El texto que acabamos de escuchar es continuación de las bienaventuranzas, asignado para el domingo pasado. Estamos en el principio del primer discurso de Jesús en el evangelio de Mateo. Es por tanto un texto al que se le quiere dar su importancia. Se trata de dos comparaciones aparentemente sin importancia, pero que tienen un mensaje de extraordinario valor para la vida real del cristiano.
Las parábolas no necesitan explicación ni comentario. Se explican por sí mismas. Exigen, eso sí, una respuesta personal y vital al interrogante que plantean. Si me dejo interpelar por ellas, descubriré una nueva dimensión de la existencia a la que soy invitado. Puede que las de hoy necesiten aclaración de algunos conceptos que se nos pueden escapar, pero la esencia del mensaje sigue llegando a nosotros con toda nitidez. Las parábolas me colocan ante una alternativa: o seguir como estaba en mi modo de apreciar la realidad, o aceptar esa nueva manera de afrontar la vida que me sugieren. Si pretendo entender la parábola de una forma racional, no me servirá de nada. Las parábolas nos trasmiten la frescura de la enseñanza de Jesús. Las parábolas nos proponen datos simples y cotidianos pero es para llevarnos más allá de lo ordinario. Haber convertido el evangelio en dogmas, nos ha alejado del verdadero mensaje de Jesús. Aunque la sal y la luz no tienen nada en común, hay un aspecto en el que coinciden. Ninguna de las dos es provechosa por sí misma. La sal sola no sirve de nada para la salud, solo es útil cuando acompaña a los alimentos. La luz no se puede ver, es absolutamente oscura hasta que tropieza con un objeto. ¡Qué interesante! Resulta que cada uno de nosotros separados de los demás, no somos absolutamente nada. Mi existencia solo tendrá sentido en la medida que pase a formar parte de los demás. La sal es uno de los minerales más simples, pero también más imprescindibles para nuestra alimentación. Sus propiedades son principalmente dos: da sabor a las comidas y conserva los alimentos. Partiendo de estas cualidades físicas, tenemos que descubrir el significado espiritual. Cuando se nos exige que seamos sal, se nos está pidiendo que ayudemos a los demás a evitar la corrupción y que les comuniquemos sabor humano. La sal actúa desde el anonimato. Si un alimento tiene la cantidad precisa, pasa desapercibida, nadie se acuerda de la sal. Cuando a un alimento le falta o tiene demasiada, entonces nos acordamos de ella. No se puede comer directamente. Si no hay comida, la sal es simplemente veneno. Lo que importa no es la sal, sino la comida sazonada. La sal no se puede salar a sí misma. Pero es imprescindible para los demás. Jesús dice que "sois la sal, la luz". El artículo determinado nos advierte que no hay otra sal, que no hay otra luz. Todos tienen derecho a esperar algo de nosotros. El mundo de los cristianos no es un mundo aparte. La salvación que propone Jesús es la salvación para todos. La única historia, el único mundo tiene que quedar sazonado e iluminado por la vida de los que siguen a Jesús. Pero cuidado, cuando la comida tiene exceso de sal se hace intragable. La dosis tiene que estar bien calculada. No podemos olvidar un aspecto importante en las parábolas. La sal, para salar, tiene que deshacerse, disolverse, dejar de ser lo que era. La lámpara o la vela produce luz, pero el aceite o la cera se consumen. Todos estaríamos dispuestos a salar o a dar luz, si con ello se potenciara nuestro "yo". Es más, muchas veces obramos pensando en el beneficio que puede reportarnos el tratar a los demás con humanidad. Las obras de misericordia, que después te van a pagar con creces en el más allá, son exactamente lo contrario de lo que nos dice el evangelio. Los cristianos hemos contribuido más a quitar sabor a la vida que a dárselo; a mantener la oscuridad que a iluminar. No nos hemos presentado como los que saben sacar jugo a la vida y ayudar a los demás a sacárselo. Nuestro anuncio ha sido muy triste noticia para los demás. "Pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará? No sirve más que para tirarla y que la pise la gente": esta frase no es fácil de entender para nosotros hoy. La sal no puede volverse sosa. Pero parece ser que la sal se utilizaba como material refractario en los hornos de cocer el pan. Colocaban dentro del horno placas de sal para conservar el calor. Pero esas placas con el uso perdían su virtualidad y tenían que ser reemplazadas. Los restos de las placas retiradas se tiraban a los caminos para compactar la tierra. El tema de la luz es muy frecuente en el AT. Partiendo de un dato experimental se descubre su importancia para el desarrollo de la vida. No sólo porque la luz es imprescindible para la vida, sino porque el ser humano no podría desenvolverse en la oscuridad. De ahí que la luz se haya convertido en el símbolo de la misma vida y todo lo que la rodea. Así como la oscuridad se ha convertido en el símbolo de la muerte. Cuando se nos pide que seamos luz del mundo, se nos está exigiendo algo decisivo para la vida espiritual propia y de los demás. La luz brota siempre de una fuente incandescente. Si no ardes no podrás emitir luz. Pero si estás ardiendo, no podrás dejar de emitir luz. Solo si vivo a tope, puedo ayudar a los demás a desarrollar su propia vida. Ser luz, significa poner todo nuestro bagaje espiritual al servicio de los demás. Pero, como en el caso de la sal, debemos de tener cuidado de iluminar, no deslumbrar. La luz que aportamos debe estar al servicio del otro, es decir, pensando en el bien del otro y no en mi vanagloria. Si alguien sale de la oscuridad, debemos dosificar la luz para no dañar sus ojos. Los cristianos somos mucho más aficionados a deslumbrar que a iluminar. Cegamos a la gente con excesivas trascendencias y hacemos inútil el mensaje de Jesús para iluminar la vida real de cada día. No sé si hemos caído en la cuenta de que no se nos pide salar o iluminar, sino ser sal, ser luz. El matiz tiene su importancia. La tarea fundamental de cada uno está dentro de él mismo, no fuera. La preocupación de cada uno debe ser alcanzar la plenitud humana. Si eres sal, todo lo que toques quedará sazonado. Si eres luz, todo quedará iluminado a tu alrededor. Nos creemos luz y sal, pero sin darnos cuenta de que hemos perdido toda capacidad de salar e iluminar, porque somos sal sosa y luz extinguida. En el último párrafo de la lectura de hoy hay una enseñanza esclarecedora. ¿Cómo debemos ser sal y luz? "Para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre". La única manera eficaz para trasmitir el mensaje son las obras. Una actitud verdaderamente evangélica se transformará inevitablemente en obras. Evangelizar no es proponer una doctrina muy elaborada y convincente. No es obligar a los demás a aceptar nuestra propia ideología o manera de entender la realidad. Tampoco las obras que son fruto solo de una programación externa, ayudan a los demás a encontrar su propio camino. Solo las obras que son reflejo de una actitud vital auténtica, son cauce de iluminación para los demás. Lo que hay en mi interior, solo puede llegar a los demás a través de las obras. Yo mismo me conoceré solo a través de las obras. Pero también aquí podemos caer en la trampa si son una programación. En la vida religiosa, más que en ningún otro ámbito, es imprescindible la autenticidad. Meditación-contemplación Puedo desplegar mi capacidad de sazonar o puedo seguir toda mi vida siendo insípido. Puedo vivir encendido y dar calor y luz o puedo estar apagado y llevar frío y oscuridad a todas partes. ........................ Soy sal para todos los que me rodean en la medida que hago participar a otros de mi plenitud humana. Soy luz en la medida que vivo en mi verdadero ser y muestro a otros el camino que les puede llevar a ser. .......................... No intentes sazonar antes de convertirte en sal, solo conseguirás comunicar tu insustancialidad. No intentes dar luz, antes de arder. Solo conseguirás atormentarte.
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El contexto: las parábolas y las bienaventuranzas
El evangelio de Mateo sitúa estas dos parábolas inmediatamente después de las bienaventuranzas (que se habrían leído el domingo pasado si no hubiera coincidido con la fiesta de la Presentación). Las bienaventuranzas hablan de las personas que pueden interesarse por el mensaje de Jesús y entenderlo; de las que pueden entrar a formar parte de la comunidad cristiana (el reinado inicial de Dios) por los motivos más diversos en su actitud ante Dios y el prójimo. Proclamando los valores más inauditos, son un canto de esperanza para todos los que se sienten marginados por la sociedad y el estamento religioso: Dios Rey los acoge como súbditos. Pero Mateo, siempre tan realista, no quiere que los cristianos lancemos las campanas al vuelo, que nos sintamos maravillosos y al seguro. Por eso, antes de entrar en el cuerpo central del Sermón del Monte, nos da un doble toque de atención con estas dos parábolas. Los dos peligros El tono general del texto no es de amenaza, sino de ánimo. Pretende ilusionar a los oyentes recordándoles que Dios les ha concedido la capacidad de dar sabor y una energía para iluminar a todos los hombres, redundando en gloria de Dios. Pero caben dos peligros: el primero, perder la energía (parábola de la sal); el segundo, ocultarla (parábola de la luz del mundo). ¿Cómo se puede perder la energía? En la parábola del sembrador, Mateo ofrece unas pistas cuando habla de la semilla sembrada entre cardos: las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza lo ahogan, y no da fruto (Mt 13,22). ¿Cómo conservar la energía? Si tomamos como modelo a Jesús, sus dos fuentes de energía fueron la oración (tema que subrayan los cuatro evangelios) y el contacto directo con el prójimo, especialmente con los más necesitados (enfermos, marginados). ¿Cómo ocultar la luz? Dejándonos arrastrar por lo cómodo y fácil. Jesús fue luz del mundo porque no se recluyó cómodamente en su mundo, prefirió el esfuerzo, el riesgo, el cansancio, la adversidad y la muerte. ¿Cómo hacer que brille nuestra luz? La primera lectura, tomada del c.58 de Isaías, encaja perfectamente con la parábola de la luz. Está tomada de un texto capital sobre el culto y la justicia. Tras la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia (año 586 a.C.), la situación del pueblo judío fue trágica, incluso después de la vuelta del destierro (año 538 a.C.). La capital siguió prácticamente despoblada hasta mediados o finales del siglo V (época de Nehemías) y la situación económica era trágica. En esas circunstancias de desánimo, se busca la solución en una serie de ceremonias religiosas, especialmente el ayuno (que implicaba no sólo abstenerse de alimentos sino también otros ritos, como cubrirse de saco y ceniza, etc.), para ganarse el favor de Dios. Pero Dios no hace nada. Y el pueblo se queja y protesta. «¿Para qué ayunar si no haces caso?» Dios responde por medio del profeta: si quieres que tu situación mejore, que brille tu luz en las tinieblas, que rompa tu luz como la aurora, comprométete con el que pasa hambre, tiene sed, está desnudo y sin techo (las famosas obras de misericordia, que se conocían ya en el antiguo Egipto); destierra la opresión y la maledicencia. Hay una idea capital en esta lectura. Cuando habla de los necesitados termina diciendo: «y no te cierres a tu propia carne». El hambriento, desnudo o sin techo no es un ser extraño, ajeno a mí, al que hago un favor si me apetece. Es mi propia carne, que reclama cuidado y atención, como un miembro cualquiera de nuestro cuerpo. "Sal de la tierra..., luz del mundo". A veces, estas palabras se han leído en clave proselitista, de un modo sumamente atrayente para el ego y gratificante para la mente.
Tal lectura podría sintetizarse de este modo: únicamente puede ser "sal" y "luz" quien posee la verdad. Como Jesús es el Hijo de Dios encarnado, que nos ha comunicado la verdad definitiva (de hecho, él mismo dijo: "Yo soy la verdad"), nosotros somos portadores de la verdad. Lo que nos corresponde ahora –lo que Dios quiere- es extender esta verdad al mundo entero, para que pueda salir del error (que consiste, en definitiva, en el desconocimiento del evangelio). El "depósito de la verdad" ya lo tenemos; lo que se requiere de nosotros es coraje para transmitirlo y testimonio de vida. Decía que una lectura de ese tipo resulta atrayente para el ego y gratificante para la mente..., mientras la persona se halla en el nivel mítico de consciencia. Es característica de este nivel o estadio la idea de "poseer" la verdad absoluta, a la que se ha identificado previamente y de un modo espontáneo, con una creencia o concepto. De esta manera, la verdad es tratada como un "objeto" que alguien puede tener –si acepta tal creencia- o, por el contrario, del que otro carece, sea por falta de información o de buena fe. Al ego le atrae siempre considerarse en posesión de la verdad, particularmente por dos motivos: porque eso le aporta una sensación de seguridad y porque le permite –inconscientemente- mantener una imagen de sí "por encima de" quienes, para él, se hallan en el error. Al ego le encanta ser "especial". Y para la mente resulta gratificante, porque se mueve totalmente a gusto en el mundo de las ideas, los conceptos, las creencias..., objetos todos ellos que la razón puede delimitar y definir a su medida. Lo que resulta frustrante para la mente es el mensaje de que ella no puede atrapar la verdad, porque esta no es nunca un "objeto" que quepa dentro de sus límites. Frustrante igualmente para el ego es la advertencia de que no puede presumir de "poseer" la verdad, y que basta que alguien se crea en posesión de ella –o por encima de los otros- para sospechar que se ha equivocado seriamente de dirección. Con todo ello, no parece difícil comprender que el ser humano haya caído (caiga) con tanta facilidad en la trampa de considerar la verdad como un objeto a su alcance, y que se arrogue a sí mismo una actitud de superioridad en lo que respecta a ideas o creencias. (Al ego le encanta que lo reconozcan como "sal" y como "luz", ya que no busca otra cosa que sentirse reconocido a cualquier precio). Sin embargo, basta tomar un mínimo de distancia de lo que es la consciencia mítica para caer en la cuenta de la trampa que se esconde en el planteamiento anterior. Como ha quedado dicho, la trampa no es otra que confundir la verdad con un objeto mental que se pudiera atrapar. Y pensar que somos "sal" y "luz" por lo que pensamos o incluso por lo que hacemos. Si ponemos cada cosa en su lugar, con un mínimo de rigor, advertiremos que la persona que es luz no lo va pregonando; y que lo es, no por sus ideas que tratara de imponer, sino por ella misma, por lo que es. En concreto, es "sal" aquella persona que nos ayuda a saborear la vida con más profundidad, porque nos contagia su gusto de vivir y nos apoya para que podamos experimentarlo. Es "luz" quien, con su presencia amorosa, disipa nuestras oscuridades y facilita que percibamos el sentido luminoso de nuestra existencia, de nuestra verdadera identidad. Ser "luz y sal", por tanto, es lo más opuesto a cualquier actitud de superioridad y de proselitismo. Ni el orgullo ni el fanatismo aportan sabor ni luz. Jesús aparece como "sal" y como "luz" por lo que él era y vivía. Porque no fue un teólogo, ni alguien que pusiera la fuerza en los conceptos. El suyo es un mensaje sumamente sencillo, centrado en la práctica, y en una práctica compasiva: al final, "sal" y "luz" quizás no sean sino otro nombre de la compasión. ¿Significa esto admitir el relativismo de "todo es igual", por lo que a ideas o creencias se refiere? Ciertamente, no. No se niega la verdad; lo que se afirma es que ella no está al alcance de nuestra mente, por más que la mente (la razón crítica) nos ayude también a discernir. Pero lo que parece indudable es que la verdad no puede ser pensada, solo puede ser sida. Lo que se hace necesario advertir es la relatividad del modo humano de conocer. Porque, con frecuencia, cuando se oye a personas –en el campo de la filosofía, de la religión o cualquier otro- despotricar contra el "relativismo", en realidad, lo que parece apreciarse es miedo al pluralismo, incomodidad con la diferencia y, en último término, inseguridad inconsciente. Revisado por Pedro
Según el Evangelio de Mateo (Mt. 25, 31-46), Jesús expresa lo que será el Juicio Final. Este relato proviene de los comienzos de la Iglesia, incluso antes de que ella misma haya establecido la sacramentalidad y las normas morales, conduciendo a la salvación eterna. Según estas nuevas normas y los sacramentos que las fundan, el “Juicio Final” recubre un sentido totalmente diferente, puesto que los sucesores de Pedro, deteniendo el poder de atar y desatar, pueden definirlo diferentemente. Entonces veamos lo que eso nos da. « Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. Y serán reunidas delante de él todas las gentes: y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas á su derecha, y los cabritos á la izquierda. Entonces el Rey dirá á los que estarán á su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. » Ustedes aceptaron la fe en la Iglesia católica, la única en detener el poder de abrirles las puertas del cielo. Siguieron las directivas de sus Pastores sobre la práctica fiel de los sacramentos, especialmente los del bautismo, de la confesión, del matrimonio y de la Eucaristía dominical cada semana. Hicieron sus Pascuas anualmente. Participaron generosamente en el pago del diezmo exigido por su Iglesia. Se abstuvieron del uso de contraceptivos en sus relaciones amorosas con su cónyuge y también de otra relación extramatrimonial. Siempre han llevado un gran respeto hacia los sucesores de los apóstoles, obedeciéndoles en la fe y absteniéndose de criticarlos y menospreciarlos ante el mundo. Lucharon, en unión con sus Pastores, contra el matrimonio homosexual y el aborto, contra las ideologías marxistas y los teólogos de la liberación. Me honraron como Rey y Señor del mundo y adoraron a Dios con una gran devoción. Entonces dirá también á los que estarán á la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles: Pues, Ustedes no reconocieron a la Iglesia Católica como la única iglesia apta a abrirles las puertas del cielo. No siguieron las directivas de sus Pastores sobre la práctica de los sacramentos del bautismo, de la confesión, del matrimonio y de la eucaristía dominical. No pagaron su diezmo a la Iglesia como se les pedía. Utilizaron los contraceptivos, favorecieron el matrimonio entre personas de un mismo sexo, toleraron el aborto y conocieron las aventuras fuera del matrimonio. No respetaron a sus Pastores, haciéndoles la lección como si no fusen para ustedes mis únicos representantes. Han sido excomulgados por las autoridades eclesiales. Dejaron de lado a Dios y mi gloria de Rey del universo para preocuparse aún más del mundo y de sus problemas, como si no estaba allí para solucionarlos. Entonces ellos contestaron recordando a Jesus lo que habia dicho al respeto del juicio final cuando andaba con sus discipulos poco tiempo de irse a la casa de su Padre. Pero Señor, ¿tú mismo, no nos has enseñado a amar a nuestro próximo, a perdonar a los pecadores, a ayuda a los muertos de hambre, a los extranjeros y a los perseguidos? ¿No nos has dicho que el Sabbat estaba al servicio del hombre y no el revés y que la ley no era para dominar, pero para servir? ¿No nos has dicho que no basta con decir Padre, para acceder al Reino de Dios, sino de hacer su voluntad y que esta voluntad es amarnos los unos a los otros en la verdad, la justicia, el cumplimiento, la compasión y la misericordia? ¿No nos has dado el ejemplo al condenar a los fariseos, los sumos sacerdotes y los doctores de la ley de hipócritas y sepulcros blanqueados? ¿No nos has afirmado lo que hacíamos al los más pequeños de los tuyos, era a ti que lo hacíamos? ¿Cómo puedes enviarnos a la gehena eterna si nos aplicamos, sin ser siempre conscientes, a poner en práctica lo fundamental de tus enseñanzas? ¿No has declarado que lo fundamental es la justicia, la misericordia y la fidelidad? (Mt.23, 23) Entonces Jesús, extrañado por esta contraparte y sin querer derogar de su promesa hecha a Pedro de reconocer su poder de atar y desatar en el cielo como en la tierra, pidió a Pedro lo que pensaba de eso. Pedro tomó entonces la palabra y dijo a Jesús: “Tu solo sabes leer en el fondo de los corazones y reconocer a aquellos que te han sido fieles. Lo hiciste conmigo mientras te había renegado y buscado siempre a arrastrarte por caminos que no eran los de tu Padre. Al escuchar la defensa de esas gentes, reconozco, tu enseñanza y testimonio de vida. La gran mayoría de la gente te ha seguido, conscientemente o no, hasta los más oscuros atrincheramientos y en las periferias de los dejados por cuenta de la humanidad para aportar luz, consuelo, justicia, verdad, amor, compasión y solidaridad. Así pues, según los poderes que me has dado sobre la tierra, tomo sobre mí el desligar estos últimos de todas estas leyes acumuladas por una iglesia cortada de sus raíces evangélicas. Hago lo mismo con todos los demás que te han seguido con buena fe, pero no tanto por esa iglesia más fundada en el legalismo y autoritarismo que sobre tu Palabra de vida, el testimonio de tus apóstoles y profetas. Tomo sobre mí persona esta traición de tu Iglesia como lo hice con mi triple traición hacia tu persona. Entonces Jesús declaró: Vengan a mí, todas y todos los bendecidos de mi Padre. No he venido para condenar sino para salvar, para abrir a todos las puertas de un nuevo mundo. Por el contrario, que los mentirosos, los hipócritas, los manipuladores, los codiciosos que no reconocen sus propias faltas, pensando dominarlo todo, ¡que vayan a la gehena eterna!, es decir un momento de encuentro de cara a cara conmigo, donde serán juzgados según sus obras y purificados por el fuego eterno de mi Amor. (El día del Señor: jour du seigneur, (1Co 5:5; 2Co 1:14; 1Tes 5:2; 2Pe 3:10-18; Ap 1:10; 1 Tim 3) 30 de enero El Dalai Lama envía un mensaje a toda la humanidad. Apela a nosotros para que nos aseguremos de hacer que nuestra vida esté tan cargada de sentido como sea posible preocupándonos por ser felices.
Tan sólo podemos emplear bien el presente. Debemos comportarnos de forma responsable y con compasión por los demás. La compasión como la justicia, la solidaridad, el ejercicio de la libertad y todas las virtudes exigen relación con los demás. Ese comportamiento obedece a nuestros intereses porque es la fuente de toda felicidad y alegría, y el fundamento para tener buen corazón. Nuestra felicidad está unida a la felicidad de los demás. Es imposible ser feliz a solas. Por medio de la amabilidad, del afecto, la honestidad, la verdad y la justicia hacia todos los demás aseguramos nuestro propio beneficio. Es de sentido común. Por eso, podremos rechazar la religión, la ideología y la sabiduría recibidas de nuestros mayores, pero no podemos rehuir la necesidad de amor y compasión. “Esta es mi religión verdadera, mi sencilla fe. No es necesario un templo o una iglesia, una mezquita o una sinagoga; no hay necesidad de una filosofía complicada, de la doctrina o el dogma. El templo ha de ser nuestro propio corazón, nuestro espíritu y nuestra inteligencia. El amor por los demás y el respeto por sus derechos y su dignidad, al margen de quiénes sean y de qué puedan ser. Esto es lo que todos necesitamos”. En la medida en que practiquemos estas verdades en nuestra vida cotidiana, poco importa que seamos cultos o incultos, que creamos en Dios o el Buda, que seamos fieles de una religión u otra, o de ninguna en absoluto. En la medida en que tengamos compasión por los demás y nos conduzcamos con la debida contención, a partir de nuestro sentido de la responsabilidad, seremos felices. “Con amabilidad y con valentía, acoge a los demás con una sonrisa. Sé claro y directo. Y procura ser imparcial. Trata a todo el mundo como si fueran tus amigos. Todo esto no lo digo en calidad de Dalai Lama. Hablo solamente como un ser humano; como alguien que, igual que tú, desea ser feliz y no sufrir”. Cuando algunos se asoman a las máscaras de espejos de los voluntarios, pueden encontrar respuesta en la convocatoria del Dalai Lama a una revolución espiritual que supone una revolución ética. El Credo cristiano tiene una enorme carencia. Eso, al menos, dicen los estudiosos. Hablando de Jesús dice que nació de Santa María Virgen y no se dice nada más de su vida hasta su pasión y muerte bajo el poder de Poncio Pilato.
Cualquier cristiano se preguntará qué ha sido de la existencia de Jesús, de sus grandes "pasiones": el Reinado de Dios, los empobrecidos y marginados, sus amigos y amigas, su forma de entender la vida: sus bienaventuranzas... Porque Jesús pretendía dar vida, y en abundancia, de ahí sus curaciones físicas, sus sanaciones psicológicas, la liberación de las esclavitudes personales y sociales, porque su buen Padre y Madre es un Dios de vivos no de muertos. Confiemos que algún día, lo antes posible, podamos actualizar el Credo a nuestro lenguaje, a nuestra realidad, a los nuevos descubrimientos de las ciencias en todos los órdenes, a nuestras creencias actuales, a los nuevos tiempos que corren... a la vida, que nos envuelve con nuevos retos y a la que no podemos dejar de lado por más tiempo. Y esta larga introducción viene a cuento del empeño que ponen ciertos grupos y buena parte de la jerarquía eclesial al hablar de la vida, porque dicen que defienden la vida desde su concepción hasta su término, pero en la práctica solo hablan y defienden la vida "en" su concepción y "en" su finalización. Y yo creo que hay que ayudar a la madre que hay concebido libremente, a que tenga todas las atenciones y cuidados, desde que descubre que está embarazada hasta que nace su bebé. E, igualmente, las personas en los últimos momentos de su vida deben estar protegidas, cuidadas y acompañadas, hasta que llega su último momento, que tendrá que ser lo más indoloro, digno y humano posible. Pero, sobre todo, debemos cuidar de los niños y las niñas, para que tengan una familia en la que crezcan felices, sanos, que adquieran una buena educación. Que los jóvenes reciban una enseñanza integral, que se les inviten a experimentar los valores que les harán más dichosos en la vida, que se les abran puertas para que desarrollen todas sus potencialidades humanas. A las personas adultas hay que favorecerles el que dispongan de una buena sanidad, un trabajo digno, una vivienda confortable. A los ancianos, que reciban cariño, atención, compañía, buen humor, para que sus últimos años sean felices. El mayor tiempo de la vida transcurre y se desarrolla entre dos momentos: el nacimiento y la muerte. Como todos los seres vivos en este bello planeta azul. Y en ese mayor lapso de tiempo es cuando las personas requieren nuestra atención y cuidados principales, porque surgen y sufren enfermedades, desgracias personales, sufrimientos, guerras, hambre, pobreza, injusticias, recortes inhumanos en sus derechos, como los que estamos sufriendo en nuestros días... Los Evangelios no nos hablan de lo que Jesús pensaba sobre el momento de la concepción y el nacimiento (salvo que se venía al mundo entre grandes dolores), ni el momento final, salvo que sería el paso necesario para ser abrazados definitivamente por un Padre y Madre bueno. Pero, sobre todo, se preocupó de que los niños y las niñas fueran aceptados, abrazados, queridos, que los ciegos recobraran la vista del cuerpo y el espíritu, que los cojos pudieran recorrer nuevos caminos, que los infectados por la lepra de la marginación fueran reintegrados a la sociedad, que la mujer no sufriera ningún tipo de discriminación por su sexo, que los empobrecidos por la injusticia y la opresión dejaran de serlo por la solidaridad, la justicia, ese otro mundo posible, el Reinado de Dios, que él anunciaba con sus propias acciones. Que conducían a la vida, a más vida, a una vida más humana, más digna. Bienaventuranzas de la Vida Felices quienes disfrutan como niños pequeños de los pequeños placeres que les ofrece cada día la vida. Felices quienes cierran los ojos y sienten vibrar, circular, brotar, latir la vida dentro de sí mismos. Felices quienes se dan cuenta del dolor causado a cualquier ser vivo, como si se lo hicieran a ellos mismos. Felices quienes saludan con gozo al sol cada mañana, quienes disfrutan de su calor y de las distintas estaciones, quienes se duermen acogidos por la luz de la luna. Felices quienes se comprometen por la vida, con todas las vidas, quienes se ofrecen con alegría y en cada momento para que haya más vida. Felices quienes se sienten hermanados con los animales, las plantas, los bosques, los océanos, la atmósfera, y entran en simbiosis, como parte integrante de todo el ecosistema de la vida. Felices quienes luchan por eliminar las desigualdades e injusticias, quienes se esfuerzan por alentar las esperanzas y un futuro mejor para la humanidad. Felices quienes, desde su interior y en contacto con la vida que se desarrolla a su alrededor, se sienten muy unidos al Misterio, a la Fuente de la Vida. Confesión previa: quizá soy anormal, pero no creo en las patrias. Forma parte de mi espiritualidad que las patrias suelen ser un ídolo con el que los humanos revestimos de virtud nuestras pasiones, como cuando llamamos justicia a nuestra sed de ver sufrir a quien nos hizo daño. Lo cristiano es servir y amar hasta el máximo a la comunidad en la que me encuentre. Eso quisiera hacer y no sé si he sabido hacerlo.
Por otro lado, una Cataluña independiente me liberaría de esa España machadiana que embiste y reza cuando se digna usar de la cabeza. Esa España no alcanza en Cataluña más allá del 10% mientras en el centro de la península puede acercarse al 50% y dispone de enorme poder económico y mediático, agobiante y duro de soportar. Éste es un importante hecho diferencial. Dicho lo anterior, tengo mis reservas sobre el modo como se está tratando el derecho a decidir. Reservas, no de carácter político o nacionalista, sino de tiempo y de lógica elemental. De tiempo porque, en una España indignante con 30000 € de renta per capita y cuatro millones de españoles que carecen de calefacción y agua caliente en este invierno, el tema Cataluña está sirviendo (a Mas y a Rajoy) como un Gibraltar distractivo en tiempos de Franco. ¿Acaso no teníamos derecho a decidir sobre todos los recortes que nos impuso el señor Mas? De lógica porque ningún derecho puede vindicarse con contenidos nebulosos, “ingrávidos y sutiles como pompas de jabón”, que cantaba Serrat con Machado. Un derecho reclama sujetos y contenidos bien delimitados. Veámoslos. 1. Sujetos.- Si en una Cataluña independiente, las poblaciones con mayoría inmigrante reclamaran el “derecho a decidir” ingresar en España ¿lo tendrían? ¿ellas solas o toda Cataluña? Esto es pura hipótesis, pero ahora desde el resto de la península invocan también un derecho a decidir sobre la suerte de Cataluña, que no es territorio de ultramar sino parte de un todo: ¿tienen ese derecho? ¿en igual proporción que Cataluña? El gran problema del aborto reside en si hay derecho a decidir sobre algo que, aunque esté en tu cuerpo, no es tuyo como tus uñas si quieres pintártelas, o tus pechos si quieres ponerte silicona o vaciártelos como Angelina Jolie; en el aborto se trata de algo muy distinto a eso y muy serio, que cuestiona el derecho a decidir. Y la afirmación generalizada sobre el derecho a disponer del propio cuerpo es tan neoliberal y tan derechosa como la del que esgrime el derecho a disponer de su dinero como quiera. Tal derecho no existe porque, a partir de un cierto límite, tu dinero ya no es tuyo aunque esté en tu bolsillo o en tu cuenta corriente. 2.- Sujeto impreciso, derecho oscuro. Si ahora pasamos al objeto de la decisión, mi perplejidad crece porque ese derecho viene siendo invocado sin definir nítidamente sus contenidos. Sólo ERC lo tiene cartesianamente claro: Catalunya independiente al precio que sea, o a cualquier precio salvo el de la violencia (cosa muy de agradecer); aunque sin aclarar qué tanto por cien se requeriría para esa independencia. Teresa Forcades añade una banca nacionalizada y “no aceptar una deuda que consideramos ilegítima, contraída para rescatar con capital público unas entidades privadas”. Si con esa independencia estaremos peor, si quedaremos fuera de Europa son cosas que no importan: porque “vale más honra sin barcos que barcos sin honra”, como dijo el otro. Hoy tenemos ya unas preguntas que son breves pero siguen sin ser claras. La mayoría de votantes no sabe qué es eso de “un estado”, distinto del independiente y del “som una nació” (estado y nación no significan lo mismo aquí que en EEUU). Tampoco se suministra al ciudadano la información necesaria para poder decidir con libertad y conocimiento de causa. Si la pregunta fuese: “¿desea Ud una Cataluña independiente aun a riesgo de quedar fuera de la UE y no participar en las decisiones del euro, pero una Cataluña más justa e igualitaria, aunque menos rica?”, quizá yo votaría sí, sabiendo a qué atenerme. Estoy queriendo decir que el fundamento del derecho a decidir es el derecho a poder hacerlo, esto es: contar con suficiente información sobre ventajas e inconvenientes, consecuencias positivas y negativas de la decisión que nos arrogamos el derecho a tomar. Esta condición de posibilidad no la veo respetada: porque nuestra democracia no es un sistema de información sino de manipulación, y nuestra hora histórica no parece hora de “seny” sino de “rauxa”: no de razonamientos serenos sino de afectos primarios. Ejemplos de esa “rauxa”: por un lado, Rajoy invoca su deber de cumplir la Constitución cuando, en temas sociales (vivienda, sanidad, pobreza, educación…), la está pisoteando desde que llegó al poder. Mientras que, en el caso del referéndum, hay juristas que creen que tendría una posibilidad en el artículo 92 (“decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum…. Convocado por el Rey mediante propuesta del presidente del Gobierno”…). Pero es evidente que, si buscara una salida por ahí, la extrema derecha que ahora le apoya, le defenestraría. Por el otro lado, los independentistas que conozco lo son: - porque creen que así vivirán mejor. Prescindiendo de lo que esto pueda suponer de insolidaridad, me parece que eso es algo de lo que quiere decir la expresión tan catalana de “somniar truites”. No comprendo que profesionales de la política puedan creer que luego de la separación podrán establecerse unas relaciones de fraternidad con España (hasta formar una Confederación Ibérica con Portugal y Andorra) y con el Barça y el Español jugando en la liga española…, de modo que España es el gran enemigo antes de la separación y el gran amigo después de ella. He vivido algún caso de parejas en que uno de los dos se cegaba y llegaba a creer que: “ahora te voy a poner los cuernos, pero luego nos querremos mucho”. Pues algo así. - Otros los son para afirmar una identidad que sienten agredida. Pueden tener su razón, pero convendría no olvidar que el gran agresor de esa identidad es el PP. Y bien: han sido precisamente partidos nacionalistas los que a veces han hecho posible que el PP pudiera gobernar. Pues ese partido no tiene ningún otro con quien pactar y (salvo casos como el de las elecciones del 2011, donde se votó sobre todo para castigar al PSOE) nunca conseguiría por sí solo una mayoría absoluta, dado que lleva en su seno a la extrema derecha más recalcitrante. En situaciones normales lo más a que podría aspirar el PP es a que le pase lo de Andalucía: que a lo mejor llega a ser la lista más votada, pero también es la más vetada y no tiene con quien aliarse para configurar una mayoría. No deja de ser chusco que esa alianza les venga de partidos identitarios: quizá porque coinciden en los presupuestos económicos. - Otros son hoy independentistas sólo para darle una patada “en los mismísimos” a Madrid. Esta es una decisión más de rabia que de sentido común. Pero ha sido fomentada desde el poder, por actuaciones como ese show pretendidamente académico de “España contra Cataluña”. Hasta Esquerra se desmarcó de ese título digno de la mala uva de don Cristóbal Montoro, y que elige sólo un aspecto de una realidad compleja y convierte ese aspecto en la totalidad de esa realidad. Desconoce así todas las quejas de personas tan respetables como Muñoz Molina contra esos catalanes a los que antaño tanto trataron de ayudar. El seny pediría escuchar a todos, también a los hispanos que aman a Catalunya y antaño lucharon a favor suyo. Así se ha llegado a la “verdad oficial” de que, al rechazar el Estatut, España rechazó a Catalunya. Nunca se dice ni se reconoce que el Estatut fue aprobado por el pueblo español en el parlamento. Y que el rechazo vino más tarde, de un poder judicial, donde ya se sabe que domina “la otra España” y que maltrata tanto a Catalunya como a otras comunidades. Pero de haber titulado “la otra España contra Catalunya” eso ya no daría votos. Pero ¿se trata de decidir bien, o de decidir lo que yo quiero que decidan?… Acabemos con un ejemplo a no olvidar, de lo que puede ser un derecho a decidir sin objetivos claros: apelando a orgullos patrios o a “España la primera en dar un sí a Europa”, el bueno de Zapatero nos hizo aprobar una lamentable constitución europea que implicaba la muerte de lo más valioso de Europa y la dictadura de esa “troika” que decide por nosotros. Holanda y Francia lo vieron más claro (aunque tampoco les sirvió para mucho). Bien es verdad que, como contraposición a eso, mucha gente catalana ha encontrado en estos momentos oscuros una ilusión y una razón para vivir en el sueño independentista. Cosa importante en momentos tan desilusionados y tan nihilistas como los actuales. El tiempo dirá si, también aquí, hay que aplicar el dicho aquel der “más dura será la caída”…. Y un apéndice para obispos y clero: no apelen aquí a la moral, porque ni la unidad de España ni una independencia tienen nada que ver con la moral. En todo caso, la moralidad podrá estar en el modo como se la gestiona pero no en el hecho: por ejemplo en que las iglesias se dediquen a poner banderas, con estrella o sin ella, como si la casa de Dios no fuera casa de oración “para todas las gentes”… (N.B. Este artículo es la versión más válida de otro aparecido este mes en La Vanguardia, donde tuve que abreviarlo por el límite de espacios que me pide el periódico). Esta fiesta de la Presentación de Jesús en el templo se llama en oriente "el encuentro" (Hypapante en griego). En occidente tomó el nombre de la purificación de María o "la candelaria" porque la ceremonia más vistosa de este día era la procesión de las candelas. En la nueva liturgia se llama "la presentación del Señor". En esta fiesta se retoma el simbolismo de Epifanía y se recuerda a Jesús como luz de todos los pueblos.
Podría ser interesante hacer una composición de lugar y tiempo para comprender los textos. La familia de Jesús, muy probablemente procedía de Judea. Nos da pie para sospechar esto los nombres de sus miembros y los numerosos indicios que encontramos en todos los evangelios. Se trasladarían desde Judea en alguna de las repoblaciones que se llevaron a cabo en Galilea después de las deportaciones. Este dato nos puede asegurar que la familia cumplía estrictamente la Ley, aunque sabemos que los galileos, por estar lejos del templo y de los fariseos y letrados, escapaban al control de los oficiales de la religión y eran mucho menos estrictos en el cumplimiento de las normas legales. Esta circunstancia permitió al mismo Jesús predicar y actuar al margen de lo que estaba legislado y exigido. Aunque podemos estar seguros de que Jesús fue presentado en el templo a los cuarenta días de nacer, no quiere decir que el relato aluda a lo que pasó históricamente. El relato es un tratado de teología que intenta presentarnos a Jesús completamente integrado en el pueblo judío. Todo son símbolos, incluidos los dos personajes que aparecen como próximos al templo y esperando la salvación del pueblo. En la ley de Moisés estaba prescrito que todo primogénito debía dedicarse al servicio de Dios en el templo. Cuando ese servicio se reservó a la tribu de Leví, los primogénitos debían ser rescatados de la obligación de servir al Señor, con una cantidad de dinero. La ofrenda era exigida por la purificación de la madre. Lucas nos advierte que José y María tuvieron que conformarse con la ofrenda de los pobres, un par de tórtolas. Es inverosímil que un anciano y una profetisa descubrieran en un niño, completamente normal, al salvador esperado por Israel. Pero es muy interesante que dos ancianos del pueblo se hubieran pasado la vida esperando y con los ojos bien abiertos para descubrir el menor atisbo de que se acercaba la liberación para el pueblo. No me extraña que Lucas muestre a María y a José pasmados ante lo que se decía del niño. Pero la extrañeza carece de lógica, teniendo en cuenta lo que nos había dicho en el capítulo anterior. María tenía que haber dicho a Simeón. Yo ya lo sabía, había dado consentimiento para que en mi seno se encarnara el Hijo de Dios. Además los ángeles y los pastores les habían dicho quién era aquel niño. Una prueba más de que en los relatos de la infancia no tenemos que buscar lógica narrativa, sino impulso teológico. Simeón va al templo movido por el Espíritu. No solo toda la vida de Jesús la presenta como consecuencia de la actuación del Espíritu, todo lo que sucede a su alrededor está dirigido por el mismo Ruah de Dios que lleva adelante la liberación de su pueblo. La voluntad de Dios se va cumpliendo y se va manifestando paso a paso. Todo lo que sucede en torno a Jesús tendrá como última consecuencia la iluminación del mundo. Ana aparece más pegada al AT. Identificada con el Templo que era la columna vertebral de toda la espiritualidad judía. Toda su vida al servicio de la institución que mantenía viva la esperanza de una definitiva liberación. Es muy curioso que proclame la grandeza del niño que va a desbaratar esa misma institución y a proponer algo completamente nuevo, para una relación con Dios absolutamente distinta. Es interesante resaltar que todos los números que se refieren a la edad de Ana son simbólicos. Se casaban a los 14 (dos veces 7). Siete de casada. 84 (12x7) de viuda. El 12 número de las tribus de Israel y el siete, el número más repetido en la Biblia como signo de plenitud. Fijaros que 14+7+84=105. Esa edad era impensable en aquella época. Una muestra más de que los evangelios no buscan historia sino teología. ¿Qué puede significar para nosotros hoy esta fiesta? Me acuerdo cuando se celebraba con gran solemnidad. Era una de las grandes fiestas del año litúrgico. Hoy tenemos que esperar la carambola de que caiga en domingo para poder hacerle algún caso. Vamos a intentar aprovechar esta oportunidad para acercarnos al Jesús que fue tan niño como todos nosotros y vivió la pertenencia al pueblo judío con toda normalidad. El final del relato es bastante realista y se aparta de toda ensoñación: "El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría". Como todos los niños nació como un proyecto que tiene que ir desarrollándose. Parece que se ha olvidado de todas las maravillas que nos había contado sobre él. Debemos convencernos de que fue un niño completamente normal, que, como todos los niños, tuvo que partir de cero para ir completando su personalidad. En el relato siguiente, que hace referencia al niño perdido, es todavía más concreto: "Y Jesús iba creciendo en estatura en conocimiento y en gracia ante Dios y los hombres". Lucas lo tiene muy claro: Jesús es un niño normal que tiene que recorrer una trayectoria humana exactamente igual que cualquier otro niño. Por desgracia no es esto lo que hemos oído desde pequeños. El haberle divinizado desde antes de su nacimiento, nos ha separado de su humanidad y nos ha despistado en lo que podía tener de ejemplo. Que Jesús haya desarrollado su infancia en contacto con una profunda religiosidad judía, es muy importante a la hora de valorar su trayectoria personal. Si no hubiera vivido dentro de la fe judía, nunca hubiera llegado a la experiencia que tuvo de Dios. Esto nos tiene que hacer pensar. Lo que Jesús nos enseño no lo sacó de la chistera como si fuera un prestidigitador. Fue su trayectoria religiosa lo que le llevó a la experiencia de Dios que luego se transformó en mensaje. Todo lo que Jesús nos contó sobre Dios, lo vivió antes como hombre que va alcanzando una plenitud humana. Su propuesta fue precisamente que nosotros teníamos que alcanzar esa misma plenitud. Su objetivo y el nuestro es el mismo: desplegar todo lo que hay de posibilidad humanizadora en cada uno de nosotros. Esa posibilidad de crecer hasta el infinito está disponible gracias a lo que Dios es en cada uno de nosotros. Es la misma religión la que a veces nos aparta de ese objetivo. Nos propone otros logros intermedios como meta y así nos despista de lo que tenía que ser el punto de llegada de toda trayectoria verdaderamente humana. Todo lo que no sea esta meta, debemos considerarlo como medio para alcanzar el fin. Jesús nos marcó el camino recorriéndolo él antes. Por eso sigue siendo tan importante acercarnos lo más posible a su trayectoria humana. Si fuera un extraterrestre caído del cielo, no nos hubiera servido como modelo de humanidad. Siendo uno de nosotros podemos fiarnos de lo que nos dice, porque antes lo vivió él mismo. Ya no tiene mayor importancia lo que hubiera sido antes ni lo que podía ser después de su vida terrena. Meditación-contemplación Desde nuestra perspectiva del s. XXI no es necesario que nadie me presente ante Dios. Sé que soy más de Él que de mi mismo y nada sería si pudiera separarme de Él. ............................ Esa realidad desconcertante que me sobrepasa no puede transformar mi vida si no la descubro. Una vez descubierta y aceptada, me abre posibilidades infinitas de ser humano. ................................ Desplegar esas posibilidades es mi fin último. En la medida que camine hacia esa meta alcanzaré mayor plenitud humana, Daré sentido a mi vida Y encontraré la felicidad. La purificación de la madre y la presentación del niño constituían los dos momentos del rito que estipulaba la ley mosaica –y otras similares, en otras tantas culturas-, justo cuarenta días después del parto. Tras ese tiempo –la "cuarentena"-, la mujer salía por primera vez de casa, tras haber dado a luz.
Sabemos que las culturas antiguas eran propensas a regular minuciosamente todo lo relacionado con la vida y la sexualidad: se trataba de dos dimensiones básicas, ante las que el ser humano se sentía sobrecogido. No es extraño que lo relacionado con ellas fuera campo propicio para la legislación que establecía tabúes y, en una cultura machista o patriarcal, declarara "impura" a la mujer cuando vivía algo relacionado con el sexo y el origen de la vida. Esta práctica, legislada en la ley judía, se halla en la base del establecimiento, precisamente el día 2 de febrero –una vez que se había convenido en fechar el nacimiento el día 25 de diciembre: "Dies Natalis Solis"- de esta doble fiesta en la Iglesia católica: la purificación de María y la presentación de Jesús. Y, como lectura adecuada para la misma, se toma este texto correspondiente al "evangelio de la infancia", de Lucas. Si todo el relato evangélico –aun sin negar un fondo histórico, nada fácil de determinar en cada caso- es catequesis, los relatos de la infancia no tienen otra finalidad que la de presentar –en clave teológica- lo que será Jesús para la comunidad de sus seguidores. Nos hallamos, pues, en la perspectiva de Lucas, en pura teología. Desde el inicio de su escrito, el autor quiere decirnos quién es Jesús. Y para ello se sirve de la figura de dos ancianos venerables, caracterizados por su ardiente espera de la liberación del pueblo. De ese modo, Lucas pone en labios de Simeón la palabra que, según su propia comunidad, define la identidad de Jesús: es el Salvador. No es casual: el llamado "tercer evangelio" será el que se refiera a Jesús con ese término, poniendo especial énfasis en mostrar su dimensión compasiva o misericordiosa, en particular con respecto a los pobres, los necesitados y los considerados "pecadores" por parte de la religión oficial. "Salvación", sin embargo, es una de tantas palabras gastadas y, en cierto sentido, pervertidas por el uso excesivo e inadecuado. Los tonos mítico-heterónomo, espiritualista, individualista, perfeccionista-culpabilizador, moralista-rigorista..., con los que ha solido venir revestida, la han sacado definitivamente de nuestro vocabulario cotidiano. Si, como sucede también con otras palabras igualmente gastadas, tuviéramos que encontrar otra que evocara su contenido, quizás podría servirnos el término "comprensión" (o incluso "consciencia"). Porque la "salvación" no es "algo" añadido a lo que somos; ni algo que hayamos de buscar "fuera" o en el futuro. Si todo es aquí y ahora, si únicamente existe el Presente y Presencia es nuestra verdadera identidad, la "salvación" (de la ignorancia, de la confusión, del sufrimiento y de la muerte) no puede consistir en otra cosa que en reconocerlo, es decir, encomprender y vivir lo que somos. En este sentido, es claro que nos "salvamos" en la medida en que accedemos a nuestra verdadera identidad. Y esta no puede ser objeto de una "creencia" –no se halla al alcance de la mente-, sino de una experiencia: únicamente podemos conocer quiénes somos precisamente cuando lo somos. Desde esta clave, Jesús no "viene a salvarnos" de un supuesto pecado original que nos habría hecho perder, por generaciones, la amistad de Dios. Nos salva porque reconocemos en él a alguien que ha "comprendido", que ha "visto" el Secreto último de lo Real y se ha vivido en coherencia con ello. Jesús nos salva porque nos hace de "espejo" de lo que somos todos (Enrique MARTÍNEZ, ¿Qué Dios y qué salvación? Claves para comprender el cambio religioso, Desclée De Brouwer). |
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