Quien padecía de "lepra" sufría, además, la condena religiosa –según la doctrina oficial, no podía tener ningún acceso a Dios- y la más estricta marginación social.
Los humanos siempre tratamos de echar lejos aquello que tememos; los leprosos eran expulsados de la sociedad, vivían en grupos apartados, con la prohibición estricta de acercarse a las personas sanas. Igualmente, caía en la impureza quien se acercaba a ellos y se atrevía a tocarlos. Por eso, la reacción de Jesús es insólita. Cualquier judío –mucho más, el más piadoso- se hubiera echado atrás. Jesús, por el contrario, se conmueve y, a pesar de quebrantar la Ley e incurrir en impureza legal, lo toca. En el relato, la figura del leproso –no tiene nombre- aparece como el prototipo de toda marginación y representa a todos los marginados de Galilea. Si esto es así, la narración nos hace ver a Jesús frente a los excluidos de su pueblo, que se sienten indignos y humillados ("de rodillas"). Ante esa situación, Jesús experimenta compasión que hace brotar en él una respuesta amorosa que, naciendo de sus entrañas y venciendo las normas rituales, se transforma en una palabra eficaz que devuelve a la vida al hombre enfermo y marginado. Entre líneas, el autor del evangelio nos dice más: la Ley no expresa la voluntad de Dios. La Ley amenazaba con la impureza a quien osara tocar a un leproso; los hechos demuestran que ocurre más bien lo contrario: el contacto lo deja limpio y purificado. Jesús despide al hombre con un doble encargo: presentarse al sacerdote –que era quien, según la legislación mosaica, debía otorgarle el acta de curación que le permitía la integración a la vida social- y no decirle a nadie lo que había ocurrido. Esta segunda exigencia, imposible de cumplir, se entiende en el contexto del llamado "secreto mesiánico" del evangelio de Marcos: con ese artificio literario, el evangelista intentaría mantener el "suspense" acerca del mesianismo de Jesús cuyo significado se revelaría, finalmente, en la cruz. En cierto sentido, podría decirse que toda la sabiduría y, más ampliamente, el modo de situarnos en la vida se resume y cifra en una sola actitud: la compasión, hacia uno mismo y hacia los demás. La compasión constituye el núcleo de todas las grandes tradiciones de sabiduría, así como el corazón de la llamada "regla de oro": "Trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran a ti". Y en ella puede resumirse toda la sabiduría porque, como reconoce el Popol-Vuh, o Libro del Consejo, de los mayas, "cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca".
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Podríamos considerar que una persona mística es la que potencia al máximo, en todas sus capacidades, la más profunda dimensión de humanidad que está llamada a alcanzar.
Dios empeñado en ser humano y nosotros empeñados en ser místicos (Federico Carrasquilla). Sí, porque humanizarnos es divinizarnos, dar a luz la esencia más auténtica que llevamos dentro, compartir con gozo el ADN que nos une a los demás seres humanos, a los animales, las montañas, los ríos y mares, la atmósfera, el universo que nos rodea y acoge en su seno. Sintiéndonos uno con Todo, cercanos, familiarizados junto al otro. No podemos entender hoy la mística como se vivía en el siglo XVI. Aunque haya que beber en las fuentes cristalinas de los místicos y místicas de ese siglo (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz...) y de todos los tiempos, culturas, religiones, filosofías y creencias. Porque los tiempos han cambiado. Ahora vivimos en un mundo globalizado, en la era digital de las redes sociales a escala mundial. No podemos creer, vivir o comprometernos, de la misma forma que antes, después de internet, la física cuántica y la teoría de la relatividad. Han cambiado las formas de conducta, las personas y grupos de referencia, los modelos de familia, los paradigmas en tantos órdenes de la vida. Y aunque nuestro mundo de las prisas no nos invite a ello, tenemos que buscar nuestros espacios de serenidad y silencio, detener un momento nuestra celeridad, para aclararnos sobre todo lo que nos llega y mandar a la papelera tanta basura y spam, siendo capaces de reflexionar sobre lo importante y trascendente, tomando una postura comprometida para poder respirar, sentir y vivir de otra manera. Junto a otros muchos que, de distintas maneras, buscan lo mismo. Aquí dejo unos cuantos rasgos que, bajo mi punto de vista, definirían a una persona mística de nuestros días. Evidentemente hay muchos más, desde otras sensibilidades, culturas, creencias. Ofrezco con humildad algunas, las mías. * Una persona mística no se cree que lo sea, sino que vive con mucha naturalidad todo lo que sucede a su alrededor, lo que experimenta en el día a día, lo que da sabor, valor y aliento a su cotidianidad, lo que le ofrece luz para seguir mirando, a través de su ventana, el horizonte que siempre hay más allá. * Una persona mística favorece un buen clima a su alrededor, sonríe al compañero de estudio o trabajo, intenta crear armonía, disculpar los errores de los demás, alentar los ánimos, enjugar una lágrima, llevar alegría para contrarrestar tanta tristeza y mantener siempre el buen humor. * Una persona mística busca espacios propios para profundizar sobre todo lo que vive, lo que acontece en el mundo, lo que siente en su hondón personal. Serán cinco minutos o una hora, en su habitación o paseando, charlando o callando, pero no dejará de intentarlo cada día. * Una persona mística se deja afectar por las injusticias, la exclusión, el odio, la enfermedad, la muerte. Intenta que no le ahogue el mar de la indiferencia y se mueve como pez en el agua por senderos solidarios, junto a otras muchas personas que se esfuerzan por cambiar y mejorar su mundo. * Una persona mística hace todo lo posible para no dejarse abatir por las dificultades, las derrotas personales o las de los empobrecidos y desheredados. Eso no significa que no derrame lágrimas amargas, que no grite ni se enfurezca ante la prepotencia y el abuso de los poderosos. * Una persona mística sabe que "no se remienda con una tela nueva en un vestido viejo, ni se echa vino nuevo en barricas viejas". Por eso, cuando ve que algo ya no sirve, ni tiene sentido seguirlo o creerlo, lo abandona con gozo, agradeciendo lo positivo que le ha aportado. * Una persona mística está siempre abierta a lo nuevo, a lo inédito y sorprendente. A lo que puede descubrir por sí misma o junto a los demás, manteniéndose siempre en búsqueda, en todos los órdenes de la vida. * Una persona mística se desprende de viejas creencias, de dogmas rancios, de ideologías desfasadas, de oxidadas formas de entender la vida (cuando ya se han superado). Y, después de valorarlo bien, se apunta y contribuye a crear a nuevas realidades sociales, políticas, culturales o eclesiales, que aportan nueva savia a las instituciones, los partidos, estamentos y asociaciones... * Una persona mística procura ser coherente entre lo que piensa, habla y vive, en medio de un mundo de engaños, ocultamientos y mentiras, de tantas medias verdades. Porque solo así será aceptado por los demás. Solo así se podrá aceptar a sí mismo. * Una persona mística se deja afectar por el dolor, el sufrimiento, la discriminación, las leyes injustas, el odio, la guerra, el hambre de tanta gente, en tantas partes del mundo... Sentirá ante estas realidades cómo se le conmueve el corazón, e intentará remediarlo de alguna manera, en la medida de sus posibilidades. * Una persona mística cree que otro mundo más justo, fraterno, pacífico y solidario es posible y se compromete para conseguirlo. En primer lugar en su entorno cercano, junto a otras personas solidarias, llenas de humanidad. Pero no olvidará ni dejará de trabajar nunca por cualquier persona, de cualquier parte del mundo, que sufra o esté oprimida. * Una persona mística se sentirá unida a todos los seres humanos, en sus alegrías y tristezas. Y también a todos los seres vivos, a toda la naturaleza, a la Madre Tierra, al sistema solar, al universo entero. Porque sabe que todos estamos unidos e interrelacionados con Todo y que formamos parte de una única familia. Nuestro ADN proviene del polvo sideral inicial. * Una persona mística reconoce que hay un eco de fondo, una presencia inefable, que le invita a realizarse, a humanizarse, a entrañarse en la realidad. Siente un aliento vital que le da la vida; que forma parte de un proyecto común, junto a toda la humanidad y el planeta Tierra del que forma parte. * Una persona mística no cree a pie juntillas o se deja influenciar solo por lo que ve y escucha en los medios de comunicación, sino que atiende a otros medios alternativos y mira con otros ojos, con otra mirada, más allá de lo que los hechos concretos le muestran. Sin despegarse de la realidad, sabe encontrar otros sentidos y mensajes ocultos, sabe esperar a que otros brotes vayan surgiendo a su alrededor, y dentro de ella misma. * Una persona mística reconoce que su comportamiento y consumo afectan al medio ambiente en el que vive y a la humanidad más empobrecida y excluida. Por eso se esfuerza en vivir de una forma sencilla, austera, responsable, solidaria. Y que esta forma de vida, a pesar de los mensajes publicitarios, le hace feliz y que goce de tantos pequeños placeres que se nos ofrecen cada día y que están ahí, a mano, gratuitos, para ser degustados... * Una persona mística "cuida sobre todo de su corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida", e intenta satisfacer en lo posible en su cotidianidad el anhelo de interioridad, de espiritualidad, de realización personal y humana que lleva dentro. Y desde ahí sale renovado, más humano y dichoso, para seguir caminando humildemente, en el día a día, con sus compañeros y compañeras de camino, compartiendo amor, ternura, afecto, ilusión para vivir en plenitud, desviviéndose por los demás. Volver a empezar
El primer domingo de Cuaresma, en cualquiera de los tres ciclos, se dedica siempre a recordar las tentaciones de Jesús. Eso supone que debemos dar marcha atrás, olvidarnos de que ya estaba recorriendo Galilea con sus discípulos y volver a empezar. Jesús acaba de bautizarse, ha recibido una misión de Dios. Pero antes de lanzarse a una actividad pública, el espíritu lo impulsa al desierto. Con este relato, muy simbólico y que no se presta a conclusiones piadosas, Marcos quiere plantearnos desde el comienzo el misterio de la persona de Jesús. Un relato sin tentaciones Si se hiciera una encuesta a los cristianos sobre las tentaciones de Jesús (suponiendo que hayan oído hablar de Jesús y de las tentaciones) algunos mencionarían la de convertir una piedra en pan; otros, que Satanás le ofreció toda la gloria y riqueza si lo adoraba; los más listos incluso recordarían lo de tirarse desde el pináculo del templo. Con eso, demostrarían conocer los relatos de las tentaciones que cuentan Mateo y Lucas. Pero Marcos no dice nada de eso. Con una brevedad pasmosa sólo dice que Jesús es impulsado por el Espíritu al desierto, tentado por Satanás, vive con las fieras y los ángeles le sirven. Más que un relato parece un guion con seis datos que el catequista deberá desarrollar. El Espíritu. En la tradición bíblica, el Espíritu es el que impulsa a los Jueces y a los profetas a realizar la misión que Dios les encomienda: salvar al pueblo de sus enemigos o transmitir su palabra. En este caso, con notable diferencia, el Espíritu impulsa a Jesús al desierto. El desierto es el lugar de la prueba, como lo fue para el pueblo de Israel cuando salió de Egipto, camino de la Tierra Prometida. Allí fue tentado, para ver si eran fieles. Y la inmensa mayoría sucumbió en la prueba, mostrándose un pueblo de corazón duro y obstinado. Jesús, en cambio, superará en el desierto la tentación. Los cuarenta días equivalen a los cuarenta años que, según la tradición bíblica, pasó Israel en el desierto. Es número de plenitud, de tiempo redondo (recuérdense los cuarenta días del diluvio, los cuarenta días entre la resurrección de Jesús y la Ascensión, etc.). Satanás. Nosotros hemos adornado este personaje con tantos elementos (incluidos cuernos y rabo) que conviene dejar claro cómo lo concibe Mc. El evangelista usa el nombre de Satanás en cinco ocasiones (1,13; 3,23.26; 4,15; 8,33), y desaparece en la segunda parte del evangelio (cc.9-16); curiosamente, la última vez que se menciona a Satanás no se refiere al demonio sino el apóstol Pedro, que quiere apartar a Jesús de la pasión y la cruz. Por consiguiente, Satanás es el símbolo de la oposición al plan de Dios. Satanás quiere apartar a Jesús del camino que Dios le ha trazado en el bautismo: hacer que se olvide de pobres y afligidos, dejar de consolar a los tristes, no anunciar la buena noticia. O, como hará Pedro más adelante, pedirle que cumpla su misión, pero sin pensar en cruz ni sufrimientos. Fieras y ángeles. Esta curiosa mención está cargada de simbolismo. Los animales del desierto no son los que ve cualquier campesino galileo a su alrededor: mulos, vacas, ovejas... Son escorpiones, alacranes, etc. Y esto nos recuerda el Salmo 91,11-13, donde aparecen mencionados junto con los ángeles: «A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en todos tus caminos; te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre chacales y víboras, pisotearás leones y dragones». Jesús, en el desierto, sufre la tentación de Satanás. Pero Dios está a su lado, lo protege mediante sus ángeles, y hace que triunfe de todos los peligros. Estos elementos (tentación, vivir con los animales, servicio de los ángeles) recuerdan al relato de Adán en el paraíso, tal como se contaba en las tradiciones rabínicas. De este modo, Mc presenta a Jesús como el nuevo Adán, que, a diferencia del primero, no sucumbe a la tentación, sino que la supera. El recuerdo del bautismo Desde antiguo, la celebración de la Pascua quedó vinculada con el bautismo de los catecúmenos el Sábado Santo, y eso ha influido en la selección de las lecturas de la Cuaresma, que pretenden recordar episodios que jugaron un gran papel simbólico en la preparación para el bautismo. La carta de Pedro (llamada así aunque no la escribió san Pedro) ve en el diluvio un simbolismo del bautismo: Noé y sus hijos se salvaron cruzando las aguas del diluvio, el cristiano se salva sumergiéndose en el agua bautismal. Menos clara es la relación de la lectura del Génesis con el bautismo; aunque también ella habla de Noé, todo se centra en la promesa de Dios de no volver a destruir la tierra. Es posible que se haya elegido el texto por la convivencia de hombre y animales, que recuerda a lo que dice el evangelio sobre Jesús viviendo con las fieras. Jesús y nuestro bautismo La presentación de Jesús como nuevo Adán está estrechamente relacionada con la nueva vida que comienza en el cristiano con el bautismo. La Cuaresma es el mejor momento para profundizar en este sacramento que, en la mayoría de los casos, recibimos sin ser conscientes de lo que recibíamos. "Perdona a tu pueblo Señor; no estés eternamente enojado, perdónalo Señor". ¿Lo recordáis? Esta idea de Dios está en las antípodas del evangelio. Durante siglos, hemos puesto en el perdón de Dios la meta de nuestras relaciones con Él. Jesús nos dice que el perdón es el punto de partida. Nuestro concepto de pecado se basa en el mito de la ruptura. A partir de ahí, la religiosidad consistirá en una recuperación de lo perdido. Hoy tenemos datos para intentar otras explicaciones. Somos fruto de la evolución y seguimos avanzando.
Esto no quiere decir que no falle. El pecado es una de las experiencias más dolorosas y humillantes del ser humano. Lo que tenemos que superar es una explicación demasiado primitiva de fallo y descubrir un modo de afrontarlo que pueda ser útil para superarlo eficazmente. El mal no tiene nada de misterio. Es consecuencia inevitable de nuestra condición de criaturas limitadas. Una inercia de tres mil ochocientos millones de años de evolución, que nos empuja hacia el individualismo, no puede ser contrarrestada por medio millón de años de trayectoria humana, durante la cual la mayoría se limitan a vegetar. El primer objetivo de todo ser vivo, fue mantener esa vida contra todas las agresiones externas e internas. Esta experiencia se va almacenando en el ADN. Gracias a él, la vida no solo se conservó sino que fue alcanzando cotas más altas de perfección, hasta llegar al "homo sapiens". Su relativa perfección permite al hombre unas relaciones con lo que no es él completamente distintas; ahora fundadas en la armonía con todo ser. Pero permanece el instinto de conservación que le lleva al individualismo egoísta. La lucha está servida. La visión miope tiene que ser superado por un apropiado conocimiento de sus posibilidades. Fijaros bien que los tres temas clásicos de la cuaresma son: Oración, ayuno, limosna. En ellos quedan resumidas todas las posibles relaciones humanas: con Dios, con uno mismo, con los demás. La calidad humana del hombre depende de la calidad de sus relaciones. Si no sobrepasan lo puramente instintivo, esas relaciones estarán basadas en un individualismo feroz, buscando el provecho biológico inmediato. Si esas relaciones están basadas en el conocimiento de tu auténtico ser, te llevarán a la armonía con todos los seres. En los tres ciclos litúrgicos, se lee, el primer domingo de cuaresma, el relato de las tentaciones. Este año leemos a Mc. Es tan breve, que han tenido que añadir unos versículos de relleno. Sin embargo, la concisión no vacía de contenido la narración, sino todo lo contrario. Es impresionante la riqueza del mensaje encerrado en apenas dos líneas. El hecho de que Mc sea tan breve, siendo el primero que escribió, nos está diciendo que en Mt y Lc, se trata de una elaboración progresiva, y no de un olvido de los detalles por parte de Mc. También pudiera ser que Mt y Lc encontraran ya el relato ampliado en la fuente Q, anterior a Mc. En todo caso, esas diferencias nos estarían demostrando el carácter simbólico del relato, más allá de las limitaciones de tiempo y lugar. Mc está planteando en tres líneas toda la trayectoria human de Jesús. El objetivo del relato es muy distinto en Mt y Lc, y en Mc. Este último no pretende ponernos en guardia sobre las clases de tentaciones que podemos experimentar. En Mc no hay tres tentaciones, porque plantea toda su vida como una constante lucha contra el mal. La clase de tentaciones que sufre y el resultado de la lucha será el tema de todo el evangelio, por eso no tiene sentido adelantar acontecimientos. En el evangelio de Mc, no vuelve a aparecer Satanás. Su lugar lo van a ocupar instituciones y personas de carne y hueso, que a través de toda la obra intentarán apartar a Jesús de su misión liberadora. Inmediatamente. Comienza la lectura de hoy con la anodina frase de siempre "en aquel tiempo". Es interesante saber que en el versículo anterior nos habló de la bajada del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Es muy significativo que el Espíritu se ponga a trabajar, de inmediato. Toda la actuación de Jesús se realiza bajo la fuerza del Espíritu. Este Espíritu, no es todavía el "Espíritu Santo" según la idea que nosotros tenemos; se trata de la fuerza de Dios que le capacita para actuar. El Espíritu le empujó. El verbo griego empleado es "ekballo" = Empujar, echar fuera. No se trata de una amable invitación, sino de una acción que supone una cierta violencia. El Espíritu no abandona a Jesús, pero le arrastra a otro lugar: el desierto. Al recibir el Espíritu en el bautismo, Jesús no queda inmunizado y apartado de la lucha contra el maligno. Como todo hijo de vecino (hijo de hombre), Jesús tiene que debatirse en la vida para alcanzar su plenitud. Precisamente por haber alcanzado la meta como ser humano, está capacitado para marcarnos el camino a nosotros. Al desierto. No hace falta resaltar la importancia que tiene la figura del desierto en la espiritualidad del AT. El desierto es el lugar teológico de la lucha, de la prueba; y, superada la prueba, del encuentro con Dios. Es imposible el recordar todo el simbolismo del desierto para el pueblo judío. La clave de su historia religiosa se encuentra en el desierto. Jesús sufre las mismas tentaciones que Israel, pero las supera. No se trata del desierto físico, sino del símbolo de la lucha. Es muy significativo que todos los evangelios nos hagan ver cómo Jesús encontrará a Satanás en su mismo pueblo. Se quedó en el desierto cuarenta días. El número cuarenta es otra clave simbólica para entender el relato: 40 días duró el diluvio, 40 años pasó el pueblo judío en el desierto. 40 días estuvo Moisés en el Sinaí. 40 días fueron necesarios para que se conviertan los ninivitas. 40 días camina Elías por el desierto. No se trata de señalar un tiempo cronológico, sino de evocar una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que quedarán superados por la experiencia de Jesús. Tentado por Satanás. "Peireo" indica más bien una prueba que hay que superar. No puede haber aprobado si no hay examen. 'Satán' significa el que acusa en el juicio, exactamente lo contrario que 'paráclito', el que defiende en un juicio. En Mt y Lc, las tentaciones tienen lugar al final de los cuarenta días de ayuno. En Mc no aparece el ayuno por ninguna parte, y la tentación abarca todo el tiempo que duró el retiro en el desierto. Mc no nos habla de penitencia, sino de lucha. En Mc todo sucede a la vez y durante los cuarenta días: tentación, presencia de las fieras y servicio de los ángeles. Estaba entre las fieras. La traducción oficial de "alimañas", condiciona la interpretación. El texto griego y el latino dice: animales salvajes concretos, conocidos por todos. Puede entenderse como que Jesús está en la vida en medio de todas las fuerzas que condicionan al hombre, unas buenas (Espíritu, ángeles), otras malas (Satanás, fieras) Pero también podría aludir a los tiempos idílicos del paraíso, donde la armonía entre seres humanos y la naturaleza entera, era total. Recordemos que el tiempo mesiánico se había anunciado como una etapa de armonía entre hombres, naturaleza y fieras. Y los ángeles le servían. Es difícil saber qué quería decir la palabra ángel, tenemos además, el problema de verbo "servir". El verbo que emplea es "diakoneô" que significa servir, pero con un matiz de afecto personal en el servicio. En el NT "diaconía" es un término técnico que expresa la actitud vital de servicio, de los seguidores de Jesús. Su primer significado era, "servir a la mesa". Pero aquí este significado iría en contra de todo el sentido del relato, porque indicaría que en vez de ayunar era alimentado por los ángeles. Podría significar las fuerzas del bien, o expresar que Dios estaba de su parte. Meditación-contemplación Sin lucha no puede haber victoria. Oración La tentación fundamental es hacer un dios a mi medida, Dejándonos llevar por una cómoda idolatría. El antídoto es el Dios de Jesús, El Abba que me hace vivir su misma Vida. ............... Ayuno Si me creo solo biología y sicología individual, mi única meta será siempre el egoísmo. Si descubro mi verdadero ser, surgirá dentro de mí la armonía y la capacidad de amar. ........... Limosna La relación con los demás es la pantalla de mi disco duro. Ella me dirá lo que de verdad hay dentro de mí Si no examino con cuidado lo que aparece al exterior, Nunca descubriré lo que tengo que cambiar dentro. Nuestra civilización se sustenta en una gran patraña, y ésta consiste en identificar felicidad con abundancia. Nos han persuadido de que la felicidad está condicionada a nuestra capacidad para tener cosas, y esto hace correr el dinero, florecer el comercio, crecer la economía y mantener el empleo. La ambición se ha convertido así en el motor que impulsa el mundo, y si los ciudadanos la perdemos, el proceso se invierte y el modelo quiebra sin remisión.
Por otra parte, el capitalismo se ha erigido en el sistema idóneo para generar riqueza, y esto significa que, quizás de forma inconsciente, equiparamos capitalismo con felicidad. Es más, esta idea ha arraigado con tal fuerza en nosotros, que hasta los partidos de izquierda radical que se declaran anticapitalistas y protestan sonoramente contra las lacras del capitalismo, han aceptado, de hecho, su esencia, y han renunciado a proponer modelos alternativos. Pero, desde una concepción humanista de la vida, el capitalismo es intrínsecamente malo, pues instaura la ley del más fuerte en detrimento de los débiles. Su propia índole nos aboca a ahondar las diferencias entre unos países y otros; entre unos ciudadanos y otros... Además, su exigencia de una economía en constante crecimiento, esquilma los recursos que la Tierra ha atesorado a lo largo de miles de siglos, y provoca vertidos y emisiones que ponen en grave riesgo la vida sobre ella... Y todo ello es perverso. El comunismo se postuló como alternativa al capitalismo, pero las atrocidades perpetradas en los regímenes que lo adoptaron, su falta de libertades, el desprecio por los valores individuales y la miseria generalizada que han producido, lo invalidan para basar en él cualquier proyecto de futuro. Tenemos pues una descomunal asignatura pendiente: desarrollar una tercera vía que propicie una sociedad más humana; es decir, más justa, solidaria e igualitaria. Karl Marx —muy probablemente inspirado en los textos evangélicos— la definió con gran tino: "Una sociedad donde cada uno aporte según su capacidad y reciba según su necesidad"... Es ésta una formulación sencilla que implica unas consecuencias muy serias, pues exige la liquidación del concepto de justicia conmutativa —que hoy rige nuestras vidas—, en favor de una Justicia con mayúscula y sin adjetivos. Pero hay más. Este nuevo estilo de convivencia supone desterrar "la ambición" como motor del mundo, corriendo el riesgo de que éste se pare. Porque la pregunta que surge es muy sencilla: eliminada la ambición, ¿cuál es el estímulo para que la gente se esfuerce en progresar? ¿cuál es el nuevo motor?... Parece evidente que ese motor debe seguir siendo la búsqueda de la felicidad —no puede ser otro—, pero por otros cauces ajenos a la ambición y la abundancia. Quizás la clave esté en destruir la "gran patraña", y comenzar a identificar la felicidad con cosas que verdaderamente merezcan la pena; en convencernos de que la felicidad se genera en nuestro interior, y que aflora cuando somos capaces de vivir con sentido, es decir, cuando nos comportamos como seres humanos capaces de generar humanidad en torno nuestro. David Hume —prestigioso filósofo empirista escocés, agnóstico y escéptico—, afirmaba que "nuestra propia felicidad está ligada a la felicidad y el gozo de vivir del mayor número de hombres".., y evidentemente por ahí vamos mucho mejor. La humanidad necesita desarrollar modelos más humanos de convivencia para poder subsistir. Sabemos que su articulación práctica presenta grandes dificultades, que la transición a ellos exige muchos sacrificios y que su éxito está supeditado a un cambio radical de mentalidad.., pero creemos ineludible avanzar decididamente hacia ellos. Ahora toca atar al compañero o la compañera en la cama y empezarle a dar a azotes en el trasero... Después hay que taparse los ojos con la máscara veneciana esa y echar mano de la artillería al uso... Hollywood nos marca el guion en la cama, el Hollywood de fuera y de dentro, el Hollywood depravado que auspiciamos nosotros comprando 100 millones de libros o haciéndonos sólo en España con 155.00 entradas. Todas ellas están ya vendidas con antelación.
Antes, los cánones de lo correcto los marcaba la moral católica al uso; ahora, se establecen en los despachos de las grandes productoras americanas. ¡No, ya vale! No canten nuestra música más íntima. Salgamos de ese baile que tratan de colocar en nuestras cabeceras. Nadie debería escribir nuestros guiones, menos aún los de alcoba, menos aún cuando sólo nos abocan a la dependencia, a la desgracia. Ahora dicen que toca bajar a la tienda erótica y comprar el juego de la peli y practicar todos los días para poder explorar más allá del margen de lo conocido y comedido. La peli nunca cantará que despojado el sexo de amor, la deriva está asegurada; que la carrera hacia ninguna parte, más allá del tierno dar y recibir, sólo puede traer consecuencias desastrosas. La peli nunca nos dirá que la imaginación, la creatividad, la infinita posibilidad de juego que Dios nos ha regalado tenía otra finalidad, otro objetivo más altruista y generoso, que el lúgubre sado. Después de todo nos dirán que todo es muy comedio, muy romántico, que "50 sombras de Grey" es producto inofensivo, pero seguramente su guion ya se imita a saber bajo cuántos millones de sábanas. La película no es "porno para mamás" porque las mamás no necesitan porno, las madres gozan de la plena felicidad en la entrega a la criatura y lo último que seguramente buscan es ponerse una de estas películas de última moda, de perfecta facción y fatal contenido. La "mamá" es quizás la que mejor se percate del abismo de vivir por entero para otro ser, o vivir por y para un yo sensual, egoísta e insaciable. Cincuenta sombras, cincuenta esclavitudes, cincuenta infiernos. No queremos subirnos a la última ola, a la última moda; queremos subirnos a la primera, a la de la moral cósmica, universal, a la de la ley inmutable del amor, de la ofrenda, del respeto, de la reverencia... Nos sobran sus cueros y sus látigos, nos quedamos en la piel desnuda, cercana, amiga. Es el susurro, la caricia, jamás esa violencia de baja intensidad y limitado coto, lo que puede rozar la eternidad. Se nos oculta que viviendo ese tipo de "novedosas experiencias", subidos a esa espiral de a ninguna parte, podemos malograr nuestras vidas. Bailamos dentro y fuera de la cama al son que nos marca la última tendencia, y ese aciago baile no se detendrá hasta que caigamos, hasta que concluyamos que la danza, el juego el recreo a los que se nos invita no era para nosotros, para culminar la orgía, para enfermar de desenfreno, sino que eran para los otros para dar, para entregar, para volcarnos en beneficio ajeno, para intentar colmar este mundo de más genuino, desapegado e impersonal amor. Esta invitación planetaria a lanzarse a vivir esas dudosas prácticas se realiza con toda la carga mediática. Esa carcelaria sexualidad, esas "innovadoras propuestas" que nos sugiere la cinta anunciada a bombo y platillo, no representan sino una nueva esclavitud revestida de modernidad; no constituyen sino una nueva intentona global para dejarnos llevar por el solo y supuesto placer sin razonar. Nos agotaron ya sus "subidas de tono" destinadas a fortalecer nuestras cadenas, nuestro apego, nuestra naturaleza inferior. ¿Cuándo nos dirán desde el celuloide que el "tono" que es preciso subir es de la generosidad, el de la entrega, el de la compasión...? Hablan de libertad pero no podrán ocultar el triste destino junto a esas "esposas" que sólo atan. Hace falta un rearme de superior moral, de firmes principios para contrarrestar, siquiera en nuestro espacio propio, las demoledoras consecuencias de tan brutal bombardeo. No nos ataremos las manos porque las necesitamos libres, enteras, suaves, cargadas de amor para devolver toda la ternura que merece nuestro compañero/a, que aguarda en realidad el mundo entero. Cuando estoy solo es cuando estoy más acompañado. En el barullo de la vida cotidiana es fácil narcotizarnos. Rodeados de la gente nos dormimos y drogamos nuestra auténtica naturaleza, obsesionados con el papel que representamos en la vida, la careta del hombre o la mujer que creemos ser. Sólo puedes volver con la gente cuando descubres quién eres realmente.
Pues no somos el centro, ni tan importantes como creemos desde el yo. Nuestra vida es un parpadeo del Universo. Un parpadeo único, irrepetible y cósmico en miles de años y espacios, pero sólo un parpadeo. Cuando desaparece ese personaje, ese ego mental que creo ser, despierto. Escribe Willigis Jäger: "Una vez más se me ha permitido y se me sigue permitiendo experimentar que mi vida no representa otra cosa que un simple golpe de mar en ese acontecimiento cósmico, y que lo que soy verdaderamente retornará sin tiempo y sin forma a la infinitud de la que nació mi yoidad". La salvación pues está en callar el run-run de la mente que da importancia excesiva a lo temporal, crea el sufrimiento y el miedo a la muerte. En esa zona de nuestra verdadera naturaleza percibo que todo esto que me preocupa es una película que pasa y que lo importante es la luz que está detrás del proyector y no pasa. Tú perteneces ya a esa luz. Cierra los ojos y sumérgete en el instante presente. Conectas con tu realidad sin tiempo. Te das cuenta de que eres uno con el cosmos y que todos los seres son pedazos de ti mismo. Que la muerte no es muerte, es una transición de forma, un beso con que te besa Dios al retornar a tu ser. Pero no es necesario morir para sentirse besado. No eres el papel que representas, como diría Calderón en El gran teatro del mundo. Ni el ciudadano envuelto en las circunstancias fáciles o difíciles, de éxito o de fracaso que te rodean. Ya aquí y ahora somos "ciudadanos del cielo" (Filp 3,20). Es un error convertir la santidad en otra forma de protagonismo para alimentar el ego. Perderse es encontrarse. Entonces te percibes uva de racimo, gota entre millones de gotas de mar, chispa de una sola luz. Y cambia tu ser y tu compromiso con el mundo. Como certeramente encesta el mejor baloncestista, da en la diana el arquero, crea el músico, cuando no es él, sino la naturaleza, el Ser, a través de él. El Uno es mi olvidado apellido de familia. El actual sistema dominante o establishment de las sociedades occidentales utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas.
Así, el sociólogo y filósofo alemán Herbert Marcuse, en su libro “El hombre Unidimensional (1.964), explica que “la función básica de los medios es desarrollar pseudonecesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones gigantes, atando a los individuos al carro del consumo y la pasividad política”. Por su parte, Hermann Hesse en su libro “El lobo estepario” (1.927), define al burgués como “una persona que trata siempre de colocarse en el centro, entre los extremos, en una zona templada y agradable, sin violentas tempestades ni tormentas. Consiguientemente , es por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley y la responsabilidad por el sistema de votación”. Poder y manipulación de las masas El estadounidense Harold Lasswell (uno de los pioneros de la “mass comunicación research”), estudió después de la Primera Guerra Mundial las técnicas de propaganda e identificó una forma de manipular a las masas ( teoría de “la aguja hipodérmica o bala mágica”), teoría plasmada en su libro “Técnicas de propaganda en la guerra mundial (1.927) y basada en “inyectar en la población una idea concreta con ayuda de los medios de comunicación de masas para dirigir la opinión pública en beneficio propio y que permite conseguir la adhesión de los individuos a su ideario político sin tener que recurrir a la violencia”, fruto del encefalograma plano de la conciencia crítica de la sociedad actual favorecida por una práctica periodística peligrosamente mediatizada por la ausencia de la exégesis u objetividad en los artículos de opinión y el finiquito del código deontológico periodístico que tendría su plasmación en la implementación de la autocensura y en la sumisión “nolis volis” a la línea editorial de su medio de comunicación (fruto del endemismo atávico de la servidumbre a los poderes fácticos del status quo) y que habrían convertido al periodista en mera correa de transmisión de los postulados del establishment. Hacia el individuo Multidimensional Sin embargo, la crisis económica, la desafección política de la sociedad española motivada por los sangrantes casos de corrupción de la élite político-económica y el creciente descrédito de la institución Monárquica han hecho revisar los esquemas idílicos de la Transición y la vigencia de la Constitución del 78 en la que se sustenta el actual status quo , por lo que se antoja inevitable un proceso de catarsis y posterior metanoia colectiva que tendrá como efectos benéficos la liberación de la parte indómita del individuo primigenio ( el lobo estepario) que ha permanecido agazapado en un recodo del corazón, sedado y oprimido por la tiranía del actual sistema dominante, neoliberal y constrictor de las libertades democráticas. Así, gracias a la interactividad que proporcionan las redes sociales de Internet (el llamado Quinto Poder que enlaza y ayuda a la formación de las identidades modernas), se estaría rompiendo el endémico aislamiento y pasividad del individuo sumiso y acrítico de las sociedades consumistas occidentales (Hombre unidimensional) y estaría ya surgiendo un nuevo individuo reafirmado en una sólida conciencia crítica, sustentado en valores caídos en desuso pero presentes en nuestro código atávico como la solidaridad y la indignación colectiva ante la corrupción e injusticia imperantes y dispuesto a quebrantar las normas y las leyes impuestas por el sistema dominante, Individuo Multidimensional generador de un tsunami popular de denuncia del actual déficit democrático, social y de valores e instaurador del caos constructivo que terminará por diluir el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica (consumismo compulsivo). Aunque en la sociedad son prácticamente imposibles de evitar o precisamente por eso, nunca he tenido apego alguno por los “expertos”. Les escucho de mala gana y me impaciento. Y al especialista que me envía el galeno, simplemente le aguanto en la medida que me cure. Sólo admito de buen grado a quienes ejercen un oficio. Y es que el que sabe demasiado de algo, apenas sabe de lo demás y siempre hay quien le supere. Por otro lado, conocer más y mejor en ciertas materias no es garantía de certezas.
En la mayoría de ellas prefiero formar mi propia idea prescindiendo de las suyas. Me atengo a mi conocimiento, aun superficial. Confío en mi instinto y en mi intuición (hoy, por cierto, sentidos sumamente atrofiados en la sociedad), como fío a mi discurrir la trascendencia hipotética de mi persona y no al desvarío de esoteristas y teólogos. Además, estos tiempos favorecen mi actitud, pues la Internet y los buscadores lo resuelven todo. Por esto ni la ignorancia ni la discusión tienen ya excusa. Sin embargo, pese a que algunos hablan de la escasa preparación de la población de este país, si hay algo que sobra entre nosotros son los “expertos”. Y por encima de todos descuellan los economistas… Sin embargo, teniendo un protagonismo desmesurado y pese a los graves problemas que presenta la situación, tampoco al Nobel en economía los gobiernos le prestan atención. Así es que ¿qué se puede esperar del experto en economía que comparte la doctrina y las claves de la economía financiera con todos los demás? ¿qué soluciones puede traernos cuando la realidad económica es eso que va sucediendo mientras hacemos otros planes? Mi animadversión hacia los economistas y la Economía viene de antiguo. Y es porque voy comprobando a lo largo de mi vida que los economistas al uso son incapaces de concebir, técnicamente hablando, otro modo de organizar la sociedad y otra inteligencia distributiva que no pase por consagrar la libertad por encima de cualquier otro valor incluido a menudo el de la misma vida. Libertad en este caso desdoblada en libertad de mercado y libertades formales. Pero ahondando luego en el examen detenido de esa libertad, uno se da cuenta de que en la concepción de la economía social hay trampa. Veamos: En cuanto a la libertad individual, ésta no se relaciona con la óntica, la interior, que nadie puede arrebatarnos aunque estemos en prisión. En cuanto a las libertades formales, se trata de expansiones que sólo disfrutan a manos llenas sólo una parte de los individuos: los que al menos disponen de lo indispensable para vivir con dignidad sin debérselo a nadie o con capacidad de endeudarse porque poseen, con un banco al que, justo, no tienen acceso los que carecen de todo. Porque para obtener del banco dinero es preciso tener “casa abierta”, como rezan viejas constituciones para separar los derechos de los patricios de los derechos de la plebe. Pues bien, en estos tiempos de crisis y de engaños generalizados por parte de los obligados a infundir confianza, esto es prácticamente imposible para los despojados de empleo, de ayudas, de casa y de esperanza en un futuro… Y en cuanto a la libertad de mercado, tampoco es libre. Todos los canales de distribución están intervenidos, desde las cuotas de pantalla en la industria cinematográfica hasta la energía en sus distintas formas. Pero intervenidos no en bien del individuo común, sino en el de los acapadores de fortuna. Y hay un factor asimismo decisivo: el empleo. En cuanto al empleo, aunque del número de los puestos de trabajo la propia sociedad hace responsable a los gobiernos y culpables cuando el desempleo es escandaloso, en este sistema que se dice no intervencionista no es al gobierno a quien corresponde crearlos, pues eso incumbe a los gobiernos del socialismo real, sino favorecer las condiciones necesarias para que se cree. Pero el caso es que si la tasa de empleo es baja, no es por falta de incentivos fiscales o por otros motivos que dependan de los gobiernos sino porque los distintos sectores de producción están superexplotados. Y esto no tiene remedio. Esto depende si acaso de dos factores inmateriales: imaginación, que falta dramáticamente, y ansia de ganancias, que sobra escandalosamente. Así pues, otra trampa… En suma, si, ya que huye del socialismo real la preocupación del Estado fuese humanista, es decir, si el foco de su máxima atención fuese el individuo, el propio Estado pondría limitaciones a su poder en cuanto colisionase con la dignidad y bienestar del individuo. Pero no es así. Para esta clase de estados las miras principales, rehén de ellos, está en atender a los intereses grupales, económicos y financieros de los que copan la riqueza. Así es que todo lo que constituye el objeto de la economía: extracción, producción, intercambio, distribución, consumo de bienes y servicios, la forma o medios de satisfacer las necesidades humanas mediante los recursos disponibles, que siempre son limitados es un modo de explicar las cosas de una manera excesivamente compleja para resolver la vida, aun la económica, de la sociedad. Hay ostensiblemente una manera interesada en situar la premisa mayor donde no pone la razón ni la inteligencia. Quiero decir que de la economía se ha hecho una ciencia positiva cuando realmente no lo es. Es una arquitectura ideológica social para justificar institucionalmente la riqueza acumulada a costa de los otros. Pero en la fórmula ingresos-gastos cuya solución está en las prioridades no es susceptible de mejora. Asi las cosas, después de épocas en que las diferencias sociales estaban veladas o amortiguadas por el consumo masivo al alcance de cualquiera, y ya sin el obstáculo del análisis de los expertos, en España quedan sólo dos clases de personas: poseedores y desposeídos. No hay estados intermedios. No hacen falta más estudios para llegar a esa conclusión. Lo demás son análisis laberínticos para oscurecer la realidad social. Los primeros son los que lo tienen todo. Los segundos son los que nada tienen o viven socorridos por la familia o por insitutos de salvación. Así las cosas, los que “ya” lo tienen todo, nada necesitan, y los que nada tienen, lo necesitan todo. Pero como del consumo (por definición de lo superfluo) se ha hecho un elemento de la economía sustantivo para el desarrollo económico de “todos” según la mentalidad imperante del sistema pero tampoco volverán las circunstancias propiciadas para el que fue masivo, el futuro que espera a millones de personas de hoy y de mañana es atroz en tanto no se busque y se encuentre otro formato. Los mercados sin trabas aparentes no sólo no logran la justicia social, sino que ni siquiera producen resultados eficientes. Por determinados intereses aún no ha habido un desafío intelectual a la refutación de la mano invisible de Adam Smith: “la mano invisible no guía ni a los individuos ni a las empresas -que buscan su propio interés- hacia la eficiencia económica para todos”. Por eso, dar al experto en economía, tal como la tratan, unos y otros, sean los de la escuela de Chicago que ahora predominan, sean estructuralistas o keynesianos, clásicos o neoclásicos, monetaristas o mercantilistas etc más importancia y predicamento que la que pueda darse a la curiosidad que trata de satisfacer el analista, es tanto como dárselo a quienes se empeñan en adiestrarnos para que distingamos con su ayuda el día de la noche. Digámoslo ya: del trinomio ingresos-gastos-prioridades, el que importa de verdad es el tercero. Y para decidir prioridades no se precisan toneladas de argumentos ni combinaciones retóricas de fulleros para proteger a las fortunas grandes y pequeñas. Basta voluntad, voluntad política. Los desajustes sociales que pueda producir cada decisión sobre prioridades serán consecuencia de un no saber medir ni contar ni distribuir, no de una especial pericia. Pero la voluntad no se extrae de un tratado de y para economistas. La voluntad está simplemente registrada en la piel del gobernante y en su determinación o no de hacer justicia distributiva y de tratar al país como si toda su población fuese su amantísima familia. Pues éste es el criterio por el que se rigen los seres vivos y las especies que consideranos superiores en la Naturaleza y también el que Maquiavelo aconseja al buen Príncipe. Urge poner rostro humano al Estado. Y eso es lo que parece se proponen hacer en España las formaciones que, respondiendo al imperativo categórico kantiano, han irrumpido en el feo teatro de la feísima política española… (Artículo muy “subversivo”)
Ayer, miércoles de ceniza, tuve, durante la homilía, una intuición un tanto inquietante, pero fuerte y atractiva. Las lecturas de la misa eran, sobre todo la 1ª y el Evangelio, claras en la llamada a la autenticidad y a la sinceridad, dejando muy de lado la preocupación por “el qué dirán”, que tanto mueve, muchas veces, a demasiadas personas. Textos como “rasgad los corazones y no las vestidura”, del profeta Joel (2, 13a), o “cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; … por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante. Tú, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; … Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido; … tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido.” (Mt 6, 1-6, 16-18, no seguidos). Ante esta rotunda enseñanza, me preguntaba, y pregunté a mis fieles, ¿a qué viene tanta disposición normativa, pública y notoria, a bombo y platillo, de la jerarquía eclesiástica, para regular las prácticas cuaresmales, como la oración, el ayuno y la abstinencia? Y la descarada hipocresía interesada por la que el que pagaba cierta cantidad quedaba exento de alguna práctica exigida, ¿qué tenía que ver con la diáfana claridad y simplicidad del evangelio? Así que me he animado a escribir por el alcance y la obligatoriedad, con sus condiciones, de la obediencia. Así que ahí va mi opinión: Todo ser humano, (sin más distingos ni añadiduras). Tiene que obedecer, siempre, a su conciencia. Pero es libre de hacerlo o no. Él, en sus recovecos psíquicos, gozará de la recompensa conseguida por su fidelidad y lealtad a su conciencia, o pagará la jugarreta que se haya permitido realizarse a sí mismo. Pero no debería tener otra fuente obligatoria de obediencia que la propia imposición de su pensamiento y su voluntad. Aprendamos a desconfiar de expresiones como “conciencia rectamente formada”, porque, ¿qué autoridad es la que dictamina si la conciencia está o no rectamente formada? O de quienes, individuos, o instituciones, insisten mucho, demasiado, en la obediencia, como el ejército, o las empresas que piensan que, al pagar bien a sus ejecutivos, compran también, caro, eso sí, su conciencia. Y para qué hablar de la Jerarquía de la Iglesia, que se ha agarrado como lapa al concepto de “Magisterio eclesiástico”, interpretando, siempre barriendo para casa, textos como “lo que atéis en la tierra será atado en el cielo”, o desatado, con el mismo resultado. Esa teoría se desmonta de un plumazo con el texto de los Hechos de los Apóstoles, cuando, interpelados por la desobediencia de Pedro y Juan al Sumo Sacerdote, que les había prohibido predicar en nombre de Jesús, responden, “es necesario obedecer a Dios antes que a vosotros”, (Hech 4,19). Y sus interlocutores eran el Sumo Sacerdote y los miembros del Sanedrín, máximas autoridades para la conciencia de un judío. Pero es que los apóstoles se acordaban muy bien del anuncio de Jesús sobre la verdadera libertad y valentía que deberían mostrar sus seguidores Cualquier ciudadano de país democrático. Por una especie de consenso unánime y virtual, no precisado en fecha ni en lugar, todos los ciudadanos hacen un contrato entre sí para fundar un ente superior a todos, llamado Estado, al que deben respeto y obediencia en sus decisiones. Es decir, el ciudadano de este tipo de país, tiene que obedecer las leyes. Pero esta obediencia no es un obsequio de la inteligencia y de la voluntad de la persona, en su fuero íntimo, sino solo en el fuero externo. Y cuando se trata de determinadas leyes, denominadas penales, el incumplimiento de las mismas puede llevar, y lleva, al castigo legal. Pero insisto, no se trata realmente de obediencia, sino de sumisión, porque en esa especie de Contrato Social (Rouseau) los ciudadanos, por el bien y el orden general, que se supone beneficioso para todos, han delegado en el Estado el poder coercitivo, es decir, el uso de la fuerza para obligar al cumplimiento de las reglas del juego. En los países democráticos se supone que estas reglas han sido pactadas por la mayoría. Y otra de las reglas fundamentales es que las minorías aceptan las reglas emanadas legítimamente de la mayoría del cuerpo social. Pero aunque también se llame “obediencia” a este sometimiento, la presencia del poder coercitivo, -fuerza-, como en el caso de las decisiones de la autoridad competente, jueces y fuerzas de seguridad del Estado, la relación de aceptación de esta autoridad no es, precisamente, obediencia, si bien así es q veces denominada popularmente. La desobediencia civil es, más bien, una negativa, no cargada de ética ni de moral, a realizar alguna acción que, o esa autoridad no tiene capacidad de ordenar, o choca con la conciencia del ciudadano, o las dos cosas. Ese es el fundamento de la “objeción de conciencia”. Los creyentes. Independientemente de la religión que sean, los que aceptan una autoridad trascendente, Dios, pretenden pautar su conciencia a los dictados que real, o supuestamente, reciben de esa autoridad. Es decir, canalizan el proceso común a todo ser humano por los cauces del respeto y la aceptación de las normas y mandamientos que suponen emanadas de esa autoridad divina indiscutida. El problema insoluble se derivaría del conflicto entre esas normas y la conciencia del individuo, que se instalaría en un dilema de difícil planteamiento y más complicada solución. Si aceptamos, como es mi caso, que la “Ley natural” es una entelequia deseada, pero no una realidad, acabaríamos por comprender que la conciencia de cualquier individuo, en su connotación ética, no responde a los dictados de un ser superior, que los hubiera trasmitido a los humanos a través de la naturaleza, sino al lento aprendizaje que el ser humano ha ido adquiriendo a través de los siglos y de las generaciones. Pero, como es fácil entender en ese caso que propongo, la verdadera y última norma de moralidad sería la conciencia así formada y modelada por el trascurrir de la cultura cívica y ética. (Como este tema es muy largo y profundo, mañana continuaré con el tema espinoso, e interesante para nosotros, de la obediencia en el ámbito del catolicismo). Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara *************** ¿A quién hay que obedecer? (y II)##Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara (Artículo más “subversivo”. Nos metemos con el “Magisterio de la Iglesia”) 1º) Uno de los movimientos,-¡sí!, ya sé que Kiko no quiere que el Camino Neo-catecumenal sea considerado así-, que más apela a la obediencia es, justamente, ese que todos llaman el de “los kikos”. Desde el principio me olió a chamusquina. Sobre todo al ver, y ser testigo, casi siempre mudo e impotente, de lo que tantas veces me he arrepentido, de verdaderos abusos con eso de la obediencia al “catequista”. Porque ya no se trata del obsequio de obediencia a los pastores de la Iglesia, que discutiremos más abajo, sino al simple catequista que, por enseñanza e imposición de Kiko, pasa a ser la voz de Dios, de la conciencia, y la fuente inagotable, e infalible, -mira por donde, en este mundo de inseguridades y relativismos-, de decisiones y tomas de posición, muchas veces vitales y decisivas en la vida. Es inaceptable e insoportable que, por una voluntaria y malévola confusión, pretenda alguien, por muy señas de identidad neo-catecumenal que tenga, arrogarse la autoridad creativa de Dios, usurpar su sabiduría y su poder, y anular lo que el mismo Dios ha hecho. El Génesis lo afirma con claridad: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Y la principal característica del hombre a la semejanza de Dios es, exactamente, su autonomía de pensamiento y voluntad. Me remito a la respuesta que los apóstoles dieron al sumo Sacerdote y al Sanedrín: “hay que obedecer a Dios y no a los hombres”. 2º) No encontramos en los evangelios ningún texto que nos dé una pista para fundamentar la necesidad, o conveniencia, de un director de conciencia que tenga la autoridad, recibida de lo alto, para dirigir o conducir la vida de otro ser humano. Tal vez pudiéramos percibir algo parecido en las cartas, sobre todo de Pablo. Pero tampoco. Generalmente, en la primera parte de las mismas, y a raíz del tema motivo de la carta, normalmente un asunto de la praxis de la comunidad, que quedaría mejor iluminado con una consideración bíblico-teológica, el apóstol exponía una fundamentación teológica a toda su argumentación. Solía usar el método rabínico, y, en la segunda parte, final de sus epístolas, ofrecía a sus comunidades, y a sus miembros, unos consejos o pistas para el buen desarrollo y convivencia de la vida comunitaria. Ofrecía, como digo, pistas e ideas, pero quedaba muy claro que cabía a la conciencia e iniciativa de cada hermano el uso de esos consejos, a veces advertencias serias y hasta severas. Y cuando en la comunidad primitiva se daba casos de excomunión o de inclusión en el orden de los penitentes, no era por desobediencia a las normas y órdenes de presbíteros u obispos, sino por directa derivación de la Palabra de Dios, y como consecuencia de su aceptación por todos los miembros de la comunidad eclesial. 3º) El auge de la importancia y prevalencia del Magisterio eclesiástico, comenzó, primero ´tímidamente, como consecuencia, a partir del siglo IV, y del edicto de Milán, 313 d.c., de la falta de preparación de los catecúmenos, que ya no se bautizaban como en los tres primeros siglos. El número y las prisas hicieron que la comunidad cristiana perdiera su primera fuerza y autenticidad, y que fuera, poco a poco convirtiéndose, en una de las mayores tragedias de la Historia de la Iglesia, en una religión, con todas las pegas y limitaciones de las mismas. Al inicio no era así, sino que los discípulos de Jesús lo que pretendían, y generalmente lo conseguían, era ser eso, los seguidores del Maestro de Nazaret, y sus testigos en el mundo. En esos primeros momentos, y con el serio riesgo de persecución y martirio, no hubo lugar al engrandecimiento y sublimación de los jerarcas de la Iglesia. Y si la Providencia la dotó durante los siglos V-VII de insignes padres, maestros y doctores eminentes, al final de esa época gloriosa lo que quedó fue una jerarquía envilecida, que dio paso enseguida a la vergüenza y a la insensatez total de la época del episcopado feudal. Pero los Santos padres habían sido, sobre todo, los moduladores, y después portavoces, de la Revelación de Dios en Jesucristo. Pero no los legisladores y moralistas en que después se fueron convirtiendo los representantes del Magisterio. 4º) Tengo que dejar bien claro que cuando me refiero a la obediencia excluyo de ésta a la aceptación, voluntaria y gozosa, de las fórmulas de la fe, que son, en verdad, un “obsequium fidei”, en lapidaria expresión de Tomás de Aquino. Con obediencia entendemos, más bien, el cumplimiento, en la vida real, no en el campo del pensamiento, es decir, en la praxis, de algún mandato proveniente de fuera. Es decir, obedecemos en el campo del comportamiento ético o moral. El asentimiento a la formulación del contenido del la fe es un regalo que hacemos voluntariamente a la Palabra de Dios revelada a los hombres, y expresada, con la ayuda divina, por los maestros inspirados por Dios para ese fin. Pero no es tema de obediencia. No hay obediencia intelectual, sino entendimiento, o no, de los conceptos implicados. Obedecemos con actos y hechos de la vida, no con la pura aceptación racional de una proposición. Esto es otra cosa. 5º) Entonces, ¿por qué el Magisterio de la Iglesia se adentró, y, después, se apoderó, de las normas morales para diferentes comportamientos en la vida real, no del pensamiento, y por qué se inmiscuyó en lo que llama “buenas costumbres? Porque, lo de doctrina de fe lo entendemos. Pero lo otro, yo, por lo menos, nunca lo he entendido. El magisterio de la Iglesia está para guiar nuestro conocimiento, nuestro mundo racional. No para marcar nuestras acciones. Para eso está nuestra conciencia, que los creyentes pensamos que la ha puesto Dios en nosotros para algo. Hay que insistir en que la Iglesia no tiene el monopolio de la moral, ni, en exclusiva, los criterios éticos del comportamiento humano, que son patrimonio, porque así lo ha querido Dios, de toda la humanidad. Y todo ser humano tiene la suficiente autonomía para guiarse por su conciencia. Claro que ésta es educada por la generación que a cada uno le ha tocado vivir, que, a su vez, ha recibido ya una herencia inmensa de las anteriores generaciones. La ley natural, como he dicho antes, no es sino un ingenuo e imposible desiderátum. Nuestra razón viene al mundo, como diría Aristóteles, en su elegante griego, pero que suena también precioso en latín, “tanquam tabula rasa”. Así que el Magisterio de la Iglesia no se puede arrogar el papel de único e infalible intérprete de una ley que no existe. |
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Febrero 2023
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