De los "derechos" de Jesús
Sólo pueden exigirlos los pobres. sólo ellos pueden hablar. lo que de verdad Jesús quiere. Jesús, el Crucificado ha cedido todos sus derechos a los suyos, a sus pobres, pobres con dignidad. Los derechos de Jesús no son de los poderosos de esta tierra roja. Ni de muchos: legisladores, políticos, gobiernos, que están todos de paso y no se lo acaban de creer: Que dicen que hay que hacer lo correctamente político y luego hacen lo que les viene en gana. Ni de los nidos de víboras en todos los órdenes que buscan su bienestar a perpetuidad. Ni de muchos de nosotros que "cargamos" con la cruz de los otros, sin antes haberlo hecho con la de Jesús, la nuestra. Jesús desde lo alto de su Cruz, que no era la suya. cedió todos sus derechos para que cogiéramos su testigo y acabásemos con la maldición de la insolidaridad, con la maldición humana de nuestro corazón de estiércol y paja, para que aboliésemos para siempre la pobreza creada y bendecida por el hombre. El cristiano no puede exigir los derechos de Jesús, de su Padre, si antes no se ha hecho pobre con los pobres. No seremos cristianos de Jesús, sino tenemos la sonrisa y la alegría de Jesús que ha sabido mejor que nadie ser pobre entre los pobres en medio de nosotros. Los «derechos» de Jesús y lo que él quiere De los «derechos» de Jesús Solo pueden exigirlos los pobres. solo ellos pueden hablar. lo que de verdad Jesús quiere. Jesús, el Crucificado ha cedido todos sus derechos a los suyos, a sus pobres, pobres con dignidad. Los derechos de Jesús no son de los poderosos de esta tierra roja. Ni de muchos: legisladores, políticos, gobiernos, que están todos de paso y no se lo acaban de creer: Que dicen que hay que hacer lo correctamente político y luego hacen lo que les viene en gana. Ni de los nidos de víboras en todos los órdenes que buscan su bienestar a perpetuidad. Ni de muchos de nosotros que «cargamos» con la cruz de los otros, sin antes haberlo hecho con la de Jesús, la nuestra. Jesús desde lo alto de su Cruz, que no era la suya. Cedió todos sus derechos para que cogiéramos su testigo y acabásemos con la maldición de la insolidaridad, con la maldición humana de nuestro corazón de estiércol y paja, para que aboliésemos para siempre la pobreza creada y bendecida por el hombre.
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