En el comentario de la Epifanía veíamos el esquema del evangelio de la infancia de Mateo y comprobábamos claramente la intención del evangelista.
Este esquema muestra con bastante claridad la intención de Mateo: se presenta Jesús, el Esperado, de la estirpe de David (genealogía) nacido "del Espíritu Santo" (concepción virginal, sueños de José), enviado como luz para las naciones (los magos), en quien se cumplen las promesas (Egipto, Nazaret). Ahora, terminada esa presentación de Jesús, comienza la narración de su "vida pública", pero precedida también de una presentación: Jesús, el hombre lleno del Espíritu, al que el Espíritu arrastra a la misión, al anuncio de la Buena Noticia. Por tanto, estamos ante "la presentación de Jesús". Jesús, el hijo amado, el predilecto, aquél en quien reside el Espíritu del Padre. Mateo nos ofrece aquí un ejemplo perfecto del "genero literario evangelio". Cuenta lo que sucedió y vieron los ojos (Jesús en el Jordán bautizado por Juan) y lo que sucedió aunque los ojos no lo vieron (Jesús lleno del Espíritu), empleando para ello símbolos, tomados del Antiguo Testamento (los cielos abiertos, la luz, la voz...) Mateo no nos cuenta sólo que un nazareno fue bautizado por Juan sino también nos dice quién es ese nazareno. Lo primero lo vieron los ojos del cuerpo; lo segundo lo vieron los ojos de la fe. El relato del bautismo en el Jordán muestra ante todo que los evangelios son fiables. Poner a Jesús como discípulo del Bautista, en la fila de los pecadores que van a recibir un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, no era nada oportuno para presentar a Jesús; aparte de los aspectos puramente teológicos (¿Jesús pecador?), esta presentación parecía dar razón a los que pensaban que el Bautista era el Mesías, puesto que Jesús se sometía a su bautismo. Pero este es el acontecimiento del que parte el testimonio de los que, por eso mismo, se llamarán "los testigos", los que estuvieron con él desde el bautismo en el Jordán. Y los evangelistas no escamotean la escena, aunque necesitan explicar en esa misma escena quién es ese Jesús que se bautiza. En otro orden de ideas, es tendencia habitual en algunos comentaristas actuales considerar el bautismo de Jesús como el momento en que toma conciencia de quién es y de su misión. Nos encantaría poder comprender la psicología de Jesús, lo que le pasaba "por dentro", cuál era su conciencia y cuándo la adquirió. Estas interpretaciones se oponen frontalmente a aquellas que consideran que Jesús es plenamente consciente ya en el seno de su madre, que muestran una dudosa fe en la humanidad de Jesús y se acercan peligrosamente a la mentalidad de los apócrifos de la infancia. Entender que es en el Jordán, oyendo la predicación del Bautista, cuando Jesús adquiere su plena conciencia de Hijo de Dios y, en consecuencia, cuando se siente llamado definitivamente a su misión, es algo que satisface a nuestra mentalidad actual. Sin embargo, no podemos hacer que los evangelios digan lo que no quisieron decir. No es éste el mensaje. El evangelista nos dice quién es Jesús, no cuándo ni cómo adquirió la conciencia de serlo. Y aunque nos gustaría, y quizá sucedió así, no podemos atribuir este mensaje a Mateo, ni a ninguno de los evangelistas. El mensaje es, por otra parte, claro y fundamental: Jesús es el Hijo, el predilecto, el hombre lleno del Espíritu. Es el final del mensaje de estas fiestas de Navidad, el resumen de lo que hemos celebrado estos días. Jesús, obra del Espíritu. Esto significa la concepción virginal: que la aparición de Jesús no es solamente una obra de la biología sino una acción especialísima de Dios. Éste es el significado profundo de todos los evangelios de la infancia: Jesús es el cumplimiento de la Promesa, la perfecta realización de la Alianza. Y éste es la piedra angular de nuestra fe: creemos en ese hombre, creemos que en Él se muestra el Espíritu, que sus acciones y sus palabras son acciones y palabras del Espíritu. Esto es motivo de fe, no de simple evidencia. Es bueno reflexionar sobre el itinerario de la fe de los testigos, de aquellas personas que, como se dice en los Hechos "anduvieron con nosotros desde el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado..." (Hechos 1,21) Anduvieron con él, le admiraron, le siguieron incondicionalmente... pero fue el Domingo de Resurrección cuando nació la fe, es decir, cuando saltaron de la admiración por un hombre fascinante, al reconocimiento de "el hombre lleno del Espíritu", el hombre en el que podían ver y palpar la presencia del Espíritu. Significativamente, la fe de los testigos no tiene ninguna tentación de entender la humanidad de Jesús como puro disfraz o apariencia. Han convivido con él tiempo y situaciones más que suficientes para no sentir semejante tentación. Su tentación es la contraria: especialmente después de verle morir en la cruz, aparentemente vencido por sus enemigos, tienden a pensar que era simplemente un hombre, admirable, pero nada más. La gracia de la Resurrección consiste en hacerles descubrir en ese hombre precisamente lo que Mateo está proclamando ahora, en el principio de la vida pública: ese hombre es el hijo, el predilecto. Ésta es la invitación que se nos hace: reconocer en ese hombre al hijo, al predilecto. Y este reconocimiento se hará a través del conocimiento de su humanidad, e incluso a pesar de su evidente humanidad, como nos sucede al verle sentir terror en Getsemaní o morir en la cruz. Pero esa es nuestra fe: reconocerle como el hijo. Pablo completará el mensaje llamándole "el primogénito", extendiendo a todos la condición de hijos y herederos, condición inaugurada por Jesús, el Primero de los que se atreven a llamar a Dios "Abbá". Los profetas tienen conciencia de enviados, Jesús tiene conciencia de Hijo. El antiguo Israel tenía conciencia de "pueblo elegido", nosotros, gracias a Jesús, tenemos conciencia de hijos. Cerramos el tiempo de Navidad con la invitación a revisar la esencia de nuestra fe de cristianos. Hemos recibido importantes mensajes. La Palabra ha puesto su tienda entre nosotros, hemos contemplado cómo es las obra de Dios, hemos entendido a Dios como Salvador, se nos ha invitado a la condición de Hijos, sabemos que es en Jesús donde podemos conocer a Dios y donde podemos contrastar nuestros criterios y nuestros valores. Este tiempo de Navidad resume todos los elementos de los evangelios de la infancia y del Prólogo del cuarto evangelio. En adelante, los otros tiempos, el de Pascua y el Tiempo Ordinario, completarán el mensaje. Y a lo largo del año se nos mostrará completo, entenderemos mejor el amor de Dios contemplando la muerte de Jesús, creeremos mejor en él viéndolo resucitado, y podremos ver la obra del Espíritu en sus acciones, sus curaciones, sus parábolas. Así, el año litúrgico se convierte en una larga meditación en la que, domingo a domingo, se nos va ofreciendo la Palabra, recibimos la Buena Noticia. Pero los cimientos están sólidamente plantados. Todo lo que siga se entenderá bien desde esta fe proclamada en Navidad: Jesús, ese carpintero de Nazaret, Dios-con-nosotros-salvador. Creer en él es nuestro desafío, lo que nos constituye en seguidores suyos, lo que nos define como cristianos.
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Recogiendo tradiciones ancestrales y experiencias nuevas, el Evangelio de Mateo cuenta la historia de unos “magos” (expertos, adivinos, sabios) de Oriente que vinieron a Jerusalén buscando al Rey de los Judíos, para ofrecerle sus respetos y servirle.
Habían visto la luz de su “estrella” e imaginaron la riqueza de su corte, y de esa forma, dejándolo todo vinieron, se cercioraron preguntaron… No le hallaron donde le esperaban, en el templo de Gran Dios de la Ciudad, ni en el Pretorio del Emperador, ni en las escuelas de los Grandes Rabinos eruditos. Así vienen ahora, miles y millones de “magos” de oriente y occidente, del norte y del sur, buscando a un Rey Justo que pueda protegerles, dándoles dignidad, y un salario suficiente, y una casa… No vienen en camellos, sino como polizontes, en barcos o trenes “piratas”. [MURO DE BELE´N] Buscan a un Rey Justo, en el Vaticano de Roma o en el Palacio de Oriente de Madrid, en la CE o en la USA… pero no encuentran su verdadero lugar, nadie les acoge… Cierran las entradas con muros y soldados, matan a los niños y mayores que sobran… y así muchos mueren o tienen que marcharse de nuevo (como los magos de la historia), sin haber “adorado” al Nuevo Rey, que es un niño. Esa es la historia de fondo de esta fiesta de la Epifanía de Jesús, vulgarmente fiesta de los Magos, o incluso de los Reyes Magos (cuando el unido Rey del relato es el Niño al que orienta la Estrella, en brazos de su madre. Siga leyendo quien quiere descubrir otros matices. Las imágenes están tomadas de los muros de Belén en la actualidad, con algo de humor, con mucha esperanza. Buen día a todos. Introducción o La fiesta del 6 de enero, día de los Magos (llamados de ordinario Reyes), que vienen de Oriente para adorar al Niño se llama, litúrgicamente, Epifanía. Es la fiesta de la “revelación de Dios”, su manifestación suprema, en la vida de Jesús, un hombre que nace para “alumbrar” a otros hombres. Ha sido durante siglos la fiesta principal de la Navidad, mejor dicho, la Navidad en sí, como expresión de la Luz de Dios que alumbra a los hombres. Es una fiesta de ilusión creadora, pues los “reyes” no son reyes, sino buscadores de Dios, hombres atentos a la voz de la estrellas… Tampoco son “magos” en sentido vulgar, sino visitantes que vienen de lejos queriendo encontrar (y compartir) la verdad… Ellos nos preguntan. Podemos y debemos responderles. Esta es una fiesta que se abre al conocimiento más hondo de la venida de Dios entre los hombres. Es una fiesta que se ha concretado en general en una ilusión de niños: la fiesta de la Cabalgata de los Magos de la Paz, que quieren que el niño viva, que todos los niños vivan y tengan ilusiones y regalos, fantasía y gozo que inunda también a los varones. Quiere ser la fiesta en que los niños pueden ser los Reyes de la casa y la ciudad, día en que la vida es un regalo. Ésta es una fiesta en la que pueden hacerse reflexiones infinitas. Aquí me contentaré con presentar el texto de la Biblia y ofrecer una breve evocación, de tipo erudito, evocando en este fondo la misión de la iglesia, llamada a ofrecer a los pueblos el don de Dios que es Jesús (el amor de la vida, la vida de amor), desde la tradición del judaísmo, conforme a la visiòn del evangelio de Mateo. Magos somos nosotros Esta es la fiesta del Dios que atrae en amor a los hombres, la fiesta de la Epifanía o manifestación de su misterio desde Jerusalén, en el principio del evangelio. Cuando parece que todo está definitivamente cerrado vienen unos Magos para abrir las puertes de la vida. Cuando parece que el cielo está negro, brilla una luz para aquellos que quieren seguir caminando Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: – ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. La enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: – En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo Israel.” Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que les precisara el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles: – Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría, entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes se marcharon a su tierra por otro camino (Mt 2, 1-12). Herodes mata a los niños de Belén, asesina a los inocentes para seguir reinando (como nuestra cultura que mata a unos 40.000 mil niños cada día para seguir reinando…). Pero queda uno, Jesús, que podrá reinar, para que nunca más mueran los niños inocentes. Y que, sobre todo, la certeza iluminada de que los magos somos (tenemos que ser) nosotros, encargados de ofrecer a los niños un mundo donde sea posible la vida, la ilusión de la vida. Debemos hacernos Magos Nosotros, los mayores, tenemos que hacer de magos, para decir a los niños que hay estrellas que guían a la Navidad, en la ruta de la vida, que sigue abierta. 1. Nosotros, los mayores, somos responsables directos o indirectos de los 40.000 niños de Belén y sus alrededores (todo el mundo) que mueren de hambre cada día, asesinados por un sistema que sólo se busca a sí mismo. Nosotros, los magos, debemos crear un mundo donde ningún niño-Dios muera abandonado. 2. Nosotros, los magos, debemos enseñar a los niños (con nuestro ejemplo solidario) que la vida es un don, que el oro del mundo es un regalo, para todos los hombres y mujeres del mundo: que la economía de la tierra está al servicio de la vida y la ilusión de todos, desde China, la India y Persia (tierras de los magos) hasta el extremo del occidente. Que no nos mataremos por oro ni petróleo, sino que lo compartiremos, para bien de todos los niños 3. Nosotros, los magos, tenemos que decir a los niños con nuestro ejemplo y nuestra vida hecha regalo que la vida es gozo y gloria, es incienso de admiración y de ternura, de intimidad orante y de cercanía. Tenemos que decirles que no buscaremos la gloria del poder, la victoria de la imposición, el incienso de la mentira, sino que buscaremos y compartiremos el incienso del amor que puede celebrarse en intimidad de familia. Les diremos que habrá siempre un perfume a su lado (a nuestro lado), al lado de todos los hombres y mujeres, que podrán comer y gozarse y soñar… 4. Nosotros los magos tendremos que enseñar a los niños que la vida está hecha también de mirra. La mirra es perfume de amor (de enamorados), pero también es bálsamo de muerte (se emplea para honrar a los cadáveres). La mirra es como una flor preciosa que nos puede acompañar en la vida, en el crecimiento de cada día, en la comunión de cada noviazgo, en la tristeza y esperanza de cada despedida… Que cada muerte sea tiempo de amor, esperanza de amor (y no fruto de violencia). Que esta fiesta sea fiesta de todos los días del año… Que la cabalgata de esta noche sea signo de la cabalgata de la vida que iniciamos con ilusión cada mañana… ¿Pedimos otras cosas a los magos? ¡Claro! Pedimos la paz para sus países simbólicos: China, India, Persia (sobre todo Persia). Pedimos la paz para nuestros políticos. Aquellos Magos del tiempo de Jesús no se arreglaron con los “herodes de turno”, los matadores de niños… ¿Podrá haber hoy magos que sean capaces de dialogar con los herodes del terror o, por menos, de impedirles que maten? Sigue una reflexión más teológica El Jesús de los Magos: Rey de los judíos, Dios universal Los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos… Ese tema nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica (-nómica) que vincula al ser humano (y especialmente al salvador) con un (=el) Astro del cielo: es como luz en el firmamento y futuro de la historia. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz, se expande una esperanza de salvación sobre la tierra. Esa luz atrae a los “magos”, que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad. Por eso, como venimos suponiendo, este pasaje debe interpretarse en la línea que lleva al mesianismo universal de Mt 28, 16-20. Los magos preguntan por el Mesías en Jerusalén, pero no lo encuentran allí (en la ciudad del templo, donde habita un rey de este mundo), sino en Belén, capital donde se centran y cumplen las promesas. De esa forma, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al mesías, puede entenderse ya como anuncio de la culminación pascual del evangelio: una prolepsis de lo que será la misión final cristiana, interpretada aquí en forma centrípeta (desde el modelo de la gran peregrinación de pueblos hacia el centro de la tierra, que es Jerusalén). – La venida de los magos responde de la tradición israelita: los pueblos paganos de Oriente vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos, que ha nacido ya, pues ha surgido su Estrella. Ellos, los magos, son signo de un camino de búsqueda y fe universal, que desborda el nivel israelita, tanto por su origen como por su meta. Por su origen: la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión (de su paganismo). Por su meta: tras adorar a Jesús no quedan allí, para formar parte del pueblo judío, sino que vuelven a sus tierras, como indicando que el camino y luz del Rey israelita ha de interpretarse desde sus propias tradiciones religiosas y culturales. – El envío final del evangelio (Mc 28, 16-20) empalma con los magos, pero invierte y completa su sentido: no son ellos (magos gentiles) los que deben buscar en Jerusalén al Rey israelita, para encontrar al Niño de Belén y marchar por otro camino hacia su tierra; son los mismos cristianos quienes deben expandir la experiencia mesiánica ia todos los pueblos de la tierra, como enviados del Cristo pascual, desde la montaña de su resurrección (en Galilea, no en Jerusalén). Los cristianos ya no esperan la venida de los pueblos, como parece haber hecho la iglesia primera de Jerusalén y la tradición de las comunidades judeo-cristianas, cuya dotrina ha recogido (y superado) Mt en su evangelio, sino que deben ir a las naciones (y no sólo a las de oriente), llevando la buena nueva del discipulado, de la comunicación fraterna, poniéndose así en manos de la cultura y vida de los pueblos. Epifanía, fiesta misionera De esa forma se distinguen y completan los dos tipos de cristología y misión que han definido el comienzo de la iglesia: una centrípeta (los gentiles vienen a adorar al Dios israelita, revelado en su mesías) y otra centrifuga (los enviados del Cristo pascual salen a ofrecer en todas las direcciones su visión del discipulado). La primera tradición (Mt 2) es más judía y puede entenderse como principio del evangelio. La segunda (Mt 28, 16-20) es más pascual, expresando mejor la novedad cristiana. Entre ambas se extiende el evangelio, que ahora interpretamos como relato de transformación cristológica y misionera. Ambos modelos resultan paradójicos: – Los magos (gentiles) buscan en Jerusalén al Rey de los judíos, como suponiendo que deben aceptar sus leyes nacionales (la forma de vida israelita). Vienen pero no encuentran al Rey en Sión, sino en Belén; no lo descubren honrado y victorioso, sino escondido y perseguido; por eso tienen que volver a su país, no pueden quedarse en Judea, ni cultivar de una forma nacional el mesianismo. Ese retorno de los magos es un signo del carácter todavía incompleto de la vida y obra de Jesús. – Los discípulos de Jesús llevarán su mensaje y vida (su discipulado), pero no desde Jerusalén sino desde la montaña de la pascua de Galilea (Mt 28). No van para retornar a Jerusalén (donde estaría el centro de la iglesia establecida), sino para ofrecer su fermento de vida (su discipulado) en todos los pueblos de la tierra. Son portadores del mensaje-vida de Jesús, pero no una forma nacional judía (o cristiana) de existencia, de manera que deben aceptar el esquema de vida (cultura, religión fundante) de los pueblos hacia donde se dirigen. El evangelio de Mateo (=Mt) elabora una cristología del camino misionero. Por eso irá mostrando, a partir del relato de los magos, que buscan al Rey de los judíos, la expansión del mensaje y vida de Jesús a todas las naciones para ofrecerles el discipulado. Este Jesús pascual no quiere adoctrinar a los humanos, ni imponer sobre la tierra unos esquemas culturales o sacrales. De manera sorprendente, sus testigos van sin libros (no llevan unas normas escritas de conducta, aunque se inspiran en la experiencia israelita). Van sin una lengua sagrada, sin tablas de leyes y preceptos. Simplemente llevan la experiencia de la pascua, que les capacita para entender la vida de Jesús, revelación de Dos y fuente de amor para todos los humanos. Cristología centrípeta: Rey de los judíos (Mt 2, 2) Conforme a la esperanza israelita, la Ciudad-Santuario de Sión y la Tierra de Israel son el centro del universo, hacia el que un día vendrán los pueblos y reyes de la tierra, para reconocer la soberanía de Yahvé (cf. Is 42, 1-6; 51, 4-5; 56, 1ss etc.). Esta visión expresa la certeza esperanzada y muy gozosa de que Dios se manifiesta de un modo salvador en Israel, expandiendo desde allí su soberanía. Pero ella incluye también elementos de triunfo partidista, como si Dios quisiera ofrecer un premio especial a los judíos en cuanto tales, de manera que los otros pueblos resultan secundarios o subordinados. El templo de Jerusalén debá ser foco y centro de la manifestación de Dios, en línea de mesianismo real: Dios mismo ha ofrecido su triunfo al rey mesías, haciéndole portador de su soberanía sobre el mundo. Pues bien, los magos de oriente han venido según esta esperanza de los buenos israelitas y de muchos judeocristianos de Jerusalén y la diáspora: unos y otros sabían que los pueblos de la tierra han de venir trayendo sus dones, para culminar su camino en Sión. Por eso, más que la apertura misionera de la iglesia a los pueblos de la tierra, los judeocristianos destacaron la venida de los pueblos a la iglesia: enriquecidos por Jesús, sus discípulos debían mantenerse fieles a la herencia nacional, esperando en la casa israelita (junto al templo) la venida de los pueblos. Pues bien, Mt 2 empieza aceptando esa esperanza, para transformarla de manera muy significativa: 1. Jesús, Mesías de Dios, no está encerrado en el templo y ley de Jerusalén (no está en el Vaticano), sino abierto en Belén para todos los que vengan. No es Rey que impone su derecho en Sión, sino Niño necesitado, en brazos de su madre. No es Sacerdote que expande la sacralidad divina desde el tabernáculo del templo, sino niño amenazado, que debe exilarse en Egipto, asumiendo así la historia del autentico Israel, Hijo de Dios (cf. 2, 15). 2. Los representantes religiosos y sociales de Israel no han venido a Belén para adorar al Rey de los judíos. Ellos conocen de algún modo el misterio (saben que el mesías debe nacer en Belén), pero no quieren buscarle, ni le ofrecen el tesoro de su vida (cf. 2, 11), pues están fijados en sus sacralidades nacionales y sociales. Esta es la paradoja de un mesías de Israel que los israelitas no aceptan. La subida mesiánica de los pueblos hacia Jerusalén queda truncada, pues Jerusalén no les reciba. 3. Herodes rey no acepta el mesianismo de Jesús y decide matarle. De manera consecuente, la venida de los magos se inscribe en un contexto de persecución: el rey de turno persigue al verdadero Rey de los judíos, obligándole a exilarse, mientras los buscadores mesiánicos de oriente vuelven a sus tierras por otro camino. De esa forma, el Israel histórico de Herodes queda en manos de su propia violencia destructora (relato de los inocentes). Eso significa que la búsqueda de los pueblos que quieren adorar en Jerusalén al Rey Mesías ha fracasado, pues el Mesías no se encuentra allí. 4. A pesar de todo, el camino de los magos forma parte del mesianismo de Jesús: los gentiles le han buscado ya y le siguen buscando, para ofrecerle el homenaje de sus dones, el oro de la realeza, el incienso de la sacralidad, la mirra del perfume gozoso. Entendido así, este relato puede interpretarse como expresión de la paradoja evangélica, en la línea de Mt 11, 20-24 (lamento de Jesús por las cudades galileas que no se han convertido al evangelio). Esta es una cristología fracasada: el conjunto de los judíos no ha querido aceptar a su rey mesiánico, les gentiles han tenido que marcharse… Pero al fondo de ese fracaso, leyendo Mt 2 a la luz de Mt 28, 16-20, emerge una cristología abierta y triunfadora, paralela a Rom 9- 11: el rechazo de la misión judía ha dejado las puertas abiertas para la apertura universal del evangelio. En todos los países hay problemas, en todos los países hay corruptos, en todos los países hay ladrones, en todos los países hay procesos penales, en todos los países los procesos penales se demoran…. Pero, en un ranking que no existe pero que merece la pena inventar, España sería el país del mundo a la cabeza de los problemas, de los corruptos, de los ladrones del dinero público y de los miles de procesos contra corruptos y ladrones que se retrasan más que en ningún otro país -más récord- y luego -otro récord- se quedan prácticamente en nada.
Y es que la línea divisoria que separa a las corruptelas propias de la condición humana en cualquier país, de la corrupción a gran escala es el número de los implicados en ésta y el montante del desvalijamiento de las arcas públicas, que en España ha contribuido poderosamente a desencadenar la crisis. El número de casos y de personas es lo que a su vez determina el nivel de descomposición de cada sociedad. En este sentido España, vista desde dentro o desde fuera, es una auténtica cueva de ladrones metidos a políticos que han arruinado al país. Pero es que el capitalismo y sus fundamentos ideológicos en general, ya de por sí propician las conductas abusivas y la desigualdad social; desigualdad que, desde el punto de vista moral, material y psicológico cada vez se hace más insoportable a medida que despiertan las conciencias a lo largo de los siglos, laminadas a su vez por el poder religioso y el político hasta ayer adormecidas. Conciencias que se sublevan no tanto por la zozobra con la que viven muchos al lado de la vida regalada de otros -que también-, como por la afrenta que el diferencial hace a la inteligencia común que acaba haciendo de ello una cuestión de honor. Esto sucede en España. En el resto de los países, donde los escándalos prácticamente no existen a este nivel, sus economías “crecen” más o menos no tanto por la sinergia de la inteligencia colectiva como por la depredación que practican con mayor o menor descaro sobre los recursos de otros países políticamente controlados por su poder económico y político. Aquí y allá, pero siempre dentro del “sistema”, es cierto que los ideólogos, los laboratorios de ideas y los pocos intelectuales que quedan pueden devanarse los sesos no ya para superar la crisis económica que atenaza a los países del sistema cuyas peores consecuencias afectan a grandes sectores de la población en España, sino para superar las lacras crónicas del capitalismo en tanto que epidemia social. Pero lo hacen respetando la idea generatriz de que la concentración del dinero en pocas manos es el único motor posible de creación de la riqueza pésimamente repartida… Todos ellos, bien pensantes y voluntariosos, aconsejan normas que lo aten corto e impidan los abusos económicos y sociales: vano intento, por lo visto en su ya excesiva y larga historia. Vano, porque no se pueden poner puertas al campo, y el capitalismo es una jungla social donde los más fuertes sin escrúpulos -no los más inteligentes- someten a la mayoría y abusan de ella. El capitalismo y el mercado, la idea motriz de ambos y las “leyes económicas”, al no prestarse el resultado final de la “creación” de riqueza que los justifica a ninguna clase de regulación, restricción o contención efectivas por más que se simule, son en sí mismos perversos. De nada sirven las leyes penales ni los jueces, los cuales acaban asimismo sometidos al imperio de esas leyes que contienen los resortes necesarios para ser severas con los socialmente débiles y permisivas con los depredadores.. El comunismo, dejando a un lado sus atroces comienzos en los países donde ha sido instituido (comprensibles si se tienen en cuenta las horribles condiciones en que vivía la mayor parte de la sociedad) es la solución que está pidiendo a gritos el mundo racional. Confiemos que en España, la mayor parte de la población que da muestras de haber despertado lo comprenda así y vote en las elecciones próximas a la izquierda radical. Si los miembros electos incurrieran luego en similares corrupciones, entonces habría que pensar seriamente en la revolución. Da lo mismo que la solución llegue por el comunismo marxista o por el comunismo cristiano, ese que gozan las comunidades religiosas. A fin de cuentas, el comunismo cristiano coincide con el marxismo en las mismas premisas, las cuales no resisten la más mínima refutación: que el capitalismo alienta los aspectos negativos de la naturaleza humana, suplanta los valores de la compasión, la bondad, la justicia y la compasión por la codicia, el egoísmo y la ambición ciega, que en España ha alcanzado niveles de orgía y decadencia de auténtica pesadilla; un comunismo que ajuste producción y consumo prescindiendo de las leyes del mercado y teniendo en cuenta que se agotan los recursos del planeta; un comunismo, en fin, que asiente las bases para la máxima igualdad entre todas las personas. Dígase cuáles son otros impedimentos que no sean los intereses secularmente creados… El fin de año suscita una esperanza de renacimiento. En todos nosotros resuena, como una especie de utopía íntima, dotada del fulgor equívoco de todas las utopías, la posibilidad de cambiar, de renovarse, de reinventarse, de resetearse, de renacer, de ser ocasión de que algo bueno, bello, noble exista. El ser humano soporta mal el empantanamiento, la ausencia de esperanzas.
Por eso sentimos que despiertan energías dormidas cuando alguien nos abre el camino del cambio, el amplio ámbito de la posibilidad, que es donde el ser humano se mueve con entusiasmo, aunque también con miedo. Lo real es lo vivido, que es siempre limitado. El «realizar», es decir, el poder hacer real lo que era una mera posibilidad, es lo que llena de ánimo nuestro corazón. Y empuja a todo tipo de grandezas y de horrores. Un contraluz que nos hace ser cautos con nosotros mismos, porque podemos convertir en tragedias todas nuestras aspiraciones. «El hombre es deinos», dijo Sófocles, es decir, un ser admirable y peligroso. Así son con frecuencia nuestras creaciones. Pondré un ejemplo. ¿Por qué tienen tanta fuerza los nacionalismos? Porque movilizan las energías. ¿Quién va a comprometer su comodidad para aumentar un punto el PIB? En cambio, el nacionalismo proporciona una meta que es superior a la mediocridad de la renta per cápita. De ahí que no sea vulnerable a los razonamientos o a los datos. Se siente capaz de vencer todas esas limitaciones. Desprecia a los que no creen en el poder intrínseco de una idea reivindicativa. El gran enemigo de los nacionalismos es la sensatez. Su aliado es la pasión. Los ilustrados franceses e ingleses oponían a las violentas pasiones políticas las pasiones dulces del comercio. No hay un nacionalismo pecuniario, eso es simplemente cuquería de privilegiados. Los nacionalismos tienen virtudes anfetamínicas y eso, en momentos de depresión, se valora extraordinariamente, porque libera del sopor, del aburrimiento y la impotencia. Cuentan que Giacometti, el gran escultor, se rompió un día una pierna, y saludó a sus amigos entusiasmado, diciendo: «¡Por fin me ha pasado algo!». Una de las funciones tradicionales de la política era «despertar la esperanza ciudadana». Por desgracia, esa honrosa función quedó desprestigiada por el mal uso que de ella hicieron las dictaduras del siglo pasado. La utopía nazi, la soviética, la china de Mao, la espantosa crueldad de Pol Pot, la dictadura cubana, demostraron lo que ya Robespierre había demostrado en tiempos de la Revolución Francesa: "la pasión por conseguir la Justicia, aún a costa de ser injustos, conduce al Terror, sin paliativos. Decepcionada de esas altas esperanzas, la democracia ha caído en una triste impotencia." La economía ha succionado a la política. Pues bien, los nacionalismos llenan de sentido la vida política de muchos ciudadanos, incapaces de darle sentido de otra manera. Y sólo un generador de significados más potente -o el fracaso- pueden disuadirlos. Mientras doy vueltas al tema de la «esperanza política», en este fin de año, tropiezo con un hecho que me intriga. El actual Papa ha sido nombrado personaje del año en contextos muy diversos. Suelo decir a mis alumnos que nuestro cerebro es más inteligente que nosotros, porque descubre patrones donde nosotros sólo vemos confusión. Voy a confiar en lo que digo y a pensar que mi cerebro ha sido perspicaz al relacionar la incapacidad de la política para generar esperanza, y el llamativo consenso en alabar a Francisco (excepto en algunos ambientes católicos). Su crítica del aparato eclesiástico y curial ha sido demoledor, pero no me parece lo más importante. Lo más llamativo es que se ha atrevido a denunciar una embriaguez de certezas que ha aquejado a la iglesia. Francisco es más humilde. Es posible que crea en la infalibilidad papal, con la condición de que el Papa no diga casi nada. La realidad es demasiado compleja para verlo todo claro. San Hilario, un viejo padre de la iglesia, se quejaba hace diecisiete siglos: «¡Nos obligan a hablar de cosas que desconocemos¡». Francisco ha afirmado la preeminencia de la acción sobre los sentimientos, los pensamientos o las creencias, con lo que estoy absolutamente de acuerdo. «Más que el temor a equivocarnos, -ha escrito- espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dadles vosotros de comer! » (Mc 6,3) «El atractivo de la figura de Francisco procede de que parece dispuesto a superar las barreras teológicas» El Papa ha dado una versión muy sencilla del catolicismo, porque ha señalado que no todas las afirmaciones dogmáticas tienen la misma importancia. La teología, y en especial la teología moral, se ha sobrecargado de teorías. En su origen, el mensaje cristiano fue muy simple. Cuenta Policarpo que cuando San Juan era muy viejo, sus discípulos le llevaban a la iglesia para que predicara. El anciano apóstol sólo decía: «Hijitos míos, quereos mucho». Los discípulos estaban hartos de esa monotonía, y le pidieron que les contase otras enseñanzas de Jesús. Y Juan contestó: «Es que no le oí decir otra cosa». El cristianismo comenzó siendo una forma de vida, pero acabó convirtiéndose en la aceptación de un «credo» fundado en metafísicas poco seguras. Si Jesús hubiera asistido a alguno de los grandes concilios cristológicos donde se hablaba de su naturaleza, posiblemente no hubiera entendido nada. Francisco ha vuelto a insistir en la primacía de la acción, que está en el origen del evangelio. «Quien dice que ama al Señor y no se comporta bien con su hermano, miente», es el mensaje de las cartas de San Juan. En los profetas hay una visión de la fe muy distinta al complicado acto que analizaron los teólogos medievales. «¿Quién subirá al monte de Jahvé? El hombre de corazón recto y pura voluntad». En las palabras del nuevo Papa me parece descubrir esta solemne llamada a la acción. Basta comparar los dos escritos largos que ha publicado. El primero había sido escrito casi totalmente por Benedicto XVI: Lumen Fidei. Es un escrito académico trufado de citas. Demuestra sin lugar a dudas la amplia cultura del expontífice. En cambio, la exhortación apostólica Evangelii Gaudium es un escrito práctico. Basta con leer el capítulo en que recomienda a los sacerdotes cómo preparar sus homilías. Esto tiene importancia porque las teologías han sido las grandes barreras que han separado las religiones. Sólo hay que mirar las tres grandes confesiones cristianas -católica, protestante, ortodoxa- para comprobar la dificultad de que se entiendan teológicamente. En cambio, la lucha contra el dolor humano, contra la injusticia, contra la barbarie puede unificarnos a todos. La «regla de oro» -no hagas a los demás lo que no quieres que los demás te hagan- es un precepto multicultural. El atractivo de la figura de Francisco procede de que parece dispuesto a superar las barreras de la teología. Si mil doscientos millones de católicos se dejaran de disputas y emplearan su energía en cambiar el mundo, el mundo cambiaría. Y eso si que sería una constatación práctica de su verdad. Creo que la fe cristiana puede sintetizarse en una afirmación: «El bien es más poderoso que el mal, y todo acto de bondad es una participación de una energía creadora, transfiguradora, a la que podemos llamar Dios». Los teólogos llamaban a este acto de participación «agapé». Se basaban en una metáfora paulina que a mí, como horticultor, me emociona: De la misma manera que un cerezo injertado en un membrillo da cerezas gracias a la energía del membrillo, así el ser humano que rompe los límites y crea modos nobles de vida, está haciendo una obra personal, pero gracias a una energía que le desborda. Es una bella metáfora. Y escribir una meditación sobre la esperanza me ha parecido una buena manera de empezar el año. Queridos Reyes Magos: Es la quinta carta que os escribo. Seguro que recordáis las cuatro anteriores. Os las resumo lo más posible, porque por una vez, en esta quinta carta tengo que manifestaros con gran satisfacción algo muy diferente a todas las anteriores:
EN LA PRIMERA (2010): Os pedíamos una Iglesia que escuchase al pueblo, fuese democrática y dejase de hacer todo a dedo, buscase la verdad con todos, dialogase con la ciencia, fuese antropocéntrica (de hombres y mujeres) y no androcéntrica (solo de hombres), y así valorase por igual a hombres y mujeres en la sociedad y en si misma y por tanto admitiese por igual a hombres que a mujeres para ser curas, obispos, etc., que revisase a fondo la moral sexual, denunciase a las multinacionales y a los políticos corruptos, defendiese la creación, gastase mucho menos en boatos, caminase con los de abajo y no con los de arriba, etc.. EN LA SEGUNDA (2011): Os pedíamos que pasase la crisis para los pobres y los gobiernos luchasen contra la pobreza y no contra los empobrecidos; que gobernasen no para los ricos, los banqueros y las multinacionales, que no paguemos todas las culpas siempre los de abajo, sino los de arriba que son los verdaderos culpables de que haya empobrecidos. Os pedíamos que se acabase la carrera de armamentos y los gastos militares (1.4 billones de dólares al año) y ese dinero se dedique a educación (un pueblo culto es el mayor enemigo de la corrupción), hospitales, carreteras, investigación, etc., sobre todo para el Tercer Mundo, y el dinero dejase de ser el dios que todo lo puede y todo lo decide, pero siempre a favor de los de arriba en contra de los de abajo. EN LA TERCERA (2012) os hablábamos de dos trenes: -el de la muerte, con muchos vagones: Que llevase las injusticias, las desigualdades, la corrupción, la crisis, la contaminación, el consumismo, los desahucios, los productores de parados..., los paraísos fiscales, que son paraísos para los ricos y miseria para los pobres, las superjubilaciones de los banqueros (Santander, BBVA, etc.), de la CAM, de Caixa Galicia o del Penedés...; a todos los políticos y jueces corruptos y a quienes los corrompen, que gobiernan y sentencian a favor de los ricos y los banqueros...; a todos los dignatarios eclesiásticos, obispos y clérigos, o de otras religiones, escorados hacia la derecha, es decir, afines a los ricos, al poder, a los privilegios, al favoritismo, a las prebendas, al integrismo religioso y político...Os pedíamos también que llevaseis a todos los pederastas y violadores, incluidos curas y obispos, y a sus encubridores; a todos los militares y policías que defienden a los ricos contra los pobres, aquí y más en el Tercer Mundo; a todos los dictadores, que oprimen a los ciudadanos; la discriminación de los inmigrantes y de las mujeres por ser mujeres y ser pobres o negros de Africa, a quienes sumimos en la desesperación, no dándoles papeles y retornándolos a su origen. -Por el contrario, os hablábamos de otro gran tren, que llegase lleno de maravillosas flores, el tren de la vida: Cargado de miles de misioneras y misioneros, de cientos y cientos de miembros auténticos de ONGs, de múltiples grupos de Caritas, de muchos miles de pequeños colaboradores, de innumerables personas que acogen y defienden a inmigrantes, parados, desahuciados, reclusos, drogodependientes, alcohólicos...;de gentes que releen el Evangelio desde la óptica de los oprimidos con fuerza liberadora y comprometida; personas cuyo Dios es el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, el apoyo de los débiles, el refugio de los desvalidos, el salvador de los desesperados (Ver Judit 9,11); creyentes en Jesús de Nazaret cuya religión es la misma que Él practicó: "que los ciegos vean, los cojos anden, los leprosos queden limpios, los sordos oigan, los muertos de hambre vuelvan a vivir, y a los pobres les llegue una Buena Noticia". (Ver Evangelio de Mateo 11,4 a 6). Todas estas maravillosas flores que llenan los vagones del tren de la vida son la esperanza de la humanidad. LA CUARTA CARTA (2013) fue para deciros que por un lado estábamos bastante decepcionados porque: -a la primera carta no nos habíais contestado: no tenías nada que poner, porque la iglesia oficial seguía en sus trece, no solo sin cambiar, sino que cada vez se enrocaba más en sus posturas integristas, conservadoras, por no decir reaccionarias, obsoleta, dedicada más al asistencialismo que a la lucha por un compromiso liberador de los empobrecidos del mundo, desconectada del pueblo, obsesionada con su autoconservación. Seguramente que pedisteis permiso a los suyos para entrar a entregarles la carta, pero como buenos diplomáticos solo entreabrieron la puerta, la cogieron, la leyeron, pero "dieron un rodeo y pasaron de largo": ese no era su camino y por eso la tiraron a la papelera. Vosotros, tristes y decepcionados, disteis la vuelta y marchasteis por otro camino. -la segunda carta, me parece que la perdisteis, porque no solo no habíamos notado ningún cambio, sino que todo estaba peor, muchísimo peor para todos, pero sobre todo para los más pobres: muchos más desahucios, muchos más parados, recortes y más recortes en todo: para enseñanza, sanidad, investigación, empleo público, inmigración, jubilación, servicios sociales, cooperación, etc. Tenemos miles de jóvenes marchando al extranjero en busca de trabajo y cientos de miles de personas a diario en lucha por calles y plazas, donde por cierto no estamos los eclesiásticos porque para nosotros no hubo recortes ¿¿??. Por el contrario, aumentó en cientos de millones el dinero para los banqueros (rescate), el IVA para los consumidores, los impuestos para los pequeños ahorradores, la amnistía fiscal para los ricos de paraísos fiscales, el copago para los enfermos; aumentaron los alcaldes, parlamentarios, banqueros y empresarios corruptos... Ni siquiera leyeron la carta. -la tercera carta: estoy seguro que el tren de la muerte iba tan cargado y pesaba tanto que los vagones rompieron, los raíles no aguantaron y el tren descarriló. No fue culpa vuestra, fue culpa de los ricos y poderosos de este mundo que lo cargaron tanto, tanto, de tanta basura de injusticia, de opresión, de explotación, de esclavitud, de abusos, que no pudo con todo. Esa vía del neoliberalismo rompió: por ahí no se puede seguir. Por otro lado en la CUARTA CARTA os pedíamos que vinieseis con un tren inmensamente grande, porque el tren de la vida tenía que crecer día a día, ser más grande, tener más vagones llenos de personas comprometidas, que luchan, que abren los ojos, que se manifiestan, que son cada vez más solidarias, que se ponen del lado de los empobrecidos. Os decíamos que necesitábamos muchos vagones: -un vagón bien lleno de políticos, empresarios, banqueros, sindicalistas y trabajadores honrados, leales, honestos, responsables, insobornables, fieles incondicionales a la verdad, comprometidos con el bien común de todos los ciudadanos y especialmente de los más pobres -un vagón enorme con millones de llamadas a la fraternidad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, al amor, la paz, la esperanza, la vida. -uno para las Caritas parroquiales y entidades afines, lleno de mucha colaboración, pues estaban cada vez más desbordadas de necesitados y peticiones. -uno para las ONGs, de cerca y de lejos, que trabajan con honestidad, y con la disminución de la Ayuda Oficial al Desarrollo necesitan más personas solidarias que colaboren para echarles una mano y no tener que abandonar sus proyectos de desarrollo con los más pobres de los pobres en el Tercer Mundo. -uno muy grande y fuerte para los misioneros, misioneras y cooperantes voluntarios que año tras año están al lado de los empobrecidos del tercer mundo, compartiendo en todo su vida. -uno que traiga para la iglesia un compromiso inquebrantable con los Derechos Humanos hacia el interior de si misma y hacia toda la sociedad, y que denuncie la violación de los mismos donde quiera que se produzca. -uno que nos lleve a todos los creyentes en Jesús de Nazaret a ir derechos al encuentro con su mensaje en toda su integridad y fuerza liberadora del hombre y la naturaleza, sin componendas, sin casarnos con nadie, siempre fieles a la denuncia profética de de todos aquellos y de todo aquello que consideremos infiel a la dignidad del hombre y a la naturaleza. QUINTA CARTA de 2014.- Esta quinta carta, amigos Reyes Magos, es para haceros llegar un agradecimiento muy especial, porque este año que termina nos habéis traído al Papa FRANCISCO, que está dando respuesta a bastantes problemas y cosas que os pedíamos en las cartas anteriores: -porque FRANCISCO escucha al pueblo: quiere conocer la opinión de todos sobre temas muy importantes como ahora con la encuesta de la familia. -porque FRANCISCO es especialmente sensible y comprometido con los empobrecidos del mundo, sin cuyo compromiso la Iglesia no puede ser fiel al Evangelio. -porque FRANCISCO ya empieza denunciar de manera directa a los opresores del mundo de los pobres y de la Madre Tierra. -porque FRANCISCO quiere dar cabida en la Iglesia a quienes se sienten injustamente marginados de ella, gais, lesbianas, o divorciados o separados y vueltos a casar. -porque FRANCISCO es un hermano Papa sencillo, afectuoso, humilde, dialogante, decidido, libre, cercano a las gentes como Jesús de Nazaret, coherente con el Evangelio, abierto a otras religiones, comprensivo con los no creyentes a los que pide colaboración para luchar por un mundo mejor. -porque FRANCISCO está preocupado y quiere que se profundice a fondo en el estudio de la misión de la mujer en la Iglesia, la cual no puede ser tal sin la mujer. -porque FRANCISCO se inclina cada vez más por una iglesia inclusiva, democrática y participativa. Así, pues, muchas gracias por este gran regalo, por el que llevábamos muchos años escribiéndoos estas cartas. Nos alegra infinito que las hayáis leído, escuchado nuestra petición y le hayáis dado respuesta, que esperamos sea cada día más cumplida, más plena y más liberadora, pues aun queda mucho por hacer, porque si él es la nueva piedra angular de un arco (la Iglesia) caído al suelo, hace falta que todas las demás piedras del arco vuelvan a su sitio de donde no deberían haber caído. Un abrazo muy cordial y agradecido para vosotros, queridos RR. Magos, y para cuant@s nos sentimos agraciad@s por el gran regalo que este año nos habéis traído. Es el relato inmediatamente posterior al nacimiento. Se plantea ya en él, protagonizada por María, la pregunta básica del evangelio y de todo hombre: ¿quién es éste niño, de apariencia normal?
La segunda parte del texto muestra la circuncisión de Jesús. La circuncisión es la señal del pueblo, la señal de la Alianza, y expresa el sometimiento a la Ley. La gran polémica que sostendrá Pablo en los primeros años de la Iglesia se centrará precisamente en la circuncisión: ¿hay que seguir circuncidándose para seguir a Jesús?. No se trata de algo exterior, de un mero rito. La circuncisión simboliza la aceptación de toda la ley judaica. Pero Pablo vio bien, mejor que nadie, que Jesús no es simplemente la plenitud de Israel, y que la Ley de Israel se ha quedado atrás, absolutamente superada por Jesús. Se supone que hoy es el primero de Enero, el primer día del año, en que los pueblos de cultura occidental celebran el Año Nuevo. La fiesta de hoy ha sufrido una serie de cambios. Hace años, esta era la fiesta de la Circuncisión, a los ocho días del nacimiento. Después se celebró, como extensión de esa fiesta, el Nombre de Jesús, puesto que era el día de la circuncisión cuando se imponía el nombre. Últimamente se celebra la fiesta de Santa María, la Madre de Jesús, con el título de Madre de Dios. Las lecturas de la Eucaristía, sin embargo, no han cambiado, así que no vamos a fijarnos en estas cambiantes "advocaciones", sino más bien en el mensaje que sugieren los textos por sí mismos. El centro del mensaje de estos textos es sin duda la circuncisión y la imposición del nombre de Jesús. El hecho de la circuncisión en sí nos resulta a nosotros lejano, de escaso interés. Nosotros entendemos la circuncisión como un rito propio de algunos pueblos, y practicado también entre nosotros en algunas ocasiones, con más o menos sentido higiénico o iniciático, según las culturas, sin más trascendencia. Para el pueblo de Israel, la circuncisión era la señal externa, impresa en la propia carne, de la Alianza con el Señor. Era la señal visible de la consagración a Yahvé. Y así, "incircunciso" es un término peyorativo, significa que no pertenece al pueblo, que es gentil, pagano, que no tiene nada que ver con Yahvé, con la Alianza, con la Promesa. Circuncidarse significa por tanto comprometerse con Dios, aceptar la Ley. La circuncisión de Jesús es la expresión de pertenecer al pueblo y aceptar la Ley del Señor. Es una acción normal para cualquier israelita, todos los niños se someten a ella. El hecho de que el evangelista lo recoja tiene además un sentido añadido. Jesús, nacido bajo la Ley, como se recoge en la carta a los Gálatas. "Nacido bajo la Ley". Esto planteaba para aquellos israelitas un tema de suma importancia. Observar fielmente la Ley era para Israel la garantía de que Dios estaba con ellos, garantizaba la existencia del pueblo contra sus enemigos, le mantenía su protección. La fe más antigua de Israel consiste en un pacto con Dios: la parte de Israel es cumplir la Ley; la parte de Dios es proteger a Israel contra sus enemigos. Cuando ocurren desgracias, cuando se pierden batallas, todo esto se atribuye siempre a la infidelidad del Pueblo, o del rey. Cuando el pueblo es llevado al destierro, Jerusalén y el Templo son destruidos, se entiende que el Señor castiga la infidelidad, pero mantiene su Promesa para el futuro, cuando vuelvan a cumplir la Ley. Así, la religión de Israel es una religión nacional, tiene un peligroso parecido con otras religiones, y su dios se parece a otros dioses, que también defienden a sus pueblos con tal que el pueblo les ofrezca la veneración debida. En el Destierro y al regresar a la Tierra, la reflexión de los Profetas irá entendiendo que todo eso es muy exterior, que no es suficiente. La relación con Dios va adquiriendo cada vez más un sentido personal, espiritual. Dios no quiere tanto sacrificios en el Templo como verdad y justicia. Israel no es tanto el pueblo favorito de Yahvé cuanto Luz de las naciones. Pero esto es lo máximo a lo que puede llegar la fe de Israel. Jesús nace en esa fe... para ir mucho más lejos, y el que entendió perfectamente esto fue precisamente Pablo. En los primeros tiempos después de Jesús, muchos judíos convertidos a Jesús siguieron pensando que seguía en vigor la Ley antigua, perfeccionada por Jesús. Primero fue una sorpresa que hubiera que anunciar el evangelio también a los paganos. Luego fue un escándalo que para seguir a Jesús no hubiera que circuncidarse, ni observar el Sábado y los otros preceptos de la Ley. Esto produjo una fuerte polémica e incluso divisiones muy serias: aparecen con claridad en Los Hechos de los Apóstoles. Finalmente se impone la tesis de Pablo. No hay que circuncidarse, no hay que observar la ley de Moisés, se trata de algo nuevo, no simplemente de perfeccionar la Ley antigua. Toda esta polémica, que fue crucial para la primera Iglesia, a nosotros nos resulta lejana, pero tiene un sentido profundo que nos importa mucho. Hemos heredado de la primitiva Iglesia el nombre de "Pueblo de Dios", como un nuevo Israel. Sabemos que la circuncisión corporal fue sólo un rito externo y que lo que importa es, como dijeron los Profetas, "la circuncisión del corazón". Sabemos que la expresión "Pueblo de Dios" no tiene nada que ver con una nación, una raza, una organización. Pero es el momento de reflexionar sobre el pecado de Israel y nuestro pecado. "Somos el Pueblo de Dios"... ¿y otros no? Israel pensó que Dios estaba con ellos "contra otros". Nosotros sabemos que Dios está con nosotros, con todos nosotros, con todos lo humanos, contra el pecado. Israel pensó que era un privilegiado entre los demás porque conocía a Dios: ¿lo pensamos así nosotros? Hemos sido capaces de formular aquello de "fuera de la iglesia católica no hay salvación", y algunos hasta lo han defendido como un dogma. Quizá nosotros no seríamos ya capaces de afirmar todo esto, pero sin duda seguimos creyendo que somos nosotros los que sabemos algo de Dios, y otros no; que, acerca de Dios, no tenemos que aprender nada de los que no conocen a Jesucristo; y quizá también que para nosotros la salvación es más sencilla que para ellos... En resumidas cuentas, que seguimos pensando que pertenecer al Pueblo de Dios es una prebenda, un privilegio, un don que nosotros tenemos y otros no. Seguimos teniendo en la cabeza una arcaica noción: hemos recibido la Palabra de Dios, luego Dios es nuestro. Pero la Palabra de Dios no está encadenada, ni siquiera a su Pueblo, ni a su Iglesia, ni a nada. La palabra de Dios es la luz del mundo y está en toda verdad, en toda belleza, en toda sabiduría, en todo bien. Y el corazón de los seres humanos de todas las razas y culturas y épocas, la siente, la recibe o la rechaza. Nosotros hemos llegado a pensar que Jesús puso en marcha otra Religión, la Verdadera, la Definitiva, y así, hemos equiparado lo de Jesús con las demás religiones, que siempre expresan la manera de ser de cada pueblo, que hablan siempre de "nuestro Dios", y rechazan los dioses de los demás como ídolos o demonios... Lo de Jesús está más en el fondo. Revela lo que hay de verdad en toda religión, cultura o comportamiento, y saca a la luz sus carencias. Y nuestra religión puede ser iluminada por la luz de Jesús, mostrando sus verdades y sus carencias, o puede creerse tranquilamente que, puesto que somos el Pueblo de Dios, todo en nosotros es verdad y somos la Luz de las Naciones. Le pusieron por nombre Jesús, el libertador. El pueblo de Israel tuvo que ser liberado incluso de su concepto de sí mismo, de su concepto de pueblo elegido. Podemos preguntarnos de qué tenemos que ser liberados nosotros, la Iglesia, y si el concepto de Pueblo de Dios que tenemos no es nuestro primer pecado, uno de los más viejos de todos los pueblos: querer apropiarnos de Dios, pensar que somos más que otros porque "Dios está con nosotros". NOTA SOBRE "SANTA MARÍA MADRE DE DIOS" Decir "Madre de Dios" implica que conocemos los dos términos: "Madre" y "Dios". "Madre" es la que engendra, para lo cual tiene que existir antes que el hijo. "Dios" es el ser eterno, trascendente, creador de todo lo demás. Así que no puede tener madre pues nada puede ser anterior a Él. Esto quiere decir que vamos por mal camino. Cuando decimos "Madre de Dios" decimos algo tan ininteligible como "Jesús es Dios". Ya hablamos de esto a propósito de la divinidad de Jesús en la fiesta de la Navidad. La Iglesia, de siempre, ha intentado honrar a la madre de Jesús con todo lo más hermoso que se le ha ocurrido: Inmaculada, Mediadora Universal, Madre de la Iglesia... Madre de Dios... Es magnífico. Todo lo que se nos ocurra y más es poco para honrar a la Madre de Jesús. Al decir "Madre de Dios" queremos decir "Madre de Jesús", que es "El Hijo Único", "El Primogénito", "en quien reside toda la plenitud de la divinidad"... Conforme: y con todo eso no hacemos más que expresar nuestra admiración, nuestra sospecha de que hay más de lo que podemos entender, y mucho más de lo que estos pobres términos contradictorios pueden expresar. Y no se arme más líos, que no va usted a entender más. Es una fecha cargada de connotaciones profundamente humanas: La circuncisión e imposición del nombre a Jesús. La maternidad de María. El comienzo del año. El día de la paz. No me gusta tratar más de un tema en cada homilía, pero hoy tenemos que hacer una excepción. La fiesta quedaría incompleta si omitiéramos alguno de los aspectos. De todas formas, desde el punto de vista litúrgico, la más importante es la de María madre.
1º.- "María madre de Dios". Es la fiesta más antigua de María en occidente. Pablo VI la recuperó y la colocó en este día de la octava de Navidad y primero del año. La maternidad de María es un dogma. Esto no nos tiene que asustar, porque lo que de verdad importa es la manera de entender hoy esa verdad. Fue definido en Éfeso en el 431. Pero no se trata de un dogma mariológico, sino cristológico. ¡Ya me hubiese gustado que en aquella época se hubieran interesado por la figura de una mujer como madre! La verdad es que, ni en los evangelios ni en los primeros escritos cristianos se preocuparon de María. La mejor prueba de que en la definición de Éfeso no querían decir lo que después se entendió, es que tuvo que ser aclarada veinte años después por el concilio de Calcedonia (451). En este concilio se afirmó, que María era madre de Dios, pero "en cuento a su humanidad". ¿Qué queremos decir cuando hablamos de la humanidad de Dios? Efectivamente, llamar a María "madre de Dios" porque fue la madre de Jesús, es violentar los conceptos. Jesús fue un ser humano que comenzó a existir en un momento determinado de la historia. Dios está fuera del tiempo y no puede tener ni principio ni fin. Para entender el dogma de la "Theotokos" (la que pare a Dios), debemos tener en cuenta el contexto en que fue formulado. Era un intento de confirmar, que el fruto del parto de Maríafue una única persona: Jesús. Contra Nestóreo, que afirmaba dos personas en Jesús, una humana que era Jesús, y una divina, la segunda de la trinidad. No debemos olvidar que el concilio de Éfeso lo promovió el mismo Nestóreo para condenar como hereje a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo. Faltó el canto de un duro, para que se saliera con la suya y condenaran como herejía lo que se definió como dogma. Aunque no es lo que se definió, lo que se ha entendiendo del dogma, no deja de tener su importancia a la hora de pensar la realidad insondable de Dios. Que nos hayamos atrevido a dar una madre a Dios tiene unas connotaciones sicológicas incalculables. Manifiesta una necesidad de comprender a Dios desde nuestra realidad humana. Somos hijos de Dios y Él es a la vez Hijo de una mujer... Dios entrando en la dinámica humana y el hombre entrando en la dinámica divina. Llamar a María Madre es manifestar que es origen de algo tan importante como es la presencia de Dios en Jesús. 2º.- La circuncisión se hacía a los ocho días y era el rito religioso fundamental para el pueblo judío. Mucho más que el bautismo para nosotros. Implicaba ponerle un nombre, que en aquella época era muy importante y que en este caso no lo eligen ellos, sino que viene impuesto. Lo que significa el nombre "Jesús" (Dios salva) resume todo lo que fue su vida. La circuncisión suponía, además, la adhesión legal de la criatura al pueblo de Israel. Si era primogénito, como en el caso de Jesús, había que rescatarlo de la obligación de ofrecer al Señor todo primogénito, hombre o animal. 3º.- El comienzo del año supone traspasar una frontera. En el NT griego, encontramos dos palabras que traducimos por "tiempo", pero que tienen un significado muy diferenciado. "Chronos" es el tiempo astronómico. Se refiere al paso de las horas, días y años... En principio, es lo que estamos celebrando hoy. "Kairos". Sería el tiempo humano. Es el tiempo oportuno para hacer algo importante que atañe a la condición humana de cada uno. Este es mucho más importante desde el punto de vista religioso. Se trata del tiempo que se me da a mí como oportunidad de crecer en el ser. Nadie debería traspasar la frontera de un nuevo año sin hacer una reflexión sobre sí mismo, y valorar cómo está haciendo uso de algo tan importante y tan efímero como el tiempo cronológico. Sabemos que Dios es amor y que el don de sí mismo es total, absoluto y eterno. Nunca se podrá "arrepentir" de ser lo que es para nosotros. Pero ese don no es una imposición desde fuera. Si el hombre no lo descubre y lo acepta, no significará absolutamente nada para él. La aceptación de ese don que es Dios, tenemos que hacerla desde la más profunda humanidad. No es suficiente una vida animal y racional plena. Es necesaria una perspectiva humana que sólo se da más allá de lo biológico y lo racional. Para que Dios llegue a nosotros, tenemos que concebirlo y tenemos que darle a luz. 4º.- El día mundial de la paz, Tal vez sea una de las carencias que más afecta al ser humano de hoy, porque la ausencia de paz es la prueba palpable de una falta de humanidad. Ahora bien, la reflexión que hacemos no puede quedarse en aspavientos y quejas sobre lo mal que está el mundo. No podemos descubrir lo que significa la paz, hablando de guerras y conflictos. No son las contiendas internacionales, por muy dañinas que sean, las que impiden a los seres humanos alcanzar su plenitud. Los grandes conflictos internacionales los originamos nosotros con nuestras riñas y pendencias individuales. Si no hay paz a escala mundial, la culpa la tengo yo, que lucho a brazo partido por imponerme a los que están a mi alrededor. El egoísmo que impide la armonía en nuestras relaciones personales es el causante de las más feroces guerras a todos los niveles. La paz no es una realidad que podamos buscar con un candil. La paz será siempre laconsecuencia de unas relaciones verdaderamente humanas entre nosotros. Es muy deprimente que nos sigamos rigiendo por el proverbio latino: "si vis pacem parat vellum". Si te preparas para la guerra, es que estás pensando en quedar por encima del otro para esclavizarlo. Si no existe una auténtica calidad humana no puede haber una verdadera paz, ni entre las personas ni entre las naciones. El primer paso en la búsqueda de la paz, tengo que darlo yo caminando hacia mi interior. Si no he conseguido una armonía interior; si no descubro mi verdadero ser y lo asumo como la realidad fundamental en mí, ni tendré paz ni la podré llevar a los demás. Este proceso de maduración personal es el fundamento de toda verdadera paz. Pero es también lo más difícil. Una auténtica paz interior se reflejaría en todas nuestras relaciones humanas, comenzando por las familiares y terminando por las internacionales. ¡Recupemos el shalom judío! En esa palabra se encuentra resumido todo lo que intento deciros en estas líneas. Nuestra palabra "paz" tiene connotaciones exclusivamente negativas: ausencia de guerra, ausencia de conflictos, etc. Pero el shalom se refiere a realidades positivas. Decir shalom significaría un deseo de que Dios te conceda todo lo que necesitas para ser auténticamente tú, incluida la misma presencia de Dios en ti. El ser humano auténtico es el que ha superado el egoísmo, es decir, ha dejado de pretender que todo, personas y cosas, giren en torno a él. Aprender a amar, preocuparse de los demás, entrar en armonía, no sólo con los demás sino con toda la creación es la auténtica preparación para la paz. El que ama no pelea por nada ni pretende nada de los demás, sino que está encantado de que todos saquen provecho de él. Meditación-contemplación ¡Convierte el Chronos en Kairos! Esta es mi principal tarea como ser humano. Tengo que aprovechar el "tiempo" que se me da. Mi tiempo no puede ser sólo geológico o biológico. Mi tiempo tiene que ser siempre "humano". ............... El tiempo que dedico a mí mismo, puede ser el más humano y el más inhumano. Conocerme mejor y crecer interiormente, es el mejor camino para llegar a los demás. .................. Sin interiorización no puede haber verdadera entrega a los demás. Si descubro que todo lo que soy se debe a Otro, será fácil que entre en la dinámica de unidad con los demás. El Otro nos une a todos hasta identificarnos en el Uno. Acostumbrados como estamos a nombrar las escrituras sagradas como "Palabra de Dios", no resulta difícil comprender que demos por supuesto que lo que allí leemos sea una descripción literal –fotográfica- de lo ocurrido, sancionada además por la autoridad divina.
Eso puede ocurrirnos incluso con un texto tan simbólico (metafórico) como este Himno-Prólogo del cuarto evangelio. Con frecuencia, ni siquiera somos conscientes del modo como nuestra mente imagina rápidamente la escena: Antes de la creación del mundo, en un supuesto "espacio" únicamente imaginado, estaría Dios Padre y, junto a él, se hallaría la "Palabra" (el Hijo, que habría de encarnarse en Jesús de Nazaret). He ahí cómo, en pocas líneas y aún en menos imágenes, hemos querido "explicarnos" el origen de la creación y de la salvación. Aprendidas y grabadas desde niños, estas imágenes han pasado a formar parte de nuestro imaginario hasta llegar a asumirlas de una forma prácticamente literal y, por ello mismo, excluyente: dado que esta es la "verdad de lo ocurrido", cualquier otra lectura o interpretación será descalificada como engaño o, al menos, como "mitología" sin valor. Así se explica un hecho curioso e incluso irónico: cada religión ha tendido a creer como literal su propio mito –todas las religiones han afirmado que la suya era la auténtica palabra divina-, desvalorizando o ridiculizando los ajenos..., ¡sin darse cuenta de que sus propias afirmaciones se movían exactamente en aquel mismo nivel mítico! "Mito" no es sinónimo de "engaño", pero tampoco lo es de "literalidad". El mito es una forma (figurada) de narrar algo de hondo valor humano, que invita a mirar más allá de la mera superficie para hacernos conectar con lo profundo. Ahí radica la sabiduría y la belleza de todas las mitologías. Solo a partir de ese reconocimiento inicial, será posible una lectura no equívoca del mito. En nuestro caso, el término griego Logos –que se tradujo en latín como "Verbum" y en castellano como "Verbo" o "Palabra"- no se hallaría muy alejado del término chino Tao, con el que los seguidores del taoísmo quieren evocar el Origen, la Fuente, la Sabiduría y el Orden de todo. Más allá de las palabras, se está apuntando hacia el Misterio último de Lo que es. La especificidad cristiana –tal como se subraya en este Prólogo- radica en haber identificadoa aquel "principio original" (Tao, Logos) con la persona de Jesús de Nazaret. En una perspectiva mental –que enfatiza la separación: una separación que no se corresponde con la realidad, sino que es creada solo por la mente-, tal identificación lleva a establecer una diferencia radical y absoluta entre Jesús y todos los demás seres. En consecuencia, se "diviniza" a Jesús, convirtiéndolo en un nuevo "Dios" dentro del mosaico de las religiones del mundo. Cuando, por el contrario, leemos ese mismo texto desde una perspectiva no-dual, se pone de manifiesto toda su belleza, hondura y coherencia: el Logos –identidad última de todo lo que es- se hace plenamente presente en Jesús, es decir, en todo lo manifiesto. Eso significa que Jesús es "espejo" de todo lo real y que lo aplicado a él vale igualmente para todos nosotros. No existe nada separado de nada: el "Logos" y "Jesús", lo Invisible y lo Manifiesto, el Vacío y la Forma, el Tao y el Mundo..., son las dos caras de lo único Real, abrazadas en la no-dualidad. El Logos constituye el Fondo que todos compartimos, nuestra identidad más profunda. Y cuando lo leemos así, nos hacemos conscientes de que el texto nos está retratando. La solidaridad supone cambios estructurales que transformen nuestra sociedad y nos abran a un futuro sostenible. La solidaridad se forja cuando comprometemos nuestra vida, nuestro tiempo, nuestros conocimientos y nuestra voluntad para cambiar una sociedad que no nos gusta por otra más humana y más justa.
Del mismo modo que la caída del muro de Berlín sorprendió a los expertos y a los profesionales de los medios, es probable que esa nueva revolución se esté produciendo aunque no la percibamos. Los más importantes acontecimientos en favor de la dignidad humana, como las grandes religiones o el movimiento obrero, fueron iniciativas solidarias de voluntarios que arriesgaron sus vidas y apostaron por la utopía con gratuidad y entrega a los demás. Lo que ahogó sus señas de identidad y su capacidad de arrastre fueron la burocracia política o eclesiástica. La recuperación de sus orígenes pasa por recrear el voluntariado y reinventar aquellos procesos que en la tradición obrera se llamaron militancia y autogestión y, en la tradición eclesial, compromiso y entrega, como dice García Roca en “Solidaridad y Voluntariado”. Esta forma de voluntariado social, a diferencia de otras formas no menos válidas de ayuda a los demás, nace de experienciar la soledad y de la conciencia de injusticia social que lleva a una responsabilidad solidaria. El Estado de Bienestar debilitó la tradición del Voluntariado pretendiendo que los poderes públicos eran los únicos sujetos de la vida social, que la relación laboral era la única acreditada y que los especialistas desplazaban a la acción competente nacida de la iniciativa ciudadana. Todo quedaba bajo el control de la Administración o del mercado. Cuando el Estado considera que es más que instrumento al servicio de la sociedad, ésta padece la intromisión de aquél y se corre el peligro de que padezcan los derechos naturales de los ciudadanos que no dimanan de Institución alguna sino que son consustanciales a la persona. Lo más que compete a los órganos de la administración del Estado es el reconocimiento, promoción y salvaguarda de los mismos frente a terceros y ante sí mismo. De ahí que el modelo de crecimiento que atribuye el bienestar social al Estado es injusto y se ha vuelto insostenible. Hay que buscar modelos alternativos al falso dilema “capitalismo salvaje” o “socialismo de Estado”. Donde las estructuras son injustas el derecho de resistencia se convierte en un deber, y el no ejercerlo nos hace cómplices de sus consecuencias. VA constituyendo tradición que, cada año, los señores obispos se reúnan en olor de multitudes para, según ellos, defender la familia cristiana. Creen que los tipos de familia distintos de la que ellos llaman natural y cristiana son un ataque a ésta y que como aguerridos adalides tienen el sagrado deber de defenderla. No se contentan con los púlpitos que entre todos costeamos, sino que van a plazas públicas, llaman a obispos extranjeros, se rodean de lo más carca de la creencia, y aparecen algunas familias exageradas haciendo exageradas declaraciones y dispuestas a tener los hijos que Dios quiera. Con esta actitud creen que defienden un modelo de familia pero en realidad, cada vez, se separan más del mundo moderno. Por este, en mi entender, descaminado camino neocons se sentirán apoyados por ciertas sectas, pero van por la vía de convertirse en una de ellas.
Por mucho que me esfuerzo, no alcanzo a entender por qué constituya un ataque a un modelo de familia la existencia de matrimonios homosexuales, de familias monoparentales, de parejas de hecho o de una nueva ley del aborto. La razón me dice que el que no está conmigo, no tiene, necesariamente que estar contra mí: puede caminar en paralelo o en sentido contrario sin colisionar conmigo. Parece que ellos, en este caso, toman al pie de la letra y se aplican a sí mismos la frase recogida en los evangelios de Lucas y Mateo que reza: “El que no está conmigo, está contra mí” (Lc. 11:23); y “el que no reúne conmigo, dispersa (Mt. 12:30). El que no está conmigo, está contra mí; y el que no reúne conmigo, dispersa. Pase que se ponga en boca de un Jesús-Dios una frase tan radical aunque no casa nada bien con el Jesús-hombre que, en otros lugares evangélicos, se alegra de que los demonios sean expulsados de cualquier modo, y reprime los celos de sus discípulos. Pero que los prelados se endiosen hasta tal punto es pasarse da castaño oscuro. Por otro lado, si analizamos a la Sagrada Familia con el Nuevo Testamento en las manos, parece que no se asemeja demasiado a la que llaman natural y cristiana los señores obispos. Según el Evangelio de Mateo, la madre se queda embarazada de modo extraño y no se lo comunica a su marido, el bueno de José, por lo tanto lo nacido es hijo de madre soltera. Lo lógico hubiera sido hablar a las claras con su creyente esposo y evitar de raíz que el asunto pasara a mayores. Cuando éste piensa abandonarla (¡qué menos se merecía tal comportamiento!), interviene un ángel y arregla la situación. De lo contrario, hubiera terminado la cosa en algo parecido al divorcio. Si ahora intervinieran los ángeles en los problemas familiares, quizá se acortara el número de divorcios y violencias de género. ¿Dónde están cuando más falta hacen? El niño de doce años se pierde si avisar, y, ante la queja de unos padres angustiados, sale por peteneras, y les regaña por ignorar que estaría en la “casa”, “en las cosas” o “en lo que es” de su otro padre (hay traducciones para todos los gustos). Mi madre, mujer religiosa donde las haya, me decía que a un niño así ella le hubiera cruzado la cara. Más adelante este mismo niño “divino”, ya más crecido, desprecia a su familia, y en vez de apresurarse a saludarla, afirma que su verdadera familia son otros: Mt. 3:32-35: “Una multitud estaba sentada en torno a él. Le dijeron: ‘Mira, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera’. Él les replicó: ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’. Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, dijo: ‘He aquí mi madre y mis hermanos’. Quienquiera que lleve a efecto el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre”. Parece que los suyos no lo aceptaban según se lee en Mc 3:21 “al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio” ¿Quiénes eran estos? ¿Quizá su madre y sus hermanos? Todo lo anterior explicaría la desabrida reacción ante el anuncio de la presencia de su madre y sus hermanos que implica dura crítica a unos familiares que no parecen encontrarse entre los “que llevan a efecto el designio de Dios”. Para colmo, alrededor de los 30 años, abandona a sus padres ancianos y se dedica a la predicación ambulante. Creo sinceramente que si todas las familias que se dicen cristianas y obedecen a los obispos tuvieran como modelo a esta familia el mundo sería un desastre. Este es el tipo de familia que se dibuja en los Evangelios, o sea: una familia desestructurada que en nada se parece a la defendida por los obispos. Decididamente, en el mensaje evangélico la familia no es un valor central a conservar. Lo central es el Reinado de Dios al que todo debe ser subordinado, incluida la familia de modo que Jesús llega a decir Mt 10:34-37 No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz, sino espadas; porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; así que los enemigos de uno serán los de su casa (Miq 7,6). El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. Este Reinado de Dios es “el tesoro” y “la perla de gran valor” ante los que se vende cualquier cosa para conseguirlos, incluida la familia. |
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