En lo que piensa Jesús
Todo comienza con el tercer anuncio de la pasión y resurrección, que no se lee, pero que es fundamental para entender lo que sigue. Jesús repite una vez más a los discípulos que los sumos sacerdotes y los escribas lo condenarán a muerte, lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, le escupirán, azotarán y matarán. En lo que piensan Santiago y Juan: Presidente del Gobierno y Primer Ministro Igual que en los casos anteriores, al anuncio de la pasión sigue una muestra de incomprensión por parte de los apóstoles: Santiago y Juan, dos de los más importantes, de los más cercanos a Jesús, ni siquiera han prestado atención a lo que dijo. Mientras Jesús habla de sufrimiento, ellos quieren garantizarse el triunfo: “sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. “En tu gloria” no se refiere al cielo, sino a lo que ocurrirá “en la tierra”, cuando Jesús triunfe y se convierta en rey de Israel en Jerusalén: quieren un puesto a la derecha y otro a la izquierda, Presidente de Gobierno y Primer Ministro. Para ellos, lo importante es subir. La respuesta de Jesús, menos dura de lo que cabría esperar, procede en dos pasos. En primer lugar les recuerda que para triunfar hay que pasar antes por el sufrimiento, beber el mismo cáliz de la pasión que él beberá. No queda claro si Juan y Santiago entendieron lo que les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo, pero responden que están dispuestos a lo que sea. Entonces Jesús, en un segundo paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que, aunque beban el cáliz, eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya reservados, no se dice para quién. La reacción de los otros diez y la gran enseñanza de Jesús “Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan”. ¿Por qué se indignan? Probablemente porque también ellos ambicionan los primeros puestos. Jesús aprovecha la ocasión para enseñarles cómo deben ser las relaciones dentro de la comunidad. En la postura de los discípulos detecta una actitud muy humana, de simple búsqueda del poder. Para que no caigan en ella, les presenta dos ejemplos opuestos: 1) el primero, que no deben imitar, es el de los reyes y monarcas helenísticos, famosos por su abuso del poder: "Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen". 2) el segundo, el que deben imitar, es el del mismo Jesús, que ha venido a servir y a dar su vida en rescate por todos. En medio de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. En la comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto. Pero esto es lo que debe ocurrir “entre vosotros”, dentro de la comunidad. Jesús no dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica indirectamente el abuso de poder. Primera lectura: Isaías 53,10-11 Este texto se ha elegido como comentario de las palabras de Jesús: “el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” y de sus referencias anteriores a la pasión (el cáliz y el bautismo). Por eso comienza diciendo que El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento; unas palabras que escandalizan por la forma de hablar de Dios, pero que hay que interpretarlas como un recurso para el triunfo final. De hecho, el texto de Isaías insiste más en el éxito de Jesús (verá su descendencia, prolongará sus años, verá y se hartará) y de su obra (el plan de Dios prosperará por sus manos, justificará a muchos). Reflexiones 1. Este pasaje constituye la última enseñanza de Jesús antes de la pasión, en la que nos deja su forma de entender su vida: "El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Este ejemplo es válido para todos los cristianos, no sólo para papas y obispos. 2. Esta espléndida enseñanza no nos habría llegado si Santiago, Juan y los otros diez hubieran sido menos ambiciosos. Los fallos humanos pueden traer grandes beneficios. 3. La enseñanza de Jesús ha calado muy poco en la Iglesia después de veinte siglos y en ella se sigue dando un choque de ambiciones al más alto nivel. La única solución será tener siempre presente el ejemplo de Jesús. 4. El texto de Isaías nos ayuda a mirar con esperanza los momentos difíciles de nuestra vida. Aunque la impresión que podemos tener a veces es que Dios nos está triturando con el sufrimiento, no es ésa su intención, sino sacar de nosotros algo muy bueno.
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Sigue el camino hacia Jerusalén. Los evangelios no son crónicas periodísticas sino teología muy elaborada en las primeras comunidades. Al anunciar Mc tres veces la pasión, está mostrando la rotundidad del mensaje. Al proponer después de cada anuncio, la radical oposición de los discípulos, está advirtiendo de la dificultad del verdadero seguimiento. A continuación del primer anuncio, Pedro dice a Jesús que, de pasión y muerte, ni hablar. Después de la segunda, lo discípulos siguen discutiendo quién era el más importante. Hoy al tercer anuncio de la pasión, los dos hermanos pretenden sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda. No cabe mayor contraste entre la actitud de Jesús y la de sus seguidores.
Los dos hermanos, que se acercan a Jesús, le llaman pomposamente maestro, pero van a decirle lo que tiene que hacer, no a aprender lo que él les está enseñando. “Uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Parece que Santiago y Juan están pidiendo los primeros puestos en el reino terreno que Jesús va a instaurar en Jerusalén. Pero aunque estuvieran pensando en el reino escatológico, más allá de este mundo, se estaría manifestando el mismo afán de superioridad. Ya decíamos el domingo pasado que la actitud egoísta es la misma, se pretendan seguridades para el más acá o para el más allá. No sabéis lo que pedís. Se refleja una diferencia abismal de criterios. Jesús y los discípulos están en distinta longitud de onda. Con esta frase, Mc puede estar proponiendo una sutil proyección sobre el momento mismo de la muerte de Jesús. Si tenemos en cuenta que, para Jesús, el lugar de la gloria es la cruz, le estarían pidiendo que vayan con él a la muerte. Curiosamente, todos los evangelios nos dicen que, efectivamente, había en aquel momento uno a su derecha y otro a su izquierda, pero eran malhechores comunes. Los otros diez se indignaron. Esta reacción no es más que la señal de que todos estaban en la misma dinámica. El resto de los discípulos tenían las mismas ambiciones que los dos hermanos, pero eran cobardes y no tenían la valentía de manifestarlo. También en la protesta por lo que hace otro podemos manifestar el deseo de hacer lo mismo. La inmensa mayoría de los cristianos seguimos intentando utilizar a Dios en nuestro provecho. Los jefes de los pueblos lo tiranizan... Es impresionante el resumen que hace de la manera de utilizar el poder en el mundo.Fíjate bien, Jesús no critica ni la democracia ni la monarquía; critica a las personas que ejercen el poder oprimiendo. Jesús da por supuesto que en el ámbito civil, lo normal, es ejercer el poder tiranizando y oprimiendo a los demás. Pero ¡qué distinto lo que propone a sus seguidores! "Nada de eso" sino todo lo contrario: Servir. Una lección que los cristianos olvidaron demasiado pronto. El Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida...Ahora no son los jefes de los sacerdotes los que le quitan la vida, sino que es él el que la entrega libremente. Este cambio de perspectiva en muy importante para el sentido general. Al decir que da su vida, el texto griego no dice “zoe” ni “bios” sino “psyche”, que no significa exactamente vida, sino el fundamento específicamente humano de la vida, lo psicológico. Dar su vida, no significaría entregar su vida biológica muriendo, sino poner su humanidad al servicio de los demás mientras vive. Sería dar su vida, sirviendo. En la homilía de hoy, se criticará a la Iglesia porque no sigue el evangelio huyendo de todo poder y sirviendo a todos los hombres. Hay que tener mucho cuidado. Los entes de razón no son sujetos de reacciones humanas. Jesús critica a la persona concreta que actúa desde el poder para oprimir a los demás. Somos las personas con nombre y apellidos las que seguimos actuando sin tener en cuenta el evangelio. El mismo Ratzinger, en un libro (el nuevo pueblo de Dios) que se publicó en español en 1972, se pregunta, “cómo los sucesotes de los apóstoles, en tiempo de Constantino, llegaron a considerar como correcto lo contrario de lo que les había dicho Jesús a los discípulos”. El evangelio nos dice, por activa y por pasiva, que el cristiano es un ser para los demás. Si no entendemos esto, no hemos comprendido el a b c del cristianismo. Pero este mensaje es también la x, porque es la incógnita más difícil de despejar, la realidad más camuflada bajo la ideología justificadora que siempre segrega toda religión institucionalizada. Somos cristianos en la medida que nos damos a los demás. Dejamos de serlo en la medida que nos aprovechamos o queremos dominarlos de cualquier forma. Este principio básico del cristianismo no ha venido de ningún mundo galáctico. Ha llegado hasta nosotros gracias a un ser humano en todo semejante a nosotros. Lo descubrió en lo más hondo de su ser. Al comprender lo que Dios era en él, al percibirlo como don total, Jesús hizo el más profundo descubrimiento de su vida. Entendió que la grandeza del ser humano consiste en esa posibilidad que tiene de darse como Dios se da. Jesús descubrió que ese era el fin supremo del hombre, darse, entregarse totalmente, definitivamente. En ese don total, encuentra el hombre su plena realización. Cuando descubre que la base de su ser es el mismo Dios, descubre la necesidad de superar el apego al falso yo. El ego es siempre falso porque es una creación mental, por eso necesita estar siempre afianzándose. Liberado del “ego”, se encuentra con la verdadera realidad que es. En ese momento, su ser se expande y se identifica con el Ser absoluto. El ser humano se hace uno con Él. Esa es la meta, no hay más. Ni Dios puede añadir nada a ese ser, porque es ya una misma cosa en él. Mientras no haga este descubrimiento, estaré en la dinámica del joven rico, de los dos hermanos y de los demás apóstoles: buscaré más riquezas, el puesto mejor y el dominio de los demás. Si acepto darme a los demás por programación, será a regañadientes y espero una recompensa, aunque sea espiritual. Estoy buscando potenciar mi “ego”. Tampoco se trata de sufrir, de humillarse ante Dios o ante los demás, esperando que después, Dios me lo pagar con creces. La máxima gloria será vivir y desvivirse en beneficio de los demás. No entender esta verdad, nos ha llevado a exigir de Dios, incluso para Jesús, una gloria. La necesidad de un lenguaje sobre Jesús glorificado, es fruto de esta incomprensión. El 90% del lenguaje sobre Jesús, está hecho desde esta perspectiva. En el evangelio hay datos más que suficientes para descubrir esta falsedad, pero nos agarramos a un clavo ardiendo para no aceptar la verdad. El hombre ha tenido siempre miedo a la oscuridad. Lo sorprendente es que también tiene pánico a la luz, cuando ilumina demasiado. Los evangelios están escritos desde una visión mítica. En el relato no se cuestiona que Jesús se sentará en su trono ni que habrá alguien a su derecha y a su izquierda. A continuación nos dice que la gloria consiste en el servicio, en el amor manifestado. Pero el amor es lo contrario al egoísmo y lleva consigo la desaparición del ego. Superado el individualismo, solo queda la unidad. Los honores y la gloria solo son posibles mientras persista el ego. Superado, todo es UNO. Ya no hay un sujeto que pueda recibir gloria ni otro que la da. El objetivo de Jesús fue entregarse, deshacerse en beneficio de los demás. Así,llegó a su plenitud, como ser humano. Su consumación fue idéntica realidad a su consumición en favor de los demás. No tiene sentido que lo hiciera esperando una recompensa de gloria. La superación de yo y la identificación con Dios es ya su máxima gloria.No hay, no puede haber más. Ya no hay un Dios que glorifique ni un Jesús glorificado. Meditación-contemplación Opresión, tiranía, sometimiento, esclavitud, servidumbre. Entre vosotros nada de eso, dice Jesús. La realidad es tozuda y nos está diciendo que todo eso lo encontramos en cada uno de nosotros. ……………… Si la esencia del cristiano es el amor, la entrega y el servicio y eso no lo cumplimos, ¿Qué hemos hecho del cristianismo de Jesús? ¿No nos estamos engañando con una moral tranquilizante? ………………… La larga lucho que tuvo Jesús con sus discípulos para que superaran su mentalidad egoísta, es la misma que tenemos que llevar a cabo cada uno de nosotros contra nosotros mismos. Marcos es el evangelista que se muestra más duro frente a lo que califica como “ceguera y sordera” de los discípulos para ver y entender el mensaje de Jesús.
La contraposición con las actitudes del Maestro se pone de manifiesto, de un modo especial, en los llamados “anuncios de la pasión”. Mientras Jesús presenta su camino como “entrega” hasta el extremo, ellos son presa del miedo o discuten por cuestiones de poder o de “importancia” dentro del grupo. El poder, en cualquiera de sus formas e intensidades, constituye una de las tentaciones más fuertes para el ser humano. El motivo es simple: nace de la necesidad del yo de autoafirmarse. Y a él se vinculan además sensaciones (aunque ilusorias) de seguridad y de libertad. En efecto, se tiene la creencia de que, al tener más poder, uno se sentirá más seguro y podrá hacer lo que le apetezca. Si tenemos en cuenta que la persecución de tales “ideales” constituye la esencia misma del yo, nos será fácil advertir que el poder aparezca como una de las tentaciones más intensas. ¿Dónde radica la trampa? Como en cualquier otro caso, en la mentira. Todo lo que nos aleja de la verdad que somos produce necesariamente confusión y sufrimiento. Lo cual es válido también en esta otra formulación: siempre que experimentamos confusión y sufrimiento es señal de que estamos desconectados (alejados) de la verdad que somos. Mientras estamos “entretenidos” persiguiendo las expectativas del ego, seguimos reforzando la falsa creencia que nos reduce a él. Lo cual significa aumentar la esclavitud ante las necesidades y los miedos que se fueron programando en nosotros. La sabiduría –la verdad- que conduce a la libertad no pasa por ceder a las exigencias del ego, sino por conectar con nuestro anhelo más profundo y vivir conscientemente anclados en nuestra verdadera identidad, donde nos sentimos siempre a salvo y uno con todos. De esa comprensión nace también el comportamiento que propone el sabio Jesús, a partir de su propia práctica de servicio y entrega: “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. Mi intención, es compartir con ustedes un suceso que tuvo lugar en la ciudad de Filadelfia y que se llevó a cabo del 18 al 20 de septiembre, (días en los que el Papa visitaba Cuba), del cual seguramente no estén enterados, ya que no levantó el interés de la prensa mundial puesto que fue un Congreso Mundial celebrado por mujeres.
Dicho evento estuvo organizado por la Conferencia de Mujeres Ordenadas, WOC por sus siglas en inglés, quienes celebran, 40 años de haberse constituido como agrupación. Estas mujeres, monjas en su mayoría, son “dignas hijas” del Concilio Vaticano II que dicho sea de paso este 2015, se cumplen 50 años de su término. ¿Qué experimentaron las mujeres? ¿Cómo recibieron el mensaje de dicho Concilio? Mujeres religiosas, laicas, asiáticas, europeas, africanas, norteamericanas, australianas, latinoamericanas, evangélicas, católicas, luteranas… experimentaron la novedad y la apertura, se atrevieron a salir de los conventos a las calles, se dejaron tocar y tocaron la realidad cotidiana de tantos seres humanos excluidos, por su sexo, raza, su credo, su condición social. Muchas, muchas de ellas fueron capaces de discernir que habían experimentado el llamado de Dios, que lo habían escuchado hacía tanto tiempo, pero que lo habían acallado ya que sus iglesias no les permiten hasta la actualidad, ni siquiera pensar en tener un puesto de liderazgo. Empezaron así hace 40 años a pedir a la jerarquía que les escuchara, que les diera su lugar, que les concediera recibir y ejercer el sacramento del Orden. Han resistido, algunas se han quedado en el camino, muchas de ellas siguen firmes a su convicción y son las que convocaron y organizaron con la ayuda de nuevas integrantes, este tercer Congreso Mundial de Mujeres Ordenadas, Women´s Ordination Worldwide (WOW), al cual tuve la suerte de asistir y del que les hablaré a continuación. El título del Congreso, y tema central del mismo, fue: “Género, Evangelio y Justicia Global.” Cabe señalar, que nos reunimos más de 500 personas, hombres y mujeres de 17 países. Entre las y los ponentes hubo personalidades de la talla de la Dra. Elisabeth Schüssler Fiorenza, la Dra. Mary E. Hunt, la Dra. Teresa Forcades I Vila, la Hna. Theresa Kane, la presidenta y fundadora de SNAP, Barbara Blaine, Tony Flannery, Ursula King, Roy Bourgeois, la teóloga inglesa Tina Beattie, Gary Macy y un largo etcétera. Lo primero que quiero señalar es que no todas las asociaciones afiliadas a WOC y a WOW, ni todas las personas que nos reunimos en Filadelfia avalamos la ordenación de las mujeres, sobre todo porque no estamos de acuerdo en que se repita el mismo modelo de iglesia jerárquico-patriarcal. Sin embargo, estimamos y reconocemos que no es la intención de las mujeres que conocimos en estos días. Ellas consideran que es una injusticia de primer orden prohibirles la participación al sacramento del orden ministerial, ya que su vida entera es signo y testimonio de la Presencia que las habita. Más aún, me ayudaron a comprender con sus argumentos, que si esta injusticia se acepta y se justifica como mandato divino-masculino, si no se denuncia ni se termina, no podremos terminar con todas las injusticias que se derivan de ella. Por otro lado la ordenación de las mujeres, tal y como la viven ellas, no es un capricho ni tienen la intención de quitar de sus puestos a los varones, ni tampoco hacerles la guerra, sino que desean trabajar hombro con hombro. Saben que pueden contribuir, aportar y sumar su voz, su mirada y su espiritualidad por el bien de la justicia y de la liberación de las mujeres, que tanta falta le hace a la iglesia. Está claro que en la Biblia no hay ninguna palabra que mencione y mucho menos que prohíba la ordenación de las mujeres. Al contrario, estas asociaciones y personas unimos nuestra voz a la de San Pablo al afirmar que: “no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús”. (Gal. 3, 28) ¿Qué es entonces lo que nos une? La creencia y convicción de que nuestras iglesias son misóginas y que no sólo han causado mucho dolor a infinidad de personas, sino que perpetran y perpetúan la violencia hacia todos los diferentes, principalmente hacia las mujeres. Pero también nos une la convicción de que los cambios provienen desde abajo. El compromiso y el trabajo, que cada quien está realizando desde “sus espacios”, de acuerdo a sus posibilidades y necesidades propias, para lograr la inclusión, recuperar la dignidad y obtener la equidad de las mujeres en las iglesias y en la sociedad. La esperanza de que algún día las generaciones futuras gocen de una comunidad eclesial inclusiva e incluyente. Estos días fueron de auténtica comunión, celebramos y compartimos los logros que hasta ahora hemos obtenido las mujeres y los retos que tenemos de cara al presente y al futuro. Hasta ahora no han sido muchas las broncas entre políticos a propósito de la participación de los representantes públicos en procesiones u otras manifestaciones religiosas. Creo que cada vez serán más frecuentes en la misma medida que comiencen mandatarios distintos de los habituales a regir los ayuntamientos, diputaciones, autonomías… y demás órganos de gobierno. Seguro que la discusión pasará a los medios de comunicación y a las conversaciones habituales en la calle, en el trabajo, en la familia…
Es evidente que hay diversas maneras de entender la relación entre la Iglesia Católica y las instituciones de nuestro Estado, que según la Constitución es aconfesional. No voy a entrar en lo que pueda implicar esta aconfesionalidad. Mi criterio es que tanto para el Estado como para la Iglesia lo mejor sería que el Estado fuese “laico”. Puramente laico, manteniendo las necesarias relaciones de cooperación con todas las confesiones, al igual que con las demás instituciones civiles que busquen el bien de un grupo de ciudadanos y que desde ningún punto de vista implique mal para alguien. Quiero abordar el tema desde una perspectiva cristiana y ver, desde ella cuál debe parecernos ser el comportamiento más correcto. ¿Qué ha dicho Jesús sobre esta cuestión y cuál fue su postura? La profunda religiosidad de Jesús contrastaba con el formalismo religioso y la vaciedad espiritual interior de los sacerdotes, escribas, doctores de la ley… fariseos, saduceos…(sepulcros blanqueados) del judaísmo oficial. La participación “de las autoridades” en un acto religioso más bien sintoniza con el formalismo que Cristo denunció en el judaísmo de la época. Cuando dice dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios lo que parece que defiende es la independencia entre la Religión y el Estado. Jesús habla del reinado de Dios, pero el reino predicado por él nada tiene que ver con el teocrático pensamiento judío. De hecho son el poder político y religioso unidos los que le llevan a la cruz. Mirando a la historia de la Iglesia podemos observar que durante tres siglos el cristianismo fue una religión marginal y perseguida por el Imperio Romano. No hay cuestión. Pero el impacto del emperador Constantino en su vida ha sido decisivo: de ser perseguido pasa a ser privilegiado y habrá ya siempre, en general, un buen entendimiento durante muchos siglos entre el poder político y el religioso. Hasta que con la Ilustración y la revolución francesa se inicia un proceso de secularización y separación de lo religioso y lo civil. En cuanto a los criterios de la Iglesia Católica para el mundo de hoy, tendríamos que encontrarlos en el Concilio Vaticano II. La idea fundamental la tenemos en la Constitución Gaudium et Spes, nº 76 del Concilio, 7 de diciembre de 1965: La iglesia no está ligada a sistema político alguno. La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas están, aunque de distinta manera, al servicio de la humanidad, lo que conseguirán cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas. Y en el Decreto Ad gentes, nº 12, leemos: La Iglesia no quiere mezclarse en modo alguno en el gobierno de la ciudad terrena. El pensamiento conciliar, pues, está también en las antípodas del ideario del Sacro Imperio, del Antiguo Régimen y del Nacional-catolicismo. En España, con el triunfo del levantamiento militar contra la República y la implantación del Régimen franquista, se consolida hasta la muerte del dictador un nacional-catolicismo semejante a la situación constantiniana, dándose una estrecha relación entre ambas instituciones: el Estado bajo palio y la Iglesia protegida bajo el paraguas del Concordato. Con la muerte de Franco y la Constitución del 78 se inicia una nueva relación Iglesia-Estado que se refleja en los Acuerdos de 1976 y 1979. Pero en la España democrática, a pesar de la aconfesionalidad, siguen prácticas del pasado, tales como los funerales de Estado, presencia de autoridades en misas, procesiones, a veces con presencia de fuerzas militares…, el discurso del Rey en la Ofrenda Nacional al apóstol Santiago, etc. Son residuos del nacional-catolicismo, cuyo eje central era el mutuo apoyo Iglesia-Estado. Su mantenimiento hoy se debe probablemente a intereses bastardos de los protagonistas por ambas partes: jerarcas eclesiásticos y políticos. Quienes entre nosotros quieren ver hoy mezclados el poder político y el eclesiástico es debido a que todavía permanece en ellos una mentalidad que debió quedar atrás en los católicos después del Concilio. Parece que ha nacido una nueva generación política que se planta, con toda razón, creo yo, ante esa situación de maridaje entre el poder público y el poder eclesiástico, propia de otros tiempos. Las voces críticas que manifiestan su escándalo ante tales comportamientos y los condenan dan razones que nada tienen que ver con los valores cristianos: es algo que siempre se hizo, forma parte de la idiosincrasia del pueblo, son costumbres que apoyan la mayoría, son de interés turístico y por consiguiente económico… etc. Estas costumbres, entre otras por las razones expuestas en esta reflexión, deben desaparecer y no podemos menos que aplaudir a los que tienen el coraje que romper con ellas. ¡Estáis haciendo lo que hay que hacer y lo que ya antes otros tenían que haber hecho! Todos los católicos con mentalidad conciliar se alegran de ver el final de lo que nunca debiera haber comenzado. El emperador Constantino, y cuantos eclesiásticos se avinieron a sus intereses políticos, fueron probablemente la principal causa de que el movimiento cristiano iniciado por Jesús de Nazaret se encorsetara en una Iglesia que se fue alejando cada vez más de la doctrina y vida del nazareno y cuyas altas jerarquías se convirtieron, salvo excepciones, en unos mandatarios temporales que encontraron en la Iglesia un privilegiado modo de vida, con comportamientos en algunos casos que denigraron para siempre su historia. Día sí y casi día también nos despertamos con una sorpresa del Papa Francisco. Solamente por recordar las últimas, hacer mención, en primer lugar, de la que quizás más impacto ha producido no solo entre la gente en general, sino de manera especial entre las personas que solemos calificar o conocer como gente de Iglesia. Había dicho ya cosas muy fuertes en el plano de la denuncia sobre el terrible drama que están viviendo un ingente número de personas como consecuencia de la pobreza (mejor llamarlo miseria para ser más exactos), las guerras y la persecución por motivos diversos. Respecto a esta cuestión Francisco no ha vacilado en ningún momento, no se ha ido por las ramas ni tampoco se ha conformado con dar unos consejos más cercanos al misticismo que a la cruda realidad de la vida. A todas personas, pero de manera especial a quienes nos llamamos cristianos nos ha pedido abrir las puertas de nuestras vidas para compartir lo que somos y lo que tenemos con quienes carecen de lo más necesario: pan, casa, trabajo, paz, etc. Pero no se ha quedado con lo que en teoría pueden significar estas palabras; las ha concretado en realidades puras y duras mal que nos pese y posiblemente nos cueste aceptar. “Abrid vuestras iglesias, vuestros conventos, santuarios, etc.; más aún si están vacíos y acoged a toda esa gente que huye del horror y busca una vida más digna”.
En segundo lugar, Francisco ha afrontado un tema “más que tabú” para la Iglesia como es el aborto; tanto es así que era uno de los pecados conocidos como “reservados” por parte de la Iglesia. Pues bien, ha proclamado a bombo y platillo que durante el jubileo del año de la misericordia (8 de diciembre de 2015 – festividad de Cristo Rey de 2016) todas las personas que hayan cometido tal delito pueden ser declaradas perdonadas por parte de cualquier sacerdote. Por último, las nulidades matrimoniales que hasta ahora tanto ha dado que hablar a la gente, de manera especial entre quienes tenían poco o nada que ver con la Iglesia. Negocio y favoritismo hacia los ricos y famosos era lo más suave que se acostumbraba a oír en el lenguaje común de la calle. Pues bien, como es sabido, Francisco ha manifestado a través de un “Motu proprio” la necesidad y urgencia a la hora de agilizar la nulidad del vínculo matrimonial que, dicho sea de paso, acostumbran a solicitarlo aquellas personas para quienes el sacramento del matrimonio tiene un sentido importante debido a su fe. No es precisamente éste el caso de quienes contrajeron un día matrimonio canónico por costumbre o por razones parecidas y decidieron romperlo. En la mayor parte de casos se acaba recurriendo al divorcio civil y, ¡punto! Dicho esto, yo me pregunto si no debiéramos haber hecho todo esto ya hace mucho tiempo, desde siempre, salvando la mentalidad de los tiempos lógicamente. ¿Por qué esperar a que lo haya dicho el Papa en este caso? ¡Suerte que el Espíritu santo “bufó” en su momento en esta dirección y nos dio a Francisco, porque en caso contrario pienso que aún estaríamos en las andadas! Tengo el convencimiento que Francisco lo único que ha hecho es poner en práctica el Concilio vaticano II, concretamente la constitución “Gaudium et Spes” (la Iglesia en el mundo actual) que en su gran mayoría la habían convertido en letra muerta los papas que le precedieron. Sin pretender hacer ningún tipo de juicio, creo que Juan Pablo II estuvo mucho más preocupado por la “verdad” (dígase ortodoxia “oficial”) que por aquello que proclama dicha constitución en su inicio: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”. El contexto es el mismo que el domingo pasado (cuando salía al camino). Cerca ya de Jerusalén, a donde se dirige Jesús para completar su misión. Es un episodio entrañable, pero con un triste desenlace. El hombre rico no se decide a dar el paso del seguimiento. Aunque lo verdaderamente importante es el motivo por el que se niega a seguir a Jesús: las riquezas. Para los judíos, las riquezas habían sido siempre signo de la bendición de Dios.
El llegar corriendo, indica gran interés y necesidad urgente. El joven era rico, pero no las tenía todas consigo. Sin duda, el rico esperaba de Jesús algún precepto aún más difícil que los de Moisés, que estaría dispuesto a cumplir. Jesús no añade más preceptos sino una propuesta original. En vez de seguridades, confianza sin límites. En vez de cumplimiento de la Ley, seguimiento. Jesús sube a Jerusalén, va a la muerte. Seguir a Jesús supone estar dispuesto al fracaso. El arrodillarse, es un signo exagerado de respeto y admiración. “Heredar vida definitiva”. En tiempo de Jesús, significaba garantizar una existencia feliz más allá de la muerte. El rico ya tenía garantizada la existencia feliz en el más acá. Lo que busca en Jesús, es asegurar las misma felicidad para el más allá. Los mandamientos que Jesús recuerda, son los de la segunda tabla, es decir los que se refieren al prójimo, no los que se refieren directamente a Dios. Esta enseñanza es original y exclusiva de Jesús. Para cualquier judío, los más importantes eran los de la primera tabla que se refieren a Dios. ¿Por qué me llamas ‘bueno’? El texto griego dice “agazos” no “kalos”, que utiliza Jesús cuando dice que es el buen pastor. Jesús revela donde está la verdadera pobreza. Él se siente vacío de toda posesión; vacío hasta de la propia pobreza, vacío de la misma bondad. El hombre ni es nada ni tiene nada, porque ni siquiera hay un sujeto (ego) capaz de ser o tener. Es difícil no dejarse atrapar por las riquezas, pero es mucho más difícil superar el sentimiento de superioridad. Lo nefasto será creerme bueno y con derechos ante Dios. Una cosa te falta: seguirme. ¿Qué sutil diferencia quiere señalar Mc, entre “heredar vida definitiva” y “seguir a Jesús”? Para ‘heredar la vida’, basta cumplir una Ley; para entrar en el Reino hay que preocuparse de los demás. Seguir a Jesús, es mucho más que la fidelidad a unas normas. No se trata de ser mejor que los demás, sino de ser diferente. “Si quieres llegar hasta el final”. Pero, ¿puede tener algún sentido emprender un camino para no llegar a la meta? La meta del hombre es la plenitud humana. Otro objetivo sería frustrante. ¡Qué difícil será entrar en el Reino, al que pone su confianza en las riquezas! Las riquezas en sí, ni son buenas ni son malas. ¡Qué más quisiera Dios que todos tuviésemos de todo! Las posesiones o el cumplimiento de la Ley para obtener seguridad es lo que impide alcanzar una meta verdaderamente humana. El desenlace del encuentro es triste, pero el comentario que hace Jesús es aún más desolador. Entonces, ¿quién podrá ‘salvarse’? Los discípulos siguen pensando que es imposible subsistir sin seguridades. No se refiere solamente a quien podrá salvarse en el más allá, como entendemos hoy la salvación, sino quién podrá mantener una vida verdaderamente humana, si se desprende de todo lo que tiene y no procura asegurarse el futuro. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, “para los hombres, imposible, no para Dios. Estamos ante uno de los textos más difíciles de comprender de todo el evangelio. Llevamos veinte siglos dando tumbos entre la demagogia barata y el espiritualismo tranquilizador pero estéril. No podemos sacar una norma general de una propuesta individual. Si vende los bienes, se supone que tiene que haber un comprador, que estará, de entrada, condenado. Jesús no puede dar una norma, que, para poder cumplirla, exige que otro no la cumpla. Otra cosa es la advertencia que Jesús hace aquí y en otros lugares del peligro de las riquezas Buscar la propia salvación individual aquí abajo o en el más allá, es la mejor señal de no haber superado el “ego”. La meta última del hombre es la superación de su ego (y por lo tanto de todo egoísmo). El objetivo último de todo ser humano es el amor al hombre, que exige una entrega incondicional al servicio del otro. El apego a las riquezas nace siempre de un “ego”. Mientras exista la preocupación por uno mismo, no puede alcanzarse la meta. El obstáculo no son las riquezas, sino la existencia de ese “ego” que me obliga a buscar, a toda costa, seguridades para el más acá o para el más allá. Pensar que el rico está condenado y el pobre está salvado, es demagogia. El echo de tener o no tener bienes materiales, no es lo significativo. Un pobre que no tiene nada, puede estar más apegado a los bienes que ambiciona, que el rico a lo que posee. Tanto el pobre como el rico tendrán que dar un paso de gigante para entrar en la dinámica del evangelio. La única ventaja del pobre sería que, al cerrársele la puerta fácil de las seguridades materiales, se vería obligado a buscar la verdadera salida. A esto apuntan las bienaventuranzas. Otra trampa frecuente, es creer que el evangelio propone solo la pobreza de espíritu. Según esta interpretación, no importa lo que hayas acumulado, con tal de que tengas “espíritu cristiano”, lleves una vida “religiosa” y seas capaz de dar limosna y hacer “obras de caridad”. La Iglesia como institución, ha caído en esta trampa. Bajo el pretexto de tener para dárselo a los pobres, no le ha importado acumular ingentes riquezas. No basta que la Iglesia atienda a los pobres. La Iglesia tiene que ser pobre y renunciar a las seguridades. La tercera trampa es creer que el evangelio se refiere a las riquezas injustas. Una vez más tenemos que hacer la distinción entre lo legal y lo justo. Las leyes no solo permiten, sino que favorecen la acumulación de riquezas porque están hechas por los ricos. Más allá de la legalidad que debe ser defendida por la sociedad, queda un inmenso espacio para la justicia, que nadie puede defender ni siquiera los jueces. Si no hacemos esta clara distinción, podemos ajustarnos a la legalidad e ignorar o saltarnos a la torera la justicia. Está también la trampa de interpretar el evangelio como un cristianismo a dos velocidades. Para ello se habla de ‘los consejos evangélicos’ que serían un plus voluntario para los más decididos. Esto ha hecho mucho daño a los cristianos, porque les ha dado motivos para pensar que lo que dice el evangelio de la riqueza no va con ellos. Ha hecho daño también a los que optan por la vida religiosa, porque les ha hecho creer que son los perfectos y por lo tanto, con más derechos ante Dios, aunque hayan renunciado a las seguridades. El fariseísmo que seguimos manteniendo en este tema es inquietante. A nivel personal, descubrimos que clérigos de diversos rangos hacen alarde de pobreza, desde los simples sacerdotes o religiosos, pasando por toda clase de prelados, obispos y cardenales, y hasta ahora, incluso el papa, se han empeñado en hacer ver que vivían como Jesucristo, cuando la realidad es que viven como Dios. Es un hecho que muchos de los puestos de la jerarquía se buscan expresamente para medrar y tener más dinero y más poder. La propuesta de Jesús no conlleva ninguna renuncia. Si, al llevarla a la práctica, tenemos la sensación de perder algo, es que no hemos comprendido nada. No se trata de renunciar a nada sino de elegir el camino que me lleve a la plenitud que puedo alcanzar como ser humano. Como seres limitados, elegir un camino lleva consigo el renunciar a ir en otras direcciones. En contra del sentir de la mayoría, el renunciar a tener más no es de tontos, sino de personas muy despiertas. La sabiduría consistiría en acertar en la elección. Meditación-contemplación Si quieres llegar hasta el final, una cosa te falta. Pero, ¿de verdad quiero llegar hasta el final? Y ¿qué sentido tiene emprender una carrera si no tienes intención de llegar a la meta? …………… Es ridículo pensar que Dios nos exige renunciar a algo. No se trata de renunciar, sino de elegir bien. Pero el secreto de toda buena elección es el conocimiento. Tomar conciencia de lo que es mejor será el primer paso. …………… Cuando queremos alcanzar dos metas a la vez, El fracaso está asegurado La plenitud de ser y las seguridades son incompatibles, Nunca podremos armonizarlas. Las lecturas de este domingo enfrentan tres posturas: la de Salomón, que pone la sabiduría por encima del oro, la plata y las piedras preciosas; la del rico, que pone su riqueza por encima de Jesús; la de los discípulos, que renuncian a todo para seguirle. El evangelio contiene dos escenas: en la primera, los protagonistas son el rico y Jesús; en la segunda, Jesús y sus discípulos.
Primera escena: El rico y Jesús Ofrece detalles curiosos, típicos de la forma de contar de Marcos. Se acerca uno «corriendo», «se arrodilla», lo llama «maestro bueno» (provocando cierto malestar en Jesús), formula su pregunta, Jesús «lo mira con cariño». Al final, el individuo «frunce el ceño» y se va triste. El protagonista, antes de formular su pregunta, pretende captarse la benevolencia de Jesús o, quizá también, justificar por qué acude a él: lo llama «maestro bueno», título que no se aplica en Israel a ningún maestro (Strack-Billerbeckx sólo recoge un ejemplo del siglo IV d.C.). La pregunta El problema que le angustia es «qué he de hacer para heredad vida eterna», algo fundamental para entender todo el pasaje. Lo que pretende el protagonista es, dicho con otra expresión judía de la época, "formar parte de la vida futura" o "del mundo futuro"; lo que muchos entre nosotros entienden por "salvarse". Este deseo sitúa al protagonista en un ambiento distinto del normal: admite un mundo futuro, distinto del presente, mejor que éste, y desea participar en él. Por otra parte, su pregunta no es tan rara como podemos imaginar. Si nos preguntasen qué hay que hacer para "salvarse", las respuestas es probable que variasen bastante. Una pregunta parecida la encontramos hecha al rabí Eliezer (hacia el año 90) por sus discípulos. Y responde: "Procuraos la estima de vuestros vecinos; impedid que vuestros hijos lean la Escritura a la ligera y haced que se sienten entre las rodillas de los discípulos de los sabios; y, cuando oréis, sed conscientes de quién tenéis delante. Así conseguiréis la vida del mundo futuro". La respuesta de Jesús Jesús, antes de responder, aborda el saludo y da un toque de atención sobre el uso precipitado de las palabras. El único bueno es Dios. (Afortunadamente, por entonces no existía la Congregación para la Doctrina de la Fe, que lo habría condenado por error cristológico). Luego responde a la pregunta haciendo referencia a cinco mandamientos mosaicos, todos ellos de la segunda tabla, aunque cambiando el orden y añadiendo «no defraudarás», que no está en el decálogo. Lo curioso es que Jesús no dice nada de los mandamientos de la primera tabla, que podríamos considerar los más importantes: no tener otros dioses rivales de Dios, no pronunciar el nombre de Dios en falso y santificar el sábado. Para Jesús, de forma bastante escandalosa para nuestra sensibilidad, para «salvarse» basta portarse bien con el prójimo. Cuando el protagonista le responde que eso lo ha cumplido desde joven, Jesús lo mira con cariño y le propone algo nuevo: que deje de pensar en la otra vida y piense en esta vida, dándole un sentido nuevo. Ese sentido consistirá en seguir a Jesús, de forma real, física, pero antes es preciso que venda todo y lo dé a los pobres. El programa de Jesús se limita a tres verbos: vender, dar y seguir. La reacción del rico Entonces es cuando el personaje frunce el ceño y se aleja, «pues era muy rico». Con esta actitud, no pierde la vida eterna (que depende de los mandamientos observados), pero sí pierde el seguir a Jesús, dar plenitud a su vida ahora, en la tierra. Segunda escena: Jesús y los discípulos Sirve para completar su enseñanza, en este caso sobre el peligro de la riqueza y el problema de los ricos. Marcos, indicando que Jesús «miró en torno» antes de decir nada, introduce un elemento de suspense. ¿Qué dirá ante la reacción del rico? El problema de los ricos Sus palabras: «¡Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios!», requieren una aclaración. Entrar en el reino de Dios no significa salvarse en la otra vida. Eso ya ha quedado claro que se consigue mediante la observancia de los mandamientos, sea uno rico o pobre. Entrar en el Reino de Dios significa entrar en la comunidad cristiana, comprometerse de forma seria y permanente con la persona de Jesús en esta vida. Ante el asombro de los discípulos, Jesús repite su enseñanza añadiendo la famosa comparación del camello por el ojo de la aguja. Ya en la alta Edad Media comenzó a interpretarse el ojo de la aguja como una puerta pequeña que habría en la muralla de Jerusalén; pero esa puerta nunca ha existido y la explicación sólo pretende suavizar las palabras de Jesús de manera un tanto ridícula. Jesús expresa con imaginación oriental la dificultad de que un rico entre en la comunidad cristiana. La reacción de los discípulos ¿Por qué se asombran y se espantan los discípulos? Su reacción podemos interpretarla de dos formas: 1) ¿quién puede salvarse?; 2) ¿quién puede subsistir? En el primer caso, los discípulos reflejarían la mentalidad de que la riqueza es una bendición de Dios; si los ricos no se salvan, ¿quién podrá salvarse? En el segundo caso, los discípulos pensarían que la comunidad no puede subsistir si no entran ricos en ella que pongan sus bienes a disposición de todos. En cualquier hipótesis, la respuesta de Jesús (“para Dios todo es posible”) parece dar por terminado el tema. De hecho, la intervención de Pedro no empalma con lo anterior, sino que contrasta la actitud de los discípulos con la del rico: «nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido». Ahora quiere saber qué les tocará. Una riqueza distinta de la de Salomón La respuesta de Jesús enumera siete objetos de renuncia, como símbolo de renuncia total: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, campos. Todo ello tendrá su recompensa en esta vida (cien veces más en todo lo anterior, menos en padres) y, en la otra, vida eterna. Pero, al hablar de la recompensa en esta vida, Mc añade «con persecuciones». Decía Salomón que, con la sabiduría “me vinieron todos los bienes juntos”. A los discípulos, la abundancia de bienes se la proporciona el seguimiento de Jesús. Este relato destaca, en primer lugar, por la contundencia de sus afirmaciones.
En la primera de ellas, Jesús hace una afirmación tajante: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios”. Son palabras que a los defensores de la divinidad de Jesús, entendida en sentido estrictamente dogmático, les planteaba una objeción de difícil salida. Cuando se quiere abordar la cuestión de la divinidad de Jesús –“una persona, dos naturalezas”- desde el modelo mental, se entra irremisiblemente en un galimatías sin salida. Sin embargo, en la visión no-dual, se cae en la cuenta de que se trataba de un pseudoproblema porque, efectivamente, solo Uno es bueno. Todo es Uno, lo Real. Y Eso es Bondad, Verdad y Belleza. “Lo bueno” –Dios, el Padre, lo Real, la Consciencia…- es la Fuente de donde todo procede y que se manifiesta en las formas que vemos. La bondad, como cualquier otra cualidad, es siempre transpersonal, trasciende a los individuos particulares, aunque todos participen de ella. Cuando esto se olvida, caemos fácilmente en peligrosas idealizaciones. Por todo ello, encuentro profundamente sabia la respuesta de Jesús: solo la Fuente es buena, verdadera, bella…, la misma y única Fuente que constituye nuestro núcleo más profundo. Y sobre la riqueza la postura es igualmente tajante: “¡Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios!”. Quizás podamos entender mejor el sentido de esta afirmación si comprendemos lo que significaba “entrar en el Reino”: compartir y vivir el proyecto de Jesús, un proyecto caracterizado por la vivencia de la fraternidad universal. Así planteado, es evidente que se trata de dos modos de posicionarse radicalmente divergentes: no se puede vivir para el dinero y, al mismo tiempo, para los demás. Por eso, quien vive apegado al dinero no puede tener como prioridad el proyecto de Jesús. Sin embargo, carece de sentido una lectura moralizante del texto. No se trata de “exigir” un comportamiento determinado para “merecer” la salvación, como creería una religión mercantilista. Frente a ello, el propio Jesús afirma que “para Dios no hay nada imposible”. Si uno vive la pobreza únicamente desde esa motivación, es probable que su corazón esté tan “ocupado” por esa idea de la perfección, como lo está el corazón del rico por el dinero. Y algo de eso se aprecia incluso en las palabras de Pedro, pidiendo alguna “recompensa”. La sabiduría no va por ahí. El afán de perfección nace del yo (ideal) y gira en torno a él. Pero de lo que se trata es justamente de desegocentrarse, es decir, de dejar de reconocerlo como si fuese nuestra verdadera identidad. Tanto el afán de riquezas como cualquier idea de mérito revelan que giramos aún a su alrededor. Cuando comprendemos quiénes somos, el comportamiento se modifica: el desprendimiento es consecuencia –gozosa- de la comprensión. De ahí que el mismo Jesús proclamara felices a quienes eligen ser pobres, es decir, a quienes se hallan desnudos del yo. Soy católico, nacido en 1921 de familias italianas e irlandesas y criado en seminarios de California. Después de décadas de trabajo como sacerdote, me asombré cuando el Papa Pablo VI me nombró como obispo en San Francisco. Amo mi Iglesia, y cada noche rezo para que pueda morir en sus cálidos y amorosos brazos.
Pero me preocupo por el futuro de mi Iglesia. Las doctrinas básicas no cambiarán. Pero la Iglesia podría cambiar políticas y prácticas después de un serio estudio. Así que ofrezco una contribución a las controversias que convulsionan la Iglesia. Los católicos americanos se encuentran divididos, principalmente por tres conflictos internos de la Iglesia. El primero es sobre el celibato sacerdotal. Observadores por dentro y por fuera de la Iglesia lo señalan como un factor que está reduciendo el número de sacerdotes. Una vida célibe es admirable para un sacerdote que la elige personalmente. La Iglesia debería empezar a aliviar la desesperada escasez de miembros del clérigo aceptando también para ordenación a hombres de edad madura, de carácter comprobado y en matrimonios estables. El celibato opcional permite la opción entre una vida de abstinencia, o una vida de casado que permite una mejor comprensión de las vidas de sus parroquianos. Los católicos americanos también se encuentran divididos por la ordenación de mujeres como sacerdotes. Papas recientes han dicho públicamente que el sacerdocio para las mujeres no se puede considerar porque el evangelio y otros documentos dicen que Cristo ordenó solo a hombres. Y sin embargo las mujeres han demostrado grandes cualidades de liderazgo: fortaleza, inteligencia, oración, practicidad, sensibilidad y conocimiento de teología y la Sagrada Escritura. Finalmente, por qué a un católico divorciado que se ha vuelto a casar se le niega la Eucaristía? Dichas personas se consideran que viven en una unión irregular. El mes pasado, el Papa Francisco dijo que los católicos divorciados y vueltos a casar no estaban "excomulgados”, tal vez dando a entender que la prohibición de la Eucaristía está bajo revisión. El Papa Francisco prefiere el simple título de "obispo de Roma”. Entonces le pregunto a mi obispo hermano: ¿No deberíamos convocar a un tercer Concilio Vaticano tan ético y cambiante de los paradigmas como el Concilio Vaticano Segundo de los años 60? Un Concilio Vaticano Tercero reuniría a los obispos del mundo bajo la guianza unificadora de Pedro. Incluiría a representantes de los grandes teólogos, eruditos de la Sagrada Escritura, científicos y académicos, laicos de todas las edades. Además de los tres asuntos que están dividiendo la Iglesia, este Concilio y concilios futuros explorarían la moralidad de las economías globales, la vida espiritual, la sexualidad humana, la paz y la guerra, y los pobres y adoloridos. Dicho concilio podría desacelerar o revertir el flujo de los fieles que se apartan de la Iglesia. También estimularía una nueva conversación sobre Dios, una que muestra a los jóvenes que Dios no es un viejo con una larga barba blanca. Dios es infinito e ilimitado. Dios es íntimo para cada uno de nosotros. No podemos demostrar su existencia con razón, ni la ciencia puede desmentir la existencia de Dios. La fe y la ciencia no están en conflicto. Muchos de los jóvenes dicen que se relacionan con Dios personalmente y no necesitan una iglesia. Aplaudimos esta relación personal, pero también es realmente humano el hacer cosas en comunidad. Festejamos juntos, hacemos deporte juntos, disfrutamos de comidas juntos. ¿Cuál fue el causante para que gran parte de la Iglesia a través de los siglos subestimaran el mensaje central de la Iglesia, el amor?, un grupo en la Iglesia desarrolló un espíritu de poder y dominación, visto más claramente en las Cruzadas y la Inquisición. Muchos, incluyendo al Papa Gregorio VII, trataron de manera heroica, aunque sin éxito, de acabar con esa tendencia. Por lo tanto el reto principal que enfrenta la Iglesia hoy no es simplemente resolver asuntos como el celibato, sino aprender de nuevo cómo comunicar una religión más profunda, inteligente y relevante, una que lleva a una vida de tolerancia y amor |
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