John Shelby Spong, obispo de la Iglesia Episcopaliana de Estados Unidos, no le tiene miedo al progreso. A sus 81 años recibe en Londres la entrevista de ABC a través de Skype. Se encuentra en Europa para impartir conferencias en varios países, entre otros España. Sus «dudas» sobre los dogmas establecidos, –religiosa, social y politicamente–, le han conferido una imagen de «revolucionario» en su país natal, donde esta rama de la iglesia anglicana tiene cerca de dos millones de seguidores. Sus ideas también le han valido muchas críticas desde sectores más conservadores, que no comparten su postura.
Fiel defensor de los derechos civiles en los Estados Unidos, lleva décadas «combatiendo el seguimiento a pies juntillas de la Biblia». De ella dice que es «un libro que crece y que cambia», y que por tanto no puede entenderse como algo estático. Sus teorías, y con ellas la de la mayoría de sus colegas obispos, han desembocado en una lucha por los derechos de todos los seres humanos en igualdad y bendice el matrimonio entre homosexuales. Pregunta.- Es usted miembro del «Seminario de Jesús», una reunión de 250 estudiosos de todo el mundo sobre la Biblia y el Nuevo Testamento. Además, participa en las investigaciones actuales sobre el Jesús histórico. ¿Cuál es su aportación en este terreno? - El «Seminario de Jesús» intenta determinar cuánto del Nuevo Testamento puede ser definido como literalmente cierto, cuántos de los dichos de Jesús fueron dichos realmente por Él. Jesús vivió entre el año 4 antes de Cristo y el año 30 de nuestra era, y el primer evangelio no fue escrito hasta el año 72, así que tenemos 42 años entre la crucifixión y la narración escrita de la historia de Jesús. Durante ese periodo de tiempo fue traducido del arameo –que es la lengua que Jesús solía usar en su conversación– y del griego, que es una lengua que ellos no hablaban. Así que no está escrito por testigos oculares, sino por la segunda generación de cristianos, que contaban la historia a la gente una y otra vez y pasó mucho tiempo antes de que lo recogieran por escrito. Es muy difícil determinar qué es lo que Jesús dijo literalmente o lo que realmente hizo. Son intentos de interpretar la vida de Jesús. Hay que leer la Biblia de un modo diferente, sin interpretaciones literales. Se puede ser cristiano sin interpretar las escrituras al pie de la letra. P.- Propone todo un cambio en el sistema religioso establecido. - Las interpretaciones de Jesús no pueden ser entendidas como fotografías de Jesús, no son grabaciones de Jesús. Una de las cosas que ha hecho el «Seminario de Jesús» es estudiar cada palabra que se le atribuye en el Nuevo Testamento. La conclusión del estudio, que duró 15 años, fue que sólo un 16% de las palabras atribuidas a Jesús fueron realmente pronunciadas por Él, y que el 84% restante eran interpretaciones de la Iglesia. No me puedo imaginar ni por un momento a Jesús diciendo «Yo soy la verdad» o «El que coma mi carne nunca tendrá hambre». No creo que eso fuera lo que Jesús dijo, pero es lo que la gente resumía de su experiencia con Jesús. Así que creo que tenemos un gran trabajo por delante para educar a la gente sobre lo que es la Biblia y también sobre lo que no es. P.- Como obispo de la Iglesia Episcopaliana ha participado usted repetidas veces en las Conferencias Lambeth que cada 10 años celebra su Iglesia. ¿En qué consisten estas conferencias? - Se reúnen obispos de todas las partes del mundo para tratar temas que están siendo discutidos globalmente. En 1988 el tema principal fue si las mujeres podían ser sacerdotes. La conclusión a la que se llegó fue que si las mujeres deseaban dar ese paso y ordenarse sacerdotes, estaba bien. En 1998, el debate se centró en el colectivo homosexual y se les terminó por dar la bienvenida y recepción a la vida en la Iglesia. P.- ¿Y fue un debate fácil? - Fue una de las peores conferencias, probablemente la peor a la que yo he asistido. Naciones como Estados Unidos, Escocia en particular y quizá Nueva Zelanda, tomaron liderazgo y nos empujaron a un trato más apropiado hacia los homosexuales. Sin embargo, países del tercer mundo de África, de Latinoamérica o del Sudeste de Asia fueron tremendamente negativos hacia el tema homosexual. Esto no significa que toda África comparta esta posición. De hecho, un gran obispo anglicano defendió acaloradamente a los homosexuales y les dio una abierta bienvenida a la vida en la Iglesia, pero hubo también obispos que se oponían. P.- Algunos homosexuales aprovecharon esa «bienvenida» para entrar en el obispado estadounidense. - A día de hoy tenemos dos obispos declaradamente gays en Estados Unidos, que han sido elegidos por sus iglesias, y son tremendamente apreciados en sus respectivas comunidades, uno en New Hampshire y el otro en Los Ángeles. Cuando yo me retiré como obispo de Newark teníamos 35 gays y lesbianas sirviendo en la vida de mi diócesis y 31 viviendo abiertamente con sus parejas. Debo decir que eran magníficos sacerdotes y nunca tuve la más mínima queja sobre el comportamiento de mis clérigos gays o lesbianas, ni sexual ni de otro tipo. P.- Es un paso muy importante para el colectivo homosexual. - Sí. La Iglesia de Estados Unidos está creciendo en una manera mucho más abierta. Nuestro Presidente Obama ha apoyado el matrimonio homosexual, nuestro Vicepresidente también, el partido Democrático lo mismo, y éste ha sido uno de los puntos tratados en la última campaña a las elecciones. Los Estados Unidos ya no discriminan a las personas gays y lesbianas en las Fuerzas Armadas y eso fue un compromiso de la administración Obama. Uno de nuestros senadores conservadores dijo en una ocasión que no le importaba la inclinación sexual de los soldados siempre y cuando supieran disparar. Es ahí a donde hemos llegado como nación. Sobre este tema se ha evolucionado enormemente, pero en algunas partes del sur, de donde yo provengo, las personas son mucho más conservadoras que en el área de Nueva York, que es donde vivo. P.- ¿También se ha evolucionado en la cuestión racial? - Creo que podemos decir lo mismo sobre las razas. Si echamos la vista atrás vemos que en el siglo XIX hubo obispos cristianos que apoyaban abiertamente la esclavitud, y se apoyaban en la Biblia para defenderla. Más tarde, cuando la Guerra Civil acabó con la esclavitud e instauramos un sistema odioso llamado segregación, tuvimos obispos cristianos apoyando la segregación enarbolando para ello la Biblia. Nos enseñaron que los homosexuales eran enfermos mentales o depravados morales, y que la Biblia lo probaba. Nos enseñaron que la mujer era por naturaleza inferior al hombre, y que la Biblia lo probaba. Finalmente, en el siglo XX también nos apoyamos en la Biblia para deshacernos de todo eso. P.- ¿Tanto se ha avanzado en la igualdad de sexos? - La revolución femenina nos ha ayudado a ver a las mujeres como seres humanos completos. En Estados Unidos casi tuvimos una mujer Presidente en 2008, Hilary Clinton, y fue una competidora realmente dura para el Presidente Obama. Ya no queda sino reconocer que todos los seres humanos han sido creados a imagen de Dios, cada ser humano es amado por Dios en la persona de Jesús y que cada ser humano está llamado a ser todo lo que pueda ser. P.- Entonces la frase «es un trabajo de hombres» le chirriará al oído… - Soy padre de 4 hijas, y no quiero que nadie las discrimine, no quiero que nadie pueda decir a mis hijas que no pueden ser presidentas de Estados Unidos, o arzobispos de Canterbury o Papa sólo porque hayan nacido mujer. Quiero que tengan el derecho de hacer lo que sean capaces de hacer. Veo puertas abiertas a las mujeres en mi país que estuvieron cerradas para mi madre. Y no quiero que nadie diga a mis hijos o a mis nietos que ellos no van a ser capaces de ser algo. No veo ninguna razón para ignorar los esquemas del pasado, lo que debemos hacer es condenarlos. Muy a menudo no es un orgullo como cristianos ver el trato que se ha dado a las mujeres, a los gays y lesbianas, a la gente de color, etc. Hemos tratado a un montón de seres humanos de un modo muy negativo a lo largo de la historia del cristianismo. Eso no es compatible con la llamada de Jesús a amar a tu prójimo como a ti mismo, que Él mismo definió como el resumen de toda su palabra. P.- Usted se sitúa en la línea de pensamiento del obispo J.A.T. Robinson, que causó impacto en los años 60 y 70 con libros como «Honest to God». ¿Qué puede decir al respecto? - John Robinson ha sido mi amigo y mentor y he estudiado en detalle su vida. He intentado continuar con algunas de las cosas que él empezó. John Robinson no es un obispo radical, era sólo un obispo que intentaba cambiar el conocimiento contemporáneo que tenemos de la Biblia. No conozco ningún estudioso moderno que piense todavía que el evangelio de Mateo fuera escrito por Mateo, o que el evangelio de Lucas fuera escrito por Lucas, o el de Juan escrito por Juan, sino que lo fueron por comunidades que lo hicieron en lenguajes que jamás habló Jesús, y que intentan representar su conocimiento de Jesús. Esto es muy diferente a pensar que son hechos literales. John Robinson es uno de mis héroes. P.- ¿Entonces no hay que seguir los preceptos de la Biblia a pies juntillas? - La Biblia es un libro que crece y que cambia. Si miras a las partes más antiguas de la Biblia, Dios no parece amar a nadie más que a los judíos: abre el mar Rojo y ahoga a todos los egipcios. Sin embargo, el Nuevo Testamento dice que debes amar a tus enemigos y que debes bendecir a los que te persiguen. La Biblia es un libro cambiante y que crece, y es hora de que invitemos a nuestra gente a entender esta Biblia. La Biblia no está hecha al dictado de Dios, y esto para el fundamentalismo es un punto crítico. P.- ¿Aprueba el uso del preservativo? - La verdad es que no me suelen preguntar mucho sobre este tema… Creo que la única manera de proteger a las mujeres de daños biológicos es permitir que puedan llevar a cabo una planificación familiar de un modo apropiado, así que apoyo la libertad reproductiva para ellas. P.- Hablar de libertad reproductiva, ¿incluye el aborto? - Hablar del aborto es más delicado. Si se hiciera una planificación familiar efectiva, el aborto se reduciría automáticamente. Cuando yo era obispo de Newark, en el centro de Newark, que era una ciudad muy pobre y con un alto porcentaje de gente de color, las niñas eran carne de cañón para los abortos. Era muy fácil que se quedaran embarazadas. Por un lado, tenemos la vida de una niña embarazada de 14 ó 15 años, y por otro la de un feto que aún no ha nacido. Es una decisión que afecta a una vida, pero yo no estoy de acuerdo con el tratamiento de todos los abortos como algo malvado. Creo que el aborto debe ser seguro, legal y lo menos frecuente posible. Las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres para decidir sobre su vida, así que cualquier ley que las discrimine es equivocada. Si echamos un vistazo a Europa, los países que más ensalzan la figura de las mujeres vírgenes son los que más las discriminan. Es sólo en el norte de Europa donde ese simbolismo religioso ha quedado superado, y las mujeres han conseguido igualdad. La Iglesia tiene que empezar a cuidar su imagen y plantearse algunas cuestiones sobre si la Virgen María debe ser un icono para todas las mujeres o si es un icono impuesto por los hombres a las mujeres. Es uno de los grandes debates que tendríamos que afrontar.
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Los tres sinópticos relatan el mismo episodio, aunque con diferencias notables. Se plantea abiertamente el significado del mesianismo de Jesús. Tema que no quedó resuelto hasta después de la experiencia pascual. No se trata, pues de un relato estrictamente histórico, sino de un planteamiento teológico del tema más importante y complicado de todo el NT. Ni para ellos fue fácil aceptar al verdadero Jesús ni lo es para nosotros, pues seguimos sin aceptar que el ser cristiano lleva consigo renunciar al ego y darse a los demás.
El evangelio dice que el único que estaba orando era Jesús, aunque los discípulos estaban allí. Sin tener en cuenta esa oración de Jesús nada de lo que fue y predicó puede explicarse. La forma en que Jesús habla de Dios, se inspira en su experiencia personal. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en él. Jesús experimentó que Dios lo era todo para él y él debía ser todo para los demás. Tomó conciencia de la fidelidad de Dios-amor y respondió vitalmente a esta toma de conciencia. Al atreverse a llamar a Dios "Abba" (Papá), Jesús abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto. Para Jesús, como para cualquier ser humano, la base de toda experiencia religiosa reside en su condición de criatura. El hombre se descubre sustentado en Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible nuestra existencia. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar su centro. Descubrirse fundamentado en Dios, es fuente de inesperada plenitud. Dios será en él, revelación de la más alta humanidad. Jesús de Nazaret nunca se presenta como el absoluto. Para él lo único absoluto era Dios. Él se consideró siempre como un ser humano más. “El Mesías de Dios” de Simón se convierte en boca de Jesús en “Hijo de hombre”, el modelo de hombre, un ser humano que vive su plenitud. No es el triunfador, el poderoso, el que está por encima de los demás, sino el que aguanta, el que sufre, el que tiene que padecer las iras y rencores de los suyos, el humillado y despreciado, precisamente por no renunciar a ser “humano”. El Mesías de Dios. Mc dice simplemente: Tú eres el Mesías. Mt dice: tú eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito. La opinión de la gente indica ya una alta consideración de la persona de Jesús, pero está lejos de acertar. La opinión de Pedro, parece acertada; pero “el Ungido”, era la manera de designar al Mesías que el pueblo esperaba. Un Mesías nacionalista que traería la salvación política, económica y religiosa. Esa opinión no debe ser divulgada porque es también, falsa. Los primeros cristianos superaron la dificultad asociando la idea de Mesías a la de Hijo. No entendieron la filiación como nosotros sino como representante de Dios. El que quiera salvar su vida la perderá; no es una exageración. Hacer que todo gire en torno a nuestro falso “yo”, es dar importancia en nosotros a lo que menos vale. No dejaremos de ser egoístas si mantenemos el apego al “ego”. En la medida en que ponga como objetivo último salvar mi ego, seré egoísta y por lo tanto me deshago como persona. En la medida en que me desprenda de todo apego, incluido el apego a la vida, a favor de los demás, estaré amando de verdad, y por lo tanto creciendo como ser humano. Mi Vida con mayúscula se potenciará, y la vida con minúscula, cobra entonces todo su sentido. La pregunta que se hicieron aquellos primeros cristianos tenemos que hacérnosla nosotros hoy. ¿Quién es Jesús? La mejor prueba de que no es fácil responder, es la falsa alternativa, que se planteó en el siglo pasado, entre el Jesús histórico o el Cristo de la fe. Los discípulos compartieron su vida con el Jesús de Nazaret y aceptaron a aquel ser humano que les proporcionó una paz, una alegría y una seguridad increíbles; pero mientras vivieron con él, no fueron capaces de ir más allá de lo que veían. Solamente a través de la experiencia pascual se adentraron en el verdadero significado de aquella persona fuera de serie. Al morir Jesús, se preguntaron si con la muerte de su líder se había acabado todo. Solo entonces empezaron a trascender la figura aparente de Jesús y descubrieron lo que se escondía detrás de aquella realidad visible. Fueron dándose cuenta de que allí había algo más que un simple ser humano. Entonces fueron conscientes de que el verdadero UNGIDOya se encontraba en el Jesús de Nazaret. Este Mesías, descubierto en pascua, no coincide con el que esperaban los judíos y los propios discípulos, antes de esa experiencia. Ahora se trata de Jesús el Cristo, Jesucristo, genial integración del Jesús histórico y el Cristo de la fe. Cristo no es una idea abstracta surgida en la primera comunidad sino la realidad de Jesús visto con los rayos X de la experiencia pascual. Cristo ni se puede identificar con Jesús ni se puede separar de él. Durante tres años, sus seguidores convivieron con él sin enterarse de quien era, pero una vez que desapareció su figura sensible, fueron capaces de descubrir lo que en aquella figura humana se escondía. No se puede separar el valor de una moneda, de la cantidad y la forma del metal que la constituye. La moneda tiene tal valor, porque está acuñada y tiene tal forma. Todo lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad. ¿Quién es Jesús para nosotros hoy? No se trata de dar una respuesta teórica ni una cristología aquilatada que responda a todas las cuestiones formales relativas a la persona de Jesús. Mucho menos, dogmas que definan su naturaleza divina. Lo tenemos crudo, porque los evangelios nos hablan de Jesucristo desde la experiencia pascual, y es muy difícil descubrir al Jesús de Nazaret que ellos conocieron y del que partieron para llegar a Cristo. Los cristianos de hoy empezamos la casa por el tejado y cuando nos damos cuenta, resulta que carecemos de muros y sobre todo de cimientos. Sin experiencia pascual no hay cristiano Estamos lejos del encarnar en nosotros ese valor supremo, que Jesús encarnó. Echemos una ojeada a nuestras oraciones y descubriremos la idea que tenemos del Mesías. La misma que Pedro propuso y rechazó Jesús. Lo hemos colocado a la derecha de Dios; le hemos dado plenitud de poder y gloria; le hemos hecho juez de vivos y muertos para, a renglón seguido, decir que “el que cumpla con lo que dijo se sentará con él a juzgar a los infieles”. Estas cosas ya las dice el NT, en contra de la misma actitud de Jesús. No es nada fácil salir de la dinámica del hedonismo que nos empuja a dar satisfacción a los sentidos, a buscar lo más cómodo, lo que me agrada, lo que menos me cuesta. Mantener estas actitudes hedonistas y llamarse cristiano, es una contradicción. Pero tampoco debemos caer en la trampa del masoquismo. Dios quiere para cada uno de nosotros lo mejor. Quiere que disfrutemos de todo lo que nos rodea, de las personas y de las cosas. Todo es positivo, siempre que tengamos claro que lo primero es el bien integral del hombre. No se trata de machacar una parte de nuestro ser para salvar otra. Se trata de descubrir un fallo en nuestra percepción de nosotros mismos, es decir, que con frecuencia creemos ser los que no somos y vivimos engañados. Se trata de liberarnos de todo aquello que nos ata a lo caduco y nos impide elevarnos a la plenitud que nuestro verdadero ser exige. La liberación llega cuando hemos establecido una auténtica escala de valores y somos capaces de dar a cada faceta de nuestra compleja vida, la importancia que tiene, ni más ni menos. Por eso Jesús se presenta como plenitud de lo humano. No es la humanidad la que tiene que convertirse en divinidad. Esta trampa nos ha metido por callejones sin salida. Toda la divinidad se hace presente en la humanidad. Ser cada día más humanos es lo que nos convierte en manifestación de lo divino. La oposición, y más aún la lucha entre lo divino y lo humano es absurda, en Jesús y en cada uno de nosotros. Meditación-contemplación Lo que Jesús es y significa, no se puede meter en conceptos, porque está más allá de los sentidos y de la razón. Si experimentas lo que hay de Dios en ti, podrás vislumbrar lo que Jesús vivió y manifestó. …………………… Más allá de nuestro “yo” físico, psíquico y mental, se encuentra nuestro auténtico ser, que es lo divino que hay en cada uno de nosotros y que está siempre ahí como la única realidad verdadera. …………………… Para alcanzar ese verdadero ser y verdadera Vida, es necesario no quedar enganchado en lo terreno. Desapegarse de lo caduco, lo contingente, lo limitado es el único camino para alcanzar lo absoluto. Desde que comienza su vida pública, la actividad de Jesús suscita una mezcla de desconcierto y curiosidad: ¿quién es este hombre? La pregunta adquiere una fuerza especial en el evangelio de hoy, donde es el mismo Jesús quien la plantea. El relato de Lucas podemos dividirlo en introducción y cuatro partes: 1) lo que piensa la gente; 2) lo que piensa Pedro; 3) lo que piensa Jesús; 4) consecuencias para los oyentes.
Introducción A diferencia de Marcos, que sitúa esta escena mientras Jesús y los discípulos van de camino, Lucas lo presenta orando a solas, aunque los discípulos están cerca. A Lucas le gusta presentar a Jesús rezando en los momentos importantes, para inculcar a los cristianos la importancia de la oración. Lo que piensa la gente Para la gente, Jesús no es un personaje real, sino un muerto que ha vuelto a la vida, se trate de Juan Bautista (asesinado poco antes), de Elías (muerto en el siglo IX a.C.) o de otro antiguo profeta. Resulta interesante que el pueblo vea a Jesús como uno de los antiguos profetas, en lo que pueden influir muchos aspectos: su poder de realizar milagros (mayor incluso que el de Moisés, Elías y Eliseo); su actuación pública, muy crítica con la institución oficial; su lenguaje claro y directo; el hecho de que recorra los pueblos y aldeas predicando, sin limitarse a hablar en el templo de Jerusalén. Pero hay otro aspecto: en tiempos de Jesús, el título de "profeta" tenía fuertes connotaciones políticas, y es muy posible que la gente, igual que los discípulos de Emáus, viesen a Jesús como un libertador. Lo que piensa Pedro Jesús quiere saber si sus discípulos comparten esta mentalidad o tienen una idea distinta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?” Es una pena que Pedro se lance inmediatamente a dar la respuesta, porque habría sido interesantísimo conocer las opiniones de los demás. Según Marcos, la respuesta de Pedro se limita a las palabras "Tú eres el Mesías". Lucas añade: “El Mesías de Dios”. Quizá quiere dejar claro a sus lectores que Pedro no ve a Jesús como un simple líder político, sino como el salvador político mandado por Dios. “Mesías”, que significa “ungido”, era el título de los reyes de Israel y Judá, ya que no se los coronaba sino se los “ungía” con aceite, derramándolo sobre su cabeza. La monarquía desapareció el siglo VI a.C., pero en los siglos II-I a.C., se difundió la esperanza de una restauración monárquica, y la imagen de un rey futuro ideal, de un MESÍAS con mayúscula, fue adquiriendo unas características cada vez más sorprendentes. Los Salmos de Salomón, oraciones de origen fariseo, lo describen liberando a Jerusalén de los romanos, purificándola de pecadores, instaurando un gobierno justo y extendiendo su dominio a todas las naciones. Es un rey ideal, que no confía en caballos, jinetes ni arcos, no atesora oro y plata para la guerra, está limpio de pecado para gobernar a un gran pueblo, no se debilitará durante toda su vida, apacentará el rebaño del Señor con justicia y fidelidad. En este contexto, la confesión de Pedro reviste una importancia y una novedad enormes. Lo que piensa Jesús Jesús no comparte el entusiasmo político, nacionalista y triunfalista que se puede intuir en las palabras de Pedro. No quiere que se use el título de Mesías, para evitar equívocos (aunque después de su muerte se convertirá en el título más habitual para designarlo, porque Cristo es la traducción griega de “mesías”). Él prefiere hablar de sí mismo como “el Hijo del Hombre”, título muy discutido, porque unos dicen que significa simplemente “este hombre”, “yo”, y otros le dan un sentido mucho más profundo, como el de un salvador definitivo. Lo importante para Jesús no es el título que se le aplique, sino su destino. Tiene que padecer, ser rechazado y asesinado. El rechazo se da por parte de ancianos, sumos sacerdotes y escribas. Los “ancianos” detentan el poder político; los sacerdotes, el poder religioso; los escribas, el intelectual. Es probablemente el único caso en la historia en que los tres poderes se han puesto de acuerdo para rechazar y condenar a muerte a una persona. Pero Jesús sabe que la última palabra no la tienen ellos, sino Dios, que lo resucitará. Consecuencias para los oyentes. La pregunta sobre quién es Jesús y cuál es su destino no es una pregunta de examen ni de concurso, que no modifica la vida. Debe provocar el deseo de seguirlo. Pero Jesús no es un político que intenta ganarse a la gente con falsas promesas. Deja muy claro que ir con él significa negarse a sí mismo, cargar con la cruz cada día, como añade Lucas. Estas palabras se entienden mejor en el contexto del siglo I, cuando los cristianos están siendo perseguidos y condenados a veces a muerte. Y en bastantes países actuales de África y Asia, donde no resulta extraño que estalle una bomba en la iglesia. Entonces adquiere pleno sentido lo que dice Jesús: “El que pierda su vida por mi causa la salvará”. ¿Habrá alguien dispuesto a seguir a Jesús, a cargar con la cruz cada día? Veinte siglos demuestran que sí. Y esto no se explica solo por decisión personal. Según la primera lectura (tomada del profeta Zacarías) es fruto de un cambio que Dios opera en nosotros al contemplar a Cristo crucificado. Frente a los tres grupos de poder que rechazan y condenan a Jesús, son muchos más los que se convierten, hacen duelo, y encuentran un manantial que los limpia de pecados e impurezas. El pasado 12 de mayo la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) comprometieron al papa Francisco en el avance de algunas propuestas que nos son urgentes para que las mujeres podamos desarrollar con plenitud nuestra vocación cristiana sin discriminaciones por razones de género. El Evangelio como una Buena Noticia de liberación para el sexo femenino es un tema siempre pendiente en la iglesia, pero no fue así en sus orígenes.
La práctica de Jesús y las primeras comunidades, aun con muchas tensiones al interior de ellas mismas, inauguraron la ekklesía de iguales como un espacio abierto y dinámico que subvirtió las jerarquías patriarcales y las clases sociales por las que se regía la sociedad del momento e inauguró también unas nuevas relaciones de género. Pero en su inculturación al mundo greco-latino terminó optando por la adaptación en muchos aspectos y uno de ellos fue sin duda, el de la subordinación de las mujeres hasta que el protagonismo femenino fue progresivamente neutralizado y silenciado como reflejan los Códigos domésticos y las Cartas Pastorales (1 Pe 2,18-3,7),(1 Tim 2,12-15). A partir del siglo II, el modelo de organización que se impondrá en la iglesia, concentrará en la figura del obispo buena parte de los carismas de liderazgos y proféticos, en deterioro de otros modelos más comunitarios y ministeriales que existían en ella. Laicos y mujeres saldremos perjudicados. A partir de este momento las mujeres vamos a ser más valoradas por el ascetismo, es decir como vírgenes y viudas, que como misioneras. La evolución de la figura de Magdalena de apóstol a penitente tiene que ver con este proceso. También la fijación del canon tendrá un efecto poderosísimo en la exclusión y subordinación de las mujeres, ya que la tradición oral y apócrifa será excluida y es en ella donde el liderazgo femenino se transmitía con más fuerza en la primera iglesia. A partir de este momento la Escritura va a ser cosa de varones y las mujeres pasarán a ser meras receptoras. Aunque siempre habrá mujeres que salten las normas. Un de los reclamos de la UISG al papa Francisco ha sido sobre el diaconado femenino, prohibido por el Concilio de París en el siglo IX al negar que ninguna mujer tuviera acceso al altar diaconado. Pero en las preguntas que la UISG ha planteado al pontífice de Roma han abordado también otras cuestiones relevantes, como la predicación de la homilía, asociada al ministerio profético, tema, en el que Francisco ha sido muy claro: La homilía le compete sólo a los sacerdotes. Al igual que ha sido muy claro en su calificación del feminismo como un peligro para las mujeres en la iglesia. Sin embargo, muchas generaciones de mujeres cristianas en el mundo estamos convencidas que no podremos avanzar hacia la superación de la discriminación en la iglesia si no es aplicando elementos que nos proponen los movimientos de liberación de las mujeres y entre ellos, la perspectiva de género, como un instrumento de análisis y transformación de la realidad para poder descubrir los hilos de la opresión de las mujeres y también la potencia de nuestras posibilidades. Por eso defendemos que la categoría género no es una ideología, como tampoco lo fue la categoría clase en la teología de la liberación, sino un instrumento de análisis. Es decir, una categoría que cuestiona las relaciones sociales entre hombres y mujeres y la comprensión esencialista de lo femenino y lo masculino para concebirlos como una construcción que conlleva elementos culturales y que como tales pueden ser modificados. En la experiencia de las mujeres la perspectiva de género es extraordinariamente liberadora. Es una herramienta necesaria que nos ayuda a desarrollar nuevos modos de ser persona mujer y persona varón, nuevos modos de ser familia y comunidad, nuevos modos de amar y ser amadas reivindicando la autoestima, el amor propio, el respeto mutuo y que la diferencia no puede ser causa de desigualdad. Nuevas formas comprender y vivir la diaconía del evangelio liberándonos del servilismo y la mutilación de nuestras capacidades impuesta por el clericalismo. Quizás por eso, por las consecuencias que el análisis de género ha tenido en la vida de las mujeres, cuestionando roles, espacios y papeles sociales, la iglesia se resiste a incorporarla. Pero no hacerlo es reducir la cuestión de las mujeres a puro esencialismo o complementariedad, lo cual nos mantiene en la misma situación de desigualdad y exclusión más allá de las buenas intenciones. Por eso en cómo se conciba el diaconado femenino, en qué funciones se le dote y en la libertad y creatividad con que pueda desarrollarse será una cuestión liberadora para las mujeres y la iglesia o no. Pues en los tiempos de escasez de sacerdotes que corren el diaconado femenino puede ser también concebido como mera suplencia auxiliar, más de lo mismo… ¿no? Centroamérica es una región acotada geográficamente donde se materializaron los estertores y la agonía del sistema colonial (Belice 1981, Panamá 1999) y donde la Guerra Fría y el dominio imperialista dieron sus últimos coletazos en la década de los 80. La última guerra imperialista en América Latina se dio en Panamá en 1989, so pretexto del narcotráfico y refrendando la tradición justiciera de los gobiernos estadunidenses.
Allí, en lo que fueran las llamadas repúblicas bananeras, se gestaron procesos revolucionarios, guerras civiles, injerencias y guerras imperialistas que trastocaron la región e integraron a distintos sectores sociales y étnicos en una dinámica migratoria compleja y cambiante. Hoy día se suceden y se entrecruzan los procesos de inmigración intrarregional, especialmente hacia el sur (Costa Rica y Panamá) y la libre circulación entre los países del CA4; la emigración masiva hacia el norte, a Estados Unidos y en mucho menor medida a México y Canadá; la migración de tránsito de origen caribeño, sudamericano y global y, finalmente, el retorno creciente de los deportados y desechados del sueño estadunidense y del periplo mexicano. Si bien se pueden analizar los procesos migratorios desde la perspectiva y dinámica propia de los estados nacionales o desde la unidad excluyente del llamado Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras), consideramos pertinente analizar el proceso migratorio como un subsistema, que se integra por una parte a la dinámica mesoamericana, que incluye a México como país receptor, emisor, de tránsito y retorno y, a Norteamérica, como eje de referencia continental, principal motor de la demanda de mano de obra regional y lugar único y privilegiado de destino. A lo largo de estas cuatro pasadas décadas la dinámica migratoria centroamericana ejemplifica toda la gama y las diferentes modalidades migratorias. En la década de los 70 la modalidad predominante fue el exilio político, principalmente a los países vecinos. México y Costa Rica fueron lugar y asilo para muchos opositores a las dictaduras y gobiernos militares de aquella época. La razón, es fácil de prever, las dictaduras familiares y militares. En la década de los 80, con las guerras civiles en Nicaragua (Somoza y Contras), el enfrentamiento armado de El Salvador y la guerra de baja intensidad en Guatemala, se pasó de la migración de exilados políticos a la de refugiados, que llegaron principalmente a México, Estados Unidos y Canadá. La década de los 90 fue una fase de reconstrucción, acuerdos de paz y retorno de refugiados. Al mismo tiempo se desató un movimiento masivo y generalizado de migrantes económicos hacia Estados Unidos. En efecto, según el censo norteamericano de 1970 se constata la presencia de tan sólo 15 mil 717 salvadoreños, en 1990 casi llegaron al medio millón (465 mil 423) y en 2010 sobrepasaron el millón (un millón 112 mil 64). Procesos similares se dieron en Guatemala, Nicaragua y Honduras. El cambio de siglo sorprendió a la región con una catástrofe devastadora, el huracán Mitch (1998). La región, especialmente Honduras, quedó arrasada en su infraestructura, los campos inundados y deslavados, las cosechas perdidas, pueblos enteros en ruinas o inundados. A la catástrofe ambiental le siguió la peor crisis social, económica y humanitaria, que buscó salida en la emigración. En ese contexto y como apoyo a la región, Estados Unidos otorgó a miles de centroamericanos un estatus de protección temporal (TPS) que se ha renovado subsecuentemente a lo largo de los años. Esto dio inicio a un nuevo proceso, el del refugio ambiental, que se expresó con la concesión de visas. La primera década del siglo XXI se caracteriza por la consolidación de la democracia en Centroamérica, incluso por la alternancia en algunos países y la vuelta de los comandantes revolucionarios. Es parte de la herencia positiva después de la convulsionada década de 1980, pero también se heredó una creciente violencia, la espiral armamentista, el retorno de las maras deportadas de Estados Unidos y la consolidación del crimen organizado y el narcotráfico. A la persistente pobreza en la región se sumó la violencia sistémica y generalizada que incluye a los medios rural y urbano, lo que ha generado migración económica y desplazamiento de cientos de miles de personas que buscan mejorar su situación fuera de su lugar de origen, pero también la de los desarraigados, los que ya no tienen nada que perder y huyen de una situación de violencia extrema y pobreza ancestral. El desarraigo no sólo es el resultado de las terribles condiciones de los países y comunidades de origen donde la violencia diaria y la pobreza extrema obligan a emigrar. Es también la consecuencia directa de la política migratoria impuesta por los países de destino, que cierran la puerta de entrada y restringen de manera extrema el acceso a visas. Es un doble dilema: tener que huir y no tener adónde ir. La pobreza nunca fue un factor de expulsión, los campesinos e indígenas centroamericanos vivían y sobrevivían desde siempre en sus comunidades; es la violencia de la guerra civil y luego la violencia sistémica, cotidiana y generalizada la que, aunada a la pobreza, ha generado el desarraigo. Ya no se trata de la lucha de clases, que ha quedado rebasada por la violencia sistémica. Cuando tener una tienda, un camión de pasajeros o un pequeño negocio te convierte en sujeto de extorsión, todas las vías que generalmente llevaban al progreso personal o familiar o el bienestar están cerradas. Para la población hay conciencia clara de quién tiene el monopolio de la violencia (ya no es el Estado) y que lo que reina es la impunidad. Mejor bajar la cortina y buscar acomodo en otra parte. Cada día más, me habita la certeza de que no he elegido estar donde estoy ni decir lo que digo. No he elegido estar aquí.
Todo se ha ido dando, en una coherencia admirable, que solo he podido percibir a posteriori. Constituye para mí una evidencia el hecho de que he sido –estoy siendo- conducido hacia donde “no sé” a partir de lo que “creía saber”… Creía saber qué era “creer” y quién era “Dios”; quién era “yo” y qué era mi “vocación”. Y se me ha regalado percibir la realidad de una manera tal, que ha dado la vuelta a todas mis ideas y creencias. Había creído en un Dios personal, Padre amoroso…, y descubrí que, aun sobre la base de una intuición sabia, esa idea era fruto de una proyección mental. No me resultó fácil decir adiós a aquel dios en quien había creído sostener mi vida y mi propia identidad. Fue necesario un duelo intenso en el que llorar -y despedirme de- mis sentimientos de orfandad y de culpa. Y, sin embargo, en este nuevo desaprendizaje, la caída de dios me mostró a Dios. El camino empezó queriendo “acercarme” a Dios y “encontrarme” con él. Y se me ha hecho ver que entre Dios y yo no hay distancia para un camino: somos no-dos. Tuve que fortalecer mi yo y llegué a identificarme con él, con sus necesidades, sus deseos y sus miedos, sintiéndome con frecuencia como si estuviera en una noria cansina. Y se me ha hecho descubrir que ese yo no tiene nada que ver con mi verdadera identidad. Crecí identificado también con una creencia, recibida como “la verdad”, a la que me aferraba en busca de la seguridad que mi yo necesitaba. Y se me ha hecho patente que es necesario dejar caer todas las creencias, porque terminan convirtiéndose en obstáculo para abrirse a la verdad. He visto que la Verdad es inapresable, que no se la puede pensar, aunque se la puede “ser”. Y, al serla, se la conoce y se muestra en su radiante luminosidad. Me moví en un mundo de dualidades, fronteras y etiquetas. Y me han abierto los ojos para ver que todo lo que se muestra no es sino expresión y despliegue de lo Único real, el Misterio del Ser, el Fondo de todo fondo, la Mismidad de lo que es; que todo lo que pasa no es sino la otra cara de Lo que es. Busqué la salvación en el mundo de las formas. Y se me hizo caer en la cuenta de que ese es solo un mundo onírico, del que hay que despertar. Me devané intentando hallar el sentido de mi existencia -¿para qué estoy aquí?-. Y se me regaló la plenitud de sentido en cuanto pude detener mi mente: vi que el sentido no es algo “añadido” a la existencia, sino otro nombre más de lo que es, de lo que somos. Y que, silenciada la mente, se muestra por sí mismo en plenitud. Me fatigué desde un perfeccionismo cuya meta era siempre “hacer”. Y se descorrió el velo que me permitió reconocer que se trata solo de ser, y que todo lo demás “se da por añadidura”. Creí encontrar en Jesús el “salvador” de mi vida. Y se me mostró que todo está ya “salvado”, que no hace falta sino “verlo”, y que Jesús no era alguien separado, sino mucho más: nada menos que un “espejo” nítido y radiante en quien ver reflejada mi (nuestra) verdadera identidad. Crecí en una religión que me ofrecieron como “la verdadera”. Y se me ha ofrecido palpar el “territorio” al que todas las religiones, como mapas, conducen: la espiritualidad transconfesional y transreligiosa. Fui ordenado sacerdote en el marco de una religiosidad y teología dualista. Y, sin saber previamente cómo, me he visto traído a una vivencia universal que trasciende roles y etiquetas. Pero aún faltaba el aprendizaje mayor. Desde niño crecí pensando que tenía que ser “alguien”, que todo dependería de mi esfuerzo, que tenía que aprender a controlar todo… El objetivo, aunque no siempre explícitamente declarado, no era otro que fortalecer el sentimiento de la que consideraba mi identidad: llegar a ser yo. Había aprendido que ese era el objetivo último de la existencia, y que a ello debían encaminarse todos los esfuerzos… Y, de pronto, de manera imprevista y sorpresiva, se me hace ver que también ese yo era solo otra creación mental. No existe tal cosa como “yo”; eso es solo un personaje del sueño, una “forma”, una apariencia… Veo claro que lo que soy es Consciencia, Vacuidad, Espaciosidad…, compartida con todas las otras “formas”. Cae toda apropiación. No hay nadie que haga nada. Y, sin embargo, todo se hace. Cae igualmente todo orgullo y toda culpa. Y aquí estoy… Aquí he sido conducido… Por caminos de soledades y de plenitud, de “no saber” y de evidencias, de desconcierto y de luz, de resistencias y de entrega…, hasta la rendición ante Lo que es. Necesito seguir expresando todo esto, aun siendo consciente de que, al hacerlo, vuelvo a caer en la dualidad –las palabras y los conceptos no pueden superar esa barrera-, pero sé bien que, en realidad, no es “nadie” quien esto expresa. Celebro con gozo la Unidad que somos, lo único realmente Real, La Consciencia una que sostiene las mil formas aparentes, la Vida que juega a “disfrazarse” en cada uno de nosotros. Celebro el desaprender… Solo queda Admiración y Gratitud. Con ocasión de acontecimientos y festividades político-sociales, y también religiosas, en las que la mujer, por mujer, es su protagonista, como en el caso del Día Internacional de la Mujer, además de mítines, asambleas y congresos sobre el tema, también algún obispo, o representante de la Iglesia –Conferencia Episcopal– se hace también raramente presente con sus respectivas prédicas, homilías o Cartas Pastorales, con mención singular en este caso para el arzobispo metropolitano de Santiago de Compostela que efectuó unas reflexiones acerca del “Feminismo Cristiano”. De provecho social y religioso es posible que sean para muchos algunas de mis reflexiones personales siguientes:
. Los diccionarios rezan y definen el feminismo como “doctrina o movimiento que tiende a conceder a la mujer derechos reservados hasta ahora a los hombres…” ¿Oculta alguna intención o cautela adjetivar el feminismo de “cristiano” en conformidad con el citado dictamen jerárquico? ¿Es que, por definición, todo feminismo no es ya, y de por sí, cabalmente cristiano? ¿Es que este precisa ser rebautizado una y otra vez, al comprobarse con tan desdichada y dramática frecuencia que tal feminismo es absolutamente indispensable en la sociedad actual, dados los altos y degradantes índices de desconsideración, repulsa y descrédito que padece? . En las asambleas, mítines, manifestaciones y reuniones en las que aparecieron y expresaron sus criterios a favor de la mujer políticos y responsables de entidades sociales y culturales, quienes pudieran ser imagen, y representar a la Iglesia en sus niveles jerárquicos, brillaron por su ausencia. La razón de las posibles “contaminaciones” políticas, de ciertas exageraciones y aún desmanes, que se registran en las concentraciones de cualquier signo, difícilmente justificarían tan generalizada y canónica ausencia, y más cuando son tan patentes, graves y empecatadas las situaciones que sigue viviendo la mujer en relación con el hombre. . ¿Acaso no descifraría el misterio de estas ausencias el feroz convencimiento de que precisamente la Iglesia es la institución que propicia, y además “en el nombre de Dios”, parte importante de la discriminación femenina que se sigue registrando en la cultura y en la praxis del Occidente cristiano? ¿No son los jerarcas, los teólogos, los intérpretes de la Sagrada Escritura y libros sagrados, junto con los pastoralistas y canonistas, los líderes del antifeminismo histórico y del actual? . ¿Resultaría excesiva, viciosa, mendaz e irreverente la aseveración de que los ausentes en la tarea-ministerio de las reivindicaciones feministas no leyeron jamás el evangelio, lo hicieron con ancestrales perjuicios, o se escandalizaron con los ejemplos que en el mismo refiere y vive Jesús en el trato y respeto exquisitos observados con las mujeres, y que con las cuales compartió capítulos principales de su sagrada y liberadora doctrina, haciendo Iglesia de verdad a la Iglesia? . Tal y como siguen todavía (¡!) vigentes mayoritariamente tradiciones, leyes y comportamientos cristianos y “religiosos”, la figura, la imagen y la propia idea que de la mujer, por mujer, se predica “y se vende” en la Iglesia es impropia y netamente pagana, con ineludibles influencias en la propia institución, que por sus representantes y educadores-evangelizadores “oficiales” ejercen nefastamente en círculos sociales, culturales y convivenciales a las que les sirven de marco para el desarrollo integral de la ciudadanía –hombres y mujeres– en el camino de la consecución y ejercicio de sus derechos como personas. . Antítesis del término “feminismo”, pero que por eso también ayuda a su examen y análisis cualitativo y cuantitativo, es la elocuente y practicada definición rigurosamente académica popularmente aceptada, sin necesidad de reivindicaciones y manifestaciones especiales, de “machismo” o “actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres”. . En tan injusto, antievangélico y para algunos cristianos, inabordable contexto, proclamar que la Iglesia es machista y con lejanas posibilidades de dejar de serlo y de convertirse en ejemplo de vida de vida y de convivencia, es consecuencia lógica de toda reflexión que se estime y juzgue como de verdad “religiosa”. . Así como todo feminismo, por feminismo es –tiene que ser– cristiano de por sí, el machismo como tal, es pagano, hereje e impío, además de irracional, disparatado y contrario a la fe y a la razón. He vivido con suerte. He ascendido. He subido. En Ortigosa, 1040 metros y en Pazuengos, 1140. He pasado por 20 parroquias. Comencé una pastoral –casi de carrera– pero luego el sentido común y el Espíritu pusieron las cosas en su lugar.
Y he recorrido muchos pueblos dando charlas. Y he participado en muchos colectivos eclesiales, sociales, humanitarios… Soy un suertudo. Experimento ahí a Dios. Como también en lo demás. He sido cura de pueblo. Y con un espíritu inquieto, un poco revolucionario. Vamos a decirlo claro “un poco mosca cojonera”. Porque no he estado en cargos de mando y cuando lo estuve, creé muchos interrogantes. Así que de nuevo a recorrer barros en los pueblos. Me he sentido metido en el anuncio fresco del evangelio, rebatiendo la religiosidad y anunciando la fe cristiana. Todo en camino de búsqueda… Suerte de estar en la vida. Asistí como actor a la creación de la Unión de Agricultores, al Proyecto Hombre, a las ferias de la alubia y de la nuez. Colaboré en la creación de Rioja Acoge. Ayudé a surgir la cooperativa del mejor foie-gras del mundo… Y así me he sentido animador de la fe, porque el Espíritu soplaba. Y se iba creando comunidad. Vivo con suerte. Por circunstancias de la vida, he estado 30 años viviendo en casa con otras personas: prostitutas, presos, toxicómanos, transeúntes... Y han tenido mucha paciencia conmigo. Igual me dedico a escribir siete u ocho novelas con esa experiencia. Una de mis grandes alegrías es cuando alguna de estas personas me sigue llamando desde su tierra o su trabajo. Y también he metido mucho la pata y he pasado dificultades. Disfruto –toda la vida– celebrando la eucaristía y trato de hacerla cada vez nueva. Igual en una asamblea de tres personas que en la cárcel. Lo mismo la predicación. Le dedico mucho tiempo y procuro que sea algo vivo, activo, creativo. Llevo toda la vida renovándome en teología. Es un privilegio, aunque cuesta y choca. Soy amigo de muchos teólogos de hoy día. Me encanta escribir: en las hojas parroquiales, en el periódico, Militante Rural, revistas., Fe Adulta... Me relajo y expreso. Tengo recuerdos de todo tipo en cada uno de los veinte pueblos en los que he vivido. He cambiado mucho cada 8 años, más o menos, según lo que quedamos en la diócesis, por el bien de ellos y mío. Me ha supuesto creatividad, búsqueda, anuncio. E ir quitando libros. Sé que no he sido una persona que haya pasado desapercibida: para bien o para mal. Pero Dios sigue creando. Y Jesús se implicó y se complicó hasta la cruz y la resurrección. He querido y pedido toda ni vida estar en una unidad pastoral. Pero no ha podido ser. Ahora estoy lejos de la curia. En la montaña. Preparando y trabajando el aprender a vivir el cristianismo con nuevas formas. Participo en varios grupos en los pueblos y en Logroño, abriendo horizontes de diálogo fe- sociedad. Me encanta dialogar con los no creyentes. Y aprendiendo a ir desapareciendo. Porque vivo que Jesús está en mi y en todo. Y eso es para vivirlo y celebrarlo Me cuesta ir envejeciendo e ir desapareciendo. Aprender a perder, para Ganar. No quiero ir al hogar sacerdotal. Tengo la suerte de estar con mi familia y si no, buscaré una Residencia normal. Es por ver si aprendo a jugar al mus... tantos años en los pueblos y aún no sé. Y un deseo grande: Estoy de jubileo. Y según dice el Levítico: “era año de devolver, de perdonar”. Por eso, me gustaría que devolviésemos a los pobres y necesitados. ¿Qué? Dos habitaciones en el seminario, para que pueda dormir algún preso que lo necesite, alguna persona con problemas. Mientras tenga salud, yo me ofrezco a acompañarlo. Tenemos el ejemplo maravilloso de los Salvatorianos. Y ya como el anciano Simeón: la alegría de haber encontrado a Jesús. Aunque con muchas dudas y muchos fallos. Pero suelo decir en los entierros siempre: “Tú has acogido ya a tu hijo”. Es que Dios no tiene Alzheimer y no necesita que me recordéis ante Él. Que sea una acción de gracias. Porque está claro en el salmo 36: “Tú salvas, Señor a los hombres y a los jumentos”. Si no es por una cosa, por la otra. Mejor dicho, porque Dios me inunda. Jesús vive en mí, en Él vivo, me muevo y existo. Este relato lo narran los cuatro evangelistas, aunque con detalles muy diferentes. Es un relato clave en los evangelios, porque nos demuestra la actitud de Jesús para con los pecadores; pero también la actitud de aquellos fariseos, que no eran capaces de ver más allá de sus narices o mejor, más allá de lo que manda la Ley. Los fariseos identificaban al pecador con su pecado. Jesús ve el valor de la persona humana más allá de sus fallos.
Hoy no se necesita mayores exégesis, porque el mensaje está muy claro. La clave está en analizar con cuidado los personajes que manifiestan sus actitudes a través del relato. La pecadora, Jesús, los fariseos y en los otros evangelistas, los apóstoles (Judas), que desde la superficialidad y raquitismo, desde la que solemos operar la mayoría de los mortales, no se enteran de nada y hablan, de despilfarro y de los pobres. Pero no debemos olvidar, que el verdadero protagonista es Dios o mejor, las ideas sobre Dios. Es muy interesante descubrir que este relato y otros parecidos, no concuerdan con la idea que los cristianos hemos mantenido sobre los fariseos. No debían ser tan enemigos de Jesús, cuando le invitaban a comer, gesto que solo se tenía con las personas distinguidas y de cierto rango. Con frecuencia se invitaba a personajes que podían aportar opiniones diversas para animar la sobremesa. Aunque no estuvieran de acuerdo con muchas de las enseñanzas de Jesús, su oposición no debió ser tan tajante como nos cuentan. “Evangelio” significa en griego, buena noticia. Pues la mejor de todas las noticias que podía recibir cualquier ser humano, es la que vamos a comentar hoy: Dios es perdón, porque Dios es amor. Tal vez sea el aspecto más original de todo el mensaje de Jesús. La experiencia de Dios le llevó a llamarle Abba (padre). Si no comprendemos y aceptamos este mensaje, todo lo demás carece de coherencia. La idea de un dios que premia a los buenos y castiga a los malos, convierte el evangelio en papel mojado e indirectamente nos invita a hacer lo mismo con los “malos”. Hoy podemos ver que seguimos tergiversando el evangelio. Los judíos no fueron capaces de encajar el tema del perdón tal como lo predicaba Jesús. Claro que creían en el perdón de Dios, pero lo interpretaban a la manera del perdón humano. Después de dos mil años, seguimos sin aceptar el perdón que predicó Jesús. Seguimos escandalizándonos de que Dios ame a los malos. Aceptamos que Dios perdone a los buenos, pero eso de que ame al pecador antes de que se arrepienta, es algo que supera todo lo que pudiéramos aceptar de un Dios "justo". Es ésta una actitud muy sutil, que pone de manifiesto hasta qué punto aceptamos con sordina el mensaje del evangelio. Nos distanciamos del evangelio cuando planteamos nuestras relaciones con Dios como si fuera un ser humano. Es más, nos atrevemos a decirle que tome ejemplo de nosotros (perdónanos como nosotros perdonamos). Dios no tiene actos. En Dios los verbos no se conjugan porque no está afectado por tiempos ni modos. Dios todo lo que hace, lo es. Pensar que Dios cambia de postura con relación a un pecador porque hace penitencia es descabellado, si lo entendemos literalmente. Es solo una manera de decir que el pecador, en un momento determinado, se da cuenta de lo que Dios sigue siendo para él. Tus pecados están perdonados. El mismo evangelio presupone una mala interpretación de la frase cuando se pone en duda la potestad de Jesús para perdonar pecados. Jesús no dice: Yo te perdono. Sabe muy bien, que ni él ni Dios tienen nada que perdonar. La actitud de Dios es siempre la misma. Eternamente será amor. Por nuestra parte, siempre seremos limitados y fallaremos. Pero a pesar de lo que nos han repetido hasta la saciedad, no somos una mierda. Toda vida animal produce mierda, pero no es esa mierda. Lo que dijo Jesús, lo puede decir cualquiera a cualquiera. Por parte de Dios, tus pecados están siempre perdonados. La pelota está siempre en tu tejado. Tú eres el que debes cambiar tu actitud vital para que descubras ese perdón y pueda significar algo esencial para cambiar tu vida. El descubrir que Dios sigue amándote, a pesar de tus fallos, tiene que llevarte a una confianza absoluta y total en Él. Esa confianza es el fundamento de todo futuro verdaderamente humano. Sin esa confianza, el futuro se oscurece definitivamente. Esto es lo que Jesús quiso decirnos de Dios. Otra cosa es que nosotros lo hayamos aceptado. ¿En qué lugar queda la confesión, tal como se ha entendido durante siglos? Es un problema que tenemos que resolver, pero nunca a costa del mensaje evangélico. La confesión se ha utilizado muchas veces como instrumento de control. Esto es lo que tenemos que superar. Un vendedor de agua tenía su puesto muy cerca de una fuente, el éxito de su negocio consistía en que los transeúntes no descubrieran que la fuente estaba allí mismo, detrás de un arbusto. No os dejéis engañar, no aceptéis agua envasada y tasada. Id a la fuente. Lo que acabamos de decir, no sólo no hace inútil la confesión, sino que le otorga su verdadera dimensión humana. Para mí, la confesión es el más maravilloso invento de nuestros dos mil años de cristianismo. El mayor bien que yo mismo he hecho nunca a una persona ha sido en la confesión. Dios no necesita la confesión, pero nosotros sí. Esto debemos tenerlo muy claro a la hora de utilizar el sacramento de una manera provechosa. La confesión es un signo que debe llevarme al descubrimiento de una realidad, el amor que es Dios. Es un proceso de iluminación que cambia la manera de verme. Basta tomar conciencia de que alguien me ama para que todo cambie a mi alrededor. La mujer del evangelio mostraba un agradecimiento tan grande, porque era consciente de que el perdón que había recibido era signo de un gran amor. El amor es una realidad tan profundamente humana que nadie, que se sienta querido de verdad, puede seguir indiferente. Es más, solo si uno se siente amado, podrá descubrir su capacidad de amar. El automatismo a la hora de celebrar los sacramentos no tiene sentido. La confesión no es un quitamanchas. La confesión es un proceso que me debe llevar de una conciencia de pecado a una conciencia de superación de los fallos; de una desesperanza a una total confianza, en lo que yo soy, y en lo que es Dios. Esta es la verdadera fe-confianza. El objetivo primero de la confesión debe ser el descubrir el amor incondicional de Dios. Una vez que nos sentimos amados, surgirá en nosotros el deseo de corresponder, amando. Tomar conciencia de que Dios no me falla, suscitará en mí el deseo de fallarle menos. No podremos entender el tema del perdón si no tenemos claro el concepto de pecado. Pecado no es el incumplimiento de una ley. Una acción o una omisión, no son pecados porque esté mandada o prohibida. Al contrario, está mandado o prohibido porque es pecado. Esta sutileza no es fácil de captar, pero es imprescindible para aclararse. Si no descubro la razón de mal en lo que hago o dejo de hacer, nunca estaré motivado para la acción o la omisión. El pecado siempre es fruto de una falta de conocimiento. Si yo estoy convencido de que algo es malo para mí, la voluntad nunca podría apetecerlo. Si la voluntad quiere algo, es porque la razón se lo presenta como bueno. La clave está en un mejor conocimiento. Tu fe te ha salvado. No es lo que ha dicho Jesús lo que salva. Es el cambio de actitud de la mujer, reconociendo su pecado, y descubriendo que por parte de Dios está superado, lo que le ha traído la salvación. Se trata de una toma de conciencia de lo que Dios es, a pesar de lo que somos nosotros. Es reconocer que Dios, que me conoce mejor que yo mismo, me acepta como soy. Aquí “fe” significa confianza. La confianza salva siempre, porque no tiene en cuenta la calidad ni la cantidad de los fallos sino la calidad del amor de Dios. Meditación-contemplación “Tus pecados están perdonados”. El mayor obstáculo para una experiencia mística, es el creer que mis fallos me alejan de Dios. Este sentimiento es fruto de un desconocimiento de Dios. ...................... Si no somos capaces de aceptarnos tal como somos. Nuestra relación con Dios estará falseada y no puede llevarnos a buen puerto. Descubrir que Dios nos acepta como somos, es el primer paso para que nos aceptemos también nosotros. ...................... Si consigo ir más allá de mis fallos, descubriré mi ser luminoso e intachable. Esa parte de mi ser, no depende de mí, sino de Dios. Es por tanto, amable, digno de ser amado, por Dios y por mí. ....................... Oración de entrada Que descubramos que jamás puedes fallarnos y de ese modo, tomemos la decisión de fallarte cada vez menos. Sobre las ofrendas Que tu presencia en nosotros, significada en la comunión, nos lleve a la confianza absoluta. Final Gracias por ser como eres Y no como nosotros somos y actuamos. Que este descubrimiento nos anime a ser nosotros como tú eres. Mucha gente que no ha leído la Biblia piensa que debe ser parecida a las vidas de santos, llenas de ejemplos edificantes. Nada más distinto de la realidad, como lo demuestran las lecturas de hoy.
David, adúltero y asesino (1ª lectura) La primera lectura requiere una ambientación, porque han mutilado tanto el texto que no se comprende lo que dice. Una de las misiones principales del rey en la antigüedad era conducir al pueblo a la guerra. Así actuó David en los comienzos, luchando contra los filisteos. Pero años más tarde, cuando hubo que luchar contra Amón (parte de la actual Jordania), envió al ejército al mando de sus generales, mientras él se quedaba en Jerusalén, aprovechando para echarse unas buenas siestas, de las que se levantaba al ponerse el sol. Así lo cuenta la Biblia. Una de esas tardes, ve desde su azotea a una mujer muy hermosa, se interesa por ella y le dicen que está casada: se trata de Betsabé, la esposa de uno de sus generales extranjeros, el hitita Urías. Esto no impide a David llamarla y cometer adulterio con ella. Pero la cosa será más grave todavía. Con una estratagema, consigue que los amonitas maten a Urías, para poder casarse con Betsabé. Dios no se queda callado, y envía a David al profeta Natán. Este, en vez de denunciar abiertamente el doble pecado, le cuenta al rey un caso que ha provocado su indignación y desconcierto (copio el texto bíblico): “Había dos hombres en un pueblo: uno rico y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y bueyes; el pobre sólo tenía una corderilla que había comprado; la iba criando, y ella crecía con él y con sus hijos, comiendo de su pan, bebiendo de su vaso, durmiendo en su regazo: era como una hija. Llegó una visita a casa del rico, y no queriendo perder una oveja o un buey, para invitar a su huésped, tomó la cordera del pobre y convidó a su huésped. David se puso furioso contra aquel hombre, y dijo a Natán: ¡Vive Dios, que el que ha hecho eso es reo de muerte! No quiso respetar lo del otro, pagará cuatro veces el valor de la cordera.” En este momento es cuando comienza la primera lectura de hoy (2 Samuel 12,7 - 10,13). Sin la historia previa resulta difícil entender la lectura. Pero lo más importante es la actitud de David: es una canalla, adúltero y asesino, pero también sabe reconocer, inmediatamente, su pecado. Los capellanes de las cárceles comentan que es difícil encontrar a un preso que se reconozca culpable. Y nosotros, ¿cómo somos? ¿Sabemos reconocer humildemente: “he pecado contra el Señor”? Una prostituta (evangelio) En la primera lectura, quien se enfrenta al pecador es un profeta, en nombre de Dios. En el evangelio, quien se enfrenta a la pecadora (una prostituta) es un fariseo; pero no la anima a convertirse, ni siquiera le habla, simplemente la desprecia. En cambio, Jesús, el profeta, antes de perdonarla, la alaba y la defiende. El relato comienza contraponiendo a dos personajes: el fariseo, que simboliza a la gente buena, fiel a Dios, escrupulosa en el cumplimiento de todas las normas; y la prostituta, que en la tradición bíblica aparece como un peligro para los jóvenes y no tan jóvenes, porque aparta de la esposa y corrompe. Lucas no dice cómo, pero ambos han entrado en contacto con Jesús. Al fariseo le mueve la curiosidad, y lo invita a comer. La prostituta debe haber escuchado o visto algo en Jesús que la ha conmovido y va en su busca. El relato, fácil de entender a primera vista, resulta más complejo de lo que parece. De acuerdo con la parábola que cuenta Jesús, A quien poco se le perdona, poco amor muestra. Primero se produce el perdón y, como consecuencia, el agradecimiento. Sin embargo, la mujer manifiesta su agradecimiento antes de que la perdonen: Quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. ¿Cómo se resuelve esta contradicción? Pienso que la solución es fácil: la mujer se ha sentido perdonada antes de entrar en la casa, mucho antes de que Jesús le diga Tus pecados quedan perdonados.Basta imaginarla escuchando uno de los discursos de Jesús en los que hablaba del amor de Dios, de Dios como Padre, de Dios pastor que busca a la oveja perdida; o imaginarla contemplando cómo Jesús come con los seres más odiados de la época, los recaudadores de impuestos (publicanos), y con las mujeres más despreciadas, las prostitutas como ella. Una de las grandes diferencias entre David y la prostituta es que David necesita que alguien le tienda una trampa y le obligue a confesar su pecado. La prostituta tiene un corazón más limpio, le basta ver y oír a Jesús para poner en crisis toda su vida. Pero es una crisis saludable. Como le dice Jesús al final, Tu fe te ha salvado. Vete en paz. El sacerdote puede optar este domingo por una versión larga del evangelio, añadiendo un texto que se centra en la relación de Jesús con las mujeres, y en la gran importancia que estas tenían dentro del grupo de sus seguidores. Marcos, el primer evangelista, lo deja claro al final, durante el relato de la pasión. Lucas, en cambio, quiere que sus lectores lo sepan desde el primer momento. Eran muchas las mujeres que sentían un profundo agradecimiento a Jesús, lo acompañaban y ponían sus bienes a disposición del grupo. El perdón a través de Jesús (2ª lectura) La lectura de san Pablo no se elige por su relación con el evangelio, pero hoy es fácil relacionarlos. Ante la realidad del pecado, ¿qué nos salva? El fariseo habría respondido: me salvo yo a mí mismo observando la ley de Moisés. Y muchos cristianos de origen judío seguían pensando lo mismo. Pero Pablo, que había sido fariseo y se había esforzado por cumplir las leyes a rajatabla, al conocer a Cristo advirtió que eso no era cierto. Quien lo había salvado era Jesús, muriendo por él. Dos ejemplos edificantes Decía al comienzo que la Biblia no es un conjunto de historias edificantes. Pero a través de una realidad escandalosa de adulterios, asesinatos, prostitución, nos invita a convertirnos, convencidos de que todos podemos repetir, con Pablo, que Jesús me amó y se entregó a sí mismo por mí. |
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