Estamos en el último domingo del año litúrgico, y nos vemos obligados a luchar en dos frentes: La fiesta de “Cristo Rey del Universo” y el 34 domingo del tiempo ordinario, con la lectura de la parábola del juicio final. Los dos temas son extremadamente complicados.
El contexto de la implantación de esta fiesta, nos puede dar una buena pista para interpretar hoy su significado. Fue establecida por Pío XI en 1925, en un momento en que la Iglesia estaba perdiendo poder, prestigio e influencia en la sociedad occidental. La jerarquía seguía oponiéndose a la modernidad y soñaba aún con una “restauración”. Creyó que una fiesta de Cristo Rey ayudaría a recuperar el terreno perdido. Jesús nunca reivindicó ningún reino para sí. Todo lo contrario, dijo expresamente que, “el que quiera ser primero, sea el servidor”. Afirmó de palabra y con su vida, que él “no venía a ser servido, sino a servir”. Después del ayuno en el desierto, el ser dueño y señor del mundo se le presenta como una tentación. ¿No hemos ocupado el lugar del tentador, cuando, sin pedirle consentimiento, le hemos dado todos los reinos del mundo? Jesús criticó todo poder que supusiera cualquier clase de esclavitud o sometimiento de los demás. Después de la multiplicación de los panes, nos dice Juan: "Viendo Jesús que querían echarle mano para proclamarle rey, se retiró a la montaña él sólo." ¿No hemos superado la burla macabra de los soldados, poniéndole una corona de oro, un manto real y un cetro cargado de brillantes? O no he entendido nada del evangelio o este cetro y esta corona es mucho más denigrante para Jesús, que la caña y las espinas. Cuando Pilato pone el título sobre la cruz, "Éste es el rey de los judíos", lo hace para burlarse de él y de los judíos. ¿No será también una burla llamarle rey del universo? La liturgia de este día está encabezada con esta frase: "Jesucristo, Rey del Universo"; pero las lecturas terminan hablando de un pastor. ¿Podéis imaginaros dos figuras más contradictorias? Ahí está la clave. El evangelio nos dice que el que quiera entrar en el Reino, no tiene que portarse como vasallo de un superior, sino como servidor de los más débiles. Sin duda, el Reino de Dios fue la principal preocupación de Jesús en su predicación. La imagen de Dios como rey de Israel se remonta a la época de la entrada en Palestina del pueblo judío. Para un nómada nada podía significar la idea de un rey; pero cuando entran en contacto con las estructuras sociales de la gente que vivía en ciudades, los israelitas piden a Dios un rey. Esto fue interpretado por los profetas, como una traición. Desde entonces se va enriqueciendo esa idea y termina por ser la imagen clave para toda la apocalíptica. El final de la historia será un Reino de Dios que termina por sobreponerse a todos los demás. Solo en este contexto cultural podemos entender la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo, el contenido que le da es muy distinto. En tiempo de Jesús, el futuro reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y una victoria de los buenos sobre los malos. Jesús predica un Reino de Dios, del que van a quedar excluidos los que se creían buenos y van a entrar las prostitutas, los pecadores, los marginados... Los gentiles están llamados y muchos judíos quedarán fuera. La característica fundamental del Reino predicado por Jesús es que ya está aquí. No hay que esperar a un tiempo escatológico, sino que ha comenzado ya. "No se dirá ‘está aquí’ o ‘está allá’ porque, mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros”. Para mí, esta idea desbarata todo montaje erróneo sobre el reino de Dios. No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un reino que es Dios. Se trata de hacer presente a Dios entre nosotros, con nuestra manera de actuar, pero después de haber descubierto la presencia de Dios en lo más hondo de nuestro corazón. No vale la programación. Es un reinado del AMOR. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales. Cuando me acerco al que me necesita preocupándome por él, hago presente el Reino de Dios y cuando me preocupo de mí, pisoteando a los demás, excluyo de mi entorno el Reino de Dios. Cuando Pilato le pregunta si es rey, contesta Jesús: “mi reino no es de este mundo”. No quiere decir que vendrá después o que estará en otro lugar, sino que no tiene nada que ver con lo que se entiende por reino. Al insistir Pilato, le dice: "sí, soy rey, yo para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad." Esta frase es reveladora. Ser testigo de la verdad, ser auténtico, ser verdad, es la única manera de ser dueño de sí mismo, y por lo tanto de ser dueño de la realidad entera. Jesús es rey de sí mismo y así es Rey en absoluto. Siendo verdad, alcanza la plenitud de humanidad y manifiesta el Reino de Dios. El Reino de Dios, lo divino que hay en nosotros, es como una fuerza, un fermento, un alma, una luz que transforma la realidad concreta de mi ser y se manifiesta fuera en toda la realidad. Se manifiesta como una cualidad, pero en realidad, es la esencia de mi ser. Yo tengo que esforzarme por hacerla surgir desde lo hondo de mí mismo, aceptando que viene a absorberme. Es necesario que tras haber cooperado con todas mis fuerzas a hacerla brotar, consienta en la comunión, en la que mi propia individualidad se hundirá y acepte convertirme en su alimento (Teilhard de Chardin). Mi yo tiene que desaparecer para que permanezca solo la luz que antes me atravesaba. Consumición será igual a consumación. Después de lo dicho podemos comprender que no se trata de entronizar a Jesús ni antes ni después de morir. Lo Crístico, es decir, lo que significa y encarna la figura de Jesús, es el que tiene que reinar entre nosotros. Cuando decimos: reina la armonía, reina la paz, etc. estamos hablando de una ambiente envolvente que permite su desarrollo. Hablar del reinado de Cristo significa que su espíritu mueve nuestra existencia. Viniendo al evangelio de hoy. Después de haber hablado para su comunidad durante muchos capítulos, Mateo amplía ese marco y habla para todas las naciones. Los judíos creían que Dios les aceptaría a ellos y rechazaría a los paganos. Mateo hace otro planteamiento muy distinto: pertenecen al Reino todos los que se han preocupado de los débiles. El Reino ‘que es Dios’ se hace plenamente presente cada vez que un ser humano actúa desde su verdadero ser. Lo hizo presente Jesús y lo hizo presente Teresa de Calcuta. Que el Reino se haga presente aquí y ahora, depende exclusivamente de ti. Ni siquiera es imprescindible reconocer a Cristo, basta salir al encuentro del hermano que te necesita. Todo ser humano que haya desplegado su verdadera humanidad, hace presente el Reino. Lo único que se tiene en cuenta a la hora de valorar a un ser humano es su humanidad. Esta parábola no necesita ninguna explicación. Sólo tener en cuenta que se trata de un lenguaje escatológico que no podemos entender literalmente. Nos habla de un común denominador para todos los que quieran pertenecer al Reino. Fijaos bien, que en esas exigencias no aparece, ni por asomo, connotación alguna religiosa. La pertenencia o no al Reino, no depende de una actitud religiosa, sino de una actitud vital con relación a los débiles. Lo único que se nos pide es la preocupación por el otro. No se nos preguntará si estoy bautizado, si he ido a misa, si he confesado, si he comulgado, si he creído todos los dogmas. Aquello a lo que nosotros damos tanta importancia, Dios no le da ninguna. El servicio al otro no queremos descubrirlo, porque nos obligaría a vivir de otra manera. En esta parábola podemos encontrar la clave de la encarnación. Dios no se hace un hombre, sino que se hace hombre. El que juzga es el Hombre, el punto de contraste para valorar una vida humana es la similitud con Jesús “el Hombre”. No tenemos que esperar ningún juicio que se me imponga desde fuera. Mis actitudes van manifestando en cada momento el grado de identificación con elmodelo de Hombre. En la medida que me identifique con el modelo, me salvo; en la medida que me separe de él, me voy condenando. No esperes a ser juzgado en un hipotético último día. Este evangelio te está juzgando ahora. No se trata de esperar que Dios me recompense. La clave para salir de la dinámica de toma y daca con relación a Dios, está en que lo que hacemos con los hambrientos no es más que la manifestación de que hemos descubierto y hecho nuestro el Reino que es Dios. No llegamos al Reino por hacer esto o dejar de hacer aquello, sino que nos inclinamos al necesitado porque hemos llegado al Reino. No es lo que hagas por Dios lo que te va a salvar. No nos hagamos ilusiones, si no te preocupas del otro, no estás en el Reino. Hemos conseguido un cristianismo cómodo colocando a Dios en el cielo. Sería demasiado peligroso descubrir a Dios encarnado en cada uno de los seres humanos que nos rodean. Pero no hay escapatoria. Dios es encarnación y lo tenemos que descubrir en las criaturas. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. La pregunta de los rechazados deja bien claro que, si hubieran descubierto la presencia de Dios en el necesitado, lo hubieran socorrido. Meditación-contemplación A la tarde, te examinarán en el amor, dice S. Juan de la Cruz. Ama y haz lo que quieras, dice S. Agustín. Naturalmente, se trata del amor manifestado en obras, no con relación a Dios sino con relación al que te necesita. ………………… El amor no es una exigencia que me viene de fuera. No es una obligación que me impone un ser superior y extraño. Es la exigencia primera y más profunda de mí ser. La esencia de mi humanidad consiste en desplegar esa capacidad de amar. ……………….. El amor que nos pide Jesús en el evangelio es fruto de una experiencia de unidad y pertenencia absoluta. Sin esa vivencia interior, sería una programación inútil. El amor es el agua que fluye de la fuente espontáneamente, mansamente.
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El tiempo es propicio para , en medio de la crisis, tener memoria, situar la relación y compromisos de nuestra cristiana y no olvidar las prácticas habituales de una política neoliberal.
Y esto bajando al arena concreta de la situación que estamos viviendo. Son puntos para la reflexión, que a lo mejor sirven para revisar y asumir nuevas actitudes y opciones. 1. El cristianismo , como religión pública que es, ¿qué aporta al socialismo? 2. Ferocidades verbales de la derecha 3. Les puede el Partido, no la verdad 4. Católicos votantes del PP Benjamín Forcano 1 EL CRISTIANISMO, COMO RELIGIÓN PÚBLICA QUE ES, ¿QUE APORTA AL SOCIALISMO? La consulta histórica de los temas nos aleccionan a veces de manera sorprendente. Ocurre que muchas veces se ha exigido la exclusión de la religión cristiana de la vida pública, debido a haber tergiversado su misión y haberla convertido en poder al servicio de intereses y objetivos de dominación y de egoísmo. Pero, la historia nos ha ido haciendo ver que una cosa son las corrupciones y otra la esencia de la religión y que es un disparate empeñarse en eliminar la religión so pretexto de acabar con sus errores, sin advertir su otra cara de fraternidad y liberación. Precisamente por eso, las cosas vuelven a su cauce y, delimitadas las cosas, se ve como algo absolutamente normal que la religión cristiana es religión pública y que, además, puede Pser una gran fuerza de regeneración , animación y garantía del socialismo. Persona y religión Lo primero que ha contribuido a centrar la cuestión ha sido lo que aparece obvio en el ser humano: su libertad para manifestarse o no religioso. Podrá discutirse todo lo que se quiera sobre esta cuestión, pero lo que sí es evidente es que la persona tiene derecho a expresarse libremente en este aspecto. Ya hemos visto que muchas objeciones caen por sí mismas con solo fijar el concepto de cristianismo de que partimos. La religiosidad, que actúe en contra de la dignidad y derechos humanos, podrá ser criticada y combatida como falsa. Pero, la religiosidad que sirva para promover y garantizar esa dignidad deberá ser reconocida y enaltecida. Lo que no se puede, en consecuencia, es reconocer el derecho a la libertad religiosa y, al mismo tiempo, decretar políticamente su privacidad. Si la libertad religiosa es un derecho de la persona, se deduce que la persona que la profesa lo hace porque la considera un elemento fundante y configurador de su vida. Pretender que la persona religiosa se olvide de sus principios y valores religiosos a la hora de actuar en público, es un doble error: someter a la persona a una esquizofrenia y diluir en la nada el contenido objetivo de la religión. La persona es una unidad y si la religiosidad auténtica la posee, esa religiosidad la impregna en su totalidad: individual y social, interior y exterior, privada y pública, particular y universal, local y cósmica. Quiere esto decir que la religiosidad personal, además de animar y guiar al sujeto en su interioridad, es lógico que aspire a articularse comunitaria e institucionalmente según doctrinas, valores y ritos propios de cada religión. Los límites a ese derecho no pueden ir más allá de los establecidos para cualquier otra visión filosófica o ideológica: el respeto de la dignidad humana y sus derechos. Persona y política La persona es constitutivamente convivencial y comunitaria y, por ende, política. No puede prescindir de los otros a la hora de resolver los problemas comunes. Es la política. La política es esa permanente dedicación a conjugar el bien particular con el común, los derechos de unos con los de los demás, las obligaciones de unos con las obligaciones de los otros. Y este quehacer político no es posible si a la persona la desproveemos de responsabilidad y solidaridad, es decir, de ética. La política no es posible sin personas, y la persona no es posible sin ética.Pero, aquí aparece claro otro extremo: así como la religión por ser plural es individual en la opción y en el contenido, la política por ser comunitaria debe implicar derechos, necesidades y valores que sean comunes. Lo común pertenece a la política, pero la religión por su diversidad, puede sobrepasar e ir más allá de lo común. Y no se puede políticamente programar unitariamente para todos, ni puede ella, por ser particular, erigirse en gestora de una política determinada. Ni política confesional, teocrática; ni confesionalismo político, sacralizado. La religión es y se implica en la política, pero va más allá de la política. La ciudadanía es una franja universal en la que se hallan incluidos todos los seres humanos, con su dignidad y derechos inviolables, en tanto que la religión, sin dejar de reforzar esos derechos, establece además otros vínculos de unidad y comunión gratuitos. Esto quiere decir que ninguna religión puede aspirar a crear una política propia,un Estado propio, una legislación propia, un sistema económico propio y, desde él,dirigir y vincular a todos los ciudadanos. Ninguna religión tiene poder para definir ese tipo de cuestiones e instituciones. Persona y mediaciones Esto quiere decir que la persona, como comunitaria y política que es, no puede llegar a soluciones sin aplicar mediaciones concretas. Ahora, la solución de problemas comunes (pobreza, paro, desigualdad, etc.) requiere de principios religiosos, pero al mismo tiempo la determinación de pasos y medios operativos concretos pertenece al campo y diseño de la antropología, de las ciencias, de las estrategias y políticas concretas que han de buscarse y aplicarse en cada lugar sin desvincularse de los principios y valores guía.Por eso, las mediaciones quedan a merced de un cambio permanente, bien sea por las diferencias existentes en cada pueblo o entre las relaciones de unos pueblos con otros, bien sea por la presión ético religiosa que exige nuevas mediaciones para lograr más adecuación con los valores-fines de la persona y de la sociedad. Persona y cristianismo Los que se profesan cristianos, tiene razones para afirmar que la religión cristiana es una religión pública y que, por lo mismo, y sin pretender monopolizar ni imponer nada, obrando de acuerdo con los principios y valores de esa religión, su conducta reflejará la marca, inspiración y medida de esos valores. Sencillamente porque la persona es unidad y unitariedad, y si la religión la inspira e impregna en su totalidad, debe impregnarla en lo que es la amalgama de esa totalidad: convicciones, actitudes, sentimientos y opciones. Cada persona elige un estilo de vivir. Y, para los creyentes, la religión es parte importante y hasta esencial de ese estilo. Un estilo que no hay que presuponerlo extraño o peligroso, pues la fe, al menos la cristiana, comienza por ser fe humana, es decir, fe en el hombre, en su dignidad y derechos. Ese es el primer artículo de la fe cristiana y sin él la fe se toma sospechosa, vacía o falsa. Y, desde esa fe en lo humano, el cristiano expresa su identidad y comunión con todos aquellos que -ateos o no- viven con el sueño de hacer una ciudad humana universal: fraterna, igualitaria, libre. Hay, pues, un caminar común, porque hay un terreno y fe común. Pero, ¿cuál es el estilo, si lo hay que, junto a esos elementos comunes, debe configurar al cristiano?El estilo es el de Jesús de Nazaret. Cualquier otra coartada, que aspire a definir el cristianismo sin pasar por ahí, es cuestionable. Se es cristiano porque se elige con libertad personal vivir la vida como Jesús de Nazaret. Y Jesús de Nazaret es todo un estilo: en el pensar, en el sentir y en el obrar; en relación con Dios, con uno mismo y con los hombres; en relación con la justicia y con el culto; en relación con los ricos y con los pobres; en relación con el poder religioso y con el poder político; en relación con la interioridad y la exterioridad; en relación con lo que es vicio y lo que es virtud; en relación con la vida material y espiritual, personal e institucional, histórica y escatológica. Puesto a describir el estilo de Jesús, me gustaría destacar algunos de los trazos más salientes:1. Inmerso en su pueblo, participa de todo lo que constituye su historia. Sabe que la expectación sobre el Mesías es grande y varias las maneras de interpretarlo y acogerlo. Resulta predominante la de un mesianismo teocrático, nacionalista, excluyente que restaurará la gloria de Israel con fuerza y esplendor. No se concibe un Mesías que no vaya asociado al poder, al éxito, la gloria. El mesianismo de Jesús es de muy distinta naturaleza: “Sin hacer alarde de ser igual a Dios, se vacía de sí mismo y toma la condición de esclavo haciéndose uno de tantos” (Fp 2,6-8). Escribe Rafael Díaz Salazar: “La forma de Dios como esclavo entregándose a la liberación de los esclavizados con una radicalización que le lleva a la muerte con la doble acusación de subversivo y blasfemo es única en la historia de las religiones.” (1) Tan única que este mesianismo cambia de raíz las relaciones de Dios con la política en el sentido de que no habrá otra forma de hacer política divina sino aquellas que, de verdad, sirvan al servicio y liberación de los empobrecidos desde los valores propios del Evangelio. 2. Este mesianismo jesuánico se centra en el anuncio y realización del Reino de Dios. Este Reino es la utopía del Nazareno, a la que consagra por entero su vida:- Él, como profeta, se enfrenta a las autoridades religiosas y políticas de su pueblo para desenmascarar sus errores y contradicciones. Ningún sistema político puede instrumentalizar la divinidad para el encubramiento de unos y la dominación de otros, y ningún sistema religioso puede erigirse como dueño de Dios y utilizarlo con alienación y detrimento de las personas: “Es muy significativo que la persona que se presenta como el enviado de Dios sea condenada por subversivo y blasfemo. La revelación jesuánica de Dios es captada como suprema negación de la divinidad tal como ésta era concebida por la mayoría de los judíos y romanos. Desde ésta óptica no hemos de extrañamos que los primeros cristianos fueran considerados ateos” (ídem, p. 338). - Dios es Padre de todos, sin exclusión de nadie, en una patria y familia universal, sin fronteras ni discriminaciones, en la que la todos son hermanos. Aquí, el parentesco es de otro rango y sobrepasa el simple de la sangre y de la raza, y se incrusta en la ley primigenia del amor, única que libera, que enlaza culto y justicia y que hace presente a Dios mismo en la liberación de los empobrecidos (Cfr. Mt 25, 31-46). - Para hacer efectiva esta patria. Dios no va a suplir a nadie. Él cuenta con la responsabilidad humana y, sobre todo, con las disposiciones y actitudes de cada uno, alejadas del orgullo, de la avaricia y del egoísmo. Se trata de echar abajo una serie de ídolos (el dinero, el poder, el dominio) que alimentan la deshumanización e impiden que la convivencia y las relaciones entre los humanos sean justas y fraternales. - El mensaje de Jesús no se centra en el diseño de una política específica. Las políticas son necesarias y ellas deben ocupar la entrega y compromiso de los hombres pero, en tanto que políticas, son coyunturales y evolutivas, mientras los valores del Evangelio son esenciales, suprapolíticos, válidos para guiar la política y reconducirla cuando haga falta. Cristianismo y socialismo Si tenemos claro cuáles son los problemas que mayormente afectan a la sociedad, claro que la izquierda pretende ofrecer las mejores propuestas para la solución de esos problemas, claro que no hay un sistema económico-sociopolítico que pueda sobrevivir sin ideología , pues todo proceso económico-político resulta indisociable de un determinado tipo de filosofía y ética. ¿La izquierda de hoy adolece de un vacío de espiritualidad y de valores que la propulsen? Está claro que el neoliberalismo constituye un determinado sistema dominante desde el que organizar la economía y también las conciencias, entonces, la pregunta clave es ésta: en la marcha de este proceso, ¿con qué energías y valores morales contamos? ¿podemos seguir abrigando la duda o el escepticismo de la validez del cristianismo para acometer con garantía la solución de esos problemas? En todo caso, y de ser afirmativo, ¿qué tareas o contribuciones puede aportar el cristianismo a la solución de tan ingentes problemas? Creo que puedo señalar cuatro: 1. Tener como criterio de organización sociopolítica y de educación el criterio de que todos los hombres son hermanos y, si hermanos, hay que luchar para que las relaciones sean de igualdad y desaparezcan los obstáculos que más la imposibilitan: el dinero y el poder. Hay que establecer como prioridad que tantos y tantos como se encuentran en la miseria y exclusión (los últimos) sean los primeros, de modo que sea desde las carencias de sus derechos y necesidades como comience a organizarse la sociedad. Si Jesús llama a los pobres bienaventurados es porque les asegura que su situación va a cambiar y para ello es preciso crear un movimiento que sea capaz de lograrlo, devolviéndoles la dignidad y la esperanza. Hay que dar la primacía de los últimos: “El cristianismo originario se enfrenta al reinado del dinero y del poder como mecanismo de dominación e introduce una pasión en la historia: que los últimos dejen de serlo, que se adopten comportamientos y se organicen políticas y economías que les den la primacía para construir una sociedad sin últimos ni primeros o, al menos, con la menor desigualdad entre los seres humanos convocados a ser hermanos.” (2) 2. De acuerdo con esta pasión por los últimos, tener sensibilidad y criterio para saber detectar dónde se encuentran en nuestro mundo las causas y mecanismos que producen los primeros y mayores problemas de desigualdad e injusticia. 3. Crear una voluntad colectiva que sea capaz de anteponer las necesidades de los últimos y que articule políticas y comportamientos sociales solidarios, con la consiguiente adopción de esfuerzos y renuncias comunes. Si la pasión por los últimos se convierte en idea y fuerza moral movilizadora, tendremos entonces la posibilidad de políticas internacionales de solidaridad, de democracia económica, de asunción de la pobreza evangélica, llegando a crear nuevos sujetos sociales, con una nueva escala de valores antropológicos y una nueva finalidad para la vida personal y colectiva. 4. Hacer propia la cultura del samaritano ante el prójimo necesitado: sentir como propio el dolor de los oprimidos, aproximarse a ellos y liberarlos. Sin este compromiso, toda la religiosidad es falsa: “El cristianismo originario presenta unos valores de fondo que vistos en su conjunto configuran un determinado espíritu o fuerza socio-vital muy importante para la izquierda. La primacía de los últimos, la pasión por su liberación, la crítica de las riquezas, la cercanía a las víctimas de la explotación, el anhelo por construir la fraternidad desde la justicia y más allá de éste, la apuesta por un estilo de vida centrado en la desposesión y comunión de bienes, la unión entre el cambio de la interioridad del hombre y la transformación de la historia, etc. son propuestas vitales muy valiosas para la cultura socialista.” (3) NOTAS (1) R.DIAZ SALAZAR, La izquierda y el cristianismo, Taurus, 1998, p. 342. (2) Idem, p. 354. (3) Idem, p. 399. 2 FEROCIDADES VERBALES DE LA DERECHA Hace tiempo que me rondaba la idea de hacer un estudio sobre los juicios de valor vertidos en los medios de comunicación contra el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. No estaba acostumbrado a oir de tantas bocas tantas descalificaciones y me preguntaba si aquello sería un fenómeno exclusivo de la idiosincrasia española o más bien reflejo de un déficit de comportamiento democrático. En ningún país, había escuchado yo o leído dislates semejantes y tan feroces calumnias sobre su presidente o jefe de gobierno. Zapatero había sido elegido presidente democráticamente por dos veces consecutivas. Y lo habían hecho más de once millones de españoles. Y fueron tan amplios e innegables sus logros que le valieron el reconocimiento internacional y a nivel nacional, con sus fallos y aciertos, era especialmente valorado por su talante apacible, tolerante, dialogante, componedor del mayor consenso posible, defensor de los derechos de minorías marginadas, un talante inusual en muchos políticos de derecha. Pensaba yo que, una de dos: o Zapatero era un monstruo y entonces no entendía que un sector mayoritario de una sociedad democrática lo votase o era un político excepcional que venía frustrando las ansias de llegar al poder de sus adversarios políticos. Aún así, me resultaba inconcebible la saña con que se lo trataba en determinados “medios”. Por supuesto, yo rechazaba el consabido tópico de que lo mismo hacían los políticos del PSOE. Tal respuesta quedaba desmentida por la realidad. Mira por donde hace unos días llegó a mis manos un libro, que cubría mi deseo y confirmaba lo que yo pensaba: “Las mil frases más feroces de la derecha de la caverna”, de José María Izquierdo, prologado por Iñaki Gabilondo. De sus 236 páginas, me interesan ahora las 40 dedicadas a Zapatero. Las frases recogidas por el autor son de firmas o autores muy conocidos, que suelen escribir o hablar en los grandes diarios, en televisión o radio y que pertenecen mayoritariamente al Partido Popular. Voy a exponer lo escrito y que el lector juzgue. Y lo voy a hacer citando literalmente frases de estos autores, recogidas en el libro, con indicación del medio y día en que fueron dichas o escritas. Son frases de unos veinte autores, con nombre y apellido, que los lectores pueden comprobar si lo desean, pero que yo prefiero silenciar. Lo importante es lo que se dice, aunque luego quede marcado quien lo dice. Luego, añadiré de mi parte unas reflexiones. . “ La ignorancia inabarcable de nuestro presidente ha dejado huella en toda Europa” – “Los principales dirigentes europeos lo consideran un pardillo ignorante” - “Está claro que, tras siete años gobernados por este híbrido de Alicia y Atila, en España no cabe un imbécil más”- “Infantilismo y catetez, sumadas a una impecable carencia de escrúpulos morales, son arma eficacísima en las manos de un frío profesional de la política” - “Es el cerebro de un adolescente , injertado sobre una ignorancia más allá de lo descriptible”, “¡Qué cantidad de gansadas dice este hombre!”- “Este indigente intelectual se ha cargado la transición” – “Zapatero no sabe en qué mundo vive ni en qué día” – “ La psicología de Zapatero al final es más simple que el mecanismo de un botijo”, “Preside el Gobierno un perfecto alucinado” – “Zapatero es un político sin solvencia ni preparación, frívolo, hueco, táctico, relativista, líquido, puro pensamiento débil” -“Sus declaraciones son para antología de la memez” . . “Zapatero avanza, en constante y errático progreso, hacia la noche” - “Quienes lo conocen aseguran que el resentimiento es el rasgo constitutivo de su carácter” - “Se ha convertido en un mentiroso compulsivo y sin remedio” – “Rodríguez es un pertubado. Tratar al sujeto de indecente mamarracho se queda corto”, “Además de nefasto cretino es un cursi redomado” – “Ejemplo de degradación ha sido el político de izquierdas más antisocial del mundo, es un villano que lleva a nuestro pueblo a la degradación”. . “Es un caradura, no tiene dignidad” - “Es un ser amoral, inepto y, además, cobarde” – “Al final tenemos a un perfecto majadero con la cara como un pirata” – “Se instala en la falsedad y vive en ella permanentemente” – “Es un vende patrias , es decir, no tiene ningún concepto de España”. -“Es un señor monstruoso”. . “Zapatero es la mayor calamidad que ha tenido España” - “La basura generada diariamente por el Gobierno de Rodríguez Zapatero es imposible de reciclar” - “Este “tío” acredita mil fechorías, una frivolidad política y económica sin límites, una improvisación de púber y una chulería incompatible con su escasa arquitectura”, “El daño que ha hecho a España no lo ha hecho nadie nunca” - “Zapatero trafica sin pestañear con nuestros valores más sagrados y nos entregaría al mejor postor si eso fuera útil para él. Pactaría con el mismísimo Satanás si éste le concediera alguna importancia” - “Insultó a los parados, les llama cobayas, les llama ratas de laboratorio” - “Zapatero ha sido y es el peor presidente que haya tenido nunca este país” - “Desde Fernando VII, el rey felón, no había sufrido esta pobre nación semejante flagelo de incompetencia y traición” - “El esdrújulo y circunflejo Zapatero ha sido el peor gobernante que ha tenido España desde Witiza” . No hay duda de que, tras estos juicios, existen unas motivaciones que los determinan. Y pudieran ser razón para entablar con Zapatero, su equipo de Gobierno y ciudadanos que lo han votado un debate y argumentar sobre lo infundado o equivocado de su quehacer político. Estarían en su derecho y haría un buen servicio a la convivencia. Pero, lo que bulle en todas estas frases no es argumentación y sensatez sino odio y calumnia. El odio es un sentimiento violento que lleva a hacer daño a alguien y la calumnia a imputarle cosas gravemente falsas. Este talante es lo preocupante en una convivencia y es lo que distingue a los falsos de los verdaderos demócratas. Porque el error, la ignorancia, la maldad y la cobardía se combaten con la verdad, la sabiduría, la lealtad y la coherencia, no con la calumnia ni el odio. 3 LES PUEDE EL PARTIDO, NO LA VERDAD Próximamente la mayoría de los españoles votará a uno u otro de los dos grandes Partidos, aunque haya partidos minoritarios que merecerían ser votados por encarnar mejor los valores de la democracia. Pero la política a seguir será la del PP o la del PSOE, dos proyectos distintos, un poco reflejo de las dos Españas, En la situación actual la gente lleva metida en el alma la cantinela del PP: Zapatero y su gobierno están agotados, dejan a España dividida, intervenida y en ruinas, son cinco los millones de parados, están congeladas las pensiones, hemos perdido crédito en el ámbito internacional, decrece la prosperidad y confianza,… Zapatero no ha hecho nada o lo ha hecho todo mal, es el presidente peor de la democracia y de la historia de España. Es la hora del cambio. El PSOE lleva dos legislaturas gobernando, ha tenido el apoyo mayor de los electores, elevó las pensiones de 325 a 725 € y ha explicado cómo su congelación por un año es para asegurarlas en los 25 años siguientes a los futuros jubilados, sacó las tropas de Irak, consiguió el apoyo parlamentario para las leyes del matrimonio homosexual, del aborto, de la igualdad, de la dependencia, creó una televisión pública independiente, aseguró igualdad de oportunidades en educación y sanidad, ha denunciado la corrupción política, ha promovido las Autonomías, ha derrotado a ETA,… Pero con tal de ganar aquí vale todo, tanto si se calumnia como si se engaña a los electores con grandes promesas, con lugares comunes, sin soluciones. El PP está liderando el tema de las privatizaciones a mansalva, debilitando el sector público, consagrando los privilegios de los que más tienen, preparando la pérdida de los derechos civiles, desatendiendo a las minorías. No hay sino mirar a la Cospedal, su campeona en recortes sociales y a Esperanza Aguirre su líder en las privatizaciones. Al PP no le interesa la verdad de diagnósticos y análisis, propuestas y alternativas, le basta con repetir que Zapatero es el culpable de todo y crucificarlo con los clavos de mil vejámenes. Me temo que el PP, si finalmente llega al poder, no va a cambiar de estrategia, lleva mucho resentimiento acumulado, le resultará difícil liberarse de su prolongada frustración y crispación, dejar a un lado tanta ferocidad mediática (según describe José María Izquierdo en su último libro: “Las mil frases más feroces de la derecha de la caverna”) y dejar de sembrar alarmas, falsedades, ilusiones que envenenan la convivencia. Es posible que muchos votantes sinceros los descubran en breve, por sus obras, y contrasten la retórica de sus promesas con la realidad escondida de sus verdaderas intenciones. 3 El PRE – JUICIO EN POLÍTICA Hace tiempo que, cuando me asomo a un programa de televisión , me interesa primero de todo los nombres de los que intervienen. Y he llegado a la decisión de desconectar sin son nombres que intervienen en nombre de los partidos. Me resulta insoportable su irracionalidad, que proviene de no valorar los razonamientos del contrario, de no preocuparse por los derechos de la mayoría, de negar y contradecir al contrario. Un ejercicio éste pre-racional, (lo racional es lo específicamente humano) con el objetivo de que el propio partido sobresalga invicto. Los intereses del pueblo, -el único que delega el poder y tiene derecho a que se le represente con obediencia y honestidad-, son siempre los mismos, se trate del partido que sea. No es consecuente, por tanto, que los políticos se ataquen obstinadamente como si de intereses distintos se tratara. Esta postura es hoy pestilente en ciertos debates políticos. La perduración de esta dialéctica partidista produce confusión y malestar y subrepticiamente va inoculando fobias de exclusión y menosprecio. Desgraciadamente, muchos ciudadanos piensan por lo que dicen estas personas. Obran con pre-juicio, es decir, sin uso de la propia razón. Entiendo, no obstante, la acrítica receptividad de muchos televidentes. En nuestro interior anidan ideas, pautas y sentimientos que desde diversas instancias se nos fueron introyectando. No todos han dispuesto luego de circunstancias que les permitieran valorar ese contorno, despojándolo de elementos exagerados, unilaterales e incluso falsos. Pero, otra cosa es la postura de los que cínicamente proceden así, a sabiendas de que mienten. El ciudadano debe estar alerta contra esta mediocraciapolítica que, además de insolente es antidemocrática y arranca de creer que tan solo tal o cual partido es vehículo de verdad y de soluciones. Insolencia que trastueca hechos básicos como son los de pensar que sólo la derecha define bien la realidad de España, sólo la derecha asume y respeta la religión, sólo la derecha garantiza los valores morales, sólo la derecha gobierna y legisla de acuerdo con la herencia cultural de la católica España o que sólo la izquierda es sospechosa de todos los males. En este pre-juicio se agita el fantasma de las dos Españas: la de que por ser español hay que ser de derechas (neoliberal), la de que por ser de derechas hay que ser católico y la de que por ser católico hay que rechazar toda izquierda (socialismo). Esta división dual apriorística, es la que está en la base del pre-juicio. Por las venas de muchos españoles corren todavía los miedos de enfrentamientos seculares, vividos entre tradición y avance, imperialismo políticorreligioso y proyecto social revolucionario, sociedad premoderna y sociedad abierta pluralista. Los católicos estamos aprendiendo a sentir y demostrar que, no por ser españoles, debemos ser católicos y que no por no ser católico se deja de ser verdadero español. Confesamos que hemos coaccionado muchas veces hasta imponer la fe y hemos prostituido el Evangelio legitimando intereses de los más ricos y poderosos, callando ante la injusticia e induciendo a resignación al pueblo. Eso no es la Buena Nueva del Evangelio. Han pasado décadas donde ha quedado claro que la libertad religiosa es un derecho de toda persona: cada uno es libre de ser creyente o ateo. Una buena o mala convivencia no depende de ser creyente o ateo sino de ser un mal creyente o un mal ateo. Los no católicos y, entre ellos los que sean ateos, deben admitir que la religión católica en sí, tal como brota del Evangelio, no es alienante, ni es opresora, ni cómplice del precapitalismo, ni del capitalismo o de ninguna otra suerte de neoliberalismo, sino defensa y lugar nato de los más pobres: los preferidos y auténticos vicarios del Dios de Jesús. Eso explica precisamente que los mismos católicos podamos denunciar y combatir todo desvío eclesiástico en contra. Creyentes y no creyentes podemos encontrarnos en una fe común: la fe en el hombre, en su dignidad y derechos, en la lucha por lo que sea emancipación de toda esclavitud y discriminación. Fe cristiana, que no reivindica todo esto, es falsa. Y ateos que siguen pensando que la religión es opio del pueblo y que no merece un lugar en la sociedad y que no se puede esperar de la fe un compromiso serio a favor de la justicia y liberación, es sostener planteamientos trasnochados. Estamos en una sociedad abierta y pluralista, con Estado aconfesional, en la que son innegables la autonomía humana, el quehacer de las instituciones humanas y el derecho a ejercer la libertad religiosa. No tiene sentido la antítesis militante de la Iglesia contra la Sociedad ni de la Sociedad contra la Iglesia. Si nos diferencia la particularidad de la fe religiosa, nos identifica y cohesiona la fe común en el hombre. Hay que esclarecer pre-juicios, que fueron y ya no son, pero que actúan todavía en muchas mentes: si eres del PP todo lo que haga el PP te parecerá maravilloso y encomiable, y no habrá aspecto malo que no comprendas o disculpes, y todo lo que vaya en contra de él lo verás como falsedad, fruto de la malquerencia. Y te enquistarás en la trinchera de la eliminación –ideológica y física- del contrario: con nosotros o contra nosotros, pre-juicio. Ni la verdad está toda en un partido ni el error en otro. En un debate hay que preguntar: ¿Cuáles son sus obras cuando tanto prometen? ¿Prometen lo de aquellos concejales de un ayuntamiento: “Juro ser el primero en el sacrificio y el último en el beneficio? No hipotequemos, por tanto, nuestra libertad con ningún partido, aun cuando se haga ineludible elegir entre uno u otro estableciendo prioridades y graduaciones. No todos son iguales, hay un más y un menos. El poder político es del pueblo y quien lo recibe debe ejercerlo atendiendo al bien y derechos del pueblo. Sin poder no hay política posible, ni democracia posible. Y es en el ejercicio del poder donde se manifiesta la vocación del político –servidor del pueblo- o del burócrata que lo utiliza en beneficio propio –funcionario corrupto-. En el pre-juicio no opera la razón, prevalece siempre la opción tomada, alimentada casi siempre por ideas desajustadas y viejos temores y reivindicaciones del pasado. ¿No es la ignorancia fuente de donde mana el pre-juicio? 4 CATOLICOS VOTANTES DEL PP Sé que, al tratar de esta cuestión, no me voy a liberar del acoso de la derecha y de la izquierda, porque ambas, una por unas razones y otra por otras, sostienen que la religión es un asunto privado y que, por tanto, no debe incidir en la vida pública. Debo mencionar, para ser justo, la tendencia de un socialismo europeo y latinoamericano, hoy mayoritaria que , sin dejar de afirmar el carácter privado de la religión, subraya con fuerza su dimensión pública. Por el contrario, los movimientos religiosos neoconservadores, con faz pública en el neoliberalismo, defienden su vinculación con la religión para la moral privada del matrimonio y la familia y largan fuera a la religión cuando de cuestiones sociopolíticas se trata, a no ser que –y es otra de sus opciones- se apoderen de ella como factor ideológico legitimante de su política e intereses. Intento confrontar estas mis reflexiones con la conciencia de no pocos católicos, que votan habitualmente al PP o que, acaso, lo van a hacer por primera vez. Por supuesto, no pretendo dirigir el voto de nadie, lo cual no está reñido con que yo, ciudadano católico, analice el significado de algunos hechos, protagonizados por el PP en nuestra sociedad y que se prestan a una valoración. Y digo de antemano que, para mí y para millones de católicos, la religión no tiene por qué ser “opio”, aunque lo haya sido muchas veces; ni tiene por qué ser relegada al jardín de la interioridad o privatizada forzadamente, por más que muchas situaciones históricas ilustren el contubernio de ella con el poder. Para mí, es obvio que la fe, con ser una cosa íntima, incide en la totalidad de la persona y en esa totalidad está como parte importante la vida social y pública. Por eso, me ha resultado natural que, en las manifestaciones contra la guerra, se encontraran en las calles miles y miles de ciudadanos católicos, movidos por imperativos de solidaridad y de ética natural y, también, de ética evangélica, suscribiendo con naturalidad las palabras de A. Einstein: “Nos sublevamos contra la guerra porque todo hombre tiene derecho a la vida, porque la guerra aniquila promisorias vidas humanas, pone al individuo en situaciones indignas, lo compele a matar a otros, cosa que él no quiere, destruye preciosos valores materiales, productos del trabajo humano, y tantas cosas más. La guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el proceso cultural , y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella; lisa y llanamente no la soportamos más. La nuestra no es una repulsa intelectual y afectiva, es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia constitucional, una idiosincracia extrema, por así decir”· Con esta perspectiva resultan incompatibles las palabras de ciertos católicos que en ocasiones han afirmado “No crearles la guerra ningún problema de conciencia”; son expresión de un catolicismo integrista que hace alianza con las tesis básicas del neoliberalismo. Si ellos no tienen problemas de conciencia, es lógico suponer que será porque han sustituido los principios de la ética cristiana por los de la ética neoliberal y, entonces, no es extraño que puedan apartarse del sentir de la mayoría y de las mismas palabras del Papa Juan Pablo II, como ocurrió con la guerra de Irak. En esta postura se pueden entrever seguramente los resultados de una educación cristiana ferozmente individualista, ajena a las cuestiones candentes de la sociedad. ¡Como si a Jesús de Nazaret lo hubiese fulminado un meteorito atmosférico y no la conspirada alianza del poder religioso y político de su sociedad, que lo vieron como peligroso y opuesto a su programa e intereses! “Este hombre no nos conviene, debe morir”. Esta forma de pensar resulta, para un cristiano crítico y de nuestro tiempo, lamentablemente anacrónica. Históricamente la religión cristiana ha ido más de la mano del capitalismo que del socialismo. Oficialmente, casi hasta el concilio Vaticano II, la alianza del cristianismo con el capitalismo era vista como natural y querida por Dios, y la alianza con el socialismo como innatural y reprobable.Han sido siglos de modelación de las conciencias que dieron como resultado un talante católico conservador y reaccionario. No en vano, resonó en la cristiandad por activa y pasiva que comunismo y socialismo eran incompatibles con la religión cristiana, que la sociedad de clases respondía a la voluntad de Dios, que la existencia de ricos y pobres era fruto de su voluntad y que el cambio de ese modelo era un atentado contra la ley natural y divina. La convocatoria del Vaticano II obedecía sobre todo a saldar el desfase de la Iglesia con el mundo moderno, a liberarla de una teología y espiritualidad medieval y barroca, a inculturarla en la revolución antropológica y social moderna y, sobre todo, a reivindicar su opción profética a favor de los empobrecidos y en contra los empobrecedores. Hay, por lo demás, un hecho histórico reiterado: las revoluciones se han hecho siempre sin la Iglesia o contra la Iglesia, no con la Iglesia. Quizás la revolución sandinista fue la primera que gozó del apoyo y legitimación eclesiástica. Afortunadamente, con el concilio Vaticano II floreció una nueva teología y espiritualidad cristiana, plasmada sobre todo en la teología de la liberación, que reformulaba profundamente la presencia y compromiso de los cristianos en la sociedad. Se puede calificar de copernicano el giro que en este punto se ha dado en muchas partes confirmado en multitud de movimientos, luchas, testimonios y mártires a favor de la justicia y de la liberación.Se entiende así que el PP, derecha política, busque como consorcio suyo natural a la derecha eclesiástica. Es lo suyo: un modelo de sociedad primordialmente económico, profundamente polarizado entre fuertes y débiles, movido por el egoísmo, el lucro y por la ley de la competencia más agresiva. El PP no puede ver con buenos ojos un proyecto de convivencia social reestructurado desde la igualdad , la justicia, la libertad y la primacía de los últimos. Este proyecto es profundamente evangélico, con enormes repercusiones en la vida pública, por reclamar unas relaciones sociales de fraternidad (todos vosotros sois hermanos); de efectivo compartir los bienes (lo tenían todo en común); de desidolatración del poder (entre vosotros el que quiere ser el primero que sea el último); de amor veraz y palpable en el prójimo (la fe que no se muestra en obras y amor al prójimo es muerta y diabólica).Un partido conservador busca, primero de todo, mantener su nivel superior de bienestar, de privilegios y de dominación. Por más que se diga, sus promesas de respetar la religión son, de hecho, aparentes. Ya no sorprende por tanto la paradoja de que el PP se manifieste muy sensible a las orientaciones de la Iglesia, del Papa en primer lugar, cuando se trata de temas de moral matrimonial-familiar y sexual, y se muestre frío o indiferente a las orientaciones de la ética social y de las palabras del Papa. Y no han faltado dirigentes políticos, obispos incluidos, que reclamaban no dar el voto a partidos que estableciesen una regulación civil sobre situaciones conflictivas del aborto, divorcio, control de natalidad, homosexualidad, parejas de hecho, etc. que no fueran acordes con las normas de la Iglesia. El PP ha hecho gala, para muchos de estos casos, de fiel sometimiento a la Iglesia. De la misma manera, ha dado un trato de favor a la Iglesia en la cuestión de la religión en la escuela y en otras cuestiones de pago al clero, de exención, de privilegios indebidos, etc. Esto creaba, en no pocos ambientes, la sensación de que el PP era un partido respetuoso con la enseñanza y moral de la Iglesia. En la guerra contra Irak la luz llegó hasta el fondo. El Gobierno del PP de entonces, con la totalidad indivisa de sus diputados, desoyó la voz mayoritaria del pueblo, del marco legal de las Naciones Unidas, del Consejo de Seguridad y del Papa; optaron por la voz del emperador y no la del Papa Juan Pablo II. Entonces: ¿cómo el PP compagina sus decisiones con las pautas del Evangelio en aquellos puntos que tocan sus intereses económicos? ¿Su defensa de la religión es por fidelidad o por cálculo y conveniencia? En todo caso, es hora de arrancar caretas y de no permitir la desfachatez de que se siga abrigando o exhibiendo la convicción de que el PP garantiza los valores de la religión y es natural aliado de la Iglesia católica. 1. ¿El PP aliado natural de la Iglesia?
2. Aportación del cristianismo a la sociedad de hoy ¿EL PP NATURAL ALIADO DE LA IGLESIA? En buena parte, la derecha y la izquierda, una por unas razones y otra por otras, sostienen que la religión es un asunto privado y que, por tanto, no debe incidir en la vida pública. Debo mencionar, para ser justo, la tendencia de un socialismo europeo y latinoamericano, hoy mayoritaria que , sin dejar de afirmar el carácter privado de la religión, subraya con fuerza su dimensión pública. Por el contrario, los movimientos religiosos neoconservadores, con faz pública en el neoliberalismo, defienden su vinculación con la religión para la moral privada del matrimonio y la familia y largan fuera a la religión cuando de cuestiones sociopolíticas se trata, a no ser que –y es otra de sus opciones- se apoderen de ella como factor ideológico legitimante de su política e intereses. Por supuesto, no pretendo dirigir el voto de nadie, lo cual no está reñido con que yo, ciudadano católico, analice el significado de algunos hechos, protagonizados por el PP en nuestra sociedad y que se prestan a una valoración. Y digo de antemano que, para mí y para millones de católicos, la religión no tiene por qué ser “opio”, aunque lo haya sido muchas veces; ni tiene por qué ser relegada al jardín de la interioridad o privatizada forzadamente, por más que muchas situaciones históricas ilustren el contubernio de ella con el poder. Para mí, es obvio que la fe, con ser una cosa íntima, incide en la totalidad de la persona y en esa totalidad está como parte importante la vida social y pública. Por eso, me resultó natural que, en las manifestaciones contra la guerra, se encontraran en las calles miles y miles de ciudadanos católicos, movidos por imperativos de solidaridad y de ética natural y, también, de ética evangélica, suscribiendo con naturalidad las palabras de A. Einstein: “Nos sublevamos contra la guerra porque todo hombre tiene derecho a la vida, lo compele a matar a otros, cosa que él no quiere. La guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el proceso cultural , y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella; lisa y llanamente no la soportamos más. La nuestra es una intolerancia constitucional, una idiosincracia extrema, por así decir”· Con esta perspectiva resultan incompatibles las palabras de ciertos católicos que en ocasiones han afirmado “No crearles la guerra ningún problema de conciencia”; expresión de un catolicismo integrista que hace alianza con las tesis básicas del neoliberalismo. Si ellos no tienen problemas de conciencia, es lógico suponer que será porque han sustituido los principios de la ética cristiana por los de la ética neoliberal y, entonces, no es extraño que puedan apartarse del sentir de la mayoría y de las mismas palabras del Papa Juan Pablo II, como ocurrió con la guerra de Irak. En esta postura se pueden entrever seguramente los resultados de una educación cristiana ferozmente individualista, ajena a las cuestiones candentes de la sociedad. ¡Como si a Jesús de Nazaret lo hubiese fulminado un meteorito atmosférico y no la conspirada alianza del poder religioso y político de su sociedad, que lo vieron como peligroso y opuesto a su programa e intereses! “Este hombre no nos conviene, debe morir”. Esta forma de pensar resulta, para un cristiano crítico y de nuestro tiempo, lamentablemente anacrónica. Históricamente la religión cristiana ha ido más de la mano del capitalismo que del socialismo. Oficialmente, casi hasta el concilio Vaticano II, la alianza del cristianismo con el capitalismo era vista como natural y querida por Dios, y la alianza con el socialismo como innatural y reprobable. Han sido siglos de modelación de las conciencias que dieron como resultado un talante católico conservador y reaccionario. No en vano, resonó en la cristiandad por activa y pasiva que comunismo y socialismo eran incompatibles con la religión cristiana, que la sociedad de clases respondía a la voluntad de Dios, que la existencia de ricos y pobres era fruto de su voluntad y que el cambio de ese modelo era un atentado contra la ley natural y divina. La convocatoria del Vaticano II obedecía sobre todo a saldar el desfase de la Iglesia con el mundo moderno, a liberarla de una teología y espiritualidad medieval y barroca, a inculturarla en la revolución antropológica y social moderna y, sobre todo, a reivindicar su opción profética a favor de los empobrecidos y en contra los empobrecedores. Hay, por lo demás, un hecho histórico reiterado: las revoluciones se han hecho siempre sin la Iglesia o contra la Iglesia, no con la Iglesia. Quizás la revolución sandinista fue la primera que gozó del apoyo y legitimación eclesiástica. Afortunadamente, con el concilio Vaticano II floreció una nueva teología y espiritualidad cristiana, plasmada sobre todo en la teología de la liberación, que reformulaba profundamente la presencia y compromiso de los cristianos en la sociedad. Se puede calificar de copernicano el giro que en este punto se ha dado en muchas partes confirmado en multitud de movimientos, luchas, testimonios y mártires a favor de la justicia y de la liberación. Se entiende así que el PP, derecha política, busque como consorcio suyo natural a la derecha eclesiástica. Es lo suyo: un modelo de sociedad primordialmente económico, profundamente polarizado entre fuertes y débiles, movido por el egoísmo, el lucro y por la ley de la competencia más agresiva. El PP no puede ver con buenos ojos un proyecto de convivencia social reestructurado desde la igualdad , la justicia, la libertad y la primacía de los últimos. Este proyecto es profundamente evangélico, con enormes repercusiones en la vida pública, por reclamar unas relaciones sociales de fraternidad (todos vosotros sois hermanos); de efectivo compartir los bienes (lo tenían todo en común); de desidolatración del poder (entre vosotros el que quiere ser el primero que sea el último); de amor veraz y palpable en el prójimo (la fe que no se muestra en obras y amor al prójimo es muerta y diabólica). Un partido conservador busca, primero de todo, mantener su nivel superior de bienestar, de privilegios y de dominación. Por más que se diga, sus promesas de respetar la religión son, de hecho, aparentes. Ya no sorprende por tanto la paradoja de que el PP se manifieste muy sensible a las orientaciones de la Iglesia, del Papa en primer lugar, cuando se trata de temas de moral matrimonial-familiar y sexual, y se muestre frío o indiferente a las orientaciones de la ética social y de las palabras del Papa. Y no han faltado dirigentes políticos, que reclamaban no dar el voto a partidos que estableciesen una regulación civil sobre situaciones conflictivas del aborto, divorcio, control de natalidad, homosexualidad, parejas de hecho, etc. que no fueran acordes con las normas de la Iglesia. El PP ha hecho gala, para muchos de estos casos, de fiel sometimiento a la Iglesia. De la misma manera, ha dado un trato de favor a la Iglesia en la cuestión de la religión en la escuela y en otras cuestiones de pago al clero, de exención, de privilegios indebidos, etc. Esto creaba, en no pocos ambientes, la sensación de que el PP era un partido respetuoso con la enseñanza y moral de la Iglesia. En la guerra contra Irak la luz llegó hasta el fondo. El Gobierno del PP de entonces, con la totalidad indivisa de sus diputados, desoyó la voz mayoritaria del pueblo, del marco legal de las Naciones Unidas, del Consejo de Seguridad y del Papa; optaron por la voz del emperador y no la del Papa Juan Pablo II. Entonces: ¿cómo el PP compagina sus decisiones con las pautas del Evangelio en aquellos puntos que tocan sus intereses económicos? ¿Su defensa de la religión es por fidelidad o por cálculo y conveniencia? En todo caso, es hora de arrancar caretas y de no permitir la desfachatez de que se siga abrigando o exhibiendo la convicción de que el PP garantiza los valores de la religión y es natural aliado de la Iglesia católica. 2 APORTACIÓN DEL CRISTIANISMO A LA SOCIEDAD DE HOY La religión cristiana es una religión pública Los que se profesan cristianos, tiene razones para afirmar que la religión cristiana es una religión pública y que, por lo mismo, y sin pretender monopolizar ni imponer nada, obrando de acuerdo con los principios y valores de esa religión, su conducta reflejará la marca, inspiración y medida de esos valores. Sencillamente porque la persona es unidad y unitariedad, y si la religión la inspira e impregna en su totalidad, debe impregnarla en lo que es la amalgama de esa totalidad: convicciones, actitudes, sentimientos y opciones. Cada persona elige un estilo de vivir. Y, para los creyentes, la religión es parte importante y hasta esencial de ese estilo. Un estilo que no hay que presuponerlo extraño o peligroso, pues la fe, al menos la cristiana, comienza por ser fe humana, es decir, fe en el hombre, en su dignidad y derechos. Ese es el primer artículo de la fe cristiana y sin él la fe se toma sospechosa, vacía o falsa. Y, desde esa fe en lo humano, el cristiano expresa su identidad y comunión con todos aquellos que -ateos o no- viven con el sueño de hacer una ciudad humana universal: fraterna, igualitaria, libre. Hay, pues, un caminar común, porque hay un terreno y fe común. Pero, ¿cuál es el estilo, si lo hay que, junto a esos elementos comunes, debe configurar al cristiano?El estilo es el de Jesús de Nazaret. Cualquier otra coartada, que aspire a definir el cristianismo sin pasar por ahí, es cuestionable. Se es cristiano porque se elige con libertad personal vivir la vida como Jesús de Nazaret. Y Jesús de Nazaret es todo un estilo: en el pensar, en el sentir y en el obrar; en relación con Dios, con uno mismo y con los hombres; en relación con la justicia y con el culto; en relación con los ricos y con los pobres; en relación con el poder religioso y con el poder político; en relación con la interioridad y la exterioridad; en relación con lo que es vicio y lo que es virtud; en relación con la vida material y espiritual, personal e institucional, histórica y escatológica. Puesto a describir el estilo de Jesús, me gustaría destacar algunos de los trazos más salientes:1. Inmerso en su pueblo, participa de todo lo que constituye su historia. Sabe que la expectación sobre el Mesías es grande y varias las maneras de interpretarlo y acogerlo. Resulta predominante la de un mesianismo teocrático, nacionalista, excluyente que restaurará la gloria de Israel con fuerza y esplendor. No se concibe un Mesías que no vaya asociado al poder, al éxito, la gloria. El mesianismo de Jesús es de muy distinta naturaleza: “Sin hacer alarde de ser igual a Dios, se vacía de sí mismo y toma la condición de esclavo haciéndose uno de tantos” (Fp 2,6-8). Escribe Rafael Díaz Salazar: “La forma de Dios como esclavo entregándose a la liberación de los esclavizados con una radicalización que le lleva a la muerte con la doble acusación de subversivo y blasfemo es única en la historia de las religiones.” (1) Tan única que este mesianismo cambia de raíz las relaciones de Dios con la política en el sentido de que no habrá otra forma de hacer política divina sino aquellas que, de verdad, sirvan al servicio y liberación de los empobrecidos desde los valores propios del Evangelio. 2. Este mesianismo jesuánico se centra en el anuncio y realización del Reino de Dios. Este Reino es la utopía del Nazareno, a la que consagra por entero su vida:- Él, como profeta, se enfrenta a las autoridades religiosas y políticas de su pueblo para desenmascarar sus errores y contradicciones. Ningún sistema político puede instrumentalizar la divinidad para el encubramiento de unos y la dominación de otros, y ningún sistema religioso puede erigirse como dueño de Dios y utilizarlo con alienación y detrimento de las personas: “Es muy significativo que la persona que se presenta como el enviado de Dios sea condenada por subversivo y blasfemo. La revelación jesuánica de Dios es captada como suprema negación de la divinidad tal como ésta era concebida por la mayoría de los judíos y romanos. Desde ésta óptica no hemos de extrañamos que los primeros cristianos fueran considerados ateos” (ídem, p. 338). - Dios es Padre de todos, sin exclusión de nadie, en una patria y familia universal, sin fronteras ni discriminaciones, en la que la todos son hermanos. Aquí, el parentesco es de otro rango y sobrepasa el simple de la sangre y de la raza, y se incrusta en la ley primigenia del amor, única que libera, que enlaza culto y justicia y que hace presente a Dios mismo en la liberación de los empobrecidos (Cfr. Mt 25, 31-46). - Para hacer efectiva esta patria. Dios no va a suplir a nadie. Él cuenta con la responsabilidad humana y, sobre todo, con las disposiciones y actitudes de cada uno, alejadas del orgullo, de la avaricia y del egoísmo. Se trata de echar abajo una serie de ídolos (el dinero, el poder, el dominio) que alimentan la deshumanización e impiden que la convivencia y las relaciones entre los humanos sean justas y fraternales. - El mensaje de Jesús no se centra en el diseño de una política específica. Las políticas son necesarias y ellas deben ocupar la entrega y compromiso de los hombres pero, en tanto que políticas, son coyunturales y evolutivas, mientras los valores del Evangelio son esenciales, suprapolíticos, válidos para guiar la política y reconducirla cuando haga falta. ¿Qué aporta el cristianismo a la solución de nuestros problemas de hoy? Si tenemos claro cuáles son los problemas que mayormente afectan a la sociedad, claro que la izquierda pretende ofrecer las mejores propuestas para la solución de esos problemas, claro que no hay un sistema económico-sociopolítico que pueda sobrevivir sin ideología , pues todo proceso económico-político resulta indisociable de un determinado tipo de filosofía y ética. ¿La izquierda de hoy adolece de un vacío de espiritualidad y de valores que la propulsen? Está claro que el neoliberalismo constituye un determinado sistema dominante desde el que organizar la economía y también las conciencias, entonces, la pregunta clave es ésta: en la marcha de este proceso, ¿con qué energías y valores morales contamos? ¿podemos seguir abrigando la duda o el escepticismo de la validez del cristianismo para acometer con garantía la solución de esos problemas? En todo caso, y de ser afirmativo, ¿qué tareas o contribuciones puede aportar el cristianismo a la solución de tan ingentes problemas? Creo que puedo señalar cuatro: 1. Tener como criterio de organización sociopolítica y de educación el criterio de que todos los hombres son hermanos y, si hermanos, hay que luchar para que las relaciones sean de igualdad y desaparezcan los obstáculos que más la imposibilitan: el dinero y el poder. Hay que establecer como prioridad que tantos y tantos como se encuentran en la miseria y exclusión (los últimos) sean los primeros, de modo que sea desde las carencias de sus derechos y necesidades como comience a organizarse la sociedad. Si Jesús llama a los pobres bienaventurados es porque les asegura que su situación va a cambiar y para ello es preciso crear un movimiento que sea capaz de lograrlo, devolviéndoles la dignidad y la esperanza. Hay que dar la primacía de los últimos: “El cristianismo originario se enfrenta al reinado del dinero y del poder como mecanismo de dominación e introduce una pasión en la historia: que los últimos dejen de serlo, que se adopten comportamientos y se organicen políticas y economías que les den la primacía para construir una sociedad sin últimos ni primeros o, al menos, con la menor desigualdad entre los seres humanos convocados a ser hermanos.” (2) 2. De acuerdo con esta pasión por los últimos, tener sensibilidad y criterio para saber detectar dónde se encuentran en nuestro mundo las causas y mecanismos que producen los primeros y mayores problemas de desigualdad e injusticia. 3. Crear una voluntad colectiva que sea capaz de anteponer las necesidades de los últimos y que articule políticas y comportamientos sociales solidarios, con la consiguiente adopción de esfuerzos y renuncias comunes. Si la pasión por los últimos se convierte en idea y fuerza moral movilizadora, tendremos entonces la posibilidad de políticas internacionales de solidaridad, de democracia económica, de asunción de la pobreza evangélica, llegando a crear nuevos sujetos sociales, con una nueva escala de valores antropológicos y una nueva finalidad para la vida personal y colectiva. 4. Hacer propia la cultura del samaritano ante el prójimo necesitado: sentir como propio el dolor de los oprimidos, aproximarse a ellos y liberarlos. Sin este compromiso, toda la religiosidad es falsa: “El cristianismo originario presenta unos valores de fondo que vistos en su conjunto configuran un determinado espíritu o fuerza socio-vital muy importante para la izquierda. La primacía de los últimos, la pasión por su liberación, la crítica de las riquezas, la cercanía a las víctimas de la explotación, el anhelo por construir la fraternidad desde la justicia y más allá de éste, la apuesta por un estilo de vida centrado en la desposesión y comunión de bienes, la unión entre el cambio de la interioridad del hombre y la transformación de la historia, etc. son propuestas vitales muy valiosas para la cultura socialista.” (3) NOTAS (1) R.DIAZ SALAZAR, La izquierda y el cristianismo, Taurus, 1998, p. 342. (2) Idem, p. 354. (3) Idem, p. 399. Jesús tiene un proyecto: inaugurar en toda la tierra un “mundo para todos y para todas”. Por cierto, ese proyecto, al que le pone el nombre de “Reino”, transciende ampliamente lo político-social, pero lo abarca en el más alto grado.
Para realizar su proyecto, Jesús, que sin duda ama entrañablemente a su pueblo, desconfía mucho de algunas de sus inclinaciones, -que muchos otros pueblos de la tierra comparten con él- como el odio a los enemigos, la costumbre de hacer de la venganza un deber sagrado, una obsesión por llegar a ser la nación más importante del mundo y una fascinación obcecada por los líderes carismáticos, por la magia, los milagros, las soluciones fáciles y la ilusión de un paraíso instantáneo. Él cree que su proyecto es posible sólo poniéndole el hombro, mediante una fe inquebrantable en Dios, sin odios, sin fanatismos, sin lavado de cerebro, sin esperar éxitos inmediatos y sin pretender jamás lograr el bien por medio del mal. Quiere discípulos para esto y no para otra cosa. Por eso no se deja obsesionar por la idea de que todos le sigan. A veces hasta parece hacer lo posible para desanimar a muchos de aquellos que se le acercan con la buena intención de sumarse a su grupito de discípulos. A Jesús no le interesan las estadísticas ni las grandes cantidades. A los que insisten en tomarlo como gurú les aclara lo que podrá sucederles. Nada menos que despertar la cólera de quienes manejan el país en su propio beneficio y que no van a permitir que se les quite un pedacito de sus privilegios. En otras palabras, no les espera la paz sino la guerra y, finalmente, la cruz. En esto Jesús es muy claro y, por eso, muchos abandonan la idea de seguirlo. Jesús no llora por eso. Porque él no aflojará. Su país y el mundo serán “para todos y para todas” o no serán para nadie. Él no se quedará esperando que papá y mamá estén de acuerdo con el plan, que el duelo por el abuelo recién fallecido se haya cumplido o que la tribu entera le haya dado su bendición… El que quiera seguirlo lo hará sin demora y sin mirar atrás, andando junto a él por el camino de los pequeños y los excluidos, con el ansia de un pastor pobre quien, no teniendo más que tres o cuatro ovejas, recorre todos los barrancos para encontrar la que se le perdió. No todos deben seguirlo y está bien que así sea. Sin embargo, cuando la mies está en sazón y los cosechadores son pocos, se le pide al patrón que contrate más gente capaz. No por miles, ni por la eternidad, sino sólo para la época de realizar la cosecha. No le interesa tener mucha gente detrás de él. A las multitudes que le siguen para que les alivie sus miserias, Jesús no les pide que se conviertan en sus discípulos. Al contrario. Él ha venido para ellas y es para servirlas que convoca a los discípulos. Él mismo las sirve, las atiende, ríe con ellas, camina junto a ellas. Les tiene compasión. Viene a liberarlas de su carga (y no a imponerles otra). No les pide que vendan nada para seguirlo. En realidad, es él quien las sigue. Les dice simplemente: “Toma tu camilla y anda. Ve y no peques más. No soy yo el que hace milagros, eres tú, es tu fe. Vuelve a tu casa y cuenta lo que Dios ha hecho por ti.” “No peques más”, es decir: toma otro camino, toma el camino que conduce al Reino, o sea al “país-y- al-mundo-para-todos-y-para-todas”. “Muchos los llamados, pero pocos los elegidos”, dice el Evangelio. Pocos efectivamente se animan a responder a la llamada porque el tiempo apremia y el cambio asusta, o porque ya se ha perdido el interés y falta la fe, o porque los encargados de recoger la mies no quieren trabajadores para un mundo nuevo sino simplemente para conservar y remendar el viejo. La parábola en sí misma es típica de Jesús: una escena verosímil, un propietario que encomienda su hacienda a sus siervos durante su ausencia; la rendición de cuentas, y una conclusión por una parte lógica y por otra sorprendente.
Pero es sin duda una de las grandes parábolas, tan conocida por el pueblo cristiano que hasta ha introducido en el lenguaje la palabra "talento", como sinónima de "capacidad, inteligencia". Desde aquí, "rendir cuentas de los talentos recibidos" es una de las líneas morales más típicas del cristiano. "Rendir cuentas al Amo". Es la forma antigua de representar que el ser humano es responsable. Responsable ante Dios. "El Amo"; todo es de Dios, yo soy un puro don de Dios, y lo que tengo es don también. Soy responsable ante Dios de lo que soy y de lo que tengo. Este planteamiento de Jesús tiene raíces y consecuencias no muy aprovechadas por la teología y la espiritualidad. Representa ni más ni menos que una de las más profundas revoluciones de Jesús, que, como tantas veces, suele ser ignorada por nuestra tendencia a domesticar la Buena Noticia. No pocas veces, diríamos que habitualmente, nuestra relación con Dios suele ser definida desde los parámetros de culpas y méritos, que acarrean castigos o premios. Desde este punto de vista, el pecado es culpa y el pecador culpable: la virtud es mérito y el virtuoso se considera santo. Pero Jesús no piensa así: no habla de culpas y méritos sino de enfermedades y talentos. El pecador no es culpable sino enfermo; el virtuoso no tiene méritos sino que ha recibido talentos. Esto significa que el pecador no es malvado sino necesitado, y el santo no está lleno de méritos sino que es el más obligado, porque ha recibido más. Así, los publicanos, las pecadoras públicas, la impura gente normal, asedia a Jesús porque, por primera vez, ven en él una esperanza. Jesús les desculpabiliza y les ofrece curación. De manera inversa, los santos fariseos se apartan de Jesús porque les niega todo mérito y les echa en cara que se quedan para sí lo que les ha sido dado para otros. Jesús libera del pecado: y no, como se ha desarrollado tanto y tan mal, por una cuestión jurídica, como si hubiera pagado lo que nosotros no podemos pagar a un Juez que lleva cuentas implacables, sino porque nos declara inocentes. Se ha aprovechado poco la imagen de Jesús liberador de endemoniados, pero es el mensaje más importante de las curaciones que narran –tan abundantemente- los evangelios. Nuestros pecados son nuestros demonios, eso que llevamos dentro, que no somos nosotros mismos sino nuestros opresores interiores, aquello que nos quita la libertad y nos hace comportarnos de forma inhumana. El pecado-culpa nos hace temerosos ante Dios. El pecado-enfermedad nos hace deseosos del médico. El pecado-demonio nos hace suspirar por la liberación. Inversamente, la virtud-mérito nos lleva a considerarnos mejores que otros y seguros ante Dios. Es la esencia del fariseo. Esto nos lleva a complementar esta parábola con la del fariseo y el publicano, tan íntimamente relacionada. El error fundamental del fariseo, el que provoca el rechazo de Dios, es no entender sus cualidades y virtudes como talentos recibidos de Dios. Se limita a dar gracias y está satisfecho de "no ser como los demás hombres". Siente agradecimiento, más bien satisfacción, pero no se pregunta por qué ni para qué ha recibido esos dones de Dios. Y es la pregunta que nos afecta directamente a muchos de nosotros que, como el fariseo, podríamos decir "no soy como los demás, conozco a Jesús, cumplo su Ley, he recibido la Palabra...te doy gracias, Señor". La simpatía de Jesús por el publicano radica en que está atrapado por sus demonios. No tiene salida, no puede hacer otra cosa que suspirar ante Dios, anhelar una liberación que es humanamente imposible. Por eso el publicano de la parábola hace lo que debe, lo único que puede hacer, y por eso su oración es bien recibida. Por eso hace una gran fiesta Leví al ser elegido, de manera inconcebible, por el Maestro. Reivindicado ante todos, desatado de sus cadenas, liberado de sus demonios por la sorprendente oferta de Jesús. Pero la pregunta fundamental sigue aún en pie: todos los talentos que el fariseo ha recibido, ¿por qué y para qué los ha recibido? ¿Cómo los hará rendir para cuando vuelva el amo? La respuesta no está en esta parábola, sino en la del Buen Samaritano y en la del Juicio final (que leeremos el próximo domingo). El corazón de la Ley es que los dos Mandamientos "Amarás a Dios" y "Amarás a tu prójimo" son un sólo mandamiento. Esto fue el genio de Jesús. Los dos mandamientos existían: juntarlos en uno solo es la muestra perfecta de la Encarnación. Amar a Dios es amar al prójimo, que se expresa en la frase perfecta, la síntesis definitiva de la "moral" de Jesús: "A mí me lo hicisteis". Partiendo de aquí, nuestro agradecimiento a Dios por los talentos recibidos se convierte en necesidad de servir a los hermanos. Yo no puedo hacer nada por Dios, nada necesita de mí el Señor. Pero sus hijos sí que necesitan. Dios “no está”, es como el amo que se ha ido a lejanas tierras, pero sus hijos sí están. Dios no tiene necesidades, pero sus hijos sí las tienen. Sus hijos no tienen “talentos”, pero yo, su hermano, sí. Y empezamos a entender por qué yo tanto y otros tan poco. El Padre espera de mí que sea hermano, que comparta. Lo que se me ha dado, se me ha dado para todos. Yo tengo talentos para que haya talentos en el mundo. Y esto se aplica al dinero, a la inteligencia, a la cultura, a las cualidades, a la capacidad de aconsejar, a la capacidad de consolar, a la habilidad, al tiempo de que disponemos... "Todo es vuestro, a vos, Señor, lo torno". ¿Cómo "lo tornamos" a Dios? Ofreciéndolo a sus hijos. Y no como generosidad, sino como algo debido. No es mío, es don, recibido para que todos lo tengan. En este momento histórico en que miles de personas salen de su tierra porque en ella no pueden vivir y quieren entrar en “la nuestra”, debemos pensar si acogerlos es un acto de caridad o de justicia. La pregunta del letrado: "¿quién es mi prójimo?", era académica. Quería "justificarse", que le precisaran a quién tenía que amar y a quién no. La respuesta de Jesús es típica de Jesús: no responde a lo que le preguntan, sino a lo que deberían haber preguntado: "No se trata de quiénes son los demás, sino de quién eres tú". Tú eres el obligado, obligado con Dios. Tú eres el hermano, aunque los demás no se lo merezcan. No me comporto con los demás como los demás se comportan conmigo, sino como el Padre se comporta conmigo. No servimos para que nos sirvan, no damos para que nos den sino porque nos han dado. No se trata de que "el prójimo lo merezca", no se trata de saber "quién es mi prójimo". Yo soy el prójimo, yo soy el que amo, porque así es mi Padre. Amar no es un afecto. Es estar dispuesto a servir a todos siempre. Amar es dar de comer, vestir, visitar, consolar, trabajar bien, respetar, perdonar, exigir... todo puede ser amar si lo que importa es el bien del otro. Y así, es grande en el Reino de los cielos no el que tiene, sino el que sirve con lo que tiene. “Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos, primeros”. Para el mundo, el primero es el que más tiene; para el Reino, el primero es el que más sirve. Para el mundo, el primero es el más dotado; para el Reino, el primero es el más necesitado. Este es el pecado del fariseo: creerse primero, cuando lo único que le pasa es que se espera mucho de lo que le han dado. Esta es la grandeza del publicano: que se sabe último. Esta es la grandeza de la humildad de los santos: que ven muy claro cuánto han recibido y saben -y es verdad- que responden de menos. Nosotros pensamos en “primeros y últimos” como en quienes tienen muchos o pocos talentos. Pues bien, “primeros” son el Reino los que más usan sus Talentos en favor de los “últimos”. Y el ejemplo cumbre es Jesús: un primero en todo, un fuera de serie en inteligencia, en voluntad, en elocuencia, en compasión, en valentía… Pero es el primero del Reino porque sirvió con todo eso hasta darlo del todo, hasta dar la vida. “Tener talento” es, entre nosotros, una frecuente expresión popular, en la que el término “talento” llega a equipararse con la propia inteligencia. De hecho, en otros países de habla española, una persona inteligente o brillante suele ser designada como una persona “talentosa”.
Un talento equivalía a 6000 denarios, una cantidad muy importante, si tenemos en cuenta que un denario correspondía al jornal de un día de trabajo. Las cifras de que habla la parábola son, en cualquier caso, considerables. Y ello nos aporta ya una primera clave, que conviene no olvidar. El don es abundante. El dador –como había puesto de relieve la parábola del sembrador- se caracteriza por el exceso y el derroche. Frente a ese exceso de don, resulta todavía más mezquina la actitud del tercer empleado que, llevado por el miedo, esconde lo recibido. Pero, antes de adentrarnos en el contenido de la parábola, me parece necesario advertir que se trata de un texto susceptible de alimentar justamente la actitud opuesta a la que Jesús preconizaba. Leído en clave “religiosa” –y, en general, del yo-, pareciera que la narración es una apología de la idea del mérito y de la recompensa. Así hemos funcionado, con frecuencia, en la vida religiosa, también en la Iglesia. El esquema básico se apoyaba en tres pilares: DON – EXIGENCIAS – RECOMPENSA. Este modo de plantear la relación entre Dios y el ser humano se derivaba de los pactos que los reyes solían hacer con sus vasallos. (No es extraño que la propia parábola se haya leído de esta forma: el rey da los talentos – les exige que los hagan fructificar – y recompensa a quien lo logra, mientras que castiga a quien fracasa). Se aprecia fácilmente que ese esquema establece una relaciónmercantil. Y hoy también somos más conscientes de que una religiosidad establecida en clave de rivalidad –“do ut des”: “te doy para que me des”- no puede generar sino culpabilidad, rebeldía o resentimiento… Por otro lado, esa manera de vivir la religión ha conducido a desviaciones graves como la autojustificación beata o la angustia culpabilizadora, donde el sujeto religioso llegaba a tener la sensación de haber sido encerrado por Dios mismo en un chantaje afectivo de imposible salida. Personalmente, estoy convencido de que el mensaje y la propia práctica de Jesús constituyen un poderoso desactivador de tales posibles desviaciones, porque echan por tierra el esquema mismo. No es el mérito, sino la gratuidad, lo que constituye el núcleo del mensaje de Jesús. Todo es don, Dios mismo es Gracia que rompe nuestras supuestas barreras de méritos y de “dignidad”. ¿Cómo leer entonces esta parábola? ¿No está insistiendo explícitamente en la obligatoriedad de “hacer producir” el don recibido para eludir la condena final? Me parece que, para evitar, en lo posible, errores de lectura, es importante reconocer, de entrada, la limitación de los conceptos y de las palabras, así como su dependencia del contexto inmediato en el que se dicen. Junto a ello, al acercarnos a un texto evangélico, no podemos olvidar nunca los elementos nucleares y característicos del propio evangelio. De otro modo corremos el riesgo de interpretar una perícopa determinada en contradicción con el evangelio en su conjunto. En lo que se refiere a nuestro caso, lo que la parábola pretenda transmitir no puede ir nunca en contra de algo que para Jesús eraprioritario: la gratuidad misericordiosa de Dios. Un Dios “que ama a los ingratos y a los malos” (Lucas 6,35), que abraza al “hijo pródigo” y organiza una fiesta para él, sin ningún tipo de condición (Lucas 15,20-24), que es “amigo de publicanos y de pecadores” (Mateo 11,19)…, no puede luego “pasar cuentas” para admitir con él únicamente a quien ha “cumplido” y hecho suficientes méritos. Así pensaban los fariseos, no Jesús. ¿Qué significa esto? Que la “parábola de los talentos” no tiene por finalidad decirnos cómo es Dios –a diferencia, por ejemplo, de aquella otra del “hijo pródigo”-, sino que su objetivo es animarnos a despertar de la modorra y a superar el miedo que nos mantiene paralizados. Y en este sentido, se trata realmente de una narración sabia y estimulante. Los talentos –sean cinco, dos o uno; en cualquier caso, una riqueza fabulosa- representan la riqueza que somos, de la que generalmente apenas conocemos una mínima parte. La parábola viene a decirnos: tienes una riqueza, eres un tesoro…, ¡no tengas miedo ni te “entierres” en la mediocridad o superficialidad!Atrévete a vivir todo lo que eres. Nos negamos a vivir cada vez que nos reducimos al pequeño mundo de nuestro ego, encerrándonos en él y en sus mezquinos intereses, ignorando la verdad de quienes somos. Esta ignorancia hace que olvidemos la riqueza que somos y compartimos. Sin embargo, en la medida en que nos vamos abriendo a nuestra verdad, experimentamos el “gozo de nuestro señor”, no como un “premio” o recompensa a los méritos del yo –esto sería fariseísmo-, sino porque nuestra verdad coincide con ese mismo gozo: uno y otra son la Plenitud anhelada. Por el contrario, cuando nos encerramos en el ego, lo que ahí aparece es “llanto y rechinar de dientes”, es decir, sufrimiento inútil y desazón constante, que no son un “castigo” proveniente de un Dios airado o molesto con nuestro comportamiento, sino consecuencia directa de ignorar la verdad de quienes somos. No olvidemos que ego es sinónimo de ignorancia, confusión y sufrimiento. El “llanto y el rechinar de dientes” son imágenes apocalípticas, usadas para expresar un malestar agudo: la desesperación de los “impíos”, cuando se ven excluidos de la salvación. Es una pena que, durante tanto tiempo, se hayan leído de un modo literalista, hasta el punto de crear, a partir de ellas, un “infierno” para después de la muerte, como lugar de los condenados por Dios. El infierno lo provoca nuestra ignorancia. Pero lo que somos –como don- es gozo y plenitud. Allá por los tiempos de Jesús se cuenta de un rabino que perdió la fe, con el comprensible escándalo social de su comunidad. Pero otro maestro comentó sobre él: “Dichoso el rabino, porque podrá practicar el bien sin esperar recompensa”. Es la lección (y casi la envidia) que desde hace años dan muchos de los no creyentes: hacen el bien sin esperar recompensa. Jesús dijo también que no es el que dice “Señor, Señor” el que entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre. Y he visto que algunos no creyentes cumplen la voluntad de Dios mejor que muchos de nosotros.
Además, un gran profeta del catolicismo del siglo pasado (Emmanuel. Mounier, fundador de la revista Esprit) escribió que, en el futuro, los hombres no se distinguirán por la postura que tomen ante el tema de Dios sino por la que tomen antes los condenados de la tierra. Y, en la misma línea, esa impresionante conversa que prefirió quedarse fuera (Simone Weil) dejó escrito: “No es por la forma en que un hombre habla de Dios, sino por la forma en que habla de las cosas terrenas como se puede discernir si su alma ha permanecido en el fuego del amor de Dios”. Todos esos testimonios apuntan confirman las palabras de otro gran profeta, mártir de Adolf Hitler (el pastor Dietrich Bonhoeffer), que dijo: el Dios de Jesús, es “lo opuesto a todo lo que el hombre religioso espera de Dios”. Cuesta tragarlo pero es así. Porque en Jesucristo, Dios no se ha revelado como “todopoderoso” sino como aquél que renuncia a su poder para identificarse con la debilidad que somos y con las víctimas que producimos. Un Dios inútil como objeto de consumo pero buena noticia como horizonte y fuerza de vida. Por eso puedo decir a los no creyentes: no se preocupen si no pueden creer. Conozco muchas gentes así. Pero los cristianos aceptamos “la comunión de los santos” que significa que todo lo de Dios es común; por eso es tarea nuestra creer por los que no creen y esperar por los que no esperan. Hace ya muchos años, en uno de mis primeros escritos, comenté unos versos de Atahualpa Yupanki. Son estos: “Hay cosas en este mundo / más importantes que Dios: / que un hombre no escupa sangre / pa’ que otros vivan mejor”. Y los comenté de esta manera: para quien cree en Jesús no es el ser humano quien dicta esta estrofa; es Dios mismo quien nos hace saber que, para él, hay cosas más importantes que el que los hombres se ocupen de Dios, a saber: que no tengan unos que escupir sangre para que otros puedan vivir mejor (quizá también más piadosamente). Por eso los cristianos tenemos que ser perdonados de muchas incoherencias. Mateo sigue con sus amonestaciones. Estamos en el tiempo de la comunidad, antes de que llegue el tiempo escatológico, que aquellos cristianos creían cercano.
Cada miembro debe tomar la parte de responsabilidad que le corresponde y no defraudar ni a Dios ni a los demás. Seguramente en tiempo de Mateo, ya había quien se dedicaba a vivir del cuento, sin dar golpe. Es curioso que las tres parábolas de este capítulo 25 hagan referencia a omisiones, a la hora de advertir de las consecuencias de nuestros actos. EXPLICACIÓN El talento no era una moneda real, sino imaginaria, era como un billete de banco o un pagaré. En griego “tálanton” significa el contenido de un platillo de la balanza, pesada. Era una cantidad desorbitada, que equivalía a 26-41 kilos de plata = 6.000 denarios; el salario de 16 años de un jornalero. Esto es importante a la hora de apreciar la realidad espiritual significada en esas cantidades. Para entender lo de enterrar el talento, hay que tener en cuenta, que había una norma jurídica, según la cual, el que enterraba el dinero que tenía en custodia, envuelto en un pañuelo (de la cabeza), no tenía responsabilidad civil, si se perdía. Parece ser que era la forma más segura de guardarlo. Debemos tener mucho cuidado con la interpretación literal y materialista del texto. Se ha empleado esta parábola para invitarnos a producir y acaparar bienes materiales. De esta interpretación nace en Occidente el capitalismo salvaje (no hay otro). Uno de tantos casos en que hemos utilizado el evangelio en contra del mensaje de Jesús. Es verdad que el capitalismo es el sistema económico que más riqueza ha creado, pero también ha creado las desigualdades; y el abismo entre ricos y pobres no hace más que aumentar, excluyendo del acceso a los bienes necesarios a una masa cada vez mayor de seres humanos, que tienen el mismo derecho a todo lo necesario para vivir. El domingo que viene dirá: “Porque tuve hambre y no me disteis de comer...” También sería una equivocación interpretar “talentos” como cualidades de la persona. Esta interpretación ha quedado sancionada por nuestro lenguaje. ¿Qué significa tener talento? Pero tampoco es éste el verdadero planteamiento de la parábola. En el orden de las cualidades estamos obligados a desplegar todas las posibilidades, pero siempre pensando en el bien de todos y no emplear la mayor inteligencia, el mayor ingenio, las mayores habilidades o la mejor preparación, para acaparar más y desplumar a los menos capacitados. Para más “inri”, dando gracias a Dios por ser más listos que los demás. En todos los órdenes tenemos que poner los talentos a fructificar, pero no todos los órdenes tienen la misma importancia. Como seres humanos tenemos algo esencial, y mucho que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como tal. Ese es el verdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo accidental) no puede ser la principal preocupación. Los talentos de que habla el evangelio, son las realidades que hacen al hombre más humano. Ser más humano significa amar más. Y amar quiere decir servir a los demás. Los talentos a los que hace referencia la parábola, son lo bienes esenciales que debemos descubrir. La parábola del tesoro escondido es una pista. No entendida como que hay algo de valor añadido a nosotros, sino descubriendo que somos un tesoro de valor incalculable. La primera obligación de un ser humano es descubrir esa realidad. La “buena noticia” sería que todos pusiéramos ese tesoro al servicio de todos. En eso consistiría el Reino predicado por Jesús. El relato del domingo pasado, el de hoy y el del próximo, terminan prácticamente igual: “Entraron al banquete de boda...” “Pasa al banquete de tu señor”. “Heredad el Reino...”. Banquete y Reino son símbolos de plenitud. Algunos puntos de la parábola necesitan aclaración. En primer lugar, podemos preguntarnos por qué no ha contemplado una tercera posibilidad. Un empleado negocia con sus talentos con la mejor voluntad, pero pierde todo el dinero. Me gustaría saber qué hubiera hecho el señor con él. Estoy seguro que la respuesta no hubiera sido de condena. La parábola apunta más bien a que lo que se valora no son los resultados, sino la actitud de búsqueda y la confianza que los empleados tienen en el amo y en ellos mismos. En segundo lugar, el que no arriesga el dinero, no lo hace por holgazanería o comodidad, sino por miedo. El siervo inútil no derrocha la fortuna del amo. Simplemente no hace nada. También debía hacernos pensar que se condene tan severamente a uno por no hacer nada. Creo que en nuestras comunidades, lo que hoy predomina es el miedo. No se deja poner en marcha iniciativas que supongan riesgo de perder seguridades, pero con esa actitud, se está cercenando la posibilidad de llevar esperanza a muchos desesperados. En tercer lugar, la actitud del señor tampoco puede ser ejemplo de lo que hace Dios con los que no cumplen. Pensemos en la parábola del hijo pródigo que después de la que armó, es tratado por el Padre de una manera completamente diferente. Quitarle al que tiene menos lo poco que tiene para dárselo al que tiene más, tomado al pie de la letra, sería impropio del Dios de Jesús. El que escondió el talento ya se ha privado de él haciéndolo inútil. No solo ha perdido toda posibilidad de hacer que fructifique en beneficio de los demás, sino que realmente lo ha perdido ya. Finalmente es también muy interesante constatar que, tanto el que negocia con cinco, como el que negocia con dos, reciben exactamente el mismo premio. Esto indica que en ningún caso se trata de valorar los resultados del trabajo, sino la actitud de los empleados. Claro que si necesitas un premio es que no has entendido que alcanzarlo es el premio. APLICACIÓN La parábola nos tiene que llevar a un serio examen de todos los aspectos de nuestra vida. Ningún ámbito se puede escapar a la crítica que la parábola hace de la pasividad. Las posibilidades (talentos) que tenemos en el orden del ser son inmensas. Hay que dedicar tiempo a descubrirlas, y sobre todo no hay que tener miedo al riesgo de ponerlos a funcionar. No se trata de negociar con los talentos para el provecho propio. Se trata de ponerlos al servicio de toda la comunidad. Sólo así pueden ser provechosos para mí. Si nos quedamos en el orden de las cualidades, podríamos concluir que Dios es injusto, porque ha dado más a unos que a otros. No es en ese ámbito donde está la valoración. Lo que se juzga no son las cualidades, sino el uso que yo hago de ellas. Tenga más o menos, lo que se me pide es que las ponga al servicio de mi auténtico ser y, por tanto, al servicio de todos. En el orden del ser, todos somos exactamente iguales. Cuando percibimos esas diferencias es que estamos sobrevalorando lo accidental. En el orden del ser todos tenemos miles de talentos, que no dependen de las circunstancias ni externas ni internas. Las bienaventuranzas lo dejan claro. La verdadera salvación está al alcance de todos. La parábola nos está hablando de una dinámica de progreso, de evolución constante hacia lo no descubierto todavía. El único pecado del hombre es negarse a profundizar, refugiarse en lo ya conseguido por otros y disfrutar cómodamente de lo ya descubierto. El ser humano tiene que estar volcado hacia su interior para poder desplegar todas sus posibilidades. Todo el pasado del hombre (y de la vida) no es más que el punto de partida, la rampa de lanzamiento hacia una mayor plenitud. La tentación está en querer asegurar lo que ya tengo, enterrar el talento. Tal actitud no demuestra más que falta de fe (confianza) en uno mismo y en la vida, y por lo tanto, en Dios. Es la tentación de todos los tiempos. Los judíos del tiempo de Jesús prefirieron seguir confiando en el cumplimiento de la Ley y en el templo, que abrirse a la novedad del amor. Lo primero que tenemos que hacer es tomar conciencia de la riqueza que ya tenemos. Unos no llegan a descubrirlas y otros las esconden. El resultado es el mismo. No es nada fácil, porque nos han repetido hasta la saciedad, que estamos en pecado desde antes de nacer, que no valemos para nada, que estamos enfangados en el mal y que no podremos nunca salir de allí. La única salvación posible tendría que venirnos de fuera. Lo malo es que nos lo seguimos creyendo. El relato del camello que se negaba a moverse porque se creía atado a la estaca, aunque no lo estaba, es el mejor ejemplo de nuestra postura ante la religión. O el león que vivía con las ovejas como un borrego más sin enterarse de lo que era. Todo afán de seguridades, todo afán de instalarse en verdades absolutas y normas de conducta inmutables, carecen de todo sentido cristiano. Ninguna presencia de Dios es definitiva; hace siempre referencia a algo mayor. Estamos aquí para evolucionar, para que la vida nos atraviese y salga de nosotros enriquecida. El miedo no tiene sentido, porque la fuerza y la energía no la tenemos que poner nosotros. Meditación-contemplación No hay un “yo” que posea un tesoro. Soy, realmente, un tesoro de valor incalculable. Solo hay un camino para poder disfrutar de lo que soy. Poner toda esa riqueza a disposición de los demás. ………………… Es la gran paradoja del ser humano. Solo alcanza su plenitud cuando se da plenamente. Esto va en contra de lo que nos dicen los sentidos e incluso la razón. Por eso es tan difícil convencerse de ello. ……………….. Hay una única manera de descubrir la trampa. Bajar a lo hondo del ser y experimentar lo auténtico. Hacer oídos sordos a la sirena de los sentidos. No hacer caso a los discursos hedonistas de la razón. ………………….. Queridos amigos y amigas:
En estos tiempos en que los nuevos sacerdotes vuelven al uso de sotanas, casullas con filos de oro y la Iglesia se cierra vale la pena leer el siguiente artículo de Antonio Canuto sobre Pedro Casaldáliga. Un abrazo lleno de esperanza para todos. -Luis Enrique Alves Pinto LAS ESTRELLAS, EL ARAGUAIA Y NOSOTROS MISMOS SOMOS TESTIGOS Antonio Canuto Prácticamente en los mismos días en que D. Leonardo deja el pastoreo de esta iglesia, y que D. Eugenio Rixen la asume como administrador apostólico, se cumplen cuarenta años de la ordenación de Pedro Casaldáliga como obispo. Fue el día 23 de octubre de 1971. Un momento de la mayor importancia para la prelatura que así acogía a su primer obispo. Momento que no se puede olvidar. Fue un acontecimiento que marcó profundamente a la iglesia y sobre todo a los que tuvimos el privilegio de participar. Tres años después de la llegada de Pedro, en el segundo semestre de 1968, acompañado del hermano Manuel Luzón, para iniciar un nuevo campo de misión, la iglesia de la prelatura se consolidaba con la ordenación de su primer obispo. Pedro fue ordenado por Dom Fernando Gomes dos Santos, arzobispo de Goiania, Dom Tomás Balduino, obispo de la diócesis de Goiás y Dom Juvenal Roriz, obispo de Rubiataba, GO. Tres elementos, más que significativos, le imprimieron a aquella ceremonia un carácter totalmente innovador y profético que tuvieron fuerte repercusión no sólo en la iglesia de Brasil, sino también en muchas iglesias del mundo y en la sociedad. El primero: La ordenación se realizó en la más rica y mayor catedral del mundo. La bóveda de esta catedral estaba adornada por la multitud incalculable de las estrellas del cielo. Las paredes estaban formadas, de un lado, por el agua libre del Araguaia; del otro por las arenas de la colina de Sao Félix. Al fondo, la pobre y pequeña iglesita de la comunidad. Al pie de la colina, como para recordar lo provisorio y frágil de la vida, el cementerio donde tantas personas, muertas o “matadas”, descansaban, al lado del secular cementerio Karajá. El segundo: Pedro rehusó cualquier señal externa que lo diferenciase en la iglesia. Puedo equivocarme, pero creo que es el único obispo de este Brasil, y tal vez del mundo, que se planteó no usar nunca ninguna insignia episcopal. Las insignias episcopales que se les entregan al obispo en su ordenación hoy son el anillo, el báculo, la mitra y la cruz pectoral. Señales externas del lugar que ocupa el obispo en una iglesia estructurada en forma jerárquica. Señales de su autoridad y poder. El obispo todavía ostenta un escudo que representa su lema de vida y servicio. Sus vestimentas también se diferencian de las de los simples sacerdotes (Tiempos atrás los obispos todavía usaban en las celebraciones guantes, calzados especiales y vestidos diversos. Todo ello para mostrar su importancia en la iglesia). Pues bien, en aquella noche del 23 de octubre de 1971, la bóveda celeste, las aguas del Araguaia y todos los que estábamos allí fuimos testigos de que algo nuevo acontecía. Un obispo rehusaba las marcas de poder para insertarse totalmente en la vida del pueblo. Estas palabras profético-poéticas hicieron eco: Tu mitra será un sombrero de paja sertanejo; el sol y la luna; la lluvia y el tiempo sereno; las miradas de los pobres con los que caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor. Tu báculo será la verdad del Evangelio y la confianza de tu pueblo en ti. Tu anillo será la fidelidad a la Nueva Alianza del Dios Libertador y la fidelidad al pueblo de esta tierra. No tendrás otro escudo que la libertad de los hijos de Dios; ni usarás otros guantes que el servicio del amor. El tercer elemento que marcó esta ordenación dejó un reguero de luz y de esperanza. Despertó, por un lado, a adhesión inmediata de los cristianos en toda la iglesia y en los más diversos sectores de la sociedad; por otro, provocó reacción airada y violenta en los agentes de la dictadura militar y de los que se enriquecían con los incentivos públicos a costa del sacrificio, del dolor y de la esclavitud de muchos. Fue su carta pastoral divulgada en aquella ocasión y que se intitulaba: UNA IGLESIA DE LA AMAZONIA EN CONFLICTO CON EL LATIFUNDIO Y LA MARGINACIÓN SOCIAL. Un documento que marcó época y se convirtió en un divisor de corrientes en el seno de la iglesia del Brasil. La carta pastoral no mira para dentro de la iglesia. Es un mirar de la iglesia sobre la realidad desnuda y cruda del pueblo al que esta iglesia vino a servir. En ella se relatan las situaciones vividas por los “posseiros” que eran expulsados de las tierras ocupadas y trabajadas desde hacía decenas de años; la realidad de los indios, cuyos territorios eran invadidos en beneficio del capital; y la explotación de los peones, trabajadores traídos de diversas comarcas del país y sometidos a las más degradantes condiciones, en situación similar a la de los esclavos. Una palabra clara y profética que denunciaba las injusticias que se cometían contra el pueblo y que tuvo eco en Brasil y en todo el mundo. Pedro decía en la introducción: “Si la primera función del obispo es ser profeta, y “el profeta es la voz de los que no tienen voz” (Card. Marty), yo no podría honestamente quedarme con la boca callada al recibir la plenitud del servicio sacerdotal”. La ordenación no fue sólo una celebración. Se concretizó, en todos los rincones de la prelatura, en formas simples y pobres de vida, en un compartir la vida con los sertanejos e indígenas; en una toma de decisiones de forma colectiva y hermanada, donde seglares, religiosos y sacerdotes tenían voz, mirando siempre al pueblo y a su historia. Han pasado cuarenta años. Y no podemos olvidar aquellos acontecimientos que fueron los fundamentos de nuestra diócesis. 2. 40 años de la Teología de la Liberación Benjamín Forcano Hace 40 años comenzaba una nueva manera de hacer teología, que ha influido notablemente en la Sociedad y en la Iglesia. A los 40 años, unos la dan como acabada y otros la felicitan por la tarea desarrollada y los desafíos que plantea de cara al futuro. Pero la Teología de la Liberación no comenzaba en los años 70. En 1492 se produce el llamado descubrimiento de América Latina y en 1511, un fraile dominico, Montesinos, en nombre de su comunidad y ante las autoridades de la Isla Española (hoy República Dominicana), dijo en referencia a los indígenas y al trato que estaban recibiendo: “¿Estos acaso no son hombres?”. Primera pregunta de una historia de la liberación, como muy bien ha explicado el profesor Reyes Mate, en conferencia sobre este tema. La historia de la Teología de la Liberación puede decirse que comenzó el 11 de diciembre de 1511, hoy hace 500 años. Sin duda, no faltaron cristianos que, desde siempre y desde la experiencia de su fe, veían a la teología subordinada a unos dictados colonizadores opresivos. Pero, su experiencia no acababa de formularse en nuevas categorías teológicas y hacerse pública en la sociedad. A partir de los años 60, se van generando en el mundo grandes expectativas de cambio, pero los cristianos parecían carecer de creatividad y no incidir en este cambio con alternativas propias de transformación. Es por entonces cuando Gustavo Gutiérrez lanza un planteamiento teológico nuevo desde el contexto latinoamericano: ¿Cómo presentar a Dios en un mundo bipolar de ricos y pobres, donde por lógica su relación es de injusticia y exclusión y cómo, ahí, la fe es capaz de provocar cambios radicales? Esos cambios apuntan a que los pobres, los excluidos , los discriminados dejen de serlo, lo cual no es posible sin dar la vuelta al sistema. Si los cristianos tenemos como base y medida el Evangelio , encontramos en él una declaración, que suena a Manifiesto, en la parábola del buen samaritano. En ella se tronzan todos lo esquemas de vanas teologías y se marca el estilo a seguir. Pregunta Jesús: - “¿Qué te parece, cuál de los tres personajes , que vieron medio muerto al hombre asaltado por los bandidos, se hicieron próximo suyo?”. - Pues el que tuvo compasión con él. - Perfecto, anda y haz tú lo mismo ( Lc 10, 30-37). Sentir compasión y actuar en consecuencia es previo para el que quiera hacer TdL. Antes que una reflexión fría y abstracta, la TdL es una vivencia , una práctica de amor , dentro de la cual brota natural una manera nueva de hacer teología. Obviamente la teología de la liberación no acaba en sí misma, no se detiene en dar explicaciones de lo que pasa, sino que avanza hasta realizar prácticas de cambio y liberación. Explicar la realidad contradictoria existente y dejarla como está no es teología liberadora. La realidad, injustamente interpretada y configurada, necesita ser cambiada para ser conformada con el proyecto de Dios, que Jesús llamada Reino de Dios, y que se construye a base de igualdad, justicia, fraternidad y libertad. Vivir la liberación en cambios y prácticas liberadoras es un imperativo para el cristiano si quiere ser fiel al plan del Dios liberador. Para el cambio de la realidad, los cristianos tienen que contar con un análisis de esa realidad tejida en torno al binomio riqueza / pobreza, Norte / Sur, y que demostrará que esa situación no es fruto de la casualidad ni de la voluntad de los dioses, sino del egoísmo y codicia de los hombres, del dominio que los más fuertes establecen sobre los más débiles y necesitados. Este análisis es necesario para descubrir las causas reales de la opresión y a sus sujetos responsables y evitar el idealismo. El marxismo, no como filosofía o visión global de la realidad, sino como ciencia, puede ayudar mucho al conocimiento de esas causas y las funestas consecuencias derivadas. Vale en cuanto su análisis se muestre verídico en señalar la génesis y efectos del capitalismo. Nunca los teólogos de la liberación asumieron el marxismo como visión filosófica de la realidad ni lo utilizaron acríticamente. Precisamente porque la TdL apunta al cambio de lo que es opresión e injusticia, ha sido calumniosamente atacada. Esta teología reclama para la Iglesia entera, el lugar propio que le asigna su fe desde el seguimiento de Jesús: ser pobre, vivir con los pobres y comprometerse por su liberación. Esta recolocación de la Iglesia es peligrosa para los opresores y para una Iglesia-Poder, acostumbrada a vivir en alianza con los poderosos. Nada se da en esta teología que no traduzca con fidelidad el mensaje radical de Jesús y su Evangelio. Pero, los “cuestionados” por la TdL y su dominio y “medios gigantescos” se encargaron de airear que la TdL era heterodoxa por su marxistización, su apartamiento del magisterio eclesiástico, su fomento de la guerrilla, su concepto meramente temporal de la salvación, por reducción del Jesús histórico a un líder terreno…. Posteriormente , no pocos venían asociando la suerte del la TdL al socialismo real. La caída de éste les hizo creer que caía paralelamente la TdL. Doble engaño: porque el socialismo no se identificaba con el socialismo de Estado y la TdL no era subordinada suya, sino que tenía origen y base propia en el Evangelio. Como muy bien ha dicho el obispo Pedro Casaldáliga: “La TdL no tiene como padrino a Marx sino al Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo”. La caída del socialismo real no canonizaba la maldad intrínseca del capitalismo, sino que incitaba más bien a profundizar en las causas de sus opresión, hoy globalizada. Como siempre, las estructuras económicas cuentan en la marcha de la sociedad, y sin ellas no se puede entender el funcionamiento del sistema neoliberal. Pero, no son determinantes ni ahogan la influencia de otros factores dela sociedad, el primero de todos el protagonismo de los ciudadanos. La conciencia actual puede revertir la visión eurocéntrica dominadora que, desde hace más de 400 años, gobierna al planeta Tierra. El hombre no es, frente a la tierra, dueño y depredador, ni puede seguir explotándola ilimitada e insolidariamente. Hoy, la TdL actúa en los frentes más necesitados de liberación: mujer / varón, religiones enfrentadas, indígenas acosados, pueblos secularmente sometidos, …. El nuevo paradigma de la TdL va más allá de todas las subordinaciones del mundo moderno, plasmadas en la sociedad y sistema capitalistas. La sociedad actual con el protagonismo de los ciudadanos –tal como aparece en el movimiento M 15 de los indignados- está marcando un nuevo giro frente a la relación de dominio, por siglos establecida. Es un hecho que la TdL no parece proveer, como en años anteriores, de pensadores eminentes. Seguramente porque su savia viva y transformadora ha circulado por abajo, más horizontalmente, permeando e impulsando directamente el pensamiento y la acción de “ los sin voz “. . ¿Grecia se hunde y nos hunde? Rara vez he visto que una noticia como el referéndum anunciado para Grecia haya suscitado tanta alarma y haya sido deplorada tan unánimemente como un error de dimensiones colosales. Todos los medios la califican de inmenso disparate, que lleva a Grecia al abismo y al resto de Europa al caos. Se ve que el poder financiero controla también del poder mediático. Todo me lleva a sospechar. Rescatar es liberar, en este caso a Grecia del endeudamiento o del dinero que debe. Europa decide rescatarla mediante una ayuda de 130.000 millones de euros y una condonación del 50 % de su deuda. Pero Grecia rechaza, al parecer por un 60 % según lo sondeos, el rescate. La socialdemocracia ha sido el principio rector del proceso en gestación de la Unión Europea, que lleva más de 50 años. Ahora resulta que un país pequeño, de apenas 12 millones de habitantes, (un 2 % de la Unión Europea) es capaz de poner en jaque a toda Europa. Hoy hay más producción que hace 10 años , más coordinación de recursos y, sin embargo, el bienestar y el progreso de los derechos sociales se viene abajo. Algo ha cambiado en Europa: los políticos gobiernan en beneficio de los banqueros. Y los banqueros buscan el pago de las deudas sin importarles para nada el coste social. Siento mucho respeto por la rebeldía de un pueblo, con derecho a que, quienes decidan su suerte económica, sean los dirigentes que ellos han elegido políticamente. El dilema es la situación cada vez más empobrecedora y el problema la humillación de ver que en Europa, más que una Socialdemocracia política y económica, manda una oligarquía, que dicta a través de la Troika (Alemania, Francia e Inglaterra) y el BCE, la Comisión Europea y el FMI las medidas que se deben imponer, sin contar con la voluntad de los pueblos y haciendo recaer los sacrificios sobre las clase trabajadora. ¿Por qué tanta sacudida en los mercados, ibex, bolsas, EuroStoxx …? Porque la banca, ante el resultado negativo de Grecia, debería asumir el impago, lo cual resulta doblemente peligroso por el contagio que puede provocar en otros países. Islandia es un fantasma que hay que ocultar. El pueblo no entiende nada de los términos en que se le habla, manera sofisticada de engañarle y hacerle creer que no hay otra solución. Hay mil formas de explicar clara y pegagógicamente lo que está pasando: quién provoca la crisis, a quienes beneficia y cuáles son los planes que la Troika y compañía nos tiene reservados a los demás países. Las víctimas de las finanzas tiene derecho a defenderse y lo harán. La parábola que Jesús acababa de contar nos había dejado sombríos y desconcertados por su dureza. La culpa la había tenido Pedro con su pregunta absurda sobre el número de veces que hay que perdonar y Jesús le había respondido con aquella historia del rey y sus dos siervos que terminaba con un terrible final que habíamos escuchado sobrecogidos.
Esa noche estábamos convidados a cenar en casa de aquel hombre paralítico al que sus amigos habían descolgado por el tejado y al que Jesús había curado. Estaba tan contento y agradecido que no dejó de insistir hasta que Jesús aceptó compartir su mesa y tres de nosotros le acompañamos. Durante la sobremesa nuestro anfitrión reconoció que su agradecimiento le venía, más que de su curación, de cómo se había sentido mirado por Jesús y de las palabras que escuchó de él: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Y dirigiéndose a Jesús dijo: - “Maestro, a veces he pensado que no hizo falta que pronunciaras aquellas palabras porque tus ojos me lo habían dicho ya antes de que pronunciaras la palabra perdón. Desde el momento en que mis amigos depositaron la camilla en la que yacía ante ti y nuestros ojos se cruzaron, me sentí envuelto en una ternura parecida a la que encontraba de niño junto a mi madre, cuando ella acariciaba mis piernas retorcidas y frágiles y me susurraba palabras de consuelo. Con tu manera de mirarme me estabas comunicando que mis muchos errores y pecados no significaban ningún obstáculo entre tú y yo y que nada podía detener la corriente de afecto que me estabas ofreciendo. Por eso, cuando me llamaste “hijo”, yo ya estaba interiormente puesto en pie, aunque siguiera tumbado en mi camilla y convencido de que, aunque no me curaras, ya habías hecho por mí lo más importante que un ser humano puede hacer por otro. Luego se oyó el murmullo de escándalo de los que no toleraban que hubieras pronunciado aquellas palabras de perdón y dijiste como un desafío: “Para que veáis que el Hijo del hombre puede perdonar pecados, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Y yo me enderecé como si jamás hubiera padecido parálisis, tomé mi camilla y me vine a esta casa en la que tengo hoy la alegría de recibirte como mi huésped. Es verdad que el retorno no me ha sido fácil: los que son enemigos tuyos no me perdonan que sea un testimonio viviente de tu sanación y han levantado la calumnia de que yo fingía estar paralítico y que, por tanto, tú no me curaste realmente; otros dicen que lo hiciste echando mano de poderes demoníacos y otros, que siguen postrados en sus lechos, envidian mi suerte y no quieren saber nada de mí. Pero en mi interior no siento rencor hacia ellos y creo que he llegado a perdonarlos de corazón. Todos me dicen que he cambiado y que no han sido sólo mis piernas las que se han afirmado: lo que hoy está más firme en mí es la decisión de tratar con misericordia a todos y perdonarlos, de la misma manera que tú me perdonaste a mí”. Fue una sobremesa larga y cálida y todos estábamos emocionados de escuchar a aquel hombre que no sólo podía ahora caminar, sino que nos mostraba cómo el perdón lo había transformado. Al día siguiente, mientras íbamos de camino, Jesús dijo: “- Después de nuestra cena ayer en casa del hombre que fue paralítico, se me ha ocurrido esta otra manera de contar la parábola que no os gustó el otro día: “Un hombre debía a otro una pequeña cantidad de dinero y cuando éste se lo reclamó, le dijo lleno de congoja: - “Estoy pasando una mala racha económica, por favor, dame tiempo para pagarte y lo haré en cuanto pueda”. Su compañero accedió y le dijo: “También yo debo una gran cantidad al dueño de las tierras que tengo arrendadas, muchísimo más que tú a mí, y por eso comprendo la angustia que sientes: tampoco yo puedo pagar mi deuda...” Y le dio un plazo más largo. Se enteró su acreedor y, como era un hombre de corazón noble, llamó al hombre que le debía tanto dinero y le dijo: “Te has comportado como un verdadero amigo con tu compañero, así que voy a hacer lo mismo que tú: olvídate de lo que me debías porque en este momento rompo todos tus pagarés.” La pregunta final que nos hizo Jesús quedó resonando en nuestro silencio: “- ¿Cuál de estos personajes os ha recordado la conducta de nuestro anfitrión de ayer?... |
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