Salam alaikum, “paz con vosotros”, amigos americanos muertos en Libia. Vivid ahora en la Paz, más grande que aquella que quisisteis instaurar en esa tierra de desiertos y de oasis, de dunas de arena que flotan sobre mares de petróleo.
Salam alaikum, amigos musulmanes muertos en las últimas protestas en Yemen, Túnez y Sudán. Vivid también vosotros en la Paz, la paz que los de fuera y los de dentro han impedido en vuestras tierras a menudo desgarradas, convertidas en un laberinto de violencia sin razón ni término. Salam alaikum, hermanos y hermanas musulmanas que creéis en la Paz y la Compasión que llamamos Allah o Dios. El Profeta Muhammad –que la paz sea con él– fue un hombre de concordia y de paz en un tiempo en que las tribus árabes se desangraban en guerras. Vuestra religión es una religión de paz. El sagrado Corán ordena vivir “plenamente en paz” (2,208), y enseña que en los jardines eternos donde fluyen arroyos se oirá un único saludo: “¡Paz!” (10,10). Y su recitación cantada en árabe sosiega el cuerpo y embelesa el alma llenándola de paz. Quiero honrar el Islam como religión de paz, a pesar de todas sus contradicciones, de todas sus malditas guerras sagradas, de su triste historia de violencia tan similar a la de otras religiones aliadas del poder (y seguramente se queda corta comparada con la “historia criminal” del cristianismo…). Honor al Islam, a pesar de tanto horror cometido, de tanta sangre inmolada en nombre de Allah. Quienes lo hacen son delincuentes y blasfemos. Y sabemos que son una ínfima minoría, aunque, por poderosos intereses, ocupan pronto los primeros titulares de nuestros informativos. Quiero celebrar el Islam como religión de libertad, a pesar de todos los regímenes autoritarios de ayer y de hoy. Y reconozco lo evidente: las grandes potencias occidentales, de tradición y de población mayoritariamente cristiana, han impulsado y sostenido a tales regímenes cuando les ha interesado, en nombre de la seguridad (y del comercio), y los han combatido y derrocado cuando les ha interesado en nombre de los derechos humanos (y del petróleo). Ahora toca imponer la democracia. Quiero celebrar la “primavera árabe” que, a pesar de lo incierto de su desenlace final, ya ha desmentido nuestro prejuicio todavía tan arraigado de que el Islam es incompatible per se con los derechos humanos y la democracia. Mentira. Quiero proclamar al Islam como religión de razón, y recordar que en los primeros siglos dio cabida en su seno a la ijtihad o libre interpretación racional del Corán, y que los sabios musulmanes descollaron en las matemáticas, el álgebra, la astronomía, la física, la medicina, la música y la poesía, y que de ellos aprendió la Europa latino-germánica. Y quiero recordar que el fundamentalismo musulmán, surgido en el s. XVIII, cobró fuerza justamente tras la Primera Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña y Francia se repartieron los restos del Imperio Otomano: buena parte del Oriente Medio. Desde entonces, las potencias llamadas cristianas lo han humillado y expoliado. Y por todo ello, hermanos y hermanas musulmanas, en nombre de Allah, el Compasivo, el Misericordioso, en nombre de su Profeta Muhammad –que la paz sea con él–, en nombre del Corán que él recitó, quiero pediros y rogaros: no respondáis con violencia a ese soez film que parodia la figura del Profeta. Es una burda, una perversa y vergonzosa provocación, máxime si su productor es, como parece ser, un cristiano copto (¡qué vergüenza para Jesús y para los hermanos coptos perseguidos por algunos salafistas musulmanes!). El autor del video se denigra a sí mismo. No le prestéis atención. No merece ofensa ni ira. Honrad con la tolerancia y la paz a los nobles países árabes y musulmanes. Honrad la vida y vivid en paz. Honrad el Islam. Demostrad que es una religión de paz, de libertad y de razón. Salam alaikum. José Arregi Para orar A través del Amor las espinas se transforman en rosas. A través del Amor el vinagre se transforma en dulce vino. A través del Amor la pira se transforma en trono. A través del Amor el revés de la fortuna buena suerte parece. A través del Amor una parrilla cubierta de cenizas semeja un jardín. A través del Amor el demonio se vuelve una hurí. A través del Amor la dura piedra se torna blanda cual manteca. A través del Amor la congoja es alegría. A través del Amor se transforman en ángeles los vampi¬ros. A través del Amor las picaduras son como miel. A través del Amor los leones son inofensivos como raton¬cillos. A través del Amor la enfermedad es salud. A través del Amor la ira se torna en misericordia… (Y. Rumi, poeta místico musulmán sufí del s. XIII)
2 Comentarios
La Iglesia vuelve a ser espectáculo, no buena noticia. Y así seguiremos en los próximos meses. ¡Qué pena en un mundo tan necesitado de consuelo y esperanza! Que un papa, a los 85 años y enfermo, se despoje de la tiara y descienda del trono, renunciando al poder religioso más arbitrario y absoluto jamás imaginado, ¿qué tiene de extraño en los tiempos que corren? Tiene de extraño que se limite a eso: a una renuncia personal. Y, sin embargo, ha sido celebrada por clérigos y laicos bien intencionados como un gesto de libertad, valentía y dignidad, e incluso de humildad.
No niego que lo sea. Es digno y humano decir: “No tengo fuerzas, no puedo más”, o decir también: “Estoy harto de este mundo vaticano y me voy”. ¿Y quién sabe si no ha sido más lo segundo que lo primero? Ha sido valiente y libre al hacer frente a las presiones de muchos curiales que querrían seguir aprovechando la debilidad del pontífice para seguir ejerciendo su poder en la sombra. Pero ¿su renuncia no constituye a la vez un acto de rendición frente a esa oscura maquinaria de poder que es el Vaticano? Es humano que un papa anciano y enfermo se retire a un monasterio de clausura para dedicar sus últimos años a disfrutar en paz orando, leyendo, escuchando música y tocando el piano. Pero ¿no es también una dejación haberse retirado sin antes saldar de una vez las pesadas cuentas del papado ante la Iglesia y la historia? No reprocho nada a su persona. Es un hombre de gran calidad humana. No hay más que mirar sus ojos limpios llenos de inteligencia, su sonrisa diáfana, su estilo discreto, su falta de ambición, su trato bondadoso y afable. Pero la persona es inseparable del papel que desempeña dentro de un sistema, y en el caso del papa es inevitable que la persona, por admirable que sea, quede aplastada por un papel y un poder desorbitado, dentro de un sistema perverso: un papa elige a los cardenales que elegirán al siguiente papa, el cual impondrá a todos como voluntad divina lo que son en realidad sus propios criterios personales. Así es como Benedicto XVI, primero por mano de Juan Pablo II y luego por su propia mano, ha enterrado lo mejor del Vaticano II y ha ahondado el abismo entre la Iglesia y el mundo de hoy. Todo por voluntad divina. Ahora se va del Vaticano dejando intacto un sistema esencialmente corrupto. La tiara y el trono, la terrible infalibilidad, el terrible poder absoluto, siguen intactos, esperando al siguiente candidato. Y no faltarán aspirantes. Ya se traman oscuras estrategias, ya se urden alianzas, ya se hacen quinielas. Se maquina y se conspira. Es pura farsa mediática, pura pornografía religiosa. Y cuando salga la fumata blanca dirán: “El Espíritu Santo ha elegido”. Más obsceno todavía. ¿Qué ha sido de las palabras de Jesús, el profeta de Galilea libre, itinerante y compasivo, amigo de los últimos? “A nadie llaméis santo, a nadie llaméis padre, a nadie llaméis señor. Todos vosotros sois hermanos. Buscad cada uno el último puesto”. Yo hubiera deseado que Benedicto XVI, antes de renunciar, hubiera hecho uso de sus poderes absolutos para poner fin a este sistema, promulgando un escueto decreto que rezara más o menos así: “En virtud de los poderes divinos que se han atribuido al obispo de Roma solo a partir del siglo XI y que el Concilio Vaticano I en el s. XIX elevó a categoría de dogma, yo, Benedicto XVI, un hombre como otro cualquiera pero papa todavía, defino solemnemente que el poder universal y la infalibilidad atribuidos al papa son doctrina humana y errónea. Y por este decreto declaro abolido el modelo monárquico del papado como contrario al Espíritu que animaba a Jesús de Nazaret y que sigue inspirando a hombres y mujeres de todos los tiempos y culturas, más allá de confesiones y religiones, para respiro y salud de la vida”. Todo esto puede parecer un delirio. Pero la renuncia de un papa servirá de muy poco mientras siga en pie el modelo medieval del papado. José Arregi Para orar DEJA LA CURIA, PEDRO Deja la curia, Pedro, desmantela el sinedrio y la muralla, ordena que se cambien todas las filacterias impecables por palabras de vida, temblorosas. Vamos al Huerto de las bananeras, revestidos de noche, a todo riesgo, que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres. La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada, el llanto de los niños sin respuesta, la memoria bordada de los muertos anónimos. Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente y el César los bendice desde su prepotencia. En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde. El Pueblo es sólo un «resto», un resto de Esperanza. No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes. Es hora de sudar con Su agonía, es hora de beber el cáliz de los Pobres y erguir la Cruz, desnuda de certezas, y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano, y amanecer de Pascua. Diles, dinos a todos, que siguen en vigencia indeclinable la gruta de Belén, las Bienaventuranzas y el Juicio del amor dado en comida. ¡No nos conturbes más! Como Lo amas, ámanos, simplemente, de igual a igual, hermano. Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas, el pez de la Alegría, el pan de la Palabra, las rosas del rescoldo... ...la claridad del horizonte libre, el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo. (Pedro Casaldáliga) |
Jose Arregui
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Abril 2021
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