La directora de un documental sobre las maestras de la república, ha declarado que: "Estamos poniendo otra vez la educación en manos de la Iglesia Católica". Es admirable la capacidad que tienen algunas personas de formular frases rotundas, capaces de interpelar a muchas personas y cosechar adhesiones sinceras o interesadas... a pesar de que en el fondo carecen de fundamento. No nos dice quiénes son los desaprensivos que están cometiendo este atropello, pero nos alerta de una intriga para que nuestros hijos sean adoctrinados por quienes no deben.
Quizás convenga aclarar —una vez más— el concepto de "patria potestad". La patria potestad de un menor tiene por objeto garantizar su cuidado, desarrollo y educación integral, y corresponde a sus padres. Son los padres los que tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos; y nadie más. Ni el estado ni nadie. El problema surge cuando la inmensa mayoría de padres no tienen ni el tiempo necesario, ni la preparación adecuada para educarles por sí mismos, y tienen que delegar este derecho en terceras personas. Por tanto, es cada padre el que, libremente, "pone la educación de sus hijos en manos de..." quien cree conveniente. Si hay muchos escolares en la enseñanza concertada, es porque hay muchos padres que quieren este tipo de educación para sus hijos. Pero no debemos pararnos en esta consideración, porque hay mucho más. El origen de la controversia está en la distinta concepción que tenemos los hombres de la realidad que nos rodea. Para unos, en nuestro mundo no hay más realidad que la que vemos y entendemos, el universo no tiene por qué tener un sentido, el hombre nace y muere como cualquier otro ser viviente, y sus normas de conducta deben venir marcadas por la conveniencia individual y colectiva. Para otros, la realidad es más de lo que vemos y entendemos, el universo es creado, Dios le da sentido, como también da sentido a nuestras vidas más allá de la muerte material, y Dios es el referente final del éxito o fracaso del hombre... (Entre paréntesis, ambas posturas ante la vida son perfectamente legítimas, y la primera lección que hemos de aprender es que todos tenemos el derecho a profesar nuestras convicciones y el deber de respetar las convicciones de los demás). Así las cosas, si vamos al fondo de la cuestión veremos que sólo existen dos modelos educativos: el que considera al hombre como un animal racional cuyo destino es la muerte; y el que le supone también una dimensión trascendente. Podemos empeñarnos en presentar la enseñanza laica como un modelo de enseñanza neutro, pero no lo es, porque no existe ningún modelo neutro. La enseñanza laica, por propia definición, opta por una concepción del hombre materialista; sin Dios ni trascendencia... pero hay mucha gente que no está de acuerdo con esta forma de concebir al hombre. Como curiosidad; entre el setenta y cinco y el ochenta por ciento de los españoles declaran creer en Dios y en la vida después de la muerte, aunque muchos de ellos no practiquen ninguna religión. En teoría, la solución podría consistir en que los niños adquieran en el colegio conocimientos sobre distintas disciplinas académicas, y que sean los padres los que les eduquen —según sus criterios— en materia de moral y religión. Pero al expulsar a Dios de las aulas e ignorar el sentido trascendente de la vida, estamos jugando con las cartas marcadas. Estamos entronizando una concepción del hombre en detrimento de otra no menos legítima. Estamos poniéndoselo muy difícil a los padres que quieren trasmitir a los hijos sus convicciones religiosas... No caigamos en la trampa de confundir la aconfesionalidad de la educación con el laicismo sectario y beligerante.
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¿Y si la humanidad fuera iglesia, cuáles serían sus sacramentos? por: Oscar Fortin, Québec- Canadá2/18/2014 ¿Por qué no? Se trata de una pregunta que los cristianos deberían plantearse a la luz del mensaje evangélico, como, de igual modo, los no creyentes a la luz del sentido que dan a esta Humanidad. ¿Para los creyentes, la Humanidad no es, acaso, esa cara de Dios que se revela progresivamente y se expresa desde milenios? Verdadera cara de una Humanidad nueva que se deja descubrir en la aurora de un nuevo día, cada vez más liberada de las sombras de la noche y la bruma de la mañana. Pierre Teilhard de Chardin, paleontólogo del siglo pasado, tenía esta visión de una Humanidad en evolución, surgiendo de la opacidad de la materia y que se convertía cada vez más en energía y vida.
Creyentes o no, somos de esta humanidad y participamos todos en su evolución. La etapa que nos corresponde vivir es, sin ninguna duda, una etapa bisagra. Llegamos hasta el punto llamado por Teilhard de Chardin la emergencia de la conciencia de las conciencias. ¿Cuáles son los grandes problemas que vive esta humanidad de más de 7 miles millones de personas? Es forzoso reconocer el hecho que 1% de esta gran comunidad humana posee 52% de todas las riquezas de la tierra. Se dice incluso que las 85 personas más ricas de la tierra cumulan tanta riqueza que las 3,5 mil millones de personas más pobres. No es sorprendente que los pobres sean cada vez más pobres y que los ricos sean cada vez más ricos. Constatamos que las creencias se multiplican, que las sectas se manifiestan cada vez más con fanatismo, que las ideologías pasan a ser verdaderas religiones, mientras que otros se dejan guiar e interpelar por los imperativos del mundo en el cual viven. Se remiten a su conciencia y a su coraje. Realizamos que la casualidad y el destino no son la única explicación del origen de todos estos males. Los análisis nos revelan que hay ambiciones del poder, llevadas por la codicia y la búsqueda de las grandezas, que han llegado a crear sistemas que les permitían controlar todo los hombres y sociedades. ¿Qué padre, qué madre, amando a la humanidad, podrían permanecer los brazos cruzados delante de tanta ignominia y sufrimiento? Tan paradójico que eso pueda parecer, el tiempo que es nuestro y al cual participamos no comporta un solo lado, oscuro y perverso, sino también un lado lleno de esperanza. Constatamos un empuje de vida, un poco como aquel que surge a través de los dolores del parto. Una mirada rápida sobre lo que pasa actualmente en el mundo nos revela un despertar de los pueblos que no aceptan más acomodarse de sistemas políticos, económicos, sociales, religiosos que no respondan a lo que son y esperan. Tenemos la primavera árabe, el M-15 en España, los “Indignados” en Europa y los Estados Unidos, las manifestaciones estudiantes en Chile que reciben el apoyo de los de Argentina y México. Tenemos la conciencia de los pueblos emergentes en América Latina que declaran con voz alta y fuerza que hay otra manera de hacer política y dirigir el mundo. Los problemas de corrupción son denunciados y los políticos deshonestos mostrados del dedo. Todos esos movimientos están llevados por la esperanza de una nueva humanidad. Una nueva conciencia, esta vez a nivel planetario, toma forma y se manifiesta. La llegada del papa Francisco llega a ser para la Iglesia y el mundo una especie de símbolo de estos cambios tan esperados. No es para nada que se volvió en poco tiempo en una de las tres personalidades más admiradas y respetadas en el mundo. Somos esta humanidad que vive estos dolores de parto. Los dueños de este mundo no se alegran y quisieran proceder a su aborto, recurriendo a la potencia de las armas, a la amenaza de torturas y encarcelamiento, haciendo callar a los y las que denuncian. El dinero para la corrupción, las armas para matar, la mentira para engañar. No podemos vivir aún haciendo abstracción de esos 7 mil millones de humanos. Ellos son nosotros, nosotros somos ellos. Para el cristiano se trata de la catolicidad en lo que más tiene de existencial y interpelante. Para el no creyente es la humanidad en lo que más tiene de respetable. Para los unos y los otros, todos son unos hermanos, hermanas, camaradas, compañeros. El ¿“Qué hiciste a tu hermano?”, pedía Dios a Caín, se convierte en una interpelación que va dirigida a la conciencia de cada uno y cada una de nosotros. Para el no creyente, impregnado de justicia, de verdad, de solidaridad, esta humanidad a construir le empuña el corazón tanto como a los cristianos. Ya no estamos en las ceremonias de los templos, hechos de piedras, sino en las celebraciones de compromisos que cambian el mundo. Si las potencias de soberanía son fuertes, las de la resistencia y denuncia se vuelven cada vez más enérgicas. Las mentiras con las cuales dirigen a los pueblos se evaporan a la luz de una verdad que no abdica. La codicia, cubierta de virtudes de caridad y humanidad, se revela en toda su desnudez. El mundo cambió y con él la consciencia. Hablamos de esta conciencia que cruza este mundo y que llega a su nivel superior. Ella es la nueva sinergia que hace pasar la humanidad de la dependencia de los grandes y potentes a la solidaridad y libertad compartida por los humildes de la tierra. Esta nueva humanidad, marchando por adelante, está dominada por polos que mantienen todas las partes unidas y vivas. Estos polos pueden sintetizarse en lo que siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, pero nunca de manera tan consciente y universal como ahora. Para algunos, ellos serán los “sacramentos de la vida” y para otros las “grandes señales éticas”, permitiendo evitar los descontroles y al mismo tiempo comprometiendo a todos y todas para el desarrollo de la humanidad. He aquí los siete sacramentos y señales éticas que me parecen más fundamentales y universales. La VERDAD ¡Cuántas marrullerías y mentiras estallan en pleno día! Los maestros brujos capaces de disfrazar las mentiras en verdades se encuentran cada vez más desprovistos de su poder de trampear. Rápidamente están desenmascarados y devueltos a sus marrullerías. Las guerras se hacen y se defienden con mentiras conscientemente calculadas y bien envueltas. Este tiempo del fraude ha alcanzado sus límites como la oscuridad de la noche alcanza sus límites con la llegada de la aurora. Practicar la verdad y denunciar las marrullerías se convierten en una señal (sacramento) de conformidad con la humanidad. La JUSTICIA En nombre de una supuesta libertad, los amos de este mundo transformaron las leyes fundamentales de la justicia humana en leyes que les garantizaban todos los poderes para pillar, explotar, especular en toda impunidad. Aquí no se trata de esta justicia sino de la que envuelve los derechos de todas las personas de la “casa común”. Luchar contra estas derivas de la justicia a la carta para los potentes es hacer acto de humanidad tanto como de cristiandad. LA SOLIDARIDAD Hay la solidaridad de los grandes y potentes cuya solidez se basa en vínculos de intereses, ambiciones, conquistas abastecidas por la corrupción, la marrullería y la manipulación. La solidaridad humana es totalmente otra. Se basa en vínculos de gratuidad, respeto, bondad, verdad, justicia, compartimiento y compasión. De ella debemos alimentarnos y viviendo con ella haremos obra de humanidad. LA CATOLICIDAD No la de una religión o de una creencia, sino aquélla que interpela a toda persona de buena voluntad en cuanto al alcance de sus compromisos humanos. Existe la mirada que se limita a nuestro medio ambiente inmediato, pero hay también la mirada que abraza la humanidad entera, del más pequeño al más grande, del más rico al más pobre, del más inteligente al menos inteligente, etc. La catolicidad nos obliga a superar nuestras individualidades para unirnos a esta humanidad en gestación en cada ser humano y a la cual estamos estrechamente asociados. La catolicidad es esta “casa común” de que habla el papa Francisco en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” la cual es inclusiva y no exclusiva. Llevar este espíritu de catolicidad, es responder a la aspiración de la humanidad entera. LA VIDA Estoy siempre interpelado fuertemente por estos movimientos que se levantan contra el aborto apoyando con voz alta y fuerte la defensa de la vida de los fetos, siendo al mismo tiempo partidarios de estas guerras que matan por centenares de millares de hombres, mujeres y niños. Estar en favor de la vida es estar en contra de todas las guerras que matan y por las vías del diálogo que permiten solucionar los problemas. Estar en favor de la vida es hacer también posible todo desarrollo y su aparición (nacimiento) en el mundo de la comunidad humana. No se puede estar en favor de la vida y solidarizarse con los sistemas que generan la pobreza, las hambres que matan por centenares de millones de personas anualmente. El combate por la vida debe ser el de todas las mujeres, de todos los hombres y de todos los niños de nuestro planeta tierra. LA LIBERTAD Tenemos la libertad de los anarquistas, de las oligarquías, de los individuos, de los grupos que usurpan, de alguna manera, la libertad de los demás. La libertad en cuestión, aquí, es la que se alimenta con la libertad de todos los demás humanos. El verdadero artesano de la libertad no podría estar plenamente libre sin que el último de los humanos no lo sea. Esta libertad se distancia mucho de la libertad que representa la medalla de la libertad con la cual los potentes de este mundo honran a aquellos que les facilitan esta libertad construida sobre la dominación de los demás. La lucha por la libertad que abre el espíritu a la verdad y a la solidaridad es otro imperativo de la humanidad. El AMOR Esta palabra “amor” expresa y resume, al mismo tiempo, las seis grandes referencias previas. El “amor” es su inspiración y coronación. Amar es dejar entrar en sí a la humanidad con todo lo que es y con todo lo que conlleva. Es domesticarlo y dejarse domesticar. Como lo escribía St-Exupéry, “se conoce bien, solamente con los ojos del corazón.” CONCLUSIÓN Aquí, hemos llegado a esta HUMANIDAD, única et verdadera COMUNIDAD de los hombres y mujeres que la incorporan, en esta “casa común”. Para los cristianos, allí está la casa de Dios, para los no creyentes, allí se encuentra la vida en lo que tiene de reto, de dignidad y razón de ser. En un caso u otro estamos todos interpelados por estos siete sacramentos (imperativos) o, si se quiere, esas siete señales incontorneables de una humanidad que sea la auténtica imagen de su autor. Jesús de Nazaret es esta imagen y sigue siendola a traves de todas las personas de buena voluntad que andan por este camino. El problema para el nuevo Papa es que las ideas de los fieles sobre la doctrina varían mucho de un continente a otro
Algo extraño está ocurriendo entre los católicos del mundo que mientras aprueban y aplauden casi a la unanimidad al papa Francisco, rechazan buena parte de la doctrina de su Iglesia. Ello crea una gran responsabilidad al nuevo papado recién instaurado. Si el Vaticano tomara como plausibles los resultados de esta encuesta, ¿cómo debería comportarse el papa Francisco con esas imposiciones actuales de la Iglesia en las que ya no creen sus fieles, sobre todo los más jóvenes? Entre los temas como aborto, uso del condón, celibato obligatorio, matrimonio de homosexuales, sacramentos a los divorciados o sacerdocio femenino, algunos resultados no dejan de ser sorprendentes. Las iglesias católicas “nuevas”, las alejadas de Europa, son las que tienen más contradicciones Por ejemplo, el hecho de que la Iglesia del futuro, es decir la de los jóvenes católicos de hoy, estará formada por los más críticos a esas enseñanzas de la Iglesia en materia de sexualidad y costumbres. En la medida en que los católicos suben de edad, sus posiciones parecen más conservadoras. Y esa es la Iglesia que menos contará en el futuro. Hay más. Si para este Papa, llegado de la periferia del mundo, la Iglesia que más parece interesarle es justamente la de los suburbios del planeta, son estas iglesias llamadas “nuevas” en contraposición a la vieja iglesia europea, las que presentan mayores contradicciones. Por ejemplo, las iglesias de África y Asia aparecen a las antípodas de las europeas y americanas presentándose rotundamente más conservadoras. Sorprende, por ejemplo, la mayoría aplastante de católicos que en África se dicen contrarios a la abolición del celibato sacerdotal o del sacerdocio de la mujer. Ello llevaría a pensar medidas diferentes para iglesias también diferentes sin pretender legislar para la Iglesia universal. Recuerdo que durante el Concilio Vaticano II entrevisté al único cardenal negro entonces, Mons. Rugambwa. Le pregunté cuales eran los problemas más graves de la Iglesia en aquel momento y me respondió con una punta de ironía: “¿En qué tribu de mi diócesis?”. Fue toda una lección que nunca olvidé, porque me comentó después: “Ese es el problema de vosotros los europeos que queréis legislar para la Iglesia Universal cuando hasta en mi diócesis los problemas pueden ser diferentes en cada etnia”. Otro dato que deberá ser analizado es que los católicos que más van a la Iglesia, es decir, los más practicantes son también los más conservadores. ¿A quienes escuchará el Papa? ¿A esos fieles más devotos o a las ovejas más alejadas que aparecen al mismo tiempo más sintonizadas con los tiempos actuales? Los que menos frecuentan son los más abiertos y por tanto los más cercanos a los jóvenes. Los católicos que viven en regiones secularizadas como Europa o Estados Unidos son los que más rechazan la doctrina tradicional de la Iglesia en materia de sexo. Son, al revés, los católicos de países menos secularizados, para quienes la religión supone aún un factor importante en la sociedad, los que mejor aceptan ciertos preceptos conservadores. Choca, sin embargo, cómo la Iglesia está dividida en varios planos. Mientras la mayoría rechaza la condena del aborto, quizás el tema al que la Iglesia jamás renunciará porque choca con el principio fundamental del derecho a la vida, está a favor de otros temas a los que la Iglesia podría renunciar como el celibato obligatorio que no es ningún dogma y que el papa podría abolir de un plumazo. O incluso el rechazo de que la mujer pueda acceder al sacerdocio que se advierte en las Iglesias de América Latina, África y Ásia, mientras sería admitido en Europa. Al contrario, la unión estable entre personas del mismo sexo es rechazado casi masivamente en la secularizada Europa y con un porcentaje menor, por ejemplo, en América Latina. No lo sería fácil al papa Francisco, con estos resultados en la mano, tomar decisiones para todas las Iglesias, sobre todo porque se advierte también en materia de doctrina tradicional la influencia de los diferentes episcopados en las decisiones de los católicos. Dos ejemplos clásicos son México y Brasil. Mientras el primero aparece muy tradicional en temas como la aceptación de curas casados (65% en contra) y hasta el más crítico con la figura del nuevo papa, o el 61% se opone al matrimonio gay, Brasil, aparece mucho más liberal en todo. Ello depende en parte a que Brasil tuvo en el pasado un episcopado que se destacó por su apertura social y su acercamiento a los problemas reales de la gente con figuras conocidas mundialmente como Helder Camara, Evaristo Arns, Aloisio Lorsheider o Mons. Pedro Casaldaliga, que actuaron desafiando tantas veces las directrices conservadoras llegadas desde El Vaticano. Queda claro que la Iglesia Católica no es unánime en su pensamiento, a veces aparece hasta contradictoria y con diferencias profundas dentro de un mismo continente como, por ejemplo, en América Latina. Ello dificultará, sin duda las decisiones del nuevo papa Francisco. Aplaudido personalmente por unanimidad planetaria por los católicos que rechazan en cambio varios puntos de la doctrina de la Iglesia, ello podría significar que los católicos confían en que este Papa estará a favor de abrir nuevos caminos de diálogo, que dejará arrinconadas nuevos anatemas y que caminará por los senderos evangélicos de la comprensión y de la misericordia. Es, en efecto, el primer papa que ha admitido públicamente: “Yo también peco”. Paradójicamente con él pueden identificarse hoy sea los aún conservadores que los que desean abrir caminos nuevos. Ahí reside la responsabilidad de Francisco de haber recibido un sobresaliente tanto por parte de unos como de otros. Ahora su desafío será cómo, en las materias controvertidas, podrá contentar a todos a la vez. Seguimos en el sermón del monte de Mateo. La lectura de hoy afronta un tema complicado. Cómo armonizar la predicación y la praxis de Jesús con la Ley, que para ellos era lo más sagrado. Problema radical que se plantea en todos los órdenes de la vida, cuando hay que ir más allá de lo conocido y afrontar la novedad sin destruir lo que ya tenemos.
Tuvo que ser muy difícil para un judío aceptar que la Ley no era algo absoluto. Jesús fue contundente en esta materia y abrió un camino a los primeros cristianos, que a pesar de ello, muchos años después de morir Jesús, todavía se estaban peleando por circuncidar o no circuncidar, por comer o no comer ciertos alimentos, por cumplir o no, el sábado, etc. Todavía hoy seguimos anclados en muchos clichés que nos impiden avanzar en la humanización. Por ejemplo: la idea que tenemos de "palabra de Dios" es arcaica. Ni una sola palabra de la Biblia es de Dios en sentido propio. Ni siquiera las diez palabras (mandamientos) las ha dicho o escrito Dios. El verano pasado se salió una persona de la iglesia por oírme decir que Dios no había dado ninguna tabla de piedra a Moisés. Podemos decir que la Biblia es palabra de Dios, pero es, sobre todo, palabra humana y como tal, nunca podrá ser definitiva. Esto bien entendido es el punto de partida indispensable para entender las Escrituras. El hombre siempre tiene que estar diciendo: habéis oído que se dijo, pero yo os digo, porque conocemos cada vez mejor la naturaleza y al ser humano. Si Jesús y los primeros cristianos hubieran tenido la misma idea de la Biblia que muchos cristianos tienen hoy, no se hubieran atrevido a rectificarla. Cuando hablamos de ley de Dios, no queremos decir que en un momento determinado, Dios haya comunicado a un ser humano su voluntad en forma de preceptos, ni por medio de unas tablas de piedra, ni por medio de palabras. Dios no se comunica a través de signos externos, sino a través del ser. La voluntad de Dios no es algo distinto de su esencia. Dios sólo puede comunicar su voluntad a través del ser en la creación. Si fuésemos capaces de bajar hasta lo hondo del ser, descubriríamos allí esa voluntad de Dios; ahí me está diciendo lo que espera de mí. La voluntad de Dios no es nada añadido a mi propio ser, no me viene de fuera. Está siempre ahí pero no somos capaces de verla. Esta es la razón por la que tenemos que echar mano de lo que nos han dicho algunos hombres que sí fueron capaces de bajar hasta el fondo de su ser y descubrir lo que Dios espera de nosotros. De esta manera nos llega de fuera lo que tenía que venir de dentro. Moisés supo descubrir lo que era bueno para el pueblo que estaba tratando de aglutinar, y por tanto lo que era bueno para cada uno de sus miembros. No es que Dios se le hubiera manifes¬tado de una manera especial, es que él supo aprovechar las circunstancias especiales para profundizar en su propio ser. La expresión de esta experiencia es voluntad de Dios, porque lo único que Él quiere de cada uno de nosotros es que seamos nosotros mismos, es decir, que lleguemos al máximo de nuestras posibilidades de ser humanos. ¿Qué significaría entonces cumplir la ley? Algo muy distinto de lo que estamos acostumbrados a pensar. Una ley de tráfico, se puede cumplir perfectamente sólo externamente: aunque esté convencido de que el "stop" está mal colocado, yo lo cumplo y consigo el objetivo de la ley, que no me la pegue con el que viene por otro lado o evitar una multa. En lo que llamamos ley de Dios, las cosas no funcionan así. El objetivo de esta ley es el cambio profundo de mi ser hasta adecuarlo a lo que Dios espera de mí. Si no descubro que lo que la ley me ordena, es lo que exige mi propio ser; si no interiorizo ese precepto hasta dejar de ser precepto y convertirse en convencimiento total de que eso es lo mejor para mí, el cumplimiento de la ley me deja como estaba, no me enriquece ni me hace mejor. Fijaros en lo que dice Jesús en el evangelio, "si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos." Ellos cumplían la ley escrupulosamente, pero solo externamente, y eso no les hacía mejores sino mezquinos. Desde esta perspectiva, podemos entender lo que Jesús hizo en su tiempo con la Ley de Moisés. Si dijo que no venía a abolir la ley, sino a darle plenitud, es porque muchos le acusaron de saltársela a la torera. Jesús no fue contra la ley, sino más allá de la Ley. Quiso decirnos que toda ley se queda siempre corta, que siempre tenemos que ir más allá de la letra, de la pura formulación, hasta descubrir el espíritu. Esa actitud de Jesús es la que tenemos que adoptar todos en cualquier época. Siempre la voluntad de Dios estará más allá de cualquier formulación, por eso tenemos que seguir perfeccionándolas. Jesús pasó, de un cumplimiento externo de leyes, a un descubrimiento de las exigencias de su propio ser. Esa revolución que intentó Jesús, está aún sin hacer. No solo no hemos avanzado nada en los dos mil años de cristianismo, sino que en cuanto pasó la primera generación de cristianos hemos ido en la dirección contraria. Todas las indicaciones del evangelio en el sentido de vivir en el espíritu y no en la letra, han sido ignoradas olímpicamente. Todavía seguimos pensado en un dios legislador, imponiendo su Ley. "Habéis oído que se dijo a nuestros antepasados: no matarás, pero yo os digo: todo el que está enfadado con su hermano será procesado". No son alternativas, es decir o una o la otra. No queda abolido el mandamiento antiguo sino catapultado a niveles increíblemente más profundos. Nos enseña a ir más allá del las acciones externas para poder descubrir su auténtico valor. Una actitud interna negativa, es ya un fallo contra tu propio ser, aunque no se manifieste en una acción concreta contra el hermano. "Si cuando vas a presentar tu ofrenda, te acuerdas de que tu hermano tiene queja contra ti, deja allí tu ofrenda y veta a reconciliarte con tu hermano..." Se nos ha dicho por activa y por pasiva que lo importante era nuestra relación con Dios. Toda nuestra religiosidad, sobre todo la confesión tal como se nos ha enseñado, está orientada desde esta perspectiva equivocada. El evangelio nos dice que más importante que nuestra supuesta relación con Dios, es nuestra relación efectiva con los demás. No dice el texto: "si tú tienes queja contra tu hermano", sino "si tu hermano tiene queja contra ti". ¡Que difícil es que yo me detenga a examinar si mi actitud pudo defraudar al hermano! Es impresionante, si no fuera tan sabido: "deja allí tu ofrenda y vete antes a reconciliarte con tu hermano". Las ofrendas, los sacrificios, las limosnas, las oraciones no sirven de nada si otro ser humano tiene pendiente la más mínima cuenta contigo. Solo lo que hagas con relación a los demás lo estás haciendo con relación a Dios. Nos hemos olvidado que eliminar las leyes no puede funcionar si no suplimos esa ausencia de normas por un compromiso de vivencia interior que las supere. Las leyes solo se pueden tirar por la borda cuando la persona ha llegado a un conocimiento profundo de su propio ser. Ya no necesita apoyaturas externas para caminar hacia su verdadera meta. "ama y haz lo que quieras" o "el que ama ha cumplido el resto de la Ley" Jesús descubre que la Ley no es el fin, sino un medio para llegar a Dios que es el fin. Hoy hemos descubierto que ni siquiera Dios es el fin. El fin es el hombre concreto. Si nos hemos liberado ya de la Ley (externa), aún nos falta liberarnos de Dios, es decir, del Dios Señor poderoso que desde fuera nos controla y manipula. "Ama y haz lo que quieras" Meditación-contemplación Cumplir la Ley solo evita el castigo. Eso no es buena noticia. El amor te hace humano y esa es su verdadera recompensa. El amor no es un medio para alcanzar un premio. Es el camino y la meta de todos los caminos. ....................... La voluntad de Dios eres tú mismo. Si la buscas en otra parte, trabajarás en vano. Todos los mandamientos son corsés que te impiden crecer, porque pondrán limites a tu desarrollo interior. ..................... Las normas religiosas son andaderas que impedirán una caída. Las puedes necesitar durante mucho tiempo. Pero el día que aprendas a andar, serán un gran estorbo. Y si un día pretendes correr, será imposible. Las bienaventuranzas y las parábolas de la sal y la luz, leídas en los domingos anteriores, forman la Introducción al Sermón del Monte. Hablan de quiénes pueden entender el mensaje del Reino de Dios y de dos peligros que les acechan. A partir de este momento es cuando Mateo entra propiamente en materia. Va a presentar la oferta religiosa de Jesús, contraponiéndola a la de los escribas, los fariseos y los paganos. Y esto puede suscitar en el público o el lector la sospecha de una doctrina revolucionaria, en desacuerdo con la tradición de Israel.
Mateo lo tranquiliza. No ocurre nada de eso. «No penséis que he venido a derogar la Ley o los Profetas. No he venido a derogar sino a dar cumplimiento...» La Ley y los Profetas representan para un judío el mensaje de Dios, sus promesas, la alianza con él, la salvación. Jesús no viene a suprimir nada de esto, sino a darle plenitud. No hay que tener miedo a su doctrina. Más aún. Su enseñanza es tan importante que quien se salte uno de sus preceptos mínimos será mínimo en el Reino de Dios; quien los cumpla será grande en ese Reino. Estas palabras desconciertan a muchos lectores y comentaristas porque Jesús parece defender hasta las normas más pequeñas del AT, en contra de lo que ocurre a lo largo del Evangelio. Creo que esto se debe a un error de interpretación. Cuando Jesús condena «al que se salte uno de estos preceptos mínimos» no se refiere a los preceptos del AT sino a los que el va a indicar a continuación. Jesús no está defendiendo la letra del AT, sino su espíritu. Ese espíritu del AT también intentaban vivirlo otros grupos de la época, como los escribas y fariseos. Pero Jesús está en desacuerdo con ellos y lo advierte claramente desde el principio: «Si vuestra fidelidad no supera la de los escribas y fariseos, no podéis entrar en el Reino de los Cielos». Es un desafío durísimo, que exige aclaración. A eso dedica el evangelista las secciones siguientes, donde habla de la actitud cristiana ante la ley (contra los escribas) y de la actitud cristiana ante las obras de piedad (contra los fariseos). En la liturgia de este domingo y del siguiente sólo se recoge el tema de la ley. 1. Los escribas Sociológicamente, los escribas constituyen un grupo muy heterogéneo, al que pertenecen sacerdotes de elevado rango, simples sacerdotes, miembros del clero bajo, de familias importantes y de todos los estratos del pueblo (comerciantes, carpinteros, constructores de tiendas, jornaleros). Incluso encontramos gente que no eran de ascendencia israelita pura, sino hijos de madre o padre convertidos al judaísmo. El poder de los escribas radica en exclusivamente en su ciencia. Quien deseaba ser admitido en la corporación debía hacer un ciclo de estudios de varios años. Generalmente, desde los 14 años de edad dominaba la exégesis de la Ley (Pentateuco). Pero la edad canónica para la ordenación eran los 40 años. A partir de entonces estaba capacitado para zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, para ser juez en procesos criminales y tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien individualmente. Tenía derecho a ser llamado rabí. Y se les abrían los puestos claves del derecho, de la administración y de la enseñanza. 2. El peligro del legalismo A pesar de la gran estima de que gozan entre la gente, a Jesús no le resultan simpáticos. No quiere que sus seguidores se parezcan a los escribas, ni que los puedan confundir con ellos. Porque en su postura existe un peligro gravísimo de legalismo, es decir, de exaltación de la ley y de la norma por encima de todas las cosas. Al legalismo, se puede llegar por dos caminos muy parecidos: a) Buscando seguridad humana. Una persona inmadura, con miedo a correr riesgos, prefiere que le indiquen en cada momento lo que debe hacer. Cuantas más normas, mejor, porque así no se siente insegura. b) Buscando seguridad religiosa. Estas personas conciben la salvación como algo que se gana a pulso, a base de esfuerzo, cumpliendo en todo momento la voluntad de Dios. Esta voluntad de Dios no la conciben como una actitud global en la vida, sino concretada en una serie de actos. Cuantas más normas me dicten, mejor conoceré lo que Dios quiere y me resultará más fácil salvarme. En lo anterior hay cosas buenas y malas. Pero lo más grave es que la persona amante de las normas corre el peligro de quedarse en la letra de la ley, sin profundizar en su espíritu, que es más exigente. Por ejemplo, la ley manda no comer carne los viernes de cuaresma. Y se queda tranquila con cumplir la letra de la ley, pero no le preocupa comer langosta o gambas. La ley manda ir a misa los domingos y días de fiesta, y la cumple a rajatabla; pero quizá no dedica ni un minuto a Dios durante el resto de la semana. Otro grave riesgo de la mentalidad legalista es que, con la ley en la mano, se puede machacar al prójimo y amargarle la existencia. Se critica al que no vive como uno considera conveniente, se le condena, incluso se le persigue. 3. La crítica de Jesús al legalismo Para combatir esta postura legalista y enseñar a sus discípulos a actuar cristianamente, Mateo pone en labios de Jesús seis casos concretos, referentes al asesinato, adulterio, divorcio, juramento, venganza y amor al prójimo (Mateo 5,21 48). Este domingo se leen los cuatro primeros; los dos últimos, el domingo próximo. 3.1. En el primer caso, asesinato, Jesús lleva la ley a sus consecuencias más radicales. El quinto mandamiento prohíbe matar. La mentalidad legalista, ateniéndose a la letra, se contenta con no hincarle un puñal al prójimo. Jesús dice que el espíritu del mandamiento va mucho más lejos. Lo importante no es sólo respetar la vida física del prójimo, sino también toda su persona. El mandamiento hay que interpretarlo en un sentido muy amplio, que prohíbe también el trato airado, el insulto y la calumnia. Este tema es para Jesús tan importante, que añade una consecuencia práctica: «Si yendo a presentar tu ofrenda al altar...» 3.2. En el segundo caso, adulterio, Jesús también interpreta el mandamiento de forma radical. La letra de la ley sólo se fija en el hecho físico. Pero Jesús va a su espíritu profundo, teniendo en cuenta incluso el peligro remoto de caer. Por eso añade una de las frases más duras del evangelio: «Si tu ojo derecho te pone en peligro...» Estas palabras no hay que entenderlas literalmente, pero reflejan la importancia que tiene el tema para Jesús. 3.3. En el caso del divorcio, Jesús anula la ley en vigor. El texto exigiría un comentario muy detenido y técnico. Conviene recordar que, en tiempos de Jesús, el divorcio era algo reservado casi exclusivamente al hombre. Por otra parte, la cuestión se había convertido en tema de disputa entre distintas escuelas rabínicas, unas de mentalidad muy amplia; otras, muy estricta. Para Jesús, el matrimonio es demasiado sagrado, y la situación de la mujer repudiada demasiado trágica, para que se convierta en tema de discusión. Y suprime de un plumazo la ley del divorcio, exceptuando el caso de porneia (término que se presta a diversas traducciones: «impureza», «unión ilegal», «adulterio»). 3.4. En el caso del juramente, también anula la ley. Jesús se mueve en una sociedad que usa y abusa del juramento. Continuamente, en la plaza, en la calle, en la casa, se jura invocando el nombre de Dios, el cielo, la tierra, Jerusalén... Jesús considera esto una falta de respeto y una estupidez. Porque el hombre, al jurar, está invocando algo que no le pertenece, de lo que no puede disponer. Y, al mismo tiempo, puede encubrir con el juramento una mentira. El discípulo de Jesús tiene que moverse en una honradez y sinceridad tan absolutas que le baste decir sí y no. (Es curioso que, actualmente, los que se presentan como cristianos juran; y los que se presentan como laicos, prometen). En resumen, Jesús combate la postura legalista llevando el mandamiento a sus últimas consecuencias o anulando la ley en vigor. El próximo domingo veremos otro recurso: cambiar la ley por una norma más exigente. * * * La primera lectura, del Eclesiástico, corrobora lo que dice el comienzo del evangelio sobre la alternativa de cumplir o no cumplir la voluntad de Dios. Todos tenemos la posibilidad de elegir entre el fuego y el agua, la muerte y la vida, ser pequeño o grande en el Reino de Dios. La última frase, Dios «no deja impunes a los mentirosos» puede aplicarse muy bien a lo que dice Jesús de los legalistas. El escriba que era Mateo se vio atrapado en un conflicto, al igual que la mayor parte de su comunidad: ¿cómo conciliar la novedad de Jesús con la fidelidad a la ley de Moisés?
Es ese dilema el que produce, en el evangelio, afirmaciones que suenan contradictorias (por más que los exegetas traten luego de armonizarlas): así, se dice que se ha de cumplir hasta la última tilde de la ley pero, al mismo tiempo, se habla de una "justicia" mayor que la de los letrados y fariseos; se afirma que Jesús no viene a abolir la ley, pero a continuación se formulan las famosas "antítesis" ("se dijo..., pero yo os digo..."), que suponen una auténtica ruptura con la ley anterior. En cierto modo, da la impresión de que las primeras comunidades judeocristianas –como la del propio Mateo- se vieron obligadas a mantener un equilibrio no siempre fácil entre quienes enfatizaban la novedad y quienes, por el contrario, buscaban salvar a toda costa la ortodoxia tradicional. Con esta clave de lectura, resulta más fácil dar razón de las contradicciones del texto. Por otro lado, las dificultades surgidas en la vida cotidiana de la comunidad explicarían también esas referencias minuciosas acerca de los pleitos. Con respecto a las conocidas antítesis, lo más llamativo, sin duda, es su radicalidad. Una radicalidad que apunta al corazón: no se trata solo de "no matar", "no adulterar" o "no jurar". Recurriendo a un estilo hiperbólico, tan del gusto oriental, Jesús apunta directamente a la necesidad de vivir en conexión constante con lo mejor de nosotros mismos, es decir, anclados en esa identidad profunda que compartimos con todo y con todos. Solo desde ese "lugar" –con esfuerzo, pero sin ningún tipo de voluntarismo- es posible "ver" de tal manera que lo que brote de nosotros lleve el sello del amor, hasta en lo más pequeño. Esa forma de "ver" y de vivir está por encima del culto. Por ello, el texto insiste en priorizar la reconciliación por encima de la ofrenda del altar. Cuando uno se asoma por determinados portales de Internet que se dicen cristianos y lee los insultos groseros con los que se descalifica a quien manifiesta una opinión diferente, le duele constatar lo lejos que estamos aún de las palabras del Maestro, lo lejos que estamos aún de "ver". Hoy se cumple un año de la histórica renuncia de Benedicto XVI
Joseph Ratzinger no ha impuesto sus criterios a su sucesor Hay en la sede de la asociación de la prensa extranjera en Roma una fotografía tomada durante la Pascua de 2004, en la que Juan Pablo II, ya visiblemente enfermo, intenta besar el crucifijo que sostiene en sus manos el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe —la antigua Santa Inquisición—. El papa polaco, que había llegado a la silla de Pedro en 1978, aún viviría un año más de terrible agonía, presenciada tan de cerca como en la foto por el cardenal Ratzinger, quien, en 2010, cinco años después de convertirse en Benedicto XVI, declararía al periodista Peter Seewald: “Cuando un Papa llega a la clara conciencia de no ser más capaz física, mental y espiritualmente de desarrollar el cargo que le ha sido encomendado, entonces tiene el derecho, y en algunas circunstancias también el deber, de renunciar”. más información El Papa anuncia su renuncia el próximo 28 de febrero por razones de salud Benedicto XVI promete obedecer al papa Joseph Ratzinger se convierte en el 265º Papa bajo el nombre de Benedicto XVI Aquel aviso para navegantes, incluido en el libro-entrevista Luz del mundo, no fue suficientemente ponderado hasta que, a las 11.40 del día 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI se dirigió en latín a los cardenales reunidos en consistorio ordinario en el Vaticano: “Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma”. La noticia bomba —el último pontífice en renunciar había sido Celestino V allá por 1294— fue enseguida achacada a la difícil situación que Benedicto XVI había vivido en los últimos meses, en los que el Vaticano había aparecido a los ojos del mundo como el escenario de luchas de poder de las distintas facciones. El robo y posterior difusión de la correspondencia secreta de Joseph Ratzinger —por los que fue detenido y condenado su ayuda de cámara, Paolo Gabriel, su hasta entonces fiel Paoletto— había dejado claro que Benedicto XVI era efectivamente el “pastor rodeado por lobos” que describió L’ Osservatore romano. Un anciano de 86 años sin fuerzas ni carácter para emprender las batallas urgentes —lucha contra la pederastia, reforma de una curia envenenada— que necesitaba una Iglesia cada vez más apartada de los fieles. La renuncia fue el grito de un hombre que jamás había levantado la voz. Los días que siguieron al anuncio fueron planificados por Ratzinger milimétricamente. No solo la secuencia cinematográfica en la que, a las cinco de la tarde del día 28 de febrero, bajo el tañer de todas las campanas de Roma, un helicóptero lo trasladó desde el Vaticano hasta la residencia de Castel Gandolfo, donde dejó de ser Papa tres horas después. También calculó Joseph Ratzinger sus cuidados mensajes de despedida —habló del sufrimiento y la corrupción que golpean la Iglesia, del diablo infiltrado para destruir la obra de Dios— y hasta su silencio posterior. Dijo que se apartaría del mundo y, en buena medida, lo ha hecho. Siguió vistiendo de blanco y viviendo en el Vaticano, pero su presencia —lejos de los que algunos temían—no ha llegado en ningún momento a importunar a su sucesor. Según monseñor George Gaenswein, quien fuera su secretario personal y ahora acompaña al papa Francisco como prefecto de la Casa Pontificia, Benedicto XVI nunca se arrepintió de su decisión. Decidió bajarse de la cruz antes de permitir, como el Juan Pablo II de la fotografía, que la televisión ofreciese su calvario en directo. 1.De despedida en el Ateneo de Madrid
2. Acompañándole : abiertos a la esperanza – 3 teólogos y 2 testimonios - 3. Epílogo político-mediático: un filósofo y un futbolista In memoriam Con Carlos París 17-julio-1925 – 31-enero-2014 ABIERTOS A LA ESPERANZA Para Lidia Falcón, hijos, familia y amigos Benjamín Forcano 1. Con Carlos París en el Ateneo de Madrid, en el homenaje de nuestro último adiós Conocí y traté a Carlos por colaborar juntos en causas que nos unían profundamente. Él pensador, yo teólogo. Pensador guiado siempre por asegurar la dignidad, el bien y la emancipación de personas y pueblos. Riguroso, libre, honesto, incapaz de sucumbir a prebendas, intereses o sobornos . No es corriente, en un país como el nuestro, y lo quiero recalcar, encontrar juntos a pensadores de este tipo, con miembros de la Iglesia católica. En nuestro caso, no hubo problema. Carlos era exquisito en el trato y en el respeto, fuera quien fuera su interlocutor. Dialogamos, nos entendimos y compartimos. Nos unían causas comunes. Un ejemplo, creo, de cómo en este país , tan históricamente convulsionado por extremismos de una y otra parte, entre católicos y creyentes de otras religiones, entre católicos y no creyentes, se puede convivir desde posiciones diferentes, si no olvidamos que en lo hondo, como humanos, nos anhelos y valores comunes, muy importantes. Tuve la suerte de comprobarlo con Carlos y lo realzo agradecido, convencido de que por ese camino nos iría bien a todos. Colaboramos juntos, sin ignorar, y desechando, los prejuicios, los errores y los dogmatismos que tanto nos han enfrentado y perjudicado El y yo, y tantos otros, hemos conocidos tiempos propicios, hemos pasado por encima de barreras estúpidas, y hemos promovido nuevos cauces de integración y convivencia. Un bien, un reto y un camino a no olvidar. Gracias Carlos. (3 de Febrero de 2014 – Ateneo de MADRID) 2.Acompañándole , abiertos a la esperanza Te saludé Lidia y emocionada me dijiste:”Para esto sí que no hay consuelo”. Cierto, Carlos no vuelve ni nos brinda más su sonria. Inerte materia, de la que salió quien la comandaba. Misteriosamente. Y ante el misterio, cada cual se resguarda sobrecogido. Despedíamos a Carlos. Lo hicimos con tensa y serena esperanza. ¡Qué difícil entender el amor a esta vida con el hecho de la muerte! Y, aún entendiéndolo, qué difícil asimilar la paradoja de la ausencia con la presencia. Necesitamos acompañarnos, escucharnos, susurrarnos para ir encontrando el sentido de la vida. Nuestra cultura nos aparta de la muerte, como si con ella nos viniese la nada. ¡Cómo nos han aterrorizado! Necesitamos decirnos cosas. A mis amigos, a unos y a otros, puedo traerles el pasaje aquel en que, ante algo similar y gente que le rodeaba, un tal Pedro de Galilea dijo: “Os hablo de Jesús el Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros, realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio” ( Hch 2, 22-24). Todos nosotros somos testigos. Entérese bien todo Israel de que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis ( Hch 2,32,36). Y brindo palabras de quienes, mortales como nosotros, arrojan hilos de luz y esperanza: Leonardo Boff: “La muerte es una invención de la vida para que la vida pueda continuar viviendo bajo otra forma. Morir no implica abandonar este mundo, sino que significa entrar más profundamente en este mundo, en su corazón, ahí donde habita Dios en su gloria y en su supremo dinamismo vital. Por eso los cristianos decimos: morir es cerrar los ojos para ver mejor, no vivimos para morir, sino morimos para resucitar y para vivir más y mejor. En razón de esta comprensión los así llamados muertos no son muertos. Son vivos en otro estadio de vida . Los “muertos” no están ausentes de nuestro mundo, son apenas invisibles a nuestros ojos, están presentes”. La mente y la fe captan el otro lado del mundo, ahí donde Dios es la realidad suprema que todo lo crea. La realidad es única. Lo que Dios ha creado es la vida sin más. Y la vida tiene etapas de realización: comienza un día y ya no termina más. Nos vamos desarrollando sustentándonos en la fuente de la vida, que es el Dios vivo. Por eso la vida eterna ya se da aquí y ahora, es un momento de realización de la vida eterna. Algo de esto me parece entrever en estas palabras de Carlos París: “Cuando el hombre renuncia a su misma voluntad de vivir, a la lucha por la supervivencia, habría que recordar las palabras de Senancourt, tan inspiradoras para Unamuno: “El hombre es perecedero… pero perezcamos resistiendo y, si la nada nos está reservada, no hagamos de ello un acto de justicia”. Hambre de inmortalidad, predicaba Unamuno a sus contemporáneos, hoy tenemos que predicar radicalmente hambre de vida en esta tierra, -que además es la única manera de acceder al deseo y esperanza de lo eterno- frente a la fabricación de la muerte. Hambre de vida, que alcanza sentido en el desarrollo de una existencia auténtica ente humana” ( Crítica de la civilización nuclear, p. 270). La humanidad, de una u otra manera, siempre ha creído en una supervivencia terrena. Una vieja esperanza . Pero, en la muerte de Jesús se da un hecho nuevo. Jesús murió violentamente en la cruz. Este hombre justo, que pasó haciendo el bien, que no transigió en nada con la mentira y la opresión, fue asesinado. Pero, en contra todo lo que se podía esperar, este hombre sale victorioso de la muerte. Impotente, abandonado y vencido en la cruz, triunfa: no vence el opresor sino el oprimido; no vence el verdugo sino la víctima; no vencen los crucificadores sino el crucificado. El hombre justo, -y por justo, crucificado-, es resucitado por Dios, el Dios de la justicia y del amor. ¡Algo nuevo y escandaloso! Este nuestro mundo va adelante a base precisamente de los condenados y oprimidos. Ellos son los que reciben el Reino de Dios, los que trabajan por la justicia y la verdad, los que desenmascaran la idolatría del poder, y por eso son perseguidos y crucificados. Crucificados, pero no vencidos ni derrotados. Ellos pueden y deben esperar. Su presente conflictivo arrastra la semilla de la victoria. Para los creyentes en Jesús, la cruz no es un final terrible, es la utopía de algo anunciado pero que tiene su meta en la resurrección. Morimos para resucitar. Entraremos en una vida totalmente distinta; entraremos en esa primera y última realidad a la que damos el nombre de Dios; continuaremos siendo nosotros mismos sin la limitación espacio-temporal de nuestra forma terrena; seguirá nuestra identidad transfigurada. Dios no necesita, para conservar nuestra identidad, los restos mortales de nuestra existencia terrena. La corporeidad de la resurrección no necesita que el cuerpo muerto vuelva a la vida. Hans Küng: “Nuestra fe, en este caso, no es una prueba estrictamente racional, sino una actitud de confianza perfectamente razonable, por la que nos fiamos de que el Dios del comienzo es también el Dios del final, de que el Dios que es el Creador del mundo y del hombre, es también el que lleva a estos a su plenitud”. Dos testimonios: -Muerte de Diamantino: Hace 19 años, un 10 de febrero, celebramos en Sevilla el entierro del cura Diamantino, llamado el cura de los pobres. Centenares y centenares de personas estaban allí. Cien curas en la misa, presidida por el Cardenal Carlos Amigo. Gentes allí, de todas partes y colores. Todos querían hablar, recordar, enaltecer, agradecer. Eran visibles la emoción, el entusiasmo, las lágrimas. Yo también hablé, y a Diamantino allí de cuerpo presente, le hice esta pregunta: Y ahora, ¿dónde estás tú, Diamantino? Porque no hay duda que tú perdurarás en la memoria, en el cariño y en las obras admirables que tú nos dejaste. Pero, tú, ahora, ¿dónde estás? No me basta con tenerte en el recuerdo, en el cariño, en tus obras. ¿Dónde estás tú ahora, tú? El tú de Diamantino. Y concluía yo: Diamantino hermano,rota la crisálida de tus restos, te hallas vivo, nuevo, más allá de la muerte. Has entrado para siempre en el invisible Reino de Dios. -Muerte de Miguel Fisac: Hace unos años me tocó asistir en su muerte al superconocido arquitecto Miguel Fisac. Le despedía con estas palabras: “Mi querido Miguel: Me he emocionado desde que te conocí, porque pocas veces he visto conjugar tan naturalmente el aprecio a la vida con el amor a la muerte. Cuando cumpliste 70 años, te declaraste oficialmente viejo y te diste cuenta de que el problema más importante de tu futuro era la muerte. Te sentiste acorralado por ella, escribes, pero brevemente, como si de un muro final se tratara. Ya en el 92, escribiste: “Ya no me siento acorralado, Muerte. Ni veo el muro final que me cerraba el paso. Sé que eres sólo una modesta percha en la que colgaré este usado traje de mi cuerpo, para continuar, más ligero y alegre, mi camino de Amor y Esperanza”. “¿Dónde te has metido, escribías en el 98, mi amiga muerte querida que no te veo?” No es normal, Miguel, llegar a la muerte como tú has llegado. “Yo no seré nunca un muerto”, dices, porque morir no es morir, ni acabar, si no seguir y continuar, entrar en el cielo para un cara a cara con Dios eternamente. La vida no es material, ni espiritual, ni temporal, es eterna, viene de la eternidad, pasa por el tiempo y vuelve a la eternidad. Miguel, has crecido, has sabido estudiar, trabajar y aprender, has sabido sufrir y luchar, has sabido inventar, dudar y crear, perdonar y, sobre todo, has sabido ir a la esencia: el amor. Porque sin amor, la vida vale poco, o casi nada; amor a Dios y al prójimo que son la misma cosa. Por esa falta de amor, el mundo lo has visto demasiadas veces enajenado y triste. Y nos escribía tu amigo y gran teólogo Leonardo Boff – que estuvo a la mesa contigo, en tu casa, con algunos amigos: “La experiencia ante la muerte de Miguel Fisac, del creyente Miguel Fisac, resuena en sus textos como alegría serena, como espera ansiada, como impaciencia tranquila de quién está en la inminencia del encuentro definitivo con el Objeto más oscuro y luminoso, más hondo y deseado, más buscado y más amado del deseo fundamental del ser humano: ser uno con el Unico, “el alma amada en el Amado transformada. Sus reflexiones nos llena de alegría y nos hacer esperar la muerte cantando”. Kalr Rhaner (Acaso el mayor teólogo del siglo XX): “ Nosotros, que sin ser testigos directos, hemos recogido y guardado el testimonio por ellos transmitido, gritamos: ¡Cristo está vivo entre nosotros! Os anuncio esta buena noticia: Cristo está vivo entre nosotros. Rotas las cadenas de la muerte, Cristo ha salido victorioso del sepulcro. La tierra se ha llenado de luz y huyen las tinieblas que cubrían el orbe entero. Jesús había venido hacia nosotros y había vivido como viven los hombres. Los hombres lo destrozaron con sus propias manos y su vida desembocó en la muerte. Pero Dios hizo lo imposible: en este día, El resucitó para nosotros, desarmada y muerta quedó la muerte. Y ahora está aquí. Está aquí como el primer día. Está aquí, entre nosotros, igual que el primer día, eternamente. Jesús es el sentido concreto y final de nuestras vidas. Es el impulso de toda creación, el punto de arranque de toda iniciativa, el ala de toda novedad, la risa sorprendente de la eterna juventud. Si resucitó no fue para marcharse dejando tras de Sí un vacío sin esperanza. Su cuerpo forma, ya para siempre, parte de nuestra tierra. Pascua es la señal externa del fuego interno que recorre las entrañas de la tierra. En la superficie, sin embargo, todo queda igual: el mal continúa marcando el rostro de las cosas y nosotros, tomando la apariencia por realidad, creemos que el amor está muerto. ¡No! Cristo está presente en el corazón de la historia. Pero esta no será realidad plena sin nuestra propia colaboración. Lo que hoy es anuncio con palabras anunciadlo vosotros con la vida. Yo os anuncio la buena, buenísima noticia, mucho más que todas las noticias escritas en la prensa. Los amigos directos de Jesús, los que le vieron sudar por los caminos, los que luego lo vieron preso y triste, los que huyeron al verlo conducido a la muerte, han visto y sentido a su manera, han visto, amigos, ¡que Jesús está vivo! Y que se deja ver por quien tiene los ojos abiertos, el alma esperanzada y el corazón inquieto. ¿Y qué les dice? Les dice: Shalon, la paz amigos, con vosotros. Es decir, la alegría, la salud, la fiesta. La promesa de una vida más bella y más humana 3.Epílogo mediático: Un filósofo y un futbolista Hablo de Carlos París y de Luis Aragonés. Muchos no saben seguramente quién es Carlos París; De Luis Aragonés saben todos, hasta los niños de pecho. Uno y otro han muerto con un día de diferencia: Carlos, con 88 años, el 31 de enero . Luis con 75, el 1 de febrero. Carlos ,filósofo, profesor en la Universidad de Santiago, fundador del Departamento de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y profesor, Presidente de la Sociedad Española de Filosofía, Presidente de la Asociación Rubén Darío, Presidente del Ateneo de Madrid, escritor de libros: “ Crítica de la Civilización Nuclear”, “Etica Radical” y otros, traducidos a varios idiomas, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valencia. Luis, jugador de futbol, entrenador y exseleccionador nacional. Los dos españoles, insignes ambos: Carlos en el mundo de la cultura y Luis en el mundo del deporte. Ambos dignos de homenajear por honrar la “marca España”. Pues bien, de Carlos París ni una sola noticia ni una sola imagen en la Televisión Española. De Luis Aragonés miles y miles en todos los espacios y a todas las horas. El uno ensalzado, el otro omitido. Creo que la Televisión, servicio público, la pagamos y contrae la obligación de ofrecernos las noticias más relevantes del país. ¿Casualidad o causalidad? Yo creo que lo segundo, pues la filosofía enseña a pensar y obrar con dignidad. El futbol distrae y relaja, encubre la crisis y aplaza sine die el compromiso. A comprobar: hoy 3 de febrero por la tarde, hemos dado a Carlos París el último adiós, en el Ateneo de Madrid. Estaba abarrotado. Pero, no saldrá ni lo verán en televisión l autor de la carta es Edgard R. Beltrán, un pastoralista muy conocido. Vive con su familia en Estados Unidos donde colabora en la formación pastoral de los Hispanos, el sector pobre de la población. Ha colaborado también en todos los países de América Latina, en Europa y Canadá. Nació en Colombia. Es autor de varios libros en diversos idiomas. Esta carta se ha difundido en seis idiomas.
Querido Papa Francisco, Con el cariño y la sencilla espontaneidad de Carlitos, me dirijo a ti, Papa Francisco, como un sencillo católico de a pie. Te trato como traté a mi papá, con amor y confianza. Carlitos es ese niño que se acercó a ti, se agarró a tu vestidura y se sentó en tu silla, la de Pedro. Aquel niño es colombiano como yo, pues nací en Bogotá. Vivo en Estados Unidos, pues vine invitado en los 70s para trabajar en familia, como galileos en la Roma de hoy, con los más pobres, los indocumentados, los enfermos sin seguro. Estamos preocupados porque trabajas sin descanso. Te queremos mucho, somos solidarios contigo, eres un regalo de AMOR, el Dios revelado por Jesús. Casi toda la humanidad está feliz contigo, y la casi totalidad de los católicos no nos cambiamos ahora por nadie. Hermanos de otras iglesias ya te llaman su Papa. Los pobres se saben preferidos por ti. El planeta tierra, eso tan pequeño en el universo, que es nuestra casita y que ya casi lo exterminamos, está como una madre abandonada que ahora toma de nuevo su función y su belleza, gracias, en mucho, a tu compromiso decidido, público y eficaz. Por este amor y por la histórica labor en la que estás empeñado, te pedimos que tomes unas vacaciones. Nos preocupa tu salud. Serían vacaciones de dos a tres semanas, por lo menos. Esto debe ser pronto, antes de la Cuaresma o al comienzo. Sabemos que no irías a Castelgaldolfo. Quisiéramos atrevernos a proponerte que tus vacaciones sean entre los más pobres, en un país del África donde están muriendo miles de niños cada día por falta de un pan, donde sus padres y sus madres están muriendo por el Sida. Tu imagen y tu voz desde allí serían el respaldo con acción a tu inspirada oración para pedir el fin del hambre y para convertirnos a amar al pobre. Quisiéramos que la humanidad cambie al ver tu blanca vestidura manchada de sangre de la madre que por llevar cuatro días sin comer, sólo tiene sangre en vez de leche en su maternal pecho para alimentar a su bebé. Que vean tu limpia vestidura, ensuciada por el barro de la tierra que se abre para recibir los cuerpecitos de esos niños muertos, a quienes la sociedad les robó el mínimo alimento y ahora la madre tierra los abraza en su seno. Cambiarían también los que le exigen a la madre parir o ir a la cárcel, y luego indiferentes dan la espalda al futuro de ese niño. Muchos construirían "una vida digna de toda la familia global", como pedimos con tu oración. Tu diario mensaje visual en esa dolorosa realidad sería un "rugido" irresistible hacia Jefes de Estado, legisladores y políticos, cuyas manos tienen mucho para la solución del hambre. Con esta imagen tuya, dolorida y activa en construir soluciones y erradicar el hambre y la pobreza, los católicos nos sentiríamos más comprometidos en acciones reales. Los queridos hermanos de otras Iglesias te seguirían con cercanía y aprobación solidaria. La presidenta de la Iglesia Luterana en América, la obispa Elizabeth Eaton, ha pedido orar por el fin del hambre, rezando tu misma oración. Miembros de todas las religiones que también buscan servir al prójimo, y también mucha gente de buena voluntad sin religión, unirían sus esfuerzos en obras comunes con todos los demás, logrando soluciones eficaces que terminarían con el hambre. Porque lo cierto es que tenemos hoy los medios para terminar con el hambre. Tu presencia y tu homilía de cada mañana en la Eucaristía seguirían difundiéndose. Las recibiríamos al estilo de la que celebraste en Lampedusa, Italia, con inmigrantes indocumentados. Te acompañaríamos por TV en tu celebración en un barrio pobre, con la participación de pobres. Ojalá sin mitra, símbolo de poder, que ante los pobres sobra, recuerdo del dios Mitreo que los generales persas inventaron mucho antes de Cristo. Sin monseñores con uniformes de colores. Con personas pobres, cercanas al altar. Personas de color negro, las más cercanas al origen de la humanidad. No echarías de menos las celebraciones en San Pedro de Roma. En Roma, seguro, echarías de menos la celebración con el africano pobre, que hace más presente a Jesús que nosotros los demás. Si estando allí te sientes más obispo universal, y siempre obispo de Roma desde allá, ten una larga permanencia ahí. Así te sería más fácil el invitarnos al reino del amor y el mostrar en ti laIglesia samaritana que ve a la víctima, se conmueve y actúa. Entonces, pídenos a toda la humanidad, con total autoridad, hacer otro tanto. Como Jesús y como el Concilio cuando pide el ver, juzgar y actuar. El mensaje y la bendición dominical nos los seguirías ofreciendo desde tu nuevo balcón a ras de tierra, rodeado del pobre que ya no te abandona. Tu bendición, que tanto nos conforta y la necesitamos, nos llegaría desde allí. Lo mismo te llegaría nuestra oración y bendición que sin cesar nos pides y que nosotros como sacerdotes por bautismo te ofrecemos. Tendrías, obviamente, que dar vacaciones a todo el personal de la "curia vaticana" (nombre militar constantiniano). Vayan donde quieran, a otros aires afuera y lejos de la "curia vaticana". Tal vez algunos buscarían algún lugar para estar con el pobre que transmite energía de Evangelio. Todo el personal del Vaticano saldría a vacaciones, mientras el obispo de Roma esté en África. Lo contrario habría dejado serias consecuencias. Son vacaciones, no cambiar el escritorio de sitio. Claro que la guardia suiza y la gendarmería quedarían en su servicio. Tu obispo ayudante en atender a los pobres de Roma sí se quedaría. Lo único abierto serían la Basílica de San Pedro y los Museos Vaticanos, tesoro de la humanidad en manos del obispo de Roma. No irías sólo. Tampoco con una corte de coloridos monseñores, cuyo oficio tal vez hoy te incomoda. Atender en su recámara al "Sumo Pontífice Romano" ya no se usa. Como están por todo el mundo, no llegan de lejos a tu recámara, y como son miles, no caben en ella. Sólo introducen otra casta en el clericalismo que aborreces, contradiciendo la enfática enseñanza de la comunidad igualitaria de Jesús y fortaleciendo la antievangélica y dañina pirámide constantiniana de 16 siglos de retraso, unos arriba y otros debajo. Su nombre original viene de la corte de Francia en Versalles. Uno que de esto conocía, rechazó tal "honor". Irías con tu médico personal y buenas medicinas. Tendrías buen cuidado con tu alimentación. ¿Por qué no invitas a un amigo? ¿Tal vez a un franciscano capuchino pobre? ¿Qué tal a tu amigo Seán O'Malley?También amigo mío personal desde hace muchos años. Buen Pastor como obispo en Boston. Cardenal del grupo de tus ocho asesores. Él iría con su hábito pobre de franciscano capuchino, como siempre anda, sin uniforme cardenalicio. Habla inglés para el África y para muchos, habla español tan bien como nosotros, y habla portugués mejor que nosotros. Bondadoso, te haría buena compañía entre los pobres y no desafinaría mucho junto a ti. Su vida de pobre se ve aún en la sencillez de sus sandalias, tan pobres y usadas como tus zapatos. Te colaboraría en tu ininterrumpida conexión con el resto de la Iglesia y del mundo. Tú, en tus vacaciones, jamás te distanciarías del mundo ni de la hermandad universal. Te necesitamos y nos necesitas. Tu ministerio petrino, como obispo de Roma, continuaría, pero con un marco más convincente y más cercano a JESÚS en la frescura de sus campos galileos. Juan XXIII te envidiaría. El Concilio Vaticano II te seguiría acompañando para vivir su eclesiología. Te asemejarías más a aquellos obispos de América Latina, de los 60s y los 70s, constructores de la corta, pero histórica "epifanía posconciliar", verdaderos Padres de la Iglesia Universal. Nos sentimos muy identificados contigo. Todos ya te necesitábamos con urgencia. Gracias por ser como eres. Que AMOR cuide tu salud y tú también te cuides. Así que a ir de vacaciones a lo más pobre de esa África querida. Pronto. "Sois la sal que puede dar sabor a la vida". Así canta una canción de Luis Guitarra, haciendo referencia al evangelio que nos dice "vosotros sois la sal de la tierra".
Una letra sencilla y fácil, una letra que me llegó la primera vez que la escuché en misa... quizás fue por la musiquilla, me volvía a casa con la cantinela, "sois la sal...." Pero poco a poco la fui integrando y dándole sentido; el sentido de una frase tan sencilla y profunda a la vez. Ser la sal hoy en día, en tiempos de crisis, ser la sal para seguir dando sabor al día a día, para generar un sentido, un sentido de amor, sencillez y plenitud. Ser la sal donde se haya perdido el sabor, donde el odio, el miedo, la duda, el desamor, las mentiras... hayan generado platos de vida insípidos. Ser la sal para dar vida, ser sal, en su justa medida, pues no vayamos a pasarnos y dejar el plato incomible. Ser esa pizca de sal, sólo pizca, porque de "las pizcas" y de los pequeños es el Reino de los Cielos. Pero también la sal puede resultar incómoda, seamos también esa sal que haga escocer los ojos de tiranos, usurpadores, de ladrones y mentirosos, de portadores de injusticias y escándalos fiscales, que hagamos que sus ojos escuezan para que así lloren y se limpien y vean todo el mal que generan. Que abran los ojos y vean que sus acciones cuestan vidas, que sus acuerdos crean crisis y desigualdades, que sus leyes oprimen... Seamos pues también, como sal que derrite el hielo, derritiendo así corazones helados por el odio, la envidia y la avaricia, convirtiéndolos en agua que calme la sed de JUSTICIA. Así que amigas y amigos a ser sal cada día y si se nos acaba se la pedimos a alguien, qué será por sal en esta vida... |
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