Tantos años leyendo el texto en que Lucas cuenta la Ascensión de Jesús y solo ahora caigo en la cuenta de su insistencia en el tema del bendecir de Jesús: “alzando las manos los bendijo y mientras los bendecía, se separó de ellos…” (Lc 24 50).
Si en vez de mirar el hacer de Jesús nos fijamos en su decir y hacemos una traducción pura y dura del verbo eu-logeo (eu= bien, logeo=decir), nos espera la sorpresa de que Jesús se marcha diciendo cosas buenas de sus discípulos, dejando un “informe final” sobre ellos claramente positivo. Es como si antes de irse hubiera estado redactando su evaluación para dar cuenta de ella al Padre y, para alivio nuestro, resulta satisfactoria y elogiosa: somos buena gente, con cosas a mejorar por supuesto, pero en conjunto, majos. Así que tranquilos: le hemos caído bien y se lleva apuntadas un montón de cosas buenas nuestras para contárselas al Padre. El evangelio está poniendo el broche de oro al notición de Belén, aquello de “Paz en la tierra a la gente de buena voluntad”. Y esa “buena voluntad” (eudokía= bien parecer…), no es cosa nuestra, es algo que Dios tiene dentro y por eso no puede evitar que le caigamos en gracia, independientemente de que seamos buenos, malos o regulares; o tan torpes y cerriles como fueron los discípulos. El anuncio es tan asombroso que aún no hemos terminado de asimilarlo y por eso tenemos que escucharlo otra vez al final del evangelio, a ver si conseguimos entenderlo. Y creérnoslo. Y espantar nuestros temores. Y ensanchar nuestro corazón. Y respirar a gusto. Vamos ahora a mirar el gesto de las manos de Jesús: espero no faltar al respeto a nadie si actualizo el clásico gesto de bendición por este otro, al que nos tienen acostumbrados las redes sociales: Like. Así se despide Jesús de nosotros: me gustáis, podéis contar con mi Espíritu, la alegría que yo os doy no os la puede quitar nadie.
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Hoy la primera lectura nos da la clave para entender el evangelio. La voluntad de Dios no viene de fuera, sino que es una exigencia de nuestro ser. Dios no crea al ser humano y luego le impone unas obligaciones. Dios no tiene “voluntad”, porque no tiene partes ni cualidades ni potencias. Es un “ser” simplicísimo. Lo que Dios espera es que despleguemos esas posibilidades (exigencias) que nacen de nuestro ser más profundo. Antes, cuando alguien las descubría, las proponía como venidas de Dios para darles carácter absoluto. ¡Cuanto fundamentalismo se evitaría si tuviéramos en cuenta esta simple verdad!
El jurista sabía la respuesta, luego no pregunta para aprender, sino para examinar. Jesús se lo hace ver, haciendo que él mismo responda. Lo que no estaba tan claro era quién era Dios y quién era el prójimo. Aquí sí que había y sigue habiendo mucho que aclarar... Jesús habla de superar la Ley como venida de un Dios que desde fuera y desde arriba nos exige normas de conducta que van en contra de nuestros intereses. Como la primera lectura de hoy, Jesús habla de una ley no escrita que llevamos todos dentro y que hay que descubrir. Solo Lc narra esta maravillosa parábola del “buen samaritano”. Como todas las parábolas, no necesita explicación. Lo único que exige es “implicación”. El oyente tiene que tomar partido después de oírla. Si no lo hace, la narración carece de sentido. Se nos invita a descubrir una manera nueva de ser humano. No basta ser religioso y tener muy buenas relaciones con el Dios del templo, aunque sea sacerdote o levita, hay que ir más allá y hacerse prójimo. La parábola nos propone dejar de considerarse a sí mismo el ombligo del mundo (egoísmo), y poner en el centro al otro (amor). Cuando pregunto, ¿Quién es mi prójimo?, presupongo que puede haber alguien que no lo es y tendría que amar solo al que lo es. En algunos casos, en el AT, el prójimo tenía este sentido. La religión judía nació como un medio de aglutinar un pueblo en torno a un Dios, con unas obligaciones que le permitían asegurar una cohesión interna capaz de superar el egoísmo destructor. Para nada pensaban en un amor universal, sino en un amor a los pertenecientes al pueblo, con la finalidad de defenderse de los que no pertenecían a él y por lo tanto eran considerados enemigos. “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo” La pregunta también da por supuesto que el ser o no ser prójimo depende del otro, o de circunstancias externas. Fíjate bien que este es el fundamento de la mentalidad legalista que excluye toda aproximación. La ayuda al miserable desde el estricto cumplimiento de la Ley no excluye el sentimiento de superioridad o desprecio. Cumplo lo mandado pero no me involucro para nada en la situación del otro. Simplemente lo hago “por amor a dios”. Esta es la trampa donde hemos caído los cristianos. Lo que hizo el Samaritano está a años luz de esta actitud. Se aproxima, lo cura, lo venda, lo lleva a la posada, etc. El relato es típico de la literatura oriental, pero los personajes implicados en él, lo convierten en provocador. Los oficiales de la religión están demasiado preocupados por la legalidad para preocuparse de los demás. Para el sacerdote y el levita, lo primero era la Ley. Para el samaritano, lo primero era el amor. El hereje, el idólatra, el impuro, odiado precisamente por no ser religioso, no está sujeto a normas morales externas, lleva la ley en el corazón. La palabra empleada en griego para indicar que se conmueve, se aplica siempre en el NT a Dios o a Jesús. La Vulgata la traduce por “misericordia motus est”. Nos indica que el Samaritano se dejó llevar por su verdadero ser desde el interior y acabó actuando como Dios. La parábola, no deja lugar a duda sobre lo que Jesús entendía por próximo. Prójimo es todo aquel con quien me encuentro en mi camino. Prójimo es aquel que me necesita. Estamos equivocados al pensar que el prójimo lo puedo determinar yo. Jesús nos dice que el prójimo se me impone, aunque yo puedo tomar la decisión de escamotear esa presencia e ignorarlo. Cuando me niego a verlo, estoy fallando, buscando excusas para escapar a esa imposición que me saca de mi programación, de mis planes, a veces tan religiosos ellos. Estamos equivocados cuando pensamos que si me acerco a otra persona para ayudarla, estoy haciendo una cosa buena, pero que si no la ayudo, no pasa nada, porque yo soy libre de ayudarla o de no ayudarla. No vemos como una necesidad el ayudarla, sino como una posibilidad que se me ofrece y que yo puedo aprovechar. No, debemos sentir esa ayuda, como una urgencia de nuestro propio ser. Con frecuencia soy capaz de programar un prójimo para una hora determinada, pero rechazo instintivamente al que se me impone sin mi consentimiento. Actuamos desde la programación y no desde el amor. Tanto en el AT como en el evangelio, se entiende a Dios como cosa, es decir como alguien que existe al margen de la creación. Hoy sabemos que Dios está en las cosas, no al margen de ellas, ni por encima de ellas. Si pudiéramos ver la creación desde Dios veríamos que no se diferencia en nada de ella. La creación es la manifestación de Dios. Vista desde la criatura, sí hay diferencia, pero no por lo que la creación es, sino por lo que no es; por sus limitaciones. Dios es infinito, la criatura no, ni por separado ni en conjunto. Si en todas las cosas está Dios, es claro que en cualquier ser humano se está manifestando su presencia. Si de verdad estoy interesado en descubrir y reconocer a Dios, ya sé el camino. Aclaremos esta idea con el ejemplo de la luz. La luz no se puede ver. Los espacios intersiderales son inmensos vacíos en absoluta oscuridad, aunque la luz los traviesa. Solo cuando los fotones encuentran a su paso algo material, puedo descubrir los reflejos de la luz en ese objeto. Esto pasa con Dios, no se le puede ver más que reflejado. Para cada uno de nosotros no hay más Dios que el que podemos ver en la creación. La conclusión es clara: No puedo pensar en un Dios al margen de la creación, porque sería un ídolo. Por lo tanto, no puede haber dos mandamientos. Amo a Dios solo en la medida en que amo a sus criaturas. Hay una frase, que empleamos siempre para justificar nuestro egoísmo, pero que es verdadera: "el amor bien entendido empieza por uno mismo". Efectivamente, descubriendo la luz que se refleja en mi propio ser, estaré capacitado para verla en los demás. El Dios que descubro en mí, es el mismo que debo descubrir en los demás. Ya hemos dicho muchas veces que el amor es sólo uno en cada persona. Aunque hay diversas manifestaciones del amor. Si me doy cuenta de lo que soy en el todo, veré al otro insertado en el Todo. Si creo que soy una mónada aislada, veré al otro como algo aislado y por lo tanto como algo distinto de mí, que me impide ser yo, me estorba, y no encontraré motivos para amarlo. Cuando tenga claro esto, solucionaré el problema de mi egoísmo. Es falsa la creencia de que yo soy una individualidad aislada, que tengo existencia y consistencia propia. Yo, separado del creador y de las demás criaturas, no soy nada. Lo que constituye mi ser y lo que constituye el ser de los demás, es la misma realidad, Dios que está fundamentando mi propio ser y el de los demás. Por tanto, no puedo ir en contra de los demás sin ir en mi contra y viceversa. El error de que somos algo aislado viene de creer que somos lo que no somos. El día que descubra que no soy eso, habré dado un paso hacia el verdadero amor. El prójimo está siempre ahí, a tu vera. Descubrirlo y aceptarlo depende solo de ti. Siempre que te aproximas a otro para ayudarle de cualquier forma, lo estás convirtiendo en próximo. Cada vez que haces a uno prójimo, te estás acercando a ti mismo y te estas acercando a Dios. Cada vez que superas tu egoísmo y pones al otro en el centro, te acercas a la plenitud de humanidad. Siempre que das un rodeo para pasar de largo ante el dolor ajeno, te estás alejando de ti mismo y de Dios. Oración-meditación Prójimo es todo aquel que me necesita si estoy dispuesto a ayudarlo, a ser más humano. No debo pensar solamente en las necesidades materiales. En nuestro entorno, son más urgentes otras carencias. …………………… No hay más amor a Dios que el que se manifiesta amando a los demás. La clave en nuestra relación con Dios, está en el amor al prójimo. Si creo que puedo amar a Dios desentendiéndome de otro, es que no he entendido nada del mensaje de Jesús. ......................... La propuesta de Jesús es de amor incondicional a todos. Un amor que no se manifiesta, es que no existe. Si no descubro a la persona que me necesita, Es que no me preocupo de lo que pasa en mi interior. ¿Cuántas normas hay que cumplir para salvarse?
Hace años se hizo famoso un libro escrito por el jesuita Jorge Loring, Para salvarte,primera obra en lengua española que alcanzó un millón de ejemplares en vida de su autor. Todo empezó con unos breves apuntes para sus catequesis, pero terminaron convirtiéndose en un enorme volumen de 1084 páginas. Ante tal cúmulo de páginas, el lector puede sentirse como el antiguo israelita, retratado en el Deuteronomio, que considera imposible conocer la voluntad de Dios; o como el legista del evangelio que le pregunta a Jesús qué debe hacer para conseguir la vida eterna. La respuesta del Deuteronomio es clara: no hay que subir al Himalaya ni atravesar el Atlántico para saber lo que Dios quiere de nosotros. Lo que Dios quiere del israelita está escrito “en el código de esta ley”, que se limita a los capítulos 12-26 del Deuteronomio. No se trata de estudiar mucho sino de convertirse con todo el corazón y toda el alma, y de poner en práctica lo que allí se dice. Pero al Deuteronomio le ocurrió algo parecido al Para salvarte. Aunque el texto era intocable, y nadie estaba autorizado a quitar ni añadir nada, la interpretación de sus normas fue creciendo de forma incontrolable. En tiempos de Jesús, el judaísmo contaba 613 mandamientos (365 prohibiciones y 248 preceptos) capaces de volver loco a cualquier persona. Los intentos de sintetizar Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, o de saber qué era lo más importante. A propósito de los famosos rabinos Shammay y Hillel, que vivieron pocos años antes de Jesús, se cuenta la siguiente anécdota. Una vez llegó un pagano a Shammay, famoso por su intolerancia, y le dijo: “Me haré prosélito con la condición de que me enseñes toda la Torá mientras aguanto a pata coja”. Él lo echó, amenazándolo con una vara de medir que tenía en la mano. Entonces fue a Hillel, famoso por su tolerancia, que le dijo: “Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpretación”. También del Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) se recuerda un esfuerzo parecido de sintetizar toda la Ley en una sola frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo; este es un gran principio general en la Torá”. En los evangelios hay diversos intentos de simplificar la cuestión con una respuesta breve y drástica. El más famoso es la Regla de oro, con la que cierra el evangelio de Mateo el Sermón del Monte: “Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros. En esto consiste la ley y los profetas” (Mt 7,12). El tema reaparece en el episodio de hoy, cuando le preguntan a Jesús cuál es el mandamiento principal. El relato de Lucas introduce cambios muy significativos en el de Marcos. El escriba bueno de Marcos Los escribas, equivalentes a los doctores de teología actuales, pero con mucho más poder, autoridad y prestigio, no quedan bien en los evangelios. Generalmente aparecen junto a los fariseos, como adversarios de Jesús. Menos en este caso de Marcos, donde un escriba pregunta a Jesús cuál es el mandamiento principal, y él le responde: amar a Dios y amar al prójimo. La reacción del escriba es alabar a Jesús, que le devuelve la alabanza. El legista malintencionado de Lucas El protagonista del relato de Lucas no viene con buena intención, pretende poner en un aprieto a Jesús; y no plantea una cuestión teórica (“¿cuál es el mandamiento principal?”) sino muy personal: “¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús no cae en la trampa. En vez de responder, pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Y el legista se ve obligado a reconocer que sabe perfectamente lo que debe hacer: amar a Dios y al prójimo. Jesús, con cierta ironía, le indica que su problema no consiste en saber lo que tiene que hacer, sino en hacerlo. Aquí podría haber terminado todo. Pero el legista, que tiene la sensación de haber quedado en ridículo, para justificarse plantea una cuestión filosófico-teológica: “¿Y quién es mi prójimo?” Afortunadamente, Jesús no era alemán. No le da una conferencia de Antropología ni le escribe un Manual de quinientas páginas intentando aclarar esa intrincada cuestión. Se limita a contar la parábola del buen samaritano, que ofrece dos modelos de conducta: la del sacerdote y el levita, que ante el pobre hombre asaltado y malherido por los bandidos dan un rodeo y pasan de largo, y la del samaritano que siente lástima, se acerca, echa aceite y vino en las heridas, las venda, lo monta en su cabalgadura, lo lleva a una posada, lo cuida y paga su estancia. Son siete acciones, basadas todas ellas en el sentimiento inicial de lástima. Al legista podría resultarle ofensivo que le cuenten un cuento. Pero Jesús no le da tiempo a protestar, pasa directamente al ataque, obligándole a reconocer que lo importante es comportarse como prójimo. Para terminar diciéndole: “Anda, haz tú lo mismo”.Lo importante no es discutir sino actuar. La mala idea de la parábola A muchos les gustaría limitar la parábola al ejemplo del samaritano y dejarnos con buen sabor de boca. Pero Lucas, del que siempre alabamos su bondad, resulta en este caso muy hiriente. No le basta un protagonista, necesita tres. Y los elige con toda la intención: un sacerdote, un levita, un samaritano. El sacerdote y el levita, los personajes especialmente consagrados a Dios, hacen exactamente lo mismo: dan un rodeo y siguen su camino. ¿Por qué actúan de este modo? ¿Porque son malos y egoístas? No. Porque si el herido no está herido, sino muerto, basta tocarlo para quedar impuro. La ley es tajante: “El sacerdote no se contaminará con el cadáver de un pariente, a no ser de pariente próximo: madre, padre, hijo, hija, hermano o de su propia hermana soltera, no dada en matrimonio. Queda profanado” (Levítico 21,2-4). Si no pueden contaminarse con un pariente, mucho menos con un desconocido al borde de la carretera. Y lo que se deduce es trágico: es la ley de Dios la que impide practicar la misericordia y comportarse como prójimo del herido. Lucas podría haber buscado como tercer protagonista a un cura progre o a un diácono permanente sin obsesión por la ley. Elige al menos indicado: un samaritano. El personaje más odioso y despreciable para un judío, miembro de un pueblo que, según el libro de los Reyes, “no veneran al Señor ni proceden según sus mandatos y preceptos”. Irónicamente, un representante de este pueblo que no venera al Señor ni procede según sus mandatos y preceptos es quien actúa con misericordia y se comporta como prójimo. El evangelio con el que este 15º domingo del Tiempo Ordinario nos invita a rezar, es más que conocido. En él se nos presenta una parábola que Jesús relata en respuesta a cierta pregunta-trampa que le hace un oyente. Como buen acompañante, Jesús responde primero con otra pregunta que va directa a su propia vida. A él, al legista, le pregunta: “¿qué está escrito en la Ley?”. Jesús se dirige al núcleo vital de la persona, a aquello que sostiene su vida, a su raíz. ¿Qué está escrito en tu ley, esa que has aprendido de memoria y defiendes, esa que explicas cada día…? A nosotros, oyentes de la Palabra, se nos invita hoy a identificarnos con el maestro de la ley y escuchar la pregunta de Jesús: “¿qué está escrito en el Evangelio? ¿Qué lees en él?”.
La parábola es clara y directa y el mensaje final no puede ser más contundente: “Vete y haz tú lo mismo”. La intención de Jesús no es la de dividir el mundo en “buenos y malos”, como quizás nosotros tendemos a hacer al leer el texto. Tanto el sacerdote como el levita tendrían mil razones para no acercarse a un moribundo. Seguro. Los temas de pureza, rituales, obligaciones de aquel tiempo… ya los conocemos. No podemos juzgar desde nuestros criterios actuales, aunque sí podemos comprender perfectamente que Jesús pone como ejemplo a una persona rechazada y odiada en su sociedad: a un samaritano. No hay duda de que, para aquellos que escucharan a Jesús, esto sería algo provocativo y, sin duda, trastocaría sus esquemas. Si nosotros cambiamos ese término por algún otro, seguro que también nos remueve por dentro. Pero, más allá de fijarnos en quiénes eran “los que pasaban” y de darnos cuenta de cómo Jesús va a señalar que el que más se parece a su Abbá es una persona considerada enemiga, podemos percibir en Él el deseo de dejar algo claro: no hay letra pequeña en su único mandamiento. En la única y principal ley: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón […] y al prójimo como a ti mismo”, no hay límites ni excepciones. “Al prójimo como a ti mismo”. ¿Qué parte de esta frase no llegamos a entender? Si lo que sucede es que aún hay dudas de cuál es el prójimo, Jesús lo aclara en su parábola. El prójimo son todos los seres humanos, pero especialmente quienes han caído por el camino, quienes están tirados por los suelos, quienes han sido golpeados de un modo u otro por la vida… No hace falta más que salir un poco de nosotros mismos para ver que el prójimo está a nuestro lado. Lo podemos ver cada día en casa, o al salir a la calle, o al pasar las páginas de un periódico... Justamente por ser una parábola tan conocida, conviene estar atentos para no perderse ningún detalle. Cada uno de los que pasan por el camino, ven al hombre tirado. No hay modo de negar lo evidente. Me viene al corazón lo que me contaba hace años mi amigo Antonio. Antonio fue diagnosticado a los 15 años de esclerosis múltiple. Cuando apenas rondaba los 20 ya necesitaba de muletas para caminar y lo hacía con gran inestabilidad. Un día, yendo hacia su trabajo (trajeado y arreglado), se cayó y su muleta se escurrió lejos de él. No encontraba forma de levantarse por sí mismo y suplicaba ayuda. Antonio me narró que la angustia que experimentó no fue tanto por el hecho de caerse, sino porque a su alrededor pasaba la gente, lo veían, pero seguían camino pensando que estaba borracho o drogado. Debió pasar bastante tiempo hasta que alguien se acercara o, al menos, a él se le hizo eterno. Efectivamente, en el camino pasamos al lado de muchos prójimos y los vemos. Pero seguimos de largo. La cuestión fundamental, bien lo sabemos ya, está no sólo en ver, sino en dejarse afectar o no por lo que estamos viendo. Esa fue la clave del samaritano. Que también llegó, lo vio… y sintió lástima. Se dejó afectar. Sintió compasión y actuó implicando su tiempo, sus bienes y su dinero. Implicando su vida. Dice Hebreos que “la palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb 4,12). Ciertamente, leyendo la parábola del buen samaritano, podemos sentir que la Palabra de Dios es viva y cortante. No puede ser más actual. No puede ser más inquietante. Ojalá la dejemos ser eficaz y alumbre así nuestro presente para que, cada uno de nosotros, mujeres y hombres creyentes, posibilitemos un futuro diferente. Creo en el Misterio de la Vida que me hizo nacer del abrazo amoroso; que me sustenta, me envuelve y me ayuda a respirar de otra manera; que me invita a ser más que a poseer; que es mi tierra fértil, mi latido y mi esperanza. Que me urge a la felicidad y la alegría, a celebrar cada día el gozo de estar vivo.
Creo que el Misterio se revela a los sencillos y se oculta a los poderosos y a quienes se creen saberlo todo. Habita en el hondón personal de cada mujer y cada hombre; en los árboles, los animales, los ríos y las montañas; en las estrellas, los agujeros negros, las galaxias…, el universo que nos asombra y fascina. Creo que el Misterio es un eco y una llamada. El eco que resuena siempre en nuestro ser más íntimo, el eco que nos hizo abrir los ojos a la luz. La llamada a crecer en relación, sintiéndonos una fracción del Todo del que formamos parte y, a la vez, siendo también el Todo consciente, que camina, sufre y ama. Creo que el Misterio queda mancillado y encubierto tras el lamento del dolor y la soledad, las lágrimas del sufrimiento, la sinrazón del odio, la indiferencia ante el hambre y la guerra. Y se manifiesta y visibiliza en la armonía, la belleza, la ternura, la solidaridad; en las sendas que sembramos con semillas de sensibilidad, justicia y misericordia. Por eso creo en la Misericordia, que es la epifanía del Misterio. Que sana las heridas por nuestras manos, que acaricia con la mirada a quien se siente frustrado, que clama con nuestros gritos ante la exclusión, que acoge al refugiado, a la mujer maltratada, a pesar del miedo y la indiferencia general. Que es puro don gratuito. Creo en la Misericordia, que se encarnó en la persona de Jesús de Nazaret y a la que llamó Abbá, Papá, Mamá: es el Hijo que nos invita a confiar como hijos y nos muestra el camino de la felicidad y la solidaridad; el Sanador que nos mueve a curar tantas heridas; el Hermano que nos convoca a vivir como hermanos en comunidad, abiertos a toda la humanidad y en profunda comunión con toda la creación. Creo en la Misericordia, que es atención, paz e impulso, para poder escuchar y dar nuestro apoyo a las alternativas que surgen cada día, y así seguir construyendo ese otro mundo más justo, pacífico y fraterno, que está latiendo en nuestros corazones, que ya está aconteciendo en tantos proyectos a lo largo y ancho del planeta, por mínimos que parezcan. Creo en la Misericordia, que anida en nuestro interior como un fuego, un desasosiego, un empeño. Que hay que alimentar para que no se apaguen sus brasas. Que hay que cuidar, para que siga siendo nuestra segunda piel y nuestro bálsamo para los demás. Felices quienes se muestran siempre misericordiosos porque, solo así, se sentirán afortunados y satisfechos del sentido que han dado a su vida. Implicaciones espirituales de la nueva física. Reseña del libro de Diarmuid O’Murchu, de la editorial Abya Yala, colección Tiempo axial. Quito 2014
Presentación No es snobismo; quizás un título un poco exagerado. Nuestros conceptos son abstracciones obtenidas de la experiencia del mundo que nos rodea; si nuestra experiencia del mundo cambia, también cambiarán los conceptos con los que elaboramos la interpretación de nuestra experiencia espiritual. La física cuántica está cambiando nuestra comprensión de los últimos elementos de la realidad, aunque todavía no llega a explicar las experiencias más habituales del macrocosmos; pero la última realidad es precisamente el objeto de la metafísica y de la experiencia espiritual, por eso la teología cuántica se inspira en la nueva física, y encuentra mejor explicación que en la física mecanicista. Esta sería en el fondo la justificación que ofrece O’Murchu para esta tendencia que denomina como Teología cuántica. No creo que esta teología cuántica sea consecuencia lógica de los principios de la teoría cuántica; más bien encuentra en ella una explicación o soporte para interpretar la experiencia espiritual. O’Murchu incluso invita a estimular la imaginación para descubrir nuevas posibilidades en la comprensión del Misterio que nos sobrepasa. En este libro convergen dos vertientes la física cuántica y el despertar místico. Nos aventuramos por caminos en parte inexplorados, nos atrevemos a soñar. Una nueva visión siempre es vista como amenaza para el status quo. El espíritu sopla donde quiere. Creo que un adulto comprometido con la cultura y la sociedad actual debe al menos conocer estas nuevas interpretaciones de la teología para vivir su espiritualidad de una manera congruente con su cultura. Me gustaría ofrecer aquí un amplio resumen de este libro (que creo está agotado), pero no puedo trasladar a los lectores ni los numerosos testimonios científicos que menciona ni el estilo sugerente de su exposición. Me limitaré a exponer en forma simplificada los principios correspondientes de la teoría cuántica y las orientaciones paralelas de la teología cuántica. Lo presentaré en dos niveles, primero una SÍNTESIS que sirva como “Informe de gestión” para formarse una idea general sobre el tema; después, para un mejor conocimiento, el DESARROLLO de la Teología cuántica de O’Murchu. 1. SÍNTESIS 1.1 Principios científicos · El modelo clásico: Se basa enel principio de causa y efecto; es determinista; reduccionista (el todo es igual a la suma de sus partes, y éstas funcionan independientes); racional (exclusivamente método lógico y científico); y pretende una objetividad total (independiente del sujeto que lo analiza). Puede plasmarse en el exacto funcionamiento de una máquina, de un reloj. · La teoría cuántica: toma las aportaciones de Einstein: relatividad, interdependencia de las partes, continuum espacio-tiempo, conceptos de energía-masa, y de la fuerza de gravedad como atracción mutua de todas las masas. Posteriormente la teoría cuántica ha desarrollado algunas propiedades que han servido como orientación a esta nueva teología: las radiaciones de luz o calor se emiten mediante paquetes de energía (“cuantos”); pueden estar en más de un lugar al mismo tiempo (propiedad de onda); son haces de ondas que, al observarlos, se manifiestan en corpúsculos (colapso de la onda); se producen saltos cuánticos (el objeto deja de estar aquí y se manifiesta en otra parte), y ejercen una acción a distancia sobre su par gemelo. En la segunda parte de esta presentación -Desarrollo de la Teología cuántica- se hace referencia a otros progresos científicos que le sirven de orientación: fractales, holograma, campos de influencia, quarks, los agujeros negros, la teoría del caos, el proceso epigenético, y los difíciles equilibrios del oxígeno, de las partículas y anti-partículas, de la masa del protón y del neutrón, de las fuerzas de gravedad y electromagnética, y de la formación del carbono, todos ellos interdependientes. · Consecuencias Estas conclusiones científicas llevan a un nuevo planteamiento epistemológico que podemos resumir con las siguientes características. · Trascender la objetividad externa; el flujo de energía constituye la esencia de la realidad;coexistencia simultánea de varias posibilidades; nada tiene sentido de forma aislada; la realidad supera nuestra capacidad de comprensión en esta fase evolutiva; el observador influye sobre lo observado. Todo está afectado por todo lo demás. · La relación causa-efecto ha sido sustituida por la de relación, interdependencia y conectividad. El determinismo ha sido sustituido por la probabilidad. Contra el reduccionismo se afirma que el todo es indivisible y es mayor que la suma de sus partes. La materia es energía, y tiende a la auto-organización y a la auto-regeneración; el caos es la forma propia de ser, de evolucionar; no estamos en un cosmos, sino en una cosmogénesis. 1.2 Principios de la teología cuántica (simplificados para mayor claridad) Anticipamos aquí los principios que el autor deduce de su análisis de los principales temas que preocupan a una teología acorde con la cultura actual. · La teología debe ser una reflexión sobre la espiritualidad El pensamiento teológico no debe reducirse a una religión; es una búsqueda humana de sentido, teniendo muy en cuenta la sabiduría de todas las culturas y religiones. · El todo es una energía creativa (ver 2.1) Dios no es superior ni externo al orden creado; el potencial creativo emerge desde dentro del cosmos; Dios –la realidad última, la energía creadora- co-crea con el proceso evolutivo. (Espinoza ya había propuesto Deus sive natura). · El todo es más que la suma de las partes, y éstas están interrelacionadas (ver 2.2-4) El todo es más que la suma de las partes y está contenido en cada parte. Éstas no pueden entenderse independientemente. Dios es relación y el ser humano no puede entenderse individualmente sino en relación y en su integración en el todo mayor del universo. · La narración es la expresión verbal del proceso evolutivo(ver 2.5) El sentido último está imbuido en el relato más que en una explicación conceptual o en cada hecho concreto, porque la creación evolutiva en sí misma es el relato en que Dios se revela. Las tradiciones religiosas son expresiones simbólicas de un relato mayor, que necesitan ser reinterpretadas en consonancia con el conocimiento de ese relato evolutivo. · El proceso evolutivo integra necesariamente el lado oscurode la realidad (ver 2,6-7) El espacio vacío está cargado de energía; la destrucción y la absorción son la precondición para la expansión del universo; la ruptura del equilibrio forma parte del proceso de renovación. La redención es cósmica y personal; integra la oscuridad, la nada y el caos de nuestro mundo, como prerrequisitos para la creatividad y la transformación. La sombra es una fuente de creatividad cuando nos comprometemos con ella y la integramos en el flujo de la vida. Necesitamos superar el pecado estructural, que resulta destructivo en el proceso evolutivo. · Nuestro destino es la búsqueda de la iluminación y el triunfo del bien (ver 2,8-9) Nuestro destino final, tanto acá como en la eternidad, es la iluminación, y el triunfo último del bien. Somos innatamente espirituales pero necesitamos una maduración adecuada. Los conceptos de principio y final, y de resurrección, son mitos para dar sentido a nuestro destino infinito en un universo infinito. La muerte no es un final sino una manera de existir más holística. Las grandes religiones describen un proceso de nacimiento-muerte-resurrección. Es improbable que los humanos podamos superar la extinción que se avecina, pero la vida humana puede resurgir capacitada para compartir la nueva etapa evolutiva. · El amor es una fuerza de vida interdependiente (ver 2.10) El amor es el origen y la meta de nuestra búsqueda de sentido, engendra siempre formas de vidas superiores y esta cualidad es superior a la de la supervivencia del más apto. Dios es una presencia relacional dentro del mismo proceso creativo de la evolución; su encarnación exige una nueva relación con los cuerpos a través de la ternura sexual, la justicia compasiva y la amistad altruista. 2. DESARROLLO DE LA TEOLOGÍA CUÁNTICA 2.1 El todo es una energía creativa · La energía es movimiento y expansión. La vida está sustentada por una energía creativa, benigna, que se expresa con movimiento, ritmo y pautas. Nuestro punto de partida no es Dios, sino nuestra experiencia del mundo percibido por la imaginación cuántica. · Inicialmente la teología se expresó mediante mitos, que pretendían transmitir ideas y valores fundamentales, plasmándolos en narraciones fabuladas. La religión formal es tardía en la evolución espiritual y adoptó un sistema oficial de creencias, expresadas de forma racional. la danza es una metáfora adecuada del proceso energético; es movimiento y energía, frecuentemente caótico, pero con ritmo, patrón e interconexión. En las religiones primitivas la danza era el medio de comunicarse con la fuente última. La músicaes como el pulso de la creación, y ha sido una experiencia humana desde la más remota antigüedad. La ciencia actual, con la teoría de las supercuerdas, se hace eco de la energía original de la música. · La teología cristiana debe ocuparse especialmente de la interpretación de las Sagradas Escrituras. La teología cuántica tiene en cuenta la teoría cuántica y los aportes de las nuevas orientaciones de la teología feminista, teología de la liberación, de la creación, y del pluralismo religioso. 2.2 El todo es más que la suma de sus partes. · El holón es un todo que forma parte de otro todo superior, y que muestra dos tendencias: interioridad para preservar su autonomía, y comunión, que lo integra al todo superior. Toda criatura viva es un holón que no se entiende sin el holón superior. · La teología tradicional separa al todo de sus partes y analizan al mundo como un objeto dividido en partes. Las religiones antiguas consideraban el universo como un sujeto vivo en el que los hombres se sentían integrados. Ningún sistema científico o religioso puede comprender la totalidad. La energía creativa está dentro, no fuera del cosmos. El cosmos fluye en un despliegue evolutivo. Nosotros somos un elemento dentro de esta evolución, recibimos nuestra existencia del todo al que pertenecemos, no podemos competir con otras partes de ese todo sino cooperar con ellas. · La teología cuántica desea trascender las corrientes dualistas. La teología tradicional engendra ideología. El todo es dinámico, es mayor que la suma de sus partes, pero está contenido en cada una de sus partes y por eso se supera el panteísmo. (La ola es el mar, según la metáfora de Willigis Jäger). El todo rebasa nuestra capacidad de comprensión, y no puede ser encerrado en dogmas o credos. 2.3 Las partes están necesariamente interrelacionadas · Tenemos un horizonte de pertenencia. Una de las ilusiones más dañinas es nuestra tendencia a mirar (y entender) las cosas aisladamente. Por el contrario, la vida se experimenta en paquetes de experiencia (quantas). No podemos considerar el universo como objetos aislados, sino como nuestra esfera de pertenencia en la que tenemos que integrarnos. Los campos de influencia son los sistemas dentro de los cuales las relaciones emergen y crecen, son horizontes de permanencia, dotados de creatividad y auto-organizaciónque crean un sentido de uniformidad; no están limitados al espacio o el tiempo, tienen una cualidad holística y permiten la acción a distancia. Los campos presentan continuidad (memoria colectiva de las especies) pero también cambios, debidos a la cooperación interactiva de varios campos (resonancia de campos), que crean nuevos patrones de conducta (experimento de los monos de Koshima). El ejemplo más conocido es el inconsciente colectivo de Jung. · El hombre no puede entenderse sin su integración en la evolución del universo, como ya lo consideraban las religiones primitivas. La creación es un proceso evolutivo, con una interacción incesante divino-cósmica, básicamente positivo, que integra los dualismos de orden y desorden, de azar y creatividad, de luz y de sombra. En el proceso evolutivo co-participan todas las criaturas; la revelación es continua y no se puede encerrar en ninguna religión o sistema cultural. Para responder a nuestra entidad de personas en relación, necesitamos auténticas experiencias eclesiales y sacramentales, sin caer en rituales que demandan una estricta observancia legal. La revelaciónno debe entenderse como una manifestación clara y definitiva de Dios, sino como un patrón innato que ha ido evolucionando en sus manifestaciones concretas, adaptadas a la influencia de otros campos biológicos y culturales. La creación es el libro principal de la revelación de Dios. El Espíritu Santo puede ser entendido como una influencia de campo. 2.4 No somos seres aislados · Los elementos más pequeños de la realidad–los últimos ladrillos de la construcción del mundo- no son los átomos aislados e indivisibles. Los descubrimientos han llegado hasta los quarks,pero éstos no han podido ser aislados,sólo se manifiestan en relaciones(en díadas o tríadas) y se mueven en la dualidad partícula-onda. La naturaleza está compuesta de patrones de energía interrelacionados, y no de bloques aislados. · La más antigua sabiduría ya había observado que todas las cosas están en relación e interdependencia. El cristianismo ha elaborado el misterio de la Trinidad, la naturaleza esencial de Dios es una relación de interdependencia. Dios es amor, el concepto de Iglesia se centra en la comunidad, el bautismo es un rito de entrada en esa comunidad, la eucaristía es –en su origen- una comida en común. Una trinidad se encuentra también en el hinduismo, budismo, zoroastrismo, y otras religiones. El monoteísmo surgió con la revolución agraria como un modo de dominar sobre otros pueblos. Nuestra cultura ha sobredimensionado el individualismo; la Declaración Universal e los derechos humanos se centra en el individuo más que en la sociedad. Somos demasiado racionales, hemos perdido la capacidad de relacionarnos holísticamente. Buscamos seguridad personal en vez de fraternal comunión. 2.5 La narración es la mejor expresión verbal del proceso evolutivo · El origen del universo. La hipótesis Gaia, hace un análisis detallado de la inmensa complejidad de combinaciones, y de la exacta precisión que éstas requieren, para el equilibrio del universo y la producción de la vida, y pone de manifiesto la capacidad de auto-organización del universo. Para su existencia es imprescindible mantener los equilibrios del oxígeno, de la sal, de las partículas y anti-partículas, de la masa del protón y del neutrón, de las fuerzas de gravedad y electromagnética, y de la formación del carbono, y todos estos equilibrios son interdependientes. Esta capacidad de resiliencia no parece posible por mero azar, y ha llevado a destacados científicos a pensar en un organismo vivo, que sabe lo que sucede y lo que tiene que hacer para mantener su metabolismo. Ya la sabiduría ancestral había reconocido a nuestro planeta como la Madre Tierra. El autor rechaza el principio antrópico. Algunos científicos creen que el universo no existe hasta que lo observamos, otros en cambio defienden que existe un mundo objetivo. El universo ha existido millones de años sin nosotros, y quizás llegue a superarnos en su proceso evolutivo. · Implicaciones teológicas. La teología ha tardado en admitir la evolución y ha tenido que aceptar la cosmología como el centro de su reflexión. El contexto lleva a buscar el sentido, y a Dios desde dentro del universo, no desde fuera. Dios co-crea juntamente con el proceso evolutivo. Somos parte de un todo y no podemos entenderlo, sólo podemos observarlo (contemplarlo); somos el sistema nervioso del planeta, la dimensión consciente del universo, narradores de la historia sagrada cosmológica. No somos los dueños ni los administradores del planeta, más bien nos hemos convertido en una anomalía cósmica que amenaza al planeta, pero Gaia continuará con nosotros o sin nosotros. · La narración es la herramienta más dinámica y versátil para explorar el sentido del misterio. Tanto la ciencia como la teología son producto de la historia. Las narraciones despliegan la imaginación. La metáfora expresa mejor que las leyes científicas lo que la ciencia encuentra hoy en la naturaleza, porque nos invita a imaginar más allá de nuestros dualismos. Hemos dado un significado literal a un relato que no había sido pensado literalmente (la creación, nacimiento virginal, las parábolas). La Biblia, y los grandes textos sagrados, son un relato, no un registro cerrado de acontecimientos. La pedagogía de Jesús consistía en contar historias (parábolas). En nuestra interpretación le hemos restado importancia al contexto narrativo y su llamada al cambio. Las parábolas son historias de transición con la intención de perturbar y desafiar a los que las escuchan, y motivarlos a adoptar una forma radicalmente nueva de comprometerse con el mundo y con el llamado de los tiempos. · El mito central del relato cristiano es el Reino de Dios. Se trata de una historia, no de un dogma, con un significado universal y práctico, el de establecer unas relaciones sociales en este mundo. Las Iglesias han perdido contacto con la agenda del Reino y alienan a su público potencial. Toda sabiduría religiosa o científica tiene su repertorio de historias que remiten a un ethos más global y universal que los hechos narrados. · Interpretando los textos sagrados. Nuestra interpretación requiere símbolos y rituales que nos comprometan con su sentido mítico y arquetípico. Las personas frecuentemente recurren al modo no verbal (arte, danza, música) para expresar lo que les está sucediendo por dentro, como hicieron en las primeras culturas. Ante los textos sagrados necesitamos una actitud de escucha, abierta no a uno sino a varios significados. Usar los textos sagrados para conservar un sentido monolítico del pasado puede socavar el compromiso humano con el mensaje y el poder de la narración. Lo que realmente nos salva de la idolatría de la letra es la libertad y el desafío de la interpretación. 2.6 El proceso evolutivo integra necesariamente el lado oscuro de la realidad · Los agujeros negros. Son el resultado del colapso de estrellas sobre ellas mismas, son calientes y blancos, pueden ser la fuerza mayor que determina la formación y la velocidad de rotación de nuestra galaxia. El espacio vacío está cargado de energía; según Hawking en su interior electrones y positrones se destruyen mutuamente, pero antes es posible que una partícula sea atrapada por la gravedad y la otra escape hacia el espacio universal, de este modo el agujero “se evapora”; la destrucción y la absorción son la precondición para la “evaporación” de otras partículas. También en la mística la abnegación es la precondición para la iluminación. Con el tiempo el orden del universo absorberá el desorden del agujero negro. · La teoría del caos. En la ciencia clásica se asociaba el caos a la casualidad; ahora, en los sistemas caóticos observamos patrones ocultos. En los sistemas caóticos se ha observado una creciente bifurcación de su comportamiento hasta llegar a una infinidad de posibilidades. Parece que el caos tiene características universales, constantes en valores numéricos, que pasan por etapas de alteridad previas a la emergencia final del orden. La complejidad (no la complicación) es una dimensión esencial de los sistemas vivos. · La sociedad o la Iglesia debe integrar las dimensiones caóticas. Tenemos miedo al caos porque desestabiliza nuestro status quo de poder jerárquico. Nuestra mentalidad lineal era clara porque rechazábamos integrar a las sombras (el mal y el sufrimiento). Nuestro universo no va hacia el deterioro progresivo (segunda ley termodinámica) sino que es capaz de regenerarse. En gran parte el mal es resultado de la acción del hombre. La creación es esencialmente buena, es un todo que comprende lo positivo y lo negativo (pecado original). El cristianismo ha explicado la superación del mal como la redención mediante el sacrificio expiatorio de Cristo (explicados en términos más o menos duros). Al atribuir el mal a la influencia del demonio hemos “divinizado el mal”; al exteriorizar el mal, hemos fomentado las guerras de religión. Para llevarnos bien con la oscuridad hemos de integrarla en el sistema, tomar como modelo no la muerte sino la vida de Jesús. Las principales religiones resaltan la naturaleza; la teología cuántica integra y se hace responsable del bien y del mal, no proyecta el mal sobre el chivo expiatorio de la crucifixión; la redención es planetaria tanto como personal. No puede haber salvación personal sin fortalecimiento de la vida planetaria y universal. El pecado estructural y sistemático abunda en nuestro mundo, y frecuentemente provoca que las personas se comporten inmoralmente. Necesitamos nuevas directrices éticas tanto desde la política como desde la moral. 2.7El problema del mal · Freud trató de recuperar el control del subconsciente por parte del consciente. Jung resaltó nuestra interdependencia y el inconsciente colectivo, energía que contiene el pasado y el futuro, la luz y las sombras del universo. Los dualismos niegan el 50% de la realidad. Ante un alcohólico no basta suprimir el alcohol, hay que analizar los factores sistémicos que le han llevado al alcohol, hay que pasar del sistema atomizado mecanicista al sistema cuántico. El patriarcado encuentra en el dualismo la cabeza de turco a la que atribuir los males. El enfoque estructural nos invita a integrar y comprometernos con nuestras sombras. · La integración del mal no es meramente personal sino social y cultural. El pecado y la salvación no son asuntos meramente personales sino sociales; la moralidad cuántica se centra en el compromiso con los valores fundamentales en las estructuras humanas, sociales y políticas; atiende primero al conjunto, y luego a las partes que lo componen; tiene un carácter sistémico. · Los pecados estructurales de nuestro tiempo son: Biocidio y geocidio. Especismo, creencia de que nuestra especie tiene derechos sobre toda la creación; sin embargo solamente somos una parte en su estadio evolutivo. Antropomorfismo, el hombre como medida de todas las cosas, imagen antropomórfica de Dios. Dualismos, cielo-tierra, cuerpo-espíritu, sagrado-profano, hombres-animales. Aislacionismo, individualismo, exclusividad, nacionalismo, sexismo, compartimentación temporal. La idolatría del dinero y de nuestras ideas humanas sobre Dios. Militarismo y Poder (del varón). Injusticia social. Blasfemia, uso del nombre de Dios para bendecir el armamento destructivo. Las religiones no mencionan el pecado estructural; son poco exigentes con actitudes como la ambición, el hedonismo, la manipulación, que son letales para la humanidad actual y futura. Es urgente establecer un código internacional y planetario al servicio del cosmos. 2.8Nuestro destino es la búsqueda de la iluminación y el triunfo del bien · La luz es una fuente de energía. La luz ha sido el factor determinante para la formación de las algas y del desarrollo de la vida en la tierra; la fotosíntesis es una parábola cósmica más que un hecho bioquímico, y llegará un momento en que posibilite un cambio evolutivo en la humanidad. Los sistemas vivos tienen la capacidad de autoorganizarse, de adaptarse, de autorregenerarse. La ciencia ha hablado de “proceso epigenético”, de “autocatálisis” –la ruptura del equilibrio como proceso de renovación-, del “principio cosmogenético” (diferenciación, autopoiesis, y comunión). La memoria cuántica y el campo morfogenético son una reserva de información más allá de las formas concretas en las que se materializa. En el nivel cuántico nada se pierde, sólo se transforma. El universo autopoiético puede desplegarse para siempre. La ciencia aborrece la idea de infinitud y ha tratado de sustituirla –con poco éxito- por la “renormalización”. En nuestro estado actual no podemos entender la noción de infinito. · La luz ha sido símbolo de una fuerza espiritual y un símbolo de la vida desde toda la antigüedad, conocido como “el camino de la iluminación”. Los místicos han buscado siempre la iluminación, y actualmente se extiende la práctica de la meditación, el arte del centramiento, la interioridad, la unión entre mi ser y el ser, el sentido de estar conectado con la totalidad de la vida, con el universo entero. Para las religiones, la luz es un sacramento, aunque con el tiempo se ha ritualizado excesivamente y se llega a perder su sentido; el teólogo cuántico se esfuerza por el redescubrimiento de las auténticas experiencias sacramentales que tienen dimensiones planetarias y cósmicas. La desmitologización teológica desarrollada en el siglo XIX y XX, conforme a la conciencia racional y científica, consideraba el mito como algo infantil; sin embargo los antropólogos y psicólogos han descubierto en el mito la expresión de una verdad más profunda. La resurrección de la muerte es un mito que se repite en diversas formas, como la reencarnación, en las principales religiones. La verdad profunda es que la vida no acaba con la muerte de una persona; los relatos de la resurrección de Jesús divergen entre sí, pero lo importante fue su poder de transformar a los discípulos. El fondo del mito –la autopoiesis, la capacidad de renovación- puede extenderse a todo el universo, pero el dogma puede acabar en idolatría. La muerte no es un final sino una manera de existir más holística. Gaia –el universo vivo- descubre la sacralidad dentro de nosotros y del universo, no el concepto mecanicista de un Dios fuera del universo. El mito del fin del mundoha sido utilizado por las religiones como amenaza para obtener la obediencia a sus leyes, pero actualmente ha caído en el descrédito La vida eternano es algo que sucede más allá del cosmos sino la entrada en una nueva relación con el cosmos. El autor considera que la calidad de esta relación cósmica puede estar relacionada con la relación enajenada o integrada durante nuestra vida (equivalentes al infierno o al cielo). En el nivel cuántico nada se pierde, sólo se transforma. Se trata de aprender a vivir en infinitud 2.9 El futuro que nos espera · La promesa y el peligro. Las grandes religiones describen un proceso de nacimiento-muerte-resurrección. La experiencia del calvario (el sufrimiento y la muerte) es un requisito para el nuevo umbral evolutivo. Nuestro mundo occidental está pasando por una experiencia de destrucción y muerte; la teología cuántica considera que la resurrección ya ha ocurrido simbólicamente en Cristo. Es improbable que los humanos podamos superar la extinción que se avecina en los próximos cincuenta o cien años. En la historia planetaria ya han ocurrido otras extinciones que han sido superadas en nuevas etapas evolutivas. Después de la extinción de nuestra especie, la vida humana resurgiría capacitada para compartir la nueva etapa evolutiva. Tenemos que aceptar este calvario como requisito de una nueva realidad. Ya existen algunos signos de esta resurrección universal; la desconfianza en las religiones y en las instituciones civiles está llevando a búsqueda de la interioridad y la exploración científica del universo, · La teología del proceso considera que el universo no tiene principio ni fin; Dios ofrece las posibilidades que luego el universo es libre de realizar. Un Dios bipolar, teóricamente eterno e inmutable, pero en la práctica (en la encarnación) dependiente de la realidad física; la mística reconcilia ambos extremos. Este modelo bipolar es adecuado para la teología cuántica (bipolaridad partícula-onda). 2.10 El amor es el origen y la meta de nuestra búsqueda de sentido · El amor es un concepto fundamental en todas las religiones; incluso en la física, los quarks son discernibles sólo en relaciones de díadas o tríadas. El amor engendra siempre formas de vidas superiores y esta cualidad es superior a la de la supervivencia del más apto; sin embargo en nuestra cultura mecanicista actúa más la competencia que la colaboración, destaca más el poder y la obediencia que su invitación al amor. En las culturas primitivas y en religiones como el hinduismo la unión sexual era usada como expresión simbólica de la relación humana-divina. · La encarnación del amor. Macfaguepresenta al mundo como el cuerpo de Dios, y las necesidades de la vida corporal como una parte de la realización divina. Describe la Trinidad como Madre – Amante - Amigo Metáfora Amor Acción Ética Metáfora raíz Madre Ágape Parir Crear / justicia, juzgar Organismo completo en sí Amante Eros Salvar Sanar Relaciones interpersonales Amigo Philia Sostener Compañía Fidelidad a la alianza · El amor es una fuerza de vida, sin límites, el origen y la meta de nuestra búsqueda de sentido. El teólogo cuántico no se pregunta acerca de nuestro amor a Dios sino del amor de Dios a nosotros. Lo opuesto al amor no es el odio sino la indiferencia. No es nuestra individualidad lo que importa sino nuestro ser persona, que no tiene sentido fuera de las relaciones con los otros y con el universo. A los católicos acomodados del Primer Mundo se nos hace cuesta arriba ejercer de buenos cristianos. Argumentamos que la cruz es difícil y dolorosa la exigencia de la puerta estrecha. Pasamos por alto que las normas de Dios son para nuestro beneficio, porque el camino fácil acaba por endurecernos las entrañas secando lo mejor que existe en el corazón humano; ya estamos viendo el tipo de selva que somos capaces de crear cuando nos apartamos las enseñanzas del Maestro.
Pero también solemos olvidarnos de los frutos maravillosos de la Buena Noticia cuando se convierte en acciones de amor, aunque suele costar, y a veces mucho. Subir a una montaña se puede percibir desde el cansancio y las dificultades pero también desde la belleza que ofrece la naturaleza y el sano ejercicio. Veamos un ejemplo concreto de hasta qué punto el mensaje de Jesús puede llegar a ser maravilloso cuando damos un paso al frente. Nos lo cuenta Joan Chittister en uno de sus libros. Ocurrió en una conferencia en Asia para analizar los problemas de las mujeres de todo el mundo, pero en especial de las necesidades de las de los países en desarrollo, donde la mayoría de participantes eran pobres y mujeres, y solo unos cuantos eran activistas bien financiados u observadores oficiales. Cuando se intercambiaron los correos electrónicos entre los participantes para mantener el contacto, una de ellas llamada Rose, una keniata pastora de una iglesia presbiteriana africana, justificó dejar en blanco su dirección de e-mail diciendo que no tenía correo electrónico porque era muy caro para su comunidad. Y cuando podía utilizarlo, la conexión era demasiado lenta para resultar eficaz y fiable. Cuando terminó la conferencia y todos se despedían, otra conferenciante le dijo a Joan Chittister justo antes de compartir el taxi juntas: “No puedo irme sin ver antes a Rose. Le prometí que le daría una cosa”. “¿Qué le diste a Rose?”, le preguntó Chittester durante el trayecto en taxi a su compañera. “Mi tarjeta de crédito”, me respondió. “¿Tu tarjeta de crédito?” -dijo la religiosa asombrada-: ¿y por qué demonios se la has dado?”, le volvió a preguntar. “Para que pueda pagar las mensualidades de su correo electrónico”, le respondió tranquilamente. La alegría de compartir en estado puro toma aquí la más alta expresión de madurez humana. Esta actitud de salir al paso de la necesidad ajena con audacia, es la esencia de la Eucaristía. Y de la oración de petición misma, en su mejor versión de pedir luz y fuerza para avanzar en el camino de la solidaridad. En Occidente somos más de los Mandamientos que de las Bienaventuranzas, estamos centrados en “no hacer el mal” más que en “hacer el bien”. Nos olvidamos de la audacia del samaritano en su camino a Jericó y de la flagrante transgresión de Jesús en varios Sabbat cuando cura por amor a quienes sufren. Ponemos puertas intelectuales y espirituales a la audacia del amor. Nos falta fe en las maravillas del Espíritu: Señor, haz que vea; que sea tu luz para otros aunque tenga que ser a contracorriente de mis planes o mis medidas. Amén. 1. Ante la encrucijada religiosa
El término “encrucijada” evoca la apertura de varios caminos o posibilidades, y remite a la necesidad de tomar una decisión, que puede suponer acierto o error. En principio, la encrucijada suele ponernos en estado de alerta y, con frecuencia, viene acompañada de un cierto temor. No es extraño: su propia etimología –de “cruz”- pone de manifiesto su componente doloroso, incluso traumático en ocasiones. Así entendida, encrucijada es sinónimo de crisis. Y puede presentarse en cualquier ámbito de la existencia humana. Ahora bien, lo decisivo no es tanto la crisis –la encrucijada-, cuanto el modo de vivirla. Cuando este es adecuado, aquella se convierte siempre en oportunidad de vida. Y se experimenta que es condición prácticamente indispensable para el crecimiento. Porque, como dijera Carl Jung, “no es posible despertar a la consciencia sin dolor”. La pregunta, por tanto, que resulta decisiva parece ser la siguiente: ¿Cómo o desde dónde vivir las encrucijadas? Podría decirse que, genéricamente, solo hay dos posibilidades: desde el yo (ego) o desde la sabiduría. Vivirlas desde el yo significa afrontarlas desde el miedo, la necesidad, el gusto, el apego, la norma o la rutina… Es sabido que el ego funciona por el mecanismo del apego (a lo que le agrada) y la aversión (hacia lo que le desagrada). Y que se mueve desde el gusto, la norma o la costumbre. Por ello, ante una encrucijada, pone en marcha aquellos modos de funcionar a los que está acostumbrado, y con los que trata, antes que nada, de fortalecerse, protegerse o defenderse. Con tales actitudes, no parece que sea este el camino para que la crisis pueda mostrarse como oportunidad de crecimiento. Sin embargo, las encrucijadas pueden afrontarse también desde la sabiduría. Ahora bien, la sabiduría no es algo “añadido”, sino nuestra verdadera identidad. Ella sabe cómo vivirlas; pero requiere que estemos conectados a ella. Porque la sabiduría no es una cualidad que pudiéramos tener o no tener, sino nuestro centro más íntimo; la consciencia, fuente de donde todo brota; la Inteligencia creativa: eso es lo que somos. Y solo desde ahí la encrucijada se resuelve adecuadamente. Aunque, en rigor, no “tenemos que” resolverla; ella misma se “desenvolverá” del modo ajustado. Solo requiere que “bajemos” del estado mental (yo) al estado de presencia (consciencia), permitiendo que la Vida fluya a través nuestro. En esta serie de textos breves, me voy a referir a la cuestión de la “encrucijada religiosa” que nos ha correspondido vivir. ¿Qué ocurre con las creencias y, en particular, las creencias religiosas, cuando empiezan a tambalearse? ¿Cómo afrontar sabiamente esa encrucijada que, en mi opinión, constituye una característica de nuestro momento histórico? ¿Cómo afrontar la crisis de las creencias que tal vez en algún momento creímos que nos otorgaban plena seguridad? En entregas sucesivas, trataré de desarrollar la respuesta en varios puntos: · Creencias: su aportación, sus riesgos y su inconsistencia. · Salir del absolutismo y del relativismo · ¿Qué son en realidad las creencias? · ¿Cómo salir del hechizo mental? · Cuando caen las creencias, ¿qué queda? Los mapas y el territorio. Lucas es el único evangelista que narra esta misión de los 72. En el c. 9, ya había narrado el envío de los 12. No es verosímil que este relato sea histórico. Con él, ha querido acentuar el carácter universal de la predicación, aunque Mt dice expresamente que no entren en tierra de paganos ni vayan a ciudades de Samaría. 70 era el número de las naciones gentiles, según Génesis. Para los demás evangelistas, el límite de la gentilidad estaba en la frontera de Galilea, para Lc se encuentra en la misma Samaria, porque estaba apartada de la religión oficial judía.
El domingo pasado se hablaba del fracaso de los discípulos en su intento de preparar el camino a Jesús en su subida a Jerusalén. Probablemente, Lc quiere poner este envío de “otros setenta y dos” para dejar un buen sabor de boca. Estos vuelven “muy contentos” de sus correrías y tienen mejor acogida que los discípulos. “De dos en dos”, porque para los judíos la opinión de uno solo no tenía ningún valor en un juicio, y los misioneros son, sobre todo, testigos. También, porque el mensaje debe ser proclamado siempre por la comunidad. No penséis que se trata de enviar a un número de especialistas en comunicación. No se trata de recomendaciones a unos cuantos escogidos. El evangelio dice simplemente: “envió a otros setenta y dos”. Ni siquiera dice que fueran discípulos. Se da por supuesto que todo cristiano por el hecho de serlo, tiene la misión de proclamar la buena noticia que él vive. El modo de esa predicación puede ser diferente, pero la base, el fundamento de toda predicación, es la vida misma de cada cristiano. Vivir como cristianos, es la mejor predicación y la que convence. En cada instante estamos predicando, para bien o para mal. No es fácil delimitar lo estrictamente histórico de este relato. Además de que solo Lc lo narra, exigiría un grado de organización que no se percibe en el grupo de los que han seguido a Jesús. El simbolismo del número 12 y 70 nos invita a pensar que son relatos elaborados por la comunidad, más tarde. Por otra parte, para predicar El Reino, se necesita haberlo comprendido y experimentado. Los evangelios se encargan de manifestar que antes de la experiencia pascual ni los doce se habían enterado de nada. Las recomendaciones de Jesús son la clave de todo anuncio del mensaje cristiano. Están puestas en boca de Jesús, pero son las condiciones mínimas que debía tener todo cristiano para llevar la Buena Noticia a los demás. En ningún caso se habla de doctrina que tienen que enseñar o de normas morales que deben exigir. Se trata de comunicar lo que Dios es para todos sin condiciones ni excepciones. Esa tarea la cumplió la primera comunidad en todas partes donde se fue implantando. Es la principal tarea que tiene que seguir llevando a cabo todo cristiano en cualquier tiempo y lugar. 1.- Itinerancia. "Poneos en camino". Es la clase de vida que eligió Jesús cuando se decidió a proclamar su buena noticia. El domingo pasado nos decía que no tenía donde reclinar la cabeza. Este desapego de toda clase de seguridades es la actitud básica y fundamental que debe adoptar todo enviado. El anuncio no se puede hacer sentado. Seguir a Jesús exige una dinámica continuada. Nada se puede comunicar desde una cómoda instalación personal. La disponibilidad y la movilidad son exigencias básicas del mensaje de Jesús. 2.- Dificultad. "Os mando como ovejas en medio de lobos". Cuando se escribieron los evangelios, las primeras comunidades cristianas estaban viviendo la oposición, tanto del mundo judío como del pagano. Denunciar la opresión o poder despótico, no puede agradar a los que viven desde esa perspectiva, y sacan provecho de ella a costa de los demás. Por desgracia, cuando el cristianismo adquirió poder, se comportó como lobo en medio de corderos; eso sí, con piel de oveja. Desde el poder es imposible adivinar lo que sería bueno para el otro. El provecho personal o el de la institución, no es buena noticia para nadie. 3.- Pobreza. "Ni talega ni alforja ni sandalias". La pobreza material es solo signo de la superación de seguridades. Significa no confiar en los medios externos para llevar a cabo la misión. No debemos hacer de la predicación un logro humano. Se trata de confiar solo en Dios y el mensaje. No buscar seguridades de ningún tipo, ni en el dinero ni en el poder ni en el prestigio ni en los medios. Tenemos la obligación de utilizar al máximo los medios que la técnica nos proporciona, pero no debemos poner nuestra confianza en ellos. 4.- Urgencia. "No os detengáis a saludar a nadie por el camino". No se trata de negar el saludo a los que se encuentren en el camino. "Saludar" tenía para ellos, un significado muy distinto al que tiene para nosotros. El saludo llevaba consigo un largo ceremonial que podía durar horas o días. Esta recomendación quiere destacar la urgencia de la tarea a realizar. Seguramente está haciendo referencia a la inmediata llegada del fin de los tiempos, en que las primeras comunidades cristianas creyeron a pies juntillas. 5.- Paz. "Decid primero: ¡Paz! Para entender esta recomendación hay que tener en cuenta el sentido de la "paz" para los judíos de aquel tiempo. "Shalom" no significaba solo ausencia de problemas y conflictos, sino la abundancia de medios para que un ser humano pudiera conseguir su plenitud humana. Llevar la paz es proporcionar esos medios que hacen al hombre sentirse a gusto e invitado a humanizar su entorno. Significa no ser causa de tensiones ni externas ni internas. Sería ayudar a los hombres a ser más humanos. El cristiano, vaya donde vaya, tiene que llevar armonía, comprensión, amor, paz. 6.- Humildad. "Comed y bebed de lo que tengan". Esta es una de las actitudes más difíciles. Ponerse al nivel del otro. Aceptar sus costumbres, su cultura, su idiosincrasia... Se trata de buscar solo el estar disponible para todos, sin esperar nada a cambio, pero aceptando con humildad lo que den; siempre que sea lo indispensable, comida, alojamiento, etc. ¡Qué difícil es no imponer lo nuestro! Muchos intentos de evangelización han fracasado por no tener esto en cuenta. Más difícil todavía es aceptar la dependencia de los demás en las necesidades básicas, no poder elegir ni lo que comes ni con quien comes. 7.- Curad. "Curad a los enfermos". No se refiere solo a las enfermedades físicas. Todo aquello que impide al ser humano ser él mismo es enfermedad. De hecho los 70 solo hacen alusión a que los demonios se les sometían. Seguimos dando demasiada importancia a la salud corporal, sin enterarnos de que con una grave enfermedad puede un ser humano alcanzar su plenitud. Curar significa alejar de un ser humano todo aquello que le impide ser él. Hoy las enfermedades físicas están cubiertas por la medicina. Pero ¿qué pasa con las enfermedades psíquicas y mentales, que arruinan la existencia de tantas personas? 8.- Buena noticia (evangelio). "El reino, que es Dios, está cerca". Ni de peroratas teológicas, ni discursitos apologéticos, ni propagandas ideológicas. Lo único que un ser humano debe saber es que Dios le ama. Predicar el reino que es Dios, es hacer ver a cada ser humano que Dios es algo cercano, que es lo más hondo de su propio ser, que no tiene que ir a buscarlo a ningún sitio raro, ni al templo ni a las religiones ni a las doctrinas ni a los ritos ni al cumplimiento de la norma. Dios es (está) en ti. Descúbrelo y lo tendrás todo... Sin estas condiciones, la predicación se hace inútil. No es nada fácil salir de la dinámica de la propaganda, del proselitismo a toda costa, buscando más el potenciar la institución que el servicio de las personas. El que va a proclamar el Reino de Dios, tiene que manifestar que pertenece a ese Reino. Tiene que responder a las necesidades del otro. Tiene que estar dispuesto al servicio en todo momento. No debe exigir absolutamente nada, ni siquiera la adhesión. Tiene que limitarse a hacer una oferta. Meditación-contemplación ¿Cuál es tu preocupación primera? ¿Es la comida, el vestido, la salud, la casa, el prestigio? ¿Tus esfuerzos están encaminados a buscar seguridades? O ¿tu preocupación primera es vivir el Reino? ................. Procura, al mismo tiempo no caer en demagogias baratas. De esas necesidades básicas tienes obligación de ocuparte. Dios quiera que alcances el mayor bienestar posible, para ti y para los demás. Siempre que la prioridad sea el desplegar tu humanidad. ...................... No te dejes llevar por lo que te pide el cuerpo. No te olvides que eres también y sobre todo, espíritu. Escucha, sobre todo, tu ser profundo; lo que él te pida, te llevará hacia tu plenitud y felicidad. Las instrucciones de Jesús a los discípulos cuando los envía de misión, en el evangelio de Mateo se dirigen a los Doce, pero en el de Lucas a setenta y dos. En la perspectiva de Lucas, la misión no es obra de un pequeño grupo de selectos; si el mensaje del evangelio se difundió por el imperio romano fue gracias a gran número de personas anónimas, igual que ocurre en nuestros días.
Tres advertencias previas sobre el evangelio 1) Entre el envío de los setenta y dos y su vuelta introduce Lucas otras palabras de Jesús (sobre Corozaín y Betsaida, etc.), que la liturgia ha suprimido. 2) El discurso de Jesús tiene unas palabras muy duras contra los pueblos que no acojan a los discípulos; en nuestra época tan políticamente correcta pueden escandalizar a algunas personas. 3) En consecuencia, la liturgia ofrece la posibilidad de dos lecturas: una larga y otra breve (en ningún caso el texto completo de Lucas 10,1-20). Me limito a la primera. Lectura breve políticamente correcta (Lucas 10, 1-12) Curiosamente, lo primero que deben hacer los setenta y dos es rezar para que el Señor envíe operarios a su mies. El tema empalma con el del domingo pasado, a propósito de los tres casos de vocación. Jesús hablaba con tanta dureza que parecía no querer seguidores. Aquí queda claro que son absolutamente necesarios y hay que pedir al dueño de la mies que los envíe. El dueño de la mies no es Dios Padre, sino el mismo que Jesús, que les ordena ponerse en camino. Con una advertencia y unas órdenes. La advertencia: no van a una labor fácil ni agradable. Van como corderos en medio de lobos. Mateo, cuando copia esta frase, añade una otras palabras de Jesús: “sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas”. Haced lo posible para que el lobo no os coma. Pero Lucas ve otro tipo de peligro en los lobos y otra forma de afrontarlo. El peligro no es la dentellada que provoca la muerte sino la que desprestigia y tira por tierra el mensaje del evangelio. El imperio romano estaba repleto de grupos y predicadores religiosos parecidos a muchos de los actuales que utilizan la religión como forma de ganarse la vida. Por eso, la mejor forma de evitar las dentelladas de los lobos es llevar una forma de vida totalmente pobre y austera: No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias. La talega hace referencia al dinero, la alforja al alimento, las sandalias al vestido. Luego añade unas palabras que sólo se encuentran en su evangelio: y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Eso mismo le dijo el profeta Eliseo a su criado Guejazí, un día que lo envió a una misión urgente (curar al hijo de la sunamita). Lucas, que conocía el Antiguo Testamento de memoria, pensó que este momento era el adecuado para poner en boca de Jesús las mismas palabras. La misión de los discípulos es urgente, no se puede perder el tiempo charlando a mitad de camino. ¿Qué hacer cuando llegan a un pueblo o aldea? Jesús concede una importancia capital al alojamiento, insistiendo en no cambiar de casa. Probablemente refleja su experiencia personal; y Lucas, la de los primeros misioneros. El cambiar de casa puede provocar muchos celos y tensiones. Las palabras siguientes resultan extrañas en este sitio: Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el Reino de Dios." Los discípulos ya habían llegado a un pueblo y habían sido bien acogidos por una familia, que les da de comer. Si Lucas hubiera escrito con ordenador, quizá hubiera marcado bloque, cortado y pegado, cambiando el orden de las frases. O quizá no, porque este orden ilógico deja para el final, dándole mayor importancia, la misión de los discípulos: curar a los enfermos y anunciar la cercanía del Reino de Dios. Lectura del libro de Isaías 66, 10-14c El texto, muy poético, puede desconcertar al lector moderno. Por eso comienzo con dos aclaraciones: 1) Para un judío, Jerusalén representa infinitamente más que para un católico Roma o el Vaticano. Desde el siglo VI a.C. hasta el tiempo de Jesús, que fueron los siglos más duros en la historia de Judá (dominio sucesivo de babilonios, persas, griegos y romanos), la mayor esperanza se centraba en la gloria y esplendor de Jerusalén. El tema aparece en numerosos textos proféticos y Salmos. 2) Jerusalén es representada como ciudad y como madre. Como ciudad, quedó totalmente destruida después de la conquista de los babilonios en el año 586 a.C. Como madre, se vio desprovista de hijos, porque fueron deportados. Y los hijos, a su vez, están desprovistos del alimento y el cariño de su madre. En este contexto, el profeta proclama su mensaje utópico, centrado en la vuelta de los hijos a su madre, la mayor alegría para Jerusalén y el mayor consuelo para los desterrados. También habla, en el centro, de la paz y la riqueza que inundarán la ciudad. Un mundo maravilloso de alegría, consuelo, paz y esplendor. ¿Cómo se consigue? ¿Qué deben hacer los judíos? Según este poema, nada. Todo lo hace Dios. Es él quien hace derivar hacia Jerusalén la paz y la riqueza de las naciones; es él quien consuela. Es él quien manifiesta a sus siervos su poder (su mano), como dice la última frase del poema. Dos formas de utopía: el contraste entre Isaías y el evangelio El mundo utópico de Isaías se realiza sin esfuerzo alguno, por pura obra de Dios. En cambio, el mundo utópico que predican Jesús y los discípulos conlleva mucho sacrificio y esfuerzo. Además, es un mensaje que puede ser rechazado, como le ocurrió al mismo Jesús en Corozaín y Betsaida. Pero la última palabra es de victoria y esperanza: Satanás, símbolo de la oposición al evangelio, cae del cielo como un rayo, mientras que los discípulos triunfan sobre los espíritus inmundos y, sobre todo, sus nombres están escritos en el cielo. Además, y esta es la gran aportación de Lucas, esos discípulos enviados a la misión no son un grupo de superselectos. Todos hemos conocido gente que nos ha hecho gran bien desde el punto de vista humana y cristiano, que nos han anunciado el Reino de Dios. Y también nosotros hemos llevado y debemos llevar adelante esa tarea, a veces dura, y muchas veces con sensación de fracaso. Pero esto no es motivo para dejar de esperar en el triunfo de la utopía. |
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