Al hilo de la invitación que hace Jesús a los discípulos, el término "descanso" me evoca un contenido que trasciende lo que habitualmente entendemos por él.
Podemos buscar, ciertamente, un "lugar" y un "tiempo" en los que descansar y reponer fuerzas. Pero ese "lugar" del descanso no puede existir nada más que en relación del "lugar" del cansancio: son los dos polos inevitables en el mundo de las formas, en todo lo que acaece dentro de las coordenadas espaciotemporales. Debido a ese carácter polar de la realidad manifiesta, siempre que alguien busca aferrarse a algo, experimentará la frustración, porque ese "algo" apetecible no puede darse sin su contrario. Placer y dolor, alegría y tristeza, gusto y disgusto, salud y enfermedad, amor y desamor, descanso y cansancio... Todo es variable e impermanente. Buscar la seguridad en lo que es impermanente no producirá otra cosa que sufrimiento e insatisfacción. Todos tenemos experiencia, sin embargo, de la tendencia "espontánea" que nos lleva a identificarnos con lo "agradable" y rechazar lo "desagradable". Ese es el modo como funciona nuestra mente: etiqueta, como "positiva" o "negativa", cualquier cosa que ocurre y actúa en consecuencia. Es lo mismo que suele expresarse con estas palabras: el yo funciona de acuerdo a la ley del apego y de la aversión. Pues bien, mientras nos movamos de acuerdo con esta tendencia, no lograremos salir de la frustración. Permaneceremos amarrados a los vaivenes incesantes de la realidad polar, en la que el placer lleva consigo el dolor, y el gusto contiene el disgusto. Esto es, en último término, el motivo que explica la verdad contenida en aquella sabia reflexión de George Bernard Shaw: "Hay dos catástrofes en la existencia: la primera, cuando nuestros deseos no son satisfechos; la segunda, cuando lo son". Por decirlo en los términos que dan título a este comentario: la ley del apego y de la aversión, que nos mantiene en el filo mismo del vaivén inevitable, hace imposible el verdadero descanso. Como dice Vicente Simón, en un poema todavía inédito, "el gusto –por si alguien no lo sabe- es algo que se quiere repetir; el disgusto es algo que se trata de evitar... Cuando no anhelas el gusto ni detestas el disgusto, se llama libertad". Es el camino de la sabiduría, que se plasma en la no-identificación y la no-apropiación. Y que nos introduce en una actitud de desprendimiento, desapropiación y libertad. En último término, se trata de la sabiduría que nos hace ver, y nos libera del engaño primero, que consiste en reducirnos a cualquier objeto: sea pensamiento, sensación, emoción, sentimiento, deseo... Nos libera, porque nos hace caer en la cuenta de que nuestra verdadera identidad no se ventila en el mundo de los "objetos", es decir, no se encierra en ningún "lugar" ni en ningún "tiempo". Nuestra identidad es ilimitada, atemporal y aespacial. Y mientras no lo percibimos, seguimos atrapados en el sueño de la inconsciencia, la ignorancia, la confusión y el sufrimiento. Nuestra identidad no puede ser delimitada ni pensada; no es objetivable, porque todo lo que podemos pensar no son sino "objetos" incapaces de aprisionar la Consciencia (sujeto) que percibimos ser de una manera inmediata y autoevidente. Nuestra identidad, por tanto, no puede localizarse en un lugar. Se halla en el No-lugar que trasciende el mundo de las formas y de los pensamientos. Ese es también el No-lugar del Descanso al que Jesús nos invita. Es claro que quien dijo: "El Padre y yo somos uno" habitaba en ese No-lugar, porque solo desde ahí es posible percibir la belleza de la no-dualidad. En ese no-lugar, la polaridad inevitable del mundo de las formas es trascendida en la admirable no-dualidad, como abrazo que todo lo integra. Se experimenta, entonces, un Descanso que no es roto por el "cansancio", una Alegría que no es empañada por la tristeza, una Vida que no es amenazada por la muerte. Es nuestra identidad. Pero para acceder a ella, es necesario deshacer el engaño que nos hace identificarnos con el mundo de los objetos (materiales, mentales o emocionales). Cuando el engaño cae, se revela el No-lugar en el que todo coincide. Es Descanso, es Felicidad, es Dios... Con un sentimiento de honda gratitud hacia él, quiero terminar este comentario, reproduciendo un bello poema de Vicente Simón, que recoge preciosamente lo que he intentado balbucir en estas líneas (www.mindfulnessvicentesimon.com) ¡Qué feliz soy! ¡Qué feliz soy cuando solo soy! ¡Qué feliz soy solo siendo! Estando sencillamente aquí, notando la vida en mi cuerpo. Sintiendo que vivo y respiro, que siento. Que puedo pensar. Que no pienso. Comprobando que veo, aunque miro y no quiero ver nada especial ni concreto. Porque todo está bien. Todo está bien, todo es bueno. Sintiendo mi cuerpo y el espacio que ocupa. Y que puedo moverme, aunque me esté muy, que muy quieto Y escuchando el bullir de las cosas: sus trajines, suspiros y roces, sus silencios y estrépitos, sus señales de vida, su estruendo. Y yo sigo aquí. Encantado, contento. Sin afán, sin empeño. Sin rencor, sin lamento. Sin espera ni anhelo, ni angustia, ni tedio. Sigo aquí. Siendo, siendo. ¡Qué feliz, solo siendo!
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Tanto en los "talleres de meditación" como en los distintos grupos en que abordamos el acceso a la interioridad (o espiritualidad), es creciente el interés, expresado por padres y educadores, de ayudar a los niños y jóvenes a entrar en contacto con esa dimensión.
¿Cómo favorecer en los niños el acceso a la interioridad, el descubrimiento de su dimensión espiritual o la práctica de la meditación? De formas distintas, lo que se está buscando es el modo y las "herramientas" para que los más jóvenes puedan experimentar la dimensión profunda de la realidad, empezar a vivirse desde ella y comprobar que es "desde dentro" como se operan los cambios eficaces y donde se encuentra la felicidad. En cierto sentido, esa demanda podría sintetizarse diciendo que, así como desde hace unos años se ha empezado a tener en cuenta la llamada "inteligencia emocional", quizás sea hora de abrirnos a la riqueza que aporta la "inteligencia espiritual". No hace mucho tiempo, un profesor de primaria me decía: "Cada vez tengo más claro que uno de los mejores servicios que podemos hacerles a los chicos es ayudarles a observar su mente". Lo que planteaba con esas palabras es claro: hay que trabajar el desarrollo de la mente, pero tienen que descubrir que son más que la mente. Hablar de "inteligencia espiritual" no significa hablar de religión, sino de "profundidad" y de "conciencia transpersonal, transmental o transegoica". Significa experimentar que somos más que nuestros pensamientos y emociones y que, cuando accedemos a esa dimensión, todo es percibido de un modo radicalmente nuevo. Incluso un filósofo que se reconoce ateo, como André Comte-Sponville, afirma abiertamente que "la espiritualidad es el aspecto más noble del ser humano". Y cualquiera que entra por ese camino puede comprobar cómo la llamada "inteligencia espiritual" potencia capacidades como la serenidad, la observación desapegada de lo que ocurre, la libertad interior, la compasión... De hecho, en aquellos centros educativos en los que se ha empezado a trabajar la "educación de la interioridad", hasta los profesores más escépticos han terminado reconociendo que, tanto la vivencia personal de los muchachos como las relaciones entre ellos se han enriquecido notablemente. Y que, para sorpresa de muchos, terminan siendo los propios alumnos quienes reclaman la práctica de la meditación, como modo de acallar la mente y aprender a vivir en el presente. En definitiva, se trata de ayudar a los niños a desarrollar lo que llamamos "atención plena" (mindfulness, en el mundo anglófono), la capacidad de vivir en el "aquí y ahora". Todo lo demás se irá dando... Como decía al inicio, el interés de los educadores por esta cuestión es cada vez más manifiesto. Y, paralelamente, cada vez son más los colegios que se hallan embarcados en esta tarea, como una inquietud que se contagia. Genéricamente, se suele hablar de "Educación de la interioridad", debido a que, para muchos de nuestros contemporáneos, la palabra "espiritualidad" viene cargada de connotaciones negativas. Porque se asocia a algo anacrónico, obsoleto, doctrinario, confesional... Sin embargo, al mismo tiempo, se está empezando a revalorizar aquello a lo que la espiritualidad genuina se refiere: la dimensión profunda, sin la que todo lo humano se empobrece, abriéndose camino el vacío existencial. Debido precisamente a esta nueva consciencia que está emergiendo, y superados los arcaicos y reductores prejuicios materialistas de donde veníamos, son cada vez más las personas que están "saliendo del armario espiritual". Quizás nos estamos haciendo cada vez más conscientes de que el olvido de esa dimensión profunda conduce a una "anemia espiritual" insoportable (Mónica Cavallé), que hace que "la epidemia más grave del mundo moderno sea la superficialidad" (Raimon Panikkar), cuya consecuencia es la egocentración y el vacío. Pues bien, en este marco, quiero referirme a un programa específico, en el que han trabajado, durante casi dos años, un equipo de asesores y profesoras del Centro de Profesores y Recursos (CPR) "Juan de Lanuza", de Zaragoza. El equipo se llama "SATI". Y el programa, "AULAS FELICES". Es un programa fundamentado en la Psicología Positiva. Al parecer, es uno de los primeros programas educativos en España basado en esta corriente y cuenta con el respaldo de la Universidad Complutense de Madrid y la Sociedad Internacional de Psicología Positiva. El Programa va dirigido a alumnos de entre 3 y 18 años, y está disponible gratuitamente en Internet:http://catedu.es/psicologiapositiva/ , donde puede descargarse tanto el libro como los anexos. Si junto con la "inteligencia operativa" (o capacidad de resolver problemas mediante el razonamiento lógico), ayudamos a desarrollar la "inteligencia emocional" (o capacidad de nombrar y gestionar las propias emociones, y de relacionarnos con los otros constructivamente) y la "inteligencia espiritual" (o capacidad de trascender el yo, separando la conciencia de los pensamientos), estaremos favoreciendo eficazmente un crecimiento integral, armonioso y solidario, sobre los fundamentos más firmes. El desarrollo de la "inteligencia espiritual" requiere ejercitar la atención al momento presente y, más en general, la práctica de la meditación. Meditar significa aprender a aquietar la mente, venir al momento presente y atender a lo que está aconteciendo. Son cada vez más los colegios que están iniciando a los niños en esta práctica; y son también cada vez más los padres y madres que lo están haciendo con sus hijos. Si bien es cierto que esta práctica sólo puede enseñarla quien la vive, no lo es menos que hay "materiales" o "herramientas" que pueden ayudar a quien quiere introducir en ella a los niños. Por eso, es de esperar que vayan apareciendo libros que ofrezcan "recursos" en este campo. Por mi parte, quiero destacar dos web que pueden ser de interés: http://www.proyectopv.org/2-verdad/105contensmeditar.htm Trata expresamente de cómo enseñar a meditar a los niños. www.covamanresa.cat Y en concreto, dentro de ella, este apartado: http://www.covamanresa.cat/index.php?option=com_eventlist&view=categoryevents&id=7&Itemid=76&lang=es Son talleres para la "educación de la interioridad". Las personas que los dirigen –Carmen Jalón y Elena Andrés- trabajan directamente con niños o bien con educadores interesados en esta formación. Y, para terminar, me gustaría recomendar a un autor que dice cosas interesantes sobre este tema. Se trata de Francesc Torralba, director de la cátedra Ethos, de Ética Aplicada, de la Universidad Ramon Llull, que acaba de publicar un libro titulado "Inteligencia espiritual" (editorial Plataforma). Podéis escuchar sus planteamientos en un video colgado en Youtube, en esta dirección:http://www.youtube.com/watch?v=LpyfYURViEo Tengo un sueño: que, traspasando el reduccionismo del "mundo chato" (Ken Wilber), que ha caracterizado a gran parte de nuestra cultura –anclada en una visión obsoleta de la realidad, que depende del modelo materialista de la física clásica, hoy ya superado-, seamos capaces de acompañar a los niños en el encuentro con su interioridad. Para que, a la vez que construyen y afirman su identidad psicológica (el "yo"), aprendan que son infinitamente más que él y, gracias a la práctica de la atención, sean capaces de vivir en el presente y de reconocer su Identidad más profunda, aquella identidad "compartida", en la que experimentamos, simultáneamente, la Plenitud de ser y la Unidad con todos y con todo. El sueño es que, en el siglo XXI, se reconozca la dimensión espiritual (transpersonal) de la vida humana, con todo lo que ello implica a todos los niveles. Porque negar o no tener en cuenta la dimensión espiritual es reducir al ser humano, olvidando precisamente aquello que lo constituye en su verdad última. El cultivo de la auténtica espiritualidad no es una huida del mundo real; no es tampoco la adhesión a una confesión religiosa, a unas creencias o dogmas. Es la práctica que conduce nada menos que a experimentar y vivir lo que realmente somos. Por eso, sólo esta experiencia nos garantiza encontrar "nuestra casa", hallarnos a nosotros mismos en aquel "lugar", donde hacemos la experiencia de Unidad con todos y con todo, donde "todo está bien". Únicamente ahí nos encontramos -más allá de nuestro "pequeño yo"- con nuestro verdadero Ser. Y eso lo cambia todo... ¿Cómo privar a los niños del descubrimiento y vivencia de esta dimensión (interior, profunda, espiritual, transpersonal...) en la que, frente al vacío nihilista, propio del yo, se juega la plenitud de la vida? Como decía Kierkegaard, en un ingenioso juego de palabras, "me habría ido al fondo si no hubiera ido al Fondo". 1.-Andar a prisa para tener más
En los países desarrollados sales a la calle y ves a todo el mundo andar a prisa, casi corriendo, con frecuencia cruzar los semáforos en rojo, saludar a los conocidos sin detenerse... Andamos siempre acelerados, muchas veces nerviosos, miramos el reloj, no pasan ni cinco minutos y volvemos a mirarlo. Incluso muchas veces comemos a prisa, masticamos mal, luego digerimos peor... Andamos casi siempre contra reloj. ¿Eso es vivir como personas o ser piezas de una máquina que no puede parar? Pero lo peor no es eso solamente, sino que con frecuencia vivimos en competencia unos contra otros, la cual es como una espuela que nos azuza para llegar antes que el otro, para tener más que el otro, para estar por encima del otro, para superar al otro, para ganar más que el otro, para vender más que el otro. Eso es vivir en lucha permanente, que nos convierte en esclavos del tener, lo cual nos hace sufrir, estar insatisfechos, no estar nunca conformes. Esta insatisfacción nos produce inseguridad, miedo, ansiedad..., lo cual nos impide compartir y nos lleva a adorar el dinero como a un dios que nos protege, que si nos falla nos lleva a la soledad y la desesperación. Quien vive de la ambición del tener dice que el tiempo es oro, porque quiere tener más tiempo para tener tiempo para tener más. Una vida absurda. Es el cruel y obsceno neoliberalismo. 2.-Andar a prisa para ser más Lo contrario de andar a prisa para tener más, es andar a prisa para ser más. Es la persona que sabe dar sentido y valor a su vida. Se siente seguro y capaz de renunciar a las diversas formas de tener. Tiene confianza. Vive en el presente. Se siente cómodo al dar y compartir. No adora ídolos ni mitos. Solo es esclavo de hacer el bien. Piensa crítica y políticamente en el sentido etimológico de esta palabra. De hecho ama cada día más. Quiere creer con los demás y le hace feliz ver crecer así a todos. La persona que vive para ser, busca ser justa, ser noble, ser sincera, ser honrada, ser feliz por ser así. 3.-Jesús, lo más humano de lo humano Jesús era un hombre total y absolutamente humano. Toda su vida fue el ser para los demás. Era ser humano en todo. En lo grande comprometiendo su vida hasta la muerte por los demás, y en lo más pequeño como preocuparse por el descanso de sus discípulos, porque vienen de un trabajo duro y por eso los lleva a un lugar tranquilo: "venid a descansar un poco". A Jesús le gustaba todo lo bueno que nos gusta a los humanos. Esas entrañas de humanidad que lo empujan a llevar a los discípulos a descansar lo empujan igualmente a sentir lástima de la multitud que anda como ovejas sin pastor, o peor aún con malos, a veces muy malos pastores, como aquellos gobernantes romanos o los sacerdotes y levitas del templo, que no solo no estaban al servicio de la gente sino que la explotaban y esclavizaban vilmente con impuestos, leyes, ritos y prácticas injustas. Ante la necesidad de dar respuesta a esta pobre gente, reacciona tranquilamente, y por eso se pone a enseñarles con calma. Estos gobernantes de hoy, (sean del signo político que sean), atrapados todos en el neoliberalismo que tenemos encima, en que la deuda, el Ibex, la prima de riesgo, la bolsa, etc. son la noticia número uno en todo y a todas horas, no hacen más que convertir la economía en el único valor absoluto que importa y hacernos a todos reos del mercado, objetos de mercado, instrumentos de mercado, víctimas del mercado, que cae como un losa y aplasta contra el suelo a los de más abajo, y cuanto más abajo están, más aplastados son. 4.-"Creo en Jesucristo, pero no en la Iglesia" Es muy urgente sanear la ética personal y social, volver a una vida rica en valores, hacer de la persona el centro de la vida, ella es el primer caudal que hay que salvaguardar. La sociedad necesita referentes éticos firmes y fiables, capaces de catalizar las aspiraciones más profundas y auténticas del ser humano. Para los creyentes en Jesús de Nazaret, él es nuestra referencia inmejorable. Otra cosa es la imagen penosa y desfigurada que hemos dado tantas veces de él y de su mensaje. Necesitamos volver a él directamente. Él es la base y el fundamento de nuestra fe. La iglesia oficial, que se dice seguidora y continuadora de Jesús, y que tantos fallos tiene, no es el fundamento de nuestra fe, ni debe serlo. El fundamento es Jesucristo con su mensaje. La Iglesia Oficial está perdiendo credibilidad de día en día, por lo que muchas personas dicen que ya no tiene fe en ella: "Creo en Jesucristo, pero no en la iglesia", se oye decir con frecuencia. Hay que tener en cuenta que la Iglesia no es objeto de fe: objeto de fe es Jesús y su mensaje. Jesús y su mensaje es lo que no debemos perder nunca, bajo ningún concepto ni por ningún motivo, porque esto es lo que da el sentido último y más profundo a nuestra vida, a nuestro compromiso, a nuestra lucha por el ser humano. Jesús es además un referente indiscutible en la historia de la humanidad. Quienes le siguen con fidelidad, comprometidos con los mismos valores por los cuales él dio la vida, siempre son objeto de admiración, respeto e imitación. Donde hay lucha por los más empobrecidos, por la justicia, por la igualdad, por los derechos humanos, por la solidaridad, por la vida de todos y de toda la creación, ahí está Jesucristo, porque eso fue y es él. Aquellas gentes fueron corriendo a encontrarse con Jesús: ante tanto dolor y tanto sufrimiento como hay en el mundo actual, también hoy necesitamos echar a correr para hacer realidad lo antes posible los grande valores del mensaje del Evangelio de Jesús: así seremos todos y todas más felices para este mundo y para la vida eterna. Me ha llegado en un mal castellano, que he retocado un poco (posiblemente es traducción de ordenador del original inglés) esta carta de Nancy Sylvester, I.H.M. que fue presidenta de LCWR entre los años 1998-2001. Creo que es interesante conocer los argumentos con los que avala los cambios que han sufrido las religiosas de USA.
“Los obispos tienen razón. Las religiosas han cambiado, no sólo en los Estados Unidos sino en todo el mundo. Hemos cambiado de una manera que nos invitó a dejar marchar a quien creíamos que éramos. Rendirse al espíritu, nos despertó a nuevos entendimientos que afectaban nuestro núcleo más profundo. El cambio ha alterado cómo nos vemos,, el Evangelio, nuestra iglesia, nuestro mundo y lo más importante cómo entendemos a nuestro Dios. Y este cambio de conciencia no fue fácil, era doloroso, pero como el dolor del parto que se disuelve en indescriptible asombro en la vida que emerge. No quiero pretender que todo lo que ocurrió en estos 50 años fue perfecto y sin errores o malas decisiones. Pero lo que me queda claro es que la renovación que siguió la estela del Concilio Vaticano II, invita a mujeres y hombres, a religiosos y laicos, a vivir nuestra fe profundamente y conformada por un mundo moderno, pluralista y democrático. El documento de concilio, Gaudium et Spes, invitó a la iglesia a abrazar los gozos y esperanzas, el dolor y el sufrimiento del pueblo de Dios dentro del mundo y no situándose aparte. Se “abrieron las ventanas” de una institución que habían sido clavadas y se liberó al espíritu. En esa invitación la iglesia recordó lo que Jesús hizo en su vida cuando también “abrió las ventanas” del sistema restrictivo de pureza que prevaleció en su tiempo y proclamó en palabra y hecho que todo el mundo era bienvenido a la mesa y amado por Dios. En un acto de obediencia las religiosas tomaron en serio esta invitación que surgió de la iglesia y emprendieron la renovación. Fue un acto de gran obediencia y lo sé porque soy religiosa desde 1966, habiendo crecido en Chicago en un enclave católico. La palabra católica define cada aspecto de mi vida — las escuelas católicas, funerales católicos, equipos deportivos católicos, espiritualidad católica, la lista continúa… A la jerarquía le gustaría cómo era yo entonces. No quería que cambiaran las cosas, me imaginé vistiendo un hábito toda mi vida, viviendo en un convento, con una rutina diaria y enseñando en las escuelas. Así era cuando entré y el cambio no fue un camino fácil para mí. La integración de todas las preguntas que me surgieron sobre la fe, las escrituras y la teología, en mi vida de oración fue clave para mi transformación, como lo fue para muchas religiosas. Empezamos a ver con nuevos ojos lo que Jesús era y que las Escrituras fueron formuladas en el contexto de su tiempo. Aprendimos la historia de la Iglesia y su tradición de justicia social. Conocimos la teología de la liberación y comenzamos a entender que las estructuras y los sistemas de poder político y eclesial, oprimen a menudo a las personas que se formaron para servir. Diócesis estadounidenses se emparejaron con ciudades en centro y Sudamérica y muchas hermanas sirvieron en diversos lugares, experimentaron el poder de la teología de la liberación y fueron transformadas Guiadas por los documentos conciliares aprendimos de otras tradiciones de fe que tenían algo que ofrecer al conocimiento de Dios. La renovación litúrgica trajo apertura y frescura para las celebraciones que se habían osificado dentro de la iglesia romana. Muchas religiosas se prepararon académicamente tras el concilio: artes liberales, ciencias sociales… Las ideas sobre la física cuántica, la evolución y los descubrimientos sobre el origen del universo nos ayudaron a tener un mayor conocimiento sobre Dios y despertaron nuestra conciencia de que estamos en un mundo maravilloso. Sumergirnos en el mundo nos abrió nuevos ministerios, trabajamos junto a las mujeres que luchan contra las relaciones abusivas o las apoyamos para llevar un embarazo a término; con niñas, que erróneamente habían comprendido que, según la doctrina de la iglesia era mejor tener un aborto y ser perdonado por un pecado mortal, que utilizar anticonceptivos y estar en un constante estado de pecado mortal. Nuestros ministerios nos colocaron, cara a cara con los parias de la sociedad, las personas sin hogar, en las cárceles, las drogas, los económicamente desfavorecidos, los que sufren a causa de su orientación sexual. Estas experiencias se infiltraron en nosotras y las llevamos a la oración. Vimos y entendimos que esas eran las personas que Jesús habría llamado amigos y acogió en su movimiento. El despertar de nuestra vida dentro de las congregaciones fue así. Hemos cambiado la ropa que las mujeres llevaban en una época anterior a nuestro tiempo y comenzamos a vivir en diferentes tipos de comunidad. Hemos despertado a nuestra identidad como mujeres y reclamado los derechos que nos corresponden, iguales a los de los hombres. Habiendo servido entre las mujeres sentimos de manera nueva los desafíos de nuestro género, el regalo de nuestra sexualidad y la realidad de ser portadoras de nueva vida. Vimos que la doctrina de la iglesia sobre la sexualidad no era aceptada por las mujeres católicas porque no llegaba a sus corazones, a sus vidas, a sus sufrimientos, o a las decisiones difíciles que debían tomar, y porque no celebraba la alegría de nuestra sexualidad. Las religiosas de Estados Unidos comenzamos a integrar los principios democráticos en nuestras formas de gobierno. El Concilio pidió pasar hacia el liderazgo del siervo y vimos que las estructuras patriarcales y jerárquicas no fomentaban ese modelo. Hemos elegido modelos circulares de liderazgo, con énfasis en la participación y el gobierno compartido, a la vez que aceptamos a personas líderes electas. Los movimientos sociales de nuestro tiempo se convirtieron en parte de nuestras vidas — el movimiento de mujeres, el movimiento contra la guerra y la no violencia y recientemente el movimiento de los gays y lesbianas. Hemos aprendido que todo ser humano está dotado de derechos inalienables, independientemente de su raza, género, religión, clase u orientación sexual. Todos son hijos de Dios. Hace poco tiempo, las religiosas hemos incorporado a la oración, ideas sobre la física cuántica y la cosmología que revelan la interconexión de todas las vidas. Hemos visto la grave situación que atraviesa nuestra tierra como una cuestión de justicia y apoyamos y concienciamos a los cargos públicos para la sostenibilidad, el cambio climático global y el cuidado de la tierra y sus recursos naturales. Nos encontramos inmersos en una sociedad que es pluralista, democrática y secular y sabemos que nuestra fe tiene algo que ofrecer pero también debe recibir de la cultura. Denunciamos los abusos de la avaricia, consumismo, individualismo egoísta y las políticas públicas no tienen en cuenta el bien común, o a los menos favorecidos entre nosotros. Presionamos y nos manifestamos. Utilizamos nuestro poder económico .para intervenir en juntas de accionistas. Hemos ofrecido a nuestros centros de retiro y nuestros foros educativos a otros para integrar su experiencia como adultos en esta cultura que obliga a una evolución de la fe Las religiosas han cambiado y ese cambio está sacudiendo los cimientos de una iglesia atrapados en un lugar y tiempo anteriores y eso no es lo que se necesita hoy. Los signos de nuestros tiempos nos muestran a personas que son católicos pero que ya no pueden ir a la “Iglesia” pues se sienten heridos y enfadados por la corrupción y la falta de integridad de muchos de sus varones, líderes clericales. Estas personas desean conocer a Dios como adultos, anhelan una espiritualidad que esté arraigada en su fe y su vida. Creo que el Evangelio y la riqueza de nuestra tradición católica tienen algo que ofrecer a nuestro mundo postmoderno. No quiero verla derrumbarse bajo el peso de unas estructuras que mantienen relaciones de poder que ya no sirven. Creo que la fe que podemos ofrecer para el siglo XXI viene de una postura de apertura y comprensión a los cambios que nos ha traído nuestro desarrollo evolutivo. No es una fe que proviene de una posición de condena de la modernidad. Será una fe probada en el crisol de nuestra época, que ha surgido con nuevas ideas y nuevas interpretaciones de cómo nos podemos amar, como Jesús lo hizo. En estos tiempos difíciles y caóticos podemos llegar a una conciencia de que somos más parecidos que diferentes, mejor unidos que independientes. Sí, han cambiado las religiosas. Y creo que nuestro cambio tiene mucho que ofrecer en este momento en la historia. Junto con otros que han caminado por vías similares, el futuro de nuestra fe, desde el Concilio Vaticano II, nos empuja hacia adelante. En el 50 aniversario de ese evento sigamos valientemente hacia el futuro afirmando una vez más que somos católicos y somos la Iglesia”. Jesús envía a los Doce. Esta misión aparece en los tres sinópticos, y en los tres las instrucciones son semejantes, aunque los detalles difieren. (Mateo prohibe las sandalias, Lucas omite la expulsión de demonios...) Lucas 10,1 constata otra misión, esta vez de 72 discípulos, con parecidas características. Parece pues seguro que Jesús preparaba su llegada a las aldeas con un envío previo de sus discípulos. Pero lo importante no es el hecho en sí, sino el mensaje que llevan y el modo de anunciarlo: el mensaje es la llegada del Reino; el modo de anunciarlo, la pobreza de los enviados y la liberación de los enfermos y poseídos.
Aunque no nos hayamos dado cuenta, estamos asistiendo al nacimiento de la Iglesia. Lo señalamos ya al comentar el llamamiento de los primeros discípulos y lo volvemos a recordar hoy. Jesús necesita gente que le ayude, que la ayude a extender la Buena Noticia, que le ayude a realizar el Reino. Se perfilan las características de los discípulos, ya desde el principio; ser discípulo de Jesús equivale a ser llamado para una misión. La esencia de la misión, anunciar el Reino. Este envío de Jesús, en mitad de su vida pública, nos sirve muy bien para iluminar el envío definitivo, la misión conferida a los discípulos después de la resurrección, porque nos muestra que la misión es la esencia del seguidor de Jesús. Ser discípulo de Jesús puede entenderse, se entiende de hecho algunas veces, como una situación estática, más bien privilegiada que comprometida. Se nos ha regalado un conocimiento, los dogmas que hay que aceptar, se nos exige el cumplimiento de unas normas morales y unos ritos ... y se nos ofrece como premio la vida eterna. Podría entenderse como un seguimiento enteramente particular, sin que las demás personas tengan otra condición que objeto de los mandamientos, que se pueden reducir a uno: no perjudicar a nadie. Pero la revelación de Jesús es Dios Padre, que equivale a "todos hijos", y por tanto hermanos. La consecuencia es compartir y comprometerse; no hay otra forma de entender al Padre y a los hermanos que desde el compartir y el compromiso. Jesús es el primer Hijo, el primer Hermano, el que más comparte y el más comprometido: nosotros seguimos su modelo, nos dejamos llevar del mismo Espíritu. Su misión no es suya, es la misión que da el Padre a los hijos. Jesús nos hace descubrir la misión. Seguirle es aceptar la misión. La misión de los doce y de aquellos otros setenta y dos era muy ocasional: tenían que preparar el camino a Jesús. Éste fue en ese momento su modo de misión. Nuestra misión puede tener, tiene de hecho, modos diferentes, pero en el fondo es la misma: anunciar y construir el Reino. Cuando Jesús dejó de estar físicamente entre sus discípulos, éstos continuaron su misión: unos como predicadores, viajando de un sitio a otro. Otros no; permanecieron en donde estaban; anunciaron y construyeron el Reino haciendo lo que siempre habían hecho, pero de diferente modo. Siguieron siendo labradores o comerciantes o artesanos, siguieron engendrando hijos y celebrando las fiestas, pero lo hicieron todo según los criterios y valores de Jesús; compartían lo que tenían, estaban profundamente comprometidos en los problemas de todos. Nosotros solemos simplificar, de modo harto culpable, el seguimiento de Jesús. Pensamos que algunos (los sacerdotes, los religiosos ...) están llamados a anunciar el Reino, a predicar, y los demás no; los demás vivimos una existencia aceptadora de dogmas y cumplidora de preceptos para nuestra propia salvación. También en esto necesitamos escuchar la Buena Noticia: tu vida, lo que estás haciendo puede ser el Reino, el anuncio del Reino. Pero, más aún, tu vida es misión, para eso sirve, para eso fuimos pensados por Dios, para eso se cuenta con nosotros. Y esto es la esencia de nuestra pertenencia a la Iglesia: aceptar la misión. Y eso significa "comulgar": comulgar con la misión de Jesus. Pero el modo de misión es probablemente lo más importante de este texto: el modo es pobreza y liberación. Sin sandalias de repuesto, sin dinero en el bolsillo ... y "¡hasta los demonios se nos sometían!" (Lc 10,17) Me parece interesante advertir una relación causa – efecto: los demonios se les sometían porque eran pobres y liberaban. Es lo de Jesús: ninguna confianza en los poderes del mundo: eso es lo que produce la eliminación de los demonios del ser humano que son precisamente confiar en los halagos del mundo y no querer liberarse de ellos. Si son éstos, y no otros, los signos de la Iglesia, tiene garantizada la eficacia. Si son otros, y no éstos, la Iglesia no es fiel a Jesús. Si la Iglesia es capaz de producir liberación, es decir, de sacar a la gente de sus pecados, de su instalación, su mundanidad, su consumismo, su desinterés por los demás; si donde hay cristianos hay menos hambre, más justicia, más honradez ... es la Iglesia de Jesús. Si el mensaje de la Iglesia es Buena Noticia para la gente pobre (y en consecuencia mala noticia para la gente rica – como le pasó precisamente a Jesús) ésta la iglesia de Jesús. No pocas veces se queda uno desconcertado viendo cómo naciones enteras que proclaman su adhesión a la Iglesia, su confesionalidad católica ... tienen los más altos índices de corrupción del mundo, en sus dirigentes y en el modo común de comportarse de muchos. Y se asombra uno mucho más aún ante el espectáculo de las Iglesias del primer Mundo, del Norte, en las que se declaran creyentes sobre todo gente de las capas altas de la sociedad, mientras que las "clases bajas" hace siglos que se desentendieron de la Iglesia. ¡Extraña buena noticia, que tranquiliza a los ricos y no ilusiona a los pobres! A Jesús le pasó lo contrario. La credibilidad de nuestro anuncio del Reino dependerá directamente de nuestra propia realidad y de nuestro poder de transformación. De nuestra propia realidad porque, si seguimos a Jesús, cambiaremos día a día haciéndonos cada vez más humanos, es decir, más hijos. De nuestro poder de transformación porque nuestro compartir y nuestro compromiso cambiará el entorno, hará cambiar a otras personas. La eficacia de la Iglesia no depende de estrategias de propaganda ni de predicaciones dogmáticas, sino de la conversión de cada discípulo. Elegidos para una misión. Podemos decir que no. Podemos refugiarnos en un discreto cumplimiento de mandamientos, como el joven rico aquél que estuvo a punto de seguir a Jesús y al final se dio media vuelta. Nadie nos lo va a echar en cara ni está en juego nuestra salvación eterna. No se trata de eso. Se trata de aceptar o no la invitación de ser hijo y vivir como tal. Sentirse simplemente esclavo o asalariado puede resultar hasta más cómodo. Los esclavos y los asalariados cumplen obligaciones, aceptan ser castigados cuando fallan, agradecen que el amo sea juez inclinado a perdonar si hay arrepentimiento, y esperan ser premiados al final del trabajo. Sus relaciones externas con la divinidad se expresan en el culto, hacen muchas oraciones de petición y están siempre un tanto temerosos ante Su Divina Majestad. Los que aceptan la misión no hablan de premios o castigos, ni siquiera de perdón. No ofrecen sacrificios a la divinidad –ya se han ofrecido ellos mismos-. Celebran la eucaristía para alimentar su compromiso, para volver a aceptar una vez más la misión. "Misión" es una palabra que actualmente cotiza a la baja, hasta el punto de que corre el peligro de resultar inutilizable.
El motivo tiene que ver con la nueva sensibilidad que emerge a partir de la modernidad, que lleva a cuestionar radicalmente los supuestos habituales sobre los que la idea de la "misión" se sustentaba. Nacida en una etapa mítica y, por tanto, etnocéntrica, tal idea comportaba inevitablemente un componente de "superioridad" y de proselitismo. Quienes se consideraban en posesión de la verdad –fuera filosófica, política o religiosa- se sentían en la obligación interior de ("enviados a") darla a conocer, para que también los otros accedieran a ella. A partir de ese planteamiento, tácita y definitivamente aceptado, todo lo demás era consecuencia. Tanto el sentimiento de superioridad –con frecuencia, en forma de paternalismo-, como el afán de "convertir" a los otros proclamando que así se buscaba su bien, constituían elementos imprescindibles de aquella cosmovisión. A medida que se iba superando el nivel mítico, empezó a chirriar cualquier idea de "superioridad". Y a partir del momento en que fuimos siendo capaces de tomar distancia del modelo mental de conocer, vinimos a reconocer que la trampa se encerraba justamente en aquel principio que se daba por supuesto: la idea misma de estar en posesión de la verdad. Tanto las personas como los grupos poseemos diferentes "mapas", con los que tratamos de comprender el "Territorio" de lo Real. Esos mapas –no puede ser de otro modo- están formados por un conjunto de ideas, normas y creencias, que buscan apuntar más allá de sí mismas. Cuando esto se olvida y se absolutizan las creencias, se cae en un error grave y sumamente perjudicial: el de creerse en posesión de la verdad, considerando erróneos todos aquellos otros "mapas" que no coincidan con el propio. Entre esta postura que podemos designar como "absolutismo dogmático" y el otro extremo del relativismo vulgar, empezamos a ser cada día más conscientes de que nuestro modo de conocer siempre es relativo, por cuanto se halla situado dentro de unas determinadas coordenadas espaciotemporales. Si a eso añadimos que la Verdad no se puede pensar –por cuanto no es un "objeto" delimitable-, nos dejaremos conducir a una actitud humilde. En ella, no renunciamos al espíritu crítico, pero no caemos tampoco en la prepotencia arrogante de quien se identifica con los resultados –siempre pobres- de la propia razón. Nuestro espíritu crítico nos hará ver que no todos los mapas son iguales, que hay afirmaciones más ciertas que otras y modos de actuar más positivos que otros. Pero todo eso no nos ahorrará el esfuerzo de la búsqueda ni la flexibilidad para tomar distancia de nuestros propios mapas, abriéndonos a la Verdad que los trasciende. En todo este camino, que habrá de estar marcado por el encuentro y el diálogo, así como por el respeto y la valoración del otro diferente –la diferencia no tiene por qué ser fuente de inseguridad, como ocurría en el nivel mítico, sino aporte enriquecedor-, me parece que podremos empezar a ponernos de acuerdo en dos indicadores. El primero de ellos, que ya ha quedado insinuado, podría formularse de este modo: la Verdad no puede ser pensada ni encerrada o reducida a una creencia –"el Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao"-; solo podemos conocerla cuando la somos. No se trata, por tanto, de tener la verdad –algo inaccesible a nuestra mente-, sino de ser Verdad. Y únicamente cuando la somos, es cuando la conocemos. Evidentemente, este camino es mucho más honesto, exigente y humilde. Ya no me veo a mí mismo como alguien que –con un más o menos disimulado sentimiento de superioridad- se cree en posesión de la Verdad, sino como aquel que va descubriendo que solo en la medida en que tome distancia de su propio ego, podrá abrirse al Territorio que trasciende la mente y la perspectiva egoica. No solo eso. Al salir de la identificación con el propio yo, emergerá la Identidad compartida y, con ella, el Amor y la valoración hacia todos los seres. También desde esta perspectiva, se hace patente que la apertura a la Verdad pasa por ir respondiendo adecuadamente a la pregunta primera: "¿quién soy yo?". Las respuestas inadecuadas o "incompletas" a la misma, que nos llevan a identificarnos con determinados objetos (cuerpo, mente, afectividad, experiencias, creencias...) nos mantendrán sumidos en la ignorancia, la confusión y el sufrimiento. Solo la respuesta adecuada –soy aquello que no puede ser observado, lo que no es "objeto"- hará posible la sabiduría y la liberación. Hablaba también de un segundo indicador para el camino. Se trata, a mi modo de ver, de la posibilidad de compartir un "mínimo común denominador", en el que todos, más allá de los "mapas" de cada cual, podamos encontrarnos. Ese mínimo me parece que no puede ser otro que el cuidado de la Vida –de toda vida- y el Amor a todos los seres. De modo que cualquier "mapa" pueda ser sometido a este test. Me parece claro que todas las tradiciones espirituales han planteado, de un modo u otro, este "doble indicador", aunque posteriormente las "formas" adoptadas históricamente lo hayan podido oscurecer. Si venimos al texto del evangelio que leemos hoy, reconocemos esa misma intuición original, antes de lo que fuera la "práctica" concreta de aquellas primeras comunidades. El horizonte del envío no es otro que el de favorecer la vida. La "autoridad sobre los espíritus inmundos" no es otra cosa que el compromiso a favor de la vida y de las personas, frente a aquellas fuerzas que tienden a doblegar y a dañar. Desde esta perspectiva, la "misión" puede reencontrar su sentido. Enviados a favor de la Vida, por el camino de ser, que nos conducirá a la experiencia de nuestra verdadera identidad, una Identidad que percibiremos compartida y no-dual. Será esta experiencia la que hará posible que modifiquemos nuestros patrones de comportamiento, en la línea que pone de relieve el siguiente relato. Un antropólogo que estudiaba los hábitos y costumbres de una tribu en África, que siempre estaba rodeado de niños de la tribu, decidió hacer algo divertido entre ellos; consiguieron una buena cantidad de caramelos en la ciudad y los pusieron a todos en una canasta decorada con cinta y otros adornos, y luego dejaron la canasta debajo de un árbol. Luego llamó a los niños y propuso un juego: que cuando él dijese "ahora", ellos deberían correr hasta aquel árbol y el primero que llegase a la canasta sería el ganador, y tendría derecho a comerse todos los caramelos él solo. Los niños fueron colocados en fila, esperando la señal acordada. Cuando dijo "¡Ahora!", todos los niños se tomaron de las manos y salieron corriendo juntos hacia la canasta. Llegaron juntos, y comenzaron a dividir los caramelos, y sentados en el suelo, los comieron felices. El antropólogo fue a su encuentro y les preguntó indignado por qué habían ido todos juntos, si solo uno pudo haber tenido toda la canasta. Entonces, los niños respondieron: ¡¡¡UBUNTU!!! ¿Cómo uno de nosotros podría ser feliz si todos los otros estuviesen tristes? UBUNTU significa: "¡Yo soy porque nosotros somos!". El párrafo que acabamos de leer es continuación del que leíamos el domingo pasado, pero con él comienza una nueva etapa en el evangelio de Marcos. Los discípulos van a tomar parte en la tarea que, hasta ahora, desarrollaba solo el Maestro.
Después de la profunda experiencia de fracaso en la sinagoga de su pueblo, Jesús no solo no deja de anunciar la "buena noticia" del Reino, sino que compromete a sus discípulos en esa tarea. El rechazo de los dirigentes y de los más cercanos, le obligan a buscar otros interlocutores que no estén maleados por la enseñanza oficial. Las tres lecturas nos hablan de la elección, pero esa elección lleva implícita la misión. EXPLICACIÓN Es Jesús el que toma la iniciativa. "Les llamó y les envió". En el capítulo 1, ya había relatado la llamada de dos parejas de hermanos. En el cspítulo 3, había narrado la llamada de los doce. Si hacía ya mucho tiempo que estaban con él, no necesitaba llamarlos, pero el poner los dos verbos juntos tiene una intención especial. La llamada y la misión están siempre unidas. Todo el que es llamado es para ser enviado. No se precisa ni a donde van ni cuanto va a durar el viaje. Con ello nos está diciendo que está precisando las características de todas las llamadas y de todos los envíos. Todo los que vayan en nombre de Jesús deben ir en las mismas condiciones, en todos los tiempos. Tal vez el evangelista está expresando una práctica ya común en las primeras comunidades. "De dos en dos", apunta al sentido comunitario de toda misión. No se trata de actuar como francotiradores, sino de ir en nombre de la comunidad y con el mensaje comunitario. De esta forma, se evita además, cualquier clase de jerarquía o superioridad de uno sobre otro. Con demasiada frecuencia olvidamos que todos somos enviados por y desde una comunidad. Tenemos que superar la tendencia a actuar por nuestra propia cuenta, para garantizar nuestro propio futuro. El dato tiene también un aspecto legal. En un juicio, solo se admitía el testimonio que fuera atestiguado, por lo menos, por dos testigos. Recordemos que no se les pide que sean maestros, sino testigos. "Les da autoridad sobre los espíritus inmundos". Hay que tener mucho cuidado. El texto griego no dice "dynamis" sino "exousia". No es fácil apreciar la diferencia entre los dos conceptos, pero es claro que no se trata de un poder mágico, sino de una superioridad sobre el mal; lo cual nos indica que se trata de una fuerza para superar, no solo los demonios de los demás, sino también sus propios demonios. Es decir, la superación personal de toda ideología que les impediría comunicar el verdadero mensaje. Esta lucha de los apóstoles contra sus propios prejuicios nacionalistas, está presente en todo el evangelio de Marcos. "Les encargó..." El verbo griego significa en primer términoordenó. Se trata de una severa amonestación. Es curioso que el texto hace más hincapié en lo que no deben llevar. Ni siquiera nos habla del mensaje que deben trasmitir. Lo importante es el espíritu de los que van a desempeñar la misión. El bastón y las sandalias eran imprescindibles en los viajes; el primero ayuda a caminar y puede ser muy útil contra las alimañas que no eran raras en terrenos desérticos. Las sandalias era el calzado de los pobres, sin ellas no se podía hacer grandes caminatas. El pan era signo de cualquier alimento. No van como mendigos, "no llevéis bolsa", sólo deben aceptar lo que necesitan en cada momento, sin acaparar nada para después. La alforja era propia de los mendigos, que metían en ella lo que les daban para asegurarse, al menos, las próximas comidas. El dinero (de poco valor) es el símbolo de las seguridades. En griego no dice "túnica de repuesto", sino "no llevéis puestas dos túnicas, que era característica de la gente rica. Los judíos nunca se hospedaban en casa de paganos. Jesús les hace ver que cualquier casa puede ser buena para hospedarse, y cualquier alimento digno de comerse. Para quedarse basta que les acoja una "casa", para marcharse tiene que existir rechazo de un "lugar". No deben cuestionar el trato que les den en la casa donde les reciban, lo importante es que les acepten y ellos acepten la oferta. En todo caso, deja clara la posibilidad de rechazo que acaba de sufrir el mismo Jesús en su tierra. El sacudir el polvo de los pies, era una costumbre de los judíos cuando salían de un lugar de paganismo. No se trata de maldición alguna, sino de dar testimonio de un hecho. En adelante, los paganos no son los no judíos, sino los que rechazan la oferta de salvación de Jesús. "Predicaban la conversión, echaban demonios y curaban". Es curioso que ninguna de esas acciones fue descrita en el envío. La conversión de la que nos habla el evangelio, no debe entenderse desde el punto de vista moral: hay que dejar de hacer lo que está mal. Se trata de la "metanoya", que es un cambio de mentalidad que llevaría consigo un cambio en la manera de vivir. Se trata de elegir un camino nuevo. Sin emprender ese nuevo camino, de nada servirán los arrepentimientos y los propósitos. Esto no lo entendemos bien hoy. El echar demonios y curar son los signos de la preocupación por los demás. El signo más claro de que ha llegado el Reino, es la ayuda a los demás. APLICACIÓN La primera lectura (Am 7,12-15) nos pone ya en guardia. Los profetas de Betel quieren convertir a Amós en un profeta "al uso": alguien que vive de un oficio siguiendo las directrices oficiales. Muy poco han cambiado las cosas. La Iglesia sigue siendo un santuario de Betel, donde los intereses económicos y de poder siguen estando en primer plano, aunque nadie se atreva a reconocerlo o a denunciarlo. Estar de parte de los poderosos, y no denunciar la injusticia, venga de donde venga, ha sido una de las apostasías del cristianismo desde Constantino. A nadie entusiasma hoy nuestra predicación, mucho menos nuestra trayectoria vital. La misión no puede ser acomodación a una programación venida de fuera, sino una exigencia vital, consecuencia de la llamada interna de Dios. La clave de estas recomendaciones es que al depender de los demás, se elimina toda tentación de superioridad. No son normas de ascetismo sino de confianza. Se trata de aprender a confiar en los demás, esperándolo todo de ellos. Saber dar eficazmente, supone haber aprendido antes a recibir con humildad. No hay nada más humillante para un ser humano que el tener que recibir de otro algo sin un mínimo de reciprocidad. La realidad que más une y humaniza a los seres humanos es el saber que tienen algo que dar y algo que recibir del otro. Si esa reciprocidad esta fundamentada en la gratuidad, se alcanza el máximo de humanidad, tanto por parte del que da, como del que recibe. La confianza de toda misión evangélica debe centrarse en Dios, no en los medios desplegados para conseguir la adhesión. Para ello no hay más remedio que prescindir de lo superfluo, y ni siquiera querer asegurar lo necesario. Cuando Jesús envía a los doce, está diciendo que lleven el Reino de Dios que él predica, a todos los hombres. Él no es su dueño ni ellos sus propietarios. Ese Reino, que es Dios, está en cada uno de nosotros y es la "buena noticia" que todos deben descubrir. El Reino predicado por Jesús está más allá de cualquier religión. Al intentar purificar su religión, Jesús dio la clave para purificar toda religión. Jesús no creó una nueva religión ni dejó de pertenecer a su pueblo y a su tradición religiosa. El haber hecho de la predicación de Jesús una religión más, ha eliminado la posibilidad de ser fermento para todas. La misión no es tarea de unos pocos, sino la consecuencia inevitable de la adhesión a Jesús. La misión no consiste en predicar sino en hacer un mundo cada vez más humano en todos los órdenes. Menos aún en conservar unos ritos fosilizados que ya no dicen nada a nadie. No se trata de salvaguardar a toda costa doctrinas trasnochadas o normas morales que no humanizan. El mensaje de Jesús no se puede meter en fórmulas ni ser objeto de ninguna programación. Simplemente es una manera de vivir. Ser cristiano es ser testigo de una manera de ser hombre, de una manera de ser más humano. Meditación- contemplación La verdadera confianza lleva a la gratuidad. La confianza tiene que ir en todas direcciones. Si confías en Dios, confiarás también en el hombre, pero también potenciarás la confianza en ti mismo. ....................... Si has superado el afán de seguridades, surgirá también la gratuidad. Precisamente hoy, que por todo hay que pagar un precio, es más necesario que nunca el dar sin esperar nada. .................. Darse sin esperar nada a cambio, es la mejor manera de llevar a Dios a los demás. Manifestar en todo momento el amor a todos, es la única manera de predicar el Reino de Dios. Decían los viejos manuales de urbanidad que un buen postre quita el empacho del segundo plato. Me empachan las declaraciones asfixiantes de algún portavoz eclesiástico inquisitorial que indigita condenatoriamente como si estuviese redivivo el cardenal Ottaviani de hace medio siglo. En busca de un post refrescante, releo unos párrafos de la biografía del Papa Juan, el Bueno (Ser llamado “el Bueno” es infinitamente mejor que ser apodado “el Grande” o “el Sabio”).
Era por Julio del 62, cuando un calor sofocante hacía sudar a los cardenales en las comisiones de trabajo conciliares. El biógrafo de los Papas (P. Hebblethwaite, Juan XXIII: El Papa del Concilio, PPC, 2000, -merecería re-editarse este libro para el “Año de la fe”-, p. 531-2) nos lo cuenta así: “…el Papa Juan comenzó a distanciarse de algunos de los borradores preliminares. Un día midió una página con su regla y dijo: ‘Quince centímetros de condenas y solo dos centímetros de alabanza. ¿Acaso es esta la manera de dialogar con el mundo contemporáneo?’. Correspondió al cardenal Montini (luego PabloVI) la tarea de hacer comprender este punto en la reunión final de la Comisión central. “Los anatemas y las condenas, dijo Montini, no son la respuesta contra los errores contemporáneos. En el mundo moderno los remedios contra los errores son la misericordia, la caridad, y el testimonio de vida cristiana”. Tras este discurso se oyó al cardenal Ottaviani murmurar: ‘Pido a Dios que me llame antes de que acabe el Concilio; así estaré seguro de que muero como católico’. Así y todo el Papa Juan acabó conquistando a Ottaviani y éste escribió a Capovilla (secretario, que lo cuenta en 1989)) una carta llena de admiración para el Diario del alma. Llegaba el momento de irse de vacaciones (ad aquas, como se dice en lenguaje vaticano). El Papa no se quedaba libre hasta el 31 de Julio. El 30 recibió a Shizuka Matsubara, superior de un santuario sintoísta en Kyoto. Anotó en su Diario: Me dio mucho gusto recibir una visita tan buena… El Papa desea estar unido con todas las almas honradas y rectas, dondequiera que se hallen, de cualquier nación, en un clima de respeto, comprensión y paz… Supe del suceso tres días después de los hechos. La información me llegó por la red. La foto mostraba la majestuosidad del altar mayor de la catedral de La Almudena, delante, en los escalones de acceso al altar, una sábana blanca a modo de pancarta, con la siguiente inscripción: "Salvad a las personas, no a los bancos. ¡¡Primero la gente!!. Stop desahucios. Dación en pago. Alquiler Social. Plataforma Afectados-as por la Hipoteca (P.A.H.)" y, delante de la pancarta, un policía nacional.
Un extraño escalofrío me recorrió el cuerpo mientras hacía el recorrido a la inversa por la foto: policía, pancarta, altar... crucifijo, modernas cristaleras, cúpula... Luego, una profunda sensación de tristeza. El silencio es buen compañero para digerir muchas cosas y lo adopté como acompañante en la semana, junto con la oración pidiendo luz para entender, si es que se puede, y paz interior, si no se consigue. Como le pasó a Martin Luther King "anoche tuve un sueño" y ya sabemos que en los sueños la realidad se ve con gran angular y zoom, lo que permite reflexionar después en detalle. En ello estoy. En el mismo espacio de la foto, un joven de unos treinta y tres años, con melena y barba, vaqueros y una camiseta blanca, se levantó de su posición orante al ver que las gentes que habían desplegado la pancarta se disponían a abandonar el templo requeridos por los policías que habían sido llamados para tal fin. Se acercó al grupo y, cogiendo un lado de la pancarta, les dijo: "Dejadme que ayude, os veo cansados y agobiados" (Mt 11,28-30). Tras salir el último, un bedel cerró la gran puerta y un grave silencio inundó el templo, al tiempo que una ligera ráfaga de aire apagó, sin que nadie lo percibiera, la vela roja encendida al lado del sagrario. La paz de los mausoleos reinó de nuevo. En el exterior -continuando con el sueño-, alguien dijo en voz alta dirigiéndose al joven: "¿A dónde vamos? Nos desalojan de todas partes. Creíamos que de aquí no nos echarían, pero ya ves..." Él se volvió y miró a todos, el grupo se iba haciendo cada vez más grande. Sus ojos brillaban con una luz que recordaba a los abrazos, a la ternura, a la solidaridad, a la entrega... en silencio echó a andar con ellos, y les iba hablando con palabras que sólo pueden entender quienes se sienten desalojados de la sociedad. Sonó el despertador y acabó con el sueño, pero no con el pensamiento, que me trajo el recuerdo de una fórmula de acogida de la Iglesia en la Edad Media: "acogerse a sagrado". Cualquier persona podía permanecer dentro de sus muros sin importar de qué huían, incluyendo si eran perseguidos por la justicia. Podían ser verdaderos maleantes. No creo que sea el caso de los que pretendían permanecer el fin de semana en la catedral de La Almudena. Nadie es un delincuente por el hecho de no poder pagar la hipoteca y pedir alternativas justas como la dación en pago. ¡Qué diferente hubiera sido todo si hubieran sido acogidos, si se hubiera hablado de lo que les motiva a iniciar una acción así como denuncia de su situación! Todo ello antes de invitar a las fuerzas del orden a entrar en lugar sagrado. A lo largo del día recordé también una sabia máxima de San Benito, que ya en el siglo V invitaba a los monjes a "acoger a quien se acercara al monasterio como al mismo Cristo" (RB-LIII). Sé que hay muchos riesgos en la acogida, sé que quien acoge ha de abrirse a la escucha, ha de atender a las necesidades básicas de quien llega, ha de ofrecer su tiempo que, seguramente, ya tenía previsto invertir en otra cosa. Acoger es un arte que se practica con ingentes cantidades de amor que consiguen neutralizar el peso, en toneladas, del miedo al otro: al pobre, al sufriente, al inmigrante, al del otro "bando", al de otro color, al de otro sexo, al que me rompe los esquemas o, sencillamente, el que me hace perder mi valioso tiempo. Llegó la noche, y con ella el merecido descanso y el regalo de otro sueño: de nuevo en el interior de la catedral de La Almudena, pancarta, altar, crucifijo, vidrieras, cúpula... pero esta vez no había ningún policía. Los manifestantes, silenciosamente sentados alrededor de la pancarta, empezaron a ver llegar a algunos sacerdotes que se interesaron por sus problemas: si estaban en paro, cuánto tiempo llevaban sin pagar la hipoteca, si preveían que pronto llegaría el desahucio; cuántos hijos tenían a su cargo, quién los cuidaba mientras ellos estaban allí... Al poco rato unos cuantos canónigos de la catedral hicieron acto de presencia y se unieron al grupo, cada vez más numeroso. Preguntaron si, además de "hambre y sed de justicia" (Mt 5, 6), tenían ganas de tomar un bocadillo y algo de beber. Les dijeron: "Quedaos con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo" (recuerda a Lc 24, 29); se os ve "cansados y agobiados" (Mt 11,28), os ayudaremos a llevar vuestras preocupaciones de hoy y mañana continuaremos viendo como resolver esta situación. Sentiros en casa... en la Casa de Dios". De detrás de una de las columnas apareció el joven de melena y barba, con vaqueros y camiseta blanca, esta vez llevando de la mano a dos pequeños que habían acompañado a sus padres. No sé notaba la presencia de los niños en el templo, estaban muy entretenidos jugando con Él. Al verlos, las madres hicieron el gesto de atraerlos para que no molestaran, pero el joven dijo: "Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios" (Mc 10, 14-15) y, viendo que todo estaba controlado y en buenas manos, siguió atento a los pequeños para que no distrajeran al grupo que necesitaba descanso. En los sueños podemos elegir quedarnos con los que nos gustan. En la realidad hay que ponerse en marcha para que otro mundo sea posible, por que el Reino de Dios empieza aquí y ahora... especialmente en tiempos de crisis y de injusticia indiscriminada. Por abajo y por arriba intentamos dar con Dios. Por abajo y por arriba Dios se nos escapa. Por abajo y por arriba Dios nos sigue conmoviendo. En medio de esa búsqueda ancestral e infatigable, la ciencia comienza por fin a lanzar claros guiños a la espiritualidad. "Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba" ha proclamado siempre el conocimiento perene, la sabiduría eterna. Seguramente el infinito que se abre sobre nuestras cabezas semeja al que perseguiremos en las partículas cada vez más pequeñas. Todo apunta a que el bosón de Higgs, la tan mentada "partícula de Dios", aún siendo el mayor descubrimiento físico de los últimos 40 años, no deja de ser un hito más en una búsqueda sin tregua.
Aumente por lo tanto el asombro, a falta del descubrimiento definitivo. Quede la rendición más allá de una meta que difícilmente hallaremos. Quede la adhesión a lo que la ciencia espiritual, la sabiduría arcana, siempre ha pregonado: el Origen, la Causa primera, siempre se nos escapará. Tan sólo por ley de analogía e intuición podremos muy de lejos avistarLa. En lo grande y en lo minúsculo la realidad nos seguirá desconcertando. El conocimiento esotérico nos dice que la Tierra entera representa para el Logos del sistema cósmico, lo que un átomo representa para nuestro cuerpo. Encima del Logos o Dios del sistema cósmico estaría El de la galaxia, por encima Éste, El del centro galáctico superior..., así no sabemos hasta dónde. Por arriba y por abajo encontraremos sistemas en los que todo gravita alrededor de un centro luminoso. Por abajo y por arriba, en una condición u otra, siempre somos invitados a ser ese centro irradiante. Seguiremos chocados por la sorpresa sin fin, seguiremos chocando partículas a altas velocidades en medio del Gran Colisionador de Hadrones. Seguramente habrá que seguir explorando, entre otras cuestiones, cómo se crea la masa, qué nos aguarda tras el bosón..., pero también habrá que rendirse ante un Misterio siempre desbordante, inescrutable. Nuestras más avanzadas luces aún no dan con su Presencia siempre velada. Progresemos en ciencia no más que en humildad. No en vano los nuevos descubrimientos nos procuran nuevos y más agudos interrogantes. Los científicos afirman haber descubierto la partícula subatómica que explicaría cómo se forma la materia, pero a la vez no ofrecen explicaciones sobre la diferencia de masa entre distintas partículas. Ello abre las posibilidades a la existencia de una quinta dimensión que se hallaría ahí, pero que nuestro cerebro no estaría en condiciones de captar. Ya que no damos con Dios, ya que siempre se nos escapa entre las estrellas, ya que se escurre entre las más minúsculas partículas, siquiera interioricemos Su lenguaje de orden, de belleza, de armonía perfectos. Ya que Dios quiere seguir jugando con nuestra supina ignorancia, hagámonos siquiera con las reglas del juego. Quizás podamos ser más y más Su expresión, Su naturaleza, puesto que hemos alcanzado un hito en la comprensión de ella, tal como afirma el laboratorio europeo CERN. Quizás podamos hacernos más y más con sus principios eternos, con sus máximas inmanentes; quizás podamos imbuir la ciencia de más y más conciencia, de más y más supremo respeto, de más y más sagrado amor. Quizás ese exquisito respeto, ese elevado amor sean condición para poder alcanzar los siguientes hitos científicos que ya nos aguardan. Los científicos profundizarán en la comprensión de la naturaleza del universo, sus propiedades, su historia, sus leyes... ; seguirán analizando las interacciones de las partículas que circulan por el Gran Colisionador del CERN, pero no sabemos si Dios se ha de manifestar necesariamente en medio de los 27 kilómetros del gigantesco túnel de Suiza; sin embargo sí de seguro en el seno del orden, la armonía y la fraternidad que seamos capaces de instaurar en la Tierra. A las puertas del mundo subatómico, deberíamos estar también en la antesala de un mundo más armonioso, justo y feliz para todas estas bolsas de células que también constituimos los humanos; conjunto de células sí, pero también "partícula de Dios", centro luminoso, que difícilmente el más sofisticado acelerador podrá encontrar. Dicen que el CERN es la catedral del conocimiento de nuestro tiempo. Sólo nos falta altar presidiendo ese templo mayor, ese santuario planetario, por supuesto ya no a un Dios de una religión, de un credo concreto, sino a un Dios inclusivo, universal cuya faz va persiguiendo la ciencia, cuyo infinito amor van descubriendo nuestros corazones. Sólo nos falta cabeza inclinada y rodillas dobladas, sólo nos falta una contemplación cada vez más fascinada. Podemos construir gigantescos túneles, reunir miles de científicos de todas las partes del mundo, como afortunadamente ahora ya ocurre, pero quizás no deberemos olvidar que el ser humano rendido, e infinitamente agradecido está más cerca de la "partícula de Dios" que toda una vanguardia científica que aún no se desnude de orgullo. Nos debemos al empeño ancestral de seguir Sus huellas. Podemos y seguramente deberemos fotografiar la colisión de partículas a la velocidad de la luz en el marco de costosísimos proyectos, pero bastará ascender a la montaña en estos amaneceres de verano para empaparnos de Dios, para que el Sol, Su pura y excelsa expresión, penetre e inunde de sublime gozo e inocente sabiduría hasta el último de nuestros trillones de bolsones. |
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