Nota: como todos los años las lecturas para la fiesta de Pentecostés son las mismas, remito al
lector al comentario que dimos el año pasado (Año A), y me limito aquí a algunas reflexiones adicionales. Hablar con Valentía De los primeros días de la Iglesia nos informa la Escritura que Pedro y Juan, después de haber sido interrogados por el Sanedrín sobre su proclamación de Jesús resucitado, volvieron a juntarse con la Comunidad de los fieles reunidos, y allí oraron: “Concede, Señor, a tus siervos predicar tu Palabra con toda valentía, mientras tú extiendes tu mano para obrar sanación y signos y prodigios por el Nombre de tu Santo Siervo Jesús. – Cuando terminaron, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos queda- ron llenos del Espíritu Santo, y hablaban la Palabra de Dios con valentía” (Hch.4.29-31). - Trata de imagi- narte qué significa el entusiasmo de esta experiencia comunitaria: ¡ser impactados por un sacudimiento del lugar, como por un temblor de tierra! Es que las fuerzas del Señor son mucho mayores que las fuer- zas normales nuestras: nos capacitan muy por encima de nuestras potencias naturales,- lo único que se requiere es que tengamos fe y, desgraciadamente, ¡allí es donde solemos fallar! Este ‘hablar con valentía’, más que causar indignación, causó asombro entre las Autoridades Judías, pues “sabían que eran hombres sin instrucción ni cultura” (Hch.4.13). Aquí se realizó lo que, en otro lugar, dice San Pablo: “Dios ha escogido lo inculto del mundo para confundir a los entendidos, ha escogido lo débil del mundo para confundir a lo fuerte, lo plebeyo y despreciable de este mundo: lo que no es, para reducir a la nada lo que es” (I Cor.1.27-29). – Un caso muy conocido es el del Santo Cura de Ars. El obispo lo consideraba como demasiado ‘corto’, y apenas lo admitió a la ordenación. Pero luego resultó que, dondequiera que él predicaba, las iglesias no daban cabida a la gente que acudía para escu- char la Palabra de su boca. Pues así el Señor cumple su promesa: “no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla por medio de vosotros” (Mt.10.20). - Ser Voceros del Espíritu ¡Ser voceros del Espíritu!: esto es lo que el Concilio Vaticano II proclama de todos los fieles: “De su unión con Cristo-Cabeza deriva el deber y el derecho a ejercer el apostolado. Por el bautismo incor- porados en el Cuerpo Místico de Cristo, - y por la confirmación fortalecidos en la fuerza del Espíritu San- to, es el mismo Señor quien los lanza al apostolado” (AA, # 3). Por esto, “el miembro que no contribuye según su propia capacidad al crecimiento del Cuerpo, debe considerarse como inútil para la Iglesia, y aún un peligro para sí mismo” (ibid., # 2). ¡Qué muchos somos los que, en este sentido, deberíamos con- siderarnos como ‘miembros inútiles’ del Cuerpo de la Iglesia! ¡Ojalá tuviéramos todos la experiencia del profeta Jeremías quien, en un momento de desánimo, quiso renunciar a su deber de proclamar la Pala- bra, pero entonces “había como un fuego ardiente en mi corazón, prendido hasta en mis huesos, y por mucho que yo trataba de ahogarlo, no podía”. Pues la Palabra, al no poder salirle de la boca, le salió de los ojos, de los oídos, de toda su persona (vea Jer.20.9). ¡Ésta debería ser nuestra experiencia! El Espíritu Perdona por medio de Nosotros Hoy el Resucitado nos otorga el poder divino (vea Mc.2.7) de perdonar los pecados (Jn.20. 22- 23; vea Mt.16.19; 18.18). Esto se refiere primero a la práctica continua entre nosotros todos de perdo- narnos mutuamente las faltas de la vida diaria: “Perdonad y seréis perdonados” (Lc.6.37). Sólo en casos muy serios, que han dejado a la Comunidad en desdoro público, el pecador habrá de recurrir a la Comu- nidad Eclesial como tal, representada por el presbítero, para que primero le perdone la Comunidad por boca del presbítero, antes de que Dios mismo lo perdone: “Deja tu ofrenda delante del altar, y vete pri- mero a reconciliarte con tus hermanos; sólo entonces vuelve a presentarme tu ofrenda” (Mt.5.24). -
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Nota: Para esta fiesta, todos los años leemos las mismas lecturas, tanto la primera como la
segunda, - sólo la tercera varía. Por tanto, aquí nos limitamos al pasaje evangélico según San Marcos. La Ascensión: Nacimiento de la Iglesia Misionera (v.15) Hoy, en cierto sentido, es el ‘cumpleaños’ de la Iglesia. Pues hoy, en el momento de su Ascen- sión, Cristo comisiona a su Iglesia a continuar su misión personal: “Así como el Padre me ha enviado a mí, así yo os envío a vosotros” (Jn.20.21). - Pues Él mismo es la Palabra eterna del Padre que, en el prin- cipio, ha creado el mundo. Luego, esta misma Palabra se ha encarnado, para irradiar su poder salvador en la humanidad, librándola de sus pecados y atrayéndola hacia el Padre. Por tanto, la tarea que Cristo nos encomienda a nosotros, su Iglesia, es: continuar esta irradiación de su Palabra. Esto significa que la esencia de la Iglesia es misionera, como dijo Pablo VI: “La tarea de la evangelización de todos los hom- bres es la misión esencial de la Iglesia. Evangelizar es la vocación propia de la Iglesia: su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar” (Evangelii Nuntiandi, # 14). Esta misión o envío de la Iglesia es la segunda parte de la obra ‘misionera’ del propio Cristo. Pues, según el Plan de Dios, Jesús tenía que presentar la invitación del Padre primero al Pueblo de Israel. Él mismo lo dice: “Yo no he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt.15.24). Pero luego había de extender su llamado a toda la humanidad, como Cristo mismo dice: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ellas tengo que llevarlas; así habrá un solo rebaño y un solo Pastor” (Jn.10.16). Y esta misión suya al mundo entero la quiere realizar a través de nosotros, de ahí nuestro envío misionero: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (v.15). - Creer y Bautizarse (v.16) Para poder participar de la salvación que Cristo nos ofrece, normalmente se necesitan dos co- sas: creer en Él y su mensaje, - y ser bautizado el Él. Sin fe no hay salvación: esto se entiende. - Pero ¿por qué lo del bautismo? ¿Un poco de agua nos puede salvar? Aquí nos topamos con una de las cosas más asombrosas del Plan de Dios: que aprecia aún la materia física que Él mismo ha creado y, por esto, quie- re servirse p.ej. del humilde elemento del agua material para regenerar espiritualmente al ser humano: para ¡convertirlo en hijo de Dios! Pues nosotros mismos, a quienes Dios quiere elevar a la dignidad divi- na, somos materiales. Aún más, la misma Segunda Persona de la SS. Trinidad ha asumido nuestra natu- raleza humana, con todos los aspectos corporales que esto conlleva. Y justamente mediante este Cuer- po material nos ha redimido del pecado en la cruz, - y mediante este Cuerpo ya ascendido al cielo, nos quiere hacer partícipes de su propia vida, hasta alimentándonos con su Cuerpo en cada comunión. Las Señales de la Evangelización (v.17-18) Así como Jesús en su carrera terrestre había hecho algunos milagros para suscitar la fe de la gen- te, así hacían sus enviados durante los primeros tiempos de la Iglesia: expulsando demonios, hablando lenguas, escapando de serpientes y venenos y, sobre todo, curando enfermos. De esta forma la gente veía que Dios estaba obrando por medio de sus siervos y, por esta experiencia, eran confirmados en su fe en el Señor. – Hoy en día podemos tener la misma admiración y alegría por las curaciones, las medici- nas, la ayuda profesional sicológica o siquiátrica: pues aún el progreso de las ciencias humanas es acción maravillosa de Dios en la humanidad. De ahí que gran parte de la obra de lo/as misionero/as de la Igle- sia es: establecer centros de salud y de promoción humana. Por la generosidad totalmente gratuita de lo/as misionero/as irradia su convicción de fe evangélica: que, en último término, busca el real bien del ser humano entero, cuerpo y alma. Más aún, en ellos y en su trabajo, se da a conocer el Salvador mismo: “que coopera con ellos, confirmando la Palabra con las señales que la acompañan” (v.20). - |
Felix Struik OPFraile Dominico profesor y director del CEDOC en Puerto Rico ArchivosCategorias |