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Elogio de la siesta

7/10/2010

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Después de que el periodista y amigo Zuenir Ventura se aventurara, en un importante periódico de Río (29/05), a exaltar los beneficios de la siesta como algo que es bueno para la salud, y más aún, que es una necesidad biológica que vuelve a las personas más inteligentes, me he animado a hacer el elogio de la siesta. Es un viejo propósito que alimento desde hace años, en los que he hecho incluso investigaciones sobre el asunto. Pretendo justificar que soy un siestero inveterado. Tan inveterado que condiciono algunas conferencias a la posibilidad de echar una pequeña siesta después del almuerzo aunque sea en una butaca o en la silla.

En Friburgo (Alemania) tomaron tan en serio mi deseo que en una sala montaron una cama de campaña para que pudiese echar la bendita siesta. Pero no lo conseguí, porque algunos alemanes tienen el mal gusto de organizar durante el almuerzo un encuentro con algún grupo que quiere conversar hasta sobre cuestiones metafísicas. El resultado es que echan a perder la comida, o uno acaba no comiendo o, lo que es peor, no le queda tiempo para echarse la indispensable siestecita.

Personalmente soy siempre recalcitrante para irme a la cama. No me gusta dormir y retraso lo más que puedo la hora de acostarme. Pero pocas cosas hay mejores, entre las gratas satisfacciones que el Creador dio a los «degradados» hijos e hijas de Adán y Eva, que una buena siesta. No es necesario que sea larga. Bastan unos 20 minutos. A excepción de los sábados y domingos, en que, como buen descendiente de italianos, tomo dos vasos de vino. No tanto por el vino sino por aquello de que propicia una siesta más profunda y más prolongada. Ahí duermo «a pierna suelta», como dicen los españoles, bien traducido por nuestra gente de Minas Gerais: “durmo de pé espalhado”.

Es misterioso el origen de la siesta, pero por su bondad intrínseca debe estar ligada al proceso de la antropogénesis, o sea, debe existir desde que apareció el ser humano. Si hasta los animales hacen siesta, ¿cómo no íbamos a hacerla los humanos, hermanos y hermanas más complejos de los animales?

Algunos creen que en Occidente fue introducida oficialmente por los monjes y los frailes. Hay un sabroso dicho español que dice: «si quieres matar a un fraile, quítale la siesta y dale de comer tarde». En España la siesta es tan sagrada que gran parte del comercio cierra durante esas horas. En los conventos pude ver que algunos frailes llegaban a ponerse el pijama para hacer la siesta, especialmente después de haber tomado unos vasitos de vino seguidos de un excelente coñac.

Se dice que Newton y Churchill tuvieron sus mejores ideas después de la siesta. Víctor Hugo habló de la siesta al referirse al león en un poema que lleva por título
La meridienne du lion (la siesta del león). Baudelaire en La belle Dorothée dice inteligentemente por qué hacía siesta: «la siesta es una especie de muerte sabrosa, en la cual quien duerme, semidespierto, degusta el placer de su desaparición». René Louis, en sus Mémoires d\'un Siesteur (Memorias de un siestero) dice muy bien: «la siesta me permite observar durmiendo; es el momento en que el tiempo para y se calla». F. Audouard, en sus Pensées dice hermosamente: «En Provenza amanece dos veces: por la mañana y después de la siesta».

Aquí está para mí lo bueno de la siesta: nos brinda una segunda noche y dos nacimientos del sol. La siesta nos permite tener, en el mismo día, un segundo día. Al despertar de la siesta, todo recomienza con renovado vigor como si el día volviera a empezar.

Si me quitan la siesta, el cuerpo se venga, especialmente si estoy oyendo una charla: dormito, pestañeo y no es raro que eche una cabezadita. No puedo imaginar un día entero de actividad mental, prestando atención a tantas cosas y teniendo que ordenar no sé cuantas ideas sin una siesta reparadora.

La siesta es una sabia invención de la vida. Descansa la cabeza, hace olvidar las contrariedades y nos da la rara experiencia virtual de morir dulcemente (el sueño es una bella metáfora de la muerte) y resucitar de nuevo

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    Leonardo Boff

    Nació en Concórdia, Santa Catarina (Brasil), el 14 de diciembre de 1938. Es nieto de inmigrantes italianos venidos delVéneto a Rio Grande do Sul a finales del siglo XIX. Hizo sus estudios primarios y secundarios en Concórdia-SC, Rio Negro-PR y Agudos-SP. Estudió Filosofía en Curitiba-PR y Teología en Petrópolis-RJ. En 1970 se doctoró en Teología y Filosofía en la Universidad de Munich-Alemania. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores, franciscanos, en 1959.

    Durante 22 años fue profesor de Teología Sistemática y Ecuménica en el Instituto Teológico Franciscano de Petrópolis, profesor de Teología y Espiritualidad en varios centros de estudio y universidades de Brasil y del exterior, y profesor visitante en las universidades de Lisboa (Portugal), Salamanca (España), Harvard (EUA), Basilea (Suiza) y Heidelberg (Alemania).

    Es doctor Honoris Causa en Política por la Universidad de Turín (Italia) y en Teología por la Universidad de Lund (Suecia), y ha sido galardonado con varios premios en Brasil y en el exterior por su lucha a favor de los débiles, oprimidos y marginados, y de los Derechos Humanos. El 8 de diciembre del 2001 le fue otorgado en Estocolmo el Right Livelihood Award, conocido también como el Nóbel Alternativo.

    Entre 1975 y 1985 participó del consejo editorial de la Editorial Vozes. En este periodo formó parte de la coordinación de la colección “Teología y Liberación” y de la edición de las obras completas de C. G. Jung. Ha sido redactor de la Revista Eclesiástica Brasileira (1970-1984), de la Revista de Cultura Vozes (1984-1992) y da Revista Internacional Concilium (1970-1995).

    Es uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, junto con Gustavo Gutiérrez Merino. En 1984, en razón de sus tesis ligadas a la Teología de la Liberación expuestas en su libro Iglesia: Carisma y Poder, fue sometido a un proceso por parte de la Sagrada Congregación para la Defensa de la Fe. En 1985 fue condenado a un año de “silencio” y depuesto de todas sus funciones editoriales y académicas en el campo religioso. Dada la presión mundial sobre el Vaticano le fue levantada la pena en 1986, pudiendo retomar algunas de sus actividades.

    Estuvo a punto de ser silenciado de nuevo en 1992 por Roma, para evitar que participara en el Eco-92 de Río de Janeiro, lo que finalmente le movió a dejar la orden franciscana, y el ministerio presbiteral.Actualmente vive en el Jardim Araras, región campestre ecológica del municipio de Petrópolis-RJ, con su pareja Marcia Maria Monteiro de Miranda.

    En 1993 presentó concurso, y fue aprobado, como Profesor de Ética, Filosofía de la Religión y Ecología en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

    Es autor de más de 60 libros en las áreas de Teología, Espiritualidad, Filosofía, Antropología y Mística. La mayor parte de su obra ha sido traducida a los principales idiomas modernos. Habla con fluidez alemán.



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