Si queremos entender el verdadero sentido del texto, no debemos olvidar el contexto en el evangelio de Lucas. Enmarcado dentro del viaje a Jerusalén, este relato intenta determinar el perfil de aquellos que quieren seguir a Jesús. Durante esa subida, va formando a sus discípulos.
Lucas es el único que relata este episodio y no es casualidad que una vez más se sienta interesado en destacar la importancia de la mujer en la vida pública de Jesús. No debemos interpretar el texto como una condena de la actitud de Marta. Es solo el contrapunto para resaltar la necesidad que todo cristiano tiene de escuchar al único Maestro. No tiene ningún sentido haber sacado de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. No es correcto el interpretar este evangelio como proclamación de dos clases de cristianos, unos que se dedican a la vida activa y otros a la contemplativa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo. En los primeros siglos del cristianismo se desarrolló la idea de que no se podía vivir el evangelio en medio del mundo. Surge así la idea del monacato y de la huída del mundo en el desierto. Esto no tiene nada de cristiano, porque el evangelio no invita a una separación de la vida, sino a vivirla en plenitud dentro de las situaciones normales para la mayoría. No debemos interpretar la falta de vocaciones a la vida religiosa como un desastre para la comunidad. Nuestra verdadera preocupación debería estar en que todos los que somos cristianos por el bautismo, desarrollemos de verdad esa vida cristiana como decía hoy Pablo. El domingo pasado terminaba el evangelio con esta frase: "Anda, haz tú lo mismo". Del evangelio se deduce que no puede darse un amor a Dios directo, que no se refleje en el amor a los demás. Aplicado al tema que nos ocupa, no puede haber auténtica contemplación que no se manifieste en la acción. Puede darse una contemplación sin acción, pero será siempre una falsa ilusión. Tampoco puede haber una acción verdaderamente espiritual que no surja de la contemplación. Claro que puede haber acciones buenas sin contemplación, pero no son más que programaciones que no nos enriquecen espiritualmente. Una vez más debemos superar la aparente contradicción del evangelio. En otro lugar dice Jesús: "el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio, que edificó su casa sobre arena". Edificar sobre roca es escuchar y obrar en consecuencia. Por lo tanto, nada más lejos puede estar este relato de un espiritualismo desencarnado. Eso sí, para actuar con verdadero sentido espiritual, debemos primero escuchar a Jesús y descubrir en su vida y enseñanzas los motivos de la acción. Esto, que parece tan sencillo, es la clave para entrar en la dinámica del mensaje de Jesús. Todo lo que no sea entrar por este camino, será engañarnos. Marta, al quejarse, no tiene en cuenta lo que María está haciendo. Solo tiene en cuanta las consecuencias de esa actitud que le perjudica. Jesús no critica a Marta por estar ocupada, sino por estar preocupada e inquieta por realidades materiales, que tienen muy poca importancia. Tampoco dice que lo que hace sea malo. Fijaos, que dice: "María ha escogido la parte mejor", lo cual significa que lo que hacía Marta era también bueno. El mensaje es que toda acción verdaderamente cristiana debe nacer de la contemplación. Todos tenemos que ser a la vez, Marta y María. No es nada fácil mantener el equilibrio. En un árbol frutal, ¿qué es lo más importante, las raíces o el fruto? La pregunta es absurda. Sin las raíces es impensable el árbol. Sin los frutos, el árbol sería completamente inútil. Es muy fácil resbalar hacia una u otra dirección. En todas las épocas ha habido místicos que despreciaron el trabajo y hombres y mujeres de acción que despreciaron como inútil la contemplación. A la luz de este relato, se abre una nueva perspectiva para la mujer. María, es aceptada por Jesús como interlocutora válida de su mensaje. A pesar de su apariencia inocua, tal vez sea el relato más subversivo de todo el evangelio. "Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra". Está haciendo referencia a la postura que adoptaban los discípulos a los pies del maestro. María está allí como discípula. Esto trastoca todos los valores en que estaba fundada la sociedad de la época. Algunos dichos rabínicos nos dan una pista de lo que pensaban de la mujer: "El que enseña la Torá a una mujer, le enseña necedades". "Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer". "Maldito el padre que enseña a su hija la Torá". Para ellos la mujer era incapaz de comprender la Ley. También la mujer tiene que desarrollar su interior, tiene que buscar el enriquecimiento como ser humano. Tiene que descubrir que la realización como ser humano, es más importante que todas las tareas comúnmente asignadas a la mujer. Jesús invita a las mujeres a desarrollar sus valores espirituales. La actitud de María ayuda a Jesús a descubrir todo eso. Vio que había adquirido unos valores espirituales que a él mismo le servían de referencia. María era para él, una valiosa interlocutora espiritual. Después de esto, Jesús está en condiciones de responder a la mujer que le quiso hacer una alabanza diciendo: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron" (tarea femenina). Pero Jesús responde: "Dichosos más bien todos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen". No es el parir a los hijos el valor fundamental de una mujer, aunque el varón sigue empeñado en mantener esta valoración. La mujer es un ser humano, no es una criada a la que ni siquiera hay que pagar. Esta actitud de Jesús para con la mujer, se manifiesta también en otros muchos lugares del evangelio. El comportamiento de Jesús con la mujer está completamente libre de misoginia o antifeminismo. Ni asomo de miedo al sexo o machismo, ni siquiera paternalismo. Los evangelios nos dicen que en el grupo de seguidores había también mujeres. Los relatos de la mujer adúltera, la pecadora, la Magdalena, la Cananea, la Hemorroisa, nos indican esa preocupación constante por la mujer, que en su tiempo estaba completamente marginada. Lástima que esa actitud de Jesús haya quedado relegada al olvido en la Iglesia, que sigue manteniendo después de dos mil años, su ideología machista. El Concilio Vaticano II rechazó toda forma de discriminación por razón de sexo como contraria al plan de Dios; pero a renglón seguido nos demuestra, en la práctica, que eso no tiene vigencia en la institución. Las mujeres que se sintieron comprendidas y liberadas por Jesús, son discriminadas por sus sucesores. La opresión de las mujeres en la Iglesia es solo una manifestación externa de la represión de lo femenino en la jerarquía. Es hora de superar un patriarcado ciego, inconsciente y fanático. Si la mujer hubiera tenido algo que ver en las decisiones de la Iglesia, no habría cometido tantas barbaridades. No es que el cristianismo haya incrementado la marginación de la mujer, pero sí ha mantenido actitudes ancestrales que habían sido superadas por Jesús. Lo que los cristianos hemos hecho con la mujer no es solo mantener una mala costumbre; con el evangelio en la mano podemos afirmar que es una injusticia en toda regla. Contra esa injusticia no sólo tienen que luchar las mujeres, tenemos que luchar todos; y no por hacer un favor a la mujer, sino porque es un despilfarro de energías, prescindir de un plumazo de más de la mitad de sus miembros a la hora de buscar soluciones a sus problemas. Y no se trata solamente del problema de la ordenación sacerdotal. Desde luego no hay ninguna razón teológica ni exegética en contra, que tenga un mínimo de consistencia. Pero ese problema quedaría resuelto en el momento en que la mujer quedara equiparada al varón en todos los ámbitos de la estructura eclesial. Hay que reconocer con toda sinceridad, que se trata de una lucha por el poder. ¿Por qué tiene que ser el varón el que toma decisiones, incluso en temas que afectan exclusivamente a la mujer? Meditación-contemplación "¡Andas preocupada e inquieta por tantas cosas!" Hoy se propone un análisis personal de nuestra vida. Nadie puede dar por supuesto el difícil equilibrio. Como el volante de un automóvil, siempre tendremos que estar rectificando. ............................... No hay parte mejor o peor. Como en el frutal, raíz y fruto son igualmente importantes. En el tiempo, echar raíces (escuchar a Jesús) es lo primero. El objetivo será siempre el fruto (el servicio a todos) ........................ Intenta ser cada día más Marta y más María. Es la única manera de madurar en la vida cristiana. Cada día más enraizado en Cristo Y más volcado hacia los demás.
0 Comentarios
El relato se presenta sólo en Lucas. El carácter de ambas hermanas es muy similar al de la Marta y María que presenta el cuarto evangelio en la escena de la resurrección de Lázaro. Otras Marías "amigas" de Jesús, y la "María" Magdalena, la pecadora que unge los pies de Jesús, y la escena en Betania, donde María unge los pies a Jesús, inducen a los exegetas a ver en estas dos hermanas del texto de Lucas a las mismas de los otros acontecimientos, aunque, evidentemente, la identificación de esta María de Betania con María de Magdala es inadecuada.
Por otra parte, esta mujer llamada Marta que le recibe en su casa no parece tener un hermano, que sería el jefe de la familia (como no fuese menor de edad); y la localización de esta escena en Betania, tan cerca de Jerusalén, es difícil en el itinerario de Lucas (Jesús está todavía lejos de Jerusalén, y tiene que pasar aún por Jericó...) aunque sabemos que el itinerario de Lucas es sólo un recurso literario. Prescindiendo por tanto de localizaciones e identificaciones, la esencia del relato es sencilla y no necesita mayor explicación para su comprensión. Jesús no llega solo; le acompañan muchas personas, y alojarle es un problema (algo así está en el trasfondo de la falta de vino en Caná). Hay una variante en los textos; en vez de la expresión "una sola cosa es necesaria", algunos prefieren "hay necesidad de pocas cosas" o incluso "a mí me basta con poco". La fórmula "sólo una cosa es necesaria" tiene más resonancias teológicas y probablemente es una elaboración de la fórmula primitiva. Ha tenido más fortuna probablemente por su mayor resonancia "espiritual". Jesús, predicador itinerante al que acompañan discípulos y discípulas, acogido con reverente hospitalidad... es una buena imagen del Jesús real. Nada posee, no tiene dónde reclinar la cabeza, pero su condición de profeta, la fe en él como mesías, le hace ser recibido muchas veces con gran solicitud, aunque otras veces es rechazado, como vimos en el evangelio del domingo 13º (Lucas 9,51) en una aldea de Samaria. La preocupación de Marta es lo lógico: huéspedes (al menos trece), huésped importante, tirar la casa por la ventana, muchísimo trabajo... El comportamiento de María es incorrecto; le deja a su hermana con todo el trabajo. Jesús da la razón a lo incorrecto. Una vez más, Jesús presenta una inversión de valores. Es un tema permanente en los evangelios, y se nos ha presentado varias veces en los últimos domingos. En la profesión de fe de Pedro, en quién es el más grande, en el rechazo de los que quieren seguirle, en el evangelio proclamado a los sencillos, en el buen samaritano... La imagen de Jesús invirtiendo los criterios y los valores habituales está presente en todo el evangelio (y culminará, dentro de pocos domingos, en el capítulo 15 de Lucas, con las paradójicas parábolas de la misericordia). Tratar bien al huésped es un criterio honroso. Pero cuando llega la Buena Noticia, el Reino, todas estas honras quedan purificadas. Tratar bien al huésped revierte en honra del que lo hace: quedar bien con todo el mundo. Y éste ya no es un criterio que a Jesús le importe mucho. Sobre todo, porque hay otra cosa más importante en aquel momento. Llega Jesús, y es importante recibirle como se merece; pero es más importante escucharle. A María no le importa tanto lo primero; escuchar a Jesús, mano a mano, en su propia casa, ¡eso sí que es fascinante! En este sentido, cobra gran importancia la interpretación olvidada de las palabras de Jesús: "Marta, tranquila, no se trata de tirar la casa por la ventana, que nos basta con cualquier cosa", es mucho más profundo que una fórmula de cortesía del huésped que no quiere molestar. Expresa una manera de ser de Jesús, coherente con la actuación de toda su vida. Es coherente sobre todo con el "mesianismo" que Jesús rechaza y con el que ofrece. La gloria externa, el agasajo, los honores al Rey... no son lo de Jesús. Pero en el texto no solamente se afirma que todo eso no tiene importancia, sino que se aclara qué tiene importancia: escuchar la palabra. La llegada de Jesús a la casa es una oportunidad sin igual de escuchar la palabra: eso es lo importante. Por eso tiene razón María. Aplicar este evangelio a la superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa es una deformación del mensaje. Cuando se redacta este texto, no existía esa "vida contemplativa" a que suele referirse tal interpretación. No hagamos que los textos digan lo que a nosotros nos parece. Aquí podríamos extendernos sobre esa presunta "superioridad", pero evidentemente no es el lugar adecuado. Escuchar la palabra. Todos los seguidores de Jesús, no solamente los "contemplativos profesionales", tenemos que atender a "lo único absolutamente imprescindible", que es escuchar la Palabra. Absolutamente imprescindible porque escuchar la palabra es el alimento, el agua. Sin eso, no hay vida espiritual. Jesús mismo se define como Palabra, que es Agua viva venida del cielo, que es maná dado por el Padre... Los mejores símbolos del AT. se aplican de este modo a Jesús. "Oyente de la Palabra" ha sido una de las más bellas fórmulas inventadas para describir al que sigue a Jesús. Nos viene a la mente la importancia de aquel pasaje, breve y desapercibido a veces, de Lucas 11,27. "Estando él diciendo estas cosas, una mujer del pueblo alzó la voz: - ¡Dichoso el vientre que te levó y los pechos que te amamantaron!. Pero Jesús le dijo: - Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica". Este evangelio nos invita por tanto a reflexionar sobre la fuente misma de nuestra conversión, de nuestra vida cristiana. El itinerario interior del que sigue a Jesús se resume en: atender constantemente a la Palabra, dejarse guiar por la Palabra, ponerla en práctica. La Palabra y nuestra respuesta van cambiando nuestros criterios, van produciendo nuestra conversión. Nos identificamos quizá con Marta: la Palabra está ahí, pero nosotros nos dedicamos a otras muchas cosas, no a lo verdaderamente necesario. Como aplicación práctica para nuestra vida, debemos hacer dos reflexiones: la enorme responsabilidad de los sacerdotes que en las homilías dominicales tienen la misión de presentar la Palabra; la enorme urgencia que tenemos todos los que queremos seguir a Jesús: conocer a Jesús en los evangelios, dedicar un tiempo a orar, no a pedir, sino a escuchar. Deberíamos ser insaciables en nuestra dedicación a conocer a Jesús, a contemplarlo: es eso lo que puede transformar nuestras vidas, ése es el grano de mostaza, la levadura que ha de fermentar la masa. Y aquí, no podemos menos que subrayar esta grave carencia del pueblo cristiano: orar, orar con la Palabra. Insistimos una vez más: muchos cristianos rezan mucho y escuchan poco. Escuchar la Palabra, entender el mensaje, masticarlo, asimilarlo. Contemplar a Jesús, para que se nos vaya metiendo dentro y sea levadura que nos vaya cambiando, desde dentro. La dificultad que muchos sienten es "no tengo tiempo". No es verdad. "No tengo tiempo" significa, simplemente, "otras cosas me importan más". Si no tenemos tiempo para orar, esto significa que escuchar la palabra nos importa poco. ” La primera carta de Juan fue muy importante para muchas comunidades cristianas, porque combatía falsos misticismos, es decir, rechazaba la falsa religiosidad desligada de las personas con quienes convivían y se relacionaban, y de los problemas concretos que les afectaban a esas personas.
Este planteamiento tiene plena actualidad en nuestros días. Los que creen que pueden amar directamente a Dios, con sus rezos, sacrificios y actos de culto, sin haber contrastado ese amor con el amor hecho realidad a la gente de su entorno, es decir teniendo en cuenta sus necesidades reales, y abiertos también a las necesidades sangrante de la humanidad, viven de espaldas a la manera de ser de Dios y de su proyecto sobre la humanidad. Nos dice Juan: «Con esto queda claro quienes son hijos de Dios… Quien no practica la justicia, o sea, quien no ama a su hermano, no es de Dios, porque el mensaje que oísteis desde el principio fue éste: que nos amemos unos a otros…» [1 Juan 3,10-11] Y poco después leemos: «Hemos comprendido lo que es el amor, porque Jesús se desprendió de su vida por nosotros. Ahora también nosotros debemos desprendernos de la vida por nuestros hermanos. Si uno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano pasa necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos, no amemos con palabras y de boquilla, sino con obras y de verdad.» [1 Juan 3,16-18] La misma carta más adelante afirma: «Y su mandamiento es este: que demos fe al su Hijo Jesús, el Mesías, y nos amemos unos a otros como él nos amó» [1 Juan 3,23]. El creyente que no ayuda, ni se va entregando en el día a día a sus hermanos: “Ni conoce a Dios ni lo ama”. Se engaña a sí mismo. Ese amor que cree tener a Dios es pura falacia. En la Última Cena Jesús pone el amor como distintivo de la nueva comunidad: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Igual que yo os he amado, amad también vosotros. En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros» [Jn 13,34-35]. Nunca nos cansaremos de insistir en que esta cita del evangelio de Juan encierra lo más importante del Testamento de Jesús: la Ley antigua ya no tiene razón de ser, y da paso al mandamiento nuevo, que se centra en el amor de unos para con otros. No se nos dice que tenemos que amar a Dios, porque todo lo que es amor viene de él. Por el Espíritu, este amor se derrama en nuestros corazones, y sólo sube de nuevo hacia Dios, como verdadero culto, si se transforma en amor al prójimo, empezando por los más cercanos y necesitados. Aunque alguien esté negando el origen de ese amor, por desconocimiento o por una postura de agnosticismo ateo, su actitud de servicio y solidaridad, está siendo la mejor forma de reconocimiento de ese amor a Dios, entendido como Naturaleza, Derechos Humanos, Compromiso con la Vida, Lucha solidaria con los desheredados, etc… Estas metas son el verdadero Dios y esta es la verdadera religión y el culto fundamental que nos pide Jesús, y no tiene nada de «sagrado». Tampoco se necesita mediadores sagrados para poder realizarlo. Se va llevando a cabo de mil maneras en el quehacer diario, que discurre como la vida misma, de forma normal, en el terreno de lo profano. [...] Si amamos como él nos ha amado, es decir con una entrega total, hasta estar dispuestos a entregar la vida por la persona amada, tendremos un signo inconfundible de que somos verdaderos discípulos de Jesús, aun sin saberlo, incluso rechazándolo, o viviendo la práctica de otra religión. Cambia el punto de mira en el amor. Amar al Dios invisible puede ser una mera ilusión, o una escusa para eludir nuestra responsabilidad con los hermanos. En la Parábola que propone Jesús se ve esta afirmación «¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?», y el Jurista no tiene más remedio que contestar, aun sin nombrarlo, porque lo consideraba un descreído y un hereje, a «El que tuvo compasión de él». Ni el sacerdote, ni el clérigo, que seguramente evitaron acercarse, cumpliendo un precepto de la Ley que impedía acercarse a un cadáver, pensando que contraerían impureza legal, o porque llegarían tarde a los cultos del templo, donde “su dios” que era lo verdaderamente importante para ellos, así se lo exigía. Creer que se ama a Dios desentendiéndose e incluso odiando al hermano, es pura ilusión y engaño: «El que diga “yo amo a Dios”, mientras odia a su hermano, es un embustero; porque quien no ama a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo» [1 Juan 4,20]. El buen samaritano. Podemos estar seguros de que amamos al prójimo, si lo socorremos en sus necesidades concretas, porque entregamos parte de nuestra vida a esta tarea. Esta entrega, como quehacer diario, es la mejor garantía de que también amamos a Dios de verdad y no sólo de palabra. Jesús recurre a esta afirmación para contestar al Jurista, pero sobre todo para instruir a sus discípulos sobre el reinado de Dios que se realiza en los hechos cotidianos que se nos pueden presentar en la vida. En esta parábola Jesús expone con nitidez en que consiste el amor a prójimo. No sólo es clara y transparente, sino que además está redactad por Lucas con una cruda ironía, que va dirigida directamente a aquellos que enseñan que el amor a Dios se identifica con actos de culto, rezos, ritos religiosos y con el estricto cumplimiento de las leyes, normas y preceptos, olvidando así que el amor al prójimo, única y verdadera señal de que también amamos a Dios, sólo se realiza con la ayuda, la entrega y la solidaridad con los más necesitados. Sabemos que el jurista es un hombre culto, versado en la Ley mosaica. El evangelista, además, nos hace ver su hostilidad hacia Jesús (“para ponerlo a prueba”). Además como todos los “santones” se desentiende de los problemas de la vida cotidiana de la gente, pensando sólo en el “más allá” (“… para heredar la vida eterna”). Ante la pregunta que le hizo Jesús y la facilidad de la respuesta, porque se trataba de la oración que la gente sabía de memoria y recitaba todos los días, el jurista no quiso quedar desairado y le propone que clarifique quién es el prójimo, que da lugar a que Jesús responda con esta parábola: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto… bajaba un sacerdote por el camino. Al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un clérigo… Al verlo dio un rodeo y pasó de largo.” Jesús pone de manifiesto que los que pasan por ser “profesionales” de la religión, es decir “de lo sagrado”, niegan la ayuda concreta que le podían prestar al que se está desangrando y se encuentra medio muerto. El sacerdote y el clérigo viven un tipo de religión que nada tiene que ver con la vida y sus avatares. Hay una clara ruptura entre religiosidad y vida, porque la practican quieren entenderse directamente con Dios, a través de ritos, actos de culto y rezos, pero se desentienden de la vida real, es decir, dejan fuera de sus vidas los problemas, vicisitudes y necesidades de sus semejantes. Recitan de memoria a diario lo que está escrito en la Ley, y esta forma de oración sirve para tranquilizar sus conciencias, pero “dan un rodeo y pasan de largo” desentendiéndose del que está malherido, y necesita su ayuda. “Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre y, al verlo, le dio lástima. Se acercó a él, vendó sus heridas…” En este punto la parábola encierra toda la fuerza de una ironía mordaz. En efecto, los hombres de religión se desentienden del que estaba medio muerto al borde del camino, mientras que un descreído, un samaritano, tachado de hereje por aquellos mismos hombres religiosos, al ver al herido, se conmovió. Se acerca a él (“a donde estaba el hombre” ¡esta es la clave!), y lo trata con mimo, a costa de trastocar sus planes (“iba de viaje”), pero aquel hombre necesitado reclama toda su atención. El hecho crudo e hiriente para los hombre de la religión es que un samaritano cuida y socorre con su propio dinero y con mimo a un desconocido, y lo trata como un hermano. Este contraste tuvo que ser profundamente hiriente para el jurista, porque los judíos despreciaban a los samaritanos, considerándolos paganos, descreídos y herejes. Y, aunque procedían de la misma raza, nunca le habían perdonado que hubieran edificado un templo, rival al de Jerusalén, en el monte Garizín. Era tal la enemistad y el odio entre judíos y samaritanos, que el mayor insulto que recibe Jesús, tiene este referente. En la discusión sobre el linaje de Abrahán, los dirigentes judíos le dicen a Jesús «¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano y estás loco(tienes un demonio)? » [Jn 8,48]. «¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?.» Para el jurista habría sido demasiado bochornosos y sonrojante haber tenido que responder: «el samaritano». Lo hizo con un circunloquio: «El que tuvo compasión de él». Pero precisamente esta respuesta expresa la compasión y los cuidados que el samaritano había prodigado al malherido. Jesús nos está enseñando que compadecernos del que sufre y ayudarlo es algo fundamental para el que quiere ser su discípulo. Sin este requisito, la religión es pura falacia, y se convierte en un gran fraude; un culto vacío de contenido, y Dios no se deja sobornar por los ritos, oraciones, procesiones, “jubileos”, ni por diversos acto de culto. Comprobamos que los núcleos esenciales del Nuevo Testamento, sobre el amor al prójimo, son las claves esenciales que debemos entender y asimilar para vivir como discípulos de Jesús. Una religión profusa en actos de culto no sirve para nada, si al mismo tiempo nos desentendemos de las necesidades concretas de nuestro prójimo. Una vez más constatamos que el verdadero culto a Dios no es el que se realiza en lugares sagrados y por medio de ministros sagrados. Ni en estos lugares sagrados, ni estos ministros sagrados, son necesarios; es más son rechazados en la parábola, por estar desvinculados de la vida concreta y de las necesidades reales de la gente. El mensaje del evangelio es claro y tajante: la verdadera religiosidad consiste en la ayuda y solidaridad con los más necesitados. Dicho de otra manera: la parábola del buen samaritano nos enseña que el verdadero culto a Dios tiene lugar en los escenarios de la vida real, donde viven, sufren y gozan los seres humanos; en el encuentro casual o buscado de aquellas personas que necesitan nuestra ayuda. En la vida secular y profana damos verdadero culto a Dios, al ponernos al servicio de quienes nos necesiten. Este amor hacia nuestro prójimo, que nos necesita, para compartir su penas y también sus alegrías, sube hasta Dios como verdadero acto de culto, seamos o no conscientes de ello, y el Padre lo acepta como el verdadero amor a él mismo. ” * Carlos Escudero Freire. “El Evangelio es profano” Ed. El Almendro (Córdoba 2011) El papa viajó hoy a la isla italiana de Lampedusa, la "puerta de Europa" de los inmigrantes indocumentados que buscan en el continente un futuro mejor, para llorar por los que perdieron la vida en las travesías y denunció la "globalización de la indiferencia" ante esas tragedias.
Francisco, en su primer viaje como pontífice, lanzó una corona de flores al mar en homenaje a los muertos, se reunió con numerosos inmigrantes alojados en la Lampedusa, distante 113 kilómetros de las costas de África, e hizo un llamamiento "para que se despierten nuestras conciencias y para que tragedias como las ocurridas no se vuelvan a repetir". El papa denunció "la crueldad que hay en el mundo, en nosotros y en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que abren el camino a dramas como estos" y también a los traficantes que se aprovechan de la pobreza de los inmigrantes. El Papa, afectado La muerte hace una semana de siete norteafricanos cuando trataban de llegar a las costas italianas encaramados a las nasas de un pesquero tunecino, que fueron cortadas por los tripulantes, ha afectado al papa y según dijo hoy ante las 10.000 personas que asistieron en Lampedusa a la misa que ofició allí se le "han clavado como una espina en el corazón". Francisco decidió que tenía que viajar a esa isla para mostrar su "solidaridad y cercanía" y en una fuerte homilía denunció la "globalización de la indiferencia" que hace que el hombre no se sienta responsable de las muertes de los inmigrantes que pierden la vida en las travesías buscando un futuro mejor. "Inmigrantes muertos en el mar, en esas barcas que en vez de ser un vía de esperanza se convirtieron en un camino de muerte", afirmó el papa, que añadió que el hombre actual embebido en la cultura del bienestar, "que nos lleva a pensar solo en nosotros mismos y nos hace insensibles al grito de los otros". "Nos hace vivir en una pompa de jabón, que son bonitas, pero no son nada más, son la ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, lleva a la globalización de la indiferencia", agregó. El Papa argentino añadió que "nos hemos acostumbrados al sufrimiento de los otros, no nos afecta, no nos interesa, no es cosa nuestra"... Fuenteovejuna Echando mano de la comedia del escritor español Lope de Vega "Fuente Ovejuna", en la que todo el pueblo de esa localidad cordobesa se adjudica la muerte del gobernador tirano, dijo que hoy "todos los hombres y ninguno" se hacen responsables de las tragedias de la inmigración. "¿Quien es el responsable de la sangre de estos hermanos. Nadie. Todos respondemos: yo no he sido, yo no tengo nada que ver, serán otros, pero yo no. Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita", denunció. El pontífice advirtió que esa globalización de la indiferencia"nos hace a todos innombrables, responsables sin nombre y sin cara". Francisco manifestó que la sociedad actual se ha convertido en una sociedad que ha olvidado llorar, "llorar por las personas que han muerto en las barcas hundidas en el mar, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos". "Pidamos al Señor que nos dé la gracia de llorar por nuestra indiferencia, por la crueldad que hay en el mundo", dijo el papa que también pidió perdón por "todos aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas". Madera de una vieja barca La Eucaristía la celebró sobre un altar construido con una vieja barca y a la misma asistieron inmigrantes musulmanes, a los que dijo que la Iglesia está a su lado. La visita a Lampedusa duró medio día. Francisco llegó, coincidencias, poco después de que una barcaza con 166 inmigrantes indocumentados llegara al puerto. El Papa quiso darle un carácter sobrio. Lo primero que hizo fue lanzar al mar la corona de flores en memoria de los cerca de 20.000 inmigrantes que se calcula han perdido la vida en el mar intentando llegar a Europa en las dos últimas décadas. Después se reunió con medio centenar de inmigrantes, entre ellos mujeres y niños, que pidieron que Europa les ayude. "Hemos huido de nuestro país por motivos políticos y económicos. Para llegar a este lugar hemos superado muchos obstáculos, hemos sido robados por traficantes, hemos sufrido mucho hasta llegar aquí", le dijo un joven inmigrante, que le entregó una carta. Durante la visita el Papa uso un "jeep" prestado por un vecino de la isla. Frente a tanta hipocresía...
A tantos y tantas a quienes "les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos"... En estos tiempos mediáticos, de hacerse públicos a cualquier costo. ...Cualquier camino es bueno para conseguir que te pidan autógrafos o unos segundos en la tele... En estas épocas de mostrarse, de profanar intimidades, de exponer lo cotidiano en tiempo real, de que los pensamientos salgan sin filtro transformados en twit. En estos años en que sólo lo que resalta parece valioso, reencuentro a esta mujer, con sus dos moneditas. Y la puedo resignificar. No es una mujer escondida en el anonimato. No anda agachadita para que nadie la vea poner su ofrenda. No está esquivando la mirada de los otros. Ni le da vergüenza poner poco, ni se cree grandiosa por ponerlo todo. No es una señora sacrificada, una víctima del cumplimiento, una seguidora de la ley a costa de sí misma. No es una opción de despojo, de "abnegación", de renuncia... Porque no es ahí donde se juega el reino, sino en el pan compartido... Es el salto a la comunidad que la nutre. El salto a ciegas, a la promesa de que será saciada. Es una mujer que cree en la fraternidad y se lanza a ella sin medir, sin guardarse en el miedo...sabiendo que el "amor de todos" puede sostenerla, cobijarla, reduplicar sus monedas, aliviar su hambre y su sed. Es una mujer confiada, que se suelta con coraje a la promesa del viento, a la lógica de apostar los talentos, o de entregar a la tierra el grano de trigo. Donde, si me dono me potencio, hacemos sinergia y alcanza-sobra para todos. Quien ha soltado todo, es libre para danzar con el espíritu. Desde la vitalidad, poner "todo lo que tenía para vivir" En la certeza de que en la fraternidad, el pan se multiplica. Gestar una comunidad así. Donde pudiéramos entregar y entregarnos, en la absoluta convicción de que lo colectivo fuera manto, red y plataforma de despegue. Donde pudiéramos aflojar tensiones, dejarnos alzar en andas o dejarnos llevar en brazos en la fragilidad, lo mismo da, el entramado permitiría relajación. Donde cada otro fuera compañero (aquellos que comparten el paño con el que se abrigan...hechos de la misma tela humana...) Soñemos con esos espacios, aunque sea en lo pequeño... Atrevámonos a generar esos "talleres", de pertenencia, de descanso... "Refugios de la esperanza, lugares de nacimiento, donde nadie quede afuera"... Una comunidad donde lo de mujeres como ésta no sonara a locura. Donde esa imprudencia incondicional, tan al estilo de Jesús, fuese la regla. Me gusta acoger las encíclicas con un comentario amplio y personal; pura libertad, no porque suponga que mi palabra sea necesaria. Y lo haré en cuanto pueda. La Lumen fidei es una encíclica de Benedicto XVI. Es de su exclusiva competencia intelectual y teológica. Esto no es un juicio de estilo sino una constatación. Yo no sé si Francisco va a decir doctrinalmente las cosas de otro modo más encarnado y pastoral. Supongo que sí. Pero no creo que las esperanzas sobre el papa Francisco sean doctrinales, sino de gobierno, pastorales y sociales. Las mías, al menos.
Lumen fidei representa la teología de la fe típicamente universitaria y culta, pero idealista y desencarnada. Una interpelación a la modernidad ilustrada y postulándose como su complemento natural para salvarla. Para salvarla de su vacío de sentido, que no de su injusticia social absoluta. Bien asentada en la teología bíblica y sistemática europea postvaticana, – neoescolástica moderada -, hace una recepción muy insuficiente del valor salvífico de la historia humana de la justicia, porque propone el Dios de Jesús sin pasar por la vida del Jesús de Dios. Y así, la sacramentalidad de la historia, de los empeños liberadores, de la primacía de los más pobres, de la lucha por la justicia desde ellos y con ellos, del sufrimiento injusto a manos de otros humanos, del pecado estructural, del mismo Dios que en Jesús, – no sólo muere, sino que lo matan por ambición y poder de los humanos más poderosos,… -, todo esto se le escapa. (De hecho, creo que no utiliza, – lo digo con un creo, por si se me ha colado -, el concepto pobres, víctimas o pecados de injusticia en todo el texto). Teología neoclásica, – con componentes bíblicos y espirituales muy logrados y hermosos -, pero que no escapa, – ni lo pretende -, a una concepción de la vida y la historia humanas como tránsito coyuntural para alcanzar el verdadero destino humano. Veo al fondo, a San Agustín convertido, en todo su esplendor. Una oportunidad para glorificar a Dios, un quehacer casi menor para alcanzar nuestro verdadero destino junto a Dios. Es lógico así, que la Historia de la Salvación, “ya sí – todavía no”, – en la que Dios trajina la salvación con los ingredientes de la historia entera, a partir de la dignidad de la víctimas y de su sufrimiento más injusto -, esta fe agustiniana y neoplatónica de Lumen fidei no la contemple. Así, la vida humana y social, la historia cotidiana es un asunto derivado y externo a la sustancia de la fe. No prescindible, pero sí, subordinado. Todo se juega en una la fe, bien pensada y creída con la Iglesia y su Magisterio, celebrada y realizada en los Sacramentos, alimentada en Oración, practicada en una vida personal y familiar santa. Lógicamente el mundo, por esta fe, está llamado a ser mejor y así debemos hacerlo. Pero ese mundo, en su injusticia más absoluta, no cuestiona qué significa esa fe, ese Credo, esos Sacramentos, esa Familia, esa Justicia, ese Sufrimiento humano. Ellos no se sienten cuestionados. Saben de su significado sin contar con ese factor de la historia. La fe se define desde sí misma en Lumen fidei, – a mi juicio insuficientemente -, porque el Dios de Jesús no cobra claridad desde el Jesús de Dios, y el mundo real no cobra claridad desde la dignidad de las víctimas de la injusticia a manos de otros humanos poderosos. Y así no es posible darle a la Fe cristiana todo su significado de Encarnación. Queremos llegar al cielo apenas sin pasar por la tierra, y eso no es posible más que en la caverna de Platón. Francisco, tenemos tarea. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia). Un texto tan conocido, tan usado, que parece que no es posible añadir nada. Sin embargo, con él nos sucede lo que tantas veces en el evangelio: que nunca llegas a agotarlo, siempre hay más. Señalaremos algunos aspectos que a veces pasan desapercibidos y nos parecen importantes.
Aunque Lucas lo sitúa fuera de Jerusalén, en el camino, el contexto en que lo sitúan Marcos/Mateo es la gran polémica en el Templo, previa a la condena definitiva. Han polemizado ya con Jesús los fariseos (el tributo al César) y los saduceos (la resurrección), y han salido derrotados. El legista, un doctor de la Ley muy probablemente de la rama farisea, propone un ejercicio de erudición: cuál de los infinitos (más de seiscientos) mandatos de la Ley es el más importante. Tema propio de eruditos, bueno para una interminable discusión teórica. Es fundamental darse cuenta del vuelco que da Jesús a la cuestión: lo que importa no es ese conocimiento; lo que importa es cumplir el precepto. Una estupenda lección para nuestra teología, tan preocupada muchas veces por el conocimiento sutil de lo más sublime. (¿Nos atreveríamos a ver en el texto de Colosenses un principio de ese peligro de elucubración cristológica estéril?). El letrado sabe la respuesta a lo que ha preguntado. Jesús es tan hábil que le deja en ridículo ante todos: queda claro que ha preguntado lo que ya sabe, queda clara su mala intención. El letrado tiene que quedar bien y, otra vez, hace una pregunta teórica: ¿quién es mi prójimo? ¿el extranjero, el samaritano, el publicano...? ¿tengo que amar a esos pecadores, extranjeros, herejes...?. Vuelve a la teoría, vuelve a proponer un "caso de conciencia" apto para largas discusiones. Jesús vuelve a invertir los terrenos. La conclusión es: "no importa quién es el otro; importa cómo te portas tú". Jesús vuelve a poner la teología al servicio del comportamiento. Pero lo hace de forma agresiva. Ninguna razón había para que el "bueno" de la parábola fuese un despreciado hereje samaritano, ni para que "los malos" fuesen el sacerdote y el levita. Esto suena lo mismo que los milagros hechos gratuita e innecesariamente en sábado. Advertimos en Jesús un postura de provocación, un reto a los letrados, a los sacerdotes. Y una última clave. El samaritano cumple a la perfección el sublime mandamiento sencilla y simplemente porque "sintió lástima", es decir, es una buena persona, de buen corazón. Innumerables veces aparece la expresión "sentir lástima", "conmoverse", como motivo por el que Jesús cura o enseña. El grave error de los doctores es que conocen maravillosamente la Ley, pero todo se queda en conocimiento. Y un inculto hereje despreciado les supera ampliamente sólo porque lleva la Ley en el corazón, aunque no la conozca, o la conozca mal. Resuena en esto la gran parábola del Juicio Final, en la que el motivo de la salvación es: "A mí me lo hicisteis, aunque no sabías que me lo hacíais a mí". Sobradamente conocido por todos que no es posible amar a Dios sin amar al prójimo; sobradamente conocido por todos que lo propio del cristiano es conocer a Dios en Jesús y servir a Dios en los demás; sobradamente entendido y proclamado que la condición "sagrada" de algunas personas no tiene ninguna importancia... resaltemos algunos aspectos básicos. El conocimiento que no lleva al servicio es una trampa satánica. Se refleja con perfección en la maldición lanzada por Jesús a los escribas: conocen y cumplen todos los miles de preceptos externos, pero esto les impide conocer a Dios y cumplir lo esencial de la ley: la justicia, la misericordia, la fidelidad. Y, sobre todo, les hace creerse superiores, apartarse de los demás, que son pecadores (ellos no). Todo el evangelio está lleno de esta idea. Quizá las dos escenas en que mejor aparece esta postura son el episodio de la mujer adúltera y el del ciego de nacimiento. Aplicándolo a nosotros: ¿por qué el "Credo" que recitamos en la celebración de la Eucaristía es pura teoría trinitario / cristológica? ¿Por qué no decimos "creo en la austeridad, creo que es mejor dar que recibir, creo en el camino empinado..."?. ¿Por qué, a lo largo de la historia, se ha dado tanta importancia a la ortodoxia y se han consentido pecados históricos tan insultantes como la esclavitud, la explotación de los trabajadores, la destrucción del planeta, el ostentoso poder económico y político de los eclesiásticos...? No insistiremos en esto: hay mil ejemplos en nuestra concepción religiosa que revela que éste no es un pecado patrimonial de aquellos legistas sino un pecado "original" de la religiones. Jesús destruye la esencia de "aquella religión". Los doctores que se saben toda la teoría y no tienen buen corazón. Los sacerdotes que controlan el poder por medio del templo. Los santos que lo cumplen todo al pie de la letra y no se conmueven ante las necesidades "ajenas"... ¡Qué retrato de buena parte de nuestra propia religión actual! Recibe uno la impresión de que Jesús lucha a brazo partido precisamente contra "la religión", es decir, contra esas manifestaciones llamadas religiosas que se dan en todas las religiones, se han dado y se siguen dando hoy en la iglesia, y que son, específicamente, "pecados originales de la religión en sí misma". Más aún: esos pecados originales de la religión son los que mataron a Jesús y los que esterilizan a la Iglesia. El centro es amar. Demasiadas veces ponemos el centro de lo religioso en entender, aceptar, creer verdades. No es así. El centro no es el cerebro, sino el corazón. El centro no es la teoría sino el comportamiento. El secreto no es la erudición sino la con-pasión. Dios no es un enigma de naturalezas y personas, de procesiones y trascendencias. Dios es Abbá, es decir, Dios es amor. Y el amor no es entender, es sentir, conmoverse, acercarse, dar la mano, ser positivo, aceptar... No hace falta que nadie suba a las estrellas o viaje a los confines del mar. No hace falta que se escriban bibliotecas enteras sobre la divinidad y la humanidad. El evangelio es Buena Noticia sobre todo porque es sabiduría de los sencillos, evidente para los hombres de buena voluntad. Ni Jesús es complicado, ni la cristología es un crucigrama, ni la divinidad es para especialistas. "Jesús, lleno del Espíritu, exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado todo esto a los sabios y a los poderosos y lo has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así lo has querido" PROFESIÓN DE FE Proponemos un credo no dogmático. Viene a ser como las bienaventuranzas escritas en forma de "le creo a Jesús" Creo que son felices los que comparten, los que viven con poco, los que no viven esclavos de sus deseos. Creo que son felices los que saben sufrir, encuentran en Ti y en sus hermanos el consuelo y saben dar consuelo a los que sufren. Creo que son felices los que saben perdonar, los que se dejan perdonar por sus hermanos, los que viven con gozo tu perdón. Creo que son felices los de corazón limpio, los que ven lo mejor de los demás, los que viven en sinceridad y en verdad. Creo que son felices los que siembran la paz, los que tratan a todos como a tus hijos, los que siembran el respeto y la concordia. Creo que son felices los que trabajan por un mundo más justo y más santo, y que son más felices si tienen que sufrir por conseguirlo. Creo que son felices los que no guardan en su granero el trigo de esta vida que termina, sino que lo siembran, sin medida, para que dé fruto de Vida que no acaba. Y creo todo esto porque creo en Jesús de Nazaret, el Hijo, el hombre lleno del Espíritu, Jesucristo, el Señor. Hoy la primera lectura (Dt 30,10-14) no da la clave para entender el evangelio. La voluntad de Dios no viene de fuera, sino que es una exigencia de nuestro ser. Dios no crea al ser humano y luego le impone unas obligaciones. Dios es un "ser" simplicísimo. Lo que Dios quiere, es que despleguemos esas posibilidades (exigencias) que nacen de nuestro ser más profundo. Cuando alguien es capaz de descubrirlas, las propone a los demás como venidas de Dios para darles carácter definitivo. ¡Cuanto fundamentalismo se evitaría si tuviéramos en cuenta esta simple verdad!
El jurista sabía la respuesta, luego no pregunta para aprender, sino para examinar. Jesús se lo hace ver, haciendo que él mismo responda. Lo que no estaba tan claro era quién era Dios y quién era el prójimo. Aquí sí que había y sigue habiendo mucho que aclarar... Jesús habla de superar la Ley como venida de un Dios que desde fuera y desde arriba nos exige normas de conducta que van en contra de nuestros intereses. Como la primera lectura de hoy, Jesús habla de una ley no escrita que llevamos todos dentro y que hay que descubrir. Solo Lucas narra esta maravillosa parábola del "buen samaritano". Como todas las parábolas, no necesita explicación. Lo único que exige es "implicación". El oyente tiene que tomar partido después de oírla. Si no lo hace, la narración carece de sentido. Se nos invita a descubrir una manera nueva de ser humano. No basta ser religioso y tener muy buenas relaciones con el Dios del templo, aunque sea sacerdote o levita, hay que ir más allá y hacerse prójimo. La parábola nos propone dejar de considerarse a sí mismo el ombligo del mundo (egoísmo), y poner en el centro al otro (amor). En cuanto pregunto "¿Quién es mi prójimo?", doy por supuesto que puede haber alguien que no lo es y que tendríamos que amar solamente a algunos de nuestros semejantes. En algunas formulaciones del AT, el mandamiento del amor al prójimo tenía este sentido. La religión judía nació como un medio de aglutinar un pueblo en torno a un Dios, con unas obligaciones que le permitían asegurar una cohesión interna capaz de superar el egoísmo destructor. Para nada pensaban en un amor universal, sino en un amor a los pertenecientes al pueblo, con la finalidad de defenderse de los que no pertenecían a él y por lo tanto eran considerados enemigos. "Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo". La pregunta también da por supuesto que el ser o no ser prójimo depende del otro, o de circunstancias externas. Fíjate bien que este es el fundamento de la mentalidad legalista que excluye toda aproximación. La ayuda al miserable desde el estricto cumplimiento de la Ley no excluye el sentimiento de superioridad o desprecio. Cumplo lo mandado pero no me involucro para nada en la situación del otro. Simplemente lo hago "por amor a dios". Esta es la trampa donde hemos caído los cristianos. Lo que hizo el Samaritano está a años luz de esta actitud. Se aproxima, lo cura, lo venda, lo lleva a la posada, etc. El relato es típico de la literatura oriental, pero los personajes implicados en él, lo convierten en provocador. Los oficiales de la religión están demasiado preocupados por la legalidad para preocuparse de los demás. Para el sacerdote y el levita, lo primero era la Ley. Para el samaritano, lo primero era el amor. El hereje, el idólatra, el impuro, odiado precisamente por no ser religioso, no está sujeto a normas morales externas, lleva la ley en el corazón. La palabra empleada en griego para indicar que se conmueve, se aplica siempre en el NT a Dios o a Jesús. La Vulgata la traduce por "misericordia motus est". Nos indica que el Samaritano se dejó llevar por su verdadero ser desde el interior y acabó actuando como Dios. La parábola, no deja lugar a dudo sobre lo que Jesús entendía por próximo. Prójimo es todo aquel con quien me encuentro en mi camino. Prójimo es aquel que me necesita. Estamos equivocados al pensar que el prójimo lo puedo determinar yo. Jesús nos dice que el prójimo se me impone, aunque yo puedo tomar la decisión de escamotear esa presencia e ignorarlo. Cuando me niego a verlo, estoy fallando, buscando excusas para escapar a esa imposición que me saca de mi programación, de mis planes, a veces tan religiosos ellos. Estamos equivocados cuando pensamos que si me acerco a otra persona para ayudarla, estoy haciendo una cosa buena, pero que si no la ayudo, no pasa nada, porque yo soy libre de ayudarla o de no ayudarla. No vemos como una necesidad el ayudarla, sino como una posibilidad que se me ofrece y que yo puedo aprovechar. No, debemos sentir esa ayuda, como una urgencia de nuestro propio ser. Con frecuencia soy capaz de programar un prójimo para una hora determinada, pero rechazo instinti¬vamente al que se me impone sin mi consentimiento. Actuamos desde la programación y no desde el amor. Tanto en el AT como en el evangelio, se entiende a Dios como alguien que existe al margen de la creación. Hoy pensamos que Dios está en las cosas, no al margen de ellas, ni por encima de ellas. Si pudiéramos ver la creación desde Dios veríamos que no se diferencia en nada de ella. La creación es la manifestación de Dios. Vista desde la criatura, sí hay diferencia, pero no por lo que la creación es, sino por lo que no es; por sus limitaciones. Dios es infinito, la criatura no, ni por separado ni en conjunto. Si en todas las cosas está Dios, es claro que en cualquier ser humano se está manifestando su presencia. Si de verdad estoy interesado en descubrir y reconocer a Dios ya sé el camino. Aclaremos esta idea con el ejemplo de la luz. La luz no se puede ver. Los espacios intersiderales son inmensos vacíos en absoluta oscuridad, aunque la luz los traviesa. Solo cuando los fotones encuentran a su paso algo material, puedo descubrir los reflejos de la luz en ese objeto. Esto pasa con Dios, no se le puede ver más que reflejado. Para cada uno de nosotros no hay más Dios que el que podemos ver en la creación. La conclusión es clara: No puedo pensar en un Dios al margen de la creación, porque sería un ídolo. Por lo tanto, no puede haber dos mandamientos. Amo a Dios solo en la medida que amo a sus criaturas. Hay una frase, que empleamos siempre para justificar nuestro egoísmo, pero que es verdadera: "el amor bien entendido empieza por uno mismo". Efectivamente, descubriendo la luz que se refleja en mi propio ser, estaré capacitado para verla en los demás. El Dios que descubro en mí, es el mismo que debo descubrir en los demás. Ya hemos dicho muchas veces que el amor es sólo uno en cada persona. Aunque hay diversas manifestaciones del amor. Si me doy cuenta de lo que soy en el todo, veré al otro insertado en el Todo. Si creo que soy una mónada aislada, veré al otro como algo aislado y por lo tanto como algo distinto de mí, que me impide ser yo, me estorba, y no encontraré motivos para amarlo. Cuando tenga claro esto, solucionaré el problema de mi egoísmo. Es falsa la creencia de que yo soy una individualidad aislada, que tengo existencia y consistencia propia. Yo, separado del creador y de las demás criaturas, no soy nada. Lo que constituye mi ser y lo que constituye el ser de los demás, es la misma realidad, Dios que está fundamentando mi propio ser y el de los demás. Por tanto, no puedo ir en contra de los demás, sin ir en contra mía y viceversa. El error de que somos algo aislado viene de creer que somos lo que no somos. El día que descubra que no soy eso, habré dado un paso hacia el verdadero amor. El prójimo está siempre ahí, a tu vera. Descubrirlo y aceptarlo depende sólo de ti. Siempre que te aproximas a otro para ayudarle de cualquier forma, lo estás convirtiendo en próximo. Cada vez que haces a uno prójimo, te estás acercando a ti mismo y te estas acercando a Dios. Cada vez que superas tu egoísmo y pones al otro en el centro, te acercas a la plenitud de humanidad. Siempre que das un rodeo para pasar de largo ante el dolor ajeno, te estás alejando de ti mismo y de Dios. Cuando te desentiendes del otro, estás perdiendo una ocasión de dar sentido pleno a esta vida y convertirla en VIDA. Oración-meditación Prójimo es todo aquel que me necesita y estoy dispuesto a ayudarlo a ser más humano. No debo pensar solamente en las necesidades materiales. En nuestro entorno, son más urgentes otras carencias. ......................... No hay más amor a Dios que el que se manifiesta amando a los demás. La clave en nuestra relación con Dios, está en el amor al prójimo. Si creo que puedo amar a Dios desentendiéndome de otro, es que no he entendido nada del mensaje de Jesús. ......................... La propuesta de Jesús es de amor incondicional a todos. Un amor que no se manifiesta, es que no existe. Si no descubro a la persona que me necesita, es que no me preocupo del que pasa en mi interior. ....................... "Anda, haz tú lo mismo". En algo tan práctico y concreto se sintetiza todo el mensaje de Jesús. No hay grandes conceptos ni elaboradas teorías. El suyo es un mensaje centrado en la práctica, y en una práctica amorosa y compasiva.
Se dice, con razón, que la compasión constituye el test que verifica la autenticidad del camino espiritual. No solo eso. Se trata, también, de una opción que, a la vez que es sumamente eficaz para desegocentrarnos, no nos engañará. El Popol-Vuh, o Libro del Consejo, de los mayas, advertía sabiamente: "Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca". En nuestras discusiones teóricas podemos perdernos con facilidad, aun cuando creemos que brotan de la experiencia. Quien vive la compasión auténtica –que no sea un sucedáneo, o una compensación de cualquier otra cosa-, siempre acierta. Todo el camino espiritual –así como la propia práctica meditativa- quiere conducirnos a la experiencia de nuestra verdadera identidad, desenmascarando la falsedad del ego. A ello nos ayuda, sobremanera, el hecho de ir educando la atención progresivamente, para ser dueños de ella. A ello contribuye también eficazmente la práctica de observar la mente y todos sus contenidos, situándonos en el Testigo hasta familiarizarnos con él: en este primero momento, ya venimos a descubrir que no somos el yo observado, sino el Testigo que observa. Pero a ello nos ayuda también –y este es el camino "más propio" de Jesús- la vivencia del amor y la práctica de la compasión. Quien se entrega a los otros, necesariamente va saliendo de su ego, que deja de ser el centro, y empieza a vivirse desde una consciencia mayor. Albert Einstein lo expresaba de este modo: "Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos". Decía que la práctica de la compasión constituye el camino "específico" de Jesús, aunque es cierto que todas las tradiciones espirituales, de un modo u otro, insisten en él. La compasión nace de la consciencia de que todos constituimos una unidad. Por eso, a no ser que haya bloqueos psíquicos de diferente tipo, vibramos ante el dolor ajeno y nace en nosotros un movimiento a socorrerlo. Eso es precisamente lo que significa la compasión en el evangelio: la vibración profunda ante el otro –"conmoverse en las entrañas"- que desencadena una acción eficaz en su servicio. Ello requiere una sensibilidad limpia –no congelada, ni endurecida- y una capacidad de amar que se va liberando. Pero el "fundamento" último de la compasión no pertenece al orden de la moral, sino de la misma realidad. Y ahí es justamente donde lo sitúa Jesús. El Misterio último de lo Real es Bondad Y Compasión, como el propio maestro de Nazaret expresaba: "Amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada a cambio... Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo" (Lc 6,35-36). Y cada cual puede experimentar, mientras está ahí, en su verdadera identidad, y no atrapado en el ego, la verdad de las palabras de Lev Tólstoi: "A un gran corazón ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa". Hermano Francisco
Quiero escribirte para conversar tan solo dos temas que nos involucraron de manera directa. Son muchas las cuestiones que desearía abordar frente a tu nueva tarea, pero será para otra oportunidad. Creo que tenés la maravillosa oportunidad y el deber de poner a la “barca de Pedro” en otra dirección, buscando nuevas orillas de inclusión y liberación y, como en muchos se han despertado expectativas en ese sentido, me animo a proponerte lo siguiente. La homosexualidad no es una enfermedad. Es solo una manera más, entre otras, tal vez “extraña” para algunos, de vivir el amor, el erotismo y la sexualidad. Este es el primer tema. Vos sabés que en todos los documentos eclesiales referidos a esta cuestión, se afirma que la homosexualidad es, palabras más palabras menos “un desorden grave de la naturaleza”. Así dice el catecismo: “Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural”. Es urgente abandonar esta posición para no seguir siendo cómplices de la violencia, los prejuicios, el desprecio, el maltrato, las agresiones, los insultos, los agravios, las exclusiones, los abusos, que a lo largo de los siglos se han producido y se siguen produciendo contra la comunidad homosexual. Todavía hoy en algunas sociedades se los persigue como si fueran malditos, delincuentes, algo parecido les pasaba a los leprosos en tiempos de Jesús. Esto no puede enseñarse más. Vos estabas en Argentina cuando, en mi opinión, tuvimos el orgullo de que se aprobara la Ley del Matrimonio Igualitario. Recientemente nos imito Uruguay y otro tanto en Francia. La Organización Mundial de la Salud en este punto es muy clara desde hace mucho tiempo, desde el 1990 más precisamente, vale la pena escuchar lo que dice. Por otro lado, habría que pedir perdón públicamente a la comunidad homosexual mundial por esta doctrina que ha alentado y legitima tanta homofobia. Sería un gesto profundamente evangélico. Serían gestos que además de simpáticos indicarían el deseo cambios profundos. La verdad no tiene dueños ni administradores “divinos”. Por la pluralidad teológica. No más penas y castigos. Este es el otro tema. No somos dueños de la verdad. La verdad nos desborda. Sé que en los documentos eclesiales se afirma que la jerarquía-magisterio es “servidora” de la verdad. Pero claro, mal servicio se puede hacer a la verdad si en el fondo nos creemos sus legítimos guardianes. ¿Cómo hablar de diálogo sincero cuando nos creemos voceros de verdades supremas, últimas, absolutas? Son cientos los pensadores cristianos católicos que, tan solo por no coincidir con las verdades “del magisterio eclesial” han sido cuestionados, sancionados, perseguidos amonestados, censurados, prohibidos, silenciados. Me cuento entre ellos. Deberías urgente levantar, anular, borrar, quitar todas estas censuras, penas o sanciones. Así sería creíble una Iglesia “servidora” de la verdad, este donde este, diga quien la diga, como aquello de que “el Espíritu sopla donde y como quiere” del Evangelio. Sería otro gesto de esos que no solo sorprenden si no que de manera inequívoca avanza en otra dirección. No digo que el magisterio tenga que aceptar como verdades las opiniones de los teólogos, solo digo que se los escuche y se los deje investigar con absoluta libertad. No hay que temer cuando la verdad se busca honestamente. Cómo sabrás, el proceso iniciado por mi Arzobispo Carlos Ñáñez, por haberme manifestado públicamente a favor del Matrimonio Igualitario ha culminado, como sanción y como castigo, con mi expulsión del estado clerical. Como ves, los dos temas planteados, nos han unido de manera conflictiva y compleja en nuestra querida Argentina. Vos eras el Presidente de la Conferencia de Obispos, yo titular de la Parroquia San Cayetano en Córdoba. Ahora estoy en otra “trinchera”, pero no he claudicado en ninguna de mis convicciones. No quiero distraerte de tus muchas ocupaciones, pero creo que estos temas bien valen la atención de un poco de tu tiempo. Julio 2013 |
Ayuda al Blog que publica todos los días diferentes áreas, queremos seguir publicando
EL BLOGEl blog es uno dedicado al análisis en general de muchos puntos desde la ópica teológica. La meta es impulsar el estudio amplio y profundo de la fe y de la razón, siendo ambos elementos fundamentales de la vida. SABES QUE PUEDES HACER COMENTARIOS A LAS REFLEXIONES O ENSAYOS TEOLOGICOS QUE APARECEN EN EL BLOG, SI PUEDES INTENTALO...
Archivos
Febrero 2023
Categorias |