Charles Dodd, uno de los mejores especialistas en el estudio del cuarto evangelio, afirma que este relato, conocido como “las bodas de Caná”, en su origen habría sido una parábola, transformada posteriormente en “suceso”.
Sea de ello lo que fuere, de lo que no cabe duda es de que, en el contexto del evangelio de Juan, se trata de un relato profundamente rico en simbolismo y en el que se resume la misión entera de Jesús. Durante siglos, los textos evangélicos se han leído en dos claves sumamente empobrecedoras: una anecdótica y otra moralizadora. En la primera, lo que se narra en los evangelios se veía como hechos que venían a demostrar el poder de Jesús en cuanto Hijo de Dios; en realidad, como digo, no pasaban de ser meras anécdotas –aunque piadosas-, sin más contenido para el lector. En la segunda, el evangelio aparecía como un código de moral, para revisar la propia vida. Ambas lecturas, no solo impedían conectar con la sabiduría profunda de un texto siempre actual, sino que produjeron que aquellas palabras fueran devaluándose y perdiendo interés real. Frente a lecturas tan reduccionistas, me parece necesario ver el evangelio como un libro de sabiduría que enseña a despertar y a vivir. Desde esa perspectiva, el relato que leemos hoy quizás pudiera resumirse en la siguiente síntesis. (No voy a entrar ahora en al análisis de cada uno de los elementos simbólicos que aparecen en el mismo. Quien esté interesado puede verlos en mi libro Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos, Desclée De Brouwer, Bilbao 2012, pp.90-96, donde comento este texto del cuarto evangelio). La religión oficial (6 tinajas de agua) es algo vacío y triste, incapaz de comunicar el gozo de vivir (vino). Las personas despiertas (representadas en la madre, el “resto fiel”) son las que se dan cuenta de esa carencia, remitiendo a Jesús, con las palabras con las que el pueblo judío, en el desierto, aceptó la alianza del Sinaí: “Haremos lo que el Señor nos diga” (Libro del Éxodo 19,8). Jesús es presentado como quien aporta vida y alegría –“vida en plenitud”, dirá más adelante el mismo evangelio-, a través de su “hora” (en su muerte-resurrección): precisamente cuando se entrega por completo es cuando se hace visible la Vida que la muerte no puede destruir. No es extraño que el relato termine advirtiendo que este fue el primer signo –de un total de siete, el número perfecto, que referirá este evangelio- y que fue así como “manifestó su gloria”. La “gloria” no es sino el esplendor y la belleza de Lo que es, que se manifiesta en toda situación en que se hace patente la Vida y la Unidad. “Gloria” es, por eso, otro nombre de nuestra verdadera identidad. Lo que es, es Gloria, Belleza y Amor. Y eso que es, es lo que somos todos en nuestra realidad más profunda. Lo que ocurrió en Caná es una descripción de lo que sucede cuando conectamos con lo que, más allá de las apariencias, realmente somos. Caná es lo que sucede siempre que despertamos del engaño que nos hace reducirnos a la mente y “tocamos” la Vida que somos: es entonces cuando estamos por fin saboreando el vino nuevo, el mejor.
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El evangelio de Juan que acabamos de leer, está fuera de contexto. Estamos en el ciclo C y deberíamos leer a Lucas. El motivo es que antiguamente se celebraba el día de la Epifanía tres acontecimientos: la adoración de los Magos, el Bautismo de Jesús y las Bodas de Caná. Como ahora el día de Epifanía se celebra solo la adoración de los magos, la liturgia quiere recordar en los dos domingos siguientes, los otros dos acontecimientos. Por esta razón leemos el evangelio de Juan, que es el único que relata la Boda de Caná.
Visto como una crónica, está lleno de incoherencias. La primera, que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Está dentro de toda lógica la respuesta de Jesús: "¿Qué nos importa a ti y a mí?". A pesar de la respuesta negativa, ella manda a los servidores que hagan lo que él les diga. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de unos cien litros, dedicadas a las purificaciones. Por último, no tiene sentido que el maestresala increpe al novio por haber dado el vino malo al principio, porque era él, el que tenía que ordenar qué vino se servía en cada momento. EXPLICACIÓN El relato no es una crónica de lo sucedido en una boda. Es fruto de una minuciosa y larga elaboración. No nos dice ni quiénes eran los novios ni qué relación tienen con Jesús. Lo que normalmente llamamos "el milagro" pasa casi desapercibido. Ni siquiera nos dice cuándo se convierte el agua en vino. Sería imposible separar lo que pudo suceder realmente, de los símbolos que envuelven el relato. Sin duda ninguna, Jesús asistiría a muchas bodas, y en cualquiera de ellas pudieron pasar cosas parecidas. Pero lo que hoy nos cuenta Juan, es teología. La clave para entender los símbolos es el trasfondo del AT, y la "hora" de la glorificación de Jesús en la cruz. La boda era desde Os, el signo más empleado para designar la alianza de Dios con su pueblo. La idea de Dios novio y el pueblo novia se repite una y otra vez en el AT. La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT, era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios. La Madre es símbolo de la Alianza que está ya caducada. Jesús y los discípulos son el nuevo pueblo, que están allí de paso. Es completamente inverosímil que María pidiera a Jesús un milagro. Menos sentido tiene, que la petición de María adelantara la hora de hacer milagros. La hora a la que se refiere Juan es siempre la hora de la muerte de Jesús. El vino es símbolo del amor entre el esposo y la esposa. En la boda (Antigua Alianza) no existe relación de amor entre Dios y el pueblo. La Madre, por pertenecer a la boda se da cuenta de la falta. No le llama hijo, ni Jesús le llama Madre. No se trata aquí de una relación familiar. María representa al Israel fiel que espera en el Mesías. Jesús nace del verdadero Israel y va a dar cumplimiento a las promesas. El primer paso es mostrarle la carencia: "No tienen vino". No se dirige al presidente, ni al novio. Se dirige a Jesús, que para Juan es el único que puede aportar la salvación que Israel necesita. Jesús invita a su madre a desenten¬derse del problema. No les toca a ellos intervenir en la alianza caducada. Está indicando la necesidad de romper con el pasado. Ella espera que el Mesías arregle lo ya existente, pero Jesús le hace ver que aquella realidad no se puede rehabilitar. Jesús aporta una novedad radical. Juan está constantemente haciendo referencia a la "hora" (la cruz). Jesús invita a la esperanza, pero la realización no va a ser inmediata. El vino nuevo depende de aquella hora. Pero al anunciar la hora, ha hecho ver a la madre-Israel que la salvación no está lejos. "Haced lo que él os diga". Solo en el contexto de la Alianza, la frase puede cargarse de sentido. El pueblo en el Sinaí había pronunciado la misma frase: "Haremos todo lo que dice el Señor". También el Faraón dice a los servidores: "haced lo que él (José) os diga". Se ve con claridad que el trasfondo del relato y lo que quiere significar. Como en el AT, el secreto de las relaciones con Dios está en descubrir su voluntad y cumplirla. Las tinajas estaban allí "colocadas" sin movilidad alguna. Con ello denota la importancia que van a tener en el relato y su carácter simbólico. El número seis (siete menos uno) es el signo de lo incompleto. Es el número de las fiestas de los judíos que se relatan en este evangelio. La séptima será la Pascua. Eran de piedra, como las tablas de la ley, y están significando la Antigua Alianza. La ley de piedra es inmisericorde, sin amor (vacías, sin agua ni vino). La ley es la causante de la falta de amor (vino). Esa conciencia de pecado era consecuencia de la infinidad de preceptos, imposibles de cumplir. Jesús les hace tomar conciencia de que están vacías; es decir que el sistema de purificación era ineficaz. Jesús ofrece la verdadera salvación, pero ésta no va a depender de ninguna ley (tinajas). El agua se convertirá en vino fuera de ellas. "Habían sacado el agua". La nueva purificación no se hará con agua que limpia el exterior, sino con vino que penetra dentro y transforma el interior del hombre. Solo después de beberlo se da cuenta el mayordomo de lo bueno que es. Esta interioridad es la oferta original de Jesús. Lo que sacan los criados de las tinajas, es agua. El mayordomo (clase dirigente) no se enteró de la falta de vino. Significa que los jefes se despreocupan de la situación del pueblo. Les parece normal que no se experimente el amor de Dios, porque esa es la base de su poder. No conoce el don mesiánico, los sirvientes sí. El vino-amor como don del Espíritu, es el que purifica, lo único que puede salvar definitivamente. El vino es de calidad. "Kalos" indica siempre excelencia. El maestresala reconoce que el vino nuevo es superior al que tenían antes. Pero le parece irracional que lo nuevo sea mejor que lo antiguo. Por ello protesta. Lo antiguo debe ser siempre lo mejor. Esta actitud es la que impidió a los jefes religiosos aceptar el mensaje de Jesús. Para ellos la situación pasada era ya definitiva. Toda novedad debe ser integrada en la continuidad con el pasado o aniquilada. Hoy, seguimos haciendo lo mismo. Curiosamente el último versículo es la clave para la interpretación de todo el relato. Nos habla del primer signo de una serie que se va a desarrollar durante todo el evangelio. Además, como signo, va a servir de prototi¬po y pauta de interpretación para los que seguirán. El objetivo de todos los signos es siempre el mismo: manifestar "su gloria". Ya sabemos que la única gloria que Jesús admite es el amor de Dios manifestado en él. La gloria de Dios y de Jesús consiste en la nueva relación que establece Dios con el hombre, haciéndole hijo, capaz de amar como él ama. APLICACIÓN Lo más sorprendente es que se emplee la imagen de una boda para hablarnos de las relaciones de Dios con el hombre. Dios se manifiesta en todos los acontecimientos que nos invitan a vivir. Dios no quiere que renunciemos a nada de lo que es verdaderamente humano. Dios quiere que vivamos lo divino en lo que es cotidiano y normal. La idea del sufrimiento y la renuncia como exigencia divina es antievangélica. El mensaje para nosotros hoy es muy simple, pero demoledor. Ni ritos ni abluciones pueden purificar al ser humano. Solo cuando saboree el vino-amor, quedará todo él limpio y purificado. Cuando descubramos a Dios dentro de nosotros e identificado con todo nuestro ser, seremos capaces de vivir la inmensa alegría que nace de la unidad. Que nadie te engañe. El mejor vino está sin escanciar, está escondido en el centro de ti. Meditación-contemplación (agua - vino) Sacan de las tinajas agua. Llevan al mayordomo agua. Solo después de beberla, se convierte en vino. El agua simboliza la Ley, la programación que solo limpia por fuera. Si no se interioriza y se hace Vida, no puede salvar. ........................... La única manera de interiorizar las formulaciones, las normas, los ritos, es meditando, rumiando, saboreando... hasta descubrir que se identifican con tu verdadero ser y surgen de él. Si la exigencia que me llega de fuera es auténtica, está ya dentro de mí. .............................. Tienes que transformar el agua de la religión en el Vino. Es muy fácil, solo tienes que beberla y asimilarla. Todo lo que llega a ti del evangelio, conviértelo en Vida. Sólo dentro de ti puede actuar el Espíritu. Hugo Chávez es un demonio. ¿Por qué? Porque alfabetizó a 2 millones de venezolanos que no sabían leer ni escribir, aunque vivían en un país que tiene la riqueza natural más importante del mundo, que es el petróleo.
Yo viví en ese país por algunos años y conocí muy bien lo que era. La llaman la “Venezuela Saudita” por el petróleo. Tenían 2 millones de niños que no podían ir a las escuelas porque no tenían documentos. Ahí llegó un gobierno, ese gobierno diabólico, demoníaco, que hace cosas elementales, como decir “Los niños deben ser aceptados en las escuelas con o sin documentos”. Y ahí se cayó el mundo: eso es una prueba de que Chávez es un malvado malvadísimo. Ya que tiene esa riqueza, y gracias a que por la guerra de Iraq el petróleo se cotiza muy alto, él quiere aprovechar eso con fines solidarios. Quiere ayudar a los países suramericanos, principalmente Cuba. Cuba manda médicos, él paga con petróleo. Pero esos médicos también fueron fuente de escándalos. Están diciendo que los médicos venezolanos estaban furiosos por la presencia de esos intrusos trabajando en esos barrios pobres. En la época en que yo vivía allá como corresponsal de Prensa Latina, nunca vi un médico. Ahora sí hay médicos. La presencia de los médicos cubanos es otra evidencia de que Chávez está en la Tierra de visita, porque pertenece al infierno. Entonces, cuando se lee las noticias, se debe traducir todo. El demonismo tiene ese origen, para justificar la máquina diabólica de la muerte. [Fuente: Aporrea] Charles Dodd, uno de los mejores especialistas en el estudio del cuarto evangelio, afirma que este relato, conocido como “las bodas de Caná”, en su origen habría sido una parábola, transformada posteriormente en “suceso”.
Sea de ello lo que fuere, de lo que no cabe duda es de que, en el contexto del evangelio de Juan, se trata de un relato profundamente rico en simbolismo y en el que se resume la misión entera de Jesús. Durante siglos, los textos evangélicos se han leído en dos claves sumamente empobrecedoras: una anecdótica y otra moralizadora. En la primera, lo que se narra en los evangelios se veía como hechos que venían a demostrar el poder de Jesús en cuanto Hijo de Dios; en realidad, como digo, no pasaban de ser meras anécdotas –aunque piadosas-, sin más contenido para el lector. En la segunda, el evangelio aparecía como un código de moral, para revisar la propia vida. Ambas lecturas, no solo impedían conectar con la sabiduría profunda de un texto siempre actual, sino que produjeron que aquellas palabras fueran devaluándose y perdiendo interés real. Frente a lecturas tan reduccionistas, me parece necesario ver el evangelio como un libro de sabiduría que enseña a despertar y a vivir. Desde esa perspectiva, el relato que leemos hoy quizás pudiera resumirse en la siguiente síntesis. (No voy a entrar ahora en al análisis de cada uno de los elementos simbólicos que aparecen en el mismo. Quien esté interesado puede verlos en mi libro Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos, Desclée De Brouwer, Bilbao 2012, pp.90-96, donde comento este texto del cuarto evangelio). La religión oficial (6 tinajas de agua) es algo vacío y triste, incapaz de comunicar el gozo de vivir (vino). Las personas despiertas (representadas en la madre, el “resto fiel”) son las que se dan cuenta de esa carencia, remitiendo a Jesús, con las palabras con las que el pueblo judío, en el desierto, aceptó la alianza del Sinaí: “Haremos lo que el Señor nos diga” (Libro del Éxodo 19,8). Jesús es presentado como quien aporta vida y alegría –“vida en plenitud”, dirá más adelante el mismo evangelio-, a través de su “hora” (en su muerte-resurrección): precisamente cuando se entrega por completo es cuando se hace visible la Vida que la muerte no puede destruir. No es extraño que el relato termine advirtiendo que este fue el primer signo –de un total de siete, el número perfecto, que referirá este evangelio- y que fue así como “manifestó su gloria”. La “gloria” no es sino el esplendor y la belleza de Lo que es, que se manifiesta en toda situación en que se hace patente la Vida y la Unidad. “Gloria” es, por eso, otro nombre de nuestra verdadera identidad. Lo que es, es Gloria, Belleza y Amor. Y eso que es, es lo que somos todos en nuestra realidad más profunda. Lo que ocurrió en Caná es una descripción de lo que sucede cuando conectamos con lo que, más allá de las apariencias, realmente somos. Caná es lo que sucede siempre que despertamos del engaño que nos hace reducirnos a la mente y “tocamos” la Vida que somos: es entonces cuando estamos por fin saboreando el vino nuevo, el mejor. Este artículo critica algunas de las teorías que se han dado para explicar el crecimiento de las desigualdades en los países de la OCDE, incluyendo España. El artículo subraya que las causas más importantes de tal crecimiento son más políticas que económicas.
Que las desigualdades en la mayoría de países de la OCDE (el club de países más ricos del mundo) han ido creciendo hasta alcanzar niveles no conocidos desde principios del siglo XX es una realidad que ya casi nadie cuestiona. Sólo algunos ultraliberales, que también niegan que haya cambio climático, continúan negando este hecho. Las explicaciones más frecuentes que se dan a este crecimiento de las desigualdades son predominantemente dos. Una es la introducción de nuevas tecnologías que eliminan muchísimos puestos de trabajo en los países más desarrollados económicamente, eliminación que se centra primordialmente en los puestos de trabajo de escasa cualificación. De ahí que, según tal argumento, haya un elevado desempleo en tales países en los sectores de trabajadores poco cualificados. Esto explica el énfasis que muchos gobiernos dan al desarrollo de un modelo educativo encaminado a corregir tal escasa cualificación. La solución propuesta por aquellas opciones políticas que atribuyen las desigualdades al escaso desarrollo de formación cualificada entre la población es mejorar la cualificación a través de la educación. Tal argumento, sin embargo, explica muy poco el crecimiento de las desigualdades, pues la automatización de los puestos de trabajo de baja cualificación no es un fenómeno nuevo. Antes al contrario, la automatización ha existido desde el principio del trabajo asalariado, habiendo sido una constante en el diseño del trabajo. No parecería ser, pues, que tal automatización pudiera ser una causa mayor de la destrucción de los puestos de trabajo y de la extensión del desempleo. Es más, tal automatización está afectando también a puestos de trabajo de elevada tecnología y cualificación. Hoy, un técnico especialista en lecturas de radiografías, por ejemplo, sustituye en muchos hospitales a radiólogos con doctorados. En realidad, no hay evidencia de que las nuevas tecnologías estén afectando más a los trabajadores con menos cualificaciones que los que tengan más cualificaciones. Es más, según las estadísticas de empleo del gobierno federal de EEUU, los puestos de trabajo que están creciendo más son los primeros, los de baja cualificación, mucho más que los de elevada cualificación. No parece, pues, convincente que los cambios tecnológicos sean una causa de este enorme crecimiento de las desigualdades. ¿La globalización como causa del crecimiento de las desigualdades? La segunda explicación más común que se da para explicar tal crecimiento es la globalización económica. Constantemente se hace referencia a los puestos de trabajo que se están yendo, por ejemplo, a la China, puestos de trabajo que por regla general son de escasa cualificación. Hay un elemento de verdad en este argumento. Pero sólo un elemento de verdad pues este argumento ignora que esta exportación de puestos de trabajo se centra primordialmente en puestos de trabajo de baja cualificación y ello a pesar de que en los países donde tales puestos de trabajo se instalan, también tienen muchos profesionales de elevada cualificación que harían gustosamente (y con menor salario) los trabajos de alta cualificación que existen en los países donde se exportan primordialmente trabajos no cualificados. El hecho de que sean estos últimos y no los primeros los que se exportan se debe, como bien dice Dean Baker (del Center for Economic and Policy Research de EEUU), que los profesionales de elevada cualificación tienen mucho más poder en los países que exportan puestos de trabajo que los trabajadores no cualificados. Tales profesionales, a través de sus organizaciones profesionales, son capaces de influenciar al Estado para que desarrolle políticas proteccionistas que no permitan tal competitividad con los profesionales extranjeros. Se me dirá, con razón, que tales puestos de trabajo cualificados también se están exportando. Pero está ocurriendo con menor frecuencia que entre los no cualificados. Este hecho muestra como las causas mayores del crecimiento de las desigualdades tanto dentro de cada país como a nivel mundial son políticas (es decir, relacionadas con las relaciones de poder) más que económicas. En aquellos países donde el mundo del trabajo tiene mayor poder político hay menos desigualdades. Y en aquellos países donde el capital (los grandes grupos financieros y económicos) tiene mayor influencia política, las desigualdades son mayores. Los países escandinavos que, debido a su escaso tamaño han tenido economías altamente globalizadas (es decir integradas en la economía mundial), son países, sin embargo, con menos desigualdades y ello se debe al gran poder que históricamente han tenido las izquierdas en aquellos países, una situación que es opuesta a la de los países del sur de Europa, que históricamente han tenido unas derechas fuertes y unidas y unas izquierdas débiles y desunidas, responsables de que existan grandes desigualdades en estos últimos países. Las causas mayores del crecimiento de las desigualdades se deben a la enorme influencia política del mundo del capital a costa del mundo del trabajo Lo cual me lleva al último punto que quiero subrayar. El enorme crecimiento de las desigualdades es un indicador de la enorme influencia del capital financiero y empresarial sobre los aparatos del Estado a costa de la influencia del mundo del trabajo, que ha ido perdiendo su influencia sobre aquellos aparatos. La incorporación y desarrollo de la ideología neoliberal dentro de las políticas públicas de los partidos gobernantes, incluidas las izquierdas mayoritarias, es una consecuencia de este diferencial de influencias que tienen las distintas clases sociales sobre el Estado. En otras palabras, es la victoria del capital sobre el trabajo la que ha llevado a una enorme concentración de las rentas y de la propiedad, transformando la lucha de clases tradicional en otro conflicto que es mucho más amplio que el existente entre la burguesía por un lado y la clase obrera por el otro. A este último conflicto (que continúa existiendo) hay que añadirle el conflicto de una minoría de la población en contra de la gran mayoría. De ahí que la solución a este enorme crecimiento de las desigualdades sea la democratización de los aparatos del Estado convirtiéndolos en una institución al servicio de la mayoría, en lugar de al servicio a la minoría, como está ocurriendo ahora. La evidencia científica que apoya tal explicación del crecimiento de las desigualdades es abrumadora. Y esta democratización no ocurrirá a no ser que se rompa el lazo que une los equipos dirigentes de los partidos gobernantes con los equipos gestores de las grandes corporaciones e instituciones financieras. Es más que preocupante ver este lazo reproducirse incluso en los partidos de centroizquierda gobernantes, donde vemos exdirigentes de la socialdemocracia en puestos de servicio a algunas de las empresas que se han beneficiado y continúan beneficiándose más de la intervención del Estado. Este hecho debería denunciarse, pues es esta ligazón la que está en la raíz del problema del crecimiento de las desigualdades. Hoy, la pérdida de legitimidad de la democracia se basa precisamente en el excesivo poder que el mundo del capital (y más en especial el capital financiero) tiene sobre el Estado. No podrá desarrollarse la ya escasamente desarrollada democracia en España a no ser que se rompa este lazo del mundo financiero y empresarial con el Estado. Cuando Endesa, por ejemplo, invita a una ex Ministra de Economía del PSOE a integrarse en su equipo de dirección, no lo hace por su conocimiento del sector energético, sino porque es una fuente de conocimiento y contactos en las estructuras del Estado que beneficia a tal empresa, una empresa cuyo servicio a la sociedad es muy cuestionable y poco ético, comportamiento facilitado por una excesiva influencia sobre el Estado. El número de dirigentes del PSOE que hoy ocupan puestos en las grandes empresas del país es enorme. Esta relación entre mundo financiero y mundo empresarial con los partidos conservadores y liberales ha sido la característica que ha definido a tales partidos de derechas. Lo que es preocupante es que esta relación se está produciendo también en los partidos mayoritarios de izquierda. Ahí está el origen del crecimiento de las desigualdades. Éstas son consecuencias de este maridaje de poder económico y político. Últimas observaciones sobre las desigualdades en España Existe entre amplios sectores de las izquierdas en España una percepción errónea de que lo que ocurre en España está predominantemente determinado por fuerzas exteriores a España. Esta percepción aparece en la frase constantemente reproducida en forums políticos y mediáticos del país “que los estados están desapareciendo” y/o “es poco lo que pueden hacer hoy en día”. Tal postura es profundamente errónea y sirve para justificar políticas públicas reaccionarias e impopulares. La congelación de las pensiones (presentada como resultado de las presiones de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo) es un ejemplo de ello. El estado podría haber conseguido incluso más dinero revirtiendo la bajada del impuesto de sucesiones que había aprobado en un periodo anterior. Estas políticas de clase se están llevando a cabo por las elites gobernantes en España, en alianza con las elites gobernantes de la Unión Europea con las cuales comparten intereses de clase. Las enormes desigualdades en España (España es el país que, después de Letonia, tiene mayores desigualdades en la UE) están basadas en la excesiva influencia de la banca y la gran patronal sobre el estado, realidad que es percibida por la ciudadanía correctamente. Según la Encuesta de Tendencias Sociales, los bancos y la CEOE son percibidos como los sectores que tienen más poder en España por la mayoría de la población española. La expresión de su abusivo poder sobre el Estado es la mayor causa de la pérdida de legitimidad de la democracia. Y es esta influenza que ha ya alcanzado unos niveles sin precedentes en el periodo democrático y que explica que, a pesar de que el porcentaje de la población activa ha ido aumentando, las rentas del trabajo como porcentaje de la Rentas Nacional haya disminuido siendo hoy, un porcentaje menor que las rentas del capital, es decir, que los beneficios empresariales, situación que se ha acentuado todavía más en estos años de crisis (desde 2007), en el que el porcentaje de la población con empleo ha disminuido. La crisis ha dañado el nivel de vida de la población trabajadora. Hoy el 20% de la población de mayor renta (burguesía, pequeña burguesía y clases medias profesionales) poseen más renta que la gran mayoría de la población (el 60%). Y puesto que este 20% domina la vida política y mediática del país, España continúa y continuará siendo el país con mayores desigualdades de la UE. Así de claro. Ya pasaron las fiestas navideñas por las que los pueblos de tradiciones cristianas, basándose en las leyendas simbólicas sobre el nacimiento de Jesús que describen los evangelistas Mateo y Lucas, celebran familiar, religiosa y socialmente.
Es evidente que desde el siglo IV la Iglesia pasó, de ser movimiento cristiano perseguido y marginado, a ser la religión oficial del Imperio romano con detrimento de las confesiones paganas; el mensaje subversivo del Evangelio fue acomodado a los intereses comunes y confluyentes de las jerarquías de la Cristiandad y las élites del Imperio. Hoy, salvo minorías, las autoridades de las iglesias que han ido surgiendo a lo largo de la historia, se han adaptado a los poderes económicos y políticos. El Evangelio que predican a las mayorías trabajadoras creyentes, tratan de no molestar a los poderosos mientras anuncian a Cristo salvador. Pero El Evangelio de Jesús, conlleva la transformación de los poderes mundanos de todos los tiempos. La alternativa de Dios -Hijo de Dios Para el Imperio romano, el nacimiento del César era el nacimiento del hijo del dios Júpiter, al que los demás dioses celestiales y reinos humanos habían de someterse. El imperio permitía la existencia de otras religiones, siempre que adoraran al mismo tiempo al César romano en sus propios templos. Sin embargo, los cristianos proponen a Jesús como el Hijo del único Dios-Padre. Respetando a las diversas religiones y a las autoridades políticas, se niegan a adorar al Cesar por considerarlo solamente humano. El Hijo de Dios no nace en palacios rodeado de poder y de riqueza, sino como Jesús, en la debilidad y en la pobreza (Lc 2,1-21). Jesús anuncia un juicio fundamental al mundo: “venid benditos de mi Padre porque tuve hambre y me disteis de comer”… ¿Cuándo…? preguntarán los interpelados. La respuesta de Jesús es contundente: “cuando lo hicieron con los empobrecidos” (Mt 25,34-40). Muchos cristianos en Honduras y otras naciones, sin embargo, se centran en lo espiritual que no les trae complicaciones, mientras que una minoría, a riesgo de ser represaliado políticamente, defienden la liberación de los pobres y oprimidos (Lc 4,18-19), tanto a nivel político y económicos como social y religioso. -Reino del mundo En el siglo I, toda persona, grupo o pueblo que pretendía imponer un reino sin autorización del César y su élite, era castigado con la pena de muerte. Se cuentan por decenas de miles los crucificados por tratar de zafarse del yugo romano. Hoy, Estados Unidos impone el sometimiento de los pueblos a su dominación mundial. Jesús, frente al reino de César anunció el reino de Dios (Mc 1,14), que respeta a la vez que trasciende y transforma todo reino humano. No nos extrañe que le mandaran a la crucifixión las autoridades políticas romanas en confluencia con las autoridades religiosas judías. No le salvó que Jesús aclarara a Pilatos que su Reino “no es de este mundo” (Jn 18,36); es decir, no es del sistema de injusticia y explotación, sino del humanismo solidario y comunitario. En la actualidad hondureña, los cristianos acomodados prefieren omitir el mensaje social renovador de Jesús, callando ante la violación de los derechos humanos, la corrupción económica y la impunidad política. Pero hay creyentes que desde una opción pacifista, consideran más ético y fiel con el Evangelio, oponerse a la opresión y explotación de las oligarquías de la nación contra los sectores populares. Si el capitalismo es antievangélico, los cristianos deberemos colaborar para levantar un sistema comunitario. -Clases sociales En Honduras y otros países, a las iglesias cristianas no les va mal con su concepción y práctica de espiritualidad interclasista. Con el pretexto de amar a amigos y a enemigos, conviven con los ricos mientras dan limosna a los pobres. Lo importante para muchas autoridades eclesiásticas es que tanto adinerados como empobrecidos vengan a los cultos, ayuden al mantenimiento de las instituciones religiosas y respeten y honren a los pastores. Pero aun a riesgo de equivocarme, en el Profetismo y en el Evangelio, se anima a la rebeldía contra el mantenimiento de clases sociales de enriquecidos -como Epulón- y empobrecidos -como Lázaro- (Lc 16,19-31). Habrá que recordar que en la Biblia se dice: quien se caya ante la injusticia colabora con ella. Amar a los enriquecidos y poderosos, conlleva la tarea de corregirlos, denunciarlos y oponernos a sus afanes desmedidos de acumulación de riqueza y poder. Mientras amar a los empobrecidos, conlleva comprometernos en su liberación. En el Magníficat de María, claramente se dice que el Dios y Padre de Jesús, “derriba de sus tronos a los poderosos y ensalza a los humildes. Colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los despide sin nada” (Lc 1,52-53). Es decir, la coherencia cristiana conlleva la oposición radical y pacifista al proceder del Imperio romano de los primeros siglos, y del Imperio norteamericano de la actualidad; anima a la denuncia de todo imperialismo pequeño o grande que van surgiendo en la historia. Otro cristianismo es posible. Que desde el primero hasta el último momento que vivas este nuevo año sea ocasión para disfrutar y madurar.
Que tus pasos te lleven por senderos familiares, para que tengas oportunidad de agradecer y por nuevos caminos, para que puedas seguir soñando. Que tus manos estén abiertas para compartir y para recibir, que tu mirada sonría lo mismo en los días de lluvia como en los soleados. Que tu camino no sea demasiado lento, para que no llegues tarde al instante de gozo, ni demasiado aprisa para que puedas celebrar la fiesta de la vida. Que tu corazón se empape de ternura y se incendie de pasión por la vida. Que tus pensamientos estén impregnados de creatividad y tus palabras fecunden en sabiduría, que en tu vida habiten rostros por quienes valga la pena seguir amando. Que recibas cada amanecer como quien recibe un regalo, y entregues cada anochecer como quien entrega lo cultivado. Que las metas que alcances te hagan una persona cada vez más comprensiva y paciente con los fracasos y cada vez más festiva con los aciertos. Que haya amistad, que haya amor, que haya paz y que todo eso no se te dé ya hecho sino como semilla que puedas ver germinar y puedas tener la dicha de cuidar delicadamente. Que las heridas florezcan y en los errores no desfallezcas. Que no te rindas pero sepas pedir ayuda cuando sea prudente. Que tengas metas y anhelos pero con los pies bien firmes en la tierra. Y que lo que hoy inicia como fiesta crezca cada día de todo el año como crece la esperanza en la mirada de los niños que juegan en la arena. Que sepas reaccionar con buen humor y ternura pero suficiente aplomo y templanza. Que la justicia sea el trofeo por el que sudes al lado del resto de la humanidad y que tengas siempre la dicha de bendecir, porque en ello está el poder creador de la divinidad que nos habita. Queridos Magos de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar: Os escribo sin dudas y con alegría y gratitud. Más que personas o personajes, para mí hoy sois actitud, misión, modo de vivir. Para seguir la tradición, os pido... - Traednos esa vuestra costumbre de mirar hacia arribapara poder así descubrir la estrella, que es nuestra luz, nuestra hermosa vocación por la que merece la pena apostar la vida y luchar. Esa estrella que, en definitiva, nos conduce a Dios en la vida. - Traednos vuestro coraje y valor, sin los cuales, seremos incapaces de dejar nuestros dorados orientes, ni nos atreveremos a caminar por tan largos desiertos, y cederíamos con facilidad en una tierra tan llena de falsas estrellas y de falsos dioses como este Occidente. - Traednos ese desprendimiento vuestro, imprescindible para ser capaces de dejar a los pies de nuestro Dios el poco o mucho "oro" que tengamos (¡con lo que nos gusta el oro!), el poco o mucho "incienso" que nos den (¡con lo que nos gusta que nos den incienso!) y la poca o mucha "mirra" de la que dispongamos (¡con lo sensuales y apegados a todo tipo de confort que nos sentimos!). - Traednos el profundo anhelo de ser en nuestra vida "epifanía de Dios". Que contagiemos ganas de ir hacia Él, en vez de hacer de piedra de tropiezo o de vacuna para no contagiarse. Que quien nos mire, se encuentre con Dios. Que nuestra misión nazca de haber hecho antes vuestra travesía por el desierto... - Traednos, en fin, la decisión de volver desde ahora a nuestra vida diaria, como volvisteis vosotros: ¡Por otro camino! Por el mismo que vuelven cuantos, siguiendo la luz, se han dado cuenta de Dios y son capaces de caminar aún por caminos nuevos, inciertos o que estén aún por ser hechos. Sé que pido mucho, pero sabed que pido sin aferrarme a mis expectativas, pido poniendo más atención en agradecer y disfrutar lo que recibo. Gracias por la Epifanía de Dios. Pareciera que Lucas tiene interés en mostrar a Jesús como uno más, porque lo presenta tomando parte de un “bautismo general”. En principio, quienes se acercaban al Bautista se consideraban necesitados de purificación, necesidad que se escenificaba en el rito bautismal.
Frente a la tendencia tan temprana de convertir a Jesús en objeto de culto, elevándolo y alejándolo de la condición humana, me parece que nos hace bien verlo en la “cola de los pecadores”. De ese modo, lo sentimos de los nuestros y, al verlo a él, nos resulta más fácil vernos a nosotros mismos. No sabemos qué fue lo que Jesús vivió antes de su bautismo, ni qué hizo que tal acontecimiento supusiera para él la “revelación” de su identidad más profunda. Lo que nos ha llegado es que, en esa circunstancia, se percibió a sí mismo como “hijo amado”, con una intensidad tal que habría de marcar definitivamente su vida y su destino. “Hijo amado” naciendo, constante y permanentemente, del Fondo amoroso y Fuente de vida a la que habría de llamar “Padre”, y de la que se sabía y vivía no separado. En realidad, todo lo que tiene que ver con la vida tendría que conjugarse en gerundio, porque todo es siendo. Al substantivar la realidad, tendemos a pensarla como “objetos” aislados unos de otros y cerrados sobre sí mismos. Es consecuencia inevitable de ver –y nombrar- todo desde la mente objetivadora. Sin embargo, cuando se sortea esa trampa, no es difícil advertir que, paradójicamente, todo es ya pleno presente y, simultáneamente, todo es procesual: todo ES a la vez que ESTÁ SIENDO. Jesús supo vivirse en ese “doble nivel”, en su realidad histórica como persona individual, y en su realidad más honda, como Fondo que se expresaba en una forma histórica. Aquí radica la sabiduría que nos permite despertar: somos una “ola” concreta que está siendo, en un recorrido histórico determinado, y somos a la vez el océano que siempre es. Cuando nos reducimos a la “ola”, es inevitable la confusión y el sufrimiento, porque nos vemos inconsistentes, vulnerables y a merced de cualquier circunstancia. Cuando, por el contrario, no perdemos la conexión con nuestra identidad más profunda –aquella que permanece cuando soltamos todo-; cuando nos hacemos conscientes, como Jesús, de que “el Padre y yo somos uno”, nos estamos percibiendo y experimentando como el “océano” que genera olas sin cesar. En este caso, quitamos a las circunstancias su poder sobre nosotros y empezamos a verlas como “nubes” que ya no nos afectan absolutamente. En el primer caso, al reducirnos a la identidad individual, estamos dormidos. Tomamos como real el “sueño” de la vida y vivimos como actores y actrices que han “olvidado” su verdadera identidad para asumir la del personaje que representan. Se comprende que nos sintamos como “personajes” endebles, asustados y perecederos. Al despertar, seguimos reconociendo el valor “relativo” de este sueño, pero ya no nos identificamos con los “papeles” que estamos representando. Esta no-identificación no significa indolencia, pasividad ni indiferencia, como nuestra mente (nuestro ego) está tentada a leer. Esa tendencia de la mente se comprende porque, debido a su carácter dual, tiende a separar tajantemente lo que solo son dos polos complementarios. Es decir, para la mente, si no hay identificación, hay pasividad. La actitud adecuada es otra: no hay identificación –porque evitamos la trampa de reducirnos a lo que no somos-, pero estamos en conexión constante con nuestra identidad profunda que es Amor y Unidad con todo. Por eso no es necesario estar identificados con el personaje para comprometerse en la transformación del mundo. Lo que ocurre es que, mientras se adopte, consciente o inconscientemente, una postura dual, la ecuanimidad y el compromiso no podrán verse sino como opuestos, imposible de armonizar entre sí. Sin embargo, en una perspectiva no-dual, cada uno reclama al otro: la contemplación es el corazón del compromiso, y este es la expresión de aquella. Comenzamos hoy el "tiempo ordinario". El bautismo de Jesús, es el primer acontecimiento que podemos garantizar como histórico. Es además, el más significativo desde su nacimiento hasta su muerte. Lo importante no es el hecho en sí, sino la carga simbólica que los relatos encierran.
El bautismo y las tentaciones hablan de la profunda transformación que produjo en él una experiencia que se pudo prolongar durante mucho tiempo. En ellos se nos invita a tomar conciencia de cómo vivió él esa experiencia de Dios. Jesús descubrió lo que Dios era para él y lo que tenía que ser él para los demás. Por tanto, descubrió el sentido de su vida y la misión que debía realizar de parte de Dios. Los cuatro evangelistas resaltan, a su vez, la importancia que tuvo para Jesús y el descubrimiento de su misión, el encuentro con Juan el Bautista; a pesar de que es un reconoci¬miento de cierta dependencia de Jesús con relación a Juan. Si a pesar de que se podía interpretar como una subordinación a Juan, lo han narrado todos los evangelistas, quiere decir que tiene unas posibilidades muy grandes de ser histórico. Es más, sería el primer dato histórico que nos ha llegado de la vida de Jesús. Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús. Él mismo nos dijo que el nacimiento del agua y del Espíritu, era lo importante. Si seguimos celebrando con mayor énfasis el nacimiento carnal, es que no hemos entendido en su justa medida el mensaje evangélico. Nuestra religión sigue empeñada en que busquemos a Dios donde no está. Dios no está en lo material, en lo biológico, en los acontecimientos que podemos percibir por los sentidos. Dios está en lo hondo del ser y allí tenemos que descubrirlo. El bautismo de Jesús tiene un hondo calado en todos los evangelios, precisamente porque el relato nos lanza más allá de lo sensible. Recordemos que Marcos y Juan comienzan su evangelio con el bautismo. EXPLICACIÓN El relato de Lucas no da ninguna importancia al hecho concreto del bautismo. Se centra en los símbolos: Cielo abierto, bajada del Espíritu y voz del Padre. Imágenes que en el AT están relacionadas con el Mesías. Se trata de una teofanía. Según aquella mentalidad, Dios está en los cielos y tiene que venir de allí. Abrirse los cielos es señal de la cercanía de Dios a los hombres. Esa venida tiene que ser descrita de una manera visible, para poder ser percibida. Por lo tanto, lo importante no es lo que sucedió fuera, si no lo que vivió Jesús dentro de sí mismo. El evangelio de Juan ni siquiera narra el bautismo, lo da por supuesto y habla directamente de la presencia del Espíritu en Jesús. El gran protagonista de la liturgia de hoy es el Espíritu. En las tres lecturas se hace referencia directa a él. En el NT el Espíritu es entendido a través de Jesús; y a la vez, Jesús es entendido a través del Espíritu. Esto indica hasta qué punto se consideran mutuamente implicados. Comprenderemos esto mejor si damos un repaso a la relación de Jesús con el Espíritu en los evangelios, aunque no en todos los lugares podemos estar seguros de que la palabra "espíritu" se refieren a la misma realidad. Marcos: 1,10 Vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él. 1,12 El Espíritu lo impulsó hacia el desierto. Mateo: 1,18 Resultó que (María) había concebido por obra del Espíritu Santo. 1,20 El ángel a José: no temas, el hijo que espera, viene del Espíritu Santo. 3,16 Se abrieron los cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como paloma. Lucas: 1,35 El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con... 3,22 El Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma. 4,1 Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo. 4,14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a galilea. 4,18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Juan: 1,32 Yo he visto que el Espíritu bajaba del cielo y permanecía sobre él. 1,33 Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu, es quien bautiza con E. S. y fuego. 3,5 Nadie puede entrar en el reino, si no nace del agua y del Espíritu. 6,63 El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada. Está claro que la figura de Jesús no podría entenderse si no fuera por la "acción" del Espíritu. Seguir entendiendo esa acción del Espíritu referida a su procedencia biológica es desbaratar el sentido de las Escrituras. Recordemos lo que dice el mismo Jesús a Nicodemo: "Hay que nacer de nuevo" y "Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu". ¡Claro que Jesús es inconcebible sin la acción del Espíritu! Recordemos sin embargo, que cuando hablamos del Espíritu, estamos hablando del mismo Dios como energía, como vida; es lo que significaba espíritu en el AT. También hay que recordar que estamos hablando de la experiencia de Jesús como ser humano, no de la segunda o de la tercera persona de la Trinidad. Lo que de verdad nos debe importar a nosotros es el descubrimiento de la relación de Dios para con él como ser humano, y la respuesta que el hombre Jesús dio a esa toma de conciencia. Lo singular de esa relación es la respuesta de Jesús a esa presencia de Dios-Espíritu en él. En contra de lo que siempre se nos ha dicho, el bautismo no es la prueba de la divinidad de Jesús, sino la prueba de una verdadera humanidad. Un ser humano que acepta sus limitaciones y ora. En el discurso de Juan en la última cena, Jesús hace constantes referencias al Espíritu que les enviará, pero también les dice que no les dejará huérfanos, que volverá. Sin duda esas dos expresiones hacen referencia a la misma realidad. De la misma manera que también dice que el Padre y él vendrán y harán morada en aquel que le ama. Jesús se siente identificado con Dios, que es Espíritu. Aunque no tenemos datos suficientes para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación personal. Se atreve a llamarle Abba, (papá) cosa inusitada en su época y aún en la nuestra. Hace su voluntad: Le escucha siempre, etc. Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios como Espíritu. El único objetivo de su predica¬ción fue que también nosotros lleguemos a esa misma experiencia. La comunicación de Jesús con su "Abba", no fue a través de los sentidos ni a través de un órgano especial y portentoso. Se comunicaba con Dios como nos podemos comunicar cualquiera de nosotros. Ningún hilo telefónico especial. Tenemos que descartar cualquier privilegio en este sentido. A través de la oración, de la contemplación el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. Lucas nos acaba de decir, que esa manifestación de Dios en Jesús, se produjo "mientras oraba". El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien¬cia de criatura. Dios como creador está en la base de todo ser creado, constituyéndolo en ser. Yo soy yo porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está comunicando Dios; es el mismo ser de Dios en mí. Solo una cosa me diferencia de Dios; mis limitaciones. Esas, sí son mías y hacen que yo no sea Dios, ni criatura alguna pueda identificarse con Dios. Lo importante para nosotros es intentar descubrir lo que pasó en el interior de Jesús y ver hasta que punto podemos nosotros aproximarnos a esa misma experiencia. La experiencia de Dios que tuvo Jesús no fue un chispazo que sucedió en un instante. Más bien tenemos que pensar en una toma de conciencia progresiva que le fue acercando a lo que después intentó transmitir a los discípulos. Los evangelios no dejan lugar a duda sobre la dificultad que tuvieron los primeros seguidores de Jesús para entender esto. Eran todos judíos y la religiosidad judía estaba basada en la Ley y el templo, es decir, en una relación puramente externa con Dios. Para nosotros esto es muy importante. Una toma de conciencia de nuestro verdadero ser no puede producirse de la noche a la mañana. Meditación-contemplación Jesús nació del Agua y del Espíritu (bautismo). Parir, es "dar a luz". Nacer, es "venir a la luz". Este segundo nacimiento dará a luz mi verdadero ser. ............................. Jesús era la lámpara perfecta. El Espíritu la atraviesa y la transforma en luz. No solo es luz, sino que ilumina a todos. .................. La energía que enciende la lámpara, es el Espíritu. Es Dios, en cuanto energía, que hace incandescente todo mi ser. Sigo siendo yo, pero completamente transformado. .................... No te identifiques con tus limitaciones, con tus fallos. Descubre que los fallos son ausencia de ser, carencias. Tú eres lo positivo que hay en ti. Los cuatro evangelistas dejan constancia de la presencia de Jesús en el Jordán, en el entorno del Bautista, y la manifestación del Espíritu que allí tuvo lugar. Esta reiteración indica a las claras el carácter histórico de este acontecimiento, tan significativo que, después de la resurrección, se tiene por condición para ser considerado "Testigo de Jesús", el hecho de haber estado con él (con ellos) desde el principio, es decir, desde el Jordán. Pero el interés de estos relatos está, más que en la circunstancia histórica, en la manifestación del Espíritu, que indica, en el arranque mismo de la vida pública, "quién es este". Jesús queda definido por el Espíritu, el Hijo predilecto, y la lógica invitación a escucharle, que sirve como presentación del resto del evangelio.
El tema fundamental que nos plantean las lecturas de hoy es el mismo de la Epifanía: la manifestación de Jesús. Tradicionalmente, la Iglesia, dependiendo de sus orígenes judaicos, ha entendido la manifestación de Jesús al mundo en dos etapas: la manifestación a Israel y la manifestación "también" a los gentiles. La primera está representada en el anuncio del Ángel a los pastores: "Os anuncio una gran alegría "para todo el pueblo". La segunda, se representa en la Epifanía, la manifestación a los Magos de Oriente, y en el Bautismo de Jesús, que es la Manifestación suprema puesto que se dice quién es éste: el Hijo, el Predilecto. El resumen de todo el mensaje es, por tanto: JESÚS, LLENO DEL ESPÍRITU DE DIOS, EN QUIEN SE MUESTRA EL ESPÍRITU. Creo que hay para nosotros dos niveles de reflexión muy importantes en estas lecturas: Jesús, el hombre lleno del Espíritu y qué Espíritu se muestra en Jesús. Jesús, el hombre lleno del Espíritu. "Acostumbrados" a una cristología meramente descendente, en la que Jesús se nos ha presentado como "El Logos hecho carne", descuidamos con frecuencia estos mensajes, tan antiguos y originales. Un hombre, hijo de una mujer, que crece y sufre y siente tentaciones y ora y se desanima y muere... Un hombre. Si no partimos de aquí, nuestra fe en Jesús corre mucho peligro: si la fe en la divinidad destruye la humanidad de Jesús, no creemos en Jesús sino en otro. Lleno del Espíritu. El Espíritu es "la ruah", el viento de Dios, tan presente en todo el AT, desde Génesis 1 como presencia creadora hasta la fuerza que suscita e impulsa a los jueces y profetas. La fuerza de Dios, poderosa e invisible, que alienta en el mundo y lo anima: es la fuerza de Dios Creador/Salvador. Los evangelios y los Hechos presentan a Jesús como "lleno" de esa fuerza, de ese viento. Juan habla de que en Él reside "en plenitud". Son magníficas imágenes, nada más que imágenes. Cuando, fascinados por los hechos, los comportamientos, las palabras de Jesús, surge en nosotros la pregunta: ¿quién es este hombre?, la respuesta es "el hombre lleno del Espíritu". Hasta tal punto está "lleno" del Espíritu, que en él podemos ver cómo es el Espíritu de Dios. No podemos ver a Dios, pero podemos ver su Espíritu en Jesús. Jesús es así, luego Dios es así, porque el Espíritu es el mismo. Este es un sólido fundamento para nuestra fe. Personalmente, lo tengo por un fundamento y un proceso de fe imprescindibles... y un tanto olvidados en la piedad cristiana (¿quizá también en la teología?) Qué "Espíritu" se muestra en Jesús. En los evangelios se muestra ese Espíritu en todas las ocasiones y en múltiples aspectos: es pobre, lleno de mansedumbre, sabe sufrir, sabe perdonar, trabaja por la paz, es limpio de corazón, sufre por la justicia, es valeroso, se arriesga por curar y por perdonar, dice la verdad sin importarle cómo lo tomen, es capaz de afrontar la muerte... Todo ello se resume en "es Hijo". Dos es Abbá, y Jesús es "el Hijo predilecto". El Espíritu de Jesús es ante todo espíritu de hijo, no de criado, no de sometido, no de temor, no de asalariado. Este Espíritu de Hijo le hace "estar en las cosas de su Padre". Y las cosas de su padre son los demás hijos. Y aquí es donde la escena del bautismo cobra enorme valor simbólico, como probablemente lo tuvo en sentido histórico: Jesús asume su condición de Hijo, se deja invadir del Espíritu, rechaza toda tentación de mesianismos falsos y se entrega, en absoluto a las cosas de su Padre, a los demás hijos. Cuando Jesús habla del Bautismo no se refiere a la institución de un rito de iniciación. Lo hace de manera muy distinta: "Con un bautismo tengo que ser bautizado. y ¡cómo se estremece mi alma mientras esto llega!" (Lucas 12,50) "¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber y ser bautizados con el bautismo que yo he de recibir?..." (Marcos 10,38) Para Jesús, el bautismo es "sumergirse de cabeza" en su misión de Hijo, entregar la vida hasta la muerte por los demás hijos. Y en eso se muestra El Espíritu, ése es el Espíritu de Dios. Por eso creemos en Jesús, porque vemos en él la obra del Espíritu: hacer que un hombre se entregue totalmente a sus hermanos. Este domingo, por tanto, cierra maravillosamente el ciclo de Navidad. Luego vendrá la vida pública de Jesús, su trabajo como Hijo en favor de los hijos. Pero ya sabemos quién es éste, y ya empezamos a ver, en Él, cómo es Dios. Esto lleva a un proceso de conversión. Como hemos sido educados en el conocimiento de Jesucristo, y hemos aceptado - mucho antes de saber lo que decíamos - que Jesús es "Dios y hombre a la vez", no nos resulta disonante esta afirmación, tan evidentemente contradictoria para cualquier mente medianamente pensante. También sucede que nos hemos acostumbrado a pertenecer a la iglesia sin que se nos haya pedido a cambio un compromiso real y profundo con los demás. Se nos bautizó sin enterarnos de nada, nos confirmamos quizá sin hacer una verdadera opción de vida, comulgamos con Jesús sin comulgar mucho con los hermanos.... Extraña manera de "ser de Jesús". El bautismo de Jesús es un acto de comunión: Jesús comulga con las demás personas, se tira al agua con ellas, tira su vida por todos. Y ¿qué es nuestra comunión con Jesús, la que celebramos en la Eucaristía cada domingo, si no es comunión con los demás? Si nuestra comunión es comulgar a Jesús para nuestro alimento personal, pero no es comulgar con todos como Jesús, por su mismo Espíritu de Comunión, nuestro acto no es más que una "acción sagrada", un rito con escaso o ningún poder de transformación, de comunicación del Espíritu. Lo de Juan Bautista era agua, nada más: la ley, el cumplimiento, el castigo... Bueno, pero sólo agua. Lo de Jesús es "Espíritu y fuego". El fuego es el amor de Dios, el amor que mueve el corazón de Jesús. Si miramos y remiramos la vida de Jesús, lo que hace y lo que siente y lo que dice, tendremos una evidencia: este hombre es inexplicable sin El Espíritu. Pero de todo esto se desprende una pregunta, la más básica, la que de verdad nos importa:¿Quién es Jesús PARA MÍ?. Nos la hemos hecho muchas veces, y la renovamos una vez más, porque es la primera piedra, sobre la que se construye todo el edificio de la fe y toda nuestra manera de vivir. Habremos llegado a la fe en Jesús por muy diversos caminos, todos buenos si llegan a Él. Pero la fe en Jesús no es una tranquila y definitiva posesión, sino algo así como un territorio en que se entra, y cada vez se va uno adentrando más en él. Cada día se va descubriendo más, se va purificando más, se va haciendo más íntimamente innegable. Quizá fue al principio una fe muy histórica y muy mítica. Aceptamos la historia y aceptamos a Jesús como Palabra de Dios, y ya está. Vimos los evangelios como narraciones históricas que ni quitaban ni ponían nada por cuenta de los autores. Incluso vimos a Jesús como si fuera "el Todopoderoso disfrazado de hombre". Pero hicimos algo bueno: le seguimos. Intentamos hacerle norma de nuestra vida. Incluso en este aspecto, quizá entendimos el Evangelio como unos nuevos Mandamientos, como preceptos más perfectos y más difíciles, de cuyo cumplimiento Dios nos pediría cuentas. Poco a poco entendimos más. Entendimos que los evangelistas nos han transmitido su fe, y la de la primera comunidad. Y entonces nos gustó más que antes el relato, porque ya no era algo mítico, dictado por Dios e infalible en todas sus comas, sino el testimonio de la fe de hombres como nosotros. Luego entendimos más a Jesús: no como un misterio incomprensible, una divinidad aparentemente humana, sino como un hombre lleno del espíritu de Dios, en el cual resplandece lo divino de manera incomparable, cualitativamente distinta a lo que sucede en cualquier otro ser de la creación, que también refleja a Dios. Entonces empezamos a comprender que en Él se ve cómo es Dios mismo. Y descubrimos que Dios trabaja por los hombres, no rompe la caña quebrada, es luz para la vida, quiere la vida plena para todos, nos ofrece un destino impensable... y nos invita a trabajar para que todo eso se haga realidad. Y nos enganchamos a la tarea de Jesús. Y por eso nos metimos en la iglesia, la comunidad de mujeres y hombres que ha dado su asentimiento a Jesús, que acepta el Dios que resplandece en Jesús, que está animada por el mismo espíritu salvador de Jesús, que entiende la vida y la muerte como Él la entendía.... Y nos damos cuenta que, si somos sinceros, "eso" va creciendo en nosotros cada día, se hace cada vez más evidente que no hay imagen de Dios y del hombre más convincente, ni modo de vida más humano ni más exigente ni más tranquilizador... Y renovamos cada día nuestra adhesión a Él, y seguimos descubriéndole y queriéndole y convirtiéndonos y trabajando más.... Este domingo, pues, en la Eucaristía, se nos ofrece una vez más la oportunidad de "comulgar con Jesús", explicitar nuestra adhesión y nuestro compromiso con Él, renovar nuestro bautismo, comulgar con la Iglesia, sintiéndonos unidos a toda esa enorme comunidad de gente que cree en la bondad, en la austeridad, en la sencillez, en la verdad... que forman, sabiéndolo o sin saberlo, la gran familia de los que luchan por el Reino. APÉNDICE IMAGINANDO Esta escena del Bautismo de Jesús en el Jordán nos viene muy bien para aprender a leer mejor los evangelios. Imagínese a las personas que escribieron este relato, imagínenlos en varios momentos de su vida. Escena primera: junto al Jordán, año 28 dC. Nuestro personaje (vamos a llamarle Andrés) está en la orilla, a la sombra de un palmeral, contemplando a Juan, el Bautista. Juan, vestido con su piel de camello, está en el río, metido hasta las rodillas. Una fila de gente espera a ser bautizada. Van pasando delante del Bautista, confiesan ser pecadores, y Juan los sumerge en el agua y los saca después. Y van pasando, uno y otro y otro... Entre los de la fila hay un buen grupo de galileos. Se les nota en su aspecto un poco aldeano, y, cuando hablan, en su acento inconfundible. De todas clases: labradores un poco encorvados tostados por el sol, un tipo alto de unos treinta años, con pinta de obrero de la construcción, algún soldado, un publicano... un poco de todo. El obrero de la construcción está muy ensimismado, cuando sale del agua se queda concentrado, como metido en la oración. Luego se aleja del río hacia el desierto. Andrés acaba aburriéndose de la escena y se marcha. Escena segunda: en algún lugar cercano a Jerusalén, año 41 dC, en la "katálima", la sala grande del piso superior en una casa bastante grande. Un grupo está sentado alrededor de una mesa baja. En la mesa no hay más que pan y vino. Andrés, un poco canoso ya, está hablando: - De todas estas cosas, nosotros somos testigos; nosotros, los que estuvimos con él desde el bautismo en el Jordán. Entonces no le conocíamos. Más tarde le tratamos a fondo, nos invitó a que le siguiéramos, nos fue entusiasmando. Cuando murió en la cruz tuvimos un trauma terrible: no podíamos imaginar que fracasara de una manera tan terrible. Más tarde aún, llegamos a creer en él. Y ésta es la fe que os comunicamos: que Dios estaba con él, que fue un hombre "lleno del Espíritu", que es el que esperábamos, "la Palabra del Padre". Un jovencillo, /vamos a llamarle Mateo, aunque también podría ser Cleofás o Rufo...) escucha muy atento. Parece un chico culto, hasta podría ser un estudiante de escriba. Saca de vez en cuando una tablilla de cera y anota en ella rápidamente algunas cosas. Cuando Andrés termina de hablar, todos recitan y cantan oraciones y luego comen del pan y beben de la copa, y dan gracias a Dios. Escena tercera: en Pella, Transjordania (¿o es quizás Antioquía?) Estamos en el año 70, en invierno, y las tropas romanas han puesto cerco a Jerusalén. Un escriba ya entrado en años (no sabemos cómo se llama, si Leví o Joachim o Mateo quizá, en fin que no lo sabemos) ejerce su oficio, está escribiendo, en finas hojas de papiro cuidadosamente preparadas. Escribe: Comienza la Buena Noticia de Jesucristo el Hijo de Dios: Conforme a lo que escribió el Profeta Isaías 'yo envío mi mensajero delante de ti para prepararte el camino', apareció Juan Bautista en el desierto... Por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan. El escriba se ha detenido, con el cálamo en la mano derecha, ha levantado la cabeza y se acaricia la barba con la izquierda. Está presentando a Jesús, el Hijo de Dios, y no quiere que parezca inferior a Juan, ni que se le considere un pecador más. Quiere dejar claro desde el principio quién es, no quiere que sus lectores se queden con la mera noticia de un suceso, sino presentarles a Jesús, en quien el escriba cree. Y sigue escribiendo: Cuando salió del agua, Jesús vio que los cielos se rasgaban, que el Espíritu, como una paloma, bajaba a él, y oyó una voz que decía: "Tú eres mi hijo querido". Cuando, el domingo siguiente, el escriba leyó a la comunidad, mientras celebraban la Cena del Señor, lo que había escrito, les gustó mucho a todos. Había allí un anciano que se llamaba Andrés, y todos le tenían gran respeto porque había sido de los íntimos de Jesús. Se volvieron a él para ver qué le parecía. Andrés estaba sonriendo. Miró al escriba: - Muy bien, muy bien, has escrito estupendamente lo que vieron mis ojos, y además, lo que creemos de Jesús. ¡Y con símbolos preciosos! Los cielos rasgados y la voz, como en el Sinaí... Y lo de la paloma representando al Espíritu ... ¿de dónde has sacado esa imagen tan bella? Y el escriba sonrió también, satisfecho de la aprobación de Andrés, el Testigo, y decidido a seguir por ese camino, hasta contar muchos hechos y dichos de Jesús, recogidos de las palabras de los testigos, para expresar así su propia fe y la de todos aquellos que también habían creído que "Dios estaba con Él". |
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