El texto del evangelio de este domingo forma parte de un amplio contexto, que empezaba el domingo pasado con la petición de uno a Jesús: "Dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia". A partir de ahí, Lucas propone una larga conversación con los discípulos que abarca 35 versículos y toca muy diversos temas de difícil integración. Naturalmente se trata de pensamientos dispersos que el evangelista organiza a su manera para ir aclarando las exigencias de Jesús. Sin duda reflejan la manera de ver la vida de la primera comunidad, como lo demuestra la conciencia de ser un pequeño rebaño.
Que el texto utilice a veces, el lenguaje escatológico nos puede despistar un poco. También nos puede confundir que nos hable de talegos o tesoros en el cielo que nadie puede robar, o que Dios llegará como un ladrón en la noche... Este leguaje mítico a nosotros hoy no nos sirve de nada. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Está llamando siempre pero desde dentro. No pretende entrar en nosotros sino salir a nuestra conciencia y manifestarse en nuestras relaciones con los demás. Debemos superar la idea de un Dios actuando desde fuera. El domingo pasado se nos pedía no poner la confianza en las riquezas. Hoy, además, se nos dice en quién hay que poner la confianza para que sea auténtica. No en un dios todopoderoso externo, sino en el hombre creado a su imagen y que tiene al mismo Dios como fundamento. No es pues, cuestión de actos de fe, sino afianzamiento en una actitudque debe atravesar toda nuestra vida. Confiadamente, tenemos que poner en marcha todos los recursos de nuestro ser, conscientes de que Dios actúa solo a través de sus criaturas, y que solo a través de cada una de ellas la creación evoluciona. Ayúdate y Dios te ayudará. Se trata de estar siempre en actitud de búsqueda. Más que en vela, yo diría que hay que estardespiertos. No porque pueda llegar el juicio cuando menos lo esperemos, sino porque la toma de conciencia de la realidad que somos exige una atención a lo que está más allá de los sentidos y no es nada fácil de descubrir. El tesoro está escondido, y hay que "trabajar" para descubrirlo. No se trata de confiar en lo que nosotros podemos alcanzar, sino en que Dios ya nos lo ha dado todo. Ha sido Dios el primero que ha confiado en nosotros en el momento en que ha decidido darse Él mismo sin limitación ni restricción alguna. Lo único que se espera es que nosotros mismos descubramos ese don y vivamos de él. Si de verdad hemos descubierto el tesoro que es Dios, no hay lugar para el temor. A las instituciones y a las personas que las dirigen no les interesa para nada la idea de un Dios que da plena autonomía al ser humano, porque no admite intermediarios ni manipulaciones. Para ellos es mucho más útil la idea de un dios que premia y castiga, porque en nombre de ese dios pueden controlar a las personas. La mejor manera de conseguir sometimiento es el miedo. Eso lo sabe muy bien cualquier autoridad. El miedo paraliza a la persona, que inmediatamente tiene necesidad de alguien que le ofrezca su ayuda, para poder conseguir con gran esfuerzo, aquello que ya poseían plenamente antes de tener miedo. Cuentan que una madre empezó a meter miedo de la oscuridad a su hijo pequeño. El objetivo era que no llegara nunca tarde a casa. Con el tiempo, el niño fue incapaz de andar solo en la noche. Eso le impedía una serie de actividades que hacía muy difícil desarrollar su vida. Entonces la madre, fabricó un amuleto y dijo al niño: esto te protegerá de la oscuridad. El niño convencido, empezó a caminar en la noche sin ningún problema, confiando en el amuleto que llevaba colgado del cuello. ¡Sin comentario! Para descubrir el sentido de esa confianza, tenemos que descubrir los errores que hemos desarrollado sobre lo que Dios es. No se trata de un ser externo en el que debo confiar, sino en mi propio ser en lo que tiene de fundamento que me proporciona todas las posibilidades desde dentro de mí mismo. Esto es lo que significa: "vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino". El dios araña que necesita chupar la sangre al ser humano para salvar su trascendencia, no esel Dios de Jesús. El dios del que depende caprichosamente mi futuro, no es el Dios de Jesús. El dios que me colmará de favores cuando yo haya cumplido la Ley, no es el Dios de Jesús. El Dios de Jesús es don total, incondicional y permanente. Esto es lo que nos tiene que llevar a la más absoluta confianza. Ni siquiera depende de mí lo que Dios me da en todo instante. La fe consiste en fiarse absolutamente de ese Dios. El Padre ha tenido a bien confiaros el Reino. Este es el punto de partida. No tengáis miedo, estad preparados, etc., depende de esta verdad. Si el Reino es el tesoro encontrado, nada ni nadie puede apartarme de él. Todo lo que no sea esa realidad absoluta, que ya poseo, se convierte en calderilla. Nuestra tarea será descubrir el tesoro, todo lo demás vendrá espontáneamente. El Reino es el mismo Dios escondido en lo más hondo de mi ser. Él es la mayor riqueza para todo ser humano. Todos los demás valores que puedo encontrar en mi vida, deben estar subordinados al valor supremo que es el Reino. "Dar el reino" aplicado a Dios no tiene el mismo sentido que puede tener en nosotros el verbo dar. Dios no tiene nada que dar. Dios se da Él mismo, pero a nosotros se da antes de que nosotros seamos. De ese modo Dios se convierte en el sustrato y fundamento de mi ser. Sin Él yo no sería nada. Ese don descubierto y vivido es la raíz de todas mis posibilidades de ser humano. Todo lo que puedo llegar a ser más allá de mi pura biología, es consecuencia de esa presencia de Dios en mí que me capacita para llegar a ser como Él. Esa fe-confianza, falta de miedo, no es para un futuro en el más allá. No se trata de que Dios me dé algún día lo que ahora echo de menos. Esta es la gran trampa que utilizan los intermediarios. A ver si me entendéis bien: Dios no tiene futuro. Es un continuo presente. Ese presente es el que tengo que descubrir y en él lo encontraré todo. No se trata de esperar a que Dios me dé tal o cual cosa dentro de unos meses o unos años. El colmo del desatino es esperar que me dé, después de la muerte, lo que no quiso darme aquí. La idea que tenemos de una vida futura, desnaturaliza la vida presente hasta dejarla reducida a una incómoda sala de espera. La preocupación por un más allá, nos impide vivir en plenitud el más acá. La vida presente tiene pleno sentido por sí misma. Lo que proyectamos para el futuro, está ya aquí y ahora a nuestro alcance. Aquí y ahora, puedo vivir la eternidad, puesto que puedo conectar con lo que hay de Dios en mí. Aquí y ahora puedo alcanzar mi plenitud, porque teniendo a Dios lo tengo todo al alcance de la mano. La esperanza cristiana no se basa en lo que Dios me dará, sino en que sea capaz dedescubrir lo que Dios me está dando. Para que llegue a mí lo que espero, Dios no tiene que hacer nada, ya lo está haciendo. Yo soy el que tiene mucho que hacer, pero en el sentido detomar conciencia y vivir la verdadera realidad que hay en mí. Por eso hay que estar despiertos. Por eso no podemos pasar la vida dormidos. Por eso tenemos que vivir el momento presente, porque cualquier momento es el definitivo, porque en un momento, puedo dar el paso a la experiencia cumbre. Ese sería el momento definitivo de mi vida. Demostramos falta de confianza y exceso de miedos, cuando buscamos a toda costa seguridades, sea en el más acá sea para el más allá. El miedo nos impide vivir el presente y nos atenaza para esperar el futuro. En realidad solo vivimos cuando perdemos el miedo. Debemos caminar aunque no tengamos controlado ni el camino ni la meta. Nietzsche dijo: "Nunca ha llegado el hombre más lejos que cuando no sabía a dónde le llevaban sus pasos". Nunca podremos saber cuál es nuestra meta, hasta que no la alcancemos. O tal vez diríamos mejor, que no hay meta en el futuro del ser humano. Mientras más se acerca a la plenitud un ser humano, más vasto es el horizonte de plenitud que se le abre. Esto que en sí mismo es un don increíble, a veces lleva a la desesperanza, porque la vida humana es siempre un comienzo, un volver a empezar, que puede llegar a ponernos nerviosos, por eso la necesidad de confiar, de fiarse de Otro. Esa fe-confianza no es para después, sino para este instante. Meditación-contemplación "No temas, porque Dios te ha dado el Reino". Si no has descubierto esto, toda religión será inútil para ti. El único objetivo de toda religión debería ser llevarte al interior, donde te encontrarás con el mismo Dios como centro de tu ser. ......................... Una vez descubierto el tesoro, sabrás que todo lo demás es arena. No te costará ningún esfuerzo poner en él tu corazón y apartarlo de todo lo que no es auténtico, Por muy atrayente y reluciente que aparezca. ...................... Antes de descubrirlo, la confianza es imprescindible. Nadie tira por la borda las seguridades, si no encuentra la total seguridad. Muchas veces te han dicho que tienes que vender todo lo que tienes. Pero la realidad es muy tozuda. Nadie da todo por nada.
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Todo el capítulo 12 de Lucas es una recopilación de palabras de Jesús, de marcado carácter escatológico: la cintura ceñida, la lámparas, la espera del señor que viene... resuenan en estas expresiones varias e importantes enseñanzas evangélicas: las diez doncellas, los talentos... En tal sentido, no se añade ninguna idea no conocida, sino que se abunda en lo mismo, incluso con imágenes semejantes.
En mitad del verano, en ambiente nacional de vacaciones y de disfrutar de la vida benigna y relajada, las palabras de Jesús suenan como un trompetazo en mitad de la siesta. El verano (el verano mediterráneo en especial y como prototipo) se presenta a menudo como el ideal de la vida. Trabajar poco o no trabajar, dedicarse enteramente al ocio (más bien pasivo), trasnochar relajadamente..., en una palabra, disfrutar, deseando con toda el alma que se detenga el tiempo, que esta excepción anual de las vacaciones se convierta en norma. La cintura desceñida, las lámparas apagadas, sin esperar a nadie que interrumpa el disfrutar... toda una imagen. Una imagen terriblemente falsa de este mundo, de esta vida. Contemplando muchos ambientes vacacionales, que tan generosamente nos regala la TV, acabamos experimentando la sensación de que todos se han vuelto niños, de que los valores serios de la humanidad están aparcados, de que están jugando a cuentos de hadas. La vida, la humanidad, giran en la oscuridad en torno a este brillante círculo "caribeño": el hambre del mundo, la opresión creciente de los abusos de la globalización, los integrismos asesinos, la incultura envilecedora, la corrupción, el tráfico de armas y de drogas... Se sigue naciendo y muriendo, envejeciendo y enfermando, enriqueciéndose y arruinándose... mientras nuestra burbuja caribeña se evade por unas semanas de la vida real. Esta imagen es más honda de lo que parece: creo que muestra el fondo de nuestros ideales y la contradicción básica que existe entre nuestros criterios y los de Jesús. Caricaturizando un poco, lo que más íntimamente deseamos, lo que solemos pedir a Dios en nuestras oraciones de petición, se puede resumir en: una vida sin esfuerzo ni dolor, que Dios nos libre de cosas desagradables; si se pudiera, no envejecer, no enfermar, no tener problemas económicos; que se pueda disfrutar de la vida tranquilamente; y que no se acabe, que nuestra salud no vaya declinando, que nuestras capacidades no se vayan apagando, que nos libre alguien del angustioso fantasma de la vejez y de la muerte. Pero, si algún mensaje es inseparable del evangelio, éste es precisamente la trascendencia: esta vida está dirigida a LA VIDA, y pierde lo mejor de su sentido si se le priva de esa relación. Se ha hablado demasiado de la escatología reduciéndola al convencimiento de las primeras generaciones cristianas de que el mundo estaba a punto de terminar. La escatología de Jesús es más seria: es cada una de las personas las que se dirigen a un destino que no es esta vida sino LA VIDA. Y si esta vida no es entendida como camino hacia LA VIDA, pierde mucho de su sentido y validez. En realidad, ¿a mí qué me importa cómo ni cuándo se acabará el universo, si estaré muerto mucho antes de que eso suceda? A mí me importa a dónde voy yo, qué va a ser de mí. Y a Jesús le importa, le importa muchísimo, se nota en la gravedad de las expresiones, en la escenografía que emplea, en lo drástico de sus expresiones. En resumen, Jesús plantea una disyuntiva: vivir para disfrutar sin más, o vivir para el Reino. Y nos insta, repetidamente, con apremio, a elegir bien, a no tirar la vida, ni un mes ni una semana ni un segundo, de la misma manera que no desperdiciamos un solo euro y buscamos la mayor rentabilidad en nuestras inversiones. Todas estas consideraciones pueden hacer pensar que seguir a Jesús, buscar el Reino, estropea esta vida, destruye el disfrutar, amarga la existencia. Pero se trata de todo lo contrario. Se trata de disfrutar mejor, de dar sentido a la existencia, de vivir la vida con más plenitud. Es, en resumen, un mensaje mucho más realista. Querer convertir la vida en Paraíso, precisar como ideal de vida una perpetua vagancia en las Bahamas, es utópico e infantil. La vida no son vacaciones: la vida es un trabajo, la vida es una misión. Es ésta nuestra primera aceptación de Jesús: aceptar la vida como una misión. La misión es doble: realizarme yo hasta el límite de mis posibilidades y mis ambiciones, y desarrollar el mundo, las demás personas y el planeta entero, hasta el límite de los sueños de Dios. Esta es la maravilla de "El Reino": que nada de lo humano se queda sin sentido, que todo puede incluirse en el proyecto, que el esfuerzo y el descanso tienen valor, que todo es construir, que merece la pena. El objetivo del Reino no es la renuncia, sino la plenitud. Hay muchas renuncias que hacer, como hay siempre precios que pagar: pero las renuncias son liberaciones, renunciamos a lo que nos empequeñece, renunciamos a nuestras cadenas; y los precios son irrisorios en comparación con lo que se compra. Quizá el problema más agudo de todo ser humano es el conocimiento de los fines y los medios, y ser consecuente con tal conocimiento. Disfrutar es muy bueno, pero es un medio: convertirlo en fin es desastroso. Trabajar puede no ser agradable, pero es un medio: utilizarlo bien es de sabios. Y, mucho más adentro, perdonar o vengarse, acumular o compartir, consumir a tope o ser austero... son medios y expresiones del sentido de la vida y muestran a qué satisfacciones aspiramos. Jesús no es conformista: no se satisface con una mariscada, cuatro helados y una noche bailando salsa. Jesús sueña con que todos sean personas, es decir Hijos y le molesta que nos conformemos con menos y que nos dejemos engañar. Por eso repite tantas veces "estad alerta". Tras tocar la estructura del papado y de la Curia, está iniciando también reformas doctrinales.”Bergoglio se atreverá a cambiar, si no lo matan antes; Ratzinger se ha retirado por miedo” José Manuel Vidal, 04 de agosto de 2013 a las 16:44. En menos de 5 meses, Francisco se ha ganado la simpatía del mundo, se ha convertido en un líder planetario de prestigio y ha vuelto a dotar a la Iglesia de la credibilidad y de la confianza social que había perdido
().- “Es un peligro para los poderes del mundo y de la Iglesia y, por eso mismo, está en peligro”. Así de claro lo tiene el jesuita navarro José Enrique Ruiz de Galarreta, amigo del Papa Bergoglio desde que coincidió con él, hace 33 años, en el noviciado en Alcalá de Henares. En la misma línea se pronuncia el teólogo brasileño Leonardo Boff, uno de los máximos exponentes de la Teología de la Liberación: “Francisco está en peligro, porque, en el Vaticano, hay una historia de muchos asesinatos desde hace mucho tiempo”. Tanto el jesuita como el ex franciscano conocen al Papa desde hace tiempo, están encantados con los nuevos aires que está imprimiendo a la Iglesia y, por eso, le advierten. “Bergoglio se atreverá a cambiar, si no lo matan antes; Ratzinger se ha retirado por miedo”, señala el compañero navarro del Papa. Y le da un consejo: “Que renueve la plantilla sin suscitar demasiado odio; que se lo tome con calma, para ir colocando a un equipo de su confianza”. El teólogo de la Liberación, al que Ratzinger obligó a guardar silencio, recuerda el caso del “Papa meteorito”. “Juan Pablo I reunió a los cardenales y les anunció que se iría a vivir fuera del Vaticano. Dos días después, apareció muerto”. Quizás por eso, Boff invita a Francisco a “tener cuidado, porque donde hay lucha por el poder no hay amor, y el poder siempre busca más poder”. Ruiz de Galarreta y Boff no son los únicos en temer por la vida del Papa. Obispos y fieles católicos de todo el mundo piensan lo mismo, aunque unos se lo callen por pudor y otros por no tentar a la mala suerte. El caso es que se extiende, entre el pueblo católico, la sensación de que el Papa está en peligro. ¿Para quién y por qué es un peligro el Papa Francisco? Hace poco más de 120 días que Francisco llegó al papado. Por sorpresa. Y es que, tras la etapa reformista de Juan XXIII y Pablo VI (los dos papas del Concilio) y el leve ‘apunte’ de Juan Pablo I, que sólo duró 33 días en el solio pontificio, llegó la involución, que, de la mano de Wojtyla y Ratzinger duró 35 años. La Curia romana, que se hizo con las llaves de la maquinaria vaticana tras dos Papas como Juan Pablo II y Benedicto XVI que no gobernaron, quería ampliar el ciclo conservador en la Iglesia. Por su propio interés. Pero, Benedicto XVI, el Papa anciano y sabio, le rompió el espinazo al poder curial. Hastiado de los “lobos” de su Curia y sin fuerzas para limarles los dientes, ideó la “santa venganza”: Renunciar para poner fecha de caducidad al papado y, por lo tanto, a cualquier otro cargo eclesiástico. Al hacerlo, arrastró en su caída a todos los grandes líderes de los lobbies vaticanos, que cesaron automáticamente en sus puestos hasta que el nuevo Papa provea. La maquinaria romana se pone en marcha con el precónclave y el cónclave. En ellos, los cardenales “peones”, hartos del mangoneo y de la mala imagen que la Curia proyectaba sobre toda la Iglesia (con sus intrigas, luchas de poder, cuervos, Vatileaks y mayordomos infieles) decidieron apostar por un cardenal jesuita latinoamericano, austero, carismático y con dotes de mando y gobierno. Y eligieron al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, por una mayoría abrumadora: se habla de 90 votos sobre 115, superando los 84 con los que fuera elegido su predecesor. Y “desde el fin del mundo” llegó a Roma un ciclón, una especie de tsunami de Dios. Lleva poco más de 120 días al frente de la Iglesia y ya le ha cambiado la cara a la institución. Me lo confesaba en Rio el cardenal Hummes, el que le susurró “no te olvides de los pobres” inmediatamente antes de que fuese elegido: “El pueblo católico está de nuevo feliz, está de nuevo con la cabeza levantada. Antes, andaba medio triste y preocupado, debido a todas las crisis que se estaban descubriendo en el seno de la Iglesia. Y hoy el pueblo ha recobrado la esperanza”. En menos de 5 meses, Francisco se ha ganado la simpatía del mundo, se ha convertido en un líder planetario de prestigio y ha vuelto a dotar a la Iglesia de la credibilidad y de la confianza social que había perdido. Llegó diciendo que quiere “una Iglesia pobre y para los pobres” y lo está cumpliendo. Ha vuelto a colocar a los pobres en el centro de atención de la institución y, para defenderlos, ataca sin piedad (desde la peana de su autoridad moral) a todos los poderes que atentan contra los “vip de Dios”. Tanto de fuera como de dentro de la Iglesia. ¿Alguien podría tener interés en matarlo? Francisco señala con el dedo al capitalismo salvaje y a los poderes económicos y financieros que no redistribuyen la riqueza. Fustiga a los políticos de todo pelaje y condición por utilizar sus cargos para su lucro personal, en vez de ponerlos al servicio del bien común. Como un profeta del Antiguo Testamento denuncia con palabras y con gestos e imágenes que calan hondo y llegan directos al corazón del pueblo. Su primer viaje fuera de Italia fue a Lampedusa, la isla donde está recluidos en medio del mar, los emigrantes sin papeles que se juegan la vida (y 20.000 la perdieron) para cruzar desde África en busca del paraíso europeo. Allí los abrazó, los bendijo con un báculo formado por dos palos de la madera de un cayuco naufragado, rindió homenaje a los muertos y pidió a Europa que los trate con justicia y dignidad y que los deje entrar en suelo europeo. Al día siguiente, las huestes de Berlusconi le contestaron: “Que los acoja el Papa en el Vaticano”. Y si con los poderes del mundo es duro, contra los de la Iglesia utiliza el látigo, como Cristo en el templo. No hay cosa que más le duela y más fustigue que los “eclesiásticos príncipes”, “enclaustrados en sus puestos”, que “no salen a la calle” ni a las “periferias existenciales” y que huelen a Armani en vez de “oler a oveja”. No quiere eclesiásticos aferrados al poder, porque, en la Iglesia, el poder es servicio. O debe serlo. Y el Papa sabe que, hoy, para que la predicación de la Iglesia vuelva a ser creíble tiene que dar primero el trigo del ejemplo. Él sí predica con el ejemplo. Deja el palacio, vive en una residencia de curas, renuncia a los capisayos y a los oropeles, prescinde del papamóvil blindado, viaje en utilitario, lleva su propio maletín y, en definitiva, se comporta como una persona normal. Vive con suma sencillez y austeridad y toda su acción está dirigida a predicar la esperanza de un Dios de ternura y de misericordia. Y pasar de una Iglesia malencarada y del no a otra alegre y del sí. Pero, con su vida y con sus palabras, el Papa deja en evidencia a la jerarquía, que sigue viviendo en palacios y desplazándose en coches de alta gama. Con sus reformas, les está tirando abajo el “chiringuito” y eso la descoloca. Empezó por reformar el propio papado. Pasó de un papado imperial a otro colegial. Por eso nombra comisiones de cardenales y de expertos, para que le ayuden a reformar la Curia. El próximo otoño jubilará a los máximos jerarcas curiales, empezando por el Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y convertirá el banco vaticano (conocido por las siglas IOR) en una banca ética. Sin acceso al dinero y sin el control del poder, la Curia volverá a ser un aparato burocrático al servicio del Papa y de las iglesias locales. Pero aún hay más. Tras tocar la estructura del papado y de la Curia, Francisco está iniciando también reformas doctrinales. En dos pasos. El primero, ya en marcha, es cambiar la tendencia respecto a temas “delicados” de moral sexual, como los matrimonios gays, el preservativo o las relaciones prematrimoniales. Francisco sabe que no puede reconquistar a los jóvenes, si les obliga a llegar vírgenes al matrimonio o a mantener relacione sexuales siempre abiertas a la procreación. El segundo paso serán los cambios en algunos temas doctrinales concretos. Con prudencia y de uno en uno. El primero puede ser el permitir el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar. Y, si hay algo que pone de los nervios a los sectores más conservadores y talibanizados de la Iglesia son las cuestiones sociales y sexuales. En lo social, está ya muy claro que Francisco está de parte de los pobres y contra los poderosos. En lo sexual, ha cambiado la tendencia y ha pasado de la condena a la comprensión: “¿Quién soy yo para juzgar a un gay?”, acaba de decir. ¿Cómo evitar el peligro? Como es lógico, el Papa cuenta con medidas de seguridad. Las externas, que le ponen los gobiernos de los diversos países, cuando viaja. Y las internas, su propio cuerpo de seguridad, dirigido por el capitán Domenico Giani. Su ‘ángel de la guarda’ tiene 46 años y es el jefe de seguridad del Vaticano desde 2006. Trabajó ya con Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero ninguno le dio tantos quebraderos de cabeza como el Papa Francisco. Pura y simplemente, porque no quiere seguridad. Está convencido de que el pastor tiene que estar entre las ovejas. Y, aunque no tiene más remedio que plegarse a ciertos protocolos, los rompe continuamente y se expone sin parar. Ha jubilado el papamóvil blindado y se desplaza en un pequeño Fiat. Y con la ventanilla bajada, blanco perfecto de cualquier mira telescópica. Se mete entre la gente, incluso en las favelas de Rio, y toma mate de un vaso que alguien le ofrece al pasar en el papamóvil. Sin miedo a que lo envenenen. Francisco sin miedo lo explica así: “Con menos seguridad, he podido ir con la gente, abrazarles, saludarles, sin coches blindados. La seguridad es fiarse de un pueblo. Siempre hay el peligro de que un loco haga algo. Pero también está el Señor. Crear un espacio blindado entre el obispo y el pueblo es una locura”. El riesgo existe y Francisco lo asume. De entrada y por convicciones pastorales y teológicas. Sabe bien cuál fue el final de todos los profetas, empezando por el de Nazaret. ¿Qué ocurriría en la Iglesia, si se produjese un magnicidio? Tiene enemigos dentro y fuera. Y muchos. Y, encima, no quiere protegerse. El blanco es fácil. Tanto para un loco aislado, como para un complot teledirigido. Desde fuera, al estilo del turco Ali Agca. O desde dentro, como en el caso del malogrado Juan Pablo I, de cuya muerte siempre habrá dudas, porque el Vaticano se negó a hacerle una autopsia. Si ocurriese algo así (Dios no lo quiera), ¿qué pasaría en la Iglesia? En primer lugar, Francisco se convertiría en un santo por aclamación popular y en el Papa mártir de los pobres. Pero, si las sospechas recayesen en los hombres de Iglesia, ésta quedaría tocada y, posiblemente, hundida. Poca gente volvería a poner su confianza en una institución que elimina a sus mejores ‘jefes’. Y, por mucho que lo escondiese, no podría acallar las sospechas que, en el universo mediático global actual, pronto se tornarían en acusaciones y deserciones masivas de fieles. El descrédito de la institución sería absoluto. Si las sospechas sobre el magnicidio señalasen a los poderes del mundo, la Iglesia saldría reforzada, buscaría un nuevo Papa que siguiese la línea marcada por Francisco y ganaría fieles para su causa. Pero, al mismo tiempo, cundiría la desesperanza, sobre todo entre los pobres y la protesta. Y hasta puede que los católicos hiciesen causa común con los indignados o se tornasen indignados que, siguiendo el ejemplo de su mártir, saliesen a las calles “pacíficamente y sin violencia, a proponer alternativas sociales a la luz del Evangelio”. Una revolución cristiana mundial, que se extendería por los cuatro puntos cardinales, excepto, quizás, en Asia y en el mundo árabe. Vivo o muerto Francisco es un peligro y está en peligro. Sólo Dios lo puede salvar. Las montañas más altas son interiores. La del Ego es la más empinada y difícil de vencer... Pero "el que busca apoyo en el Señor se parece al monte Sión: es inconmovible y estable para siempre" (Salmo 125, 1)
Al arrastrarse por interminables senderos de herradura que a veces alcanzaban más de 4500 metros sobre el nivel del mar, Jeremías conoció la embriaguez de las alturas causada por la majestuosidad de los paisajes, y también por la falta de oxígeno. Como se lo había anticipado Don Marcos, un venerado anciano conocedor de los cerros, Jeremías tuvo frío, tuvo calor, tuvo sed y se cansó muchísimo. Pero como había cumplido al pie de la letra los consejos del viejito, Jeremías no murió. Desde un principio, sin embargo, se había quedado falto de oxígeno. El acullico de hojas de coca que destilaba energías telúricas en su boca ciertamente le ayudaba a soportar el mal de las alturas, pero no se lo quitaba del todo. Su visita a las pequeñas comunidades de pastores de ovejas esparcidas en alta montaña y con enormes distancias entre ellas, duró veintitrés días. Dolores de cabeza, mareos, zumbidos de oídos y ahogos lo acompañaron por todo el camino. Jeremías estaba hecho un zombi. Con todo andaba feliz, pues iba al encuentro de los últimos, que son los primeros en el Reino de Dios. Estaba fascinado por la Montaña que ora lo dominaba con soberbia y fría altivez, ora lo llamaba con los brazos abiertos y el cariño de una madre buena. Cuando se acordó de que la gente de "antes" contaba que las montañas sabían hablar, se sonrió y, volviéndose hacia su baquiano, le preguntó: -¿Será cierto, Antolín, que las montañas hablan? - ¡Claro que sí!, le contestó el baquiano. Háblele y usted verá. Jeremías sonrió otra vez y siguió camino. De repente se detuvo, quedó quieto un buen rato, y luego paró el oído hacia la cabeza más alta de la Montaña. Con voz baja para que no lo oyera el baquiano, dijo a la Montaña: - Dale, Montaña, háblame, a ver. La Montaña no dijo ni mu. Jeremías suspiró y se puso de nuevo en camino. Lo envolvía un silencio total que apenas rompían las piedritas que chirrían bajo los pasos de los dos caminantes, o chocaban con los cascos de las dos mulas y del burrito que los acompañaban. No le extrañaba que la Montaña no hablara como los humanos. Su lenguaje tenía que ser diferente. Dirigiéndose a su corazón, le dijo: - Escucha, corazón mío, tú que entiendes todos los idiomas, presta oído a ver si la Montaña habla. Después me cuentas. Iba a pasos lentos, mascando coca, fascinado por el azul profundo del cielo que ni una sombra de nube manchaba. No se cansaba de contemplar la diversidad del paisaje, aquí agreste, rudo, hostil, allí desplegándose al infinito como un mar de pasto tierno y luminoso. Al pasar por desfiladeros atestados de enormes rocas o al rozar abismos vertiginosos, Jeremías se decía a sí mismo: "Viejo, si subieras a la punta del Zucho que te está mirando desde arriba, estarías a 5100 metros sobre el nivel del mar y las estrellas serían tus vecinas, pero con sólo dar un paso en falso, en menos de quince segundos te estrellarías en el fondo del abismo...". En ese momento preciso fue cuando el corazón de Jeremías, que bombeaba cada vez con más dificultad, se decidió a hablar. Con jadeos dijo: - No dudes más, Jeremías, las montañas hablan. Escucha lo que te manda a decir el Zucho. Dice que la vida es como la montaña, inmensa y maciza, con subidas y bajadas, crestas y quebradas más grandes todavía que las que aquí se despliegan ante tus ojos. De lejos te muestra una cara, de cerca te deja ver mil otras. Nunca es igual, pero siempre es la misma. Cuando crees que la vas a alcanzar, ella se desvanece, y cuando sientes que nunca vas a llegar, te aparece muy cerca a la vuelta del camino. Si quieres saber cómo es la vida, observa la montaña. A veces te muestra la cara, otras veces hace como si no existiera. En ella son pocos los trechos rectos, y el camino más corto es a menudo el que te parece más largo... A veces, para mejor subir tienes que bajar, y para bajar, tienes que subir, culebreando de la derecha a la izquierda y de la izquierda a la derecha, porque no hay otra... La vida, como la montaña, te exige todo pero todo te da. Puede ser que agote tus fuerzas, pero ella, sin fallar nunca, soporta tu peso y cuida cada uno de tus pasos. Sin ella ¿adónde irías cuando con ella puedes alcanzar cumbres? Porque la vida, como la montaña, siempre busca levantarte por encima de cuanto tiende a empujarte hacia abajo. Al igual que la montaña, la vida es recia con los que quedan a medio camino; si no vas siempre para arriba, te deja caer rodando. Y si te dejas embriagar por las alturas, lo mismo. Así sucedió con muchos grandes hombres, intelectuales, políticos y religiosos que comenzaron bien en la vida pero terminaron hechos unos monstruos por haber dejado que los humos del poder les enturbiaran la cabeza y endurecieran el corazón. En una palabra, la vida, como la montaña, te saca de la nada y te alza a lo alto. Lo que antes te parecía pequeño ahora lo ves muy grande y lo que te parecía grande de pronto se te muestra muy pequeño. Y, por si no lo has entendido aún, lo de la Montaña es el espejo del viaje interior de todo humano que busca su ser verdadero y que, por el mismo camino, puede encontrarse con su Dios. A Jeremías le dio un escalofrío, pero estaba contento, pues la montaña le había hablado. Se acordó de las muchas montañas sagradas en las que Dios se manifiesta a los valientes de la China, de la India, de América y de todos los continentes que, por sendas y con miradas distintas, las escalan para buscar la luz y la misericordia del Cielo. Se acordó también de los cerros santos de la Biblia: el Sinaí, la montaña de fuego en la que Dios habló a Moisés y donde, en una brisa suave, le insufló un aliento nuevo a Elías; Sión, el humilde monte donde Él plantó su morada; aquel cerro de Galilea donde Jesús reveló el camino de luz de las Bienaventuranzas; el cerro Tabor donde mostró el sol fulgente que tenía encerrado bajo la envoltura de su cuerpo; el triste cerro Calvario donde el amor extremo logró eclipsar la luz del mediodía. Y la Resurrección de Jesús, que es la deslumbrante cumbre de la evolución humana y el coronamiento del cosmos a través del cual el universo penetra en Dios y Dios en el Universo. En las tradiciones andinas siempre perduró esa creencia de que en los cerros más altos viven los Apu, Señores de la montaña, y en los más bajitos, los Auki. Hoy, esa creencia se difuminó bastante, lo que a Jeremías le daba lástima. Pues le gustaba imaginar en la punta de cada cerro, grande o chico, un ser celestial de chullo, poncho, chuspa y ojotas, sentado de cuclillas y con brazos cruzados, coqueando y cuidando a la gente valiente de los valles y de los pueblos, junto con sus animalitos y sus casitas, protegiéndolos contra los vientos que escupen piedras, las bestias que se comen las ovejas, las nieves que cortan los caminos y escarchan los sueños. Claro que esto no estaba escrito en la Biblia oficial, pero le parecía suficiente que figurara en la Biblia del pueblo, porque, según él, Tata Dios había escrito en el corazón de cada pueblo una Biblia que completaba la otra. Mientras más alto era un lugar, más se lo estimaba cerca del cielo y de los dioses. Se suponía que era en ese lugar donde la Divinidad paraba cuando bajaba a la tierra para visitar a los humanos. Era, por lo tanto, un lugar altamente sagrado al cual sólo se podían acercar con temblor y con los brazos cargados de ofrendas, los "iniciados", los con-sagrados, los santificados y los promesantes. Era el lugar donde Dios bajaba hacia el hombre y desde el cual esperaba que el hombre subiera hasta Él. El lugar donde el Cielo se casaba con la Tierra y donde la Divinidad y la Humanidad formaban una sola carne. No había religión sin el esfuerzo de arrancarse al barro para alzarse hacia lo alto; no había religión sin el intento de salir de la prisión de tierra de uno para alcanzar al menos el fleco del manto extraño y asombroso de la invisible divinidad. No había religión sin alguna forma de cruz, sin algún sacrificio, sin alguna niebla, o sin una fe profunda y una inconmensurable esperanza. Bien se sabe que Dios no vive arriba ni abajo y que está más cerca de uno que uno está de sí mismo. También se sabe que no son los dones sino los vacíos nuestros los que más mueven su corazón. Pero resulta difícil entender la Biblia oficial, piensa Jeremías, si no cruzamos la vida como una tierra de altas montañas, brincando de arrebatos a depresiones y de precipicios a planicies de luz para alcanzar a vislumbrar, más allá de todo horizonte, una centella de nuestro ser verdadero y de lo que nos espera al final de la gran aventura humana. Pues creemos firmemente que vendrá el día en que "las montañas se derretirán como cera ante el Amo de toda la tierra y que a todas las naciones se proclamará su justicia" (Salmo 97, 5). "Todas las quebradas serán rellenadas y todos los cerros y lomas serán rebajados; las cuestas se aplanarán y las colinas quedarán como un llano, porque aparecerá la gloria del Señor y todos los mortales a una lo verán" (Isaías 40, 4-5). 1. Todas las personas tienen la misma dignidad y los mismos derechos.
2. Todo hombre es fundamentalmente bueno. 3. La vida es amor y solidaridad y no egoísmo y competencia 4. Sin justicia no hay paz. 5. No odiar nunca ni impulsar campaña anti-nadie. No consentir nada que discrimine o degrade al hombre. 6. Luchar por la justicia exige hacer propia la causa de los más pobres. 7. Lo que no es bueno para todos no puede serlo para unos pocos. La humanidad es una y se hace tal por su constitutiva genética de fraternidad. 8. Las razas, las religiones, las lenguas, las culturas y las patrias son relativas. Lo absoluto es... el amor a toda persona, el no querer el mal para nadie, el no explotar a nadie, el no discriminar a nadie, el no humillar a nadie, el no engañar a nadie. 9. La igualdad entre los pueblos se basa en el principio de un mismo rango y dignidad de todos, en programar y resolver juntos las necesidades básicas de todos, en respetar el Derecho Internacional y solucionar los conflictos con la razón y no con las armas. 10. El progreso, que no es progreso de todos, no es progreso. Me siguen despertando los aviones cisternas incesantes en su ir y venir hacia la Serra de Tramuntana. No me atrevo a preguntar a ninguno de mis sobrinos bomberos si el viento de esta noche no habrá hecho estragos en su camino hacia el Galatzó, esa montaña sagrada para todos los mallorquines que hoy contempla, también encendida, el dolor ante tantas hectáreas quemadas, de ese espacio lleno de vida antes.
Cuántos años tenían las encinas, los olivos, los pinos. Con cuanto mimo ha estado cobijando especies únicas, amparándolas ante la destrucción de la inmobiliaria hotelera y turística que desde hace años asola las costas de Andratx, y de casi toda la costa. Ese espacio natural verde, se mantenía intacto, casi inasequible como una fortaleza inquebrantable para la defensa de la vida, de lo bello, de los susurros más sutiles de la vida en cientos de especies que solo el silencio acompañaba. De repente, sin ninguna culpa, sin saber por qué, un fuego destructor ha acabado con todo esa vida. Una vez más la mano humana arrasa la Vida que la Madre Tierra parió de sus entrañas, con tanta generosidad, con tanta entrega. Hoy cuesta seguir la vida, disfrutar de un baño vacacional en la playa de Portals Vells viendo todo verde, escuchar el canto incesante de las chicharras como si nada hubiera cambiado, como si no estuviera de luto la vida, y yo con ella. Pero no acaba ahí el dolor. Ayer fue el funeral de las víctimas del accidente ferroviario de Santiago, y más dolor, más vidas cortadas repentinamente. Cada una en su afán: una boda, las vacaciones, los negocios, celebrar las fiestas..., nadie esperaba un fin, nadie lo había programado. Tampoco Dios tenía esos planes. Dios nunca planea la muerte: solo planea la vida. ¡Por favor, que nadie diga " Dios lo ha querido"! Dios nunca quiere el dolor, ni siquiera el dolor que han de llevar en conciencia el maquinista del tren o el hombre que quemó los rastrojos de Andratx ocasionando el incendio. Los dos son un reflejo perfecto de lo mísera de nuestra condición humana, de que nunca podemos responder de las consecuencias del mal que desencadenamos. Es tan inmenso el mal que no podemos con él. Nuestra ignorancia, o nuestra irresponsabilidad o nuestros despistes nos transcienden: no soy yo y lo que me da la gana; somos comunidad de seres vivientes, nos herimos y destruimos entre nosotros y afectamos directamente a la vida que nos rodea. También cuando construimos vida y acrecentamos la vida en dimensiones incalculables porque somos un tejido de vida y nuestros hilos se entrelazan; todo está conectado y nada queda suelto, NADA. También me llenan de dolor las últimas palabras del Papa con respecto a la mujer: todo está dicho. La Iglesia ya se ha definido... Seguir el catecismo...También sus palabras tienen una trascendencia incalculable. Yo no puedo participar de la alegría que desborda en tantos las declaraciones y acciones de Francisco. Sí, hay gestos que todos deseábamos y que marcan diferencias, y yo los veo. Pero las cosas no cambian en la medida de lo esperado. La Iglesia sigue sin ser la casa de Jesús. A mí como mujer no me basta todo lo que ya ha dicho y hecho la Iglesia como institución con respecto a la mujer, ni tampoco con lo que hace respecto a los homosexuales, por poner solo dos ejemplos de falta de equidad. Ante Dios todas y todos somos exactamente iguales, acogidos, amados, perdonados, con las mismas obligaciones y oportunidades. Con los mismos privilegios y las mismas exenciones. Nadie es mayor que el otro; todos somos uno en el Uno. No basta con no condenar a la diferencia, hay que amarla para ser seguidor de Jesús, para ser humano del todo. En el seno de la Iglesia no podemos todas ser como todos, hacer las mismas tareas, tener las mismas funciones. Mientras la sociedad avanza y otorga el merecido derecho pisoteado históricamente a las mujeres, la Iglesia sigue buscando "un papel" para la mujer. No se trata del "papel de la mujer" en la Iglesia, se trata de la dignidad e igualdad de la mujer con respecto del hombre: las mismas posibilidades. Es una cuestión de justicia, de derechos humanos que aún la jerarquía no llega a entender. Hasta que no haya justicia no habrá igualdad, y no habrá igualdad hasta que haya justicia y entonces ahí estará Dios, porque Dios habita la igualdad y la justicia más allá de nuestras miserias y culpas. Los teólogos Joseph Ratzinger y Leonardo Boff se conocen desde finales de los años sesenta, cuando este estudiaba teología en Alemania. El aprecio era mutuo, como prueba el que hecho de que Ratzinger dio de su bolsillo al nuevo doctor brasileño 14.000 marcos para que pudiera publicar su tesis doctoral. Poco más de diez años después, empero, la relación cambió: quien fuera mecenas se convirtió en detective. Efectivamente, el cardenal Ratzinger, tras asumir la presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, convocó a Boff al Vaticano y lo sentó en la silla de Galileo para juzgar su libro Iglesia: carisma y poder.
El teólogo brasileño llegó a Roma acompañado por los cardenales Aloisio Lorscheider, presidente de la Conferencia Episcopal Brasileña, y Paulo Evaristo Arns, arzobispo de Sâo Paulo, ambos pertenecientes a la misma Orden Franciscana de Boff. El veredicto fue la imposición de un tiempo de "silencio obsequioso", que Boff aceptó, aun cuando no estaba de acuerdo, ejerciendo la virtud de la humildad y pronunciando una frase que se hizo proverbial: "Prefiero caminar con la iglesia, a quedarme solo con mi teología". Cuando le impusieron silencio, él respondió con la canción de Atahualpa Yupanki: "La voz no la necesito. Sé cantar hasta en el silencio". Menos mal que el cardenal no le exigió la devolución de los 14.000 euros que le había donado para publicar la tesis. A principios de los noventa Boff fue objeto de un nuevo proceso. El Vaticano impuso censura previa a todos sus escritos. Le separaron de la cátedra de teología por tiempo indefinido. Le alejaron de la revista Vozes y sometieron a control ideológico la censura a la editorial Vozes y a las revistas publicadas por ella. El fautor de tamaña negación de los más elementales derechos humanos volvía a ser el cardenal Ratzinger. Cabe recordar que unos días antes de la condena de 1984 había aparecido la Instrucción de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre Algunos aspectos de la teología de la liberación, que condenaba sin paliativos la teología de la liberación. Comenzaba así la cruzada contra esta corriente teológica, que continuó durante todo el pontificado de Juan Pablo II. La cruzada arreció con Benedicto XVI como papa, quien en 2007 condenó a Jon Sobrino y en 2009, afirmó que la teología de la liberación había provocado consecuencias "más o menos visibles" como "rebelión, división, disenso, ofensa y anarquía", que había creado entre las comunidades diocesanas "gran sufrimiento o grave pérdida de fuerzas vivas" y que "sus graves consecuencias ideológicas conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres". ¿Será capaz Francisco de revertir la situación y tornar la condena inmisericorde de la teología de la liberación de sus dos inmediatos predecesores en respetuosa acogida en actitud de diálogo? ¿Rehabilitará a los teólogos condenados? ¿Reconocerá como mártires a las teólogas y los teólogos ejecutados por mor de la justicia que brota de la fe? Su visita a Brasil, uno de los lugares más emblemáticos donde se cultiva y se vive la teología de la liberación, puede ser una buena oportunidad. No debería dejarla pasar. Por una vez, las tres lecturas coinciden en el tema principal:
Ecl 1,2; 2,21-23: "Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad..." Col 3,1-11: "Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra." Lc 12,13-21: Guardaos de toda clase de codicia. Recordad que Jesús va camino de Jerusalén y el evangelista aprovecha distintos episodios para ir formando a sus discípulos en el verdadero seguimiento. El evangelio tiene dos partes: En la primera, Jesús se niega a ser árbitro en un conflicto económico. ¡Cuantos problemas se habría evitado la Iglesia si hubiera seguido su ejemplo! En la segunda advierte del riesgo de buscar seguridades terrenas, olvidando el verdadero objetivo de toda vida humana. Desplegar la verdadera Vida no depende de tener más o menos, sino de ser. Que lo acumulado lo vaya a disfrutar otro, tampoco es el problema; porque en el caso de que lo pudiera disfrutar él mismo, parece que sería válida la acumulación de riquezas. Tampoco se trata de proponer como alternativa el ser rico ante Dios, si se entiende como acumulación de méritos que después te tendrán que pagar, porque eso sería seguir pensado en potenciar el ego. Esta propuesta va en contra del mensaje de Jesús que nos pide olvidarnos del yo. En este episodio Jesús manifiesta claramente, no tener ninguna política concreta, ni económica ni social. No tiene como objetivo la liberación de las carencias materiales. Jesús pretende la liberación personal, sin la cual la liberación social o económica es incompleta. Con demasiada frecuencia se ha querido etiquetar como cristiana una política concreta. No podemos confundir el mensaje evangélico con ninguna ideología política. Jesús va al centro de la persona y no está condicionado por credos ni doctrinas. Más que a un contexto social, el evangelio responde a un contexto antropológico. Se trata de dar auténtico valor a la vida humana. El tema de hoy es el desapego de toda una escala de valores para aferrarse a otra escala que es la que nos puede llevar a nuestra plenitud humana. Si el primer objetivo de todo hombre es desplegar al máximo su humanidad y el evangelio nos dice que tener más no nos hace más humanos, la conclusión es muy sencilla en teoría: la posesión de bienes de cualquier tipo, no puede ser el objetivo último de ningún ser humano. La trampa de nuestra sociedad de consumo está en que no hemos descubierto que cuanto mayor capacidad de satisfacer necesidades tenemos, mayor número de nuevas necesidades desplegamos; con lo cual no hay posibilidad alguna de marcar un límite. Ya los santos padres decían que el objetivo no es aumentar las necesidades, sino el conseguir que esas necesidades vayan disminuyendo cada día que pasa. Ese sería el objetivo personal. ¡Mucho cuidado! Las tres lecturas podemos entenderlas rematadamente mal. La vida es un desastre solo para el que no sabe traspasar el límite de lo caduco. Querámoslo o no, vivimos en la contingencia y eso no tiene nada de malo. Nuestro objetivo es dar sentido humano a todo lo que constituye nuestro ser biológico. Lo humano es lo esencial, lo demás es soporte. Aspirar a los bienes de arriba y pensar que lo importante es acumular bienes en el cielo, es contrario al verdadero espíritu de Jesús. Ni la vida es el fin último de un verdadero ser humano ni podemos despreciarla en aras de otra vida en el más allá. Dios quiere que vivamos lo más dignamente posible; pero no a costa de los demás seres humanos. Es muy difícil mantener un equilibrio en esta materia. Podemos hablar de la pobreza de manera muy pobre y podemos hablar de la riqueza tan ricamente. No está mal ocuparse de las cosas materiales e intentar mejorar el nivel de vida. Dios nos ha dotado de inteligencia para que seamos previsores. Prever el futuro es una de las cualidades más útiles del ser humano. Jesús no está criticando la previsión, ni la lucha por una vida más cómoda. Critica que lo hagamos de una manera egoísta, alejándonos de nuestra verdadera meta como seres humanos. Si todos los seres humanos tuviéramos el mismo nivel de vida, no habría ningún problema, independientemente de la capacidad de consumir a la que hubiéramos llegado. El ser humano tiene unas necesidades como ser biológico, que no tiene más remedio que atender. Pero a la vez, descubre que eso no llega a satisfacerle y anhela acceder a otra riqueza que, de alguna manera, le transciende. Esta situación le coloca en un equilibrio inestable, que es la causa de todas las tensiones que padece. O se dedica a satisfacer los apetitos biológicos, o intenta trascender y desarrollar su vida espiritual, manteniendo en su justa medida las exigencias biológicas. En teoría, está claro, pero en la práctica exige una lucha constante para mantener el equilibrio. Bien entendido que la satisfacción de las necesidades biológicas y el placer que pueden producir, nada tiene de malo en sí. Lo nefasto es poner la parte superior del ser, al servicio de la inferior, aunque para ello tenga que privar a otros seres humanos de lo imprescindible para la vida. Solo hay un camino para superar la disyuntiva: dejar de ser necio y alcanzar la maduración personal, descubriendo desde la vivencia lo que en teoría aceptamos: El desarrollo humano, vale más que todos los placeres y seguridades; incluso más que la vida biológica. El problema es que la información que nos llega desde todos los medios nos invita a ir en la dirección contraria y es muy fácil dejarse llevar por la corriente. El error fundamental es considerar la parte biológica como lo realmente constituyente de nuestro ser. Creemos que somos cuerpo y mente. No tenemos conciencia de lo que en realidad somos, y esto impide que podamos enfocar nuestra existencia desde la perspectiva adecuada. El único camino para salir de este atolladero, es desprogramarnos. Debemos interiorizar nuestro ser verdadero y descubrir lo que en realidad somos, más allá de las apariencias y tratar de que nuestra vida se ajuste a este nuevo modo de comprendernos. La parábola nos dice que la codicia incapacita para vivir una vida humana. Se trata de desplegar una vida verdaderamente humana que me permita alcanzar una plenitud en lo que tengo de específicamente humano. Solo esa Vida plena, puede darme la felicidad. Se trata de elegir entre una Vida humana plena y una vida repleta de sensaciones, pero vacía de humanidad. La pobreza que nos pide el evangelio no es ninguna renuncia. Es simplemente escoger lo que es mejor para mí. No se trata de la posesión o carencia material de unos bienes. Se trata de estar o no, sometido a esos bienes, los posea o no. Vale más ser dueño de 1 € que esclavo de un millón. Es importante tomar conciencia de que el pobre puede vivir obsesionado por tener más y malograr así su existencia. La pobreza tiene que ser combatida siempre, pero también al pobre debemos enseñarle a ser más humano. La clave está en mantener la libertad para avanzar hacia la plenitud humana. Todo lo que te impide progresar en esa dirección, es negativo. Puede ser la riqueza y puede ser la pobreza. La pobreza material no puede ser querida por Dios. Jesús no fue neutral ante la pobreza/riqueza. No puede ser cristiana la riqueza que se logra a costa de la miseria de los demás. Pero no se trata solo de la consecución injusta, sino del acaparamiento de bienes que son imprescindibles para la vida de otros. Aquí no se puede andar con tapujos. El progreso actual es radicalmente injusto, porque se consigue a costa de la miseria de una gran parte de la población mundial. "Si todos los habitantes del planeta consumieran como los europeos, harían falta cinco planetas Tierra para satisfacer esas necesidades"... El progreso desarrollista en que estamos inmersos, es insostenible además de injusto. Confiar en que las riquezas darán la felicidad, es la mayor insensatez. La riqueza puede esclavizar hasta límites increíbles. Nos han convencido de que si no poseo aquello o no me libro de esto otro, no puedo ser feliz. Tú eres ya feliz. Solo tu programación te hace ver las cosas desde una perspectiva equivocada. No tienes que hacer nada, para conseguir la felicidad, sencillamente porque ya la tienes. Si el ojo está sano, lo normal es la visión, no hay que hacer nada para que vea (Tony de Mello). Aún sin tener nada de lo que ambicionamos normalmente, podríamos ser inmensamente felices. Aquello en lo que ponemos la felicidad, puede ser nuestra prisión. En realidad, no queremos la felicidad sino seguridades, emociones, satisfacciones, placer sensible. Esto es lo que nos mata. Meditación-contemplación Codiciar es desear con ansia lo que no tiene verdadero valor. Lo correcto sería poner todo nuestro empeño en conseguir lo esencial. Solamente una justa valoración, evita la codicia. Estás fallando si te quita el sueño lo secundario. ......................... Me debo ocupar de las necesidades materiales; pero mi preocupación debe ser el desplegar mi humanidad. El único camino es tomar conciencia de lo que soy. El tesoro no está en el cielo, sino dentro de mí. .................... Dentro de ti está la plenitud, está la felicidad. Descúbrela. Necios somos si nos empeñamos en buscarla fuera. No la encontraré en las cosas de este mundo, pero tampoco en un cielo futuro o en un Dios fuera de mí. En un interesante libro sobre el eneagrama, describiendo el eneatipo Cinco, puede leerse:"Avaricia significa codicia, un poderoso deseo de adquirir. El impulso de un Cinco es, por tanto, coleccionar, acumular y ahorrar recursos, basándose en una sensación interna de vacío deficiente..." Y, citando a Claudio Naranjo, continúa: "«Se trata de una avaricia temerosa que implica la fantasía de que dejar escapar algo causaría un catastrófico quedarse sin nada. Podemos decir que tras ese impulso de atesoramiento se esconde una experiencia de empobrecimiento». Este es el estado de retención anal, el alma que retiene las cosas en vez de dejarlas pasar. La lógica interna es que si almacena, como una ardilla, lo suficiente, ya no se sentirá nunca más vacío, pero al igual que todos los intentos de llenar los agujeros de nuestras almas que resultan de la desconexión con el Ser, ninguna cantidad de reservas será suficiente para aliviarle la experiencia interna de escasez" (Sandra MAITRI, La dimensión espiritual del eneagrama. Los nueve rostros del alma, La Liebre de Marzo, Barcelona 2004, p.215).
Me parece que estas palabras de Sandra Maitri nos ayudan a comprender en profundidad la sabiduría que contienen aquellas otras de Jesús, ya que señalan expresamente dos claves imprescindibles: de dónde viene la avaricia, y cómo se resuelve. De dónde viene la avaricia En el origen de la avaricia, parece haber un vacío afectivo, una experiencia temprana de inseguridad y, en último término, una desconexión de nuestra verdadera identidad. El vacío afectivo "exige" ser llenado compulsivamente: es la fuente de la ansiedad, que se traduce en adicciones variadas –una de las cuales, puede ser el dinero o los bienes materiales-. En este sentido, la codicia o avaricia es el intento –estéril- de colmarlo. Una experiencia temprana de inseguridad (económica), sin que necesariamente haya sido objetivamente real, ha podido desencadenar en el niño una angustia, de la que buscará protegerse a base del tener y del acaparar. Más en profundidad, la avaricia, en cuanto necesidad ilimitada de acaparar, se explica –como todos los comportamientos egoicos- a partir de la desconexión de nuestra verdadera identidad. Lo que somos –en nuestra identidad profunda, compartida y no dual- es Plenitud. Pero, al haberlo olvidado, al ignorarlo, empezamos a vivirnos como seres separados y carentes, en lucha permanente y agotadora por paliar aquella carencia que creemos ser. Mendigamos migajas –"amasamos riquezas para nosotros mismos"-, sin reconocer que somos ya "ricos ante Dios". (¿Cómo no recordar aquí el libro de GANGAJI, El diamante en tu bolsillo, Gaia, Madrid 2006?). Para liberarse y trascender la avaricia Será necesario un trabajo psicológico para elaborar el dolor escondido tras aquellas experiencias de vacío y de inseguridad, así como para modificar los mensajes que se grabaron a partir de ellas. Pero habrá que comprometerse, también, en un trabajo espiritual sobre sí mismo, que permita salir del sueño egoico y de la ignorancia acerca de nuestra verdadera identidad, hasta reconocernos, de fondo, en la Plenitud que somos. Tanto en un caso como en otro, quizás necesitemos de la ayuda de alguna persona competente. Pero parece indudable que, mientras no se cumplan estas condiciones –curar el vacío y la inseguridad, y reconocer nuestra identidad profunda-, no será posible vivir la palabra de Jesús, es decir, no podremos experimentarnos "ricos ante Dios". Porque "ser rico ante Dios" no significa haber "acumulado" méritos –de nuevo sale la palabra que le encanta al ego-, sino dejar caer nuestra falsa identidad, tomar distancia del ego y, acallada la mente, hacernos conscientes de la Plenitud que somos. Cuando esto no se advierte, el voluntarismo por cumplir la palabra de Jesús conduce, no a lo que él vivía y anunciaba, sino justamente a un ego más inflado y separado, por más que ahora se autodenomine "religioso". La experiencia nos dice que una mayor "religiosidad" no coincide con una mayor verdad de lo que somos. Este pasaje evangélico nos da la oportunidad de tener una visión global del mensaje de Jesús sobre el dinero. Este mensaje se puede concretar en tres aspectos.
En primer lugar, el texto de hoy hace un planteamiento básico, colocando el dinero en la perspectiva correcta de cualquiera de los bienes (talentos o sucesos) de la vida humana: si el dinero tiene valor de cara a la vida definitiva, tiene valor: si no lo tiene o la perjudica, no tiene valor o es un peligro. Hay que destacar la radicalidad del sentido escatológico de Jesús. Es la vida definitiva la que marca los valores, y solamente ella. Esta doctrina se ve expresada en las sentencias cortas recogidas en el Sermón del Monte: "No acumuléis riquezas aquí, donde roe la polilla y roban los ladrones; acumulad riquezas para el cielo". Y más radicalmente: "Si tu ojo o tu mano te estorba para la vida eterna, córtatelos...". La concreción positiva de esta doctrina la encontraríamos en la parábola de los talentos. El dinero es algo que Dios nos ha confiado; se espera de nosotros una administración correcta... En segundo lugar, la parábola del Rico Epulón y el pobre Lázaro muestra un giro violento, mucho más exigente. Se trata del que pervierte la finalidad del dinero, usándolo solamente para su propio disfrute y produciendo con ello la desgracia de otros. Es el dinero pervertido en su fin y la falta de com-pasión. La postura de Jesús no puede ser más violenta ni más radical. Pocas veces en los evangelios encontramos una condena tan dura; se recurre a toda la simbología tradicional de la condenación para siempre, con llamas y tormentos incluidos. La base de esta doctrina se encuentra sin duda en la parábola del juicio final. El "a mí me lo dejasteis de hacer" es la sentencia definitiva y su fundamentación: puesto que solamente podemos servir a Dios en sus hijos, abandonar a sus hijos es rechazar a Dios. En tercer lugar, Jesús toma postura de manera muy inquietante hablando del dinero en relación con El Reino. "Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios: le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino". Hasta aquí tratábamos de salvar o tirar la vida; ahora tratamos de seguir a Jesús, de aceptar la misión. Aquí se trata ya de la consagración al Reino; todo para el reino: las cualidades, el tiempo, lo que se posee... Y es aquí cuando Jesús habla de la riqueza como peligro, como droga. La escena en que todo esto se personifica es la del joven rico: muy buena persona, buen cumplidor de sus obligaciones; daría sin duda abundantes limosnas, pero no va a entrar en el Reino; es demasiado rico. Hagamos todavía algunas reflexiones. Leamos correctamente la historia: durante siglos, la apariencia de la iglesia ha sido de riqueza. La Iglesia ha sido más bien la jerarquía y las clases altas y poderosas. Y cuando se producen las grandes revoluciones obreras, la clase obrera en masa se aparta de la Iglesia mientras la burguesía acomodada permanece en la Iglesia. ¿Qué ha pasado con el evangelio? ¿No debería ser al revés? Incluso hoy se siguen haciendo afirmaciones tales como "la opción preferencial por los pobres". ¿Pueden los pobres hacer una opción preferencial por los pobres? ¿Por qué se puede hacer, de forma tan descarada, esta afirmación, dejando claro que los que hacen esa opción son ricos? Occidente es rico: y por eso no puede entrar en el Reino. Occidente ha perdido el sentido de la austeridad, se ha instalado en esta vida para disfrutar de ella lo más posible. Su verdadero dios es la vida cómoda, cuando no el puro consumo. La iglesia de Occidente "subsiste" solamente en comunidades o personas muy marginales poco contagiadas del nivel de vida general. A este occidente sólo le puede salvar la com-pasión. La constante presencia de noticias e imágenes sobre las atroces necesidades del mundo son la Palabra de Dios más urgente que recibimos. Responder a esa Palabra, sin embargo, suele limitarse a darles algo de lo que nos sobra (¡¡ ni el 0'7 % !!). Solucionamos un poco de sus necesidades y tranquilizamos la conciencia, pero seguimos adorando al mismo dios: vivir lo mejor posible. La situación de Occidente (el Norte, el Primer Mundo... como se quiera decir) se ve atacada por los tres posicionamientos del evangelio: desde luego, de entrar en el Reino, nada. mucho, muchísimo de acumular aquí, donde roe la polilla y la parábola del rico Epulón que nos toca muy de cerca: con lo que consumimos y tiramos no solamente embotamos nuestro espíritu sino que creamos la miseria del resto del mundo y destruimos el planeta. Este debe ser un tema de permanente concienciación en la iglesia. Viviendo como vivimos, ¿cómo podremos acercarnos a comulgar con Jesús, con Jesús crucificado al que nosotros crucificamos?. ¡Qué estupenda frase termina el evangelio de hoy! "Ser rico ante Dios". Nos invita sin duda a una inversión de valores en nuestra manera de considerar a las personas y a nosotros mismos. Admiramos y respetamos la salud, la juventud, la fama, el dinero, el poder, la popularidad. Las revistas y los programas de radio o tele que se dedican a la vida social se hartan de exhibir estos ídolos. El empresario triunfador, el cantante del momento, el artista de cine, el personaje popular sin más... tantos y tantos y tantos, que encarnan al "rico ente el mundo". ¿Quiénes son "ricos ante Dios"? ¿Con qué ojos mira Dios a todos esos "ricos"? Sin duda con una enorme compasión, como se mira a un hijo tonto; con una enorme preocupación, como se mira al hijo atolondrado de incierto futuro; con una enorme angustia, como se mira al hijo cruel que produce daños irreparables a los demás. Debemos pedir los ojos de Dios para valorar a las personas, a los ídolos, a los modelos. |
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