Antes de salir de casa me gusta echarme un poco de agua de colonia, con el spray, sin más, y sin menos. ¡Qué menos que tener derecho a sentirte fresca, femenina, libre!
Ese gesto, casi automático, me recuerda a nuestra hermana, a la que le encantaba el perfume, no el agua de colonia como a mí, ¡no! ella iba a por todas. El mejor perfume, el de nardo auténtico, el que, dice el evangelio de Marcos, que ahorra bastantes palabras, que era muy caro. (Mc.14 ,3-9), tal vez un Dior, o algo de ese pelo. Agarrada al frasco de alabastro lleno de esa esencia maravillosa, que expresa su propio amor apasionado hacia aquel que le ha devuelto la dignidad, irrumpe, transgrede, rompe y ama, ama con todo su ser al que la mira con respeto, al que se deja ungir por ella, al que pone su cabeza en sus manos: “se lo fue derramando en la cabeza”. ¿Por qué la cabeza? ¿Acaso el dolor no está en la cabeza? ¿Acaso la duda, el miedo, los recuerdos dolorosos, no se instalan ahí de ocupas, hasta que alguien, con sus manos y su perfume, con su tacto y su energía femenina lo va “haciendo fluir”? porque el cariño no resuelve los problemas, pero sí acaricia a quien los sufre, y como nódulo tenso, se van disolviendo pudiendo así ser mirados desde otro ángulo. Nuestra hermana, como siempre anónima, no le evita la muerte a Jesús, pero sí la desesperanza, la angustia, la soledad. Es lo que tiene el perfume, que ahoga la peste del patriarcado que se ceba con el dolor de las más débiles, o así consideradas. “Se lo fue derramando en la cabeza”… la escena es insuperable, recoge los sentidos, puedes seguir cada uno de ellos y experimentar el tacto en la sien, relajando la tensión, el olor intenso penetrando por los poros, el rostro del Maestro, relajado y agradecido entre las manos de una mujer, que le adora, a su manera. Supongo que en la sala se hizo silencio, lo cual favorece el efecto del tacto y el perfume, y seguro que el placer del conjunto aplicado, en unos días difíciles y en un cuerpo joven tensionado por tanta calumnia y envidia, debió ser de un gusto exquisito. Y lo consigue ella, que es capaz de profetizar como ella es, a su manera, empoderada por la voz del amado: “Dejadla, ¿por qué la molestáis? Una obra excelente ha realizado conmigo…” Pero es que ella ha tenido que tomar decisiones muy comprometidas. Profetizar con perfume no es un anuncio del corte inglés o cualquier otro absurdo comercial. Profetizar con perfume presupone romper el frasco. ¿De qué estamos hablando? Escuchaba a un médico decir que una de las causas de muerte muy frecuente en la mujer es “de corazón roto”, así diagnosticado, porque es una muerte súbita causada por un dolor intenso, muy intenso. Desde 2007 la causa número uno de muerte en la mujer es infarto: por agotamiento, por pluriempleo, por ser cuidadoras de todo y excederse. Hoy la mujer se rompe, pero la mayoría no por profetizar con la vida y la palabra. Profetizar con perfume presupone romper el hermoso frasco de alabastro, ese que tú y yo tenemos, como mujeres cristianas, y que el patriarcado no nos deja compartir… pero sí Jesús. Deseo que nuestra hermana, una de las primeras cristianas, nos enseñe a ser profetas, hoy día internacional de la mujer trabajadora, os recuerdo hermanas, amigas, compañeras cristianas que tenemos un servicio pendiente de priorizar “el servicio de ungir cabezas con el perfume de la Palabra y el cariño”. Sueño en montones de mujeres cristianas que con nuestro jarro de alabastro no hagamos lo que hace el capitalismo, guardarlo para venderlo cuando sea buen momento, sino romperlo y regalarlo. Romper moldes, costumbres y prácticas patriarcales que nos impiden estar disponibles para comunicar a tantas y tantos lo que guardamos en el frasco. Y también entre nosotras, no libres en tantas ocasiones de actitudes patriarcales, ya que así nos educaron… Deconstruir procesos mentales es muy difícil. Ser profetisas del perfume entre nosotras, evitando la competitividad, la crítica… que tanto mal nos hace, sí, entre nosotras. Antes de salir de casa, chicas, no olvidéis el spray de perfume, guiño por la chica del frasco de alabastro.
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MUJER, lo primero. Mujer, mujer, mujer. Hija, pero primero mujer. Hermana, pero primero mujer. Amiga, pero primero mujer. Estudiante, pero primero mujer. Trabajadora, pero primero mujer. Universitaria, pero primero mujer.Esposa, pero primero mujer. Madre, pero primero mujer. Soltera, pero primero mujer. Suegra, pero primero mujer. Tía, pero primero mujer. Abuela, pero primero mujer. Europea, pero primero mujer. Americana del Sur o del Norte, pero primero mujer. Africana, pero primero mujer. Asiática, pero primero mujer. Musulmana, pero primero mujer. Judía, pero primero mujer. Cristiana, pero primero mujer. Budista, pero primero mujer. Hinduista, pero primero mujer. Atea, pero primero mujer. Artista, pero primero mujer. Campesina, pero primero mujer. Médico, pero primero mujer. Indígena, pero primero mujer. Política, pero primero mujer. Profesora, pero primero mujer. Empleada de supermercado, pero primero mujer. Policía, pero primero mujer. Prostituta, pero primero mujer. Pintora, pero primero mujer. Deportista, pero primero mujer. Agricultora, pero primero mujer. Emprendedora, pero primero mujer. Ama de casa, pero primero mujer. Científica, pero primero mujer. Músico, pero primero mujer. Periodista, pero primero mujer. Monja, pero primero mujer. Cura… no puede ser, por ser mujer.
Discriminada, por ser mujer. Violada, por ser mujer. Acosada, por ser mujer. Pérdida entre líneas en la Historia, por ser mujer. Infravalorada, por ser mujer. Invisibilizada en Culturas y Religiones, por ser mujer. Mujer, mujer, mujer… pobre, buena, mala, asustada, esperanzada, despreciada, alegre, harta… pero lo primero MUJER. Mujer, mujer, mujer… sin complejos, con la cabeza alta y la palabra a tiempo, combativa, solidaria, compasiva, contundente, con sentido común, sabiduría en la escucha, que denuncie, que proteja a los débiles y encare a los poderosos, que denuncie la injusticia, que gestione con responsabilidad, sin avaricia, con creatividad y sepa trabajar por un mundo mejor… ¡Ya es hora! Estamos en el cap. 12. Después de la unción en Betania y de la entrada triunfal en Jerusalén, y como respuesta a los griegos que querían verle, Juan pone en boca de Jesús un pequeño discurso que no responde ni a los griegos ni a Felipe y Andrés. Versa, como el domingo pasado sobre la Vida, pero desde otro punto de vista. Aquí la Vida solo puede ser alcanzada después de haber aceptado la muerte. También hoy Jesús es levantado en alto, pero para atraer a todos hacia él. Los “griegos” que quieren ver a Jesús podían ser simplemente extranjeros simpatizantes del judaísmo. El mensaje de Jn es claro: Los judíos rechazan a Jesús, y los paganos le buscan.
Ha llegado la hora de que se manifieste la gloria de este Hombre. Todo el evangelio de Jn está concentrado en la “hora”. Por tres veces se ha repetido la palabra “hora”; y otras tres, aparece el adverbio “ahora”. Es el momento decisivo de la cruz, en el que se manifiesta la gloria-amor de Dios y de “este Hombre”. En su entrega total refleja lo que es Dios. Todos estamos llamados a esa plenitud humana que se manifiesta en el amor-entrega. Ahora es posible la apertura a todos. El valor fundamental del hombre no depende ni de religión ni de raza ni de cultura. Los que buscaban su salvación en el templo, tiene que descubrirla ahora en “el Hombre”. Si el grano de trigo no muere, permanece él solo; Declaración rotunda y central para Jn. Dar Vida es la misión de Jesús. La Vida se comunica aceptando la muerte. La Vida es fruto del amor. El egoísmo es la cáscara que impide germinar esa vida. Amar es romper la cáscara y darse. La muerte del falso yo es la condición para que la Vida se libere. La incorporación de todos a la Vida es la tarea de Jesús y será posible gracias a su entrega hasta la muerte. El fruto no dependerá de la comunicación de un mensaje sino de la manifestación del amor total. El amor es el verdadero mensaje. El fruto-amor solo puede darse en la nueva comunidad. Sabemos que el grano de trigo muere solo en apariencia. Desaparece lo accidental (la pulpa) para ser alimento de lo esencial (el embrión). En la semilla hay vida, pero está latente, esperando la oportunidad de desplegarse. Esto es muy importante a la hora de interpretar el evangelio de hoy. La vida no se pierde cuando se convierte en alimento de la verdadera Vida. La vida biológica cobra pleno sentido cuando se pone al servicio de la Vida. La vida humana llega a su plenitud cuando trasciende lo puramente natural. Lo biológico no queda anulado por lo espiritual, sino potenciado. Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden este, es conservarse para una Vida definitiva. La traducción del griego es muy difícil. Primero habla de “psyche” (vida sicológica) y al final, de “zoen” vida, pero al añadir “aionion” perdurable, eterna, (vitam aeternam), está hablando de una vida trascendente. No es un trabalenguas, está hablando de dos realidades distintas. Hoy podemos entenderlo mejor. Se trata de ganar o perder tu “ego”, falso yo, lo que crees ser o de ganar o perder tu verdadero ser, lo que hay en ti de trascendente. El amor tiene que superar el apego a la vida biológica y psicológica. En contra de lo que parece, entregar la vida no es desperdiciarla, sino llevarla a plenitud. No se trata de entregarla de una vez muriendo, sino de entregarla poco a poco en cada instante, sin miedo a que se termine. El mensaje de Jesús no conlleva un desprecio a la vida, sino todo lo contrario, solo cuando nos atrevemos a vivir a tope, dando pleno sentido a la vida, alcanzaremos la plenitud a la que estamos llamados. La muerte al falso yo, no es el final de la vida biológica, sino su plenitud. Consciente de esto y perdido el temor a la muerte, nadie ni nada te puede esclavizar. El que quiera colaborar conmigo, que me siga, “Diakonos” significa servir, pero por amor, no servir como esclavo. Traducir por servidor, no deja claro el sentido del texto. Seguir a Jesús es compartir la misma suerte; es entrar en la esfera de lo divino, es dejarse llevar por el Espíritu. El lugar donde habita Jesús es el de la plenitud del amor. Lo manifestará cuando llegue su “hora”. Allí entregando su vida, hará presente el Amor total, Dios. No se trata de la muerte física que él sufrió. Se trata de dar la vida, día a día, en la entrega confiada a los demás. Ahora me siento fuertemente agitado; ¿Qué voy a decir? “Padre líbrame de esta hora” ¡Pero, si para esto he venido, para esta hora! En esta escena, que los sinópticos colocan en Getsemaní, se manifiesta la auténtica humanidad de Jesús. Está diciendo, que ni siquiera para Jesús fue fácil lo que está proponiendo. Se trata del signo supremo de la muerte al “ego”. Se deja llevar por el Espíritu, pero eso no suprime su condición de “hombre”. Su parte sensitiva protesta vivamente. Pero está en el ámbito de la Vida, y eso le permite descubrir que se trata del paso definitivo. Ahora el jefe del orden este va a ser echado fuera. Cuando sea levantado de la tierra, tiraré de todos hacia mí. Como el domingo pasado, identifica la cruz y la glorificación, idea clave para entender el evangelio de Jn. Muerte y vida se mezclan y se confunden en el evangelio de Jn. Habla de dos clases de muerte y dos clases de vida. Una es la muerte espiritual y otra la muerte física, que ni añade ni quita nada al verdadero ser del hombre. La muerte física no es imprescindible para llegar a la Vida. La muerte al falso “yo”, sí. La Vida de Dios en nosotros, es una realidad muy difícil de aprehender, pero a la que hay que llegar para alcanzar la plenitud humana. Toda vida espiritual es un proceso, un paso de la muerte a la vida, de la materia al espíritu. Mi plenitud humana no puede estar en la satisfacción de los sentidos, de las pasiones, de los apetitos, sino que tiene que estar en lo que tengo de específicamente humano; es decir, en el desarrollo de mi capacidad de conocer y de amar. Debo descubrir que mi verdadero ser consiste en darme a los demás. El dolor que causa el renunciar a la satisfacción del ego lo interpreta el evangelio como muerte, y solo a través de esa muerte se puede acceder a la verdadera Vida. Si ponemos todo nuestro ser al servicio de la vida biológica y psicológica, nunca alcanzaremos la vida espiritual. Meditación Si queremos dar fruto, es decir, dar sentido a nuestra vida, tenemos que gastarnos y consumirnos. La vela solo cobra sentido cuando está encendida. Pero si está encendida, está consumiéndose. La vida puedo consumirla en beneficio de los demás, y entonces, consumarla dándole plenitud. La primera lectura, de tono profundamente optimista, anuncia una nueva alianza entre Dios y el pueblo. Todo tendrá lugar de forma fácil, casi milagrosa, sin especial esfuerzo para Dios ni para nosotros. En cambio, las dos lecturas siguientes ofrecen una imagen muy distinta: la nueva alianza entre Dios y el pueblo implicará un duro sacrificio para Jesús. Un sacrificio que le sumerge en la angustia y le mueve a rezar al Padre. Esta trágica experiencia se recuerda hoy en dos versiones distintas: la de Juan, y la de la Carta a los Hebreos, que recoge el famoso relato de la oración del huerto de los olivos contado por los evangelios sinópticos.
Oración en el templo (evangelio) El cuarto evangelio enfoca el relato de la pasión de manera peculiar, bastante distinta a la de los sinópticos: no acentúa el sufrimiento de Jesús sino el señorío y la autoridad que demuestra en todo momento. Por eso no cuenta la oración del huerto. Pero unos días antes sitúa una experiencia muy parecida de Jesús en la explanada del templo de Jerusalén. El evangelio comienza y termina en tono de victoria. El triunfo inicial se concreta en el deseo de algunos de conocer a Jesús (es secundario que se trate de "gentiles", paganos, como dice la traducción litúrgica, o de "judíos de lengua griega" residentes en otros países que han venido a celebrar la fiesta de Pascua). Y ese triunfo, reflejado en el interés de unos pocos, alcanza dimensiones universales al final: "atraeré a todos hacia mí". Pero este marco de triunfo encuadra una escena trágica: Jesús es consciente de que para triunfar tiene que morir, como el grano de trigo, tiene que ser "elevado sobre la tierra", crucificado. Ante esta perspectiva confiesa: "me siento agitado", angustiado. E intenta superar ese estado de ánimo con la reflexión y la oración. Ante todo, procura convencerse a sí mismo de la necesidad de su muerte: igual que el grano de trigo tiene que pudrirse en tierra para producir fruto. Sin embargo, los argumentos racionales no sirven de mucho cuando uno se siente angustiado. Viene entonces el deseo de pedirle a Dios: "Padre, líbrame de esta hora". Pero se niega a ello, recordando que ha venido precisamente para eso, para morir. En vez de pedir al Padre que lo salve le pide algo muy distinto: "Padre, glorifica tu nombre". Lo importante no es conservar la vida sino la gloria de Dios. Oración en el huerto (Carta a los Hebreos) El relato de los evangelios sinópticos es muy conocido: Jesús marcha al huerto de los olivos la noche en que será apresado. Sabe que va a morir, siente profunda angustia, y por tres veces reza al Padre pidiéndole que, si es posible, le evite ese trago amargo. La Carta a los Hebreos no se detiene a contar lo ocurrido. Pero recuerda lo trágico del momento cuando afirma que Jesús rezó "a gritos y con lágrimas", cosa que no menciona ninguno de los evangelios. Y lo que pedía ("pase de mí este cáliz") lo sugiere al decir que suplicaba "al que podía salvarlo de la muerte". Sin embargo, el final de la lectura es optimista: Jesús salva eternamente a quienes le obedecen. En medio de este contraste entre tragedia y triunfo, unas palabras desconcertantes: "en su angustia fue escuchado". Quizá el autor piensa en el relato de Lucas, que habla de un ángel que viene a consolar a Jesús. Pero quien conoce el evangelio advierte la ironía o el misterio que esconden estas palabras: Jesús es escuchado, pero muere. El templo y el huerto Es evidente la relación entre las dos lecturas. En ambos casos Jesús se siente agitado (Juan) o angustiado (Hebreos). En ambos casos recurre a la oración. En ambas lecturas, la palabra final no es la muerte, sino la victoria de Jesús y, con él, la de todos nosotros. Pero, dentro de estas semejanzas, hay una gran diferencia con respecto a la oración de Jesús: en el evangelio, se niega a pedir al Padre que lo salve, sólo quiere la gloria de Dios, por mucho que le cueste; en la Carta, Jesús suplica "a gritos y con lágrimas" para ser salvado de la muerte. La ciencia bíblica actual tiende a considerar estos relatos dos versiones distintas del mismo hecho. Pero durante años y siglos estuvo de moda la tendencia a armonizar los datos del evangelio. En esta postura, los relatos ofrecen dos momentos distintos y sucesivos de la experiencia humana y religiosa de Jesús. En un primer momento, ante la angustia de la muerte, se refugia en la reflexión racional (he venido para morir como el grano de trigo) y se niega a pedirle al Padre que lo salve. Al cabo de pocos días, cuando la pasión y muerte no son una posibilidad sino una certeza, reza con gritos y lágrimas, sudando sangre (como añade Lucas): "Padre, si es posible, pase de mí este cáliz". Una reacción más humana, pero perfectamente compatible con lo que cuenta Juan. A las puertas de la Semana Santa, la experiencia y la reacción de Jesús son un ejemplo excelente que nos anima en nuestros momentos de angustia y desánimo, y nos mueve a agradecerle su entrega hasta la muerte. Empezaremos por situar este texto en su contexto: el evangelista sitúa la escena inmediatamente después de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, al estilo de los reyes y vencedores. La gente le aclama, pero él va montado en un asnillo.
Poco después, Juan nos presenta el lavatorio de los pies, ese gesto escandaloso que Jesús transformó en bienaventuranza: “Felices vosotros si practicáis estas cosas” (Juan 13, 17). Tenemos dos polos bien distantes: la multitud que le aclama y Pedro que pone en cuestión el lavatorio de los pies, al verle de rodillas, con un delantal. Y en medio, el texto de hoy, en el que se intercalan varias frases que nos hacen perder el hilo conductor. Vamos a dejar a un lado esas frases para ir directamente al contenido. Entre los que habían subido al templo de Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, había algunos griegos que querían ver a Jesús. ¿Nos presenta el evangelista Juan un hecho histórico? Es poco probable. Ninguno de los tres evangelios sinópticos dice que los griegos se acercaran a Jesús o lo buscaran. Sin embargo, muchos años después de la muerte de Jesús, cuando Juan escribió su evangelio, el cristianismo se estaba extendiendo por Grecia. En esa época sí había hombres y mujeres griegos muy interesados en la persona y el mensaje de Jesús. “Queremos ver a Jesús” expresaría el deseo y la búsqueda de esas personas que se acercaron a las comunidades cristianas, tiempo después de la muerte y la resurrección. Curiosamente, el evangelista nos dice que Andrés (hermano de Pedro) y Felipe son los que ayudaron a los griegos a acercarse a Jesús. Estos dos apóstoles se dedicaron a evangelizar el mundo griego. Por tanto, no es casualidad que el evangelio de Juan los cite a ellos y no a otros apóstoles. Es un mensaje con rasgos de teofanía: el contenido fundamental del texto de hoy nos habla de glorificación, tanto del Hijo del hombre como del Padre, expresando la profunda unidad entre los dos. Para Jesús, el camino hacia esa glorificación es duro y expresa cómo se siente: su alma está agitada. El texto recuerda bastante la escena del Tabor. Para sugerirnos la presencia del Misterio se utilizan categorías judías: un trueno o un ángel. Es decir, algo o alguien que está más allá de nuestro ámbito, de lo que podemos controlar o dominar. Algo que remite al firmamento, a la esfera de lo divino y de la naturaleza. A diferencia del mensaje catequético del Tabor, no son tres varones privilegiados, sino todas las personas que rodean a Jesús, quienes están invitadas a experimentar la glorificación. En los juicios, quien formulaba las acusaciones era el personaje central, el que cobraba mayor protagonismo. De la habilidad de este acusador dependía el resultado del juicio. El evangelio de hoy ofrece una clave teológica muy importante: el acusador (el príncipe del mal) va a ser expulsado. Las primeras comunidades ya no deben temer, la acusación es sustituida por la misericordia. Como repite el evangelista, una y otra vez, acojamos la luz que nos permite ver esta diferencia, y vivir en consecuencia. ¿Cuál es el sentido de las frases que quedan intercaladas en el texto? Una referencia a la experiencia diaria: Jesús, al predicar, ponía ejemplos de todo aquello que sus oyentes percibían con los cinco sentidos, de todo aquello que era significativo en su vida. Hoy, nos presentan el ejemplo del grano de trigo que es fecundo solo después de caer en tierra y morir. Tras romperse y pudrirse, un solo grano se convierte en espiga que lleva en su interior la fecundidad de docenas de nuevos granos. En otros textos de la Escritura se alude a esta “muerte” de todo lo que se sembraba, por ejemplo la parábola del sembrador (Marcos 4, 3-8.26-27) o este texto sobre la resurrección: “¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo? ¡Necio! Lo que tú siembras no germina si no muere. …” (1ª Corintios 15, 35-36) Tanto para los judíos como para los griegos era un escándalo que alguien muerto en una cruz pudiera dar fruto y ser exaltado, elevado a la gloria. O que la vida de los martirizados, a causa de su fe, diera fruto. Sin duda, la imagen del grano de trigo despertaría la esperanza, en medio de las duras persecuciones de aquellos tiempos. Hoy, es bueno que recordemos tanto la fecundidad de las pequeñas muertes de cada día, (como recordaba san Francisco de Sales) como la fecundidad de quienes han muerto por vivir las bienaventuranzas o arriesgan cada día su vida. Necesitamos traducir: El evangelista ha intercalado también esta frase: “El que se ama a sí mismo se pierde y el que se aborrece (odia) a sí mismo en este mundo conservará su vida en la vida eterna” ¡Qué explicaciones tan extrañas se han dado sobre este texto en las homilías! ¡Cómo han condicionado antaño algunos comportamientos patológicos en la vida religiosa! Jesús utilizó muchas veces frases que hacían pensar, que ayudaban a romper los esquemas mentales de la gente de su tiempo y les facilitaban el abrirse a algo nuevo. Pongamos un ejemplo actual: Si alguien se aferra a mantener costumbres antiguas, que ya no tienen sentido, alegando que “siempre se ha hecho así” les podemos preguntar: ¿por qué cuando enfermas acudes a los médicos y aceptas lo que la medicina moderna y la tecnología punta te ofrecen, en lugar de tomarte una pócima del tiempo de tus antepasados? Hay frases, ejemplos y parábolas que nos ayudan a poner en cuestión nuestros esquemas mentales. En la primera lectura el profeta Jeremías nos dice que Dios escribirá la ley en nuestros corazones y entendemos que es una imagen. Aborrecerse a sí mismo es otra imagen, que va más allá de lo que dice el texto a primera vista. ¿Podemos amar a los demás sin amarnos a nosotros mismos? ¿Podemos cuidarles si nos aborrecemos? ¿Tenemos equilibrio sicológico cuando nos odiamos, o ese odio muestra alguna patología? ¿A dónde nos conduce la interpretación literal de esta frase, si no tenemos en cuenta las aportaciones de la historia de la sicología y de la espiritualidad? Esta frase merecería un estudio exegético ella sola. Es arriesgado intentar traducirla con las claves de hoy, pero vamos a intentarlo: Cuando nos nutrimos de amor propio nos destruimos; cuando alimentamos nuestro ego y vivimos ensimismad@s (en- sí-mism@) perdemos la vida, porque el alimento del ego nos envenena, nos enferma y nos conduce a muchas formas de muerte. Por el contrario, en el seguimiento de Jesús, al de-vivirnos, al entregar la vida y perderla poco a poco, vamos recibiendo la plenitud de la Vida. ¿Quién es el príncipe de este mundo? En los juicios tenía mucha importancia la persona que formulaba las acusaciones. El evangelio de hoy ofrece una clave teológica muy importante para las primeras comunidades: el acusador (el príncipe del mal) va a ser expulsado. La acusación es sustituida por la misericordia. Como veíamos en el evangelio del domingo pasado, ahora se trata de acoger la luz que nos permite ver esa diferencia, y vivir en consecuencia. Este mi artículo viene publicado en inglés y español, en VOICES, revista de la Asociación Ecuménica EATWOT, juntamente con el de otros autores.
El resultado positivo de un comienzo difícil y hostigado Después de unos 50 años largos, podemos concluir con gozo que la Teología de la Liberación, recelada y temida cuando no reprobada en sus primeros arrimos a Europa, hizo un itinerario sólido y alcanzó muy buenos resultados. Estábamos estrenando la primavera radiante del Vaticano II, y los anhelos de muchos teólogos, fermentados desde hacía tiempo, cobraban vigor y forma en el ámbito ecuménico del concilio Vaticano II, acontecimiento el más importante de la Iglesia católica en el siglo XX. Era clara la conciencia, entre muchos movimientos, colectivos y comunidades de la Iglesia, el atraso y el desfase que acompañaba a la Iglesia tras su atrincheramiento antimoderno en los últimos siglos. Los avances tecnocientíficos, sociales y políticos de la posguerra mundial, airearon muchos errores del pasado, desencanto de absolutismos imperialistas y racistas y aceleraron interrogantes, y desafíos para un nuevo pensar y obrar teológicos. No obstante, este brio renovador conciliar del Vaticano II, iba a conocer pronto la parálisis y la involución más fuerte, nada improvisada, de Juan Pablo II, continuada luego por Benedicto XVI con temores y dimisión final. Es un período de casi cuarenta años, donde se impuso la restauración (vuelta al preconcilio) de Karol Josef Wojtyla, quien a sus 58 años, fue elegido el 16 de octubre de 1978, como el primer Papa polaco de la historia y el primer Papa no italiano desde 1523. Su gobierno duró 27 años. Y a él le siguió el del cardenal Joseph Ratzinger, elegido Papa el 2 de abril de 2005, con duración hasta el 28 de febrero de 2013,en que renunció. Por los años 1960, y aún antes, aparecen en escena los tres factores, que condicionaron fuertemente el periodo soci-político -eclesial que llega hasta nuestros días: Teología pogresista de Europa, Celebración del Concilio Vaticano II , Teología de la Liberación. Dentro de estos tres factores, se descubre una profunda interrelación que, analizados un poco en detalle, nos van a permitir comprender el panorama teológico que se ha venido desarrollando entre Europa y América o, en términos más amplios, entre el Primer y el Tercer mundo. La Teología de la Liberación dentro de la Teología Progresista de Europa Si nos remontamos a los años de la última posguerra mundial, la teología progresista comenzó a ser muy importante en Europa, por ser la más relevante. Prácticamente, fue la que enterró la teología conservadora, convirtiéndose en fragua y motor de la preparación del concilio Vaticano II. Fueron teólogos europeos los que acompañaron como peritos a sus respectivas Conferencias Episcopales y obtuvieron mayor peso en las deliberaciones del concilio. ¿Se da en el contexto europeo la dialéctica dominación – liberación? Apenas habían pasado veinte años después del concilio y en Europa eran públicas y alarmistas las noticias sobre la TL. Ya en 1969, a corta distancia de la Conferencia de Medellín, el informe Rockefeller lanza esta alarma: “Debemos tener en cuenta que si la Iglesia pone en práctica las decisiones de Medellín, nuestros intereses sufrirán detrimento”. Y en el 1979, el Consejo de Santa Fe afirmaba explícitamenre: “La política exterior norteamericana debe comenzar a afrontar la Teología de la Liberación tal como se plantea en América latina y no limitarse a reaccionar contra ella”. Poco a poco, iba tomando fuerza en la opinión pública la idea de que la TL era una política revolucionaria, marxista , que se había filtrado en la Iglesia y trataba de reemplazar la palabra de Dios por el marxismo y el servicio de los pobres por la lucha de clases. Su método no era válido por aceptar el materialismo histórico o lo era sólo para América Latina y no para Europa. Hoy, atendiendo al testimonio de algunos autores de entonces podemos conocer mejor la novedad e impacto de la teología de la liberación en el mundo de la teología en general y en el de la teología progresista europea en especial. GIULIO GIRARDI.- El teólogo Giulio Girardi, gran conocedor del tema, pudo analizar este problema, en un artículo (Revista Misión Abierta, Posibilidad de una Teología europea de Liberación, pp. 151-159, Madrid,1984), en el que reconoce reconoce como incipiente en Europa la TL , con una función positiva en el contexto político y cultural de América Latina y que podía ser una aportación y estímulo para la Teología progresista de Europa. Puesto a analizar si en Europa se da la dialéctica dominación – liberación concluye que a nivel internacional “La cultura dominante en Europa y en Estados Unidos tiende a imponer sus propias respuestas a los países del Tercer Mundo” (Pg. 154), en el sentido de estar guiadas por un sutil racismo, un presentar como natural la división internacional del trabajo, un narrar la colonización como historia de civilización y un encubrir a las empresas multinacionales que subyugan y sacrifican sistemáticamente a sus propios intereses a los pueblos que someten. Sería una lectura ligada al eurocentrismo que invade nuestra cultura. A nivel interno, en el seno de las propias naciones europeas, la cultura dominante trata de obviar el problema de los pobres en Europa, insistiendo en que en nuestros países no habría pobres en sentido estricto, ni procederían como elemento intrínseco de sus propias estructuras. Para superar esa situación, Girardi propone como camino el de la solidaridad, que lleva a trabajar por crear colectivamente sujetos que sean una verdadera alternativa. Para avanzar hacia ella, la teología no puede eludir realizarse a la luz del dilema dominación-liberación, apoyándola en el pensamiento de Jesús de Nazaret, que es alternativa global a la cultura y sociedad de su tiempo. En este sentido, la TL supone una cierta ruptura con la Teología progresista , por hacer suya la inspiración fundamental de Jesús, la opción por los pobres: “En definitiva, en la dialécica opresión-liberación, la vida y el mensaje de Jesús se sitúan de parte de la liberación y representan un momento fundamental de toda historia de liberación” (Pg. 158). Y, en consecuencia,”Frente a la Teología de la liberación no cabe una via media de compromiso: o se la acepta o se la rechaza . La teología europea no puede continuar en su trayectoria idealista de afirmación de los “valores espirituales” prescindiendo de los sistemas de poder en que son realizados y de la función real que desarrollan en esos sistemas. En esta teología, el eurocentrismo y el eclesiocentrismo se dan la mano” (PP. 158-159). JOHANN BAPTIS METZ.- Metz, al afrontar la relación que hay entre la teología de política europea y la teología en Latinoamerica de la liberación , afirma: “La nueva teología política que se hace en Europa y la teología latinoamericana de la liberación tratan de crear una conciencia de ese adiós definitivo que se enfrenta hoy en día cualquier teología cristiana: el adiós a su inocencia social y política , y el adiós a su inocencia cultural y ética , es decir, el eurocentrismo que tiene interiorizado” (Cambio social y pensamiento cristiano en América Latina, Teología europea y teología de la liberación, Trotta, Madrid, 1993, pp. 263-264). . JON SOBRINO.- Jon Sobrino, señala que , junto a la teología conservadora y progresista, había otra teología más nueva “Con una inspiración afín a la de la Teología de la Liberación, que toma en serio el mundo de los pobres y oprimidos, en Europa y en el resto del mundo, y hace de ellos lugar para la renovación de la fe y así de la teología (Misión Abierta, “Teología de la liberación y teología europea progresista,n.4, 1987,pp. 11-12). En Europa, esta teología aparece después del concilio, pero no llega a suplantar la relevancia de la teología progresista. Jon Sobrino, en el artículo citado, se detiene en subrayar la diferencia entre los presupuestos del quehacer teológico liberador frente a los presupuestos del quehacer de la teología progresista. La teología progresista pretende liberar a la subjetividad humana esclavizada, devolviéndole la autnomía, en tanto que la teología de la liberación , sin abdicar de la autonomía de una razón responsable, busca la liberación de la realidad oprimida, tanto de las personas como de los pueblos, que mueren lentamente o son crucificados. La teología progresista y la teología de la liberación, no las considera excluyentes, pero la primera hace hincapié en la liberación del yo, en tanto que la segunda lo hace en la liberación del otro y de lo otro: “Cuando la teología se centra – y obsesiona- con el propio creyente, con dificultad llega a interesarse en serio por la liberación de la realidad, mientras que el interés por la realidad integra mejor el interés de la propia fe y de facto da una solución positiva (Idem, p. 15). La teología de la liberación se diferencia, pues, de la progresista, en que lo que pretende liberar más en directo es la mayor opresión, que es la muerte lenta o rápida, estructural o violenta, de millones de seres humanos. O dicho de otra manera: las realidades históricas y sociales que, en referencia al Reino de Dios , pretenden liberar ambas teologías no todas están igualmente cercanas o lejanas de ese Reino; en el Tercer Mundo la vida aparece perennemente amenazada y pasa a ser elemento fundamental y decisivo de la utopía del reino, lo cual se traduce en realizaciones parciales de ese Reino, que deberán ser discernidas. La realización del Reino de Dios es la finalidad última de la Teología de la liberación. Sobrino destaca otros aspectos que diferencian a la TL de la TP, tales como las fuentes de su conocimiento y su carácter cognitivo y ético. Sin negar la naturaleza y méritos de cada una de ellas, realza cuál debe ser, cualquiera que sea la teología que se haga, el talante cristiano de todo quehacer teológico: fidelidad a lo que se nos ha transmitido de la revelación de Dios , con su consiguiente efecto de lucidez y ánimo en el pueblo de Dios y en los más pobres de ese pueblo; servicio a una liberación histórica y trascendente; disponibilidad a inserirse en la conflictividad de la historia y padecer algún tipo de persecución; trabajo dentro del pueblo de Dios y a su servicio , en solidaridad con todos los estamentos del pueblo de Dios; un quehacer que sea espiritual y propicie espiritualidad, que presente de tal manera a Dios que se motive a la oración , la confianza, la disponibilidad; se hable de tal manera de estas últimas cosas que introduzca en el misterio de Dios; que se presente de tal manera a Cristo que se motive a su seguimiento. Este quehaceer supone unos ojos nuevos, que son gracia , que da vigor al quehacer teológico , contando con que muy frecuentemente esta experiencia gratuita ocurre en presencia de los pobres de este mundo, que son los privilegiados de la Buenas Nueva. Buena para el hombre y la historia y buena sobre todo para los pobres; y buena porque conduce a la plenificación final y ahora humaniza y salva a la historia. Sobrino reconoce los logros del pasado de la TP, su creciente radicalismo evangélico y opción por los pobres , su apertura a la realidad latinoamericana y mundial : “Pero, concluye, no se puede dudar de que la TL ha puesto el dedo en la llaga de la humanidad actual, la miseria humana y masiva, la crucifixión de los pueblos enteros; y, por otra parte, sus esperanzas de llegar a vivir con dignidad como hijos de Dios , sus exigencia a colaborar en su liberación” ( Idem, pg. 26). El Vaticano II y la ofensiva restauradora de Juan Pablo II Algunos tuvieron demasiada prisa en afirmar que el tiempo del concilio había terminado. El papa Pablo VI advertía: “No podemos prescindir del concilio. Por su naturaleza es un acontecimiento importante, histórico, decisivo para la vida de la Iglesia, tiene que durar y es evidente que lo encontraremos largo tiempo en nuestro caminar. Y es bueno que así sea” (L´Osservatore Romano, 16 de diciembre de 1965). “En un cierto sentido, es más grave y trabajoso el período que sigue al concilio que el de su celebración. En su aceptación y fidelidad se está poniendo a prueba la vitalidad de la Iglesia” (AAS 58, 1966, 799s.). ¿Dónde quedó esta fidelidad al Vaticano II? ¿Qué cosas fueron las que pasaron? Interesa destacar esto para comprender el contexto real en que surgió la nueva teología española, decantándose por una línea de plena fidelidad al Vaticano II, a la Teología de la liberación y de libertad y resistencia a la involución pretendida por la jerarquía eclesastica., Pasaron tres cosas fundamentales: 1ª) Hubo un primer período –hasta el año 78 más o menos- en que hubo voluntad entusiasta en la recepción y aplicación del concilio. 2ª) Vino enseguida la desactivación del concilio. Si bien el Vaticano II alumbraba una nueva época de la Iglesia, unos nuevos planteamientos, un nuevo estilo y dibujaba un nuevo concepto de identidad católica, con Juan Pablo II (1978-2005),pronto se vió que los vientos iban por otros derroteros. Se fue así consolidando una tensión en la Iglesia, en la que cada día con mayor fuerza se imponían las fuerzas y movimientos neoconservadores. Wojtyla se alineaba de la parte inmovilista de la historia, que avanzaba a la defensiva, con apego al pasado y con miedo al futuro. El Vaticano II dió un salto: se abría una nueva época de la Iglesia en que ella era copartícipe de la historia humana y compartía con toda suerte de personas e instancias la búsqueda de un nuevo camino para la humanidad. Ella no era la depositaria exclusiva de la verdad ni tenía el monopolio del bien, ni era la instancia obligatoria para todos, para realizarse y salvarse. Y diseñaba, con sentido pragmático, un nuevo estilo de relación basado en el respeto, la valoración mutua, el diálogo y el compromiso por las grandes causas de la justicia y de la paz. Wojtyla traía otro modelo y otra dirección. Grandes sectores de la cristiandad advertían la contraposición: involución contra renovación, autoritarismo contra democracia, clericalismo contra pueblo de Dios, clasismo contra igualdad. Ya en el 1985, el cardenal J. Ratzinger calificó a los 20 años del posconcilio de decisivamente desfavorables para la Iglesia. Fue ésta la señal de que la restauración o contrarreforma estaba en plena marcha. Y continuó ya hasta la elección del Papa Francisco. . 3ª) Grandes sectores de la Iglesia, a partir de entonces, se sintieron decepcionados y optaron por aparcar su compromiso o exiliarse de la Iglesia. Los teólogos, comenzando por aquellos que prepararon y elaboraron el concilio, fueron los que mayormente sufrieron acoso, silencio y censura. Su disenso se hizo clamorosamente público en la famosa Declaración de Colonia, que recogía la firma de más de 700 teólogos, cuestionando el giro involucionista de Juan Pablo II. Determinante la involución posconciliar del pontificado de Juan Pablo II El Vaticano II estableció una reconciliación con la modernidad, un diálogo con las ciencias, un apoyo incondicional a la dignidad humana en todos sus derechos, una prioridad a los problemas y causas mayores de humanidad, una activación de la sociedad por los grandes valores del Evangelio. Esta siembra hizo que la cristiandad, integrada fundamentalmente por laicos, estimulase la dignidad propia, la responsabilidad, el criterio propio, la creatividad, la mayoría de edad y no fuera posible ya detener el cambio con apelaciones a la obediencia. Juan Pablo II venía de una formación tradicionalista, marcada además por un contexto sociopolítico antinazista, y también profundamente anticomunista y en cierto modo antieuropeo. Su patria había sufrido la humillación de diversos imperios y en todos sus hijos estaban abiertas las heridas, curadas en buena parte por la religión católica. Todo esto le había hecho ver que Europa no caminaba en la dirección de su pasado cristiano, sino que avanzaba por las sendas de la secularización y del laicismo, del ateismo y de un materialismo hedonista y consumista. Su visión de la modernidad era negativa, pues en ella la Iglesia había ido perdiendo prestigio y hegemonía y se iba reduciendo cada vez más al ámbito de lo privado. La opción de Wojtyla iba a ser, pues, la de restaurar, recristianizar a Europa, reconducir todo al pasado. Los males presentes era preciso remediarlos reintroduciendo la imagen de una Iglesia preconciliar: una iglesia centralizada, androcéntrica, clerical, compacta, bien uniformada y obediente, antimoderna. No es de extrañar que el gran teólogo Schillebeekx escribiera: “El concilio Vaticano II consagró los nuevos valores modernos de la democracia, de la tolerancia, de la libertad. Todas las grandes ideas de la revolución americana y francesa, combatidas por generaciones de papas; todos los valores democráticos fueron aceptados por el concilio… Existe ahora la tendencia a ponerse contra la modernidad, considerada como una especie de anticristo. El Papa actual parece negar la modernidad con su proyecto de reevangelizar Europa: es necesario –dice- retornar a la antigua Europa de Cirilo y Metodio, santos eslavos, y de san Benito. El retorno al catolicismo del primer milenio es, para Juan Pablo II, el gran reto. En el segundo milenio, Europa ha decaído y, con ella, ha decaído toda la cultura occidental. Para reevangelizar Europa es necesario superar la modernidad y todos los valores modernos y regresar al primer milenio… Es la cristiandad premoderna, agrícola, no crítica, la que, según el pensamiento del Papa, es el modelo de la cristiandad. Yo critico este retorno porque los valores modernos de la libertad de conciencia, de religión, de tolerancia, no son, desde luego, los valores del primer milenio” (Soy un teólogo feliz, p. 73-74). La restauración alcanzó a la Iglesia universal en todos los niveles y estamentos: sínodos, conferencias episcopales, reuniones del episcopado latinoamericano, congregaciones religiosas, la CLAR (confederación de religiosos y religiosas latinoamericanos), obispos, teólogos, profesores, publicaciones, revistas, etc. Para llevar a cabo la restauración había que volver a los instrumentos de poder y había que contar con movimientos fuertes e incondicionales. Tales fueron principalmente el Opus Dei, Comunión y Liberación, Neocatecumenales, Legionarios de Cristo, etc. Lo ocurrido en el interior de la Iglesia, fue calificado por el gran teólogo K. Rhaner de “larga noche invernal”. Condiciones demasiado negativas impedían encontrar en la Iglesia estructuras de acogida que invitaran a la confianza, al respeto y al diálogo. Todo un clima que hizo que, a pesar de grandes multitudes aplaudiendo al Papa en estadios y plazas, las iglesias se quedaran cada vez más vacías. Con razón pudo escribir el teólogo Hans Küng: “Se requiere un cambio de rumbo de parte de la Iglesia, y de la teología: abandonar decididamente la imagen del mundo medieval y aceptar consecuentemente la imagen moderna del mundo, lo que para la misma teología traerá como consecuencia el paso a un nuevo paradigma” (Küng, H., Ser cristiano, p. 173). La teología de la liberación en España. Hacia los años 1980, en España se acababa el Gobierno del cardenal Enrique Tarancón , que tuvo tan destacado protagonismo en la transición de la dictadura a la democracia. Con el nombramiento de Juan Pablo II como Papa, la posición y pronunciamientos de la jerarquía eclesiástica española tomaban otro rumbo y provocaban creciente malestar y desconcierto en la gente. Esta posición alcanzó su punto culminante ante la aparición y declaraciones insistentes de la Jerarquía eclesiástica con la nueva situación sociopolítica creada por el Gobierno socialista: “Se da una crítica y manipulación de los hechos de la Iglesia, un cerco inflexible y permanente por medio de los medios de comunicación. Somos una Iglesia, crecientemente marginada. No nos dejemos engañar. Lo que hoy está en juego no es un rechazo del integrismo o del fundamentalismo religioso, no son unas determinadas cuestiones morales discutibles. Lo que estamos viviendo, quizás sin darnos cuenta de ello, es un rechazo de la religión en cuanto tal, y más en concreto de la Iglesia católica y del mismo cristianismo” (Mons. Fernando Sebastián, Situación actual de la Iglesia: algunas orientaciones prácticas, Madrid, ITVR, 29 –III- 2007). No se puede ignorar que en los últimos siglos hubo una positiva evolución de la conciencia social y eclesial. El concilio Vaticano II lo entendió perfectamente y, por primera vez, hubo una reconciliación oficial con el mundo moderno, con la democracia, la igualdad, el pluralismo y la libertad. Previo al concilio, se había dado la alianza de la Iglesia con los poderes estatales, la primacía de la religión católica, el protagonismo del clero, la supeditación de los saberes humanos al saber teológico, la devaluación de lo terreno y temporal, la desigualdad, la desconfianza frente al mundo y otras religiones, la obediencia como norma suprema. Y, en esa misma dirección, se propuso actuar Juan Pablo II y Benedicto XVI con los vientos hacia un modelo de Iglesia autoritaria y neoconservadora, no servidora ni anunciante de un Reino de hermanos y hermanas, en igualdad, libertad y amor. Un modelo que dictaba el regreso al pasado, con miedo a una auténtica inserción en el presente. Nace la Asociación de Teólogos Juan XXIII Después de todo lo dicho, se entenderá lo que representó para los años 1980 de España, la creación de la “Asociación de teólogos Juan XXIII”. Fue fundada en el año 1980, en ese cruce del Pontificado de Juan Pablo II con la transición de España y, en espacio previo, el Vaticano II, desatendido y orillado, pero no muerto. A los diez años de funcionar, la Asociación de teólogos Juan XXIII hace evaluación de su caminar y recalca no estar dispuesta a apartarse de su fines: promover el desarrollo de la teología en España y divulgarla; inserirla con empeño renovador en los movimientos y comunidades eclesiales , cuidar el diálogo con la cultura contemporánea y con los logros de la modernidad; hacer de la opción preferencial por los pobres marco básico y lugar epistemológico de la reflexión teológica; contribuir con los sectores más comprometidos a la renovación evangélica de la Iglesia; fomentar la solidaridad fraterna entre todos sus miembros. Fines y tareas de la Asociación de teólogos Juan XXIII La Asociación sabía desde el principio lo arduo de la tarea que asumía frente a una Iglesia clerical, depositaria de la verdad, de la dirección y del mando, con simples fieles reducidos a grey pasiva y obediente. Para sorpresa de muchos, la Asociación se había mostrado en sus diez primeros años, con una plantilla fuerte de téologos (Más de 50) procedentes de las diócesis y diversas congregaciones religiosas, con estudios en diversas Universidades del extranjero, bien preparados y dispuestos a llevar adelante el espíritu y contenidos fundamentales del Vaticano II. Era éste su punto fuerte, al que no podía sustraerse la misma Jerarquía. Sin duda alguna, la característica principal de la Asociación ha sido la Convocatoria de los Congreso de Teología, que tuvieron comienzo en el año 1980 y quese vienen celbrano hasta hoy. Pienso que es necesario subrayar lo que estos Congresos han supuesto para la vida de la Sociedad e Iglesia españolas. Los Congresos comenzaron por tener un interés y una resonancia mediática, que probablemente no se da en ningún otro lugar de Europa, como posteriormente señalaron observadores importantes. La duración fue, en los cuatro primeros años, de una semana, con asistencia de unas 2.000 personas. Y, como no había ocurrido nunca antes, con presencia y espacio notables en la televisión, radio y periódicos más importantes. La convocatoria viene apoyada por unos 60 colectivos, revistas y grupos. A partir del 5º Congreso, la duración se redujo a los cuatro últimos días de la Semana. Y así sigue. Cada Congreso tiene un tema central: Teología y obreza; Esperanza de los pobres, esperanza cristiana; Los cristianos y la paz; Cristianos en una sociedad democrática; Dios de vida, ídolos de muerte; Iglesia y Pueblo; etc. Así sigue y así será en el próximo Congreso, el 37, “Mujeres y religión. De la discriminación a la igualdad de género”, que se celebra en septiembre de 2017. Los temás se tratan interdisciplinarmente, a través de 7 ponencias, completadas con testimonios y experiencias en Mesas Redondas y Comunicaciones. Sólo los ponentes que hn pasado por los Congresos (sociólogos, economistas, políticos, historiadores filósofos y, por supuesto, teólogos) sumarían más de 250. Los teólogos y teólogas, han sido muchos, pero entre ellos hay que contar a los teólogos de la liberaciónpresentes en todos ellos. Es también importante el hecho de que todos los Congresos han sido publicados íntegramente, por el Centro Evangelio y Liberación. Hasta la fecha, son 36 volúmenes. Una joya para el que desee conocer la trayectoria y contenidos teólogicos de esa época. Acaso lo más importante de la asociación haya sido que, a partir de sus primeras convocatorias, los asistentes de una y otra parte buscaron como dar cauce a esta iniciativa de un modo similar en las principales ciudades de España. En breve, fueron surgiendo Convocatorias de este tipo en Barcelona, Málaga, Valencia, Vitoria, Pamplona, Oviedo, Santiago de Compostela, Zaragoza, Albacete, Burgos, Logroño, etc…, como un onda expansiva que alcanzaba y promovía cada vez más la unión entre movimientos, colectivos y comunidades inspiradas en una teología renovada, comprometida y liberadora. Los Congresos, Foros o Semanas hicieron crecer la continua demanda de teólogos para impartir conferencias en otros muchos lugares y hacer circular sus escritos. Capítulo aparte merecería la reseña de las publicaciones de todos ellos, en muy diversas modalidades, que han servido para impulsar, profundizar y fortalecer esta nueva Teología liberadora, expresión del Evangelio y de un nuevo rostro de Iglesia. Relación de la Asociación de teólogos Juan XXIII con la jerarquía eclesiástica . Teniendo en cuenta el escenario sociopolítico y eclesial que hemos descrito, a nadie extrañará la actitud que iba a tomar la jerarquía eclesiástica con la Asociación. En el período de los cinco primeros años fue de recelo y desconfianza mutuas. Le siguió uno más breve de dos años, en que hubo un intento de aproximación y diálogo a través de una comisión de cinco teólogos con tres obispos. El intento no llegó a ningún acuerdo positivo, pues los obispos expresaron como puntos fundamentales que debía abandonar la Asociación: su carácter escasamente jerárquico, su carácter civil y su rechazo al reconocimiento canónico de la misma. La Conferencia episcopal, -estábamos ya bajo el nuevo rumbo del Papa Juan Pablo II-, debía aceptar la línea de Roma, y no olvidar la denuncia que el cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, había formulado contra la Teología de la liberación. La Asociación, en la evaluación mencionada, escribe. “Creemos honradamente que es excexiva la pretensión episcopal de decidir casi continuamente en cuestiones teológicas disputadas y, por supuesto, la de pretender que los teólogos sean antenas de repetición del magisterio jerárquico”. El intento de diálogo acabó ahí. La involución creció y había consigna entre los obispos de no asistir a los Congresos, aunque no por ello dejaron de asistir algunos de ellos. A través del entonces secretario de la Conferencia Epis copal, Fernando Sebastián, se pasó información a la Confer masculijna y femenina en estos términos: “ Los tres obispos que hemos intervenido en estos diálogos con los teólogos quedamos con la convicción de no haber llegado a conclusiones operativas que permitan esperar una modificación de los Congresos hasta hacerlos aceptables como una actividad legítima dentro la comunidad cristiana… Nos hemos encontrado con una entalidad………fuertemente vinculada al movimiento de la teología de la liberación y de algunos teólogo europeos especialmente críticos”. Ante esta postura episcopal, no faltaron voces que la denunciaban como arbitraria e injusta. Baste coo muestra estas dos: ” No comprendo los recelos que podáis tener con la Juan XXIII, cuando pragmáticamente es una buena mediación para llevar a cabo esta actitud evangélicamente crítica frente a un régimen que se presenta como liberador con respecto a la pasada dictadura” (José Mª González Ruiz). “Estoy en contra de la sofocación que se ha llevado a cabo del concilio Vaticano II , el cual prometía una apertura del Cristianismo , de la ética social cristiana y sin embargo eso no ha ocurrido. La Fuerza del Cristianismo está sofocada por movimientos conservadores que todos conocemos “ (José Luis Aranguren) . Me quito la mitra delante de los buenos teólogos Si resulta que la renovación de la Iglesia, antes y a partir del Vaticano II, fue preparada e impulsada por los teólogos, también es verdad que ningún otro gremio como el de los teólogos ha tenido que sufrir la censura, el desprestigio y la represión después del VaticanoII. Pasan del centenar los que hubieron de sufrirla. Por eso, resonaron rogocijantes las fraternales y cariñosas palabras que el obispo Pedro Casaldáliga (50 años ya testigo del evangelio y sin retorno en el Sertao del Brasil) dijo en su ponencia mandada por video para el Congreso XVI de 1996: “Aprovecho la ocasión para quitarme la mitra v delante de los buenos teólogos y teólogas que tiene España incluso para reparar la predisposición , una predisposición casi innata, casi instintiva de ciertos obispos de la jerarquía en general, bastante general con respecto a los teólogos. Yo os pido teólogos y teólogas, que sigáis ayundándonos. Con mucha frecuencia los obispos creemos que tenemos la razón, normalmente creemos que la tenemos siempre, lo que pasa es que no siempre tenemos la verdad, sobre todo la verdad teológica, de modo que os pido que no nos dejéis en una especie de dogmática ignorancia. Y hablando de los teólogos de España, creo que es de justicia subrayar que hoy en España haya teólogos y teólogas (las teólogas son más recientes) a la altura de aquel siglo de oro de las letras, y del pensamiento españoles, y ni Italia, ni Francia, ni Alemania, por citar a los países más vecinos, dejan atrás ni en número ni en calidad la galería de teólogos que tenemos en España, y pido a la Asamblea un aplauso”. Nueva teología y nuevo estilo de vida cristianos Afortunadamente el Vaticano II había asumido los resultados de una nueva Exégesis y de una nueva Teología que contribuían a recuperar la desfigurada originalidad del cristianismo. El Vaticano II fue el espaldarazo a esta cita de consecuencias imprevisibles , que generaría un nuevo talante y una nueva manera de ser cristiano. En esta perspectiva, la Asociación de teólogos Juan XXIII entendía que a la teología le aguardaban tareas ingentes de cambio y “aggiornamento”: historificar el Evangelo haciéndolo oir en medio de la iniquidad que divide al mundo en ricos y pobres; reconciliar la fe con la razón y la ciencia , la terrenalidad y la historia, la democracia y el pluralismo, la libertad y la diferencia, lo universal y lo particular; poner en el centro de todo la dignidad de la persona para construir entre todos un mundo que se apoya en esa fe común de la dignidad de la persona y sus derechos; suscitar espacio de búsqueda, duda y apertura a la trascendencia: El cielo de la persona humana no va a ser explorado por cosmonautas de la tecnología, sino por duendes ingénitos del espíritu. El éxtasis mismo de la existencia es umbral y condición para el surgir y creación de la teología. El poder, los poderes, como potencia social permanente, ni escucha ni habla. El poder no discute: actúa. Y actúa siempre en silencio, imponiendo su fuerza, unas veces material y otras moral, porque sabe que nosotros nunca vamos a pasar de las palabras, de los reproches y de los aspavientos. Somos nosotros los que hablamos solos como el que se desgañita en el desierto. Somos nosotros los que nos pasamos la vida reprochándole y acusándole de lo que hace y de lo que no hace. Pero el poder nunca contesta, nunca dice nada. Al menos nada que tenga que ver con nuestras quejas, con nuestros lamentos, con nuestra indignación, con nuestras frustraciones y con nuestros desengaños en tanto que ciudadanos de una república inexistente. Es más, el poder se ríe de nosotros…
Si acaso el poder en otros países a veces balbucea y algo responde, pero si el poder es español, la incomunicación con la ciudadanía es absoluta… Si no estuvieses conforme, dime qué dice la Banca, qué dicen los de las puertas giratorias, qué dicen los del Ibex35, qué dicen los magistrados, qué dicen la curia, los obispos y arzobispos, qué dicen los generales del ejército, salvo ofrecerse a llevar la fuerza a donde a los otros convenga: nada. Y si dicen algo es para provocar, para recordarnos sus ultrajantes beneficios a nuestra costa, para exhortarnos a los viejos a que nos muramos, para hablar de sus leyes enrevesadas para mejor esconder tanta y tan ofensiva desigualdad, para echarnos en cara sus irrisorios méritos para haber obtenido el privilegio, para amenazar, para amedrentar, para encarcelar, directamente por leyes positivas o indirectamente por mandato gubernativo… El poder lo protagonizan todos los que forman parte de él y al mismo tiempo ninguno. Para ejercer su dominio apabullante, aparte de esa estrategia del silencio, el poder se vale de otros tres recursos que en esa medida nadie posee: simulación, mimetismo y metamorfosis. Gracias a esas tres cualidades se reproduce indefinidamente desde la noche de los tiempos, sin que el proceso de reproducción permanente se haga patente para el mundo. De ahí las inútiles intentonas de reformarlo a fondo, sólo el paso del tiempo lo consigue, y la imposibilidad metafísica de destruirlo: es indestructible. Y así es cómo sucede algo que nos mueve a la desesperación a los idealistas: los intentos por acabar con el poder y por cambiar el mundo acaban empeorando el mundo. Conozco muy superficialmente las tres religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo, Islamismo) como para hablar con un mínimo de profundidad sobre ciertos aspectos de las mismas y, en este caso que nos atañe, de la mujer. Debo decir también que tampoco soy experto en ninguna otra por lo que al resto de religiones se refiere, como para hacer algún tipo de comparación. Sin embargo, sí que me veo con cierta capacidad para hacer un poco de hincapié en algunos aspectos de las primeras; concretamente del papel de la mujer.
Es más que evidente que la mujer no sale bien parada, que digamos, en las tres religiones monoteístas; pensando en los posibles motivos me ha parecido ver con meridiana claridad que la razón puede radicar en el hecho de surgir ambas de la misma raíz o tener idéntico origen. Para comenzar no es sospechoso que las tres tengan un fundamento clave que es por encima de todo patriarcal: Yahvé, Dios, Alá. Y no se trata de cuestión de nombres, sino de realidades puras y duras que tienen al sexo masculino, en toda plenitud, si se quiere, como fundamento de todo lo que pueda venir después. Normalmente un dios, en los tres casos, que es por encima de todo omnipotente, poderoso, capaz de aniquilar implacablemente a los enemigos, algo propio del guerrero masculino por antonomasia; un dios al que se le nombra con el calificativo de “padre”, no permitiendo que salga para nada la palabra “madre”, aunque sí aparezcan en algunos momentos ciertos aspectos de ella, como que tiene entrañas, por ejemplo; por otro lado, en la religión que lo permite, dentro de las tres, se le representa con la figura de “varón”, normalmente bien plantado y con barba más que poblada. Con estos precedentes no hace falta ser muy avispados para intuir que la mujer lo tiene bastante mal a la hora de ocupar un papel, no ya relevante, sino el que la correspondería como la otra parte equitativa que es de la humanidad. Ello no quiere decir que no haya excepciones. Creo que no es el momento de hacer un recorrido por el Antiguo Testamento, pero encontraríamos casos en que la mujer juega un papel preponderante por su sagacidad, su valor, su coraje u otras virtudes. Se me ocurre pensar, por ejemplo, en el caso de Judit. Sería injusto omitir que en el Antiguo Testamento existen más casos donde la mujer juega un papel de cierta relevancia, pero, con todo ello, es el varón quien realmente se lleva la palma. Si nos adentramos en el Nuevo Testamento nos encontraremos con una situación semejante. Menos mal que Jesús consigue resituarla un poco, ensalzándola y levantándola en cierta manera del profundo hundimiento, heredado del Antiguo Testamento, al que continuaba sometida. Solamente, por citar el caso para mí más flagrante, me gustaría mencionar a la mujer adúltera que el evangelista Juan describe en el capítulo 8. Que yo sepa el adulterio es cosa de dos; ¿por qué el castigo era solamente contra la mujer? Pienso que sobran explicaciones. Si nos adentramos dentro del Cristianismo, serían varios los momentos que tendríamos que tener en cuenta. Para comenzar, mencionar simplemente de pasada el papel que en general san Pablo otorga a la mujer: “las mujeres guarden silencio en las iglesias, porque no les está permitido hablar” (1Cor, 14,34); creo que es el texto más claro en este sentido junto con aquel otro en qué dice que “La mujer ha de estar sometida al marido” (Col 3,12-21) Aunque también es verdad que menciona algunas otorgándolas un papel clave en su predicación; tal es el caso de Febe, Priscila, Lidia, etc. Incluso a su favor, por supuesto, está el texto de Gal 3,28 donde pone al mismo nivel a la mujer y al varón “Ya no hay judío ni pagano, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Más tarde, sobre todo las diferentes iglesias surgidas de la Reforma adoptaron un papel más positivo respecto a la mujer; especialmente si nos atenemos a tiempos más recientes. Para no extenderme, simplemente mencionar el acceso al presbiterado y al episcopado de la mujer en ciertas Iglesias Reformadas, frente al inmovilismo tenaz y tozudo del Catolicismo y de las Iglesias Ortodoxas principalmente. Personalmente considero que son migajas que se quiera ver como un paso muy avanzado el hecho que se esté “estudiando” la posibilidad que la mujer pueda acceder al ministerio del Diaconado en la Iglesia católica. Creo que se hace más que urgente que la mujer católica pueda recibir ya el Sacramento del Orden sacerdotal, pues debe tener los mismos derechos y deberes que el varón, no solo porque así es en la sociedad civil, sino porque la comunidad cristiana lo requiere. Y si nos adentramos en la Religión Judía, tal como la viven en la actualidad los judíos ortodoxos, sobra decir que son los varones quienes ocupan el lugar principal de la sinagoga y es única y exclusivamente el Rabino el encargado de leer la Torá y de comentarla o interpretarla, si hubiere lugar. Claro que, si vamos al mundo musulmán, sobra decir que la mujer no “pinta” absolutamente nada en el campo religioso, aunque pueda parecer muy fuerte; existiendo también aquí la separación de sexos, con preeminencia de los varones, siendo el Imán el único encargado de convocar a la oración y dirigirla. Precisamente para acabar, dos cosas nada más sobre la mujer en el Islam. No hace falta decir mucho, pues, se ve a toda luz, el hecho que la mujer islámica se encuentra en un estadio de infravaloración que clama al cielo. Más aún, cuando en el Islam el aspecto social y el religioso están tan imbricados que resulta muy difícil saber cuándo actúan por unos motivos o por otros. El Imán es el que interpreta el Corán, dicta las normas, dirige la oración, etc. En la mezquita, hombres y mujeres están separados, entre otros aspectos. Y ya, como colofón, aunque muchos dirán que se trata del tópico de siempre, está el tema del velo o hijab que personalmente lo considero un signo de sumisión claro, evidente y rotundo frente al varón. Me lo dijeron en una ocasión unas monjas de un monasterio contemplativo que decidieron conservar el hábito y quitarse el velo, “porque ellas -cito palabras textuales- no estaban sometidas a nadie ni por nadie”, y el velo lo consideraban como el signo más evidente de dicho sometimiento. Ya no digamos a la hora de desempeñar cualquier tipo de cargo o función en la sociedad en qué viven que les está vedado en la gran mayoría de los casos, por no decir en todos, dependiendo principalmente del lugar. Me parece urgente, necesario y de derecho humano la liberación de la mujer en el Islam de tantas ataduras indignas como la ligan y la someten. ¡Lástima que de un tronco tan pleno de libertad como es el monoteísmo hayan salido unas ramas tan rígidas y con tan poca sabia! Quizás debiéramos recapacitar un poco, pues a lo mejor no hemos sabido o no hemos sido capaces de regar y abonar dicho tronco, como dice la parábola del Evangelio respecto a la higuera. "Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento"
Decía Eleanor Roosevelt que «nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento». No podemos dar tanto poder a los otros, como para que sean capaces de anularnos, hacernos renunciar a nuestros sueños o limitar nuestros derechos, y mucho menos para que nos roben la decisión de ser lo que queremos ser. Llega el día de la mujer y se multiplican los actos y las reivindicaciones. Una jornada en la que se habla de lo que no tenemos, de lo que no nos dejan, de lo que nos quitan, de lo que... Es bueno reivindicar y gracias a ello hemos avanzado, pero escuchar siempre con la misma música y movernos todos al mismo ritmo de lo que «somos y no podemos», de lo que «queremos y no nos dejan», de lo que «aspiramos y nos limitan» nos hace perdernos la gran riqueza de lo que somos y tenemos, de lo que hacemos y podemos y de lo que hemos conseguido por nuestros méritos, con nuestras particularidades y con nuestro sello. No tenemos que esperar a que nos den un papel en la sociedad, en la Iglesia o en donde sea. Tenemos que tomarlo, ejercerlo, vivirlo. Y si no nos dejan, no renunciar. Ser capaces de buscar alianzas, celebrar la vida, crear complicidades y generar alternativas. Estoy convencida de que hombres y mujeres tenemos la misma dignidad y que eso es indiscutible. Igualmente nadie puede negar que somos diferentes y que eso es una riqueza, y que por lo mismo sería un error querer ser idénticos. Las mujeres tenemos unas características que enriquecen a la sociedad y que solo nosotras podemos aportar. Igualmente, nuestra misión en la Iglesia es muy amplia y va mucho más allá y es mucho más rica que la sola lucha por un tipo de ministerio, el sacerdotal. Celebrar el día de la mujer, en el año 2018, es una oportunidad para seguir tejiendo un mundo más justo fraterno y solidario; para valorar y reconocernos en lo bueno, grande y bello que tenemos y podemos, y para dejar de dividirnos los unos contra los otros, haciéndonos a la mar, remando todos en la misma dirección, que es la que conduce a la plena realización de todos y cada uno, en un mundo en el que el respeto, la igualdad y la dignidad son el pan nuestro de cada día, porque cada día nos hemos alimentado del pan de la unidad, el servicio y el amor fraterno. Feliz día de la mujer. Feliz día de la hospitalidad. Feliz día de la familia humana en la que todos somos iguales en dignidad y cada uno único e irrepetible en su riqueza personal. Estamos en el cap. III. Este evangelio es un esquema teológico. Cada capítulo tiene identidad por sí mismo, aunque éste es el que menos unidad interna muestra. El punto de partida es el diálogo con Nicodemo: “te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo le responde: eso es imposible. Jesús insiste: “El que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. ¿Cómo puede ser eso? Comienza el discurso que hemos leído.
El domingo pasado, Jesús arremetió contra el culto que se desarrollaba en el templo. Hoy arremete contra la manera de interpretar la Ley que tienen los fariseos. En ambos casos se trata de instituciones antiguas, vacías de contenido, que hay que sustituir. No se trata de una nueva interpretación, (es lo que busca Nicodemo) sino de algo completamente distinto: hay que nacer de nuevo. No debemos pensar en discursos pronunciados por Jesús. Jn pone en boca de Jesús una cristología propia de finales del s. I. Lo mismo que Moisés levantó la serpiente. Lo que hizo Moisés es recordar al dios egipcio Ranenutet (representado por una serpiente). Su Dios le manda construir la imagen de otro dios. Es imprescindible saber que el dios egipcio era a la vez veneno y antídoto; muerte y vida; opresión y salvación. Al ser crucificado, Jesús representa a la vez, muerte y vida, humillación y exaltación. Al decir “levantado”, va más allá de una alusión a la serpiente. La cruz es manifestación de la lealtad de Dios. Es la exaltación de Jesús. Para que todo el que lo haga objeto de su adhesión (crea) tenga Vida definitiva."Vida definitiva" Denota la calidad de vida propia del estadio definitivo. Traducir por "eterna", empobrece el significado, por insistir solo en la duración y no en la calidad. La consecuencia de “ser levantado en alto”, es alcanzar plenitud de Vida. El Espíritu que nos comunicará será la fuente de verdadera Vida para todos los que le acepten. Demostró Dios su amor al mundo. El amor se hizo visible en un acto. No se dirige solo a los cristianos, sino al mundo. Jesús es el don de Dios a la humanidad. "Dar a su Hijo" no se refiere, aquí, sólo a la encarnación, sino a la crucifixión. Para Juan, Jesús es enviado al mundo. Para los sinópticos, a Israel. La salvación está destinada a todos. No solo al pueblo elegido, sino a todas las naciones. Se acabaron los privilegios. La Vida del Espíritu se ofrece a todos. Este evangelio se escribió a finales del s. I. El que le presta adhesión no tendrá sentencia; el que se la niega, ya tiene la sentencia. No hay lugar para la indiferencia. La sentencia negativa o positiva, no es consecuencia de un acto de Dios. Es el resultado de una actitud por parte del hombre. Si comprendiéramos bien este versículo, cambiaría todo el modo de entender la moral. Desde la visión farisaica (y la nuestra), Dios juzgaba a los hombres después de ver sus acciones. Si eran conforme a la Ley, los salvaba, si eran contrarias a la Ley, los condenaba. Dios es justicia. Todo está siempre en equilibrio. Cada acto del hombre, le coloca en su sitio. Los hombres han preferido las tinieblas a la luz. "Su modo de obrar" denota el proceder habitual, no un acto puntual. En el prólogo se nos había dicho: "y la Vida era la luz de los hombres". No es la luz la que da Vida (como maestro), sino al revés: es la Vida la que te iluminará. Sin Vida no se puede aceptar la luz. La falta de Vida lleva consigo el rechazo de la luz. Mantener una relación con Dios desde la Ley, desde lo externo, sin Vida, es mantener la relación de injusticia en que están los dirigentes religiosos. El que oprime al hombre no puede aceptar la luz. La adhesión a Jesús exige salir de la situación de opresión. El que obra con bajeza... El que practica la lealtad. "Obra con bajeza (practicar lo malo), se opone a “practicar la lealtad”. "Hacer la verdad" es un semitismo que utiliza Juan, y lo opuesto es "hacer la falsedad". El que es cómplice de la muerte no aguanta la Vida. La considera como una agresión. No se eligen las tinieblas por el valor que puedan tener en sí, sino por odio a la luz. No son las doctrinas (luz) las que separan de Dios, sino la conducta (Vida). Quién con su modo de obrar daña al hombre, se opone al amor-vida. Rechazando la luz, cree poder continuar haciendo el mal sin ser descubierto. Practicar la lealtad es lo contrario de obrar con bajeza. Equivale a hacer lo que es bueno para el hombre. Al emplear "lealtad" nos está diciendo que el amor no es algo teórico, sino práctico. La Vida es anterior a la luz. El acercamiento a la luz, se hace por amor a la luz, no para que se vean las obras. Las que son "realizadas en unión con Dios" no son obras hechas según Dios, sino algo más: Obras en las que, con la actividad del hombre, se ve la de Dios revelando su gloria-amor. Creer va unido a las obras buenas. La incredulidad acompaña a las malas. En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús según este evangelio: 1) La salvación es Vida. 2) Viene de Dios que es VIDA. 3) Es don gratuito e incondicional. 4) Es absoluto, no una alternativa a la condenación. 5) Exige la adhesión a Jesús. 6) Se manifiestas en las obras. Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa salvación. Tendemos a esperar de Dios una salvación raquítica. Hablar de salvación, es plantearse el sentido último de la vida. Sería desplegar las más elevadas posibilidades humanas. El término “salvación” tiene connotación negativa y eso es muy peligroso a la hora de entender el evangelio. El pensar en la salvación en términos negativos ha paralizado nuestro desarrollo. Hemos creído que, si elimino el pecado, estoy salvado. Salvarse no es evitar la condenación. La salvación es siempre positiva; sería llevarnos a una plenitud de ser, llevando al límite las posibilidades de nuestro verdadero ser. La salvación no me viene de fuera. La salvación surge de lo hondo de mi ser. Desde ahí, Dios presencia y posibilita mi plenitud. Hay que tener muy claro que me salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la del hombre, ni se suman, ni se restan, ni se interfieren, porque son de naturaleza distinta. "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti" (Agustín). Todo lo que depende de Dios ya está hecho. Mi salvación depende solo de mí. La conciencia que tenemos de que Dios puede no salvarme, es prueba de que esperamos una salvación equivocada. Queremos que Dios nos libere del sufrimiento, la enfermedad, la muerte… Todo eso forma parte de nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni siquiera Dios puede hacer que sigamos siendo criaturas sin limitaciones. Buscar la salvación por ahí es un error garrafal. La salvación tiene que realizarse a pesar de mis limitaciones. La salvación no es cambiar lo que soy ni añadir nada a lo que ya soy. Es una toma de conciencia de lo que en realidad soy, y vivir en esa conciencia. Es descubrir el tesoro que está escondido dentro de mí y disfrutar de él. “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo”. Se trata de “conocer”. Meditación Hay que nacer de nuevo. Somos fruto de la evolución de la carne. Yo no he nacido como ser espiritual. Tengo la capacidad de llegar a serlo, pero debo desplegar esa capacidad que se me ha dado. Si no la despliego, me quedaré en la carne. |
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