Por eso se celebra esta tarde la cabalgata de magos, los sabios que vienen de "oriente" (amanecer de la luz) en busca del Niño, y mañana será la gran Epifanía, que hoy presento con el Icono de Navidad del Monasterio Copto de Santa Catalina del Sinai, de formas casi etíopes, de origen egipcio , del que trataré al fin de esta postal.
-- Éste es quizá el más significativo y completo (antiguo) de los iconos del misterio completo de la Navidad, anterior a la gran lucha de los iconoclastas. Éste es en resumen su sentido: a- Del Círculo más alto (divino) con la tres estrellas de Dios Padre, desciende a Jesús y en él se encarna. como "rayo" de vida, la Palabra hecha carne, por el Espíritu que todo lo viste de rojo... Jesús en una cuna, con aureola de Cruz (se condensa así en el niño toda el misterio del Cristo pascual) b- En el panel superior están los cuatro Arcángeles, que cantan la gloria de Dios y anuncian la epifanía a los tres magos (cf. arcángel de la derecha); este mundo angélico,presente en los grandes libros sagrados de Daniel y Henoc, desemboca en la encarnación de la Palabra de Dios, a cuyo servicio se pone. c- En el panel del centro está María, humanidad que da a luz al Niño, entronizado con Cruz en la cuna, y a su lado vienen los tres magos, para descubrir la Sabiduría de Dios que es Jesús (vienen ya a pie, los caballos quedan abajo, a la izquierda). No son "reyes" (poder político), son "magos", esto es los "sabios" más grandes de Babilonia,de Persia y de Egipto/Etiopía, las tres partes del mundo, en la línea de los sabios de gran conocimiento del libro de Daniel. d- En el panel inferior, un ángel músico entre cabras llama con su flauta a los pastores, y hay así aparece uno de ellos, a la derecha,con su zurrón. Los caballos de los magos están prontos a la izquierda, junto a José (que es Israel) pensativo y descubriendo el misterio, mientras dos mujeres (que son la humanidad entera, una de las cuales ha de ser María ¿y la otra Isabel?) limpian y visten al niño.Los caballos de los sabios aguardan a la izquierda, para llevar el buen conocimiento al mundo entero, en cabalgata de Navidad y Pascua. Hay más elementos en la escena, pero voy a quedarme con estos. Es evidente que estos "magos" no son reyes, sino sabios. Vienen de oriente (lugar donde nace el Sol de la Sabiduría, encarnada ahora en Jesús: el rayo de Dios le llena). Estos sabios representan la sabiduría ancestral de oriente, en línea de misterio y humanidad sagrada, más que la filosofía griega y la política de Roma. Así queda representada en la Epifanía de Dios que es Jesús Niño la sabiduría universal del mundo, en claves simbólicas. Ésta es quizá una recreación del más misterioso de los libros del Antiguo Testamento, el de Daniel, que es una disputa de sabios/magos babilonios, persas, sirios... con Daniel y sus tres amigos sabios judíos (y en esa línea se sitúan otros elementos de la literatura profético-apocalíptica de Isaías a Henoc, recreada por los evangelios de Lucas, Mateo y Juan. Pero aquí la Sabiduría de Dios no es una palabra apocalíptica sobre el fin del mundo, sino la vida del Niño/Dios que se dispone a recorrer con los hombres el camino de la humanidad, de la historia cósmica. Ésta escena muestra que la Sabiduría de Dios y de los Hombres es un Niño que Nace, con los cuatro arcángeles arriba, María y los sabios junto al Niño en el centro, y el otro ángel músico con cabras y pastores que vienen, en un entorno de naturaleza sagrada, mientras José medita, los caballos están listos para llevar por todo el mundo el mensaje y dos mujeres acogen y cuidan al Niño. La revelación de Dios es un niño Éste es, a mi juicio, el contenido más hondo de la experiencia natal de las antiguas iglesias de Oriente, y en especial de la copta (de Egipto y de Etiopía), que presenté con extensión hace algunas semanas en este mismo blog. La revelación del Dios niño enciende su Estrella (tres estrellas) en lo más alto del icono (el Oriente es la altura divina), para que todos los pueblos puedan contemplar y aceptar el misterio de la vida que nace. La estrella de la sabiduría-vida de Dios conduce a los sabios del mundo, de oriente y occidente, hasta un Niño que, siendo el Dios-Sabiduría en plenitud, sólo podrá vivir si le acogemos y cuidamos, como María y José, con la otra mujer y con los pastores,que acogieron, celebraron y cuidaron al Niño, conforme a este icono de la Natividad. Ángeles y hombres, con los tres sabios, están aquí al servicio del niño más frágil, para descubrir en él y con él (en camino de entrega de la vida, en anticipo de Cruz y de Resurrección) la Sabiduría divina. Creer en Dios significa cuidar a los niños, a todos, y con ellos a los seres más frágiles del mundo. Eso es Navidad. Texto. Mt 2, 1-12 Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: -- ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: -- En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta: "Y tú. Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; Pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”. Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles: -- Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que había visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron: después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. 1. Un niño, Sabiduría de Dios, Rey de los judíos Los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos... Ese tema nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica y asto-nómica que vincula al ser humano (y especialmente al salvador) con un (=el) Astro del cielo: es como luz en el firmamento y futuro de la historia. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz, se expande una esperanza de salvación sobre la tierra. Esa luz atrae a los "magos", que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad. Por eso, como venimos suponiendo, este pasaje debe interpretarse en la línea que lleva al mesianismo universal de Mt 28, 16-20. Los magos preguntan por el Mesías en Jerusalén, pero no lo encuentran allí (en la ciudad del templo, donde habita un rey de este mundo), sino en Belén, capital donde se centran y cumplen las promesas. De esa forma, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al Mesías, puede entenderse ya como anuncio de la culminación pascual del evangelio: una prolepsis de lo que será la misión final cristiana, interpretada aquí en forma centrípeta (desde el modelo de la gran peregrinación de pueblos hacia el centro de la tierra, que es Jerusalén). Esta es la salvación: buscar la presencia de Dios en un niño, en todos los niños del mundo. Adorar a Dios, encontrar a Cristo en los niños – Los magos son signo de todos los pueblos paganos de Oriente (y del mundo entero: tres es la totalidad humana) que vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos, que ha nacido ya, pues ha surgido su Estrella. Ellos, los magos, son signo de un camino de búsqueda y fe universal, que desborda el nivel israelita, tanto por su origen como por su meta. Por su origen: la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión (de su paganismo), desde Persia y/o Babilonia, desde el mundo entero. Por su meta: tras adorar a Jesús no quedan allí, para formar un pueblo espacial, sino que vuelven a sus tierras, como indicando que el camino y luz del Rey israelita ha de interpretarse desde sus propias tradiciones religiosas y culturales. Ellos conocen la nueva verdad: Dios está en un niño, en todos los niños necesitados. Por eso, al final del evangelio (Mt 28, 16-20), los cristianos tienen que salir de Belén y Galilea, para llevar a todos los pueblos el nuevo mensaje, propio de los Magos (que son judíos o cristianos, musulmanes o hindúes... o gentes que no tienen religión externa). Dios se ha hecho niño, Dios se encuentra y vive (alienta, espera) en todos los niños del mundo. Siendo religión del nacimiento, el cristianismo es religión de amor ofrecido a todos los necesitados de la tierra, empezando por los más necesitados de todos, que son los niños. Los discípulos de Jesús deben llevar ese mensaje, pero no desde Jerusalén (pues los sacerdotes no quieren ir), sino desde la montaña de la pascua. Expertos en buscar y cuidar a los niños. Conclusiones 1. Jesús, Mesías de Dios, no está encerrado en el templo y ley de Jerusalén, sino abierto en Belén para todos los que vengan, como niño que necesita de todos.No es Rey que impone su derecho en Pión, sino Niño necesitado, en brazos de su madre. No es Sacerdote que expande la sacralidad divina desde el tabernáculo del templo, sino niño amenazado, que debe exiliarse en Egipto, asumiendo así la historia del autentico Israel, Hijo de Dios (cf. 2, 15). Jesús es la sabiduría angélica, la sabiduría de la naturaleza (pastores y cabras), con la mujer María y su compañero, con José y con los magos- 2. Los representantes religiosos y sociales de Israel no han venido a Belén para adorar al Rey de los judíos, no quieren una religión de niños.Ellos conocen de algún modo el misterio (saben que el Mesías debe nacer en Belén), pero no quieren buscarle, ni le ofrecen el tesoro de su vida (cf. 2, 11), pues están muy preocupados en sus sacralidades nacionales y sociales. Esta es la paradoja de un Mesías Niño, que nos cuesta aceptar. Queremos otras cosas, no sabemos dejar todo y cuidar a los niños 3. Herodes rey no acepta el mesianismo de Jesús y decide matarle. De manera consecuente, la venida de los magos se inscribe en un contexto de persecución: el rey de turno persigue al verdadero Rey de los judíos, obligándole a exilarse, mientras los buscadores mesiánicos de oriente vuelven a sus tierras por otro camino. Herodes tiene miedo de los niños que pueden nacer fuera de su dominio, hijos de exilados, de emigrantes… Tiene miedo de que los niños que hoy nacen le quiten el trono. Por eso está dispuesto a matar a los niños, de un modo o de otro, para mantener su dominio. 4. La verdadera sabiduría y santidad consiste en acoger y cuidar a los niños, a los propios, a los ajenos, a todos los niños.Tomado así, el dogma cristiano es muy sencillo: sólo hay un Dios, aquel que se manifiesta como Padre en todos los niños, aquel que nace como Hijo, hijo de todos. Ésta es la sabiduría, ésta es la santidad: acoger y cuidar a los niños, abriendo para ellos las puertas de paz de este mundo. Conclusión Miremos de nuevo otra vez este icono, que nos llega de una de las iglesias más ricas de la cristiandad, antes de la gran disputa de los iconoclastas (los que destruían las imágenes). Estas pueden ser las conclusiones: -- La Sabiduría de Dios es un niño que nace, Dios encarnado. La navidad es cuidar a los niños y necesitados. -- Los sacerdotes de esta Navidad son ante todo María y los Magos, la mujer grávida de Dios, los magos buscadores de su sabiduría, que llegan a pie (sus caballos quedan ya sin jinetes en la parte bajo, a la izquierda). -- Éste es el gran misterio para José el Varón Israelita, mientras toca música el ángel de la flauta y llegan también los pastores... Nota sobra la imagen: Vengo evocando esta postal desde hace varios días, desde que presenté la Navidad como fiesta judía de "natalidad" con H. Harendt (y desde que expuse en el blog hace un mes el sentido y trayectoria de la Teología Copta, centrada en el nacimiento humano de Dios Niño). Para presentar el tema pensé en este icono que conozco hace tiempo, pero en versiones menos claras (como la que pongo en segundo lugar...). -- Pero tuve la suerte de descubrir la versión que había colgado en FB mi colega/amigo Rafael Castellano (con P. d'Ors) y pregunté sobre su origen, suponiendo que que era de Etiopia, y me respondió (en mi FB) Gerardo Jofre GG, experto y sabio colega, diciéndome que este icono de la Natividad proviene del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí (Egipto), y que es del VII/IX dC (cf. Inventario Michigan 171, Universidad de Princeton USA). Hay otras versiones del icono en Google: Iconos del Monasterio de Santa Catalina.
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De las afirmaciones que hizo Jesús, cada vez me parece más luminosa aquella en que dijo: “Yo soy la Vida”.
Es una palabra plena de sabiduría, que invita a salir de nuestra ignorancia básica y a reconocer la verdad profunda de esa expresión, aplicada a todos nosotros. Todos somos –y nunca podemos dejar de ser– Vida. La ignorancia radical es la que hace reducir nuestra identidad a nuestra personalidad, haciéndonos creer que somos un “yo particular”, separado de los demás y desgajado de la Vida. Esta creencia errónea es la fuente de todo sufrimiento, para nosotros mismos y para los demás. Al identificarnos con el “yo individual” y creernos separados, nos sentimos “enfrentados” a la Vida y, en cierto modo, amenazados por lo que nos pudiera ocurrir. Eso nos hace vivirnos a la defensiva y, con frecuencia, en el temor. Basados en la creencia (errónea) de la separación, dividimos todo lo que ocurre en “bueno” y “malo”, “positivo” y “negativo”, según los criterios del “yo particular” que creemos ser. Cuando sucede algo “positivo”, entramos en euforia; cuando, por el contrario, es “negativo”, nos sentimos frustrados. Al mismo tiempo, nos situamos ante la realidad en clave de exigencia y de “debería”. Vivimos habitualmente enfrentados a lo que es, en la convicción de lo que “debería” o “no debería” ser. Con ello, no hacemos sino generar sufrimiento inútil: porque no existe sufrimiento mayor que el de oponerse a lo que es. No hay liberación posible sin salir de aquella falsa creencia, es decir, sin comprensión (sabiduría). La sabiduría consiste en reconocer que no existe nada separado de nada. Y que no hay nada que no sea manifestación y expresión de la única Vida. Todo es Vida, que se despliega –se “disfraza” – en infinitas formas: el nacer y el morir, la salud y la enfermedad, el éxito y el fracaso, el “bien” y el “mal” –etiquetas mentales–…: todo son “formas” que la Vida adopta. Nosotros mismos somos la Vida, que ha adoptado una forma particular, en la personalidad concreta que tenemos. Pero la trampa consiste en creer que somos esa forma, en lugar de reconocernos como Vida. Cuando reconoces que eres Vida, ¿dónde queda el temor, la ansiedad, la frustración, el sufrimiento…? Quedarán como inercias de nuestro mundo mental y emocional, pero podremos salir de ellos con más facilidad. Porque no miraremos los acontecimientos ni las circunstancias –sean cuales fueren– desde el yo que creíamos ser, sino desde la Vida que somos. Visto desde ahí, caes en la cuenta de que todo lo que ocurra es expresión de la Vida: ¿cómo va a estar “mal”? La Vida no puede equivocarse. No cabe error alguno: lo que sucede, es lo que tiene que suceder. Nunca puedes equivocarte, porque lo que hagas es lo que la Vida está haciendo en ese preciso momento. Como recuerda con frecuencia Jeff Foster, no tienes un destino prefijado: tu camino –tu destino– es lo que sucede. Pero esto no puede verse ni entenderse desde la mente. Ella tiene sus propios parámetros, en la creencia de que es un hacedor independiente y autónomo, que puede actuar por su cuenta al margen de la Vida. Por eso, mientras alguien crea –y esta es la paradoja- que es un “yo particular” le resultará imposible comprender lo que se esconde detrás del “gran teatro del mundo”. Es necesario tomar distancia de la mente y a acceder a otro modo de ver –el “conocimiento silencioso” de sabios y de místicos- para percibir, sin duda alguna, que todo lo que captamos no es sino expresión multiforme de la Vida una, que es nuestra verdadera identidad. Todo lo que te ocurra –estar sano o estar enfermo, tener éxito o fracasar, sentirte mejor o peor, comprender o no comprender, aceptar o rebelarte…–, todo sin excepción es Vida. Y la Vida es todo. Míralo desde ahí. No creas que tu yo se siente amenazado; reconoce que la Vida que eres toma ahora esa forma concreta… Pero sigue siendo Vida, y siempre está a salvo. Todo es Vida en un despliegue multicolor. Si lo ves, eso es Vida que se manifiesta; pero si no lo ves, eso es también Vida que se manifiesta de forma diferente. Suceda lo que suceda y estés como estés, incluso en el lecho de muerte, solo hay Vida –es lo que eres- adoptando formas cambiantes. Por tanto, solo hay algo que podamos hacer: reconocernos en Ella y vivirnos desde Ella. La identificación con la mente y el con el yo –de donde venimos– tendrá mucha fuerza y a veces nos sorprenderemos aún creyendo que somos esa forma; sin embargo, la práctica nos hará diestros en reconocer nuestra verdadera identidad. A partir de ahí, ya no juzgaremos las cosas desde el yo, sino que únicamente veremos Vida en todo lo que se manifiesta. Dejaremos de repetir el error de tomarnos todo “personalmente”, creyendo que somos la “persona” separada o “yo particular” –esta es la causa de nuestro sufrimiento– y aprenderemos a no “personalizar” nada de lo que sucede. Y entonces también podremos estar disponibles y desapropiados para permitir que la Vida fluya sin bloqueos a través de nosotros. Y lo que brota de ahí es Paz, Ecuanimidad y Compasión: la Vida que fluye en libertad… Las religiones nunca se han llevado bien con las mujeres, tampoco hoy. Pese a ser las más fieles seguidoras de los preceptos, las mejores educadoras en las diferentes fes y las que, por paradójico que parezca, mejor reproducen la estructura patriarcal de las religiones, la mujer es la gran olvidada y la gran perdedora. Pero “cada vez es mayor el número de mujeres que se rebelan y, sin abandonar el espacio religioso, se organizan autónomamente, se apartan de las orientaciones morales que les impone el patriarcado religioso y viven la experiencia religiosa desde su propia subjetividad, sin tener que pasar por la mediación de los varones”, afirma el teólogo Juan José Tamayo en el discurso de presentación del congreso con que la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII abre todos los años, desde hace 37, el curso religioso en Madrid.
La llamada Teología feminista no es precisamente del agrado del Vaticano, pero se abre camino imparable, como se demuestra en los debates programados este fin de semana, con intervenciones de pensadoras de varias confesiones, entre ellas Artiqa el Youssfi, del Movimientos de Mujeres en el islam, profesora de Ciencias Coránicas y miembro de la Asociación ONDA de Madrid. La escritora Laura Freixas, la profesora de la Universidad Juan Carlos Laura Nuño y la activista del movimiento de gais y lesbianas Violeta Assiego participan en la mesa de debate ¿Qué hacemos/qué hacen con nuestros cuerpos? Justa Montero, de la asamblea feminista de Madrid, ha titulado su ponencia Cuerpos, sexualidad y derecho de las mujeres. Soledad Murillo, profesora de Sociología en la Universidad de Salamanca, consultora de la ONU e impulsora de la Ley de Igualdad de 2007, pronunció la lección inaugural en el paraninfo de la sede de Comisiones Obreras, en Madrid. “La elección del tema –Mujeres y religión: de la discriminación a la igualdad de género–, tan poco frecuente en efemérides de este tipo, refleja una especial sensibilidad para analizar críticamente aquellos espacios en los que las mujeres se sienten más discriminadas, olvidadas e invisibilizadas. Las religiones siguen instaladas en un patriarcado homófobo, basado en la masculinidad sagrada, que margina a las mujeres, a quienes considera inferiores, subalternas, dependientes y no reconoce como sujetos morales ni religiosos”, dijo Tamayo, secretario general de la asociación organizadora en el discurso de presentación. Tamayo subrayó que el congreso coincide –“y no es causal”– con el décimo aniversario de la aprobación de la Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, pionera en el reconocimiento de la igualdad de derechos de hombres y mujeres. “La propia ley era consciente de que quedaba mucho camino por recorrer hasta su consecución, y así se expresaba en el texto de la misma. De entonces para acá se han producido avances muy importantes, pero también retrocesos, como demuestran, entre otros fenómenos la persistencia de los micro –y macro– machismos; el inferior salario de las mujeres por igual trabajo; el retroceso en educación para la igualdad y la violencia machista, los feminicidios, que este año, a fecha de hoy, alcanzan cuarenta y siete y el año pasado, en todo el mundo, llegaron a sesenta mil. Estos hechos demuestran que el patriarcado sigue vivo y activo en todos los campos y mantiene su poder opresor sobre las mujeres, las niñas, los niños y los sectores más vulnerables de la sociedad, en complicidad con otros sistemas de dominación”, concluyó. ¿Qué es lo que la Tierra tenía que no estaba presente en los otros planetas? Nada especial: sólo el tamaño apropiado para permitir el equilibrio gravitacional y electromagnético. Nada extraordinario: simplemente una posición con respecto al Sol. Estas determinaciones de la materia permitieron al sistema solar evolucionar hacia la creatividad de la Tierra. Si esta cantidad particular de material estelar no se hubiera concentrado en dicha medida y lugar, probablemente el sistema solar habría continuado siendo un lugar sin vida a lo largo de sus miles de millones de años de existencia. Pero ese equilibrio y esas posibilidades emergieron, y la Tierra se convirtió en una franja evolucionada del sistema solar. (Extracto T. Berry)
Pensaréis que me he equivocado de trabajo, pero no. Estoy tan fascinada ante el significado del Bautismo de Jesús, según lo he ido comprendiendo a lo largo de mi vida de fe, como lo estoy ante la maravilla de la formación de la Tierra. Entiendo que la formación de la Tierra es posible por filigranas de equilibrio, y así entiendo la experiencia vital de Jesús en su Bautismo. Jesús logra el equilibrio entre lo que siente y piensa con lo que recibe y acoge en su interior “Hijo amado, complacencia del Padre”. Su experiencia religiosa es tan potente que transforma el modo de entender y vivir a Dios para siempre. Jesús, frente a una religiosidad entendida como “cumplimiento”, con su experiencia, consigue establecer una línea de comunicación (cielo abierto) directa de la persona creyente con Dios, sin necesidad de la mediación de los “asignados” y sin necesidad de ofrecer “sacrificios” para comprar el favor de Dios. Jesús devuelve el equilibrio al ser humano, liberándolo, con la autoridad que le otorga su experiencia, de cargas que lo desequilibraban por injustas e inhumanas: sentido del pecado, de la enfermedad, del sacrificio, de la limosna, de las leyes de pureza e impureza… Jesús encuentra en el interior de su experiencia la autoridad para devolver el equilibrio a la sociedad y religión que consideraba (y sigue considerando) a la mujer inferior. Este desequilibrio provoca que no se utilicen para el bien común y el bien eclesial, más de la mitad de las inteligencias y creatividad de la humanidad. Este hecho, tan obviado, provoca un desequilibrio en multitud de mujeres llamadas y ungidas para la misión de Jesús, con plenos derechos a tomar decisiones, a compartir responsabilidades y tareas. Igualmente a nivel social, en muchas culturas sigue siendo tan ninguneada que parece increíble. Nuestra religión no se libra ni un ápice. De ahí la “desertización” general. Como consecuencia se da un desequilibrio en las decisiones que se toman porque falta la mitad de todo. El dominio de lo masculino convierte las cosas de por sí en desequilibradas, porque la ausencia de lo femenino en su justa medida, causa que a muchos niveles nos estemos “cargando la vida” en sus múltiples facetas. Jesús al saberse y sentirse amado infinitamente por un Dios que le llama “Hijo amado” descubre en sí y para todos nosotros el eje de su equilibrio emocional y mental. El amor que experimenta en esa experiencia de su Bautismo se transforma en llamada vocacional, en investidura para una misión universal y liberadora. Cesa el tiempo de la espera, se abre el cielo, se escucha la voz. Y el varón equilibrado por el Amor que experimenta en su interior, empieza a transformar las mentes desequilibradas por falsas religiosidades que producen temor y sumisión. Jesús acoge la filiación que se le revela a través de la voz amorosa del Padre, y también de igual manera acoge el Espíritu que le da la fuerza para la tarea, la gran tarea del Reino: equilibrio puro entre diálogo con Dios y acción como consecuencia de ese encuentro que purifica el ego, desintoxica la mente de espejismos de seguridad y éxito para preparar a la persona, día a día, a que continúe la labor de crear equilibrio para seguir la evolución de una humanidad, sueño de Dios. La pregunta para nosotros y nosotras creyentes podría ser ¿acojo el equilibrio que por Bautismo recibo como capacidad de encuentro con Dios y con ese amor, ir creando equilibrio, que sería otra manera de decir Reino? Nada especial, nada extraordinario. Simplemente si estamos en el lugar adecuado, y utilizamos la medida idónea emergerá una Vida nueva, la de Dios en nosotros. ¿Cuál es el lugar? ¿Cuál la medida? he ahí el reto, sólo los que se sumergen en las aguas aparentemente de perdón, salen empoderados de Espíritu y filiación. Y van descubriendo el lugar, y también la medida para que la Vida viva. Jesús recrea la historia a partir de una experiencia y un proceso asumido de evolución hacia devolverle a la humanidad su equilibrio perdido. Esa es nuestra tarea, esa es la fuerza que nos impulsa. Sé por experiencia que frenarla, reprimirla es mucho más difícil que dejar que trabaje en nosotras. Eso sí, de tan sencillo se nos escapa. Si en esa fracción de segundo en el que todo coincidió para que la energía formara la materia, no hubiese estado todo atento y a punto, la vida según la conocemos no existiría. Tal vez sea esa la tarea, estar atentos y disponibles en la fracción de segundo que para muchos una vez en la vida el Espíritu de Dios nos cubre con su sombra. Estamos en el primer domingo del “tiempo ordinario”, pero no se trata de un cambio radical en la liturgia. Celebramos hoy una de las tres manifestaciones de Jesús que estuvieron durante los primeros siglos integradas en la fiesta de la Epifanía. Las dos lecturas nos preparan para entender el evangelio. Para Mc, este es el comienzo. El relato es la clave para comprender todo su evangelio. No podemos dudar de la historicidad de hecho. Lo narran los tres sinópticos, y Jn más contundente, lo da por supuesto.
El bautismo de Jesús es el primer dato que se puede constatar históricamente por fuentes extra bíblicas. Es un relato que ningún cristiano se hubiera atrevido a inventar, porque compromete el altísimo concepto que tuvieron de su maestro. Si no hubieran creído en su importancia, seguramente se les hubiera olvidado. De ahí también la necesidad de dejar claras, en todos los relatos, las diferencias entre Jesús y Juan. El mensaje teológico que se quiere trasmitir con el relato del bautismo de Jesús es de los más importantes de todo el NT. No fue un acto de humildad ni una comedia ante los demás, sino una actitud de búsqueda de su identidad. Resume toda su vida. Para aceptar este punto de vista, tenemos que admitir que fue verdadero hombre. Esto no es tan fácil, a pesar de que un concilio lo definió como dogma de fe. Un hombre al que le hicieron tantas “judiadas” y murió como murió, tiene que obligarnos a aceptar que fue hombre. Los humanos no podemos aceptar racionalmente que una realidad sea a la vez, dos cosas contradictorias entre sí. Desde nuestra racionalidad, no podemos pensar en un ser que es a la vez hombre y Dios, porque tenemos una idea equivocada de lo que es Dios. Como no podemos pensar en una bola de billar que sea a la vez, blanca y negra. El listo de turno nos puede decir que podemos poner la mitad de pigmento blanco y la mitad negro; pero entonces resultaría una bola gris... Esto es lo que hemos hecho con Jesús. A través de la historia del cristianismo, nos hemos visto “obligados” a pensar a Jesús como hombre, olvidándonos de lo divino o pensarlo como Dios, olvidándonos de lo humano. En una palabra, parece que no podemos hacer cristología sin caer en la herejía. Lo mismo que no podemos hacer teología sin hacernos un ídolo. Tenemos dos salidas: a) repetir las formulaciones, aceptándolas sin entender ni palabra. b) aparcar la razón y buscar la vivencia para superara la contradicción: Lo divino y lo humano ni se mezclan ni se excluyen. En Jesús está la plenitud de la humanidad y la plenitud de la divinidad. Si aceptamos que Jesús es un ser humano, tendremos que admitir una trayectoria humana como la de cualquier hombre. No fue un extraterrestre, sino que tuvo que desarrollarse hasta alcanzar su plenitud. Desde esta perspectiva, podemos entender lo que sería para Jesús descubrir a Juan Bautista. Hacia cientos de años que no aparecían profetas en Israel; es natural que se sintiera atraído por esta figura y que intentara aprender de él. El hecho de que se bautizara, nos lleva mucho más allá de un encuentro fortuito. Jesús aceptó la predicación de Juan y se comprometió con ella. Lo importante no es que narren lo que pasó, sino el cómo nos lo dicen para que descubramos el sentido espiritual del relato. La liturgia de hoy lo pone bien de manifiesto. Las tres lecturas nos hablan del Espíritu. El evangelio, para hablar del Espíritu, tiene que emplear una imagen sensible, como una paloma. No significa que vio una paloma que bajaba sobre él como normalmente se entiende y reflejan pinturas que representan la escena. Oseas 8,1, dice: Como un águila cae el mal sobre la casa de Israel... Quiere decir que el Espíritu cayó sobre Jesús como un ave se lanza “en picado” desde lo alto. En el principio de la Biblia se dice que el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas. El Espíritu transforma interiormente a Jesús, y le capacita para llevar a cabo la difícil tarea que le esperaba. En el AT se ungía al rey para que el Espíritu lo capacitara para su misión. Nos están hablando del nuevo nacimiento “del agua y del Espíritu”. Lo que Jesús pide más tarde a Nicodemo lo vivió primero él mismo. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”. No se puede concebir a Jesús sin el Espíritu... Porque nacer de la carne es menos importante que nacer del Espíritu, lo que estamos celebrando hoy es más importante que lo que acabamos de celebrar en Navidad. No debemos caer en la tentación de pensar en fenómenos aparatosos. La manera de narrar el hecho puede ser una trampa. Ni Espíritu visible, ni voz audible, ni cielo rasgado. Todos estos fenómenos no son más que imágenes para comunicarnos verdades teológicas que nos lleven a la comprensión de Jesús. El Espíritu actúa siempre de la misma manera, silenciosamente, desde dentro, sin ruidos, sin aspavientos, sin violentar la naturaleza porque actúa siempre de acuerdo con ella. "No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha humeante no la apagará". (Isaías). Aunque no tenemos datos suficientes para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación que desbordó todo lo conocido. Se atreve a llamarle “Abba” (papá); cosa inusitada en su época. Hace su voluntad: Le escucha siempre. Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios. El único objetivo de su misión fue que nosotros lleguemos a esa misma experiencia. Toda esa relación de Jesús con Dios era con un Dios que es Espíritu. En el diálogo con la Samaritana lo dejó claro. Dios es Espíritu… Tú eres mi Hijo amado. La experiencia de ser amado, es la base del verdadero amor. La comunicación de Jesús con su "Abba" fue a través de su ser profundo. Solo a través de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. Lc, dice expresamente: “y mientras oraba...” El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su conciencia de hombre. Dios como creador está en la base de todo ser, constituyéndolo en ser. Yo soy yo, porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está dando Él. Mi verdadero ser, es el mismo ser de Dios. Una cosa me diferencia de Dios; mis limitaciones. El cielo rasgado, recuerda unas palabras de Is: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”. El cielo se había cerrado. Hacía siglos que no había aparecido un profeta; ahora se abre. La comunicación entre el cielo y la tierra queda abierta para siempre por medio de este ser humano que se siente identificado con Dios. Mc nos está trasmitiendo el descubrimiento de la vocación de Jesús y su conciencia de enviado del Padre. Pedro nos ofrece el modelo: Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con él. Dios también está contigo, solo falta que tú respondas como respondió él. La más importante tarea de tu vida es desplegar tus posibilidades de ser. Si despliegas solamente tus posibilidades biológicas, habrás desarrollado solo una parte de ti. Eres también Espíritu y si quieres alcanzar tu plenitud, tienes que desplegar el Espíritu. Meditación El Espíritu (Dios) no tiene que venir de ninguna parte. Ya estaba en él desde siempre, Como está en cada uno de nosotros. Descubrir esa presencia es nacer del Espíritu. Lo que nació de la carne, seguirá siendo carne, Pero una vez nacido del Espíritu, la carne significará muy poco. La elocuencia del silencio
Ayer celebrábamos la fiesta de la Epifanía, con Jesús niño de menos de dos años, y de repente lo vemos ya adulto, en el momento del bautismo. De los años intermedios, si prescindimos de la visita al templo que cuenta Lucas, no se dice nada. Este silencio resulta muy llamativo. Los evangelistas podían haber contado cosas interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; de la capital de la región, Séforis, a sólo 5 km de distancia, atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos; de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto se cuenta; a los evangelistas no les interesa escribir la biografía de su protagonista. Para explicar este silencio se aduce habitualmente la humildad de Dios, capaz de pasar desapercibido tanto tiempo, sin llamar la atención, sin prisas por cambiar al mundo, a pesar de todo lo que tiene que decir. Esta interpretación es válida, y deberíamos sacar de ellas consecuencias personales que frenasen nuestras prisas y deseos de notoriedad. Pero quien viene del Antiguo Testamento percibe también otro motivo. Los grandes personajes que en él aparecen nunca son importantes en sí mismos, sino por lo que contribuyen al progreso de la historia de la salvación. De Abrahán, Moisés, Josué, Isaías, Jeremías, Ezequiel... nos faltan infinidad de datos biográficos. A veces conocemos detalles pequeños sobre su familia o infancia. Pero, en general, su biografía comienza con el momento de la vocación, cuando el personaje queda al servicio de los planes de Dios. En el caso de Jesús se aplica el mismo principio, para subrayar la importancia capital del bautismo como experiencia personal que transforma totalmente su vida. Todo lo anterior, aunque nos sorprenda, carece de interés. Es ahora, en el bautismo, cuando comienza la «buena noticia». El bautismo de Jesús Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. El relato de Marcos, el más antiguo, cuenta el bautismo con muy pocas palabras. Y ni siquiera se centra en el bautismo, sino en lo que ocurre inmediatamente después de él. En aquel tiempo, proclamaba Juan: ̶ Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo. Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: ̶ Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto. Marcos destaca dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo. La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Marcos quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento. En este sentido, es importante advertir que la vida pública de Jesús comienza con el testimonio de la voz del cielo («Tú eres mi hijo amado, mi predilecto») y se cierra con el testimonio del centurión junto a la cruz: «Realmente, este hombre era hijo de Dios» (Marcos 15,39). El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu. Los tres testigos: el Espíritu, el agua y la sangre (2ª lectura) La idea de la salvación a través del sufrimiento la encontramos también en la segunda lectura. Hablando de Jesús, dice: «Es el que vino con agua y sangre: no sólo con agua, sino con agua y sangre.» Clara referencia al bautismo y a la muerte. Al mismo tiempo, la lectura ha sido elegida por la referencia al Espíritu, que da testimonio de Jesús. Todo el que cree que Jesús es el Mesías, es hijo de Dios; y todo el que ama al Padre ama también al Hijo. Si amamos a Dios y cumplimos sus mandatos, es señal de que amamos a los hijos de Dios. Pues el amor de Dios consiste en cumplir sus mandatos, que no son gravosos. Todo el que es hijo de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. ¿Quién venció al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Es el que vino con agua y sangre: no sólo con agua, sino con agua y sangre. Y el Espíritu, que es la verdad, da testimonio. Tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres concuerdan. Si aceptamos el testimonio humano, más convincente es el testimonio de Dios. Nuestro bautismo (1ª lectura) El bautismo de Jesús es un momento ideal para reflexionar sobre nuestro bautismo. Al parecer, eso es lo que pretendieron quienes eligieron la primera lectura. Demasiado larga para una misa (la mayoría de la gente no se enterará de nada), se presta sin embargo a una lectura tranquila en privado. Divido el texto en cuatro partes, con brevísimo comentario. 1. Nos ayuda a vernos como personas con hambre y sed, que intentamos saciar con productos caros e inútiles, sin buscar el verdadero alimento. ¡Atención, sedientos!, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar, vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta?, ¿y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. 2. El bautismo nos transmite las antiguas promesas y la alianza establecida por Dios con David. Nosotros somos el pueblo desconocido que corre hacia el Señor. Prestad oído, venid a mí, escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él le hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones; tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti: por el Señor, tu Dios; por el Santo de Israel, que te honra. 3. Si no corremos hacia él, debemos convertirnos, cambiar de camino, buscarlo; él es rico en perdón y se dejará encontrar. Buscad al Señor mientras se deje encontrar, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos ‑oráculo del Señor‑. 4. Y esto, que puede parecer una ilusión imposible, se realizará porque la Palabra de Dios fecundará nuestra vida como la lluvia y la nieve hacen germinar la semilla. Como el cielo está por encima de la tierra, mis caminos están por encima de los vuestros y mis planes de vuestros planes. Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé semilla al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo. Fiesta de la Epifanía
El autor del primer evangelio (el de Mateo), que probablemente reside en Antioquía de Siria, lleva años viviendo una experiencia muy especial: aunque Jesús fue judío, la mayoría de los judíos no lo aceptan como Mesías, mientras que cada vez es mayor el número de paganos que se incorporan a la comunidad cristiana. Algunos podrían interpretar este extraño hecho de forma puramente humana: los paganos que se convierten son personas piadosas, muy vinculadas a la sinagoga judía, pero no se animan a dar el paso definitivo de la circuncisión; los cristianos, en cambio, no les exigen circuncidarse para incorporarse a la iglesia. Mateo prefiere interpretar este hecho como una revelación de Dios a los paganos. Para expresarlo, se le ocurre una idea genial: anticipar esa revelación a la infancia de Jesús, usando un relato que no debemos interpretar históricamente, sino como el primer cuento de Navidad. Un cuento precioso y de gran hondura teológica. Y que nadie se escandalice de esto. Las parábolas del hijo pródigo y del buen samaritano son también cuentecitos, pero han cambiado más vidas que infinidad de historias reales. La estrella Los antiguos estaban convencidos de que el nacimiento de un gran personaje, o un cambio importante en el mundo, era anunciado por la aparición de una estrella. Orígenes escribía en el siglo III: “Se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la tierra siempre han aparecido astros de este tipo que presagiaban revoluciones en el imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo. Yo mismo he podido leer en el Tratado de los Cometas, del estoico Queremón, que han aparecido a veces en vísperas de algún acontecimiento favorable; de lo que nos proporciona numerosos ejemplos” (Contra Celso I, 58ss). Sin necesidad de recurrir a lo que pensasen otros pueblos, la Biblia anuncia que saldrá la estrella de Jacob como símbolo de su poder (Nm 24,17). Este pasaje era relacionado con la aparición del Mesías. El bueno: los magos De acuerdo con lo anterior, nadie en Israel se habría extrañado de que una estrella anunciase el nacimiento del Mesías. La originalidad de Mt radica en que la estrella que anuncia el nacimiento del Mesías se deja ver lejos de Judá. Pero la gente normal no se pasa las noches mirando al cielo, ni entiende mucho de astronomía. ¿Quién podrá distinguirla? Unos astrónomos de la época, los magos de oriente. La palabra “mago” se aplicaba en el siglo I a personajes muy distintos: a los sacerdotes persas, a quienes tenían poderes sobrenaturales, a propagandistas de religiones nuevas, y a charlatanes. En nuestro texto se refiere a astrólogos de oriente, con conocimientos profundos de la historia judía. No son reyes. Este dato pertenece a la leyenda posterior, como luego veremos. El malo: Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas La narración, muy sencilla, es una auténtica joya literaria. El arranque, para un lector judío, resulta dramático. “Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes”. Cuando Mt escribe su evangelio han pasado ya unos ochenta años desde la muerte de este rey. Pero sigue vivo en el recuerdo de los judíos por sus construcciones, su miedo y su crueldad. Es un caso patológico de apego al poder y miedo a perderlo, que le llevó incluso a asesinar a sus hijos y a su esposa Mariamme. Si se entera del nacimiento de Jesús, ¿cómo reaccionará ante este competidor? Si se entera, lo mata. Un cortocircuito providencial Y se va a enterar de la manera más inesperada, no por delación de la policía secreta, sino por unos personajes inocentes. Mt escribe con asombrosa habilidad narrativa. No nos presenta a los magos cuando están en Oriente, observando el cielo y las estrellas. Omite su descubrimiento y su largo viaje. La estrella podría haberlos guiado directamente a Belén, pero entonces no se advertiría el contraste entre los magos y las autoridades políticas y religiosas judías. La solución es fácil. La estrella desaparece en el momento más inoportuno, cuando sólo faltan nueve kilómetros para llegar, y los magos se ven obligados a entrar en Jerusalén. Nada más llegar formulan, con toda ingenuidad, la pregunta más comprometedora: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarlo”. Una bomba para Herodes. El contraste Y así nace la escena central, importantísima para Mt: el sobresalto de Herodes y la consulta a sacerdotes y escribas. La respuesta es inmediata: “En Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas”. Herodes informa a los magos y éstos parten. Pero van solos. Esto es lo que Mt quiere subrayar. Entre las autoridades políticas y religiosas judías nadie se preocupa por rendir homenaje a Jesús. Conocen la Biblia, saben las respuestas a todos los problemas divinos, pero carecen de fe. Mientras los magos han realizado un largo e incómodo viaje, ellos son incapaces de dar un paseo de nueve kilómetros. El Mesías es rechazado desde el principio por su propio pueblo, anunciando lo que ocurrirá años más tarde. Los magos no se extrañan ni desaniman. Emprenden el camino, y la reaparición de la estrella los llena de alegría. Llegan a la casa, rinden homenaje y ofrecen sus dones. Estos regalos se han interpretado desde antiguo de manera simbólica: realeza (oro), divinidad (incienso), sepultura (mirra). Es probable que Mt piense sólo en ofrendas de gran valor dentro del antiguo Oriente. Un sueño impide que caigan en la trampa de Herodes. Los Reyes magos no son los padres, somos nosotros A alguno quizá le resulte una interpretación muy racionalista del episodio y puede sentirse como el niño que se entera de que los reyes magos no existen. Podemos sentir pena, pero hay que aceptar la realidad. De todos modos, quien lo desee puede interpretar el relato históricamente, con la condición de que no pierda de vista el sentido teológico de Mt. Desde el primer momento, el Mesías fue rechazado por gran parte de su pueblo y aceptado por los paganos. La comunidad no debe extrañarse de que las autoridades judías la sigan rechazando, mientras los paganos se convierten. La mitificación de la estrella La estrella ha atraído siempre la atención, y sigue ocupando un puesto capital en nuestros nacimientos. Mt, al principio, la presenta de forma muy sencilla, cuando los magos afirman: “hemos visto salir su estrella”. Sin embargo, ya en el siglo II, el Protoevangelio de Santiagola aumenta de tamaño y de capacidad lumínica: “Hemos visto la estrella de un resplandor tan vivo en medio de todos los astros que eclipsaba a todos hasta el punto de dejarlos invisibles”. Y el Libro armenio de la infancia dice que acompañó a los magos durante los nueve meses del viaje. En tiempos modernos incluso se ha intentado explicarla por la conjunción de dos astros (Júpiter y Saturno, ocurrida tres veces en 7/6 a.C.), o la aparición de un cometa (detectado por los astrónomos chinos en 5/4 a.C.). Esto es absurdo e ingenuo. Basta advertir lo que hace la estrella. Se deja ver en oriente, y reaparece a la salida de Jerusalén hasta pararse encima de donde está el niño. Puesta a guiarlos, ¿por qué no lo hace todo el camino, como dice el Libro armenio de la infancia? ¿Y cómo va a pararse una estrella encima de una cuna? Para Dios «nada hay imposible», pero dentro de ciertos límites. El número y nombre de los magos En el Libro armenio de la infancia (de finales del siglo IV) se dice: “Al punto, un ángel del Señor se fue apresuradamente al país de los persas a avisar a los reyes magos para que fueran a adorar al niño recién nacido. Y éstos, después de haber sido guiados por una estrella durante nueve meses, llegaron a su destino en el momento en que la Virgen daba a luz... Y los reyes magos eran tres hermanos: el primero Melkon (Melchor), que reinó sobre los persas; el segundo, Baltasar, que reinó sobre los indios, y el tercero, Gaspar, que tuvo en posesión los países de los árabes”. Para Mt, el dato esencial es que no son judíos, sino extranjeros. Según Justino proceden de Arabia. Luego se impone Persia. En cuanto al número, la iglesia siria habla de doce. El contraste entre la primera lectura y el evangelio La liturgia parece ver en el relato de los magos el cumplimiento de lo anunciado en el libro de Isaías (Is 60,1-6). Sin embargo, la relación es de contraste. En Isaías, la protagonista es Jerusalén, la gloria de Dios resplandece sobre ella y los pueblos paganos le traen a sus hijos, los judíos desterrados, la inundan con sus riquezas, su incienso y su oro. En el evangelio, Jerusalén no es la protagonista; la gloria de Dios, el Mesías, se revela en Belén, y es a ella adonde terminan encaminándose los magos. Jerusalén es simple lugar de paso, y lugar de residencia de la oposición al Mesías: de Herodes, que desea matarlo, y de los escribas y sacerdotes, que se desinteresan de él. Esta fiesta es la más antigua que se conoce. Fue la única fiesta de Navidad que se celebró en toda la Iglesia, hasta que en Occidente se empezó a celebrar el 25 de Diciembre la Natividad. La palabra “Epifanía” significa en griego "manifestación", sobre todo la aparición de la primera claridad de la mañana, antes de que aparezca el sol. Siguió celebrándose la fiesta de Epifanía, pero con otros significados. Durante mucho tiempo se celebraban en ella tres “epifanías”: la adoración de los Magos, el bautismo de Jesús y las bodas de Caná. El 6 de Enero se celebraba en Roma el triple triunfo de Augusto César.
Empezábamos el tiempo de Navidad con un relato del evangelista Lucas que hablaba de pastores, ángeles y el niño en el pesebre. Hoy terminamos con otro relato no menos fantástico de Mt, sobre unos magos que vienen a adorar a Jesús. En esta “historia” está recogida la tradición del AT y la experiencia de los primeros cristianos. Se intenta expresar una cristología ya avanzada. Debemos recordar que el título de Rey no se le dio a Jesús hasta después de su muerte. También debemos tener presente que los tres títulos que en el relato se sobreentienden (Rey, Hijo de Dios y Mesías) se implican unos en otros. La apertura de los primeros cristianos a los paganos fue un salto cualitativo en la manera que tenía el pueblo judío de interpretar sus relaciones con Dios. Este cambio de perspectiva no se llevó a cabo sin traumas dentro de la primera comunidad. Los escritos del NT dejan bien claro que solo se consiguió después de muchas discusiones y mucha reflexión. No nos debe extrañar esta dificultad. Los judíos se consideraban el pueblo elegido. Creían sinceramente que Dios había hecho por ellos prodigios que no había hecho con ningún otro pueblo. Todavía nos cuesta mucho a nosotros aceptar que Dios no puede tener privilegios con ninguna persona ni con ningún pueblo ni con ninguna religión. Esta universalidad del mensaje es el tema de las tres lecturas e incluso del salmo de la liturgia de hoy. Desde distintos ángulos, todas nos hablan de una novedad en la relación de Dios con los hombres. Dios se manifiesta siempre a todos, aunque solo le descubre el que le busca. La originalidad de la experiencia religiosa del pueblo judío, no la puso Dios sino la peculiar manera de ser de este pueblo, capaz de interpretar los acontecimientos de la vida como manifestación del amor de Dios hacia ellos. En realidad, Dios no puede hacer por uno lo que no hace por otro. Dios es AMOR absoluto y total. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad, que podría tener o no tener, como pasa en nosotros. Dios constantemente se está manifestando en su creación, para todo aquel que está atento. Esa atención no se refiere a los sentidos sino al ser. Muchas veces os he dicho que Dios no actúa desde fuera como las causas segundas, sino desde el ser de cada criatura y acomodándose a la manera de ser de cada una; por lo tanto, será inútil todo intento de percibir esas acciones con nuestros sentidos. Para descubrir esas manifestaciones de Dios hay que desplegar una muy especial atención, dirigida al centro de nuestro propio ser. El relato de los Magos va en esta dirección. Ellos descubrieron la estrella, porque se dedicaban a escudriñar el cielo; fueron capaces de levantar los ojos de la tierra... Ellos a pesar de estar lejos vieron la estrella; la inmensa mayoría de los que estaban alrededor del recién nacido, ni se enteraron. Nuestra religiosidad no consigue su objetivo, porque nos empeñamos en encontrar a Dios donde no está. Porque nos empeñamos en descubrir, no al verdadero Dios, sino al ídolo que nos hemos fabricado. Dios no está en los fenómenos que percibimos por los sentidos. Mejor dicho, Dios está en todos los fenómenos, aunque no de una manera especial en los que nosotros percibimos como maravillosos. Nosotros nos empeñamos en descubrirlo solo en lo extraordinario, pero la verdad es que Dios se manifiesta exactamente igual en los acontecimientos más sencillos y cotidianos. Hay que aprender a descubrir esa presencia. En la fragancia de una flor, en un amanecer, en la sonrisa de un niño, en el sufrimiento de un enfermo, etc. La experiencia de todos los místicos les llevó a concluir que Dios es siempre el escondido, el ausente. S. Juan de la Cruz: "A donde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido. Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras ti clamando y eres ido." Y el místico sufí persa Edwin Rumi dice: Calla mi labio carnal. Habla en mi interior la calma, voz sonora de mi alma, que es el alma de otra Alma eterna y universal. ¿Dónde tu rostro reposa, Alma que a mi alma da vida? Nacen sin cesar las cosas, mil y mil veces ansiosas de ver Tu faz escondida. También dice Pascal: Toda religión que no predique un Dios escondido, es falsa. De Dios nunca se podrá decir está aquí o está allí, es esto o es lo otro. Y cuando lo hacemos, fallamos estrepitosamente. Me preocupa que los católicos estemos convencidos de que no hay nada que aprender sobre Dios, porque ya lo sabemos todo. Sea en cuanto a las verdades, sea en cuanto a las normas morales, sea en cuanto a las celebraciones litúrgicas, el hecho de que no haya capacidad de innovación, es la mejor prueba de que estamos en una religión sin vivencia, es decir en una religión muerta. Dios se manifiesta siempre como novedad. Si encontramos dos veces el mismo dios, estamos relacionándonos con un ídolo. Ya hemos dicho que la clave de esta celebración es la universalidad del mensaje. En Navidad veíamos a Dios encarnado. Hoy celebramos a Dios manifestado. La manifestación de Dios es universal, en cuanto al tiempo y en cuanto a espacio; es decir, se está siempre manifestando y se manifiesta en todo lo creado. Esto no lo hemos asumido del todo los cristianos. Seguimos creyéndonos unos privilegiados porque conocemos a Jesús. Seguimos lamentando la situación de los que no creen en él, porque los pobrecitos no podrán participar de su salvación. Es verdad que desde el Vaticano II, hemos avanzado mucho en esta materia, pero no hemos dado el paso definitivo. Hoy debíamos tener ya muy claro que Jesús no vino a fundar una religión frente a la religión judía; ni una Iglesia frente a otras Iglesias. Jesús predicó el Reino de Dios. Jesús nos trajo un evangelio (buena noticia) para todas las religiones, para todas las Iglesias, para todos los pueblos, para todos y cada uno de los seres humanos. Nuestra religión, como todas las demás, tiene que estar abierta a la buena noticia de Jesús. No debemos dar por supuesto que somos portadores de esa buena noticia; mucho menos que somos los únicos depositarios de ella. Es curioso que el término “católica” que significa universal, haya terminado significando solamente una parte de los seguidores de Jesús. Claro que el término universal se puede entender de dos maneras. Universal porque todos pertenezcan a ella (así lo hemos entendido siempre). Universal por el objetivo de nuestra preocupación y nuestra entrega. Para mí, este segundo aspecto sería mucho más evangélico que el primero. Que el objeto de la preocupación, del cariño; en una palabra, del amor, fueran todos los seres humanos sin excepción. Si no tenemos claro lo segundo, es que no hemos entendido el evangelio. El relato era completamente verosímil en aquel tiempo. Todos, incluidos los más ilustrados, creían que el nacimiento de grandes personajes estaba precedido de fenómenos astrológicos. La aparición de una nueva estrella era el más común. El hecho de que fuera verosímil no quiere decir que el relato sea histórico. Los cristianos tenían motivos para apoyarse en tales relatos, una vez que estaban convencidos del significado de Cristo a todos los niveles. Parece innegable que, en nuestro entorno sociocultural, y más allá de creencias religiosas, la fiesta de “Navidad” ha ocupado durante siglos (y aún sigue ocupando) un lugar privilegiado. Diferentes factores la convirtieron en una fecha popular e incluso entrañable, aunque no faltaran nunca sus detractores. Resortes psicológicos básicos, religiosidad sentida, escenas de la infancia cargadas de emoción, reuniones familiares, e incluso, cada vez más, intereses comerciales, lograron que esas fechas aparecieran revestidas de un atractivo especial, a tenor de las experiencias e incluso de las creencias de cada cual.
Sin embargo, acerca de la Navidad caben diferentes lecturas: Lectura histórica: La fiesta de Navidad se institucionalizó a partir del siglo IV; su reconocimiento oficial se produjo el año 354, por parte del papa Liberio. En su origen, en esa fecha se celebraba en Roma el “Dies Natalis Solis invicti”, el nacimiento del sol, siempre invicto, que acontecía cada año en el solsticio de invierno, justo cuando los días empiezan a alargar. El cristianismo asumió la festividad pagana, datando en esa fecha el nacimiento de Jesús, considerado como el verdadero “Sol” por el que había llegado la luz a este mundo. Sin embargo, este no fue un caso aislado, sino que algo similar había ocurrido en muchas mitologías: en Persia, Mitra, dios de la Luz; en Roma, Apolo; en Egipto, Horus; en las culturas germánicas y escandinavas, Frey, dios del sol naciente; entre los mexicas, antiguo pueblo precolombino, Huitzilopochtli, dios del sol… Tomando al sol como símbolo de lo divino, las diferentes culturas fijaron como fecha del nacimiento de sus respectivas divinidades el solsticio de invierno, cuando los días empiezan a alargarse, cuando el sol “vuelve a nacer”. Lectura religiosa: La lectura religiosa se basa en la creencia, es decir, en el dogma. Para el credo cristiano, en Navidad acontece el hecho central de la historia: Dios se hace hombre en la persona de Jesús de Nazaret. Dicha lectura se apoya en los textos legendarios que aparecen en los evangelios de Mateo y de Lucas -no así en los de Marcos y Juan- y presenta el acontecimiento como la “buena noticia” por excelencia, que será presentada con estas palabras puestas en la boca del ángel: “No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador; el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Según esta lectura, Dios se hace hombre. No es difícil imaginar las “resonancias” que tal creencia habría de encontrar en los seres humanos, despertando o avivando sensaciones de seguridad, sentido, confianza…, acompañadas todas ellas de la imagen tierna e indefensa de un bebé recién nacido. Ahora bien, junto con ello, la creencia religiosa ofrecía la base para su propia absolutización: si Dios se hace hombre en Jesús, esto significa que nos hallamos ante la única religión verdadera, aquella en la que Dios, no solo ha hablado, sino que ha sancionado de manera indubitable. Lectura espiritual: Más allá de la creencia y de los relatos legendarios que la sostienen, es muy fácil acceder a la verdad profunda -a veces inconsciente, incluso para los autores de esos mismos relatos- que late en ese “mapa” concreto. Tal lectura es simple: lo humano es divino. Aquello a lo que los humanos se han referido con el término “Dios” -en sánscrito dev, cuyo significado es sencillamente “luz” o “luminosidad”- está “naciendo” constantemente en todo lo que percibimos a través de los sentidos. Todo, empezando por lo más pequeño -un bebé en pañales acostado en un pesebre-, es manifestación de lo divino. Todo es Dios manifestado. Más allá incluso de los términos que han vehiculado contenidos religiosos, la lectura espiritual de lo que se celebra en Navidad podría tal vez expresarse de este modo: La Realidad última, el Fondo único, Lo que es -inalcanzable para nuestros sentidos y nuestra mente- se está manifestando en todas las formas que aparecen ante nosotros. Y ese mismo Fondo constituye nuestra verdadera identidad. Místicos sufíes gustaban decir que “lo único real es Dios; todo lo demás son “disfraces” en los que Dios se oculta”. Todo es Eso inefable -lo Real solo puede ser uno-; las formas no son sino “despliegues”, en una admirable no-dualidad. No existe Eso inefable más las formas que advertimos: todo es uno. Y nosotros mismos somos, al mismo tiempo, una forma vulnerable -nuestra personalidad tan frágil- y Eso que es plenitud. Comprenderlo es sabiduría, vivirlo es liberación. Comencemos con el texto de un dibujo que, creo, era del inefable Cortés: "Si la gente pensara seriamente en lo que significa que Dios se encarne: que se ponga radicalmente de parte de los más pobres y demuestre que la única religión verdadera es el amor verdadero, si la gente pensara de verdad a qué les compromete decir que Dios nació en Belén..., probablemente no se pondrían tan contentos cuando llega Navidad".
Cuando Fidel Castro decidió suprimir las navidades, medio mundo se le echó encima por ateo y anticristiano. Concedo que medidas de ese tipo no pueden imponerse dictatorialmente. Pero queda pendiente otra pregunta: ¿verdaderamente era esa medida "anticristiana"? ¿O, como pasaba cuando acusaban a Jesús de "blasfemo", era más profundamente creyente que la de sus acusadores? Veámoslo un momento. El nacimiento de Dios, ¡del mismo Dios!, en pobreza y desamparo humanos, lo hemos convertido en un aquelarre de consumo inútil, que ya no revela nada de la solidaridad de Dios con nosotros, sino de nuestra insolidaridad con los otros. Visto desde ese divino "amor hasta el extremo" (como dice un evangelio), lo que debería ser la fiesta de lo humano, se ha pervertido en la fiesta de lo inhumano. El establo es sustituido por algún "Corte inglés"; la compañía del buey y la mula por la del cochinillo y el cava. Los socialmente despreciados (pastores) y los extranjeros (magos), únicos que, según el evangelio, perciben y anuncian el nacimiento de Dios, son hoy unas figuras bucólicas bien vestidas y unos "reyes". Por eso no tienen ya nada que anunciarnos, como no sea que la vida carece de sentido y que sólo podemos llenar ese vacío consumiendo. La noche fuera de la ciudad "sin lugar en la posada", se ha travestido en las arterias bien iluminadas de nuestras urbes, donde se malgasta energía para animarnos a derrochar dinero. La solidaridad de Dios que se revela dándose hasta el anonadamiento, la pervertimos en solidaridades artificiales que rifan objetos de famosos. Cada año, familias que se reunían por inercia, bajo ese eslogan de celebrar el cariño y la unión familiar, se despiden más distanciadas y más enemistadas, sobre todo si ha andado de por medio el dinero. Al final, una publicidad detestable nos escupe una pésima parodia de Bécquer diciéndonos: "Navidad eres tú". Así es cómo la fiesta del amor, se traviste en fiesta del egoísmo. Guinda de toda esta perversión puede ser aquel tristemente célebre belén del hospital de Castellón, dado a conocer el año pasado por estas fechas: 90.000 € anunciados por algún ángel moderno, y no precisamente a los pastores ni a los enfermos... Si esto no es blasfemia y herejía que venga la Congregación de la fe y que lo diga. Concedo que no siempre fue así. Muchos villancicos todavía reflejan poética e ingenuamente ese encuentro de la mejor humanidad en lo sencillo, y de lo material como expresión (no como sustitución) de lo espiritual. Lo que hoy denuncio es fruto de esa inevitable "entropía", que es también una ley de la historia y no sólo de la física. Y que se agudiza al descristianizarse la sociedad. De manera sencilla y nada agresiva, eso debería preocuparnos a los cristianos. ¿Sería absurdo que todos aquellos que creen en (y celebran) el nacimiento del mismo Dios en el abandono y la pobreza, convirtieran esos días sagrados en jornadas de total renuncia al consumo, de intensificación de la presencia solidaria entre las víctimas de este mundo cruel, y de plena reconciliación y perdón entre nosotros y con todos los seres humanos? ¿Días en que se nos repitieran algunas palabras bíblicas como: "Escucha pueblo creyente, nuestro Dios es solamente uno; ámale con todo tu corazón, con toda tu alma y todas tus fuerzas"... O "los dioses y señores de la tierra no me satisfacen"? Dejemos pacíficamente que quienes no tienen otro dios se entreguen al consumo desenfrenado. Quizás incluso, si nosotros renunciamos seriamente a consumir en esos días, les haremos un favor por aquello de que al disminuir la demanda, baja también el precio de la oferta. Puestos a soñar, podría suceder que las Iglesias cristianas, que no deben pretender imponer su fe ni cambiar eso a la fuerza como Fidel Castro, se plantearan seriamente la posibilidad de abandonar la fecha de 25 de diciembre como celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret. De hecho, Jesús no nació ese día ni sabemos en qué día fue. Se eligió esa fecha para transformar la fiesta pagana del nacimiento del sol. Pero quizás es tiempo de dejar que la sociedad no cristiana recupere aquella fiesta pagana y trasladar la navidad cristiana a otra fecha: quizás un mes después, por aquello de que estaremos en plena cuesta de enero. Así, además, las fiestas laicas del solsticio de invierno pasarían a ser, para la liturgia cristiana, nuevos días de "adviento", que preparan para el nacimiento de otro Sol que nunca se enfriará. |
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