Para que este Adviento no pase este año por nuestra vida sin pena ni gloria, humildemente, creo que deberíamos prepararnos así:
+ Buscando tiempos entre unas actividades y otras de cada día, en la medida de nuestro trabajo y de nuestro tiempo libre, para dedicarnos a nosotros mismos, para hacer una pausa y crecer a nivel personal: orando, reflexionando, escuchando música, leyendo, dejándonos interpelar por la realidad, trayendo a nuestro recuerdo tantos rostros cercanos, amigos, lejanos… + También debemos cuidarnos para poder cuidar. Descansemos, cuidémonos y dejémonos cuidar, incluso pidamos el cuidado de los demás cuando lo necesitemos. Dejemos espacios para distanciarnos de los problemas, para respirar y que no nos agobien, para poder observarlos bien, discernir y tomar así la mejor decisión. + Estos momentos de reflexión no nos pueden desligar de los demás, muy al contrario: debemos visitar, quedar para tomar una cerveza, hablar por teléfono, enviar un mensaje por whatsapp… a las personas que quiero, que están mal, que sé que me necesitan. Necesitamos hablar más con los vecinos, con la gente que vemos que lo está pasando mal. Debemos aproximarnos, hacernos prójimos. + Ni tampoco nos podemos desentender del mundo que nos rodea. Tenemos que intentar hacer todo lo que podamos por los demás, interesándonos por los problemas de la gente, buscando soluciones colectivas, o personales si soy yo quien tengo que optar y comprometerme en algo concreto. + Debemos buscar momentos de celebración, de diversión, de comunicación, de intimidad, para reforzar la mística de la fraternidad, de la humanidad, del encuentro, de la fiesta, del dolor o de la alegría y el gozo compartido de estar juntos. + Y aceptándonos humildemente como somos, vulnerables, con un carácter y una forma de ser muy concreta, personal. Y a la vez, potencialmente creativos, solidarios, transformadores de la realidad que nos rodea. Solo así construiremos un mundo mejor, más fraterno, justo y en paz. Un mundo nuevo y necesario. + Que se hará realidad esperando contra toda esperanza, pero con una espera activa. Porque el yo narcisista necesita romper con una dinámica de aislamiento y pasividad, para entrar en un nuevo yo contemplativo, dinámico, fraterno, compasivo, lleno de ternura. + Solo así llegará a su plenitud el Adviento. Solo así se aprenderemos a esperar la llegada de la Navidad, de la Vida en plenitud en lo cotidiano de la existencia.
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