Tengo un amigo que cuando viene a estas tierras, deja sembrados mensajes para rumiar en el silencio.
Tengo un amigo al que no hay que oír, ese verbo se queda escaso cuando suenan sus palabras: le escucho con expectación para no perderme ni un punto ni una coma. Cuando me acercaba a donde habíamos quedado llevaba preguntas que hacerle, quería que me contase sus impresiones del contraste entre el mundo en que vive y el que vivo , aquí en la gran ciudad, en el trastocado mundo de la Vieja Europa. Como pasa cada vez que nos vemos, todo lo que proyecto se me olvida al instante. Porque, mi amigo, es palabra viva aún si está callado. Inevitablemente en el rato que pudimos estar juntos compartiendo, me salió la preocupación del ambiente hostil, política y socialmente hablando, que inunda por todos lados. La palabra es utilizada arma arrojadiza, ni se oye al otro ni mucho menos se le escucha; el tono de voz sube en decibelios para solapar al contario más que por lo que haya que decir; el insulto forma parte del espectáculo y la falta de respeto, el mínimo, el que se debe a toda persona, brilla por su ausencia. Mi amigo que viene de un país violento y casi partido en dos, aunque no interese en los medios informativos, me dijo: “Dónde yo vivo hay un árbol que llaman “El Árbol de la Palabra”. Allí lo que se dice tiene peso. Se sientan bajo la sombra del árbol, unos frente a otros, para poder mirarse; hablan y escuchan, y la palabra no se la lleva el viento”. “Hay que darse cuenta que “mi” palabra puede estar CONTAMINADA, por lo que estoy percibiendo, por lo que traigo de heridas y desconfianza, por la cantidad de prejuicios que me predisponen el juicio antes que a la escucha. De todo eso los que tengo enfrente no tienen culpa y puede que también vengan con su palabra CONTAMINADA. Así no se puede escuchar. Así que habré de DESCONTAMINARME alejando todo eso de mi interior, para llegar a mirar a los demás con mirada limpia, con empatía, para tener lucidez al expresarme y escuchar con libertad”. Callada y atónita seguí atenta. “Bajo el Árbol de la Palabra hay un rato de DESCONTAMINACIÓN, se habla de cosas sencillas de la vida cotidiana; es un espacio de tiempo para preguntar cómo va la vida, la cosecha, las gallinas, la familia… y después se hace silencio, no más de unos segundos, que abre la puerta a la conversación: ‘Dime, te estoy escuchando’, dice el que preside la reunión, en la que todos tienen derecho a la palabra. Aquí, le digo, la palabra está contaminada en las instituciones, en los medios de comunicación y en la calle. Todo es debate grosero y sobresaltado… ¡No pude callar! Y reconozco, con humildad que me afecta, me contamina, y muchas veces mi palabra se convierte en arma arrojadiza o pegote de chapapote. Pero mi amigo siguió con esa calma interior que transmite en cualquier tema que se trate. “Es necesario y muy bueno sacar las cosas los conflictos y ponernos a la vista para poder haya soluciones sino todo se enfanga”. “Cuando la palabra está CONTAMINADA, no es posible la escucha y provoca ira; viene la agresividad y el stress. Es el momento para darse un rato de inmersión en el silencio de Dios, haciendo lo que hacen las ranas”. Perpleja, creo que levanté las cejas en forma de interrogación sin decir palabra y permanecí curiosamente atenta a lo que me iba a explicar él y las ranas. “Las ranas están siempre en la superficie del agua, saltando y chapoteando de un lado a otro, cazando. La superficie es ruidosa, muy activa, así que en determinado momento dan un salto y bajan al fondo a cargar las pilas. Tenemos que hacer como las ranas”. Mi amigo es el vivo ejemplo de lo que dice el evangelio: “La boca habla de lo que rebosa el corazón” (Mt 12, 34). Su corazón rebosa como aquella concha de la que hablaba Bernardo de Claraval, siempre recibiendo y compartiendo el agua fresca del Espíritu a quien se acerque y quiera beber. A mí amigo le llamamos Juanjo, su familia y sus amigos, es misionero comboniano; pero a otros efectos se le llama Mons. Juan José Aguirre, obispo de la diócesis de Bangassou*, República Centroafricana, país en el corazón de África. Gracias, Juanjo, por acercarme al Árbol de la Palabra y a las técnicas de “descontaminación” tan necesarias hoy en día. Me zambulliré como las ranas en el silencio de la charca interior habitada por Quién nunca te deja solo.
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Debemos superar el enfoque maniqueo de la cuaresma que hemos arrastrado durante demasiado tiempo. Sin embargo, el sentido profundo de la cuaresma debemos mantenerlo e incluso potenciarlo. En efecto, en ninguna época de la historia el ser humano se había dejado llevar tan masivamente por el hedonismo. A escala mundial el hombre se ha convertido en productor-consumidor. El grito de guerra de las revueltas estudiantiles del 68 en Francia, era: “No queremos vivir peor que nuestros padres”. No querían ganar menos y consumir menos; para nada hacían alusión a la posibilidad de ser más humanos.
La crisis económica nos puede ayudar a superar la trampa. ¿Queremos consumir más o nos interesa ser cada día más humanos? En teoría no hay problema para responder, pero en la práctica, todos nos dejamos llevar por el hedonismo, aún a costa de menor humanidad. Aquí está la razón de la cuaresma. Todos tenemos la obligación de pararnos a pensar hacia dónde nos dirigimos. Alcanzar plenitud de humanidad exige el esfuerzo de no instalarnos en la comodidad. Para crecer en humanidad debemos ir más allá de la satisfacción de los instintos. Este es el planteamiento de una cuaresma para la reflexión. No debemos escandalizarnos cuando los exégetas nos dicen que los relatos de las tentaciones no son historia sino teología. Mc, que fue el primero que se escribió, reduce el relato a menos de tres líneas. No son crónicas de sucesos, pero son descarnadamente reales. Empleando símbolos conocidos por todos, nos quieren hacer ver una verdad teológica fundamental: La vida humana se presenta siempre como una lucha a muerte entre los dos aspectos de nuestro ser; por una parte lo instintivo o biológico y por otra lo espiritual o trascendente. Esa lucha no hay que plantearla en el orden del obrar sino en del conocer. El mito del mal personificado (diablo), ha atravesado todas las culturas y religiones hasta nuestros días. No necesitamos ningún enemigo que nos tiente desde fuera. El diablo nace como necesidad de explicar el mal, que no puede venir de Dios. Lo que llamamos mal no tiene ningún misterio; es inherente a nuestra condición de criaturas. La voluntad solo es atraída por el bien, pero como nuestro conocimiento es limitado, la razón puede presentar a la voluntad un objeto como bueno, siendo en realidad malo. Todos buscamos el bien, pero nos encontramos con lo malo entre las manos, no porque lo busquemos sino por ignorancia. El mal es consecuencia de una inteligencia limitada. Sin conocimiento, la capacidad de elección sería imposible y no podía haber mal moral. Si el conocimiento fuera perfecto, también sería imposible el mal, porque sabríamos lo que es malo, y no nos atraería. Si la voluntad va tras el mal, es siempre consecuencia de una ignorancia. Es decir, creemos que es bueno para nosotros lo que en realidad es malo. La libertad de elección solo se puede dar entre dos bienes. Plantear una lucha entre el bien y el mal, es puro maniqueísmo. La lucha se da entre el bien aparente (mal), y el bien real para mí. Esto es muy importante. El ser humano es un proyecto que está toda su vida desarrollándose. Para que el desarrollo humano concluya con éxito, cada etapa tiene que integrar la anterior y unificarse en una personalidad, solo que más cerca del objetivo final. Que las tentaciones sean tres, no es casual. Se trata de un resumen perfecto de las relaciones que puede desarrollar un ser humano. La tentación consiste en entrar en una relación equivocada con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Una auténtica relación humana con los demás depende, querámoslo o no, de una adecuada relación con nosotros mismos y con Dios. 1ª tentación: poner la parte superior de nuestro ser al servicio de la inferior. Si eres Hijo de Dios... No se debe entender desde los conceptos dogmáticos acuñados en el s. IV. No hace referencia a la segunda persona de la Trinidad. Significa hijo en el sentido semita. Si tú has hecho en todo momento la voluntad de Dios, también Él hará lo que tú quieres. Fíjate bien que la tentación de hacer la voluntad de Dios para que después Él haga lo que yo quiero, no tiene que venir ningún diablo a sugerírnosla; es lo que estamos haciendo todos, todos los días. Jesús no es fiel a Dios porque es Hijo, sino que es Hijo porque es fiel... Di que esta piedra se convierta en pan. La tentación permanente es dejarse llevar por los instintos, sentidos, apetitos. Es decir hacer en todo momento lo que te pide el cuerpo. Es negarse a seguir evolucionando y superarse a sí mismo, porque eso exige esfuerzo. Los instintos nos ayudan a garantizar nuestro ser animal. Si ese fuera nuestro objetivo, no habría nada de malo en seguirlos, como hacen los animales. En ellos los instintos nunca son malos. Pero si nuestro objetivo es ser más humanos, solo a través del esfuerzo lo podremos conseguir, porque debemos ir más allá de lo puramente biológico. El fallo está en utilizar la inteligencia para potenciar nuestro ser animal. No solo de pan vive el hombre. El pan es necesario, pero, ni es lo único necesario ni es lo más importante. Para el animal sí es suficiente. Nuestro hedonismo cotidiano demuestra que aún no hemos aceptado estas palabras de Jesús. El dar al cuerpo lo que me pide es para muchos lo primero y esencial, descuidando la preocupación por todo aquello que podía elevar nuestra humanidad. El antídoto de esta tentación es el ayuno. Privarnos voluntariamente de aquello que es bueno para el cuerpo, es la mejor manera de entrenarnos para no ceder, en un momento dado, a lo que es malo aunque sea apetitoso. 2ª tentación: Si me adoras, todo será tuyo. El poder, en cualquiera de sus formas, es la idolatría suprema. El poder lleva siempre consigo la opresión, que es el único pecado que existe. Adorar a Dios no significa dar incienso a un dios exterior. Se trata de descubrir lo que de Dios hay en nosotros y vivirlo. Nuestro auténtico ser no está en el ego aparente sino más a lo hondo. Si descubro mi ser profundo, no me importará desprenderme de mi falso yo y, en vez de buscar el dominio de los demás, buscaré el servicio a todos. El antídoto es la limosna. Para no caer en la tentación de aprovecharnos de los demás, debemos hacer ejercicios de donación voluntaria de lo que tenemos y de lo que somos. 3ª tentación: Tírate de aquí abajo. Realiza un acto verdaderamente espectacular, que todo el mundo vea lo grande que eres. Todos te ensalzarán y tu vana-gloria llegará al límite. La respuesta: deja a Dios ser Dios. Acepta tu condición de criatura y desde esa condición alcanza la verdadera plenitud. Dios no tiene que darte nada. Ya se lo ha dado todo a todos. Eres tú el que debes descubrir las posibilidades de ser que tienes sin dejar de ser criatura. Ya es hora de que dejemos de acusar a Dios de haber hecho mal su obra y exigirle que rectifique. El antídoto es la oración. Al decir oración no queremos decir “rezos” sino meditación profunda. Descubrir al verdadero Dios me librará de utilizar al dios ídolo. Decía S. Agustín: amor meus, pondus meum = mi amor es mi peso. Pero “pondus” significa también “calidad, punto de gravedad”. Otra frase del evangelio: “donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”. El ser humano nunca conseguirá el equilibrio si no encuentra un verdadero “peso”, un valor supremo que enderece y ponga a raya todas sus tendencias. Meditación Para llegar a tu verdadero ser hay que atravesar tu propio desierto. Libérate de todo lo que crees ser para llegar a lo que eres de verdad. En el desierto, y solo, tienes que tomar la decisión definitiva. La tierra prometida”, está ya ahí, al otro lado de tu falso yo. Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe el muro que te separa de ti mismo. En tu verdadero ser ya lo eres todo. El primer domingo de Cuaresma se dedica siempre a recordar el episodio de las tentaciones de Jesús. También los evangelios sinópticos abren la vida pública de Jesús con ese famoso episodio. Es un relato programático, para que el lector del evangelio sepa desde el primer momento cómo orienta Jesús su actividad y los peligros que corre en ella. Para eso, enfrentan a Jesús con Satanás, que encarna a todas las fuerzas de oposición al plan de Dios, y que intentará apartar a Jesús de su camino.
Marcos habla de ellas de forma escueta y misteriosa: “En seguida el Espíritu lo empujó al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, y Satanás lo ponía a prueba; estaba con las fieras y los ángeles le servían” (Mc 1,12-13). Tenemos los datos básicos que recogerán todos los evangelios (menos Juan, que no habla de las tentaciones): lugar (desierto), duración (40 días), la prueba. Pero Mc no habla del ayuno ni concreta en qué consistían las tentaciones; y el servicio de los ángeles es continuo durante esos días. Mateo y Lucas, utilizando una tradición paralela, han completado el relato de Marcos con las tres famosas tentaciones que todos conocemos; al mismo tiempo, presentan a Jesús ayunando durante esos cuarenta días (igual que Moisés en el Sinaí) y relegan el servicio de los ángeles al último momento. Las tentaciones empalman directamente con el episodio del bautismo y explican cómo entiende Jesús lo que dijo en ese momento la voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. ¿Significa esto que la vida de Jesús vaya a ser cómoda y maravillosa como la de un príncipe? 1ª tentación: utilizar el poder en beneficio propio Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en beneficio propio. Es la tentación de las necesidades imperiosas, la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los cuarenta años por el desierto. Al final, cuando Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades sufridas, le explica por qué tomó el Señor esa actitud: “(Dios) te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Dt 8,3). En la experiencia del pueblo se han dado situaciones contrarias de necesidad (hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber aprendido dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que vivir es algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las necesidades primarias. En este concepto más rico de la vida es donde cumple un papel la palabra de Dios como alimento vivificador. En realidad, el pueblo no aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado. Mientras no estuviesen satisfechas las necesidades primarias, carecía de sentido la palabra de Dios. Lo que acabo de decir refleja el gran problema teológico de fondo. En la práctica, la tentación se deja de sutilezas y va a lo concreto: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús, el nuevo Israel, no necesita quejarse del hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús, el nuevo Israel, demuestra que tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”. En realidad, la enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es esa visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra de Dios. 2ª tentación: Tener, aunque haya que arrastrarse La segunda tentación no es la tentación provocada por la necesidad urgente, sino por el deseo de tener todo el poder y la gloria del mundo. ¿Es esto malo, tratándose del Mesías? Los textos proféticos y algunos Salmos hablaban de su dominio cada vez mayor, universal, concedido por Dios. Pero Satanás parte de un punto de vista muy distinto, propio de la mentalidad apocalíptica: el mundo presente es malo, no está en manos de Dios, sino en las suyas; es él quien lo domina y entrega su poder a quien quiere. Solo pone como condición que se postren ante él, que lo reconozcan como dios. Jesús se niega a ello, citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “Está escrito: al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto”. El relato es tan fantástico que cabe el peligro de no advertir su tremenda realidad. El ansia de poder y de gloria lo percibimos continuamente (mucho más en España en tiempos de elecciones y de formación de gobierno), y también queda clara la necesidad de arrastrarse para conseguir ese poder. Pero este peligro no es solo de políticos, banqueros y grandes empresarios. Todos nos creamos a menudo pequeños ídolos ante los que nos postramos y damos culto. 3ª tentación: pedir pruebas que corroboren la misión encomendada. En 1972, cuando todavía estaba permitido llegar hasta el pináculo del Templo de Jerusalén, tuve ocasión de contemplar la impresionante vista de las murallas de Herodes prolongándose en la caída del torrente Cedrón. Una de las pocas veces en mi vida en las que he sentido vértigo. En ese escenario coloca Satanás a Jesús para invitarlo a que se tire, confiando en que los ángeles vendrán a salvarlo. Esta tentación se presta a interpretaciones muy distintas. Podríamos considerarla la tentación del sensacionalismo, de recurrir a procedimientos extravagantes para tener éxito en la actividad apostólica. La multitud congregada en el templo contempla el milagro y acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle importante: el tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre, lo que propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios. Considero más exacto decir que la tentación consiste en pedir pruebas que corroboren la misión encomendada. Es algo típico del Antiguo Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1‑7), Gedeón (Jue 6,36‑40), Saúl (1 Sam 10,2‑5) y Acaz (Is 7,10‑14). Como respuesta al miedo y a la incertidumbre espontáneos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un signo milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico (Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tranquilice y anime a cumplir la tarea. Jesús, a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido. Basándose en la promesa del Salmo 91,11‑12 (“a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en la piedra”), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “No tentarás al Señor tu Dios” (Dt 6,16). La frase del Deuteronomio es más explícita: “No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá”. ¿Qué ocurrió en Masá? Lo cuenta el libro de los Números en el c.17,1-7: el pueblo, durante la marcha por el desierto, se queja por falta de agua para beber. Y en esta queja se esconde un problema mucho más grave que el de la sed: la auténtica tentación consiste en dudar de la presencia y la protección de Dios: "¿Está o no está con nosotros el Señor?" (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús confía plenamente en Dios, no quiere signos ni los pide. Su postura supera con mucho incluso la de Moisés. Cuando termina el relato de las tentaciones, Lucas añade que “el tentador lo dejó hasta otro momento”. Ese momento será al final de la vida de Jesús, cuando esté crucificado. Nuestras tentaciones Las tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para toda la comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las necesidades, miedos y apetencias y nuestro grado de interés por Dios. 1) La necesidad primaria: afecto, comprensión. 2) ¿Está Dios en medio de nosotros? 3) La tentación de tener. 4) La tentación del dejarse arrastrar, dejar hacer a los demás, callar. 1ª lectura: recordar nuestra historia con gratitud (Deuteronomio 26, 4-10) El texto del Deuteronomio recoge la oración que pronuncia el israelita cuando, después de la cosecha, ofrece a Dios las primicias de los frutos. Va recordando la historia del pueblo, desde Jacob (“mi padre era un arameo errante”), la opresión de Egipto, la liberación y el don de la tierra. En el contexto de la cuaresma, esta lectura nos invita a pensar en los beneficios recibidos de Dios y a ser generosos con él. El agradecimiento a Dios es más importante incluso que la mortificación cuaresmal. 2ª lectura: confesar al Señor e invocarlo (Romanos 10, 8-13) En este breve pasaje Pablo comenta dos frases de la Escritura, aplicándolas al tema de la salvación personal (1ª cita) y de toda la humanidad (2ª cita). ¿Cómo se alcanza la salvación? Confesando que Jesús es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos. Algo que estamos tan acostumbrados a repetir que no valoramos rectamente. A mediados del siglo I, confesar a Jesús como Señor (Kyrios), cuando el Emperador romano era considerado el único Kyrios (César), suponía mucho valor. Y confesar que Dios lo había resucitado podía provocar más sonrisas y escepticismo del que podemos imaginar. La segunda cita «Nadie que cree en él quedará defraudado» la interpreta Pablo de forma revolucionaria. Para un judío, estas palabras sólo podrían aplicarse a los judíos, al pueblo elegido. Ellos serían los único en no quedar defraudados. En cambio Pablo la aplica a toda la humanidad, judíos y griegos. Cualquiera que invoca el nombre del Señor alcanzará la salvación. Cuaresma y tentaciones. Cuaresma: Psicodrama de nuestra vida: Del miércoles de ceniza al domingo de la Resurrección. En compañía (comunidad) y con la confianza de un final feliz. Tentaciones: De usar a Dios a nuestro servicio o ponernos nosotros a su servicio en los hermanos.
Cuaresma es un tiempo de preparación, con ayuno, oración y limosna, para lo que nos aguarda: la Pascua de Resurrección. La Cuaresma es tiempo de reflexión, aprendizaje y discernimiento sobre la evolución y desarrollo de nuestras posibilidades como ser humano pleno. Revisión de vida, de proyectos y metas, de objetivos y rutas. Lo podemos comparar con el trabajo necesario para preparar unas oposiciones a notaría. El primer domingo de Cuaresma, en los tres ciclos litúrgicos, leemos el relato de las tentaciones de Jesús, en sus distintas versiones: Mt 4, 1-11. (Ciclo A); Mc 1, 12-15. (ciclo B); Lc 4, 1-13. (Ciclo C). Esto nos debe hacer pensar que es importante, para la tarea de preparación a la Pascua y revisión de nuestra vida, empezar por las tentaciones, las de Jesús y las nuestras. Cuaresma y tentaciones se conjugan. El relato de las tentaciones de Jesús en el desierto tiene un carácter simbólico que las primitivas comunidades cristianas lo supieron traducir e interpretar como mensaje de liberación para ellas. Jesús, al iniciar su tarea como mesías libertador, tuvo tentaciones que le proponían desviaciones de su propósito y misión. Que Jesús fuera tentado lo humanizaba a su vista. Que lejos de ver en las tentaciones de Jesús un menoscabo de su personalidad, las tentaciones le hacían más cercano a la vida de sus seguidores. Si Jesús fue capaz de vencer las tentaciones, con la fuerza del Espíritu, ellos también podrían. La vida de Jesús y su mensaje así les parecía un modelo posible humanamente. Nosotros también podemos sacar las mismas conclusiones y alguna más. Por ejemplo: La tentación no significa nada negativo ni desmoralizante. Es ocasión de reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y límite, pero también de la posibilidad de superación y crecimiento. Los textos evangélicos sitúan las tentaciones de Jesús en un lugar y tiempo muy precisos aunque esas tentaciones, por genéricas y ejemplarizantes, le debieron de rondar a Jesús, como a cada uno de nosotros, siempre y en todo lugar mientras vivió en la tierra. Las tentaciones nos presentan la humanidad de Jesús. Tentado como todo humano. Con ellas nos da ejemplo de la vivencia de la vulnerabilidad, límites, errores y debilidades que los humanos tenemos. La tentación, en Jesús y nosotros, es la posibilidad de desviarse del buen camino emprendido. Renunciar al proyecto empezado. Es la lucha que todo humano sostiene entre las pulsiones de vida y las de muerte, el bien y el mal, la humanidad y la inhumanidad que nos constituyen. A su vez, vencer la tentación es mantenerse fiel a la misión emprendida a pesar de la duda y la incertidumbre. El afrontamiento y éxito contra la tentación exige lucidez en el discernimiento de la meta propuesta, vigilancia y esfuerzo en el camino, y fidelidad al compromiso. El denominador común de las tres tentaciones que, a vía de ejemplo, los textos bíblicos narran es: Servir a Dios o servirse de Dios. Dios y yo. Tomemos como prototipo la tercera tentación. “Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo, y le dijo: Si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y también: Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le contestó: Está mandado: No tentarás al Señor, tu Dios”. En Jerusalén, en lo alto del templo, el maligno tienta a Jesús con la seguridad, la garantía, la tranquilidad que le dará saber que Dios hará todo por él. Que mandará a legiones de ángeles en su ayuda si lo precisa. Dios será su servidor. Estará al quite de cualquier demanda. La propuesta es “tentadora”. La respuesta es misteriosa: No tentarás al Señor, tu Dios. Es decir, si Jesús hace lo que el maligno le propone, “probar” a Dios, usar a Dios a su capricho, instrumentalizar a Dios, está tentando a Dios. Esto nos tiene que hacer pensar cuándo nosotros podemos estar tentado a Dios. En la educación cristiana tradicional la imagen de Dios aprendida es bastante negativa para Dios y para sus creyentes. Dios era un factotum, que estaba en los cielos y desde allí intervenía, a su voluntad, en la marcha de la creación. El creyente, con creer (no se sabía muy bien que era eso) y cumplir los mandamientos tenía bastante. Frente a esta educación, ahora sabemos que otras imágenes de Dios y del creyente son posibles y necesarias. Que esas imágenes son evolutivas que tienen que ir cambiando al unísono con nuestra propia evolución como personas en constante desarrollo. Ejemplo de ese cambio: Del dios en los cielos al Dios encarnado en toda realidad, en la creación y en cada ser humano. Del Dios todopoderoso al Dios que me necesita, al Dios que tengo yo que ayudar (Etty Hillesum). A su vez, la evolución de la idea de Dios arrastra la evolución de la idea de lo humano. Si tentar a Dios es usarle de mala manera, tengo que revisar mi modo de usar a Dios desde la idea actualizada de Dios. Si pienso en un Dios encarnado en su creación como fundamento de todo lo que existe. También encarnado en mí y constituyendo mi esencia, siendo el ser de mi ser, el fondo de mi ser profundo y verdadero. Si Dios es inmanente y transcendente a la vez. Si me ha hecho a su imagen y semejanza. Si Dios me ha creado creador para que continúe su obra, si me ha dotado de todo lo necesario para esa misión, no puedo ridiculizarle haciendo de Él un bombero que acude a todos los fueguitos que monto, ni haciéndole venir de ninguna parte. No está fuera de la creación. Tengo que poner a Dios en su sitio: en todo y descubrir la unidad de todo en el Todo, sin confusión. Y es segundo lugar tengo que asumir mi autonomía, libertad y responsabilidad en la creación. Como conclusión: Examina tus tentaciones en este tiempo de cuaresma, tentaciones no solo ni principalmente de orden moral. También las de orden social y espiritual. Revisa cómo puedes estar “tentando” a Dios. Por ejemplo: No usando todo lo que te ha dado para tu crecimiento y logro de tu plenitud humana. Todo ya te lo ha dado. Pero tú lo tienes que poner en rendimiento. Activarlo. Tienes que desplegar tus recursos y posibilidades. Eres un ser con posibles. Ya eres lo que quieres ser. No esperes lo que ya tienes. “Tientas” a Dios si renuncias a tus posibilidades. Si renuncias a tu vocación. Dios te ha creado cocreador con Él en esta creación continuada que es la historia humana. Te ha dotado de recursos para que los gestionen en favor de tus hermanos. Lo que has recibido gratis, gratis lo tienes que dar. Este es el salto mortal que debes ensayar esta cuaresma: De pedir que Dios te ayude a ayudar tu a Dios (Etty Hillesum). Para ello: Oración, ayuno y limosna. Vivimos un cambio de época, una encrucijada marcada por el empobrecimiento y los retrocesos democráticos que se expresan en la concentración de riqueza y de poder en minorías, el desbordamiento ecológico y un proceso veloz de precarización, despojo y empobrecimiento que afecta a una parte cada vez más grande de la población.
No se trata de una crisis coyuntural. Es una crisis civilizatoria y el desafío común de nuestro tiempo es ofrecer una respuesta democrática y justa que no se deje a muchas personas por el camino. El carácter y la profundidad de los problemas actuales exige un análisis, a menudo difícil de realizar y de divulgar, pero imprescindible si de verdad se quiere evitar el sufrimiento de las generaciones actuales y futuras. Disponer de diagnósticos correctos y escenarios de futuro al corto y medio plazo es clave para no seguir perdiendo tiempo a la hora de afrontar las inevitables transiciones ante un modelo que colapsa. En esta línea, desde nuestro punto de vista, la primera condición para salir de atolladero es ser conscientes de que: El crecimiento económico como meta ha mostrado sus límites sistémicos y estructurales, por la superación de los límites bio-geo-físicos, por la incapacidad política de organizar un reparto justo del excedente social, por las dificultades de sostener cotidiana y generacionalmente la vida humana. Las concentración de poder global y de riqueza monetaria y natural en minorías sociales abocan al aumento de las tensiones geopolíticas y sociales, la pérdida de libertades, el retroceso de los derechos humanos, de la solidaridad y de la democracia, el aumento de la precarización y empobrecimiento. El poder, cada vez mayor, de los operadores financieros, transnacionales y grandes corporaciones aumentan la opacidad, blinda los beneficios de los privilegiados detrás de oscuros tratados y refuerza relaciones internacionales coloniales. Los poderes públicos estatales se subordinan ante esta nueva distribución y concentración del poder global. Las puertas giratorias garantizan la “legalidad” de un sistema económico basado en la desposesión y el despojo. Los Estados y organismos internacionales han dejado de asumir sus responsabilidades y son causa directa del agravamiento de asuntos cruciales como los derivados del cambio climático y del agotamiento de recursos, la crisis generada por los conflictos bélicos y el saqueo de los territorios y su consecuencia en forma de migraciones masivas, las privatizaciones y el desmantelamiento de los servicios públicos, la intensificación del trabajo de cuidados y reproducción social mayoritariamente feminizado, el desamparo que generan los recortes en políticas públicas, el predominio de las políticas de seguridad frente a otras relativas a la construcción de paz y las demandas de libertad de expresión o de democracia radical de amplios sectores de población. Los Estados están demostrando una gran incapacidad para resolver estas situaciones desde los principios básicos de humanidad y dignidad, abandonando a muchas personas ante la precariedad. Además, la corrupción, convertida en forma estructural de gobierno, ha generado desconfianza y desafección hacia la política. Las políticas de la derecha, ejecutadas también a veces por partidos de izquierdas, se intensifican y las propuestas de la socialdemocracia bien intencionada no están siendo capaces dar respuesta al conjunto de la crisis, sobre todo, a nuestro juicio, porque pretenden hacerlo sin remover los cimientos del modelo de producción y consumo,insostenible en el tiempo e inextendible de forma equitativa a las mayorías sociales. Sostener esta forma de poder desigual, injusto, autoritario y destructora del medio ambiente está provocando el incremento de la violencia en sus múltiples formas: la criminalización y persecución de movimientos sociales y de activistas por la defensa de los Derechos Humanos, las violencias machistas con el feminicidio como última expresión, la agresión a personas LGTBI, el racismo, el desplazamiento forzoso de pueblos y comunidades, la política de fronteras, o la militarización y la guerra como garantía para mantener “la paz”. En este marco, y con una izquierda percibida como incapaz de resolver las tensiones estructurales (de clase, de género, de procedencia), se está produciendo el avance de la ultraderecha, los totalitarismos, los nacionalismos excluyentes y los fascismos. Sus opciones ganan elecciones y peso político real. Si se comparte el análisis, el paso siguiente es pensar cómo salir de la situación. No es cierto que no haya alternativas aunque es obvio que no es fácil impulsar procesos de transformación con narrativas, mensajes y objetivos aglutinadores con los que la sociedad civil se sienta vinculada y comprometida. Los relatos que surgen desde los márgenes minoritarios constituyen alternativas y demandas potentes pero, por el momento, son invisibilizadas o estigmatizadas. Se califican de propuestas poco realistas a aquellas que subviertan el orden establecido y el problema es que sin volver como un calcetín el actual orden de cosas, no hay forma de dar respuesta digna, concreta, justa y real a las necesidades de las mayorías sociales. En definitiva, todas las tendencias evidencian que vivimos tiempos de emergencia en los que la urgencia y amplitud de los desafíos obligan a diseñar y aterrizar un proyecto que permita reorganizar la vida en común. Algunas líneas que pueden orientar un nuevo modelo que se sitúe en torno a la protección de las vidas dignas podrían ser: Iniciar un reflexión-proceso constituyente que pueda desembocar en un cambio jurídico e institucional que proteja los bienes comunes garantizando su conservación y el acceso universal a los mismos mediante un control público, que podría ir desde una verdadera regulación, hasta la socialización (no hablamos de la mera estatalización). Este marco constituyente debe estar impregnado de los valores que posibiliten organizar esa vida en común en condiciones justas, dignas y sostenibles. Establecimiento de un plan excepcional y de emergencia que reoriente y democratice el modelo económico, transformándolo en un modelo centrado en las necesidades y no en la acumulación, que ponga en el centro los procesos que sostienen la vida y garantice la equidad social. Será preciso preguntarse qué necesidades hay que cubrir, cuáles son entonces las producciones necesarias, y en función de ellas, los trabajos socialmente necesarios. Transformar el metabolismo económico de modo que suponga el decrecimiento drástico de la esfera material del mismo, que se centre, sobre todo, en los retos que supone encarar de forma conjunta la crisis energética y climática, para hacerle paulatinamente compatible con la biocapacidad de nuestros territorios. Ello implica la transformación de los sistemas alimentarios (con una reducción drástica de la producción y consumo de proteína animal), cambio de los modelos urbanos, de transporte y de gestión de residuos, relocalización de la economía, el estímulo de producción y comercialización cercanas y la apuesta por un tejido rural y unos territorios vivos. Orientar las políticas sociales, económicas y laborales, reorganizando actividades, sectores y trabajos (incluidos los cuidados de las personas), de modo que su valor económico y social esté condicionado por las necesidades y derechos que cubren, de su impacto ambiental, y su contribución a la equidad social y territorial. Impulsar la economía y el empleo local, especialmente las actividades responsables orientadas a la creación de actividad/empleo, al bien común y la sostenibilidad. Apoyar las actividades económicas de escala distrital y de barrio, en la línea de las propuestas de la Economía Social y Solidaria. Recuperar una banca pública capaz de financiar las necesarias transformaciones. Si tenemos bienes comunes limitados y decrecientes, la única posibilidad de justicia es la distribución equitativa en el acceso a la riqueza. Luchar contra la pobreza es luchar contra la acumulación de la riqueza. Las grandes líneas de una imprescindible reforma fiscal con fuerte impronta redistributiva pasan por: 1) incrementar la recaudación fiscal (y los sistemas de decisión y control social sobre el gasto); 2) aumentar sensiblemente las aportaciones por renta, patrimonio y sucesiones de las grandes fortunas y por beneficios de las grandes empresas; 3) revisar a fondo y con criterios sociales las exenciones fiscales; 4) fortalecer la presión impositiva sobre ciertas transacciones financieras (especialmente las más especulativas); 5) desplegar de modo progresivo y a fondo la fiscalidad ecológica; y 6) luchar de forma efectiva contra el fraude y los paraísos fiscales. Garantizar el acceso a los derechos, servicios y protección social que posibilitan una vida digna como pueden ser; vivienda adecuada, educación, salud, cuidados y atención a la dependencia, atención digna a la diversidad funcional, derechos sexuales y reproductivos, alimentos de calidad, agua y energía, información veraz y de calidad, derecho a respirar limpio y sano y la capacidad de participación y decisión. Acogida y solidaridad con las poblaciones migrantes, trabajo intenso en las tareas de rescate y cuidado de las personas refugiadas, cierre de los CIE y cese de las devoluciones en caliente y los vuelos de deportación. Asegurar que lesbianas, bisexuales y trans y otras personas disidentes sexuales y/o de género puedan expresar libremente su identidad y sexualidad, teniendo un pleno reconocimiento de derechos sexuales y reproductivos. Asumir los diferentes modelos de familia y proyectos de vida que existen. Reorientar los sistemas de salud hacia un enfoque integral centrado en la promoción de la salud y la prevención primaria de las enfermedades teniendo en cuenta no sólo los hábitos individuales sino también los contextos socioeconómicos. evitando que la población femenina sea la mayoritariamente responsable de estas tareas. Eliminar situaciones de maltrato y garantizar un trato digno y para los animales no humanos. Reorientar el conocimiento científico y técnico (I+D+i) hacia la integración de bienestar de las personas y la preservación de los sistemas de vida, apostando por la interdisciplinariedad y las propuestas que alumbren paradigmas integrados de sociedad y naturaleza. Esta lista de propuesta, incompleta y debatible, puede considerarse utópica o poco realista. No es así. Lo que es poco realista es pretender garantizar los derechos básicos y conservar la base material que lo permite bajo la actual lógica económica y política. El verdadero reto está en que realizar las transformaciones necesarias requiere sumar mayorías sociales, es decir acometer un proceso de rearme comunitario y político que favorezca que cada vez más personas, dejen de soñar con una fantasía de vuelta a un pasado que nunca existió, y quieran y deseen los cambios. No parece evidente en el momento actual. Por ello, y mientras conseguimos las transformaciones políticas necesarias, es preciso poner también en marcha iniciativas de autodefensa, iniciativas autogestionadas en la economía, organización comunitaria, medios de comunicación, banca alternativa, cuidados compartidos, que permitan defendernos de las consecuencias de este momento económico y político en el que las personas y sus necesidades son la última de las prioridades. Son cada vez más personas que se organizan para afrontar estos momentos de crisis profunda desde la rebeldía, la creatividad y la reconstrucción de modelos justos, dignos y sostenibles en los que quepamos todas. Hacen falta todas las manos, cabezas y corazones. A la luz de la deconstrucción de la fe tradicional y de sus fundamentos teológicos, ¿es posible seguir siendo cristiano hoy? ¿Cómo superar el nihilismo ambiental y salir de un pensamiento deconstructivo? ¿Cómo se puede creer después de la muerte de Dios? ¿Es posible ser un cristiano no teísta? ¿Se puede reducir el cristianismo a una espiritualidad y un humanismo ético, sin que se pierda la continuidad con la fe tradicional? ¿Es posible afirmar al cristianismo como una oferta de sentido, sin plantearse la verdad del significado que se ofrece?
¿Se puede mantener la pretensión de universalidad y de salvación del cristianismo a pesar de que hoy tenemos un mayor conocimiento de las otras religiones? ¿Es posible una pretensión de absoluto en formulaciones y hechos que son siempre históricos y contingentes? Estas son algunas de las preguntas en el nuevo marco cultural, social y religioso que ha surgido a finales del siglo XX. Para responder a ellas hay que analizar el contexto social y cultural actual. La postmodernidad y la globalización caracterizan al tercer milenio. El simbolismo de la muerte de Dios está vinculado al creciente déficit de sentido, al nihilismo ontológico, cognitivo y moral de nuestras sociedades. La pluralidad y la carencia de fundamentos son constitutivos de la mentalidad postmoderna. La globalización genera la relativización de lo particular y arruina los sistemas con pretensiones de universalidad. Hago aquí una adaptación para FronterasCTR de algunos párrafos del capítulo V de mi obra, publicada recientemente en la Editorial Trotta, Las muertes de Dios. Ateismo y espiritualidad (Trotta, Madrid 2018). A esta obra me refiero para ampliación, clarificaciones, matices y referencia a las notas a pie de página. La crítica de la modernidad llevó a la laicización del Estado y a la secularización de la sociedad, que generó la crisis de las religiones y la pérdida de irradiación de lo religioso en la cultura. Con la postmodernidad podemos hablar de una segunda secularización, que ha agravado la falta de correspondencia entre la sociedad y la cultura, por un lado, y las religiones por otra. El cristianismo tiene dificultades para echar raíces en la nueva sociedad democrática y pluralista de los últimos cincuenta años. La mentalidad científica ha desplazado a la religión, y con ella se ha impuesto una forma de conocimiento en que solo se puede hablar de aquello que es observable y comprobable empíricamente. Las propuestas que no pueden falsarse con hechos comprobables carecen de validez. A esto se añaden las consecuencias culturales de la “muerte de Dios” en la época de la postmodernidad. Se ha impuesto una inmanencia cerrada, que limita radicalmente las trascendencias intra mundanas de las utopías, las éticas y los proyectos de emancipación. En este marco, también lo sobrenatural y cualquier teología del más allá queda descalificada como especulación o proyección sin posibilidad de refrendo. Epistemológicamente podemos hablar de una cosmovisión cerrada, del cierre categorial para lo que trasciende lo comprobable. Hay una doble crisis de sentido y de fe, que es la otra cara del nihilismo. Cada vez es más difícil creer en algo o alguien y abrirse a que otra sociedad y forma de vida son posibles. La epistemología actual es más agnóstica que atea, aunque la primera sea frecuentemente un estadio para llegar a la segunda. Choca frontalmente con el sobrenaturalismo tradicional y con un modelo de religión y de iglesia de cristiandad. Además, las estructuras y doctrinas vigentes en las iglesias son obsoletas y no se adecuan a la situación actual. Persisten instituciones, creencias y rituales que corresponden a las antiguas sociedades de cristiandad. Al cambiar la antropología, la cultura y los proyectos de vida, ya no hay correspondencia entre las preguntas de los ciudadanos y las respuestas de las religiones. Los mismos valores humanos vinculados en sus orígenes al cristianismo, se han autonomizado y forman parte de la cultura. Ya no son específicos de las religiones y estas pierden capacidad de atracción y de ofrecer alternativas a lo establecido. Lo importante es ser buena persona y basta con el humanismo laico, ¿para qué hacen falta las religiones? Crece el número de los que “pasan” de religión, porque no ven qué puede ofrecer al progreso, incluso la ven como un obstáculo para una sociedad emancipada. No es solo el anticlericalismo del pasado ante una Iglesia aliada con los grupos dominantes, sino de ciudadanos que no ven qué pueden aportar las religiones. Hay un trasfondo de ateísmo práctico y desinteresado por lo religioso. La paradoja es que los ateos son estadísticamente minoritarios en la sociedad y sin embargo se impone el silencio sobre Dios. El silencio sobre lo religioso se impone socialmente En este marco es difícil justificar una teología postmoderna y lograr una teología pública, que pueda hablar cristianamente en términos seculares. Las preguntas propias del agnosticismo y del ateísmo, han pasado también a los que se consideran cristianos. La sensibilidad postmoderna ha sustituido las verdades objetivas por la subjetividad de las creencias. Hemos pasado del teocentrismo del pasado al antropocentrismo actual. La autonomía cognitiva personal se ha desplazado en favor del contexto sociocultural, que impregnan la subjetividad y constituyen el trasfondo de las creencias y deseos. Ya no hay experiencias fundadoras para avalar las doctrinas. Cualquier pretensión de absoluto, tanto secular como religiosa, es hoy impugnada. Hoy impera la deconstrucción y la crítica. Resulta más fácil cuestionar las propuestas, su fundamento y su verdad, que ofrecer alternativas válidas. El escepticismo y la increencia son mayoritarias, amparadas por la banalidad de ofertas de la sociedad de consumo y los medios de comunicación. Se impone el relativismo de las creencias y el pluralismo competitivo, por la imposibilidad de encontrar alguna que genere consenso. El eclecticismo postmoderno, que comenzó en el arte (en la arquitectura, literatura y pintura), se extiende también a la filosofía y a la religión. No hay hechos objetivos, sino interpretaciones que se imponen. Se rechaza todo lo que sea normativo en nombre de la tolerancia y la permisividad. Son virtudes cívicas necesarias en las sociedades plurales, pero necesitan el complemento de la crítica, porque las ideologías no son respetables, aunque lo sean las personas. Podemos hablar de una crisis de civilización en una época histórica de cambio, en la que subsiste pero decae la cultura heredada del pasado y todavía no se ha constituido la emergente. Sabemos más lo que no queremos que hacia dónde dirigir nuestras expectativas. Pero hay muchos que rechazan el horizonte del consumismo y la sociedad de mercado, y buscan un sentido humanista para sus vidas. Una de las lecciones que creo me ha enseñado la historia es que el mayor daño que se puede hacer a una causa buena es defenderla mal. Temo que algo de esto pueda aplicarse al triste escándalo de la pederastia. No hay duda de la bondad de esa lucha contra ella. Antaño se decía que agredir a un cura es un sacrilegio, y no sé si eso sigue aún en el nuevo Derecho canónico. Pero el verdadero sacrilegio es más bien que un cura abuse o agreda sexualmente a un menor.
Aplaudo la decisión de Francisco de despojar de su ministerio eclesial al cardenal McCarrick. Aunque eso debieron solicitarlo espontáneamente muchos de ellos: pues lo más horrible para mí en este asunto es esa doble vida de unos ministros de la Iglesia (sacerdotes si prefieren llamarlos así): que siguieran presidiendo la eucaristía, anunciando el evangelio y abusando de menores. Y si se trataba de una caída asilada entonces había que acudir a la confesión que exige propósito de enmienda... En fin: ¡ojalá esa decisión de Francisco sirva de ejemplo para una ley civil por la que todos los profesores, entrenadores, educadores físicos y otros tales que hayan abusado, queden también suspendidos para siempre del ejercicio de su profesión. No obstante, una vez reconocido toso eso, quisiera expresar una sospecha que yo mismo no sé si tiene fundamentos sólidos. A lo menor estoy deformado por mi afición adolescente a novelas de Agatha Christie y de Simenon y mi pasión de entonces por "descubrir al asesino"... No obstante hay cosas que me gustaría ver mejor explicadas. 1.- No entiendo cómo ha podido ser que casos de hace sesenta o setenta años surjan ahora casi de golpe, como por generación espontánea, en el mismo momento histórico y en todos los lugares del mundo. Eso produce una sensación de "campaña": que se busca más atacar al verdugo que rehabilitar a la víctima. Y creo haber aprendido de otros casos (asesinatos y demás) que el daño del verdugo puede drogar a la víctima pero no la sana verdaderamente. 2.- No entiendo cómo, cuando la pederastia ya iba declinando, aparecen de golpe en el mismo momento y en todo el mundo, casos de monjas abusadas por curas o religiosos. Tampoco me cuadran mucho las cifras: un 40% de religiosas abusadas. Ahora bien: según la CEE, en España hay (redondeando las cifras) unos 27,000 curas y monjes y unas 66,000 religiosas, de las que el 40% equivaldría a unas 26.000. Conclusión: o absolutamente todos los curas son violadores de monjas o, si como se dice, el número de abusadores no llega al 10% (al 5% según otros) tendríamos unos 2.500 para abusar unas 25.000. ¡Menuda faena! Habrían de ser todos auténticos Casanovas. Y no sé si acabarían agregando a su disfunción pastoral, una disfunción eréctil... Espero pues, a ver si ahora cuando acabe esto de las monjas abusadas, aparece algún otro escándalo simultáneo y universal (no sé, por ejemplo, si de prostitutas que cuentan anécdotas sobre sus clientes clérigos, o de una curia romana homosexual u otra cosa así a la que mi pobre imaginación ya no llega). Esperemos a ver. 3.- Tampoco entiendo que, si lo que interesa son las víctimas, no se hable casi nada de las víctimas de agresores laicos (profesores, entrenadores, políticos, médicos, familiares...) que, sin duda posible, son muchísimas más. Es cierto que el abuso de un inexistente "poder sagrado" es más grave que el de un inevitable poder laico. pero eso no es razón para desentenderse de ese otro. 4.- Queda el tema de los silencios episcopales encubridores. Cuando una víctima de un monje de Montserrat reclama la dimisión del abad por no haberlo denunciado, no veo qué pueda aportarle esa dimisión a la víctima como no sea satisfacer esas ganas de herir que les vienen a todos los heridos. Pero eso no reconstruye la herida. Dejando aparte que la pederastia en España solo es delito civil desde el 2004 y que los desórdenes que no son delitos civiles (el alcoholismo por ejemplo) no hay obligación de denunciarlos. En mi corta experiencia directa hay aquí algo que sucede en otros campos de la vida (sobre todo en el económico) y es la culpabilización de la víctima. "Yo solo quería que mi papá me quisiera" me decía muchos años después una pobre mujer cuando, por fin, se atrevió a contarlo. Incluso recuerdo otro caso de una chavala (ya de unos 25) a la que intentó agredir un abogado (muy amigo de la familia por otro lado) y que, cuando le dije que "eso a ti no te mancha nada" me contestó que era muy fácil dar esa respuesta desde donde estaba yo... 5.- Creo además que, en el tema de los silencios, habría que matizar tipos muy diversos de delitos. 5.1.-Conocí el caso de un muchacho que, en su primer año de trabajo en un colegio, intentó abusar de algún crío. La reacción de los padres, bien dolidos y, por supuesto, sacando al chaval del colegio tras hablar con el director, fue proteger a su hijo. ¿Se les puede culpar por eso, aun al margen de la complejidad del asunto? Pues bien, yo que he pasado la vida metiéndome con obispos y siendo censurado y silenciado por algunos de ellos, debo añadir también que algunos obispos pueden haber intentado portarse como padres, sobre todo en épocas más lejanas donde este pecado (por grave que sea) no estaba siendo vivido como escándalo público. ¿Se les atacara por eso de manera tan dura cono se hace? 5.2.- Hay en cambio otros casos en que el silencio se ha debido a un afán algo hipócrita de proteger a la Iglesia aun a costa de todo. Eso me parece muy censurable. Y déjeseme añadir que, por esta razón, yo nunca hubiera canonizado a Juan Pablo II por su conducta con M. Maciel. No dudo de la bondad de Wojtyla, ni de que estará en la casa del Padre (lo cual, según la teología antigua, es lo único que garantiza la Iglesia cuando canoniza a alguien). Pero los santos deben ser además ejemplos. Y no puede ser ejemplo alguien que puso a Maciel como ejemplo para la juventud de hoy y rechazó toda acusación contra él... 5.3.- Finalmente, hay otros casos en que el silencio se debió simplemente a la incapacidad de algunos prelados para el cargo que ocupan. En este sentido, ya dije otra vez que la pederastia pone sobre la mesa la obligación de revisar los procedimientos de nombramiento de obispos, que son contrarias a la mejor tradición eclesial. No voy a insistir ahora en esto, pero sí quiero recordarlo. 6.- Dicho todo lo cual, veo un cúmulo de indicios que me plantea la siguiente pregunta: ¿no será que todo este escándalo se está utilizando más para atacar a Francisco que para ayudar a las víctimas? Porque, como a Francisco no se atreven a desautorizarlo públicamente por lo que dice desde el punto de vista social (y que molesta mucho a algunos), el recurso es desprestigiar a la entidad que preside, para quitarle autoridad a él. En la línea de aquella antigua "gauche divine", cuya divinidad consistía en que sus deseos se erigían en la Verdad Eterna. Y que hoy, aunque el nombre haya pasado, su realidad sigue desgraciadamente vigente. Repito para acabar: son solo sospechas y preguntas, Un debate sincero sobre ellas podría ayudar a un examen y ser muy útil, si el debate no se reduce a poner epítetos sonoros en plan Casado, sino a aportar datos y argumentos. Sí, salir del pozo. ¿Podemos? Sabéis el cuento. Un amo tenía un burro que ya no le servía para nada. Y quiso deshacerse de él tirándolo a un pozo. Y allí estaba el burro en lo más hondo. Y el agricultor empezó a echar tierra para tapar al burro. Pero éste descubrió sencillamente la tierra y poco a poco se fue poniendo encima de la tierra que cada palada echaba. Y así fue subiendo hasta arriba. Parece mentira: con la tierra que le echaban, iba subiendo y salió a flote.
Un cuentito, pero que nos refleja una gran realidad: con las mismas dificultades y fracasos, somos capaces de salir a flote, de recuperar y mejorar nuestra persona y nuestro ánimo. Solo falta ser capaces de aprovechar los fracasos, las pérdidas, lo negativo y darle la vuelta: vivirlo en positivo. Lo negativo es pensar que ya no hay salida, que estamos en un pozo sin salida. Cada pequeño detalle, cada persona, cada cosa, cada acción me puede ayudar para salir, para crecer como persona y ser lo que nunca había pensado. Y nos da muchas veces ganas de arrojarlo todo, de bajarnos del tren del mundo y de la vida. La historieta del burro nos da otra pista: ir haciendo que cada dificultad sea una oportunidad para irnos salvando Y no solo salvarnos sino superarnos, crecer, ser, cada vez más. Pero para ello, es preciso estar en el pozo, mezclarse con tierra, dejarse manchar. Y tener coraje, ganas, fuerza, ánimo. Una realidad así la estoy viendo ahora en la iglesia. Estoy viéndola en la iglesia y más en concreto en el VATICANO. El papa Francisco soporta, aguanta, en medio de tantas dificultades que le ponen, va dando pasitos sencillos, pero valientes que llevan hacia un nuevo estilo de Iglesia. Va saliendo de una iglesia de pozo a una Nueva Iglesia de transparencia, de Evangelio. Es cierto que cada día conocemos nuevas paladas fallos, de personas que le traicionan, de conductas deplorables en ciertas personas de su alrededor, que como paladas de tierra, le echan en el pozo eclesial. Por supuesto que lo más sencillo es cuando alguien desde arriba le echa una soga. La soga, alienta, colabora, anima, empuja. Cada dificultad nueva que le ponen al papa, él echa una palada de salvación, sinceridad, pobreza, entrega. Y la soga de ayuda la lanza el pueblo sencillo cristiano, sobre todo con sencillez, desde tierras muy pobres. Pero no olvidemos. No todos van o vamos a salir del pozo. Va a ser necesaria la muerte de muchas ideas, propuestas, estructuras, organismos: morir como el grano de trigo, para que pueda brotar y su tallo salga por encima del brocal del pozo. No está muy de moda, pero la llaman resiliencia. Es el enemigo de la blandenguería, de lo líquido, de lo fácil y llamativo. Aguantar en activo. Y como Francisco está acostumbrado a las periferias, estoy seguro que llegará al brocal del pozo. Imaginaos lo que será cuando todos los cristianos vayamos saliendo del pozo y avanzando hacia la luz del Resucitado. Pero, saltando sobre las paladas que encontramos y nos echan en la vida desde el consumismo y la rutina. ¡Aúpa! El sermón del llano en Lc termina con una retahíla de frases hechas, que tratan de explicar el contenido del mensaje. Recordemos que Mt lo coloca en lo alto del monte mientras que Lc nos dice que lo pronunció en un rellano (Jesús bajó del monte con sus discípulos y se paró en un rellano). En la mitología de la época el monte era el lugar de la divinidad (de ahí que todas las teofanías se dieran en los montes. El valle era el lugar del hombre. Para Mt Jesús habla desde el ámbito de lo divino, para Lc habla desde una situación intermedia. Quiere hacer ver que Jesús hace de puente entre lo divino y lo humano, que es a la vez divino y humano.
Las frases que acabamos de leer y las que leíamos el domingo pasado son proverbios que eran patrimonio de todas las culturas del entorno. No son inventadas por Jesús sino un destilado de la sabiduría popular que durante miles de años se había ido condensando en frases rotundas fáciles de recordar. Tengamos en cuenta que durante la mayor parte de la prehistoria humana no hubo escritura y durante la mayor parte del tiempo en que ya se había inventado, la inmensa mayoría de la gente no sabía ni leer ni escribir. Era muy importante facilitar la retención de ideas claves que podrían ser útiles en la vida de cada día. Aun en nuestros días estamos acostumbrados a aplicar frases famosas a personajes concretos sabiendo que no las pronunciaron ellos, pero son muy útiles para hacer ver la sabiduría de aquellos a los que se les atribuye o resaltar la importancia de la frase, atribuyéndolo a una persona de gran prestigio. En el AT hay un libro que se llama “Proverbios” y que el mismo texto atribuye a Salomón, cuando hoy sabemos que está escrito cuatro siglos después. En el caso de Jesús, está claro que esos proverbios pueden servir para destacar la sabiduría que estaba manifestando en todo momento. Por eso se utilizan como resúmenes de su mensaje. En los relatos de hoy se trata de hacer ver que la bondad o la malicia no son entes que andan por ahí y que me puedo apropiar en un momento dado. Son cualidades de la persona humana y solo indirectamente podemos descubrirlas, lo mismo en nosotros que en los demás. No es fácil acceder al interior del hombre, por eso es tan difícil hacer un juicio de valor sobre las personas. Las juzgamos por lo que sale al exterior, pero no siempre eso es suficiente para descubrir lo que de verdad se esconde en lo más profundo del ser humano. Solo las obras nos pueden revelar lo que hay dentro de otra persona. Aun así, ni siquiera las obras pueden ser argumento seguro para llegar al otro. Un acto bueno puede ser fruto de una programación calculada y por lo tanto sin ninguna conexión con las actitudes fundamentales de la persona. Un acto malo puede ser fruto de un momento de arrebato o ira y no reflejar tampoco la verdadera postura vital del individuo. Tal vez por eso el evangelio nos dice: "No juzguéis y no seréis juzgados." “No condenéis y no seréis condenados”. El creernos en posesión de la verdad y por tanto con el derecho de imponerla a otros, es la actitud más contraria al mensaje evangélico. Según el evangelio, debíamos estar siempre con los oídos muy abiertos para escuchar lo que nos pueden decir los demás y con la boca cerrada para no engañar a los demás con nuestros discursos interesados y simplistas. No hay nada más desagradable que un sabelotodo que está siempre queriendo decir la última palabra sobre lo que hay que hacer o evitar. El mundo no está necesitado de maestros sino de discípulos. Dice un proverbio oriental: cuando el discípulo está preparado, el maestro surge. La imagen del ciego guiando a otro ciego es muy esclarecedora. Parece absurda, pero es la que con más frecuencia adoptamos los humanos. Siempre nos creemos con derecho a enseñar porque confundimos nuestra verdad con la verdad. Decía Antonio Machado: tu verdad no, la verdad y ven conmigo a buscarla, la tuya quédatela. Esto es verdad en todos los aspectos del conocimiento, pero en el aspecto religioso, se ha llevado al paroxismo. Cuando esta postura se institucionaliza se convierte en un verdadero sarcasmo. Solo nos queda un paso para afirmar con toda rotundidad: fuera de la Iglesia no hay salvación. No es menos esclarecedora la imagen de la mota y la viga. El afán de corregir a los demás es una constante, sobre todo entre los que nos creemos religiosos. A pesar de que el evangelio nos aconseja la corrección fraterna, no hay nada más peligroso en la vida real que esa práctica. No solo porque nunca podemos estar seguros de lo que es mejor para el otro, incluso cuando hayamos constatado que es bueno para nosotros mismos; sino porque tendemos a corregir al otro desde la superioridad moral que creemos tener. En el momento que te sientas superior, sea moral sea intelectualmente, estás incapacitado para ayudar. Estamos muy acostumbrados a identificar a los demás con sus obras. Esto nos lleva a considerarlos pecadores sin mayores precisiones. Pero las obras son algo externo y accidental. La bondad o malicia está en el ser. Nuestra auténtica preocupación debía estar en ser lo que debíamos ser, no en lo que hacemos o dejamos de hacer que suele estar condicionado por la preocupación por lo que los demás piensan de mí. Ya decían los escolásticos que el obrar sigue al ser. Mi verdadera preocupación debo ponerla en ser lo que soy realmente. Si consigo ser auténtico, las obras surgirán espontáneamente, sin esfuerzo. La actitud de superioridad nace siempre de la superficialidad, es decir, está en estrecha relación con nuestro falso ser. El caparazón que nos envuelve es lo único que consideramos y nos interesa. En materia del espíritu, creemos que es suficiente con lo aprendido de otros, creyendo que el simple conocimiento nos va a transformar. Jesús está siempre invitándonos a la autenticidad, es decir, a bajar a lo hondo de nuestro propio ser y descubrir allí lo que está de acuerdo con lo que en realidad somos. Por eso está siempre criticando una acomodación externa a las normas y preceptos. La única Ley definitiva es la que está escrita en nuestro propio ser y es ahí donde hay que descubrirla para que sea eficaz y constante. El seguimiento de Jesús no consiste en imitarle en sus correrías ni en aceptar sin rechistar todas sus enseñanzas sino en alcanzar la experiencia interior que él vivió y en dejar que se manifieste como él la manifestó. No debemos poner hincapié en obras puntuales programadas sino en una actitud permanente que funcione y se manifieste al exterior en todo momento y en todas las circunstancias. Los cristianos hemos terminado copiando la actitud de los fariseos, dando más valor al cumplimiento de lo mandado que a la búsqueda interior de las exigencias de nuestro verdadero ser. Esta es la causa de nuestro fracaso en la vida espiritual. Todo lo dicho no invalida el famoso refrán: obras son amores y no buenas razones. Con la misma rotundidad que hemos afirmado que lo importante es la actitud interior, tenemos que decir que una actitud que no se manifieste en obras, es una ilusión. Si de verdad quieres saber cuál es tu postura espiritual, no tienes más remedio que examinar tus obras. Tu manera de comportarte con los demás te irá manifestando tu estado interior. A continuación de lo que hemos leído hoy, dice Jesús: ¿Por qué decís; ¡Señor, Señor! y no hacéis lo que os digo? Pero debe quedar claro que el hacer es consecuencia del ser auténtico. Meditación El instrumento de aprender y de enseñar es la palabra. Primero tengo que escuchar para llenarme. Pero solo cuando la haya convertido en vida, estaré preparado para llevarla a los demás. ¡Que nunca se me ocurra catequizar o imponer! Demuestra con tu vida que lo que crees te ha liberado. La última parte del “Discurso de la llanura” desconcierta por la variedad de personajes que aparecen: dos ciegos, un discípulo y su maestro, dos miembros de la comunidad, un hombre bueno y otro malo. Y también son muy diversas las imágenes: un hoyo, la mota y la viga en el ojo, el árbol sano y el árbol podrido; higos y zarzas, uvas y espinos. Evidentemente, se trata de frases de Jesús pronunciadas en diversos momentos y circunstancias. Sin embargo, pueden relacionarse con el tema que preocupa a Lucas, leído el domingo pasado: “no juzguéis, no condenéis”.
[Nota: la liturgia, con su afición a mutilar el evangelio, ha suprimido la importantísima advertencia final sobre la necesidad de poner en práctica todo lo anterior. La añado en el comentario y aconsejaría que en la homilía se tenga presente.] Cuatro grandes errores
El discurso ha terminado. Jesús ha indicado a sus seguidores que hay dos grupos opuestos: pobres-odiados y ricos-elogiados. Ellos pertenecen al primero. Pero no deben enfrentarse a sus enemigos, sino amarlos, tratarlos bien, bendecirlos, rezar por ellos. Su modelo debe ser el Padre misericordioso y compasivo, “generoso con ingratos y malvados”. Con respecto a los otros miembros de la comunidad, las exigencias han sido también grandes: no juzgar, no condenar, perdonar, dar. Cabe un peligro: considerar lo anterior un bonito discurso que no es preciso poner en práctica. Basta con llamar a Jesús “¡Señor, Señor!”, que es una gran confesión de fe. Como quien dice: “Basta con ir a misa”. No. La enseñanza de Jesús hay que ponerla en práctica. En caso contrario, serías como el insensato que construye una casa al borde de un río. Cuando ocurre la inundación, se la lleva. Sé sensato y ponlo en práctica. 1ª lectura: ¿Quieres saber cómo es una persona? (Eclesiástico 27,5-8) Este breve texto, desconcertante a primera vista, resulta claro cuando lo relacionamos con las palabras del evangelio: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. ¿Quieres saber cómo es una persona? Fíjate en lo que hace la gente de tu entorno (estamos en el siglo II a.C.). Cuando quiere separar el trigo de la paja, criba. Cuando quiere probar una vasija de barro, la mete en el horno del alfarero. Cuando quiere saber si un árbol es bueno, mira sus frutos. Cuando tú quieras conocer a fondo a una persona fíjate en cómo razona y en lo que dice. “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Reflexión El “Discurso de la llanura”, aunque no tenga la fama del “Sermón del monte” de Mateo, es un resumen muy bueno de la actitud que debemos tener ante enemigos y hermanos. Generalmente se recuerda más el amor a los enemigos, y es frecuente olvidar el amor a los otros miembros de la iglesia, la obligación de no juzgar ni condenar a quienes piensan o actúan de forma distinta. En el siglo I, el papa Clemente preveía este peligro: «Cuando [los paganos] nos oigan decir que Dios dice: “No tenéis mérito si amáis a los que os aman; tenéis mérito si amáis a los enemigos y a los que os odian”, al escuchar esto se admirarán de una bondad tan grande; pero si ven que no solo no amamos a los que nos odian, sino que ni siquiera amamos a los que nos aman, se reirán de nosotros y blasfemarán del nombre [de Jesús]” (Segunda carta de Clemente a los Corintios, 13,4). Por otra parte, el carácter tan radical de algunas afirmaciones requiere explicación. Pero el mejor comentario no está en inglés ni en alemán. Es el mismo evangelio de Lucas. Leyendo y releyéndolo se iluminan muchas frases misteriosas. |
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