Parece que no es posible desvelar el sentido del lenguaje críptico del comienzo de este texto, que introduce el relato de la cena última de Jesús con sus discípulos. ¿Qué significan el detalle del hombre del cántaro y todo ese modo enigmático de hablar de los preparativos? Se nos escapa. No ha faltado quien ha querido ver en todo ello un modo de hacer "clandestino", propio de quienes son perseguidos. Otros buscan distintos simbolismos. Quizás lo más sensato sea reconocer que carecemos de datos suficientes para hacer una lectura adecuada del texto en cuestión.
Lo que importa al autor del evangelio es mostrar el sentido de la verdadera Pascua –"cuando se sacrificaba el cordero pascual"- que, según él, se va a realizar en Jesús. En la pascua judía ("pésaj"), el "paso" (literalmente, "salto") de la esclavitud de Egipto a la liberación se celebraba en la cena anual, en la que se comía el cordero. En ese mismo día, Marcos presenta a Jesús como aquel en quien sucede la "nueva pascua", el paso de lo viejo a lo nuevo, de la muerte a la vida. Y lo enmarca en el contexto de una comida. Compartir la comida era un signo poderosamente elocuente de amistad e intimidad, que creaba o fortalecía entre quienes la compartían un sentimiento de solidaridad. El evangelio muestra a Jesús comiendo con distintos grupos de gente, particularmente con personas consideradas "pecadoras". Aunque ello le acarreara el reproche y la condena por parte de la autoridad religiosa y los doctores de la ley, él vivía las comidas como expresión del mismo "Reino de Dios" que anunciaba. Pero en esta cena hay algo más. En el marco del final inminente, Jesús aparece desvelando el sentido que da a su muerte: la entrega de su vida. Va a ser "entregado" por uno de los suyos, pero realmente es él mismo quien se "entrega", como pacto o alianza de vida. Con el pan, pronuncia la "bendición" (eulogia), según la costumbre judía, acompañando a las palabras: "Tomad, esto es mi cuerpo", que probablemente, en el arameo original, serían: "Tomad, esto soy yo". Ya que no se refiere a la "materialidad" del cuerpo, como a cierta teología muy posterior le gustaría insistir, sino a toda su persona. Ofrecer su cuerpo equivale a ofrecer su persona. Comer el pan significa, por tanto, comulgar con Jesús –tomarlo a él y a su mensaje como referencia y criterio de vida- y alimentarse/fortalecerse con él. A continuación, al tomar la copa, pronuncia, no ya la "bendición", sino la "acción de gracias" –fórmula griega para nombrar la eucaristía-, con estas palabras: "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos". La "sangre" significa también la misma persona, en cuanto entregada a la muerte. Y simboliza la "nueva alianza", que viene a sustituir a la del Sinaí. Pero la escena, como señala Mercedes Navarro, "se aleja del significado sacrificial inmediato que ordinariamente se le suele dar, pues la bebida de la copa implica comunión en la bendición, en la acción de gracias en este caso". Si el término "eucaristía" significa "acción de gracias", el contenido del gesto –a través del cual Jesús expresó el sentido que dio a su vida y que quería dar a su muerte- se condensa en una palabra: entrega..., hasta dar la vida.
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