El Dios Todopoderoso es demasiado grande para mí.
Prefiero el Dios humilde, el Dios pequeño, el Dios al que Jesús me muestra con una cara tan nuestra. Y también con un corazón tan humano. Un Dios amigo de los pobres, de los pecadores; amigo de los enfermos y de los que doblan las espaldas bajo cargas pesadas; un Dios amigo de los que pasan hambre en su estómago y de aquellos que tienen sed de justicia, de perdón, de libertad y de paz. Un Dios que ama a todos y a todas, pero que tiene una debilidad por los que son menos. El Dios mío se conforma con ser bueno, manso y cercano. Se agacha y sopla muy suavemente sobre la brasa que está por apagarse, para despertar en ella el fuego que aún le queda. Mi Dios es débil como nosotros, pobre como nosotros y muy paciente. Y a menudo es impotente igual que nosotros. El Dios mío desaparece hasta en la sombra de nuestros huesos para injertarnos en su ser y hacernos renacer en su jardín por el lado de la luz sin ocaso. En mi opinión, ver a Dios de esa forma no le quita nada a su grandeza. Por lo contrario, me parece ya bastante grandioso el que se haya hecho de verdad uno de nosotros.
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Al igual que los sinópticos, también el autor del cuarto evangelio hace del bautismo de Jesús el acontecimiento con el que se inicia su actividad pública. Un indicio más, no solo de la historicidad de ese hecho, sino del papel decisivo que jugó en la propia evolución humana/espiritual de Jesús.
Por otro lado, también en el cuarto evangelio se advierte la polémica con los discípulos del Bautista, que lleva al autor a subrayar la primacía del maestro de Nazaret y a convertir a Juan en nada menos que un "cristiano", que "ha visto" y "da testimonio" de que Jesús es "el Hijo de Dios". Sabemos que "ver" y "dar testimonio" constituyen dos expresiones típicamente joánicas, que definen el ser y la misión del discípulo: este es alguien que "ha visto" y, por ello mismo, puede "dar testimonio". Así aparece en diferentes lugares del evangelio e incluso en las Cartas de Juan: "Nosotros hemos visto y damos testimonio" (Jn 19,35; 21,24; 1Jn 1,1-3). ¿Qué es lo que "ha visto" Juan? A un hombre lleno de Espíritu. Es decir, al Espíritu viviéndose en forma humana. Así me parece que hay que leer este relato, más allá de la literalidad que se muestra en la imagen mítica de la "paloma". Es probable que Juan pudiera verlo, gracias a la transparencia del propio Jesús. Pues, como dijera Jean Sulivan, en una de las afirmaciones más bellas que, en mi opinión, se han dicho de él, "Jesús es lo que acontece cuando Dios habla sin obstáculos en un hombre". Siempre que tenemos la fortuna de encontrarnos con una persona "transparente" –no "perfecta", sino humilde-, resulta más fácil reconocer, apreciar, "ver" el Misterio que la (nos) habita. Pero parece que no es suficiente encontrarnos con alguien así, sino que, habitualmente, se requiere también haber desarrollado la propia "capacidad de ver", es decir un "saber mirar", que trasciende lo puramente material y lo meramente mental. Si miramos solo desde la mente, aunque sea al propio Jesús, no lograremos ver sino a un ser separado, por más que lo proclamemos "divino". Porque la mente nos ofrece una visión inexorablemente fragmentadora y, por tanto, distorsionada, de lo real. Dado que para ella todo existe separado, nos hace caer en el engaño grosero de creer que la realidad es tal como la propia mente la ve. Sin embargo, lo que la mente nos ofrece no es una "fotocopia" de lo real, sino únicamente su "interpretación", completamente condicionada por sus filtros limitantes. Es decir, lo que pensamos no tiene nada que ver con lo que es. Los sabios siempre han sido conscientes de que existían distintos niveles de realidad, a los que podíamos acceder a través de diferentes órganos de conocimiento. Así, en una expresión que sería definitivamente acuñada por san Buenaventura –aunque, antes que él, en el siglo XII, fue utilizada por los monjes Hugo y Ricardo de San Víctor -, hablaban del "ojo de la carne", el "ojo de la razón" y el "ojo del espíritu" ("ojo de la contemplación" o "tercer ojo"). (En nuestros días, Ken Wilber ha retomado esta cuestión en Los tres ojos del conocimiento.La búsqueda de un nuevo paradigma, Kairós, Barcelona 1991; ID., El ojo del espíritu. Una visión integral para un mundo que está enloqueciendo poco a poco, Kairós, Barcelona 1998). Nos empobrecemos cuando nos reducimos al "ojo de la carne" –en una especie de positivismo cientificista- y también al "ojo de la razón". Como ha escrito el psicólogo italiano Giorgio Nardone, "es una perversión de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo". Necesitamos recuperar el "tercer ojo". O dicho de otro modo: además de la "inteligencia operativa", es urgente cultivar el desarrollo de la "inteligencia espiritual". Nos jugamos en ello nada menos que la posibilidad de responder adecuadamente a la pregunta "¿quién soy yo?". Solo la "inteligencia espiritual" –el "tercer ojo" de los clásicos- nos capacita para "ver" la realidad en su dimensión más profunda, para advertir el Misterio en todo lo que nos rodea, nosotros incluidos. Y, como Juan, solo si lo vemos podremos "dar testimonio". La calidad humana, el futuro de la humanidad y del planeta depende de que sepamos "ver" de este modo. Cuando miramos a Jesús desde ahí, lo que vemos –como el Bautista- es el Espíritu. Y eso sin ningún tipo de separación, por lo que, al mismo tiempo, nos estamos viendo a nosotros mismos: cada rostro es nuestro rostro. Porque, más allá de todos los vericuetos anecdóticos de la existencia, lo que permanece es la certeza misma de que, tras las confusiones de los egos, está el Espíritu que sonríe dulcemente al encontrarse consigo mismo y sentirse Unotras las aparentes marañas y encrucijadas. Es curioso que en este segundo domingo del tiempo ordinario, se nos propone en los tres ciclos un evangelio de Juan. La liturgia quiere que sigamos pensando en el bautismo de Jesús. Este texto nos da una teología muy elaborada sobre el tema. Esta teología es lo que nos interesa a nosotros.
Como hacen los sinópticos, pone en labios del Bautista la cristología de su comunidad a finales del s. I, como base y fundamento de la comprensión de Jesús que va a desplegar en su evangelio. Esto no quiere decir que el Bautista tuviera una idea clara de quién era Jesús. Ni siquiera sus discípulos más íntimos supieron quién era, después de vivir con él tres años; menos podía saberlo el Bautista, antes de comenzar su predicación. Debió durar mucho tiempo la controversia con los seguidores de Juan sobre quién era mayor: Jesús o Juan Bautista. Juan quiere dejar claro que no hay rivalidad ninguna entre Jesús y el Bautista. Para ello nos presenta un Bautista totalmente integrado en el plan de salvación de Dios. Su tarea es la de precursor, es decir preparar el camino al verdadero Mesías. Fijaros que Juan no narra el bautismo en sí; va directamente al grano y nos habla del Espíritu, que es lo verdaderamente importante en todos los relatos del bautismo de Jesús. En el relato queda clara la intención del evangelista de considerar al Bautista como el primer testigo de lo que Jesús era. Confiesa a Jesús: como cordero de Dios, preexistente, portador del Espíritu e Hijo de Dios. No se puede decir más con menos palabras. Está claro que se está reflejando aquí, no solo la experiencia pascual, sino setenta años de evolución cristología en la comunidad de Juan. Es una pena que después, hayamos interpretado tan mal esa experiencia. Hemos reducido la presencia de Dios en Jesús, a una realidad extrínseca, estática y dogmática, quitándole todo lo que tiene de proceso dinámico y humano, para él y para nuestra vida de cristianos. "El cordero de Dios". Es muy difícil precisar lo que este título significaba para aquella comunidad. Podían entenderlo en sentido apocalíptico: un cordero victorioso que aniquilará definitivamente el mal (la bestia). Este concepto encajaría con las ideas del Bautista; pero no con las de Jesús. Podían entenderlo como el Siervo doliente. No hay pruebas de que se hubiera identificado al Mesías con el siervo doliente de Isaías, antes del cristianismo. Juan sí interpretó la figura del Siervo, aplicada a Jesús, pero nunca con el sentido expiatoriode pagar un rescate por nosotros. Probablemente haría referencia al cordero pascual, que era para el judaísmo el signo de la liberación de Egipto. No tiene connotación sacrificial. Juan quiere decir que por Cristo somos liberados de la esclavitud. ..."que quita el pecado del mundo". Es una frase que manifiesta una cristología muy elaborada. En ningún caso la pudo pronunciar Juan Bautista. Para nosotros es una frase muy interesante, que nos puede llevar a un descubrimiento de lo que aquellos primeros cristianos pensaban de Jesús como salvador. Esta idea no tiene nada que ver con la idea de rescate en la que después se deformó, siguiendo el AT. El concepto de pecado en el AT debe ser el punto de partida para entender su significado en el NT. Los profetas arremeten contra el pecado de los dirigentes, que olvidándose de la Alianza se erigen en señores que oprimen impunemente al pueblo y le obligan a servirlos a ellos en vez de servir a Dios. Al pecar los poderosos, hacen responsable a todo el pueblo de ese pecado. Ni en el AT ni en el NT se había desarrollado el concepto de pecado individual que manejamos nosotros. Hoy estamos en el otro extremo del péndulo; no tenemos conciencia de pecado al mantener una injusticia colectiva que clama al cielo. En la frase que estamos comentando, "pecado", tanto en griego como en latín, está en singular. No se refiere a los "pecados" individuales, tal como los entendemos hoy. En el evangelio de Juan, "pecado del mundo" tiene un significado muy preciso. Se trata de laopresión que las fuerzas del mal causan al ser humano. Es lo único que impide al hombre desarrollarse como persona. Se trata de la injusticia, la humillación, la esclavitud en el doble sentido moral y físico. Todos los demás pecados se reducen a este: hacer daño al hombre de cualquier forma. El modo de "quitar" este pecado, no es una muerte expiatoria. Esta idea nos ha despistado durante siglos y nos ha impedido entrar en la verdadera dinámica de la salvación que Jesús ofrece. Jesús quita el pecado del mundo destruyendo la opresión, activa y pasiva, no pagando a Dios una deuda que nosotros habíamos contraído. Esta manera de entender la salvación de Jesús es consecuencia de una idea arcaica de Dios. En ella recuperamos el mito ancestral del Dios ofendido que exige la muerte del Hijo para satisfacer sus ansias de justicia. Estamos ante la idea de un Dios externo, soberano y justiciero que se porta con Jesús y con nosotros como un tirano. Nada que ver con la experiencia del Abba que Jesús vivió. Podríamos decir que Jesús, para luchar contra el mal, emprende el camino del cordero, no del toro que embiste con toda su fuerza... El "pecado del mundo" (opresión) no tiene que ser expiado, sino eliminado. Jesús quitó el pecado del mundo escogiendo el camino del servicio, de la humildad, de la pobreza, de la entrega hasta la muerte. Esa actitud anula toda forma de dominio, por eso consigue la salvación total. Es el único camino para llegar a ser hombre auténtico. Jesús salvó al ser humano, suprimiendo de su vida toda opresión que impida el proyecto de creación definitiva y total del hombre. Jesús nos abrió el camino de la verdadera salvación, ayudando a todos los oprimidos a salir de su opresión. Cogiéndoles por la solapa y diciéndoles: Eres libre, sé tú mismo, no dejes que nadie te destroce como ser humano; en tu verdadero ser, nadie podrá someterte si tú no te dejas. En tiempo de Jesús, esta opresión inhumana y deshumanizadora era ejercida no solo por Roma, la potencia ocupante, sino por la casta sacerdotal y los letrados. Jesús vivió esta libertad durante su vida. Fue siempre libre. No se dejó avasallar ni por su familia, ni por las autoridades religiosas, ni por las autoridades civiles, ni por los guardianes de las Escrituras (letrados), ni por los guardianes de la Ley (fariseos). Tampoco se dejó manipular por sus amigos que tenían objetivos muy distintos a los suyos (los Zebedeo, Pedro). Esta perspectiva no nos interesa porque nos obliga a estar en el mundo con la misma actitud que él estuvo; a vivir con la misma tensión que él vivió. No tenemos que oprimir a nadie de ningún modo. No tengo que dejarme oprimir. Tengo que ayudar a todos a salir de cualquier clase de opresión. Jesús quitó el pecado del mundo. Si de verdad quiero seguir a Jesús, tengo que seguir suprimiendo el pecado del mundo. Hoy Jesús no puede quitar la injusticia, somos nosotros los que tenemos que eliminarla. La religiosidad intimista, la perfección individualista, que se nos han propuesto como meta del camino espiritual, es una tergiversación del evangelio si no hacemos todo lo posible para que nadie sea oprimido. El presentarse como cordero no vende en nuestros días. En el mundo en que vivimos, si no explotas te explotan; si no estás por encima de los demás, los demás te pisotearán. Este sentimiento es instintivo y mueve a la mayoría de las personas a defenderse con violencia, incluso antes de que el atraco se cometa. Pero hay que tener en cuenta que esta postura obedece al puro instinto de conservación. Es un sentimiento que está al servicio de la individualidad, del falso yo. Es precisamente ese egoísmo el que tenemos que superar si queremos entrar en la dinámica del amor, es decir, de la verdadera realización humana. Es el oprimir al otro, no que me opriman, lo que me destroza como ser humano. Jesús prefirió que le mataran antes de imponerse a los demás. Esta es la clave que no queremos descubrir, porque nos obligaría a cambiar nuestra conducta. Meditación-contemplación Jesús es el cordero que eliminó del mundo la opresión. Es el mejor resumen de toda la actuación de Jesús. Solo actuando como cordero, se puede conseguir ese objetivo. Arremetiendo contra los demás, se aumenta la violencia. .............................. Ser cristiano significa repetir las actitudes y manera de actuar de Jesús. Por más que nos empeñemos no existe otro camino. Ser libre, ser fuerte, no dejarse dominar, sin emplear la violencia, he ahí el secreto del que quiera ser cristiano de verdad. .......................... La fuerza que necesito, la tengo dentro de mí. Ni instituciones ni ritos ni ceremonias ni doctrinas te darán seguridad. Si descubro dentro de mí a Dios Espíritu, nada puede hacerme daño. Esa fuerza ya está en mí, no tengo que esperar a que me la den. Este pasaje, tomado del evangelio de Juan, es la presentación de Jesús, puesta en boca de Juan Bautista. Después del formidable "Prólogo Teológico", el cuarto evangelio recoge la figura del Bautista, deja muy claro que ése no es el Mesías, sino su pregonero, y pone en su boca las palabras que conducen a Jesús, que son las que leemos hoy en el Evangelio.
El texto estuvo históricamente justificado para recuperar para la Iglesia a algunas comunidades de discípulos del Bautista que todavía existían. Estas comunidades mantenían el rito bautismal de Juan Bautista. Se contrapone a este rito el del bautismo cristiano: los cristianos bautizan "en el nombre de Jesús", y el bautismo es una infusión del Espíritu, una incorporación a Jesús. Jesús, cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. La imagen del cordero se toma del AT, de los sacrificios en el templo. Los israelitas inmolaban animales, vacas, corderos, palomas. Unas veces se quemaban parcialmente en el altar y se comía el resto, era un sacrificio de comunión. Otras veces se quemaban totalmente: era un holocausto, como reconocimiento de la soberanía de Dios o como víctima para expiación de los pecados. Es una víctima inocente, que paga por los pecados de los demás. Esta imagen, de la víctima sacrificada por los pecados, se aplica a Jesús. Pero Juan se lo aplica al comienzo de su vida pública, no después de que muera en la cruz, aunque el evangelio se escribe mucho después de su muerte, por lo que las palabras pueden no ser de Juan Bautista sino de Juan Evangelista. De todas formas, la imagen es muy desafortunada. La noción de sacrificio conlleva necesariamente la persuasión de que hay que aplacar a Dios, irritado por nuestros pecados. Es famosa la imagen, repetida en infinidad de textos en el AT, de Dios aspirando por sus narices el "calmante aroma" del sacrificio, y desistiendo por ello de castigar al pecador. La imagen supone por tanto toda una teología del pecado y la antecedente concepción de Dios. Dios es el Señor/Legislador/Juez; el pecado es una ofensa, que Dios ha de castigar, a menos que se pague por ella para evitar el castigo. Pero esta concepción es odre viejo que Jesús rasgó. Dios no es así: Dios es la madre que engendra por amor, se esfuerza en sacar adelante a sus hijos y está siempre ofreciendo gratis su perdón, porque lo que más desea es la salud de sus hijos. Jesús presenta a Dios como médico, como pastor que vuelve al monte a por la oveja, como mujer feliz de encontrar su moneda, como padre del hijo pródigo. Y el pecado no es ofensa sino oscuridad y enfermedad. Por eso Jesús cura ciegos, toca leprosos para curar, se presenta como luz, como lámpara ... Así que al Padre no hay que pagarle nada, ni suplicarle insistentemente que perdone ... Sólo hay que volverse a Él y dejarse abrazar. Toda una manera nueva y mucho mejor que la del AT. Y sin embargo parece que para la teología de la redención, a lo largo de siglos en la historia de la Iglesia, el AT es más fuerte que el Evangelio. Parece que la Buena, Buenísima Noticia, la Estupenda Novedad de Jesús nos interesa menos que los ritos y creencias viejas. Por eso quizá nuestra teología y nuestros rituales están llenos de expresiones y ritos del AT, que Jesús destruyó y nosotros hemos recuperado. Por eso, al principio de la eucaristía, pedimos una docena de veces perdón a Dios y suplicamos la intercesión de todos los santos para conseguirlo. Por eso hemos convertido la comida fraterna en sacrificio, que no se celebra alrededor de la mesa sino mirando a la cruz, imitando actitudes, ritos y fórmulas del AT. Por eso la cristología ha insistido en el valor sacrificial de la muerte de Cristo, que paga al Padre (apenas cabe pensar expresión más contradictoria que "pagar al padre") lo que nosotros tendríamos que pagar pero no podríamos hacerlo. Por eso hemos construido toda una teoría de la redención como "satisfacción vicaria", es decir, que Jesús satisface por nosotros, paga en vez de nosotros; y, en resumidas cuentas, el Padre cobra por perdonar. Aparte de eso, ya es hora que prescindamos de símbolos que significaron algo pero hoy no significan nada. Cordero significa para los judíos "víctima sacrificial". Para nosotros no. Para nosotros no significa más que comida de fiesta. Y si tenemos que explicar los símbolos, resultan inválidos. Un buen símbolo del sacrificio de Jesús sería, por ejemplo, la vela (el cirio si os resulta más solemne) que se consume para dar luz. Así fue Jesús, se quemó entero para dar luz; y no sólo en la cruz, sino que quemó su vida entera, desde el bautismo. Símbolo excelente, que además se puede aplicar a todos. Las madres se queman por sus hijos. Los empresarios se queman por la empresa... usamos estas expresiones. Quemarse para los demás es la esencia de seguir a Jesús. Pero los mejores símbolos del sacrificio de Jesús son los que Él eligió al despedirse: el pan y el vino. Granos de trigo enterrados para que haya cosecha, espigas segadas, granos machacados, harina amasada, fermentada, cocida al horno para ser pan... para morir en el que se come ese pan, para que tengamos fuerzas para vivir. Granos de uva arrancados de la vid, machacados y fermentados para ser vino, vino que morirá cuando lo bebamos y nos dará energía y ardor. Eso fue Jesús, y así se vio Jesús encima de la mesa de la última de sus cenas con los discípulos. Y así queremos ser nosotros, y por eso comulgamos, juntos alrededor de la mesa, con Jesús/pan/vino. Jesús quita el pecado del mundo. Y otra vez reducimos el significado a lo puramente jurídico: como paga por nosotros, ya no debemos nada a Dios, estamos sin pecado. Otra vez el AT, otra vez el odre viejo. No, Jesús no paga, pero Jesús sí quita el pecado, para eso ha vivido. En primer lugar porque nos desculpabiliza. La Buena Noticia sobre el pecado es que no somos culpables sino víctimas, que más que cometer pecados sufrimos nuestros pecados. ¡Qué más quisiera yo que no ser envidioso, que no ser violento, que no estar esclavizado por mi lujuria! ¡Pero vienen en mis genes, las tengo desde antes de nacer, y me estropean, me esclavizan, no puedo con ellas! Jesús lo vio muy bien, y por eso cambió "ofensa" por "enfermedad". Jesús cambió "desobediencia" por "error". Y Jesús es luz para que no nos equivoquemos. Es alimento para que no seamos débiles, es sanador para curarnos de enfermedades. Y así es como quita nuestros pecados, sanándonos, alimentándonos, dándonos más luz. Toda teología es una reflexión sobre la Palabra de Dios. Pero es ridículo reflexionar sobre palabras provisionales, imperfectas, raciales, prescindiendo de la palabra. Las teologías sobre el pecado, la redención, el sacrificio se han olvidado de reflexionar sobre las parábolas de Jesús, sobre las curaciones de Jesús, y se han dedicado a reflexionar sobre otras palabras, muchas de ellas bien ajenas a la Buena Noticia. CREO EN JESÚS ¿Hasta dónde llega mi fe, mi confianza en Jesús? ¿me quedaré con sus máximas de sabiduría vital o le seguiré también en su fe? ¿Haré mía su doctrina sobre la convivencia, el respeto, el perdón, el compromiso, la exigencia... o haré mío también su Dios? Más aún, ¿pensaré de él que es un gran hombre, un gran cerebro, un gran corazón, o seguiré adelante y aceptaré que "Dios estaba con Él", que, en efecto, es verdad que Dios no es una difusa realidad incognoscible y arcana, o un temible Soberano que vigila desde su trono de oro, sino algo semejante a lo que nosotros llamamos "una persona", y está ahí, actuando y promoviendo, hasta el punto de que puede aceptarse que Jesús lo califique de "médico", "pastor", "padre"? En resumidas cuentas ¿hasta dónde le creo a Jesús, hasta dónde me fío de Él? Las respuestas pueden ser, son de hecho, variadas y todas ellas respetables. Lo que importa no es tanto si la respuesta es "la correcta" sino que sea consciente. Hay quien se fía de Jesús como maestro de vida. Sus parábolas por ejemplo son un planteamiento definitivamente válido del ser humano y su convivencia. Si le hacemos caso en esto, crearemos una humanidad mucho más humana, con menos dolor y más sentido. Y punto, no hace falta ir más lejos. Lo demás roza con las mitologías. Pero se quedan aquí. Afirmar cosas tales como que todo esto es "Palabra de Dios" o que Jesús mismo es una encarnación de una divinidad son formas míticas de expresar la admiración que nos produce tanta sabiduría. Adentrarnos en mundos "divinos" es una aventura excesiva, un delirio de las mentes humanas que a lo largo de la historia ha mostrado demasiadas veces su capacidad de fantasear con lo invisible, de crear mitos y símbolos y luego creérselos como revelación de los dioses. En el extremo contrario, hay quien acepta (con una ingenuidad que produce cierta envidia) que todo lo que se cuenta de Jesús es lo más lógico y razonable del mundo. Si está lleno (diríamos que "poseído") de la divinidad, todo lo que nos cuenten es razonable: andar sobre las aguas, curar a distancia, saber el futuro, seguir vivo después de la crucifixión... todo es posible para un dios. Una vez hecho el acto de fe inicial, todo es creíble. Jesús "bajó del cielo" tomando forma humana se hizo semejante a nosotros en casi todo, incluso pasó por el mal trago de la muerte para acercarse a nosotros lo más posible, y "volvió al cielo". Sus acciones y palabras son acciones y palabras de un dios que ha tomado vestido humano. Nada en él es increíble. En estas dos actitudes, ciertamente extremas, se encarnan los dos polos entre los que nos movemos. el maestro de sabiduría mitificado – el dios vestido de carne. Pero son opciones un tanto inquietantes. Aceptar al maestro de sabiduría hasta ciertos límites, concretamente hasta que empieza a hablar de Dios y de sí mismo, inquieta por su falta de lógica. Es como si nos convirtiéramos en sus jueces: le aceptamos siempre y cuando nos parezca correcto; cuando su mensaje resulta menos compatible con nuestra mentalidad, prescindimos de él: ¿qué pasa?, ¿es fiable en algunos terrenos y delira en otros? ¿Soy yo más sabio y fiable que él para poder juzgar hasta dónde tiene razón? Aceptar al dios vestido de ser humano produce escalofríos. Se parece demasiado a tantos y tantos mitos de viejas culturas que nos sentimos trasladados a tiempos en que el ser humano ni siquiera pensaba por sí mismo: nos suena a cuentos mágicos, a inventos de sacerdotes que fantasean con los dioses. Pero además, nos suena a lectura reductiva de los evangelios. El hombre de Nazaret que presentan los evangelios no tiene una humanidad aparente: ni sus angustias son propias de un ser divino vestido de humanidad, ni su muerte es una gloriosa apariencia. Jesús de Nazaret fue un ser humano, no una apariencia ni un disfraz de un ser divino. Los que le conocieron creyeron en él. Primero, como se cree en una persona excepcional. Después, como se cree en un maestro extraordinario. Le aplicaron sus propias esperanzas y formulaciones: el Mesías que esperamos. Mucho de esto se vino abajo cuando murió crucificado. Seguían recordándole como una gran persona, seguían admirando las enseñanzas que le oyeron.... Y la cosa no quedó ahí: llegaron al convencimiento de que "Dios estaba con Él", hasta llegaron a llamarle "Hijo de Dios". Y en esto consiste precisamente la "experiencia Pascual". Creyeron que Jesús es un trabajo de Dios. Creyeron que a Jesús no se le puede comprender solamente "desde abajo": que ni su enseñanza ni su comportamiento son fruto de un gran cerebro y un gran corazón. Creyeron que Jesús se explica desde Dios. Llamarle "Hijo de Dios" o "el hombre lleno del Espíritu", decir "Dios estaba con él" o "en él reside la plenitud de la divinidad", identificarlo con Dios... son hermosos intentos de expresar algo que está más allá de las posibilidades del lenguaje, incluso de las posibilidades de comprensión del cerebro. ¡La mente, y las palabras, tienen límites! Pero todas esas palabras, tomadas del mesianismo de Israel o de la mitología de cualquier cultura, no son más que expresiones de una doble convicción: Ø Jesús de Nazaret fue un ser humano, no una apariencia. Un ser tan humano como todo ser humano. Su carne es como mi carne, su angustia como mi angustia, su muerte como mi muerte. Toda fe en Jesús que le prive de su humanidad nada tiene que ver con la fe de los testigos. Ø Jesús de Nazaret fue una presencia de Dios. Como en ningún otro ser humano. Nos hacíamos la pregunta. ¿quién es este hombre? y ahora damos la respuesta: ese hombre es así porque está lleno del Espíritu, es obra del Espíritu. A Jesús no lo explica un cerebro excepcional ni una educación magnífica, ni nada de lo que explica a las personas notables o a los genios. A Jesús lo explica sólo "la fuerza del Espíritu", que "Dios estaba con él" A aquellas personas que llamamos "los testigos" les importó mucho esa fe en Jesús. Su vida quedó totalmente afectada. La de sus parientes, la de la gente con quienes vivieron, también. Este es el planteamiento que nos preocupa. Si mi fe en "Jesús Hijo de Dios" cambia o no mi vida y la de los que me rodean. El fin de año suscita una esperanza de renacimiento. En todos nosotros resuena, como una especie de utopía íntima, dotada del fulgor equívoco de todas las utopías, la posibilidad de cambiar, de renovarse, de reinventarse, de resetearse, de renacer, de ser ocasión de que algo bueno, bello, noble exista. El ser humano soporta mal el empantanamiento, la ausencia de esperanzas.
Por eso sentimos que despiertan energías dormidas cuando alguien nos abre el camino del cambio, el amplio ámbito de la posibilidad, que es donde el ser humano se mueve con entusiasmo, aunque también con miedo. Lo real es lo vivido, que es siempre limitado. El «realizar», es decir, el poder hacer real lo que era una mera posibilidad, es lo que llena de ánimo nuestro corazón. Y empuja a todo tipo de grandezas y de horrores. Un contraluz que nos hace ser cautos con nosotros mismos, porque podemos convertir en tragedias todas nuestras aspiraciones. «El hombre es deinos», dijo Sófocles, es decir, un ser admirable y peligroso. Así son con frecuencia nuestras creaciones. Pondré un ejemplo. ¿Por qué tienen tanta fuerza los nacionalismos? Porque movilizan las energías. ¿Quién va a comprometer su comodidad para aumentar un punto el PIB? En cambio, el nacionalismo proporciona una meta que es superior a la mediocridad de la renta per cápita. De ahí que no sea vulnerable a los razonamientos o a los datos. Se siente capaz de vencer todas esas limitaciones. Desprecia a los que no creen en el poder intrínseco de una idea reivindicativa. El gran enemigo de los nacionalismos es la sensatez. Su aliado es la pasión. Los ilustrados franceses e ingleses oponían a las violentas pasiones políticas las pasiones dulces del comercio. No hay un nacionalismo pecuniario, eso es simplemente cuquería de privilegiados. Los nacionalismos tienen virtudes anfetamínicas y eso, en momentos de depresión, se valora extraordinariamente, porque libera del sopor, del aburrimiento y la impotencia. Cuentan que Giacometti, el gran escultor, se rompió un día una pierna, y saludó a sus amigos entusiasmado, diciendo: «¡Por fin me ha pasado algo!». Una de las funciones tradicionales de la política era «despertar la esperanza ciudadana». Por desgracia, esa honrosa función quedó desprestigiada por el mal uso que de ella hicieron las dictaduras del siglo pasado. La utopía nazi, la soviética, la china de Mao, la espantosa crueldad de Pol Pot, la dictadura cubana, demostraron lo que ya Robespierre había demostrado en tiempos de la Revolución Francesa: "la pasión por conseguir la Justicia, aún a costa de ser injustos, conduce al Terror, sin paliativos. Decepcionada de esas altas esperanzas, la democracia ha caído en una triste impotencia." La economía ha succionado a la política. Pues bien, los nacionalismos llenan de sentido la vida política de muchos ciudadanos, incapaces de darle sentido de otra manera. Y sólo un generador de significados más potente -o el fracaso- pueden disuadirlos. Mientras doy vueltas al tema de la «esperanza política», en este fin de año, tropiezo con un hecho que me intriga. El actual Papa ha sido nombrado personaje del año en contextos muy diversos. Suelo decir a mis alumnos que nuestro cerebro es más inteligente que nosotros, porque descubre patrones donde nosotros sólo vemos confusión. Voy a confiar en lo que digo y a pensar que mi cerebro ha sido perspicaz al relacionar la incapacidad de la política para generar esperanza, y el llamativo consenso en alabar a Francisco (excepto en algunos ambientes católicos). Su crítica del aparato eclesiástico y curial ha sido demoledor, pero no me parece lo más importante. Lo más llamativo es que se ha atrevido a denunciar una embriaguez de certezas que ha aquejado a la iglesia. Francisco es más humilde. Es posible que crea en la infalibilidad papal, con la condición de que el Papa no diga casi nada. La realidad es demasiado compleja para verlo todo claro. San Hilario, un viejo padre de la iglesia, se quejaba hace diecisiete siglos: «¡Nos obligan a hablar de cosas que desconocemos¡». Francisco ha afirmado la preeminencia de la acción sobre los sentimientos, los pensamientos o las creencias, con lo que estoy absolutamente de acuerdo. «Más que el temor a equivocarnos, -ha escrito- espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dadles vosotros de comer! » (Mc 6,3) «El atractivo de la figura de Francisco procede de que parece dispuesto a superar las barreras teológicas» El Papa ha dado una versión muy sencilla del catolicismo, porque ha señalado que no todas las afirmaciones dogmáticas tienen la misma importancia. La teología, y en especial la teología moral, se ha sobrecargado de teorías. En su origen, el mensaje cristiano fue muy simple. Cuenta Policarpo que cuando San Juan era muy viejo, sus discípulos le llevaban a la iglesia para que predicara. El anciano apóstol sólo decía: «Hijitos míos, quereos mucho». Los discípulos estaban hartos de esa monotonía, y le pidieron que les contase otras enseñanzas de Jesús. Y Juan contestó: «Es que no le oí decir otra cosa». El cristianismo comenzó siendo una forma de vida, pero acabó convirtiéndose en la aceptación de un «credo» fundado en metafísicas poco seguras. Si Jesús hubiera asistido a alguno de los grandes concilios cristológicos donde se hablaba de su naturaleza, posiblemente no hubiera entendido nada. Francisco ha vuelto a insistir en la primacía de la acción, que está en el origen del evangelio. «Quien dice que ama al Señor y no se comporta bien con su hermano, miente», es el mensaje de las cartas de San Juan. En los profetas hay una visión de la fe muy distinta al complicado acto que analizaron los teólogos medievales. «¿Quién subirá al monte de Jahvé? El hombre de corazón recto y pura voluntad». En las palabras del nuevo Papa me parece descubrir esta solemne llamada a la acción. Basta comparar los dos escritos largos que ha publicado. El primero había sido escrito casi totalmente por Benedicto XVI: Lumen Fidei. Es un escrito académico trufado de citas. Demuestra sin lugar a dudas la amplia cultura del expontífice. En cambio, la exhortación apostólica Evangelii Gaudium es un escrito práctico. Basta con leer el capítulo en que recomienda a los sacerdotes cómo preparar sus homilías. Esto tiene importancia porque las teologías han sido las grandes barreras que han separado las religiones. Sólo hay que mirar las tres grandes confesiones cristianas -católica, protestante, ortodoxa- para comprobar la dificultad de que se entiendan teológicamente. En cambio, la lucha contra el dolor humano, contra la injusticia, contra la barbarie puede unificarnos a todos. La «regla de oro» -no hagas a los demás lo que no quieres que los demás te hagan- es un precepto multicultural. El atractivo de la figura de Francisco procede de que parece dispuesto a superar las barreras de la teología. Si mil doscientos millones de católicos se dejaran de disputas y emplearan su energía en cambiar el mundo, el mundo cambiaría. Y eso si que sería una constatación práctica de su verdad. Creo que la fe cristiana puede sintetizarse en una afirmación: «El bien es más poderoso que el mal, y todo acto de bondad es una participación de una energía creadora, transfiguradora, a la que podemos llamar Dios». Los teólogos llamaban a este acto de participación «agapé». Se basaban en una metáfora paulina que a mí, como horticultor, me emociona: De la misma manera que un cerezo injertado en un membrillo da cerezas gracias a la energía del membrillo, así el ser humano que rompe los límites y crea modos nobles de vida, está haciendo una obra personal, pero gracias a una energía que le desborda. Es una bella metáfora. Y escribir una meditación sobre la esperanza me ha parecido una buena manera de empezar el año. No le temblaron las piernas en la capilla Sixtina. Jorge Bergloglio ha confesado que en ese momento decisivo del "sí" sintió una paz que no le ha abandonado desde entonces. Lo refleja su rostro distendido y sonriente, como si esa fuerza interior le acompañara siempre. Y el mundo, creyente o no, parece haberle aceptado con una excelente acogida, incluidos los medios de comunicación que lo proclaman "hombre del año".
Pero cabe preguntarse si su revolución copernicana por la que intenta retirarse del vértice de la Iglesia, devolviendo la centralidad a la figura de Cristo y recuperar la importancia conciliar de la colegialidad y el protagonismo del Pueblo, así como lanzarla a la periferia, cuenta con todos los apoyos necesarios. ¿Podrá el Papa llevar a cabo su sueño? ¿Qué límites tiene dentro y fuera de la institución? ¿Hasta qué fronteras conseguirá ampliar la apertura eclesial? Es evidente que no quiere protegerse con antibalas, ni con la mitificación secular de su cargo, ni desde luego tras el fulgor de oropeles. Sin embargo una sorda oposición se va desenmascarando en su entorno. Primero, desde una sociedad dominada por la dictadura del mercado, a la que fustiga sin miedo, acusándola incluso de "matar" a sus víctimas. No olvidemos la frase de Lyndon B. Johnson en 1969 después de leer el Informe Rockefeller: "Lo pobres son un enemigo que quiere lo que nosotros tenemos". El "Papa de los pobres" ya ha recibido los envites del Tea Party acusándolo de marxista. Aunque afortunadamente Francisco es de los que contesta a pie de titular, dejando claro que dicha ideología está equivocada, pero no las personas, pues muchos marxistas son sus amigos. En este plano sociológico, como en otros, guarda una inteligente equidistancia entre la humanidad y la pureza de la doctrina, la ortodoxia y el diálogo. Su pensamiento es el de Doctrina Social de la Iglesia, pero su corazón no es el de un jefe, sino el de un hermano. Nadie puede saber hasta qué punto los dueños del poder económico, incluidos sus sicarios mafiosos, llegarán a movilizarse contra él. Pero, como demostró el fundador del cristianismo, no hay mayor fuerza que la debilidad ni palanca más poderosa que el amor. Más de temer son los opositores de dentro. Entre estos han surgido los de menor fuste, los aristócratas del formalismo, los que han dejado de leer el Evangelio para apegarse al mito ritual, a los capisayos, y al alambicamiento del lenguaje eclesiástico. No soportan que un papa se despoje de oro y púrpura, prefiera una pensión a un palacio, y un utilitario a un Mercedes y que además se entienda. Le acusan de "cutre" exactamente como los fariseos a Jesús, un "predicador rural", que se juntaba con publicanos, lisiados y prostitutas. Esto ha indignado incluso al secretario de su predecesor, que vio en estos gestos un feo a Benedicto XVI, quien por cierto mantiene su admirable silencio. Más peligrosos son los sectores de la curia, que ha comenzado a reformar de sus escandalosos manejos revelados por los vatileaks. En esto, como en el tema de la pederastia no le tiembla la mano, y ha tenido la inteligencia de no actuar sólo, sino con un comité de ocho cardenales de la Iglesia universal, que le respalda. Si bien el terreno más pantanoso por donde ha de caminar sigue siendo el de la doctrina. La Iglesia católica sostiene que no se fundamenta sólo en la Revelación, sino también en la Tradición, y esta, acumulada durante siglos, hace que se mueva con pasos paquidérmicos. Ahí tiene clavados miles de ojos avezados en el dogma, la moral, el Derecho Canónico y el "siempre se hizo así". Sobre todo afilan sus estiletes los casuistas en moral sexual. En esta materia la habilidosa fusión del carisma del de Asís con el sentido práctico del universitario Loyola, junto a un gran conocimiento del mundo actual, le prestan la sabiduría de caminar sobre seguro. Nadie hasta ahora ha conseguido cazarle en un renuncio teológico. Paradigmática en este sentido es su respuesta sobre los homosexuales, comparable a la de Jesús a los que pretendían apedrear a la adúltera. El próximo sínodo de la familia va a convertirse en la primera tormenta de ideas no meramente consultiva sino deliberativa de este organismo creado por el Concilio. Y la polémica admisión a la comunión de los divorciados, por ejemplo, si se consigue, irá más en la línea de flexibilizar las nulidades, como en la Iglesia Ortodoxa, que en modificar la indisolubilidad. Un misterio sin resolver es si cambiará o no la ley vigente del celibato que, al no ser de "derecho divino", no pertenece al dogma y es modificable. No deja de ser sintomático que sobre esta cuestión no se haya aún pronunciado. Me consta que hay un sector feminista de la Iglesia desilusionado por la forma de abordar el papel de la mujer.. No pocas piensan que su marginación en la Iglesia no cesará hasta conseguir su acceso al sacerdocio, puerta cerrada por Juan Pabl II de forma contundente, y que Francisco no abrirá. También ha clausurado la del cardenalato, que algunos veían como viable, puesto que bastaría para ello el diaconado, recurso apuntado hace años por algunos padres sinodales. El papa lo descarta como forma de "clericalismo". Pero, si esta frontera resulta infranqueable, el ecumenismo se presenta como un horizonte lleno de promesas. Un papa, gran amigo de judíos en Buenos Aires, que despierta la admiración sincera de líderes de otras Iglesias, y que afirma que las sangres de un protestante y un católico se mezclan en una al derramarse, dice más que al debatir diferencias teológicas. La gran reforma de Francisco sin embargo es la de devolver al papado un rostro humano y por tanto más divino; la de bajar a la calle y encaminar un ministerio petrino absoluto a un corresponsable "primus inter pares". El teólogo español Juan de Dios Martín Velasco lo ha expresado con acierto: Si la historia hasta ahora se ha encargado de "eclesializar al cristianismo, Francisco ha emprendido la tarea de recristianizar la Iglesia". No es poco. Viene a ser tanto como aproximarse a aquellos inspirados versos de Rafael Alberti al San Pedro de bronce del Vaticano: Haz un milagro, Señor Déjame bajar al río, volver a ser pescador, que es lo mío. Un sueño que parece ser real y romper fronteras. Todo Intereclesial tiene un esquema similar, que se va concretizando dependiendo de la temática escogida, el lugar donde es celebrado y el momento histórico. Este 13º Intereclesial de las CEBs no es diferente y ya hemos entrado en la dinámica del encuentro. Pero ¿qué significa este Intereclesial para la diócesis de Crato, a la que pertenece Juazeiro do Norte?
A esta pregunta me respondía el Padre Vileci Basilio Vidal, coordinador general del Intereclesial. Él dice que este encuentro es importante para toda la Iglesia de Brasil que está discutiendo el Documento 104 de la CNBB, “Parroquia como comunidad de comunidades”. Está ayudando a la diócesis de Crato a hacer de la parroquia una red de comunidades articuladas entre sí, donde la referencia de la parroquia no es la Iglesia matriz y si las comunidades, lugar de la acción misionera, de realizar los trabajos pastorales y donde se empieza un proceso de cambio a partir de la organización popular. También destaca a partir del lema “Romeros en el campo y en la ciudad”, la importancia de la religiosidad popular, quebrando el paradigma que considera la religiosidad popular como alienante, cuando en realidad esta forma parte de la religiosidad de la gente sencilla, de los habitantes de las zonas rurales, de las periferias de las ciudades, de gente que peregrina en busca de lo Sagrado, animando la mística de la liberación de las comunidades. El Padre Vileci señala que hace mucho tiempo que se habla poco de CEBs, destacando que son el lugar donde se vive la experiencia de fe marcada por cuatro puntos fundamentales: la fe, articulada a través de los estudios bíblicos; la espiritualidad, que nos ayuda en las celebraciones a fortalecer nuestra fe articulada con la vida de la gente y celebrar esa vida; la comunión, que se hace realidad en los consejos comunitarios que sirven como base de organización; la misión, que expresa en las pastorales, en la lucha por la defensa de la vida, en las asociaciones en pro de acciones sociales concretas. Podríamos decir que esto es un resumen de buena parte de lo que fue desarrollado a lo largo de este día, que comenzó desayunando en la casa de la familia que me acoge, junto con otros tres delegados. Allí vi una vez más lo que significa el Padre Cícero para esta gente, en las palabras de la señora de la casa, que decía: “Algún día será construida la Iglesia del Padre Cícero” (aquel que fue y continua excomulgado por la Iglesia Católica). Al juntarnos en el lugar de la asamblea general (somos más de cuatro mil personas) empezamos con una oración propia de los romeros, el Oficio de Romería, hecha sin prisa, con la participación activa de todo mundo, con alegría, en ese clima de fiesta propio de todo encuentro de CEBs. Después de este momento de oración, el testimonio de cinco personas nos ayudó a reflexionar sobre algunas de las problemáticas más sangrantes en Brasil. El primero a hablar fue un indígena del pueblo kaiowa-guaraní, del estado de Mato Grosso do Sul, duramente perseguidos en estos últimos años por los grandes terratenientes, apoyados por buena parte de la clase política. Nos hablaba sobre la demarcación de las tierras indígenas y nos decía que “la tierra para nosotros no es comercio, es nuestra madre”, que hay otra forma posible de vivir, que la Madre no se vende, se la cuida, que la naturaleza no es para ser explorada, es para ser admirada. Esto me trajo a la memoria lo que fue abordado en el 12º Intereclesial, realizado en 2009 en Porto Velho, que forma parte de la región amazónica. Por eso entrevisté al Padre Luis Ceppi, coordinador general de aquel encuentro, quien resaltaba algunas propuestas que entonces surgieron y que son hoy inolvidables, como es la cuestión ecológica, que es más que tener mucho o poco y nos debe llevar a una convivencia pacífica con la obra del Creador y a descubrir que la tierra debe ser salvaguardada. Otra cuestión que surgió de aquel Intereclesial fue el hecho de descubrir que hay varias civilizaciones, varias realidades religiosas y eclesiales, que la pluralidad no es uniformidad, que debemos dejar que cada nación se desenvuelva y crezca a partir de la propia capacidad organizativa. También destacó los problemas relacionados con la tierra y como ya 250 millones de personas en el mundo han tenido que salir de su hábitat como consecuencia de los cambios climáticos. En consecuencia de todo esto no podemos ser una civilización, una Iglesia, de primeros auxilios, debemos volvernos protagonistas de nuevas civilizaciones a partir de la terna tierra, humanidad, Dios. Descubrir, siguiendo el ejemplo de las culturas tradicionales, que debemos trabajar para vivir y no vivir para trabajar, reflexionando sobre el uso que hacemos del tiempo. Un joven de Maraba, estado de Pará, región Norte, nos hablaba sobre el exterminio de los jóvenes, muchas veces por la propia policía, exterminando especialmente a los negros pobres de los barrios periféricos. ¿Cómo transformar esta cultura de muerte en la civilización del amor? Damiana, una agricultora del estado de Ceará, donde acontece el encuentro, nos hablaba de la agricultura familiar frente al agro negocio, mostrando la falta de condiciones para vivir y plantar. Frente a esto denuncia los abusos de las grandes multinacionales, beneficiadas por los grandes emprendimientos gubernamentales. Acababa expresando una idea que forma parte la vida de la gente del campo de hoy: “saber que teníamos todo y hoy no tenemos nada”. Vilma, recicladora de Belo Horizinte, una de las grandes ciudades brasileñas, nos hablaba sobre la recogida selectiva de basura, actitud que no forma parte de los hábitos brasileños. Poco a poco han pasado de ser visto como mendigos a ser vistos como trabajadores y a adquirir los derechos propios de estos. Nos llamaba a renovar la mente para adoptar esta actitud de recogida selectiva. Antonio, del estado de São Paulo nos hacía caer en la cuenta de los problemas en el reconocimiento de las tierras de los quilombos, lugares donde los negros vivieron después del fin de la esclavitud y que poco a poco fueron perdiendo, denunciando la falta de escucha por parte de las autoridades políticas. Después de esto, el análisis socio-político comenzaba con una frase famosa de Don Helder Cámara: “Cuando ayudo a los pobres me llaman santo, cuando pregunto por qué son pobres me llaman comunista”. En este análisis fuimos desafiados a entender la realidad social en la que vivimos, una sociedad desigual e injusta, y a partir de ahí encarar el desafío de realizar las grandes y profundas mudanzas estructurales que la sociedad brasileña necesita, sabiendo que es difícil pero recordando las palabras del Papa Francisco que nos dice que los desafíos del mundo de hoy son muchos y muy grandes, pero que los desafíos existen para ser superados, sin dejarnos superar por un espíritu de desánimo que nos lleve a pensar que otro mundo no es posible, teniendo audacia para conseguir este propósito, procurando que este Intereclesial sea momento para intercambiar semillas que un día puedan dar frutos en defensa de la Vida. Al respecto no podemos olvidar la historia de la región nordeste donde acontece este encuentro, ni las figuras del Padre Ibiapina, Antonio Conselheiro, Ze Lourenço y el Padre Cicero, que crearon comunidades organizadas a partir del espíritu de las primeras comunidades cristianas, germen de las CEBs. Ellos, especialmente Ibiapina, supo traducir a su época y a la realidad en que vivió los mandamientos que deben hacer parte de la vida de todos los creyentes: el amor a Dios y al prójimo. Y a partir de ahí ¿cuál es nuestra contribución como comunidades en la construcción de la justicia, del Reino de Dios? Por la tarde nos dividimos en grupos, llamados de ranchos, en referencia a los lugares donde se hospedan los romeros cuando vienen a Juazeiro y en grupos menores llamados sombreros, prenda imprescindible para que todo romero pueda soportar el sol escaldrante de estas tierras. Las temáticas tratadas fueron siete: CEBs y espiritualidad romera; CEBs en el campo y en la ciudad; CEBs y el protagonismo de la Juventud; CEBs al servicio de la Vida; CEBs y la práctica de la Justicia; CEBs y vocación profética y CEBs y compromiso misionero. Participé de un momento de CEBs y la práctica de la Justicia y fue destacado que la Justicia que debemos buscar es la justicia de inspiración bíblica, que es hacer valer los derechos de los pobres y oprimidos, de las víctimas, elemento que está en la base del Evangelio de Jesucristo. La verdad es que todo Intereclesial, este es el segundo en el que participo, es un no parar, una continua reflexión, encuentro, celebración. Esto es importante pues va a alimentar a lo largo de estos años que se aproximan la vida de las comunidades en las que cada uno camina y vive su fe. Félix Alarcón fue víctima del pederasta Maciel y dirigente de la congregación religiosa
“No le pidas a un pobre cura que juzgue al Papa. Solo sé que quería mucho a los legionarios”. Así habla Félix Alarcón cuando se le pide un juicio sobre la culposa pasividad de Juan Pablo II y del cardenal Joseph Ratzinger ante las denuncias contra el pederasta Marcial Maciel. Alarcón fue secretario general de los Legionarios de Cristo y secretario personal de Maciel. Además, fue una de sus víctimas. Cuando dijo basta a los abusos sexuales de su superior, fue exiliado a Estados Unidos, donde finalmente ejerció el sacerdocio a las órdenes de un obispo bondadoso. Antes, había acabado sus estudios en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, con notas extraordinarias. Más tarde, se convirtió en uno de los ocho denunciantes del fundador pederasta. Fue calumniado, marginado, perseguido. Con saña, sin cesar. “Acabo de leer un libro de investigación que refleja que el Vaticano tiene 240 documentos que evidencian que la situación se conocía mucho antes de que se reconociese. Nuestra carta (de denuncia) es del año 88, y mientras Ratzinger estuvo de cardenal, se pasaban esta terrible patata caliente unos a otros, sin tomar ninguna medida”, recuerda ahora en su casa de Madrid. A punto de cumplir 80 años, cuida a una hermana enferma que en mayo cumplirá 94. “Soy su enfermero, cocino, friego, no me separo de ella”, cuenta en conversación con EL PAÍS la víspera de Navidad. Es su manera de disculpar que no conceda una entrevista ese día. Da permiso, en cambio, para volver a hablar “cuando pasen los Reyes”. Entre ambas conversaciones se ha producido un hecho que le ha emocionado. El 28 de diciembre, el secretario general de los Legionarios, Jaime Rodríguez, acudió a casa de Alarcón para hablar del sufrimiento pasado y del futuro. Y una sorpresa más agradable: traía de Roma una invitación para que vaya a hablar ante el Capítulo general que comenzó ayer. “Me pareció un gesto esperanzador”. Pero no quiso aceptar. “No me siento con fuerzas”. Entonces, recibió otra oferta, igualmente honrosa: que grabase un mensaje al Capítulo. Lo hizo en el teléfono móvil de Rodríguez. En dos minutos, el padre Alarcón pide a los 61 padres capitulares que “abracen la verdad para poder tener futuro”. Tras denunciar, fue calumniado, marginado y perseguido Félix Alarcón recordó ante el enviado por Roma lo mucho que ha sufrido. “Estos jóvenes legionarios son gente valiosa que no ha sufrido lo que vivimos nosotros. Aunque no pueden pagar un precio desorbitado, es de justicia que recobren la memoria histórica, que pidan perdón, que purifiquen el pasado, por muy doloroso que sea. Pero, desde mis experiencias, creo que la Legión tal como la entendíamos debería ser eliminada. Las congregaciones religiosas se sostienen en el carisma del fundador. Si miras al fundador de los legionarios lo que ves es un misterio terrorífico”. Finalmente, no hubo entrevista larga sino dos conversaciones por teléfono de unos pocos minutos cada una. Sugiere que recojamos sus palabras de la entrevista que concedió a Religión Digital el 16 de diciembre pasado. “Ahí dije todo lo que creí que debo decir ahora”. Lo publicado en Religión Digital ha tenido un eco enorme en el universo eclesiástico porque son palabras de uno de los primeros legionarios, cofundador que abrió casas de la Legión en muchos países. Los abusos han sido permanentes, en todos los sitios. ¿Cómo pudo soportarlos? “Éramos muy jovencitos y el padre Maciel tenía un carisma impresionante. Nos enfrentábamos con el misterio de compaginar los abusos y su condición de fundador. Cuando todo esto se ha puesto boca arriba, cada uno de nosotros ha tenido una reacción distinta. ¿Pero también a ti te pasó aquello? Pensabas que eras tú solo. De ahí surgía la vergüenza y el sentido de esconderte. Descubrimos que la cosa fue mucho más perversa de lo que creíamos. Me enfrenté al padre, pero me costó mucho, porque el abuso psicológico era mucho mayor que el sexual. Yo cantaba muy bien y me llevaban a cantar a las abadías, me hacían cantar para los cardenales cuando venían de visita, me usaban para eso. Mi familia había pasado tanta tragedia… Mi padre y mi hermano estaban enterrados en Paracuellos, fusilados en la Guerra Civil. No tenía a nadie a quien pudiese llamar padre. Y el padre Maciel lo era. Pero rápidamente dejó de serlo”. 30.000 seglares Los Legionarios de Cristo tienen registrados en el mundo 953 sacerdotes, 932 seminaristas y 945 seminaristas menores. Además, hay censados 702 laicos consagrados y unos 30.000 seglares. En España hay 50 sacerdotes, 10 religiosos en prácticas apostólicas y 20 novicios. También hay 67 laicos consagrados y alrededor de 1.200 seglares. La congregación gestiona siete colegios repartidos en Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia, además de la Universidad Francisco de Vitoria y la Fundación Altius. En total son dueños de 170 colegios en casi 30 países, 14 universidades y 10 seminarios. Los relatos evangélicos asocian el inicio de la actividad pública de Jesús al hecho de ser bautizado por Juan. Como si ese acontecimiento marcara un punto de inflexión significativo en la vida del maestro de Nazaret. Al mismo tiempo, tienen que encontrar una explicación frente a los discípulos del Bautista que, apoyados en este hecho, afirmaban la superioridad de su propio maestro con respecto a Jesús.
Mateo se remite a algún designio divino, no sin antes poner en boca del propio Juan su sumisión: "Soy yo el que necesita que tú me bautices". Con esta aclaración, inducida por la polémica entre los discípulos de uno y otro, el relato se centra en la proclamación por la que Jesús es presentado como el enviado, el "hijo amado". La proclamación va acompañada de rasgos característicos de una teofanía: el abrirse el cielo, la imagen de la paloma y la voz de lo alto. Todo ello para indicar que es Dios mismo quien irrumpe en la persona de Jesús, a quien presenta como hijo amado, habitado por el Espíritu. Si todo ello lo leemos desde el nivel mental, no hay nada más que añadir: el Hijo de Dios viene a salvar nuestras almas. Pero la evolución de la consciencia nos ha hecho percatarnos de nuevos datos que ya resulta imposible ignorar. Entre ellos, por lo que se refiere a esta cuestión, dos: 1. El yo es únicamente una ficción mental; nuestra confusión y sufrimiento se derivan del hecho de habernos reducido a él; por tanto, no hay que "salvar al yo", sino aprender a "liberarnos de él" (en el sentido de no considerarlo como nuestra identidad). 2. Existe un modo de conocer previo al mental y más rico que él: el modelo no-dual. Pues, como afirma el psicólogo Giorgio Nardone –autor del libro "Pienso, luego sufro"-, "es una perversión de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo". Leído el texto desde el modelo no-dual, el horizonte señalado en el texto se amplía radicalmente: cada uno, cada una de nosotros somos, en realidad, el "hijo amado" del que se habla ahí. "Hijo/a amado/a": he ahí uno de los nombres de nuestra identidad, aquella que compartimos con todos los seres. Pero el término "hijo" no hace referencia a una realidad supuestamente separada de otra a la que llamaríamos "padre" –ese es el lenguaje mental-, sino que se trata de una Realidad única, en su doble cara: de hecho, "padre" e "hijo" únicamente pueden darse en una misma relación; cada uno de ellos "hace posible" al otro. Dicho de un modo más simple, la palabra "Padre" quiere designar al Fondo invisible y único de todo lo que es; la de "Hijo" alude a lo visible y manifiesto. Por decirlo con palabras poéticas de Javier Melloni, se trata de "la Profundidad originaria (Padre-Madre) de las aguas dándose en el Hijo, el Hijo-Cuenco recibiéndose desde el Fondo que lo engendra continuamente para retornar a él por flujo incesante del Viento-Espíritu. No estamos sino en este único y mismo Fondo. Participamos de él como oleaje experienciándose en nosotros. A través de nuestra existencia retornamos a la Fuente que se vierte en el Mar de donde proviene" (J. MELLONI, Sed de Ser, Herder, Barcelona 2013, p.20). Y continúa el mismo Javier de una manera hermosa: "En cada acto verdadero damos a luz a Aquel que nos ha dado a luz para que lo manifestemos. El Mar se expresa en sus olas. Las olas hacen visible el Mar. Al dejar salir lo más genuino de nosotros, dejamos al mar ser ola en nosotros" (Ibid. p.84). En nuestras "formas" concretas, históricas y temporales, somos manifestación y expresión de aquel Fondo que, simultáneamente, constituye nuestra identidad más profunda. Con razón se habla de "intimidad divina": no cabe ninguna separación ni distancia; somos, a la vez, la ola y el Océano. Y así nos percibimos en nosotros mismos: como "ola" cuando nos pensamos; como "Océano" cuando, sencillamente, aquietamos la mente y atendemos en el no-pensamiento. Nos pensamos como "hijos/as amados/as", permanente y amorosamente sostenidos en el regazo de Aquel que nos vive –y al que podemos llamar "Padre/Madre" o "Tú"- y que se vive a través nuestro. Y nos re-conocemos –ya sin apego egoico- como aquel mismo Fondo que identifica a todo lo que es. En esta experiencia, saltan todas las barreras y separaciones y, con ellas, todo miedo y toda soledad. Para experimentarlo, solo se requiere acallar la mente. Sin esto, veremos únicamente sombras, y seguiremos sumidos en la ignorancia básica y, por tanto, en el sufrimiento. Empezamos el tiempo ordinario del año litúrgico. A lo largo de todo el año vamos desgranando los más importantes acontecimientos de la vida pública de Jesús. Es lógico que empecemos con el primer hecho importante de esa andadura, el bautismo. Los especialistas dicen que el bautismo, es el primer dato de la vida de Jesús que podemos considerar, con una gran probabilidad, como verdaderamente histórico.
Sin duda fue muy importante para Jesús. Fue también muy importante para los primeros cristianos que intentaron comprender su vida y milagros, porque el bautismo deja claro que el motor de toda la trayectoria humana de Jesús fue obra del Espíritu. La hondura de la fiesta la marcan las dos primeras lecturas. Ahí podemos descubrir que va mucho más allá de la narración de un hecho más o menos folclórico. (Is 42,1-7) Sobre él he puesto mi Espíritu para traer el derecho a las naciones (Hch 10,34-38) Ungido con la fuerza del Espíritu, que pasó haciendo el bien Isaías hace un cántico al libertador del pueblo oprimido que la primera comunidad cristiana identificó con Cristo. Pedro hace un resumen muy certero de la vida de Jesús. En las tres lecturas se habla del Espíritu como determinante de la presencia salvadora de Dios. La presencia de Dios en la historia se lleva a cabo siempre a través de su Espíritu. Dios es causa primera, y no puede ser causa segunda. Actúa siempre desde lo hondo del ser y sin violentarlo en nada. Por eso decimos que actúa siempre como Espíritu. Aunque el bautismo de Jesús fue un hecho histórico, la manera de contarlo va más allá de una crónica de sucesos. Cada evangelista acentúa los aspectos que más le interesan para destacar la idea que va a desarrollar en su evangelio. Lo narran los tres sinópticos y Hechos aluden a él varias veces. Juan hace referencia a él como dato conocido, lo cual es más convincente que si lo contara expresamente. Dado el altísimo concepto que los primeros cristianos tenían de Jesús, no fue fácil explicar su bautismo por Juan. En ningún caso pudo ser un invento posterior. Si a pesar de las dificultades de explicarlo, se narra en todos los evangelios, es que era un hecho conocido de todos y no se podía escamotear. El relato del bautismo intenta concentrar en un momento, lo que fue un proceso que duró toda la vida de Jesús. La mejor demostración es que en los sinópticos está relacionado con las tentaciones. Ni en uno ni en dos momentos quedó definitivamente clara su trayectoria. No tiene mucha lógica que el bautismo marque el punto de inflexión hacia su vida pública. Aceptar el bautismo de Juan, era aceptar su doctrina y su actitud vital fundamental. No se entiende que esa aceptación del bautismo de Juan sea a la vez el comienzo de un proyecto propio, distinto del de Juan. En el brevísimo diálogo entre Jesús y Juan, Mateo expresa que Jesús rompe todos los esquemas del mesianismo judío. No es el bautizar a Jesús lo que le cuesta aceptar al Bautista, sino el significado de su bautismo, que trastoca la idea del Mesías juez poderoso, que Juan manifestaba en sus discursos. Es muy probable que Jesús fuera discípulo de Juan y que no solo se viera atraído por su doctrina, sino que incluso formase parte del pequeño grupo de sus seguidores. Solo después de ser bautizado, desde su propia experiencia interior, trasciende el mensaje de Juan y comienza a predicar su propio mensaje, en el que la idea de Mesías y de Dios que el Bautista había predicado, queda notablemente superada. Con sus constantes referencias al AT, Mateo quiere dejar muy claro que toda la posible comprensión de la figura de Jesús tiene que partir del AT. La manera de hablar es totalmente simbólica. Lo que nos cuentan, pasó todo en el interior de Jesús. Lucas nos dice: "y mientras oraba..." Los demás evangelistas lo dan por supuesto, porque sólo desde el interior se puede descubrir el Espíritu que nos invade. Jesús una persona ya madura pero inquieta, se siente atraído por la predicación de Juan. No solo la acepta, sino que se quiere comprometer con las ideas del Bautista. Todo ello prepara a Jesús para una experiencia única. Se le abren los cielos y ve claro lo que Dios espera de él. Jesús no fue un extraterrestre de naturaleza divina que estuviera dispensado de la trayectoria que cualquier ser humano tiene que recorrer para alcanzar su plenitud. No nos tomamos en serio esa experiencia humana de Jesús. Pero los primeros cristianos tomaron muy en serio la humanidad de Jesús. Hablar de que Jesús hizo un acto de humildad al ponerse a la fila como un pecador, aunque no tenía pecados, es pensar en un acto teatral que no pega ni con cola a una personalidad como la de Jesús. A este relato nos acercamos siempre con demasiados prejuicios: El primero, olvidarnos de que Jesús era completamente humano y necesitó ir aclarando sus ideas. En segundo lugar el concepto de pecado y conversión, que no tiene nada que ver con lo que se entendía entones. Entendemos la conversión como un salir de una situación de pecado. Lo que se narra es una auténtica conversión de Jesús, lo cual no tiene que suponer una situación previa de pecado, sino una toma de conciencia de lo que significa para un ser humano alcanzar la plenitud de una meta aún no conseguida. Dios llega siempre desde dentro, no desde fuera. Nuestro mensaje "cristiano" de verdades, normas y ritos, no tiene nada que ver con lo que vivió y predicó Jesús. El centro del mensaje de Jesús consiste en invitar a todos los hombres a tener la misma experiencia de Dios que él tuvo. Después de esa experiencia de Dios, Jesús ve con toda claridad que esa es la meta de todo ser humano y puede decir a Nicodemo: "hay que nacer de nuevo". Porque él ya había nacido del agua y del Espíritu. El bautismo de Jesús tiene muy poco que ver con nuestro bautismo. El relato no da ninguna importancia al bautismo en sí, sino a la manifestación de Dios en Jesús por medio del Espíritu. Fijaros que Mateo dice expresamente: "apenas se bautizó, Jesús salió del agua...". Marcos dice casi lo mismo: "apenas salió del agua..." Lucas dice: "y mientras oraba...". La experiencia tiene lugar una vez concluido el rito del bautismo. En los evangelios se hace constante referencia al Espíritu para explicar lo que es Jesús. La alusión a los cielos que se abren definitivamente, es la expresión de una esperanza de todo el AT. (Is 63,16) "¡Ah si se rasgasen los cielos y descendieses!" La comunicación entre lo divino y lo humano, que había quedado interrumpida por culpa de la infidelidad del pueblo, es desde ahora posible gracias a la total fidelidad de Jesús. La distancia entre Dios y el Hombre queda superada para siempre. La voz la oyó Jesús dentro de sí mismo y le dio la garantía absoluta de que Dios estaba con él para llevar a cabo su misión. Estamos celebrando el verdadero nacimiento de Jesús. Y éste sí que ha tenido lugar por obra del Espíritu Santo. Dejándose llevar por el Espíritu, se encamina él mismo hacia la plenitud humana, marcándonos el camino de nuestra plenitud. Pero tenemos que ser muy conscientes de que solo naciendo de nuevo, naciendo del Espíritu, podremos desplegar todas nuestras posibilidades humanas. No siguiendo a Jesús desde fuera, como si se tratara de un líder, sino entrando como él en la dinámica de la vivencia interior. La presencia de Dios en el hombre tiene que darse en aquello que tiene de específicamente humano; no puede ser una inconsciente presencia mecánica. Dios está en todas las criaturas como la base y el fundamento de su ser, pero solo el hombre puede tomar conciencia de esa realidad y puede vivirla. Esto es su meta y el objetivo último de su existencia. En Jesús, la toma de conciencia de lo que es Dios en él, fue un proceso que no terminó nunca. En el relato del bautismo se nos está hablando de un paso más, aunque decisivo, en esa toma de conciencia. Meditación-contemplación Jesús vio que el Espíritu bajaba sobre él. Esta es la experiencia máxima de un ser humano si tenemos en cuenta que Dios-Espíritu no tiene que venir de ninguna parte, porque está en nosotros antes de que nosotros empezáramos a ser. ...................... Descubrir el Espíritu en lo hondo de mi ser es el segundo nacimiento que Jesús pide a Nicodemo. Con esa experiencia, comienza otra Vida que es la verdadera. Es la misma Vida que es Dios la que se despliega en mí. ....................... No tengo que romperme la cabeza para conseguirla. Es un don que el mismo Dios me ha hecho ya. Estoy preñado de Dios. Lo único que tengo que hacer es atreverme a darle a luz. |
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