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Felices por creer en el Reino de Dios y su justicia por: Carme Soto Varela

1/31/2020

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El sermón del monte es la primera predicación extensa de Jesús en el evangelio de Mateo. Este hecho da a este discurso programático un valor esencial. En el se plantea un horizonte diferente hacia el que hay que caminar. Este horizonte no dibuja un mundo idílico ni pretende ofrecer una consolación pietista o moralizante. Por el contrario, es una llamada a la esperanza, fortalecida en la fe en Jesús.
Seguir al Maestro galileo supone reconfigurar la vida con un estilo nuevo y unas expectativas diferentes. Entrar a formar parte de la comunidad del Reino que Jesús instaura no es compartir únicamente un espacio religioso, sino abrirse a construir relaciones basadas en el amor, la bondad y el perdón, pero sin renunciar a luchar contra el mal que sigue dominando la conducta de los poderosos, que destruye la armonía de la naturaleza, que descarta o margina a muchos seres humanos por la codicia de nos pocos.
Las bienaventuranzas van mostrando a los oyentes situaciones y acciones que Dios considera honorables, aunque a muchos/as les pueda parecer lo contrario. Si para Dios son dignas de elogio y portadoras de felicidad no es porque supongan sufrimiento sino porque relevan la acción liberadora de Dios e invitan a transformar junto a él las estructuras opresoras, las relaciones alienantes, las conductas perversas.
El hecho de considerar dichoso a alguien remite a la idea de bendición, de favor, de reconocimiento. Algo que parece chocar con las situaciones y conductas que se presentan. La paradoja del texto de las Bienaventuranzas es que muestra a un Dios que actúa desde los márgenes, desde los lugares y actitudes que tienen todas las de perder en nuestro mundo.
El Señor hará brotar la justicia (Is 61, 11)
Las cuatro primeras bienaventuranzas describen situaciones de opresión, angustia y desgracia de las que Jesús anuncia que serán transformadas radicalmente.  En el trasfondo resuena el texto de Isaías 61 como respuesta a la injusticia política, social e incluso religiosa que el sistema vigente genera cada día.
Dichos@s l@s pobres de espíritu porque suyo es el Reino de los cielos.  El calificativo con que Mateo define a los pobres puede hacer pensar en que se trata de personas humildes, de pobres por opción, pero en realidad se está hablando de quienes están abatidos, los que está aplastados, de los que sufren las consecuencias destructivas de la carencia injusta de bienes.
La actuación de Jesús, esta diciendo ya a quienes lo observan que el Dios del Reino no viene a convivir con los ricos y satisfechos, sino con los heridos y pobres. Esto es lo que la primera bienaventuranza confirma: Dios busca con todas sus fuerzas hacer felices a los que el sistema económico injusto y egoísta les ha arrebatado la dicha.
Dichosos l@s que lloran porque serán consolad@s.  Quien se muestra desconsolado en su aflicción, quien no puede evitar mostrar su dolor. no han de desesperar porque Dios sostiene su vida y cumplirá la promesa que ya Isaías proclamaba: “A cambio de su vergüenza y sonrojo, ellos obtendrán una porción doble; poseerán el doble en su país, y gozarán de alegría perpetua. Porque yo, el Señor, amo la justicia, detesto la rapiña y el crimen. Les daré su salario fielmente y haré con ellos un pacto perpetuo. (Is 61,7-8 ).
Estas palabras del profeta se cumplen en Jesús que ha sido enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor, el día del desquite de nuestro Dios; para consolar a los afligidos; (Is 61, 1-2; Cfr. Lc 4 ).
Cualquier encuentro de Jesús con enferm@s, marginad@s...Cualquier relato de curación, muestran en acto estas dos primeras bienaventuranzas.
Dichos@s l@s mans@s porque heredarán la tierra.  Esta tercera situación no define a quien no es violento, sino a quienes no tienen poder, a los que son humillados, a quienes sufren mobbing(diríamos hoy). Detrás encontramos el salmo37 en el que se hace referencia a quienes acosados y oprimidos han perdido la esperanza.
Para ellos la felicidad no vendrá de la venganza, sino de la valentía de reconstruir sus vidas acompañados por la comunidad, por las manos amigas que sin duda son vehículo incuestionable del Dios de las/os humildes, socorredor de las/os pequeñas, protector de las/os débiles, defensor de las/os desanimados, salvador de las/os desesperados como mucho tiempo atrás había proclamado el libro de Judit (Jdt 9,11).
Dichos@s l@s que tienen hambre y sed de la justicia porque Dios los saciará.  Las situaciones anteriormente descritas urgen a mujeres y hombres a que no cesen de buscar la justicia, pero no cualquier justicia sino la que nace del corazón y la mirada del Dios del reino.  Una justicia que devuelve la armonía a la creación, que busca la equidad, que impulsa las prácticas sostenibles y gratuitas.
Jesús vivió y se comprometió con esa justicia y confrontó a quienes se justifican en la legalidad de las normas y procedimientos que benefician a unos pocos y ponen a merced de la avaricia de una minoría los recursos que a todos pertenecen: “Ay de vosotros los que estáis satisfechos, porque tendréis hambre…” (Lc 6, 24-26)
El Señor cambiará tu corazón de piedra en un corazón de carne
El segundo grupo de benaventuranzas  nombran acciones humanas que sostenidas en el Reino de Dios expresan la transformación que la llegada del reino provoca.  Con personas que actúan así, es posible que la justicia, la vida y salvación que Jesús anuncia de parte de Dios se hagan realidad.
Dichos@s l@s misericordios@s porque Dios tendrá misericordia de ell@s.  Dios quiere ofrecer salvación y vida sin imponer, dejándose conmover por el dolor y la impotencia de muchas personas. Dios tiene entrañas maternas y pide a quienes creen en él se dejen afectar del mismo modo por quien sufre o está desvalido.
A Jesús se le conmovieron las entrañas muchas veces, se dejó impactar por las historias dolientes de quienes se acercaban a él. Su compasión no era un mero sentimiento sino el reflejo del amor y el perdón divino (Lc 7, 11-17).
 Dichos@s l@s limpi@s de corazón porque verán a Dios.  El corazón es el núcleo de nuestras acciones y pensamientos. Donde pongamos el corazón tendremos nuestro tesoro. Todo lo que hasta ahora se ha proclamado en las bienaventuranzas tienen aquí un foco significativo. Solo una vida integra, impulsada por la gratuidad, sostenida en la fe puede ser considerada dichosa. Esta dicha será plena cuando se comparta con los demás construyendo justicia, equidad y la paz.
Ser limpi@s de corazón es tener las manos limpias para adorar a Dios y para tocar a la hermana o hermano que ha sido contaminado por el mal propio o ajeno y ayudarla a reconstruirse. 
Dichos@s l@s que trabajan por la paz porque serán llamad@s hij@s de Dios.  La violencia ha sido y es compañera de camino de la humanidad. Los conflictos bélicos, las rencillas personales, los abusos de poder…impiden que la paz sea el espacio que habitemos la humanidad.
La comunidad del Reino que Jesús proclama se sostiene solo si en ella habita la paz. La paz hace hermanas y hermanos. La paz hace hijas e hijos de Dios porque posibilita el encuentro, la amistad, la reconciliación, el perdón. La paz sin embargo no es ausencia de guerra, la paz a veces es conflictiva y necesita gran cantidad de coraje, compasión y bondad para que prime sobre cualquier amenaza que la pueda destruir.
Dichos@s l@s que son perseguid@s por causa de la justicia porque de ell@s es EL Reino de los cielos.  El estilo de vida que según proclama Jesús hace dichosos a los seres humanos pone en tela de juicio el poder abusivo, los intereses perversos, las estructuras que justifican el mal. Esto supone que no va a ser fácil cambiar el mundo para que todos y todas seamos felices como Dios quiere.
La fidelidad y el compromiso con esta propuesta que Jesús hace lleva al discípulo o discípula muchas veces al conflicto, a la persecución o a la confrontación, del mismo modo que a Jesús lo llevó a la cruz. Este horizonte no nos ha de acobardar porque Dios nos sostiene en sus buenas manos, porque es la única opción de vivir a fondo el seguimiento de Jesús y porque otro mundo es posible, aunque muchos quieran negarlo.
Pero como quedó ya dicho: “Buscad ante todo el Reino de Dios y lo que es propio de él, y Dios os dará lo demás” (Mt 6, 33).
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