Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar. (Juan 13, 21)
Los y las creyentes que nos entendemos como seguidores y seguidoras de Jesús de Nazaret, especialmente los católicos, vivimos estos días lo que por siglos hemos denominado la semana santa; en las corrientes protestantes se celebra sobre todo el triduo pascual. Las conmemoraciones litúrgicas son una manera específica y propia de vivir el tiempo cíclico que siempre han vivenciado las grandes tradiciones y civilizaciones antiguas. Como las generaciones presentes no hemos vivido otras grandes pandemias de la humanidad, este año vivimos estos días de manera distinta, inédita. Los vivimos en medio de un gran dolor y sufrimiento, en medio de una pasión que atraviesa el orbe; un dolor colectivo que nos llama a hermanarnos más allá de cualquier diferencia, que nos grita que nuestro destino es un solo. La liturgia no trata de “representar” o hacer una memoria racional y distante, la liturgia no tendría que ser un conjunto de rituales eternamente repetidos sin una fuerza actuante en el presente. Este año, la televisión puede ayudar, pero indiscutiblemente no es el medio ideal para las celebraciones. Cuando vivimos la liturgia de lo que se trata es de vivenciar con todo el ser, aquello que conmemoramos. Megan McKenna nos invita: Esta semana seremos crucificados en nuestro corazón y en nuestra alma, daremos gloria a Dios con Jesús, viviremos de nuevo nuestro bautismo y renovaremos nuestras promesas… Es el momento de que experimentemos una conmoción, seamos arrancados de las garras del mundo y nos convirtamos con una profundidad cada vez mayor a la explosión del Reino de Dios en nuestro mundo. Esta semana la palabra y el poder de la cruz deben convertirse en parte de nuestra carne y sangre, para que Dios pueda insuflar de nuevo su Espíritu en el mundo. (Megan McKenna: LA CUARESMA DÍA A DÍA. Ed. Sal Terrae – Bilbao 1999) Se nos llegó pues esta semana santa, en medio de cuarentenas y confinamientos mundiales, pero sobre todo en medio de sufrimientos, dolores y muerte; en mitad de una enfermedad que no podemos y no sabemos controlar ni reducir. Por tanto la vivimos con la mayor vulnerabilidad vivida por los seres humanos en muchos siglos. Y esto le da un nuevo sentido a la conmemoración de estos días. Han circulado por las redes sociales unos versos (tipo coplas) que dicen: ¿Qué el Cristo este año no sale? si está vestido de blanco, de azul en los hospitales… Tal vez no haya procesiones con imágenes talladas pero ya ves, Cristo sale al encuentro de tu ser, en mil rostros escondido, sin cirios y sin campanas… Estos versos son la realidad de esta semana santa del 2020. Viviremos unos días de reflexión, sintiendo a nuestra puerta la miseria del mundo, el dolor de cientos de miles de hombres y mujeres, la intemperie que habita nuestra condición humana. “Santa”, es decir una semana consagrada a la Divinidad, una semana sagrada en la que el Dios de Jesucristo nos habla especialmente, nos habla desde su silencio. La contemplación de estos días: el dolor de la humanidad indefensa, nos descubrirá especialmente el sentido de la universalidad de la pasión de Jesús de Nazaret. El sentido del Siervo Sufriente: Traicionado, juzgado injustamente, torturado, asesinado alevosamente… Ese siervo sufriente que se identificó con los débiles y vulnerables y que por ello mismo padeció la persecución y el calvario. En esta semana consagrada miremos de frente el dolor. A través del dolor de Jesús miremos y vivamos en nuestro interior, en nuestro cuerpo… el dolor de hombres y mujeres caminantes de historia. El dolor de los hambrientos y sin pan, de los y las desempleados, de quienes a diario son tratados injustamente, son dejados de lado e ignorados; de tantas soledades dispersas por el mundo, de angustias sin respuesta, de caminos sin manos en las cuáles apoyarse… Sintamos el dolor de los y las enfermas por esta pandemia que nos azota y por la pandemia de la desigualdad y la injusticia: No aceptemos esta semana ni nunca, que el 1% de los ricos del mundo acumule el 82% de las riquezas del conjunto de la humanidad. Miremos a la cara este dolor del mundo, que Jesús de Nazaret lo conforte, que su muerte injusta lo cuestione. Miremos también el dolor misterioso: ese del que no podemos descubrir sus causas, ni sus salidas. Ese dolor congénito a la condición humana que nos hace llorar. Ese dolor que grita a Dios por su silencio, que pregunta y se angustia… ese dolor que cuestiona la vida. Ese dolor de Job… Ese dolor que no podemos manejar… Semana santa consagrada desde el interior de nuestros corazones… Semana que terminará con la luz y la esperanza. De momento, atravesemos este túnel que hoy nos ofrece el mundo.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Ayuda al Blog que publica todos los días diferentes áreas, queremos seguir publicando
EL BLOGEl blog es uno dedicado al análisis en general de muchos puntos desde la ópica teológica. La meta es impulsar el estudio amplio y profundo de la fe y de la razón, siendo ambos elementos fundamentales de la vida. SABES QUE PUEDES HACER COMENTARIOS A LAS REFLEXIONES O ENSAYOS TEOLOGICOS QUE APARECEN EN EL BLOG, SI PUEDES INTENTALO...
Archivos
Febrero 2023
Categorias |