Esta pregunta se me ocurrió el último domingo. Asistía al programa de TV2 del “Día del Señor”, y daban, desde la plaza del Mercado chico de Ávila, o plaza del ayuntamiento, el inicio del “Año teresiano”, que el Papa había concedido celebrar cuando la fiesta de Santa Teresa de Ávila caiga en domingo, como este año. Y que durará, este , y todos los años, hasta el día 15 de octubre del próximo año. La celebración, presidida por el arzobispo cardenal de Valladolid, Monseñor Ricardo Blázquez, y presidente de la conferencia Episcopal Española, (CEE), tuvo la brillantez que este tipo de celebraciones adquieren cuando la Iglesia se esmera en ofrecer un evento religioso y artístico de primera calidad. Otra cosa es que se parezca, poco, o mucho, o nada, con la última Cena del Señor, y la Eucaristía que, inspirados en ella, y obedeciendo a su mandato, “haced esto en memoria mía”, celebra la Comunidad Cristiana.
Lo que me llamó de verdad la atención, me sorprendió, y casi me sobresaltó, fue el momento, al inicio de la celebración, en la que el obispo de Ávila, D. Jesús García Burillo, con evidente gozo, y desbordando alegría, anunció la concesión papal de la instauración del Año Santo teresiano, con la oportunidad de adquirir la indulgencia plenaria, con las condiciones y requisitos que la Iglesia señala para ese menester. Así que me he puesto en faena para recordar lo que enseña la Santa Madre Iglesia sobre las indulgencias. Veamos lo que afirma el Derecho Canónico (CIC, “Codex iuris canonici”) de la Iglesia: C. 992 “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos”. C. 993 “La indulgencia es parcial o plenaria, según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente”. C. 994 “Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias”. Y el Catecismo de la Iglesia describe así las indulgencia y la pena temporal: “Las indulgencias son la remisión ante Dios de la pena temporal merecida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa, que el fiel, cumpliendo determinadas condiciones, obtiene para sí mismo o para los difuntos, mediante el ministerio de la Iglesia, la cual, como dispensadora de la redención, distribuye el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos.” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 312). Y la pena temporal la explica así el mismo diccionario. Como podemos leer: 1473 “El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del “hombre viejo” y a revestirse del “hombre nuevo” (cf. Ef 4,24). Y en el número anterior, el Diccionario explicaba así las penas temporales: “Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la “pena temporal” del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado”. Lo que podemos sacar en claro es que las Indulgencias no perdonan el pecado, sino que liberan de las consecuencias “temporales”, que hay que condonar o bien en la vida humana, “aquí abajo”, como dice gráficamente el diccionario, o después de la muerte, es decir, en el Purgatorio. El mismo papa Juan Pablo II puso en duda la existencia real de este novísimo, donde se purificarían “las almas de los fieles difuntos” que hubiesen muerto sin haber purificado suficientemente los residuos, o consecuencias, de sus pecados. Pero en el mismo concepto de purgatorio, al que se e ha imaginado con llamas, ¿Cómo pueden purificarse las almas, que son espirituales, por el fuego, que es un fenómeno físico? Y el mismo sentido contradictorio serviría también para las penas eternas del infierno. Nadie podrá negar que las indulgencias nacieron, en la Edad Media, con un tufo de recaudamiento de medios económicos para las necesidades, o no tan necesarias, de la Iglesia, o de los eclesiásticos. Es paradigmático el caso de la subasta para conseguir la exclusiva en la predicación de las indulgencias en Alemania, que constituía un pingüe negocio, que se convertía en una máquina portentosa de sacar dinero. Entre los agustinos, cuyo provincial era Martín Lutero, y los dominicos, ganaron éstos, con Johann Tetzel a la cabeza, entre los siglos XV-XVI. No sabemos de donde sacó la jerarquía de la Iglesia estos parámetros de “penas temporales”, que acababan, muy frecuentemente, produciendo grandes ganancias. Y que las entendemos, no demasiado, pero lo suficiente, en la Edad Media, pero que, en los días que corren, nos plantean todo tipo de consideraciones incómodas cuando no directamente molestas. Porque para ganar la indulgencia plenaria, también en el caso del año teresiano, por el que he escrito esta artículo, también se indican los templos en los que se puede conseguir la preciada indulgencia plenaria, para lo que hay que viajar hasta ellos, y donde habrá que comer, y, eventualmente, dormir. Es decir, gastar dinero. Con los debidos requisitos: confesión sacramental, comunión, y oración por las intenciones del Sumo Pontífice. A esta clásicas condiciones les pongo dos pegas: no se puede exigir la confesión sacramental si el fiel puede comulgar sin pasar por el sacramento de la penitencia. Y, el Papa correspondiente que me perdone, pero no podemos, sin más, fiarnos en sus intenciones. Si el primer Papa, San Pedro, entre otras que no conocemos, tenía las de impedir la pasión y muerte del Señor, por lo que mereció la mayor bronca que un papa ha recibido en la Historia, y del que más podía importar, del propio Señor Jesús, “¡apártate de mí, Satanás, porque no piensas como Dios, sino como los hombres!”, y sabemos de las intenciones aviesas, cuando no directamente pasionales, y hasta criminales, de papas a lo largo de la Historia de la Iglesia, ¿podremos, sin más, orar por las intenciones del Sumo Pontífice? Además, santo Tomás de Aquino nos recuerda que la oración que se hace por otros, o según las intenciones de un tercero, no suele tener garantías, como las que uno hace por sí mismo, con humildad de corazón y ánimo de conversión. Así, pues, y resumiendo todo, Indulgencias, ¿para qué?
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¿Cómo desatar los nudos de la guerra y la violencia? ¿Cómo encontrar salidas en estos laberintos que se agudizan y complican con el tiempo? García Márquez en “Cien años de soledad” expresa: “No imaginaba que era más fácil empezar una guerra que terminarla”. La Palabra nos anima al afirmar: “la cuerda de tres hilos no es fácil de romper” (Qo. 4,12), el papa Francisco nos da pistas de cómo hacer esa cuerda de la paz que perdure en el tiempo y pueda quedar a un lado el círculo de violencia sostenido por la injusticia. Desde inicios de este año 2017 en su mensaje del 1 de enero, para la Celebración de la 50 Jornada mundial de la Paz, propone que nos comprometamos con la “acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, a construir comunidades no violentas, que cuiden la casa común”.
Como buen artesano trenza una línea de continuidad con sus predecesores: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI[1]; recupera frases de sus propios discursos[2]; crea el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral[3]; pone como ejemplos de la no violencia a la Madre Teresa de Calcuta, a Mahatma Gandhi, a Khan Abdul Ghaffar Khan, a Martin Luther King, a Leymah Ghowee y miles de mujeres liberianas que evitaron la guerra en su país; señala las estrategias de la paz como “manual” ofrecido por Jesús en el Discurso de la montaña (Mt 5,3-10), las ocho bienaventuranzas ofrecen un perfil de la persona buena, auténtica (que es mansa, misericordiosa, trabaja por la paz, tiene hambre y sed de justicia, y puro el corazón); considera que los desacuerdos e incluso los conflictos deben ser superados no con la fuerza, sino con el diálogo, el respeto, la búsqueda del bien del otro, la misericordia y el perdón[4]. La no violencia ha de ser el estilo de vida cotidiano y políticamente mundial. Para Francisco, no se trata de negar la realidad, todo lo contrario: es necesario ver, juzgar y actuar, ser conscientes que el siglo XX fue herido por guerras mundiales, conflictos bélicos donde el ser humano comprobó su poder destructor. A pesar de ello este nuevo siglo nos encuentra en una tercera guerra mundial por sectores, ocasionando el sufrimiento de miles y miles de personas en diversos países y continentes a través del terrorismo, la criminalidad, los ataques armados impredecibles. Además de los abusos contra los emigrantes y las víctimas de la trata, la devastación del medio ambiente…[5] En este mes de septiembre (07 al 10), el papa ha hecho una intensa, profunda y conmovedora visita a Colombia, como Pastor y Artesano de la paz. Ha penetrado en sus selvas lluviosas, sus páramos, sus sierras, sus playas; ha alabado al Señor por las maravillas de este país, segundo del mundo en biodiversidad, con una inmensa variedad de flora y fauna, de ricas culturas, con diversas etnias, con personas acogedoras y bondadosas, con tesón y valentía para oponerse a la violencia y sobreponerse de ella; con el deseo firme de querer poner fin a una guerra iniciada hace 52 años. En prolongación con su tarea por la paz se pronuncia sin miedo, su palabra cargada de fe ilumina las tinieblas con una luz que nos hace humanos, su humanidad evangelizada se anuncia como compañía, cercanía, escucha a las víctimas, a los victimarios, a los sufrientes, para compartir sus dolores, llorar con ellos, y dar ánimo a todos (gobernantes, jerarquía eclesiástica, laicas/os, sacerdotes, religiosas/os, jóvenes…). Asume el desafío de construir la paz en Colombia desde el mensaje pacífico y pacificador de Jesús. Se involucra desde que en junio de 2015 recibiera a su presidente Juan Manuel Santos en el Vaticano y le ofreciera su ayuda si lo necesitaban, lo que vuelve a ratificarle en su visita a Cuba (19 al 22 de septiembre de 2015). El 16 de diciembre de 2016, luego del Acuerdo de Paz (26/08/16) y del plebiscito negativo (02/10/16), se reúne en el Vaticano con Santos y el ex presidente Uribe, para que expongan sus diferencias y continuar trabajando en el “acuerdo”… Santos con firmeza resaltó al papa: “necesitamos su ayuda”. Es claro que Santos no logró explicar en detalle cómo el dinero destinado a la guerra se reutilizaría para fomentar el desarrollo agrícola y redistribuir recursos, de qué modo se reconocerá el abuso cometido con las mujeres y se promoverá la igualdad con los hombres, qué significa establecer una “Justicia Especial para la Paz”. Fallas utilizadas por Álvaro Uribe. Después del plebiscito se tomaron en cuenta algunos reclamos, entre ellos el recorte de las inversiones sociales. Sin embargo, no se modificó la puesta en marcha de la “Justicia Especial para la Paz”, que analizará los delitos cometidos. Quedarán en la lupa guerrilleros, paramilitares y Fuerzas Armadas, bajo los criterios de verdad, justicia, reparación y no repetición. Se dictarán amnistías o indultos siempre que los hechos no tengan la calificación de crímenes de lesa humanidad. Pero aún no se investigó el material de 15.000 paramilitares que declararon quiénes los financiaban. En el imaginario vuelve lo sucedido con la Unión Patriótica, movimiento político impulsado por las FARC entre 1982 y 1986, en medio de los diálogos de paz durante el gobierno de B. Betancur, que fue arrasado por los paramilitares y hubo más de 4.000 militantes asesinados. La paz supone enfrentar con decisión los poderes regionales, políticos y económicos que mantienen su posición gracias al ejercicio de la violencia y al accionar de bandas armadas. Por esto ante todo conflicto es necesario pensar quiénes ganan y quiénes pierden, en este caso con la paz. El año próximo Colombia elegirá presidente. El gobierno de J.M. Santos experimenta un debilitamiento, mientras se fortalece Uribe y su partido Centro Democrático, que afirma que el primer acto de gobierno (si gana las elecciones) será hacer trizas el Acuerdo final con las FARC. El Pontífice así como alaba las maravillas hechas por Dios en Colombia, también denuncia su situación de pecado: “Pienso en el drama lacerante de la droga, que atenta contra la dignidad de la persona y rompe la imagen del Creador presente en ella… Condeno con firmeza esta lacra, que hombres sin escrúpulos sostienen… busquen los modos de acabar con el narcotráfico… Pienso también en otros dramas como la devastación de la naturaleza y en la contaminación, la explotación laboral, el blanqueo de dinero, la especulación financiera, el sistema económico y social que expone a la pobreza a millones de seres humanos, la prostitución, la trata de seres humanos, delitos y abusos contra menores, la esclavitud, los emigrantes… No es posible vivir en paz sin hacer nada con aquello que corrompe la vida y atenta contra ella”[6]. Es necesario con “manos y obras” (Pedro Claver) desatar los nudos de la violencia, desenredar su compleja madeja, y entretejer una cuerda triple que no se rompa fácilmente (Qo.4,12) crear una cultura de la vida y del encuentro para ello propone tres gruesos hilos:
Este título aparentemente sensacionalista, reproduce unas palabras del papa Francisco en su discurso con ocasión del encuentro con los obispos del Brasil en Río de Janeiro, el 27 de julio de 2013.
Hablando de no reducir el compromiso de las mujeres en la Iglesia, añade: “Si la Iglesia pierde a las mujeres en su dimensión total y real, la Iglesia corre el riesgo de la esterilidad”. Todos conocemos la tragedia de la esterilidad en un matrimonio. Su futuro queda cuestionado. Algo semejante puede ocurrirle a la Iglesia si prescinde de las mujeres, si se las margina, si no se las tiene en cuenta, si se prescinde olímpicamente de ellas, si se las subutiliza, si se las silencia. Esta actitud de marginación machista y clerical de las mujeres, contradice el modo de actuar de Jesús y el papel de las mujeres en el evangelio. La teóloga Dolores Aleixandre nos presenta una lista de actitudes de las mujeres en los evangelios:
Como ha escrito el anciano teólogo francés, de más de 100 años, Joseph Moingt, la mujer no es el problema sino “la solución de la Iglesia”. Solo acogiendo plenamente a las mujeres en la Iglesia, ésta no se convertirá en una higuera estéril (Mc 11, 12-14), sino que podrá dar frutos evangélicos. Esta pregunta se me ocurrió el último domingo. Asistía al programa de TV2 del “Día del Señor”, y daban, desde la plaza del Mercado chico de Ávila, o plaza del ayuntamiento, el inicio del “Año teresiano”, que el Papa había concedido celebrar cuando la fiesta de Santa Teresa de Ávila caiga en domingo, como este año. Y que durará, este , y todos los años, hasta el día 15 de octubre del próximo año. La celebración, presidida por el arzobispo cardenal de Valladolid, Monseñor Ricardo Blázquez, y presidente de la conferencia Episcopal Española, (CEE), tuvo la brillantez que este tipo de celebraciones adquieren cuando la Iglesia se esmera en ofrecer un evento religioso y artístico de primera calidad. Otra cosa es que se parezca, poco, o mucho, o nada, con la última Cena del Señor, y la Eucaristía que, inspirados en ella, y obedeciendo a su mandato, “haced esto en memoria mía”, celebra la Comunidad Cristiana.
Lo que me llamó de verdad la atención, me sorprendió, y casi me sobresaltó, fue el momento, al inicio de la celebración, en la que el obispo de Ávila, D. Jesús García Burillo, con evidente gozo, y desbordando alegría, anunció la concesión papal de la instauración del Año Santo teresiano, con la oportunidad de adquirir la indulgencia plenaria, con las condiciones y requisitos que la Iglesia señala para ese menester. Así que me he puesto en faena para recordar lo que enseña la Santa Madre Iglesia sobre las indulgencias. Veamos lo que afirma el Derecho Canónico (CIC, “Codex iuris canonici”) de la Iglesia: C. 992 “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos”. C. 993 “La indulgencia es parcial o plenaria, según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente”. C. 994 “Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias”. Y el Catecismo de la Iglesia describe así las indulgencia y la pena temporal: “Las indulgencias son la remisión ante Dios de la pena temporal merecida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa, que el fiel, cumpliendo determinadas condiciones, obtiene para sí mismo o para los difuntos, mediante el ministerio de la Iglesia, la cual, como dispensadora de la redención, distribuye el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos.” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 312). Y la pena temporal la explica así el mismo diccionario. Como podemos leer: 1473 “El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del “hombre viejo” y a revestirse del “hombre nuevo” (cf. Ef 4,24). Y en el número anterior, el Diccionario explicaba así las penas temporales: “Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la “pena temporal” del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado”. Lo que podemos sacar en claro es que las Indulgencias no perdonan el pecado, sino que liberan de las consecuencias “temporales”, que hay que condonar o bien en la vida humana, “aquí abajo”, como dice gráficamente el diccionario, o después de la muerte, es decir, en el Purgatorio. El mismo papa Juan Pablo II puso en duda la existencia real de este novísimo, donde se purificarían “las almas de los fieles difuntos” que hubiesen muerto sin haber purificado suficientemente los residuos, o consecuencias, de sus pecados. Pero en el mismo concepto de purgatorio, al que se e ha imaginado con llamas, ¿Cómo pueden purificarse las almas, que son espirituales, por el fuego, que es un fenómeno físico? Y el mismo sentido contradictorio serviría también para las penas eternas del infierno. Nadie podrá negar que las indulgencias nacieron, en la Edad Media, con un tufo de recaudamiento de medios económicos para las necesidades, o no tan necesarias, de la Iglesia, o de los eclesiásticos. Es paradigmático el caso de la subasta para conseguir la exclusiva en la predicación de las indulgencias en Alemania, que constituía un pingüe negocio, que se convertía en una máquina portentosa de sacar dinero. Entre los agustinos, cuyo provincial era Martín Lutero, y los dominicos, ganaron éstos, con Johann Tetzel a la cabeza, entre los siglos XV-XVI. No sabemos de donde sacó la jerarquía de la Iglesia estos parámetros de “penas temporales”, que acababan, muy frecuentemente, produciendo grandes ganancias. Y que las entendemos, no demasiado, pero lo suficiente, en la Edad Media, pero que, en los días que corren, nos plantean todo tipo de consideraciones incómodas cuando no directamente molestas. Porque para ganar la indulgencia plenaria, también en el caso del año teresiano, por el que he escrito esta artículo, también se indican los templos en los que se puede conseguir la preciada indulgencia plenaria, para lo que hay que viajar hasta ellos, y donde habrá que comer, y, eventualmente, dormir. Es decir, gastar dinero. Con los debidos requisitos: confesión sacramental, comunión, y oración por las intenciones del Sumo Pontífice. A esta clásicas condiciones les pongo dos pegas: no se puede exigir la confesión sacramental si el fiel puede comulgar sin pasar por el sacramento de la penitencia. Y, el Papa correspondiente que me perdone, pero no podemos, sin más, fiarnos en sus intenciones. Si el primer Papa, San Pedro, entre otras que no conocemos, tenía las de impedir la pasión y muerte del Señor, por lo que mereció la mayor bronca que un papa ha recibido en la Historia, y del que más podía importar, del propio Señor Jesús, “¡apártate de mí, Satanás, porque no piensas como Dios, sino como los hombres!”, y sabemos de las intenciones aviesas, cuando no directamente pasionales, y hasta criminales, de papas a lo largo de la Historia de la Iglesia, ¿podremos, sin más, orar por las intenciones del Sumo Pontífice? Además, santo Tomás de Aquino nos recuerda que la oración que se hace por otros, o según las intenciones de un tercero, no suele tener garantías, como las que uno hace por sí mismo, con humildad de corazón y ánimo de conversión. Así, pues, y resumiendo todo, Indulgencias, ¿para qué? El pasado día 16 de septiembre, la Fundación Migra Studium participó en la Noche de las Religiones de Barcelona. Esta iniciativa, llevada a cabo por el Grupo Interreligioso e Interconfesional de Jóvenes de la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso (AUDIR), está inspirada en una acción similar que funciona en la ciudad de Berlín desde el año 2012. Tiene por objetivo dar a conocer algunas de las diferentes tradiciones religiosas que conviven en la ciudad, y lo hace mediante la apertura de puertas de los lugares de culto, donde se organizan actividades diversas.
Este año, la Fundación Migra Studium propuso dos actividades: una mesa redonda y un concierto-oración. La primera iniciativa, que nos da materia para desarrollar este artículo, nacía de la siguiente pregunta: ¿Hay que educar en la diversidad cultural y religiosa? A fin de reflexionar sobre el tema invitamos a diferentes personas, todas ellas relacionadas con el ámbito de la educación, y con creencias y/o adscripciones religiosas diversas. La Fundación Migra Studium, desde la actividad diaria, quiere ofrecer herramientas de reflexión que ayuden a (re)elaborar este interrogante. Y lo hace muy especialmente mediante uno de los proyectos de la Fundación, el Espacio Interreligioso. Este proyecto funciona con una demanda creciente desde hace casi 10 años, y lo hace colaborando con el profesorado en la tarea de educar a niños, adolescentes y jóvenes en materia de diversidad religiosa y diálogo. ¿Sí o no? ¿Hay que educar en diversidad religiosa? ¿Hay que excluir esta formación? Para nosotros, responder taxativamente, sin profundizar la respuesta, es difícil. Podemos convenir en que hay una resolución afirmativa a la pregunta muy básica, fundamental. Pero también nos damos cuenta de que, en una sociedad altamente compleja como la nuestra, los matices son infinitos: sí, pero… ¿en qué espacios?, ¿cómo?, ¿quién?… Por ejemplo, hace un año aproximadamente, nos pusimos en contacto con una escuela pública para ofrecerles nuestro servicio. El proyecto parecía interesar… hasta que nuestro interlocutor se interrogó por la posible relación de la Fundación con alguna tradición religiosa. Al responder que la Fundación Migra Studium es una entidad social promovida por la Compañía de Jesús, el interés de la escuela se desvaneció. Según el ideario de aquella institución, la educación en materia de religión corresponde únicamente a la comunidad religiosa y a la familia, es decir, al ámbito privado. Debate de importancia, que no comparten únicamente instituciones que se definen, como en este caso, “aconfesionales”: también se adhieren a este criterio algunas comunidades religiosas. Por lo tanto, para nosotros, la claridad que vemos en el “sí” debe ir acompañada de ciertas reflexiones. Y el primer matiz que añadimos para profundizar en nuestro posicionamiento tiene que ver con una diferencia percibida entre la transmisión de una tradición religiosa y la educación en materia de diversidad religiosa. Si la primera sólo tiene cabida en un contexto comunitario porque de lo que se trata es de transmitir y compartir la fe o creencia, la segunda emerge de una realidad social que hay que atender. ¿Por qué es necesario, pues, trabajar este aspecto como objeto de estudio, diferenciándolo respecto de otras materias del currículo? En primer lugar, porque pensamos que todo ser humano tiene un espacio interior susceptible de ser atendido. Algunas personas vivirán este espacio como dimensión espiritual. En estos casos, esta dimensión se canaliza mediante una tradición religiosa, o bien a partir de otras maneras de darle un lugar y desarrollarla (naturaleza, arte…). Nuestra intuición nos dice que es en este espacio común donde se cuecen las preguntas por el sentido de la vida, y con una mayor profundidad, donde nacen los interrogantes que relacionan nuestra cotidianidad con lo que nos trasciende. La nuestra es una apuesta para una educación integral, que trabaje y dialogue con esta dimensión humana. En segundo lugar, pensamos que en sociedades como la nuestra, “plurales”, “diversas”, la realidad se nos impone diariamente. Muchos de nosotros, en algún momento de nuestra vida convivimos con personas creyentes, que practican alguna tradición religiosa o alguna tradición religiosa diferente de la nuestra. ¿Cómo comprenderlas?, ¿cómo convivir?, y más allá, ¿cómo dialogar con ellas?, es decir, ¿cómo dejar que nuestra identidad se ponga en contacto, se enriquezca, se (re)construya a partir de la interacción con el otro? E incluso, ¿cómo enraizarnos en nuestra propia creencia o tradición al tiempo que nuestra actitud expresa claramente un deseo de apertura, de salida? Ante una realidad diversa, compleja, algunas personas abren la puerta de la curiosidad por los demás. En otras ocasiones es la necesidad la que impele a conocer. Este contacto es de gran importancia a fin de traspasar las fronteras del estereotipo. A alguien con nombre y apellidos, cercano, que establece algún tipo de relación con nosotros, es más fácil sacarlo de la bolsa de la generalización, de la etiqueta. Y en muchos casos, como hemos tenido ocasión de vivir recientemente, estas generalizaciones, si no son desarmadas, pueden desembocar en acciones discriminatorias hacia colectivos determinados. Un espacio formativo puede ayudar a abrir la curiosidad, a elaborar preguntas y reflexiones a partir de la necesidad sentida, a desmontar procesos de etiquetado. De estas reflexiones se deriva una tercera intuición. Nuestro trabajo se dirige a todos. Nos explicamos: en ocasiones se nos interroga sobre el tanto por ciento de escuelas concertadas o públicas que nos visitan. A nosotros nos parece una pregunta falsa, pues ya sean centros concertados o públicos, en la inmensa mayoría de los casos nos visita el alumnado matriculado en la materia de religión. Un objetivo primordial para nosotros es comunicar que todo el mundo es susceptible de ser formado en diversidad religiosa y diálogo. No es preceptivo que el interés nazca de una asignatura determinada. Más bien sería todo el ámbito de las ciencias sociales y humanas el que se podría ver interpelado por la propuesta de formación en diversidad y diálogo. Se trataría de una oportunidad. Más allá de estas reflexiones, una materia como la que trabaja la diversidad religiosa puede caber perfectamente en proyectos cooperativos, en los que se busca trabajar a partir de la transversalidad. Un ejemplo muy singular en marcha recientemente en nuestro contexto: estudiar matemáticas a partir de la interpretación de las formas geométricas de la arquitectura de un monasterio cristiano… Pero claro, este mismo espacio puede dar cuenta de la historia de una ciudad, de la vida espiritual de una tradición religiosa, de unos valores, de unas tareas y oficios asociados a la vida monástica, de un patrimonio artístico y natural… Finalmente, no queremos olvidar algo que es muy importante para nosotros. El proyecto educativo que llevamos entre manos lleva por nombre “Espacio interreligioso”. Y esta identificación no es fortuita, azarosa. Efectivamente, nuestra tarea diaria consiste en construir espacio(s). En establecer puentes entre lo que ocurre en nuestro interior y los eventos que ocurren en el mundo. Es un lugar educativo que toma relevancia por sí mismo. No hay visitas idénticas, pues cada persona es diferente, cada grupo es singular. Sin embargo, una de las expresiones que más a menudo se comparten al finalizar la visita es la experiencia de igualdad. Un espacio educativo, por tanto, en el que todo el mundo se siente cómodo y puede comunicar y compartir quién es, qué hace, qué deseos lo mueven. En el que las preguntas por el sentido de la vida entrelazan la aparente diversidad. Y en el que ésta es respetada y tenida en cuenta como algo relevante, ya que a menudo es la respuesta visible a una vivencia profunda, única pero también compartida. Una experiencia de espacio, por lo tanto, muy significativa, pues favorece la construcción de unas prácticas dirigidas al reconocimiento del otro y a la cohesión social. Estas reflexiones nos ayudan a confirmar la oportunidad de trabajar un sí a la educación en diversidad y diálogo. Un sí a la atención y al respeto por los matices que conlleva este posicionamiento. Un sí a la experiencia interior y a su capacidad conectiva y performativa del mundo. Un sí al análisis de la realidad que nos rodea y al querernos comprometer con ella. Conocí a Kari Veiteberg durante el anterior Congreso Internacional de la ESWTR, en Creta. Hablamos varias veces, entre comidas, risas y conferencias de los proyectos en los que estábamos metidas, de nuestra situación como teólogas y también de nuestros futuros. Kari comentó que al volver a su ciudad podría ser elegida obispa de Oslo. Me llenó de alegría la noticia. Pensé en lo feliz que me sentiría si lo mismo pudiera suceder en mi iglesia. Durante aquellas semanas estuve pendiente de recibir noticias suyas.
En aquella elección Kari no obtuvo la mayoría necesaria para ser elegida. Continuó trabajando en su misión urbana de Tøyen, especialmente, entre personas que sufren adicciones, que no tienen techo y con mujeres que son descartadas por el sistema. Sin embargo, estos días recibí otro correo suyo. Esta vez sí había obtenido los votos necesarios. La reunión del Consejo de la Iglesia la eligió casi por mayoría absoluta y dijo: “¡Felicitamos a Kari Veiteberg como nueva obispa de la diócesis de Oslo, y felicitamos a la diócesis y a la iglesia noruega por su nueva obispa!” Con su elección la iglesia noruega disfruta del mismo número de obispas que de obispos, es todo un signo. Según las noticias publicadas y las ruedas de prensa que han concedido en estos días la iglesia noruega lee su elección como un tiempo histórico y como un signo de gracia y de diversidad. Por primera vez, tenemos tantas mujeres como hombres entre los obispos, dijo la líder del Consejo de la Iglesia, Kristin Gunleiksrud Raaum, en un comunicado de prensa. Kari Veiteberg es una teóloga audaz y de una amplia sonrisa. Sabe que estamos en un momento de cambios profundos, que son tiempos para la migración y para el entendimiento. Así que su tarea pastoral puede ser un referente para muchas de nosotras. Nos alegramos mucho de tu nuevo servicio cuenta con nuestra oración sororal. En un conflicto donde hace tiempo que la ética está ausente y sólo cuenta la astucia, haría falta un Bobby Fischer para responder a esa pregunta. Yo sólo sé decir que Puigdemont me parece mejor ajedrecista que Rajoy. Y como ya no tenemos a Fischer, sugiero que antes de todo diálogo, nuestro presidente debería aceptar la demanda que se le hizo de una mediación. Si le molesta esa palabra vamos a hablar de un arbitraje.
¿Arbitraje sobre qué? Primero para dilucidar qué valor tiene el referéndum del 1-0, que es donde más se concentran hoy las diferencias. Comenzar escuchando y valorando los argumentos de ambas partes. Unos arguyen que actuaron así porque era la única manera de actuar, dado que la legalidad les impedía poner en acto algo legítimo. Los otros argumentan que no tiene valor un referéndum que se ha convocado en contra del Estatut catalán (que exige dos tercios de votos para una ley electoral: 90 y no 72); cuyos resultados no los ha validado la Sindicatura, como exige también el Estatut, sino el mismo gobierno que convocaba ese referéndum; y que, finalmente, ha permitido votar en cualquier sitio, facilitando así que alguien votara varias veces sin que eso tuviera ningún control neutral. Ese arbitraje podría dictaminar también sobre la parcialidad o imparcialidad de TV3 y de Catalunya-radio. Y sobre la existencia o inexistencia de un clima de miedo y opresión en una buena parte de ciudadanos de Catalunya. Tal arbitraje, junto con las consecuencias que de él se sigan, deberá ser aceptado por ambas partes. Sólo a partir de ese veredicto aceptado se podría comenzar a dialogar sin guardarse comodines para cuando hagan falta. Pero ese diálogo, para ser válido y auténtico, exige que se pueda hablar de todo y que, ya antes de comenzarlo, ambas partes se comprometan a aceptar o la independencia (por un lado), o la no independencia (por el otro), si se ha llegado hasta allí de una manera ética y legal a la vez. Sin esta neutralidad previa, el diálogo es imposible. Y esa neutralidad viene impuesta porque hay valores superiores a las dimensiones de una nación. Como escribí otra vez, a propósito de Euskadi, "lo que más me interesa de los vascos es que sean mis hermanos, no que sean mis compatriotas". Dicho esto, permítase una palabra sobre cada uno de los dos responsables máximos. La decisión del "requerimiento" me parece sensata y prudentepero sólo como forma de ganar tempo. Dije antes que Puigdemont me parece mejor ajedrecista que Rajoy aunque ahora está en posición más difícil; y me sospecho que su respuesta será algo así como que NO ha declarado la independencia; pero con alguna postdata de que ha manifestado su legitimidad y que "toda Catalunya" la quiere. ¿Qué hacer entonces? Seguir adelante con el 155 sería tan contraproducente como entregar una pieza al adversario en una partida de ajedrez: porque la sensación de víctima es semilla de más independentistas. Convocar elecciones cuando el pueblo tiene fiebre alta podría poner a Rajoy ante una situación como la que él tiene en España: los independentistas sacan la minoría mayor, y gobiernan por la imposibilidad de que se unan los otros (puesta ya de relieve por el fundamentalismo de Ciudadanos). Y temo que por ahí se incline Rajoy, porque me recuerda a un viejo profesor de metafísica, muy conservador y del que los alumnos decíamos que todo lo captaba unívocamente, sin que existiera para él lo análogo. Dicho de manera más clara: que, aunque diga el refrán que "de noche todos los gatos son pardos", para él todos los gatos eran pardos ya en pleno día. Por eso añadiría aquí un aviso para Pedro Sánchez: no presumas de haber conseguido el pacto para la reforma de la Constitución, porque las promesas de don Mariano valen menos que la falsa moneda. A Puigdemont le pediría que retire aquellas palabras de su discurso del martes que calificaban su decisión como un acto "de generositat i de responsabilitat". Hombre President: después de haber alabado tanto a los catalanes ¿ahora Ud. los cree tontos? Si le impuso esa decisión la llamada del presidente de la comisión europea Tusk, como dicen algunos, fue más bien un acto de cobardía. Si se la impuso el pavor por la retirada de empresas de Cataluña, como dicen otros, entonces fue un acto de tacañería: porque debería Ud. haber reaccionado como aquel Méndez Núñez que prefería más honra sin pan que pan sin honra ("barcos" dice el refrán en que ha cuajado la frase, paro históricamente tampoco es segura esa palabra). Y si se la impuso la necesidad de agasajar a una CUP irritada, es Ud. un prisionero. Personalmente me da lo mismo ser catalán solo que ser español. Lo único que quisiera es que esto se acabe pronto, porque se está convirtiendo en una especie de autoerotismo infecundo que nos permite olvidarnos de tragedias e injusticias mucho más serias: como la de nuestros pensionistas, saqueados por un gobierno que encima presume de subir las pensiones; la de acabar con la ley de reforma laboral y con la diferencia escandalosa de sueldos entre ellos y ellas; la de toda la corrupción y el famoso 3% de CiU; o que el hambre ha vuelto a aumentar en el mundo mientras el número de niños obesos se ha multiplicado casi por 10... "Esto es lo que habría que hacer, aunque no se olvide lo otro", diría aquel gran denunciador de hipocresías que fue Jesús de Nazaret. Y a eso quisiera sumarme modestamente hoy. Francisco sabe que el éxito de su primavera eclesial depende, en gran parte, de los sacerdotes, los clérigos que están directamente en contacto con el 'pueblo de Dios'. de Ahí que aproveche todas las ocasiones que se le presentan para ponerlos en actitud de 'combate', reafirmar la necesidad "determinante" de su formación", evitar el clericalismo y promover una espiritualidad sacerdotal sin "el rumor de las ambiciones humnas" y con "el silencio de la oración".
"La renovación de la fe y el futuro de las vocaciones es posible solo si tenemos sacerdotes bien formados", afirmó el Pontífice durante un encuentro con participantes del Congreso Internacional sobre la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, un documento reciente sobre la formación sacerdotal. El documento fue promovido por la Congregación del Clero, y en la cita de este sábado Francisco se abocó a explicar cómo tiene que ser un buen sacerdote. "La formación sacerdotal depende en primer lugar de la acción de Dios en nuestra vida y no de nuestras actividades. Es una obra que requiere la valentía de dejarnos plasmar por el Señor, para que transforme nuestro corazón y nuestra vida". Y luego recalcó que, por tanto, la formación "no se resuelve con cualquiera actualización cultural o cualquier iniciativa esporádica local" sino que "es Dios el artesano paciente y misericordioso de nuestra formación sacerdotal" y "este trabajo dura para toda la vida". "Cuando nos despegamos de nuestras comodidades, de las durezas de nuestros esquemas y de la presunción de haber llegado ya, y tenemos la valentía de ponernos en la presencia del Señor, El puede retomar su trabajo en nosotros, nos plasma y nos transforma". Y luego denunció que si uno no se deja "formar por el Señor" se convierte en "un sacerdote apagado, que se deja arrastrar en el ministerio por inercia, sin entusiasmo por el Evangelio ni pasión por el pueblo de Dios". Y al contrario, planteó, aquél que "conserva en el tiempo el entusiasmo del corazón, acoge con alegría la frescura del Evangelio, habla con palabras capaces de tocar la vida de la gente; y sus manos, ungidas por el obispo en el día de la ordenación, son capaces de ungir a su vez sus heridas, las esperas y las esperanzas del pueblo de Dios". En la etapa de formación sacerdotal, el Papa recomendó abandonar "el rumor de las ambiciones humanas" y preferir "el silencio de la oración". "Más que la confianza en las propias obras, sabrá abandonarse en las manos del Señor y en su providente creatividad; más que de esquemas preconstituidos, se dejará guiar por una inquietud del corazón", indicó a los asistentes. "Más que la soledad, buscará la amistad con los hermanos en el sacerdocio y con la propia gente, sabiendo que su vocación nace de un encuentro de amor. El de Jesús y el del pueblo de Dios", amplió en directa recomendación al proceso de formación de un sacerdote. A los obispos y formadores les planteó que si no colaboran con la obra de Dios "no habrá sacerdotes bien formados" y recordó el valor de un buen "discernimiento como instrumento privilegiado". "La Iglesia necesita sacerdotes capaces de anunciar el Evangelio con entusiasmo y sabiduría, de encender la esperanza allá donde las cenizas han cubierto los brazos de la vida, y de generar la fe en los desiertos de la historia". Y demandó no olvidarse del pueblo, de la gente y ser cercanos a ellos. "Qué sacerdote deseo ser", invitó a preguntarse. Y les planteó las posibilidades con marcada retórica: "un sacerdote de salón, uno tranquilo y con todo en orden, o un discípulo misionero al cual le arde el corazón por el Maestro y por el pueblo de Dios". E insistió con la marcada dicotomía: Un sacerdote "tibio que prefiere el vivir tranquilo, o un profeta que despierta en el corazón del hombre el deseo de Dios". La Nueva Física (la de los últimos setenta años) ha insistido poco a poco en que la raíz profunda, digamos ontológica, del mundo de objetos clásicos es el mundo mecanocuántico en el que rigen propiedades que no se cumplen en las interacciones de objetos del mundo clásico. Digamos ahora que estas propiedades ontológicas son la coherencia cuántica, la superposición cuántica, la indeterminación cuántica y la acción-a-distancia (o efectos EPR). La diferenciación entre partículas bosónicas y fermiónicas es también esencial. Estas últimas tendrían una función de onda (un modo de vibración ondulatoria) que las haría mantener su independencia (como se dice en física, con un spin y una masa propias). Pero esto no pasa con las partículas bosónicas que disuelven su individualidad vibracional en un estado de coherencia cuántica, unitario e interiormente indiferenciado. De todo esto debe hablarse al comentar las ideas básicas de la mecánica clásica y de la mecánica cuántica, dentro de nuestras ideas actuales sobre el modelo estándar.
Una ciencia que describiera el mundo físico de forma ciega, sin sensibilidad-conciencia, robótica, mecánica y determinista, ni sería humanista ni sería apropiada para entender el mundo religioso. Pero esa ciencia, en realidad, no sería ciencia porque su obligación es explicar que en la evolución se haya producido el hecho incuestionable de la sensibilidad-conciencia. Y lo que exige esta explicación lleva a la ciencia a una imagen holística del universo que, aun haciendo más verosímil la ontología holística de la Divinidad, sin embargo, no por ello cierra la puerta a una explicación atea, sin Dios, del universo. Por ello, el problema del origen y de la naturaleza de la sensibilidad-conciencia nos deja sumidos todavía en la incertidumbre metafísica. La ciencia no permite salir de la duda sobre la verdad metafísica última del universo, pero hoy hace mucho más verosímil que Dios sea en realidad el fundamento metafísico del universo. Hacer inteligible la experiencia fenomenológica de la conciencia desde el mundo físicoNo cabe duda de que la imagen que la ciencia debe ofrecernos del universo, de la materia, de la vida y del hombre, debe hacer inteligible que en el proceso evolutivo se haya producido la emergencia de la sensibilidad y de la conciencia. Hacer inteligible significa que la ciencia debe conocer las causas que, dentro de la unidad del proceso evolutivo, han hecho posible la emergencia de la sensibilidad. Ahora bien, puesto que el origen del mundo biológico, en el que aparece la sensibilidad, es el mundo físico, cabe pensar entonces que ese mundo físico debe de tener una constitución ontológica tal que haga posible la emergencia de la sensibilidad-conciencia. El universo, en efecto, durante miles de millones de años sólo fue realidad física. De ella debió de surgir la realidad biológica. ¿Cabe una alternativa a este supuesto científico? Es claro que no existe. Si la sensibilidad-conciencia surgió dentro de lo biológico, entonces es evidente que debe suponerse también que sus causas deben darse en la naturaleza del mundo físico que lo ha producido todo evolutivamente. No podemos albergar dudas acerca de que es obligación de la ciencia abordar la explicación de las causas de que en el universo haya sensibilidad y conciencia. La pregunta es, pues, en un ámbito estrictamente científico: ¿cuál es el “soporte físico”, o sea, la ontología primordial, o manera de ser real de la materia, que haga posible la emergencia del mundo de la sensibilidad-conciencia? La ciencia, en efecto, debe explicar por qué ha sido posible evolutivamente la sensibilidad-conciencia. No puede hacerlo sino a partir de la ontología, las propiedades y las leyes de la radiación/materia primordial que se originó en el big bang. Ahora bien, explicar significa conocer las causas que hacen posible la emergencia de la conciencia, de acuerdo con las propiedades fenomenológicas que esta tiene y son descritas en las ciencias humanas. ¿Cuáles son estas propiedades? Las tres propiedades fenomenológicas básicas, a las que me he referido con fecuencia, son a) la unidad de la concienciaque integra en una unidad la totalidad del cuerpo y sus acciones, b) la indeterminación o libertad impulsora de las acciones y c) la experiencia campal u holística que proporcionan los sentidos (así el campo de la visión o la experiencia campal del propio cuerpo, sentido como un todo unitario que abarca el espacio y el tiempo). La conciencia –como sistema sensitivo integrado y referido a un sujeto psíquico que impulsa las acciones– se produce en animales y en hombres (no así la razón que es propia sólo del hombre). ¿Cuál es entonces la explicación causal ofrecida por la ciencia para el hecho evolutivo evidente de que hayan sido producidas la capacidad de sentir y de la conciencia? El problema que ha surgido en la ciencia ha consistido en explicar las propiedades fenomenológicas de la conciencia a partir del mundo físico (ya que, en el proceso evolutivo, como antes decíamos, todo tiene su origen en un universo puramente físico). Durante miles de millones de años sólo existió universo físico y de él debió de emerger el universo psíquico. Se trataba, por tanto, de entender el “soporte físico” (el modo de ser del mundo físico) que hiciera posible explicar por qué han aparecido en la evolución la sensibilidad, la conciencia, así como las propiedades psíquicas fenomenológicas de animales y de hombres. Por tanto, la ciencia debía explicar las propiedades psíquicas, pero de acuerdo con la forma en que nosotros las advertimos como un hecho. La discusión de esta necesidad explicativa de la ciencia llevará al problema metafísico de la conciencia (a la proyección de este problema sobre nuestra idea metafísica del universo). En efecto, una idea del universo físico reduccionista (más bien fundada en una imagen sólo mecanoclásica del mundo) favoreció durante siglos una imagen mecánica y determinista del hombre, así como una metafísica atea, ya que no hacía fácilmente inteligible cómo el universo podía relacionarse con Dios (ni siquiera explicaba la imagen “humanística” del hombre que da sentido a nuestra vida real en sociedad). En cambio, la moderna imagen holística y campal del universo físico (fundada no sólo en la mecánica clásica sino también en las propiedades extrañas del mundo cuántico) no sólo hará posible una imagen no-reduccionista y humanista del hombre, sino también la imagen del universo físico en que la posible existencia de Dios como su fundamento ontológico se hace mucho más posible, inteligible y por ello verosímil. El reduccionismo y el equilibrio clásico-cuántico en la explicación física de la concienciaEs sabido que la ciencia fue durante siglos sólo mecanoclásica. De ella nació una idea de los objetos físicos, y de las interacciones clásicas (newtonianas) entre ellos, que respondían sólo a los principios del mecanicismo, determinismo, escisión, diferenciación y distancia en un espacio-tiempo métrico (una cosa está aquí y la otra allí, a distancia, manteniendo cada una su individualidad impenetrable frente a las otras). Esto acabó conduciendo a lo que conocemos como reduccionismo. Es decir, a la pretensión de explicar la sensibilidad-conciencia a partir sólo de esos mismos principios mecanoclásicos en que predomina la imagen de un mundo de objetos o entidades discontinuas y diferenciadas que ejercen unas sobre otras acciones mecánicas deterministas. Por consiguiente, reduccionismo no significa, a mi entender, querer explicar el psiquismo desde lo físico, ya que esto es correcto, sino por reducir la explicación física sólo a la mecánica clásica, sin advertir que el universo físico es también cuántico. El universo físico es también cuánticoNo obstante, frente a esto, la Nueva Física (la de los últimos setenta años) ha insistido poco a poco en que la raíz profunda, digamos ontológica, del mundo de objetos clásicos es el mundo mecanocuántico en el que rigen propiedades que no se cumplen en las interacciones de objetos del mundo clásico. Digamos ahora, aunque no lo expliquemos, que estas propiedades ontológicas son la coherencia cuántica, la superposición cuántica, la indeterminación cuántica y la acción-a-distancia (o efectos EPR). La diferenciación entre partículas bosónicas y fermiónicas es también esencial. Estas últimas tendrían una función de onda (un modo de vibración ondulatoria) que las haría mantener su independencia (como se dice en física, con un spin y una masa propias). Pero esto no pasa con las partículas bosónicas que disuelven su individualidad vibracional en un estado de coherencia cuántica, unitario e interiormente indiferenciado (de todo esto hablamos ya anteriormente cuando comentábamos las ideas básicas de la mecánica clásica y de la mecánica cuántica, dentro de nuestras ideas actuales sobre el modelo estándar). Por ello, la tendencia actual de la neurología cuántica sería explicar los seres vivos no sólo a partir de la física clásica (reduccionismo), sino como un equilibrio balanceado entre mundo clásico (el cuerpo consistente y estable) y mundo cuántico (los fenómenos cuánticos imbricados en lo clásico que explicarían lo que el reduccionismo determinista no puede explicar satisfactoriamente, a saber, la unidad de la conciencia, su indeterminación o relativa libertad y su dimensión holístico/campal). Deberíamos abordar también aquí una explicación más amplia de la forma en que hoy se concibe la neurología, en el marco del proceso evolutivo y la imagen del hombre en la ciencia contemporánea[1]. La idea de un universo holístico y la verosimilitud de la ontología holística de DiosPor ello, además de ciertos filósofos que se anticiparon a su tiempo (como Nicolás de Cusa), tanto en la física antigua (como es el éter de Newton y su sensorium divinitatis, desprestigiado años después por el experimento de Michelson-Morley y la teoría de la relatividad), como en la nueva física se ha tendido siempre a postular la existencia de un fondo unitario de la realidad física, entendido como un fondo holístico omni-abarcante, un mar de energía fontanal, como el universo implícito de Bohm, como el reciente vacío cuántico, como el fondo de referencia para los operadores de creación y destrucción de Dirac (que formuló ya en los primeros años del nacimiento de la mecánica cuántica), o cómo el fondo referencial en que nace o en el que se disuelve finalmente la energía del universo. Recordemos que el modelo cosmológico estándar exige un fondo de referencia ontológico que hace nacer la energía del universo y en el que se disolverá finalmente. Este fondo unitario del universo es el que parece haberse confirmado por la existencia del campo-de-Higgs, que permea el universo en su totalidad, y su vibración en forma de un bosón-de-Higgs que conferiría la masa a las vibraciones generadas desde el big bang. De esta manera, las partículas, o vibraciones fermiónicas, adquirirían la masa que hace nacer el mundo mecanoclásico objetivo. Nacerían los objetos macroscópicos ordenados, físicos y biológicos, que entre otras cosas forman el universo y nos permiten tener un cuerpo estable con el que construir una biografía personal. La teoría y comprobación experimental del campo/bosón de Higgs –de acuerdo con su papel en el modelo estándar de la teoría de partículas– contribuye en nuestros días de una forma nueva, por primera vez avalada experimentalmente, a considerar la existencia de un fondo unitario que permea universalmente el espacio. Así, el modelo estándar, reafirmado por Higgs, asume con nueva fuerza la visión unitaria de la materia que constituye el universo; materia unitaria que se manifiesta como bosónica y como fermiónica, pero siempre dentro de una profunda unidad ontológica que permea el fondo del universo. Al contribuir, por tanto, desde su perspectiva conceptual propia, a fundar una imagen holística del universo, el campo/bosón de Higgs acerca la ciencia de forma significativa a la verosimilitud de los intentos por explicar la naturaleza de la sensibilidad-conciencia a partir de las propiedades cuánticas campales de la materia y del universo físico. Notemos que la teoría del campo/bosón de Higgs es sólo puramente física, no implica por sí misma una explicación del psiquismo, ni hace referencia alguna a Dios. Pero es un resultado científico que facilita el esfuerzo conceptual de los científicos y psicólogos (en las ciencias humanas), efectivamente comprometidos en la explicación de los seres vivos como un balance equilibrado clásico/cuántico. Higgs nos dice que la realidad física está constituida por campos primordiales previos que fundan la aparición del mundo clásico, pero que todavía no están atrapados en la rigidez determinista y diferenciada de ese mundo clásico. Higgs, aun sin saberlo, ha abierto una puerta a la explicación del sorprendente hecho de que la evolución haya generado la sensibilidad y la conciencia. La imagen física del universo y la viabilidad de la imagen de DiosLa viabilidad de la hipótesis de un universo creado por obra de un ser metafísico transcendente entendido como Dios, como hace la metafísica teísta, depende en gran parte de la ontología del mundo físico, tal como sea conocida por la ciencia. La idea de Dios supondría una presencia holística que abarca todo el universo como su fondo más profundo. Esta es la experiencia del hombre religioso que halla siempre a Dios en lo profundo de su ser. Además, esa ontología divina fontanal sería la que habría hecho nacer el universo como creación. La experiencia de un Dios que abarca la ontología profunda de todo el universo es esencial no sólo para la experiencia religiosa, sino también para explicar cómo Dios puede ser el origen profundo de todas las cosas, la ontología radical de la que nace el universo. Pues bien, la verdad es que la imagen reduccionista de la ciencia, todavía remanente en algunos, está limitada sólo a una imagen mecanoclásica. Esta imagen no favoreció, durante muchos años, la viabilidad de la idea de Dios. El universo aparecía para el reduccionismo clásico como una pluralidad de entidades desintegradas, separadas unas de otras, que hacían difícil entender la unidad holística profunda del universo. Pero el reduccionismo, como hemos dicho, no sólo no favorecía imaginar la presencia holística de Dios en el universo, sino que hacía inviable incluso el mismo humanismo que todos advertimos en nuestra experiencia social. Hacía inviable la explicación indeterminista y holística de los seres vivos. El reduccionismo llevaría a una idea robótica de los seres vivos, tal como vemos hoy en las modernas psicologías computacionales, que son la versión moderna del mecanicismo-determinista del XIX. Este robotismo mecanicista no podría explicar nunca las propiedades fenomenológicas del psiquismo animal y humano (la unidad de la conciencia, la experiencia campal y la indeterminación de las respuestas al medio). El mecanicismo reduccionista clásico, mecanicista e indeterminista, nunca podía llegar a explicar el indeterminismo y holismo campal, tal como están dados fenomenológicamente en la experiencia animal y humana. Tras ese fondo físico campal de la ciencia pudiera esconderse el enigma de la presencia holística de la ontología de la divinidadDe ahí que la nueva física, al hacernos ver la importancia de que el universo no sólo sea mecanoclásico sino a la vez, en su raíz ontológica primordial, también mecanocuántico, haya contribuido a hacer más y más verosímil la idea de Dios como realidad fontanal del universo. El entender que el universo no es un mosaico de entidades escindidas, aisladas, puramente clásicas, sino una entidad unitaria que responde a la ontología holística en que existe el universo, ha sido un cambio de perspectiva científica que ciertamente hace más verosímil que tras ese fondo físico campal que la ciencia atisba a postular como concepto físico –y también hoy a comprobar experimentalmente y a describir con conceptos sólo científicos– pudiera en alguna manera esconderse el enigma de la presencia holística de la ontología de la divinidad (de una forma que desconocemos). En ella se habría producido el universo y en ella estaría sustentado en el ser continuamente por la voluntad divina (insisto en que estas consideraciones son sólo filosofía teísta, legítima como filosofía, pero no son pura ciencia como tal). En otras palabras, en tanto en cuanto la ciencia se acerca a entender el universo como unidad holística, la ciencia hace tanto más verosímil el holismo divino. La conexión de este holismo físico con la idea fontanal de Dios, sin embargo, no sería ciencia como tal, sino una legítima interpretación filosófica del teísmo. Un universo holístico de ontología psíquica sigue haciendo viable el ateísmoPues bien, en este sentido, el descubrimiento del campo/bosón de Higgs debe entenderse como la primera gran comprobación experimental de que el universo existe efectivamente inmerso en un campo holístico que se describe como el campo de Higgs (aunque éste, como antes decíamos, no deba confundirse con el fondo campal del universo, anterior al big bang, del que nace y en el que se reabsorbe la energía total del universo). Hasta ahora había mucha especulación sobre el fondo campal de la realidad. Desde ahora, al menos el campo de Higgs forma parte ya de la ciencia experimental. Sabemos que estamos en un universo que responde a una ontología holística. Y en este sentido se hace más verosímil pensar hoy en la ontología divina fontanal del universo que, de existir, debería ser también holística y estaría más allá del campo de Higgs. En este sentido creemos que el descubrimiento del campo/bosón de Higgs contribuye a hacer más verosímil la especulación filosófica del teísmo. Verosimilitud filosófica, insistimos, que, por descontado, no elimina la posibilidad de la interpretación alternativa, también filosófica, del universo en una hipótesis ateísta. Pero debemos hacer todavía una observación. Admitir que debe postularse la cualidad psíquica primigenia de la ontología de la materia no implica una metafísica teísta[2]. ¿Por qué entonces la materia tiene la propiedad de producir sensibilidad-conciencia, como muestra de hecho la evolución y debemos postular? ¿Por qué más bien no la tiene? Nunca lo sabremos, pero en nuestro universo debemos atribuir esa propiedad a la materia porque sin ella no pueden explicarse los productos fácticos posteriores de la evolución. Debemos también observar que la materia primordial podría tener una ontología psíquica y, no obstante, ser un sistema natural autosuficiente, puramente mundano, sin Dios. Por ello, debemos decir explícitamente que admitir la ontología psíquica de la materia no es un supuesto crucial que permita decidir entre teísmo y ateísmo. La experiencia psíquica de este universo envolvente sería el ámbito universal de la unidad del fenómeno místicoSin embargo, aun siendo todo esto así, no cabe duda también de que, tras el campo/bosón de Higgs, se abre para la metafísica teísta la puerta a una mayor verosimilitud de la hipótesis de Dios como fundamento fontanal del universo. Esta puerta no estaba abierta en los tiempos en que predominaba sólo el reduccionismo. Si vivimos en un universo que flota en una realidad campal y holística a la que cabe atribuir una ontología psíquica profunda, entonces ese universo nos hace mucho más verosímil el pensar que pueda estar producido por una ontología divina de fondo cuya transparencia o conciencia absoluta se atisbaría en los campos psíquicos de sensibilidad-conciencia que se han ido abriendo en el proceso evolutivo. La experiencia psíquica de este universo envolvente y profundo cuya ontología se atisba en la experiencia interior del hombre sería el ámbito experiencial humano, universal, que explica la unidad del fenómeno místico en todas las religiones. En este sentido, apunto que no deja de ser sugerente recordar la mística sufí en el Islam, la experiencia mística de Dios en el hinduismo, la “interiorización mistérica” en el budismo y la teoría holístico-mística del Tzim-Tzum en la Cábala judía. ConclusiónUna ciencia que describiera el mundo físico de forma ciega, sin sensibilidad-conciencia, robótica, mecánica y determinista, ni sería humanista ni sería apropiada para entender el mundo religioso. Pero esa ciencia, en realidad, no sería ciencia porque su obligación es explicar que en la evolución se haya producido el hecho incuestionable de la sensibilidad-conciencia. Y lo que exige esta explicación lleva a la ciencia a una imagen holística del universo que, aun haciendo más verosímil la ontología holística de la Divinidad, sin embargo, no por ello cierra la puerta a una explicación atea, sin Dios, del universo. Por ello, el problema del origen y de la naturaleza de la sensibilidad-conciencia nos deja sumidos todavía en la incertidumbre metafísica. La ciencia no permite salir de la duda sobre la verdad metafísica última del universo. [1] La imagen moderna de la realidad en la ciencia incluye una idea acerca de la naturaleza de los seres vivos y del hombre. Un aspecto esencial de esta explicación es el proceso evolutivo hasta la aparición de la vida y de las causas que han producido que en los vivientes se haya formado la capacidad de sentir, percibir, la conciencia y la constitución de un sujeto psíquico capaz de dirigir las acciones de respuesta al medio. Frente al mundo animal, la emergencia de la razón ha sido el factor evolutivo principal que explica la aparición del hombre con su psiquismo específico, es decir, con los aspectos racio-emocionales de su comportamiento. El hombre, al igual que los animales, se explica hoy en la ciencia en una perspectiva monista: es sólo la materia constituyente del universo la que, a través de la evolución, ha producido al hombre y es la que explica su naturaleza. El hombre es así un equilibrio entre un cuerpo construido en el mundo clásico (esto explica su estabilidad, su identidad, su individualidad, necesarias para poder construir su propia historia) y un cuerpo que muestra fenómenos en que la materia se presenta en sus propiedades cuánticas (estas propiedades son las que explican las propiedades del psiquismo humano). El hombre es así un equilibrio clásico/cuántico, un equilibrio entre determinación e indeterminación. [2] Recordemos que, según inferíamos antes, explicar que en la evolución del universo físico se haya producido la emergencia de la sensibilidad-conciencia, implica postular que las propiedades ontológicas de la materia primordial deban de ser tales que permitan que, en un determinado momento de la evolución, se produzca la emergencia de la sensación, la sensibilidad, la percepción y la conciencia. Es decir, que emerja el mundo psíquico. Pues bien, lo que ahora explicamos es que postular que la materia sea germen primordial del mundo psíquico es también compatible con una explicación atea del universo. Dicho esto, al mismo tiempo que se admite que la naturaleza “psíquica” profunda del mundo físico hace también más verosímil la hipótesis de una Divinidad que debería ser holística. Artículo elaborado por Javier Monserrat, Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión, Universidad Comillas, Madrid. Ante una serie de temblores e inundaciones que están afectando seriamente a nuestro país es impresionante leer el Evangelio y comprender cómo toma vida y se expresa en formas concretas, rostros concretos y nos muestra la presencia y fuerza de la Ruah.
Quisiera centrarme en dos pasajes que me han ayudado a comprender la vivencia del Reino en medio de la solidaridad que se está viviendo en nuestra sociedad. El primero la multiplicación de los panes como milagro donde la solidaridad hace posible una redistribución y así un modelo económico: “Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas” (Mt 15, 36-37). Los grandes sismos ocurridos los días 7 y 19 de septiembre en México han cimbrado a la sociedad; han movido sus estructuras desde los cimientos, principalmente la estructura social. El 19 de septiembre, tan solo unos minutos después del sismo, salimos a comprar cubetas, palas, cascos, lámparas, todo aquello que sirviera para remover escombros y rescatar a las personas que se encontraban atrapadas. Era la necesidad más urgente, la vida de muchas personas se jugaba entre los escombros y su esperanza de salir dependía de las manos solidarias y estas manos a su vez dependían de algunas herramientas. Las ferreterías y tiendas de materiales de construcción se vaciaron y los centros de acopio se llenaron de estas herramientas. Al día siguiente salimos a comprar comida para llevar a los brigadistas y damnificados, así como medicinas y material de curación para poder atender a las personas que estaban heridas; entonces los supermercados y farmacias se vaciaron y los centros de acopio se llenaron de tal cantidad de comida que ahora lo que se requería eran personas que necesitaran ser alimentadas. Después las compras incluían otras cosas como lonas, colchones, cobijas, en fin, las necesidades son todas y la ayuda también ha sido toda. Reflexionando en familia sobre cómo lo estamos viviendo, mi hija comentaba que le sorprendía mucho ver cómo la sociedad se había desbordado para compartir; que ojalá siempre pudiéramos hacerlo y así nadie tendría hambre, nadie viviría sin techo… que los recursos son suficientes y alcanzan para todos cuando los sabemos compartir. El texto de la multiplicación de los panes en el Evangelio de Mateo utiliza la palabra “espuertas”, definidas en el Diccionario de la Lengua Española, como “cesta de esparto, palma u otra materia, con dos asas que sirve para llevar de una parte a otra escombros, tierra u otras cosas semejantes; y cuyo adverbio refiere a abundancia”. Creo que no hay palabra que explique mejor lo sucedido, los escombros han sido llevados a otro sitio y los recursos han sido abundantes. Se han recogido siete espuertas, recordando que el 7 en la Biblia refiere a la plenitud, a la perfección, a lo ilimitado. Diría entonces que poder recoger víveres en un albergue y llevarlos a otro, o recoger herramientas y llevarlas a otra zona, ha demostrado la perfección de dar ilimitadamente. Nuestra sociedad necesita que se distribuya la riqueza, contamos con recursos materiales y especialmente con recursos humanos; así que podremos reconstruirnos como país si continuamos llenando los canastos para que los recursos lleguen a todos. Este milagro de la multiplicación nos ha permitido descubrir un modelo económico que no se trabaja ni desde las instancias de gobierno, ni desde los institutos de estudios económicos; un modelo que no requiere de grandes tratados o convenios internacionales para que también la distribución entre países se dé. Este modelo nace de la conciencia social, de entender y vivir la solidaridad, el destino universal de los bienes, de tener claridad en el bien común. Un modelo económico que está demostrando que los recursos para alimentarnos, sanarnos y vestirnos son suficientes y que quiere seguir aportando para hacer también posible que la vivienda, las escuelas y los centros de salud alcancen para todas y todos. Otro texto que sin duda ha tomado un rostro muy concreto es este del Evangelio de Lucas: “De verdad les digo que esta viuda pobre ha echado más que nadie. Porque todos estos han echado como donativo lo que les sobra, ésta en cambio ha echado lo que necesita para vivir” (Lc 21, 3-4). El rostro más visible ha sido el de la mujer de la imagen que acompaña este texto y que, sin duda, nos conecta directamente con el texto bíblico, que nos permite entender hoy qué es entregarlo todo. Una imagen bellísima que se convierte en un espacio de reflexión y en una oportunidad de acción. Digo que es el rostro más visible porque han sido muchas las personas que han hecho lo mismo. Un ejemplo claro que se ha enfatizado en las redes es que mientras las grandes cadenas de supermercados o de materiales de construcción se vaciaban vendiéndolo todo y sin ningún descuento, muchos de los pequeños negocios regalaban todo. Me parece que esta es precisamente esa imagen del Evangelio ante la cual Jesús nos invita a ver quiénes son capaces de echar lo que necesitan para vivir. Y este gesto lo extiendo también a la actitud de los rescatistas. Cuando se les advertía sobre los riesgos de estar en medio de los escombros, la respuesta fue lo que para mí es la muestra más grande de nuestra humanidad, la supervivencia no es un acto individual, sino un instinto donde es posible poner en riesgo la propia vida para salvar la del otro o la otra. Leer los Evangelios hoy toma otro sentido porque me ha permitido ponerle rostros, actitudes, vivencias y principalmente recuperar la esperanza escatológica donde la vida nueva depende de la Ruah que actúa, dinamiza y nos hace personas nuevas. |
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