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El sentido de ver la Tierra desde fuera de la Tierra

2/5/2014

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Los últimos siglos se han caracterizado por incontables descubrimientos: continentes, pueblos originarios, especies de seres vivos, galaxias, estrellas, el mundo subatómico, las energías originarias y últimamente el campo de Higgs, especie de fluido sutil que impregna el universo; las partículas virtuales al tocarlo reciben masa y se estabilizan. Pero todavía no habíamos descubierto la Tierra como planeta, como nuestra Casa Común. Fue necesario que saliésemos de la Tierra para verla desde fuera y entonces descubrirla y constatar la unidad Tierra-humanidad.

Este es el gran legado de los astronautas que tuvieron la posibilidad de contemplar la Tierra desde el espacio exterior por primera vez. Produjeron en nosotros lo que se ha llamado el Overview Effect, es decir, «el efecto de la visión desde arriba». Frank White recogió bellísimos testimonios de los astronautas en su libro Overview Effect (Houghton Mifflin Company, Boston 1987). Al leerlos producen en nosotros un fuerte impacto y un gran sentimiento de reverencia, una verdadera experiencia espiritual. Leamos alguno.

El astronauta James Irwin decía: «La Tierra parece un árbol de navidad colgado del fondo negro del universo; cuanto más nos alejamos de ella, tanto más va disminuyendo su tamaño, hasta quedar reducida a una pequeña bola, la más bella que se pueda imaginar. Ese objeto vivo tan bello y tan cálido parece frágil y delicado; contemplarlo cambia a quien lo hace, pues empieza a apreciar la creación de Dios y a descubrir el amor de Dios». Otro, Eugene Cernan, confesaba: «Yo fui el último hombre que pisó la luna en diciembre de 1972. Desde la superficie lunar miraba con temor reverencial hacia la Tierra en un trasfondo muy oscuro; lo que yo veía era demasiado bello para ser aprehendido, demasiado ordenado y lleno de intención para ser fruto de un mero accidente cósmico; uno se sentía, interiormente, obligado a alabar a Dios. Dios debe existir por haber creado aquello que yo tenía el privilegio de contemplar; espontáneamente surge la veneración y la acción de gracias; para eso existe el universo».

Con fina intuición observó Joseph P. Allen, otro astronauta: «Se discutió mucho sobre los pros y los contras de los viajes a la luna, no oí a nadie argumentar que deberíamos ir a la luna para ver la Tierra desde allí, desde fuera de la Tierra; después de todo, ésta debe haber sido seguramente la verdadera razón de haber ido a la luna».

Al pasar por esta experiencia singular, el ser humano despierta a la comprensión de que él y la Tierra forman una unidad y que esta unidad pertenece a otra mayor, la solar, y esta a otra todavía mayor, la galáctica; ésta nos remite a todo el universo, el universo entero al Misterio y el Misterio al Creador.

«Desde allá arriba», observaba el astronauta Eugene Cernan, «no son perceptibles las barreras del color de la piel, de la religión y de la política que aquí abajo dividen al mundo». Todo está unificado en un único planeta Tierra. Comentaba el astronauta Salman al-Saud: «el primero y el segundo día, señalábamos hacia nuestro país, el tercero y cuarto hacia nuestro continente, después del quinto día solamente teníamos conciencia de la Tierra como un todo».

Estos testimonios nos convencen de que Tierra y Humanidad forman en realidad un todo indivisible. Exactamente esto fue lo que escribió Isaac Asimov en un artículo enThe New York Times del 9 de octubre de 1982 con ocasión de los 25 años del lanzamiento del Sputnik, que fue el primero en dar la vuelta a la Tierra. El título era: “El legado del Sputnik: el globalismo”. Y decía Asimov: «se impone en nuestras mentes reluctantes la visión de que Tierra y Humanidad forman una única entidad». El ruso Anatoly Berezovoy que estuvo 211 días en el espacio afirmó la misma cosa. Efectivamente no podemos colocar en un lado la Tierra y en el otro la humanidad. Formamos un todo orgánico y vivo. Nosotros los humanos somos aquella parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera.

Contemplando el globo terrestre presente en casi todos los lugares, irrumpe espontáneamente en nosotros la percepción de que a pesar de todas las amenazas de destrucción que montamos contra Gaia, el futuro bueno y benéfico, de alguna forma está garantizado. Tanta belleza y esplendor no pueden ser destruidos. Los cristianos dirán: Esta Tierra está penetrada por el Espíritu y por el Cristo cósmico. Parte de nuestra humanidad ya fue eternizada por Jesús y está en el corazón de la Trinidad. No será sobre las ruinas de la Tierra donde Dios completará su obra. El Resucitado y su Espíritu están empujando la evolución hacia su culminación.

Una moderna leyenda da cuerpo a esta creencia: «Había una vez un militante cristiano de Greenpeace que fue visitado en sueños por Cristo resucitado. Jesús lo convidó a pasear por el jardín. El militante accedió con gran entusiasmo. Después de andar un largo rato, admirando la biodiversidad presente en aquel rincón, preguntó el militante: "Señor, cuando andabas por los caminos de Palestina, dijiste en una ocasión que un día volverías con toda tu pompa y gloria. ¡Se está demorando mucho tu venida! ¿Cuando volverás por fin de verdad, Señor? Tras unos momentos de silencio que parecían una eternidad, el Señor respondió: "Mi querido hermano, cuando mi presencia en el universo y en la naturaleza sea tan evidente como la luz que ilumina este jardín; cuando mi presencia bajo tu piel y en tu corazón sea tan real como mi presencia aquí ahora, cuando esta presencia mía se haga cuerpo y sangre en ti hasta el punto de que no necesites pensar más en ella, cuando estés tan imbuido de esta verdad que ya no necesites preguntar insistentemente como estás preguntando ahora... entonces, hermano querido, esas serán las señales de que he vuelto con toda mi pompa y toda mi gloria.

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    Leonardo Boff

    Nació en Concórdia, Santa Catarina (Brasil), el 14 de diciembre de 1938. Es nieto de inmigrantes italianos venidos delVéneto a Rio Grande do Sul a finales del siglo XIX. Hizo sus estudios primarios y secundarios en Concórdia-SC, Rio Negro-PR y Agudos-SP. Estudió Filosofía en Curitiba-PR y Teología en Petrópolis-RJ. En 1970 se doctoró en Teología y Filosofía en la Universidad de Munich-Alemania. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores, franciscanos, en 1959.

    Durante 22 años fue profesor de Teología Sistemática y Ecuménica en el Instituto Teológico Franciscano de Petrópolis, profesor de Teología y Espiritualidad en varios centros de estudio y universidades de Brasil y del exterior, y profesor visitante en las universidades de Lisboa (Portugal), Salamanca (España), Harvard (EUA), Basilea (Suiza) y Heidelberg (Alemania).

    Es doctor Honoris Causa en Política por la Universidad de Turín (Italia) y en Teología por la Universidad de Lund (Suecia), y ha sido galardonado con varios premios en Brasil y en el exterior por su lucha a favor de los débiles, oprimidos y marginados, y de los Derechos Humanos. El 8 de diciembre del 2001 le fue otorgado en Estocolmo el Right Livelihood Award, conocido también como el Nóbel Alternativo.

    Entre 1975 y 1985 participó del consejo editorial de la Editorial Vozes. En este periodo formó parte de la coordinación de la colección “Teología y Liberación” y de la edición de las obras completas de C. G. Jung. Ha sido redactor de la Revista Eclesiástica Brasileira (1970-1984), de la Revista de Cultura Vozes (1984-1992) y da Revista Internacional Concilium (1970-1995).

    Es uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, junto con Gustavo Gutiérrez Merino. En 1984, en razón de sus tesis ligadas a la Teología de la Liberación expuestas en su libro Iglesia: Carisma y Poder, fue sometido a un proceso por parte de la Sagrada Congregación para la Defensa de la Fe. En 1985 fue condenado a un año de “silencio” y depuesto de todas sus funciones editoriales y académicas en el campo religioso. Dada la presión mundial sobre el Vaticano le fue levantada la pena en 1986, pudiendo retomar algunas de sus actividades.

    Estuvo a punto de ser silenciado de nuevo en 1992 por Roma, para evitar que participara en el Eco-92 de Río de Janeiro, lo que finalmente le movió a dejar la orden franciscana, y el ministerio presbiteral.Actualmente vive en el Jardim Araras, región campestre ecológica del municipio de Petrópolis-RJ, con su pareja Marcia Maria Monteiro de Miranda.

    En 1993 presentó concurso, y fue aprobado, como Profesor de Ética, Filosofía de la Religión y Ecología en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

    Es autor de más de 60 libros en las áreas de Teología, Espiritualidad, Filosofía, Antropología y Mística. La mayor parte de su obra ha sido traducida a los principales idiomas modernos. Habla con fluidez alemán.



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