de todas las desagradables experiencias de la vida. El texto que leemos hoy es el comienzo del capítulo 15 del evangelio de Juan, incluido en el larguísimo discurso de despedida, después de la última cena. El ambiente es radicalmente distinto del que encontramos el domingo pasado; la agresividad con los “judíos” está sustituida por la más profunda intimidad con sus discípulos.
En esta parte del discurso, se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Lo que hoy leemos insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que luego se debe manifestar en obras. El simbolismo de la viña es muy frecuente en el AT, pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Con todo, el sentido que le da Juan es completamente original. El doble aspecto de una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. Aunque no se nombra expresamente, la Vida (en Jesús y en sus seguidores) sigue siendo el centro del discurso. EXPLICACIÓN Para poder entender esta alegoría, es imprescindible conocer bien los términos de la comparación. Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando solo una parte mínima (dos o tres nudos) de los más robustos. La segunda se hace en verde, eliminado todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan. Estos cuidados son imprescindibles si queremos que la vid produzca frutos. Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid, se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. Al añadir “verdadera” (alêthinê), nos está diciendo que puede haber una vid falsa, cuyos sarmientos no están animados por la vida de la cepa. La vid (cepa y sarmientos) es todo el que se adhiere a Jesús. No hay más pueblo de Dios que el que se desarrolle a partir de Jesús. Juan ya había hablado de la luz verdadera, contrapuesta a la Ley; del verdadero pan, contrapuesto al maná. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva, esté desolada y no agrade a Dios, (falsa). Mi Padre es el labrador. Como en el AT, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. La alusión al Padre labrador, expresa la preocupación y el interés de que los sarmientos den fruto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. Todo sarmiento que en mí no produce fruto, lo arranca, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a este párrafo! Tenemos un juego de palabras muy curioso: “airei” no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar. “kathairei” no significa podar sinolimpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suele utilizar para designar tareas agrarias. Al emplearlos, nos fuerza a ir más allá del simple significado. El versículo siguiente nos ayuda a salir del posible error de interpretación:Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado.“Limpios” tampoco tiene nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Juan el único pecado (el pecado del mundo) es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, están limpios. La purificación se efectúa al optar por el mensaje de Jesús, el amor. No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la sabia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos considerar al hombre Jesús como el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina. El producir fruto no hace referencia a una moralidad, sino a la manifestación del amor que es una exigencia de la identificación con Dios. Ni cada individuo, ni la comunidad deben considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un dinamismo que no se detiene. El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto, delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-vida está llegando al sarmiento. Ni la vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo. Exige la actualización constante por parte del discípulo. Tanto el individuo como la comunidad tienen que estar alerta, tiene que estar constantemente eliminando todo aquello que le impida llegar a la identificación con Jesús y, por lo tanto, con Dios. Existe una fuerte tendencia a equiparar el “producir fruto” con las buenas obras. En Juan no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Podemos hacer obras impulsados por una programación que no cambia mi actitud interior; esas obras no salvan. Solo la Vida-Amor nos hace ser y nos capacita para obrar. Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte. La nueva humanidad no depende de la pertenencia o no a una institución. Es participación de la misma Vida de Jesús que es opción personal permanente. En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Juan. “La gloria” no es estar sentado en un trono, recibiendo honores y agasajos. Dios no puede ser enriquecido con nada externo a Él. Su gloria es su esencia, es decir, el ser amor; un amor que se manifiesta siempre a favor del hombre. La gloria de Dios es que en Jesús y en los discípulos se manifieste esa esencia de Dios por un Amor auténtico. Aprendiendo de Jesús, los discípulos llevan a cabo la misma obra que llevó a cabo él, el don total de sí mismo. Se está hablando aquí desde la perspectiva de las primeras comunidades que sí desplegaron ese amor entre sus miembros y con los demás. APLICACIÓN El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. No dice que Jesús sea la cepa y los discípulos los sarmientos como realidades separadas. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos y con Dios. La religión, o nos conduce a esa experiencia de unidad o se queda en programación externa que ni nos enriquece ni nos salva. Meditación-contemplación Sin la sabia divina no puede haber fruto de verdadera humanidad. En el centro de mi ser esta la fuente de Vida. Si aparto lo que le impide manifestarse, inundará todo mi ser con esa Vida. …………… En el orden del Espíritu, todo es Uno. La aparente diversidad es una ficción de la mente. Si consigo trascender el mundo de las apariencias, me encontraré inmerso en la inmensidad del Ser. ……………… En nuestro verdadero ser todo es distinto. Las contradicciones quedan superadas. Las limitaciones pierden su sentido negativo. La armonía y la paz son absolutas y definitivas. Represión Antidemocrática por: Vicenc Navarro, catedrático de ciencias políticas y sociales5/5/2012 Este artículo critica las propuestas realizadas por el Ministro de Interior del Gobierno Español y el Conseller de interior del Gobierno de la Generalitat de Cataluña de criminalizar los actos de resistencia pasiva, incluidas las sentadas, señalando que tales medidas estimularán la violencia que en teoría quieren prevenir. En realidad, tales medidas lo que intentan es debilitar e incluso eliminar los movimientos de protesta hacia las políticas públicas que están imponiendo a la población, sin tener un mandato popular para llevarlas a cabo.
Una de las características de la escasa conciencia democrática de las instituciones llamadas representativas en España es la manera como responden a la legítima protesta y agitación social que está ocurriendo frente a las políticas sumamente impopulares impuestas a la población y, muy en especial, a las clases populares. Y digo impuestas, porque ninguna de las políticas llevadas a cabo por los partidos gobernantes en España (y en Catalunya) que están generando tales protestas estuvieron en sus programas electorales. Un tanto semejante ocurrió durante el gobierno Zapatero anterior, aunque éste no recurrió a la represión que están ahora desarrollando los gobiernos PP y CiU en España (y Catalunya). Según las últimas noticias, el gobierno del Partido Popular está preparando una propuesta legislativa considerando como delito cualquier forma de resistencia, incluyendo la pasiva, tal como una sentada. Estas medidas están orientadas a atemorizar a los colectivos, sean éstos el naciente movimiento 15-M, sea el movimiento sindical, sean los movimientos de protesta frente a los desahucios, o sean lo que fuera, que critican y denuncian las medidas impopulares. Tales delitos serán castigados con penas largas de prisión. Tales medidas son antidemocráticas y reflejan el tic autoritario y represivo de las derechas españolas (y catalanas) herederas del régimen dictatorial anterior en el que era práctica común este tipo de represión. En realidad, la resistencia pasiva es un comportamiento democrático que ha hecho progresar la propia democracia. Cuando la anciana negra, Rosa Parks, se resistió en EEUU a moverse y desplazarse al asiento posterior del autobús, en un Estado del sur segregacionista, inició un proceso de resistencia pasiva que cambió, para mejor, la calidad de la democracia estadounidense, estableciéndose así el movimiento de los derechos civiles, liderado por Martin Luther King, hoy considerado un héroe nacional en aquel país. Tal movimiento estaba basado en la resistencia pasiva y en la desobediencia civil. Su coherencia, su ejemplaridad, la razón de su causa y su comportamiento no violento, jugaron un papel determinante en conquistar la simpatía y el apoyo popular, forzando así una respuesta y un cambio de enormes proporciones. Y hoy continúan en EEUU, casi en bases diarias, gran número de movilizaciones, basadas en resistencia pasiva, para defender causas que merecen una protesta a instituciones, leyes o comportamientos antidemocráticos que son rechazados por las clases populares. Uno de los últimos casos es el movimiento de los sindicatos, apoyados por amplios sectores de las clases populares que rodearon el Parlamento del Estado de Wisconsin para protestar las leyes del gobernador Scott Walker, perteneciente al Tea Party que, en sus medidas represivas antagonizó a la gran mayoría de la ciudadanía de aquel Estado, hasta tal punto que en un referéndum se está pidiendo la dimisión de tal gobernador. Todos estos movimientos son comportamientos democráticos y parte del proceso de participación popular. Ni que decir tiene que la ultraderecha estadounidense que controla el Partido Republicano –el Tea Party- quiere criminalizar estos actos, como también ocurre en España. Pero lo que en realidad se intenta con estas prohibiciones es estimular la violencia que desacredite a tales movimientos. La prohibición y criminalización de actos de resistencia pasiva, como sentadas, deja como única alternativa la resistencia activa, lo cual es lo que se intenta al prohibir la resistencia pasiva. Los movimientos de protesta, sin embargo, no deben caer en esta trampa. La violencia es profundamente reaccionaria en este contexto, pues rompe la simpatía popular hacia los movimientos de protesta, como el 15-M. Es la mejor manera de desacreditar el movimiento de protesta. En cualquier movimiento de protesta, ésta gana si cuenta con la simpatía primero, y con el apoyo y complicidad después, de la mayoría de la ciudadanía, hecho que está ocurriendo en España, y del que las derechas son plenamente conscientes, pues lo que desean antes que nada es desacreditar tal movimiento, y para conseguirlo llegarán a extremos que recordarán la dictadura, que también criminalizó tales actos. Frente a este ataque a los derechos civiles, existe la necesidad, por mera salud democrática, de movilizarse. Muestra de la enorme incoherencia (algunos la llamarán, con razón, hipocresía) de los llamados liberales en España (que se autodefinen como los grandes defensores de los derechos individuales), es que están ahora callados frente a la enorme violación de los derechos civiles de los ciudadanos que representan las propuestas del Ministro del Interior de España, Jorge Fernández Díaz, y del Conseller de Interior responsable de la policía autonómica catalana, Felip Puig. Ahora bien, toda la experiencia histórica muestra que fracasarán. Su intento de represión no es la supuesta violencia de los manifestantes, sino las ideas y causas que éstos representan. Indicador de ello es que su propio lenguaje, que define a sus adversarios (“enemigos”) como “anti-sistema” (considerándose a sí mismos como los defensores del sistema democrático) ignora que es el establishment (al cual sirven el Ministro Fernández Díaz y el Conseller Puig) el que está mostrando claramente que no se adhiere a las reglas democráticas, pues impone políticas que no estaban en sus programas electorales. En realidad, son tales manifestantes (paradójicamente llamados anti-sistema) los que están defendiendo a la democracia. Si el intento del establishment fuera el de controlar la violencia, utilizarían, al menos, el término “anti-violentos”. En lugar de ello, hablan de los elementos “anti-sistema” como el enemigo a eliminar. Es un indicador más de su nula conciencia democrática. Hoy, en una situación económica y social intolerable, el ciudadano que no está indignado es que es parte del problema y no de la solución. Y el que no está en la calles es que no tiene conciencia democrática. Artículo publicado en El Plural, por Vicenç Navarro. 30 de abril de 2012. En el breve texto del pasaje de hoy, aparece siete veces uno de los verbos preferidos por el autor del cuarto evangelio: menein, que puede traducirse como “morar” o “permanecer”. Comporta la idea de un estar-en, de manera continuada y estable, hasta el punto de llegar a ser “uno” con quien se permanece.
Jesús tiene conciencia de permanecer en el Padre y en los discípulos, y eso mismo es lo que desea que sus discípulos hagan consciente. Todo permanece ya, y desde siempre, en la Unidad, porque no puede existir nada al margen de nada. Lo que nos falta es tomar conciencia de ello, salir del engaño al que nos induce la mente, para reconocerlo y vivirlo. La mente solo puede operar separando las cosas; es la condición del pensamiento, porque pensar es delimitar, establecer fronteras entre los objetos pensados. Este modo de hacer es eficaz en el campo de los objetos, y ha hecho posible el progreso en muchas áreas. La trampa y el engaño surgen cuando, olvidando que se trata solo de de una característica de la mente, lo que es una “forma de ver” se absolutiza, y se termina creyendo que la realidad es tal como la mente la describe. Lo que se ha producido es un deslizamiento insostenible del plano del “pensar” (separador y dualista) al plano del “ser” (unido o adual). Tanto la palabra de Jesús como la alegoría de la vid apuntan en la dirección adecuada: no somos islotes separados; siempre somos-en ysomos-con. El olvido de esta realidad hace que nos reduzcamos al ego (la identidad que nos proporciona nuestra mente), y vivamos a partir de esa creencia. Egocentrismo, individualismo, soledad, miedo, ansiedad, enfrentamiento… son las primeras consecuencias de aquel engaño. Pero no somos ese ego aislado, que no existe sino en nuestra mente. En último término, somos la Vida que se expresa momentáneamente en esta forma que hoy palpo. O, por usar la alegoría del evangelio, somos la misma vid en forma de sarmientos. “Vid” y “sarmientos” no son dos entidades independientes. De hecho, no puede darse la una sin la otra. Son sencillamente “formas” diferentes de la única Realidad, pero en una diferencia que no es en ningún caso separación: se trata de la misma Realidad expresándose de ese modo. Vid y sarmientos, agua y olas, vacío y forma, Divinidad y materia, Dios y cosmos, lo Inmanifestado y lo manifiesto…; de cualquier forma que nuestra mente lo nombre, estamos hablando de la misma y única Realidad, en sus “dos caras”, abrazadas en una admirable no-dualidad. Por eso, cuando estamos viendo la “forma” –cualquiera que sea el modo como se presente-, estamos viendo el “Vacío” al que expresa; cuando vemos el cosmos, la naturaleza, la humanidad, estamos viendo a Dios expresándose o desplegándose ante nuestros ojos. No hay lugar alguno para el dualismo –que únicamente existe en nuestro pensamiento-, pero tampoco se trata de un panteísmo indiferenciado o vulgar. Algunos autores –cada vez más dentro de la teología católica, aunque no son sólo los teólogos- hablan depanenteísmo (todo-en-Dios), una expresión que me parece ajustada, siempre que, a pesar de la novedad del término, no se vuelva a colar el dualismo. Por ello, a mi modo de ver, sigue siendo preferible la expresión no-dualidad. Como es obvio, la no-dualidad no se puede pensar, porque la estructura misma del pensamiento es dual. En cuanto éste se hace presente, la realidad parece separada: se manifiesta la aparente dualidad. El estado no-dual no puede lograrse tampoco a través de algún esfuerzo mental: la mente no puede llevarnos más allá de la mente. Lo que nos queda es ejercitarnos en acallar la mente y vivir lo más posible en el momento presente. Eso mismo dotará a nuestra vida de otra “calidad” y, quién sabe, en algún momento emergerá ante nosotros la Realidad como es, más allá del velo que la mente interpone. La práctica de acallar la mente –la práctica meditativa, formal o informal- equivale a recorrer ese velo, para permitir que el Presente emerja ante nuestros ojos. En todo caso, podemos vivir más conscientes de la Unidad que somos con todo, en la certeza de que todo lo manifiesto –nosotros incluidos- no es otra cosa que el despliegue de lo que no vemos, el Misterio tomando forma en cada pequeño objeto, sin estar separado de ello. Esta percepción y vivencia nos hará crecer en sabiduría y, con ella, en capacidad de comprender y de vivir de un modo nuevo. Nos haremos más conscientes de que todo, en el mundo de las formas, se rige por la ley de la polaridad. De ese modo, no rehuiremos nada, pero tampoco nos identificaremos con nada. Como escribe Ajahn Chah, un monje tailandés fallecido en 1992, “la paz que ha de hallarse dentro de uno se encuentra en el mismo lugar en el que se ubican la agitación y el sufrimiento. No ha de hallarse en el bosque ni en la cima de la colina, ni es otorgada por un maestro. Donde usted experimenta sufrimiento puede encontrar la emancipación del sufrimiento. En realidad, tratar de escapar del sufrimiento es, de hecho, correr hacia él”. No escapar, no identificarse: es el camino de la sabiduría que nos permite reconocernos en nuestra identidad más profunda, por detrás (o debajo) del yo aparente, que es solo un “objeto” dentro de quienes realmente somos. Volvemos a la alegoría joánica. Permanecer en Jesús y en el Padreequivale a experimentarnos en esa identidad profunda, que es no-dual y, por tanto, compartida. No cabe intimidad mayor: más allá de los “mapas” que son las creencias y las religiones –mapas valiosos en muchos casos-, nos reconocemos en el “Territorio” común. Más allá de pensarnos como “sarmientos” separados, nos descubrimos ser “vid” unificada. Para terminar, quiero dejaros un poema de Bitoriano Gandiaga, franciscano vasco, fallecido en 2011. Fui en busca de la paz Muchas veces fui lejos en busca de la paz, fui en busca de la paz, con la eterna esperanza de que la paz que no tenía en mí sí la había de hallar allí lejos. Fui lejos en busca de la paz, pero sin esperanza fundada; la paz que no la tenía en mí también allí estaba lejos en su lejanía inaccesible. Me quedé allí mismo (nunca más me iría lejos) mirando a mi interior, y comencé a trabajar, a colocar en su sitio cada una de mis revueltas pasiones. A medida que iba ordenando mi interior comenzó a iluminárseme el interior y el contorno. A partir de entonces nunca más me iré lejos, la paz no está lejos, su fuente está en uno mismo. [Medina] Si Reig Pla ofrece a los homosexuales el infierno y las clínicas donde puedan curarse de su enfermedad, el cardenal chileno Jorge Medina (el del Habemus Papam) les califica de discapacitados. La retahíla homofóbica de una parte de la jerarquía católica es tremendamente llamativa. No de toda la jerarquía. Los que arremeten contra los gays son siempre los prelados del ala más conservadora de la Iglesia, que es también la que propone clínicas para curarlos. En la línea de los electroshock del doctor Aquilino Polaino. Porque aparte de pecadores y viciosos son enfermos.
De hecho, si pinchan aquí podrán comprobar que la web del obispo de Alcalá no sólo ofrece testimonios de “gays curados” y que “han salido del infierno”, sino que, además, desde ella se puede linkar a ésta otra página de la Universidad de Navarra del Opus Dei, en la que se ofrecen todo tipo de consejos y terapias para curar la homosexualidad. [Reig] Dejando de lado la eventual homofobia de algunos jerarcas por cuestiones personales, hay que tener en cuenta que la homofobia ideológica de la “derechona” eclesiástica es sumamente dañina. Por múltiples razones que estos días están exponiendo en nuestra web fieles, ex curas y curas católicos en ejercicio. En resumidas cuentas, porque faltan a la caridad, causan dolor, retratan a los mismos que defienden tesis de curación como si fuesen científicas (cuando la ciencia, la ciencia seria, no da un duro por ellas) y alejan de la Iglesia a los homosexuales y a sus familias. Se ha conseguido, poco a poco, que los homosexuales sean considerados como personas. Con toda su dignidad. A costa de muchos sufrimientos. Tanto dentro como fuera de la Iglesia. Que se lo pregunten al carmelita Roig y a tantos otros, tirados por la propia institución en las cunetas de la vida por no ocultar su homosexualidad. Quien más quien menos, en su familia cercana o amplia, conoce algún caso de chico o chica, que nacieron así (no se hicieron) y quieren vivir su vida y ser felices tal y como son. Sin renunciar a lo que son y a lo que sienten ser: homosexuales capaces de amar y ser amados. ¿No es ése nuestro principal mandamiento? A los padres con un hijo homosexual les cuesta, a veces, aceptarlo. No porque crean que sea un pecador o un enfermo, sino porque saben que todavía quedan resabios de marginación y de vergüenza social. Pero lo aceptan y lo asumen, porque quieren a sus hijos más que a sus propias vidas. Y, por eso, cuando escuchan a obispos y cardenales como Reig y como Medina, se les parte el alma y se alejan de la Iglesia para siempre. Porque ya no es su casa. Porque en ella ya no se les quiere. Porque se les manda al infierno o a las clínicas. Por mucho que, después, para reparar el escándalo, vengan otros voceros oficiales diciendo que se les respeta. ¡Cuánto dolor sembrado! ¡Y cuánta hipocresía! Porque, el clero católico está lleno de gays. Es algo que todo el mundo sabe y que todo el mundo puede comprobar. Porque la homosexualidad es algo tan constitutivo de la persona que, a duras penas, se puede ocultar. Y porque, durante siglos, la Iglesia se convirtió (y sigue siendo) una institución refugio de gays. Cumpliendo, en ese sentido, una cierta misión liberadora. Les proporciona uan salida, aunque el precio que tengan que pagar sea el silencio total o la expulsión. Ahora, hasta quieren prohibirles el acceso al sacerdocio. Simplemente por ser gays. Aunque, como los heterosexuales, acepten el celibato y prometan castidad. Dos varas de medir. Una discriminación más. Si no tienen entrañas de misericordia, al menos que se callen estos jerarcas talibanes, que van sembrando dolor e indignación. Y falta de caridad. La “revolución pacífica” en Islandia tiene lugar desde el 2008, y es un proceso que, con sus particularidades, por la profundidad de su crisis podría haber sido presentada a la par de los cambios radicales sucedidos en Túnez o Egipto. Sin embargo, fue silenciada por los medios hegemónicos de Europa.
Ocurrió en una de las democracias más antiguas del mundo, cuyos orígenes se remontan al año 930, y que ocupó el primer lugar en el informe de la ONU del Índice de Desarrollo Humano de 2007/2008. En el país nórdico se hizo dimitir a un gobierno, se nacionalizaron los principales bancos, se decidió no pagar la deuda que estos habían creado con Gran Bretaña y Holanda y se acaba de crear una asamblea popular para reescribir su constitución. Y todo ello de forma pacífica: a simples golpes de cacerolas, gritos y algunos huevazos. El periodista Modesto E. Guerrero reafirma que se trató de una revolución silenciada. “Islandia es el caso que muestra dónde los medios de comunicación dominantes, el FMI, el Banco Mundial, el sistema mundial de estados y el imperialismo han sido derrotados. Y han sido derrotados con menos fuerza numérica, menos potencia política que en Grecia, España o Francia pero con una potencia organizativa que solo los islandeses podían demostrar”, declaró al programa radial La Retaguardia, de FM La Colectiva. El país entró en bancarrota en el año 2008 afectado por la crisis financiera a partir de la quiebra de Lehman Brothers. La moneda se desplomó, el principal banco del país se nacionalizó y la Bolsa quedó suspendida. Estos hechos sacaron a la población a la calle en unas protestas pacíficas pero con resultados inmediatos, pues obligaron a renunciar al gobierno y a convocar una asamblea compuesta por 25 ciudadanos que desde febrero del año 2009 trabajó en un proyecto de Constitución. Uno de los referentes de las asambleas populares fue Hörður Torfason, quien en 1975 fue una de las primeras personas en Islandia en declararse gay, por lo que se vio obligado a dejar el país, volviendo años después. En 1978 fundó la asociación gay “Samtökin '78” para participar en la defensa de los Derechos Humanos más allá del activismo homosexual. El mismo Torfason reflexiona en una reciente visita a los indignados españoles: “Debe ser que a los Estados de Europa no les parece suficientemente importante que un pueblo tome la dirección de su soberanía y ponga freno al virus neoliberal. O quizás teman que quede una vez más en evidencia que han convertido la democracia en un sistema republicano donde nada ha cambiado con la crisis, excepto el inicio de un proceso de socialización de las pérdidas con recortes sociales y precarización de las condiciones de trabajo. Aunque lo más seguro es que esta calculada invisibilidad informativa, cuando no silencio clamoroso, se deba a todas estas causas juntas…”. Torfason y un puñado de militantes sociales, punks, rockeros, artistas, un equipo de audio, una mesa para juntar firmas y un par de micrófonos fueron los primeros en ponerse de pie frente al Parlamento de Reykjavik y dar inicio en 2008 a esta asonada civil pacífica. El 22 de enero de 2009 más de 2000 personas lanzaron pintura, huevos y zapatos a la policía, que no supo cómo manejar la situación. En decenas de años no habían tenido ninguna situación parecida (en aquella última oportunidad, una manifestación contra la OTAN). Las manifestaciones crecían día a día hasta que un joven anarquista trepó al tejado del Parlamento y sustituyó la bandera nacional por la enseña de la cadena de supermercados Bónus: un trapo amarillo con un cerdo sonriente en el centro. Pasó más de un día hasta que los políticos se percataron de este hecho e intentaron criminalizar a los manifestantes como "terroristas". El movimiento llamado Voces del Pueblo fue sumando demandas de cambios; las protestas provocaron cinco meses después la caída del gobierno y se convocaron elecciones. Su activismo político ha sido inspiración de otros movimientos, en especial del Movimiento 15-M en España, por lo que Torfason visitó el país dando conferencias en diferentes ciudades españolas. La situación económica, política e institucional en Islandia puso en crisis, una vez más en el actual contexto internacional, al conjunto de las relaciones sociales capitalistas. El pueblo islandés mostró reflejos de solidaridad, optimismo, valentía, imprescindibles para poner freno al suicidio neoliberal, haciendo frente a la debacle del sistema y dando esta lección de democracia. Al igual que en Islandia, las ansias libertarias de los pueblos árabes, europeos (“Islandia es el camino”, podía leerse en pancartas de los Indignados españoles) y hasta en los EEUU siguen latentes. |
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