Imagínate un Cristiano de la primera generación, que acogió el Evangelio de boca del propio San Pablo. Pero desde que éste se había ido para predicar en otras partes, lo único que alimentaba su fe eran las cartas que Pablo de vez en cuando escribía (pues los cuatro Evangelios todavía no existían: fue- ron escritos unos 50 años después). Un tal Cristiano ¿qué habrá sabido de Cristo mismo? Pues en sus cartas Pablo nunca habla de su nacimiento, su juventud, su vida pública o su Pasión sangrienta. Lo único que informa es: que murió en la cruz y luego resucitó. – Gracias a Dios que, después, los Evangelistas nos han informado más sobre la vida de Jesús, su predicación, sus actuaciones, sus milagros, y su Pasión- Resurrección. En concreto, el relato sobre su Pasión-Resurrección ocupa gran parte de los Evangelios.
Hoy leemos la Pasión según la versión de San Lucas (capítulos 22 y 23). Como todos conocemos en grandes líneas la Pasión del Señor, voy a concentrarme en aquellos aspectos que diferencian la ver- sión de San Lucas de la manera como los otros evangelistas la presentan. – La Última Cena (22.14-38) En este segmento vale analizar seis pasajes en que Lucas se diferencia de los otros Evangelios: 1/ v.14-20 se refieren a la Cena Pascual (v.14-18) así como Jesús, igual que todos los Israelitas, cada año solía celebrarla como ‘memorial’ de la liberación de Egipto y de la Alianza que Dios entonces estableció con Israel. Era una comida sagrada a base de cordero (llamado ‘pascua’) y vino. – Después (v.19-20) Jesús inaugura la Nueva Alianza entre Dios y la humanidad entera, expresada y fundada en su propio Cuerpo y Sangre como del Cordero de Dios. Y nos encarga: “Haced esto en conmemoración mía” (v.19). Más que los otros Evangelistas, Lucas quiere claramente diferenciar la Vieja Alianza de la Nueva (vea Jer.31.31-34), que Jesús inaugura en la Pasión que empieza esta misma noche. – 2/en v.21-38 Lucas presenta un ‘discurso de despedida’, así como los historiadores solían poner en boca de su protagonista cuando éste iba a morir (otro ejemplo, mucho más extenso, es Jn.14-17). - Algunos detalles: (1) Cuando Jesús exclama “¡Ay de aquél por quien soy entregado!” (v.22), su dolor no es por sí mismo, sino por Judas: le rompe el corazón el que alguien que, durante tres años, ha sido su amigo y compañero, esté en peligro de perderse eternamente. Llora por Judas, no por sí: por Judas solo ya habría derramado su sangre (vea v.48). – (2) “Reinar es servir” (v.27): esta realeza servicial la practicó Jesús mismo en esta cena, cuando les lavó los pies a los discípulos (Jn.13.4-15). – (3) En v.28-30 Jesús habla como Rey que, en sus pruebas, recibió apoyo y compañía de sus amigos (y que, según Lucas, nunca lo abandonarán en su Pasión: vea 22.39 y 531; 23.49). Por esto, como Rey les promete ahora participación en su gobierno regio “para gobernar a las doce tribus del (nuevo) Israel”. Por esto, ahora desde el cielo los amigos de Jesús nos siguen asistiendo aquí en la tierra. – (4) La desgracia de la caída de Pedro (v.31-34) se volvió ‘gracia’: porque así experimentó su propia debilidad y su urgente necesidad de que el Señor mismo actuara en él con su poder. Así, la ‘infalibilidad’ de Pedro (y de sus sucesores) des- cansa exclusivamente sobre la promesa del Señor: “Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca”. Mientras nos cobijemos bajo la protección de la continua oración de Jesús por nosotros, “el Maligno no nos puede tocar” (I Jn.5.18). – (5) Mientras tanto, nos envía por el mundo (v.35-38), para ser sus testi- gos: ¡sin miedo!, pues nos asegura: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Pero os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre toda potencia enemiga: y nada os podrá hacer daño,... pues vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lc.10.18 y 20). – Lucas ‘Suaviza’ el Horror de la Pasión 1/ En Getsemaní, cuando Judas lo traiciona mediante un beso, Jesús, en vez de rechazarlo lejos de sí, todavía trata de ganárselo: lo abraza y le dice: “Judas, si de todos modos tienes que traicionarme, 1 Entre 22.53 y 22.54 falta lo que dicen Mc.14.50 y Mt.26.56: “Todos los discípulos lo abandonaron y huyeron”. ¿tienes que hacerlo mediante el beso de nuestra amistad?”(22.47-48). Además, a Malco le cura la oreja: pues “haz el bien a los que te odian” (22.51; Mt.5.44). – 2/ Cuando Pedro, no una sola vez como Judas, sino tres veces niega a Jesús y así lo ‘traiciona’, “el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro recordó las palabras del Señor: ‘hoy mismo me negarás tres veces’, salió fuera y rompió a llorar amargamente” (22. 61-62): ¡aún a nosotros se nos rompe el corazón! – 3/ En Getsemaní no se postró ‘desesperado’ en tie- rra, ni siente pavor, angustia, tristeza hasta punto de morir, buscando tres veces en vano consuelo en los discípulos (como en Mc.14.33-34), sino ora una sola vez, de rodillas, en espíritu de voluntaria obediencia al Padre (22.41-42)2. – 4/ Mientras Mc.14.50 y Mt.26.56 dicen que todos los discípulos abandonaron a Jesús, Lucas evita decir esto (vea Lc.22.39 y 53; 23.49): porque los ‘necesita’ como testigos oculares de todo este drama. Pues, según Hch.1.21-22, el criterio para que alguien pueda ser uno de los doce Após- toles (= testigo fidedigno del misterio de Jesús) es: que haya andado con Jesús todo el tiempo, desde su bautismo hasta su ascensión. Por tanto, aunque fuera “de lejos” (23.49), los discípulos son “testigos pre- senciales” de todas las fases de la Pasión de Jesús. – 5/ Lucas ‘suaviza’ la Pasión: no menciona la corona de espinas, tampoco la flagelación inhumana, ni la burla del homenaje como rey (como en Mc.15.16-20). En vez de ‘flagelar’, pone en boca de Pilatos dos palabras más suaves que significan ‘castigar’ (22.63; 23.16 y 22); además, tres veces Pilatos declara que Jesús es inocente (23.4 y 15 y 22). – 6/ Solo Lucas (23.27-31) menciona que las mujeres de Jerusalén lo seguían llorando y compadeciéndose de él, - y que Jesús les dirigió una predicción fatídica sobre la próxima destrucción de la Ciudad Santa (como en efecto ocurrió en el año 70): “pues, si en el leño verde ya hacen esto, ¿qué se hará en el seco?”(v.31). - Tres de las “Siete Palabras” Marcos (15.34) y Mateo (27.46) tienen una sola palabra de Cristo en la cruz: “¡Dios mío, ¿por qué me desamparaste?!” – En Lucas y Juan falta este grito desesperado, pero cada uno tiene tres otros. En Juan: “Mujer, he aquí a tu hijo” (19.26), “Tengo sed” (v.28) y “Todo está cumplido” (v.30). – En Lucas: 1/ “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (23.34). – Esta palabra convenció al filó- sofo Federico Nietzsche que Jesús enseña una moral para esclavos: gente pequeña, enclenque, débil, in- capaz de hacerse valer en la sociedad. – Pero en Jesús vemos que perdonar a ofensores sólo le es posi- ble a la persona realmente grande: el que sabe que, unido a Cristo, su valía depende sólo de él mismo, no de otros, - mientras comprende la debilidad del otro. En el cielo Jesús está orando por todos los hom- bres ‘débiles’: que pecan, violan, odian, etc. Él es nuestro Gran Intercesor ante el Padre como “Mediador de la Nueva Alianza, y de la aspersión de su sangre que habla mejor que la de Abel” (Hbr.12.24). - 2/ “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso” (v.43). – El drama de la Pasión ilustra el contraste entre los que se endurecen en el mal, cerrándose ante Jesús, como Judas y el ladrón ‘malo’, - y los que se abren al perdón, como Pedro y el Buen Ladrón. - Además, el Paraíso está abierto por igual a la Madre de Jesús que nunca cometió pecado, - y al Buen Ladrón, cargado con crímenes, pero que, los últimos cinco minutos, se arrojó en los brazos de Jesús, abiertos en la cruz: los dos son ahora eterna- mente felices en el corazón del Padre (vea Mt.20.11), - aunque esto sí: el grado de felicidad en ellos no es igual, pues: “El Hijo del hombre pagará a cada cual según su conducta” (Mt.16.27; I Cor.4.5). - 3/ “Padre, en tus manos entrego mi espíritu” (v.46). – Jesús, nacido en el seno del Padre Eterno, vino a este mundo. Ahora, cumplida ya la tarea que el Padre le había encomendado, vuelve confiado a Él: “Tengo siempre presente al Señor: con Él a mi derecha no puedo dudar. Se me alegra el alma, y hasta mi cuerpo descansa en seguridad: pues no me abandonarás en la muerte, ni dejarás a tu amigo pasar por la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, cuando he de morar para siempre con alegría a tu derecha” (Ps.16; vea Hch.2.24-31; 13,35-37).Pero Jesús vuelve al Padre, pero con nosotros en sus brazos: “Heme a mí, y a los hijos que Tú mismo me diste” (Hbr.2.13). - 2 Con esto contrastan v.43-44, que lo presentan sudando hasta sangre por puro terror, y necesitado del consuelo de un ángel. – Pero estos versos no son de Lucas, y faltan en muchos manuscritos; otros lo dan entre Mt.26.39/40.
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Nota: como todos los años las lecturas para la fiesta de Pentecostés son las mismas, remito al
lector al comentario que dimos el año pasado (Año A), y me limito aquí a algunas reflexiones adicionales. Hablar con Valentía De los primeros días de la Iglesia nos informa la Escritura que Pedro y Juan, después de haber sido interrogados por el Sanedrín sobre su proclamación de Jesús resucitado, volvieron a juntarse con la Comunidad de los fieles reunidos, y allí oraron: “Concede, Señor, a tus siervos predicar tu Palabra con toda valentía, mientras tú extiendes tu mano para obrar sanación y signos y prodigios por el Nombre de tu Santo Siervo Jesús. – Cuando terminaron, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos queda- ron llenos del Espíritu Santo, y hablaban la Palabra de Dios con valentía” (Hch.4.29-31). - Trata de imagi- narte qué significa el entusiasmo de esta experiencia comunitaria: ¡ser impactados por un sacudimiento del lugar, como por un temblor de tierra! Es que las fuerzas del Señor son mucho mayores que las fuer- zas normales nuestras: nos capacitan muy por encima de nuestras potencias naturales,- lo único que se requiere es que tengamos fe y, desgraciadamente, ¡allí es donde solemos fallar! Este ‘hablar con valentía’, más que causar indignación, causó asombro entre las Autoridades Judías, pues “sabían que eran hombres sin instrucción ni cultura” (Hch.4.13). Aquí se realizó lo que, en otro lugar, dice San Pablo: “Dios ha escogido lo inculto del mundo para confundir a los entendidos, ha escogido lo débil del mundo para confundir a lo fuerte, lo plebeyo y despreciable de este mundo: lo que no es, para reducir a la nada lo que es” (I Cor.1.27-29). – Un caso muy conocido es el del Santo Cura de Ars. El obispo lo consideraba como demasiado ‘corto’, y apenas lo admitió a la ordenación. Pero luego resultó que, dondequiera que él predicaba, las iglesias no daban cabida a la gente que acudía para escu- char la Palabra de su boca. Pues así el Señor cumple su promesa: “no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla por medio de vosotros” (Mt.10.20). - Ser Voceros del Espíritu ¡Ser voceros del Espíritu!: esto es lo que el Concilio Vaticano II proclama de todos los fieles: “De su unión con Cristo-Cabeza deriva el deber y el derecho a ejercer el apostolado. Por el bautismo incor- porados en el Cuerpo Místico de Cristo, - y por la confirmación fortalecidos en la fuerza del Espíritu San- to, es el mismo Señor quien los lanza al apostolado” (AA, # 3). Por esto, “el miembro que no contribuye según su propia capacidad al crecimiento del Cuerpo, debe considerarse como inútil para la Iglesia, y aún un peligro para sí mismo” (ibid., # 2). ¡Qué muchos somos los que, en este sentido, deberíamos con- siderarnos como ‘miembros inútiles’ del Cuerpo de la Iglesia! ¡Ojalá tuviéramos todos la experiencia del profeta Jeremías quien, en un momento de desánimo, quiso renunciar a su deber de proclamar la Pala- bra, pero entonces “había como un fuego ardiente en mi corazón, prendido hasta en mis huesos, y por mucho que yo trataba de ahogarlo, no podía”. Pues la Palabra, al no poder salirle de la boca, le salió de los ojos, de los oídos, de toda su persona (vea Jer.20.9). ¡Ésta debería ser nuestra experiencia! El Espíritu Perdona por medio de Nosotros Hoy el Resucitado nos otorga el poder divino (vea Mc.2.7) de perdonar los pecados (Jn.20. 22- 23; vea Mt.16.19; 18.18). Esto se refiere primero a la práctica continua entre nosotros todos de perdo- narnos mutuamente las faltas de la vida diaria: “Perdonad y seréis perdonados” (Lc.6.37). Sólo en casos muy serios, que han dejado a la Comunidad en desdoro público, el pecador habrá de recurrir a la Comu- nidad Eclesial como tal, representada por el presbítero, para que primero le perdone la Comunidad por boca del presbítero, antes de que Dios mismo lo perdone: “Deja tu ofrenda delante del altar, y vete pri- mero a reconciliarte con tus hermanos; sólo entonces vuelve a presentarme tu ofrenda” (Mt.5.24). - Nota: Para esta fiesta, todos los años leemos las mismas lecturas, tanto la primera como la
segunda, - sólo la tercera varía. Por tanto, aquí nos limitamos al pasaje evangélico según San Marcos. La Ascensión: Nacimiento de la Iglesia Misionera (v.15) Hoy, en cierto sentido, es el ‘cumpleaños’ de la Iglesia. Pues hoy, en el momento de su Ascen- sión, Cristo comisiona a su Iglesia a continuar su misión personal: “Así como el Padre me ha enviado a mí, así yo os envío a vosotros” (Jn.20.21). - Pues Él mismo es la Palabra eterna del Padre que, en el prin- cipio, ha creado el mundo. Luego, esta misma Palabra se ha encarnado, para irradiar su poder salvador en la humanidad, librándola de sus pecados y atrayéndola hacia el Padre. Por tanto, la tarea que Cristo nos encomienda a nosotros, su Iglesia, es: continuar esta irradiación de su Palabra. Esto significa que la esencia de la Iglesia es misionera, como dijo Pablo VI: “La tarea de la evangelización de todos los hom- bres es la misión esencial de la Iglesia. Evangelizar es la vocación propia de la Iglesia: su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar” (Evangelii Nuntiandi, # 14). Esta misión o envío de la Iglesia es la segunda parte de la obra ‘misionera’ del propio Cristo. Pues, según el Plan de Dios, Jesús tenía que presentar la invitación del Padre primero al Pueblo de Israel. Él mismo lo dice: “Yo no he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt.15.24). Pero luego había de extender su llamado a toda la humanidad, como Cristo mismo dice: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ellas tengo que llevarlas; así habrá un solo rebaño y un solo Pastor” (Jn.10.16). Y esta misión suya al mundo entero la quiere realizar a través de nosotros, de ahí nuestro envío misionero: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (v.15). - Creer y Bautizarse (v.16) Para poder participar de la salvación que Cristo nos ofrece, normalmente se necesitan dos co- sas: creer en Él y su mensaje, - y ser bautizado el Él. Sin fe no hay salvación: esto se entiende. - Pero ¿por qué lo del bautismo? ¿Un poco de agua nos puede salvar? Aquí nos topamos con una de las cosas más asombrosas del Plan de Dios: que aprecia aún la materia física que Él mismo ha creado y, por esto, quie- re servirse p.ej. del humilde elemento del agua material para regenerar espiritualmente al ser humano: para ¡convertirlo en hijo de Dios! Pues nosotros mismos, a quienes Dios quiere elevar a la dignidad divi- na, somos materiales. Aún más, la misma Segunda Persona de la SS. Trinidad ha asumido nuestra natu- raleza humana, con todos los aspectos corporales que esto conlleva. Y justamente mediante este Cuer- po material nos ha redimido del pecado en la cruz, - y mediante este Cuerpo ya ascendido al cielo, nos quiere hacer partícipes de su propia vida, hasta alimentándonos con su Cuerpo en cada comunión. Las Señales de la Evangelización (v.17-18) Así como Jesús en su carrera terrestre había hecho algunos milagros para suscitar la fe de la gen- te, así hacían sus enviados durante los primeros tiempos de la Iglesia: expulsando demonios, hablando lenguas, escapando de serpientes y venenos y, sobre todo, curando enfermos. De esta forma la gente veía que Dios estaba obrando por medio de sus siervos y, por esta experiencia, eran confirmados en su fe en el Señor. – Hoy en día podemos tener la misma admiración y alegría por las curaciones, las medici- nas, la ayuda profesional sicológica o siquiátrica: pues aún el progreso de las ciencias humanas es acción maravillosa de Dios en la humanidad. De ahí que gran parte de la obra de lo/as misionero/as de la Igle- sia es: establecer centros de salud y de promoción humana. Por la generosidad totalmente gratuita de lo/as misionero/as irradia su convicción de fe evangélica: que, en último término, busca el real bien del ser humano entero, cuerpo y alma. Más aún, en ellos y en su trabajo, se da a conocer el Salvador mismo: “que coopera con ellos, confirmando la Palabra con las señales que la acompañan” (v.20). - |
Felix Struik OPFraile Dominico profesor y director del CEDOC en Puerto Rico ArchivosCategorias |