La Iglesia se ha transformado en un inmenso palomar. Tiene palomas blancas en todas partes, de diferentes formas y para todos los gustos. Son las palomas de la paz, de la paz soñada, de la paz deseada, de la paz tan esperada, de la paz que nunca llega. De la paz que sólo se encuentra en los cementerios. Y aún apenas…
Tantas oraciones por la paz que no cambian nada, soporíficos gorgoritos para no despertar conciencias ya en coma. En Alemania, a cuatro meses de acceder al papado, Benedicto XVI hace una emotiva llamada a musulmanes y a cristianos, rogándoles olvidar sus antiguas querellas y juntarse para construir la paz. Hasta ahí todo bien. Pero al exhortarles a renglón seguido para que no cayeran en la trampa del terrorismo -abocado a provocar una verdadera guerra entre el Islam y el cristianismo-, casi se podría deducir que sólo los terroristas son los verdaderos malvados y que todos los que combaten al terrorismo son buenos. Así, el cristiano Bush, el cristiano Blair y todos los demás grandes cristianos que hagan la guerra al terrorismo, matando mucha gente y robando de paso todo lo que pueden, podrían llamarse “hijos de Dios” como corresponde a “los que trabajan por la paz”… (Mt 5, 9) Toda injusticia es guerra y es barbarie. Toda violencia en contra del otro es una injusticia y una guerra. Es la injusticia, y no el terrorismo, la causa de los males que más afligen a la humanidad. Las guerras no son sino un instrumento de la injusticia y el terrorismo, una reacción a las mismas. Aunque la injusticia que prevalece en el mundo no es monopolio de alguna raza, ideología o religión en particular, nadie que conoce un poco la historia de los últimos siglos puede negar que esa injusticia es, en gran parte, la obra siniestra del mundo occidental y cristiano. Los musulmanes, Japón y algunas que otras naciones no cristianas tendrán sus buenos y grandes pecados, pero en cuanto a saqueo, explotación, contaminación, exterminios de todo tipo y a nivel planetario, el Occidente cristiano los supera a todos. “¡Son todos embusteros!”, clama Jeremías. “Calman sólo a medias la aflicción de mi pueblo, diciendo: ‘¡Paz, paz!’, siendo que no hay paz” (Jer 16, 14). Sólo la justicia puede generar la paz. A todos aquellos que se proclaman de él Jesús les dice: “¡No he venido a traer paz sino ESPADA!” (Mt 10, 34). El Evangelio es un ‘espadazo’ a… · la paz que hace la vista gorda a la injusticia, · la paz generada por el miedo y el terror, · la paz que se logra en la punta de los fusiles, · la supuesta paz del que gana las guerras, · la pretendida paz de todas las legiones imperiales del mundo, · la paz mortífera de las grandes multinacionales, agroalimentarias, farmacéuticas, petroleras, mineras y otras, que llenan el planeta de hambre y contaminación. · la paz de los dictadores y de todos los corruptos, · la paz de los hombres religiosos que pactan con Dios y con el diablo en contra de la comunidad humana y del sentido común, · la paz engañosa de los esclavos anestesiados. La única paz aceptable para un ser humano, máxime para un cristiano, es la paz que cae como fruto maduro del gran árbol de la justicia.
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