Parece que la clave para leer adecuadamente este relato se contiene en las últimas palabras del mismo: "Lo reconocieron al partir el pan".
Se trata, indudablemente, de una alusión a la "cena del Señor", "fracción del pan" o "eucaristía", que las comunidades empezaron a celebrar el primer día de la semana (domingo = dies dominica = día del Señor). Tal reunión constituía el marco adecuado para celebrar la presencia del Resucitado en medio de la comunidad. Y ello explica por qué los relatos de apariciones se sitúan precisamente en ese contexto. La comensalidad parece que ocupó un lugar destacado en la práctica de Jesús: con frecuencia, se le ve compartiendo la mesa con unos y otros: con "pecadores", pero también con fariseos, como Simón, o con jefes de recaudadores, como Zaqueo; así como con la multitud, en el llamado relato de la "multiplicación de los panes". Todo ello quedó plasmado incluso en una fórmula estereotipada, que aparece también en el relato que nos ocupa: Jesús "tomó el pan, pronunció la bendición [en ambientes judíos; traducido por "dio gracias", si se trataba de grupos helenistas], lo partió y se lo dio". La eucaristía es, simultáneamente, la celebración de la presencia de Jesús y la celebración de la Unidad. Ambos aspectos quedan magníficamente resaltados en el texto que comentamos. Por un lado, Jesús se hace presente en un peregrino desconocido, al que los discípulos acogen e invitan a compartir la mesa. Por otro, en cuanto lo hacen, se les abren los ojos y se ven impulsados a regresar a Jerusalén y reintegrarse al grupo que habían abandonado. Jesús es el peregrino –cualquier desconocido que pasa a nuestro lado- y Jesús es el pan, símbolo de todo lo real. Todo es (somos) Uno. Todo está ya ahí. Lo único que necesitamos es que se nos "abran los ojos" (caer en la cuenta, "despertar", poner consciencia en todo lo que hacemos, incluido lo más trivial y repetido), para saber reconocerlo; para reconocernos como células de un único organismo; para vivirnos –eso es la Pascua- en la certeza gozosa de estar compartiendo una misma identidad de fondo, la Consciencia una –sabia y amorosa- que se reconoce, como en Jesús, en el único "Yo Soy".
0 Comentarios
No sé si será el cansancio, después de tanto dolor, ese bajar las aguas que los puso en sintonía de contracción. Es necesario disminuir el ritmo luego de tanto ardor compartido; y tal vez eso les permitió cruzarse al forastero. Aquietar, para contemplar y para que la rumia los impulse a más. Volver a encontrarse con la experiencia, narrada a la luz de la historia y la palabra... momento de amplificar lo vivido, en el camino de Emaús.
El quiebre, cuando pasa la cumbre atroz del dolor, es el tiempo del "recogimiento", de "plegar" tanta vida desplegada para paladear su sentido. Recoger la intensidad, cayendo en la cuenta gota a gota de todo lo que bebieron y ofrecieron para beber, de tanto manantial mutuamente potenciado. ¿Cómo seguir andando, después de tanto incendio? Cansancio que pide abrigo, en el otoño de aquella extraña primavera; necesidad de detenerse y dejarse acunar por el misterio. Para que la experiencia se asiente en basamento de lo que vendrá. Saboreo indispensable, para que no se pierda ni un instante de los que nos han sido confiados. Des/cubrir. Encontrar los rincones de las vivencias y ponerles luz. Liberar los accesos de lo que parece muerto y despertarlo una vez más, con energía renovada. Volver a andar con otros los saca de la parálisis inicial, permite un relato más sutil, en esa semioscuridad que pide lámparas de aceite, trémulas, casi temerosas, para envolver en un baño amarillento detalles antes invisibles. Andar en parejas, por los caminos inciertos de la frustración. Un interlocutor que aporte un ángulo diferente de mirada. "Desconocer lo que ha sucedido" puede ser no sostener la versión oficial, generar o descubrir otras verdades posibles... Encontrar en la propia voz, la del Amigo. Los límites se relativizan, las sensaciones trascienden la barrera hasta aquí infranqueable. La vida y la muerte, la locura y la cordura se solapan, se revelan una a la otra. En este "saboreo del espíritu" todo se hace posible y las sensaciones inundan la realidad, transgreden la percepción habitual. Una clave: hacia dónde los lleva ese impulso –el "sentido" como orientación del camino. La 'locura que expande' viene del espíritu, amplía la conciencia; la locura de amor genera lazos y destroza miedos. Atraviesa los muros del encierro, abre y fecunda, despierta y abraza, grita los sueños al viento. Por esa locura se dejan inspirar, sin ponerle obstáculos, aunque por momentos crean que "es un fantasma". Visiones de lo que no se ve; palabras de lo inefable. El encuentro culmina con los ojos abiertos, en el insight de la oscuridad y la mesa. Ahí se desvela el sentido profundo, que Dios cumple su promesa de "estar con ustedes hasta el fin de los tiempos", Resucitado Arco Iris después de todas las tormentas, garantía de la fidelidad del Padre y la ternura de la Madre Dios. La verdad que muestra a Jesús, su presencia real y eficiente, es "lo de los panes"... Mientras el pan se parta y se multiplique, él está vivo en medio nuestro... |
Ayuda al Blog que publica todos los días diferentes áreas, queremos seguir publicando
EL BLOGEl blog es uno dedicado al análisis en general de muchos puntos desde la ópica teológica. La meta es impulsar el estudio amplio y profundo de la fe y de la razón, siendo ambos elementos fundamentales de la vida. SABES QUE PUEDES HACER COMENTARIOS A LAS REFLEXIONES O ENSAYOS TEOLOGICOS QUE APARECEN EN EL BLOG, SI PUEDES INTENTALO...
Archivos
Febrero 2023
Categorias |