Cuando el obispo Pere Casaldàliga ponía en valor sus causas por encima de su propia vida, no hacía más que decir una verdad más grande el mismo Mato Grosso en el que vive y que es testigo de su lucha, de su compromiso y de su amor ilimitado por la vida de las personas y la vida del Planeta, que son, en definitiva sus causas.
“Mis causas valen más que mi vida”, y no porque la vida de este pequeño-gran profeta sea insignificante, ¡todo lo contrario!, sino porque su causa es la causa de la humanidad, del Planeta; es la causa de la justicia y de la paz, es la causa del sueño de una humanidad reconciliada; es la causa de todos. Sin duda es la que se inauguró en el Evangelio, cuando alguien proclamó con voz altra y clara las Bienaventuranzas del reino. Y si cada uno, hacemos nuestra la causa de los otros, en una suerte de solidaridad cósmica construida con los gestos más cotidianos y sencillos, pero que pueden resultar significativos, la esperanza no podrá fallar y el cambio y la armonía harán de nuestro Planeta, no sólo un lugar más habitable y hermoso, sino el hogar acogedor en el que puede crecer una nueva manera de vivir la vida. Jesús, el profeta y amigo de Nazareth nos abrió el camino. Su causa era nuestra vida vivida en libertad y en plenitud. Y aunque le mataron para que claudicara en su empeño de anunciar un Reino universal, no le hicieron claudicar. Nuestra vida, su causa, era innegociable con los “sabios de este mundo”, con las autoridades religiosas que pretendían suplantar al mismo Dios, y para los que sólo unos pocos merecían tener acceso al banquete de la Vida. Jesús, dio su vida libremente, pero no traicionó su causa. El mensaje de la Pascua y del Resucitado es este: Hay vida para todos, y aunque me maten siempre lo diré: El Padre os ama y todos estáis salvados”. Id y anunciad a todos, a todo el mundo que la Fiesta, el banquete ya ha comenzado. Que se apresuren a entrar, porque el vino generoso está a punto. Que se contagie la Buena Noticia y que ninguno, se quede fuera. ¡Hay vida para TODOS!
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Hace exactamente una semana, estaba reflexionando y dando vueltas a cómo poner en marcha proyectos humanizadores de trabajo para las personas, cómo crear un nuevo orden. Imaginaba salidas y soñaba proyectos.
Y sin darme cuenta, fui apuntando algunas intuiciones y otras reflexiones. Las titulé Creer y Crear. Aun no les había acabado de dar forma cuando estando en la Jornada Connecta’t, Álex Rovira, hizo una reflexión sobre idénticos términos. Fue la confirmación de que estamos en la misma sintonía y que creer y crear, van de la mano. Hoy no me resisto a apuntar mis reflexiones de aquel día, y lo dejo abierto para seguir creyendo y creando. Escribía: Creer y Crear, no es un juego de palabras, ni tan solo una propuesta filosófica para pasar el tiempo o animar a la mente. Es la prueba fehaciente y determinante de que quien cree en algo o en Alguien, experimenta la fuerza, la atracción y la pasión para crear una realidad visible que refleje y plasme aquello que no se ve, pero que se siente, se intuye, se vive. La creación es el espejo del Creador, y la creatividad es el impulso del creyente, del que cree en algo o en Alguien y es capaz de proyectarlo y hacerlo vivir. Tuve el privilegio de participar del II Congreso del Instituto de la Felicidad de la Coca Cola que tenía como lema: La felicidad es más si se comparte.
Mi reflexión me llevó a manifestar que el secreto de la felicidad, más que dar y recibir –el que da, siempre está por encima del que recibe- está en amar la vida y en compartirla cada día. Y es algo más, es vivir sin retener. El hermano de Asis, Francisco, no quería que sus hermanos tuvieran posesiones, porque de tenerlas, necesitarían armas para defenderlas. Es feliz quien comparte lo que es y lo que tiene. Y compartiendo la vida, se crean unos vínculos que son más fuertes que la carne y la sangre, y el corazón se dilata y los brazos se abren para abrazar, acariciar, consolar, pero no se cierran para retener a nadie, de forma egoísta. Dándonos descubrimos que nuestro corazón está lleno de nombres y de rostros grabados a fuego: Y eso, no tiene precio, y es un gran tesoro, es la felicidad en grado puro. Vivir así, nos lleva a entender que la felicidad es una manera de ir por la vida, ligeros de equipaje, sin nada que perder, porque todo está entregado. Lo más importante no es que uno haga lo que quiera, sigo que quiera lo que hace. Y no pocas veces la felicidad radica en no hacer lo uno que quisiera, sino en lo que reclaman los compromisos adquiridos con las personas con las que compartimos la vida. Nuestra libertad, es mayor cuando vivimos para los otros, cuando ponemos nuestra vida al servicio del Reino y de un nuevo Orden, cuando somos capaces de vivir “expropiados para utilidad pública”, anteponiendo el bien de todos, al propio y particular; porque “como a Jesús, la vida, nadie nos la quita, la damos y la compartimos, libremente porque queremos.”. Jn 10,18 Se acaba de anunciar una Maratón de TV3 para luchar contra la pobreza. Una iniciativa muy loable y que sin duda ayudará en la tarea de sensibilización ciudadana para plantar cara a la crisis y para decir basta a la falta de oportunidades, al tiempo que se recogen recursos para apoyar proyectos a favor de las personas.
Damos la bienvenida a esta iniciativa, al tiempo que creo que nos puede ayudar a despertarnos para contribuir al cambio: se acabó el tiempo en el que todos pensaban en un Estado providencialista que tenía que asumirlo todo. Se acabó es tiempo de un Estado que creíamos tenía unos recursos infinitos, porque muchos o casi todos, tiraban de él usando y abusando de sus prestaciones y recursos: usuarios, políticos y funcionarios. Muchos han puesto el grito en el cielo diciendo que es cuestión de la administración, que los impuestos, que….. La gravedad del momento presente nos ha de movilizar a todos, y todos debemos ser corresponsables. No podemos mirar para otro lado, lavarnos las manos, decir no es mi problema, o que lo arregle el gobierno, porque entonces tendremos un problema de verdad y que será de todos. Es la hora de la humanidad; en la que la causa de unos es la causa de todos, y en la que tenemos que compartir proyectos, sueños y trabajos. Unos de los cambios importantes será saber vivir austeramente, pero no basta. Será compartir, pero tampoco basta. Será saber administrar y dedicar unas horas a ayudar a los que están peor, pero tampoco es suficiente. El gran cambio tiene que venir por la conciencia de que todos somos parte del problema y que todos debemos ser parte y artífices de la solución. Los recortes nos duelen, las reducciones, son sangrantes. Hay medidas impopulares que se han tenido que tomar y otras en las que no se ha acabado de acertar, en las que han pagado justos por pecadores, pero lo cierto es que algo hay que hacer, y si no movemos fichas, no acabaremos de resolver los grandes problemas sociales y económicos que nos flagelan. Se acabó el tiempo de echar culpas a los otros de forma irresponsable, de vivir imputando a los otros movidos por ideologías o intereses partidistas; se acabó eso de descalificar porque sale gratis: O nos ponemos todos la camiseta del compromiso y tiramos del carro, o esto no tiene solución. Esta es la hora de hacer piña: Ciudadanos y gobierno. Se acaba eso de vivir de las subvenciones y de no poner toda la carne en el asador. Tal vez sea también este el momento de reconocer la gran labor que realizan los voluntarios que gratuitamente dedican horas, muchas horas a un servicio y a un trabajo profesional y humano, que no siempre es suficientemente valorado. Seguro que es la hora de reducir las grandes estructuras de ONG, Fundaciones, servicios sociales, etc. en las que elevadas sumas de las ayudas se quedan en sueldos de trabajadores, que no digo que no sean necesarios, pero que han hecho que muchas organizaciones hayan crecido tanto, tanto tanto, que hoy son un gigante que se come todo lo que se debería destinar a las ayuda, a crear oportunidades: a las personas. No sé. Tal vez no soy políticamente correcta. Pero, bienvenida maratón. Alguno lo tenía que decir. Mucho hemos hablado de la fe y ¡hasta la hemos convertido en dogma! Y el dogma pretendió proteger tanto el misterio, que terminó “controlándolo”, y finalmente consiguió ahogar al Espíritu que todo lo hace nuevo. Y cerrando cada vez más el cerco con cánones intocables de ortodoxia, consiguió que allí, no entrara ni Dios. Y se consiguió confinar a la mística al espacio de unos pocos “escogidos” y se quiso controlar lo que es incontrolable: la experiencia de Dios y la loca libertad de su Espíritu que nos hace libres y liberadores.
Hemos cantado al amor, y mucha tinta ha corrido en poemas, versos, historias y leyendas. Y los humanos y los creyentes cosificamos tanto el amor, que “hicimos el amor y la guerra”. El amor lo era todo, y a fuerza de hablar y hablar de él, lo hemos manoseado tanto que se confundió con sucedáneos, y sus dimensiones profundas y universales, se nos escaparon, como se escapa el agua de las manos. Y a pesar de todo, el Amor, sigue siendo el motor, y seguramente lo único importante. Cuando el discurso de la fe dejó de tocar los corazones, por haber secuestrado al Espíritu en rígidos principios, las palabras comenzaron a sonar a vacío y dejaron de convencer. Y por los caminos de la libertad, echó a andar el Espíritu que habla todas las lenguas y se viste de todos los colores; que entona cualquier sinfonía, y que no se deja encasillar en ninguna; que rompe fronteras y se instala solo en los sencillos, en los limpios de corazón. Cuando con el sublime nombre de “la caridad” se pretendió que el amor tuviera la marca registrada de un grupo de creyentes de una única confesión, fuera de la cual –se decía- “no hay salvación”, entonces el Amor y la Caridad verdadera, buscaron posada más allá de todas las fronteras, y derribaron todos los andamios y corsé que los pretendían contener, lanzaron las muletas y echaron a correr y se encontraron muy a gusto entre los que “sin llevar camisetas” que le separaran de los otros, se afanaban por humanizar la vida y hacer el bien; sencillamente eso: hacer el bien. En “nombre de Dios” hubo quien quiso controlar el amor y lo confundió con la moral… Y lo quiso someter, medir y juzgar…. Pero: ¿Cómo controlar lo incontrolable y abarcar lo inabarcable? Se ha inaugurado el tiempo de la Esperanza. Y sus protagonistas son aquellos que fueron capaces de arder en el amor e irradiar con la luz de una fe sin añadiduras y con su fuerza y su calor. La esperanza es el tiempo y la oportunidad. A las palabras se las llevó el viento y hoy solo queda el testimonio y el compromiso de los que hacen camino al andar. ¡Basta de fórmulas vacías, que caigan las estructuras opresoras, y que entre todos demos a la esperanza una oportunidad. El amor sin paliativos es nuevo y creativo. La fe sin condiciones dilata el corazón y lo hace universal. Esta es la hora de la esperanza en la que solo vale aquello que se pone por obra. Lo podemos decir más alto, pero no más claro: La única religión válida, el único camino auténtico, es el que se ha inaugurado y es el de la Esperanza: El del tiempo presente que nos abre al infinito. Si cada uno apostamos por la persona, y hacemos nuestra la causa de la humanidad; si todos aceptamos el reto de sumar y nos olvidamos de las marcas y denominaciones de origen que nos separan, entonces el tiempo de la plenitud, ha comenzado. Queda inaugurado así, el año de la esperanza. Hace una semana, se presentó en el convento Milagros. Tiene 23 años, cuatro hijos y una pareja que le da muy mala vida. Venía llorando porque no tenía nada para dar de comer a sus hijos, le habían cortado la luz, por falta de pago, y ya hacía una semana que había pasado lo mismo con el agua. El panorama era desolador, y las puertas se le cerraban una tras otra. Dijo que los hijos eran su única fuerza para luchar y seguir viviendo.
Al marchar, me encontré con Pilar que venía de la Plataforma de alimentos, estaba derrumbada. Jane, una mujer ecuatoriana, con siete hijos estaba a punto de ser desalojada de su casa. Hace meses que no paga, y el propietario de la casa pidió se la expulsara. Fue a ver a Pilar y de forma desesperada a pedir una ayuda. El 24 por la tarde vino a verme Gaspar, un hombre de unos 40 años, pero que parece de 70. Cobra 900€ al mes, pero está enganchado a la droga: quiere y no puede dejarla. Está en la calle, nadie de su familia le quiere, y pedía desesperado un sitio para pasar la noche. Pude colocarlo en el albergue de la Policía local, después de darle algo de comer. Y suma y sigue… Y sigue sumando. Parece que estamos en una escalada de miseria que no se detiene, y la situación se evidencia cada día con una desesperación que ralla la locura. La solidaridad ha aumentado. Parece que somos más sensible al sufrimiento de los más pobres, y que todos vemos que ese drama, en un abrir y cerrar de ojos, puede ser nuestro propio drama, porque la pobreza cambia de dueño fácilmente y no avisa ni pide permiso. Y pienso en la Navidad que estamos celebrando, y que año tras año nos recuerda que tampoco había sitio para ellos en la posada, y que María tuvo que dar a luz a su hijo en un pesebre, en la pobreza plena, en la humildad profunda, en el frío intenso… Y sin entender nada, intento adorar el misterio. El misterio de la humanización de nuestro Dios. Él se abajo para besar nuestro barro, se humanizó hasta el extremo, ¡hasta la miseria y la pobreza más absoluta! Y los de lejos y los de cerca vinieron a adorarle, y adorándole comprendieron que Él sólo quería una cosa: poner su tienda entre nosotros. Y para poner su tienda, no nos pide más que sencillez, acogida, humildad, escucha, un corazón disponible, y unas manos vacías y abiertas para acogerle. Este es el misterio de la navidad, esta es nuestra fe, ésta es la nueva evangelización: acoger el clamor de la humanidad en el llanto de los mas pobres, darles la oportunidad de poner su tienda entre nosotros, y adorar el misterio de la humanidad que día tras día es besada por nuestro Dios que nos visita, cuando uno de estos más pequeños llaman a nuestro corazón. Feliz Navidad y un 2012 en el que la acogida del pobre sea el pan nuestro de cada día y en el que compartiendo, a nadie le falte el pan. Mucho hemos hablado de la fe y ¡hasta la hemos convertido en dogma! Y el dogma pretendió proteger tanto el misterio, que terminó “controlándolo”, y finalmente consiguió ahogar al Espíritu que todo lo hace nuevo. Y cerrando cada vez más el cerco con cánones intocables de ortodoxia, consiguió que allí, no entrara ni Dios. Y se consiguió confinar a la mística al espacio de unos pocos “escogidos” y se quiso controlar lo que es incontrolable: la experiencia de Dios y la loca libertad de su Espíritu que nos hace libres y liberadores.
Hemos cantado al amor, y mucha tinta ha corrido en poemas, versos, historias y leyendas. Y los humanos y los creyentes cosificamos tanto el amor, que “hicimos el amor y la guerra”. El amor lo era todo, y a fuerza de hablar y hablar de él, lo hemos manoseado tanto que se confundió con sucedáneos, y sus dimensiones profundas y universales, se nos escaparon, como se escapa el agua de las manos. Y a pesar de todo, el Amor, sigue siendo el motor, y seguramente lo único importante. Cuando el discurso de la fe dejó de tocar los corazones, por haber secuestrado al Espíritu en rígidos principios, las palabras comenzaron a sonar a vacío y dejaron de convencer. Y por los caminos de la libertad, echó a andar el Espíritu que habla todas las lenguas y se viste de todos los colores; que entona cualquier sinfonía, y que no se deja encasillar en ninguna; que rompe fronteras y se instala solo en los sencillos, en los limpios de corazón. Cuando con el sublime nombre de “la caridad” se pretendió que el amor tuviera la marca registrada de un grupo de creyentes de una única confesión, fuera de la cual –se decía- “no hay salvación”, entonces el Amor y la Caridad verdadera, buscaron posada más allá de todas las fronteras, y derribaron todos los andamios y corsé que los pretendían contener, lanzaron las muletas y echaron a correr y se encontraron muy a gusto entre los que “sin llevar camisetas” que le separaran de los otros, se afanaban por humanizar la vida y hacer el bien; sencillamente eso: hacer el bien. En “nombre de Dios” hubo quien quiso controlar el amor y lo confundió con la moral… Y lo quiso someter, medir y juzgar…. Pero: ¿Cómo controlar lo incontrolable y abarcar lo inabarcable? Se ha inaugurado el tiempo de la Esperanza. Y sus protagonistas son aquellos que fueron capaces de arder en el amor e irradiar con la luz de una fe sin añadiduras y con su fuerza y su calor. La esperanza es el tiempo y la oportunidad. A las palabras se las llevó el viento y hoy solo queda el testimonio y el compromiso de los que hacen camino al andar. ¡Basta de fórmulas vacías, que caigan las estructuras opresoras, y que entre todos demos a la esperanza una oportunidad. El amor sin paliativos es nuevo y creativo. La fe sin condiciones dilata el corazón y lo hace universal. Esta es la hora de la esperanza en la que solo vale aquello que se pone por obra. Lo podemos decir más alto, pero no más claro: La única religión válida, el único camino auténtico, es el que se ha inaugurado y es el de la Esperanza: El del tiempo presente que nos abre al infinito. Si cada uno apostamos por la persona, y hacemos nuestra la causa de la humanidad; si todos aceptamos el reto de sumar y nos olvidamos de las marcas y denominaciones de origen que nos separan, entonces el tiempo de la plenitud, ha comenzado. Queda inaugurado así, el año de la esperanza. Esta pregunta suele ir acompañada al interrogatorio de rigor a cerca de los jóvenes y personas que se involucran en trabajos sociales, en el compromiso por la promoción de las personas, en temas relacionados con la justicia social y la paz.
Sin duda la pregunta se refiere a si tienen práctica religiosa o piadosa, y si me apuran un poco, va encaminada a saber si “estos” sobre los que se interroga, “van a misa”. Suelo responder, “practican la caridad y la justicia”. Pero parece que eso no es suficiente, porque a continuación viene la pregunta, si, ¿pero, son practicantes? A muchos cristianos de misa, a los “de toda la vida”, les sabe a poco y apelan a una dimensión explícita de la vivencia de la fe. Lo mismo pasa a los pastores de las comunidades que, celosos por cumplir su misión, buscan nuevas formas de evangelización. No pocas veces he dicho que las cifras alarmantes sobre la laicidad, el indiferentismo religioso, o la falta de vocaciones que a muchos les quita el sueño, no es mi preocupación. Mi única preocupación y ocupación es, no que se hable, sino que se viva y se practique el mensaje de Jesús. Son muchos, muchísimos los cristianos anónimos, los que sin llevar ninguna camiseta han optado por la transformación de la sociedad y dejan aflorar lo más humano, que es lo más divino que hay en el corazón de las personas: la generosidad, la entrega, el compromiso. Jesús, en la Sinagoga de Nazaret, vino a instaurar un nuevo orden, vino a decir que el Espíritu le ungía y le enviaba a anunciar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación, y ese, y sólo ese, es el proyecto de vida que quiso para él y para los suyos. Pensando en al nueva Evangelización de la que tanto se habla, creo que sólo cabe escuchar, leer los signos de los tiempo, vivir el mensaje de Jesús y hacer lo que Él hizo: No hay más. Simplificarnos la vida, centrarnos en lo esencial, optar por la persona, liberarnos de los yugos de las leyes y las normas, y recuperar la libertad de los hijos de Dios. Es célebre la frase de Kenedy en aquel discurso en el que dijo: No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país.” Si cada día somos capaces de salir de nosotros mismos, de abrir los ojos para ver a nuestro entorno, y de preguntarnos, qué puedo hacer por mis hermanos, cómo les puedo amar, cómo les puedo servir, sin duda estaremos viviendo el Espíritu del Evangelio. No quiero que nadie se quede con un sabor amargo cuando respondo, sin más explicaciones que “aquellos” que sirven a sus hermanos, son practicantes, porque practican la Caridad: ¿qué mejor religión, ocupación, vocación y misión? De Jesús se dijo que pasó haciendo el bien: No suframos por si los que hacen el bien, “no van a misa” o “no practican a nuestra manera”, celebremos que vivan lo más esencial del Evangelio, y que con su vida instauren el Reino de Dios. El Periódico de hoy, en un artículo de portada de Rossend Domènech, nos da la escalofriante cifra de hambrientos del mundo: Mil millones. Son muchos rostros, muchas historias, y un gran drama: La falta de lo más esencial para vivir, porque en este orden injusto que hemos creado los humanos, hemos excluido a millones de hermanos nuestros de la posibilidad de saciar su hambre.
Estos días el “cuerno de África” es noticia. El rostro de los niños con rostro de ancianos debatiéndose entre la vida y la muerte, y las ingentes multitudes de hambrientos que desesperados huyen, sin saber hacia dónde, buscando un trozo de pan y una mínima oportunidad, están movilizando a muchos y nos está haciendo replantear nuestras actitudes ante la vida, y el compromiso insobornable de la fe, que es alianza con los hermanos, con los más pobres, o es una claudicación, una traición al Evangelio de Jesús. Muchos, tal vez después de escuchar la noticia o de cambiar de canal en una suerte de zapping que los proteja de tanta miseria y humillación, en definitiva, “del fracaso de la humanidad”, prefieren pensar, que “ya lo arreglaran los otros”, “que ese no es mi problema” o que “yo puedo hacer muy poco”. Y en el Evangelio de Jesús, cuando se encuentra con una multitud hambrienta, él sólo dice a sus discípulos que desesperan de los pocos recursos con los que cuentan: “Dadles vosotros de comer”. Y hoy este es el imperativo del Evangelio. Este es el imperativo de la humanidad: O les damos de comer o se mueren de hambre y nosotros nos morimos de inhumanidad, de egoísmo… Nos morimos en el intento de ser hombres y mujeres y en el fracaso de no haber asumido como propia la causa de aquellos que claman y reclaman sus derechos esenciales; la causa de los más pobres de los pobres de la tierra. Y ante esto: ¿qué podemos hacer’ Esta semana en una entrevista de Radio a unas voluntarias de la Plataforma de los alimentos de Manresa, una de ellas, Pilar, después de ver cómo Isabel y Anna, sus compañeras en el trabajo cotidiano hablaban de las situaciones dramáticas que día a día se multiplican, nos contó un cuento, que al menos nos puede ayudar a aportar nuestro pequeño granito de arena en este mar inmenso de necesidades. Decía así: “Había una vez un escritor que vivía a orillas del mar; una enorme playa virgen donde tenía una casita donde pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para su libro. Era un hombre inteligente y culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida. Una mañana mientras paseaba a orillas del océano vio a lo lejos una figura que se movía de manera extraña como si estuviera bailando. Al acercarse vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y lanzarlas otra vez al mar. El hombre le preguntó al joven que estaba haciendo. Este le contestó; "recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar; la marea ha bajado demasiado y muchas morirán". Dijo entonces el escritor." Pero esto que haces no tiene sentido, primero es su destino, morirán y serán alimento para otros animales y además hay miles de estrellas en esta playa, nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas". El joven miró fijamente al escritor, cogió una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó " para ésta... sí tiene sentido". El escritor se marchó un tanto desconcertado, no podía explicarse una conducta así. Esa tarde no tuvo inspiración para escribir y en la noche no durmió bien, soñaba con el joven y las estrellas de mar por encima de las olas. A la mañana siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar estrellas.” Os invito a descubrir las “estrellas de mar” que mueren en las arenas del entorno de nuestra vida, y que humildemente intentemos “darle una nueva oportunidad”… Puede parecer desconcertante, ridículo, algunos no entenderán nuestra conducta, pero cada vez que hagamos algo por “alguna estrella” que agoniza, al darles un empujón podremos exclamar:" para ésta... sí tiene sentido"…. Sor María Dolors, de 85 años, una hermana de mi comunidad nacida en Balsareny, es contemporánea de Pere Casaldàliga y se conocieron de pequeños. Ella le sigue y admira. Esta semana me sorprendió con un regalo. El calendario del Mensajero del Sagrado Corazón, del que ella cada día arranca página para leer las frases y pensamientos, traía una auténtica joya, y me la quiso regalar. Todo un programa de vida de Don Pesro Casaldáliga, que pensando en María de Nazaret escribe una oración en estos términos:
“Quédate con nosotros con el Espíritu que te fecundaba en la carne y en el corazón. El mundo se ahoga en el mar del ruido, y no es posible amar a los hermanos, sin un corazón callado y atento. Haznos comprender que el servicio sin silencio, es alienación, y que el silencio sin entrega, es comodidad. Envuélvenos en el manto de tu silencio y comunícanos la fuerza de la fe, la altura de tu Esperanza y la profundidad de tu amor”. El mismo Espíritu que fecundó a María en su carne y en su corazón, es el que hoy nos fecunda y nos hace estar grávidos de Dios; es el que nos lleva al desierto para auscultar mejor el corazón de Dios que es donde resuena con mayor nitidez el latir del corazón humano, y dónde mejor se oye la voz de Dios que nos invita a salir del Egipto de nuestro egoismo y a gastarnos y desgastarnos por los hermanos. Todo un programa de vida para el curso que comenzamos: Activos en la contemplación, contemplativos en la acción. |
Sor Lucía Caram O.P
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Enero 2022
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