Al leer lo que escriben los críticos de la no-dualidad, tanto si provienen del ámbito filosófico, como del psicológico o del religioso (teológico), una y otra vez, vuelvo a la misma constatación: es imposible, desde el razonamiento, captar la no-dualidad, por el motivo simple de que la mente es dual. Cuando esta quiere acercarse a la no-dualidad, inevitablemente la deforma y, caricaturizándola, la despacha alegremente sin haberla siquiera comprendido en toda su hondura y sutileza.
En efecto y paradójicamente, el concepto de no-dualidad es –como todo concepto– dual, y constituye una creencia más, opuesta a otras que afirmarían lo contrario. De tal manera que es posible elaborar sesudos discursos sobre la no-dualidad –tanto para afirmarla como para combatirla–, sin saber qué es en realidad. Sin embargo, más allá de todo razonamiento, más allá incluso de la mente, la No-dualidad no conoce opuesto, porque es una con todo lo Real. Pero es fácil comprender que, a falta de una vivencia o comprensión experiencial, no se hable sino de un concepto y, dado que este choca con los propios, se lo ridiculice y descarte. De entrada, según estudios neuro-psicológicos recientes, en un mecanismo conocido como disonancia cognitiva, la mente siempre tiende a rechazar todo aquello que ponga en peligro sus creencias previas que, para ella, resultan absolutamente “obvias”. Piénsese en el geocentrismo: ¡era tan “evidente” que el sol giraba alrededor de la tierra –bastaba solo con mirar los amaneceres y atardeceres– que la alternativa era considerada como una teoría disparatada! Con razón escribió Arthur Schopenhauer que “toda verdad pasa por tres fases: primero es ridiculizada; luego, recibe una violenta oposición; finalmente, es aceptada como evidente”. Para acceder a la comprensión de la no-dualidad, se requiere, o bien haber vivido lo que habitualmente se llama un despertar espontáneo, o bien aprender a silenciar la mente para poder “ver” más allá de ella. De cara a silenciar la mente, pueden servir alguna de estas dos “puertas de entrada”. Pregúntate: “Antes de que ponga algún pensamiento, ¿qué hay?” Notarás que, previo a cualquier pensamiento o idea, lo que hay es pura atención, capacidad de “darse cuenta”, consciencia… Tal comprensión hace ver la inadecuación del principio cartesiano “Pienso, luego existo” –incuestionable para quienes se hallan, consciente o inconscientemente, instalados en la mente– y pone de relieve lo que, a mi modo de ver, constituye el error más grave de Occidente: la absolutización de la mente y, en el mismo movimiento, el olvido de la consciencia como realidad fundamental. En cuanto se reconoce, por experiencia directa, la consciencia, el postulado de Descartes bien podría reformularse de este modo: “Soy. Luego, pienso”. Somos consciencia y tenemos mente; esta es una herramienta preciosa, pero no define nuestra identidad. Hablaba de “puertas de entrada”. Aquí va otra: permite que tu mente divague por un tiempo. A continuación, pregúntate: “¿En qué he estado pensando?”. Y, en un paso más, vuelve a preguntarte: “¿Qué hay más allá de los pensamientos?”. Seguramente notarás que la respuesta solo es una: “Nada”. Pero esa “nada” solo es tal para la mente –que necesita “objetos” delimitables–; en realidad, esa Nada es Plenitud de atención o consciencia. Y es previa a cualquier movimiento mental. A partir de esta comprensión directa de la diferencia entre mente y consciencia, se abre el camino de acceso a la verdad. Un acceso vedado a la mente, que es incapaz de desenvolverse en el mundo de lo que no es objeto, pero que se manifiesta a quien es capaz de atender. Volveré sobre ello en la próxima entrada.
0 Comentarios
Hoy las tres lecturas y hasta el salmo van en la misma dirección: La salvación universal de Dios. El tema de la apertura a los gentiles fue de suma importancia para la primera comunidad. Muchos cristianos judíos pretendían mantener la pertenencia al judaísmo como la marca y seña de la nueva comunicad, conservando la fidelidad a la Ley. Esta postura originó no pocas discusiones entre los discípulos y no se vio nada claro hasta pasado casi un siglo de la muerte de Jesús. Por eso es tan importante este relato.
Mateo relata este episodio inmediatamente después de una violenta discusión de Jesús con los fariseos y letrados, acerca de los alimentos puros e impuros. Seguramente la retirada a territorio pagano está motivada por esa oposición. Jesús viendo el cariz que toman los acontecimientos prefiere apartarse un tiempo de los lugares donde le estaban vigilando. El relato pretende romper con los esquemas estereotipados que algunos cristianos pretendían mantener: Judío=creyente y extranjero=pagano y ateo. El evangelista no pretende satisfacer nuestra curiosidad sobre un acontecimiento más bien anodino. Quiere dejar claro, que si una persona tiene fe en Jesús, no se puede impedir su pertenencia a la comunidad aunque sea “pagana”. Es un relato magistral que plantea el problema desde las dos perspectivas posibles. En él se quiere insistir tanto en la actitud abierta de los cristianos como en la necesidad de que lo paganos vinieran unas disposiciones adecuadas de reconocimiento y humildad. Los perros son considerados impuros en muchas culturas. La idea que nosotros tenemos de hiena, es lo que más se aproxima a la idea de perro inmundo. Pero hay gran diferencia entre los perros salvajes y los de compañía que son considerados como familia. A esta diferencia se aferra la mujer para salir airosa. Jesús no podía prescindir de los prejuicios que el pueblo judía arrastraba. Jesús tenía motivos para no hacer caso a la Cananea; pero nos encontramos con un Jesús dispuesto a aprender, incluso de una mujer pagana. En el AT hay chispazos que nos indican ya la apertura total por parte de Dios a todo aquel que le busca con sinceridad. La primera lectura nos lo confirma: "A los extranjeros que se han dado a Señor les traeré a mi monte santo". No cabe duda de que Jesús participa de la mentalidad general de su pueblo, que hoy podíamos calificar de racista, pero que, en tiempo de Moisés, fue la única manera de garantizar su supervivencia. Gracias a que para Jesús la religión no era una programación, fue capaz de responder vivencialmente ante situaciones nuevas. Su experiencia de Dios y las circunstancias le hicieron ver que solo puede uno estar con Dios si está con el hombre. Las enseñanzas de Jesús no son más que el intento de comunicarnos su experiencia personal de Dios. Pero para poder comunicar una experiencia, primero hay que vivirla. Jesús, como todo hombre, no tuvo más remedio que aprender de la experiencia. Jesús toma en serio a la mujer Cananea; no como los discípulos. El texto litúrgico quiere suavizar la expresión de los discípulos y dice ‘atiéndela’. Pero el “apoluson” griego significa también despedir, rechazar; exactamente lo contrario. La respuesta de Jesús: “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”, no va dirigida a los apóstoles, sino a la Cananea. La dureza de la respuesta no desanima a la mujer, sino todo lo contrario. Le hace ver que el atenderla a ella no va en contra de la atención que merecen los suyos. Por ser auténtico y sincero por ambas partes, el diálogo es fructífero. Jesús aprende y la cananea también aprende. Se produce el milagro del cambio en ambos. Lo que este relato resalta de Jesús, es su capacidad de reacción. A pesar de su actitud inicial, sabe cambiar en un instante y descubrir lo que en aquella mujer había de auténtica creyente. Jesús descubre que esa mujer, aparentemente ajena al entorno de Jesús, tiene más confianza en él que los más íntimos que le siguen desde hace tiempo. Jesús es capaz de cambiar su actitud porque la Cananea demuestra una sensibilidad mayor de la que muestra Jesús. De ella aprendió Jesús que debía superar sus prejuicios. Aprendió que hay que proteger ante todo a los débiles; una idea femenino-maternal. Le sorprendió la confianza absoluta que en él tenía la mujer; otro valor femenino. Lo que más maravilla en el relato es la capacidad de Jesús de aceptar, es decir, hacer suyos los valores femeninos que descubre en aquella mujer. Jesús descubre su "anima" y la integra. La mujer representa a todos los que sufren por el dolor de un ser querido. La profunda relación entre ambas impide delimitar donde empieza el problema de su hija. La madre es también parte del problema; de hecho le dice; socórreme. La enfermedad de la hija no es ajena a la actitud de la madre. Curar a la madre supone curar a la hija. La enfermedad de la hija nos hace pensar en problemas de relación materno-filial. Cuando la madre se encuentra a sí misma con la ayuda de Jesús, se soluciona el problema de la hija. Los cristianos hemos heredado del pueblo judío el sentimiento de pueblo elegido y privilegiado. Estamos tan seguros de que Dios es nuestro, que damos por sentado que el que quiera llegar a Dios tiene que contar con nosotros. Esta postura que nos empeñamos en mantener, es tan absurda y está tan en contra del evangelio de Jesús, que me parece hasta ridículo tener que desmontarlo. Todos los seres humanos son iguales para Él. Juzgar y condenar en nombre de Dios, a todo el que no pensaba o actuaba como nosotros, ha sido una práctica constante en nuestra religión a través de sus dos mil años de existencia. Va siendo hora de que admitamos los tremendos errores cometidos por actuar de esa manera. Debemos reconocer, que Dios nos ama a todos, no por lo que somos, sino por lo que Él es. Esta simple verdad bastaría para desmantelar todas nuestras pretensiones de superioridad y como consecuencia, todo atisbo de intolerancia y rechazo. El texto nos enseña que ser cristiano es acercarse al otro, superando cualquier diferencia de edad, de sexo, cultura o religión. El prójimo es siempre el que me necesita. Los cristianos no hemos tenido, ni tenemos esto nada claro. Nos sigue costando demasiado aceptar a “otro”, y dejarle seguir siendo diferente; sobre todo al que es “otro” por su religión. Tenemos que aprender del relato, que el que me necesita es el débil, el que no tiene derechos, el que se ve excluido. También en este punto está la lección sin aprender. Debemos aceptar, como la Cananea, que muchas de las carencias de los demás, se deben a nuestra falta de compromiso con ellos. Sobre todo en el ambiente familiar, una relación inadecuada entre padres e hijos es la causa de las tensiones y rechazo del otro. Muchas veces, la culpa de lo que son los hijos la tienen los padres por no ponerse en su lugar e intentar comprender sus puntos de vista. El acoger al otro con cariño y comprensión podía evitar muchísimas situaciones que pueden llegar a ser crónicas y por lo tanto enfermizas. Meditación-contemplación La Cananea tiene una confianza ilimitada en Jesús. Esa confianza no se fundamenta en lo que yo soy, sino en lo que Dios es en mí y para todos los seres humanos sin excepción. Mi relación con un dios abstracto será siempre ilusoria. El verdadero Dios está en mí y está en el otro. A Jesús nadie era capaz de callarlo. Ni los sabihondos escribas, ni los piadosos fariseos, por no hablar de sacerdotes y políticos. La única persona que lo calló fue una mujer. Y encima, pagana.
El Mesías antipático y la pagana insistente Para entender la versión que ofrece Mateo de este episodio hay que conocer la de Marcos, que le sirve como punto de partida. Marcos cuenta una escena más sencilla. Jesús llega al territorio de Tiro, entra en una casa y se queda en ella. Una mujer que tiene a su hija enferma acude a Jesús, se postra ante él y le pide que la cure. Jesús le responde que no está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos. Ella le dice que tiene razón, pero que también los perritos comen de las migajas de los niños. Y Jesús: «Por eso que has dicho, ve, que el demonio ha salido de tu hija». Mateo describe una escena más dramática cambiando el escenario y añadiendo detalles nuevos, todos los que aparece en cursiva y negrita en el texto siguiente. «En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: ― Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo. Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: ― Atiéndela, que viene detrás gritando. Él les contestó: ― Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: ― Señor, socórreme. Él le contestó: ― No está bien echar a los perros el pan de los hijos. Pero ella repuso: ― Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos. Jesús le respondió: ― Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija. Los cambios que introduce Mateo
1) A Jesús lo presenta de forma antipática: no responde una palabra a pesar de que la mujer va gritando detrás de él; parece un nacionalista furibundo al que le traen sin cuidado los paganos; es capaz de avergonzar a sus mismos discípulos. 2) En la mujer, acentúa su angustia y su constancia. Ella no se limita a exponer su caso (como en Marcos), sino que intenta conmover a Jesús con su sufrimiento: «Ten compasión de mí, Señor», «Señor, socórreme». Y lo hace de manera insistente, obstinada, llegando a cerrarle el paso a Jesús, forzándolo a detenerse y a escucharla. Ni obstinación ni sabiduría, fe Jesús podría haberle dicho: «¡Qué pesada eres! Vete ya, y que se cure tu hija». O también: «¡Qué lista eres!» Pero lo que alaba en la mujer no es su obstinación, ni su inteligencia, sino su fe. «¡Qué grande es tu fe!». Poco antes, a Pedro, cuando comienza a hundirse en el lago, le ha dicho que tiene poca fe. Más adelante dirá lo mismo al resto de los discípulos. En cambio, la pagana tiene gran fe. Y esto trae a la memoria otro pagano del que ha hablado antes Mateo: el centurión de Cafarnaúm, con una fe tan grande que también admira a Jesús. Con algunas mujeres no puede ni Dios El episodio de la cananea recuerda otro aparentemente muy distinto: las bodas de Caná. También allí encontramos a un Jesús antipático, que responde a su madre de mala manera cuando le pide un milagro (las palabras que le dirige siempre se usan en la Biblia en contexto de reproche), y que busca argumentos teológicos para no hacer nada: «Todavía no ha llegado mi hora». Sólo le interesa respetar el plan de Dios, no hacer nada antes de que él se lo ordene o lo permita. En el caso de la cananea, Jesús también se refugia en la voluntad y el plan de Dios: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Yo no puedo hacer algo distinto de lo que me han mandado. Sin embargo, ni a María ni a la cananea le convence este recurso al plan de Dios. En ambos casos, el plan de Dios se contrapone a algo beneficioso para el hombre, bien sea algo importante, como la salud de la hija, o aparentemente secundario, como la falta de vino. Ellas están convencidas de que el verdadero plan de Dios es el bien del ser humano, y las dos, cada una a su manera, consiguen de Jesús lo que pretenden. Gracias a este conocimiento del plan de Dios a nivel profundo, no superficial, Isabel alaba a María «porque creíste» y Jesús a la cananea «por tu gran fe». En realidad, el título de este apartado se presta a error. Sería más correcto: «Dios, a través de algunas mujeres, deja clara cuál es su voluntad». Pero resulta menos llamativo. «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Con estas palabras pretende justificar Jesús su actitud con la cananea. Si los discípulos hubieran sido tan listos como la mujer, podrían haber puesto a Jesús en un apuro. Bastaba hacerle dos preguntas: 1) «Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué nos has traído hasta Tiro y Sidón, que llevamos ya un montón de días hartos de subir y bajar cuestas?» 2) «Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué curaste al hijo del centurión de Cafarnaúm, y encima lo pusiste como modelo diciendo que no habías encontrado en ningún israelita tanta fe?» Como los discípulos no preguntaron, no sabemos lo que habría respondido Jesús. Pero en el evangelio de Mateo queda claro desde el comienzo que Jesús ha sido enviado a todos, judíos y paganos. Por eso, los primeros que van a adorarlo de niño son los magos de Oriente, que anticipan al centurión de Cafarnaúm, a la cananea, y a todos nosotros. Primera lectura y evangelio La primera lectura ofrece un punto de contacto con el evangelio (por su aceptación de los paganos), pero también una notable diferencia. En ella se habla de los paganos que se entregan al Señor para servirlo, observando el sábado y la alianza. Como premio, podrán ofrecer en el templo sus holocaustos y sacrificios y serán acogidos en esa casa de oración. La cananea no observa el sábado ni la alianza, no piensa ofrecer un novillo ni un cordero en acción de gracias. Experimenta la fe en Jesús de forma misteriosa, pero con una intensidad mayor que la que pueden expresar todas las acciones cultuales. Desde hace tiempo vengo conversando con mi amigo García Mauriño sobre religión y laicidad, y reconozco que ha ido convenciéndome de que Jesús era un laico (en sentido restringido de no clérigo) con un proyecto laico de Reino de Dios (laico en sentido amplio de fraternidad compartida independiente de si se profesa o no una religión).
¿Laicidad para todos? Muchos lectores de Atrio -y en general la cultura europea- venimos de una hipertrofia oprimente de la religión, y el péndulo tiende hacia el otro extremo, hacia la laicidad que recela de cualquier mención de algo trascendente (o incluso hacia un laicismo combatiente). Algunos dicen que la cultura occidental está adoptando un paradigma posreligioso. Creo que esta hipertrofia religiosa ocurría en tiempos de Jesús y fue determinante en su proyecto de Reino de Dios. Hablo de Jesús porque para muchos de nosotros es el referente principal, aunque somos conscientes de que, como todo ser humano, actuó en los límites de su cultura. Su sensibilidad mística pudo intuir, como otros místicos anteriores y posteriores, lo más profundo del ser humano, aunque al expresarlo y concretarlo tuvo que hacerlo con los conceptos y prácticas conocidas por su pueblo. Un dato, quizás determinante, es que, según muchos exégetas, se equivocó al esperar la implantación del reino de Dios en su misma generación. ¿Cuál fue su actitud ante la religión? Jesús impulsó un movimiento pero no fundó una religión; ni practicó totalmente ni rechazó la suya, pero mantuvo y profundizó su espiritualidad. La experiencia fundamental de Jesús fue sentir a Dios como Padre, la difundió entre sus discípulos pero no se la impuso a quienes acudían a él. Respetó la religiosidad del archisinagogo Jairo, y valoró la generosidad de la viuda que entregaba su último centavo para el servicio del fastuoso Templo. En cuanto a la religión de los pueblos vecinos, no rechazó -ni pretendió cambiar- la religión de la mujer canea que aceptaba las migajas del Dios judío, ni la del endemoniado geraseno, ni la del centurión romano, que vigilaba al pueblo invadido. ¿Cuál fue su actitud ante la religión? Veremos que a los mismos discípulos no les quedó muy claro. Galilea versus Jerusalén El evangelio de Marcos termina con la consigna de volver a Galilea (Mc 16,7), donde los discípulos encontrarían a Jesús resucitado. El evangelio de Lucas, que conoce y sigue bastante de cerca el texto de Marcos, termina con la consigna contraria, permanecer en Jerusalén donde recibirían la promesa del Padre (Lc 24,49; Hechos 1,4.8). Y no se trata de mera localización geográfica; se trata de la ruptura o de la conexión con la religión judía. Como ya he comentado en alguna ocasión, Marcos se muestra radical con la religión y con el Templo interpretando la maldición de la higuera como rechazo del Templo (Mc 11,12-21). Lucas, en cambio, se muestra frecuentemente conciliador, separa y suaviza la maldición de la higuera (Lc 13,6-9), y escenifica el concilio de Jerusalén (Hechos 15,1-35) para conciliar a Pablo con Pedro y Santiago. Creo que estas dos posiciones de ruptura o conciliación son constantes en las decisiones sociales. En España tenemos el ejemplo actual de Pablo Iglesias y de Íñigo Errejón, de Pedro Sánchez y Susana Díaz. Los historiadores y los sociólogos nos dirán qué ha ocurrido en tantas situaciones semejantes; por mi parte creo que la decisión mejor dependerá de la situación concreta, de las condiciones objetivas de la sociedad, y del talante de los líderes que la gobiernan. Conclusiones (por ahora) Suele citarse el “como si Dios no existiera” de Bonhöffer como la mejor síntesis de la actitud cristiana en nuestro mundo occidental. Creo que la frase completa es más compleja, pero define mejor la actitud cristiana: “ante Dios y con Dios, vivir como si Dios no existiera”. No es necesario mencionar la palabra Dios, u otras semejantes, para tener en cuenta lo que nuestra cultura conoce como Dios. Son muchos los que encuentran lo trascendente en su compasión, en su solidaridad, en su conciencia ética, en la belleza, en la armonía... Creo que esto le bastaba a Jesús. Sea o no necesario expresar esa percepción de trascendencia en términos religiosos, parece que en general los pueblos tienden a socializar sus sentimientos y creencias mediante explicaciones, normas comunes, y protocolos festivos (doctrinas, preceptos, ritos); es decir, en una especie de religiones laicas (bodas, entierros, y hasta bautizos laicos). Incluso los heterodoxos o los disconconformes formamos este tipo de grupos. Algunos han visto el capitalismo como la “religión del dios dinero” que tiene su “templo” en los Bancos, sus “principios económicos” y sus liturgias comerciales en navidad o en los días del padre o de la madre. Los conceptos de Dios, espiritualidad, religión, ideología, laicidad... son muy ambiguos, porque son conceptos abstractos, generalizaciones de experiencias que han ido cristalizando -pero también evolucionando- durante siglos, que no responden bien a las experiencias actuales, y menos aún a las experiencias personales. La religión no es necesaria para lo que llamamos “salvarse” o “plenitud humana”, pero tampoco son necesarios el arte o la música, y sin embargo todos los pueblos los crean porque necesitan expresar sus sentimientos. La decisión última sobre religión o laicidad está en la conciencia individual, que es el punto de encuentro personal de Dios con el ser humano. La conciencia asegura una base de espiritualidad, porque nos viene de fábrica. Potenciarla, con o sin religión, es osa nuestra. Para los pueblos o comunidades, propondría una espiritualidad más o menos socializada, o una religiosidad flexible, más o menos acentuada según las necesidades de cada pueblo o comunidad. De los evangelios no se deduce que Jesús rechazara toda religión; rechazó las “tradiciones” oprimentes (Mc 7,13; Hechos 6,14; 21,21) con las que las Jerarquías la amurallaron, pretendiendo defenderla, o defenderse. Se considere laico o religioso, yo trato de interpretar mi conciencia a la luz de los ejemplos que, a través de las Iglesias, nos han llegado de Jesús. ¿Es posible hablar con Dios?
Apelemos a una metáfora: imaginemos a un glóbulo rojo que tuviera conciencia de su vida individual y se percibiera único y diferente de todas las demás células. Y que a este glóbulo se le dijera: ¿sabías que además de ti existen millones y millones de glóbulos que cumplen tu misma función, que llevan oxígeno y traen anhídrido carbónico? Y no sólo eso, sino que además están coordinadas con millones y millones de otras, que realizan tareas muy distintas a la tuya, pero que todas en su conjunto forman parte de una misma unidad? Imaginemos la sorpresa de este glóbulo al percibir semejante contraste entre su tamaño y el de esa unidad de la cual forma parte. Si él sólo se percibe a sí mismo en lo que tiene de diferente del resto, en su propio "nombre y apellido", su sensación de pequeñez sería enorme, casi innombrable. Similar tal vez a la que uno siente cuando contempla la infinita vastedad del cielo estrellado. Imaginemos ahora que a nuestro desconsolado glóbulo se le dijera después: Pero hay una parte tuya que es idéntica a esa vastísima unidad. Si te fijas con cuidado observarás que hay algo, que es tu código genético, que está presente por igual en todas esas millones de células….Y que él orientara su percepción hacia ese componente de su ser en donde está el código genético común. Mientras lo hace percibiría que su sensación de sí mismo, su identidad, trasciende los límites de su propio cuerpo y se enlaza con una vastedad desconocida para él. "¡Uuaauuh!!! Qué sorpresa!!! Me he conectado con Dios… Y está en mí…" La inmensidad de esa experiencia lo transformaría por completo, y cuando volviera a sus tareas "cotidianas" como glóbulo rojo, aunque siguiera haciendo lo mismo, él ya no sería el mismo. Y no lo sería porque ya sabe que él es mucho más que ese glóbulo, y simultáneamente, también es ese glóbulo. Y que cuando ese glóbulo cese, él no va a cesar. En ese momento habrá completado el ciclo evolutivo de su conciencia individual. ¿Y cómo es esta experiencia en nosotros, los seres humanos? Lo que nosotros intentamos nombrar con la palabra Dios y lo que sentimos al acercarnos a esa dimensión es similar a lo que el glóbulo sentiría al percibir esa zona de su ser que está más allá de su identidad particular. Aníbal Sabatini, un querido maestro que tuve decía: "Los seres humanos somos células integrantes y conscientes del gran organismo universal". La vivencia de tomar contacto con la pertenencia a ese organismo es lo que llamamos experiencia trascendente, experiencia transpersonal o experiencia mística. ¿Y dónde se la encuentra? Cuando uno habla de Dios, en última instancia está hablando del Amor. Y el Amor no es algo misterioso o estrafalario, es simplemente una calidad de relación. Es respeto, solidaridad y cooperación. Esa es la esencia. Luego adoptará las diferentes formas según el vínculo en el que se active: puede ser el amor pasional, el amor a los hijos, a la naturaleza, a una mascota, etc. Cuando uno siente esa calidad de sentimiento sabe lo que es disolverse gozosamente en algo más grande. El amor en sí adquiere presencia en sí misma, es como otra identidad, que a uno lo trasciende y lo incluye. En esos momentos uno siente que es amor, siente a Dios en uno y se siente uno con Dios. Sentir a Dios en uno no es arrogancia, no es algo especial o exclusivo, es algo natural, que siempre y en todos está. Es la posibilidad que tiene "lo creado" de tomar contacto con el creador. Un estudiante de budismo estaba meditando con la foto del Buda enfrente reverenciando la conciencia y el amor de esa figura, y lo hacía arrojando pétalos de rosa sobre esa foto…hasta que en un momento tuvo una intensa revelación y, espontáneamente, continuó arrojando los pétalos, pero también sobre sí mismo. La revelación había sido el encontrar en él mismo lo que antes percibía sólo en el Buda. ¿A Dios se le habla con la mente o con el corazón? Tal vez habría que revisar la idea misma de la opción: La mente "o" el corazón. En el nivel de la opción: es con el corazón. Si trascendemos ese plano y dejamos de pensar en términos excluyentes te diría que le hablamos con ambos simultáneamente. No encuentro ninguna razón para retirarle a la mente la posibilidad intrínseca que también existe en ella de hablar con Dios. Se dice y con razón que la mente es un terrible amo y un excelente sirviente. Cuando la mente, en su crecimiento, alcanza la madurez y recupera su rol esencial de excelente sirviente, desde ahí es también un digno y noble interlocutor de Dios. ¿Dios también puede estar en la mirada de otra persona o en un atardecer? Puede estar en la mirada, en la nariz, en la boca, en cualquier parte de su cuerpo…y en cualquier hora del día. Sin duda que hay momentos, como los que nombras, que estimulan más esa conexión: No por nada a los ojos se los llama la ventana del alma. Pero la trama amorosa e inteligente que constituye la vida se manifiesta en todo lugar, y en todo momento. La Madre Teresa de Calcuta decía: "Cuando cuido a un mendigo enfermo de lepra, a quien yo veo y siento que estoy cuidando es a Cristo mientras atraviesa uno de sus momentos más difíciles". De modo que no es tanto dónde está, si no cómo son los ojos que lo miran. ¿El amor es un sentimiento? Es también un sentimiento pero es mucho más que eso. Es una calidad de energía, una calidad de relación. Para presentarlo en su dimensión más simple: ¿Qué es lo que hace que dos células cooperen para realizar una tarea necesaria para el organismo? Esa energía básica es el Amor. Y esto está presente en cada una de las células, en relación con cada una de las otras. Millones y millones de veces, segundo tras segundo. Si simplemente pudiéramos imaginar ese universo comenzaríamos a percibir hasta qué punto estamos impregnados de Amor, y que en última instancia somos ese Amor. No sólo en el nivel microscópico sino también en su opuesto, el macroscópico. Se dice que el Amor es el pegamento que mantiene unido al universo. Goethe lo expresó con mucha belleza cuando dijo: "He visto el Amor que mueve al sol y las demás estrellas". Cuando podemos entrar en contacto con esta calidad de energía en nuestro ser logramos comprender mejor la actitud del estudiante que comenzó a arrojarse pétalos de rosa, o al glóbulo rojo imaginario que sintió el éxtasis de estar en contacto con Dios. ¿En los seres humanos el amor esta sólo en el nivel celular? Claro que no. Ese es sólo un nivel. Por eso es necesario alinear el cuerpo, las emociones, la mente y el alma (que sería nuestro código genético cósmico) para realizar nuestra unión consciente con Dios. Algunos místicos dicen que si contáramos los granos de arena de la playa sabríamos las veces que como seres humanos hemos intentado realizar la Unicidad con Dios. ¿Cómo saber si estamos hablando con El o con un impostor, una fantasía creada por nosotros mismos? Para conocer a Dios primero es necesario aprender a escuchar todas las voces interiores: la del miedo, el enojo, la venganza, el deseo de dominación… Cuando uno ha aprendido a escucharlas, identificarlas y asistirlas, más sencillo se hace reconocer la amabilidad, el calor y la luz de la propia sabiduría interior. Pero no podemos conocer su aspecto o su figura. Así como el glóbulo rojo no puede conocer cómo es el ser humano en el que vive porque no tiene los medios para acceder a esa dimensión, nuestra mente humana es demasiado pequeña para poder percibir esa vastedad. Por esta razón algunas religiones prohíben nombrar o representar a Dios a través de alguna imagen. Es una manera de decir que quien ha accedido a esa vastedad sabe que no puede abarcarla. Quien cree que la puede abarcar y entonces le da una forma es porque no la ha conocido. Esto conduce a cierta humildad natural que reconoce sus límites y sabe que puede reconocer la existencia de algo más vasto, que puede sentir su presencia pero no puede ir más allá. ¿Qué hacer si los consejos de Dios van en contra de nuestros intereses personales? El alejamiento de Dios fue el inicio de un viaje de amor. La conciencia individual pretende, a través de la experiencia humana, conocerse a sí misma por completo y poder regresar así a la Unicidad con un conocimiento mayor. Ese es un supremo acto de amor que implica momentos de olvido, escisión, desconexión. De la fricción de esos momentos, de las peripecias humanas con su cuota de duda, dolor, aprendizaje, es que se va gestando el crecimiento de la conciencia individual. Cada vez que se inicia un movimiento humano de alejamiento del Orden Divino ya está implícito en él, con las vicisitudes y el tiempo que sea, el camino de retorno, con su aprendizaje y su crecimiento. Todo está latiendo: la galaxia, la tierra, las células del propio cuerpo, la separación de Dios y el regreso a Él. Se trata del latido creador del universo. -¿Sólo podemos comunicarnos con Dios rezando o meditando? Es bueno distinguir el camino de la meta. Rezar o meditar son caminos pero no los únicos. Nos comunicamos con Dios cuando nos conectamos con la trama amorosa básica que nos constituye y de la cual estamos hechos. Y eso puede ocurrir en cualquier situación, generalmente cuando nos sentimos amando, ya sea a otra persona, o a la vida misma en cualquiera de sus formas. ¿De qué manera nos habla? El código es muy personal. Esa sabiduría interior puede llegar a través de un sueño, de una imagen, de una palabra, de una resonancia distinta que se produce ante un mismo hecho habitual, y tantas otras formas… Y también es variable la contundencia con la que lo percibimos. A veces tenemos la clara certeza de su verdad, otras veces aparece como un susurro que nos invita en cierta dirección y que requiere de nosotros un acompañamiento para observar qué nos produce…es decir, que no es tanto una fotografía estática y definitiva sino más bien una película que se va desenvolviendo. ¿Sus respuestas tardan en llegar? Lo que tarda es muy variable. Lo que sí es seguro es que el tiempo no depende, y muchas veces no coincide, con el de nuestro deseo personal. ¿Es pecado pedirle ganar más dinero? De ninguna manera. Vivimos en un mundo físico y el dinero es un medio para obtener los objetos materiales que necesitamos para vivir en este mundo. Lo que es importante es descubrir qué hacemos con ese dinero, al servicio de qué lo ponemos. Si de la expansión, el disfrute y la cooperación, o al servicio del dominio y la explotación. De modo que el tema no es el dinero sino el uso que cada uno le da. ¿Qué sucede si desobedecemos sus consejos? Por supuesto que no hay tal cosa como penitencia o castigo. Es una oportunidad más para observar cómo siguen los acontecimientos y realizar el aprendizaje hasta donde podamos. En este sentido es similar a ese relato en el que la abuela le dice al nieto: "No te sientes allí porque te vas a quemar". Cuando la abuela se aleja, el niño, atraído por su curiosidad, va y se sienta. Estalla en llanto por el dolor, la abuela viene, se da cuenta de lo que pasó…, le dice: "¡Yo te avisé!" y le coloca una pomada donde se quemó. Tal vez ni hace falta que le dijera que le avisó. El niño ya hizo su aprendizaje, en otro escalón en donde por cierto hay mucho más dolor, pero es al que necesitó llegar para comprender lo que no entendía. Cada problema que no se resuelve, ya sea por no escuchar una sugerencia o por no saber cómo se encara, crece y se expande hasta que adquiere una magnitud tal que hace que ya no me pueda desentender de su presencia. Primero es como la advertencia de la abuela. Si persisto en el error, las consecuencias se agrandan, "el dolor de la quemadura" se torna más intenso, hasta que esa misma intensidad hace que mi atención reconozca el problema e inicie el intento de resolución. Pero en ese proceso no hay ningún sentido de castigo, es sencillamente nuestro modo de aprender. ¿Existe un plan divino ineludible? Es una cuestión de niveles. Hay planos ineludibles, que son las leyes básicas que nos trascienden y dentro de las cuales inscribimos nuestras vidas, como por ejemplo recorrer un ciclo vital que comienza con el nacimiento y termina con la muerte, etc. Y hay también otros planos sobre los que podemos actuar en un grado variable: es decir, lo que hasta ayer parecía ineludible, hoy no lo es. Por eso me parece tan bella, simple y sabia esa plegaria que dice: Oh Dios! Dame fuerza para cambiar aquello que puedo, dame resignación para aceptar aquello que no puedo, y dame sabiduría para distinguirlo. También existe otra dimensión en tu pregunta, que es tal vez la más vasta: para muchos místicos, y coincido con ellos, el plan divino ineludible es el amor. Y afirman que cada vez que iniciamos una dirección de experiencias que nos aleja del amor, ya está presente, en el primer paso, el camino de retorno, con sus propias vicisitudes y su propio aprendizaje inherente. Desde ya que el tiempo de estos viajes de la conciencia humana tienen una duración muy variable: pueden completarse en minutos o en lapsos que superan largamente el ciclo de una vida individual… ¿Estamos predestinados o gozamos de libre albedrío? Esta pregunta continúa la anterior. Lo que nos confunde en relación a este tema es creer que somos alguna de esas dos opciones en forma excluyente. Yo lo entiendo más bien como dos planos coexistentes y simultáneos: Hay niveles en los que estamos predestinados y dentro de ese marco disponemos también de libre albedrío. ¿Qué le aconseja a alguien que siente que Dios no lo escucha? Le recordaría un relato en el que a un campesino se le escapa el único caballo que tenía, y su vecino le dice: ¡Esto es una verdadera desgracia! El campesino le responde: ¡Uno nunca sabe…! Al día siguiente el caballo vuelve, y con una yegua que ahora lo acompaña. Entonces el vecino le dice: ¡Eres verdaderamente afortunado, Dios se ha acordado de ti…! Y el campesino lo mira y le replica: ¡Uno nunca sabe…!. Al día siguiente, su hijo, que era también su único ayudante, intentando domar la yegua, se cae y se fractura la pierna. El vecino exclama: ¡Esto sí que es una desgracia…! Y el campesino nuevamente responde: ¡Uno nunca sabe…! A los pocos días pasa el ejército reclutando varones jóvenes para una guerra recién declarada, y el único que se salva de una muerte segura es su hijo, por estar fracturado. Su vecino, nuevamente exclama: ¡Qué afortunado eres!, Dios sí que se acuerda de ti…! Y el campesino, una vez más, expresa: Uno nunca sabe…. Es decir, lo invitaría a que deje un espacio dentro de sí para el …uno nunca sabe… Y mientras lo hace le recordaría una antigua frase que dice: "A Dios rogando, y con la maza dando…" Más allá de la referencia bélica de la frase, lo que rescato de ella es el reconocimiento del valor de los dos componentes: Mientras ruego a Dios y espero su respuesta, yo sigo haciendo mi parte. -¿Nos podemos comunicar con El sin tener una religión? Por supuesto. Cualquier religión particular es un camino, nada más ni nada menos que eso. Comunicarse con Él es una vivencia y no tiene caminos rígidamente preestablecidos. -¿Hasta dónde Dios nos ayuda, y cuando nos contesta: "hazte cargo, es tu problema"? Esa opción es más afín a la relación con un organismo de crédito, que puede decir: "hasta acá te ayudo" o "hazte cargo, es tu problema". La relación con Dios es muy distinta. Para comprenderla mejor puede ser útil volver a la metáfora del glóbulo rojo. ¿Cuándo le digo?: "hasta acá te ayudo, después arréglate, yo me desentiendo". Esa alternativa no cabe: Nunca me desentiendo. Siempre estoy involucrado porque siempre soy yo en él, pase lo que le pase. Lo que le suceda a él me está sucediendo a mí. Algo similar es la relación con Dios. No es una relación entre dos partes: es la relación entre la totalidad y cada una de sus partes constitutivas. Y esa relación, esa coparticipación no se pierde nunca, aunque muchas veces no la percibamos conscientemente. Para ponerlo en términos de tu pregunta, sería: "Siempre te ayudo y siempre es tu problema", simultáneamente. Dios es Amor, el Amor está intentando expresarse en el nivel humano y nosotros somos los pequeños y heroicos aprendices de esa partitura. Dios se expresa en nosotros. El dolor existe en la vida y sin duda es duro y penoso, pero no sentir dolor no es el único objetivo de la vida. Existe otro propósito también, y es que cada uno como individuo consciente pueda sentir en sus entrañas mismas esa trama esencial, que llamamos el alma, ese código genético cósmico que nos constituye y nos hace sentir unidos a todo lo vivo, es decir, uno con la totalidad. Tal vez la dirección central de la vida es alcanzar a sentirnos uno con Dios. El itinerario de ese camino, que los budistas llaman dharma, en muchos aspectos nos trasciende y resulta misterioso para nosotros. 1. Si por “vida en peligro” se entiende la amenaza que pesa sobre la vida física, estaríamos volviendo a etapas, creo, ya superadas en la Iglesia. Al menos en la mundo Occidental. No, felizmente hoy las cosas han cambiado. La Iglesia ya no hace autos de fe en las plazas públicas, ni quema brujas y herejes en grandes pilas de leña, ni tampoco deja pudrirse en inhumanas mazmorras a los/as “sospechos/as” y disidentes. Pero la amenaza o el peligro de la vida en la Iglesia ¿es solo cosa de antes?
Aunque hay nuevos signos que, viniendo del papa Francisco, nos invitan al optimismo, se trata de gestos excepcionales, más expresivos porque chocan con la tendencia general. Su llamada a una “Iglesia en salida” (EG 26-27) señala indirectamente otra Iglesia que es mayoritaria y que vive ensimismada y de espaldas al mundo. Ya en el consistorio del 9 de marzo de 2013 —en el que entró siendo cardenal y salió como obispo de Roma— lo dijo con claridad: “La iglesia debe salir de sí misma, rumbo a las periferias existenciales. Una Iglesia auto-referencial amarra a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir. Es una Iglesia mundana que vive para sí misma”. 2. La amenaza a la vida en la Iglesia es hoy más sutil. Se trata de un enclaustramiento en una ideología poderosa que impide el desarrollo natural de la vida. El indio Amartya Sen, premio nobel de economía 1998, ve la pobreza, en el marco del desarrollo humano, como una “quiebra de las libertades sustanciales”, es decir, de la capacidad de producir y realizar el potencial productivo de la propia vida. Un fenómeno similar al que afectó al pueblo judío en tiempo de Jesús y que el evangelista Marcos interpretó como enfermedad. Enfermedad, tan metida en el cuerpo eclesiástico de hoy día, que necesitará también de todo un milagro para curarse. Este encerramiento o quiebra se manifiesta en múltiples formas. Una de ellas es el centralismo que aparece en el nombramiento de obispos, hasta el mismo obispo de Roma. Un centralismo patriarcal que entrega todo el poder a los clérigos y excluye a los laicos y, en especial, a las mujeres. Frente al pueblo de iguales y la colegialidad que propugnaba el Vaticano II, esta reducción a la cúpula causa un debilitamiento creciente en las iglesias locales y en la misma conferencia episcopal. También el discurso único que se impone tanto en el modo de pensar (obsesión por la ortodoxia) como en el modo de sentir y celebrar (ortopraxis) es otra forma de amenaza a la vida. Es paradigmático ese mono-tono discurso sobre la moral sexual y reproductiva (celibato, matrimonio, anticonceptivos, homosexualidad) y el freno a la teología crítica y a la misma teología de la liberación, fruto más logrado del Vaticano II. Se trata de un discurso que enmudece las voces proféticas y empobrece la vida eclesial. Por citar otros fenómenos que amenazan la variedad y frescura de la vida en la Iglesia, no se puede disimular fácilmente el alineamiento de gran parte de la jerarquía con gobiernos conservadores, ultraconservadores y hasta dictatoriales; la imagen que proyecta a veces más preocupada por la conservación de atávicos privilegios que por la defensa de los derechos humanos y de los pobres; la falta de diálogo con la modernidad, la ciencia y las religiones; o su difícil aceptación de la opinión pública y el disenso. Todos estos fenómenos, que vienen directamente de la jerarquía, acaban afectando a la mentalidad del cuerpo social de la Iglesia y hasta a la buena salud de las personas. Es difícil no acordarse, a este propósito, de aquello de que “quien se mueve no sale en la foto”. Por pensar de otro modo, lo que antes se llamaba herejía, se te excluye de los centros eclesiales de enseñanza, poder y decisión. Por querer y sentir de otra manera se te aparta del ritmo normal de la comunidad. ¿Quién puede ignorar a estas alturas, la fría e inmisericorde postura de la jerarquía ante las personas que han dejado el sacerdocio o la vida religiosa, los divorciados y divorciadas que han vuelto a casarse por lo civil, los gays y lesbianas por ejemplo? Por ponerte al lado de los laicos, librepensadores y ateos, lo que llaman “espíritu mundano”o “socialización del descreimiento”, se te mira con desconfianza, como persona no-fiable y anticlerical. Y ¿qué decir de quienes manchan las manos y embarran los pies entre los “descartados” como los llama el papa Francisco? Me refiero a quienes realizan su vida en “malas compañías” y entre “gentes de mal vivir”: drogadictos y sin techo, migrantes y refugiados, etc. ¿Cuánto tiempo tienen que esperar y qué otros méritos tienen que hacer para llegar a ser reconocidos como hijos e hijas predilectos de la Iglesia? ¡Qué terrible contraste! Resulta que Jesús, a quien la Iglesia dice seguir, ¡fue matado por realizar su vida justamente entre estas personas! Con qué facilidad han olvidado las gentes que están en el poder en Iglesia aquella ternura del dueño del campo que, antes de arrancar la cizaña, prefirió dejarla crecer junto al trigo. ¡No sea que el diablo, por despiste, llegue a arrancar el trigo junto con la cizaña (Mt 13, 30). 3. La amenaza a la vida en la Iglesia se entiende entonces como el peligro que afecta a todo aquello que es distinto en el modo de sentir y pensar, querer, recordar y olvidar, creer y crear… amar. Este modo alternativo de vivir rompe con tradiciones de viejo arraigo que siguen siendo intocables para quienes están en el poder. Entre nosotros, y como paradigmas bien expresivos de lo que está ocurriendo en la iglesia española, quiero citar escuetamente dos ejemplos: La parroquia universitaria Santo Tomás de Aquino, ahora comunidad, y la parroquia San Carlos Borromeo, ahora Centro de pastoral. Cada una con su propio estilo, consecuencia de su lugar social de arraigo, han dedicado largas décadas de su vida a llevar la buena noticia del evangelio a quienes buscan otra cosa y a los/as perdedores e indignados de este mundo (expresos y drogadictos, migrantes y refugiados, etc.). Su herejía ha consistido en querer transformar la parroquia en comunidad de iguales y en hacer de la liturgia una fiesta de los fieles. Pero estas prácticas no han tenido acogida en las leyes rutinarias de la jerarquía y ambas experiencias han sido desacreditadas y olvidadas. Y, estando así las cosas, uno se pregunta, ¿qué hacer con el mensaje de Jesús ante las transformaciones socioculturales que la nueva tecnociencia, la secularización y las nuevas religiones están abriendo a diario? ¿Cuál es el lugar de este mensaje subversivo y alternativo en una sociedad cada día manifiestamente más plural y diversa? ¿Es el evangelio solo para los ricos y la sociedad burguesa y bien instalada? ¿No hay una contradicción flagrante entre el modo de realizar Jesús su vida y la praxis de la Iglesia que dice ser su prolongación en el tiempo? En definitiva, la amenaza a la vida en la Iglesia no está en quienes pretenden traducir y encarnar el Evangelio en las nuevas y cambiantes culturas, sino en quienes impiden la libertad sustancial de desarrollar el potencial creativo de la vida humana. No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios, sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental que tenemos sobre María, se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro la figura simbólica, mitológica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo importantes para nosotros, pero no debemos mezclarlas.
De María real, con garantías de historicidad no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los once o doce primeros años de su vida. El padre en la sociedad judía del aquel tiempo, se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo. De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica, que son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divinidad. Hay aspectos de Dios, que solo a través de las categorías femeninas podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre, son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada. Durante milenios, se ha utilizado la idea de Dios Padre, de una manera machista para identificar al varón con Dios y de ese modo creerse el detentador del poder con relación a la mujer. Esto sigue pasando hoy día a todos los niveles, y no tenemos más remedio que denunciarlo como una tergiversación de la idea de Dios y una devaluación de todo lo femenino, incluida la parte de feminidad que existe en cada ser humano masculino. La idea de la Madre Virgen es un mito ancestral que no tiene en absoluto connotaciones sexuales. Se trata de la Madre primordial que no necesita concurrencia de nadie para producir la vida. Seguramente la “Madre”, origen de todo lo que existe, fue la primera idea de divinidad que surgió entre los humanos. Un Dios Padre hace la creación. Un Dios Madre da a luz, procrea. La diferencia entre estos conceptos es enorme. El Padre puede desentenderse de lo creado. La Madre seguirá pendiente de lo que ha nacido de ella. El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión no garantiza que se haya entendido correctamente. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común, que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta hacerla incapaz de ser expresión de lo divino. La imagen mitológica de María será positiva, mientras no distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad, que la convierte en inservible para acercarnos a lo divino. La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado, se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar los privilegios que la sociedad le estaba arrebatando. Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra muy distinta la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús, ni María, ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubieran entendido nada de esa definición. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar. Para ellos el ser humano no es un compuesto de cuerpo y alma, sino una única realidad que se puede percibir bajo diversos aspectos, pero sin perder nunca su unidad. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no ha aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho tal cosa. Cuando el dogma habla de “en cuerpo y alma”, no debemos entenderlo como lo material o biológico por una parte, y lo espiritual por otra. El hilemorfismo, mal entendido, nos ha jugado un mala pasada. Los conceptos griegos de materia y forma, son ambos conceptos metafísicos. El dogma no afirma que el cuerpo biológico de María está en alguna parte, sino que todo el ser de María ha llegado a identificarse con Dios. Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados de la misma manera al cielo, pero después del juicio final, ¿De qué están hablando? Para los que han terminado el curso de esta vida, no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá, como si fuera continuación del más acá, nos ha metido en un callejón sin salida; y parece que muchos se encuentran muy a gusto en él. Del más allá no sabemos nada. El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total, es decir, que alcanzó su plenitud. Esa plenitud solo puede consistir en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud, no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Esa meta es la que nos espera. En lenguaje bíblico “cielos” significa el ámbito de lo divino. María está ya en “el cielo”. Los relatos de la infancia son teología. No tiene sentido entenderlos literalmente. Inspirándose en el AT, Lc nos traza los rasgos fundamentales de lo que descubrieron en Jesús los primeros cristianos. Lo que afirma de Jesús, es lo que pensaban de él cuando ya había desarrollado su actividad. María, una vez concebido Jesús, se convierte en cristiana. Va a ayudar a su prima que la necesitaba. Lo que sucede entre Jesús y Juan en el vientre de sus madres, pretende dejar claro que Jesús es más que Juan. Meditación El Magníficat: resumen de las aspiraciones de una pueblo. Este cántico pone en boca de María estos sentimientos y nos invita a desarrollarlos interiormente. Su mejor obra la desplegó Dios en María, al decir “Fiat”. La seguirá desplegando en cada uno de nosotros, En la medida que sepamos estar, como ella, disponibles. La figura del buen samaritano del Evangelio de Lucas (Lc 10, 25-37) representa una de las claves más interesantes para comprender cuál ha de ser la acción del cristiano en relación con los sufrientes cualesquiera sean. El texto nos evoca una gramática de la compasión, de la cercanía y de la proximidad. Son los sentimientos del que sabe que el otro que ha caído necesita su presencia. Son varios autores que reconocen la urgencia de volver sobre la figura del samaritano para pensar y construir la Iglesia, la teología, la pastoral y también el lugar del cristiano en el espacio público (Bennássar 1988; Muñoz 1990; Muñoz 1994). A partir de ello, es que queremos reflexionar en torno a qué significa hacer una teología samaritana. Dicha teología responde a una “epistemología del Buen Samaritano”[1], la cual no es ingenua con la realidad, al contrario, se aproxima críticamente a ella. En palabras de Bennássar, “la realidad debe ser conocida, escuchada y responsablemente acogida, es decir, respondida. La realidad exige encarnación, realización. De la realidad sólo se puede hablar estando en ella, siendo parte de la misma”[2]. Entonces, si estamos pensando una teología samaritana, el principio básico de la misma debe comprenderse cómo una inteligencia de la fe que ha reconocido a Dios en el locus mismo de la realidad. Es, por tanto, una teología histórica y con sentido de historia que no comprende la realidad de manera ingenua.
La teología samaritana está cruzada por una responsabilidad ética, de justicia y de esperanza en la vida. Es una reflexión creyente que apuesta por la vida del que está a la orilla del camino. El teólogo chileno Ronaldo Muñoz sostiene que la Iglesia posee cinco dimensiones prácticas, entre ellas la Iglesia samaritana. En esta interpretación eclesial, Muñoz parte del hecho concreto de que el pueblo tiene necesidades, pero que a pesar de dicha carencia, el pueblo sabe recrear e imaginar situaciones que fundan una cultura de la solidaridad. En palabras de Muñoz, “en su conciencia popular y cristiana reflexionada con el Evangelio, la comunidad sabe que debe actuar así, que debe comportarse como ‘Iglesia samaritana’, que no puede seguir de largo – como el sacerdote y el levita de la parábola – junto al malherido botado a la orilla del camino”[3]. Con ello, la teología samaritana, la teología encarnada en la realidad histórica, no abandona el testimonio evangélico, al contrario, desde él proyecta su reflexión. No hay teología sin Evangelio. Ello fue recordado con fuerza en el Vaticano II cuando en Dei Verbum 22 se dice que la Sagrada Escritura es el alma de la teología. En esta apuesta por la vida, reconocemos que la teología conlleva una responsabilidad como base de la lógica del don. En este sentido, J. Domingo Moratalla recuerda “la condición samaritana de la vida moral”[4]. La donación que el samaritano realiza, tanto de su tiempo como de su dinero, constituye el nacimiento de un orden nuevo en clave de sobreabundancia. Con ello, creemos que la teología debe continuamente estar repensando sus dinámicas del don, de la ética y la responsabilidad. La teo-logía creyente debe ir en sintonía con la experiencia de no dominar al otro, sino de permitirle ser. Es necesario dejar que el otro también experimente un lugar de importancia en el gran relato social y cultural. Domingo Moratalla recuerda que en la parábola “el samaritano se sintió tocado, tuvo compasión, fue capaz de reconocerse en un herido que podría haber sido él mismo. En la parábola se invita al lector a encontrar la salvación dejándose amar por la figura del samaritano, es decir, viviendo de un don que se da sin tener que ser devuelto”[5]. Con esto, creemos que la teología debe ser capaz de afectarse por tantos rostros, historias, relatos y experiencias que permiten configurar una nueva forma de discurso creyente. Este discurso no sólo se entiende como teoría, sino que también como praxis. Dicho discurso debe buscar el término medio, lo que se denomina el círculo hermenéutico, es decir, lograr un diálogo efectivo entre teoría y práctica, diálogo que permita una continua retroalimentación entre ambas. La praxis y la responsabilidad del samaritano la entendemos como una ruptura, como una infracción a una teología que no se acerca al otro, la cual se representa en los gestos y movimientos del sacerdote y del levita que dan un rodeo y pasan de largo. Con Johann Baptist Metz apostamos por una teología impura, es decir, por una inteligencia de la fe que es capaz de hacer síntesis entre la Escritura, los principios dogmáticos y la experiencia concreta de la realidad sufriente. Hacer teología samaritana, teología encarnada, teología no ingenua, va de la mano por una ampliación de la visión y de la audición, de eso que se denomina una mística de los ojos abiertos. Mantenerse vigilante, con los ojos abiertos, con los oídos atentos como el discípulo (Cf. Is 50,4), debe constituir el fundamento de una auténtica teología cristiana, de una experiencia eclesial que recupera la experiencia del pasado y la manifiesta creativamente en el presente. La lógica samaritana es capaz de caminar con otros y otras, con sentido de comunidad, responsabilidad y de búsqueda de nuevas opciones de vida. Es una teología esperanzada y humanizadora. Por ello, como sentencia Bennássar, “una teología desligada de la vida práctica y real contradice, de hecho, el sentido realista de la encarnación de nuestro Dios, pues un Jesús sin milagros, sin obras históricas de misericordia y justicia, no sería un mesías salvador ni un mensajero de una nueva humanidad. Un cristiano despreocupado del hombre real, desencarnado, desrealizado, es inmoral”[6]. Con ello, la teología samaritana debe recuperar continuamente el principio de la Encarnación, del Dios que en Jesús tuvo sentimientos de compasión, justicia y de celebración de la vida. La teología debe estar al servicio de la historia, del mundo, de la Iglesia. Hemos de reestructurar continuamente nuestros discursos creyentes y nuestras prácticas efectivas de misericordia. Este relato se parece más a los relatos de apariciones pascuales. Algunos exégetas sugieren que puede tratarse de un relato de Jesús resucitado, que han colocado más tarde en el contexto de la vida real. La primera lectura nos empuja a una interpretación espiritual. Tanto Elías como Pedro reciben una lección. Los dos habían hecho un Dios a su imagen y semejanza. La experiencia les enseña que Dios no se puede meter en conceptos y que es siempre más de lo que creemos. Nunca se identifica con lo que pensamos de Él.
Además de Mt, lo narra Mc y Jn. Los tres lo sitúan después de la multiplicación de los panes. Los tres presentan a Jesús subiendo a la montaña para orar. En los tres relatos, Jesús camina sobre el agua. También coinciden en señalar el miedo de los discípulos; Mt y Mc dicen que gritaron. La respuesta de Jesús es la misma: Soy yo, no tengáis miedo. En Mc y Mt, Jesús manda a los discípulos embarcar y marchar a la otra orilla; pero el verbo griego, deja entrever cierta imposición. En Jn, la iniciativa es de los discípulos. En el AT, el monte es el lugar de la divinidad. Jesús, después de un día ajetreado, se eleva al ámbito de lo divino. Como Moisés la segunda vez que sube al Sinaí, va solo. Nadie le sigue en esa cercanía a la esfera de lo divino. La multitud solo piensa en comer. Los apóstoles piensan en medrar. Para superar la tentación, Jesús se pone a orar. Orar es darse cuenta de lo que hay de Dios en él para poder vivirlo. Es muy interesante descubrir que Jesús necesita de la oración, desbaratando así la idea simplista, que tenemos, de que él era Dios sin más. Jesús tiene necesidad de momentos de auténtica contemplación. Jesús sube a lo más alto. Los discípulos bajan hasta el nivel más bajo. Esperan encontrar allí las seguridades que Jesús les niega al no aceptar ser rey. En realidad encuentran la oscuridad, la zozobra, el miedo. Las aguas turbulentas representan las fuerzas del mal. Son el signo del caos, de la destrucción, de la muerte. Jesús camina sobre todo esto. En el AT se dice expresamente que solo Dios puede caminar sobre el dorso del océano. Al caminar Jesús sobre las aguas, se está diciendo que domina sobre las fuerzas del mal. En el relato se aprecia la visión que de Jesús tenía aquella primera comunidad. Era verdadero hombre y como tal, tenía necesidad de la oración para descubrir lo que era y superar la tentación de quedarse en lo material. Al caminar sobre el mar, está demostrando que era también verdadero Dios. La confesión final es la confirmación de esta experiencia. Esta confesión apunta también a un relato pascual, porque solo después de la experiencia de la resurrección, confesaron los apóstoles la divinidad de Jesús. La barca es símbolo de la nueva comunidad. Las dificultades que atraviesan los apóstoles, son consecuencia del alejamiento de Jesús. Esto se aprecia mejor en el evangelio de Jn, que deja muy claro que fueron ellos los que decidieron marcharse sin esperar a Jesús. Se alejan malhumorados porque Jesús no aceptó las aclamaciones de la gente saciada. Pero Jesús no les abandona a ellos y va en su busca. Para ellos Jesús es un “fantasma”; está en las nubes y no pisa tierra. No responde a sus intereses y es incompatible con sus pretensiones. Su cercanía, sin embargo, les hace descubrir al verdadero Jesús. El miedo es el primer efecto de toda teofanía. El ser humano no se encuentra a gusto en presencia de lo divino. Hay algo en esa presencia de Dios que le inquieta. La presencia del Dios auténtico no da seguridades, sino zozobra; seguramente porque el verdadero Dios no se deja manipular, es incontrolable y nos desborda. La respuesta de Jesús a los gritos es una clara alusión al episodio de Moisés ante la zarza. El “ego eimi” (yo soy) en boca de Jesús es una clara alusión a su divinidad. Jn lo utiliza con mucha frecuencia. El episodio de Pedro, merece una mención especial ya que tiene mucha miga. Pedro siente una curiosidad inmensa al descubrir que su amigo Jesús se presenta con poderes divinos, y quiere participar de ese mismo privilegio. “Mándame ir hacia ti, andando sobre el agua”; que es lo mismo que decir: haz que yo partícipe del poder divino como tú. Pero Pedro quiere lograrlo por arte de magia, no por una transformación personal. Jesús le invita a entrar en la esfera de lo divino y participar de ese verdadero ser: ven. Estamos hablando de la aspiración más profunda de todo ser humano consciente. En todas las épocas ha habido hombres que han descubierto esa presencia de Dios. Pedro representa aquí, a cada uno de los discípulos que aún no han comprendido las exigencias del seguimiento. Jesús no revindica para sí esa presencia divina, sino que da a entender que todos estamos invitados a esa participación. Pedro camina sobre el agua mientras está mirando a Jesús; se empieza a hundir cuando mira a las olas. No está preparado para acceder a la esfera de lo divino porque no es capaz de prescindir de las seguridades. El verdadero Dios no puede llegar a nosotros desde fuera y a través de los sentidos. No podemos verlo, ni oírlo ni tocarlo, ni olerlo ni gustarlo. Tampoco llegará a través de la especulación y los razonamientos. Dios no tiene más que un camino para llegar a nosotros: nuestro propio ser. Su acción no se puede “sentir”. Esa presencia de Dios, solo puede ser vivida. El budismo tiene una frase, a primera vista tremenda: “si te encuentras con el Buda, mátalo”. Si te encuentras con dios, mátalo. Ese dios es falso, es una creación tuya; es un ídolo. Si lo buscas fuera de ti, estás persiguiendo un fantasma. También hoy, el viento es contrario, las olas son inmensas, las cosas no salen bien y encima, es de noche y Jesús no está presente. Todo apunta a la desesperanza. Pero resulta que Dios está donde menos lo esperamos: en medio de las dificultades, en medio del caos y de las olas, aunque nos cueste tanto reconocerlo. La gran tentación ha sido siempre que se manifestará de forma portentosa. Seguimos esperando de Dios el milagro. Dios no está en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego. Es apenas un susurro. Hoy tenemos que afrontar la misma disyuntiva. O mantener a toda costa nuestro ídolo, o atrevernos a buscar el verdadero Dios. La tentación sigue siendo la misma, mantener el ídolo que hemos pulido y alicatado desde la prehistoria. La consecuencia es clara: nunca encontraremos al Dios verdadero. Esta es la causa de que se alejen de las instituciones los que mejor dispuestos están. Los que no aceptan los falsos dioses que nos empeñamos en venderles. Se encuentran, en cambio, muy a gusto con ese “dios” los que no quieren perder las falsas seguridades que les dan los ídolos fabricados a nuestra medida. El ser humano ha buscado siempre el Dios todopoderoso que hace y deshace a capricho, que empleará esa omnipotencia en favor mío, si cumplo determinadas condiciones. Si en la religión buscamos seguridades, estamos tergiversando la verdadera fe-confianza. Dios no puede darme ni prometerme nada que no sea Él mismo. Ni como Iglesia ni como individuos debemos poner nuestra meta en las seguridades externas. Las seguridades, que con tanto ahínco busca nuestro yo, son el mayor peligro para llegar a Dios. Meditación-contemplación El ansia de lo divino es una constante en el ser humano. La trampa es querer conseguirlo por un camino equivocado. Lo divino forma parte de mí. Es la parte sustancial y primigenia de mi ser. Cuando descubro y vivo esa presencia, despliego todas las posibilidades de ser que ya hay en mí. De las cosas de Dios (como de tantas cosas humanas...) sólo podemos hablar con lenguaje simbólico que, más que definir y fijar, evoca y pro-voca nuestra mirada en una determinada dirección; son como una vidriera que nos cuenta algo de la luz que brilla detrás de ella. Las imágenes que siguen nos acercan a María en la fiesta de su Asunción:
La maqueta Cuando se emprende una obra pública de envergadura se suele construir una maqueta que muestre el proyecto que se está construyendo y se expone en un lugar visible para que todos puedan ver cómo va a ser el final y "disculpen las molestias" e inconvenientes que la construcción va a traer consigo. Al mirarla, contemplamos e imaginamos la obra ya terminada. La fiesta de la Asunción de María nos pone ante una “maqueta” que nos muestra el resultado final de la obra de Dios en la mujer que no opuso ninguna resistencia a su acción. Si a todos nos gusta terminar las cosas que empezamos, podemos pensar que a Dios le ocurrirá lo mismo y no dejará fácilmente a medias la obra comenzada. El fruto de la nueva Tierra Cuando Moisés no sabía cómo convencer a un pueblo cansado, escéptico y desmotivado para entrar en la tierra de la promesa, se le ocurrió una estrategia fantástica: envió exploradores a Canaan que volvieron cargados con gigantescos racimos de uvas dulces, frescas y apetitosas: ¡Estos son los frutos de la tierra hacia la que nos dirigimos!”, dijo Moisés al mostrárselos a los israelitas (Num 13). Algo así hace la Iglesia cuando nos presenta la Asunción de María, como si nos dijera: “Mirad las primicias de la humanidad nueva, ella es el fruto ya granado de la Tierra hacia la que nos dirigimos. Dichosos vosotros por haber recibido la buena noticia del campo donde echa sus raíces el Árbol de la Vida que produce semejante fruto, compartid con otros ese secreto a voces, ese sabor del vino que llena de alegría”. La existencia ya glorificada de María y su alegría, son los únicos instrumentos de que dispone para decirnos: “Es una tierra que mana leche y miel. Vale la pena subir a conocerla”. - La casa preparada Me voy a prepararos lugar, decía Jesús, y cuando vaya y os prepara el lugar, vendré de nuevo a llevaros a mi casa para que donde yo esté, estéis también vosotros (Jn 14, 2-3). Podemos pensar que María, la primera en llegar a la Casa, toma parte con su Hijo en la tarea de preparar ese lugar para que un día, donde ella esté, estemos también nosotros. La canción popular “Un día verla iré” admite también esta otra versión: “Un día allí estaré, sentado "a mesa puesta…” La meta alcanzada La imagen es de Pablo en su carta a los Filipenses: Hermanos, yo no lo he alcanzado aún, ni he llegado ya a ser perfecto, sino que continúo mi carrera a fin de poder alcanzar a aquel por quien yo mismo fui alcanzado, Cristo Jesús. (Fil 3,12). El evangelio nos presenta a María desde el comienzo "caminando deprisa" desde Nazaret de Galilea a la sierra de Judea para llegar a casa de su prima Isabel y en aquella primera “meta” de su carrera, recibió de labios de Isabel la primera bienaventuranza: "Dichosa tú que has creído...". Aquello no fue sino un anticipo de la felicitación que iba a recibir en el final definitivo de su trayectoria. Toda la vida de María consistió en dirigirse apasionadamente hacia esa meta definitiva que no podía ser otra cosa que su propio Hijo. Como cuando llega la primavera y el ánade salvaje emprende el vuelo de retorno y nada puede detener su impulso ascensional. |
Ayuda al Blog que publica todos los días diferentes áreas, queremos seguir publicando
EL BLOGEl blog es uno dedicado al análisis en general de muchos puntos desde la ópica teológica. La meta es impulsar el estudio amplio y profundo de la fe y de la razón, siendo ambos elementos fundamentales de la vida. SABES QUE PUEDES HACER COMENTARIOS A LAS REFLEXIONES O ENSAYOS TEOLOGICOS QUE APARECEN EN EL BLOG, SI PUEDES INTENTALO...
Archivos
Febrero 2023
Categorias |