Nota: De los numerosos insultos que enriquecen la lengua castellana, “cabrón” es el único tomado de la Biblia (Ezequiel). Por consiguiente, nadie debe escandalizarse de que lo use, aunque tampoco es preciso que añada: “Palabra de Dios”.
Durante el período de formación de los discípulos, tal como lo cuenta el evangelio de Mateo, Jesús parece disfrutar desconcertándolos con sus ideas sobre el matrimonio, la importancia de los niños, la riqueza. Pero el punto culminante del desconcierto lo constituye esta parábola sobre el pago por el trabajo realizado. El protagonista es un terrateniente con capacidad para contratar a gran número de obreros. No es un señorito que se dedica a disfrutar de los productos del campo. Al amanecer ya está levantado, en la plaza del pueblo, contratando por el jornal habitual de la época: un denario. Y tres veces más, a las 9 de la mañana, a las 12, incluso a las 5 de la tarde, vuelve del campo al pueblo en busca de más mano de obra. A estos no les dice cuánto les pagará. Pero les da lo mismo. Algo es algo. Hasta ahora todo va bien. Un propietario rico, preocupado por su finca, atento todo el día a que rinda el máximo. Se intuye también un aspecto más positivo y social: le preocupa el paro, el que haya gente que termine el día sin nada que llevar a su casa. Pero este personaje tan digno se comporta al final como un cabrón. Al atardecer, cuando llega el momento de pagar, ordena al administrador que no empiece por los primeros, sino por los últimos. Cuando estos, sorprendidos, reciben un denario por una sola hora de trabajo, los demás, especialmente los de las 6 de la mañana, alientan la esperanza de recibir un salario mucho más elevado. Con gran indignación de su parte, reciben lo mismo. Es lógico que protesten. ¿Por qué no empezó el propietario por los primeros, los dejó marcharse, y luego pagó a los otros sin que nadie se enterase? ¿Por qué quiso provocar la protesta? Porque sin el escándalo y la indignación no caeríamos en la cuenta de la enseñanza de la parábola. ¿Cabrón o bueno? Los jornaleros de la primera hora plantean el problema a nivel de justicia. En cambio, el terrateniente lo plantea a nivel de bondad. Él no ha cometido ninguna injusticia, ha pagado lo acordado. Si paga lo mismo a los de la última hora es por bondad, porque sabe que necesitan el denario para vivir, aunque muchos de ellos sean vagos e irresponsables. ¿Quiénes son los de las 6 de la mañana y los de las 5 de la tarde? En la comunidad de Mateo, formada por cristianos procedentes del judaísmo y del mundo pagano, predicar que Dios iba a recompensar igual a unos que a otros podía levantar ampollas. El judío se sentía superior a nivel religioso: su compromiso con Dios se remontaba a siglos antes, a Moisés; llevaba el sello de la alianza en su carne, la circuncisión; había cumplido los mandatos y decretos del Señor; no habían faltado un sábado a la sinagoga. ¿Cómo iban a pagarles lo mismo a estos paganos recién convertidos, que habían pasado gran parte de su vida sin preocuparse de Dios ni del prójimo? Usando unas palabras del profeta Daniel, ¿cómo iban a brillar en el firmamento futuro igual que ellos? En este planteamiento se comprende el reproche que les hace el propietario (Dios): vuestro problema no es la justicia sino la envidia, os molesta que yo sea bueno. Desde la época de Mateo han pasado veinte siglos; la interpretación anterior ya no resulta actual y podemos sustituirla por otra: los cristianos que han cumplido desde niños la voluntad de Dios, que no han faltado un domingo a misa, ni han tomado la píldora anticonceptiva, y se enteran de que Dios va compensar igual que a ellos a gente que sólo pisa la iglesia para entierros y bodas y que interpretan la moral de la Iglesia según les convenga. A algunos de ellos puede parecerles una gran injusticia. Dios no lo ve así, porque piensa recompensarles como se merecen. Si da lo mismo a los otros no es por justicia, sino por bondad. ¿No es de hipócritas indignarse? Si alguno se sigue indignando con la actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto. En el fondo, el que se indigna es porque piensa que lleva trabajando desde las 6 de la mañana, que lo ha hecho todo bien y merece una mayor recompensa de parte de Dios. Si examina detenidamente su vida, quizá advierta que empezó a trabajar a las 11 de la mañana, y que se ha sentado a descansar en cuanto pensaba que el capataz no lo veía. A buen entendedor, pocas palabras. En cambio, el que es consciente de haber rendido poco en su vida, de no haberse comportado en muchos momentos como debiera, de haber empezado a trabajar a las 5 de la tarde, se sentirá animado con esta parábola. Las cinco de la tarde Cabe el peligro de interpretar lo anterior como “Dios es muy bueno y podemos dedicarnos a la gran vida”. La invitación a ir a trabajar a las 5 de la tarde, aunque sólo sea una hora, es un toque de atención. No se trata de seguir vagueando irresponsablemente. Siempre hay tiempo para echar una mano al propietario de la finca. Este es el tema de la primera lectura, tomada de Isaías, que usa un lenguaje mucho más severo. No habla de desocupados sino de malvados y criminales. Pero los exhorta a regresar al Señor, que “tendrá piedad” porque “es rico en perdón”. En el evangelio, con fuerte contraste, no son malvados y criminales los que van en busca de Dios; es el mismo Dios quien sale al encuentro, cuatro veces al día, de todas las personas que necesitan de su ayuda. Tanto el evangelio como Isaías coinciden en afirmar, cada uno a su estilo, que los planes y los caminos de Dios son muy distintos y más elevados que los nuestros.
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Cerca de 300 mujeres de todo el mundo hacen parte de un movimiento que decidió protestar de pechos desnudos contra la religión, el patriarcalismo, la desigualdad, la prostitución y la violencia contra la mujer.
Protesta de Femen en catedral de Notre-Dame. REUTERS. REUTERS Aunque para la mayoría de las personas pueda parecer irónico querer reivindicar a la mujer por medio de la desnudez, esta es la forma de protesta de cientos de mujeres que oficialmente le han declarado la guerra al Vaticano, a la religión y a varios líderes mundiales. Se trata de un movimiento de la organización feminista, de origen ucraniano, FEMEN. Mujeres que a pesar de recibir golpes, insultos, múltiples arrestos, millonarias multas e incluso continuas amenazas contra su vida, intervienen en eventos públicos, recintos religiosos, plazas y embajadas, para luchar y exigir respeto por los derechos de la mujer. “La gente siente indignación y repudio por ver mujeres protestando desnudas, pero ¿qué siente cuando ve que las mujeres se desnudan en revistas y shows de televisión para satisfacer a los hombres?”, defiende su forma de protesta Inna Schevchenko, unas de las líderes de FEMEN, en una entrevista para el programa WorldsApaRT del canal internacional RT. Inna acaparó la atención de los medios internacionales en agosto de 2012, cuando cortó con una motosierra una cruz ortodoxa en Kiev, Ucrania; erguida en memoria de las víctimas de la represión política en ese país. El acto, considerado como sacrilegio por la iglesia ortodoxa y condenado por el gobierno ucraniano, fue una muestra de apoyo a Pussy Riot, una banda rusa de punk conformada por 3 mujeres, quienes fueron arrestadas, perseguidas y acusadas de vandalismo, por realizar un acto de protesta contra la iglesia y el gobierno de Vladimir Putin. En febrero de 2013, días después de la renuncia de Benedicto XVI, y en medio de los rumores sobre el nombramiento del nuevo Papa, nueve mujeres de FEMEN irrumpieron en la catedral de Notre Dame en París con eslóganes en sus pechos desnudos que decían: ‘Pope No More’ y ‘Pope Game Over’ que en español sería algo como: “Papa, ¡nunca más!” y “Papa, has perdido”. La hazaña tuvo como consecuencia una multa de 2.040 euros para cada activista. También en navidad del mismo año, una activista se subió desnuda al altar de una catedral en Alemania, durante la celebración de una misa católica tradicional, con un eslogan en su busto que decía: “I’m god”, “Yo soy Dios”. La mujer fue arrastrada, insultada y hasta bofeteada dentro de la iglesia por los peregrinos, no sería exagerado pensar que faltó poco para que le prendieran fuego como a la “brujas”, en la época de la santa inquisición. Pero, ¿con qué derecho y a cuenta de qué estas mujeres irrumpen en una iglesia o en un evento religioso, desnudas y asegurando “absurdamente” que Dios es mujer? Si para el “entendimiento” de todos “Dios es hombre”, o por lo menos eso es lo que se inculca en la iglesia. Primero fue el hombre y luego la mujer, quien manda es el hombre, la que obedece es la mujer. Entonces, la respuesta sobre si tienen derecho a irrumpir “sería”: NO, no tienen derecho. Las mujeres deben limitarse a lo que dice la biblia y a como históricamente ha funcionado el mundo: Dios es hombre, y la mujer, sí, es un ser vivo, también ser humano, pero jamás igual al dios-hombre, ella está por debajo él. Para Inna Schevchenko, de 24 años, graduada de periodismo de la Universidad Nacional Taras Shevchenko de Kiev, líder y fundadora de FEMEN; su posición es clara y contundente, llamar la atención de la sociedad sobre lo que es evidente pero aún es tabú. La mujer sigue siendo menospreciada, maltratada, violentada y explotada en todos los rincones del planeta. ¿Por qué luchar por los derechos de la mujer mostrando los senos? Según la ONU, a 2013 en el mundo, 140 millones de mujeres han sufrido mutilación genital, 35% por ciento han sido víctimas de violencia física o sexual, 20 millones de niñas y mujeres fueron explotadas sexualmente (contra su voluntad) y 64 millones de niñas fueron obligadas a contraer matrimonio. Así mismo, se estima que en Europa el 50% de las mujeres recibe insinuaciones sexuales no deseadas y en Estados Unidos 80% de las niñas entre 12 y 16 años ha experimentado acoso sexual en las escuelas públicas. “Este mundo, esta sociedad, este sistema patriarcal nos ha dejado solo con una función sexual. Nosotras hemos decidido transformar la sexualidad en una herramienta política. Nosotras no trabajamos con fines patriarcales, mi cuerpo trabaja para mi propia liberación”, argumenta Schevchenko, en una entrevista del programa WorldsApaRT del canal internacional RT. Las estrategias que utiliza FEMEN de llamar atención de las personas y los medios cambian todo el tiempo, siempre están buscando prepararse física y mentalmente para los peligros que enfrentan en una sociedad que sataniza convenientemente la desnudez de la mujer. Uno de sus objetivos es encontrar nuevos caminos y formas para llevar el movimiento a otras instancias, siempre que sean pacíficas y den respuesta a las duras críticas contra su protesta sin camisa. “Nosotras somos soldados y vamos a luchar a las calles con los pechos al descubierto. Y por supuesto que hay otras mujeres que han trabajado por los derechos de la mujer, que escriben libros y que nosotras como activistas los leemos. Pero el feminismo tiene un lado académico y ¿qué pasa con el lado práctico? ¿Por qué no hay mujeres en la calles cuando asesinan, golpean y violan otras mujeres? ¡Nosotras estamos en las calles, nosotras vamos a las calles! No nos encerramos en nuestros cuartos para escribir y discutir sobre cómo es la vida de cruel”, comenta Inna, en una entrevista con Douglas Herbert, de France 24, en el marco del aniversario nº 5 de FEMEN. El movimiento feminista creado en 2008, que cuenta actualmente con cerca de 300 activistas en más de 15 países, se ha visto amenazado no solamente físicamente por agresiones de extremistas religiosos, cristianos, católicos e islámicos, sino que también ha recibido múltiples ataques de hackers a sus portables en Internet. Incluso Facebook en junio de 2013, bloqueó su página oficial con cerca 200.000 seguidores, pues dentro de las políticas de la red social la desnudez de los pechos de la mujer es considerada pornografía. Este año las activistas han protagonizado varios ataques a líderes de la iglesia católica, apropósito de su influencia en temas como el aborto y el matrimonio igualitario. Sin embargo hasta el momento el Papa Francisco se ha visto bien librado de la peculiar forma de protesta del grupo feminista. Los recursos económicos de FEMEN provienen de donaciones de personas de todo el mundo y de la venta de artículos con símbolos y eslóganes propios del movimiento. Sus protestas son pacíficas y buscan llamar la atención sobre los diferentes problemas que enfrenta la mujer, además de promover los ideales feministas. “Podemos aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar que esté dominado por los hombres, en cualquier evento que promueva la violencia y la desigualdad”, alertan las activistas en una de sus más recientes publicaciones en su página oficial en Facebook, que hoy cuenta con 4.864 seguidores. El pobre irrumpe en nuestra conciencia
En el contexto actual de Latinoamérica de globalización, del capitalismo neoliberal y el ambiente posmoderno se nos hace necesario cada vez más una verdadera opción que dé sentido a nuestro ser cristiano. A partir de las horribles consecuencias que traen estas manifestaciones del accionar de los poderosos, los cristianos debemos renovar nuestra fe e insistir en un profundo discernimiento. Jung Mo Sung no dice que se nos hace necesaria una comprensión cabal del mundo en el que vivimos, pues si ello es difícil elaborar y encontrar un sentido más humano para nuestras vidas1. Desde esta compleja realidad que nos toca vivir, pero también por la necesidad de encontrar nuevas pistas desde la Revelación cristiana, estamos obligados a buscar una luz de esperanza en el caminar de nuestros pueblos latinoamericanos. En esta mentalidad de mercado las personas son reconocidas a partir de su poder adquisitivo: si puede consumir existe, de lo contrario no. La mentalidad social que se genera a partir de la obligación que todos sentimos de consumir, desde el rico al pobre, nos hace desear las mismas cosas. Esto nos hace creer que somos iguales ante el mercado, sobre todo el pobre cree que es un igual social, cuando no es así. De muchas maneras intenta manifestar la supuesta igualdad, no sólo a través de la simulación que pasa por una supuesta aceptación de su condición de pobre, sino también por el disfraz que se coloca con el uso de los ropajes de las marcas de moda, propio de lo que está al alcance solamente de los ricos. Por lo dicho la masa de empobrecidos sufren el desprecio social y el apartamiento del mercado de consumo, pero viven de forma tal que no quieren sentirse excluidos. Dicho más exactamente: sobreviven como pueden, ayudados por las redes sociales, que nos hacen sentir iguales, y un discurso político manipulado por los medios de comunicación que no les permiten verse reflejados en las estadísticas y los índices de pobreza. El pobre no puede aceptarse como tal, pero de todos modos acepta vivir su vida de cara al sometimiento de un sistema económico y social que no le brinda herramientas de cambio en vista de un futuro más justo. Ese pueblo empobrecido y excluido es también el pueblo que posee su religiosidad, que mantiene su fe en un Dios que promete una vida mejor no sólo en el futuro, sino aquí y ahora. Es el pueblo que cree con esperanza en las promesas de Dios, pero que también comparte en su carne la misma suerte que el Salvador. Son ellos que nos ayudan a discernir de una nueva manera y nos llevan a cuestionar nuestra fe tranquila y cómoda. ¿Cómo mantener su fe en el Dios bueno y justo a partir de la realidad de exclusión e injusticia? ¿Cómo contagiar la fe de una Iglesia que aún se mantiene en jerárquica y muchas veces sorda al gemido de los más sufrientes? Pero sobre todo ¿cómo seguir creyendo nosotros en el Dios de Jesucristo a partir del sufrimiento,? La pobreza institucionalizada y la pobreza ignorada La mayor parte de la sociedad se ha acostumbrado a que existan cierto número de personas que viven “bajo la línea de pobreza”, o más simplemente, es aceptado como normal que existan los pobres. Aún cuando sabemos que la pobreza es cada vez mayor y mientras cada vez más personas están siendo parte de la gran masa de desfavorecidos, sigue siendo un tema que causa miedo a la hora de ser tratado. Todos sabemos que la pobreza es mucho más que no tener cosas, porque el ser humano siempre tiene: su cuerpo, su inteligencia, su ropa, su estar-en-el-mundo, pero de alguna manera, a nivel social, es preferible ver la pobreza solamente desde el lado del tener. ¿Por qué? Asumir que la pobreza condiciona un modo de ser-en-el mundo es aceptar, de parte de quien tiene, su responsabilidad de ser culpable de la pobreza de millones de almas. Mientras que ver la pobreza solo desde el tener hace responsables a los mismos pobres -como quienes pueden dejar de serlo desde sus mismos esfuerzos- de no luchar por tener. En un mundo donde todos quieren tener y someten a ello todas sus fuerzas, el pobre es visto como un haragán que no quiere trabajar y que espera que se le dé todo. Cuando no lo consigue lo busca por medios violentos. De esta manera se justifica la pobreza para tranquilizar la conciencia de la mayoría. Pero junto a la justificación de la pobreza hay una gran carga de olvido de la responsabilidad que todos tenemos ante ella. Hablamos de la pobreza, sabemos que hay personas que viven en la pobreza, no solo en otros países, sino que conocemos a muchos que viven en las calles de las ciudades donde vivimos. La exclusión de la pobreza de nuestras listas de tareas a resolver se debe a la insensibilidad social ante ella, que tiene que ver con el modo de funcionamiento de la sociedad actual. Si bien la experiencia de ser pobre varía según la cultura -ya que la pobreza es interpretada desde cada cultura- en nuestra cultura consumista globalizada el pobre es un no-existente por su incapacidad de ser parte del sistema. Suenan muy duras las palabras de Bauman al calificar la diferencia entre los ricos y los pobres: “...son la escoria, los residuos y los marginados del progreso económico y del libre comercio global, comercio globalizado que, mientras uno de sus extremos (el nuestro) sedimenta los placeres de una riqueza inaudita, vierte en el otro una pobreza y una humillación inenarrables...”2 . Un extremo y otro están viviendo un proceso de deshumanización: “...la pobreza-carencia como la riqueza-abundancia encierran un peligro de deshumanización: la primera porque amenaza directamente a la supervivencia; la segunda porque ahoga la vida en el lujo y en el excesivo consumo...”3 No solo es el pobre quien sufre las consecuencias de la pobreza, que empieza en lo material pero que tiene que ver con el derecho natural de todo ser humano, sino que el rico, sumergido en la marea materialista y consumista, también está perdiendo sus características humanas, para convertirse en un animal que consume. La opción por los pobres como clave hermenéutica Juan Luis Segundo fue un gran teólogo uruguayo, considerado por algunos como uno de los padres de la Teología de la Liberación. En un artículo el esboza su teoría de que la opción por los pobres no nace como consecuencia del trabajo teológico, ni surge de una lectura interpretativa de la Palabra de Dios, sino que es la clave de lectura de Evangelio4. Es el presupuesto necesario a la hora de leer el mensaje de Jesús, de interpretar sus palabras. La validez de este método surge de una teología inductiva, que parte desde la realidad en al cual vivimos, y la realidad en al cual vivimos sigue siendo de injusticia y opresión. Si bien Segundo aclara que no puede ser una única clave de lectura de del Evangelio es la más conveniente en el momento presente, y lo sigue siendo hoy. A partir de las mismas palabra de Jesús, por ejemplo en el discurso de las bienaventuranzas, queda claro que la preferencia de Dios son los pobres. Por ello el discernimiento que necesitamos hacer los cristianos en general nos viene necesariamente desde la experiencia de lo pobres, y en nuestra América Latina, son muchos años de experiencia. Desde el “encubrimiento”5 de América hasta hoy, si hiciéramos una lectura histórica con esta clave interpretativa, veríamos con claridad que el Dios que hemos aprendido es la imagen impuesta por la fuerza desde la visión occidental europea, y no la que proviene del nosotros latinoamericano. Y lo que nos ayuda a lograr abrir nuestras mentes tan sometidas a un sistema jerárquico, no sólo eclesial sino social y político, es abrir los ojos a las necesidades de los que nos rodea, específicamente, a las masas empobrecidas que están presentes a lo largo de nuestro continente. Fruto del discernimiento: una espiritualidad de liberación Partir de los pobres para hacer un camino espiritual implica partir tanto de la enseñanza bíblica como de la realidad (dos de las exigencias claves para un discernimiento cristiano) porque allí vemos que el Dios que vamos descubriendo es el Dios de los pobres. “...el creyente del Dios de los pobres, o en la Iglesia de los pobres, será una persona o una comunidad atenta a la realidad y disponible para acercarse al Misterio de la presencia oculta de lo sublime...”6. Estamos convencidos que el cristianismo de esta época pasa por un contacto con la pobreza y la injusticia para lograr encontrar un sentido nuevo a una comprometida espiritualidad evangélica. Y este cristianismo nos exige ser pensado en términos de revolución. Una revolución pide un cambio desde las bases, pero que no implica que comience desde ellas, sino que puede darse a través de cualquiera de los miembros del cuerpo que quiera ser fiel al Dios de los pobres, de los débiles, al Dios de Jesús crucificado. Necesitamos vivir desde el interior una revolución espiritual que nos acerque a la realidad del pobre para reconciliarnos eficazmente con la humanidad toda. Se trata de vivir la com-pasión de Dios en nosotros haciendo real la solidaridad humana. “Sem o encontro com as pessoas que sofrem, o encontro que se da na compaixáo e a luta solidária, nao há o encontro conmigo mesmo e com o Espírito...”7. Es entonces desde y con los pobres que debemos experimentar una conversión, un cambio de lugar desde donde vivir nuestra vida cristiana. Dios ha hecho sus predilectos a los empobrecidos y la razón de esta predilección es la misma voluntad divina, que coincide con ese pecado humano que somete a sus semejantes a tan grandes injusticias. Y es en función de esta injusticia que podemos vivir un modo de ser más evangélico8: el de hacernos pobres con los pobres, no para ser parte de los predilectos, sino porque antes Dios nos ha con-movido (movido con ellos, hacia ellos) con su amor y nos ha hecho com-padecernos (querer padecer con) del sufrimiento del pobre; "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo".(Mt 25,40). Se trata de arriesgarnos a vivir la vida de Dios reflejada en la vida de Jesús que fue humilde, sencillo, desprendido, abierto a todos para dar y recibir. Este modo de ser evangélico implica una ascesis que busca un uso moderado y sobrio de los bienes, para no buscar poseerlos sino com-partirlos con los demás, ya que no somos sus dueños. Concluyendo El pobre nos revela la miseria a la cual hemos sometido a nuestros semejantes por no hacer un buen uso de las capacidades que Dios nos ha regalado y por no hacer un buen uso de los recursos naturales que también Dios dispuso para que vivamos todos, y muy bien. El pobre nos enfrenta por un lado, a lo peor de nosotros ya que su sufrimiento no me es ajeno, aún cuando quiera evadirlo. Y ese esconderme de él implica un pecado muy grande: el desprecio a quien fue creado a imagen y semejanza de Dios, igual a mí. En el fondo estoy alejándome de Dios mismo. Por otro lado el pobre nos enfrenta a la gran posibilidad de generar una revolución: primero la interior, ya que me llama a una profunda conversión a Dios, al sufrimiento del otro y a con-mover estructuras tan afirmadas en nosotros, por lo que es un trabajo muy difícil que implica coraje y perseverancia; y segundo una revolución exterior. Quien logra cambiar sus estructuras internas no puede dejar que las estructuras de poder sigan igual, se siente llamado a cambiar la lógica del mundo neoliberal por el mundo de Dios, y sobre todo, el Dios de Jesús de Nazaret. Este es el Dios en el que creemos: que se hizo pobre para dar ejemplo de como convivir con toda la creación. Descubrir esto no solo puede darle un sentido único y nuevo a la existencia sino que nos propone un camino de plena libertad, no solo del mundo sino de las pasiones que habitan en nosotros. Quien se deja contagiar por la vida del pobre comienza a experimentar una llamada a vivir la pobreza como un camino posible de realización. El Eros (deseo) como fuerza que nos arrastra a la unión con lo que deseamos, nos permite con-vivir con las cosas, desde un con-sentir con ellas (la creación en sí pero sobre todo los seres humanos). Esto se traduce en un sentimiento (pathos) de simpatía y empatía: el sentir con la realidad e identificarse con ella. Ya no existe el pobre o la pobreza fuera de mí, sino que soy capaz de hacerme pobre y vivir la pobreza identificándome con ella. Se dice que la precariedad está alcanzando la categoría de epidemia, y puede que sea verdad. Pero, bien mirado, sobrevivir nunca ha sido fácil. Se podría decir que, salvo contadas excepciones, la vida siempre representa una lucha titánica desde el nacimiento hasta la muerte. Nuestras vidas se parecen al que posiblemente sea el pez más valiente y obstinado de cuantos existan: el salmón. Él también nada sin descanso río arriba en aguas torrenciales con la finalidad de perpetuar el ciclo de la vida.
La vida siempre ha sido y será precaria, es decir, siempre será inestable, transitoria, frágil, inconstante, insegura… Sin embargo, a pesar de los avatares y penalidades de la misma, y a pesar de nuestro supuesto libre albedrío, el principal propósito de los humanos, como el del salmón, siempre es el mismo: perpetuar la especie. Dicen algunos que todo recién nacido viene con un pan bajo el brazo, como signo de suerte, fortuna y felicidad. Sin embargo, otros dirán que un niño al nacer llega con un manojo de vicisitudes, mayormente adversas, bajo el brazo. Yo no sé quien tendrá razón, lo único que sé es que todavía no he visto a ningún bebé que llegue al mundo de buen humor. Y si todos gritan y berrean desconsoladamente al arribar a este valle de suspiros, por algo será. La Iglesia católica viene utilizando un lenguaje religioso que cada vez resulta más incomprensible al hombre y la mujer del siglo XXI. Y no es sólo cuestión de lenguaje, sino de las ideas y representaciones que hay detrás del lenguaje, y que éste expresa... La Iglesia Católica arrastra representaciones a veces medievales, hoy día totalmente superadas por la modernidad, y sin cuya renovación, la Iglesia no tiene ningún futuro en el mundo moderno.
Hasta el siglo XVI, en todas las culturas del pasado, incluyendo el occidente cristiano y aún hoy en la gran mayoría de los cristianos, se tiene la idea de que este mundo nuestro depende absolutamente de otro mundo, al que se lo piensa y representa de acuerdo al modelo nuestro. Ese mundo de arriba, colocado sobre el nuestro, llamado por eso «sobrenatural». En esa representación, Dios, que está en el cielo, bajó de aquel otro mundo a nuestro planeta para volver al cielo después de su muerte y resurrección, dejando en la tierra a un vicario al que hizo partícipe de su poder total. Así que todo lo de este mundo «natural» está controlado y condicionado por el otro mundo: «sobrenatural». A este universo mental se le llama «heterónomo», porque nuestro mundo es completamente dependiente del otro. Sin embargo, la existencia de aquel otro mundo es un axioma, un postulado que es tan imposible de probar como de contradecir. Así la humanidad ha pensado de forma heterónoma durante milenios. Jesús mismo y los apóstoles y profetas, sobre los que se funda el credo cristiano, han pensado en forma heterónoma, como no podía ser de otro modo en su contexto cultural y religioso. Y así ha seguido en la Iglesia Católica... al menos hasta la modernidad, e incluso hoy mismo en muchas mentalidades religiosas conformistas. En el siglo XVI empieza a agrietarse ese universo, con el avance de las ciencias y el humanismo. En la medida que la ciencia va dando respuestas a cuestiones que antes se explicaban recurriendo a «poderes sobrenaturales» y ahora se explican con la ciencia y la autonomía humana, va dejando de tener sentido ese recurso a lo sobrenatural. La Ilustración abrió ese camino, al que la rígida institución eclesiástica se cerraba. La jerarquía de la iglesia negó la autonomía del cosmos que se hacía evidente a los ojos del espíritu moderno. Lo que antes se atribuía a intervenciones divinas eran sólo fenómenos intramundanos. Pero la Iglesia se aferraba a lo que sustentaba su poder. No aceptaba traducir la doctrina de la fe al lenguaje de la modernidad. Heteronomía – Autonomía – Teonomía La «heteronomia» no es sólo creer la existencia de un mundo sobrenatural. Es también tener en cuenta que «otro» (hetero) te impone su ley (nomía), sus leyes. Siempre serás un sometido, un menor de edad. La «autonomía» es aceptar que tú eres responsable de lo que haces (tú eres tu propia ley), es aceptar la propia madurez y responsabilidad. . «Entre los adultos no hay obediencia, hay consentimiento» (Larrauri) ¿Es posible traducir la experiencia creyente al lenguaje de la modernidad? ¿Hay todavía lugar para Dios en este pensamiento? La autonomia, lejos de conducir a la muerte de Dios, lleva irrecusablemente a la muerte de aquel insuficiente «Dios-en-el-cielo», pues era ésta una representación humana del Dios que se revela en Jesús. Esa representación, a menudo demasiado humana («antropomórfica»), en todo caso se vuelve inútil para la modernidad. Esta reconciliación entre la autonomía del ser humano y la fe en Dios, ha recibido el nombre de «teonomía». Quien piensa en términos teonómicos, confiesa a Dios como la más profunda esencia de todas las cosas y por ello también como la ley interna del cosmos y la humanidad. En el pensamiento teónomo sólo hay un mundo, el nuestro. Pero éste es santo, porque es la auto-revelación de aquel misterio santo que significamos con la palabra Dios. Él es el núcleo creador más profundo de aquel proceso cósmico. Dios no está nunca afuera, sino que ha estado siempre al centro. La internalización absoluta de la manera heterónoma de pensar a lo largo de toda la historia de la iglesia, trae como consecuencia que su reemplazo por una forma teónoma sea muy difícil... Es inevitable el derrumbe, porque ya no hay nada absoluto. Todo lo que pensamos sobre «Dios» o lo que se refiere a él, proviene de nuestro pensamiento, y se halla en una evolución constante. Las formulaciones son verdaderas o buenas sólo hasta cierto grado, y son por tanto relativas. Correcto o incorrecto son conceptos relativos, también aplicados a los artículos de fe: Las formulaciones del catecismo o del credo hay que cuestionarlas desde esos esquemas. Revisión y reformulación del lenguaje religioso. Algunas pistas para una tarea pendiente de hacer: revisar el lenguaje habitual y buscar nuevas formas de expresar asequiblemente lo que se quiere decir. Por ejemplo: 1.- Dios Creador, no en seis días, de una vez por todas. Ni es el todopoderoso responsable de todo los males que existen y han existido en el mundo. Ni el ser humano es dueño y dominador de la creación. Dios genera el misterio de la vida evolutivamente, es energía creadora. El ser humano es cocreador, está llamado a colaborar en la evolución con respeto. 2.- El Dios de Jesús no es el Ser Supremo alejado, Juez y Señor de los Ejércitos, terrible y castigador. Jesús nos lo muestra como Padre-madre bondadoso, que nos quiere, desea que seamos felices, y lo que nos pide es que trabajemos por hacer felices a los otros. Dios trasciende nuestro entendimiento. Los cristianos creemos en el Dios que con su mensaje y su vida nos mostró Jesús de Nazaret. 3.- Jesús de Nazaret no fue un taumaturgo milagrero, ni un Dios Sobrenatural. Es un ser humano cabal. Es la humanización de Dios, amor liberador. Es un profeta del amor de Dios y de la liberación de la humanidad y de toda la creación. 4.- Su mensaje, la Buena Noticia del Reino de Dios no es para otro mundo, sino clave de humanización, de liberación y de felicidad para todo ser humano y para toda la humanidad. 5.- María no es Virgen Santísima Madre de Dios. Es la madre de Jesús, una sencilla mujer del pueblo, fiel seguidora de Jesús y su mensaje. 6.- La muerte de Jesús en la cruz no es el sacrificio querido por Dios para salvarnos del pecado original y redimirnos. No es un sacrificio ofrecido a Dios por nuestros pecados. Fue un asesinato de las autoridades religiosas y romanas, acusándole de blasfemo y subversivo porque su mensaje cuestionaba la Religión, la religión en la que había sido educado y que hoy se ha vuelto a hacer una realidad con creces. 7.- La Resurrección de Jesús no es la reanimación de un cadáver, sino la experiencia de que Jesús vive y que su causa sigue viva refrendada por Dios. «lo de Jesús sigue adelante» 8.- La Iglesia no es una Institución vertical y patriarcal, con la cúspide de un poder absoluto sacralizado. Es la comunidad de Jesús, el Pueblo de Dios, comunidad de comunidades igualitarias, fraternas y al servicio del Reino de Dios desde los pobres. 9.- La espiritualidad cristiana no es una religiosidad evasión a lo sobrenatural, ni intimista desligada de la realidad. Es el estilo y talante de creyentes en Jesús de Nazaret, a quienes anima su espíritu de libertad, de esperanza, de alegría y amor. Espiritualidad laica y no dualista centrada en la vida y en su misterio de amor. Lo que mide nuestra religiosidad no son actos religiosos, ni el cumplimiento de normas de la Iglesia, ni nuestras creencias en dogmas y verdades que enseña la Iglesia, sino nuestro comportamiento con los otros. "Lo que hacéis con vuestro prójimo conmigo lo hacéis". 11.- Los sacramentos nos son ritos mágicos que valgan automáticamente (ex opere operato), no son ritos anquilosados en lenguajes extraños. No son ritos clericales ni individuales. Son celebraciones comunitarias de la vida, festivas, animadas y animadoras. Son experiencias simbólicas de vivencias profundas de momentos importantes de la vida. Con lenguaje simbólico, creativo y creador de vida y de significado. 12.- La Eucaristía no es la Misa que «se dice» y «se oye». No es el sacrificio de Jesús que se ofrece a Dios. No es canibalismo litúrgico fuera de nuestra cultura y simbología. Es la celebración comunitaria de una comida simbólica, memorial de la última cena de Jesús y de su presencia entre nosotros. Es un símbolo del banquete del Reino para toda la humanidad con preferencia de los últimos. 13.- La mujer en la Iglesia no es persona sumisa al varón y al clérigo, ni la persona sexualmente peligrosa o que se redime con la maternidad. La mujer es una persona igual al varón, hermana en la comunidad de iguales, que aporta sus capacidades femeninas complementarias con las masculinas en plan de igualdad. 14.- El diálogo interreligioso e intercultural es la actitud del cristianismo, no como única religión verdadera fuera de la cual no hay salvación. Todas las religiones pueden ser camino de encuentro con Dios y de humanización, salvación y liberación. El pluralismo religioso y la diversidad cultural son riquezas que complementan y no excluyen. 15.- Ciencia y fe no son realidades contradictorias. Son dos instancias humanas complementarias que deben escucharse y enriquecerse mutuamente. 16.- La Biblia no es «Palabra de Dios» literal y absoluta (aplicada a algunas expresiones sería un disparate). Es «palabra humana que nos habla de Dios» en cuanto Dios se revela y «habla» de muchas formas, pero metafóricamente, no literalmente. Revisar el lenguaje sexista Además de esos matices más religiosos, es evidente que el lenguaje religioso, eclesiástico y litúrgico pecan tanto o más que otros en ser lenguajes sexistas, machistas, patriarcales. Es obvio que casi toda la Biblia ha sido escrita por hombres, y luego casi toda la teología de la historia de la Iglesia (salvo contadas excepciones que a su vez han sido ignoradas o marginadas en muchos casos); y no digamos ya del Magisterio de la Iglesia, el Derecho Canónico, el Catecismo y todos los escritos eclesiásticos, incluyendo encíclicas papales y textos litúrgicos. Tal vez son estos los que más afectan directamente en el uso diario o frecuente de fórmulas ya estereotipadas, asumidas casi inconscientemente y repetidas mecánicamente sin ponerse a cuestionar por qué son así. No es sólo la denominación de Dios en masculino, como Padre, sino patriarcalmente como Señor, olvidando el «rostro materno de Dios», y siendo conscientes a la vez de que todo nuestro lenguaje sobre Dios es metafórico, inadecuado y balbuciente, de intentar expresar algo que nos sobrepasa. Es también la generalización del masculino, la alusión al «hombre» sin nombrar a la mujer, o la generalización de hijos, hermanos, los fieles, etc. El Pueblo de Dios, o la Comunidad de creyentes, o la Asamblea reunida son más inclusivas, pero hay que tener la deferencia de expresar la diversidad. En la liturgia se nombra al Papa, al Obispo, los sacerdotes que cuidan de tu pueblo..., pero marcando siempre esa escala vertical y jerárquica de la Iglesia, y dejando de lado la dimensión más horizontal de la igualdad, de la fraternidad, de la diversidad... Y lo que no se quiere, ni se nombra, como la diversidad de orientación sexual, o la disidencia con la doctrina o disciplina oficial. Hace falta un lenguaje más inclusivo Lo hace falta en toda la sociedad, pero más aún debería ser en una comunidad que se proclama de iguales, de hijos e hijas del Dios que no hace acepción de personas. Asimismo el lenguaje denota muchas veces el eurocentrismo de la Iglesia Católica, no sabiendo adaptarse a otras lenguas y culturas. Y más aún el olvido de los pobres en el lenguaje, generalizando como si no existieran, como si todo el mundo fuera igual, como gente acomodada, o a lo sumo acordándose de ellos caritativamente para pedir por ellos, sin más. Para comprender mejor el texto, quizás sea útil alguna puntualización previa acerca de este capítulo tercero del evangelio de Juan.
Lo primero que hay que señalar es que, desde un punto de vista literario, este capítulo es un auténtico rompecabezas. El lector aprecia saltos de la primera persona del plural (“nosotros”) a la tercera del singular, así como repeticiones y añadidos forzados que, en conjunto, constituyen una especie de galimatías, en una monotonía de temas reiterados, que se yuxtaponen sin llegar a alcanzar un conjunto bien trabado. Todo ello indica algo evidente: este texto no es producto de una redacción momentánea, ni es obra de un único autor. Durante un tiempo prolongado, se han ido añadiendo reflexiones que surgían en medio de la comunidad, y que algún nuevo glosador yuxtaponía al texto original. Estas anotaciones tienen que servir al lector para que no intente acercarse a este capítulo como si se tratara de algo bien elaborado, en torno a un tema o hilo conductor claramente definido. Tendrá que verlo, más bien, como una serie de reflexiones simplemente yuxtapuestas, provenientes de momentos diferentes de la vida de la comunidad. En segundo lugar, todo este capítulo expresa el diálogo de las comunidades joánicas con el judaísmo, representado en la figura de Nicodemo. Este aparece como un hombre honesto y buscador, que va al encuentro de Jesús. Por eso, es precisamente a Nicodemo (al judaísmo) a quien se le va a insistir en la necesidad de “nacer de nuevo”, tema que constituye el eje vertebrador de todo ese capítulo. En el texto que leemos hoy, aparece la imagen de Moisés levantando la serpiente en el desierto. Para el pueblo judío, la imagen de la serpiente recordaba, a la vez, las quejas del pueblo y la misericordia de Yhwh. Tal como se narra en el Libro de los Números (21,4-9), ante la dureza de la marcha a través del desierto, el pueblo empezó a murmurar contra Moisés y contra Yhwh, que envió serpientes venenosas cuya mordedura les provocaba la muerte. Tras el arrepentimiento y la intercesión de Moisés, este recibió el encargo de colocar una serpiente de bronce sobre un asta: bastaba mirarla, para quedar curado del veneno mortal. Cuando este texto se lee de una manera literalista –propia de una consciencia mítica-, se concluye fácilmente en una idea mágica de la salvación. De hecho, esto fue lo que ocurrió en la historia del cristianismo: la idea de la expiación marcaría dolorosamente la consciencia colectiva cristiana durante más de un milenio. Pero esa es solo una lectura, hecha desde un determinado nivel de consciencia. Así como el pueblo judío pudo creer que bastaba mirar a una serpiente de bronce para quedar curado de la mordedura venenosa, de un modo similar, durante siglos, muchos cristianos pensaron que la salvación venía producida por la muerte de Jesús en la cruz. Quiero insistir en el hecho de que, mientras alguien se halla en ese nivel de consciencia, tal lectura es asumida sin dificultad. Lo cual no quiere decir que no contenga consecuencias sumamente peligrosas, entre las que habría que apuntar las siguientes: · imagen de un dios ofendido y vengativo hasta el extremo; · idea de un intervencionismo divino, arbitrario y desde "fuera"; · idea de una pecaminosidad universal, previa incluso a cualquier decisión personal (creencia en el "pecado original"); · instauración de un sentimiento de culpabilidad, hasta alcanzar límites patológicos; · creencia en una salvación "mágica", producida desde el exterior. Sin embargo, es posible otra lectura que, reconociendo el carácter “situado” y, por tanto, inevitablemente relativo de los textos sagrados, accede a un nivel de mayor comprensión y libera al creyente de tener que seguir aferrado a un pensamiento mágico o mítico que, por la propia evolución de la consciencia le resulta ya, no solo insostenible, sino perjudicial. Desde esta nueva lectura, el cristiano sigue fijando su mirada en Jesús, y en Jesús crucificado. Pero ya no es una mirada infantil ni infantilizante. Ahora ve en Jesús y en su destino –provocado por la injusticia de la autoridad de turno- lo que es el paradigma de una vida completamente realizada: fiel y entregada hasta el final. Por ese motivo, el hecho de “mirar la cruz” empieza a ser ya salvador: nos hace descubrir en qué consiste ser persona. Pero no se trata solo de una mirada “externa”, que podría desembocar, en el mejor de los casos, en una conducta imitativa, que no dejaría de ser alienante. Desde una consciencia transpersonal y desde el modelo no-dual de conocer, la lectura se ve enriquecida hasta el extremo. Al ver a Jesús, nos estamos viendo a nosotros mismos. Desde esta nueva perspectiva, Jesús no es un “mago” que nos salvara desde fuera; tampoco es un “ser celestial separado” diferente de nosotros. Es lo que somos todos…, aunque sigamos sin atrevernos a reconocerlo. El evangelio de hoy es continuación del que leíamos el domingo pasado. Allí se daba por supuesto el perdón. Hoy es el tema principal. Mateo sigue con la instrucción sobre cómo comportarse con los hermanos dentro de la comunidad. Sin perdón mutuo sería imposible cualquier clase de comunidad. El perdón es la más alta manifestación del amor y está en conexión directa con el amor al enemigo. Entre los seres humanos es impensable un verdadero amor que no lleve implícito el perdón. Dejaríamos de ser humanos si pudiéramos eliminar la posibilidad de fallar y el fallo real.
La frase "setenta veces siete", no podemos entenderla literalmente; como si dijera que hay que perdonar 490 veces. Quiere decir que hay que perdonar siempre. El perdón tiene que ser, no un acto, sino una actitud, que se mantiene durante toda la vida y ante cualquier ofensa. Los rabinos más generosos del tiempo de Jesús, hablaban de perdonar las ofensas hasta cuatro veces. Pedro se siente mucho más generoso y añade otras tres. Siete era ya un número que indicaba plenitud, pero Jesús quiere dejar muy claro que no es suficiente, porque todavía supone que se lleva cuenta de las ofensas. La parábola de los dos deudores no necesita explicación. El punto de inflexión está en la desorbitada diferencia de la deuda de uno y otro. El señor es capaz de perdonar una inmensa deuda. El empleado es incapaz de perdonar una minucia. Al final del texto, encontramos un rabotazo del AT: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo”. Jesús nunca pudo dar a entender que un Dios vengativo puede castigar de esa manera, o negarse a perdonar hasta que cumplamos unos requisitos. En el evangelio encontramos con mucha frecuencia esa incapacidad de aceptar el Dios de Jesús, que es sobre todo Padre. También nosotros nos encontramos mucho más a gusto con el Dios del AT. Ese Dios que premia y castiga nos permite a nosotros hacer lo mismo con los demás. Esta es la razón por la que nos sentimos tan identificados con Él. Seguimos sin aceptar el Dios que es amor y perdona siempre, porque nos descoloca. El perdón sólo puede nacer de un verdadero amor. No es fácil perdonar, como no es fácil amar. Va en contra de todos los instintos. Va en contra de lo razonable. Desde nuestra conciencia de individuos aislados en nuestro ego, es imposible entender el perdón del evangelio. El ego necesita enfrentarse al otro para sobrevivir y potenciarse. Desde esa conciencia, el perdón se convierte en un factor de afianzamiento del ego. Perdono (la vida) al otro porque así dejo clara mi superioridad moral. Expresión de este perdón es la famosa frase: “perdono pero no olvido” que es la práctica común en nuestra sociedad. Para entrar en la dinámica del perdón, debemos tomar conciencia de nuestro verdadero ser y de la manera de ser de Dios. Experimentando la ÚNICA REALIDAD, descubriré que no hay nada que perdonar, porque no hay otro. Con un ejemplo podemos aproximarnos a la idea. Si tengo una infección en el dedo meñique del pie y me causa unos dolores inaguantables, ¿puedo echar la culpa al dedo de causarme dolor? El dedo forma parte de mí y no hay manera de considerarlo como un objeto agresor. Hago todo lo posible por curarlo porque es la única manera de ayudarme a mí mismo. Desde nuestro concepto de pecado como mala voluntad por parte del otro, es imposible que nos sintamos capaces de perdonar. El pecado no es fruto nunca de una mala voluntad, sino de una ignorancia. La voluntad no puede ser mala, porque no es movida por el mal. La voluntad solo puede ser atraída por el bien. La trampa está en que se trata del bien o el mal, que le presenta la inteligencia, que con demasiada frecuencia se equivoca y presenta a la voluntad como bueno lo que en realidad es malo. Sin esta aclaración, es imposible entrar en una auténtica dinámica del perdón. “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo”. Dios no tiene acciones, mucho menos puede tener reacciones. Dios es amor y por lo tanto es también perdón. No tiene que hacer ningún acto para perdonar; está siempre perdonando porque está identificado con cada uno de nosotros. Su amor es siempre perdón porque llega a nosotros sin merecerlo. Ese perdón de Dios es lo primero. Si lo aceptamos nos hará capaces de perdonar a los demás. Eso sí, la única manera de estar seguros de que lo hemos descubierto y aceptado, es que perdonamos. Por eso se puede decir, aunque de manera impropia, que Dios nos perdona en la medida que nosotros perdonamos. Es muy difícil armonizar el perdón con la justicia. Nuestra cultura cristiana tiene fallos garrafales. Se trata de un cristianismo troquelado por el racionalismo griego y encorsetado hasta la asfixia por el jurisdicismoromano. El cristianismo resultante, que es el nuestro, no se parece en nada a lo que vivió y enseñó Jesús. En nuestra sociedad se está acentuando cada vez más el sentimiento de Justicia, pero se trata de una justicia racional e inmisericorde, que la mayoría de las veces esconde nuestro afán de venganza. El razonamiento de que sin justicia los malos se adueñarían del mundo, no tiene sentido. Si un ser humano es machacado pero sigue amando, alcanzó su plenitud. Nuestro sentido de la justicia se la hemos aplicado al mismo Dios y lo hemos convertido en un monstruo que tiene que hacer morir a su propio Hijo para “justificar” su perdón. Es completamente descabellado pensar, que un verdadero amor está en contra de una verdadera justicia. Luchar por la justicia es conseguir que ningún ser humano haga daño a otro en ninguna circunstancia. La justicia no consiste en que una persona perjudicada, consiga perjudicar al agresor. Seguiremos utilizando la justicia para dañar al otro. Lo que decimos en el Padrenuestro, es un disparate. No es un defecto de traducción. En el AT está muy clara esta idea. En la primera lectura nos decía exactamente: "Del vengativo se vengará el Señor". "Perdona la ofensa de tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas". Cuando el mismo evangelista Mateo relata el Padrenuestro, la única petición que merece un comentario es ésta, para decir: "...Porque si perdonáis a vuestros hermanos, también vuestro Padre os perdonará; pero si no perdonáis, tampoco vuestro Padre os perdonará (Mt 6,14). ¿No sería más lógico pedir a Dios que nos perdone como solo Él sabe hacerlo, y aprendamos de Él nosotros a perdonar a los demás? Para descubrir por qué tenemos que seguir amando al que me ha hecho daño, tenemos que descubrir los motivos del verdadero amor a los demás. Si yo amo solamente a las personas que son amables no salgo de la dinámica del egoísmo. El amor verdadero tiene su justificación en la persona que ama, no en el objeto del amor y sus cualidades. El amor a los que son amables no es garantía ninguna del amor verdaderamente humano y cristiano. Si no perdonamos a todos y por todo, nuestro amor es cero, porque si perdonamos una ofensa y otra no, las razones de ese perdón no son genuinas. No solo el ofendido necesita perdonar para ser humano, También el que ofende necesita del perdón para recuperar su humanidad. La dinámica del perdón responde a la necesidad psicológica del ser humano de un marco de aceptación. Cuando el hombre se encuentra con sus fallos, necesita una certeza de que las posibilidades de rectificar siguen abiertas. A esto le llamamos perdón de Dios. Descubrir, después de un fallo grave, que Dios me sigue queriendo, me llevará a la recuperación, a superar la desintegración que lleva consigo un fallo grave. La mejor manera de convencerme de que Dios me ha perdonado, es descubrir que aquel a quien ofendí me ha perdonado. Meditación-contemplación Si vivo en la superficie de mi ser (ego) el perdón que nos pide Jesús, será imposible. Si descubro que el ofendido y el ofensor somos uno, no hay ofensor ni ofendido ni ofensa. …………… Solo desde esa profundidad desaparecerá la ofensa. No hay nada que perdonar ni nadie a quien perdonar. Cualquier otra solución no pasará de artificial e inútil. O se convierte en refuerzo de nuestro ego. …………… Descubrir lo que me identifica con Dios y con los demás, es el único camino de superación de toda tensión. La religión de toma y daca, es contraria al verdadero amor que es identificación. Argumentos para perdonar (1ª lectura)
La primera lectura está tomada del libro del Eclesiástico, que es el único de todo el Antiguo Testamento cuyo autor conocemos: Jesús ben Sira (siglo II a.C.). Un hombre culto y estudioso, que dedicó gran parte de su vida a reflexionar sobre la recta relación con Dios y con el prójimo. En su obra trata infinidad de temas, generalmente de forma concisa y proverbial, que no se presta a una lectura precipitada. Eso ocurre con la de hoy a propósito del rencor y el perdón. El punto de partida es desconcertante. La persona rencorosa y vengativa está generalmente convencida de llevar razón, de que su rencor y su odio están justificados. Ben Sira le obliga a olvidarse del enemigo y pensar en sí mismo: “Tú también eres pecador, te sientes pecador en muchos casos, y deseas que Dios te perdone”. Pero este perdón será imposible mientras no perdones la ofensa de tu prójimo, le guardes rencor, no tengas compasión de él. Porque «del vengativo se vengará el Señor». Si lo anterior no basta para superar el odio y el deseo de venganza, Ben Sira añade dos sugerencias: 1) piensa en el momento de la muerte; ¿te gustaría llegar a él lleno de rencor o con la alegría de haber perdonado? 2) recuerda los mandamientos y la alianza con el Señor, que animan a no enojarse con el prójimo y a perdonarle. [En lenguaje cristiano: piensa en la enseñanza y el ejemplo de Jesús, que mandó amar a los enemigos y murió perdonando a los que lo mataban.] Pedro y Lamec Lo que dice Ben Sira de forma densa se puede enseñar de forma amena, a través de una historieta. Es lo que hace el evangelio de Mateo en una parábola exclusiva suya (no se encuentra en Marcos ni Lucas). El relato empieza con una pregunta de Pedro. Jesús ha dicho a los discípulos lo que deben hacer «cuando un hermano peca» (domingo pasado). Pedro plantea la cuestión de forma más personal: «Si mi hermano peca contra mí», «si mi hermano me ofende». ¿Qué se hace en este caso? Un patriarca anterior al diluvio, Lamec, tenía muy clara la respuesta: «Por un cardenal mataré a un hombre, a un joven por una cicatriz. Si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete» (Génesis 4,23-24). Pedro sabe que Jesús no es como Lamec. Pero imagina que el perdón tiene un límite, no se puede exagerar. Por eso, dándoselas de generoso, pregunta: «¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?» Toma como modelo contrario a Caín: si él se vengó siete veces, yo perdono siete veces. Jesús le indica que debe tomar como modelo contrario a Lamec: si él se vengó setenta y siete veces, perdona tú setenta y siete veces. (La traducción litúrgica, que es la más habitual, dice «setenta veces siete»; pero el texto griego se puede traducir también por setenta y siete, como referencia a Lamec). En cualquier hipótesis, el sentido es claro: no existe límite para el perdón, siempre hay que perdonar. La parábola Para justificarlo propone la parábola de los dos deudores. La historia está muy bien construida, con tres escenas: la primera y tercera se desarrollan en la corte, en presencia del rey; la segunda, en la calle. 1ª escena (en la corte): el rey y un deudor. Se subraya: 1) La enormidad de la deuda; diez mil talentos equivaldrían a 60 millones de denarios, equivalente a 60 millones de jornales. 2) Las duras consecuencias para el deudor, al que venden con toda su familia y posesiones. 3) Su angustia y búsqueda de solución: ten paciencia. 4) La bondad del monarca, que, en vez de esperar con paciencia, le perdona toda la deuda. 2ª escena (en la calle): está construida en fuerte contraste con la anterior. 1) Los protagonistas son dos iguales, no un monarca y un súbdito. 2) La deuda, cien denarios, es ridícula en comparación con los 60 millones. 3) Mientras el rey se limita a exigir, el acreedor se comporta con extrema dureza: «agarrándolo, lo estrangulaba». 4) Cuando escucha la misma petición de paciencia que él ha hecho al rey, en vez de perdonar a su compañero lo mete en la cárcel. 3ª escena (en la corte): los compañeros, el rey y el primer deudor. 1) La conducta del deudor-acreedor escandaliza e indigna a sus compañeros, que lo denuncian al rey. Este detalle, que puede pasar desapercibido, es muy importante: a veces, cuando una persona se niega a perdonar, intentamos defenderla; sin embargo, sabiendo lo mucho que a esa persona le ha perdonado Dios, no es tan fácil justificar su postura. 2) La frase clave es: «¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Con esto Jesús no sólo ofrece una justificación teológica del perdón, sino también el camino que lo facilita. Si consideramos la ofensa ajena como algo que se produce exclusivamente entre otro y yo, siempre encontraré motivos para no perdonar. Pero si inserto esa ofensa en el contexto más amplio de mis relaciones con Dios, de todo lo que le debemos y Él nos ha perdonado, el perdón del prójimo brota como algo natural y espontáneo. Si ni siquiera así se produce el perdón, habrá que recordar las severas palabras finales de la parábola, muy interesantes porque indican también en qué consiste perdonar setenta y siete veces: en perdonar de corazón. La diferencia entre la 1ª lectura y el evangelio Ben Sira enfoca el perdón como un requisito esencial para ser perdonados por Dios. La parábola del evangelio nos recuerda lo mucho que Dios nos ha perdonado, que debe ser el motivo para perdonar a los demás. Abro el diccionario y veo que la palabra “atónito” es similar a estar estupefacto, quedar helado, quedar como piedra. Voy a otros idiomas y veo que en italiano es estar sbigotito y en inglés astonished. Así he quedado yo después de ver la lista de los participantes en el Sínodo de la Familia que ha publicado una Oficina del Vaticano.
Hay que precisar primeramente el campo de juego: se trata de analizar las respuestas a un cuestionario enviado a todos los obispos del mundo acerca del tema de matrimonio, familia y sociedad conyugal, acuerdos de vida en pareja, uniones gay, familias monoparentales, costumbres polígamas, madres solteras, pastoral de novios…y cien instancias o realidades más que se viven en el mundo de hoy. Para analizar, opinar, discutir, sintetizar esas respuestas, alguien hizo un listado de participantes en donde hay mayoría clerical de alta alcurnia y una minoría laical muy escogida entre “familias bien”, es decir, que viven en forma tradicional sus relaciones parentales. Desde luego, todas casadas “por las dos leyes”. La lista incluye a personajes como Sodano y otros cardenales que debieran llamarse mas bien carcamales (en el sentido correcto que le da la RAE al término). Es decir, ancianos y un tanto cascados. No sé si llega al 20% la representación laical. Falta la familia popular. Aquella que debe vivir su intimidad y tratar de formar a los hijos en casas diminutas, estrechas, en donde, además, existe hacinamiento. La familia popular que tiene que enfrentar la mala atención en salud, en locomoción, en educación escolar. La familia que debe convivir con un padre alcohólico, o algún hijo drogadicto. La familia del que no tiene trabajo. La familia en donde se da el drama de la violencia cuotidiana. La familia de los migrantes que tienen que armar tienda lejos de sus patrias en condiciones paupérrimas. Estoy cargando las tintas en el problema familiar de tanta gente. Sé que también existen las familias que no tienen tanta tragedia en sus vidas pero que tampoco logran una buena convivencia sana, positiva, de entendimiento mutuo, de respeto entre las generaciones. Hablo de la familia real de tantos pueblos. Familias que buscan un apoyo en sus iglesias y que tantas veces reciben un portazo porque no están casadas formalmente. En el Sínodo en vez de tanto clérigo anciano y solterón, debieran estar las parejas jóvenes que sueñan con un hogar, tenga o no tenga “estampilla” de las oficinas civiles o parroquiales. Debe estar la señora “Juanita”, la dueña de casa que es madre y padre de sus hijos; la pareja de “convivientes” que se ama por sobre todas las regulaciones éticas, la madre soltera, el padre obrero que debe ser esposo según los turnos que le toque en el trabajo. Si en el Sínodo se va a pensar en el tema familiar para el siglo XXI, debe haber participantes ubicados en el siglo XXI. Me temo que los monseñores y los laicos invitados que han sido seleccionados especialmente por no haber roto jamás esquema alguno, sigan viviendo todavía en el siglo XX. Y si me apuran mucho, algunos en el siglo XIX, en que la doctrina enseñaba que el matrimonio era solo para tener hijos de la manera más púdica posible. Si no la clamara, quizás se me escapara. Escribo para atraparla. Reflexiono sobre la virtud, no porque la posea, sino porque quiero anclarme en ella. La cortejo porque quiero hacerla más y más mía. Escribir es una forma de hacer propio lo que uno anhela.
El amor más allá de la emocionalidad, en su medida pasajera, se concreta en fidelidad. Andar por el mundo sin necesidad de búsquedas, ni de GPS, a sabiendas de que siempre estás en casa, siempre hay lumbre encendida, siempre hay un ser que te aguarda, un abrazo que te envuelve. Fidelidad son redes que siempre descansan, es sano disfrute de otra mirada sin inquietud alguna por arrojar las artes de pesca. Fidelidad es un pescador que no pesca, porque todas las noches alguien le canta en nombre de todas las olas. Fidelidad es la reafirmación del alma que ve mucho más allá de los intereses meramente egoístas de la personalidad. Donde el alma ve una bendición, la personalidad observa privaciones y sinsabores. Escribo sobre lo aparentemente caduco, porque desearía imbuirlo de nueva fuerza y visión. Olvidemos que la fidelidad era uno de los valores que pregonaba la “Sección femenina”, fidelidad es lo que amalgama a los seres, a los mundos, a los sistemas y galaxias. La fidelidad cotiza a la baja en la sociedad del "usar y tirar", pero es preciso apostar por la larga duración, pues es a largo plazo que se consolidan los lazos, se construyen los proyectos y los sueños, se levantan las utopías. Carencia de secretos, no es falta de intimidad, menos aún de libertad, es no temer que un sol, una mirada penetre en tus honduras, es disponibilidad de compartir, de afrontar y crecer juntos. Franqueza no es contarlo todo, sino falta de necesidad de ocultar algo. Hasta hace poco no era raro ver parejas que compartían un mismo móvil o una misma dirección de correo, incluso un mismo ordenador. Confieso que siempre envidié a esas parejas. He pensado mucho en ellas. No buscan, han encontrado. No exploran, se hallan ya en compañía de quien quieren. Con quien quieren saben que pueden construir, en quien quieren saben que pueden confiar. Duermen a pierna suelta, tras haber sido estampados por un beso en la mejilla. Pero ese beso no es siempre el mismo, ese ósculo es distinto en cada ocaso, va imbuido de un sello y energía diferente. Se renueva cada noche. Podemos y debemos desear nuevos besos, mas no nuevos labios. Otros labios hablen, canten o rían, pero los besos entre las sábanas siempre de los mismos labios. Escribo para ser merecedor siempre de esos labios… La fidelidad no es un rail de inercia, es una vida en común que se rehace a cada día. Cada jornada es una oportunidad de recrear la relación, de imbuirla de entrega y de vida, de renovar al fin y al cabo los votos. Observo el desasosiego contrario, leo esos anuncios de "spam" que te proporcionan mecanismos para espiar "el celular de tu pareja". Nos construimos nuestros propios infiernos y llegamos ingenuamente a pensar que la tecnología nos puede sacar de ellos. A falta de lealtad, las relaciones se deterioran, las estructuras se desvertebran, el ordenamiento se quiebra, el progreso se cuestiona. En este mundo al revés pareciera que lo "progre" apunta al desmelenamiento, al flirteo, sin embargo esas actitudes que desestabilizan todo son las que precisamente obstruyen el progreso. Si no hay compromiso no hay vida, no hay evolución, todo se detiene. No hay nada más conservador que la relación superficial, carente de responsabilidades. Lealtad no es apurar al extremo un relación sin futuro, sino apreciar que el/la otro/a también está creciendo y tiene sus puntos flacos, es saber que puede haber días nublados sin que todo se oscurezca. Obvia decir que fidelidad no tiene que ver con la persistencia de una relación claramente deteriorada. Con fidelidad nos estamos refiriendo a saber perdurar, crecer y multiplicar el amor por otra persona que mora, en una mayor o menor medida, en nuestro interior. A través de tantos argumentos, películas y ficciones se nos ha vendido el falso patrón del libertinaje y la infidelidad, de forma que no resulta fácil restablecer los valores superiores en la conciencia humana. Fidelidad es admirar y bendecir la belleza ajena, sin echar a volar ningún lazo; es agradecer lo hermoso que pasa a tu vera sin querer atraparlo. Saltar de flor en flor es el arte de las abejas, no del humano que busca perfeccionarse. Rendimos a la Creación en la medida que nos entregamos, nunca en la medida que vivimos por y para nosotros mismos. Los valores han estado demasiado tiempo, demasiado invertidos. Es preciso empezar de nuevo, de cero a construir una nueva civilización en la que prime la lealtad, la ley suprema del amor y la solidaridad universal. |
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