Desde un rincón del mundo, Maban (Sudán del Sur) estimado papa Francisco queremos agradecer profundamente el coraje de esta visita reciente a Kenya, Uganda y República Centroafricana. No has podido venir a saludarnos a Sudán del Sur pero te hemos sentido muy cercano estos días. Aprovechando la ocasión, algunos de nuestros amigos refugiados que viven en el exilio en esta región te han enviado mensajes estos días (http://www.jrsea.org/) ya que reconocen que tu persona genera confianza y puede hacer cambiar los corazones de los poderosos. Nosotros te queremos enviar este breve mensaje de agradecimiento.
Te agradecemos profundamente que …hayas venido a África, un continente lleno de vitalidad y al mismo tiempo profundamente castigado pordemasiados conflictos violentos y la pobreza extrema; a menudo ambos “consecuencia de nuevas formas de colonialismo“. Escoger los márgenes, las barriadas, las zonas peligrosas es una muestra más de tu corazónevangélico y es “un signo de solidaridad, amor y cuidado de la humanidad“. …al llegar al campo de refugiados de Bangui hayas recordado que “tenemos que trabajar y orar por la paz, pero lapaz sin amor, sin amistad, sin tolerancia y sin perdón no es posible“. …también hayas recordado proféticamente a los políticos y a los líderes que está en sus manos detener la violencia que asola tantas víctimas inocentes. …hayas animado la fe del pueblo de Dios, sobre todo de las víctimas olvidadas de este mundo nuestro haciendo real aquella oración que el evangelio pone en boca de Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado a la gente sencilla lo que has escondido a los sabios y entendidos. Sí, Padre, así te agradó” (Lucas 10, 21). …quisieras insistir en el diálogo interreligioso no sólo con palabras sino con encuentros fraternos con nuestros hermanos musulmanes también atribulados por tanta violencia absurda. …hayas hecho visible el sufrimiento de tantos refugiados recordándonos que en la acogida al extranjero y al refugiado se pone a prueba nuestra humanidad. Nos dices: quieres saber si eres humano, examina como cobijas a tu hermano abandonado. …no hayas cedido a los consejos prudentes de aquellos que preferían que no visitaras las zonas más delicadas e inestables, sobre todo Bangui, la capital de República Centroafricana. Tu coraje nos fortalece a todos. …establezcas puentes entre realidades a menudo tan alejadas: Norte-Sur, Europa-África, cristianos-musulmanes, ricos-pobres, poderosos-sencillos, progresistas-conservadores… Unidos en el corazón de los pobres que es el corazón de Dios.
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Tan misericordioso que, por vez primera en la Historia, Francisco inauguró, tras el prólogo de la apertura de la puerta santa de los últimos en Bangui, el Año de la Misericordia. Todo un año, para demostrar al mundo y a los propios católicos que la esencia del Evangelio es la misericordia. Y que, si la Iglesia no cumple con ese mandato de su fundador, está traicionando la esencia de su mensaje.
Pasar de aduana a hospital de campaña. Y que ese cambio la gente lo palpe, lo toque, lo experimente, lo viva en sus propias carnes. La misericordia es el secreto del éxito de Francisco, que sabe que algo falla en la institución, cuando es percibida por el mundo y por los propios católicos más como una madrastra que como madre. Y, a lo sumo, como madrastra que también hace obras de caridad, pero sin dejar jamás de querer imponer su doctrina y su forma de ver y de vivir las cosas. Francisco es una mente que piensa y un corazón que ama. Y que lo demuestra. Por eso, sus palabras y su mera presencia son bálsamo sobre las heridas del mundo. No hay otra clave. La Iglesia no tiene otra 'password' para entrar en el corazón de la humanidad. Abrirse al exterior "Abramos las ventanas de la Iglesia. Quiero abrir ampliamente las ventanas de la Iglesia, con la finalidad de que podamos ver lo que pasa al exterior, y que el mundo pueda ver lo que pasa al interior de la Iglesia", decía Juan XXIII. 50 años después, Francisco quiere abrir ventanas y puertas. De ahí el símbolo de la apertura de la puerta santa de la misericordia. Primero, en Bangui. Hoy, en Roma. Y, el próximo domingo, día 13, en todas las diócesis del mundo. Porque éste va a ser el primer Año Santo realmente descentralizado. La indulgencia plenaria se podrá ganar en cualquier iglesia del mundo. Y hasta los presos podrán hacerlo, simplemente cruzando el umbral de la capilla de su cárcel. Y si no tienen capilla, basta con que crucen el umbral de sus celdas. Un año jubilar como un faro, que ilumine los dramas del mundo y deje en evidencia las sombras de la propia Iglesia. Para que nadie pueda opacar y silenciar la tragedia del hambre, de la sed o de la explotación de las masas de desheredados y descartados de la Historia. Para gritarle al mundo, con más potencia todavía, que o cuidamos la 'casa común' o le vamos a dejar un mundo invivible a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Un año jubilar para acabar de limpiar la Iglesia del polvo que en ella se acumuló después del Concilio. Por miedo al Concilio. Para asumir con lúcida autocrítica que la Iglesia no puede ni debe ser una instancia de poder, un refugio de elegidos, sino un oasis de acogida, solidaridad y misericordia. Una Iglesia samaritana, simplemente samaritana. Porque, en la misericordia se abrevan las dos almas o las diversas sensibilidades de la Iglesia. Si en algo hay continuidad entre el Papado de Benedicto y el de Francisco es en la misericordia. De ella decía el Papa emérito que "es el núcleo central del mensaje evangélico y el nombre mismo de Dios". De la teología del amor de Ratzinger al "Señor que es todo misericordia y pura misericordia" de Bergoglio. Un año, pues, para demostrar y vivir que la misericordia es el título de los títulos de los seguidores de Jesús. La ley fundamental. Aquella por la que nos van a examinar al final del camino: "Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed..." Porque, para el Papa, la misericordia no es una palabra ni una idea, sino una actitud profunda que lleva a la acción y a la transformación del mundo.Por eso, el Año de la Misericordia estará lleno de compromisos pequeños y grandes por parte del Papa. La mayoría, en privado. Pero también algunos públicos. Por ejemplo, celebrará encuentros interreligiosos y ecuménicos de gran relevancia. Con un acercamiento claro a los ortodoxos y una más que probable visita a Moscú, para encontrarse con el Patriarca de Rusia. Francisco pisará también a fondo durante este año el acelerador de la reforma de la Curia, para hacerla pasar de un centro de poder a una casa de acogida y de servicio. En esa clave, promulgará también su exhortación sobre la familia, tras el Sínodo. Todavía no se sabe qué líneas prácticas va a abrir. Lo que sí está claro es que tendrá muy en cuenta el que la lógica de la misericordia no permite considerar a nadie como perdido. Tampoco a los divorciados vueltos a casar. Ni a los homosexuales. Un año de la misericordia para reiterar que la religión no es un problema para la paz en el mundo, sino parte esencial de su solución. Para desautorizar a los que manchan con sus crímenes y tergiversan con sus acciones la esencia de todas las religiones. Porque la máxima ley de todas las religiones es la misericordia.La Biblia hebrea instituye el Jubileo en el Levítico y ensalza la misericordia de Yavé en los salmos. El Islam abre cada una de las 114 suras del 'Corán' "en el nombre de Dios clemente y misericordioso". El budismo predica la misericordia con la doctrina de las cuatro moradas divinas: amabilidad, compasión, alegría y ecuanimidad. Es decir, todas las religiones, bien interpretadas, colocan la misericordia en el centro de su credo. Incluso para los no creyentes, la misericordia forma parte del imperativo categórico kantiano de "tratar siempre a los demás como fin y no como medio". Un año para que todos, ateos y creyentes, podamos 'misericordear'. Con la guía del Papa de la misericordia, que cumple 1.000 días en el cargo. Resulta evidente que la Humanidad atraviesa un momento complejo. Como nunca antes en su historia su existencia está globalmente amenazada. No se trata ya de enfrentar problemas aislados de sequías o de inundaciones, por ejemplo. Ahora los problemas socio-ambientales provocados por el ser humano, (des)organizado en la civilización capitalista, plantean retos globales. Todo indica que estamos cerca de llegar a un punto sin retorno (o que quizás ya lo estamos superando…). Frente estas realidades y amenazas se elevan muchas voces de angustia y también propuestas de acción. A primera vista parecería que hay una coincidencia de que se tiene que hacer algo. Al menos en el discurso, se acepta la necesidad de replantear las lógicas de producción y de consumo de la sociedad moderna para transitar por otros caminos con una relación más armónica con la Naturaleza. Esa aceptación, sin embargo, no se ha traducido en logros concretos. Hasta ahora. Recordemos que los esfuerzos desplegados desde la aprobación del Convenio de Kioto en 1997 no se han cristalizado en resultados concretos. Más aún, el fracaso de la COP 15, realizada en el año 2009, en Copenhague, sentó un duro precedente. La desazón y desesperanza coparon el ámbito de acción en Naciones Unidas. Y desde esa perspectiva, cuando era poco lo que se esperaba, emerge como un logro el acuerdo global conseguido en la COP 21 en Paris, en diciembre del 2015. En esa ciudad, sacudida poco antes por un brutal atentado terrorista, 95 países miembros de la Convención de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático más la Unión Europea, a la que se considera un estado más, alcanzaron un acuerdo contra el calentamiento global que implica a la práctica totalidad del planeta. Sin embargo, como una primera gran conclusión podemos determinar que, si bien lo logrado es significativo comparado con los fracasos anteriores, resulta muy poco o definitivamente nada con lo que este reto global demanda.
Para dudar de los aplaudidos alcances conseguido en Paris, cabría preguntarnos, como lo hace Gerardo Honty, por qué “muy distintos actores, desde los grandes exportadores de petróleo a las corporaciones globales, todos ellos, terminaron aplaudiendo el acuerdo parisino. Si esos actores celebran el convenio, es que sin duda no se están poniendo límites a la civilización petrolera”. Igual cosa podríamos plantear desde la aceptación de los países exportadores de petróleo o desde de sus mayores consumidores, como China y Estados Unidos, que también se hallan en el coro de aplaudidores. Veamos unos cuantos aspectos relevantes. Este Acuerdo, mundialmente aplaudido –sobre todo por los grupos de poder político y económico- presenta muchas falencias y debilidades, a más de marginaciones imperdonables. Noemí Klein pronto detectó que no aparecen siquiera nombrados conceptos clave como “combustibles fósiles”, “petróleo” y “carbón” y que la fenomenal deuda climática del norte hacia el sur brilla por su ausencia. En el Acuerdo se han suprimido las referencias a los Derechos Humanos y de las poblaciones indígenas, referencias transladadas al preámbulo. Además, pasará un tiempo para que este Acuerdo entre en vigor: las distintas partes tienen plazo entre abril del 2016 y mayo del 2017 para ratificar el Acuerdo, que entraría en vigor en el año 2020. Y una primera revisión de resultados sería en el año 2023. Los debates no abordaron a fondo los puntos sensibles, en tanto los negociadores se esmeraron en evitar los verdaderos problemas y menos aún proponer las verdaderas soluciones. Los países poderosos y las transnacionales consiguieron que ningún documento o decisión afecte sus intereses y se convierta en un obstáculo en la lógica de acumulación del capital. No se cuestionó para nada la perversidad del crecimiento ilimitado cuando ya son evidentes y feroces sus consecuencias socio-ambientales sobre la Madre Tierra. No hay compromisos vinculantes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero; entonces estas emisiones continuarán aumentando. Tampoco se ha reconocido la deuda climática (mejor hablemos de deuda ecológica) que tienen históricamente los países industrializados con el mundo subdesarrollado; más aún, las grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Europea, no solo desconocen esa deuda, sino que hacen todo lo posible para no aceptar sus responsabilidades pasadas y actuales en la desaparición de glaciares, la subida del nivel marino y los eventos climáticos extremos. Al no haberse adoptado medidas drásticas que limiten y hasta reduzcan la oferta de combustibles fósiles, así como medidas que paren la deforestación, la temperatura continuará subiendo, contrariamente a lo proclamado en París. A modo de punto relevante, tengamos presente que el objetivo a largo plazo es que la temperatura del planeta no sobrepase los 2 grados de aumento a final de siglo (incluso se aspira a un objetivo más ambicioso de 1,5 grados) Sin embargo, con los compromisos voluntarios de reducción de emisiones de efecto invernadero, que han presentado los diferentes países en Paris, la temperatura llegaría a sobrepasar los 3 grados. Y por cierto, en estas circunstancias, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera seguirá aumentando. Vistas así las cosas, no todo el contenido del Acuerdo tiene el mismo grado de compromisos. Si los países no están obligados a cumplir los compromisos de reducción de emisiones que han presentado, no habrá sanciones si no cumplen sus ofrecimientos de reducción de emisión, pues quedarán en eso, en simples ofrecimientos. Lo que se espera es que esos ofrecimientos se transformen en compromisos aún más audaces a través de revisiones cada cinco años. El Acuerdo no fija metas claras en lo que al pico de emisiones se refiere. Y tampoco establece medidas a adoptar con el fin de descarbonizar la atmósfera. No hay planteamientos concretos tendientes a combatir los subsidios que alientan el uso de los combustibles o para dejar en el subsuelo el 80% de todas las reversas conocidas de dichos combustibles, como recomienda la ciencia e inclusive la Agencia Internacional de la Energía, entidad que de ecologista no tiene un pelo. Si como ya anotamos no se cuestiona “la religión” del crecimiento económico, en ningún punto se pone en entredicho el sistema del comercio mundial, que esconde e incluso fomenta una multiplicidad de causas de los graves problemas socio-ambientales que estamos sufriendo; tanto es así que “el comercio internacional deberá proseguir sin obstáculos, incluso en un planeta muerto”, al decir de Maxime Combes. Sectores altamente contaminantes como la aviación civil y el transporte marítimo, que acumulan cerca del 10 % de las emisiones mundiales quedan exentos de todo compromiso. Tampoco se afectan para nada las sacrosantas leyes del mercado financiero internacional que, sobre todo vía especulación, constituye un motor de aceleración inmisericorde de todos los flujos económicos más allá de la capacidad de resistencia y de resilencia de la Tierra. Y no hay compromisos orientados a facilitar la transferencia de tecnologías destinadas a facilitar la mitigación y la adaptación a los cambios climáticos en beneficio de los países empobrecidos. Así las cosas, con este tan promocionado Acuerdo se abren aún más las puertas para impulsar las que se conocen como falsas soluciones en el marco de la “economía verde”, que se sustenta en la continuada e incluso ampliada mercantilización de la Naturaleza. Así, con el fin de lograr un equilibrio de las emisiones antropogénicas, los países podrán compensar sus emisiones a través de mecanismos de mercado que involucren a bosques u océanos; o alentando la geoingeniería, los métodos de captura y almacenaje de carbono, entre otros. Para financiar todos estos esfuerzos se establece un fondo de 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. Esa cantidad, con seguridad menor a la que han recibido los bancos en sus crisis recientes y que no constan en el Acuerdo, podría ser ampliada en 2025; además, este fondo carece de previsbilidad y transparencia. Por cierto el rigor de los compromisos cambia dependiendo de la situación de los países: desarrollados, emergente y “en vías de desarrollo”: eufemismo con el que se conoce a los países empobrecidos por el propio sistema capitalista y su inviable propuesta de desarrollo. Este Acuerdo, en palabras de Silvia Ribeiro, entonces, “se decanta por las opciones más conservadoras y menos ambiciosas” que fueron propuestas durante las negociaciones. De lo expuesto, que deberá ser complementado y profundizado con análisis aún más detenidos y pormenorizados, es fácil concluir que los problemas socio-ambientales globales luego de la COP-21 no encontrarán una solución de fondo. Y así continuará la guerra en contra de la Tierra, causa directa de la ausencia de Paz entre los seres humanos. La Paz con la Tierra como mandato para la Paz sobre la Tierra Aceptémoslo, los seres humanos para lograr que la Paz reine en la Tierra debemos empezar por hacer la Paz con la Tierra. Para conseguir ese vital objetivo, los seres humanos podemos y debemos convivir armónicamente con la Naturaleza, con sus plantas, con sus animales, con sus ríos y sus lagunas, con sus mares y sus manglares, con sus montañas y sus valles, con su aire, con sus suelos y con todos aquellos elementos y espíritus que hacen la vida posible y digna. Eso demanda un mundo en donde no sea posible la mercantilización depredadora de la Naturaleza, en la que el ser humano sea una parte más de ella y no un factor de destrucción. Y en donde, esto también es fundamental, se asegure la vida digna para todos los seres humanos. Las guerras y el uso del terror, independientemente de los argumentos que las invoquen, tanto como las agresiones a la Naturaleza, destruyen las condiciones de vida digna en el planeta. Para poder celebrar a diario la enorme riqueza de la vida en todos los rincones de la Tierra, así como su gran diversidad biológica y cultural, requerimos construir comunidades democráticas y libres. Y así, conscientes de este mandato, retornemos a Paris. Más allá del mensaje que se puede obtener de la COP 21, es preciso comprender las consignas de guerra desplegadas a raíz de los atentados terroristas del 13 de noviembre pasado, y los redoblados esfuerzos bélicos con que los enfrenta. Las políticas “defensiva” u “ofensiva” para combatir el terror con más terror, a la muerte con más muerte, solo conducen a un permanente adiestramiento para el genocidio, a la normalización de los crímenes de guerra, al crimen selectivo como noticia favorita en los medios de comunicación masiva. Debemos, por tanto oponernos a la institucionalización de cualquier forma de violencia en la vida cotidiana. Y en línea con el pensamiento del Mahatma Gandhi, estamos convencidos que no hay un camino para la Paz, sino que la Paz es el camino. La mejor manera de combatir esas fuerzas aterradoras, empeñadas muchas veces en el control de los combustibles fósiles, como el petróleo en el Oriente Medio, por ejemplo, es recuperando las miradas y cercanías con la Naturaleza. Es decir la capacidad de fascinarnos con la diversidad de las formas de vida existentes en la Tierra; lo que exige el respeto a las diversidades. Y todo esto para sembrar desde lo cotidiano y en todos los rincones de la Tierra, nuestra Madre Tierra o Pachamama, un compromiso de convivencia entre los pueblos entre sí, y de éstos con la Naturaleza. Insistamos, en la tierra no habrá Paz, si no establecemos la Paz con la Naturaleza. La Naturaleza explotada, contaminada, militarizada, es la causa profunda de muchas violencias. Y lo son también las enormes y crecientes brechas entre ricos y pobres en todo el planeta. Esta realidad provoca miedo e incertidumbre por el futuro. Desata problemas cada vez más complejos en términos de los cambios climáticos en marcha, que amenazan la vida de los humanos en el planeta. Constituye una manifestación de despojo para la mayoría de habitantes y de acumulación en beneficio de pequeños grupos que han concentrado el poder en base a los extractivismos y la mercantilización de la Tierra. Estas son las verdaderas fuerzas destructoras que impiden las condiciones materiales y existenciales necesarias para la realización de la vida digna para todos los habitantes del planeta. Por ello tiene hoy más sentido que nunca, superando el miedo al terror, enarbolar la bandera de la Paz, y enfrentar las agresiones contra la atmósfera, que provocan el cambio climático; el agronegocio de los organismo genéticamente modificados (los transgénicos) y los agrotóxicos; el desbocado extractivismo en los territorios desde donde se obtiene -con verdaderas amputaciones ecológicas- petróleo, gas o minerales. Y más aún si sabemos que esas agresiones son sostenidas -siempre- con el uso de la fuerza, con la criminalización de los defensores de la vida y en más de una ocasión con operaciones militares. El Tribunal de los Derechos de la Naturaleza, respuesta desde la sociedad civil En las circunstancias descritas, sobre todo frente a los continuados fracasos de los grupos de poder, que realmente no tienen interés en encontrar las respuestas adecuadas a los problemas provocados por el cambio climático -es decir por ellos mismos-, la sociedad civil propone respuestas y acciones creativas. Es más, la sociedad civil no espera a que den fruto las acciones de los poderosos. La sociedad civil en el Sur y en el Norte se ha puesto en marcha. Resiste y propone. Así, ya desde hace dos años, desde la sociedad civil se construye un espacio para denunciar e incluso sancionar éticamente los crímenes que se cometen en contra de la Tierra y de sus hijos e hijas. Este Tribunal Ético Permanente por Derechos de la Naturaleza, que ha realizado sesiones en Ecuador, Perú, Australia y Estados Unidos, se reunió también en París en forma paralela a la COP 21. En este espacio se analizan y juzgan las agresiones contra la Naturaleza, considerando que ésta es la mayor guerra de agresión y terror es la que se lleva a cabo en el mundo. Quienes conforman este Tribunal Ético Permanente por los Derechos de la Naturaleza, en homenaje a todas las víctimas de toda forma de terror, invitaron a recuperar y a construir los espacios necesarios para propiciar democráticamente una vida en Paz. El desafío es extraordinario. Detener el cambio climático y las agresiones a la Naturaleza excede el marco de las cumbres gubernamentales y requiere del movimiento social global más poderoso de la historia que conecte las distintas luchas de justicia ambientales, económicas, feministas, indígenas, urbanas, obreras. Esto implica coordinar acciones anti-coloniales, anti-racistas, anti-patriarcales y anti-capitalistas, construyendo alternativas civilizatorias. En eso estamos, hacía allá vamos. En suma, la lucha por la Naturaleza y la vida digna de los seres humanos, posible sólo si vivimos en armonía con nuestra Madre Tierra, como expresó el senador argentino Fernando “Pino” Solanas en Paris, en este Tribunal de los Derechos de la Naturaleza, sintetiza “la causa de todas las causas”. Puede que los sueños estén desprestigiados. El viejo calificativo de "soñador" no dice bien de una persona. Y, sin embargo, no podemos vivir sin sueños. Es la señal de que uno está vivo. Solamente los muertos carecen de sueños. Es cierto que, con frecuencia, nuestros sueños están escondidos, agazapados. Diríase que no existen. Pero están ahí, debajo de la piel, callados a veces, activos otras. Pero siempre ahí.
Hablamos de sueños, no ensoñaciones. Los sueños son tales cuando se pone algo de nuestra parte para que puedan ser una realidad. Las ensoñaciones, por el contrario, son sueños sin intención de poner nada de nuestra parte. Estos se esfuman como la niebla; los otros persisten cada vez que damos un paso en la dirección que marcan. Por experiencia sabemos que, generalmente, nuestros sueños son pequeños, se adaptan a lo cotidiano. Hay quien piensa que, de pequeños que son, nuestros sueños son raquíticos. Pero, de cualquier manera, en esos sueños, en esos anhelos se urde nuestra vida. Son su esqueleto. Sin ellos, nuestra vida se derrumbaría como un castillo de arena. Por eso resulta preciso mirar con aprecio el mundo de nuestros sueños, incluso de los sueños que hace brotar el mundo de la fe. Y dando un paso más se podría decir que Dios tiene sus sueños. Lo sabemos por Jesús (el gran sueño de la fraternidad, el reino), lo sabemos por los escritos del NT (reconciliar todo: Efesios, Colosenses). Y lo sabemos por el "misterio abrupto" (Rahner) de la encarnación. ¿Qué otra cosa puede querer decir este loco afán de Dios de querer mezclarse a lo nuestro sino mostrar la evidencia del gran sueño del Dios de Jesús de mezclarse hasta el fondo con nuestro pobre camino humano? Podríamos vivir este año la Navidad como el tiempo en el que contemplamos el sueño que Dios acaricia: el de unirse a lo nuestro para que eso nuestro, tan humilde, cobre otro brillo y tenga horizonte. Esto nos unirá con todos los sueños de las personas, sobre todo con las de quienes están peor. 1. En busca de un sueño El cantor y poeta cubano Silvio Rodríguez tiene un sencillo pero luminoso poema donde viene a decir que todo lo que vive, hasta Dios mismo, anda tras un sueño. Puede iluminarnos. En busca de un sueño se acerca este joven En busca de un sueño van generaciones En busca de un sueño hermoso y rebelde En busca de un sueño que gana y que pierde En busca de un sueño de bella locura En busca de un sueño que mata y que cura En busca de un sueño desatan ciclones En busca de un sueño cuántas ilusiones En busca de un sueño transcurren los ríos En busca de un sueño se salta al vacío En busca de un sueño abrasa el amante En busca de un sueño simula el tunante En busca de un sueño tallaron la piedra En busca de un sueño Dios vino a la tierra En busca de un sueño partí con mi día En busca de un sueño que no hay todavía. • Tras los sueños van "las generaciones": es un sino de lo humano, andar tras sueños, motor de nuestros caminos. El día que nada soñemos estamos muertos. • A veces los sueños son "hermosos y rebeldes". La vida se encargará de rebajar su tono. Pero esa "rebeldía" es el deseo de andar caminos no hollados, de tender a la justicia común y general. Que no muera tal rebeldía. • A veces los sueños son "locos": una locura que "mata y cura". Por eso mismo habrá que discernir los sueños, para tomar lo que cura y para tener mucho cuidado con lo que mata. • Es verdad que los sueños pueden desatar "ciclones". Habrá que tener cuidado. Pero por no sufrir esos ciclones no vayamos a matar las ilusiones. • Los ríos plácidos también sueñan. Una vida sencilla puede tener sueños. Y para los que tienen más ánimo, los sueños pueden animarnos a "saltar al vacío", a andar caminos que nunca se han transitado. • Amor y engaño se envuelven en sueños. De nuevo, habrá que discernir para saber separar la paja del trigo. • Hasta Dios mismo vino a la tierra en busca de un sueño: la fraternidad, la reconciliación, la honda humanidad. Ahí está el misterio del Dios que se une a lo nuestro tras su sueño. Acariciar el sueño de Dios. • Y luego está el sagrado sueño de los pobres, de los que "parten un día", de los que no lo tienen todavía. Ese sueño es tan sagrado como el Dios. En la Navidad habría que acercarse más al sueño humildísimo pero necesario de los que lo pasan mal. 2. Los sueños en la Palabra También la Palabra de Dios es un itinerario de sueños que se concatenan los unos a los otros. Mostremos tres pasos: a) El viejo sueño de soñar a Dios: Gen 28,10-19 "Allí soñó que había una escalinata apoyada en la tierra, y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de Dios". Es el famoso "sueño de Jacob" cuando huye de su hermano a casa de su tío Labán. En el camino tiene una visión, un sueño incubatorio que desvela su gran anhelo: ¿me acompaña Dios en este exilio? ¿Sigue Dios conmigo después de haber roto con mi hermano? ¿Puedo pensar que Dios aún me sigue amparando? La respuesta le viene en ese sueño: una escala por la que transitan los ángeles que une el cielo y la tierra, lo de Dios y lo humano. Es decir: Dios sigue soñando con lo humano, aunque los humanos fallemos en nuestros caminos. El sueño de Dios no está a merced de nuestra debilidad, sino a la de su amor. b) Cuando el sueño tomar carne: Jn 1,50-51 "Jesús dio (a Natanael): -¿Es porque te he dicho que me fijé en ti debajo de la higuera por lo que crees? Pues cosas más grandes verás. Y le dijo: -Sí, os lo aseguro: Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hombre". Ya no estamos en el sueño de Jacob, sino en la realidad de Jesús: los ángeles suben y bajan "por el hijo del hombre". Es decir: el sueño de Dios ha tomado carne en la realidad de Jesús. Al ver su "carne", su persona, podemos pensar con justeza que el sueño de Dios no ha sido una imaginación nuestra, sino que ha elegido la carne de Je-sús, su historia, para hacernos ver su indefectible decisión de mezclarse con lo nuestro, de meterse en el fondo de la vida, de acompañarnos para siempre, más allá de cual-quier debilidad. Su vida y su cruz es la verdadera escala que une lo de Dios y lo nuestro. c) La persona, ámbito de unión entre Dios y la historia: 1 Cor 6,19 "Sabéis muy bien que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros porque Dios os lo ha dado. No os pertenecéis, os han comprado pagando; pues glori-ficad a Dios con vuestro cuerpo". Al fin, nuestro "cuerpo" nuestra realidad histórica es donde habita el Espíritu, la realidad viva de Dios. O sea: el viejo sueño de Dios de mezclarse a lo nuestro, se une en nuestra carnalidad, en nuestra pobre carne. En nosotros se va cumpliendo el sueño de Dios, en nuestra familia biológica y humana, en nuestra comunidad, en nuestra sociedad, en nuestro mundo. Somos el rostro del sueño de Dios. Por eso hay que cuidarlo para que refleje de verdad, con humanidad, lo que Dios hace con nosotros, su fiel acompañarnos. 3. Profundización: a) Una espiritualidad de los sueños No habríamos de creer que eso es algo superficial. Ya hemos dicho que los sueños están en la espina dorsal de lo humano, en su estructura. Una espiritualidad de los sueños es aquella que los considera como un dinamismo de la persona y de la misma fe. Una fuerza que ayuda a entendernos, a celebrar, a encajar nuestra limitación. Basar esta espiritualidad en el sueño de Dios y en la concreción de Jesús le otorga densidad. No habrá que sucumbir a la fácil tentación de creer que los sueños son solamente sombras. b) Soñar lo de Dios con Dios No entra fácilmente en nuestro imaginario la idea de un Dios que tiene sueños y que su mayor sueño (mezclarse a lo nuestro) es la razón hermosa de nuestra fe en él. Habría que enriquecer el imaginario sobre Dios con estas perspectivas inusuales: Dios sueña que lo nuestro y lo suyo salen ganado cuando se mezclan. Un Dios menor, que nos sirve, que nos acompaña, que ha hecho voto de fidelidad a lo nuestro. Un Dios que ha quemado las naves viniendo "de su cielo" a nuestra historia para siempre, a hacer de lo nuestro, tan pobre, su verdadero cielo. c) Agradecer a Dios su sueño Agradecérselo entrañablemente, incomprensiblemente porque es incomprensible que Dios haya tomado una determinación tal. Agradecer en el no saber de su hondísima generosidad que casi ni la olfateamos. Agradecerle su fidelidad sin otro sentido que el de su hondo amor. Un agradecimiento místico, que se pliega sobre sí mismo por su incomprensibilidad. d) Misterio de sueños Eso es la encarnación, un misterio donde se mezcla el sueño de Dios con nuestros sueños limitados. Un misterio de sueños mezclados. Y creer que eso está a la base no solamente de nuestra experiencia creyente en la Navidad, sino en la base de misma vida. Mirar la realidad con los ojos de los místicos horizontales que traspasan la costra de lo que aparece a la vista para situarse en una profundidad que no se ve. 4. Caminos de vida 1) No sucumbamos al "realismo": Porque esa es la primera tentación: hay que ser realistas. ¿Es que la evidencia de los sueños no es real? ¿Es que, desde la fe, no es real la mezcla del camino de Dios y de los nuestros? Si el realismo es herramienta para no caer en las ensoñaciones, bienvenido sea. Pero si es para matar algo tan vivo como nuestros sueños o los de Dios, escapemos de él. 2) Valorar los humildes sueños: Porque esa es una objeción: nuestros sueños cotidianos son humildísimos, a veces rozan con la mezquindad. Somos así y esos son nuestros sueños. Valorémoslos más allá de pobreza porque en su oscuridad brilla una luz parecida a la que ilumina los ojos de Dios cuando nos dio a Jesús. 3) No abandonar los grandes sueños: Porque sean grandes y nos parezcan casi inalcanzables, no los abandonemos. El gran sueño de la fraternidad universal, el imprescindible sueño de la justicia, el sueño evangélico de que mengüe y desaparezca el llanto de los ojos de los pobres, el sueño de todos los estómagos llenos, el sueño de hacer retroceder a la muerte causada por humanos, etc. Sueños lejanísimos, pero si los dejáramos de lado, ¿cuál sería, entonces, el horizonte de nuestra vida? 4) Suscitar sueños: Porque eso no es engañar a las personas. Suscitemos sueños posibles, aunque hoy no puedan cumplirse. Hagamos que los ojos de sencillos, de los humildes, de los precarios, brillen con el brillo de una pequeña posibilidad, de una salida a sus situaciones. Contribuyamos a que los sueños de nuestras comunidades no mueran y se apaguen por nuestra causa. 5) Hablemos de nuestros sueños: No nos dé vergüenza, no pensemos que no tenemos derecho a hablar de ellos vista nuestra limitación, no consideremos que es inútil porque tales sueños nunca van a cumplirse del todo. Hablar de sueños es una de las formas más vivas de hacer fraternidad. Conclusión Celebremos este misterio de sueños que es la encarnación del Señor. Hagámoslo celebrando con regocijo el sueño de Dios, más allá de nuestras limitaciones. Celebremos acogiendo ese hermoso sueño de Dios y acogiendo nuestros sueños. Creámonos soñadores y soñadores en esta Navidad, y siempre. No hay sombra que pueda contra uno que sueña. Que la Navidad ablande y alegre nuestra entraña humana para acercarnos al sueño de Dios. Estamos en una temporada en que la Iglesia llama “año de la misericordia”. Para eso, el Papa en Roma y el obispo en las catedrales, abre simbólicamente la puerta para que descubramos que la comunidad cristiana es lugar de acogida.
Bonito gesto si lo llevamos a la vida: abrir puertas: - Abrir la puerta de nuestra casa a quienes lo necesiten. - Abrir las puertas de nuestro diálogo a los que quieran hablar. Siempre recordamos que en casa de nuestros padres entraban los pobres y se les ofrecía comida. ¿Quiénes llegan hoy a las puertas de nuestras casas? - El vecino para pedirme un favor. - El que me trae algo: fruta, dulces… - El que me llama por teléfono, whatsapp… para comunicarse. - Los inmigrantes y refugiados que nos piden sitio y acogida. Qué humano y qué cristianos son: - Pasar la puerta de la habitación de un enfermo. - Pasar la puerta de la cárcel para visitar o acompañar a un preso. - Pasar la puerta del Proyecto Hombre para apoyar la recuperación. - Pasar la puerta de tantas personas que sufren para llevarles un poco de consuelo Menos mal que no tenía puerta Siempre he visto que las Cuevas de Belén, del Nacimiento de Jesús, están sin puertas. Eso facilitó el que José y María pudiesen entrar y dar a luz a Jesús. Las demás casas, se ve que tenían la puerta cerrada. De nunca me han gustado las puertas cerradas. Hay refranes curiosos, como el que dice: “de la puerta cerrada el diablo huye”, defendiendo el cerrar las puertas. Hay quien cuenta que en algún momento le han entrado a robar a casa. Pero eso que es cierto, es una anécdota. Miles de personas entran en nuestras casas y nos aportan alegría, compañía, amistad,… Yo quiero tener la puerta de mi casa siempre abierta. Y eso significa que podéis entrar siempre en ella. Lo malo es que por la puerta principal, hay que tocar timbres, escaleras, (timbre 9) pero por los salones parroquiales, se puede entrar. Siempre que estoy aquí, las puertas están abiertas. Una puerta abierta ofrece acogida, ayuda, cercanía. Lo peor es poner murallas vallas, paredes, trincheras. Los habitantes de Belén se quedaron sin Jesús por tener la puerta cerrada. Demos al botón del amor Estamos tan modernizados que simplemente con presionar un botón, se abre una puerta para entrar en casa o meter el coche. Pues demos al botón del amor para dejar paso a los demás y acoger a quien lo necesita. Abrir puertas, pero sobre todo, abrir corazones. Acoger a las personas, sean como sean, piensen de una forma u otra. Escuchar y no imponer mis opiniones. Ofrecer ayuda, pero no imponerla. Facilitar la vida. ¿Sería muy bueno el que entre las cinco personas más queridas mías, estuviese alguien que sufre, lo pasa mal, resulta incómodo...? ¿Quién inventaría las fronteras, los cercos, la división entre países y pueblos y vecinos...? Campo abierto para todos. Que todos cabemos. ¡Qué triste es la casa donde nadie entra! Nuestro corazón es muy grande y en él caben cientos y miles de personas. Hoy día muchas casas tienen timbre o portero automático. Que siempre escuchemos y abramos a quien llega. Y como propuesta concreta: ¿Qué tal estaría si entre todas las parroquias de la zona abrimos un piso en Santo Domingo para acoger a los que no tienen vivienda? Sería una forma preciosa de celebrar la Navidad: abrir las puertas a Jesús que se disfraza de transeúnte, de pobre… Es una de las fiestas más antiguas que se conocen. “Epifanía” significa en griego manifestaciones, en plural. Hasta hace bien poco se conmemoraban este día tres hechos de la vida de Jesús: la adoración de los magos, la boda de Caná y el bautismo. En la actualidad se celebra en occidente la adoración de los magos, más conectada con la Navidad y como símbolo de la llamada de todos los pueblos a la salvación ofrecida por Dios en Jesús.
El relato que hoy leemos del evangelio de Mt, no hay la más mínima posibilidad de que sea histórico. Esto no nos debe preocupar en absoluto, porque lo que se intenta con esa “historia” es dar un mensaje teológico. Dios se está manifestando siempre. El que lo descubre tiene que convertirlo en imágenes para poder comunicarlo a los que no lo han descubierto. Si se quedan en la imagen, no descubrirán la realidad. Dios se manifiesta siempre. Nosotros descubrimos esa presencia, solo en circunstancias muy concretas. El concebir la acción de Dios como venida de fuera y haciendo o deshaciendo algo en el mundo terreno, sigue jugándonos muy malas pasadas. Muchas veces he intentado explicar como es la actuación de Dios, pero acepto que es muy difícil de comprender, después de tanto tiempo creyendo en un Dios remedio de todos los males, apto para deshacer cualquier entuerto. Pensemos, por ejemplo, en el comienzo de la mayoría de las oraciones de la liturgia: “Dios todopoderoso y eterno… para terminar poniendo el cazo.” La expresión más simple de la teología escolástica reza así: Dios es acto puro. Quiere decir, que en Él no existe ni rastro de “potencia” (en sentido filosófico, capacidad posibilidad de ser o de actuar). En Dios no hay ninguna posibilidad de ser o de actuar que no esté colmada. El ser “nadapoderoso” no le viene por falta de poder, sino porque ya lo ha realizado todo. No pude hacer nada. Si Dios empezara a hacer algo, antes de hacerlo no sería perfecto, porque todo acto lleva consigo un enriquecimiento, por lo tanto no sería Dios. Si Dios dejara de hacer algo, perdería una perfección y dejaría de serlo. Debemos superar el concepto que tenemos de Dios creador. Dios no puede desentenderse de la criatura, como hacemos nosotros al ‘crear’ algo. La cosa creada es manifestación de Dios, que está ahí sosteniendo en el ser a su criatura, entregado totalmente a ella. Imaginad que la creación es la imagen que se refleja en el espejo. Si quitamos del medio la realidad reflejada, el espejo no podría reflejar ninguna imagen. Dios crea porque es amor y en la creación manifiesta su capacidad de darse. Al crear Dios solo puede buscar el bien de las criaturas, no puede esperar nada para Él. En contra de lo que nosotros creemos, la creación no falla nunca; para Dios todo está en orden y equilibrio en cada momento. En el Génesis se repite una y otra vez, que lo que iba haciendo Dios era “bueno”, pero cuando llega a la creación del ser humano dice que era todo “muy bueno”. La idea de un Dios que tiene que estar constantemente haciendo chapuzas con la creación, es mezquina. La idea de una salvación como reparación de una creación que le salió mal, es consecuencia de un maniqueísmo mal disimulado. Cada ser humano puede no ser consciente de lo que es y vivir como lo que no es, pero en el fondo seguirá siendo criatura de Dios y como tal, único y perfecto. Podemos seguir diciendo, que Dios actúa en la historia, que se sigue manifestando en los acontecimientos, pero conscientes de que es una manera impropia de hablar. Con ello queremos indicar que el hombre, en un momento determinado, se da cuenta de la presencia de Dios, y para él es como si en ese momento Dios se hiciera presente. Como Dios está en todas sus criaturas, y en todos los acontecimientos, está en ese momento. La manifestación de Dios es siempre la misma para todos, pero sólo algunos, en circunstancias concretas, llegan a descubrir su teofanía. La presencia de Dios nunca puede ser apodíctica, nunca se puede demostrar, porque no tiene consecuencias que se puedan percibir por los sentidos y por lo tanto no se puede obligar a nadie a admitir esa presencia. Es indemostrable. Tener esto claro equivaldría a desmontar todo el andamiaje de las acciones espectaculares como demostración de la presencia del poder de Dios. No digamos nada cuando ese poder se quiere poner al servicio de los “buenos”, e incluso, en contra de los “malos”. Pascal decía: “Toda religión que no confiese que Dios es un Dios escondido, es falsa”. La gran paradoja está en que Dios es a la vez, el Dios que se revela siempre y el Dios que siempre está escondido. La experiencia de todos los místicos les llevó a concluir que Dios es siempre el ausente. S. Juan de la Cruz lo dejó muy claro: "A donde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido. Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras de ti clamando y eres ido." Y el místico sufí persa Djelal Eddin Rumi dice: "Calla mi labio carnal. Habla en mi interior la calma, voz sonora de mi alma, que es el alma de otra Alma eterna y universal. ¿Dónde tu rostro reposa, Alma que a mi alma das vida? Nacen sin cesar las cosas, mil y mil veces ansiosas de ver Tu faz escondida.” Veamos algunas conclusiones teológicas del relato de los Magos. No hace referencia a personas concretas, sino a personajes. No eran reyes, sino ‘magos’, es decir sabios que escudriñaban el cielo para entender mejor lo que pasaba en la tierra. Porque estaban buscando, descubrieron, encontraron. Fijaros que lo descubren los que estaban lejos, pero no se enteraron de nada lo que estaban más cerca del niño. Para descubrir la presencia de Dios, lo único definitivo es la actitud. Al descubrir algo sorprendente, se pusieron en camino. No sabían hacia donde, pero arriesgaron. Otro mensaje importantísimo para los primeros cristianos, casi todos judíos, es que todos los seres humanos están llamados a la salvación. Para nosotros hoy esto es una verdad obvia, pero a ellos les costó Dios y ayuda salir de la conciencia de pueblo elegido. Pablo lo propone como un misterio que no había sido revelado en otro tiempo: “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la de la promesa”. Lo definitivo no es pertenecer al pueblo elegido, sino estar en sincera búsqueda. Preguntan por un Rey, contrapuesto al rey Herodes. La ciudad se sobresaltó con él, es decir identificada con el rey en su tiranía. Es Herodes el que lo identifica con el Mesías. Los sacerdotes y escribas “sabían” donde tenía que nacer, pero no experimentan ninguna reacción ante acontecimiento tan significativo. Una vez más se demuestra que el conocimiento puramente teórico no sirve de nada. El signo de la presencia extraordinaria de Dios en una vida humana era la estrella. Se creía que el nacimiento de todo personaje importante estaba precedido por la aparición de una estrella en el cielo. El relato nos dice que la estrella de Jesús, solo la pudo ver el que está mirando al cielo. El que está mirando a la tierra, nunca descubrirá la estrella. Solo los que esperan y buscan algo nuevo, están en condiciones de aceptar esa novedad. Para los magos, lo ya conocido no les satisfacía, por eso siguen escudriñando el cielo para poder detectar la gran novedad de Jesús. En Jerusalén nadie la descubre. Los dones que le ofrecen, son símbolo de lo que significa aquel niño para los primeros cristianos después de haber interpretado su vida y su mensaje. El oro, el incienso y la mirra son símbolos místicos de lo que el niño va a ser: el oro era el símbolo de la realeza; El incienso se utilizaba en todos los cultos que solo se tributan a Dios; la mirra se utilizaba para desparasitar el cuerpo y para embalsamar, como hombre. meditación-contemplación Dios se manifiesta siempre y en toda criatura. ¿Por qué no lo descubro? Muy sencillo: O busco un dios que no existe. O le busco donde no está. O le busco con la razón y no con el corazón. ....................... No hay que buscar a Dios, sino la luz que nos permita verlo en todas partes. Al entrar en una habitación, no busco la lámpara, sino el interruptor. Una vez pulsado, instantáneamente se hace la luz. ................. Puede llevar mucho tiempo encontrar el interruptor. Sigue tanteando, en cualquier momento lo descubrirás. Tú no eres la habitación iluminada por UNA lámpara. Eres la LÁMPARA que se transforma en LUZ. El autor del primer evangelio (el de Mateo), que probablemente vive en Antioquía de Siria, lleva años viviendo una experiencia muy especial: aunque Jesús fue judío, la mayoría de los judíos no lo aceptan como Mesías, mientras que cada vez es mayor el número de paganos que se incorporan a la comunidad cristiana. Algunos podrían interpretar este extraño hecho de forma puramente humana: los paganos que se convierten son personas piadosas, muy vinculadas a la sinagoga judía, pero no se animan a dar el paso definitivo de la circuncisión; los cristianos, en cambio, no les exigen circuncidarse para incorporarse a la iglesia.
Mateo prefiere interpretar este hecho como una revelación de Dios a los paganos. Para expresarlo, se le ocurre una idea genial: anticipar esa revelación a la infancia de Jesús, usando un relato que no debemos interpretar históricamente, sino como el primer cuento de Navidad. Un cuento precioso y de gran hondura teológica. Y que nadie se escandalice de esto. Las parábolas del hijo pródigo y del buen samaritano son también cuentecitos, pero han cambiado más vidas que infinidad de historias reales. La estrella Los antiguos estaban convencidos de que el nacimiento de un gran personaje, o un cambio importante en el mundo, era anunciado por la aparición de una estrella. Orígenes escribía en el siglo III: “Se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la tierra siempre han aparecido astros de este tipo que presagiaban revoluciones en el imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo. Yo mismo he podido leer en el Tratado de los Cometas, del estoico Queremón, que han aparecido a veces en vísperas de algún acontecimiento favorable; de lo que nos proporciona numerosos ejemplos” (Contra Celso I, 58ss). Sin necesidad de recurrir a lo que pensasen otros pueblos, la Biblia anuncia que saldrá la estrella de Jacob como símbolo de su poder (Nm 24,17). Este pasaje era relacionado con la aparición del Mesías. El bueno: los magos De acuerdo con lo anterior, nadie en Israel se habría extrañado de que una estrella anunciase el nacimiento del Mesías. La originalidad de Mt radica en que la estrella que anuncia el nacimiento del Mesías se deja ver lejos de Judá. Pero la gente normal no se pasa las noches mirando al cielo, ni entiende mucho de astronomía. ¿Quién podrá distinguirla? Unos astrónomos de la época, los magos de oriente. La palabra “mago” se aplicaba en el siglo I a personajes muy distintos: a los sacerdotes persas, a quienes tenían poderes sobrenaturales, a propagandistas de religiones nuevas, y a charlatanes. En nuestro texto se refiere a astrólogos de oriente, con conocimientos profundos de la historia judía. No son reyes. Este dato pertenece a la leyenda posterior, como luego veremos. El malo: Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas La narración, muy sencilla, es una auténtica joya literaria. El arranque, para un lector judío, resulta dramático. “Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes”. Cuando Mt escribe su evangelio han pasado ya unos ochenta años desde la muerte de este rey. Pero sigue vivo en el recuerdo de los judíos por sus construcciones, su miedo y su crueldad. Es un caso patológico de apego al poder y miedo a perderlo, que le llevó incluso a asesinar a sus hijos y a su esposa Mariamme. Si se entera del nacimiento de Jesús, ¿cómo reaccionará ante este competidor? Si se entera, lo mata. Un cortocircuito providencial Y se va a enterar de la manera más inesperada, no por delación de la policía secreta, sino por unos personajes inocentes. Mt escribe con asombrosa habilidad narrativa. No nos presenta a los magos cuando están en Oriente, observando el cielo y las estrellas. Omite su descubrimiento y su largo viaje. La estrella podría haberlos guiado directamente a Belén, pero entonces no se advertiría el contraste entre los magos y las autoridades políticas y religiosas judías. La solución es fácil. La estrella desaparece en el momento más inoportuno, cuando sólo faltan nueve kilómetros para llegar, y los magos se ven obligados a entrar en Jerusalén. Nada más llegar formulan, con toda ingenuidad, la pregunta más comprometedora: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarlo”. Una bomba para Herodes. El contraste Y así nace la escena central, importantísima para Mt: el sobresalto de Herodes y la consulta a sacerdotes y escribas. La respuesta es inmediata: “En Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas”. Herodes informa a los magos y éstos parten. Pero van solos. Esto es lo que Mt quiere subrayar. Entre las autoridades políticas y religiosas judías nadie se preocupa por rendir homenaje a Jesús. Conocen la Biblia, saben las respuestas a todos los problemas divinos, pero carecen de fe. Mientras los magos han realizado un largo e incómodo viaje, ellos son incapaces de dar un paseo de nueve kilómetros. El Mesías es rechazado desde el principio por su propio pueblo, anunciando lo que ocurrirá años más tarde. Los magos no se extrañan ni desaniman. Emprenden el camino, y la reaparición de la estrella los llena de alegría. Llegan a la casa, rinden homenaje y ofrecen sus dones. Estos regalos se han interpretado desde antiguo de manera simbólica: realeza (oro), divinidad (incienso), sepultura (mirra). Es probable que Mt piense sólo en ofrendas de gran valor dentro del antiguo Oriente. Un sueño impide que caigan en la trampa de Herodes. Los Reyes magos no son los padres, somos nosotros A alguno quizá le resulte una interpretación muy racionalista del episodio y puede sentirse como el niño que se entera de que los reyes magos no existen. Podemos sentir pena, pero hay que aceptar la realidad. De todos modos, quien lo desee puede interpretar el relato históricamente, con la condición de que no pierda de vista el sentido teológico de Mt. Desde el primer momento, el Mesías fue rechazado por gran parte de su pueblo y aceptado por los paganos. La comunidad no debe extrañarse de que las autoridades judías la sigan rechazando, mientras los paganos se convierten. La mitificación de la estrella La estrella ha atraído siempre la atención, y sigue ocupando un puesto capital en nuestros nacimientos. Mt, al principio, la presenta de forma muy sencilla, cuando los magos afirman: “hemos visto salir su estrella”. Sin embargo, ya en el siglo II, el Protoevangelio de Santiago la aumenta de tamaño y de capacidad lumínica: “Hemos visto la estrella de un resplandor tan vivo en medio de todos los astros que eclipsaba a todos hasta el punto de dejarlos invisibles”. Y el Libro armenio de la infancia dice que acompañó a los magos durante los nueve meses del viaje. En tiempos modernos incluso se ha intentado explicarla por la conjunción de dos astros (Júpiter y Saturno, ocurrida tres veces en 7/6 a.C.), o la aparición de un cometa (detectado por los astrónomos chinos en 5/4 a.C.). Esto es absurdo e ingenuo. Basta advertir lo que hace la estrella. Se deja ver en oriente, y reaparece a la salida de Jerusalén hasta pararse encima de donde está el niño. Puesta a guiarlos, ¿por qué no lo hace todo el camino, como dice el Libro armenio de la infancia? ¿Y cómo va a pararse una estrella encima de una cuna? Para Dios «nada hay imposible», pero dentro de ciertos límites. El número y nombre de los magos En el Libro armenio de la infancia (de finales del siglo IV) se dice: “Al punto, un ángel del Señor se fue apresuradamente al país de los persas a avisar a los reyes magos para que fueran a adorar al niño recién nacido. Y éstos, después de haber sido guiados por una estrella durante nueve meses, llegaron a su destino en el momento en que la Virgen daba a luz... Y los reyes magos eran tres hermanos: el primero Melkon (Melchor), que reinó sobre los persas; el segundo, Baltasar, que reinó sobre los indios, y el tercero, Gaspar, que tuvo en posesión los países de los árabes”. Para Mt, el dato esencial es que no son judíos, sino extranjeros. Según Justino proceden de Arabia. Luego se impone Persia. En cuanto al número, la iglesia siria habla de doce. El contraste entre la primera lectura y el evangelio La liturgia parece ver en el relato de los magos el cumplimiento de lo anunciado en el libro de Isaías (Is 60,1-6). ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor. Sin embargo, la relación es de contraste. En Isaías, la protagonista es Jerusalén, la gloria de Dios resplandece sobre ella y los pueblos paganos le traen a sus hijos, los judíos desterrados, la inundan con sus riquezas, su incienso y su oro. En el evangelio, Jerusalén no es la protagonista; la gloria de Dios, el Mesías, se revela en Belén, y es a ella adonde terminan encaminándose los magos. Jerusalén es simple lugar de paso, y lugar de residencia de la oposición al Mesías: de Herodes, que desea matarlo, y de los escribas y sacerdotes, que se desinteresan de él. Me encantaría hacer un experimento: repartir hojas con los versículos del evangelio de hoy en un lugar público y pedir a la gente que escriba lo que cree que dice este texto, subrayando aquellas frases que les animen a vivir con felicidad y coherencia. Imaginemos qué escribirían.
¿El Verbo es algo significativo para los hombres y mujeres de hoy? ¿Nos mueve y conmueve que el Verbo sea la luz verdadera que nos alumbra? ¿Tenemos experiencias significativas de oscuridad? ¿Cuál es la gloria del Unigénito del Padre? ¿El testimonio de Juan Bautista nos ayuda hoy a creer? No se trata de tirar por tierra este texto del evangelio sino de darnos cuenta de la distancia cultural que hay entre enero de 2016 y el año 100 (fecha aproximada en la que se escribió). Entonces se había extendido la corriente llamada gnosis, que estaba muy preocupada por conseguir la salvación humana; se lograría gracias al conocimiento revelado (gnosis). Palabras como camino, verdad, luz y tinieblas eran utilizadas por los gnósticos habitualmente. También este evangelio muestra la impronta helenista. ¿Qué podemos hacer ante esta distancia cultural con el texto? Sugiero dejar a un lado aquellas frases que hoy nos enredan o complican su lectura. Por ejemplo, las referentes a Juan Bautista, porque su figura ya ha estado presente este adviento. El texto de hoy quiere resaltar que Juan no era la luz, porque la única luz es Jesús. El Bautista tuvo muchos seguidores y hubo momentos en los que en las primeras comunidades tuvieron que aclarar cuál fue la identidad y misión de Juan respecto a la de Jesús. Vamos a intentar traducir estas dos frases que “tocan nuestra vida” y que pueden transformarla: “Vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron les dio poder de ser hijos de Dios” “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” ¿Somos conscientes de que somos “casa de Dios”? El hecho de estar habitados y habitadas por Dios nos da una dignidad que nada ni nadie nos puede robar. Es importante intercalar en estas frases nuestro propio nombre. Vino a… (mi nombre)… y no le he recibido porque ni siquiera soy consciente de su venida. Se ha hecho carne de mi carne, desde la eclosión de mi ser, y me invita a vivir el misterio de la encarnación como un don de valor incalculable. Se ha encarnado en toda la naturaleza humana, en cada hombre y mujer, y esa es la raíz de la fraternidad. Sólo el miedo nos impide ver esa encarnación profunda, misteriosa, y nos quedamos en las apariencias. Sólo el miedo nos hacer ver con más claridad lo que nos separa que lo que nos une. Jesús es como una Palabra que nos conmueve, que toca lo más hondo de nuestro ser, y nos ofrece otro vocabulario: fraternidad, misericordia, providencia, salvación, manantial de vida… Jesús es como una Luz distinta de las que usamos en nuestra vida cotidiana. Una luz que se abre paso en nuestras tinieblas personales y en las de la humanidad para mostrarnos que llevamos tatuados la huella del Abbá donde antes sólo veíamos barro. Por dos veces en este corto tiempo de Navidad, nos propone la liturgia este evangelio. Ni en dos ni en diez homilías agotaríamos el contenido de esta página de la Escritura; sin duda la más sublime que se haya escrito nunca. Por eso mismo es tan difícil de comprender. Cualquier explicación que demos, será siempre provisional y limitada porque solo la experiencia interior nos puede aproximar y nunca llegaremos a comprender del todo.
La tercera frase podría traducirse por “un ser divino era el proyecto”, puesto que “Theos” no lleva artículo. Ese inconsciente cambio de perspectiva, demuestra la dificultad que seguimos teniendo para aceptar, en toda su dimensión, el misterio de la encarnación. No terminamos de creernos que Dios se ha hecho hombre, y hacemos decir al evangelio lo que no dice. Haciendo Dios a Jesús nos dispensamos de aceptar a un Dios fundido con lo humano. No es el hombre el que tiene que escalar las alturas del cielo, ha sido Dios el que se ha abajado y ha compartido su ser con el hombre. Eso es lo que significa la encarnación. Por medio de Jesús, podemos llegar a saber lo que es Dios. Pero un Dios que no está ya en la estratosfera, ni en los templos sino en el hombre en todo ser humano. "... estaba junto a Dios": Esta frase expresa a la vez dos cosas: Proximidad y distinción. El (pros ton theon) sería: estaba "junto a", "vuelto hacia" Dios. El adverbio "pros" puede tener sentido estático o dinámico, de compañía o de movimiento. El sentido más aproximado sería: En íntima unión con Dios, Fruto de una relación, sin considerarlo absolutamente idéntico a Él. Recordemos que el mismo Jn nos dice: "El Padre es mayor que yo". Aunque también dice: "Yo y el Padre somos uno". Para un judío era imposible aceptar otro ser equiparado a Dios. Para ellos Dios era el único y totalmente otro. En cambio para los griegos, el peligro estaba en interpretar la existencia de otro ser igual a Dios como politeísmo. La primera comunidad cristiana se desarrolló entre las dos culturas. Y tuvo mucha dificultad para expresar la realidad de Jesús en relación a Dios. “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Otro texto que solemos entender al revés. La iluminación viene precisamente porque ha llegado la Vida. Esta idea va más allá de la mentalidad judía. Para ellos la Ley era la luz que ilumina y salva. Sin luz (Ley) no podía haber vida (salvación). La idea de que la Vida es anterior a la luz, es clave para entender el evangelio de Juan. Dios por medio de la Palabra, comunica la Vida, y es esta Vida la que da luz, la que permite la comprensión de lo que es Jesús y de lo que es Dios. Se entiende mal a Jn, si se quiere ver en Jesús un maestro de verdades que dan vida. Jesús es dador de Vida, porque nos hace descubrir la que el Padre le ha dado a él. Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron. Con frecuencia nos pasamos por alto esta seria advertencia repetida tres veces en distintos versículos. En Jesús se hizo patente esa presencia de Dios, pero a pesar de ello, muy pocos de los que estaban a su alrededor fueron capaces de descubrir esa presencia. Hasta a los más íntimos, que vivieron con él durante años, les costó Dios y ayuda descubrir la realidad de Jesús. Hoy la culpa de que el mundo siga sin reconocer a Jesús, la tenemos los que decimos seguirle. Hablamos demasiado de Jesús, pero la verdad es que a la hora de vivir como él, dejamos mucho que desear. Si todos los que nos llamamos cristianos viviéramos como él vivió, todo cambiaría. “Pero a cuantos le recibieron les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”. Recibir a Cristo significa creer en él, identificarse con él, repetir la actitud y la relación con Dios que él mismo tuvo. “Les dio poder para ser hijos de Dios”, no quiere decir que, desde fuera se haya añadido algo a lo que eran. Se trata de un descubrimiento y vivencia de una realidad que está en todos y cada uno de los seres humanos. No se trata de negar la originalidad de Jesús. Jn deja muy clara la diferencia entre ser Hijo referido a Jesús y ser hijos, referido a nosotros. Determinar esa diferencia es una de las claves para poder entender todo el mensaje de Juan. "Subo a mi Padre y vuestro Padre..." En el AT, el título de hijo de Dios se aplicaba: a) A los ángeles. b) Al rey. c) Al pueblo judío en su conjunto. Ninguna de estas ideas sirve para comprender lo que Juan quiere decir. Los primeros cristianos “Hijo de Dios” lo entienden en sentido mesiánico, el enviado a cumplir una tarea de salvación. Nada que ver con la generación ni con su identidad sustancial con la divinidad. El mensaje de Jn va más allá de todo lo que podemos encontrar en el AT y en la primera comunidad sobre un Mesías Salvador. Este lenguaje es fruto de setenta años de experiencia mística cristiana y muestra una comprensión de Jesús que no podían tener los apóstoles ni sus primeros seguidores. A pesar de lo dicho, la raíz de la idea de Hijo que Jn quiere trasmitirnos, hay que buscarla en la Sabiduría de los libros sapienciales. Como veíamos en la primera lectura de hoy, la Sabiduría, existía antes de la creación, participaba de la vida divina y era el agente de la creación y salvación. Esta idea unida a la cristología mesiánica da origen a la genial visión de Juan: "Hijo de Dios" o simplemente "el Hijo". El ser preexistente, vuelto hacia el Padre, que se hace carne para llevar a cabo el encargo (proyecto) del Padre: hacernos hijos. Para la mentalidad semita, hijo es aquel cuya actividad corresponda a la del Padre. En el 5,19 dice Jesús: "Un hijo no puede hacer nada que no vea hacer al Padre". Tenemos aquí una perspectiva nueva para entender lo que quiere decir el NT con los conceptos de Padre e Hijo. Para un semita, era verdadero hijo el que obedecía en todo al Padre; el que salía al padre. Cuando a una persona se le quería introducir en el ámbito de la familia se le llamaba hijo. Lo más importante de ser hijo, no es la dependencia biológica, sino actuar como el padre actúa. Que Jesús es Hijo de Dios no lo adivinamos porque comprendamos su naturaleza, sino por ver que actúa como Dios. Nacer de Dios sería actuar como Dios. El seguimiento nos capacita para actuar como Dios. Esto es lo que hizo Jesús. “Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. Jn no da ninguna importancia a la procedencia biológica de Jesús. Después de dejar clara su preexistencia, comienza su evangelio con el verdadero nacimiento, el del Espíritu. Dice el Bautista: “Yo he visto al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él”. Aquí se deja claro que la generación biológica no tiene ninguna importancia. Lo que verdaderamente importa es nacer de Dios. A Nicodemo le dice Jesús: “Hay que nacer de agua y de Espíritu”; “Lo que nace de la carne es carne...” “Y la Palabra se hizo carne...” Carne es el hombre sometido a su debilidad, pero susceptible de recibir el Espíritu. Carne no es lo contrario de espíritu, sino la posibilidad de que el espíritu se manifieste. En la antropología judía no existía el concepto de alma y cuerpo. Para ellos el ser humano era un todo indivisible; pero se podía descubrir en él distintos aspectos: hombre carne, hombre cuerpo, hombre alma, hombre espíritu. Cuando nos dice que “se hizo carne”, quiere decir que la Palabra asumió la humanidad en su totalidad hasta lo más bajo del ser humano. Quiere decir que la revelación definitiva de Dios, no es una sombra, un sueño, una ilusión óptica, sino una realidad tangible. La revelación de Dios no es una enseñanza, sino su misma persona. Al hacerse carne, la Palabra ni dejó de ser Palabra, ni dejó de ser Dios. Al contrario, al hacerse carne la Palabra desarrolla su función al máximo. La finalidad de la palabra es comunicar. En la encarnación Dios se comunica de modo insuperable. En la encarnación la Palabra sigue siendo Dios, pero manifestado, Dios-con-nosotros. El hombre entero es la nueva localización de la presencia de Dios. Ya no debemos buscar a Dios en la tienda del encuentro ni el templo, sino en el hombre. Meditación-contemplación La luz brilla más en la tiniebla. Es la tiniebla la que necesita de la luz. Nos pasamos la vida maldiciendo de las tinieblas que nos rodean, pero hacemos muy poco por iluminar esa tiniebla. ……………………… Tu vida es la que tiene que ser luz que ilumina. La Vida de Dios que te atraviesa tiene que reflejarse en todo momento. Mientras más oscuridad haya, más preciosa será tu luz. …………………… La lámpara no tiene que hacer nada para iluminar, solo dejar que la corriente le atraviesa. No pienses que eres tú el que tienes que iluminar. Es la Vida de Dios la que se hace luz en ti. Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano, Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.
La historia de la Sabiduría de Dios 1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo (Proverbios 8,22-36). El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los océanos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban encajados los montes, antes de las montañas fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba ni los primeros terrones del orbe. 2ª etapa: la Sabiduría y la creación Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano; cuando sujetaba las nubes en la altura y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, y las aguas no traspasaban su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia; jugaba con la bola de la tierra disfrutaba con los hombres. Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico, 24). Por todas partes busqué descanso y una heredad donde habitar. Entonces el creador del universo me ordenó, el creador estableció mi morada: Habita en Jacob, sea Israel tu heredad. En la santa morada, en su presencia ofrecí culto y en Sión me establecí; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada (Proverbios 1,22-25). Os llamé, y rehusasteis; extendí mi mano, y no hicisteis caso; rechazasteis mis consejos, no aceptasteis mi reprensión. En resumen: la sabiduría de Dios está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación, disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso. La historia de la Palabra El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la Palabra. Primera etapa: la Palabra junto a Dios Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios; ella estaba al principio junto a Dios. Hay una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en presencia de Dios. Segunda etapa: la Palabra y la creación Todo fue hecho mediante ella, y sin ella no se hizo nada de lo hecho. Lo que surgió en ella fue la vida, y la vida era la luz de los hombres; y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no consiguió derrotarla. Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo: todo fue creado por la Palabra de Dios. El sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar..., el mármol, la madera, el cristal... Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla. Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora. Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo. En el mundo estaba, y aunque el mundo se hizo mediante ella, el mundo no la conoció. El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría. Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza ¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa: Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros. La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar. Y la Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros y contemplamos su gloria, gloria de Hijo único del Padre, pleno de gracia y de lealtad. Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Del optimismo ingenuo al realismo mágico La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa. Pero a los que la recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios. Y este grupo contempla su gloria, y de su plenitud recibe gracia tras gracia. |
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