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Desierto: realidad y metáfora

1/16/2014

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El desierto es una realidad misteriosa y una metáfora fecunda del discurrir contradictorio de la vida humana.

Actualmente el 40% de la superficie terrestre está en proceso avanzado de desertificación. Los desiertos crecen a razón de 60 mil km2 por año, lo que equivale a 12 hectáreas por minuto. En Brasil hay un millón de km2 en proceso de desertificación. Sólo en el Nordeste y en Minas son 180 mil km2. Este fenómeno amenazador para las cosechas, para el hambre y la emigración de poblaciones enteras se debe a la deforestación, al mal uso de los suelos, a los cambios climáticos y a los vientos.

Recordemos que el mayor desierto del mundo, el Sahara, con una superficie mayor que la de Brasil (9.065000 km2), hace diez mil años estaba cubierto de densas selvas tropicales, contiene fósiles de dinosaurios y restos arqueológicos de antiguas civilizaciones, pues antiguamente el río Nilo desembocaba en el Atlántico. En esa época, sin embargo, ocurrió un drástico cambio climático que lo transformó en una inmensa sabana y después en un desierto árido y extremadamente seco. ¿No es una señal para la Amazonia?

Pero la vida siempre es más fuerte.  Resiste, se adapta y acaba triunfando. Todavía hoy en los desiertos brota la vida: más de 800 especies de vegetales y minúsculos insectos y animales. Basta que sople un viento más húmedo o que caigan unas gotas de agua y la vida invisible irrumpe espléndidamente.

En ocho días, la semilla germina, florece, madura, da fruto que cae al suelo. La semilla se recoge. Espera más de un año, bajo la canícula del sol y el azote del viento hasta poder germinar de nuevo y continuar el ciclo ininterrumpido y triunfante de la vida. Otros arbustos se enrollan sobre sí mismos, se retuercen para escapar de los vientos y sobrevivir.

De la misma manera, pequeños animales se alimentan de insectos, mariposas, libélulas y semillas traídas por el viento.

Pero cuando hay un oasis, la naturaleza parece desquitarse: el verde es más verde, la atmósfera más sonriente y los frutos tienen más color. Todo proclama la victoria de la vida.

Con su tecnología, el ser humano abre los desiertos, traza carreteras brillantes, devuelve el desierto a la civilización como ocurre en Estados Unidos, en China y en Chile. Esta es la realidad de la ecología exterior del desierto.

Pero hay desiertos interiores, de ecología profunda. Cada persona humana tiene su desierto a atravesar en busca de una «tierra prometida». Es un recorrido penoso y lleno de espejismos. Pero le espera siempre un oasis para rehacerse.

Hay desiertos y desiertos: desierto de los sentidos, del espíritu, de la fe. El desierto de los sentidos ocurre especialmente en las relaciones interpersonales. Después de algunos años, la relación de un pareja conoce el desierto de la monotonía del día a día y la disminución del encantamiento mutuo. Si no hay creatividad y aceptación de los límites de cada uno, la relación puede acabar. Si la travesía no se hace, permanece el desierto desalentador.

Hay también el desierto del espíritu. En el siglo IV cuando el cristianismo empezó a aburguesarse, algunos laicos cristianos se propusieron mantener vivo el sueño de Jesús. Fueron al desierto para hallar la tierra prometida en su propia alma y encontrar a Dios desnudo y vivo. Y lo encontraron. Se trata de una peligrosa travesía del desierto. San Juan de la Cruz habla de la noche del espíritu “terrible y temible”. Pero el resultado es una integración radical. Entonces, de la aridez nace el paraíso perdido. El desierto es metáfora de esta búsqueda y de este encuentro.

Finalmente está el desierto de la fe. Hoy se vive en la Iglesia Católica un árido desierto pues la primavera que significó el Concilio Vaticano II se transformó en invierno severo por obra de las medidas tomadas por el organismo central del Vaticano en su esfuerzo por mantener tradiciones y estilos de piedad que tienen que ver con el modelo medieval de Iglesia de poder. La Iglesia se comporta como una fortaleza sitiada y cerrada a los llamamientos que vienen de los pueblos, a sus lamentos y esperanzas. Es un modelo de Iglesia del miedo, de la sospecha y de la pobreza en creatividad, lo que revela insuficiencia de fe y de confianza en el Espíritu de Jesús. Lo que se opone a la fe no es el ateísmo, sino el miedo. Una Iglesia llena de miedos pierde su principal sustancia que es la fe viva. Los crímenes de la pedofilia de muchos religiosos y los escándalos financieros del Banco del Vaticano han llevado a muchos fieles a conocer el desierto, a emigrar de la institución, aunque manteniendo el sueño de Jesús y la fidelidad a los evangelios. Vivimos en un desierto eclesial sin vislumbrar un oasis por delante. Será nuestro desafío el de hacer así y todo su travesía con la certeza de que el Espíritu irrumpa y haga surgir flores en el desierto. ¡Pero cómo duele!

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    Leonardo Boff

    Nació en Concórdia, Santa Catarina (Brasil), el 14 de diciembre de 1938. Es nieto de inmigrantes italianos venidos delVéneto a Rio Grande do Sul a finales del siglo XIX. Hizo sus estudios primarios y secundarios en Concórdia-SC, Rio Negro-PR y Agudos-SP. Estudió Filosofía en Curitiba-PR y Teología en Petrópolis-RJ. En 1970 se doctoró en Teología y Filosofía en la Universidad de Munich-Alemania. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores, franciscanos, en 1959.

    Durante 22 años fue profesor de Teología Sistemática y Ecuménica en el Instituto Teológico Franciscano de Petrópolis, profesor de Teología y Espiritualidad en varios centros de estudio y universidades de Brasil y del exterior, y profesor visitante en las universidades de Lisboa (Portugal), Salamanca (España), Harvard (EUA), Basilea (Suiza) y Heidelberg (Alemania).

    Es doctor Honoris Causa en Política por la Universidad de Turín (Italia) y en Teología por la Universidad de Lund (Suecia), y ha sido galardonado con varios premios en Brasil y en el exterior por su lucha a favor de los débiles, oprimidos y marginados, y de los Derechos Humanos. El 8 de diciembre del 2001 le fue otorgado en Estocolmo el Right Livelihood Award, conocido también como el Nóbel Alternativo.

    Entre 1975 y 1985 participó del consejo editorial de la Editorial Vozes. En este periodo formó parte de la coordinación de la colección “Teología y Liberación” y de la edición de las obras completas de C. G. Jung. Ha sido redactor de la Revista Eclesiástica Brasileira (1970-1984), de la Revista de Cultura Vozes (1984-1992) y da Revista Internacional Concilium (1970-1995).

    Es uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, junto con Gustavo Gutiérrez Merino. En 1984, en razón de sus tesis ligadas a la Teología de la Liberación expuestas en su libro Iglesia: Carisma y Poder, fue sometido a un proceso por parte de la Sagrada Congregación para la Defensa de la Fe. En 1985 fue condenado a un año de “silencio” y depuesto de todas sus funciones editoriales y académicas en el campo religioso. Dada la presión mundial sobre el Vaticano le fue levantada la pena en 1986, pudiendo retomar algunas de sus actividades.

    Estuvo a punto de ser silenciado de nuevo en 1992 por Roma, para evitar que participara en el Eco-92 de Río de Janeiro, lo que finalmente le movió a dejar la orden franciscana, y el ministerio presbiteral.Actualmente vive en el Jardim Araras, región campestre ecológica del municipio de Petrópolis-RJ, con su pareja Marcia Maria Monteiro de Miranda.

    En 1993 presentó concurso, y fue aprobado, como Profesor de Ética, Filosofía de la Religión y Ecología en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

    Es autor de más de 60 libros en las áreas de Teología, Espiritualidad, Filosofía, Antropología y Mística. La mayor parte de su obra ha sido traducida a los principales idiomas modernos. Habla con fluidez alemán.



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