“El animal no se puede desanimalizar, los humanos se pueden deshumanizar”. J. Ortega y Gasset. “¿Qué cosa extraña es el hombre: nacer no pide, vivir no sabe, y morir no quiere”? Estas brevísimas y nítidas sentencias nos ahorran comentarios. Sólo cabe decir que el smog que respiramos no viene sólo de las contaminaciones de hidrocarburos, sino además de una convivencia humana densamente brumosa, y sus llagas más profundas son los miles de miles de millones de seres humanos crucificados por las injusticias, por los absurdos bélicos y por las “egocracias”, “partidoscracias” que nos convierten unos contra otros.
Humanizar la humanidad nos exhorta a no volver la espalda a lo más prístino de nuestros orígenes esenciales. Nuestra llave de sol para el pentagrama de existir en convivencia humana proviene que fuimos engendrados en el abrazo de amor de nuestros padres. (Salvo que se haya concebido por lo que filósofo griego Séneca advertía: “que tu cuerpo no sea la tumba de tu alma”) Ser concebidos desde el éxtasis del amor es la aurora misma de la vida. En el reino de la flora y fauna también vemos cómo los progenitores paren y cuidan a sus crías, cómo nacen los árboles y flores de la tierra. La vida desde los engendros, de los nacimientos son los verdaderos himnos de la ternura. Por la ternura aprendemos a dar los primeros pasos, a robustecernos para emprendernos en la propiedad de ser y convivir. Así como es tan fácil perdernos sea en las calles, sea por confusiones, nuevamente nos asoman los consejos paternos, de los amigos para abrirnos los ojos. Más aún, se hace presente aquello: “si recuerdas haber ofendido, deja tu ofrenda al lado y ve a reconciliarte con tu prójimo”. ¿Estamos idealizando la vida “dulcificándola” en medio de las crudas realidades que vivimos? cuando hemos asumido como verdad incuestionable “la ley del más fuerte” y como hecho de la causa sobreviven los más fuertes, “los exitosos”. También es un hecho cómo sufren profundamente los hijos por las desavenencias de sus padres. Qué decir de las Tragedias griegas con sus cadenas interminables de venganzas… lecciones para hoy. Los pantanos que hemos creado, de ellos no saldremos. Las COP 25 nos demuestran que al llegar el punto que debemos abstenernos de un beneficio personal o nacional se nos atrofia la conciencia del bien común global, que todos dependemos de todos. Nos creímos por siglos que éramos el rey de la creación y pasamos a ser sus depredadores. Cortamos el amoroso cordón umbilical con la tierra, con los mares, con los cielos. ¿Qué somos con sed sin agua? Sólo el amor creador nos dispuso de todo para continuar con ÉL la evolución del reino de la vida, del reino del amor. Más que la opción de “ser o no ser, es amar o no amar, servir o no servir”. Humanizar o abortarnos como humanos.
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En estos tiempos tan tumultuosos me gusta recordar algunas frases del padre Arrupe, porque sin duda era uno de esos hombres que, como a él le gustaba decir, tenía “el futuro en la médula”. Quizás mi preferida es la última que pronunció antes de morir. La oyó el padre Mariano Ballester, SJ, que le atendió mucho en los últimos días de su vida y que durante su enfermedad le ayudó en la logopedia con mucha dificultad a hablar y escribir después de la trombosis que sufrió de regreso de su viaje a Tailandia y Filipinas.
Hoy, con la pandemia encima, las injusticias y locuras políticas que estamos viviendo, es toda una meditación: “Para el presente amén, para el futuro aleluya”. Tiene más miga de lo que parece. El pasado no importa. Pasó, no hay que darle vueltas. Alimentar el sentimiento de culpa por algo que se hizo mal es masoquismo, no sirve para nada. Sobre todo, al saber que el amor de Dios lo quema, los perdona. Darle vueltas a lo negativo del pasado es una forma de protagonismo absurdo, una falta de fe y una tortura inútil. Importa este momento, el presente, el ahora. Vivir en el ahora es el secreto de la verdadera felicidad. Pero para ello es necesario aceptarlo como parte de la providencia. Y este ahora siempre es perfecto porque para mí es la voluntad de Dios. La amargura brota de no aceptar este momento tal como es. Eso no indica que no queramos transformar y mejorar el mundo. Pero poco haremos si lo hacemos desde la frustración y la amargura. Si nos pasamos la vida violentados por lo que no conseguimos, protestando porque no tenemos esto o aquello, dando coces a la vida, nada haremos de provecho. Este instante, este presente mío es lo que tengo y lo que Dios quiere para mí, taladra hacia el infinito. Vivir en este instante es un modo de instalarse en la eternidad, porque en el fondo de mí mismo habito en el todo, aunque no me dé cuenta. Por tanto “para el presente amén”. Y “para el futuro aleluya”. Acusaban al padre Arrupe de ser “un optimista patológico”. Él respondía: “¿Cómo no voy a ser optimista, si creo en Dios?” La gente hoy está muy preocupada con el futuro: “Qué va a ser de mí, de mi familia, del mundo. ¿A dónde nos va a llevar esta pandemia? ¿Cómo vamos a salir de esta enorme crisis sanitaria y económica?” Y en lo personal, el futuro de mi trabajo, la esposa, el marido, los hijos y un largo etcétera. Teilhard de Chardin, que concebía el cosmos como una flecha con sentido, decía: “Todo cuanto acontece es adorable”. Importa este momento, el presente, el ahora. Vivir en el ahora es el secreto de la verdadera felicidad. Pero para ello es necesario aceptarlo como parte de la providencia. Y este ahora siempre es perfecto porque para mí es la voluntad de Dios. Y Arrupe, con el rosario en la mano, durante la última entrevista que concedió para mi biografía en Roma, muy enfermo me decía: “En manos de Dios” forzando una sonrisa desde sus labios hemipléjicos. La frase preferida de otro gran santo jesuita, el padre José María Rubio, lo formulaba de otra forma: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Y Bernanos, “todo es gracia”. Recuerdo un film, de esos que un personaje vuelve desde del cielo, que afirmaba: “Hay un plan”. Sí, hay un plan. Lo que pasa es que aquí vemos el tapiz por el lado de los cosidos y todavía no podemos captar el colorido y la maravilla del paisaje que puede verse del otro lado. Pero es el mismo tapiz. Así que atrapemos este instante, cerremos los ojos para ver de otra manera y abrámoslos para disfrutar de lo que tenemos, aunque nos parezca solo una brizna de felicidad. No deja de ser un sacramento y no nos enredamos con un pasado que ya no existe y un futuro que ignoramos, y que para los creyentes siempre será un “happy end”. Lo que está haciendo el Papa Francisco es la actualización del evangelio al siglo XXI, a nuestro momento actual. Aunque ha escrito solo tres encíclicas, si las juntamos con sus exhortaciones y su ejemplo -sobre todo su ejemplo- está marcando una línea de liderazgo de servicio y coherencia evangélica que no deja a nadie indiferente.
Entre todo el bagaje que el Papa acumula, quiero destacar la línea maestra que se dibuja con claridad en todo su pontificado. Me refiero a la tríada formada por Laudatio Si, Amoris Laetitia y esta última entrega llamada Tutti Fratelli. Los tres textos se refieren a una manera concreta de tratarnos como verdaderos hermanos, puestos los ojos en Jesús. Con la encíclica Alabado seas (2015), Francisco puso el acento en nuestra responsabilidad con el hábitat del planeta defendiendo a la naturaleza desde una posición ecologista audaz pensando en las consecuencias de una ausencia generalizada del cuidado común. Y lo plantea desde una exigencia de responsabilidad personal y de gobierno denunciando el desarrollo irresponsable para revertir la degradación ambiental y el cambio climático que a tantos está matando, literalmente. La exhortación La alegría del amor (2016) va más allá del amor en la familia; se trata de un mensaje nítido a obispos, presbíteros y laicos para que ejerzan el discernimiento otorgando mayor importancia a cada caso concreto, a la escucha compasiva evangélica, por encima de legalismos que atribuyen a la norma un carácter finalista en lugar de un medio desde el que seguir la estela de las parábolas emblemáticas del hijo pródigo y la del buen samaritano en cada caso concreto. Y ahora, el Papa Francisco publica Hermanos todos (2020) su tercera encíclica inspirándose en Francisco de Asís mostrando una clara estela de profeta. Aquí apuesta claramente por la denuncia profética en temas ya tocados por él como esenciales en todo el tiempo que lleva de Papa. Si en la exhortación Amoris Laetitia se centra en la conciencia madura a la hora de juzgar hechos y no personas, limitando el papel de la Ley en beneficio de la misericordia, como hizo Jesús, ahora ejerce la denuncia profética con fuertes críticas contra las actitudes que degradan al ser humano y contra las economías y políticas injustas que impiden aflorar el amor fraternal-universal. Francisco insiste en la necesidad de construir una civilización del amor que no excluya ni tampoco niegue a nadie su derecho a vivir dignamente y a realizarse como persona. Y desde ahí, reivindica una política económica que posibilite un reparto equitativo de los bienes de la Tierra entre toda la humanidad. Plantea que el evangelio es eso: una llamada a la fraternidad universal bien factible donde el bien común sea la base de toda política. Por eso mismo, critica al consumismo neoliberal y a los populismos, consciente de que la fraternidad es el eje de todo el evangelio. En esta encíclica tan impactante, Francisco es muy claro en que no nos dejemos convencer de que existe solo un buen camino marcando distancias drásticas con el comunismo y el capitalismo. Lo expone desde el amor para iluminar otras posibilidades de organización y otros horizontes a los que tender desde el espíritu de Jesús. Incluso arremete contra los países epulones del mundo con algunos de los planteamientos de los Padres de la Iglesia, en el sentido de que si unos tienen tanto de sobra es porque han despojado a otros de lo que les pertenece. Cita a Gregorio Magno: “Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les damos nuestras cosas, sino que les devolvemos lo que es suyo”. Inmigración, acogida ecuménica, el abandono de las personas mayores, la discriminación contra la mujer en dignidad y derechos, la esclavitud como parte de esta cultura del descarte, la necesaria reforma de la ONU, la condena a la guerra justa y a la pena de muerte, las prácticas ideológicas ajenas o contrarias a las culturas de los pueblos... La guerra, las armas nucleares y el terrorismo son sustitutos equivocados del diálogo y la solidaridad. Que el “sálvese quien pueda” se traducirá rápidamente en el “todos contra todos”, y eso será peor que una pandemia. Ojalá que la institución eclesial siga a Francisco por este camino recorriendo el modelo de Cristo. Los jefes comprendieron que las tres parábolas se referían a ellos, (los obreros de última hora, los hermanos mandados a la viña y el banquete de boda). Contraatacan con tres preguntas que intentan tenderle una trampa para tener de qué acusarlo. La primera es la del tributo al César, que acabamos de leer. La segunda es sobre la resurrección de los muertos. La tercera, cuál es el primer mandamiento, que leeremos el próximo domingo.
Merece atención el texto del segundo Isaías que hemos leído. Es muy interesante, porque es la primera vez que la Biblia habla de un único Dios. Estamos a mediados del s. VI a. c. y hasta ese momento, Israel tenía su Dios, pero no ponía en cuestión que otros pueblos tuvieran sus propios dioses. Esto no lo hemos tenido nunca claro. El creer en un Dios único es un salto cualitativo increíble en el proceso de maduración de la revelación. El evangelio de hoy no es sencillo. Con la frasecita de marras, Jesús contesta a lo que no le habían preguntado. No se mete en política, pero apunta a una actitud vital que supera la disyuntiva que le proponen. Una nefasta interpretación de la frase de Jesús la convirtió en un argumento para apoyar el maniqueísmo en nombre del evangelio. Seguimos entendiendo la frase como una oposición entre lo religioso y lo profano. Hoy entre la Iglesia y el Estado. Se trata de una falta absoluta de perspectiva histórica. Moisés utilizó a Dios para agrupar a varias tribus en un solo pueblo. Israel fue siempre una teocracia en toda regla. Cuando se instauró la monarquía por influencia de las naciones próximas, al rey se le consideró como un representante de Dios (hijo de Dios), sin ningún poder al margen del conferido por la divinidad. Al proponer la pregunta, los fariseos no piensan en una confrontación entre el poder religioso y el poder civil, sino entre su Dios y el César divinizado. La moneda es clave para entender la respuesta. TI(berius) CAESAR DIVI AUG(usti) F(ilius) AUGUSTUS: PONTIF(ex) MAXIM(us) Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto sumo pontífice Jesús dice: “¿De quién es la imagen y la inscripción?”. Lo que se cuestiona es, si un judío tiene que aceptar la soberanía del César o seguir teniendo a Dios como único soberano. Con su respuesta, Jesús no está proponiendo una separación del mundo civil y el religioso. En tiempos de Jesús tal cosa era impensable. No hay en el evangelio base alguna para convertir la religión en una especulación de sacristía, sin influencia en la vida real. Fariseos y herodianos, enemigos irreconciliables, se unen contra Jesús. Los fariseos eran contrarios a la ocupación, pero se habían acomodado. Los herodianos eran partidarios del poder de Roma. La pregunta era una trampa. Si decía que no, se ponía en contra de Roma. Los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si decía sí, los fariseos podían acusarlo de contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir del pueblo. El verbo que emplea Jesús, "apodídômi", no significa dar, sino devolver. El que emplean los fariseos (dídomi), sí significa “dar”. Una pista interesante para comprender la respuesta. Estaban contra el César, pero utilizaban su moneda y tienen derecho a exigir que se la devuelvan. Un verdadero judío tenía que renunciar a utilizar el dinero de Roma. Les hace ver que ya han contestado, pues han aceptado la soberanía de Roma. Al preguntar por la imagen, Jesús está haciendo clara referencia al Génesis, donde se dice que el hombre fue creado a imagen de Dios. Si el hombre es imagen de Dios, hay que devolver a Dios lo que se le ha escamoteado, el hombre. La moneda que representa al César, tiene un valor relativo, pero el hombre tiene un valor absoluto, porque representa a Dios. Jesús no pone al mismo nivel a Dios y al César, sino que toma claro partido por Dios. Esta idea es una de las claves del mensaje de Jesús. Tampoco se puede utilizar la frase para justificar el poder. Si algo está claro en el evangelio es que todo poder es nefasto, porque machaca al hombre. Se ha repetido hasta la saciedad, que todo poder viene de Dios. Pues bien, según el evangelio, ningún poder puede venir de Dios, ni el político ni el religioso. En toda organización humana, el que está más arriba, está allí para servir a los demás, no para dominar. Jesús dice que el César no es Dios, pero no hemos dudado en convertir a Dios en un César. (He leído una homilía: “el único César que existe es Dios”). No es fácil asimilar que tampoco Dios es un César. No se trata de repartir dependencias, ni siquiera con ventaja para Dios. Dios no hace competencia a ningún poder terreno, sencillamente porque no tiene ningún poder. Esto, bien entendido, evitaría toda solución falsa. El problema es una trampa en sí mismo. No existe una alternativa entre César y Dios. Se ha predicado que había que estar más pendiente del César religioso que del César civil. Ningún ejercicio del poder es evangélico. No hay nada más contrario al mensaje de Jesús que el poder. Siempre que pretendemos defender los derechos de Dios, estamos defendiendo nuestros propios intereses. El que te diga que está defendiendo a Dios, en realidad lo está suplantando. Tampoco el estado tiene derecho alguno que defender. Los dirigentes civiles tienen que defender siempre los derechos de los ciudadanos. No defendemos el anarquismo. Al contrario, una sociedad, aunque sea de dos personas, tiene que estar ordenada y en relaciones mutuas de dependencia. En ella una tiene mayor responsabilidad; pero todas las relaciones humanas deben surgir del servicio y la entrega a los demás, no del dominio. Ningún ser humano es más que otro ni está por encima del otro. “No llaméis a nadie padre, no llaméis a nadie jefe, no llaméis a nadie señor…” No existe una realidad sagrada y otra profana. En la expulsión de los vendedores del templo, Jesús está apostando por la no diferencia de lo sagrado y lo profano, para Dios todo es sagrado. Es descabellado hacer creer a la gente que tiene unas obligaciones para con Dios y otras con la sociedad civil. Dios se encuentra en todo lo terreno, pero en lo más hondo del ser. Si solo lo encontramos en la iglesia, hemos caído en la idolatría. La única manera de entender todo el alcance del mensaje de hoy es superar la idea de un Dios fuera que arrastramos desde el neolítico. La creación no es más que la manifestación de lo divino. No hay nada que sea de Dios, porque nada hay fuera de Él. Somos imagen de Dios, pero no pintada o esculpida, sino reflejada. Para que Dios se refleje, tiene que estar ahí. No hay reflejo en un espejo si la cosa reflejada no está del otro lado. Meditación La tarea fundamental del ser humano es solo una: reflejar con nitidez la imagen de Dios. A medida que vaya desprendiéndome de mi falso yo, irá apareciendo el verdadero Ser. Seguimos en la explanada del templo de Jerusalén, en medio de los enfrentamientos de diversos grupos con Jesús. Esta vez, fariseos y herodianos lo van a poner en un serio compromiso preguntándole sobre la licitud del tributo al emperador romano. Por entonces, además de los impuestos que se pagaban a través de peajes, aduanas, tasas de sucesión y de ventas, los judíos debían pagar el tributo al César, que era la señal por excelencia de sometimiento a él.
Fariseos y herodianos no tenían dudas sobre este tema; ambos grupos eran partidarios de pagarlo. Los fariseos, porque no querían conflictos con los romanos mientras les permitieran observar sus prácticas religiosas. Los herodianos, porque mantenían buenas relaciones con Roma. Como a nadie le gusta pagar, los rabinos discutían si se podía eludir el tributo. Y algunos adoptaban la postura pragmática que refleja el tratado Pesajim 112b: «... no trates de eludir el tributo, no sea que te descubran y te quiten todo lo que tienes». Sin embargo, otros judíos adoptaban una postura de oposición radical, basada en motivos religiosos. Dado que el pago del tributo era signo de sometimiento al César, algunos lo interpretaban como un pecado de idolatría, ya que se reconocía a un señor distinto de Dios. Este era el punto de vista de los sicarios, grupo que comienza con Judas el Galileo, cuando el censo de Quirino, a comienzos del siglo I de nuestra era. Al narrar los comienzos del movimiento cuenta Flavio Josefo: «Durante su mandato [de Coponio], un hombre galileo, llamado Judas, indujo a los campesinos a rebelarse, insultándolos si consentían pagar tributo a los romanos y toleraban, junto a Dios, señores mortales» (Guerra de los Judíos II, 118). Más adelante repite afirmaciones muy parecidas: «Judas, llamado el galileo..., en tiempos de Quirino había atacado a los judíos por someterse a los romanos al mismo tiempo que a Dios» (Guerra de los Judíos II, 433). La trampa de la pregunta Con este presupuesto, se advierte que la pregunta que le hacen a Jesús sobre si es lícito pagar el tributo podía comprometerlo gravemente ante las autoridades romanas (si decía que no), o ante los sectores más progresistas y politizados del país (si decía que sí). Además, la pregunta es especialmente insidiosa, porque no se mueve a nivel de hechos, sino a nivel principios, de licitud o ilicitud. La respuesta de Jesús Jesús, que advierte enseguida la mala intención, ataca desde el comienzo: «¿Por qué me tentáis, hipócritas?» Pide la moneda del tributo, devuelve la pregunta y saca la conclusión. Jesús, como sus contemporáneos, acepta que el ámbito de dominio de un rey es aquel en el que vale su moneda. Si en Judá se usa el denario, con la imagen del César, significa que quien manda allí es el César, y hay que darle lo que es suyo. Estas palabras de Jesús, tan breves, han sido de enorme trascendencia al elaborar la teoría de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Y se han prestado también a interpretaciones muy distintas. Las cosas de Dios Si analizamos el texto, las palabras: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», no constituyen una evasiva, como algunos piensan. Van al núcleo del problema. Los fariseos y herodianos han preguntado si es lícito pagar tributo desde un punto de vista religioso, si ofende a Dios el que se pague. La respuesta contundente de Jesús es que a Dios le interesan otras cosas más importantes, y ésas no se las quieren dar. Teniendo presente el conjunto del evangelio, «las cosas de Dios», lo que le interesa, es que se escuche a Jesús, su enviado, que se acepte el mensaje del Reino, que se adopte una actitud de conversión, que se ponga término al raquitismo espiritual y religioso, que se sepa acoger a los débiles, a los menesterosos, a los marginados. Eso no interesa ni preocupa a fariseos y herodianos, pero es la cuestión principal. Si el evangelio no fuese tan escueto, podría haber parafraseado la respuesta de Jesús de esta manera: ¿Es lícito poner el sábado por encima del hombre? ¿Es lícito cargar fardos pesados sobre las espaldas de los hombres y no empujar ni con un dedo? ¿Es lícito llamar la atención de la gente para que os hagan reverencias y os llamen maestros? ¿Es lícito impedir a la gente el acceso al Reino de Dios? ¿Es lícito hacer estúpidas disquisiciones sobre los votos y juramentos? ¿Es lícito dejar morir de hambre al padre o a la madre por cumplir un voto? ¿Es lícito pagar los diezmos de la menta y del comino, y olvidar la honradez, la compasión y la sinceridad? En todo esto es donde están en juego «las cosas de Dios», no en el pago del tributo al César. Naturalmente, la comunidad cristiana pudo sacar de aquí consecuencias prácticas. Frente a la postura intransigente de los sicarios, defender que no era pecado pagar tributo al César. Y, con una perspectiva más amplia, fundamentar una teoría sobre la convivencia del cristiano en la sociedad civil, sin necesidad de buscar por todas partes enfrentamientos inútiles. Siempre, incluso en las peores circunstancias políticas, nadie podrá arrebatarle a la iglesia y al cristiano la posibilidad de dar a Dios lo que es de Dios. El emperador no siempre es enemigo (1ª lectura) En Israel, desde los primeros siglos, hubo gente fanática y enemiga de conceder el poder político a un hombre mortal. El único rey debía ser Dios, aunque no quedaba claro cómo ejercía en la práctica esa realeza. Otros grupos, sin negarle la autoridad suprema a Dios, aceptaban el gobierno de un rey humano. Pero siempre debía tratarse de un israelita, no de un extranjero. La novedad del texto de Isaías, una auténtica revolución teológica para la época, es que Dios, aunque afirma su suprema autoridad («Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios»), él mismo escoge al rey persa Ciro, lo lleva de la mano, le pone la insignia y le concede la victoria. Porque Ciro, al cabo de pocos años, será quien conquiste Babilonia y libere a los judíos, permitiéndoles volver a su tierra. Este proceso de esclavitud – liberación – vuelta a la tierra recuerda al ocurrido siglos antes, cuando el pueblo salió de Egipto. La gran novedad, escandalosa para muchos judíos, es que ahora el salvador humano no es un nuevo Moisés sino un emperador pagano. El texto ha sido elegido para confirmar con un ejemplo histórico que se puede respetar al emperador, pagar tributo, sin por ello ofender a Dios. El escrito más antiguo del Nuevo Testamento (2ª lectura) Desde este domingo hasta el 33 inclusive la segunda lectura se toma de la 1ª carta de Pablo a los tesalonicenses, escrita en Corinto hacia el año 49/50. Tesalónica, ciudad fundada por Alejandro Magno, es la segunda en territorio europeo que pisan Pablo y sus compañeros, después de Filipos. Aunque el libro de los Hechos sugiere que su estancia duró unos quince días, las cartas a los Tesalonicenses y las relaciones que se establecieron en los misioneros y la comunidad hacen pensar en varios meses. A estos cristianos dirige Pablo su primera carta, que es también el documento más antiguo del Nuevo Testamento. La carta comienza con una larga acción de gracias, recordando la forma en que los apóstoles transmitieron el evangelio y la acogida que tuvieron por parte de los tesalonicenses (1,2-2-16). Tras una sección sobre los acontecimientos posteriores (2,17-3,13) insiste en cómo debe ser la vida cristiana en lo que respecta a la castidad, el amor fraterno y el trabajo (4,1-12). La parte final se centra en dos cuestiones muy relacionadas: la suerte de los difuntos (4,13-18) y el tiempo y las circunstancias de la venida del Señor (5,1-11). La finalidad de la carta se ha prestado a bastante debate, existiendo tres teorías: a) Pablo escribe para responder a una carta que le han enviado los tesalonicenses. b) Pablo escribe para exhortar, animar, robustecer en la fe, dadas las serias dificultades en que vive la comunidad y las persecuciones de todo tipo, especialmente de los judíos. c) Pablo pretende, sobre todo en el c.2, una apología de su persona y de su actividad apostólica frente a sus enemigos. El breve fragmento elegido por la liturgia de hoy solo contiene el exordio, con los elementos típicos (remitentes, destinatarios, saludo) y el comienzo de la acción de gracias, donde Pablo recuerda las tres grandes virtudes de los tesalonicenses (fe, amor, esperanza) y el don de la elección. Estamos hoy frente a un texto evangélico muy conocido y citado. A la vez, y más allá de cómo se ha interpretado muchas veces, estamos ante un texto sugerente y profundo, que nos puede interpelar si dejamos a un lado ideas preconcebidas o tantas veces repetidas.
Al leer con atención los primeros párrafos de este evangelio, en estos tiempos que corren, es posible que encuentre eco en nosotros una palabra, una realidad, que muchas veces ha pasado desapercibida. En estas líneas se habla de la VERDAD, de lo que realmente es verdadero, de las intenciones profundas y del uso que hacen de la verdad estos personajes. Se habla de cómo fariseos y herodianos, que defienden “verdades” distintas frente al tema del tributo al César, la disimulan, la sacrifican, la someten a tejemanejes poco honestos buscando solo perjudicar a Jesús. Le presentan como búsqueda de la verdad lo que no tiene nada que ver con ella. Esto que pasaba hace veinte siglos, ¿no nos recuerda muchas realidades actuales? ¿Es, nuestra sociedad, una sociedad sensible a la verdad? ¿No es común en nuestros medios de comunicación relativizar, ignorar e incluso falsear la verdad para que una noticia venda, se haga viral en las redes o perjudique al adversario? No hace falta ser muy críticos para poner ejemplos de estos casos. Y si damos un paso más, personalmente ¿no hemos sacrificado nunca la verdad, o la hemos callado para lograr algo, para perjudicar a un adversario o para otros muchos intereses? ¿Somos de los que descubren y desenmascaran la mentira, como Jesús, o de los que pactan y se callan ante ella? ¿Damos valor a la verdad o es tan solo una moneda de cambio frente a otros valores? Sin creérselo quizá del todo o sin pretender valorarle, sino solo adularle, los fariseos le dicen a Jesús “sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie…” Reconocen en él a una persona sincera, fiel a la verdad y por ello libre. Seguro que recordamos lo que el evangelio de Juan pone en boca de Jesús “la verdad os hará libres” (Jn 8, 32) o “Yo he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.” (Jn 18, 37) ¿Somos personas libres? ¿Buscamos y escuchamos la verdad, a Aquel que es la verdad? ¿No intentamos muchas veces recorrer caminos de libertad que transitan muy lejos de la verdad? Desde esta introducción, en la que Jesús desenmascara la falsedad e hipocresía de los fariseos y verbaliza que conoce sus intenciones pretendidamente ocultas, escuchamos la pregunta planteada: ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? El tema era muy serio en tiempos de Jesús. Va más allá de pagar el impuesto o no. Plantea una concepción de la vida que tiene que ver con ser libres o esclavos. Son el pueblo de Israel, pueblo elegido por Dios ¿cómo se van a someter al César? Jesús, en su respuesta sigue desenmascarando la mentira e hipocresía de los que le tienden la trampa, al pedirles la moneda. Todos llevan en el bolsillo el denario, la moneda que es el sueldo diario con el que cubren sus necesidades. Todos la están usando a pesar de que su imagen sea del “César”. De hecho han aceptado la moneda del César para poder vivir. Y aquí nos deslumbra la palabra de Jesús: “Pues, si es así, si tenéis lo que es del César “devolverle” al César lo que es suyo” (el verbo que usa el evangelio (apodidômi), no significa “dar” sino “devolver”. El que han empleado los fariseos (dídomi) si significa “dar”) Una clave interesante. Pero Jesús continúa dándole a la respuesta una profundidad que sus adversarios no esperaban y contestando a lo que no han preguntado. “Y a Dios lo que es de Dios” ¿Qué es de Dios? Para los judíos, como para nosotros, todo es de Dios. Si la moneda tiene la imagen del César, toda persona humana es en sí misma imagen de Dios, como hijos e hijas suyas. Y desde esa realidad surge todo en nuestra vida. Por tanto no se trata de repartir, de hacer proporciones y equilibrios de hasta dónde y cuanto tengo que dar… Jesús no pone en el mismo plano a Dios y al César, a tantos césares a los que pagamos tributo, de los que nos hacemos súbditos… Sugiero que, para descubrir toda la fuerza de esta frase tan controvertida y de la que se han sacado todo tipo de conclusiones, la formulemos al revés: “Dadle a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Jesús deja claro que toda realidad y respuesta parte de esta realidad: Todo lo hemos recibido como hijos e hijas de Dios. Y todo lo que compartamos con nuestros hermanos y hermanas, lo estamos compartiendo con Él. Este es el gran cambio social, el camino que traerá una auténtica revolución. Si le damos a Dios lo que es de Dios, veremos con más claridad si hay que pagar impuestos, a quien, cómo y cuando. Siempre, desde nuestra pertenencia a Él como sus hijos e hijas. ¿Cómo puedo dejarme Ser? ¿Cómo puedo dejar de dudar, de tener miedo, de calcular y de compararme?
Toda historia de amor empieza con una mirada. Alguien se fija en ti. Tú te fijas en alguien, y empieza una experiencia correspondida o no, de relación. Se llama atracción. DEJARTE MIRAR PARA PODER DEJARTE DE MIRAR. Y SER ATRAÍDA/O A OTRA DIMENSIÓN, a tu bodega interior. En el silencio dialogado, amoroso, sencillo, penetrante, capaz de sanar heridas, capaz de liberar de otras miradas que no atraen, más bien repelen, miradas de amores posesivos o religiones controladoras… ¡No! No dejes que nadie dañe tus derechos de Hij@. Nadie puede empañar tu historia de Ser Atraída por y Atraer al que te ama, Dios, que en Jesús se manifiesta claro, tangible, entrañable y vivo. Juan 6,44: Nadie puede llegar hasta mí si el Padre que me envió no tira de él. Cantar 2,14: Déjame ver tu rostro Cantar 1, 4: Atráeme… ¿Qué puede acelerar un proceso de liberación, de maduración, de gozo por un seguimiento? UNA MIRADA. Me llaman, porque ME VEN. Juan 1, 47-50 Hay miradas que atraen, que invitan, que abren: “Tú me sondeas y me conoces; de lejos penetras mis pensamientos… ¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo al cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro…” Sal 138 La de Dios es una de ellas. No conozco a nadie que habiéndose acercado a su hoguera no salga transformado. Luego los procesos de liberación y maduración personal se realizan de modo distinto. Somos inmadur@s cuando dependemos de las miradas de otros, y esto nos produce altibajos… es una dependencia agotadora. Muchas personas prefieren solo silencio a oír la Voz del Amado que a lo largo de la historia ha conquistado y atraído a personas que con su fuerza y su ternura han ido cambiando esa historia, paso a paso. ¿Quieres saber si el silencio que te atrae es el que te da vida, o solo te descansa o hace tomar consciencia de tu realidad? Si después de experimentarlo no puedes callarlo. Alguien nos ha dicho que escribimos mucho… es que cuando el fuego arde en los rescoldos interiores, por pequeños que sean, el calor interior es incontrolable. Como Teresa de Jesús dirá: “Mira que te mira”. Y el cura de Ars, al preguntarle qué decía al orar, dice: “Nada. Yo le miro y Él me mira” Mc 10,20: Jesús al joven “lo miró y lo amó”. No voy a seguir porque lo único que importa es que nos dejemos mirar, y desde esa mirada-diálogo tomar decisiones que nos ayuden a priorizar el tesoro. Priorizar puede significar acallar las voces de la “bandeja de entrada” o de los múltiples chats en nuestro móvil… con delicadeza comunicar a algunos grupos o personas que por salud interior tienes que priorizar y vas a silenciar su comunicación. No por falta de respeto o aprecio sino por fidelidad a tu llamada, a su mirada y a todos los que dependen de ella. Te puedo asegurar que pueden ser cientos los que dependen de que te dejes Atraer y conducir por ese diálogo, día a día. No es algo novedoso, es una experiencia que ocurre si tú quieres. Si tú priorizas, si tú acoges. Y, claro que ocurre. Una de las cosas que mayor esfuerzo cuestan en la vida pastoral de una parroquia es el intentar la renovación. Se repite muchísimas veces la frase “esto se ha hecho siempre así”.
A la hora de cambiar una imagen, poner los bancos en corro, poner la sede de distinta manera… Nos encontramos con la expresión: “es que aquí desde siempre se ha hecho así”. Y no digamos ya cuando se trata de temas más profundos, expresiones que se repiten en la liturgia, gestos en la celebración, frases de eucaristía… Yo veo que la sociedad ha ido cambiando, se ha ido renovando a través del tiempo. Decimos con los pedagogos que el mundo hoy es volátil, complejo, incierto, ambiguo. Sin embargo, nosotros insistimos y nos esforzamos porque sea fijo, unívoco, constante, tradicional… Dicen que una parroquia ha progresado porque ha puesto un mantel nuevo, un ambón. Jesús plantea parábolas que van marcando nuevas actitudes y acciones para descubrir que su Reino ya está entre nosotros. Por eso es tan importante saber leer los hechos la vida desde las palabras de Jesús en el Evangelio. Y usar las formas de hoy. Llevamos 50 años cantando las mismas canciones. Y los niños y jóvenes no conectan con esos ritmos. Tenemos una realidad, una vida, repleta de parábolas, de signos que traslucen la salvación de Jesús. Pienso que hay que enriquecer nuestra interpretación. Es importante aceptar las cosas para gestionarlas hacia una evangelización. Leer el evangelio y el periódico o al revés. Todos admiramos los templos convertidos en albergue para los sin techo y todas las nuevas formas de transmitir el Mensaje de Jesús que nos hagan ver que el jubileo es un tiempo de Salvación aquí y ahora. Ahí está el ejemplo del papa Francisco que, hablando del jubileo de la tierra, no insiste en indulgencias y rezos, sino que habla de descansar la tierra, repararla renovarla y volverla al proyecto primero. Tenemos muchas telarañas en nuestra vida que es preciso limpiar, quitar y liberar para que salga el brillo primigenio. Descubrir lo que originariamente era. Dos instancias mediáticas de color opuesto (ultraderecha y ultraizquierda respectivamente) me piden que comente la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), Samaritanus bonus (abreviada, SB), quizás buscando apoyos para ensalzarla los unos o para denostarla los otros. No puedo complacer a los extremos, porque no tengo vocación para incensar ni para incendiar.
Pero RD me pregunta por la “recepción” de la SB por parte de quien se sitúa, como es mi caso, en la doble perspectiva de una teología moral revisionista y una ética cívica laica. (Gracias, apreciado amigo José Manuel Vidal, por tu familiaridad con el término técnico “receptio”, que usamos al hablar de la acogida intraeclesial, religiosamente respetuosa y a la vez honestamente crítica, de documentos relacionados con el magisterio eclesiástico ordinario, no infaliblemente vinculante; por tanto, con margen para el disentimiento, sobre el que a menudo tuvo que tratar RD en aquellos días de las tertulias de bioética...[1]. Se comprende que hagas la pregunta sorprendido por el contraste entre la dureza de la carta en el tema doctrinal -aunque solamente es "Carta" y no "Declaración", oh sutileza vaticana!- y, por otra parte, la amplitud de miras y apertura en el tema del cuidado; me parece muy razonable esa perplejidad, dado el contexto de apertura reformadora del presente pontificado). Pues bien, a preguntas conspicuas, respuestas responsables. Contestaré la pregunta exponiendo mi acogida o recepción positiva, pero muy crítica, de la Carta SB ante la que sinceramente tengo que manifestar un 60 por ciento de asentimiento agradecido por el tratamiento del tema del cuidado y un 40 por ciento de disentimiento preocupado en torno los aspectos controvertidos de la eutanasia directa activa y el suicidio asistido, libremente solicitados y legalmente controlados. Usando el lenguaje latino de las votaciones conciliares, le daría un placet iuxta modum, es decir, una acogida favorable y respetuosa, acompañada de la propuesta de importantes enmiendas. (En lenguaje escolar, un aprobado alto o un notable bajo, como explicaré más adelante). Digo esto desde la doble perspectiva, que conoce y presupone RD al preguntarme por la "recepción" de la carta SB desde un perspectiva teológica y bioética. Tanto desde una perspectiva de ética de inspiración cristiana (“católica, actual y revisionista”) como desde una perspectiva de ética laica, estimo que es posible asentir a cuatro puntos (tres síes y un no) de la Carta SB, en los que ambas éticas, a mi juicio, podrían converger generalmente; al mismo tiempo, ambas éticas podrían coincidir en el disentimiento ante el “no” de la Carta SB acerca de un quinto punto delicado y controvertido, que la Carta rechaza sin lugar para excepciones: la eutanasia directa y suicidio asistido, con el correspondiente control y acompañamiento médico, legal, social y espiritual. Convergencia para asentir a cuatro puntos Las dos perspectivas citadas, religiosa y laica, podrían converger en: 1) el "sí" enfatizado al cuidado de personas y situaciones críticas y terminales: un cuidado humano y espiritual, compasivo y respetuoso, misericorde, familiar y profesional, personal y social. 2) el "sí" al cuidado terapéutico adecuado, sin ninguna discriminación, pero proporcionado y regulado de acuerdo con la dignidad, derechos y consentimiento de la persona paciente (véase: la llamada tradicional y ambiguamente “eutanasia indirecta”; aunque no me gusta el nombre, que se puede confundir con omisiones o acciones homicidas). 3) el "sí" al cuidado paliativo integral (incluidas las sedaciones terminales responsablemente aplicadas); también este cuidado deberá ser adecuado, proporcionado y protocolizado de acuerdo con la dignidad, derechos y consentimiento de la persona paciente (véase: la llamada tradicional y ambiguamente “eutanasia indirecta”; aunque no me gusta el nombre, que se presta a confusión con acciones u omisiones homicidas). 4) el “no” al homicidio por compasión, impropiamente llamado “eutanasia involuntaria”. Eutanasia Coincidencia para disentir sobre el "quinto punto" delicado Por contraste con estos cuatro puntos de convergencia, hay un quinto tema que será, sin duda, cuestionado y controvertido, tanto desde dentro como desde fuera de la reflexión moral cristiana: es el tema delicado del "no" a la llamada eutanasia voluntaria directa, legalizada y médicamente asistida, así como el del llamado suicidio legal y médicamente asistido. Sería preferible y deseable, en mi opinión, prescindir de las palabras “eutanasia” y “suicidio”; en su lugar sería más exacta la expresión “adelantar responsable y dignamente un final inevitable, pero de modo legal y médicamente controlado, a la vez que garantizadas las condiciones para evitar toda manipulación y discriminación, así como cualquier violación disimulada de la defensa de la vida”. (Lo mismo que hemos aprendido a distinguir entre un aborto irresponsable y una interrupción justa del embarazo). Reconozco que el tema es muy delicado y la preocupación de la SB por evitar las consecuencias de la cultura del descarte y la exclusión tendrá que tenerse muy en cuenta. Pero creo que los redactores de la Carta, al editarla y presentarla al Cardenal para su firma y al Papa para obtener su aprobación, se han pasado más de dos pueblos en retórica y estilo, porque identifican este quinto punto con presuntas “leyes injustas”, “acciones homicidas”, etc, y al autodefinir el posicionamiento eclesiástico de la carta SB como “doctrina definida” o rechazo de “maldad intrínseca” etc., o al presionar incorrectamente al parlamentario católico cuya votación de dichas leyes sería, según la Carta SB, culpable de "cooperación injusta al mal", etc... Esta manera de hablar no es propia de la excelente antropología del teólogo Cardenal Ladaria y está en contradicción con la pastoral de la misericordia del Papa Francisco, quiero suponer que a ambos les mete un gol en casa propia alguno de sus ayudantes curiales...). Reitero que este quinto punto tendrá que ser objeto de disentimiento cuestionador tanto desde fuera como desde dentro de la iglesia. Para este punto, mi disentimiento preocupado, porque veo en él una vuelta a la manera de hacer teología moral en gran parte de la Veritatis splendor de Juan Pablo II y en gran parte del Catecismo del 92, en su día objeto de crítica por parte de la teología moral renovada. Y, a propósito del disentimiento intraeclesial, no puedo dejar de añadir que, como sacerdote y desde la práctica pastoral, me resulta incomprensible la teología sacramental que parece presuponer la Carta SB al impedir el acompañamiento espiritual y sacramental de personas que opten por la eutanasia responsable mencionada en el quinto punto. Para toda esa parte de la Carta SB, que me resulta totalmente inasumible desde la teología, asi como en contradicción con la pastoral de la misericordia, mi disentimiento, dolido y pesaroso, pero necesario. Escrita en un momento de crisis de la humanidad. La fraternidad es un asunto crucial en esta hora especialmente crítica donde la pandemia del coronavirus no hecho más que radicalizar la crisis social, económica, política y ecológica. Tiene tono de apercibimiento, como ya lo fue Laudato Si’; al estilo de la denuncia profética supone un aldabonazo para las conciencias.
Se trata de “una encíclica social” (n.20). Un texto que es eminentemente pastoral. Recopila, para poner modo y orden, aportaciones de papa Francisco sobre la dimensión social de la fe cristiana. “Quise recoger en esta encíclica muchas de esas intervenciones situándolas en un contexto más amplio de reflexión” (n. 5). DOS FIGURAS Y UNA PARÁBOLA-ICONO El papa comienza con una alusión inspiradora en San Francisco de Asís del que toma el título “Fratelli tutti”: consideremos todos los hermanos al Buen Pastor (Admoniciones 6,1). Y se fija espacialmente en un momento de su vida en que visita al Sultán Malik-el-Kamil. Este gesto, realizado en plenas cruzadas, muestra un deseo de fraternidad universal que refleja la intención de la encíclica. La otra figura será Carlos de Foucauld y con ella concluye el texto. “Él fue orientando su sueño de una entrega total a Dios hacia una identificación con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano (…) Quería ser, en definitiva, «el hermano universal». Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos” (n. 287) En el capítulo segundo propone una parábola-icono: El buen samaritano (Lc 10, 25-37). Ella expresa especialmente la fraternidad abierta al “extraño en el camino”. Allí desglosa especialmente los personajes: los salteadores del camino, los que pasan por el camino mirando a otro lado, el hombre herido y finalmente el forastero. “El samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido. Para volverse cercano y presente, atravesó todas las barreras culturales e históricas. La conclusión de Jesús es un pedido: «Tienes que ir y hacer lo mismo» (n. 81). LAS DENUNCIAS DEL PAPA FRANCISCO El papa parte en el capítulo primero y en otros lugares de una fuerte denuncia que se enmarca en un mundo especialmente amenazado. Un ataque contra la humanidad grave y de gran alcance. Veamos algunas de estas “sombras en un mundo cerrado”. “Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos” (n. 11) “Se alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más” (n.13) “Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar” (n. 15) “Pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos” (n. 16) Descarte mundial: “Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites” (n.18) “La organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones” (n.23) “Hay millones de personas —niños, hombres y mujeres de todas las edades— privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud” (n.24) “Tercera guerra mundial en etapas” (n.23), “guerra mundial a pedazos” (n. 259) La cultura de muros: “hay miedos ancestrales que no han sido superados por el desarrollo tecnológico; es más, han sabido esconderse y potenciarse detrás de nuevas tecnologías” (n.27) Se vaya creando un terreno fértil para las mafias. “Porque ellas se afirman presentándose como “protectoras” de los olvidados, muchas veces a través de diversas ayudas, mientras persiguen sus intereses criminales” (n.28) La pandemia de Covid-19 y otras pandemias. “Por eso dije que «la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades” (n.32) “Tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes” (n.37) “Hay otra manera de hacer desaparecer al otro, que no se dirige a países sino a personas. Es la pena de muerte” (n.263) La ilusión de la comunicación. “Los medios de comunicación digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas” (n.43) y “nuevas formas de colonización cultural” (n.14) OCHO TEMAS DE FONDO 1.- Teología de la fraternidad “Las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina del amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos” (n.6). En la oración final sitúa el papa Francisco el sentido cristiano de la fraternidad: “Dios nuestro, Trinidad de amor, / desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina/ derrama en nosotros el río del amor fraterno”. 2.- Antropología de la fraternidad Una de las contantes del papa es la insistencia dimensión comunitaria de la antropología cristiana frentes los reduccionismos individualistas. “Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona son términos correlativos” (n.182) “La pareja y el amigo son para abrir el corazón en círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos” (n.89). Esto asentado a la vez en una fuerte afirmación del valor y dignidad de la persona. “percibir cuánto vale un ser humano, cuándo vale una persona siempre y en cualquier circunstancia” (n.106). “La persona humana (…) está naturalmente abierta a los vínculos” (n.111) 3.- Fraternidad universal y amistad social. Esta es una de las cuestiones centrales y recurrentes que forma parte del título de la encíclica. La tensión necesaria entre el sabor local y el horizonte universal. Frente a universalismo de la globalización y el cerramiento en privilegios de los grupos y naciones propone este dinamismo en salida. “La fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales” (n.142). Desde aquí insisten en el “sentimiento de pertenencia” (n. 230). “El amor a la tierra, al pueblo, a los propios rasgos culturales. No me encuentro con el otro si no poseo un sustrato donde estoy firme y arraigado, porque desde allí puedo acoger el don del otro y ofrecerle algo verdadero (…) Estoy afianzado en mi pueblo con su cultura (…) El bien del universo requiere que cada uno proteja y ame su tierra” (n.143). A la vez propone “Pero no es posible ser sanamente local sin una sincera y amable apertura a lo universal sin dejarse interpelar por lo que sucede en otras partes, sin dejarse enriquecer por otras culturas o sin solidarizarse con los dramas de los demás pueblos” (n.146). “En tensión hacia la comunión universal” (n. 95) 4.- Amor personal y amor político. La dimensión de la caridad social y política es resaltada en la estela de la Doctrina Social de la Iglesia. “El amor no solo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino también en las “macro-relaciones”, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (n.181). “A partir del “amor social” es posible avanzar hacia la civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados” (n. 183). Así recoge de Tomás de Aquino la diferencia entre el amor “elícito” hacia las personas y pueblos concretos y el amor “imperado” hacia instituciones más sanas, justas y solidarias (n. 186). Para ello es necesaria una mística de la fraternidad que es capaz de actuar institucionalmente (nn. 164-165) Esta fraternidad supone pasar de ser socios a ser hermanos (inspirándose en Paul Ricoeur) “Los que únicamente son capaces de ser socios crean mundo cerrados” (n.104) que están juntos por “determinados intereses” (n. 102). Así la libertad y la igualdad no bastan sin la fraternidad (nn.103-104). El don y la exigencia cristiana apuntan a la fraternidad. “Jesús no decía: Todos vosotros sois hermanos” (n.95) 5.- La acogida desde los últimos La fraternidad se construye desde los últimos. “Mientras nuestro sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada, no habrá la fiesta de la fraternidad universal “(n.110). Esta fraternidad “invierte a favor de los frágiles (n. 108) nos hace “responsables de la fragilidad de los demás” y nos invita al cuidado del otro y sus fragilidades (nn. 114-115). “El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano” (n.115). Este dinamismo supone entrar en la acogida. “Quien no vive en la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo que recibe a cambio” (n.140). “La hospitalidad es un modo concreto de no privarse de este desafío y de este don que es el encuentro con la humanidad más allá del propio grupo” (n.90) 6.- Cultura del encuentro. Diálogo, pacto y consenso El papa Francisco insiste en la novedad de la fraternidad como encuentro. Romper los límites de las fronteras para enriquecernos en lo diverso, lo distinto, lo diferente (n.147). Así propone la ofrenda recíproca entre Oriente y Occidente (n.136). En el diálogo de los diferentes siempre nace una nueva síntesis, un mestizaje (n.148). Será necesario abrir espacios para el diálogo. En este diálogo social “es posible llegar a algunas verdades elementales que deben y deberán ser siempre sostenidas Aceptar que hay algunos valores permanentes, aunque no siempre sea fácil reconocerlos, otorga solidez y estabilidad a una ética social (n. 211). Desde aquí “a partir de ese reconocimiento hecho cultura se vuelve posible la gestación de un pacto social” (n.218) 7.- La reconciliación entre hermanos Una de las aportaciones más significativas de la encíclica son una serie de acotaciones sobre los procesos de reconciliación y de paz. “El perdón y la reconciliación son temas fuertemente acentuado en el cristianismo” (n.237). Describe el conflicto como inevitable en la vida social (n.240) que no anula la lucha por la justicia (n.241) pero sin alimentar la ira (n.242). La superación exige la memoria del dolor y del bien. “Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado” (n.251). 8.- La fraternidad que brota de las religiones “Los creyentes pensamos que sin una apertura al padre de todos no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad. Estamos convencidos de que “solo con esa conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros” (n.272) Propuestas concretas “Una reforma “tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones” (n.173) La importancia de pactos y consensos (n.220) “Todavía es posible optar por el cultivo de la amabilidad” (n.222) La memoria penitencial (nn. 226- 249) El protagonismo de los movimientos populares (n.169) “Hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!” (n. 258) Y con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, constituyamos un Fondo mundial (n.262) “Luchar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones carcelarias, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de libertad. Y esto yo lo relaciono con la cadena perpetua. […] La cadena perpetua es una pena de muerte oculta” (n.268) Migrantes. “Incrementar y simplificar la concesión de visados, adoptar programas de patrocinio privado y comunitario…” (n.130) “Legislación global para las migraciones” (n.132) La participación social de los empobrecidos en las salidas (n. 188) Reproponer la función social de la propiedad (nn.118-120), Subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes (n.123) Revisar el pago de la deuda externa (n.126) Las tres “t”: “Es posible anhelar un planeta que asegure: tierra, techo y trabajo para todos” (n.127) Revisar el concepto de preventivo tanto en la guerra (n. 258) como en la prisión (n. 266) |
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