Sería muy difícil precisar, en este texto, lo que es recuerdo o tradición y lo que ha ido evolucionando desde la actividad redaccional de Lucas. Aun así, nos interesa adentrarnos en el significado de lo que acontece en esta trama. Comienza situando a Jesús como un gran predicador-maestro, un guía capaz de congregar a muchas personas para escuchar “la palabra de Dios”. Su liderazgo, en medio del pueblo, parece ya en proceso de consolidación. Observemos que la posición de Jesús muestra un doble movimiento en la puesta en escena: primero está “en pie”, después “sentado en la barca”, una expresión que no puede pasar desapercibida porque nos refiere a una solidez personal, en el primer caso, y un alto grado de poder ejercido desde la predicación, en el segundo. Se trataría de enmarcar bien el rol de Jesús y su fuerza frente a la relación con los que van a seguirle.
Hasta este momento no tiene seguidores, tan sólo oyentes curiosos algunos, cuestionados otros. Con este relato, Jesús muestra su deseo de aglutinar en torno a sí cooperantes que den fuerza y vigor al movimiento mesiánico en el que se había embarcado y al que se siente llamado. Se encuentra con unos pescadores de profesión; Jesús entra en la cotidianeidad de estos personajes que viven la frustración propia de la improductividad en el trabajo cuando parece que no hay ni recursos ni condiciones favorables. Jesús les invita a echar las redes de nuevo, pero no en el mismo sitio donde lo hacían sino “mar adentro”. Es muy importante esta indicación porque les muestra algo tan sensato y básico como que, si queremos obtener resultados diferentes, no podemos hacer siempre lo mismo. Y sabemos que esto nos ocurre con cierta frecuencia. Estos pescadores se fían de esa indicación, la siguen y obtienen una gran pesca. La reacción es de asombro y de reconocer que tal vez no merecían tanto. Aún así, superado el primer nivel emocional, estos pescadores encuentran un sentido nuevo y una dirección diferente para avanzar en la vida. Jesús les llama explícitamente, “os haré pescadores de hombres”, es decir, os invito a que me ayudéis a situar a las personas en una posición diferente para recuperar la verdadera esencia de la vida. Y es esta una clave importante en el proceso del seguimiento a Jesús. Se intuye la llamada en la misma vida, en los quehaceres cotidianos, no hay nada especial ni sobrenatural. El verdadero milagro no es la llamada a una vida diferente sino cuando esa llamada te lleva a un cambio de posición existencial, cuando te das cuenta de que en la zona de confort todo es plano, te dejas llevar por las circunstancias, no hay movimientos, hay quietud, pero tal vez sequía interior. ¿Para qué me voy a mover si ya no necesito nada más? Sólo cuando aparece una nueva conciencia, una nueva mirada sobre lo que se vive, se puede percibir que la desesperanza y el desánimo frente a lo que no nos llena la vida, reaviva ese deseo de movernos y dirigirnos a otros espacios que den un nuevo sentido. Otra clave importante son las palabras “rema mar adentro”; el cambio de posición frente a la vida ya no es buscar en el mismo sitio sino cambiar de plano y conectar con las corrientes más profundas que nos traen un mensaje de “abundancia”. Los pescadores reventaron las redes, la mirada hacia la fuente de lo que somos nos hace vivir en una conciencia de sobreabundancia y no de carencia; evidentemente no me refiero a lo material; una sobreabundancia de sentido, de asiento en un suelo que conecta con lo que trasciende lo puramente limitado. Nos sitúa en el milagro de una nueva visión de la vida y del ser humano. El seguimiento a Jesús es una experiencia vital de abundancia que moviliza a dar, no lo que me sobra sino lo que soy en esencia. Os invito a llevar la mirada ahora a nuestra manera de vivir la fe, la religiosidad, la dimensión creyente de nuestra vida. Este texto también nos invita a movernos. Como decía al principio, si queremos otros resultados ¿por qué seguir en la misma posición? ¿qué sentido tiene seguir en la queja de que las Iglesias están vacías, que en nuestros jóvenes no cuaja el mensaje cristiano, que las vocaciones religiosas apenas remontan, que no hay ya presencia cristiana en nuestro mundo? ¿realmente nos creemos que no hay nada que cambiar o que los que tienen que cambiar son otros? Quizá nuestro compromiso ya no es mantener una tradición que nos mantiene paralizados y en modo de carencia, más bien atrevernos a generar una nueva tradición desde la creatividad y valentía. Son ingredientes imprescindibles, hoy, para hacer más visible y creíble el mensaje de Jesús, el mensaje de que es posible una nueva humanidad transida de igualdad, justicia, inclusión, liberación y sentido. ¿No sería este un gran milagro en este momento de nuestra historia?
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La limpieza étnica que han sufrido los rohinya ha erosionado la imagen del budismo como una religión no violenta, pero no es un hecho nuevo ni en esta religión ni en otras
El trágico episodio de la limpieza étnica sufrida por los rohinyá musulmanes en Myanmar (Birmania) ha puesto en entredicho la sinceridad del compromiso de Suu Kyi con los valores humanos. De paso erosiona la imagen del budismo como religión de la no violencia (ahimsa).En su interminable lucha por la democracia contra los militares golpistas, la hoy presidenta en calidad de “consultora suprema”, The Lady, como era llamada por sus compatriotas, declaró siempre que la firmeza de sus actitudes se apoyaba en una empatía inclusiva de sus carceleros, en la “compasión”, y en el consiguiente rechazo de todo acto violento contra ellos. Ahora, sin embargo, desde que entró en acción el Ejército hace un año, secundado ocasionalmente por gentes budistas, con más de 700.000 rohinyá huidos a la vecina Bangladés, pueblos destruidos y exacciones de todo tipo, Suu Kyi ha optado por encubrir la barbarie militar, después de un prolongado silencio. La única circunstancia atenuante consiste en la existencia de un poder dual en Birmania, donde el Ejército mantiene una autonomía plena para sus actuaciones, sin control civil alguno. Su condena por Suu Kyi habría sepultado de inmediato la transición democrática. Solo que eso no la exime de su responsabilidad moral, hasta en detalles formales como mencionar el término rohinyá solo asociado a una lucha armada que califica de terrorista. Será difícil que recupere el aura de ejemplaridad bien ganada desde 1988. Por lo demás, esta oscilación pendular entre valores pacifistas y conducta agresiva no es nueva en la historia del budismo. Con el complemento del karma, la idea-clave de compasión tiene como referencia al sujeto que la asume, sin ulteriores contenidos precisos, lo cual ya se prestó en el pasado a ejercicios siniestros de cinismo: Mindon, rey de Birmania, budista modélico, rechazaba la pena de muerte, pero cuando manifestaba su real desagrado hacia alguien, éste no podía soportarlo y moría. Algo así como la reencarnación del benéfico lugarteniente de Buda, Guanyin, en la criminal regente china Cixi. El caso más espectacular es, sin embargo, el del budismo japonés, marginado desde 1868 por la revolución Meiji, al considerársele extraño al país, y que más tarde se esforzó por ver reconocido su patriotismo en el nuevo Japón. Es así como se puso al servicio del militarismo y justificó la barbarie nipona sobre pueblos como el chino, los cuales a su entender ignoraban que la brutal invasión japonesa era un acto de compasión. La degeneración no solo alcanzó al budismo zen: las sectas budistas constituyeron el aval religioso de la vía imperial de expansionismo armado que acabó en Hiroshima. Más allá de Japón, la alianza entre budismo y nacionalismo supuso siempre la tentación para el primero de legitimar la violencia, singularmente frente a los tamiles en Sri Lanka, fundiendo budicidad y nación. El camino seguido en Birmania fue parecido. La consideración del budismo como religión de Estado tiene lugar asimismo en Tailandia y en Laos, si bien ya en ambos los contenidos originarios de la doctrina de Buda sobreviven. Paralelamente entra en juego la coexistencia del budismo oficial con lo que en Vietnam se llama “la religión del pueblo”, el culto a los espíritus protectores que cubre la insuficiencia del budismo en cuanto oferta religiosa dirigida a unos creyentes, ante la primacía otorgada a la sangha, la orden de monjes. La situación se repite con variantes en todos los países del sureste asiático. Es algo observable gracias a la omnipresencia de las “casas de espíritus”, en unos con phy o nats personalizados, sobre todo en Tailandia, en otros como poderes espirituales que controlan lugares, poblados y personas. Nos alejamos de la violencia, hasta el punto de que en Laos, el propio Buda es el gran genio protector, “el Buda de las aguas”, irradiando buen feng allí donde es instalado como talismán. Su magisterio moral resulta complementario. La alianza con el nacionalismo llevó al budismo la tentación de legitimar la violencia En la vertiente opuesta, la experiencia del Estado islámico ha servido para comprobar cómo la adopción extrema de la violencia no surge en el islam contemporáneo de desarrollos recientes. Procede en cambio de una voluntad de regreso a los orígenes, a esa edad de oro donde el Profeta, con el concurso de sus compañeros —los “piadosos antepasados”, al-salaf al-salih,salafismo—, diseñó la expansión de un poder religioso previsto a escala universal. De esa finalidad se deduce el requerimiento de un califa, ejecutor del mandato de Mahoma, como hicieran sus sucesores inmediatos. Se trata de una arqueoutopía en cuya vocación de ortodoxia, de reencuentro con las prácticas originarias, se inscriben, amen de los atentados propios del yihadismo, las degollaciones de masas, y/o como espectáculos ejemplares, la destrucción sistemática de monumentos, el exterminio de minorías satanizadas (yazidíes), la esclavización y prostitución forzosa de mujeres de los vencidos, la difusión de un enloquecido mensaje de yihad hasta la aniquilación de Occidente y, en general, la consideración del otro, el no creyente (chiies incluidos), como enemigo de Alá a suprimir. El intento del ISIS de edificar la sociedad islámica perfecta, sobre el patrón de la hisba —ordenar lo mandado e impedir lo prohibido— más su secuela de castigos, intenta responder rigurosamente al credo de los orígenes, donde la noción de esclavitud resultó básica. El hombre es esclavo de Dios (abd’allah) del mismo modo que el esclavo depende sin límites del amo. La divinidad se construye entonces bottom top, de abajo a arriba. Y el no creyente, privado de Dios, viene asimilado en términos religiosos y prácticos al esclavo. El creyente puede disponer de él a voluntad, incluso matándole si se le opone. Ejemplo: tendrá un máximo de cuatro esposas, pero todas las concubinas y cautivas que desee. Estas, en tanto que infieles, no son personas. Tampoco las víctimas. La deshumanización es absoluta. El yihadismo ofrece un caso extremo de violencia religiosa, pero no nació por generación espontánea. Como en tantos otros aspectos, el judaísmo sirvió de antecedente al concebir un Dios todopoderoso que en el Levítico anunciaba: “Vuestros enemigos caerán ante vosotros al filo de la espada”. Botón de muestra: tras el 11-M, portavoces de múltiples religiones exhibieron en un Parlamento Mundial reunido en Barcelona las intenciones a su juicio siempre pacíficas de los respectivos credos. Terminadas sus intervenciones, una coral interpretó el hermoso espiritual basado en el Libro de Josué. Olvidaban la matanza generalizada de “hombres y mujeres, viejos y niños, bueyes, ovejas y asnos” que en Jericó siguió al triunfo de las trompetas de Yahvé. El creyente puede disponer a voluntad del no creyente, incluso matándole si se opone El círculo se cierra al reencontrar en el cristianismo valores de compasión cercanos de Buda, hasta el punto de ser éste cristianizado en la leyenda medieval de Barlaam y Josafat. Pero como en el budismo la violencia penetró con fuerza —ejemplo, las Cruzadas—, y culminó tanto en el catolicismo tridentino como en el De servo arbitrio de Lutero que inaugura el camino hacia el Gott mit uns prusiano. Hoy, bajo el pacifismo de Francisco, sobrevive en la concepción reaccionaria posconciliar, poderosa en España, con un Dios que desde su infinitud se impone al hombre, cercado siempre por el Maléfico. Desaparece el Cristo evangélico como Dios que se hizo hombre y condenó el sacrificio, la violencia, abriéndose a la libertad. La actual crisis de la Iglesia no tiene precedentes. Es muy profunda. Ella se deja ver en el dolor, desconcierto, indignación y vergüenza por los abusos sexuales del clero, sus procedimientos inadecuados y sus sistemáticos encubrimientos. Tras la actual crisis, hay también otra crisis. Hace muchos años que los católicos experimentan distancia e incomunicación con sus sacerdotes y, especialmente, con sus obispos. Esta y aquella crisis obligan a hacer cambios decisivos para que la Iglesia, como espacio de encuentro y comunidad, continúe colaborando en la misión de Jesús.
En lo inmediato, algunos católicos y católicas pueden buscar orientaciones que les consuelen y les ayuden a discernir qué hacer como seguidores de Jesús. Ante ello quisiera compartir algunas reflexiones para pasar estos momentos tan difíciles y contribuir a animarlos a participar en una profunda reconstrucción de la Iglesia que muchos soñamos y esperamos. Nuestras raíces Los cristianos, desde un punto de vista teológico, somos Jesús para la Iglesia y la Iglesia para Jesús. Somos Pueblo de Dios. Hemos de colaborar con Jesús a levantar a la Iglesia y, por otra parte, como integrantes de la Iglesia, esperamos ser aliviados y sanados por Jesús. La actual crisis de fe es también una crisis de fidelidad. No podemos abandonar el barco. Sería como olvidarnos unos de otros. El Espíritu Santo debiera activar la fidelidad del amor de Dios con nosotros y entre nosotros.
¿Qué hacer frente a la crisis? Fijar los ojos en Jesús y su Evangelio. Él tiene que hacerse cargo de nosotros, sus hermanas y hermanos.
Criterios de acción para abordar los problemas inmediatos Orar y dialogar más que en otras oportunidades.
Criterios para recuperar el rumbo perdido Volver al modo de Jesús. Identificarnos y acercarnos a los pobres: encarcelados, adictos, cesantes, niños abandonados, enfermos, ancianos, gente que no tiene los bienes fundamentales. Algo podemos hacer por ellos para que sepan que Dios los ama.
No necesitó sumarse a ningún manifiesto, ni enarbolar ninguna bandera lila. Su feminismo era “avant la lettre”. Él no quería a su mujer, él la veneraba. Aprovechaba la mínima ocasión para colmarla de sinceros elogios, de los más puros halagos. Con su hija cuidó igualmente que tuviera las mismas posibilidades y por supuesto derechos que sus hijos. El tema ni siquiera se mentó. Nadie lo podía poner en cuestión.
Esa veneración caló en ellos. Simone Beauvoir no les confesó nada que no supieran. Nadie les debió enseñar que la mujer es sagrada, que merece el mayor de los respetos, que debían cuidarla, amarla y por supuesto ahorrarse todo comentario vejatorio. Nadie les tuvo que leer la cartilla por whasap. Por eso les sorprende cuando se la leen hoy y enseguida piensan si no deberemos ir más lejos… Somos uno con vuestro dolor. Hay que cerrar filas contra la violencia de género, ante la cultura y el lenguaje vejatorio, pero una vez cerradas habrá que afinar un lenguaje que nos unifique, que nos hermane, sobre todo que apunte hacia el futuro y no nos haga retroceder en el pasado. Hay que superar ese lenguaje banderizo que aumenta una distancia que no hubo entre nosotros/as. Cuando generalizáis, cuando habláis en conjunto de los hombres a raíz de un despropósito, vuela la ternura de nuestra complicidad, se hace un nudo el poema que hilábamos para vosotras en nuestro interior... Cuando tanto abarca el dedo acusatorio, se frustra la magia que estábamos tratando de iluminar. De nuestra boca no puede salir el comentario machista, simplemente porque no anida en nuestros corazones. Vamos juntos/as de la mano, vamos a por una nueva cultura de sagrada complementariedad. No olvidemos nuestras más elevadas metas leyéndonos cada dos por tres el “ABC” del respeto debido. Si nos leéis todos los días la cartilla de “Kindergarten”, si nos quedamos en que hemos de callar el comentario soez, no llegaremos nunca a la universidad, a la universalidad del corazón, al mutuo complemento y apoyo al que aspiramos. Honramos los círculos de mujeres, celebramos ese femenino que surge tan tierno como poderoso. Envidiamos esas faldas de colores, esos cantos cuando hiláis o tejéis, esos bellos altares que estuvieron toda la historia aguardando. Envidiamos esa intimidad que nuestra tosquedad, nuestra mal entendida virilidad, nuestra dureza de ADN… dificultan conseguir. Habéis tomado iniciativa y siempre estaremos aprendiendo de vosotras. Nosotros también nos reunimos, siquiera sin madeja de lana, si quiera sin agujas en las manos, ni flores en nuestro centro. Nosotros también nos estamos preparando para la nueva era de más elevada comunión. Necesitamos reunirnos en “círculos de hombres”, compartir nuestro déficit, confesar nuestras impotencias, no tanto en la cama como en la honra que os debemos. Necesitamos llegarnos más completos a vosotras, más cargados de ofrendas, más seguros, hermanos. Pero más allá del círculo de mujeres y hombres separados, hay otro círculo más grande, más inclusivo y si cabe urgente aún que hemos de inaugurar. Es el de los humanos unidos en pos de unas nuevas relaciones, en pos de un nuevo mundo. La urgencia de los desafíos planetarios no admite demora. Sí, hay que parar las manos a los bárbaros que las siguen levantando, hay que detener su desatino, pero no nos podemos sólo quedar ahí, en esa elemental batalla… Tenemos tanto camino que hacer juntos. Lancemos unidos/as más lejos la mirada. Esbocemos un horizonte más luminoso y a la vez desafiante. “Más lejos, tenéis que ir más lejos de los árboles caídos que os aprisionan… del mañana que ya se acerca…”, cantaba Lluis Llach inspirado en un Kavafis inmortal. Podemos ir más lejos que la pancarta y la consigna elemental. Podemos superar los bandos, escribir unidos/as una nueva poesía, recrear la eterna magia de nuestra complicidad, engendrar por fin un solo corazón. Creo en un Dios que crea por amor, única y exclusivamente por amor, que no busca gloria y alabanza, que crea un mundo dotado de autonomía, y no cambia las leyes de la naturaleza a su antojo, que crea al ser humano, mediante un maravilloso proceso evolutivo, inteligente, dotado de razón, relacionable con toda la Creación y con una libertad sin límites, pero que conlleva la responsabilidad; un Dios justo y generoso que impulsa, sostiene y promueve toda la creación; un Dios que no exige, sino que invita; que no fuerza, sino que espera; pero no una espera estática, sino un esperar que es un salir al encuentro.
"Un Dios que ante todo es amor y que no sabe, ni quiere, ni puede hacer otra cosa, más que salvarnos de nuestras resistencias culpables". (A. Torres) Justificación ¿Qué imagen de Dios tenemos? Evidentemente Dios no cambia, pero sí lo hacen sus imágenes a lo largo de la Historia. Del Ser misterioso intuido por los primeros hombres, a través de los fenómenos de la naturaleza, del conjunto de dioses y diosas del Olimpo y del Dios único que capta el pueblo de Israel, a veces iracundo y vengativo, al Dios Amor de Jesús, ha llovido mucho. Es cierto que se habla de Él, pero luego no se es coherente y consecuente con lo que de ese concepto se desprende. De entrada hay que rechazar la visión de “un Dios que está en el cielo y nosotros en la tierra”, Dios está siempre entre nosotros. Está en el hombre, en la mujer, en la naturaleza y en la historia. Benedicto XVI en su Encíclica “Deus caritas est”, para explicar que Dios es Amor escogió la palabra ágape, que consiste en estar amando, ayudando y salvando, porque su esencia es amor. Esta idea tiene unas consecuencias que consisten en entender que nada, absolutamente nada que signifique angustia, dolor, sufrimiento, cruz o muerte, puede desprenderse de ella ya que Dios es el anti-mal. El Dios Creador por amor, desde el principio de los tiempos, ha tratado de mostrar su imagen a la Humanidad, que la iba captando de forma imperfecta a lo largo de la Historia. El vocabulario cristiano está lleno de frases, imágenes y conceptos, que hoy en día son literalmente increíbles; hay que tomar conciencia de este cambio de época que representa una de las mayores mutaciones de la historia y que afecta a la totalidad de lo político, lo social, lo económico… y lo religioso. La presencia de Dios en el ser humano solo pretende su máxima realización y su acción es hacer que sea él, con su libertad, inteligencia y responsabilidad, el que lo haga y así nos convierte en co-creadores, título muy enaltecedor, pero que conlleva el compromiso de embarcarse en la lucha por la justicia, la erradicación del hambre, la violencia… y esforzarse por establecer un mundo de paz y esperanza. Dios es una opción, se acepta o se deja. Pero si se acepta, hay que expresar qué idea de Dios se tiene; porque Dios al ser Transcendencia pura, es impensable y no puede ser convertido en un objeto. Sin embargo, ello conduce con frecuencia, por analogía, a dibujar un rostro de Dios como si fuese un humano. De Dios, sólo sabemos lo que nosotros captamos dentro de nuestras limitadas posibilidades de conocer. Al elegir la idea de un Dios Amor, tratamos de expresar lo que ello significa y lo que de ese concepto se desprende. No necesita ni gloria ni alabanza, puesto que si tuviese una necesidad, ya no sería Dios; es Amor en acción, donación sin restricciones, entrega total que sólo desea ser acogido, sin imposiciones y enemigo de todo cuanto sea mal. Cuando hablamos de Dios, lo hacemos siempre mal: al emplear la palabra cuando, ya estamos situando a Dios en el tiempo y Dios está fuera del tiempo, puesto que en la Eternidad no hay tiempo y Dios es Presencia a-temporal, siempre es aquí y ahora y por ello no tiene pasado ni futuro. De ahí se desprende que hemos estado siempre en la Eternidad, en el pensamiento de Dios que no tiene momentos ni ocurrencias y por eso sentimos el ansia de eternidad y de volver a ella pasado nuestro tiempo. "En la Eternidad éramos; al nacer comenzamos a existir. Existir es ser en el tiempo. Y al morir dejamos de existir, pero no dejamos de ser. Somos seres espirituales que vivimos una aventura terrenal". (Teilhard de Chardin) Seguimos con el tema del domingo pasado. “hoy se cumple esta escritura” pero no va a ser como esperan los de su pueblo. En todos los evangelios se habla de los milagros de Jesús como manifestación de su divinidad, pero a la vez se critica que los que le conocieron pretendan poner en las curaciones la salvación ofrecida por Jesús. Una salvación material que debía consistir en librarles de sus limitaciones desde fuera y por el poder de Dios, directo o a través de un intermediario. Seguimos arrastrando la idea de Dios del paleolítico: el todopoderoso que va a poner su poder a mi servicio si cumplo unos requisitos.
Hoy se cumple esa Escritura en cada uno de nosotros. Dios la cumple siempre sin tener que hacer nada. Que se cumpla hoy depende exclusivamente de mí. Por no tener en cuenta estos dos planos, la religión nos ha metido por un callejón sin salida y nos ha hundido en la miseria. Seguimos esperando que Dios haga que me toca hacer a mí. Soy yo el que tengo que preguntarme: ¿cumplo yo hoy esa escritura que acabáis de oír? La misma iglesia, ya desde muy pronto, prefirió potenciar en Jesús la idea de Hijo de Dios y se olvidó de la de Mesías; aunque está claro que en los orígenes querían decir lo mismo. Así, la salvación, que se pensaba como acontecimiento que debía darse en la historia, se convirtió en la salvación trascendente y ahistórica para el más allá. El mordiente que encerraba la imagen del mesías, se disolvió como un azucarillo. Jesús ya no necesita hacer presente la liberación desde la historia sino desde la estratosfera de su divinidad. Hemos leído: “todos le daban su aprobación y se admiraban...” Pero hay una traducción alternativa: El verbo griego (martyreo) = dar testimonio, que se traduce por “dar su aprobación”, cuando está construido con dativo, significa “testimoniar en contra”. Por otra parte, (thaumazo) = Admirarse, significa también extrañarse, es decir, una admiración negativa. Entonces la traducción sería: “todos se declaraban en contra, extrañados del discurso sobre la gracia (para todos) que salía de sus labios”. Así cobra pleno sentido la respuesta de Jesús, que de otro modo, parece que inicia él la gresca provocando al personal. La importancia de suprimir la última frase del texto de Is, queda más clara con la explicación que da hoy Jesús. Tiene que rectificar el texto de Is, pero menciona a otros dos profetas que avalan esa aparente mutilación. Elías y Eliseo son ejemplos de cómo actúa Dios con relación a los no judíos. Para entenderlo hoy, podíamos decir que Elías atendió a una viuda libanesa y Eliseo a un general sirio. ¡Qué poco han cambiado las cosas! La atención a la viuda de Sarepta y Naamán el sirio deja en evidencia la pretensión de salvación exclusiva que los judíos, como pueblo elegido, pretendían. El evangelista quiere subrayar que este argumento contundente, no solo no les convence, sino todo lo contrario, provoca la ira de sus vecinos que se sienten agredidos porque les echa en cara su ceguera. La tradición de Mc, que copia Mt, no hace alusión ni al texto de Is ni a Elías y Eliseo. Esto indica la intención de recalcar la oposición de sus paisanos en Lc. Los primeros cristianos se esforzaron por proponer a Jesús como continuación del AT, aprovechando cualquier resquicio para demostrar que en él “se cumplen las Escrituras”. Jesús sobrepasó, con mucho, todo lo que pudieron insinuar las Escrituras. ¿No es este el hijo de José? La única razón que dan los de su pueblo para rechazar las pretensiones de Jesús, es que no es más que uno del pueblo, conocido de todos. Me parece muy importante este planteamiento por parte del evangelista. La grandeza de Jesús está en que, siendo uno de tantos, fue capaz de descubrir lo que Dios esperaba de él. Jesús no es un extraterrestre que trae de otro mundo poderes especiales, sino un ser humano que saca de lo hondo de su ser lo que Dios ha puesto en todos los seres. Habla de lo que encontró dentro de sí mismo y nos invita a descubrir y vivir en nosotros lo mismo que él descubrió y vivió. La primera oposición que sufre Jesús en este evangelio no viene de los sumos sacerdotes ni de los escribas o fariseos, sino del pueblo sencillo. Sus paisanos ven que no va a responder a las expectativas del judaísmo oficial, y se enfadan. Cualquier visión que vaya más allá de los intereses del gueto, (familia, pueblo, nación) será interpretada como traición a la institución. Las instituciones tienen como primer objetivo la defensa de unos intereses frente los intereses de los demás. Incluso nuestra manera de entender el ecumenismo responde, la mayoría de las veces, a esta dinámica completamente contraria al evangelio. Los de su pueblo no pueden aceptar un mesianismo para todos. Ellos esperaban un Mesías poderoso que les iba a librar de la opresión de los romanos y a solucionar todos los problemas materiales. Si Jesús se presenta como tal liberador, ellos tenían que ser los primeros beneficiarios de ese poder. Al darse cuenta de que no va a ser así, arremeten contra él. El odio es siempre consecuencia de un amor imposible. El evangelista echa mano del AT para demostrar que los profetas ya habían manifestado esa actitud de Dios a favor de extranjeros en apuros. Quiere decir que su mensaje no es contrario ni ajeno a la Escritura. El Dios de Jesús es Amor incondicional. No puede tener privilegios, porque ama a todos infinitamente. Dios no nos ama por lo que somos o por lo que hacemos. Dios nos ama por lo que Él es. Dios ama igual al pobre y al rico, al blanco y al negro, al cristiano y al musulmán, a la prostituta y a la monja de clausura, a Teresa de Calcuta y a Bin Laden... En algún momento de esta escala progresiva nos patinarán las neuronas. Es más de lo que podemos aguantar. Nos pasa lo que a los paisanos de Jesús. Mientras sigamos pensando que Dios me ama porque soy bueno, nadie nos convencerá de que debemos amar al que no lo es. Jesús viene a anunciar una salvación de todas las opresiones. Pero esa salvación no depende de Dios ni de un intermediario de su poder sino de cada uno de nosotros. Su salvación no va contra nadie, sino a favor de todos. Ahora bien, no debemos ser ingenuos, lo que es buena noticia para los oprimidos, es mala noticia para los opresores. De ahí que, en tiempo de Jesús, y en todos los tiempos, los que gozan de privilegios, se opongan, con uñas y dientes, a esa práctica liberadora. Si no estamos dispuestos a liberar al oprimido, somos opresores. Tenemos que hacer un esfuerzo por comprender que el opresor no hace mal porque daña al oprimido, sino que hace mal porque se hace daño a sí mismo. El que explota a otro le priva de unos bienes que pueden ser vitales, pero lo grave es que él mismo se está deteriorando como ser humano. El daño que hace le afecta al otro en lo accidental. El daño que se hace a sí mismo, le afecta en lo esencial. El que muere por mi culpa puede morir repleto de humanidad; pero yo, al ser la causa de su muerte, me hundo en la más absoluta miseria. ¿Hemos caído en la cuenta de que lo único que puede garantizar mi religiosidad es el servicio a los demás? ¿Nos hemos parado a pensar que sin amor no soy nada? Ahora bien, el único amor del que podemos hablar es el amor a los demás. Sin éste, el amor que creemos tener a Dios es una falacia. La única pregunta a la que debo contestar es ésta: ¿Amo sin exclusión? Sin amor, toda nuestra vida cristiana se convertirá en un absurdo. Meditación Ignoramos lo que realmente somos. Tú eres, como Jesús, ungido. Estás capacitado para la tarea que debes realizar. Cuando despliegues tu verdadera salvación, estarás en condiciones de ayudar a otros a encontrarla. Como en una serie de televisión, el evangelio de este domingo comienza recordando lo último contado en el anterior. Jesús ha leído en la sinagoga de Nazaret un texto de Isaías que proclama una buena noticia a los pobres, ciegos, prisioneros, oprimidos. Cuando termina, afirma: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». ¿Cómo reaccionará el auditorio a estas palabras? Es lo que se cuenta en el evangelio de hoy, en el que podemos distinguir tres momentos: la reacción inicial del auditorio, un ataque desconcertante de Jesús, y la reacción final de los nazarenos.
El relato de Lucas Aparte de leer a Isaías, Jesús no ha dicho prácticamente nada. Sin embargo, Lucas indica de inmediato la triple reacción de los presentes: aprobación, admiración y desconcierto. Al parecer, les gusta lo que han oído, pero no comprenden que lo diga alguien a quien conocen desde pequeño. Si Jesús hubiera sido un político, habría aprovechado la ocasión para ganarse más aún al auditorio, solventando las posibles dudas sobre su autoridad. Sabe lo que esperan de él: no que lea textos de la Biblia sino que haga milagros. Le bastaría realizar algunos parecidos a los que ha hecho en Cafarnaúm para que todos le aplaudan y crean en él. Sin embargo, se niega a ello e incluso adopta una postura agresiva. Sin que los nazarenos hayan dado motivo, Jesús da por supuesto que lo van a rechazar. No se basa en nada concreto que hayan hecho o dicho, sino en un proverbio: “Ningún profeta es bien mirado en su tierra”. En consecuencia, tampoco él mira bien a los nazarenos y no hará allí ningún milagro. Igual que Elías fue enviado por Dios a ayudar a una viuda fenicia, y Eliseo a un leproso sirio, él también se siente enviado a los paganos. ¿Cuál sería la reacción lógica de los nazarenos? Levantarse e irse de la sinagoga, soltando probablemente bastantes maldiciones contra Jesús. Sin embargo, lo que cuenta Lucas es mucho más fuerte: se sienten tan irritados que deciden matarlo, despeñándolo. Un relato desconcertante Cuando se lee con atención el relato de Lucas surgen varias preguntas: ¿Por qué adopta Jesús una postura tan agresiva? ¿Por qué da por supuesto que lo van a rechazar? ¿Por qué compara su actitud con la de Elías y Eliseo, enviados a los paganos, cuando reconoce haber hecho milagros en Cafarnaúm, que no es una ciudad pagana sino israelita? ¿Por qué reaccionan los nazarenos de forma tan terrible, queriendo matarlo? Para responder a estas preguntas conviene recordar cómo cuenta Marcos la visita de Jesús a Nazaret. La versión de Marcos Marcos cuenta la visita de forma muy distinta. Jesús ya es bastante conocido cuando vuelve a Nazaret con sus discípulos. Y ocurre lo siguiente: “Un sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos al escucharlo comentaban asombrados: ¿De dónde saca éste todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado? Y, ¿qué hay de los grandes milagros que realiza con sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto lo sentían como un obstáculo. Jesús les decía: “A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo sanar a unos pocos enfermos a quienes impuso las manos. Y se asombraba de su incredulidad.” Las diferencias son claras. En Marcos, la reacción del auditorio no es de aprobación, admiración y desconcierto, sino de desconcierto y rechazo. Entonces es cuando Jesús recuerda que “a un profeta solo lo desprecian en su tierra”. Pero nadie intenta matarlo. Simplemente, no creen en él ni en su poder. Y Jesús se admira de su incredulidad. Nazaret como símbolo ¿Por qué ha escrito Lucas un relato tan distinto? Porque él no ha pretendido contar lo ocurrido, sino convertir la visita de Jesús a Nazaret en símbolo de la relación de Jesús con el pueblo judío y con los paganos. Para ello, lo primero que hace es comenzar la actividad de Jesús con esta visita. Mientras Mateo y Marcos dicen que Jesús comenzó predicando por los pueblos y aldeas de Galilea, sin concretar cuáles, Lucas nos sitúa en la sinagoga de Nazaret. Sabe que Jesús no fue aceptado por los nazarenos, ni tampoco por su familia, que lo consideraba medio loco. Recoge y lleva al límite ese rechazo, convirtiéndolo en símbolo de la oposición de la mayor parte del pueblo judío, que terminó provocando su muerte. En el Nuevo Testamento se indican distintos motivos por los que Jesús entró en conflicto con las autoridades judías: por no observar el sábado, por ser un peligro desde el punto de vista político… En el relato de Lucas, el motivo principal de conflicto es el nacionalismo de los que quieren un Mesías al servicio exclusivo de Israel, mientras que Jesús se ve enviado a toda la humanidad. Pero nadie debe escandalizarse de eso, mucho menos los judíos: también Elías y Eliseo fueron enviados por Dios a los paganos en unos momentos en que los israelitas estaban muy necesitados de ayuda. La primera lectura (Jeremías 1,4-5. 17-19) Ha sido elegida para demostrar que “ningún profeta es bien visto en su tierra”. Las palabras finales “Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte” coinciden muy bien con el final del evangelio, donde Jesús pasa serenamente entre quienes intentan matarlo y se aleja. Con una gran diferencia: Jeremías se verá libre gracias a la compañía de Dios; Jesús tiene en sí mismo el poder para enfrentarse al enemigo. Cuando muera será porque él lo acepta libremente. Reflexión final El evangelio de hoy podría interpretarse como un ataque al nacionalismo político. En parte lo es, porque los judíos identificaban religión y política. Pero el ataque de Jesús se dirige sobre todo al “nacionalismo” religioso. Aplicándolo a nuestros días, a los cristianos que pensasen que son los elegidos de Dios y los únicos que merecen su atención. Cabe el peligro de parecernos a los nazarenos, de pecar de exclusivistas al hablar de la salvación de Dios. |
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