El filósofo de la antigua Grecia, Epicuro, decía siempre a los discípulos de su Academia ¡lejos de la Política! No me extraña…
El título de mi artículo Mi último alegato hacía alusión a un propósito: no insistir en mis escritos sobre la relación estrechísima existente entre los efectos (todos los males de este país a lo largo de los cuarenta y tres años después de la dictadura), y la causa de la causa (la estrategia de los franquistas en 1978). Esa estrategia en la que unos se situaron en el destacamento que maquinó el texto constitucional para incrustar el Movimiento Nacional reciclado en el Estado emergente, y otros, que, ocupando ya la función, lo protegerían en adelante desde la retaguardia de una Magistratura que no fue depurada, pues tampoco había nadie capaz de hacerlo. Fue inevitable. No hubo otra opción. Además, el pueblo no tenía nada preparado para afrontar el tránsito de la dictadura a la democracia… Pues bien, decía que en adelante no insistiría en aludir a esa maldición. Pero que no insista no significa que todo lo que de abominable ha venido sucediendo desde 1978 hasta ayer, no traiga su causa de ese hecho histórico. Eppur si muove. Empezando por todas las Gürtel que han ido vaciando las arcas públicas del país a lo largo de cuatro décadas, y terminando en el ajusticiamiento de siete gobernantes catalanes porque actuaron para llamar la atención sobre su aspiración, habida cuenta que el Estado, ningún gobierno, les hizo maldito caso. Un linchamiento penal que como Atxaga recuerda acerca de las condenas a los jóvenes de Altsasua, lleva a Kafka a las instituciones cuando dice: “Ese acto de inhumanidad no ha tenido lugar entre pasadizos subterráneos, ha sido un tribunal el que lo ha llevado a cabo, un tribunal que pertenece a un sistema de justicia que se supone es uno de los pilares de nuestra democracia”. Sea como fuere, me voy dando cuenta de que a pesar de que apenas presto atención a los pormenores políticos y me quedo sólo con datos aislados, mi ánimo se exaspera fácilmente y casi casi mi entendimiento se resiente hasta desembocar ambos en la desesperanza. La desconexión flagrante entre el pensar y actuar del político y el pensar del ciudadano común es el factor que quizá lo explique. España, hoy, está intoxicada por la política. Lo mismo que en la dictadura sufría de una grave carencia para el buen funcionamiento de la sociedad: una sana sexualidad. España, siempre de un extremo a otro… Así es que me he propuesto tomar mucha distancia de los hechos y pasar por alto el día a día que, generosos, nos ofrecen sin reposo los medios de comunicación para embobarnos, y mientras tanto hacer Caja… De todos modos prestar mucha atención a la política, a menos que se pertenezca a la clase e índole de los ganadores, claro, la intoxicación suele ocasionar dos sentimientos dolorosos que no atacan a quienes la ejercen, pues el político está hecho de otro paño. El político, a los efectos que me refiero aquí, acaba siendo el vector de nuestro tremendo malestar, nuestra frustración y nuestro desánimo, como la rata lo es de la peste bubónica que ella no sufre. Y esos dos sentimientos son: el desengaño y la decepción. El desengaño de quienes un día irrumpieron en la vida pública y luego en la política con un ímpetu y determinación cercanos al espíritu revolucionario, al que sigue la decepción que implica el fin de la esperanza que aquellos despertaron en muchísimos millones de españoles del pensamiento de la izquierda. Sentimientos que, combinados, generan aún un tercero a cierta edad: la amargura. Y lo digo, porque mientras a los ciudadanos y ciudadanas jóvenes o maduros aún les queda tiempo para esperar cambios profundos (incluso súbitos en tiempos de vértigo), a cualquier octogenario ya se le acabó el tiempo. Diez años más, en el más optimista de los caso, no bastan para confiar en una vuelta a la tortilla de un engendro político a la República. La esperanza queda reducida así, sólo al bien morir que, por cierto, tampoco está asegurado en el país… Pero es que el desengaño, la decepción y la amargura (ésta como destilación de los otros dos), pueden ser aún más duros para quien, como yo, nunca ha deseado algo que valiese la pena, que no estuviese razonablemente a mi alcance; lo mismo que no hea deseado ser rico, ni famoso, ni popular. Y al decir que no he deseado nada que no estuviese razonablemente a mi alcance, me refiero a la lógica sencilla del a+b=c. Pues si razonable pudo ser una transición de la dictadura a la democracia para no provocar grandes convulsiones ni al tejido social ni al psicológico de la población española, razonable me ha parecido desde 1978 que todo lo que se organizó fuese provisional. ¿En qué cabeza de izquierdas de aquel entonces cabe que, dadas las miserables condiciones en que fue aprobada, no habría de haberse pensado esa Constitución para que todas las fuerzas políticas del futuro, en el espacio de casi medio siglo que ha pasado ya, acordasen un referéndum sobre la forma de Estado y la distribución territorial? Está visto que no ha sido así, y ya no va a ser así. Es más, la pujanza que va adquiriendo la involución, es decir, la regresión al modelo dictatorial, es cada día más palmaria. Lo que incrementa la desolación. Pues bien, en estas condiciones, me hago a un lado para que millones de analistas, de politólogos, de periodistas y de especialistas sigan dándole vueltas a las quisicosas de las comadres de la política, como otros se las dan a las del corazón o de la genitalidad; para que sigan analizando con la minuciosidad del relojero o del agrimensor lo que ha dicho un político o un gobernante y le ha contestado el otro, lo que dijo hace cuatro meses o hace años y no ha hecho ni hace ahora… Para que todos ellos sigan especulando acerca de lo que pueda ocurrir mañana o la semana o el mes que viene, con esa actitud cotilla que se explica y justifica por el “deber de informar”. Y aun quienes no viviendo de ella son aficionados a la conjetura permanente y a recurrir a una lógica de los acontecimientos que a mí ya me resulta tan inútil como ridícula, justo en parte por la reiteración que detesto. Pero también por la técnica argumentativa desconectada sistemáticamente del origen al que tantas veces hago referencia. Y también por la habilidad de los políticos para salirse por la tangente, para mentir, para retorcer sus explicaciones y motivaciones en medio de un basurero, tomando a la ciudadanía por corta de entendederas. Y llegado el caso, incluso para llorar públicamente… Como esto del origen viciado en 1978 es lo principal y lo demás ha venido siendo consecuencia necesaria de lo ocurrido, todo lo demás, para mí, son chismes irrelevantes. Mientras no vea movimientos en dirección a una posible república y un estado federal, me seguiré sintiendo súbdito de una dictadura encubierta, invadida, eso sí, por todo cuanto tiene que ver con el sexo que entonces era tabú. Pero peor que en la dictadura, pues entonces vivía con la esperanza en un mundo mejor y ahora ya no cuento siquiera con ella. El naufragio del Titanic fue una catástrofe. La demolición de las Torres Gemelas un acto de conspiración llevado a cabo por el propio poder estadounidense. Todo lo que rodea a ese naufragio y a aquella abominación pertenece a la historiografía de la desgracia y de la conspiración, y a la curiosidad de quienes se la prestan. Lo mismo ocurre con lo que sucede en España. Pero el nacimiento de un Estado con un nombre diferente de dictadura no ha significado para muchísimos millones el paso a una democracia, sino a una nebulosa política cuyo marchamo viene dado más por la pertenencia a la Unión Europea que por su propia naturaleza. Hasta 2011, viví 33 años indiferente ante los acontecimientos políticos dado que no se vislumbraba la intentona de cambios por ningún lado. En 2011 desperté a la esperanza. Diez años después ya la he enterrado… Así es que, a menos que surja milagrosamente un por ahora imposible acuerdo entre todos los partidos para dar un tumbo a la situación, renuncio, esta vez sí, al análisis de lo trivial. Y paso a soñar con países como Holanda, los nórdicos y en general los europeos que desde después de la segunda Gran Guerra viven más de cerca los ideales de la antigua Atenas (el cultivo del espíritu, de la poesía, de la música, de la amistad, de la naturaleza y del amor), y prestan atención a la política sólo en casos extraordinarios (como ahora en la Gran Bretaña con ocasión del Brexit); a diferencia de España donde todas las situaciones son extraordinarias o están a punto de serlo, pero en clave de esperpento. Ya nada espero de lo que esperé. Sólo me erguiré, si aún vivo y tengo fuerzas, cuando un hecho digno de llamarse duradero y victorioso al mismo tiempo, millones de ciudadanas y de ciudadanos de la verdadera izquierda salgan a la calle a celebrarlo a lo grande: un sueño infantil…
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La teología feminista aboga por que la mujer asuma su pleno protagonismo en las religiones
modernas “Las religiones nunca se han llevado bien con las mujeres. Siempre han sido las grandes perdedoras”, según el teólogo Juan José Tamayo Acosta. En el cristianismo, aunque en la época patrística se valoró su dignidad en la iglesia y existen figuras femeninas importantes, también predominan los criterios discriminadores en relación a la mujer. Tamayo plantea cinco tesis para analizar y profundizar en esta circunstancia, que revisaremos en el presente artículo. Por su parte, la teología feminista actual trata de reivindicar de forma radical la condición plena de la mujer como ser humano, en ningún caso inferior a la condición del varón. Por María Dolores Prieto Santana. La presencia y el papel de la mujer en la historia de las diversas religiones es algo histórico que, como tal, se sale de la especulación para verse sólo como una simple constatación de cuanto realmente ha pasado. pasado. La falta de reconocimiento de la mujer en las religiones no sólo dependió de las mismas religiones, sino del carácter primitivo de las sociedades antiguas; aunque nunca puede olvidarse que las religiones formaban también una parte sustancial de esas mismas culturas y contribuyeron a modelarlas. La teología feminista actual trata de reivindicar de forma radical la condición plena de la mujer como ser humano, en ningún caso inferior a la condición del varón como ser humano. La teología feminista, por una parte, denuncia la infravaloración del papel de la mujer en el pasado, las formas en que se mantiene todavía en el presente y aboga para que la mujer asuma su pleno protagonismo en las religiones modernas….. Una de las tendencias sociales emergentes en el siglo XXI es la del progresivo “empoderamiento” (permítaseme el anglicismo) de las mujeres en nuestra sociedad, tanto en el barrio rico del planeta como en el tercer mundo. También este proceso está presente en las tradiciones religiosas, tanto de raíces cristianas como en los demás monoteísmos. En junio de 2013, el profesor Juan José Tamayo Acosta, Director de la Cátedra de teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, ha intervenido con una conferencia en la Escuela de Teología Feminista de San Salvador. Esta Escuela tiene un ambicioso programa que se desarrollará de julio a diciembre de 2013. Este programa está estructurado en torno a tres núcleos fundamentales: Historia de la Teología Feminista; Derechos Humanos de las mujeres, un compromiso ético y teológico; sexualidad. Religión En estas páginas de Tendencias21 de las religiones hemos publicado recientemente un artículo sobre su intervención en el foro social de Túnez. La conferencia pronunciada por Juan José Tamayo el 28 de junio de 2013 versó sobre reflexiones sobre las mujeres en las religiones y la teología feminista. De ella se han hecho eco diversas publicaciones. Creemos de interés presentarla a nuestros lectores para que tengan ocasión minista de intercambiar sus puntos de vista. Para Tamayo, “esta conferencia, de carácter introductorio, analiza críticamente la actitud de las religiones hacia las mujeres y pone las bases para una teología feminista de la liberación elaborada a partir de las categorías de la teoría feminista: género, patriarcado, autonomía, subjetividad, pacto entre mujeres, violencia de género, etc.” Como se indica en la cabecera de este artículo, el autor propone cinco tesis, cinco formulaciones generales sobre la situación general de las mujeres en el marco de las tradiciones religiosas. Evidentemente, es simplificador querer abarcar todas las mujeres y todas las tradiciones religiosas. Pero en esta simplificación, aunque siempre mutiladora, resaltan más las grandes tendencias sociales de fondo implicadas en esta problemática. Son una muestra de la tendencia constante e imparable a establecer un digno papel para la mujer en el protagonismo histórico, y en especial de las religiones. 1. Las mujeres son las grandes olvidadas y perdedoras de las religiones Esta es la primera tesis que propone el profesor Tamayo. Tal vez excesivamente asertivo, pero que luego matiza y justifica. La primera constatación empírica, de acuerdo con los datos de la sociología, es que “las mujeres en las religiones no son reconocidas como sujetos morales: se las considera menores de edad que necesitan guías espirituales varones que les conduzcan por la senda de la moralidad, les digan lo que es bueno y lo que es malo, lo que pueden y no pueden hacer, sobre todo en materia de sexualidad, de relaciones de pareja y en la educación de sus hijos. Las normas morales a cumplir por las mujeres –alejadas, cuando no contrarias, la mayoría de las veces, a las orientaciones igualitarias de los fundadores y fundadoras- son dictadas por los varones, que se las imponen como de obligado cumplimiento. Mucha carga de profundidad tiene esta afirmación. Ello nos lleva a una cuestión ya abordada por Tendencias21: la herencia de la sociedad patriarcal todavía latente en el neolítico tardío. Sigue el texto: “en el imaginario patriarcal religioso, influido por los clérigos, imames, rabinos, lamas, gurús, pastores y maestros espirituales, las mujeres son consideradas tentadoras, ligeras de conducta, amorales, etc. Esa imagen se ha elaborado a partir de determinados textos de algunos libros sagrados escritos en lenguaje patriarcal, considerados válidos en todo tiempo y lugar, y leídos con ojos fundamentalistas y mentalidad misógina”. Hay una segunda constatación sociológica que apoya la tesis de la deficiente relación de las tradiciones religiosas con las mujeres: “Las mujeres casi nunca son reconocidas como]i sujetos religiosos. En no pocas religiones la divinidad suele ser masculina y tiende a ser representada sólo por varones. De lo que Mary Daly concluye, creo que certeramente: “Si Dios es varón, el varón es Dios”. Así, los varones se sienten legitimados divinamente para imponer su omnímoda voluntad a las mujeres y el patriarcado religioso –Dios, en definitiva- legitima el patriarcado en la sociedad. Precisamente porque sólo los varones pueden representar a Dios, sólo los varones pueden acceder al ámbito de lo sagrado, al mundo divino, entrar en el sancta sanctorum; subir al altar, ofrecer el sacrificio, dirigir la oración comunitaria en la mezquita, presidir el servicio religioso en las sinagogas (con algunas excepciones). “Ser cura es cosa de hombres” Sobre el problema (para algunas teólogas feministas sustancial y para otras accesorio e incluso anecdótico) prosigue: “sólo los varones pueden ser sacerdotes en la Iglesia Católica, imames en el islam y rabinos en el judaísmo ortodoxo, sin que haya texto sagrado alguno que excluya a las mujeres. En la Iglesia católica la ordenación sacerdotal de mujeres es considerada delito grave al mismo nivel que la pederastia, la herejía, la apostasía y se castiga de manera más severa que la pederastia: con la excomunión. La oración comunitaria de los viernes presidida por mujeres es calificada de profanación de lo sagrado. En la Iglesia católica, las mujeres pueden consagrar su vida a Dios, pero, en razón de su sexo, no pueden representar a Dios. En las mezquitas las mujeres suelen estar separadas de los hombres -¿para no contaminar?-, son colocadas en la parte superior tras una celosía, e incluso a veces tienen que entrar por una puerta distinta a la de los hombres. Ala de los hombres”. “Las mujeres no son sujetos teológicos” La tercera constatación que justifica el maltrato que las tradiciones religiosas hacen a las mujeres, prosigue Tamayo: “Las mujeres difícilmente son reconocidas como sujetos teológicos. Las instituciones religiosas suelen poner a las mujeres todo tipo de trabas para el estudio y la docencia de la teología, para la interpretación de los textos sagrados, para la reflexión sobre la fe, etc. Y cuando deciden u osan pensar la fe y hacer teología desde sus experiencias de sufrimiento y de lucha, e interpretar los textos de sus respectivas religiones desde la propia subjetividad, desde sus experiencias vitales, suelen ser acusadas de entrar en un terreno que no les corresponde y de caer en el subjetivismo. ¡Como si los varones no lo fueran en sus lecturas e interpretaciones! En la mayoría de las religiones la teología está escrita con caracteres masculinos”. Además, “La organización de las religiones se configura la mayoría de las veces patriarcalmente: todos los sacerdotes católicos y todos los imames son varones; el Dalai Lama es varón; la mayoría de los rabinos y de los lamas son hombres. Por ello, las religiones bien pueden definirse como perfectas patriarquías. Hay, con todo, honrosas excepciones en las iglesias de tradición protestante, que ordenan pastoras, sacerdotisas y obispas a las mujeres. Práctica que debería generalizarse para terminar con la discriminación de género en el acceso a los ministerios ordenados”. La quinta constatación sociológica de que las religiones no valoran a las mujeres es que “las mujeres acceden con dificultad a puestos de responsabilidad en las comunidades religiosas. El poder suele ser detentado por varones. A las mujeres les corresponde acatar las órdenes. Lo que tiende a justificarse por el discurso androcéntrico de las religiones apelando a la voluntad divina: es Dios quien encomienda el poder y la autoridad a los varones. En el caso del cristianismo, se apela a Jesús para cerrar el paso a la ordenación sacerdotal de las mujeres”. Tamayo corrobora esta afirmación con lo que afirma Benedicto XVI en el libro-entrevista con el periodista Peter Seewald: no es que no queramos ordenar a las mujeres sacerdotes, no es que no nos guste. Es que no podemos, porque así lo estableció Cristo, que dio a la Iglesia una figura con los Doce y, después, en sucesión con ellos, con los obispos y los presbíteros (los sacerdotes). En otras palabras, que sólo ordenó sacerdotes a hombres. El conferenciante se pregunta: “¿las iglesias cristianas, cada vez más numerosas, que ordenan a mujeres y les reconocen funciones sacerdotales y episcopales, están transgrediendo el mandato de Cristo o aplican en sus comunidades el principio evangélico y democrático de igualdad entre hombres y mujeres?” Los datos bíblicos son expresivos: “con la Biblia cristiana en la mano y desde una hermenéutica de género hay que decir: a) que lo que pone en marcha Jesús de Nazaret no es una Iglesia jerárquico-patriarcal como la actual, sino un movimiento igualitario de hombres mujeres; b) que Jesús de Nazaret no ordenó sacerdotes ni a hombres ni a mujeres. Todo lo contrario: eliminó el templo como lugar de culto proponiendo como alternativa la adoración “en espíritu y en verdad”. El cristianismo, como dijera lúcidamente Díez-Alegría, es una religión ético profética, no ontológico-cultural. Con la historia de la Iglesia en la mano y las investigaciones arqueológicas puede afirmarse que durante varios siglos las mujeres ejercieron funciones sacerdotales y episcopales. ¿No es la historia, para la Iglesia, “maestra de la vida”?” Las formas múltiples de exclusión de las mujeres Pero existe otra constatación sociológica más grave aún: para Tamayo, apoyado en los datos del Instituto de la Mujer del gobierno de España, muestra “las religiones legitiman de múltiples formas la exclusión de las mujeres de la esfera pública, de la vida política, de la actividad intelectual, del campo científico, y limitan sus funciones al ámbito doméstico, a la esfera de lo privado, a la educación de los hijos e hijas, a la atención al marido, al cuidado de los enfermos, personas mayores, etc. Cualquier tipo de presencia de las mujeres en la actividad política o social es considerado ajeno a la “identidad femenina” (¿?) y un abandono de su verdadero campo de operaciones, que es el hogar., con la consiguiente culpabilización. A lo sumo defienden que la mujer pueda realizarse en el hogar y en el trabajo, lo que no se aplica a los hombres”. Como conclusión de todo lo dicho, se puede afirmar que: “La mayoría de las religiones niegan a las mujeres el reconocimiento y el ejercicio de los derechos reproductivos y sexuales: – Las mujeres no son dueñas de su propio cuerpo, que es controlado por los confesores, directores espirituales, esposos, etc. . – A las mujeres no se les permite planificar la familia: deben tener los hijos y las hijas que Dios quiera, los que Dios les mande, no los que ellas libremente decidan. – No pueden ejercer la sexualidad fuera de los límites impuestos por la religión (matrimonio, heterosexualidad). La práctica de la sexualidad fuera del matrimonio o con personas del mismo sexo es prohibida y considera impura ca de la sexualidad fuera del matrimonio o con personas de otro sexo es prohibida y consideradas impuras por la la menstruación. – Si deciden interrumpir el embarazo, incluso ateniéndose a la ley, son acusadas de pecadoras y criminales y se pide para ellas incluso penas de cárcel. En la condena y criminalización del aborto coinciden los líderes religiosos, por ejemplo, del catolicismo y del Islam. – Las mujeres no pueden utilizar métodos anticonceptivos, porque eso implica poner obstáculos a la vida”. Artículos relacionados • Diálogo interreligioso para potenciar una cultura solidaria mundial • Por una austeridad ecosolidaria en tiempos de crisis • Las iglesias están vacías porque están vaciadas de alma, según Andrés Ortiz-Oses • Los saberes de la antigüedad podrían señalar nuevos horizontes • Las religiones neolíticas se quiebran 2. Las religiones han ejercido distintos tipos de violencia contra las mujeres Tras esta primera tesis, la segunda (apoyada en la primera) va todavía más lejos: las religiones y la violencia. Esta cuestión, ya desarrollada por Martha Nussbaum (ver Tendencias21) a su irracionalidad, sigue muy presente en la sociedad. Según Tamayo, “los textos sagrados dejan constancia de ello. Justifican pegar a las mujeres, lapidarla, ofrecerlas en sacrificio para cumplir una promesa y para aplacar la ira de los dioses, dejarlas encerradas en casa hasta que se mueran, imponerles silencio, no reconocerles autoridad, no valorar su testimonio en igualdad de condiciones que a los varones, etc. Las prácticas religiosas vienen a ratificarlo. A las mujeres no se les reconoce la presunción de inocencia, sino que se las presume culpables mientras no se demuestre lo contrario. Son ellas las que caen en la tentación y tientan a los varones, y por eso merecen castigo”. Las mujeres, puertas de satanás. Algunos textos de los llamados Padres de la Iglesia –por referirnos a los ámbitos cristianos- son tremendos: consideran a las mujeres “la puerta de Satanás” y la “causa de todos los males”. Un teólogo tan influyente en el cristianismo como Agustín de Hipona llega a afirmar que la inferioridad de la mujer pertenece al orden natural. Otro teólogo tan decisivo en la teología cristiana como Tomás de Aquino define a la mujer como “varón imperfecto”. Lutero habla de las mujeres como inferiores de mente y cuerpo por haber caído en la tentación y afirma que las mujeres han sido creadas sin otro propósito que el de servir a los hombres y ser sus ayudantes. Esto son hechos históricos atestiguados. La violencia de los hombres de Iglesia contra las mujeres, incluidos los santos como Agustín de Hipona, es descrita con toda su crudeza y realismo en una escena de la novela de Jostein Gaarder, Vita brevis, que recoge la carta dirigida por Floria Emilia a Aurelio Agustín, con quien había vivido en concubinato doce años: “Una tarde, cuando habíamos compartido de nuevo los regalos de Venus, te volviste de pronto airado hacia mí y me golpeaste. ¿Recuerdas que me golpeaste? ¡Tú, precisamente tú que antaño fuiste un respetable profesor de Retórica, me pegaste brutalmente porque te habías dejado tentar por mi ternura! Sobre mí recayó la culpa de tu deseo… Obispo, pegaste y gritaste porque me había convertido de nuevo en una amenaza para la salvación de tu alma. Cogiste una vara y me golpeaste de nuevo. Pensé que querías acabar con mi vida porque eso hubiera sido para mí lo mismo que castrarte. Pero yo no temía por mi vida, sólo estaba destrozada, tan decepcionada y avergonzada de ti que recuerdo claramente que deseé que me mataras de una vez” [Jostein Gaarder, Vita brevis. La carta de Floria Emilia a Aurelio Agustín, Siruela, Madrid, 1997, pp. 112-113]. Tras relatar la agresión con pelos y señales, Floria comenta que no fue a ella a quien golpeó Agustín, sino a Eva, a la mujer, y le recuerda, citando a Publio Sirio, que quien se comporta injustamente con una persona, amenaza a muchas personas. Al final de la carta le confiesa al obispo de Hipona con justificado dramatismo: “Siento escalofríos porque temo que lleguen tiempos en los que las mujeres sean asesinadas por hombres de la Iglesia de Roma” (p. 126). Y sigue planteado una pregunta escalofriante: “Pero, ¿por qué se las habría de matar, honorable obispo? Porque os recuerdan que habéis renegado de vuestra propia alma y atributos, pensáis. ¿Y en favor de quién? En favor de un Dios, decís, en favor de Él que ha creado el firmamento que os cubre y la tierra sobre la que viven las mujeres que os dan a luz” (pág. 126-127). La antigua compañera de Agustín dice a los hombres de Iglesia que, si Dios existe, los juzgará por los placeres a los que han dado la espalda y por negar el amor entre hombre y mujer. Floria Aurelia termina la carta comunicando al obispo que si fue él quien se ocupó de hacerle llegar sus Confesiones para que se bautizara, no le va a dar esa satisfacción. Desde luego, estos textos impresionan. Pero, desgraciadamente reflejan lo que probablemente ha sido la historia y una forma de ver a la mujer que todavía pervive en la mente de algunos. 3. Sin embargo, las mujeres son las más fieles seguidoras de las religiones La tercera tesis del profesor Juan José Tamayo en la conferencia pronunciada en junio en San Salvador es que, a pesar de todo, las mujeres siguen siendo las más fieles seguidoras de las religiones. ¿Se trata de síndrome de Estocolmo? Sigamos el hilo del conferenciante: “Hay quienes hablan de que la orientación femenina hacia la religión es innata, más aún, genética, que las mujeres son por naturaleza más crédulas y, por eso, son más asiduas a las actividades religiosas. Ninguna investigación genética lo demuestra. Se trata de un estereotipo cuyo objetivo es someter a la mujer a las restrictivas y represivas orientaciones religiosas. Quienes así piensan, se olvidan de que tradicionalmente ha sido a las mujeres a quienes más se ha inculcado el sentimiento religioso. Se trata, por tanto, de un proceso inducido, que responde a una determinada educación y aprendizaje”. Y concluye: “Las mujeres son las mejores transmisoras de las enseñanzas religiosas a sus hijos en la familia y a los niños y niñas en los espacios religiosos a través de la educación religiosa. Ellas son también las que mejor reproducen la organización patriarcal y la ideología androcéntrica y las que más practican las religiones”. ¿Nos encontramos en un callejón sin salida? ¿En un proceso delicadamente trazado de dominación? Imagen: NLPhotos. Fuente: PhotoXpress. 4. Rebelión de las mujeres Pero no todas las mujeres son así. Crece el sentimiento profundo de rebelión de las mujeres, incluso en el islam, contra esa situación. “En las últimas décadas – prosigue Tamayo – asistimos a una auténtica rebelión de las mujeres en el ámbito de las religiones, tanto a nivel personal como colectivo, tanto en el interior de las religiones como en la sociedad”. Esta rebelión se detecta, a nivel personal, transgrediendo conscientemente las normas y orientaciones en materia de sexualidad, relaciones de pareja, planificación familiar, opciones políticas, etc. En el interior de las religiones, hay rebelión de las mujeres creando movimientos y asociaciones de mujeres que ejercen su libertad de organización y funcionan autónomamente al margen de los varones e incluso enfrentadas con las autoridades religiosas. Hay quienes piensan que la rebelión de las mujeres será el factor determinante que fuerce al Islam a salir de su fundamentalismo histórico. Hay rebelión social, participando activamente en los movimientos feministas y en las organizaciones sociales como expresión de la convergencia en las luchas por la emancipación de las mujeres y como forma de comprometerse con los sectores más vulnerables de la sociedad. Concluye Tamayo que “la rebelión de las mujeres dentro de las religiones constituye uno de los hechos mayores y de más profunda significación en la historia del fenómeno religioso, que tiene importantes repercusiones políticas y sociales. Supone un avance en la lucha por la emancipación de las mujeres y por la liberación de los marginados y excluidos. Por eso la rebelión feminista de las mujeres creyentes debe contar con el apoyo de los colectivos y las personas religiosas, pero también con el de todos los ciudadanos y ciudadanas comprometidos en la lucha por la emancipación de los pueblos sometidos a las distintas formas de opresión. La indignación de las mujeres creyentes constituye la respuesta a la situación de indignidad en que son situadas en el seno de la mayoría de los sistemas de creencias, de las religiones y de los movimientos espirituales”. 5. Teología feminista La rebelión de las mujeres y de los colectivos de mujeres en la sociedad y en el seno de las organizaciones y tradiciones religiosas se expresa hoy en la construcción social de un pensamiento teológico propio. “Fruto de esta rebelión – dice Tamayo – ha surgido una nueva manera de vivir y de pensar la fe religiosa desde la propia subjetividad de las mujeres en las diferentes religiones, sobre todo cultivada por mujeres: la teología feminista, que: a) Parte de las experiencias de sufrimiento, de lucha y de resistencia de las mujeres contra el patriarcado y sus diferentes manifestaciones. b) Recupera la memoria de las antepasadas que trabajaron por avanzar la historia hacia la libertad de los oprimidos y por la emancipación de las mujeres contra todo tipo de discriminación. c) Reescribe la historia de las religiones desde la perspectiva de género dando voz y protagonismo a las mujeres silenciadas por el patriarcado religioso. d) Utiliza las categorías de la teoría de género para analizar críticamente las estructuras patriarcales y los discursos androcéntricos de las religiones y proponer una teología alternativa que contribuya a la emancipación de las mujeres en todos los ámbitos de su existencia”. Teología feminista global La teología feminista no es una teología regional que se ocupe temáticamente de cuestiones relativas a las mujeres, ni que interese solo a las mujeres y sea elaborada por mujeres. Se trata de una teología: a) fundamental, que intenta dar razón de la fe en Dios no sometida al modelo divino patriarcal y en el seguimiento de Jesús conforme al movimiento igualitario de hombres y de mujeres que decidieron seguirle; b) de la liberación, que quiere contribuir a la salvación de todos los oprimidos y a la transformación de las estructuras religiosas del dominio masculino; c) crítica, que recurre a los métodos histórico-críticos y a la teoría feminista y utiliza una hermenéutica de la sospecha para leer los textos fundantes de las religiones en perspectiva de género. La hermenéutica de la sospecha que se extiende también a las traducciones e interpretaciones, en su mayoría hechas desde presupuestos andro-antropo-céntricos; d) que reconoce a las mujeres como sujetos religiosos, morales y teológicos, como interlocutoras directas de Dios sin la mediación de los varones y portadoras de gracia y salvación. Las teologías feministas están desarrollándose en la mayoría de las religiones. A la revolución feminista, la primera de carácter pacifista de la historia, el patriarcado responde con la violencia de género. A la teología inclusiva de género, muchas religiones responden con la exclusión de las mujeres. Todas estas son ideas desarrolladas por el profesor Juan José Tamayo en su conferencia en El Salvador en junio de 2013. Son, sin duda, una nueva ocasión para ver cómo reflexiona la teología feminista y para que nosotros mismos nos propongamos una reflexión crítica personal. Conclusión Concluimos con las mismas palabras del conferenciante: “En el siglo XIX las religiones perdieron a la clase obrera porque se colocaron del lado de los patronos que los explotaban y condenaron las revoluciones sociales que luchaban por una sociedad más justa y solidaria. Los trabajadores dieron la espalda a las religiones porque se sintieron traicionados por ellas, alejándose, la mayoría de las veces, del mensaje igualitario y solidario de los orígenes. En el siglo XX las religiones perdieron a los jóvenes y a los intelectuales por sus posiciones filosóficas y culturales integristas, alejadas de los nuevos climas de la modernidad. Si continúan por la senda patriarcal por la que ahora caminan, en el siglo XXI las religiones perderán a las mujeres, hasta ahora sus mejores y más fieles seguidoras. Sin la clase trabajadora, sin los jóvenes, sin los intelectuales y sin las mujeres, las religiones habrán llegado a su fin. Y no podrán echar la culpa de su fracaso a nadie. Ellas mismas se habrán hecho el harakiri”. (Para una profundización de estas ideas, cf. Juan José Tamayo. Otra teología es posible. Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo, Herder, Barcelona, 2012, 2ª ed., especialmente el capítulo “Revolución feminista en la teología”, pp. 213-265). No sé qué reacciones produjo, si las hubo, cuando se publicó este artículo. El tema sigue en pie. Y existen otras muchas palabras que piden airearlo, sacarlo de la crisis que padece y darle su ajustado encuadre bíblico-teológico..
Los sacramentos de la Iglesia ya no significan casi nada para la inmensa mayoría de quienes aún participan en ellos. Un signo que deja de significar ya no es un signo, sino un juego de magia. Los ritos cristianos y los símbolos en que se fundamentan han degenerado, para la mayoría de los creyentes, en pura magia. Por supuesto que los hombres y las mujeres de hoy seguimos necesitando de la magia, es decir, de palabras y gestos que de un modo automático e irracional nos vinculen con lo trascendente. Pero esa no es la cuestión. Sostengo que muchos de los comportamientos de sacerdotes y laicos durante la celebración eucarística son fundamentalmente mágicos, no religiosos. ¿Te imaginas a los apóstoles arrodillándose ante el pan o a Jesús recogiendo las miguitas del plato? Estos comportamientos reflejan que nuestra actitud ante el signo sacramental es mucho más mágica que religiosa. Para que puedan significar, los signos han de entenderse. La doctrina del ex opere operato, la que postula que el sacramento es eficaz con independencia de la comprensión de quien lo recibe, ha desvinculado al signo del sujeto y lo ha degenerado y cosificado. Los sacramentos hay que entenderlos, al menos en alguna medida. De lo contrario, no sacramentalizan nada, que es lo que sucede hoy en nuestros templos. Nadie entiende nada. A lo que más me recuerdan nuestras misas es al teatro del absurdo de Beckett. Pongamos el ejemplo de la Eucaristía, cuyos símbolos son el pan y el vino. El pan es, desde luego, algo cotidiano, blando y nutritivo. Que el pan sea símbolo de Dios significa que Dios es algo cotidiano, que Dios es blando, que Dios es nutritivo. Pero si el símbolo es el pan, el signo o sacramento es el pan partido, repartido y comido. Así que de lo que se trata es de partir y repartir el pan conscientemente; de llevárselo a la boca conscientemente; de, conscientemente, masticarlo y tragarlo. Conscientemente significa a sabiendas de que no se trata solo de dar pan a los demás, sino de ser pan para ellos, de convertirte en el alimento que alivia su necesidad. Comer de este Pan nos da fuerza para ser pan. En esta misma línea, el signo no es simplemente el vino, sino el vino repartido y bebido. Beber de este Vino nos posibilita ser vino para los demás. Y el vino es la sangre, es decir, la vida: ser la vida para los demás. Y eso de reservar la eucaristía en un sagrario, ¿a qué viene? ¿No hemos dicho que el verdadero signo es partirlo? Prueba de que nuestra mentalidad es mágica, es que pensamos que Dios está en el sagrario más que fuera de él. Pero eso… ¡es absurdo! No es que esté allí más que en otra parte. Es que está allí para… significarnos que está en todas partes, para que lo recordemos. Dios está en todas partes, decimos, pero luego nos empeñamos en meterle en una caja. Meterle en unas teorías que llamamos teologías y en unos símbolos que llamamos sacramentos, pero que no sacramentalizan nada. Solo queda una solución: explicarlo todo como si nunca se hubiera explicado, pues quizá esa es la situación; y queda, por supuesto, realizarlo todo como si fuera la primera vez, pues acaso lo sea de verdad. Veremos entonces, maravillados, la potencia de nuestros símbolos, redimiremos nuestros ritos, descubriremos, en fin, su poder transformador del alma humana. Pero, ¿habrá en la Iglesia alguien que se atreva? ¿Habrá alguien que presente estos símbolos y ritos no solo como aquellos en los que se cifra la más genuina identidad cristiana, sino como símbolos y ritos de valor universal, aptos para todos, cristianos o no? ¿Habrá alguien, en fin, que presente el cristianismo como religión y humanismo inclusivo, no excluyente ni exclusivo? El respeto a la diferencia de otras tradiciones espirituales no debe hacernos perder la visión del cristianismo como propuesta humanizadora universal. Detecto en mis contemporáneos no solo un hambre de espiritualidad, sino un deseo de recuperar, de forma comprensible y actual, la tradición religiosa de la que provenimos. El cuidado del silencio, una sensibilidad que está creciendo, comportará un cuidado de la palabra y del gesto. Pero, ¿habrá en la Iglesia alguien que se atreva? ¿Dónde estarán los profetas que nos hagan entender que solo hay posible fidelidad al pasado desde la creatividad y la renovación en el presente? De la mano de Clara de Asís y de Lidia, discípula y primera mujer europea que se convirtió al cristianismo, nos adentramos un paso más en el proceso de Despertar- Estar Atent@s al Universo.
¡Qué claro se ve desde ellas, qué sencillo y envidiable su modo de mantenerse Despiertas! Ambas escucharon el mensaje de labios de hombres enamorados de Jesús, hombres que se dejaron cambiar por la fuerza irresistible del Espíritu. Lidia (Hechos 16,14-15) escucha la predicación de Pablo en su pueblo Tiatira, situado a unos 60 kms de Atenas. El nombre es étnico, su origen está en la antigua región griega de Lidia. Posiblemente era una respetable mujer de negocios, y al no mencionarse ningún varón, el patriarcado deduce que posiblemente era viuda, lo cual puede o no ser la realidad. Sí parece que era una mujer independiente que no dudó en acoger a un grupo de hombres extranjeros en su casa, indicativo de su carácter libre y abierto. Hoy diríamos que estaba “empoderada” por la fuerza del Espíritu de Jesús, al que acogió en sus entrañas. También Clara nos muestra unas características de personalidad fuerte y tierna a la vez, tan propia de mujeres tocadas por la Ruah. Es verdad que a ambas es un varón, quien les anuncia el evangelio, como el caso de Jesús y M. Magdalena y las demás discípulas. Es una maravilla cuando ambos géneros trabajan al unísono, en igualdad y respeto. Es así como el fruto madura tranquilo. Estas dos mujeres al entrar en contacto con la Palabra experimentan un despertar que provoca un giro en su vida. El paso de una vida normal, cada una según su cultura y situación social a una vida de alguien que ha experimentado el Amor, que ha dejado que la envolviera y que ha permitido que éste se convirtiera en el sentido de su vida. Y es que esa calidad de amor origina un antes y un después en la persona a nivel emocional, profesional, familiar, social…y religioso. Lidia protagoniza un estilo de vida que podemos actualizar y comprender hoy fácilmente: Su casa se convierte en iglesia doméstica: lugar de acogida y encuentro, de predicación y de partir el pan. Lugar de acogida y formación en el vino nuevo que se ha catado en las bodegas interiores. Vino que emborracha de fuerza para perdonar y crear puentes con lo que antes veíamos imposible, con los que antes no podíamos ni considerar cómo reconstruir la relación. Y es que la oración: diálogo amoroso y práctico nos lleva a acercarnos a los menos fáciles, a los que no nos nace humanamente. Siempre es bueno preguntarnos si buscamos en nuestros compromisos sentirnos a gusto, lo cual no está mal, pero a veces tenemos personas cercanas que evitamos por razones que cada uno sabe. Ahí agradezco de nuevo el carisma de sfcc “que todo sea uno” porque esa unidad sólo emerge de un corazón expuesto a diario al filtro del Espíritu. Esas son las aguas turbulentas y las tormentas donde la comunidad se hunde si no tiene Jesús a bordo. Cuando oras la fuerza te llega en su momento. Se acortan distancias y además de los de lejos: migrantes, refugiados… también vemos con otros ojos a las personas de las que nos distanciamos por su carácter, o soberbia o ideología y podemos descubrir debajo de esa capa, su auténtica identidad y también en muchos casos reconocer nuestra propia limitación. Clara abraza a la hermana pobreza, contagiándonos su pasión por la ecología, la sencillez y la solidaridad. Todo esto y mucho más, amasado con su pasión por el Maestro Interior, a quien ama con todo su ser y quien le facilita un estilo de vida que entre los dos, resulta altamente atractivo. Clara no es la niña rica, de familia noble, que depende en todo de Francisco, el gran reformador… Clara, de nuevo, es la mujer capaz de dar forma a un estilo de vida que la sociedad y la iglesia de su momento histórico necesitaba. Las coordenadas actuales son otras. Pero ambas son auténticas portadoras de la solución: pasión por el Crucificado en las personas y el planeta y una gran dosis de iglesia doméstica, hoy también online. Y una capacidad arrolladora de acoger, perdonar, comprender, quitar hierro… ¿cómo se hace comunidad sino? Vivo estos días historias de “comunidades de vecinos” de lo más instructivas. El calor, el Covid, el bien nutrido ego… pueden crear situaciones nada agradables. También en casa, todos juntos, niños, espacios más pequeños tal vez en verano, la mascarilla… ¡uff! Y miedo al desempleo y a recortes en pensiones… ¿Real? ¡Como la vida misma! ¿Soluciones? Ni una. Sólo la urgencia interior de responder al Amor, de estar Despierta para desde ahí poder reinterpretar la realidad, con otros ojos, con otras manos. Aprovecho por agradecer a las personas que hoy nos permiten saber y sentir que podemos y de hecho algo de todo eso ya hacemos. Nuestro ser ecuménico, nuestro carisma tan amplio hace que la acogida sea posible también en el seno de nuestra comunidad de 12 hoy en España. ¡Qué fuerte! Doce. Y os aseguro que tanto ellas como ellos, por su compromiso y pasión podrían ser obisp@s y reformadores de comunidades entumecidas. Como nuestro hermano Pere que estos días al fin pudo viajar a Casa. Crear comunidad en medio de la nada, de la dificultad. “No tener nada, no callar nada… y de pasada, solo de pasada no robar nada…” y perdonar y acercarnos y abrazarnos como hacíamos el domingo con dos médicos amigos que muy taxativamente dijeron: mira para el otro lado y cuando me quise dar cuenta estábamos fundidos en un abrazo largo y empoderador, como la oración afectiva y efectiva. Abrazos, en este caso, virtuales. Del capítulo 16 hemos pasado al 18. Mt comienza una serie de discursos sobre la comunidad. Es la primera vez que se emplea el término “hermano” para designar a los miembros de la comunidad. Hay que notar que este texto está a continuación de la parábola de la oveja perdida, que termina con la frase: “Así vuestro Padre no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”. El tema de hoy no es el perdón. Los textos lo dan por supuesto y van mucho más allá al tratar de ganar al hermano que ha fallado.
Lo que nos relata el evangelio de hoy es seguramente reflejo de una costumbre de la comunidad de Mt. Se trata de prácticas que ya se llevaban a cabo en la sinagoga. En este evangelio es muy relevante la preocupación por la vida interna de la comunidad (Iglesia). El evangelio nos advierte que no se parte de una comunidad de perfectos, sino de una comunidad de hermanos, que reconocen sus limitaciones y necesitan el apoyo de los demás para superar sus fallos. Los conflictos pueden surgir en cualquier momento, pero lo importante es estar preparados para superarlos sin violencia. Sería muy interesante que esto lo tuviéramos en cuenta en las relaciones de familia. En la primera frase tenemos un problema en el mismo texto, porque han llegado a nosotros distintas versiones: ‘si tu hermano peca’, ‘si tu hermano peca contra ti’, ‘si tu hermano te ofende’. Lo que está claro es que ninguna de estas versiones se puede remontar a Jesús. Los evangelios ponen en boca de Jesús lo que era práctica de la comunidad para darle valor definitivo. Al pecar contra ti, debía corresponder el perdón. El próximo domingo, Jesús dirá a Pedro que tiene que perdonar ‘setenta veces siete’. “Si tu hermano peca”, no debemos entenderlo con el concepto que tenemos hoy de pecado. La práctica penitencial de los primeros siglos se fue desarrollando en torno a los pecados contra la comunidad. No se tenía en cuenta, ni se juzgaba, la actitud personal con relación a Dios sino el daño que se hacía a la comunidad. La respuesta de la comunidad no juzgaría la situación personal del que ha fallado sino el daño que había hecho a la comunidad, que tiene que velar por el bien de todos sus miembros. La corrección fraterna no es tarea fácil, porque el ser humano tiende a manifestar su superioridad. En este caso puede suceder por partida doble. El que corrige puede humillar al corregido queriendo hacer ver su superioridad moral. Aquí tenemos que recordar las palabras de Jesús: ¿Cómo pretendes sacar la mota del ojo del tu hermano, teniendo una viga en el tuyo? El corregido puede rechazar la corrección por falta de humildad. Por ambas partes se necesita un grado de madurez humana no fácil de alcanzar. Hoy tenemos la dificultad añadida de que no existe una verdadera comunidad. Hoy tendría mucha más aplicación a la familia. Tendemos a esperar que los otros sean perfectos y en cuanto algún miembro de la familia falla ponemos el grito en el cielo. La verdad es que ninguna comunidad es posible sin aceptar y comprender que todos somos imperfectos y que antes o después saldrán a relucir esas carencias. Es muy difícil advertir al otro de sus fallos sin acusarle, pero es más difícil todavía aceptar que me corrijan. Partiendo de que todo pecado es un error, lo que falla en realidad es la capacidad de los cristianos para convencer al otro de su equivocación, y de que siguiendo por ese camino se está apartando de la meta que él mismo pretende conseguir. Una buena corrección tiene que dejar muy claro que buscamos el bien del corregido y no nuestra vanagloria. Debemos ser capaces de demostrarle que no solo se aleja él de la plenitud humana sino que impide o dificulta a los demás caminar hacia esa meta. Radicalmente apartado de los demás, ningún hombre conseguiría el más mínimo grado de humanidad. “Atar y desatar”. Es una imagen del AT muy utilizada por los rabinos de la época. Se refiere a la capacidad de aceptar a uno en la comunidad o excluirlo. Así lo entendieron también las primeras comunidades, cuyos miembros eran todos judíos. El concepto de pecado como ofensa a Dios que necesita también el perdón de Dios, tal como lo entendemos hoy, no fue objeto de reflexión en la primera comunidad. No se trata de un poder conferido por Dios para perdonar los pecados entendidos como ofensas contra Él. “Todo lo que atéis en la tierra...” Hace dos domingos, el mismo Mt ponía en boca de Jesús exactamente las mismas palabras referidas a Pedro. El poder de decidir ¿lo tiene Pedro o lo tiene la comunidad? Solo hay una solución: Pedro actúa como cabeza de la comunidad. En el evangelio de Mateo no se encuentra una autoridad que toma decisiones. En el contexto podemos concluir que son las personas individuales las que tienen que acatar el parecer de la comunidad y no al revés, como se nos ha querido hacer ver. “Donde dos estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dios está identificado con cada una de sus criaturas, pero solo se manifiesta (está en medio) cuando hay por lo menos dos (comunidad). La relación de amor es el único marco idóneo para que Dios se haga presente. Se trata de estar identificados con la actitud de Jesús, es decir, buscando únicamente el bien del hombre, de todos los seres humanos, también de los que no pertenecen al grupo. Esto lo hemos olvidado con frecuencia. Es imposible cumplir hoy ese encargo de la corrección fraterna porque está pensado para una comunidad, donde se han desarrollado lazos de fraternidad y todos se conocen y se preocupan los unos de los otros. Lo que hoy falta es precisamente esa comunidad. No obstante, lo importante no es la norma concreta, que responde a una práctica de la comunidad de Mt, sino el espíritu que la ha inspirado y debe inspirarnos a nosotros la manera de superar los enfrentamientos a la hora de hacer comunidad. La comunidad es la última instancia de nuestras relaciones con Dios. Es absurdo pretender una directa relación con Dios para solucionar mis fallos. El texto evangélico insiste en que hay que agotar todos los cauces para hacer salir al otro de su error, pero una vez agotados todos los cauces, la solución no es la eliminación del otro, sino la de apartarlo, con el fin de que no siga haciendo daño a la comunidad. La solución final manifiesta la incapacidad de la comunidad para convencer al otro de su error. Si la comunidad tiene que apartarlo es que no tiene capacidad de integrarlo. El sentido de la comunidad es la ayuda mutua en la consecución de la plenitud del hombre. La Iglesia debe ser sacramento (signo) de salvación para todos. Hoy día no tenemos conciencia de esa responsabilidad. Pasamos olímpicamente de los demás. Seguimos enfrascados en nuestro egoísmo incluso dentro del ámbito de lo religioso. El fallo más letal de nuestro tiempo es la indiferencia. Martín Descalzo la llamó “la perfección del egoísmo”. Otra definición que me ha gustado es esta: “es un homicidio virtual”. Seguramente es hoy el pecado más extendido en nuestras comunidades. Meditación La máxima manifestación de desamor es la indiferencia. Camuflarla bajo el manto de respeto, o tolerancia, es cobardía. Si no me comprometo con el bien espiritual del otro, es que su presente y su futuro me importan un comino. Debo ir al encuentro del otro para ayudarle, sin juzgarle. Si no busco el bien del otro, mi plenitud quedará truncada. La formación de los discípulos
A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de las diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:
* escándalo (18,6-9) * despreocupación por los pequeños (18,10-14)
* perdón (18,21-35)
* ante los niños (19,13-15) * ante la riqueza (19,16-29) * ante la recompensa (19,30-20,16) De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25). La obligación de corregir (Ezequiel 33,7-9) Al tratar de la corrección fraterna, es muy buen punto de partida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta. Si el profeta calla por comodidad o miedo, se le pedirá cuenta de su silencio. El modo de corregir (Mateo 18,15-20) En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad; 4) si ni siquiera entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano». Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testigos; 3) recurso a «los grandes», los miembros más antiguos e importantes; 4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad. La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice. Hay un punto de difícil interpretación: ¿qué significa la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»? Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura. ¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad: «Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.» La decisión adoptada por ellos será refrendada por Dios en el cielo. Relacionado con este tema están las frases finales. Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón. El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La corrección fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación. El mejor modo de corregir: el amor (Romanos 13,8-10) Los textos de Ezequiel y del evangelio suponen situaciones conflictivas en la comunidad; hablan de malvados y de personas que pecan. La carta a los Romanos también conoce el peligro del adulterio, el asesinato, el robo, la envidia… Pero no se centra en denunciar esos pecados, sino en fomentar la caridad. «Uno que ama a su prójimo no le hace daño». El que ama cumple toda la ley, y su amor puede ser el mejor modo de corregir. Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán Nota: En el siglo II a.C., un grupo de judíos, descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15. Los cuatro pasos en la Regla de la congregación 1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24). 2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los "grandes" sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1). 4) «El que calumnia a los "grandes", que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (...) Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad... que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25). Algunos castigos «Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año...» «Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscritos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los grandes.» «El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castigado durante un año y apartado de la comunidad.» «Si únicamente habló de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses. «El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los "grandes" será castigado treinta días». Hoy, el evangelio de Mateo nos ofrece un texto singular que tiene en el trasfondo la necesidad buscar modos de afrontar los desencuentros personales y los conflictos comunitarios. El texto se enmarca entre dos parábolas cuyo tema es el perdón y la misericordia (la oveja perdida en 18, 12-14 y la del siervo perdonado que no aprendió a perdonar en 18, 21-35) ofreciendo de este modo un enfoque desde el que interpretar la normativa comunitaria que el relato plantea.
La comunidad de Mateo, asentada probablemente en Antioquia de Siria, vive un momento en que necesita dar forma a su vida fraterna y fortalecer sus vínculos como grupo para poder responder a los desafíos de su entorno y no fracasar en su seguimiento de Jesús. Son muchas las situaciones nuevas que han de afrontar como seguidoras/es de Jesús especialmente relacionadas con la conducta dentro del grupo y con el modo de estar con sus vecinos o familiares no cristianos. Mateo sabe que el mejor criterio para afrontarlas con éxito es mirar a Jesús y preguntarse, como querría él que actuasen por eso, en la medida que va narrando la vida de Jesús y su mensaje, va incorporando referencias de conducta que puedan ayudar a sus hermanos y hermanas de la comunidad. El texto de hoy responde precisamente a eso, a ofrecer un marco de actuación que les permita resolver adecuadamente los enfrentamientos y desajustes en las relaciones personales, comunitarias y sociales. La propuesta que hace el evangelista, sin embargo, no solo pretende articular un proceso de resolución de conflictos personales o grupales, sino que muestra un camino de actuación basado en el perdón gratuito. Mirando a Jesús entiende que no solo hay que señalar la culpa y buscar el arrepentimiento, sino que hay que actuar de modo que se priorice la sanación de la herida y se posibilite la reconciliación. El diálogo personal, la escucha, la ausencia de juicio y la acogida comunitaria son las claves que permitirán que la ofensa no dañe la comunión y el cariño. Si no es posible el encuentro con quien nos ha ofendido, Mateo propone considerar a esa persona como un pagano o publicano (Mt 18,17). En principio parecería que eso podría significar una expulsión o un rechazo, pero no es así. Mirando a Jesús nos encontramos que para él los publicanos, los/as pecadores/as los paganos/as…son destinatarios preferentes, son los que más necesitan de su cercanía, de su comprensión y amistad. Ellos son la oveja que su Abba no quiere que se pierda (Mt 18, 12-14) y recuperarla sigue siendo un compromiso de la comunidad a pesar de todo. La comunidad está llamada a acoger sin esperar nada a cambio, a perdonar sin condiciones, a fortalecer sus vínculos. Lo importante no es tener capacidad de atar o desatar, de tomar decisiones que cierren o abran caminos de encuentro y de futuro (Mt 18, 18), lo que cuenta es que eso se haga con los criterios de Jesús porque él es quien la ha reunido y la fortalece (Mt 18,19). Previamente, Mateo había recordado otras palabas de Jesús en las que él definía quienes tenía que estar en el centro de las preocupaciones de la comunidad: todos/as aquellos/as que se podían identificar con los/as niños/as porque eran pequeños/as e indefensos/os (Mt 18, 1-7). Muchas veces esa pequeñez no significaba sencillez o inocencia, sino que venía unida a carencias, a situaciones dolorosas que les hacían errar el camino. Acoger al hermano o a la hermana con su vulnerabilidad era acoger a Jesús y seguirle por el camino. Restaurar la vida de quienes están heridos/as, sostenerlos en la comunidad dándoles tiempo a cambiar, abrirles espacios de escucha, acompañarlos es tarea de la comunidad. Tarea difícil pero ineludible, pues abandonar, juzgar, estigmatizar no entran en las reglas de juego de una comunidad que quiere seguir a Jesús (Mt 18,10-11). Quien se reúne en nombre de Jesús de Nazaret siempre tiene abierta la puerta para escuchar, entender, perdonar, acoger…siempre sabe esperar con paciencia la vuelta de quien se ha alejado, siempre busca la manera de expresar el cariño en un abrazo, la incondicionalidad en un gesto, el perdón en una mirada limpia y entrañable. Una utopía quizá… pero así es el mensaje del Reino, porque así es el corazón de Dios. Nunca hay excusas para la compasión y el perdón, nunca hay espacio para la desconfianza ni para el intercambio mercantilista (Mt 18, 27-35). Perdonar no es una opción, es el mandamiento. Si de verdad sentimos el amor y el perdón incondicional de Dios no podemos hacer otra cosa que perdonarnos de corazón unos/as a otros/as (Mt 18, 35). Han pasado muchos siglos desde que Jesús dejó los mimbres de la primera Iglesia o comunidad de seguidores, pero dejando que se organizasen sin definir normas más allá del mandamiento del amor y de la evangelización. Después de dos mil años, nuestra época no es mejor ni peor que otras, sino distinta; pero es la nuestra, en la que somos los actores de la Iglesia de hoy con el mismo objetivo de hace dos mil años a través del ejemplo de vida, como el Maestro nos enseñó. De aquella Iglesia primitiva, la más cercana en el tiempo a la vida de Jesús, destacan varias características:
· Tenía atractivo, su estilo de vida era una Buena Noticia. · Era una Iglesia con una vivencia comunitaria. · Las dificultades existieron desde el principio y no sólo fueron internas (grandes diversidades culturales y con visiones teológicas diferentes) sino también externas: el Mensaje no podía estar anclado en la ley sino en la vivencia religiosa por la entrega a los demás. No es tanto una confesión como un comportamiento. Si Dios es amor y estamos hechos a su imagen y semejanza, todos somos reflejo de Dios. ¿Somos los buenos porque nos han regalado la fe? ¿Por qué ese empeño en cambiar al otro? Evangelizar no es adoctrinar, lo recuerda constantemente el Papa. Dios creó las culturas y la diversidad, dentro de una igualdad en dignidad humana ¿Hay algún Dios que nos pide que transformemos a nuestro gusto lo que Él ha hecho al suyo? ¿Quién nos ha revelado que hay que cambiar los corazones violentando voluntades? Jesús acogió, perdonó, denunció pero no impuso nada como lo atestigua su muerte en la cruz. A veces, en lugar de instrumentos de Dios somos los que borramos la mejor cara de Dios. La fe es un regalo, hemos sido los elegidos, no para la salvación, que puede alcanzarla todo ser humano, sino para dar testimonio de la presencia de Dios entre muchos que esperan conocer la verdadera Buena Noticia. Todavía necesitamos hacernos este tipo de preguntas, con humildad: ¿Estamos saturados de institucionalización? ¿Aceptamos que Dios se manifiesta también en lo profano? ¿Cómo olvidarnos que el Evangelio transpira pura fuerza amorosa? ¿No es lo específicamente católico ilusionarse pensando en una humanidad vibrando a ritmo de amor? ¿Aceptemos el enriquecimiento que viene del que no es de nuestra Iglesia? Los cristianos debiéramos preocuparnos menos por la increencia y más por la indiferencia. Pasan muchas cosas que exigen tomar postura. No nos olvidemos que los profetas anunciaron ¡denunciando! Jesús también denunció muchas situaciones injustas frente al judaísmo de entonces que vivía en el conformismo centrado en la dictadura de los preceptos. Es muy grave que muchos católicos de la Iglesia en países ricos no deseemos cambios de verdad sino la prolongación de lo que tenemos. El Concilio reforzó y actualizó el Anuncio pero el problema está en la sociedad del bienestar que no siente la misericordia bíblica ni experimenta indignación ante tanta desigualdad, sino satisfacción por lo que posee. Los cristianos del bienestar no paramos de hablar de los pobres y actuar a favor de los ricos. Los demás sólo cambiarán si primero cambiamos nosotros. El sentido liberador de la cruz se nos escapa. La vida del cristiano es el único Evangelio que mucha gente leerá en toda su vida, en palabras que solía repetir Hélder Cámara. ¿En qué nos diferenciamos de los que no son de la Iglesia? La vida nos mezcla en el trabajo y en la diversión, en la pandemia y en las dificultades y a veces, hasta destacamos por nuestra falta de amor. Nuestras inconsecuencias llevan a muchos al placebo de las sectas. La Iglesia no es la jerarquía, es toda la comunidad: fieles de a pie en su mayoría... ¿Se parece al estilo, aunque adaptado a los tiempos, de las primeras comunidades? ¿Nos sentimos interpelados con aquellos que sufren, aquí y ahora? ¿Cuál es el estilo de Iglesia que tenemos, en la propia relación comunitaria entre nosotros? La parroquia, como “santuario” abierto a todos y llamada a llegar a todos sin excepción, recuerda que los pobres y los excluidos siempre deben tener un lugar privilegiado en el corazón de la Iglesia.
En el documento que ha salido de Roma sobre la parroquia se insiste en que haya una profunda relación entre la comunidad parroquial y los pobres. Y aquí viene la pregunta y la búsqueda: ¿Cómo encontrar esa relación? Algunos pobres están en las parroquias principalmente en las puertas pidiendo limosna. Pero ¿cómo podemos trabajar para que su presencia no sea meramente de limosneo sino de auténtica inserción y sean uno más en la comunidad? No cabe duda de que entre los fieles hay personas con muchas necesidades y rozando lo que llamamos pobreza económica y sobre todo, social, humana y personal. Pienso que es fundamental que las personas que piden a la puerta, si lo quieren, entren a formar parte efectiva de la comunidad. Podemos invitarles y en lugar de que pidan, que haya un cepillo, como existe en muchos lugares, del “pan de los pobres”. Las personas que lo deseen, pueden echar ahí su colaboración y ese dinero, entregarlo luego a los pobres. Mejor sería aún que nos anotásemos con una cuota mensual para ello. Es preciso que, en la predicación, los pobres estén presentes: que algún día hablen ellos. Que Caritas sea prioritaria en la vida de la comunidad. Y podemos salir de las paredes de nuestro templo para ver quiénes sufren necesidades en el barrio y con los servicios sociales existentes trabajar para que se puedan promocionar e ir encontrando alternativas. Hay una posibilidad muy fácil: entre un grupo de personas, anotarnos con una cuota mensual y ver hasta dónde llegamos para pagar un alquiler… Sin duda que este estilo cristiano puede llevarnos a una austeridad grave en la comunidad. Colaboración con Caritas y otras ONGS, pero lo importante es que la comunidad parroquial transmitamos amor y justicia con los pobres. Y que en la medida de lo posible haya una promoción de sus personas. Será más fácil si alguno de ellos está y participa en los organismos parroquiales. Y no olvidemos que pobres y desvalidos son también los que viven alguna enfermedad, alguna discapacidad. Que nuestros edificios estén bien dispuestos para facilitar la entrada a las personas con sillas de ruedas, etc. Será bueno si en ciertas ocasiones tenemos una comida con ellos y si hay personas de otros países, que degustemos también sus productos. Como comunidad, participaremos en las manifestaciones o gestos que, de una u otra forma, haya en favor de los marginados. Que seamos una comunidad con los pobres y con sus intereses. Y mucha austeridad a la hora de arreglos en el templo, comprar cálices, ropas, material… No ofendamos a Jesús pobre. El economista J.K. Galbraith escribió una vez: “Ante la disyuntiva de cambiar de opinión y demostrar que no hay necesidad de hacerlo, casi todo el mundo se ocupa de la prueba”.
León Tolstoi fue aún más audaz: “Los temas más difíciles pueden explicarse al hombre más torpe si no se ha formado ya una idea de ellos; pero la cosa más sencilla no puede aclararse al hombre más inteligente si está firmemente persuadido de que ya sabe, sin ninguna sombra de duda, lo que se le presenta”. ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué los hechos no nos hacen cambiar de opinión? ¿Y por qué alguien seguiría creyendo una idea falsa o inexacta de todos modos? ¿Cómo nos sirven tales comportamientos? La lógica de las falsas creencias Los seres humanos necesitan una visión razonablemente precisa del mundo para poder sobrevivir. Si tu modelo de realidad es muy diferente del mundo real, entonces luchas para tomar acciones efectivas cada día. [1] Sin embargo, la verdad y la exactitud no son las únicas cosas que importan a la mente humana. Los humanos también parecen tener un profundo deseo de pertenencia. En Atomic Habits, escribí: “Los humanos son animales de rebaño. Queremos encajar, vincularnos con los demás y ganarnos el respeto y la aprobación de nuestros semejantes. Tales inclinaciones son esenciales para nuestra supervivencia. Durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva, nuestros antepasados vivieron en tribus. Separarse de la tribu, o peor aún, ser expulsado, era una sentencia de muerte”. Entender la verdad de una situación es importante, pero también lo es permanecer como parte de una tribu. Mientras que estos dos deseos a menudo funcionan bien juntos, ocasionalmente entran en conflicto. En muchas circunstancias, la conexión social es realmente más útil para su vida diaria que la comprensión de la verdad de un hecho o idea en particular. El psicólogo de Harvard Steven Pinker lo expresó de esta manera: “Las personas son abrazadas o condenadas de acuerdo con sus creencias, así que una función de la mente puede ser la de mantener creencias que traigan al poseedor de la creencia el mayor número de aliados, protectores o discípulos, en lugar de creencias que es más probable que sean verdaderas”. [2] No siempre creemos las cosas porque sean correctas. A veces creemos las cosas porque nos hacen quedar bien con la gente que nos importa. Kevin Simler lo expresó bien cuando escribió: “Si un cerebro anticipa que será recompensado por adoptar una creencia en particular, está perfectamente feliz de hacerlo, y no le importa mucho de dónde viene la recompensa: ya sea pragmática (mejores resultados como resultado de mejores decisiones), social (mejor tratamiento por parte de los compañeros), o alguna mezcla de las dos”. [3] Las falsas creencias pueden ser útiles en un sentido social aunque no sean útiles en un sentido fáctico. A falta de una mejor expresión, podríamos llamar a este enfoque “factualmente falso, pero socialmente exacto”. [4] Cuando tenemos que elegir entre los dos, la gente a menudo selecciona a los amigos y a la familia por encima de los hechos. Esta perspicacia no solo explica por qué podríamos callarnos en una cena o mirar hacia otro lado cuando nuestros padres dicen algo ofensivo, sino que también revela una mejor manera de cambiar las opiniones de los demás. Los hechos no cambian nuestras opiniones. La amistad sí. Convencer a alguien de que cambie de opinión es realmente el proceso de convencerlo de que cambie su tribu. Si abandonan sus creencias, corren el riesgo de perder los lazos sociales. No puedes esperar que alguien cambie de opinión si le quitas también su comunidad. Tienes que darles un lugar adonde ir. Nadie quiere que su visión del mundo se rompa si el resultado es la soledad. La forma de cambiar la mente de la gente es hacerse amigo de ellos, integrarlos en su tribu, traerlos a su círculo. Ahora, pueden cambiar sus creencias sin el riesgo de ser abandonados socialmente. El filósofo británico Alain de Botton sugiere que simplemente compartamos comidas con aquellos que no están de acuerdo con nosotros: “Sentarse en una mesa con un grupo de desconocidos tiene el incomparable y extraño beneficio de hacer un poco más difícil odiarlos con impunidad. Los prejuicios y las luchas étnicas se alimentan de la abstracción. Sin embargo, la proximidad que requiere una comida —algo como repartir platos, desplegar servilletas al mismo tiempo, incluso pedirle a un extraño que le pase la sal— trastorna nuestra capacidad de aferrarnos a la creencia de que los forasteros que llevan ropa inusual y hablan con acentos distintos merecen ser enviados a casa o asaltados. A pesar de todas las soluciones políticas a gran escala que se han propuesto para saldar el conflicto étnico, hay pocas maneras más eficaces de promover la tolerancia entre vecinos sospechosos que obligarlos a cenar juntos”. Tal vez no sea la diferencia, sino la distancia lo que genera tribalismo y hostilidad. A medida que la proximidad aumenta, también lo hace la comprensión. Me recuerda la cita de Abraham Lincoln: “No me gusta ese hombre. Debo conocerlo mejor”. Los hechos no nos hacen cambiar de opinión. La amistad sí. El espectro de creencias Hace años, Ben Casnocha me mencionó una idea que no he podido desechar: Las personas que tienen más probabilidades de cambiar de opinión son aquellas con las que estamos de acuerdo en el 98 por ciento de los temas. Si alguien que conoces, te gusta y confía en una idea radical, es más probable que le reconozcas cierto mérito, peso o consideración. Ya estás de acuerdo con ese alguien en la mayoría de las áreas de la vida. Tal vez también deberías cambiar de opinión en este caso. Pero si alguien muy diferente a ti propone la misma idea radical, bueno, es fácil descartarlo como un chiflado. Una forma de visualizar esta distinción es mediante el mapeo de las creencias en un espectro. Si divides este espectro en 10 unidades y te encuentras en la Posición 7, entonces no tiene mucho sentido tratar de convencer a alguien en la Posición 1. La brecha es demasiado amplia. Cuando estás en la Posición 7, es mejor que gastes tu tiempo conectando con las personas que están en las Posiciones 6 y 8, llevándolas gradualmente en tu dirección. Las discusiones más acaloradas a menudo ocurren entre personas que se encuentran en extremos opuestos del espectro, pero el aprendizaje más frecuente ocurre de personas que están cerca. Cuanto más cerca estés de alguien, más probable es que la o las creencias que no compartes se desangren en tu propia mente y moldeen tu pensamiento. Cuanto más lejos esté una idea de tu posición actual, más probable es que la rechaces de plano. Cuando se trata de cambiar la opinión de la gente, es muy difícil saltar de un lado a otro. No se puede saltar por el espectro. Tienes que deslizarte por él. Cualquier idea que sea lo suficientemente diferente de tu visión actual del mundo la percibirás como amenazadora. Y el mejor lugar para reflexionar sobre una idea amenazante es en un ambiente no amenazante. Como resultado, los libros son a menudo un mejor vehículo para transformar las creencias que las conversaciones o los debates. En la conversación, la gente tiene que considerar cuidadosamente su estatus y apariencia. Quieren guardar las apariencias y evitar parecer estúpidos. Cuando se enfrentan a un conjunto de hechos incómodos, la tendencia es a menudo a doblar su apuesta por su posición actual en lugar de admitir públicamente que están equivocados. Los libros resuelven esta tensión. Con un libro, la conversación tiene lugar dentro de la cabeza de alguien y sin el riesgo de ser juzgado por los demás. Es más fácil tener una mente abierta cuando no te sientes a la defensiva. Los argumentos son como un ataque frontal completo a la identidad de una persona. Leer un libro es como deslizar la semilla de una idea en el cerebro de una persona y dejarla crecer en sus propios términos. Ya hay suficiente lucha en la cabeza de una persona cuando está superando una creencia preexistente. Tampoco necesitan luchar contigo. Por qué persisten las ideas falsas Hay otra razón por la que las malas ideas siguen viviendo: porque la gente sigue hablando de ellas. El silencio es la muerte para cualquier idea. Una idea que nunca es comentada o escrita muere con la persona que la concibió. Las ideas solo pueden ser recordadas cuando se repiten. Solo pueden creídas cuando se repiten. Ya he señalado que las personas repiten ideas para señalar que son parte del mismo grupo social. Pero aquí hay un punto crucial que la mayoría de la gente no considera. La gente también repite las malas ideas cuando se quejan de ellas. Antes de poder criticar una idea, hay que hacer referencia a esa idea. Terminas repitiendo las ideas que esperas que la gente olvide, pero, por supuesto, la gente no puede olvidarlas porque sigues hablando de ellas. Cuanto más repitas una mala idea, más probable es que la gente la crea.[6] Llamemos a este fenómeno la Ley de Recurrencia de Clear: El número de personas que creen una idea es directamente proporcional al número de veces que se ha repetido durante el último año, incluso si la idea es falsa.[7] Cada vez que atacas una mala idea, estás alimentando al mismo monstruo que intentas destruir. Como escribió un empleado de Twitter: “Cada vez que retuiteas o citas un tuit de alguien con el que estás enfadado, lo ayudarás. Diseminas sus tonterías. El infierno para las ideas que deploras es el silencio. Ten la disciplina para dárselo”.[8] Tu tiempo está mejor empleado en defender las buenas ideas que en derribar las malas. No pierdas tiempo explicando por qué las malas ideas son malas. Simplemente estás avivando la llama de la ignorancia y la estupidez. Lo mejor que le puede pasar a una mala idea es que se la olvide. Lo mejor que le puede pasar a una buena idea es que se comparta. Esto me hace pensar en la cita de Tyler Cowen: “Pasa el menor tiempo posible hablando de cómo otras personas están equivocadas”. Alimenta las buenas ideas y deja que las malas se mueran de hambre. El soldado intelectual Sé lo que podrías estar pensando: “James, ¿hablas en serio ahora mismo? ¿Se supone que debo dejar que estos idiotas se salgan con la suya?”. Déjame ser claro. No digo que nunca sea útil señalar un error o criticar una mala idea. Pero tienes que preguntarte: “¿Cuál es el objetivo?”. En primer lugar, ¿por qué quieres criticar las malas ideas? Presumiblemente, quieres criticar las malas ideas porque piensas que el mundo estaría mejor si menos gente las creyera. En otras palabras, crees que el mundo mejoraría si la gente cambiara de opinión sobre algunos temas importantes. Si el objetivo es realmente cambiar de opinión, entonces no creo que criticar al otro lado sea el mejor enfoque. La mayoría de la gente discute para ganar, no para aprender. Como dice Julia Galef de manera tan acertada: la gente a menudo actúa como soldados en vez de como exploradores. Los soldados están en el ataque intelectual, buscando derrotar a las personas que difieren de ellos. La victoria es la emoción operativa. Los exploradores, por su parte, lentamente, tratan de trazar el mapa del terreno con otros. La curiosidad es la fuerza motriz. Si quieres que la gente adopte tus creencias, tienes que actuar más como un explorador y menos como un soldado. En el centro de este enfoque hay una pregunta que Tiago Forte plantea maravillosamente: “¿Estás dispuesto a no ganar para mantener la conversación?”. Sé amable primero, sé correcto después El brillante escritor japonés Haruki Murakami escribió una vez: “Recuerda siempre que argumentar y ganar es romper la realidad de la persona contra la que estás argumentando. Es doloroso perder tu realidad, así que sé amable, incluso si tienes razón”.[10] Cuando estamos en el momento, podemos olvidar fácilmente que el objetivo es conectar con el otro lado, colaborar con ellos, hacerles amigos e integrarlos en nuestra tribu. Estamos tan atrapados en la victoria que nos olvidamos de conectar. Es fácil gastar su energía etiquetando a las personas en lugar de trabajar con ellas. La palabra “kind” (“amable”) se originó de la palabra “kin” (“pariente”). Cuando eres amable con alguien significa que lo tratas como a alguien de la familia. Esto, creo, es un buen método para cambiar la opinión de alguien. Desarrollar una amistad. Compartir una comida. Regalar un libro. Primero, sé amable, después sé justo.[11] ————————————————————————————- Notas [1] Técnicamente, tu percepción del mundo es una alucinación. Cada ser vivo percibe el mundo de manera diferente y crea su propia “alucinación” de la realidad. Pero diría que la mayoría de nosotros tenemos un modelo “razonablemente exacto” de la realidad física real del universo. Por ejemplo, cuando conduce por la carretera, no tienes acceso completo a todos los aspectos de la realidad, pero su percepción es lo suficientemente precisa como para evitar otros automóviles y conducir de manera segura. [2] Language, Cognition, and Human Nature: Selected Articles by Steven Pinker [3] Crony Beliefs de Kevin Simler [4] Recuerdo un tuit que vi recientemente, que decía: “La gente dice muchas cosas que son realmente falsas pero están socialmente asentadas. Dicen cosas estúpidas, pero no son estúpidas. Es inteligente (aunque a menudo inmoral) asentar tu posición en una tribu y su deferencia a sus tabúes. Esto es conformidad, no estupidez”. [5] Religion for Atheists por Alain de Botton [6] El lingüista y filósofo George Lakoff se refiere a esto como activar el marco. “Si niegas un marco, tienes que activar el marco, porque tienes que saber lo que estás negando”, dice. “Si usas la lógica contra algo, lo estás fortaleciendo”. [7] La Ley de Recurrencia de Clear es realmente solo una versión especializada del efecto de mera exposición. Pero bueno, estoy escribiendo este artículo y ahora tengo una ley que lleva mi nombre, así que es genial. Además, puedes contarle a tu familia sobre la Ley de Recurrencia de Clear durante la cena y todos pensarán que eres brillante. [8] Tuit de Nathan Hubbard. [9] “Why you think you’re right — even if you’re wrong” por Julia Galef. [10] Encontré esta cita de Kazuki Yamada, pero se cree que fue originalmente de la versión japonesa de Colorless Tsukuru Tazaki de Haruki Murakami. [11] He estado trabajando en este artículo durante más de un año. Hace muchos meses, me estaba preparando para publicarlo y ¿qué sucede? The New Yorker publica un artículo con el mismo título exactamente una semana antes y se convierte en su artículo más popular de la semana. ¿Cuáles son las posibilidades de eso? Mientras tanto, me puse a escribir Atomic Habits, terminé esperando un año y le di a The New Yorker su tiempo para brillar (como si lo necesitaran). Pensé en cambiar el título, pero a nadie se le permiten títulos de copyright y ha pasado suficiente tiempo, así que me quedo con él. Ahora ambos artículos pueden vivir felices en el mundo, como un par perspicaz de gemelos fraternos. |
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